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Y son imprescindibles, y no sólo para darle realce a nuestro relato o poesía, o para
establecer pausas rítmicas, sino por una mera cuestión de significado: una coma mal
puesta nos cambia, por completo, la semántica de una frase; la puerta giratoria de la que
hablaba Cortázar. Está claro que el tema no es baladí.
Que basten unos ejemplos para ilustrar lo indicado. Propongo grupos de dos frases
iguales, que sólo las diferencia la situación de una coma. Sin embargo, los significados de
las mismas, como podréis comprobar, son bien dispares:
a.- Si el hombre supiera realmente el valor que tiene, la mujer andaría a cuatro patas en su
búsqueda.
b.- Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer, andaría a cuatro patas en su
búsqueda.
En el primer caso, la frase nos dice que si el hombre conociera su propio valor, tendría a la mujer
rendida a sus pies. Vamos, que los hombres seguros de sí mismos ligan mucho más que los
apocados. Está claro. En el segundo caso, lo que nos cuenta la frase es que, en el caso de que los
hombres conocieran el valor real de las mujeres, los que estarían rendidos serían ellos. Si nos
valoraran en lo que realmente valemos, no habría forma de quitárnoslos de encima.
Sigamos,
Aunque la segunda frase pide más un punto y coma que una coma, vamos a dejarlo así, para ver las
diferencias semánticas. En el primer caso, está claro, tengo la seguridad de que lo vas a romper y yo
te voy a reñir por ello. O sea, que tengo claro que no te libras de que te riña. En el segundo caso, lo
que dice es que yo te voy a reñir cuando tú lo rompas en un momento determinado, preciso. Si lo
rompes media hora después, me voy a hacer la loca y ni mú, te voy a decir. Ya sabes, en este caso,
tienes posibilidad de librarte de mi cólera.
Más:
a.- Si no llegas primero, llamaré a tu madre.
Está claro que tengo ganas de hablar con tu madre, pero lo que no está tan claro, es qué excusa voy
a poner para hablar con ella. Puedo llamarla si eres un “manta” y no llegas el primero, o puedo
llamarla si lo que sucede es que no llegas, ni el primero, ni el último. Pero tenlo claro, en ambos
casos, la llamo. Tú mismo.
Sigamos escarbando:
Puede parecer lo mismo, pero no, ¡qué va!. Primero te digo que si quieres mi beso, tendrás que
abrazarme inmediatamente, ya mismo, sin más dilación. Y el beso, será tuyo. Luego me lo pienso
un poco mejor y digo que, inmediatamente después de que tú me abraces, sea cuando sea, yo te
regalaré mi beso. Mucho más abierta estoy yo a eso del besuqueo en esta segunda ocasión ¿no?.
Pues eso.
Un poco más:
Si le dices que no, yo te lo agradezco. Eso sí, te lo agradezco más en la primera frase. En la
segunda, el que tiene que dar gracias, eres tú. Ya sabes, le dices que no, pero con educación.
a.- Si Juan fuera capaz de hacer lo que piensa, Luisa sería feliz.
b.- Si Juan fuera capaz de hacer lo que piensa Luisa, sería feliz.
Vamos, que estamos ante la típica pareja y ante la disparidad de intereses. Luisa quiere que Juan
sea sincero y fiel a lo que piensa. Con ello, la buena de la mujer sería feliz. Sin embargo, lo que
haría feliz a Juan es saber a qué atenerse con Luisa, y hacer lo que ella piensa, no lo que él supone
que piensa. Somos más complejas, es verdad, y ellos, tan simples… La felicidad de Luisa y de Juan
solo dependen de una coma, como habréis comprobado. Importante coma, desde luego. ¿Veis lo que
os digo? Pues sí, una coma bien puesta puede darnos hasta la llave de la felicidad.
Ahora voy a recordar al poeta y voy a cambiar el significado de un verso del mismísimo
MACHADO (también es verdad que esta frase, con las normas ortográficas antiguas, no albergaría
problema de interpretación, pues hay un “solo” que, entonces, debería llevar una tilde).
Los charlatanes, hasta con Dios quieren hablar. Claro que, el que habla solo, sin más compañía que
él mismo, ya le vendría bien que el propio Dios le sirviera de comparsa. El que espera, desespera,
ya esté solo o acompañado. Es decir, que eso de hablar con Dios…
Juan corría que se las pelaba. Lo sé, porque lo vi. ¿O era yo la que corría y, en plena carrera, vi a
Juan, aunque él se estuviera muy quietecito? Pues ya veis, una coma, y el pulso acelerado y la
sudoración abundante son, o bien de Juan, o bien, míos.
Juan, esta vez no corres, pero yo te veo, bien desde mi ventana, cotilla que es una, mientras paseas
tranquilamente, o bien cuando soy yo la que paseo. Anda, Juan, ¡echa a correr, que lo hacías de
maravilla, ayer!
La diferencia de significados es evidente: En el primer caso, cada uno de ellos toca un instrumento
distinto. En el segundo, él no parece tener interés en la música, y sí en violentar hasta la náusea a la
pianista.
Vete a saber cómo eran las compañías del adolescente. En el primer ejemplo, al adolescente lo mató
un ladrón. El caso es que quién mata a un ladrón, no tiene veinte años de perdón, por mucho que lo
digan los refranes; y si no que le pregunten al adolescente del segundo ejemplo, al que no le
perdonaron ser ladrón. Es más, eso mismo le costó la vida.