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LA LABOR DEL ABOGADO

El abogado es un profesional cuya labor tradicionalmente estuvo asociada a la


defensa de otro, tarea tan antigua como el hombre mismo. Distinta literatura
sostiene que el abogado es el “llamado a” ayudar a alguien, particularmente, en
un proceso. Carnelutti, por ejemplo, decía que su tarea es la de un intérprete o
traductor que comprende el mensaje de su cliente en un lenguaje común o
empírico para hacérselo comprender al juez con un lenguaje jurídico-técnico.

Como se observa, dicha concepción es adecuada para explicar la actuación del


abogado en un proceso (y particularmente, en uno civil); sin embargo, nuestra
sociedad actual no podría funcionar sin toda la arquitectura privada de
autorregulación contractual (contratos, estatutos de empresas, regímenes de
propiedad horizontal, financiamientos, sistemas de donación, crowd
funding, etc.) desarrollada por los abogados. Además, hoy por hoy los abogados
se desempeñan en diversos ámbitos, en muchos de los cuales el litigio tiene un
carácter secundario, además, los abogados pueden asumir roles muy distintos
al de la defensa en el marco de un litigio.

Solo para poner algunos ejemplos, en el Perú hay abogados que se desempeñan
en sectores tan especializados como el de la regulación de la energía eléctrica
o en actividades que requieren un enfoque multidisciplinario como la
planificación patrimonial, áreas en las que el litigio tiene un carácter secundario
frente a la labor de asesoría.

La razón por la que la actuación de los abogados resulta relevante en ámbitos


tan distintos deriva de la necesidad por parte de la ciudadanía de entender una
normativa (piénsese, por ejemplo, en la tributaria) que puede ser muy técnica,
compleja, abundante, poco -o mal- sistematizada y en muchos casos hasta
ambigua o contradictoria, por lo cual, requiere ser interpretada.

Entonces, podemos afirmar que el abogado es el profesional a quien la sociedad


le confía la tarea de comprender y hacer comprender a otros, a través de la
palabra, cómo los hechos se relacionan con el derecho. Como señalaba
Alzamora Valdez, para elevarlos hasta allí y no para acomodar un supuesto
derecho a los hechos –como en la práctica muchas veces ocurre.

¿La labor del abogado, entonces, se agota en ayudar a sus clientes a


comprender el Derecho? ¿Puede estar al margen de los factores que afectan la
vigencia del Estado constitucional de derecho? ¿Cómo se vincula el rol que
asumen con la consolidación de ese ideal? Veamos.

La misión del abogado en el Estado constitucional de derecho

No es casualidad que la abogacía sea la profesión a la cual la Constitución se


refiere más veces (siendo que además solo menciona al magisterio) y que, fuera
de las funciones asignadas a los colegios profesionales en general, encargue a
los de abogados la de nombrar a autoridades en entidades trascendentes para
el mantenimiento del Estado constitucional de derecho como son el Consejo
Nacional de la Magistratura y el Pleno del Jurado Nacional de Elecciones.

El TC ha explicado que si bien el abogado no está investido de potestad


pública el libre ejercicio de la abogacía es de vital importancia al contribuir a
garantizar el derecho fundamental de defensa de los justiciables y que el Estado
constitucional requiere de la colaboración de toda la sociedad pero,
particularmente, de los abogados, pues tienen un mayor entendimiento de la
Constitución y las leyes.

El mayor entendimiento que tienen los abogados del ordenamiento jurídico


sumado al hecho de que, en el Perú, el desempeño de diversos cargos y el
ejercicio de actividades trascendentes están reservados a su favor, convierte a
los abogados en verdaderos garantes del ordenamiento jurídico y, por tanto, se
espera que realicen una actuación en favor de la sociedad.

Es en ese contexto en el que habría que entender que en el Perú se haya definido
legalmente la abogacía como un “función social al servicio de la Justicia y el
Derecho” (énfasis agregado) y que el Código de Ética del Abogado haya
reconocido que el objetivo esencial de la abogacía es “la convivencia social de
los hombres como fuente fecunda de paz, libertad, progreso y bienestar general”.

Todo lo anterior, nos lleva a descartar que la finalidad de la abogacía sea la mera
defensa del cliente, que la misión del abogado consista solo en defender el
interés de este y, por tanto, que el abogado únicamente tenga deberes para con
su cliente y no frente a la sociedad en general. Por ello, podría decirse, que, en
realidad, el abogado “representa al cliente ante el sistema jurídico, pero también
representa al sistema jurídico ante el cliente”.

Por ello, es acertado que el Código de Ética del Abogado haya adoptado una
posición según la cual la misión de la abogacía no se limita a la defensa de los
derechos de la persona sino que tiene como fin último “la consolidación del
Estado de Derecho; la justicia y el orden social”.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando los abogados no adecúan su conducta en


forma consistente con la misión de la abogacía? En estos casos, el impacto de
su actividad no solo podría perjudicar el entorno en el cual ejercen su profesión
sino incluso poner en riesgo la vigencia de los derechos y el propio sistema
democrático.

¿Las investigaciones a Odebrecht y demás constructoras brasileñas están


poniendo en evidencia un ejercicio profesional al margen de la misión de la
abogacía? ¿Nos harán ver cuál es el impacto que puede generar en nuestra
sociedad un ejercicio de la abogacía desligado de su finalidad última? ¿Qué
lecciones quedarán para los abogados?

No podemos anticipar una respuesta para esas preguntas, pero si algo nos
queda claro es que, hoy más que nunca, los abogados deben hacer suya la
misión de la abogacía. Para cumplir con su misión, sin embargo, requieren
conocer los deberes que derivan de esta y también los derechos que el
ordenamiento jurídico les reconoce para ejercer su profesión. Estos aspectos
serán objeto de un próximo ensayo que tendremos a bien de compartir.
DEBERES FUNDAMENTALES DEL ABOGADO

Cuando se piensa en lo que caracteriza a la labor de los abogados suele


evocarse una serie de privilegios que estos tienen frente a otras personas como,
por ejemplo, presentar demandas, autorizar contratos o negarse a revelar la
información proporcionada por sus clientes. En lo que a veces no se repara es
en los particulares deberes que estos tienen frente a sus clientes y frente al
Estado constitucional de derecho.

¿Los abogados, por el solo hecho de serlo y entender mejor el ordenamiento


jurídico, tienen mayor responsabilidad que el resto de ciudadanos en el Estado
constitucional de derecho? ¿Qué deberes tienen frente a este? ¿Qué deberes
se les exige cumplir, adicionalmente, cuando asumen la representación de un
cliente? En este ensayo brindamos una aproximación a estas preguntas.

La misión del abogado no consiste solo en defender el interés de su cliente, sino


que tiene como fin último “la consolidación del Estado de Derecho; la justicia y el
orden social”, tal como lo establece el Código de Ética del Abogado. Por ello,
podría decirse, que el abogado “representa al cliente ante el sistema jurídico,
pero también representa al sistema jurídico ante el cliente”.

En consecuencia, si bien la defensa celosa del interés del cliente es un deber


fundamental para el abogado, no es esta su única obligación, sino que debe
cumplir también otros deberes que derivan de la finalidad última de su profesión.
Asumir lo contrario, solo para poner un ejemplo, llevaría a admitir que el abogado
debe guardar el secreto profesional aun cuando su revelación resultara
imprescindible para salvar la vida de una persona.

Dicho esto, a continuación, comentamos ocho deberes que tiene el abogado en


el Estado constitucional de derecho. Los siete primeros se aplican a los
abogados independientemente de que patrocinen o no a un cliente. El último,
pero no menos importante (representación celosa del interés del cliente), surge
con el patrocinio y agrupa otros deberes de suma relevancia práctica.
1. Obedecer la ley. En el Estado constitucional de derecho, el abogado, como
cualquier otro ciudadano, está sujeto a las leyes. En su calidad de ciudadano,
está sujeto a las normas en general y, en su calidad de profesional al servicio del
Derecho, a las que regulan el ejercicio de la abogacía.

En ese entendido, en cumplimiento de las normas vigentes, no debe alterar


documentos, destruir pruebas o transgredir normas con el objeto de representar
el interés del cliente. Tampoco debe inducir a otros a que infrinjan la ley,
aconsejar actos ilegales o anunciar sus servicios sugiriendo el uso de medios
contrarios a las leyes.

Además, debe abstenerse de patrocinar ciertas causas (y, en todo caso,


renunciar si descubre que lo estuvo haciendo) y debe revelar el secreto
profesional si ello resulta necesario para que su cliente cause daño grave a la
integridad física o psicológica o a la vida de una persona.

2. Respetar a la autoridad. No habría Estado constitucional de derecho si las


órdenes de las autoridades nombradas legítimamente no fueran cumplidas.
Muchas veces parte de la labor del abogado consiste en cuestionar dichas
órdenes e incluso puede conllevar la necesidad de denunciar a la autoridad; sin
embargo, es preciso que siempre actúe guardando la compostura necesaria para
resguardar el respeto que debe inspirar la autoridad.

Por ello, el abogado debe aconsejar a su cliente que cumpla las órdenes de la
autoridad y que la respete, no debe inducir a error al juez o tratar de influir en
este alterando su independencia o imparcialidad. Tampoco debe anunciar sus
servicios sugiriendo que puede influir indebidamente en la autoridad.

Además, el abogado debe denunciar el soborno a una autoridad realizado por


otro abogado del cual haya tenido conocimiento y puede denunciar el
incumplimiento de los deberes de la autoridad, siempre que no se trate de una
denuncia maliciosa.
3. Respetar los derechos de las personas. Al ejercer su profesión el abogado
se relaciona con distintas personas: la parte contraria a la que defiende, sus
abogados, otros colaboradores de la administración de justicia, personas
llamadas a declarar ante el juez, entre otras. La vulneración de los derechos de
dichas personas en el ejercicio profesional no es amparable, pues el fin supremo
de la sociedad y del Estado, según aclama la Constitución, es la defensa de la
persona y el respeto de su dignidad.

Por ello, el abogado debe actuar con moderación y guardar el debido respeto en
sus intervenciones, en los escritos que autorice y al opinar o absolver consultas
a través de medios masivos de comunicación. También debe evitar ocasionar
daños a su cliente, la contraparte o terceros y velar porque su cliente guarde
respeto a estos últimos.

Además, al anunciar u ofrecer sus servicios directamente debe evitar incurrir en


actos de hostigamiento y debe “competir lealmente con sus colegas, de
conformidad con lo establecido en las normas legales vigentes”.

4. Ser veraz. Podría decirse que la palabra es para el abogado, lo que el


estetoscopio es para el médico, la regla para el arquitecto o el pincel para el
pintor; es decir, es su principal herramienta de trabajo. Mediante el uso de la
palabra el abogado ayuda a su cliente a conocer y ejercer sus derechos y
contribuye a que la formación de negocios y actos jurídicos (privados o
administrativos) se haga de acuerdo con el Derecho. De allí, la necesidad, en un
Estado constitucional de derecho, de que el abogado sea veraz.

Por ello, el abogado no debe mentir o faltar a la verdad al defender a su


patrocinado, debe facilitar (no dificultar) la identificación de los hechos, el
derecho, la doctrina y la jurisprudencia aplicable a cada caso; y, debe reconocer
cuando ha incumplido un deber profesional y ponerlo en conocimiento del
afectado.
Además, debe anunciar sus servicios cumpliendo los deberes de veracidad,
autenticidad, lealtad y legalidad, entre otros, sin engañar o inducir a error o
sugerir el uso de medios contrarios a las leyes.

5. Contribuir a la justicia. El abogado debe ser consciente de los problemas


que dificultan el acceso a una justicia efectiva como son el abarrotamiento del
Poder Judicial, lo costoso que puede ser contar con asesoría legal para algunas
personas y la deficiente educación legal que existe en el país.

Por lo anterior, no debe utilizar sus conocimientos para elaborar esquemas


contractuales abusivos, sino contribuir a que la arquitectura contractual sea legal
y justa. Tampoco debe abusar de los medios procesales, recurrir a medios
dilatorios, actuar con temeridad, mala fe o interponer recursos manifiestamente
infundados que sobrecarguen el sistema judicial.

Además, para contribuir con la justicia, el abogado puede patrocinar causas de


interés público, promover la participación ciudadana en las decisiones públicas
y en los debates legislativos, prestar servicios gratuitos a personas de escasos
recursos y publicar artículos académicos sobre asuntos que ha visto en el
ejercicio o absolver consultas en medios de comunicación cuidando, claro está,
de no revelar el secreto profesional.

6. Custodiar el orden social. El Estado constitucional tiene sus bases en un


contrato social. El orden de la sociedad se mantiene, pues la población confía en
que es mejor cumplir la ley que no hacerlo. El abogado, como operador del
derecho, debe fomentar esa confianza.

Por ello, debe promover la confianza del público en que la justicia puede
alcanzarse con el cumplimiento de las reglas del Estado constitucional de
derecho, apoyar la labor de las entidades públicas y privadas orientadas a
consolidar el marco institucional del país y denunciar el abuso de poder.

7. Ser ejemplo. Entre los demás ciudadanos, el abogado es quien conoce más
las normas y entiende mejor la importancia de su cumplimiento para garantizar
la paz social. Si, en lugar de cumplir la ley u obedecer a la autoridad, no lo hace,
brinda un mensaje equivocado a los demás ciudadanos. Se requiere, por tanto,
que el abogado sea ejemplo para los demás.

El deber del abogado de ser ejemplo para sus colegas y sobre todo para los
futuros profesionales del Derecho ha sido recogido en forma genérica en el
Código de Ética del Abogado; sin embargo, este no ha especificado una serie de
aspectos vinculados a este deber que sí se encuentran señalados en el Código
Voluntario de Buenas Prácticas del Abogado como son: que supervise el
cumplimiento de la normativa de prácticas profesionales; que fomente la
participación de practicantes y abogados menos experimentados en condiciones
de igualdad y respeto; y, promueva su desarrollo profesional y educación
continua.

8. Defender celosamente el interés de su cliente. Aunque intencionalmente lo


estemos mencionado al último, en cuanto a su actuación diaria, este es el
principal deber del abogado.

Esto significa que debe atender a las instrucciones del cliente y no ir en contra
de su voluntad, actuar con competencia (lo cual exige un “profundo conocimiento
del Derecho y la práctica constante” en el área a la cual se dedica), diligencia
(que consiste en “realizar todo lo que esté a su alcance para satisfacer los
intereses de su cliente”) y cumplir con los deberes de información,
confidencialidad, lealtad, procurando encontrar una respuesta no litigiosa para el
problema de su cliente.

Además, debe evitar conflictos de intereses, fijar sus honorarios de común


acuerdo con el cliente en forma transparente y administrar los bienes del cliente
con los deberes de cuidado, diligencia y honradez (lo que incluye tener a su
disposición dichos bienes así como cualquier documento vinculado al
patrocinio).
También debe renunciar al patrocinio, de tener razones para ello, sin causar un
perjuicio sustancial al cliente y facilitando el traslado de la información necesaria
y guardar el secreto profesional (de por vida), salvo las excepciones admitidas.

Es importante agregar que los deberes a los cuales nos referimos son los que
han sido recogidos explícitamente de alguna forma en la normativa legal y
disciplinaria vigente. No obstante, cabría analizar si otros deberes se encuentran
recogidos implícitamente (i.e. responsabilidad ambiental, responsabilidad de los
socios por inconductas de miembros de la organización profesional, entre
otros). Dicho análisis escapa el alcance de este ensayo.

Como se puede observar, los abogados tienen deberes que evidencian la


trascendencia de su labor en el Estado constitucional de derecho. Esa labor, sin
embargo, no podría realizarse sin que se les reconociera también ciertos
derechos y libertades que son propios a su función y cuyo alcance y límites es
importante conozca para ejercer su profesión. Estos aspectos ameritan ser
comentados en otro ensayo.

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