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Resumen
Palabras Clave
Introducción
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Por otro lado, los efectos acumulativos se desarrollan en una
dimensión social, que se aleja de un esquema estimulo/respuesta y
requiere al menos dos elementos que caracterizan la investigación en
este campo. En primer lugar, se constata la necesidad de utilizar una
metodología cuantitativa y cualitativa (Bueno Abad, 1996a),
absolutamente insustituible en la búsqueda de significados, so pena de
realizar un análisis superficial sobre las características formales del
mensaje.
En segundo lugar, el análisis de los procesos y objetos simbólicos
que existen entre opiniones, creencias y actitudes individuales, Medio
social y Medios de Comunicación, hacen inevitable el dialogo y la
utilización de teorías psicológicas, informacionales y sociológicas, con
todo lo que ello conlleva de problemático en cuanto a la
conceptualización teórica y su aplicación metodológica (Noelle-
Neumann, 1995). De hecho, difícilmente puede realizarse una
intervención consecuente en el contexto macrosocial, si antes no se
determina cual es la relación entre los sistemas sociales y simbólicos,
sus consecuencias sobre las conductas y los fenómenos sociales objeto
de estudio de la Intervención Comunitaria que inciden en este ámbito
sobre la potenciación, apoyo social y percepción de estrés de los sujetos
(Musitu, 1996).
Por último, los trastornos mentales en este momento, no son ya
una cuestión exclusivamente clínica y hospitalaria, ya que desde 1985,
año en que se inició en nuestro país la Reforma Psiquiátrica, hasta la
fecha, se ha desarrollado la desinstitucionalización de los enfermos
mentales, que hace recaer parte de los dispositivos asistenciales en
recursos intermedios con objetivos de rehabilitación e integración social
para este colectivo, así como la apertura de este campo, a la práctica de
los profesionales de la intervención social más allá de las puertas de la
sala de agudos del Hospital (Rodríguez,1997).
En este contexto, es necesario analizar aquellas variables del
contexto social como los Media, capaces de crear una representación
positiva o excluyente de las personas con enfermedad mental y describir
como dichos efectos están afectando las conductas de la población, de
los propios enfermos y no menos importante, del entorno familiar de las
personas con enfermedades mentales crónicas (Moscovici, 1976;
Sanders,1982; Jodelet, 1986, 1989; Rouquette, 1986; Lin y Ensel
1989).
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mentales asumen su encarnadura, su materialidad, a partir de las
teorías científicas que explican una nosología establecida y unas
consecuencias clínicas determinadas (Ayestarán, 1985; Paez, 1983,
1986; Cabruja, 1988).
A la vez, la interacción social, supone un vivero rico en
experiencias compartidas, en la que el sujeto deduce un trastorno
determinado, a partir del etiquetaje clínico y de la existencia de
conductas inusuales e imprevisibles. Es así como las personas definen
los trastornos mentales, de acuerdo con sus características visibles
junto con las teorizaciones de la ciencia respecto a la división entre
salud y enfermedad, psíquico o físico, locura o normalidad. De hecho,
algunos de los trabajos realizados sobre las opiniones, actitudes y
comportamientos en torno a los trastornos mentales, señalan que
dichas afecciones son entendidas a partir de tres modelos básicos de
representación social (Paez 1983; Ayestarán, 1985).
Uno de ellos, está basado en un pensamiento mágico y
sobrenatural, propio de comunidades en desarrollo o no incorporadas
plenamente a la concepción médica y tecnológica de la sociedad actual.
El segundo modelo asume las características de la medicina y la
biología y determina un carácter clínico y hospitalario que llena de
contenido palabras como cronicidad, incurabilidad, paciente, fármacos
o internamiento.
Una tercera representación de carácter menos estructurado, hace
especial mención de causas psicológicas y sociales en el inicio y
desarrollo de los trastornos mentales y posibilita la percepción de estas
enfermedades como una patología psicosocial.
Cada uno de estos modelos es compartido por diferentes grupos
sociales dependiendo de variables sociodemográficas y profesionales,
pero lo que resulta atrayente es que cada uno de dichos modelos
conlleva aparejadas una serie de conductas y actitudes respecto al
tratamiento y comprensión de las enfermedades mentales.
De este modo, el modelo biomédico, orienta las terapias al trato
tecnificado y episódico de los profesionales de la salud; a la
farmacología y al tratamiento en recursos asilares u hospitalarios,
donde la cronicidad, sintomatología e incurabilidad se convierten en
núcleos dominantes de las conductas interventivas.
El enfermo es un paciente, un ser dependiente de las
instituciones sanitarias o jurídicas, y la familia actúa, siente y enjuicia
marcada por la resignación ante lo inevitable, en espera de nuevos
descubrimientos científicos y biológicos, o bien de la información y
tutela del saber profesionalizado.
El modelo psicosocial sin embargo, no posee una opción definida
respecto a lo positivo o negativo de la génesis social de los trastornos
mentales. Es la sociedad y sus sistemas institucionalizados la que con
sus tensiones y estrés, quiebra la “sensibilidad especial” que tienen
algunos seres humanos. Pero también, significa que los grupos sociales
en los que se ha desarrollado la individualidad del enfermo, como la
familia o los grupos de referencia, pueden estar involucrados en las
causas del trastorno. Por otro lado, si los problemas mentales pueden
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tener un origen social, toda la sociedad sería el objeto de intervención y
por tanto estaría involucrada en la recuperación y tratamiento de las
personas con enfermedades mentales, por lo que en esta representación
psicosocial, la reclusión hospitalaria pasa a convertirse en un elemento
más de la rehabilitación, pero no el único, ya que otras variables
psicosociales como el apoyo social, la autoestima o la percepción de
estrés, se vuelven así, objeto de curiosidad para los agentes sociales
más allá de los dispensarios de risperidona.
En este contexto, resulta atrayente mencionar que al inicio de la
Reforma Psiquiátrica y mientras las investigaciones desarrolladas en el
País Vasco a través de cuestionarios y entrevistas, confirmaban esta
“agenda” de actitudes y valoraciones en profesionales, familiares y
enfermos; el Instituto Andaluz de Salud Mental (I.A.S.A.M) en 1987,
elaboraba un excelente informe titulado “Enfermedad Mental y Prensa”,
donde describía la “opinión publicada” al respecto, es decir, los
contenidos de la “agenda periodística” que reflejan las actitudes de los
profesionales de la prensa.
Algunas de las conclusiones de dicha investigación, resaltaban el
hecho de que las noticias periodísticas se hacían eco de los trastornos
mentales, con una especificidad caracterizada por lo anormal, lo
espectacular y las conductas delictivas. De hecho, el delito y la
enfermedad mental aparecían relacionadas como las dos caras de un
mismo fenómeno. Estos trastornos se inscribían mayoritariamente en la
sección de Sucesos y más que delimitados en un continuo científico de
salud y enfermedad, se observaba una acentuación sobre lo morboso y
negativo de estas enfermedades.
Otra de las características de la información medial que difundía
la prensa en ese momento, provenía de las declaraciones de
profesionales de la salud mental que exteriorizaban lo negativo del
estigma de la enfermedad psíquica como elemento reforzador del
rechazo social a este colectivo. Por otro lado, se evidenciaba también,
como las declaraciones de personajes públicos o actuaciones sociales,
se deslegitimaban intencionalmente aplicándoles peyorativamente
adjetivos o clasificaciones propias de la patología mental, extendiendo
de este modo, el estigma de estos trastornos hacia cualquier hecho
social digno de crítica por grupos enfrentados.
El estudio del I.A.S.A.M confirmó que en prensa, se representaba
a las enfermedades mentales como originadas a partir de un enfoque
tripartito que incluía lo biológico, lo psicológico y lo social, adivinándose
una interrelación de los mismos para algunas formulaciones de la
bipolaridad salud-enfermedad. De igual modo, se detectó que cuando se
realizaban propuestas de intervención, como la apertura de recursos
intermedios o por el contrario, de tipo residencial, o un retorno a la
práctica asilar, dichas propuestas se relacionaban con los marcos
teóricos y representaciones científicas mencionadas hasta aquí,
demostrando con ello, la existencia de grupos sociales activos en la
definición de las enfermedades mentales, a partir de sus intereses y
conocimientos.
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Por último, este estudio constató la utilización por parte de los
periodistas de la terminología científica, a través de un tecnicismo
formal, que no obedece a un conocimiento concreto del significado
patológico de los términos utilizados.
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-La ubicación y características formales de las noticias:
-Enfermedad Mental
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En la imagen de los trastornos mentales, existen cuatro aspectos
concretos en los que no existen diferencias significativas.
En primer lugar, las variables que pueden generar información
clínica sobre las características de los trastornos tienen una presencia
escasa. El diagnóstico, las causas etiológicas o la duración de estas
enfermedades no son diferentes sobre la base de cada periódico
analizado, sino que todos ellos presentan estas enfermedades como
graves (6%) o muy graves (2%), con una duración crónica o de por vida
(7%) cuya etiología obedece a causas genéticas (6%) y orgánicas (5%),
pero también sociales (6%), aunque con una menor presencia de esta
ultima, respecto al conjunto de los ítems que prefiguran una causación
de carácter biomédica.
El otro de los grandes bloques en el que no aparecen diferencias
significativas, es el que se refiere a las consecuencias legales de estos
trastornos. En este sentido, las que con mayor persistencia y
homogeneidad aparecen en prensa, son el procesamiento judicial (14%) y
la detención policial (10%).
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independientemente de su sintomatología, aparecen de modo
generalista, etiquetadas como psiquiátricas, psicológicas y mentales.
Por último, la situación descrita en las noticias, hace referencia
significativamente en la prensa autonómica, a situaciones ligadas a la
agresión a familiares, agresión recibida y delitos cometidos por el
enfermo, a diferencia de la prensa nacional caracterizada por los
accidentes y las conductas de incumplimiento terapéutico. Evidenciando
de nuevo la relación entre agresión, judicialización y ámbito autonómico
de la tirada periodística.
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podemos observar que las consecuencias a que se enfrentan los
enfermos mentales están comprendidas en ese espacio de la exclusión y
la alarma social, en mayor medida que en la normalización e
integración en las redes sociales.
-Enfermo Mental
-Instituciones
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que en su mayoría son coincidentes en sus contenidos a lo largo de
todas las noticias analizadas. De este modo, apenas existe información
sobre el nivel de ingresos familiares o algún tipo de antecedentes
clínicos que aparezcan en los hechos relatados. La reacción familiar es
reflejada sin diferencias por los periódicos de la muestra, donde en su
totalidad coinciden en exponer las demandas de ayuda a la
Administración por parte de las familias con enfermos mentales y las
denuncias policiales que en su mayor parte se realizan desde el propio
entorno familiar, evidenciando las relaciones convulsas y
emocionalmente contradictorias de estas familias.
Sin embargo, es necesario destacar que el ámbito de la tirada si
influye sobre la presencia del movimiento asociativo, en lo que a sus
demandas se refiere. De hecho, la prensa autonómica recoge en mayor
medida la necesidad de Centros Especiales de Empleo y Recursos
Residenciales, así como Salas de Psiquiatría en Hospitales, mientras
que la prensa nacional se caracteriza por la aparición en sus páginas de
recursos intermedios de carácter social como las viviendas protegidas.
-Profesionales
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Psiquiatría, la Medicina y la Abogacía, mientras que el sector más
peculiar de la prensa nacional, consecuentemente con los datos
anteriores de la investigación, se relaciona con los profesionales que
actúan dentro de la Neurología.
Las profesionales que más contribuyen a la confección de la
información sobre los trastornos mentales son los psiquiatras (19%),
abogados (17%) jueces (10%) y médicos (10%). Sin embargo, su presencia
resulta diferencial en relación con el ámbito de la tirada. De este modo,
los médicos en la prensa autonómica, aparecen como una
denominación generalista e inclusiva, respecto a los periódicos de tirada
nacional, donde se diferencia la aportación de neurólogos, psiquiatras y
jueces.
En este apartado la única variable que ha demostrado una mayor
relación con el posicionamiento editorial que con el ámbito de la tirada
ha sido la referida al sector profesional, donde la prensa conservadora
obtiene la información profesional de institutos privados y del sector
sanitario, mientras que la prensa progresista se diferencia en este
sentido, mostrando un contenido más amplio de profesionales libres y
pertenecientes al mundo legal.
También es importante mencionar la expectativa que
guardábamos sobre el papel de los profesionales de la comunicación,
ver si realmente podían ejercer una función de “guardianes”
(gatekeeping), de los textos informativos (Noelle-Newmann 1995, White,
1950; Lippman, 1922), permitiendo el paso de unos contenidos y
eliminando otros según sus esquemas, percepciones y valores, lo cual
hubiera proporcionado una determinada relación entre la variabilidad
observada y el contenido de las noticias.
Sin embargo, los datos de la investigación apuntan a que la
contribución individual del periodista no resulta relevante y que este se
atiene a una agenda determinada por la organización a la que pertenece
(Bourdieu, 1997; Golding, 1981), al menos en el tema de los trastornos
mentales. Así, el 69% de los artículos están firmados con el nombre
genérico de “La Redacción”, apareciendo en el resto de noticias una
ingente nómina de periodistas. En Las Provincias, aparecen 42
periodistas que escribieron artículos relacionados con la enfermedad
mental durante los años del seguimiento de la investigación, la mayoría
de ellos, no pasan de una o dos referencias a excepción en este caso, de
la sección “Tribunales”.
El ABC, presenta una relación de 59 periodistas con un numero
similar de referencias por profesional (1 ó 2), a excepción de la sección
de Sucesos y Sociedad, donde puntualmente algún profesional
concreto, alcanza la cifra de cuatro artículos firmados.
Por su parte, El Levante presenta un numero mayor de
profesionales (69), también con una o dos referencias, siendo las
secciones de “Sucesos” y “Salud”, donde algunos periodistas alcanzan
una continuidad similar a la del periódico anterior.
Por último, El País, presenta una nómina de 68 profesionales con
las mismas características que el resto, dándose la mayor continuidad
en las firmas correspondientes a la sección de “Autonómicas”.
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Por lo que nos encontramos con una abundante variabilidad en la
presencia de periodistas que no se refleja como cabía esperar, en una
profusa variabilidad de la agenda y contenido de los Medios, ya que
entre otras cosas, dichos periodistas no continúan estables durante
mucho tiempo en una área temática que les permita lograr algún
conocimiento especializado sobre el tema del cual escriben.
Por lo que podemos concluir que estos profesionales reproducen
en gran parte, más allá de sus opiniones personales, una
representación de los hechos, trasladada por los agentes sociales y ya
existente en la organización Medial a la que pertenecen.
Conclusiones y Perspectivas:
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-Por ultimo, la representación mediática estigmatizante, aparece
relacionada con la alarma y la exclusión social, en mayor medida que
con la rehabilitación e integración social de este colectivo.
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Referencias Bibliográficas
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Leventhal, H; Nerenz, D; y Steele, D. (1984). Illnes representations and
coping whit healt treats. En Baum, A; Taylor, S. E y Singer, J. E.
(Ed.).Handbook of psychology and healt. Vol. IV: Social Psychologycal
aspects of health. Hillsdale: N. J. Erlbaum.
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White, D.M.(1950). The Gatekeeper: A case-study in the selection of
news. Journalism Quarterly, (27.pp 383-390).
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Nombre de autor o autores y su afiliación:
AUTOR: José Ramón Bueno Abad, Catedrático de UE del área de Psicología Social
de la Universidad de Valencia.
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