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DERRIDA, JACQUES, L'écriture et la différence, Éditions du Seuil, 1967, 436 pp.

L'écriture et la différence se compone de diez artículos publicados en distintas revistas entre


1963 y 1966. A éstos se añade el undécimo, ‘Ellipse’; que escrito ex profeso y ubicado en
último lugar, funciona como una suerte de post-scriptum. ‘Ellipse’ no sólo enmarca el final del
texto, propone a su vez una tesis para la comprensión del libro. El texto escrito por Derrida es,
propiamente, una metáfora de su objeto a desarrollar en el texto, esto es, solapa la aplicación
práctica y el desarrollo teórico. Esta es sin duda una de las grandes virtudes de L'écriture et la
différence. Los conceptos de «écriture» y «différence» no son sólo una resonancia constante
que otorga a la obra unidad, sus implicaciones se hallan inscritas en el propio texto, en la
manera en que se escribe y en el modo en el que se lee.

La estructura elíptica de la que nos habla ‘Ellipse’ se forma, primariamente, a través de la


distribución de los capítulos. El libro se abre con el artículo «Force et signification» y se cierra
con «La structure, le signe et le jeu dans le discours des sciences humaines». Ambos
artículos, examinan a dos autores estructuralistas: Jean Rousset y Levi-Strauss
respectivamente. «Force et signification» parte del estructuralismo aplicado a la crítica
literaria de Rousset para situar los presupuestos que definen la postura estructuralista como tal.
Toda estructura funciona creando un campo de inteligibilidad a partir de un ideal normativo.
Ahora bien, este impulso estructuralista se fundamenta, de derecho, en la organización del
sentido, es decir, en la presuposición de que, de hecho, hay una estructuración previa del
sentido dentro de la cual se construye. Pero, ¿Es el sentido una estructura? ¿Qué implica esta
pre-comprensión de la posibilidad de estructura como sentido? Las resonancias heideggerianas
son insoslayables. La cuestión del sentido será, pues, el hilo de Ariadna que nos guíe a través
del texto. Lo hará acompañada de su doble: el no-sentido, la locura, la alteridad absoluta, lo
ilegible. ¿Cómo se constituye la diferencia entre lo Otro y lo Mismo, entre Razón y Locura?

He aquí otro de los motivos por el cuál L'écriture et la différence puede ser definido como
elíptico: el texto se desarrolla en circunvoluciones desiguales que alojan en su traza los más
diversos estratos del discurso filosófico; en sus giros, demarcados por los diversos artículos,
iremos abordando siempre desde perspectivas similares, aunque distintas, los conceptos de
«écriture» y «différence». Desde lugares tan lejanos como pueden ser la obra de Artaud y la de
Levinas, el autor encuentra puntos de fricción simétricos, que le permiten acotar, sin necesidad
de una enunciación positiva, la extensión de los conceptos, y separar la dinámica de lo que él
llamará “el juego del sentido”.

Es este mecanismo de lectura, que se sumerge en las en las determinaciones sine qua non
del pensamiento de los autores con los que dialoga, lo que se nombrará más tarde como
deconstrucción. El autor examina las obras sin aceptar las proposiciones positivas que se
encuentran en ellas. La oposición a sus tesis se hará, no desde una crítica frontal, sino
rastreando los desarrollos conceptuales a lo largo de sus obras; sus divergencias entre unas
determinaciones y otras, aislando así aquello que estarían intentando forcluir a partir de esas
proposiciones positivas.

En este caso, la lectura que hará Derrida de estos autores en relación con la cuestión del
sentido rastrea las huellas que la presuposición de iure a delimitar una estructura, y la
presuposición de facto de una organización del sentido, haya podido producir en su obra: cuál
es el más allá a partir del cual no podrían pensarse, qué supone esta exclusión respecto a la
cuestión del sentido, y cómo se economiza esta exclusión. El tratamiento de estas cuestiones
se hará a partir de autores que han sido básicos en la formación de su pensamiento, desde
perspectivas tan diversas como la fenomenológica, la religiosa, la historicista o la literaria.

En «Cogito et histoire de la Folie», Derrida examina las implicaciones de la perspectiva


historicista, y critica el examen que hace Foucault de la postura de Descartes. Gracias a la
lectura de esta obra, nos dice, ha comprendido la necesidad de ir más allá del cartesianismo
filosófico, es decir, de cuestionar el establecimiento del Logos sobre su Otro, y pensar la
historicidad de esta cuestión. Con Jabès y Levinas, autores que trata en los siguientes artículos,
explorará la manera en que han pensado en sus obras esta “Otredad”. Otredad que será
pensada como lo divino, como Dios o lo infinitamente otro. La importancia de la tradición
judía, del libro y la escrituras en el pensamiento del autor, y las connotaciones que ello tiene
para el desarrollo del concepto de «écriture» es evidente. Levinas es, sin duda, uno de los
interlocutores principales de Derrida en este libro, y su noción de «Trace», además de pasar a
formar parte del vocabulario conceptual de Derrida, es esencial al desarrollo de la pareja
conceptual de «écriture» y «différence». Con Husserl, el autor indagará en las antípodas del
discurso fenomenológico, allí donde la reducción fenomenológica se hace posible, en un ego
monádico que lleva consigo todas las resonancias del Cogito cartesiano. La conclusión es
común, hay un más allá impensable para el discurso que permite la estructuración. Un más allá
que debería se tematiza como génesis, locura, Dios, o lo infinitamente otro, pero que no
aborda frontalmente su estatus con respecto al Logos y la organización del sentido.

En la «La parole soufflée», Derrida aborda, por fin, las cuestiones que ha ido desvelando en
los artículos anteriores. No se tratará ya, de localizar las oquedades entre las junturas del
discurso, sino de delimitar la economía de estas discontinuidades. Será a partir de Artaud y su
desgarrada interrogación por lo otro, que Derrida aborde la cuestión del límite del sentido. El
recorrido que hace el autor del Teatro y su doble a lo largo de su carrera parte de la cuestión
performativa, pasando a la totalización del teatro como arte, a la representatividad del yo, y de
ahí, llega necesariamente hasta el lenguaje y la constitución del sentido. Derrida entiende el
trabajo de Artaud en su búsqueda del teatro puro como una búsqueda necesariamente
fracasada, pero que tiene la virtud de desvelar en su indagación los mecanismos que abocan al
teatro a ser una parole coupée, una «Répétition» en lugar de un acto puro, en lugar de un
presente vivo; mecanismo que no sólo es el componente necesario del teatro, sino del
discurso, de la subjetividad y de la posibilidad de toda estructura, incluyendo el Lenguaje y la
Filosofía.

El concepto de «Répétition», nos dice Derrida, constituye la posibilidad de todo signo. El


presente vivo resulta ilegible, es la muerte del sujeto. La re-presentación es el mecanismo
esencial de la conciencia. La virtud de Artaud es llevarnos hasta la clausura de la
representación, allí donde la representación se intuye como archi-representación, y la
economía de la representación se hace explícita. La repetición es el medio en el cual trabajan
la «écriture» y la «différance». Estos dos conceptos dinamitan la dialéctica de la presencia y
de la ausencia, de la esencia y el accidente, y la dinámica misma de la dialéctica. En su lugar
encontramos el juego del sentido. La «écriture» significa la obliteración del presente en el
juego. No tenemos acceso al presente vivo. Todo signo es instituido como re-presentación,
como traza que se inscribe en un texto. La «différance», es a la vez sucesión e intervalo,
diferencia y difuminación, es el transporte desigual de la representación en sí misma, al
repetirse en su inscripción. Toda repetición es a la vez un desdoblamiento y redoblamiento que
se instituye en un mismo gesto. En este movimiento, donde se aloja «différance», ya no hay
identidad posible. Nada es nunca igual a sí mismo.
Derrida, en «Freud et la scène de l’écriture», asociará esta dinámica de la «Répétition» con
el «retardement supplémentaire» del que habla Freud a la hora de clarificar los mecanismos a
través de los cuales trabaja la conciencia, este concepto supone la inscripción de la experiencia
como representación, pero no de una experiencia vivida previamente, sino que, vivida
retardadamente en cuanto que se inscribe, la experiencia nunca es vivida como presente. A
partir de este concepto, Derrida construirá la noción de suplemento. «Suplemento» retrata un
doble movimiento, a la vez una falta y un exceso. Es la condición de que toda vivencia sea
repetición, pero repetición que nunca es igual a sí misma, escritura que difiere de sí,
«différance». Es en este pliegue de la sustitución suplementaria, en este encadenamiento de
fuerzas, en el que se abre el juego del sentido.

Respecto a las posibles críticas a que el triplete de conceptos «écriture», «différance» y


«Répétition», no sean más un lavado de cara del hegelianismo. Es el propio Derrida quien se
encarga de responder a ellas en «De l’économie restreinte à l’économie générale» donde, a
partir del análisis de la obra de Bataille, y su concepto de «soberanía», analiza el significado
del concepto de «negatividad abstracta» hegeliano. La «soberanía» sería la apertura de lo esta
negatividad abstracta estaría intentando ocultar: la posibilidad de un sacrificio absoluto, que
rompería la economía de la dialéctica basada en la rentabilización de la negatividad. Esta
«soberanía», sí es comprensible desde la economía general del sentido, y constituye su propia
posibilidad de juego.

En el último artículo, «La structure, le signe et le jeu dans le discours des sciences
humaines», Derrida pone en juego todo su análisis, para extraer las consecuencias últimas del
desarrollo que ha hecho a lo largo del texto, aplicándolo al estructuralismo. Volvemos a lo
mismo en la extraña desigualdad que esto supone. Se comprende así la cita de Mallarmé que
abre la obra.

Dos son los aspectos esenciales de las conclusiones que extrae en este artículo: la no-
originariedad como determinante del movimiento y la exterioridad del centro respecto de la
estructura. Ambos imbricados en el concepto de «point zéro» que es el concepto con el que el
juego del sentido juega, este concepto puede tener la forma de Ser, de Mito, de Estructura, de
Centro, u Origen. Un concepto cuyo valor es marcar la necesidad de un contenido simbólico
que lo supla.
En nuestra época, el estructuralismo ha pensado la historicidad en tanto que estructura,
basándose de la cuestión del derecho a pensar en la estructura y dando por hecho la
organización del sentido. Esto nos ha permitido por primera vez, pensar la historicidad del
derecho, de la presuposición de facto del sentido. Más que estructura, debemos pensar estas
dinámicas de las que nos habla Derrida respecto al sentido y la posibilidad de la estructura
como juego, puesto que implican unas reglas, pero estas reglas son móviles, lábiles, y a
diferencia de la necesidad a la que nos aboca la estructura, el juego del sentido convive con su
más allá, la muerte, lo otro, la locura; convive en su límite. Este riesgo es la condición del
juego del sentido.

L'écriture et la différence es un descomunal esfuerzo de virtuosismo filosófico por llevar el


pensamiento de la filosofía, partiendo de la crítica a la metafísica occidental a otro espacio, un
espacio donde lo que se ha conocido como filosofía se vuelva permeable y permita injerir
otros discursos, un espacio que no es el de la luz, sino el del texto. Derrida, intencionalmente
ha aproximado lo filosófico y lo lo literario.

Si bien el libro es de un valor teórico y literario indiscutible, en un primer momento, es


difícil ver hasta qué punto sus implicaciones replantean la estructura de las ciencias humanas,
y no es más bien una especie de hegelianismo que permite que mantengan su posición
dotándolas de un nuevo fundamento. Sin embargo, la critica derridiana a la identidad y a la
metafísica han sido extremadamente fértiles en disciplinas como los estudios de género, los
estudios poscoloniales y la literatura comparada. Todos ellos, campos que para evitar
mimetizar aquello que critican, han de poner en cuestión sus propios fundamentos y buscar
estrategias discursivas que los permitan ir más allá del pensamiento de la Otredad por
oposición. La deconstrucción, la différance y la huella son, sin duda, conceptos cuya extensión
ha permitido abrir nuevos horizontes, donde aquello que las ciencias humanas han excluido
para construir su discurso, pueda por fin aparecer.

Marina Blázquez Martínez

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