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De Oliver Twist a los pibes chorros.

Cumbia villera e infancia


desrealizada.
La pobreza de ahora es una pobreza sin trabajo, sin hogar, sin escuela y sin seguridad. Los
pobres ya no son presentados como el actor dinámico, revolucionario o transformador de la
sociedad. Los pobres ya no son el núcleo donde anida nuestra posibilidad de redención.

Para algunos “pobres habrá siempre” dato duro, terminal y patético del fin de la historia en la
que ellos eran el sujeto central y ahora son los marginales, no definida solo por las carencias,
sino, por características como: los pobres son alcohólicos, adictos, sexópatas, machistas,
ladrones.

Exclusión como marginalidad que condena a los pobres. Se hace una naturalización fatal que
construye la estética de la resignación, una resignación que se activa constituyendo un
conjunto de criterios acerca de sus propias vidas.

“Los especialistas coinciden en que dar para sacarse al mendigo de encima no sirve” debería
hacerse como o un gesto de amabilidad y seguido de unos minutos de charla.

Infancias desrealizadas:
¿Existe la infancia?

Douglas, fin de la infancia tal y como nosotros la conocemos, como un producto de la


modernidad. “niño” en el sentido moderno, obediente, dependiente, susceptible de ser
amado, etc. Esa idea está atravesando una crisis de dependencia, crisis en que la infancia
moderna se reconvierte fugando y constituyendo dos grandes polos: uno de infancia
hiperrealizada donde los niños son considerados por sus padres y maestros como “pequeños
monstruos” y parecen no generar cariño o ternura, éstos chicos no nos necesitan ya que
realizaron su infancia a favor del muy buen manejo de la tecnología.

Rushkoff, propone ésta infancia como ejemplo paradigmático de una nueva cultura: infancia y
adolescencia que en vez de depender del adulto, lo guían en un mundo en caos.

El otro polo es la infancia desrealizada que es independiente y autónoma, porque vive en la


calle y trabaja a temprana edad, y debe desarrollar estrategias isomorfas para sobrevivir. No es
la infancia de la realidad virtual, sino de la dura realidad real.

Niños y adolescentes pobres existieron siempre. Charles Dickens narraba las desventuras de
Oliver Twist sin familia ni escuela, sobreviviendo por las suyas bajo la explotación de los
adultos. Pero en la modernidad todos éstos niños y adolescentes iban a ser salvados por las
escuelas en especial la escuela pública.

Oliver debía ser rescatado por un buen burgués que lo llevaría con su verdadera madre y lo
enviaría a la escuela.

Las situaciones actuales todavía no son polares entre la infancia hiperrealizada y la


desrealizada, una infancia de realidad virtual “armónica y equilibrada” versus una infancia de
la realidad real sin mañana infantil. Esos polos construyen sus formas de vivenciar e interpretar
el mundo. La cumbia villera parece ser el epifenómeno estético de la infancia y la adolescencia
desrealizada.
Estética de la desrealización:
La cumbia villera inunda la televisión y las discos pero no genera muchos shows. Expresión
mediatizada, la cumbia villera estética, la exclusión y la marginalidad, la convierte redituable
en términos de mercados. La cumbia villera es la existencia mercantilizada de la infancia
desrealizada, es claro que la cultura popular Argentina no tomó a la villa o al villero como
centro de su producción artística.

El pobre de la cultura Argentina era el obrero urbano, campesino, estibador, trabajador. Su


actitud era humilde y expectante. Su destino no solía ser revolucionario y sus hábitos eran
moralmente correctos, era una pobreza digna, emprendedora, trabajadora, sana. Los “niños”
eran el futuro y las mujeres las “compañeras”.

En la pobreza digna anidaba el germen revolucionario que terminaba en martirio y denunciaba


la injusticia.

La cumbia villera genera un cambio en la percepción del pobre y del villero. La pobreza ya no
es algo de lo que haya que lamentarse, es un dato particular y una identidad, no van a generar
ningún cambio social.

El villero es relatado como un chorro marginalizado fuera de la ley (en la villa no se trabaja se
chorea). El hombre de antaño se construía como contraventor de los códigos de una sociedad
injusta, el villero es el contraventor del código penal. Ya no se ve una tentación alcohólica sino
una constante por la birra y las drogas, con eso construyen su propia identidad villera.

La cumbia villera produce una ruptura en la música popular Argentina, en la que las drogas
tenían presencia lateral y se invocaban con metáforas en algunos temas de rock nacional, en
cambio la cumbia villera se identifica y tiene contacto directo con el consumismo.

La cumbia villera es apolítica y en algunos casos antipolítica, donde el poder es el dinero,


drogas y sexo. No hay revolución y la solidaridad es el aguante frente a las ilegalidades.

La cumbia villera no propone el bien, sino la salvación individual. En la cumbia villera las
mujeres ya no son las compañeras, son las “pibas” y cómplices son putas y no en sentido de
prostitución.

La villa encierra problemas y conflictos cotidianos, existe un desplazamiento fatal de la clase


media, es la naturalización estética de la exclusión sin fin, ésta naturalización es el núcleo
central de la infancia desrealizada.

La cumbia villera no es el relato de la infancia, adolescencia y juventud en la villa, sino la


descripción del pibe chorro. Ya no es la Oliver Twist sino de los pibes tomando en la esquina.

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