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La extinción de los animales

Un día se reunieron los animales para ir a conocer al Rey del bosque. Le solicitaron
que les aconsejara un buen sitio donde pudiesen vivir. El Rey que vivía en aquel tiempo
era ya un animal muy anciano y tenía forma de dinosaurio. Este animal era muy sabio
y muy respetado. Tenía mucha experiencia y tenía los poderes del fuego. Muy
amablemente les dijo: El bosque es el sitio más bonito y el más apacible para vivir.
Sin embargo, pese a todo hay riesgos, es un sitio frío, húmedo y oscuro por las
noches. Para poder vivir acá, van a tener que asegurar su defensa. Vayan y conozcan
bien el bosque, piensen en su defensa y regresen después. Tras haber conocido el
bosque, cada uno dio su opinión:

 El armadillo creyó que la mejor manera de resguardarse era tener una concha dura
encima de su cuerpo.

 El venado dijo: Yo prefiero ser el animal más veloz, de esta manera absolutamente
nadie me va a poder alcanzar.

 La lechuza habló: Como soy muy tímida, prefiero dormir a lo largo del día y salir a
comer por las noches, pero para ello debo tener buenísima vista.

Yo deseo caminar en los árboles y tener un buen abrigo, -afirmó el perico.

Los pájaros interrumpieron: Como somos los más livianos podemos volar por los aires.
Cada animal había pensado en su defensa. Fueron de nuevo donde el Rey, y les dio las
armas a fin de que se defendiesen. Además de esto, les enseñó los secretos del
bosque, les afirmó cuáles frutos y hojas se podían comer. Asimismo, les afirmó de
qué forma habrían de estar siempre y en alarma para toda circunstancia, con sus
oídos, olfato y vista. Y a las aves les enseñó la manera de hacer sus nidos. Finalmente
les advirtió: Deben cuidar bien a sus hijos y trasladarles a ellos todo cuanto les he
dicho, para que jamás se olviden de estos consejos.

Los animales tuvieron muchos hijos y el bosque se transformó en el paraíso. Las aves
cantaban todo el día, el venado corría, el armadillo hurgaba el suelo por las noches,
en pos de comida. Y cada pareja criaba a sus hijos de la mejor forma, y les enseñaban
los consejos que les habían dado aquel Rey a fin de que aprendiesen a vivir y a
defenderse.
Un día, mientras el águila vigilaba con su visión aguda, divisó desde lo alto a un
extraño contrincante. Vio de qué forma perseguía a los animales y los apuntaba dese
lejos para matarlos. También el lobo se dio cuenta del riesgo, oyó los disparos y sintió
la fragancia a pólvora quemada. Las defensas de los animales fueron inútiles. Llenos
de temor, escapaban y se escondieron en lo más profundo del bosque.
Pasaron algunos años y los pocos que quedaban se percataron de que el oponente les
cortaba el bosque. Día tras día eran menos los lugares que había para vivir y
ocultarse. Se les había terminado la seguridad.
Entonces fue cuando el contrincante se percató de que prácticamente no quedaban
animales, por el hecho de que los había matado, y por el hecho de que murieron al
quedarse sin su hábitat. Se sintió culpable y para calmar su conciencia creó lugares
para preservar a los pocos que todavía quedaban. Sin embargo, los persiguió y los
encerró en jaulas. Les daba el alimento y los empleaba para hacer ensayos.
Allá encerrados, y muy tristes, los animales fueron poquito a poco adaptándose a una
nueva vida. Procrearon hijos que nacieron y crecieron enjaulados. Y por lo tanto
perdieron la capacidad de subir a los árboles, las habilidades de sus sentidos, la
velocidad de correr y la capacidad de hacer sus nidos. Se transformaron en animales
que dependían de alguien que los cuidara, que los resguardara y les diese su comida.

Luego llegó un día cuando el oponente de los animales pensó como alguien realmente
inteligente y se transformó en su contrincante. Dividió las tierras en dos partes. Una
de esas mitades era para vivir él con todas y cada una sus máquinas. La otra mitad la
llenó de árboles. Pensando en hacer otro paraíso.
Pero cuando los llevó a ese sitio y los liberó de sus jaulas, no supieron qué hacer en
el bosque. Si bien deseaban la libertad, prefirieron volver a sus jaulas. Habían
olvidado los consejos del Rey, no tenían el conocimiento y habían perdido las
habilidades para vivir en ese sitio. Y el ahora amigo de los animales, por mucho que
los estudió e hizo experimentos, nunca pudo entenderlos, tampoco pudo aprender su
idioma y jamás pudo comunicarse con ellos, mucho menos pudo enseñarles
nuevamente a vivir en el bosque.
Colorea a los animalitos del cuento:

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