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La eutanasia (del latín científico euthanasia y este del griego antiguo εὐθανασία /euthanasía/

'muerte dulce')1 es la intervención voluntaria que acelera la muerte de un paciente desahuciado,


con su consentimiento, con la intención de evitar sufrimiento y dolor. La eutanasia está asociada al
final de la vida sin sufrimiento.1

En un sentido más contemporáneo y restringido, la eutanasia es aquel procedimiento voluntario,


intencionado, estudiado y consciente que realiza un médico para acelerar la muerte de un
paciente terminal de algún padecimiento incurable; a solicitud consciente, estudiada y deliberada
del enfermo o familiares, quienes, plenamente enterados de que no existe tratamiento curativo
para la dolencia; le solicitan al médico que la realice sobre el paciente para así dar fin con el dolor
y sufrimiento intolerables e intratables.2

Existen diferentes leyes sobre la eutanasia en cada país. El Comité selecto de Ética médica de la
Cámara de los Lores británica define la eutanasia como «una intervención deliberada emprendida
con la intención expresa de poner fin a una vida, para aliviar el sufrimiento intratable».3 En los
Países Bajos y en Bélgica, es entendida como «la terminación de la vida por un médico a petición
de un paciente».4 Sin embargo, la ley holandesa no usa el término eutanasia, sino que lo incluye
bajo la definición más amplia de «suicidio asistido y finalización de la vida a petición».5 En
Colombia la Corte Constitucional en su sentencia C 239 de 1997 manifiesta que el homicidio por
piedad es «es la acción de quien obra por la motivación específica de poner fin a los intensos
sufrimientos de otro», y que «doctrinariamente se le ha denominado homicidio pietístico o
eutanásico».6 No obstante, en la sentencia T 970 de 2014, se lee que «las definiciones sobre
eutanasia son múltiples y actualmente no se cuenta con alguna totalmente aceptada»7 pero aún
así, se utiliza la definición de la doctrina jurídica para precisar los elementos necesarios para que el
homicidio corresponda al concepto doctrinario de eutanasia; también usa la descripción
doctrinaria para su clasificación.7

La eutanasia está clasificada de diferentes formas: directa e indirecta según el accionar médico, y
voluntaria e involuntaria si se cuenta o no con el consentimiento del paciente.8

La eutanasia se practicó en las antiguas Grecia y Roma. Por ejemplo, la cicuta se empleó en la isla
de Ceos como un medio para acelerar la muerte; técnica que también se empleaba en Marsella. La
eutanasia, en el sentido de la deliberada aceleración de la muerte de una persona, fue apoyada
por Sócrates, Platón y Séneca el Viejo en el mundo antiguo, aunque parece que Hipócrates había
hablado en contra de la práctica, cuando escribió: «no prescribiré una droga mortal para
complacer a alguien, ni dar consejos que puedan causar su muerte», lo que indica que pudo haber
un cierto debate en la literatura sobre si se pretendía o no incluir la eutanasia.

A mediados del siglo xix, surgió el uso de la morfina para tratar «los dolores de la muerte». En
1848 el cirujano estadounidense John Collins Warren (1778-1856) recomendó su empleo. En 1866,
el médico británico Joseph Bullar (1815-¿?) reveló una utilización similar para el cloroformo. Sin
embargo, ninguno de los dos recomendaba que la ocupación de este fármaco debería ser para
acelerar la muerte. En 1870, el inglés y maestro de escuela Samuel Williams, inició el debate sobre
la eutanasia contemporánea a través de un discurso en el Birmingham Speculative Club, una
sociedad cuyos miembros eran filósofos aficionados que recopilaba sus trabajos.31 La propuesta
de Williams fue usar cloroformo para acelerar deliberadamente la muerte de pacientes con
enfermedades terminales:

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