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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia


Sala de Casación Civil
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL

Magistrado Ponente
MARGARITA CABELLO BLANCO

Bogotá, D. C., veintinueve (29) de mayo de dos mil catorce


(2014).
SC 5854-2014
Referencia: C-0800131030022006-00199-01
(Aprobado el veinticinco de junio de dos mil trece)

Se decide el recurso de casación que interpuso


XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX, respecto de la
sentencia de 11 de marzo de 2011, proferida por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, Sala Civil-Familia, en
el proceso ordinario de la recurrente contra la XXXXXXXXXXX
XXXXXXXXXXXXXXXXXX “XXXXXXXXXXXX”, XXXXXXXX
XXXXXXXXXXX y XXXXXXXXXXX.

ANTECEDENTES
1.- La demandante solicitó que se declarara a los
convocados civilmente responsables de la muerte de su hijo
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX, de 22 años de
edad, huérfano de padre, y que como consecuencia, se les
condenara a pagar los daños materiales y morales causados.

2.- Las pretensiones se fundamentaron en los hechos


que en lo pertinente se compendian:
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2.1.- El 5 de septiembre de 2005, a eso de las 10 a.m.,


a la altura de la calle 40 con carrera 29 de la ciudad de
Barranquilla, XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX, quien
conducía una motocicleta, acompañado de XXXXXXXXXXX
XXXXXXXXX, fue atropellado por el bus de servicio público
intermunicipal afiliado a COOTRAGAL, propiedad de XXXXXXX
XXXXXXXXXXX y maniobrado por XXXXXXXXXXXXXXXXXX
XXXXXXXX, ocasionándole su deceso.

2.2.- El lamentable suceso ocurrió debido a que este


último, quien tiene larga experiencia en el manejo de esa especie
de vehículos, estaba obligado a operar el automotor con
precaución y pericia, como lo hace un buen padre de familia, a
una velocidad inferior a 60 kilómetros, que es la permitida dentro
de la ciudad.

2.3.- La conducta descrita originó una investigación en


la Fiscalía 41, Unidad de Vida, Seccional de Barranquilla, por el
delito de homicidio culposo en accidente de tránsito, dentro de la
cual la actora no se constituyó en parte civil.

3.- Los demandados se opusieron a las pretensiones,


alegando, en síntesis, ausencia de culpa e inexistencia de
responsabilidad, pues XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
XXXXXXXX, fue quien “no hizo el pare respectivo en el lugar del
accidente y se estrelló con la parte delantera derecha del bus”.

3.1.- A su vez, llamaron en garantía a XXXXXXXXX


XXXXXXXXXXXXXXXX, para que con base en la póliza vigente
que amparaba los vehículos administrados por XXXXXXX,

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respecto de daños irrogados a bienes de terceros, lesión o muerte


a una o más personas, se resolviera sobre esa relación
sustancial, ante una eventual condena contra ellos.

3.2.- La sociedad aseguradora se opuso a las súplicas


de la actora, aduciendo, básicamente, culpa exclusiva de la
víctima, como consecuencia de haber desconocido una “señal de
tránsito de PARE”, cual lo declaró la justicia penal en el auto de
preclusión de la investigación a favor del conductor del bus; y con
respecto a las de sus llamantes, se atuvo a lo que se probare.

4.- El Juzgado Segundo Civil del Circuito de


Barranquilla, mediante sentencia de 7 de julio de 2009, negó las
pretensiones, luego de reconocer, como lo hizo la justicia penal,
que el accidente tuvo su causa en la violación de la señal de
tránsito en cuestión por parte de la persona fallecida.

LA SENTENCIA IMPUGNADA

1.- Constatada la validez del proceso, el Tribunal, ante


todo, consideró que el régimen conceptual y probatorio aplicable
al caso era el derivado del ejercicio recíproco de actividades
peligrosas, teniendo en cuenta que la víctima del accidente
igualmente conducía una motocicleta.

Por esto, dijo, para que el demandante tenga derecho


a la indemnización reclamada, a partir de lo previsto en el artículo
2356 del Código Civil, le corresponde demostrar “el daño
padecido y la relación de causalidad entre el daño y el proceder
del conductor de la empresa demandada”.

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2.- En ese marco, fundado en la declaración ante la


Fiscalía de XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX, testigo presencial
de los hechos, como que venía de parrillera en la moto, quien
manifestó la existencia del “pare” en la intersección de la calle 40
con carrera 29 y que el motociclista aminoró la velocidad, pero
que no se detuvo, y en el auto de preclusión de la investigación
penal a favor del operario del bus, el a-quo dejó sentado que la
“violación de las normas de tránsito por parte del conductor de la
motocicleta (…), fue el motivo del accidente de tránsito ocurrido”.

Agrega que los agentes que intervinieron, XXX


XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX y XXXXXXXXXXXXXXXXXX
XXXXXXXXX, confirmaron, el primero, que la “moto desobedeció
la señal de pare y colisionó con el bus”, y el segundo, que siendo
“visible”, “el conductor de la moto no se dio cuenta del pare y se lo
voló y después colisionó con el bus (…) el golpe del bus fue de
frente y la moto recibió el golpe en la parte izquierda”.

3.- Relativo a si el automotor pesado estrelló de frente


a la moto, para el juzgador es un hecho “irrelevante”, pues
acreditado estaba que la causa del accidente había sido la
violación de un deber de cuidado. Además, porque el croquis
levantado y la inspección judicial practicada, daban cuenta que la
“calle 40, por donde transitaba el bus, es la vía preferencial”; y
porque si el motociclista hubiere acatado la señal de pare, que
“conocía o vio”, el fatal desenlace se habría evitado.

4.- En ese orden, probado que el accidente tuvo lugar


por “culpa exclusiva de la víctima”, el Tribunal confirmó la
sentencia apelada.

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EL RECURSO DE CASACIÓN

1.- Los dos cargos formulados, replicados por la parte


demandada, se aúnan para su estudio, en consideración a que en
ambos se denuncia la violación indirecta de la misma norma de
derecho sustancial, el artículo 2356 del Código Civil, por lo demás
única, y porque como en su momento se verá, en común aluden a
unas mismas conclusiones.

2.- En el primero, a raíz de la comisión de errores de


hecho probatorios.

2.1.- Respecto del auto de preclusión de la actuación


penal, la impugnante afirma que el Tribunal omitió que se trata de
una investigación indebidamente concluida, pues se desconoce el
protocolo de necropsia y del resultado de alcoholemia; no se
practicó inspección judicial con intervención de peritos a los
vehículos para constatar daños, naturaleza y avalúo; tampoco al
lugar de los hechos con intervención de los agentes que
conocieron el caso, a efecto de verificar sus características,
ubicación de la señal de pare, entre otras circunstancias.

En adición, el juzgador no tuvo en cuenta que en esas


mismas diligencias, los interrogatorios efectuados a los policías de
tránsito que intervinieron fueron simples, toda vez que de sus
dichos no se logró conocer los pormenores del lugar, la posición
de los automotores y de los lesionados, y si el conductor del bus
portaba documentos; igualmente, que se ordenó una conciliación,
la cual no se realizó.

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Así mismo, el ad-quem pasó por alto que la Fiscalía


violó el principio de investigación integral, porque para sostener
que la víctima violó la norma de tránsito, dejó de confrontar el
testimonio de la pasajera lesionada de la moto, con lo
manifestado por los citados agentes; fuera de esto, no verificó el
estudio técnico de velocidad indicado por uno de ellos.

Frente a los errores antes identificados, la censura


sostiene que no se trata de tener presente, sin más, la decisión de
preclusión emitida por la Fiscalía, sino que es necesario hacer un
previo estudio de la investigación penal, “para poder aceptar [esa]
conclusión”.

2.2.- Relativo a la señal de pare, la recurrente afirma


que de lo vertido por los policías en mención, el fallador no podía
aseverar las “características” ni la “amplitud” de la intersección de
la calle 40 con carrera 29; y para concluir la infracción, olvidó que
la persona herida dijo que cuando llegaron en la moto a ese lugar,
“veo el bus encima”, y que el otro conductor en su indagatoria
señaló que “yo lo vi ya en el momento del golpe cuando se
estrelló contra el bus (…) entre la puerta y la defensa delantera”.

Además, subraya, el croquis levantado por los agentes


de tránsito, indujo en error a la Fiscalía, al Juzgado y al Tribunal,
por cuanto no describe en forma correcta la intersección y la
incidencia de dicha señal con relación a una u otra vía; además,
dibuja la calle 40 como si fuera recta, “lo que no es correcto”.

En ese orden, la demandante razona diciendo que


dada la amplitud del cruce en el lugar de los hechos, la visibilidad

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habría evitado la colisión “de no ser por el descuido negligente del


conductor del bus en no tener cuidado del frente (…), que es
exigencia de todo buen conductor”.

2.3.- Con relación al punto de impacto, en el cargo se


sostiene que si en la inspección judicial se acreditó que la colisión
fue de frente, cuando ya el “motociclista había alcanzado después
de la mitad de la calle 40”, en tanto el otro conductor indicó que
había sido lateral, el ad-quem se equivocó al estimar “irrelevante”
el hecho, siendo ello un indicio de responsabilidad.

Por esto, la inconforme concluye que “mal se puede


hablar que el motociclista violó una norma de tránsito y como
consecuencia de ello no causó el accidente”.

2.4.- Finalmente, al ser claro que la calle 40 es una vía


preferencial y que en la carrera 29 existe un pare en ambos
sentidos, la impugnante alega que el ad-quem no podía tener
esos hechos como determinantes, al margen del punto de
impacto, porque conforme al croquis levantado en segunda
instancia, se “demostró las verdaderas características del lugar
del hecho”.

3.- En el segundo, al cometerse errores fácticos en la


apreciación de las pruebas.

3.1.- Traído el contenido de la inspección judicial,


donde igualmente se recibió declaración a la parrillera, y el
informe rendido por un técnico oficial y efectuada la confrontación
de los planos existentes, la censura afirma que el Tribunal no vio

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que con esos medios quedó acreditado que el bus impactó de


frente la moto, y que el conductor de aquél, a pesar de tener
velocidad mínima, sí tuvo tiempo para ver ésta y evitar la colisión,
pues ya “estaba avanzada en más de la mitad de la calle 40”.

Por lo anterior, dice, no es cierto que el “motociclista


se haya volado una señal de tránsito”; al contrario, “se probó
técnicamente que la colisión se dio por descuido del conductor del
bus, por su negligencia”.

En suma, la recurrente sostiene que con el testimonio


del agente XXXXXXXXXXXXX, quien manifestó que el “golpe del
bus fue de frente” y que su velocidad era de “20 a 30 K/H”, con el
testimonio de la parrillera lesionada, con el acta de levantamiento
del cadáver del motociclista y con el dictamen del perito del C.T.I,
“se tiene que el hecho ocurrió por descuido del conductor del bus
al no estar pendiente de lo que sucede al frente de su vehículo”.

4.- Solicita, en consecuencia, en uno y otro cargo, que


se declaren fundados los errores de hecho denunciados.

CONSIDERACIONES

1.- En las dos acusaciones, como se observa, la


censura insiste en la responsabilidad que imputa a los
demandados, debido a que, en su sentir, al estar demostrado, lo
cual fue soslayado por el Tribunal, que el bus que transitaba por la
calle cuarenta impactó con su parte anterior a la moto, cuando ya
había atravesado “más de la mitad” de esa vía, por la carrera

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veintinueve, esto significa que el conductor de esta última, la


víctima, mal pudo violar la señal de pare.

Por esto, en ambos cargos, la impugnante sostiene


que los hechos que originaron el accidente de tránsito son
atribuibles totalmente a la “negligencia” de quien controlaba el
vehículo de servicio público, al incumplir el deber de estar
pendiente de todo lo que ocurría al frente del mismo.

En ese orden, el estudio conjunto de los errores de


hecho denunciados se justifica, puesto que además de lo supra
dicho, al fin de cuentas, en común lo que se controvierte es la
conclusión del Tribunal, según la cual la violación de la “señal de
pare” por parte del conductor de la moto, la víctima, fue la
determinante del hecho dañoso.

2.- Con ese propósito, la Corte debe partir del enfoque


que el ad-quem aplicó a la responsabilidad, por cuanto al exigir
para una indemnización fundada en el artículo 2356 del Código
Civil, la comprobación del “daño padecido y la relación de
causalidad entre el daño y el proceder del conductor de la
empresa demandada”, es incontrastable que pasó de largo el
tema de la culpa, al identificar que los hechos que la originaron
eran imputables exclusivamente a la víctima.

Entre otras cosas, porque si ninguna polémica se ha


planteado sobre el particular, se trata de una consideración
intocable en casación, dada la naturaleza estricta y dispositiva del
recurso. Además, porque en últimas, tratándose del ejercicio de
actividades peligrosas, o cuando siendo ellas recíprocas se

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imputa a una de ellas la determinante del hecho dañoso, el debate


debe darse es en el terreno de la causalidad, inclusive frente a la
responsabilidad fundada en la presunción de culpa, como así,
recientemente, lo explicó la Corte1.

Tratándose del ejercicio de actividades peligrosas, en


la sentencia de 26 de agosto 2010, se dejó sentado que se
arropan bajo el “alero de la llamada presunción de culpabilidad
(…), circunstancia que se explica de la…carga que la sociedad le
impone a la persona que se beneficia o se lucra de ella y no por el
riesgo que se crea con su empleo. El ofendido únicamente tiene
el deber de acreditar la configuración o existencia del daño y la
relación de causalidad entre éste y la conducta del autor,
pudiéndose exonerar [el demandado] solamente con la
demostración de la ocurrencia de caso fortuito o fuerza mayor,
culpa exclusiva de la víctima o la intervención de un tercero”.

3.- En ese orden de ideas, al concluirse que el


accidente ocurrió por un hecho imputable exclusivamente a quien
manejaba la motocicleta, la víctima, el Tribunal, contrario sensu,
estaba significando que el conductor del bus había actuado con la
debida diligencia y cuidado. Sin embargo, al absolver con
fundamento en aquello y no en esto último, claramente se pone
de presente que en la decisión jugó papel importante el nexo
causal y no el elemento subjetivo.

En consecuencia, si en ambos cargos el accidente de


tránsito se acusa de modo exclusivo a la “negligencia” del
operario del vehículo colectivo, en ese sentido, el discurrir de la

1
Vid. Sentencias de 26 de agosto de 2010, expediente 00611, y de 18 de diciembre de 2012,
expediente 00094.

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recurrente, en todo su contexto, resulta a todas luces superfluo,


porque el debate no podía plantearse en el terreno de la
culpabilidad, sino en el de la causalidad.

Como se explicó en la sentencia de 18 de diciembre


de 2012, citada, “en el fondo, la carga de la prueba de la
diligencia se traduce en la demostración de que el daño se
produjo por un hecho que no tiene ninguna relación con el ámbito
de cuidado del presunto responsable”. De ahí que, cual allí se
dijo, “únicamente la prueba de la causa extraña (fuerza mayor o
caso fortuito, intervención de un tercero o culpa exclusiva de la
víctima] resulta idónea para corroborar la ausencia de culpa del
demandado”.

4.- No obstante, sin desbordar la objetividad de los


cargos, interpretando con amplitud que cuando la censura
incrimina los trágicos hechos a la “negligencia” del conductor del
automotor de servicio público, no otra cosa hace que excluir la
causa del accidente a la intervención de ese elemento extraño,
pasa a examinarse si el ad-quem se equivocó en forma manifiesta
al reconocer el rompimiento del aludido nexo causal a la “culpa de
la víctima”.

4.1.- En casación, como es conocido, los errores en el


campo de los hechos se estructuran en los casos en que el
sentenciador de manera ostensible aprecia equivocadamente la
demanda u omite, adiciona, cercena o tergiversa el contenido
material de las pruebas, y no cuando se aparta de la posición
subjetiva que, al margen de su objetividad, tenga la parte
recurrente acerca de los distintos medios de convicción.

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Por esto, en ese preciso ámbito, al decir de la Corte,


un yerro es de recibo cuando es “tan grave y notorio que a simple
vista se imponga a la mente, sin mayor esfuerzo ni raciocinio, o
en otros términos, de tal magnitud, que resulte contrario a la
evidencia del proceso. No es por lo tanto, error de hecho aquél a
cuya demostración sólo se llega mediante un esforzado
razonamiento”2, o el que surge de “ensayar un discurrir que se
juzgue con mejor perfil dialéctico o con mayor rigor lógico”3.

4.2.- En el proceso existe consenso acerca de que la


calle cuarenta, que es de un solo sentido, por donde corría el
rodante pesado, tenía prelación sobre quienes pretendían cruzarla
utilizando la carrera veintinueve, de doble vía, al estar dispuesta la
señalización respectiva en ambas direcciones.

La recurrente, en el cargo primero, no niega ni afirma


la infracción de la “señal de pare” por parte del causante, quien
circulaba por la carrera veintinueve. Simplemente especula que al
estar probado que el bus colisionó el vehículo liviano, cuando
había atravesado “más de la mitad de la calle 40”, y que al decir
de la parrillera que lo vio “encima”, y del conductor de aquél que
percató la moto “en el momento del golpe”, concluye que “mal se
puede hablar que el motociclista violó una norma de transito”.

En cambio, en el cargo segundo, sostiene que ese


hecho “no es cierto”, no porque la víctima haya acatado la “señal
de pare”, sino a partir de encontrar, conforme a las pruebas
obtenidas en segunda instancia, que el “conductor del bus sí tuvo
espacio para ver al motociclista, pero no reaccionó por descuido,
2
Sentencia 006 de 12 de febrero de 1998, expediente 4730, reiterando doctrina anterior.
3
Sentencia 073 de 20 de abril de 2001, expediente 6014, citando casación civil de 22 de
octubre de 1998.

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por negligencia, porque a pesar de tener una velocidad mínima no


hizo nada para frenar el bus, para evitar la colisión cuando la
moto ya estaba avanzada en más de la mitad de la calle 40”.

4.3.- En ese orden, si en la sentencia impugnada se


dejó acreditado que el causante ignoró la señal de pare, cuestión
que, cual se observa, no se denuncia expresamente como
imaginada o supuesta en ninguno de los cargos formulados, esto
significa que se trata de una conclusión probatoria que sigue
amparada por la presunción de acierto, suficiente, por sí, para
mantener enhiesta en el punto la sentencia atacada.

Distinto es que el automotor pesado haya colisionado


la motocicleta cuando se encontraba detenida, precisamente, en
acatamiento de la señal de pare, pero esa no es la hipótesis del
caso. Por el contrario, la testigo XXXXXXXXXXXXXXX
XXXXXXXXX, quien iba de parrillera en la misma, manifestó en la
Fiscalía que el accidente ocurrió estando en movimiento ambos
vehículos, cuando dijo que vio el “bus encima” y que el “occiso”
simplemente “aminoró la velocidad, pero no frenó del todo”.

Si bien en el juzgado declaró que el conductor del


rodante en el que ella viajaba “hace su pare en la esquina y no
vemos el bus, él arranca”, lo cierto es que aunque allí no precisó
el hecho, al ser inquirida sobre esa contradicción, pues la
respuesta fue suspendida, en la diligencia de inspección judicial
evacuada en segunda instancia, confirmó bajo juramento que la
“moto medio frenó, ya que venía a una velocidad moderada”.
4.4.- Ahora, aceptando en gracia de discusión que la
señal de pare fue observada y que la moto reinició la marcha por

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no avizorarse ningún automotor sobre la calle cuarenta, que es de


prelación, tendría que convenirse que si el bus apareció
intempestivamente, es porque venía a alta velocidad.

Esa, por supuesto, no es la realidad del proceso,


razón de suyo para descartar cualquier error de hecho sobre el
particular. Para no ir más lejos, obsérvese cómo en el cargo
segundo se sostiene, obviamente de cara al expediente, que el
“conductor del bus sí tuvo espacio para ver al motociclista, pero
no reaccionó por descuido, por negligencia, porque a pesar de
tener una velocidad mínima no hizo nada para frenar el bus”.

4.5.- Resta establecer, entonces, ante la infracción de


tránsito por parte del conductor de la moto y la baja velocidad del
bus, inclusive en la eventualidad de que éste sea el que haya
atropellado de frente el vehículo liviano, si el Tribunal se equivocó
al reconocer como eximente de la responsabilidad, una causa
extraña, esto es, un hecho imputable exclusivamente a la víctima.

En los cargos se sostiene, en términos generales, que


el accidente se debió al “descuido”, a la “negligencia” de quien
controlaba el automotor pesado, bien al “no tener cuidado” o al
“no estar pendiente de lo que sucede al frente de su vehículo”, ya
porque no obstante el suficiente espacio para ver y evitar la
colisión, “no reaccionó… no hizo nada para frenar”.

La construcción de los errores supone por lógica que


en el proceso se encuentra demostrado que al momento de
chocar con la parte anterior la motocicleta, el conductor del bus
mantenía su mirada o atención en otro lado, o que pese a

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observar el panorama, no aplicó los frenos, por las circunstancias


que fueren, y que todo ello fue omitido por el ad-quem.

Los yerros, sin embargo, se descartan por completo,


porque en ninguna de las pruebas que menciona la recurrente se
hace alusión a esos hechos, al punto que ni siquiera señala los
apartes de los medios de convicción que así lo indican. Por el
contrario, se observa que se trata de simples conjeturas o
conclusiones subjetivas suyas, y visto quedó que en casación los
yerros fácticos se estructuran es de cara al contenido material de
las pruebas y no respecto de la posición personal que tengan las
partes sobre los hechos que muestran las mismas.

5.- Aunque lo anterior, por ser totalizador, es suficiente


para dar al traste con el recurso extraordinario, no sobra señalar:

5.1.- Contrastado el croquis levantado al momento del


accidente (folio 140, C-1), con el de la inspección judicial
practicada en segunda instancia cuatro años y cinco meses
después (folio 40, C-2), si en ambos el bus se dibuja invadiendo el
carril de la motocicleta sólo en algo más del 50%, no se puede
sostener en forma contundente que el conductor de aquél estuvo
distraído de lo que sucedía al frente de su vehículo, o que no hizo
nada para frenar, puesto que de ser así, habría seguido de largo.

5.2.- Y si en ninguno de los cargos, cual quedó dicho,


la demandante denuncia mal apreciadas las pruebas que
indicaban la violación de la señal de pare, en concreto, el
testimonio de la pasajera de la moto, resulta desacertado afirmar

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que los hechos que condujeron a la preclusión de la investigación


penal son oscuros, ambiguos o contradictorios.

Entre otras cosas, porque las consecuencias que


atribuyó la Fiscalía, precisamente, las hizo derivar de esos
mismos sucesos, al decir que el accidente se debió a que el
conductor de la motocicleta “no se percató del pare existente en
esa zona preferencial”, situación que lo condujo a violar
“flagrantemente la normatividad contemplada en el código de
tránsito” y el “deber que le era factible observar”.

Por lo demás, si la recurrente, respecto de la


actuación penal, se duele es de no haberse conocido allí ciertos
hechos o practicado determinadas pruebas, y que no se trataba
de decir que el “accidente ocurrió porque el occiso se voló un
pare”, sino de historiar esa investigación “para poder aceptar la
conclusión de la Fiscalía”, ninguna explicación tiene que ahora se
invite a la Corte a reexaminar circunstancias desconocidas, así
como medios de convicción no evacuados.

La fuerza de la cosa juzgada penal, por lo tanto,


adquiere trascendencia en este proceso, porque ello equivale a
decir que el sindicado no cometió el hecho causante del perjuicio,
circunstancia que, como lo ha precisado la Sala, “‘abarca todas
las hipótesis en que la absolución penal se debió al
reconocimiento de un hecho que rompe el nexo causal
indispensable para la configuración de la responsabilidad civil; en
reducidas cuentas, quedan comprendidas allí todas las hipótesis
que caen bajo el denominador común de causa extraña’, por lo
que ‘evidentemente, llegar a la absolución porque se estima que

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medió el caso fortuito o la fuerza mayor, o el hecho de un tercero,


o la culpa exclusiva de la víctima, es tanto como asegurar que el
hecho generador de la responsabilidad que se imputa al
procesado no lo cometió éste’”4.

6.- Los cargos, en consecuencia, no se abren paso.

DECISIÓN

Por lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de


Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República
de Colombia y por autoridad de la Ley, NO CASA la sentencia de
11 de marzo de 2011, proferida por el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Barranquilla, Sala Civil-Familia, en el proceso ordinario
promovido por XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX XXXX
contra la XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
“XXXXXXXXX”, XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX y XXXXXXX
XXXXXXXXX.

Las costas del recurso corren por cuenta de la parte


demandante recurrente. En la liquidación respectiva, inclúyase la
suma de SEIS MILLONES DE PESOS ($6’000.000), por concepto
de agencias en derecho, en consideración a que, como se dijo,
los demandados replicaron los cargos.

Cópiese, notifíquese y cumplido lo anterior


devuélvase el expediente al Tribunal de origen.

4
Sentencia de 18 de diciembre de 2009, expediente 005339, reiterando doctrina anterior.

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RUTH MARINA DÍAZ RUEDA

FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ

ARIEL SALAZAR RAMÍREZ

ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ

JESÚS VALL DE RUTÉN RUÍZ

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ACLARACIÓN DE VOTO

REF.: 08001-3103-002-2006-00199-01

Si bien, circunscrito al tema del fallo que nos ocupa, el


debate sobre el fundamento de la responsabilidad resulta
enteramente teórico, al estar desprovisto de consecuencias
prácticas previsibles, ya que no existen dudas en la Sala
sobre el tratamiento probatorio que corresponde a la
denominada responsabilidad derivada de actividades
peligrosas, nuevamente manifiesto, con el mayor respeto,
que me aparto de las consideraciones consistentes en
predicar que el factor de imputación que corresponde a la
categoría aludida, es la culpa, incluso si se la considera
presunta.

Sabido es que la responsabilidad civil, bien se trate de


la aquiliana o la contractual, desde hace buen tiempo
consideró la culpa como una de las condiciones necesarias
para su existencia, postulado que se recoge en la posición
tradicional del Código Civil Francés 5 y en general de los
códigos del siglo XIX en los cuales se articuló el régimen
general subjetivo derivado del deber de no causar daños
por descuidos, imprudencia o por la conducta intencional 6.

Es claro sin embargo que el concepto de la


responsabilidad ha venido evolucionando con la paulatina
introducción en las actividades sociales o productivas de
distintos avances tecnológicos, que si bien están dotados de
innegable utilidad, correlativamente revelan una creciente
potencialidad dañosa7.

5
Cfr., F. Terré – P. Simler – Y. Lequette, Droit civil, Les obligations, Paris, 2002, p. 660.
6
Cfr., P. Trimarchi, Istituzioni di diritto privato, Milan, 1998, pp. 36 y ss.
7
Cfr., V. Roppo, Istituzioni di diritto privato, Bolonia, 1998, p. 515.

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La responsabilidad objetiva, <impregnada por el valor


moral de la solidaridad y fundada en una idea de justicia> 8,
ha sido adoptada con un claro sentido de favorecimiento a
la víctima por la vía de determinar que para que se
produzca la exoneración de responsabilidad del agente del
hecho lesivo, no bastará ya con la prueba de la ausencia de
la culpa, que es lo propio de los regímenes de
responsabilidad subjetiva. Este es el aspecto esencial de la
distinción pues un juicio de responsabilidad objetiva hace
irrelevante considerar si el agente ha obrado o no con
culpa9.

En efecto, la diferencia entre la responsabilidad


objetiva y la subjetiva radica en el contenido del deber de
cuidado subyacente en cada uno de los dos regímenes.
Así, mientras el deber de conducta que se impone en un
régimen objetivo, será escuetamente el de no dañar (a
quienes se ha puesto en peligro); en el régimen de la
responsabilidad subjetiva o por culpa ese deber apunta en
el sentido de tomar las precauciones o cuidados razonables
para que no se produzcan los daños (no causar daño a
otros mediante la propia culpa) 10.

La teoría del riesgo, creada y justificada, como ya se


indicó, en un espíritu proteccionista y solidario, inspiró todo
el régimen de responsabilidad objetiva. Se pensó al efecto
que la persona a la cual una cierta actividad riesgosa sirve
-por cuanto obtiene un placer, un disfrute o un provecho por
el riesgo que ha creado- debería, como contrapartida,
reparar los daños que con dicha actividad provoca 11.

8
Cfr., P. Le Tourneau – L Cadiet, Droit de la responsabilité et des contrats, Paris, 2002, p. 23.
9
Cfr., P. Trimarchi, cit, 141.
10
Cfr., J. Coleman - G. Mendlow, Las teorías de la responsabilidad extracontractual, en AA.
VV, La filosofía de la responsabilidad civil, Bogotá, 2013, p.186.
11
Cfr., F. Terré – P. Simler – Y. Lequette, cit, p. 662. P. Le Tourneau – L. Cadiet, cit, p. 23. V.
Roppo, cit, p. 516.

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En ese sentido se ha orientado el derecho


comparado12 y también en desarrollo de dicha tendencia se
han armonizado los regímenes en tratados internacionales
para establecer, en este último caso, un sistema de
responsabilidad sin culpa u objetiva frente a riesgos
potenciales derivados de actividades peligrosas,
favoreciendo incluso un sistema de indemnización
automática y tarifada por daños a las personas, como
ocurre en el transporte aéreo internacional de pasajeros, al
incorporar la convención de Montreal de 1999 13 –aplicable
en Colombia desde 2001- un sistema en el cual, para cobrar
la indemnización indicada en los artículos 17, 21 y 28 no se
exige acreditar negligencia alguna 14.

Es claro además que la responsabilidad fundada en la


culpa, aparece notoriamente insuficiente para la regulación
social de fenómenos en los cuales la prueba de la
negligencia resulta en extremo dificultosa para la víctima; o
para responder a daños tales como los ecológicos o
ambientales derivados de contaminación 15, o incluso a los
daños causados a los consumidores 16, aspectos ya
desarrollados por nuestra jurisprudencia 17.

Situaciones como las anteriores apoyan la necesidad


de insertarse decididamente en el referido proceso evolutivo
para aceptar que en otros eventos especiales, como el que
nos ocupa, la responsabilidad se da incluso sin culpa
-responsabilidad objetiva-18.

12
Me remito a este respecto a lo indicado en Aclaración de Voto de la Sentencia de 18 de
diciembre de 2012, exp. 76001-3103-009-2006-00094-01.
13
Cfr., G. Viney, Introduction á la responsabilité, cit, p. 35.
14
Sin perjuicio de que quien pretenda una indemnización superior deba asumir la carga de
probar un comportamiento culposo del transportador.
15
Cfr. Sentencia del 16 de mayo de 2011, exp. 52835-3103-001-2000-00005-01.
16
Cfr., Sentencia de 30 de abril de 2009, exp. 25899-3193-992-1999-00629-01. En el mismo
sentido artículos 19 a 22 de la Ley 1480 de 2011.
17
Al respecto se remite a los fallos referenciados en esta aclaración de voto.
18
Cfr., G. Viney, Introduction á la responsabilité, cit, pp. 34 y 35.

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De esta manera el principio <ninguna responsabilidad


sin culpa> que permitía satisfacer las necesidades de
justicia <en las sociedades preindustriales, caracterizadas
por la poca movilidad de los hombres y de los recursos, con
estructuras productivas simples y fácilmente controlables
por cada individuo singular>, entorno en el cual <la mayoría
de los daños dependía efectivamente de la negligencia de
este o aquel sujeto>19, ha venido siendo sustituido en
ámbitos específicos, en una adaptación a la cual no son
ajenos algunos pronunciamientos de la Sala 20, por uno que
resulte más acorde con los actuales perfiles de la
convivencia, caracterizada por la masiva presencia de
avances tecnológicos que positivamente han mejorado la
vida humana, pero que resultan determinantes de la
multiplicación de las ocasiones de daño.

De otra parte, la innecesaria referencia a la culpa en el


campo de las actividades peligrosas, habida cuenta de que
el régimen probatorio unánimemente aceptado la excluye
del debate, determina la introducción de razonamientos
difícilmente sostenibles, como la afirmación de que la causa
extraña, acreditada en un caso particular, tiene la virtualidad
de establecer la ausencia de culpa, cuando claramente se
dirige a infirmar la existencia de un elemento bien diferente
y dotado de contornos específicos, esto es, el nexo causal 21.

Fecha ut supra,

JESÚS VALL DE RUTÉN RUIZ


Magistrado

19
Cfr., V. Roppo, cit. 515.
20
Sentencias de 18 de septiembre de 2009, exp. 20001-3103-005-2005-00406-01; de 24 de
agosto del mismo año, exp. 11001-3103-038-2001-01054-01; de 31 de julio de 2001, exp.
5831; de 9 de septiembre de 1999 en G.J. CCLXI No. 2500, p. 258; Num. 129 de 24 de
octubre de 1994 en G.J. CCXXXI, No. 2470, exp. 4313, p. 830, de 15 de julio 1938, G.J.
XLVII No. 1940, p. 73.
21
Cfr., M. Franzonni, L´illecito, 2004 citado por R. Bordon – S. Rossi - L. Tramontano, La
nuova responsablitá civile, Turín, 2010, p. 220.

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