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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS

ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

TEMA: Desafíos que actualmente afronta el Constitucionalismo Peruano

ALUMNOS: -Díaz Alatrista, Billclinton Chayanne


- Huillcahuari Arotoma Eliazil
- Quispe Pumallihua Litber

ASIGNATURA: Derecho Constitucional Especial

DOCENTE: Palomino Palomino, William Walter

CICLO ACADÉMICO: IV GRUPO: P

AYACUCHO - PERÚ
2018
DEDICATORIA

Dedicamos este trabajo ante todo a


Dios por darnos la capacidad y
sabiduría para realizar esta
investigación, También se la
dedicamos a todas aquellas
personas que de alguna u otra forma
lograron incentivar esta investigación
la cual nos dio nuevos
conocimientos.
AGRADECIMIENTO
El agradecimiento sincero y
fraterno a los Docentes de la
Universidad ULADECH, por
motivarnos el arte de la
investigación, por sus
conocimientos y experiencias que
nos permiten desarrollarnos,
tentándonos a disfrutar de una
lectura enriquecedora.
RESUMEN.
El Perú independiente ha tenido doce Constituciones (1823, 1826, 1828, 1834, 1839,
1856, 1860, 1867, 1920, 1933, 1979 y 1993), cuatro Estatutos Provisorios (1821,
1855, 1879 y 1883) y una Constitución confederada (1837). Anteriormente, siendo
colonia de España, se aplicó fugazmente en el Virreinato del Perú, la Constitución de
Cádiz de 1812. ¿Qué ha conducido a esta proliferación de constituciones en el Perú,
que ha hecho que tengamos un promedio de una Constitución cada quince años? ¿Se
puede elaborar un saldo mirando objetivamente al nuevo siglo en el que hemos
entrado? Tratamos de responder a esta pregunta, enfocándonos en una época en
concreto: el siglo XX.
DERECHO CONSTITUCIONAL ESPECIAL SEPTIEMBRE DEL 2018

INDICE

INTRODUCCIÓN ................................................................................................... 2

Constitucionalismo. ................................................................................................ 4

La corrupción, el principal problema del Perú .................................................... 4

DESAFÍOS DEL ACTUAL CONSTITUCIONALISMO PERUANO ......................... 5

116. NECESITAMOS UN EFICIENTE CONTROL DE LA


CONSTITUCIONALIDAD: ...................................................................................... 5

117. HACER DEL ESTADO UNA VERDADERA ENTIDAD DE SERVICIOS


PARA TODOS LOS PERUANOS: .......................................................................... 7

118. AVANZAR DE LA DEMOCRACIA FORMAL A LA DEMOCRACIA REAL: . 9

119. ARTICULACIÓN CONSTITUCIONAL DEL PROYECTO DE


DESARROLLO INTEGRAL DE LA NACIÓN: ........................................................11

120. CONSTITUCIÓN E INTEGRACIÓN INTERESTATAL: .............................12

121. CONSTITUCIÓN Y GLOBALIZACIÓN: .....................................................13

122. FOMENTO DE UNA CULTURA CONSTITUCIONAL GENERALIZADA: ..15

LA DEMOCRACIA FORMAL CORRE SERIO PELIGRO……………………….16


CASO ODEBRECHT EN EL PERÚ:………………………………………………18
BIBLIOGRAFÍA .....................................................................................................26
DERECHO CONSTITUCIONAL ESPECIAL SEPTIEMBRE DEL 2018

INTRODUCCIÓN

No hay Estado del que en verdad se pueda decir que ha tenido una sola
Constitución, pero pocos han tenido hasta trece, como nosotros. Por mencionar varios
ejemplos en América Latina, México ha tenido 5, Chile 6, Bolivia 17, Ecuador 20.
Siempre es tema discutible sobre si es bueno o no tener muchas constituciones. Hay
quienes dicen que se debería seguir el ejemplo de los Estados Unidos, que tuvo sólo
una en más de dos siglos de vida republicana, pero se olvidan de las dieciocho
enmiendas que se han hecho sobre ella y que han permitido mantenerla vigente. En
cualquier caso, resultaría interesante escudriñar en nuestras Constituciones, en
particular las del siglo XX, para comprender nuestra actualidad como Estado y poder
intentar descifrar lo que nos espera a nivel constitucional. Esto también serviría para
indicar si en el Perú del siglo XX, existió o no un núcleo de contenidos constitucionales
o una organización del Estado que hayan sido constantes a lo largo del tiempo.
Nuestro trabajo ha sido estructurado en tres capítulos, con un orden cronológico lo
más riguroso posible. De esta forma, en nuestro primer capítulo, repasamos
brevemente los antecedentes constitucionales peruanos en el siglo XIX, para
continuar con las Constituciones que rigieron en la primera mitad del siglo XX: los
textos de 1920 y 1933. El primero, identificado con el Oncenio de Leguía, introdujo el
constitucionalismo social en nuestro país, aunque no fue respetada por el mismo
régimen que la promulgó. El segundo, reacción ante los abusos del leguiísmo, fue el
texto que rigió formalmente más tiempo en el siglo XX, pero que en la práctica fue
desobedecida por las dictaduras, sin llegar siquiera a implementar las ambiciosas
reformas que proponía. Nuestro segundo capítulo está dedicado a repasar nuestra
Constitución histórica para el resto del siglo: la Constitución de 1979, fruto de una
Asamblea Constituyente plural, que se esperó que fuera la primera Constitución del
siglo XXI. Sin embargo, veremos cómo se desperdició la oportunidad de lograr un
orden constitucional, y se volvió a ver irrumpir al caudillaje, ya no militar como otrora,
sino civil, y a las fuerzas armadas, ya no siguiendo a un caudillo, sino como ente
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institucional, en el panorama político nacional. El último capítulo está dedicado a la


Constitución de 1993, aún vigente. Criticada por muchos en su momento, y
consolidada después con su observancia y con la rica jurisprudencia surgida de su
interpretación, especialmente a partir de la restauración democrática en el 2000, este
texto ha convertido al Perú en un Estado Social y Democrático de Derecho, con una
relativa calma institucional, siempre amenazada en tiempos electorales por
candidatos radicales, que obtienen el respaldo de una población insatisfecha,
demostrando una vez más en nuestra historia, el divorcio entre el país legal y el país
real, haciendo necesario reformarla en puntos esenciales, a fin de lograr un Estado
dinámico y eficiente. Por último, las conclusiones sintetizaran lo que hemos buscado
demostrar. Además, incorporamos algunas eventuales propuestas, que no
consideramos recomendaciones, pues son de una necesidad tan evidente que
cualquier persona de mediano criterio estará de acuerdo con ellas.
DERECHO CONSTITUCIONAL ESPECIAL SEPTIEMBRE DEL 2018

Constitucionalismo.

Es un concepto político que se ha definido como «un complejo de ideas, actitudes


y pautas de comportamiento que establecen el principio de que la autoridad del
gobierno deriva y está limitada por la parte principal de una ley suprema». Su objetivo
es arbitrar la autoridad y consagrar los derechos de los hombres y poderes.

En un régimen o sistema constitucionalista cualquier ley debe estar fundamentada


en la constitución por lo que todas las leyes quedan reguladas y supeditadas al
articulado general de la constitución.

La corrupción, el principal problema del Perú

Según la última encuesta de El Comercio-Ipsos, la corrupción ahora encabeza los


problemas del país. Este primer lugar no se repetía desde el 2010, durante segundo
gobierno aprista.

La última encuesta nacional urbano-rural de El Comercio-Ipsos muestra que


la corrupción es el principal problema del país en la actualidad: un 57% de
entrevistados lo considera así. Este primer lugar no se repetía desde el 2010, durante
el segundo gobierno de Alan García.

La delincuencia y la falta de seguridad se ubican en segundo lugar con 55%. Le


siguen una educación inadecuada con 31% y el desempleo y la falta de trabajo con
25%. Cada semana miles de peruanos se decepcionan de las autoridades que alguna
vez eligieron debido a los escándalos de corrupción. Los pagos irregulares y los
sobornos a menudo se solicitan a las empresas que operan en Perú, y los contratos
gubernamentales a menudo se otorgan a empresas bien conectadas. Muchas
empresas experimentan la demanda de pagos de facilitación como resultado de la
extensa burocracia de Perú. El Índice de Percepción de la Corrupción 2016 de
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transparencia internacional al país en el lugar 101 entre 176 países. SEGÚN EL


DIARIO EL COMERCIO.

DESAFÍOS DEL ACTUAL CONSTITUCIONALISMO PERUANO

SUMARIO:
116. Necesitamos un eficiente control de la constitucionalidad.- 117. Hacer
del Estado una verdadera entidad de servicios para todos los peruanos.- 118.
Avanzar de la democracia formal a la democracia real.- 119. Articulación
constitucional del proyecto de desarrollo integral de la nación.- 120.
Constitución e integración interestatal.- 121. Constitución y globalización.- 122.
Fomento de una cultura constitucional generalizada.

116. NECESITAMOS UN EFICIENTE CONTROL DE LA


CONSTITUCIONALIDAD: Entre 1823 y 1979, el Perú ha tenido el ostentoso
promedio de una Constitución Política por cada quince años y medio de su vida
republicana. Esta prodigalidad en normas fundamentales, sin embargo, no guardó
ninguna proporcionalidad con el grado de acatamiento, que la sociedad peruana ha
dispensado a cada uno de sus textos constitucionales.

En los 156 años que comprende el referido periodo, se han sucedido diez
constituciones, sin contar otros dispositivos fundamentales, genéricamente
denominados reglamentos, estatutos, decretos leyes, etc. Ninguno de ellos ha sido
aplicado con rigurosidad, razón por la que podemos afirmar, en consecuencia con
estos hechos,, que el nuestro fue un Estado con abundante normatividad
constitucional, pero con un mísero margen de constitucionalidad.

Esta lamentable constatación explica, sin duda alguna, el nivel deprimido de la


cultura jurídica y política que poseíamos. La Constitución y las leyes, que los
gobernantes juraban cumplir, se reducían, en sus manos, a simples fórmulas carentes
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de contenido real y eficacia normativa. Así las vieron también los gobernados, quienes
se resignaron, en su gran mayoría, a postergar indefinidamente sus intereses, a la
espera incierta de una personalidad fuerte que tuviera la virtud despertarles,
momentáneamente, su aletargada esperanza de cambios socio económicos.
Esas personalidades llegaron y pasaron. El orden establecido permaneció. La
gente joven se hizo vieja, desapareció y el orden de cosas continuó casi inalterado.
Lo que sucedía por aquel entonces, era que las constituciones políticas eran
consideradas como simples documentos descriptivos de la realidad nacional, cuya
finalidad era mantener el equilibrio de poderes y nada más. Poco importaba si se
aplicaban o no las normas constitucionales, si al fin y al cabo la propia Constitución
Política, era una mera referencia legislativa.

La Carta de 1979 tuvo el indiscutible mérito de cambiar nuestra concepción


constitucional. A partir de su vigencia, los peruanos hemos dejado de ver a la
Constitución como un simple documento descriptivo, que tiene por objeto 1
informarnos cómo son las relaciones jurídico- sociales en el país. La Constitución del
79 fue vista como un verdadero documento normativo, cuyo destino no era decirnos
cómo son, sino como deben ser las interrelaciones personales e institucionales dentro
de la dinámica estatal.

A esta nueva concepción se debió la sucesiva promulgación de normas


procesales, dadas con el propósito de instaurar y consolidar los mecanismos para un
efectivo control de la constitucionalidad, no solo de las leyes, sino también de los actos
personales de quienes ejercen la función pública, y de sus destinatarios.

La Constitución de 1993 es, hoy en día, una Carta realmente normativa. Sus
dispositivos no son simples ornamentos organizacionales del Estado, sino imperativos
categóricos que deben cumplirse a cabalidad. Para eso están las garantías del hábeas
corpus, amparo, hábeas data, cumplimiento, inconstitucionalidad, acción popular y
conflictos de competencia, taxativamente establecidas por el Art. 200 y por el inc. 3
del Art. 202 de su texto.
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Para eso está también el Código Procesal Constitucional, el Tribunal Constitucional


y el Poder Judicial. Están pues dados los mecanismos legales, los organismos
jurisdiccionales, los recursos materiales y humanos, para implementar un efectivo
control de la constitucionalidad en el Perú. Aún falta la instalación de juzgados
especializados y salas superiores constitucionales, pero eso vendrá con el tiempo.
Estamos seguros de ello.

La responsabilidad está en manos de los abogados, de sus organizaciones


gremiales, de las facultades de derecho, en fin de la ciudadanía en general.

En el siglo XIV surgió el humanismo en Italia y otros países de Europa. Era un


poderoso movimiento intelectual y artístico de renuncia a la teórica contemplación del
cosmos, y de acercamiento sincero al conocimiento profundo del hombre y de su
realidad. Su lema fue “renovarse o morir”. Respetando las distancias y guardando las
diferentes, afirmamos que el momento actual exige la definitiva renunciación a las
formulaciones simplemente declarativas del constitucionalismo clásico, y adopción de
una actitud decidida a materializar los postulados concretos del constitucionalismo
social. Dejar lo formal y pasar a lo real, es la tarea del momento. Nuestro lema debe
ser “constitucionalizarse o morir”.

117. HACER DEL ESTADO UNA VERDADERA ENTIDAD DE SERVICIOS PARA


TODOS LOS PERUANOS:

En 186 años de vida independiente, el Perú no ha dejado de ser un Estado


profundamente centralista. Lima, su gran Capital política, absorbe un gran porcentaje
del presupuesto nacional, en detrimento de las ciudades del resto del país. Éstas, en
diferente grado y magnitud, reproducen, a su modo, el centralismo capitalino, en
perjuicio de las provincias, distritos y anexos del denominado Perú profundo.
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Este asfixiante centralismo, ha determinado el despoblamiento masivo de nuestras


deprimidas zonas rurales y, simultáneamente, el explosivo crecimiento de las
ciudades, con el consecuente colapso y/o la insuficiencia crónica de la infraestructura
básica de servicios. Por todas partes se lucha vivienda propia, agua, desagüe, energía
eléctrica, transportes, centros de trabajo, planeamiento catastral y desarrollo urbano
en genera.

Las municipalidades, las autoridades regionales y gobierno central tratan de suplir


las necesidades sociales, pero éstas son cada vez más crecientes y el Estado ve,
siempre, rebasada su capacidad para solucionarlas.

Por eso, fundamentalmente, se habla de la insuficiencia del Estado. Éste no llega


a ser una verdadera entidad de servicios para todos los peruanos. Hay gente
marginada, de por vida, en la costa, la sierra y la selva.

Es desafío del momento actual, emprender la reingeniería de todo el obsoleto


aparato estatal. Modernizarlo, reconstruirlo de pies a cabeza, procurando que se
transforme en una eficaz organización que brinde servicios oportunos y de calidad
para todos los peruanos, a lo largo y ancho del territorio nacional y, especialmente, en
las áreas fronterizas del mismo.

Esta es una tarea en la que debemos comprometernos todos. Es necesario


promover la participación individual o colectivizada de hombres y mujeres, incluso de
los lugares más recónditos de las cordilleras andinas y las llanuras amazónicas.

El sistema nacional universitario, con todo el abanico de las disciplinas científicas


y tecnológicas, debe liderar este proceso transformador. Los gobernantes del mañana
deben ser aquellos que estén dispuestos a terminar con las viejas estructuras
estatales decimonónicas, y sustituirlas por otras más modernas, más actuales, más
prácticas.
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Dejemos los caminos trillados, atrevámonos a emprender nuevos rumbos. El futuro


es de los que dan la cara al sol, asumiendo todos los riesgos que ello conlleva. Nuestro
Estado solo se transformará con el esfuerzo regenerador de todos sus integrantes.

118. AVANZAR DE LA DEMOCRACIA FORMAL A LA DEMOCRACIA REAL:

Como vinos, en su oportunidad, el Perú fue un país gobernado por un reducido


grupo de oligarcas capitalinos, apoyado por otro no menos reducido número de
terratenientes provincianos.

Éstos instauraron una democracia formal, consistente en la elección del Presidente


de la República y de los parlamentarios mediante el sufragio universal, que se
realizaba periódicamente. Los magistrados del poder judicial eran designados por las
autoridades electas, con criterio político ante que técnico. Igual se hizo con los demás
servidores públicos, razón por la cual se formó una burocracia amorfa, inestable,
sumisa e inexperta.

El pueblo participaba en la vida política, económica, social y cultural, cada 3 cuatro,


cinco o seis años, únicamente emitiendo su voto, el mismo que ni siquiera fue
respetado, debido a la manipulación, el fraude y la violencia electoral.

¿Quiénes votaban?. Los varones que sabiendo leer y escribir, poseían


propiedades, rentas o empleos bien remunerados. Esto quiere decir que no
sufragaban las mujeres, los analfabetos y, en general, los pobres.

En 1956, votaron por primera vez las mujeres alfabetizadas; en 1980, los
analfabetos en general. Hoy se elige también a las autoridades regionales y
municipales. Estos son innegables avances democráticos. Pero aún faltan elementos
para configurar una verdadera democracia formal.
Ésta llegará cuando el pueblo elija también a sus jueces y, al ser consultado
mediante periódicos referéndums, pueda revocar su mandato, y remover de los
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cargos estatales a las autoridades erróneamente ungidas. Sería una verdadera


evaluación popular presidencial, parlamentaria, judicial, regional y municipal.

Ese tendría que haber sido el aporte constitucionalista del siglo XX. No lo fue.
Estamos en la segunda mitad de la primera década del siglo XXI y seguimos con una
democracia formal incompleta, precaria, caudillista y carente de institucionalidad.

El desafío del presente siglo es, no solo completar la democracia formal, sino
avanzar a la democracia real. Y eso significa, ejercer un verdadero control de los
gobernantes por parte de los gobernados. El propósito es claro: Terminar con la
inveterada costumbre de la mentira electoral y la subcultura del robo gubernamental.

“Todos mienten”, “todos roban”, “en todas partes se cuecen habas”, son lemas
justificatorios del engaño y la corrupción. El pueblo no debe permitir que malos
elementos perpetúen sus anomalías, aplicando descaradamente el conocido refrán
“mal de muchos, consuelo de tontos”.

En el momento actual, democracia es mucho más que simple sufragio universal.


Hoy en día democracia es bienestar material, empleo pleno, salario justo, salud,
seguridad social para todos, educación de calidad, cultura, recreación, vivienda digna,
comunicaciones, y, en fin, todos los servicios modernos que hagan posible la
realización de la persona.

No nos olvidemos que la democracia es participación del pueblo en la vida


nacional. No nos ilusionemos, entonces que los gobernantes la hagan solos. No
quieren hacerla. Pero si quisieran no podrían materializar la democracia sin la
intervención cotidiana del pueblo. Él está de turno en el presente siglo. Las dos
centurias anteriores hemos confiado vanamente en los gobernantes. No sigamos
perdiendo más tiempo.
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119. ARTICULACIÓN CONSTITUCIONAL DEL PROYECTO DE DESARROLLO


INTEGRAL DE LA NACIÓN:

La Constitución Política debe contener el proyecto de vida de la nación organizada


en el Estado. Este es un postulado universalmente aceptado, pero, por desgracia, en
el Perú, aún no es aplicado.

Conformamos país que no tiene proyecto nacional. Sabe de donde viene, pero no
conoce con exactitud lo que realmente es en el presente; ni avizora, con claridad, lo
que potencialmente será en el futuro.

Tenemos 186 años vividos como Estado libre. Tenemos doce constituciones, cerca
de veintinueve leyes, más de mil decretos legislativos, varios cientos de miles de
decretos supremos y millones de resoluciones administrativas. A pesar de ellos,
muchas de nuestras instituciones jurídico políticas no corresponden al estatus de un
ordenamiento estatal moderno.

Nuestro nivel de vida sigue siendo subdesarrollado y, lo lamentable de todo, es que


no sabemos, a ciencia cierta, hasta cuando permaneceremos así. Lo dicho, sabemos
de dónde venimos, sabemos que tiempo ha transcurrido desde que partimos a la vida
independiente. Aún no está claro el destino de ese viaje ni el tiempo que nos falta para
arribar a buen puerto.

Dentro de catorce años estaremos celebrando dos siglos de vida independiente.


Es hora de empezar a elaborar un balance de la vida nacional. Así nos daremos
cuenta cabal de lo que hemos conseguido y de lo que nos falta conseguir. Los logros
obtenidos serán la base desde donde debemos reemprender la marcha hacia nuevos
horizontes. Lo que nos proponemos alcanzar constituirá el conjunto de las metas tanto
para la generación presente como para las que vengan mañana.
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Esas metas adoptadas colectivamente, serán nuestro norte. Todo gobernante que
asuma el poder, deberá esforzarse por materializarlas, cualesquiera sea el partido al
que pertenezca, la religión que profese o el pensamiento filosófico al que esté afiliado.

Con un proyecto nacional bien articulado constitucionalmente, cada peruano, sea


gobernante o gobernado, tendrá una tarea concreta en su vida, la que constituirá su
misión histórica definida. Los hijos completarán la labor de sus madres, de sus
abuelos, de sus antepasados. Ninguna obra quedará inconclusa y se acabarán los
mezquinos egoísmos personales y de grupo. Por fin sabremos a donde vamos y a
qué altura del camino nos encontramos.

120. CONSTITUCIÓN E INTEGRACIÓN INTERESTATAL:

Los estados son como los seres vivos; más aún, como los propios hombres. No
pueden estar solos, carecen de capacidad para realizar sus destinos en forma aislada.
Por eso tienen la imperiosa necesidad de formar familias, uniéndose con otros de su
mismo nivel y condición.

Juntos, se trazan objetivos comunes, se organizan de modo conveniente, se


distribuyen responsabilidades según sus singulares capacidades y, sumando sus
disminuidas fuerzas, potencializan su vigor, trabajando de común acuerdo.

A esta forma de encarar los problemas que les afecta en forma colectiva,
estructurando una especie de asociaciones de estados, como por ejemplo la
Comunidad Andina, el MERCOSUR, el Pacto Amazónico, etc. se denomina
integración multiestatal o multinacional.
Los países subdesarrollados, como el nuestro, le temen a los procesos de
integración multiestatal. Por eso no la impulsan de manera sincera y decidida. Creen
que sus debilidades internas se manifestarán con mayor claridad en el contexto
internacional, y que los estados más fuertes se aprovecharán de ellas para causarles
perjuicios irreparables.
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El constitucionalismo de hoy debe terminar con esta prejuiciosa concepción. Cada


constitucionalista tiene que ser integracionista por esencia. La tarea número uno de
los estado es consolidar su estructura interna, afirmar su nacionalidad y forjar una
férrea identidad de la gente para con su terruño, su macro región continental y su
continente mismo.

En la integración radica el futuro de las etnias, culturas y nacionalidades. En la


integración se aloja la esperanza de hallar solución a los problemas que nos han
afectado desde tiempos inmemoriales.

Los incas tuvieron que integrar a los pueblos andinos prehispánicos, para constituir
la nación más poderosa de América. Los patriotas de todo el Continente americano
necesitaron integrarse, para hacer causa común contra sus opresores y lograr la
independencia de sus países. Solo en la integración encontrará la generación del
presente siglo, la energía suficiente para salir de la pobreza, el atraso, la marginación
y el subdesarrollo.

Integrarse o morir, esa es la disyuntiva de los estados pobres hoy en día. El


constitucionalismo de hoy es el llamado a allanar el camino de la integración
multinacional plena y cabal.

121. CONSTITUCIÓN Y GLOBALIZACIÓN:


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Concluida la II guerra mundial, la humanidad se dividió en dos bandos distintos y


contrapuestos. De un lado, se ubicaron las potencias capitalistas con sus seguidores;
del otro, se posesionaron los países socialistas, igualmente con sus seguidores.

Hasta finales de la década de los años ochenta del pasado siglo, persistieron estas
dos parcialidades, empeñadas en demostrar la superioridad de sus respectivas
concepciones y acciones. La lucha fue soterrada, sutil, disimulada, pero hostil, activa
y decidida. Cada contendor trataba de eliminar a su contrario y quedarse como el
único sistema mundial dominante. Ambos hablaban de paz, pero se armaban
afanosamente para la guerra. Ambos anunciaban estar dispuestos a cooperar para
logra una efectiva distensión y coexistencia pacífica, y, cada uno por su lado, hacía
todo lo contrario. El mundo contemplaba una abierta guerra en la economía, en la
ciencia, en el arte, en las comunicaciones, en el deporte, etc. A esto se le llamó guerra
fría.

Cayó el socialismo. Triunfó el capitalismo. Acabó la guerra fría, el mundo dejó de


ser bipolar. Las potencias capitalistas se erigieron en las dueñas del globo. Su sistema
se hizo dominante universalmente.

Estados Unidos de Norte América, primera potencia capitalista del orbe, en la


actualidad se halla empeñada en materializar su proyecto de imperio mundial.
Pretende borrar las fronteras nacionales e instituir un solo gobierno, un solo mercado,
un solo orden jurídico, un solo sistema militar, en suma, un solo orden global. A este
accionar norteamericano se le ha dado en llamar globalización.

Como todo, la globalización tiene sus aspectos positivos y también sus lados
negativos.
Entre los primeros, se halla la expansión de la modernidad, la rapidez de las
comunicaciones, la generalización de la tecnología y el acuciante impulso de las
investigaciones científicas, etc. Son aspectos negativos, por su parte, el exterminio de
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las economías nacionales, la violación de la soberanía estatal, la eliminación de la


autodeterminación de los pueblos y el fin de la independencia política de las naciones.

El gran desafío del constitucionalismo contemporáneo, radica en constituir un


ordenamiento jurídico y político estatal, capaz de asimilar los aspectos positivos y
rechazar los componentes negativos de la globalización, de modo tal que se
preserven las nacionalidades, las etnias y las culturas de cada zona y región
continental, subcontinental y nacional.

Las perspectivas no son alejadas de la realidad. Cada edad histórica tuvo su


potencia globalizarte. Sin embargo, el afán de libertad de las naciones del mundo,
pudo más que la megalomanía de los emperadores. Los imperios, por muy grandes
que sean, tienen su inicio, su apogeo, su punto culminante y su declinación definitiva.
El actual imperio no será la excepción. Tarde o temprano pasará a formar parte de la
historia, para dar paso a otros que vendrán sucesivamente.

122. FOMENTO DE UNA CULTURA CONSTITUCIONAL GENERALIZADA:

Una de las mayores responsabilidades del Estado, es la formación y consolidación


de la cultura social. Ésta tiene como propósito internalizar el ordenamiento jurídico-
político en la conciencia de la población.

Uno de los componentes del precitado ordenamiento jurídico-político, es el bloque


de constitucionalidad, cuyo núcleo fundamental es la Constitución Política. La cultura
constitucional que, a nuestro entender, necesita el país, es el conocimiento y
aplicación de los preceptos constitucionales, a la vida práctica de cada persona que
forma parte de la nación.
Si cada ciudadano conoce cabalmente su Constitución, será consciente de sus
derechos y de sus obligaciones y, proveído de dicho conocimiento, se conducirá con
auténtica responsabilidad individual, tanto en sus actos privados como en los públicos.
DERECHO CONSTITUCIONAL ESPECIAL SEPTIEMBRE DEL 2018

La aludida responsabilidad individual, implicará que el ciudadano ejerza


activamente su derecho de sufragio, postulando a la función pública, si así lo estima
conveniente; de lo contrario, votando por el candidato que, según su opinión, obrará
como él mismo lo hubiera hecho, en caso de ganar las elecciones. Este último extremo
contiene la responsabilidad suprema de controlar la gobernante, de modo continuo y
permanente, obligándole a cumplir sus ofertas electorales, bajo sanción de revocación
de mandato y remoción de cargo.

A menudo se escucha y, en no pocas veces, de boca de los propios gobernantes,


que el Estado necesita cuadros técnicos, políticos y profesionales. En otras palabras,
que el Estado requiere de líderes para cualificar su actividad funcional. La educación
pública, en sus diferentes niveles y modalidades, proporciona los referidos
profesionales y técnicos. Los cuadros políticos no.

Hasta hoy, los cuadros políticos han sido forjados en las canteras partidarias. Ello
explica su comportamiento sectario, parcializado, muchas veces dogmático, clasistas,
unilateral y limitados por sus intereses particulares, familiares o personales. Son
fragmentarios en su forma de ver y encarar la realidad nacional.

Allí radica la raíz del caudillismo político y también del clientelaje electoral, que
tanto dañó ha causado al país a lo largo de la historia republicana. Esa es la base de
nuestra informalidad institucional, de nuestra precariedad democrática y de nuestra
deformada concepción respecto de la forma republicana de gobierno.

A su modo, cada partido político ha brindado sus aportes a la sociedad,


entregándole los dirigentes forjados en su accionar cotidiano. El Estado los ha recibido
pasivamente. Y pasivamente también los ha tomado y descartado.

Esta dinámica estatal anómala debe cambiar. Es hora que el Estado haga docencia
política y que forme, por si mismo, los cuadros que requiere para desarrollar las
funciones de su naturaleza. Los intereses del país están por sobre los intereses de
DERECHO CONSTITUCIONAL ESPECIAL SEPTIEMBRE DEL 2018

los grupos partidarios. Los cuadros políticos, técnicos y profesionales del futuro deben
responder a las expectativas comunes de la ciudadanía nacional, superando sus
concepciones subalternas de facción, de grupo, de familia o de caudillo.

Tenemos una ley de partidos políticos. Exijamos su irrestricta vigencia. Ello


coadyuvará a la definitiva configuración de la cultura constitucional que requerimos
para salir del subdesarrollo y enrumbarnos hacia mejores y superiores destinos.
(Correa Noriega, 2016)

LA DEMOCRACIA FORMAL CORRE SERIO PELIGRO.

A lo largo de la Historia se ha producido una lucha permanente entre el Poder


político y la libertad de los individuos sometidos al mismo. Y de las muchas formas en
las que el Poder se ha constituido, la democracia ateniense es la que ha resultado
vencedora como forma menos mala de gobierno. Aunque el nombre resulte
excesivamente pomposo —gobierno del Pueblo—, al menos que se ponga el acento
en la voluntad popular ya es un dato positivo. Y es que, como dice Gomá, «hubo un
momento en la historia de la Humanidad en el que el hombre tomó conciencia de sí
mismo, de su condición de fin y nunca de medio, promoviendo un proceso de
privatización de la vida personal frente a esa permanente pretensión estatal de
politizarla». Si hay algo inalienable a la condición humana es la libertad, no como
capacidad de hacer lo que a uno le venga en gana, sino en la obstrucción real de
ataques e intromisiones en nuestra esfera intangible personal, sin nuestro
consentimiento o sin causa justa y razonable. Ser libre, sentirse libres, respirar
libertad, es quizá la mayor gloria del ser humano, y por ello han muerto millones de
personas y también han sido millones los ataques y lesiones al mismo.
Es cierto que en las democracias votamos y nuestros votos tienen el gran poder de
elegir a quienes luego dictarán las leyes y organizarán nuestras vidas. Pero en el voto
suele consumarse nuestra participación política, y resulta impresionante comprobar
—como ha resaltado Ginsborg— que si tenemos la suerte de disfrutar de una vida
longeva votaremos unas quince veces en los comicios nacionales y otras tantas en
DERECHO CONSTITUCIONAL ESPECIAL SEPTIEMBRE DEL 2018

los municipales, lo cual nos da un total de unos ¡90 minutos! a lo largo de la vida.
Menos que lo que dedicamos diariamente a la televisión. Eso nos debe hace
reflexionar, ya que agotar la bondad y eficacia de un sistema democrático en la
posibilidad de votar supone una burla y un desdoro del propio sistema. La democracia
ha de ser mucho más que representativa. Tiene que ser asimismo participativa. Dos
grandes pensadores como Kelsen y Bobbio abogaban por introducir instrumentos de
participación en los sistemas representativos, advirtiendo, además, el segundo, del
peligro de las oligarquías en las direcciones de los partidos políticos. Dicho sea de
paso, el eterno tema pendiente de las listas abiertas ayudaría mucho a la pureza de
la representación, que queda muy deteriorada con las listas cerradas al uso.
Puede consolarnos que siempre ha sido así, pues ya Platón decía que «nuestros
políticos son las gentes más divertidas del mundo, con sus reglamentos que modifican
sin cesar». Y en esos reglamentos el verbo más conjugado no es permitir, orientar o
facilitar, sino prohibir. ¡Queda prohibido! Es el sueño de todos los mandatarios. Y eso
no ocurre solo en nuestros lares, sino en todo el universo civilizado. Curiosamente,
los países anglosajones, tan liberales ellos, son países obsesivamente regulados.
Desde que uno se levanta hasta que se acuesta. Y todo es ¡para hacernos más felices!
Y como dice Gomá, si nos obligan a ser felices —a pesar de nosotros— podría
sucedernos lo anunciado por Juvenal, «que por amor a la vida perdamos lo que la
hace digna de ser vivida».
Por tanto, hay que ponerse a la tarea urgente de ahondar en el ejercicio de la
democracia, con más participación y espacios de libertad, no sea que por abandonar
el sabio camino de las reformas caigamos en el violento de las revoluciones.

CASO ODEBRECHT EN EL PERÚ.

El 21 de diciembre de 2016. El Departamento de Justicia de Estados Unidos


informó que la constructora brasileña Odebrecht reveló que pagó US$ 788 millones
en coimas a funcionarios en 12 países de América Latina y África. En el Perú, fueron
US$ 29 millones para ganar la licitación de obras públicas entre 2004 y 2015, periodo
que abarca los Gobiernos de Alejandro Toledo (2001-2006), Alan García (2006-2011)
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y Ollanta Humala (2011-2016). Un año después, el escándalo ha provocado órdenes


de prisión contra expresidentes, exgobernadores y exfuncionarios presos,
investigaciones a líderes políticos.

La Fiscalía peruana ha tomado varias declaraciones juradas de exministros


integrantes de la oficina estatal Pro inversión, a cargo de las licitaciones con
inversionistas extranjeros, diputados de oposición política han presentado la
propuesta de demandar a Odebrecht y obligar a la empresa constructora, a devolver
todo el dinero pagado en sobornos a funcionarios públicos de gobiernos anteriores,
como un pago de compensación económica al Estado peruano y para poder seguir
operando en el país en el futuro.

Autoridades peruanas detuvieron a Edwin Luyo, miembro especial del comité para
licitación del tramo 2 del metro de Lima, y funcionario del expresidente Alan García
acusado de recibir sobornos por US$7 millones de dólares, de la empresa
constructora privada brasileña Odebrecht para ganar un contrato de construcción en
el Metro de Lima, el funcionario presidió el comité que licitó el Metro de Lima en el año
2009, el arresto se produjo luego de que Odebrecht entregara información reservada
sobre el caso, como parte de un acuerdo preliminar con la empresa para colaborar
con la justicia peruana y suspendieron un contrato para la construcción de un nuevo
gasoducto en el norte del país.

Después detuvieron a Miguel Navarro quien fue funcionario del ministerio de


Transportes y Comunicaciones durante el 2009, donde trabajó con Jorge Cuba. Fue
parte del Plan Perú Bicentenario y en el 2010 fue distinguido con la "Orden al Mérito
de Transportes y Comunicaciones" por sus gestiones para que el Metro de Lima se
edifique. Quien Admitió su delito el 26 de enero y decidió acogerse a la confesión
sincera.
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CONCLUSIONES.
Al despuntar el siglo XX, el Perú se hallaba regido por la Constitución de 1860, fruto
de una transacción entre los liberales y conservadores de mediados del siglo XIX. Sin
embargo, a inicios del siglo XX, los intentos para corregir sus deficiencias dentro del
sistema fueron frenadas, lo que favoreció el ascenso de don Augusto B. Leguía, que
tomó el poder con un golpe de estado en 1919, promulgando al año siguiente, la nueva
Constitución de 1920, preparada por una Asamblea Nacional, en base a 18 puntos
aprobados en un plebiscito usado como medio de legitimación del régimen golpista.
En cuanto a su parte orgánica, el texto de 1920 reforzó la autoridad presidencial sin
menospreciar al Congreso, pero no afirmó la independencia del PJ, ya muy
comprometida por el texto de 1860. Además, ensayó una original solución al problema
de la descentralización con los Congresos Regionales, pero no respetó la libertad
municipal, al iniciar la costumbre de designar Juntas de Notables. En cuanto a su parte
dogmática, la Constitución de 1920 introdujo el constitucionalismo social en el Perú al
reconocer los primeros derechos sociales y al reconocer oficialmente a las
comunidades indígenas. Pero nunca tuvo una vigencia efectiva: el mismo Leguía la
desvirtuó y se aferró al poder en base a sucesivas reformas al texto constitucional
hasta su caída en 1930, y siguiendo nuestra costumbre de considerar a la Constitución
como plan de gobierno, al ser identificado el texto de 1920 con el gobernante caído,
una de las exigencias de la opinión pública fue su sustitución. En medio de una
convulsa situación política, se reunió el Congreso Constituyente de 1931, que sería
mutilado poco después por la dictadura de Sánchez Cerro en medio de la coyuntura
de la guerra civil de 1932. La experiencia de Leguía traumó a los redactores de la
Constitución de 1933, que incluso introdujeron una cláusula pétrea prohibiendo la
reelección. En cuanto a la parte orgánica, la Constitución de 1933 reforzó los controles
parlamentarios ya existentes (censura, interpelación, confianza), sin lograr quebrantar
el gran poder presidencial, creando un sistema híbrido donde los menos favorecidos
fueron los ministros, con lo que el Congreso podía fácilmente obstruir la labor del
Gobierno sin ningún freno, en medio de una continua oscilación entre la democracia
y la dictadura. En cuanto a su parte dogmática, el texto de 1933 continuó con la
tendencia a favor de los derechos sociales iniciada en 1920, pero limitó la protección
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de varios derechos, como el derecho a la vida, permitiendo a la ley establecer


causales de pena de muerte, lo que fue usado por las dictaduras. Al igual que su
antecesora de 1920, el texto de 1933 no tuvo una vigencia plena debido a las
dictaduras, aunque ninguna derogó esta Constitución, pues sólo se limitaron a pasarla
por alto. Las reformas que propuso, como crear un Senado funcional y Consejos
Departamentales, nunca se implementaron por la inestabilidad política y la falta de
decisión por parte de los actores políticos, lo que llevó a su derogación sin pena ni
gloria en 1979.
En 1978, en medio de un proceso de transmisión del poder del gobierno militar a los
civiles, se convocó como paso previo, a una Asamblea Constituyente, integrada por
representantes de todas las tendencias políticas, que, al encarnar la voluntad
ciudadana, se autodefinió como el primer poder del Estado, aunque aceptó convivir
con el gobierno militar. La Constitución de 1979, salida de esta Asamblea, fue
producto de los pactos entre las principales bancadas. Promulgado por la misma
Asamblea, el gobierno militar lo objetó por los temas referentes a los derechos
humanos, por lo que entró en vigencia al año siguiente, con el retorno a la
institucionalidad democrática. La 206 Constitución de 1979 contempló una serie de
ambiciosos proyectos. Sin embargo, su vigencia no fue efectiva: rigió justo en el
momento en que surgió el fenómeno terrorista, que restó sentido a la protección de
los derechos humanos, y en el que se robusteció el caudillismo demagógico.
En cuanto a su parte orgánica, la Constitución de 1979 corrigió los evidentes errores
de su antecesora de 1933. Creó un Presidente de la República a la vez jefe de Estado
y de Gobierno, ampliando sus atribuciones, sin reforzar lo suficiente a la institución
ministerial, debido al hecho indiscutido de la psicología presidencialista que posee
nuestro continente. El texto de 1979 limitó el control del Congreso a los actos del
Ejecutivo, dejándolo únicamente a cargo de la Cámara de Diputados, otorgándole al
Presidente el derecho a disolver la Cámara de Diputados. No sólo eso, sino que a fin
de asegurar la continuidad del Congreso, resucitó la figura de la Comisión
Permanente. En cuanto al PJ, el texto de 1979 lo dotó de una organización jerárquica
y si bien sus miembros eran designados por el Presidente, sería a propuesta de un
ente independiente como el CNM. También separó al Ministerio Público del PJ, como
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un ente independiente. Además, estableció por primera vez un modelo dual de control
de la constitucionalidad de las leyes: un control difuso a cargo del PJ y un control
concentrado a cargo del nuevo TGC. Por último, el texto de 1979 no se limitó a buscar
la descentralización y defender el municipio libre: planteó la regionalización, que al
final quedó sin implementarse debidamente. El texto de 1979, al igual que su
antecesora de 1933, estableció una cláusula pétrea, pero sobre la totalidad del texto
constitucional, lo que no serviría frente a las tentaciones golpistas.
En cuanto a su parte dogmática, la Constitución de 1979 es pionera en muchos
aspectos. Para empezar, es la única en la historia del Perú que cuenta con un extenso
y bien preparado Preámbulo. Preocupada eminentemente por la defensa de los
derechos humanos, pecó en exceso, mas no en omisión, recogiendo derechos de
primera, segunda y tercera generación, además de reconocer los derechos implícitos
y recapitular los deberes de los peruanos, legislando también el régimen económico
en razón del interés social. Lo mejor hubiera sido reconocer los principales derechos
y dejar en manos de la jurisprudencia su desarrollo más amplio, pero los
constituyentes tuvieron la obsesión de defender los derechos tan vulnerados en
épocas anteriores. Para reforzar dicha protección constitucional, se ratificó los
tratados sobre derechos humanos como el Pacto de San José, limitando la pena de
muerte a la traición a la Patria en guerra externa, además de regular el rango legal de
los tratados internacionales, complementada con el pionero artículo 105°, que
reconoció rango constitucional a los tratados internacionales sobre derechos
humanos. También el texto de 1979 aseguró a los ciudadanos, la posibilidad de
recurrir a instancias internacionales, una vez agotadas las instancias nacionales. La
Constitución de 1979 introdujo el principio de supremacía constitucional y reguló
extensamente las garantías para todo ciudadano en materias judiciales. Por último, lo
que creemos más importante, diferenció adecuadamente a los derechos y garantías,
estableciendo cuatro garantías: hábeas corpus, acción de amparo, acción popular y
acción de inconstitucionalidad.
Pese a que el texto de 1979 establecía el deber de defender la legalidad, ante el
autogolpe de 1992, muy contadas personas alzaron la voz en defensa de la legalidad,
debido a la crisis herencia de los años 80. Fue la presión internacional la que obligó
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al golpista Fujimori a convocar a un Congreso Constituyente innecesario: hubiera


bastado con reformar el texto de 1979 en los puntos necesarios para asegurar la
pacificación nacional. La Constitución resultante, la de 1993, aprobada en un
referéndum de dudosa legitimidad, se ha mantenido vigente pese a las críticas de
algunos sectores, pues si fue promulgado por una dictadura, se ha reivindicado con
su desarrollo por la extensa jurisprudencia del TC, sobre todo a partir de la caída de
Fujimori, momento desde el cual, se inició una década con la esperanza, a nivel
constitucional, de afirmar y consolidar la constitucionalidad y el respeto a los derechos
humanos en el Perú. Sin embargo, el proyecto de reforma de 2002 fue postergado
indefinidamente, pese a lo cual se han hecho una serie de reformas parciales
importantes como la descentralización, el voto a los militares y policías y el incremento
del número de congresistas. Falta mucho trayecto todavía en el sentido de las
reformas constitucionales necesarias para lograr un Estado dinámico y práctico. En
su parte orgánica, la Constitución de 1993 mantiene las atribuciones presidenciales y
refuerza, en teoría, la institución ministerial, lo que en la práctica no sucede. Si bien
su diseño original permitía la reelección, la crisis del 2000, llevó a afianzar el principio
de la no reelección inmediata. La más radical transformación de 1993 fue la
unicameralidad del Congreso, rompiendo con nuestra tradición histórica y propiciando
el aumento de la demagogia parlamentaria. El PJ dejó de ser designado por el
Presidente de la República, para ser designado por el CNM, mientras que el Ministerio
Público asume el papel de conductor de la investigación. El texto de 1993 conserva
el esquema dual de control de la constitucionalidad, dotando al TC de mejores
facultades que el diseño de 1979. El diseño original de 1993 otorgaba poca atención
al proceso descentralizador, hasta las reformas de 2002, que permitieron la creación
de gobiernos regionales y el inicio de un proceso de transferencia de funciones
paralizado en el último gobierno. En cuanto al régimen económico, existe una
contradicción al definirse como una economía social de mercado, lo que no se
manifiesta en el texto constitucional. Por último, la Constitución de 1993 ya no cuenta
con una cláusula pétrea como en 1979 y 1993, aunque si establece una serie de
límites formales y materiales, desarrollados por el TC.
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En lo referente a su parte dogmática, el texto de 1993 es menos protectora de los


derechos fundamentales que su antecesora de 1979. No tiene un Preámbulo
apropiado y elimina la norma pionera de 1979 al degradar y desconocer a los tratados
relativos a derechos humanos como normas de jerarquía constitucional, pese a lo
cual, se adhiere a la interpretación de los órganos supranacionales de protección de
los derechos humanos, pero como meros criterios interpretativos. Además, en franca
rebeldía contra el Pacto de San José, el Perú extiende la pena de muerte al terrorismo.
Por último, el texto de 1993 reduce la protección de los derechos sociales y omite
mencionar a los minusválidos y los derechos individuales de las comunidades
campesinas y nativas, temas desarrollados por la jurisprudencia del TC. No obstante,
se 209 amplió la gama de garantías constitucionales al recoger las figuras del hábeas
data y la acción de cumplimiento, extendiendo la facultad de interponer garantías más
que en el diseño de 1979.
Por todo lo antes visto, podemos afirmar que en el siglo XX, nuestras Constituciones
no tuvieron una vigencia plena a causa de las dictaduras, sus reformas nunca fueron
implementadas por falta de decisión, obviaron temas importantísimos como la
descentralización o la independencia del PJ, y muchas veces fueron consideradas
meros proyectos de gobierno sustituibles. Recién bajo la Constitución de 1993,
especialmente a partir del 2000, se ha logrado establecer un cierto orden democrático,
que con todos sus defectos siempre es mejor que la dictadura. Sin embargo,
fatalmente en casi dos siglos de vida independiente no se ha logrado consolidar un
verdadero Estado integrado con la Nación, y lo que es peor, el centralismo se ha
afianzado cada vez más, pese a los intentos descentralizadores, el último de los
cuales ha sido interrumpido por el actual gobierno. Para colmo de males, mucha gente
no se halla identificada con el orden político, debido a que no atiende sus problemas
y sus necesidades, y muchas veces perciben a las leyes como injustas, lo que los
predispone a apoyar a candidatos radicales o antisistema. Tal situación no podrá
acabar bien, si es que no se hace un urgente cambio de rumbo. Al paso que vamos y
en base a nuestra evolución política y social, sólo se puede pronosticar para el Perú
dos caminos: o se hacen las reformas necesarias a tiempo, o el Perú se verá sacudido
por un estallido de violencia de tanta o mayor magnitud que en 1872, 1932 o 1980.
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En este sentido, a nivel dogmático, lo mejor sería, no tanto recoger más derechos,
porque para ello existe la figura de los derechos derivados y el desarrollo doctrinario
del TC, sino asegurar su estricto cumplimiento sin favoritismos, con equidad y justicia.
Además, implementar una efectiva cultura ciudadana, desde la escuela, a fin que los
ciudadanos tengan conciencia no sólo de sus derechos, sino también de sus deberes
para con el Perú y la sociedad.
A nivel orgánico, el tema es más complejo. La democracia en el Perú no ha podido
desarrollarse eficazmente a causa de nuestra psicología y el mesianismo de nuestros
políticos. Desde hace dos siglos que vivimos en un sistema presidencial con rasgos
parlamentarios, no obstante lo cual, siempre la máxima figura en el Perú será el
Presidente de la República. Lo que el Perú requiere es un gobierno fuerte, impersonal
y descentralizado, superior a los partidos, a las personas y a las tendencias, un
gobierno que conforme a la idea republicana del siglo XIX, sea dirigido por ciudadanos
honestos y preparados (aunque en el Perú dado el ambiente demagógico en que
vivimos suene utópico). Pese a los defectos de su eventual abuso, el régimen
presidencial es mejor que el parlamentario, pues genera una administración eficiente,
un orden jurídico responsable y de respaldo popular, en vez de un Congreso derivado
del sufragio universal y lleno de las imperfecciones del sistema electoral peruano, a la
vez que permite una efectiva consolidación del Estado. Sin embargo, es necesario
simplificar el Poder Ejecutivo, pues existen demasiados ministerios y una abundante
burocracia, mal pagada, que alienta la corrupción. Se debe contar con un Congreso
bicameral a fin de frenar el populismo inevitable en el modelo unicameral y tener una
legislación preparada y cuerda, que no se contradiga en ocasiones. En cuanto al
sistema judicial, debe adaptarse a los tiempos de la tecnología informática, como ya
se ha venido haciendo con el Ministerio Público, pero no se ha completado con el PJ.
Por último, en cuanto al TC, es indudable que ha tenido excesos en su
funcionamiento, por lo que sería prudente que adopte mecanismos de autocontrol
ante decisiones polémicas. Lo importante en nuestro país, es fortalecer la
institucionalidad y no debilitarla, a fin de lograr contar con un texto constitucional
eficiente, que no sea un plan de gobierno, sino que sea la norma máxima, la norma
que contenga los principios y valores más importantes de nuestra sociedad.
DERECHO CONSTITUCIONAL ESPECIAL SEPTIEMBRE DEL 2018

BIBLIOGRAFÍA

- “La democracia formal corre serio peligro” ANTONIO SAGARDOY


BENGOECHEA, 20 Mayo de 2011.
- “La corrupción, el principal problema del Perú” El Comercio Perú.
22 de abril de 2018.

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