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John Dewey, la filosofía americana y el pragmatismo.
(Apuntes sobre la figura de John Dewey y su idea del papel de la filosofía en
la vida social)
Miguel de la Torre Gamboa
Miguel.delatorregm@uanl.edu.mx
La filosofía Americana
Entre los siglos XVIII y XIX hubo un pensamiento americano que básicamente
interpretaba el lugar del hombre en el mundo y la vida social según las ideas del
calvinismo. Los principales intelectuales de esta filosofía se encontraban en el
noreste de los Estados Unidos, teniendo como centro importante nueva
Inglaterra; Nueva Inglaterra ha sido la cuna de muchas de las características de
la vida norteamericana, incluyendo el término yankee1.
Los siglos XVII y XVIII registran, entonces, una serie de pensadores americanos,
cuyos temas fueron casi siempre religiosos y teológicos por ejemplo: la
Demonología de Cotton Mather, la metafísica de inspiración calvinista de
1
El término proviene del modo en que los lugareños de nueva Inglaterra llamaban
a los inmigrantes holandeses; muchos de estos llevaban el nombre Jan, y yankee
era un modo de decir Juanito.
Johnathan Edwards, y muchos otros que destacaron en los púlpitos, en las
asambleas, en la plaza pública, en las cortes, etc. Vino luego la influencia de la
Ilustración francesa y con ella, pensadores como Jefferson, Franklin y Paine, que
se apropiaron algunas de las interpretaciones ilustradas sobre la vida social y la
democracia, y las adaptaron a la vida pública norteamericana; recuperaban de
ella la idea de la fusión con la naturaleza, la idea del predominio necesario de la
razón, la idea de la necesaria caída de las monarquías, pero no ligándolas a
cuestiones trascendentes, tales como una humanidad feliz o una sociedad
gobernada por la razón, si no a cuestiones prácticas, a la solución concreta de su
situación frente a la corona inglesa, a la solución de los problemas del desarrollo
económico, de la afirmación de sus derechos de libertad, etc. No podía tratarse
de una recuperación completa de las ideas de igualdad, porque la visión
americana aceptaba las diferencias de clase y aún más practicaba la esclavitud.
En los años treintas del siglo XIX se desarrollo la filosofía romántica de los
trascendentalistas, ésta comenzó como un movimiento de reforma de la Iglesia
Unitaria, hacia la idea de un Dios interior en las personas. En esta propuesta se
contenía un dicurso crítico de la conformidad americana con la situación social de
ascenso de la cultura del industrialismo, el dinero y el consumo, y se promovía la
vuelta a una américa original, en continuidad con la naturaleza; Ralph Waldo
Emerson fue la figura más destacada de este movimiento, en el que también
figura Walt Withman (al que Dewey valorará mucho) y el utopista Henry David
Thoreau. Los trascendentalistas promovían un pensamiento religioso libre, un
cristianismo anti-dogmático y sobre todo anti-calvinista. Los trascendentalistas se
apoyaban en Kant, en el que veían al gran vencedor sobre la idea del mundo-
máquina del empirismo, pero ponían en sus interpretaciones una carga de
sentimentalismo que evidentemente no era Kantiana y asimismo, con la palabra
trascendental significaban más bien lo divino y no lo racional; también los
trascendentalistas recogieron el pensamiento de Hegel, al que combinaron con
ideas sacadas de la ilustración, de ese coctel surgieron trabajos como los de Walt
Withman.
En ese mismo ambiente y época surge el hegelianismo americano, cuyo
intelectual más destacado es Joshia Royce. Con Hegel, igual que con los
ilustrados, lo que los americanos hicieron fue una adaptación que se expresó, por
ejemplo, en la interpretación de Hegel como un crítico del empirismo y de la
separación mente cuerpo; la idea más valorada de Hegel era la de la continuidad
naturaleza y pensamiento; por algunos años, Hegel fue el más leído de los
autores europeos, pero pronto, para la segunda mitad del XIX, su influjo empezó
a decaer en el marco de una lucha por tomar distancia de cualquier clase de
idealismo, todavía en las primeras versiones del pragmatismo, hay una gran
influencia de Hegel, aunque codo a codo con el empirismo.
El pragmatismo originario
Sara Barrena, traductora y presentadora del libro de Peirce (2008), nos presenta a
Peirce como hijo de una de las familias más destacadas del entorno intelectual,
social y político de Boston; su padre era un muy destacado matemático y
astrónomo, profesor de Harvard. Boston era uno de los lugares clave de
asentamiento de esos grandes capitalistas europeos, ingleses, alemanes y de
otras partes que, ya para ese momento, habían encontrado en América, una
enorme oportunidad de negocios: terratenientes esclavistas, comerciantes,
banqueros, etc. toda una élite que buscaba crear para ellos y sus hijos las mismas
oportunidades de formación y de consumo cultural de las que disfrutaban en
Europa. A lo largo de toda su vida, Peirce demostró interés por las cuestiones
filosóficas a las que se introdujo principalmente a través de la filosofía kantiana.
Peirce fue un hombre de carácter difícil, lo que hizo que enfrentara siempre
dificultades en los ambientes académicos y que a lo largo de su vida fuera muchas
veces solicitado para pronunciar conferencias, pero no como profesor regular,
entre 1879 y 1884, explicó lógica, en la John Hopkins university, de donde fue
profesor de Dewey, antes de ser despedido por los conflictos de siempre.
El pragmatismo, dice Barrena (2008, p.13), nació como un método lógico para
esclarecer conceptos; El origen del pragmatismo puede situarse en las reuniones
del Cambridge metaphisical club . que Peirce había creado junto con otros
intelectuales, entre ellos James, entre 1871 y 1872 para discutir la perspectiva de
referir el conocimiento a la experiencia y no al sujeto mismo. Los primeros textos
escritos relativos al pragmatismo se publicaron en 1878, fecha en que aparecieron
con el título ilustraciones de la lógica de la ciencia una serie de artículos del grupo,
como un alegato en contra de la duda metódica en la filosofía cartesiana. El texto
de Peirce en esa compilación llevaba el título de: algunas consecuencias de cuatro
incapacidades, y allí afirmaba que no podemos dudar en filosofía de aquello que
no dudamos en nuestros corazones. Años después en “Que es el pragmatismo”
retomando esa misma idea, dirá:
“no hay más que un estado de la mente desde el que puedas “partir”, a saber, el preciso
estado de la mente en el que te encuentras realmente en el momento en el que “partes”; un
estado en el que estás cargado con una inmensa masa de conocimiento ya formado, de la
que no podrías despojarte aunque quisieras…; ¿llamas dudar a escribir en un pedazo de
papel que dudas?”. (Barrena en Peirce 2008, p. 16)
El pragmatismo Deweyano:
Tres son las influencias principales en dewey: Darwin, Hegel y Peirce. Lo que más
identifica a Dewey es la idea de una continuidad entre naturaleza y seres
humanos, la idea de una evolución constante de la humanidad, en función de las
situaciones de equilibrio y desequilibrio que enfrenta en el medio en el que vive y a
las que tiene que responder constantemente para encontrar siempre que las
soluciones que asuma nos son definitivas; de donde se desprende una
comprensión de la existencia humana como “proceso”; pues bien, esta convicción
la obtuvo del pensamiento de Darwin. Basada en Darwin, la antropología
Deweyana enfrenta al racionalismo (el sujeto racional que actúa sobre el mundo),
al idealismo (el sujeto trascendente, que se realiza imperfectamente en un mundo
imperfecto) y al empirismo (el sujeto sometido a las exigencias de un medio que
se le impone). De aquí viene su concepto de experiencia, en el sentido de
interacciones del hombre y el medio, como planes de acción que resultan de
anticipar y organizar el medio de conformidad con lo que se quiere de él, o de los
cambios en el medio que el sujeto humano padece.
La herencia Yanky:
En Vermont, Dewey había aprendido que: “Las ideas lógicas y éticas básicas, una
vez captadas, revelan su significado de un modo completamente inmediato” (Hook
2000), en virtud de una percepción intuitiva natural al ser humano, dando lugar a
verdades incontestable sobre la existencia, tales como que el mundo externo
existe independientemente de la percepción o que el “yo” es algo distinto del
cuerpo orgánico. una vez en Baltimore, en la John Hopkins, Dewey sufrió la crisis
emocional provocada por el conflicto entre verdad científica y dogma religioso, la
que se resolvió con el abandono de la visión intiucionista del conocimiento. Bajo la
influencia de George Sylvester Morris, un profesor hegeliano que lo influiría
grandemente, Dewey llevó a cabo un intenso estudio de la obra de Hegel; esto le
llevó al abandono definitivo del intuicionismo, aunque nunca llegó a ser un
Hegeliano ortodoxo, pero sí, dice el propio Dewey (citado por Hook 2000), dejó
una marca permanente en su pensamiento.
El liberalismo radical:
Marcuse (2000, p.211) nos cuenta que para cuando Dewey cumplió 70 años, la
lista de sus libros, folletos, ensayos y artículos ocupaba ya 155 páginas, en esos
textos, sin dejar de plantear ideas y argumentos filosóficos, el tema central no
son los problemas de la filosofía académica profesional, sino problemas como los
de la escuela americana, la comunidad americana rural, el desarrollo de las
naciones, la crítica de la injusticia, la defensa de militantes reprimidos o
perseguidos, el contestarse a sí mismo porque no era comunista, etc. Por
supuesto, Dewey no tenía nada que ver con una práctica de escritorio de la
filosofía, era absolutamente ajeno, dice Marcuse, a la imperturbabilidad monacal.
Dewey se auto-definió claramente en la frase “yo soy más yanqui y menos filósofo
de lo que parece” (citado por Marcuse, p.215). Él mismo calificó su liberalismo de
radical, y lo presentó como una crítica del liberalismo americano y europeo que se
habían convertido en un puro discurso y que no se interesaban realmente por la
libertad del individuo. En general Marcuse coincide con Rorty en considerar a
Dewey más un americano modélico que un filósofo.
En su visita a Rusia en 1928, Dewey escribió un informe que era más contra los
Estados Unidos, que en favor de Rusia. En esa visita, se convenció de que lo
decisivo en Rusia no estaba en la transformación económica sino en la voluntad
de poner la economía al servicio de una verdadera cultura del pueblo, en una
forma que el mundo jamás había conocido. Estaba impresionado fuertemente por
algo que no se había esperado; le impresionó la participación ciudadana, el
interés de la gente por la cultura, la educación y las acciones de solidaridad; todo
ello le presentaba un panorama que él hubiera querido para América. A partir de
su experiencia en las casas de la cultura, afirmó: “esto es una democracia que va
más allá de todo lo que las más ambiciosas democracias del pasado habían
querido conseguir” (Informe citado por Hook 2000).
Por estas razones, Dewey se opone a los totalitarismos, ya que estos imponen un
ideal de vida social que no nace de la práctica del debate, de la confrontación de
ideas y de los intereses de los individuos, sino de la teoría, de la filosofía o de otra
parte. Igualmente critica la idea de lucha de clases y de “dictadura de la clase que
asciende al poder”, porque esto significa falta de democracia y ejercicio de la
violencia contra algún sector de la sociedad, Dice al respecto:
“Es necesario que tanto los modos más elevados y complejos de conocimiento, como las
formas de comunicación más ricas, sutiles, vivas y perceptivas tomen posesión de la
maquinaria física de transmisión y circulación y les insuflen vida. La era técnica sólo será
un medio de vida y no su despótico amo cuando perfeccione su propio instrumental. La
democracia campeará por sus fueros, pues democracia es como llamamos a una vida de
comunicación libre y enriquecedora. Su profeta fue Whitman. Y se culminará cuando la
investigación social libre quede indisolublemente unida al arte de una plena y afectiva
comunicación”. El público y sus problemas p.147 (citado por Del Castillo 2012)
La reconstrucción de la filosofía:
Al hablar de la historia de la filosofía, dice Hook (2000, p.35), Dewey quería evitar
la imagen de la práctica de la filosofía como interminable discusión sobre su objeto
y su función y que por ello se esforzo en tratar de resolver una cuestión empírica:
¿en qué ha consistido históricamente la filosofía?, ¿Qué muestra un análisis de la
filosofía como conducta intelectual? Dewey responde –dice Hook- que en lo único
que hay unanimidad es respecto a qué escritos del pasado son filosóficos y, en
consecuencia, que pensadores son filósofos. Según Dewey la filosofía se han
interesado en primer lugar por la defensa o la crítica, según los casos, de ciertas
formas de vida, creencias y acciones de la cultura de la que formaban parte. Esto
significa que se ha llamado filosofías a aquellas reflexiones que han puesto ante
los ojos de los demás las características de la época en que fueron concebidas
sea apologética o críticamente.
Dice hook:
“Las vagas y nebulosas abstracciones de los sistemas filosóficos sólo en apariencia están
alejadas de los problemas inmediatos y concretos de la experiencia social… La lucha entre
los sistemas aparece como una manifestación de la lucha entre las culturas, la disputa
entre diferentes grupos dentro de la misma cultura y entre visiones nacidas de diferencias
personales dentro de cada grupo... De este modo, Dewey, entonces ubica como tema
propio de la filosofía, el de la relación entre las cosas y los valores. ¿Qué son las cosas y
como están organizadas entre sí? es el tema genérico de la ciencia. ¿Qué son los valores,
como se obtienen y se justifican y su lugar en la organización de nuestra experiencia
dentro de un esquema coherente? es el interés genérico del filósofo. Directa o
indirectamente, cada filósofo ha proyectado o criticado una perspectiva global del mundo
desde el punto de vista de algún valor o interés particular. Es éste y solamente éste
aspecto de su pensamiento el que proporciona al filósofo lo que de distintivo y legítimo hay
en su objeto de estudio.” (Hook 2000, p.39)
Respecto del papel de la filosofía en el mundo de hoy, Dewey propone que los
filósofos hagan conscientemente lo que hasta ahora han venido haciendo casi
siempre de forma inconsciente, y por tanto, inadecuada, es decir:
Otro punto de contacto entre Dewey y el empirismo lógico es la idea de que los
problemas tradicionales de la filosofía son seudo-problemas, que ni siquiera
pueden resolverse en los términos en que fueron planteados, pero, a diferencia de
los empiristas lógicos, Dewey si encuentra una lógica, un sentido, a la práctica de
plantear problemas metafísicos o epistemológicos, el de tomar postura ante
aspectos de la vida social.
Rorty (en Hook 2000), considera que esa concepción de la filosofía como crítica
social acerca a Dewey a Hegel y a Marx; ambos dice Dewey, han tenido una idea
adecuada de lo que los filósofos deberían hacer. Así Dewey, en La reconstrucción
de la filosofía, afirma que:
“la tarea de la filosofía futura debe ser clarificar las ideas de los hombres entendiéndolas
como las luchas sociales y morales de su propio presente”.Lo que Dewey busca es una
ruptura con la mirada antigua y medieval sobre el mundo, una ruptura con las
abstracciones, con las distinciones entre apariencia y realidad, entre esencia y mundo real,
en fin, superar los dualismos; (citado por Rorty en Hook 2000, p.13).
Hacer esto, sigue diciendo Rorty, significa tomarse en serio a Darwin; negarse a
atribuir ninguna capacidad a los seres humanos que no pueda ser entendida como
producto de la evolución, al mismo tiempo significa evitar la idea reduccionista de
que la biología puede en algún sentido anular la cultura. Para Dewey la evolución
cultural es la evolución biológica, continuada por otros medios; al modo en que
Marx habla también del hombre, como naturaleza que se supera a sí misma;
finalmente Dewey y Marx son discípulos de Hegel en este aspecto.
Frente a la vieja filosofía, dice Marcuse (1969), basada en verdades absolutas y
en abstracciones, que suponen una fe sometida y crédula, Dewey piensa que no
se sabe bien lo que una persona cree hasta que no se la ve obrar; la nueva
filosofía, la nueva fe, que no fue revelada en ningún tiempo, ni se halla codificada
en ningún libro y, sobre todo, que no está muerta, es la fe en las imprevisibles
revelaciones de la experiencia, siempre nuevas y nunca terminadas.
“Dewey reconocía que la nueva fe, tanto como la vieja habían de anclarse en
algo; si la vieja fe se anclaba en sus verdades secretas y eternas, la nueva fe ha
de hacerlo en la experiencia, pero no en cualquier experiencia. No en una teoría
de la verdad si no en el pensar (Marcuse 1969, p.224). Dewey comparó el pensar
a un órgano del cuerpo, como lo pueden ser las extremidades o los dientes.
Dewey dice “ las Teorías no son respuestas tranquilizantes a los misterios, sino
creaciones que hay que utilizar como instrumentos. Un instrumento no es un
artículo de consumo ni existe una expresión que puede rebajar más al rango del
pensamiento que la que lo define como producción de un tesoro, con valor de
eternidad.” (Citado por Marcuse 1969, p.224)
Dice Marcuse (1969, p.225), que Dewey atribuye a los filósofos dos tareas: a)
Ser un oficial de enlace entre dos distintas áreas de la cultura: la ciencia y la
propia filosofía, y b) cambiar al mundo mediante la educación con vistas a crear
al individuo libre; y que su tarea no puede ser la creación de una concepción del
mundo; lo definitivo en el concepto de realidad para el pragmatismo es el hecho
de que una teoría general de la realidad no es ni posible necesaria dice en La
reconstrucción de la Filosofía. El verdadero quehacer de filósofos no tiene nada
que ver con eso. Dewey no cree necesaria la metafísica porque la sola
experiencia basta para la acción. “La misión de la filosofía futura consiste en
aclarar las ideas de los hombres relativas a los fines morales y sociales y a los
conflictos de su época” -dice Dewey- (citado por Marcuse 1969, p.229)
También habla del fracaso de la estrategia de los filósofos “modernos”, que ante el
desarrollo de la ciencia, reclamaron como espacio suyo, la moral e intentaron
hablar de ella como de algo estrictamente espiritual o psicológico, desconectado
de la vida práctica, hecho de valores y normas abstractas, fijas e inmutables, pero
que la ciencia, en su avance ha ido proveyendo también orientaciones en el
campo de la moral y la filosofía no ha podido evitar que eso ocurra.
Epílogo:
La reconstrucción de la filosofía:
El libro la reconstrucción de la filosofía es una obra que resulta de las conferencias
dictadas por Dewey en 1919 en Tokio, en la universidad Imperial de Japón, el
texto fue publicado en 1920 y tuvo una segunda edición en 1948,
El libro inicia con una reflexión sobre la ruptura que marca la aparición de la
experimentación científica, en la historia de la filosofía; considera que la filosofía
venía siendo especulativa, sin que implique un sentido peyorativo del término en
los casos en que esa especulación reflejaba de algún modo la vida cultural de la
época. Dewey considera que esa práctica de la filosofía cambió a finales del siglo
XVI con Francis Bacon y la aparición de la investigación científica; con Bacon
cambiaron su sentido los conceptos de experiencia y razón. Antes de Bacon, la
filosofía consistió en pura especulación, en la búsqueda de un armazon de
imaginaciones en la forma de cosmologías y antropologías, esa filosofía tuvo
productos importantes como en los casos de Platón y Aristóteles que consiguieron
elaborar “un armazón imaginativo duradero y consistente lógicamente”, aunque
enteramente metafísico, que respondía, sin embargo, a la crisis moral de la Polis,
ofreciendo una alternativa en las figuras trascendentes del Mundo de la Ideas, y el
Cosmos, sustitutivas de los valores en crisis. Platón se había percatado, nos dice
Dewey, que la filosofía tenía que extraer el núcleo esencial de la moral de entre
las creencias tradicionales del pasado que veía en peligro.
Para Dewey, Francis Bacon fue el primero, en sentar las bases de una concepción
pragmática del saber. Bacon, combatió el saber pendenciero de los escolásticos
basado en terminologías complicadas y lógicas sutilizadoras encubiertas por una
falsa devoción a las formas simplemente externas de la demostración científica
completa y minuciosa. Dewey vió en Bacon a un revolucionario que proponía
apoyar el conocimiento en una lógica del descubrimiento y no en las destrezas de
la argumentación.
Dewey, entonces, quiere dejar claro que la filosofía es una práctica social, que es
la actividad de sujetos histórica y socialmente determinados, que los problemas y
las tareas de la filosofía nacen de las prácticas y conflictos sociales que enfrentan
los individuos a partir de su vida de comunidad y que por ello es un producto
histórico, cambiante
Luis Rodríguez Aranda (escritor del prólogo del libro), quien califica a la filosofía de
Dewey como empirismo naturalista o naturalismo empírico, en el prólogo del libro
dice que en él, Dewey se propone reconstruir enteramente la filosofía después de
haberla desembarazado de los prejuicios metafísicos y epistemológicos que
falsean su carácter. El libro propone no un giro en la solución de los problemas,
sino una negación de los problemas epistemológicos y metafísicos en los que la
filosofía venía trabajando.
La introducción del libro a la segunda edición, titulada “La reconstrucción tal como
la veo 25 años más tarde” en alusión al tiempo transcurrido entre esa segunda
edición y las conferencias que le dieron origen, Dewey señala que para ese
momento: había llegado ya a un punto de crisis el postulado básico del libro, es
decir, que ya no era posible seguir ignorando que “la tarea característica, los
problemas y la materia de la filosofía surgen de las presiones y reacciones que se
originan en la vida de la comunidad misma… y que por tal razón los problemas
específicos de la filosofía varían en consonancia con los cambios que se producen
constantemente en la vida humana…” (Dewey 1969, p.25-26)
Sería, desde luego, absurdo el afirmar –dice Dewey entre las páginas 33-34- que
esos sistemas tuvieron siempre perfecta conciencia de que, en efecto,
desempeñaban ese papel. ellos creyeron y así se lo hicieron ver al público, que
trataban de algo que ha recibido nombres variados tales como el ser, la naturaleza
o el universo, el cosmos en general, la realidad, la verdad, cualesquiera que
fuesen los nombres empleados, todos ellos tenían una cosa en común:
empleábanse para designar algo que se consideraba como fijo , inmutable y por
consiguiente , es decir, eterno.
Así estaban las cosas en las ciencias naturales y también en la cuestión de las
normas y principios morales cuando advino, no hace mucho tiempo, el
descubrimiento de que el desarrollo mismo de las ciencias naturales obligaba a
estas a abandonar el supuesto de la estabilidad para aceptar el de que lo que
efectivamente es universal para ellas es el "proceso".
“Ahora bien esta realidad más reciente en la ciencia, no ha entrado hasta ahora en
la filosofía, ni en el sentir popular, para los que sigue siendo una cuestión técnica y
no lo que realmente es, a saber: el descubrimiento más revolucionario hecho
hasta hoy ocurre también en lo que respecta a la moral, Ha habido una sima
profunda e insalvable entre la materia natural de la ciencia y la materia extra-
natural y hasta sobre-natural de la moral. seguramente son muchos los
pensadores a los que esta separación produce desaliento por las inevitables
consecuencias que acarrea y ellos recogerán con satisfacción un punto de vista
que hace que la moral teórica y práctica pueden beneficiarse de los métodos y de
las conclusiones de la ciencia natural. la ciencia y la moral tradicional han vivido
en completa disensión mutua en cuanto a las cosas que según la una y la otra son
inmutables. para el cambio lo único que se requiere es la aceptación del criterio de
que la materia de lo moral se halla también condicionada por el espacio y el
tiempo.” (Dewey 1969, p.35)
Referencias: