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John Dewey, la filosofía americana y el


pragmatismo

Chapter · February 2016

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Miguel de la torre Gamboa


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John Dewey, la filosofía americana y el pragmatismo.
(Apuntes sobre la figura de John Dewey y su idea del papel de la filosofía en
la vida social)
Miguel de la Torre Gamboa
Miguel.delatorregm@uanl.edu.mx

La filosofía Americana

Entre los siglos XVIII y XIX hubo un pensamiento americano que básicamente
interpretaba el lugar del hombre en el mundo y la vida social según las ideas del
calvinismo. Los principales intelectuales de esta filosofía se encontraban en el
noreste de los Estados Unidos, teniendo como centro importante nueva
Inglaterra; Nueva Inglaterra ha sido la cuna de muchas de las características de
la vida norteamericana, incluyendo el término yankee1.

Ese pensamiento americano temprano, era principalmente teológico, expuesto en


sermones, pronunciamientos y documentos políticos en los que se explicaban el
deber ser del hombre, de la vida social, de la naturaleza, con base en un
pensamiento traído de las filosofías y cosmologías medievales inglesas y
holandesas que fueron influyentes en el pensamiento calvinista. El pensamiento
griego de la antigüedad, era un tanto desdeñado y sobre todo, lo que tuviera que
ver con el desarrollo de la ciencia.

En cambio, la Norteamérica del siglo XVIII ya no era la misma de los pioneros,


aquel núcleo colonizador compuesto de aventureros, pobres, fugitivos, vagos,
etc. si no que para ese tiempo, ya habían arribado al continente un grupo amplio
de poderosos económicamente que venían a hacer negocios y traían consigo, la
“alta cultura” europea y la intención de conservarla.

Los siglos XVII y XVIII registran, entonces, una serie de pensadores americanos,
cuyos temas fueron casi siempre religiosos y teológicos por ejemplo: la
Demonología de Cotton Mather, la metafísica de inspiración calvinista de
                                                                                                                       
1
 El término proviene del modo en que los lugareños de nueva Inglaterra llamaban
a los inmigrantes holandeses; muchos de estos llevaban el nombre Jan, y yankee
era un modo de decir Juanito.  
Johnathan Edwards, y muchos otros que destacaron en los púlpitos, en las
asambleas, en la plaza pública, en las cortes, etc. Vino luego la influencia de la
Ilustración francesa y con ella, pensadores como Jefferson, Franklin y Paine, que
se apropiaron algunas de las interpretaciones ilustradas sobre la vida social y la
democracia, y las adaptaron a la vida pública norteamericana; recuperaban de
ella la idea de la fusión con la naturaleza, la idea del predominio necesario de la
razón, la idea de la necesaria caída de las monarquías, pero no ligándolas a
cuestiones trascendentes, tales como una humanidad feliz o una sociedad
gobernada por la razón, si no a cuestiones prácticas, a la solución concreta de su
situación frente a la corona inglesa, a la solución de los problemas del desarrollo
económico, de la afirmación de sus derechos de libertad, etc. No podía tratarse
de una recuperación completa de las ideas de igualdad, porque la visión
americana aceptaba las diferencias de clase y aún más practicaba la esclavitud.

En los años treintas del siglo XIX se desarrollo la filosofía romántica de los
trascendentalistas, ésta comenzó como un movimiento de reforma de la Iglesia
Unitaria, hacia la idea de un Dios interior en las personas. En esta propuesta se
contenía un dicurso crítico de la conformidad americana con la situación social de
ascenso de la cultura del industrialismo, el dinero y el consumo, y se promovía la
vuelta a una américa original, en continuidad con la naturaleza; Ralph Waldo
Emerson fue la figura más destacada de este movimiento, en el que también
figura Walt Withman (al que Dewey valorará mucho) y el utopista Henry David
Thoreau. Los trascendentalistas promovían un pensamiento religioso libre, un
cristianismo anti-dogmático y sobre todo anti-calvinista. Los trascendentalistas se
apoyaban en Kant, en el que veían al gran vencedor sobre la idea del mundo-
máquina del empirismo, pero ponían en sus interpretaciones una carga de
sentimentalismo que evidentemente no era Kantiana y asimismo, con la palabra
trascendental significaban más bien lo divino y no lo racional; también los
trascendentalistas recogieron el pensamiento de Hegel, al que combinaron con
ideas sacadas de la ilustración, de ese coctel surgieron trabajos como los de Walt
Withman.
En ese mismo ambiente y época surge el hegelianismo americano, cuyo
intelectual más destacado es Joshia Royce. Con Hegel, igual que con los
ilustrados, lo que los americanos hicieron fue una adaptación que se expresó, por
ejemplo, en la interpretación de Hegel como un crítico del empirismo y de la
separación mente cuerpo; la idea más valorada de Hegel era la de la continuidad
naturaleza y pensamiento; por algunos años, Hegel fue el más leído de los
autores europeos, pero pronto, para la segunda mitad del XIX, su influjo empezó
a decaer en el marco de una lucha por tomar distancia de cualquier clase de
idealismo, todavía en las primeras versiones del pragmatismo, hay una gran
influencia de Hegel, aunque codo a codo con el empirismo.

Ni los primeros pensadores, ni estos segundos ilustrados, románticos y


hegelianos eran, dice Ludwig Marcuse (1969), pensadores de convento, ni
pensadores de escritorio, sino pensadores al aire libre, lo que significa que eran,
antes que intelectuales o filósofos, hombres de acción, políticos, empresarios,
periodistas, que buscaban influir prácticamente en el destino de la nación,
orientándola y llevándola en una dirección nueva, aunque una institución
fundamental en todo este trabajo fue la universidad de Harvard; los europeos
tuvieron siempre una mala opinión de esta filosofía de predicadores, políticos y
escritores de revista, y la calificaban como una “filosofía bárbara” por cuanto que
no se ajustaba a los cánones y formas de la práctica de la filosofía que privaba
en Europa. Carl Gustav Jung dijo (citado por Marcuse): “ los americanos son
europeos con estilo de negros y alma de indios; es decir no son europeos, sino
seres exóticos e indefinibles”. Joshia Royce, expresó una vez, en el lenguaje de
su maestro Hegel (también citado por Marcuse), lo que la palabra americanismo
significa es: el espíritu enajenado de sí mismo.

El pragmatismo originario

Ese este contexto, en el que aparece el pragmatismo; los pragmáticos, dice


Marcuse, son todos pos-calvinistas, pos-románticos y pos-hegelianos. El
pragmatismo no se salvó tampoco del menosprecio y la crítica europea que lo
recibió con el calificativo de “filosofía de tenderos”; llegaron a decir que el
pragmatismo entendió el aforismo de Hegel de que todo lo real es racional, en el
sentido de que todo lo que es rentable es racional.

Hubo tres intelectuales pragmáticos en cierto modo fundadores; Peirce, más


orientado a la semiótica; William james que, con una perspectiva psicológizante
popularizó el pragmatismo en el mundo; y John Dewey que se centró en la teoría
del conocimiento, la política y la educación y que hizo del pragmatismo algo así
como una concepción americana de la vida. El elemento común a los tres
pragmatismos era una cuestión proveniente del empirismo inglés: no admitir
verdad alguna y por consiguiente tampoco verdades filosóficas, que no puedan
ser comprobadas empíricamente, con lo que toda verdad es pura provisionalidad.

El empirismo es el marco general en el que se inscribe el pensamiento


pragmático. Del empirismo inglés del siglo XVII, hereda la idea de que el
conocimiento no es sólo una actividad intelectual de los individuos, sino un modo
de relación con el mundo real, con la diferencia de que el empirismo entiende al
conocimiento como reflejo de lo existente en la conciencia y el pragmatismo lo
ubica como un medio para actuar en el mundo. De él toma, también, su
interpretación de la verdad como dependiente del objeto, aunque en el caso de los
pragmáticos, no lo es de los objetos, sino de la acción. Para el pragmatismo, si un
saber es útil para la práctica, es esta utilidad en lo que consiste su verdad. El
objetivo no es llegar a la verdad, sino orientar a la práctica.

Con menor relevancia, pero el pragmatismo se apoya también en Kant, en el


pensamiento de la Ilustración, con la que Dewey comparte, particularmente, la
esperanza en la educación como medio del cambio social; y en Hegel, del que,
como ya dijimos, retoma la iidea de la continuidad entre naturaleza y espíritu.

El Pragmatismo de Peirce, antecedente del deweyano

Sara Barrena, traductora y presentadora del libro de Peirce (2008), nos presenta a
Peirce como hijo de una de las familias más destacadas del entorno intelectual,
social y político de Boston; su padre era un muy destacado matemático y
astrónomo, profesor de Harvard. Boston era uno de los lugares clave de
asentamiento de esos grandes capitalistas europeos, ingleses, alemanes y de
otras partes que, ya para ese momento, habían encontrado en América, una
enorme oportunidad de negocios: terratenientes esclavistas, comerciantes,
banqueros, etc. toda una élite que buscaba crear para ellos y sus hijos las mismas
oportunidades de formación y de consumo cultural de las que disfrutaban en
Europa. A lo largo de toda su vida, Peirce demostró interés por las cuestiones
filosóficas a las que se introdujo principalmente a través de la filosofía kantiana.
Peirce fue un hombre de carácter difícil, lo que hizo que enfrentara siempre
dificultades en los ambientes académicos y que a lo largo de su vida fuera muchas
veces solicitado para pronunciar conferencias, pero no como profesor regular,
entre 1879 y 1884, explicó lógica, en la John Hopkins university, de donde fue
profesor de Dewey, antes de ser despedido por los conflictos de siempre.

El pragmatismo, dice Barrena (2008, p.13), nació como un método lógico para
esclarecer conceptos; El origen del pragmatismo puede situarse en las reuniones
del Cambridge metaphisical club . que Peirce había creado junto con otros
intelectuales, entre ellos James, entre 1871 y 1872 para discutir la perspectiva de
referir el conocimiento a la experiencia y no al sujeto mismo. Los primeros textos
escritos relativos al pragmatismo se publicaron en 1878, fecha en que aparecieron
con el título ilustraciones de la lógica de la ciencia una serie de artículos del grupo,
como un alegato en contra de la duda metódica en la filosofía cartesiana. El texto
de Peirce en esa compilación llevaba el título de: algunas consecuencias de cuatro
incapacidades, y allí afirmaba que no podemos dudar en filosofía de aquello que
no dudamos en nuestros corazones. Años después en “Que es el pragmatismo”
retomando esa misma idea, dirá:

“no hay más que un estado de la mente desde el que puedas “partir”, a saber, el preciso
estado de la mente en el que te encuentras realmente en el momento en el que “partes”; un
estado en el que estás cargado con una inmensa masa de conocimiento ya formado, de la
que no podrías despojarte aunque quisieras…; ¿llamas dudar a escribir en un pedazo de
papel que dudas?”. (Barrena en Peirce 2008, p. 16)

Para Peirce la indagación es un proceso que lleva a cambiar un estado de duda


real por otro de creencia, y el método adecuado para hacerlo es precisamente,
afirma Peirce, el método de la ciencia. El método de la ciencia permite avanzar
desde hechos conocidos y observados hacia lo desconocido. Peirce fórmula de
una manera precisa su pragmatismo en el artículo “como esclarecer nuestras
ideas” donde enuncia:

“ considerese qué efectos, que pudieran tener concebiblemente repercusiones prácticas,


concebimos que tiene el objeto de nuestra concepción. Entonces nuestra concepción de
esos efectos es la totalidad de nuestra concepción del objeto”. (Barrena en Peirce 2008, p.
17)

El pragmatismo, en los desarrollos de James, Schiller y otros, fue sufriendo una


serie de transformaciones, con las que Peirce no siempre estuvo conforme, eso lo
llevo a no usar la palabra y calificar su propia concepción como pragmaticismo,
palabra de la que decía, era “suficientemente fea como para estar a salvo de
secuestradores”.

Peirce desarrolla su interpretación del conocimiento, la verdad y la lógica en el


marco de sus planteamientos semióticos: todo concepto y todo pensamiento más
allá de la percepción inmediata es un signo señalaba –citado por Barrena- y
¿cómo se define un signo? Antes que nada el signo es un medio de comunicación,
como un tercero que relaciona dos cosas: el objeto y el intérprete. Lo esencial en
el signo, no es el intérpretante, sino más bien aquello por lo que el signo está, esto
es, el objeto: mientras que el interpretante sucede al signo, el objeto lo antecede;
el interpretante se localiza, por esto, en el futuro. El interpretante puede registrar
cuatro categorías mentales: concepciones, deseos, expectativas y hábitos; los tres
primeros pueden estar desconectados del objeto y no necesitar de él, pero la
subsistencia del intérpretante no depende de ellos; el cuarto, el Hábito, en cambio,
es esencial al interpretante lógico y de él depende su existencia y la del
conocimiento, ya que no existe el conocimiento si no es como sentido para la
acción.

En consecuencia, la explicación más perfecta de un concepto que las palabras


pueden transmitir consistirá –dice Peirce, citado por Barrena (2008, p.21) en una
descripción del hábito que se calcula que ese concepto producirá… El hábito, no
es sólo un hecho mental (entendiendo mental como algo relativo a la consciencia)
sino que es algo que influye realmente en la acción externa“. Los hábitos son los
que permiten llegar a la verdadera comprensión de las cosas y se constituyen en
leyes para la acción humana. nuestras creencias corresponden a los hábito que se
han formado en nuestro interior y son lo que determina nuestra conducta en un
sentido o en otro. Las creencias corresponden a hábitos y esos hábitos se
convierten en agentes que determina nuestras acciones. Lo que quiero destacar
aquí, es que el concepto de hábito y su importancia en la concepción pragmática
del conocimiento, ya estaba desarrollado en Peirce y sólo tomarán en Dewey otro
caríz: El hábito como plan de acción.

Otro aspecto de la concepción pragmática de Peirce que influirá en Dewey, y que


destaca Barrena (2008, p.24) es la idea de que el pensamiento tiene que ver con
el futuro y no con el pasado, con la vida futura y no con imaginarios y misteriosos
orígenes extra-naturales: dice: “el significado reside en el futuro -afirma Peirce, por
supuesto citado por Barrena-, una concepción, esto es, el significado racional de
una palabra u otra expresión, reside exclusivamente en su efecto concebible sobre
la conducta de la vida y la única conducta sobre la que podemos influir es la futura
a través de nuestros hábitos.”

El pragmatismo Deweyano:

A diferencia de Peirce, Dewey nació en el seno de una familia modesta y no tenía


la perspectiva de entrar en la universidad desde el principio, concluida su
educación y al no interesarse en la carrera sacerdotal, se hizo Profesor en una
escuela secundaria en Pensilvania, fue luego profesor rural en natal Vermont, y
sólo hacia finales de 1882, se trasladó a Baltimore para ingresar en la universidad
John Hopkins para hacer el posgrado, motivado por el editor de una revista en la
Dewey publicaba.

Tres son las influencias principales en dewey: Darwin, Hegel y Peirce. Lo que más
identifica a Dewey es la idea de una continuidad entre naturaleza y seres
humanos, la idea de una evolución constante de la humanidad, en función de las
situaciones de equilibrio y desequilibrio que enfrenta en el medio en el que vive y a
las que tiene que responder constantemente para encontrar siempre que las
soluciones que asuma nos son definitivas; de donde se desprende una
comprensión de la existencia humana como “proceso”; pues bien, esta convicción
la obtuvo del pensamiento de Darwin. Basada en Darwin, la antropología
Deweyana enfrenta al racionalismo (el sujeto racional que actúa sobre el mundo),
al idealismo (el sujeto trascendente, que se realiza imperfectamente en un mundo
imperfecto) y al empirismo (el sujeto sometido a las exigencias de un medio que
se le impone). De aquí viene su concepto de experiencia, en el sentido de
interacciones del hombre y el medio, como planes de acción que resultan de
anticipar y organizar el medio de conformidad con lo que se quiere de él, o de los
cambios en el medio que el sujeto humano padece.

La segunda influencia decisiva y más o menos permanente en Dewey es Hegel,


de él recupera la idea de una misma realidad entre mundo y seres humanos,
recupera la idea totalidad de lo real, para afirmar que el pensamiento es una forma
de la naturaleza (Marx explico esto en términos de naturaleza que se trasciende a
sí misma, Dewey comparte la idea, pero coloca al pensamiento todavía más cerca
de la realidad que Marx) apoyado en Hegel, dewey combate al pensamiento
dicotómico que separa naturaleza y espíritu, tanto de los idealistas, Ilustrados y
racionalistas americanos, como de la metafísica europea y americana que era su
principal objetivo. También recupera de Hegel, la idea de historicidad de la
existencia humana y de la conciencia y de su correspondencia a una realidad
social y cultural determinada.

De Peirce, es de quien más tardíamente retoma Dewey elementos para configurar


su filosofía. Durante su formación en la John Hopkins University, llevo cursos de
Lógica con Peirce, pero no tuvo de él una buena opinión y hasta llegó a señalarlo
como oscuro y excesivamente centrado en el tema de la lógica. De Peirce retoma
la opinión de que no hay nada en nuestras cabezas que no tenga un sentido
práctico, es decir que no esté relacionado con un problema que haya que resolver
en la vida práctica; retoma también la idea de que la verdad no es un asunto del
pensamiento mismo, de su estructura o de su construcción, sino de su relación
con las cosas y las acciones. De Peirce, igualmente retoma el concepto de hábito
como experiencia acumulada y como planes de acción probados y eficientes.

La herencia Yanky:

El particular pragmatismo deweyano, recibió una influencia muy grande de las


prácticas e instituciones sociales de la Nueva Inglaterra de su infancia y juventud;
Vermont era, dice el propio Dewey: un lugar donde “no se juzgaba a la gente por
lo que tenía, sino por lo que era capaz de hacer. Las cosas que cada uno hacía,
las hacía siempre de un modo diferente al que sus vecinos practicaban, sin que
esas diferencias pusieran en peligro la homogeneidad cultural y sin llegar a
excentricidades” (Hook 2000, p.19). Ese ambiente social desapareció con el
tiempo, pero Dewey conservó su huella no como meros recuerdos sino como
hábitos, como preferencias profundamente arraigadas y cómo una irrenunciable
predisposición por la democracia; Una influencia muy distinta, pero igualmente
importante, la recibió del

“...ambiente industrializado y activo que encontró en Michigan y Minnesota; el que le


mostraba problemas nuevos y urgentes con amplias posibilidades de cambio. En ese
nuevo ambiente, las recompensas a una adaptación inteligente era más cuantiosas y los
costes de la ignorancia y los errores, fatídicos; ahí, el mañana tomaba forma como
consecuencia de lo que hoy se hiciera o se dejara de hacer. En ningún otro lugar la vida
resultaba tan innegablemente problemática, ante lo que el pensamiento y la acción guíada
por la información marcaban una diferencia tan observable por lo que a su impacto sobre
los problemas se refiere”. (Hook 2000, p.21)

En Vermont, Dewey había aprendido que: “Las ideas lógicas y éticas básicas, una
vez captadas, revelan su significado de un modo completamente inmediato” (Hook
2000), en virtud de una percepción intuitiva natural al ser humano, dando lugar a
verdades incontestable sobre la existencia, tales como que el mundo externo
existe independientemente de la percepción o que el “yo” es algo distinto del
cuerpo orgánico. una vez en Baltimore, en la John Hopkins, Dewey sufrió la crisis
emocional provocada por el conflicto entre verdad científica y dogma religioso, la
que se resolvió con el abandono de la visión intiucionista del conocimiento. Bajo la
influencia de George Sylvester Morris, un profesor hegeliano que lo influiría
grandemente, Dewey llevó a cabo un intenso estudio de la obra de Hegel; esto le
llevó al abandono definitivo del intuicionismo, aunque nunca llegó a ser un
Hegeliano ortodoxo, pero sí, dice el propio Dewey (citado por Hook 2000), dejó
una marca permanente en su pensamiento.

“para Dewey el atractivo de Hegel descansaba en la oposición de este ultimo a


todo tipo de dualismos, en su aproximación histórica a toda vida cultural,
cualquiera que ésta sea, en su maestría a propósito de lo concreto material, y en
su percepción, extraordinariamente aguda, de las continuidades entre la materia y
la vida, la vida y lo mental, el cuerpo y el alma y lo mental y la sociedad”. Dewey
valoraba el método de Hegel como una aproximación que lo ponía a uno en
guardia contra la introducción de divisiones superficiales y rígidas o separaciones
demasiado drásticas en la densa corriente de la experiencia. Dewey se fue
alejando gradualmente del hegelianismo al relacionar la razón con la acción y
entender que la razón es un resultado y no un presupuesto de la acción.

El liberalismo radical:

Marcuse (2000, p.211) nos cuenta que para cuando Dewey cumplió 70 años, la
lista de sus libros, folletos, ensayos y artículos ocupaba ya 155 páginas, en esos
textos, sin dejar de plantear ideas y argumentos filosóficos, el tema central no
son los problemas de la filosofía académica profesional, sino problemas como los
de la escuela americana, la comunidad americana rural, el desarrollo de las
naciones, la crítica de la injusticia, la defensa de militantes reprimidos o
perseguidos, el contestarse a sí mismo porque no era comunista, etc. Por
supuesto, Dewey no tenía nada que ver con una práctica de escritorio de la
filosofía, era absolutamente ajeno, dice Marcuse, a la imperturbabilidad monacal.

Dewey se auto-definió claramente en la frase “yo soy más yanqui y menos filósofo
de lo que parece” (citado por Marcuse, p.215). Él mismo calificó su liberalismo de
radical, y lo presentó como una crítica del liberalismo americano y europeo que se
habían convertido en un puro discurso y que no se interesaban realmente por la
libertad del individuo. En general Marcuse coincide con Rorty en considerar a
Dewey más un americano modélico que un filósofo.

Dewey, dice Rorty en la introducción al libro de Hook(2000, p.15), nunca se habría


molestado en formular sus doctrinas filosóficas si no hubiera pensado que su
efecto podía ser el de romper con las viejas formas de pensar de sus
conciudadanos y alentarlos a emprender experimentos sociales cada vez más
radicales, como una herramienta para ampliar la libertad humana.

En su visita a Rusia en 1928, Dewey escribió un informe que era más contra los
Estados Unidos, que en favor de Rusia. En esa visita, se convenció de que lo
decisivo en Rusia no estaba en la transformación económica sino en la voluntad
de poner la economía al servicio de una verdadera cultura del pueblo, en una
forma que el mundo jamás había conocido. Estaba impresionado fuertemente por
algo que no se había esperado; le impresionó la participación ciudadana, el
interés de la gente por la cultura, la educación y las acciones de solidaridad; todo
ello le presentaba un panorama que él hubiera querido para América. A partir de
su experiencia en las casas de la cultura, afirmó: “esto es una democracia que va
más allá de todo lo que las más ambiciosas democracias del pasado habían
querido conseguir” (Informe citado por Hook 2000).

No obstante, no dejaba de ver los ardides de la propaganda rusa y el sesgo que


las cosas iban tomando bajo el gobierno estalinista, en 1949, en Reconstrucción
de la filosofía expresó, a propósito del socialismo estatista y la colectivización
forzosa: “ los errores no son solamente desgracias inevitables que hay que
lamentar, como pecados morales que hay que purgar y perdonar, son también
una lección, al demostrarnos que se ha empleado mal la inteligencia, y son a la
vez instrucciones para hacer las cosas mejor” (Citado por Hook 2000). Su
desilusión no lo convirtió, sin embargo, en un anticomunista

El pragmatismo de Dewey respecto de las ideas de libertad individual, de


democracia y de sociedad justa y equitativa, se expresa en una comprensión de
los problemas de la vida práctica en términos de experiencia individual y colectiva
organizada en torno fines-en-perspectiva que resultan tanto de las limitaciones de
lo existente como de la posibilidad de proyectar cambios que permitan superarlas.
Cada individuo contribuye a la experiencia y la inteligencia colectivas para hacer
posible ese proyecto de cambio desde su lugar en la sociedad y en la historia, esto
es desde la necesidad, la inteligencia y la libertad, desde el condicionamiento
social, la comprensión racional y el interés individual.

Por estas razones, Dewey se opone a los totalitarismos, ya que estos imponen un
ideal de vida social que no nace de la práctica del debate, de la confrontación de
ideas y de los intereses de los individuos, sino de la teoría, de la filosofía o de otra
parte. Igualmente critica la idea de lucha de clases y de “dictadura de la clase que
asciende al poder”, porque esto significa falta de democracia y ejercicio de la
violencia contra algún sector de la sociedad, Dice al respecto:

“Es necesario que tanto los modos más elevados y complejos de conocimiento, como las
formas de comunicación más ricas, sutiles, vivas y perceptivas tomen posesión de la
maquinaria física de transmisión y circulación y les insuflen vida. La era técnica sólo será
un medio de vida y no su despótico amo cuando perfeccione su propio instrumental. La
democracia campeará por sus fueros, pues democracia es como llamamos a una vida de
comunicación libre y enriquecedora. Su profeta fue Whitman. Y se culminará cuando la
investigación social libre quede indisolublemente unida al arte de una plena y afectiva
comunicación”. El público y sus problemas p.147 (citado por Del Castillo 2012)

No cabe duda que Dewey fue un intelectual de su tiempo, un crítico acendrado de


los problemas e inequidades de la nueva sociedad norteamericana obsesionada
con el dinero y el consumo, un intelectual que planteó la necesidad que la
democracia y la libertad individual no fueran sólo discurso, sino práctica
enriquecedora de la vida social, un intelectual convencido de que es un error
interpretar la existencia y la acción humanas como entidades trascendentes,
absolutas, abstractas. Frente a esas situaciones reivindicaba la necesidad de lo
que llamó un liberalismo coherente, un liberalismo renovado, que atendiera a la
exigencia real de que la vida social no está hecha, sino en permanente
construcción, lo mismo que el conocimiento.

En Libertad y Cultura dice Dewey:


“la grave amenaza a nuestra democracia no está en la existencia de
estados totalitarios extranjeros, sino en la existencia, dentro de nuestras
propias actitudes personales y dentro de nuestras propias instituciones, de
condiciones semejantes a las que en otros países extranjeros han dado la
victoria a la autoridad externa, a la disciplina, a la uniformidad y a la
sujeción al líder. En consecuencia el campo de batalla está también dentro
de nosotros mismos y de nuestras instituciones”. (Dewey 1947, p. 48-49)

La reconstrucción de la filosofía:

Al hablar de la historia de la filosofía, dice Hook (2000, p.35), Dewey quería evitar
la imagen de la práctica de la filosofía como interminable discusión sobre su objeto
y su función y que por ello se esforzo en tratar de resolver una cuestión empírica:
¿en qué ha consistido históricamente la filosofía?, ¿Qué muestra un análisis de la
filosofía como conducta intelectual? Dewey responde –dice Hook- que en lo único
que hay unanimidad es respecto a qué escritos del pasado son filosóficos y, en
consecuencia, que pensadores son filósofos. Según Dewey la filosofía se han
interesado en primer lugar por la defensa o la crítica, según los casos, de ciertas
formas de vida, creencias y acciones de la cultura de la que formaban parte. Esto
significa que se ha llamado filosofías a aquellas reflexiones que han puesto ante
los ojos de los demás las características de la época en que fueron concebidas
sea apologética o críticamente.

Algunos filósofos comienzan por la crítica de otros, hablan en un lenguaje técnico,


tienden a traducido y reinterpretar los problemas de su cultura en términos y
categorías muy abstractas y parece que se olvidaran de las actitudes y acciones
fundamentales de la vida de las personas y las sociedades, son reflexiones
ubicadas en los ámbitos de la ética, de la lógica, la epistemología o la metafísica,
pero aún cuando los filósofos reflexionan sobre estas cosas, dice Dewey de una u
otra forma están reflexionando sobre los asuntos de su tiempo y tratan de
ofrecerle soluciones y alternativas aunque sean erradas o inútiles, como en el
caso de la metafísica y la epistemología (citado por Hook 2000, p36). Igual en el
caso de los epistemólogos y metafísicos dice Dewey, su trabajo se nos presenta
como una actividad altamente especializada y desconectada de la vida y la
práctica social, pero si rompemos el armazón de cualquier doctrina metafísica, lo
que aparece no es un conocimiento verificable sino un prejuicio. No obstante estos
filósofos se encuentran reflexionando sobre las creencias básicas de su tiempo y
de su propia vida e intentando hallar motivos que las justifiquen; aunque su
discurso no necesariamente se ocupe de ellas; aunque hable de temas
aparentemente desconectados como el de la naturaleza del conocimiento, del bien
o del mal, de Dios o de la salvación.

Dice hook:

“Las vagas y nebulosas abstracciones de los sistemas filosóficos sólo en apariencia están
alejadas de los problemas inmediatos y concretos de la experiencia social… La lucha entre
los sistemas aparece como una manifestación de la lucha entre las culturas, la disputa
entre diferentes grupos dentro de la misma cultura y entre visiones nacidas de diferencias
personales dentro de cada grupo... De este modo, Dewey, entonces ubica como tema
propio de la filosofía, el de la relación entre las cosas y los valores. ¿Qué son las cosas y
como están organizadas entre sí? es el tema genérico de la ciencia. ¿Qué son los valores,
como se obtienen y se justifican y su lugar en la organización de nuestra experiencia
dentro de un esquema coherente? es el interés genérico del filósofo. Directa o
indirectamente, cada filósofo ha proyectado o criticado una perspectiva global del mundo
desde el punto de vista de algún valor o interés particular. Es éste y solamente éste
aspecto de su pensamiento el que proporciona al filósofo lo que de distintivo y legítimo hay
en su objeto de estudio.” (Hook 2000, p.39)

Respecto del papel de la filosofía en el mundo de hoy, Dewey propone que los
filósofos hagan conscientemente lo que hasta ahora han venido haciendo casi
siempre de forma inconsciente, y por tanto, inadecuada, es decir:

a) Que enfrenten directamente los principales problemas y creencias de


nuestra sociedad,
b) Que hagan explícito los valores que admitimos y proyecten alternativas de
elección social
c) Que estudien los métodos de investigación; que formulen una teoría de la
investigación que pueda ayudar a solventar las conclusiones intelectuales y
suministren, si es posible, fundamentos inteligentes para una acción que
vaya al encuentro de los nuevos tiempos y sus problemas.

Allí donde deban tomarse en consideración problemas fundamentales de


valoración, el filósofo tiene un sitio reservado, y no porque tenga las respuestas,
sino porque tiene una teoría crítica de lo que puede constituir una posible
respuesta y porqué.

Al explicar la idea deweyana del método de la crítica filosófica, Hook (2000)


encuentra que es posible comparar la concepción Deweyana con la del empirismo
lógico de su tiempo (Russell, Carnap, Ayer).ya que ambos hablan de tomar como
punto de partida la clarificación y distinción de los significados. Para el empirismo
lógico, exceptuando la lógica y la matemática, todas las afirmaciones humanas
pueden dividirse en dos clases: aquellas que expresan algo sobre las personas
que actúan; y aquellas que expresan que cierto estado de cosas es o no es. Los
enunciados del primer tipo no son ni verdaderos ni falsos, propiamente no afirman
nada. Los segundos pueden ser verdaderos o falsos, son verificables, son las
proposiciones de las ciencias empíricas; pero ¿qué tipo de enunciados son los
filosóficos?: son gramaticalmente correctos pero no representan hechos, ni son
enunciados expresivos; son metafísicos, psicológicos y lógicos. Los enunciados
lógicos de la filosofía son lo único que de ella vale, en tanto que son los únicos
susceptibles de ser sometidos a examen, por ello el análisis lógico debe ser el
tema específico de la filosofía; Dewey también cree que la filosofía puede ser
definida como análisis lógico, aunque no reduce la idea de análisis lógico, a la
sintaxis lógica, es decir, a las reglas formales que determinan lo que constituye
una oración y como ciertas oraciones pueden transformarse en otras, sino que
incluye además un análisis de los métodos de investigación general válidos en
todos los ámbitos; particualmermente, Dewey no excluye del campo de la filosofía
el que constituyen los enunciados que afirman que algún valor, creencia, política,
presupuesto o método resulta “mejor” o “peor” que otros, que para los empiristas
lógicos son meramente expresivos , por tanto no serían objeto de análisis lógico.
Los filósofos, según Dewey, siempre han estado interesados por los problemas
básicos en torno a las creencias que resultan razonables o dignas de confianza –a
veces críticamente, otras veces no-. Su propuesta a los filósofos es que continúen
con esos intereses en cualquier ámbito en el que tengan algún dominio del tema,
pero de un modo “científico” y autoconsciente.

Otro punto de contacto entre Dewey y el empirismo lógico es la idea de que los
problemas tradicionales de la filosofía son seudo-problemas, que ni siquiera
pueden resolverse en los términos en que fueron planteados, pero, a diferencia de
los empiristas lógicos, Dewey si encuentra una lógica, un sentido, a la práctica de
plantear problemas metafísicos o epistemológicos, el de tomar postura ante
aspectos de la vida social.

La filosofía: Una nueva fe

Rorty (en Hook 2000), considera que esa concepción de la filosofía como crítica
social acerca a Dewey a Hegel y a Marx; ambos dice Dewey, han tenido una idea
adecuada de lo que los filósofos deberían hacer. Así Dewey, en La reconstrucción
de la filosofía, afirma que:

“la tarea de la filosofía futura debe ser clarificar las ideas de los hombres entendiéndolas
como las luchas sociales y morales de su propio presente”.Lo que Dewey busca es una
ruptura con la mirada antigua y medieval sobre el mundo, una ruptura con las
abstracciones, con las distinciones entre apariencia y realidad, entre esencia y mundo real,
en fin, superar los dualismos; (citado por Rorty en Hook 2000, p.13).

Hacer esto, sigue diciendo Rorty, significa tomarse en serio a Darwin; negarse a
atribuir ninguna capacidad a los seres humanos que no pueda ser entendida como
producto de la evolución, al mismo tiempo significa evitar la idea reduccionista de
que la biología puede en algún sentido anular la cultura. Para Dewey la evolución
cultural es la evolución biológica, continuada por otros medios; al modo en que
Marx habla también del hombre, como naturaleza que se supera a sí misma;
finalmente Dewey y Marx son discípulos de Hegel en este aspecto.
Frente a la vieja filosofía, dice Marcuse (1969), basada en verdades absolutas y
en abstracciones, que suponen una fe sometida y crédula, Dewey piensa que no
se sabe bien lo que una persona cree hasta que no se la ve obrar; la nueva
filosofía, la nueva fe, que no fue revelada en ningún tiempo, ni se halla codificada
en ningún libro y, sobre todo, que no está muerta, es la fe en las imprevisibles
revelaciones de la experiencia, siempre nuevas y nunca terminadas.

Dewey llama a la nueva fe “ una filosofía de la experiencia”. la vieja fe había sido


grabada en las tablas de Hierro de los fundadores de religiones y de filosofías. La
fe nueva es la proclamación de que la edad de las tablas de Hierro ha terminado.
La fe nueva han coincidido con la edad de la industrialización. La fe vieja, es el
espíritu de una cultura pre-industrial. Al pasar las sociedades se fueron con ellas
sus filosofías y sus filósofos. La nueva sociedad ha producido un nuevo tipo de
pensador: el filósofo de la nueva fe. Estos filósofos no son ya portavoces de lo
eterno, si no de lo temporal.

“Dewey reconocía que la nueva fe, tanto como la vieja habían de anclarse en
algo; si la vieja fe se anclaba en sus verdades secretas y eternas, la nueva fe ha
de hacerlo en la experiencia, pero no en cualquier experiencia. No en una teoría
de la verdad si no en el pensar (Marcuse 1969, p.224). Dewey comparó el pensar
a un órgano del cuerpo, como lo pueden ser las extremidades o los dientes.
Dewey dice “ las Teorías no son respuestas tranquilizantes a los misterios, sino
creaciones que hay que utilizar como instrumentos. Un instrumento no es un
artículo de consumo ni existe una expresión que puede rebajar más al rango del
pensamiento que la que lo define como producción de un tesoro, con valor de
eternidad.” (Citado por Marcuse 1969, p.224)

Dice Marcuse (1969, p.225), que Dewey atribuye a los filósofos dos tareas: a)
Ser un oficial de enlace entre dos distintas áreas de la cultura: la ciencia y la
propia filosofía, y b) cambiar al mundo mediante la educación con vistas a crear
al individuo libre; y que su tarea no puede ser la creación de una concepción del
mundo; lo definitivo en el concepto de realidad para el pragmatismo es el hecho
de que una teoría general de la realidad no es ni posible necesaria dice en La
reconstrucción de la Filosofía. El verdadero quehacer de filósofos no tiene nada
que ver con eso. Dewey no cree necesaria la metafísica porque la sola
experiencia basta para la acción. “La misión de la filosofía futura consiste en
aclarar las ideas de los hombres relativas a los fines morales y sociales y a los
conflictos de su época” -dice Dewey- (citado por Marcuse 1969, p.229)

En resumen, la idea de Dewey es que la filosofía de nuestro tiempo no puede


desentenderse de los desarrollos del conocimiento científico y de los métodos de
conocimiento de la ciencia. Que debe ser un saber que se nutra de ellos y se
piense jugando un papel al lado de ellos. La filosofía no puede seguir
desconectada de los procedimientos de la ciencia y debe apropiárselos para que
su trabajo tenga sentido. El papel de la filosofía va a ser la valoración de las
decisiones humanas y debe juzgarlas a la luz de su eficiencia o su inutilidad. Esta
equiparación de la filosofía con la ciencia y el establecimiento de las funciones de
la filosofía equiparándolas a las tareas de la ciencia ha sido objeto de muchas
críticas, de pensadores que ven ahí una reducción de la idea de la filosofía y de
las tareas de la filosofía.

O sea Dewey habla de la necesidad de abandonar la forma especulativa de la


práctica de la filosofía y quiere ligarla estrechamente con la reflexión científica,
pensando que esto será una ventaja para la filosofía. Pensar científicamente para
él es abandonar las causas trascendentes, sobrenaturales, externas a la realidad
perceptible. Él acepta que la filosofía antigua tuvo una importancia y fue
significativa para las sociedades cuando fue capaz de hablar de lo mismo de lo
que la sociedad hablaba, cuando influyó el pensamiento popular y se dejó influir
por él; pero piensa que hablar del mundo con abstracciones y con causas externas
y trascendentes no tiene una función práctica y por ello ninguna utilidad; que hoy
la filosofía debe asumir el enfoque de la ciencia y partir de los resultados de la
ciencia, para que pueda ofrecer orientaciones a los hombres en su vida.

También habla del fracaso de la estrategia de los filósofos “modernos”, que ante el
desarrollo de la ciencia, reclamaron como espacio suyo, la moral e intentaron
hablar de ella como de algo estrictamente espiritual o psicológico, desconectado
de la vida práctica, hecho de valores y normas abstractas, fijas e inmutables, pero
que la ciencia, en su avance ha ido proveyendo también orientaciones en el
campo de la moral y la filosofía no ha podido evitar que eso ocurra.

En virtud de este atraso, de esta incapacidad de la filosofía tradicional, anticuada,


es que Dewey habla de la necesidad de una reforma, que le de a la filosofía una
nuevo papel, un nuevo lugar en la vida pública, en la práctica humana, que la ligue
a las acciones humanas que hoy tienen sentido y que, obviamente están
relacionadas con el enfoque de la ciencia, es decir con una interpretación del
mundo en la que no caben fuerzas extrañas, extra-naturales, trascendentes, o
divinas, para hablar del funcionamiento del mundo y del ser humano. Dewey
entiende que, aun que las ciencias naturales ya han construido un bagaje amplio
que nos sirve y nos orienta para las cosas prácticas, las ciencias sociales no han
calado hondo en la comprensión del ser humano; la ciencia ha alcanzado, dice a
esclarecer algo los asuntos de lo físico y lo fisiológico, pero no otros asuntos más
importantes, como es el caso de la moral; el papel que la filosofía puede asumir
hoy, cambiando su enfoque, sus maneras de pensar, es precisamente explicar y
orientar en ese campo.

Epílogo:

Si pensamos en la historia de la filosofía como una arena de confrontación entre


interpretaciones, Dewey, como parte de esa historia, es un intelectual de su
tiempo y de su circunstancia, una narrativa más: se pelea con alguién, se deslinda
de alguién, se apropia de alguién, etc., por ello, al paso del tiempo, la crítica de su
obra, lo ubicó, primero como un gigante del pensamiento, luego como un profesor
americano muy ligado al empirismo, luego más como idealista y soñador que
como filósofo; conforme el positivismo y la filosofía analítica fueron imponiéndose
en la década de los cincuentas del siglo XX en Estados Unidos, se le vió más
entroncado con la filosofía especulativa que con el espíritu del empirismo: Parsons
y su funcionalismo venían arrasando.
Ramón del Castillo en “Derivas pragmatistas”, dice que para los nuevos Filósofos
profesionales, Dewey no había sido el “profesional” de la filosofía, o de la ciencia
política, o de la pedagogía, que el nuevo espíritu reclamaba, había sido un
militante, un cronista, un ensayista; muchas veces vago, ambiguo o demasiado
ceñido a la circunstancia; su postura no era consistente, sonaba ahora a izquierda
hegeliana, luego a empirista lógico, luego defendía a Trotsky, para enseguida
escribir porqué no era comunista, luego criticaba radicalmente la cultura moderna
norteamericana y proponía un nuevo liberalismo, etc. Los nuevos expertos
preferían un tono más cientifico y, por supuesto, la neutralidad axiológica. algunos
europeos, exiliados en Estados Unidos, como Horkheimer, lo siguieron
considerando un craso positivista:, Hannah Arendt, por ejemplo cuestionó
duramente ese “Liberalismo radical”, diciendo que al quedar convencido dewey de
que la fuente de todos los males era el “viejo individualismo” del Laissez faire, (La
crítica de dewey habla de que el viejo individualismo es aquel que subordina la
individualidad creativa del espíritu a la escandalosa conservación de un sistema
socio-político que enriquece materialmente a unos pocos y que sistemáticamente
evade la necesidad de que la sociabilidad en todas sus formas sea empatada a la
cooperación en las asociaciones humanas). no se daba cuenta de que su espíritu
científico de planificación social también era parte del infierno. “Los juicios
complacientes de Dewey sobre los malos tiempos pasados y su fe en un progreso
de la humanidad que ha dejado atrás la esclavitud y la servidumbrre ocultan su
incapacidad para entender que una época de fábricas de muerte y campos de
concentración, es también una cultura donde los seres humanos pierden hasta
esa utilidad social de la que los siervos y los esclavos no se vieron privados;
además, dice Del castillo, citando a Arendt: No es posible estar de acuerdo ni en
desacuerdo con Dewey, ya que mientras que afirma estar muy cerca de la realidad
y de la experiencia, se pierde en argumentos tan abstractos que por eso mismo no
pueden dejar de ser sólidos, obvios y verdaderos. Vive refugiado en una torre de
marfil de abstracciones identificadas con el mismísimo sentido común. Su
intención es humanista, pero sus resultados, antihumanistas.

La reconstrucción de la filosofía:
El libro la reconstrucción de la filosofía es una obra que resulta de las conferencias
dictadas por Dewey en 1919 en Tokio, en la universidad Imperial de Japón, el
texto fue publicado en 1920 y tuvo una segunda edición en 1948,

El libro inicia con una reflexión sobre la ruptura que marca la aparición de la
experimentación científica, en la historia de la filosofía; considera que la filosofía
venía siendo especulativa, sin que implique un sentido peyorativo del término en
los casos en que esa especulación reflejaba de algún modo la vida cultural de la
época. Dewey considera que esa práctica de la filosofía cambió a finales del siglo
XVI con Francis Bacon y la aparición de la investigación científica; con Bacon
cambiaron su sentido los conceptos de experiencia y razón. Antes de Bacon, la
filosofía consistió en pura especulación, en la búsqueda de un armazon de
imaginaciones en la forma de cosmologías y antropologías, esa filosofía tuvo
productos importantes como en los casos de Platón y Aristóteles que consiguieron
elaborar “un armazón imaginativo duradero y consistente lógicamente”, aunque
enteramente metafísico, que respondía, sin embargo, a la crisis moral de la Polis,
ofreciendo una alternativa en las figuras trascendentes del Mundo de la Ideas, y el
Cosmos, sustitutivas de los valores en crisis. Platón se había percatado, nos dice
Dewey, que la filosofía tenía que extraer el núcleo esencial de la moral de entre
las creencias tradicionales del pasado que veía en peligro.

Para Dewey, Francis Bacon fue el primero, en sentar las bases de una concepción
pragmática del saber. Bacon, combatió el saber pendenciero de los escolásticos
basado en terminologías complicadas y lógicas sutilizadoras encubiertas por una
falsa devoción a las formas simplemente externas de la demostración científica
completa y minuciosa. Dewey vió en Bacon a un revolucionario que proponía
apoyar el conocimiento en una lógica del descubrimiento y no en las destrezas de
la argumentación.

Dewey, entonces, quiere dejar claro que la filosofía es una práctica social, que es
la actividad de sujetos histórica y socialmente determinados, que los problemas y
las tareas de la filosofía nacen de las prácticas y conflictos sociales que enfrentan
los individuos a partir de su vida de comunidad y que por ello es un producto
histórico, cambiante

Luis Rodríguez Aranda (escritor del prólogo del libro), quien califica a la filosofía de
Dewey como empirismo naturalista o naturalismo empírico, en el prólogo del libro
dice que en él, Dewey se propone reconstruir enteramente la filosofía después de
haberla desembarazado de los prejuicios metafísicos y epistemológicos que
falsean su carácter. El libro propone no un giro en la solución de los problemas,
sino una negación de los problemas epistemológicos y metafísicos en los que la
filosofía venía trabajando.

Rodríguez Aranda, dice que Dewey piensa que si el desenvolvimiento de la


ciencia moderna ha provocado una revolución en la técnica que debe manifestarse
en el pensamiento, entonces hay que efectuar la reforma de la filosofía, no sólo
porque la ciencia y la técnica de la vida moderna ya produjeron nuevas relaciones
sociales y por tanto nuevos modos de vida, sino también porque la filosofía clásica
se asentó sobre el gran error de separar el pensamiento y la acción, la teoría y la
práctica. En "La búsqueda de la Certeza" dice Dewey (Citado por Rodríguez
Aranda) que los griegos glorificaron lo inmutable, siendo evidente, por el contrario,
que la actividad práctica pertenece a la esfera de lo mutable, en ese tiempo surgió
la concepción de que la función del conocimiento consiste en descubrir lo
antecedentemente real y no en adquirir la comprensión necesaria para abordar los
problemas que surgen a diario. Si la idea posee un valor, este será instrumental.
El pensamiento se halla al servicio de la experiencia. Dewey dirige su atención a
las ciencias de la naturaleza puesto que son ellas las que nos orientan para
dominar el mundo, sobre ellas edificará su filosofía. El pensamiento no es un fin en
si mismo sino que surge por algo y para algo, lo hace surgir el medio y a su vez se
encamina a su comprensión y dominio, por consiguiente no es la posibilidad de
realizar meditaciones puras, ni la especulación sobre ideas metafísicas
inverificables, lo que lo hace valioso, sino su enfrentamiento con la experiencia.

La introducción del libro a la segunda edición, titulada “La reconstrucción tal como
la veo 25 años más tarde” en alusión al tiempo transcurrido entre esa segunda
edición y las conferencias que le dieron origen, Dewey señala que para ese
momento: había llegado ya a un punto de crisis el postulado básico del libro, es
decir, que ya no era posible seguir ignorando que “la tarea característica, los
problemas y la materia de la filosofía surgen de las presiones y reacciones que se
originan en la vida de la comunidad misma… y que por tal razón los problemas
específicos de la filosofía varían en consonancia con los cambios que se producen
constantemente en la vida humana…” (Dewey 1969, p.25-26)

El reconocimiento de este hecho es necesario como condición para la


reconstrucción de la filosofía, el reconocimiento de que la filosofía surge de los
problemas humanos y que está ligada en su intención a ellos y que, por ello, la
filosofía debería estar ligada en el porvenir a las crisis y tensiones que se
manifiestan en la marcha de los problemas humanos. (P Dewey 1969, p.33)

Sería, desde luego, absurdo el afirmar –dice Dewey entre las páginas 33-34- que
esos sistemas tuvieron siempre perfecta conciencia de que, en efecto,
desempeñaban ese papel. ellos creyeron y así se lo hicieron ver al público, que
trataban de algo que ha recibido nombres variados tales como el ser, la naturaleza
o el universo, el cosmos en general, la realidad, la verdad, cualesquiera que
fuesen los nombres empleados, todos ellos tenían una cosa en común:
empleábanse para designar algo que se consideraba como fijo , inmutable y por
consiguiente , es decir, eterno.

No es pues de extrañarse, de que, imperando en las ciencias naturales esas


inmutabilidades básicas -de las que la materia del espacio y del tiempo y los
átomos inmutables pueden servir de ilustración- constituyesen también en una
forma más generalizada, el fundamento sobre la base de la cual, también la
filosofía, daba por cosa aceptada que debía levantar su propia estructura.

Así estaban las cosas en las ciencias naturales y también en la cuestión de las
normas y principios morales cuando advino, no hace mucho tiempo, el
descubrimiento de que el desarrollo mismo de las ciencias naturales obligaba a
estas a abandonar el supuesto de la estabilidad para aceptar el de que lo que
efectivamente es universal para ellas es el "proceso".

“Ahora bien esta realidad más reciente en la ciencia, no ha entrado hasta ahora en
la filosofía, ni en el sentir popular, para los que sigue siendo una cuestión técnica y
no lo que realmente es, a saber: el descubrimiento más revolucionario hecho
hasta hoy ocurre también en lo que respecta a la moral, Ha habido una sima
profunda e insalvable entre la materia natural de la ciencia y la materia extra-
natural y hasta sobre-natural de la moral. seguramente son muchos los
pensadores a los que esta separación produce desaliento por las inevitables
consecuencias que acarrea y ellos recogerán con satisfacción un punto de vista
que hace que la moral teórica y práctica pueden beneficiarse de los métodos y de
las conclusiones de la ciencia natural. la ciencia y la moral tradicional han vivido
en completa disensión mutua en cuanto a las cosas que según la una y la otra son
inmutables. para el cambio lo único que se requiere es la aceptación del criterio de
que la materia de lo moral se halla también condicionada por el espacio y el
tiempo.” (Dewey 1969, p.35)

la universalidad de que gozan las teorías científicas no es la de un contenido


inherente a las mismas, señalado por Dios o por la naturaleza, es la del alcance
de su aplicabilidad, la de su capacidad para sacar a los hechos de un aparente
aislamiento, para ordenarlos dentro de sistemas que (tal y como ocurren todas las
cosas de la vida) demuestran que también los hechos tienen una vida. en la pag
39 Dewey quiere diferenciar lo que llama especulación filosófica de la idea de
hipótesis dice: que en el trabajo de los científicos las hipótesis se refieren a
aplicaciones y desarrollos técnicos que tienen como objeto desarrollar un
conocimiento de lo concreto y que habría unas hipótesis planteadas al modo de
señalamiento del funcionamiento general de lo natural o lo humano y estas
hipótesis se parece a las especulaciones de los filósofos con la diferencia de que
las especulaciones de los filósofos quieren referirse a un ámbito más extenso de
existencia como un ámbito profunda y ampliamente humano. En el caso de las
hipótesis generales de los científicos siempre es posible saber en donde se
aplican.

En vista de todo lo anterior, dice en la pag 44, el requisito primero de la


reconstrucción es el llegar a una hipótesis sobre como ha sobrevenido este
enorme cambio de una manera tan amplia, tan profunda y tan rápida, la hipótesis,
que aquí presento yo es la de que todos estos trastornos que tomados en su
conjunto, constituyen la crisis en que el hombre se ve hoy envuelto por todo el
mundo y que abarca todos los aspectos de su vida, se deben a que han entrado
en la dirección de las cotidianas actividades de la vida ciertos procedimientos
como materiales e intereses que tienen su origen en los trabajos de investigadores
físicos en esos talleres técnicos, relativamente apartados y lejanos que se
conocen como laboratorios, no se trata ya de un trastorno en cuestión de
creencias y de prácticas religiosas, sino de todas las instituciones establecidas con
anterioridad a la aparición de la ciencia moderna, hace unos pocos siglos. la
guerra de aquellos primeros tiempos no termino con la victoria decisiva y
aplastante de ninguno de los dos contendientes ciencia y religión, sino mediante
una transacción de una división de campos y de jurisdicciones. se reservo la
supremacía a lo antiguo en los campos de lo moral y de lo ideal que
permanecieron virtualmente inmutables en la forma anterior. como la nueva
ciencia y sus resultados resultaron beneficiosas en muchos asuntos de índole
práctica, se toleró la nueva ciencia física y fisiológica, quedando entendido que se
ocuparía únicamente de los bajos menesteres materiales y que se abstendría de
penetrar en el alto reino espiritual del ser. este arreglo basado en una división dio
lugar a que surgiesen los dualismo que han constituido la preocupación principal
de la filosofía "moderna". ahora bien el desarrollo de la situación que ha culminado
principalmente en el transcurso de la generación pasada trajo como consecuencia
que esa parcelación de campos y de jurisdicciones fallase por completo en la
práctica. ese fracaso se demuestra en la vigorosa y agresiva campaña actual de
quienes aceptan la división entre lo material y lo espiritual, sosteniendo al mismo
tiempo que los representantes de las ciencias naturales no se han mantenido
dentro del terreno que les correspondía y que han usurpado en la práctica real y
con frecuencia también en la teoría el derecho a fijar actitudes y procedimientos
que pertenecen a las autoridades más "altas". De ahí nace, según ellos, el estado
actual de desorden, inseguridad e incertidumbre con la lucha y la ansiedad que
son sus consecuencias inevitables.

Referencias:

Ludwig Marcuse. Filosofía americana. Pragmatistas, politeístas, trágicos.


Guadarrama 1969 Madrid.

Charles sanders Peirce. El pragmatismo. colección opuscula philosophica.


Editorial Encuentros. 2008

Sidney Hook. John Dewey. Semblanza intelectual. Paidós educador.Barcelona.


2000.

John Dewey. Viejo y nuevo individualismo. Pensamiento contemporáneo 73.


Paidós Barcelona. 2003

John Dewey. Libertad y cultura. UTEHA. Buenos Aires 1947

John Dewey. La reconstrucción de la Filosofía. Aguilar 1969.

Nicola Abbagnano. Historia de la filosofía. Vol 3. Montaner y simón. Barcelona.


1978

Ramón Del Castillo. Derivas pragmatistas. Descargado en 15/09/2012.


http://www.herdereditorial.com/media/2771/

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