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Wallerstein argumenta que, a fines del siglo XV y comienzos del

XVI, surge en Europa lo que él llama una «economía-mundo»,


como forma distinta del imperio, de las naciones-estado y de las
ciudades-estado, puesto que los comprendía a todos. La
«economía-mundo» es, por tanto, un concepto político (difuso) y
económico (concreto). En este contexto de la economía-mundo
(organizada tras la expansión europea de 1150-1300 y la posterior
contracción de 1300 a 1450), surge el Estado-nacional europeo
merced a la aparición de una burocracia centralizada, al
fortalecimiento de la maquinaria central, a la aparición de los
ejércitos permanentes y a la sustitución de la caballería por la
infantería. Fenómeno de interrelación dialéctica, ya que, al hacerse
más fuerte el Estado, se hizo más rentable la política de
manipulación monetaria. Tales son los prolegómenos. En 1450,
pues, el escenario estaba listo para la representación de la obra de
la modernidad en Europa. Lo que Immanuel Wallerstein relata a
continuación es la historia del ascenso y del hundimiento de España
y de su Imperio, así como la traslación de fuerzas y límites en
Europa, de forma que, hacia 1650, doscientos años después, están
ya firmemente establecidas las zonas de «centro» (Inglaterra,
Holanda), semiperiferia (Italia, España), periferia (Turquía, Rusia) y
la «arena exterior» (Indostán y otras zonas no integradas en los
circuitos comerciales europeos). En esta labor de situar todos los
elementos que intervienen en la representación de la modernidad,
hay también una aportación del autor a la venerable polémica
acerca de la especificidad del capitalismo en Occidente.
Recurriendo a Max Weber, cosa por otro lado, absolutamente obvia,
pero insólita entre los autores marxistas, Immanuel Wallerstein
establece las diferencias entre las dos formas de entender la crisis
de la autoridad imperial en Occidente y en Oriente: feudalización y
prebendalización; la primera supuso el desmantelamiento de la
estructura imperial, mientras que la segunda (típica de Oriente) la
mantuvo. La feudalización distribuía el poder y los ingresos entre
terratenientes cada vez más autónomos, ligados a un cierto
campesinado, mientras que la prebendalización los distribuía en un
estrato con las dimensiones del Imperio, no ligado a zonas locales,
semiuniversal en su reclutamiento y dependiente del favor del
centro. Los caracteres de esta economía-mundo, establecida
desde 1450 a 1650 pueden entenderse, a los efectos de síntesis en
esta exposición, agrupados en dos grandes sectores: económico-
sociales y político-jurídicos. Entre los económico-sociales, señala
Immanuel Wallerstein la expansión comercial europea de la época
(paralela a una expansión demográfica) y la llegada de los metales
preciosos a Europa, procedentes de América, metales preciosos
que contribuyeron a mantener altos los precios (incluso generaron
inflación como medio para redistribuir la renta), bajando el tipo de
interés y, en consecuencia, los salarios reales. Hay una división
social del trabajo absolutamente característica de la época: la
periferia (América del Sur y Europa Oriental) utiliza mano de obra
esclava o vinculada en la «segunda servidumbre» en el caso de
Europa Oriental; el centro evoluciona hacia la mano de obra
«libre», asalariada, mientras que la semiperiferia desarrolla una
figura intermedia, que es la aparcería. El segundo sector, el político-
jurídico, hace referencia al surgimiento del Estado absoluto. Los
reyes utilizaron cuatro mecanismos para establecer el absolutismo:
burocratización, monopolización, creación de legitimidad y
homogeneización de los súbditos. El autor aborda aquí algunas de
las polémicas más características en relación con el absolutismo,
entre las que se cuenta, sobre todo, la del carácter específico del
absolutismo por referencia al feudalismo. En último término, el autor
suscribiría el parecer de Takahashi, Christopher Hill, Kiernan,
Molnar y Porschnev, para los cuales, en realidad, el absolutismo es
un medio de contrarrestar la crisis del feudalismo. Tras haber
sentado las bases conceptuales, por así decirlo, sobre las cuales va
a operar el análisis de Immanuel Wallerstein, éste se concentra en
los aspectos históricos más claramente dinámicos: el hundimiento
del Imperio español y el ascenso de Holanda. Se pregunta el autor
si hubiera sido posible la supervivencia del Imperio organizándolo
de otro modo, a lo que no queda sino dar una respuesta negativa: la
base impositiva (Castilla) era muy restringida; la administración del
Imperio fue desafortunada, creándose «subimperios» que fueron
responsables en gran medida del fracaso de España.
Paralelamente a este hundimiento del Imperio español se da el
ascenso de los Estados fuertes del centro europeo (España estaba
condenada a pasar, primero, a la semiperiferia y, luego, a la
periferia): Inglaterra y Francia, constituidos como
Estados nacionales firmes, a partir de la revolución del siglo XVII en
un caso y de las guerras de religión del XVI en el otro. La
configuración definitiva de la economía-mundo del siglo XVII viene
dada por la crisis del siglo XVI: recesión económica de 1590,
recesión mayor en 1620 y golpe de gracia en torno a 1650. Lo que
no forma parte de la economía-mundo en 1650 ya no la formará en
el futuro. A partir de aquí quedan dibujados los cuatro sectores
antes mencionados (centro, semiperiferia, periferia y «arena
exterior»), que van a determinar sustancialmente toda la evolución
europea posterior. El sistema de la «economía-mundo» que de aquí
surge, «es un sistema social, un sistema que posee límites,
estructuras, grupos, miembros, reglas de legitimación y coherencia.
Su vida resulta de las fuerzas conflictivas que lo mantienen unido
por tensión y lo desgarran en la medida en que cada uno de los
grupos busca eternamente remodelarlo para su beneficio». Con
esto, finalmente, quedan dibujadas una serie de constantes —unas
de más valor que otras— que condicionan todo el desarrollo
posterior, hasta la Edad Contemporánea: la necesidad del Estado
con un fuerte aparato de Estado, basado en la burocracia, en los
ingresos fiscales y en el ejército; el protestantismo como religión del
Estado en el centro de Europa, mientras que el catolicismo pasaría
a ser la religión en la periferia. En resumen, un libro penetrante —si
no siempre extraordinariamente claro en su exposición— acerca de
uno de los temas más importantes de la historia política y de la
teoría del Estado: el de la formación del Estado moderno. Un interés
especial, por añadidura, le presta la consideración de que se trata
de un estudio profundo sobre el problema de la transición de un
modo de producción a otro; estudio que no establece, lógicamente,
una teoría general de la transición, pero que sí proporciona datos y
puntos de vista que se orientan hacia la posible constitución de una
tal teoría.

"Por una parte la economía-mundo capitalista fué construida sobre


una división del trabajo a nivel mundial en la que varias zonas de
esta economía (lo que hemos llamado centro, semiperiferia y
periferia) tenían asignados papeles económicos específicos,
desarrollando diferentes estructuras de clase, utilizando
consiguientemente diferentes modos de control de la mano de obra
y beneficiándose desigualmente del funcionamiento del sistema.
Por otra parte, la actividad política se daba primariamente en el
marco de Estados que, como consecuencia de sus diferentes
papeles en la economía-mundo, estaban estructurados de forma
diferente, estando más centralizados los Estados del centro".
(página 229)

Es absolutamente crucial entender que las áreas favorecidas de la


economía-mundo están constituidas por los que Wallerstein
llama Estados del centro, que diferencia radicalmente de
las semiperiferias.

"En tales Estados, la creación de un fuerte aparato de Estado unido


a una cultura nacional, fenómeno a menudo llamado integración,
sirve como mecanismo para proteger las disparidades surgidas en
el seno del sistema mundial y como máscara ideológica justificadora
del mantenimiento de tales disparidades.

Las economías-mundo están divididas, pues, en Estados del centro


y áreas periféricas. No digo Estados periféricos porque una
característica de las áreas periféricas es que el Estado indígena es
débil, oscilando entre la no existencia (es decir, una situación
colonial) y la existencia con un escaso grado de autonomía (es
decir, una situación neocolonial).

Existen también áreas semiperiféricas que están entre el centro y la


periferia en una serie de dimensiones, tales como la complejidad de
las actividades económicas, la fuerza del aparato de Estado, la
integridad cultural, etc. Algunas de estas áreas eran áreas centrales
en versiones anteriores de una cierta economía-mundo. Otras eran
áreas periféricas, promocionadas más adelante, por así decirlo,
como resultado de la geopolítica cambiante de una economía-
mundo en expansión.

La semiperiferia, no obstante, no es un artificio de puntos de corte


estadísticos, ni tampoco una categoría residual. La semiperiferia es
un elemento estructural necesario en una economía-mundo. Estas
áreas juegan un papel paralelo al representado, mutatis mutandis,
por los grupos comerciantes intermedios en un imperio". (página
492)

Wallerstein distingue aún entre periferia y arena exterior. Nos dice


que:

"La periferia de una economía-mundo es aquel sector geográfico de


ella en el cual la producción es primariamente de bienes de baja
categoría (esto es, de bienes cuya mano de obra es peor
remunerada), pero que es parte integrante del sistema global de la
división del trabajo, dado que las mercancías implicadas son
esenciales para su uso diario. La arena exterior de una economía-
mundo está compuesta por aquellos otros sistemas mundiales con
los que una economía-mundo dada mantiene algún tipo de
relaciones comerciales, basadas parcialmente en el intercambio de
objetos preciosos, lo que a veces se ha llamado `comercios ricos'".
(página 426)

Como lo esboza Hilton uno de los primeros síntomas del


derrumbamiento del modo de producción feudal, fue el declive de
los ingresos de la aristocracia, que eran la materialización de
excedente enajenado a los campesinos de forma coactiva. Su
disminución es símbolo del poder de dominación que estaban
perdiendo, como causa principalmente de la disolución del
trabajador de sus condiciones de existencia, y con ello el primer
paso para que este fuera libre y cambiara su condición productiva.
(Fuese que se convirtiera en capitalista o en obrero asalariado.)

Así pues, el primer proceso que se da en este orden tiene que ver
con la llamada acumulación originaria. Según este, dicho proceso
histórico implica la disociación entre el productor y los medios de
producción, lo que lleva a que los campesinos, al estar despejados
de estos últimos puedan convertirse en vendedores de sí mismos.

Para el siglo XV existían jornaleros agrícolas a sueldo, que también


eran propietarios, y labraran la tierra de grandes terratenientes en
su tiempo libre. Con una gran división de la tierra e independencia
campesina, estos lograban un mínimo de bienestar, que no sólo les
favorecía, sino que permitía desarrollar una riqueza nacional que
cerraba el paso a la riqueza capitalista.
Así pues, durante la primera mitad del siglo XVII existían cuatro
categorías de clases: Los terratenientes, que generalmente eran los
nobles dueños de grandes extensiones de tierras; los productores
arrendatarios, que eran quienes arrendaban sus tierras a los
pequeños productores, con un pequeño terreno y que usualmente
también trabajaban como jornaleros para incrementar los ingresos,
y finalmente los jornaleros sin tierras o con muy poca de ella. Para
finales de este siglo, la tercera categórica había desaparecido,
algunos convirtiéndose en productores prósperos, pero la gran
mayoría fusionándose con la cuarta.
Explique el desarrollo de la industria artesanal según Dobb
La industria artesanal pudo desarrollarse a causa de que una parte de los
comerciantes que se encontraban a la cabeza de las compañías como la de tejedores,
comerciantes de tejidos, peleteros, cordeleros, cuchilleros, etc. empezaron a destinar
sus capitales hacia la producción doméstica (“trabajo a domicilio”) en donde el
comerciante se encargaba de llevarle la materia prima al artesano y de comercializar
el producto una vez terminado. Algunos artesanos, con el salario que recibían,
lograban prosperar y organizar el trabajo artesano con campesinos más pobres que
eran semi asalariados, semi subcontratados. Podemos decir que esta fase “domestica-
artesana” fue posible por una disponibilidad de trabajo barato, pero que estaba
arraigado a la tierra aunque de a poco, con el tiempo, los medios de producción se
fueron acomplejando y los artesanos comenzaron a perder la posesión de sus
herramientas y su ligazón con la tierra y se convirtieron en empleados bajo el control
salarial en su totalidad.
Dobb se cuestiona, por qué esta industria domestica predominó sobre la fabrica
manufacturera (que ya existía, aunque eran pocas) por tanto tiempo? Y como
respuesta él nos explica que el hecho de que estuvieran todos los artesanos
concentrados en grandes establecimientos podía favorecer, económicamente
hablando, solo en quizás lograr una mejora en la división del trabajo y los ahorros
provocados por el envío de materia prima y la recogida de los productos terminados,
pero en definitiva, no hacia a la diferencia. Otro punto importante era el ya
mencionado, que los trabajadores en ese entonces solían tener cierto ligazón con la
tierra.

La obra de está inspirada en los trabajos de Fernand Braudel y


Marian Malowist. Wallerstein introduce el texto con ciertas frases
que, dan lugar, a interpretar su hipótesis de trabajo. Una de Marc
Bloch que reza:

Wallerstein se inspira en una frase de Marc Block que dice:

“Es a través de una crisis de los ingresos señoriales como se


termina la Edad Media y se abren los tiempos modernos”.

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