1.1 RELACIONES DEL ESTADO CON LA SOCIEDAD Y CON LAS
LUCHAS DE CLASES: LA NOCIÓN DE “ORDEN”
El primer parágrafo se intitula “El Estado, producto de
contradicciones de clases irreconciliables”. Este título resume bien la tesis clásica del nacimiento del Estado en sociedades que al principio ignoran la división en clases, y por ende también el Estado, y que al término de un proceso de diferenciación económica y social ven nacer y desarrollarse cierta potencia nueva que es el Estado. Que haya clases antagónicas cuyos intereses son irreconciliables, es algo en que se convendrá de buen grado, con Engels y Lenin, contra las teorías conciliadoras “pequeño- burguesas”. No obstante, vale la pena llamar la atención sobre el final del primer extracto citado por Lenin que comienza así:
“El [Estado] es más que nada un producto de la sociedad en un
estadio determinado de su desarrollo; es el reconocimiento de que esta sociedad se encuentra atrapada en una contradicción insoluble consigo misma, dividida en oposiciones irreconciliables que es impotente para conjurar”.
Prosigue inmediatamente de la siguiente manera que nos conduce a
la noción de “orden”:
“Pero para que los antagonistas, las clases con intereses
económicos opuestos, no se destruyan, ellos y la sociedad, en una lucha estéril, se impone la necesidad de un poder que, colocado en apariencia por encima de la sociedad, debe difuminar el conflicto, mantenerlo dentro de los límites del”orden“; y ese poder, que nace de la sociedad pero que se coloca por encima de ella y se le hace cada vez más extraño, es el Estado”. [El subrayado es mío].
Ahora bien, si Lenin comenta de modo pertinente el hecho de que
el Estado es un organismo situado por encima de la sociedad y que se vuelve cada vez más extraño a ella, se revela muy decepcionante cuando tiene que hablar de esa función del Estado que consiste “en difuminar” el conflicto de manera de evitar “una lucha estéril” entre las clases. (Bonaparte, 2014). Lenin pone en evidencia el lazo estrecho que existe en Marx y Engels entre el esquema del extrañamiento que les sirve para pensar el Estado (éste se vuelve cada vez más extraño a la sociedad) y el fenómeno burocrático (el aparato del Estado materializa ese carácter extraño), y el otro lazo, igualmente estrecho, que existe entre esta naturaleza extraña (en relación a la sociedad) de la burocracia y la necesidad de una revolución violenta que rompa el aparato burocrático. (Bonaparte, 2014).
Veamos ahora el comentario que nos da Lenin de la función del
Estado descrita así por Engels:
“para que los antagonistas, las clases con intereses
económicamente opuestos, no se consuman, ellos y la sociedad, en una lucha estéril, se impone la necesidad de un poder que, colocado en apariencia por encima de la sociedad, debe difuminar el conflicto, mantenerlo dentro de los límites del “orden”” [El subrayado es mío].
Así, por ejemplo, Engels pone en evidencia la naturaleza de clase
del Estado, el hecho de que éste consagre casi siempre la dominación de una clase y la explotación de las otras clases; pero también sabe deslindar las múltiples funciones universales de este instrumento de coerción. Ese “universalismo” resulta del hecho, constantemente subrayado por él, de que antes de ser un organismo de clase y volverse extraño a la sociedad, el antecedente del Estado, que todavía no era tal, era un organismo encargado de defender los intereses comunes de la comunidad gentilicia. Se puede afirmar entonces que la dominación de clase que asegura el Estado será tanto más sólida cuanto la clase dominante no olvide que la defensa de los intereses comunes de la sociedad, aunque deformada por los intereses particulares, es siempre una condición de existencia del poder del Estado. En El Anti-Dürhing, uno de los argumentos de Engels contra la teoría de la violencia de su adversario consiste en mostrar que la violencia estatal sólo puede asumir legitimidad si el Estado asegura funciones sociales efectivas. A los ingleses les era dado – ironiza Engels – no percatarse de que en la India, la legitimidad del Estado provenía fundamentalmente de su función de empresario de trabajos de irrigación. (Bonaparte, 2014). Para Engels, la comunidad ya desgarrada por intereses antagónicos está amenazada de autodestrucción. Las luchas de clases llevadas al extremo nunca son portadoras de porvenir, porque no conducen nunca a un orden social viable. Pueden ser “estériles”, dice Engels. Es un concepto que puede ser difícil de entender para un revolucionario, pero que aquí es sostenido por un revolucionario. Y es un concepto que hoy podemos escuchar con toda la atención requerida, incluso aunque pueda ser utilizado por la ideología “conciliadora” pequeño-burguesa. Sabemos bien que el espíritu de conciliación puede justificar todas las escapadas ante los combates necesarios. Pero también hemos aprendido que la lucha de clases, cuya teoría formulan Marx y Engels y la enuncian como una especie de norma de la lucha política, también puede conocer deformaciones concretas en que el espíritu revolucionario se vuelve simple “revolucionarismo”. (Bonaparte, 2014).
1.2 LA INDEPENDENCIA RELATIVA DEL ESTADO Y EL ANÁLISIS
DEL BONAPARTISMO.
Engels sobre las relaciones del Estado con las clases sociales señala:
“Como nació en medio del conflicto [de las] clases, él es,
[dice Engels] por regla general, el Estado de la clase más poderosa, de la que domina desde el punto de vista económico, y que gracias a él, se convierte también en la clase políticamente dominante y adquiere así nuevos medios para ‘dominar y explotar a la clase oprimida”.
Esto es así para el Estado antiguo, el Estado feudal y el Estado
representativo moderno. Pero Engels agrega, y esto es lo que nos interesa en particular:
“Sin embargo, excepcionalmente se presentan períodos en que
las clases en lucha están tan cerca de equilibrarse que el poder del Estado, como pseudo-mediador, mantiene por un tiempo cierta independencia respecto de una y de otra”.
Esta relativa independencia del Estado respecto de las clases, hay
una tendencia natural a relacionarla con el esquema del extrañamiento que conduce a Marx y Engels a hablar del Estado como de una potencia que se erige por encima de la sociedad y que se le vuelve cada vez más extraña. Se estaría tentado incluso de llegar a identificar los dos temas, pues las clases pertenecen a la sociedad y la caracterizan, y es en relación a esa misma sociedad que el Estado se vuelve autónomo y se convierte en una entidad que le es extraña. Pero más vale resistir a esta tentación, pues es posible que estemos frente a dos temas distintos. Cuando el Estado es netamente el Estado de una clase particular, conlleva ese volverse autónomo y extraño en relación a la sociedad. Distinto es cuando, a partir de una situación de equilibrio en la relación de fuerzas entre las clases, el Estado aparenta ser independiente de las clases antagónicas. No obstante se podría formular la hipótesis de que en este último caso, la autonomía del aparato del Estado respecto de la sociedad está aún más reforzada. Pero ni Marx ni Engels dicen nada parecido. Se trata de temas yuxtapuestos. (Bonaparte, 2014).
Los primeros no están separados de la sociedad hasta tanto la
comunidad no se vea desgarrada por conflictos de intereses. Su función es administrar lo mejor posible los intereses comunes de la comunidad. La marca del poder del Estado consiste en que pronto esos organismos se sitúan por encima de la sociedad y se vuelven extraños con respecto a ella.
Esta cuestión de la autonomización respecto de la sociedad se
vincula igualmente a la cuestión capital de la democracia. Si bien se mira, se percibe que si los organismos de la sociedad gentilicia no están separados de la sociedad es porque esta sociedad funciona según las normas de una democracia real: esto es evidente en el caso de la ausencia de “fuerza pública” especial. La defensa está asegurada por “la organización armada autónoma de la población“. Burocracia y democracia real son incompatibles. La idea de que la “verdadera democracia” pone fin a la separación de la sociedad política propia del Estado representativo moderno es muy antigua en la obra de Marx: tal es la tesis que se halla en La crítica del derecho político hegeliano en 1843. Engels la retoma en el curso de sus trabajos históricos de 1880-1886. Por otra parte, lo que he llamado la “rectificación de 1885” que concierne a la primera república francesa, pone a la orden del día la cuestión de la autonomía administrativa en modalidades mucho menos excepcionales que las de la Comuna de París. La cuestión de la autoadministración local está directamente vinculada con la de la democracia real. Hay un punto esencial que retener, la democracia, para Engels, no es siempre, ni siquiera en principio, una forma de Estado; es históricamente una forma de organización anterior al Estado y que excluye su existencia. Tendremos que recordarlo cuando sea necesario examinar la tesis engelsiana, retomada por Lenin, del “deterioro de la democracia“. (Bonaparte, 2014).
“[El Estado] – dice Engels -, no es entonces un poder impuesto
desde afuera a la sociedad; no es tampoco “la realidad de la idea moral”, “la imagen y la realidad de la razón”, como pretende Hegel”.