Professional Documents
Culture Documents
vueltAs 1J revueltAs
ProtestAs SociAles en ~olon1biA
1958-1990
Mauricio Archila Neira
~~clnep
Cra.5a. No. 33A-08
Bogotá, D.C .
. www.cinep.org.co
ISBN: 958-644-089-3
Noviembre de 2003
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
CONTENIDO
AGRADECIMIENTOS ........................................................................................ 7
PRESENTACIÓN................................................................................................. 13
INTRODUCCIÓN................................................................................................. 35
Thorías sobre la acción social colectiva ................. ... .......... .. .... .. ...... ..... .. ...... .... .. 38
¿y AméricaLatinaqué? ...................................................................................... 56
Balance de la producción académica colombiana .. .. ... .. ... .. .. .... .. ... .. ... ... ...... .. .. .. 61
Las categorías de análisis................................................................................... 73
1
Mauricio Archila, Alvaro Delgado, Martha Cecilia García yEsmeralda Prada, 25 allos de luchas sociales en Colombia, 1975-2000.
Bogotá: Cinep, 2003.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS lJ
En la búsqueda de fuentes fui siempre muy bien atendido por los funciona- -
rios de las bibliotecas Nacional y Luis Angel Arango, así como por los de
Cinep. Igualmente debo agradecer a los 17 entrevistados, sin cuyos testi-
monios difícilmente hubiera podido comprender lo ocurrido en Colombia
en esos años.
En ese sentido, su libro representa una doble ruptura: la primera tiene que
ver con el significado político de la emergencia de los movimientos socia-
16 Mauricio Archila Neira
Por esta ruptura, algunos buscaron lecturas más híbridas como el neoes-
tructuralismo de Charles Tilly que relacionaba a los movimientos sociales
con el sistema político y el Estado como "estructura de oportunidades" de
la acción social colectiva, que enmarca y limita el repertorio de sus accio-
nes sin determinarlas: esta lectura permite rescatar la actividad del suje-
to y rechazar toda concepción de la acción social como algo constituido
20 Mauricio Archila Neira
Por otra parte, Archila analiza la manera como estas tendencias teóricas
se han expresado en América Latina y Colombia, donde se ha dado mayor
peso a los paradigmas identitarios y a una lectura menos ortodoxa del
marxismo, que llevó a otorgarle más importancia a la sociedad civil a
diferencia del marxismo tradicional, más centrado en el Estado. En el caso
colombiano, entre los años sesenta y noventa aumenta el interés por el
tema de los nuevos actores sociales: en los cincuenta, la temática estaba
centrada en la perspectiva desarrollista de la lucha contra la pobreza y el
atraso de los países del Tercer Mundo En los años sesenta, es muy impor-
tante la penetración del paradigma marxista, que se expresó en un análi-
sis marcado por el reduccionismo economicista y una lectura clasista de
los movimientos sociales que enfatizaba el protagonismo de la clase obre-
ra en ellos. Pero, gradualmente se abrió paso un esquema menos rígida-
mente clasista, basado en el populismo metodológico, que enfatizaba la
actividad del bloque popular, el conjunto de explotados y oprimidos, al
cual se trataba de extender el imaginario de la lucha de clases y el van-
guardismo de la clase obrera. En esos años, el panorama se complicó con
otras tendencias, una campesinista, influida por el maoísmo, y otra, la
teoría de la dependencia, que partía de la crítica cepalina al imperialismo
El acercamiento dependentista se apoyaba en una mirada más histórica
del desarrollo, pero desde la comparación centrada en el progreso mate-
rial según el modelo de los países centrales.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 21
Para el autor, en esta mirada más compleja el conflicto social deja de ser
bipolar, con malos y buenos previamente determinados por el enfrenta-
miento capital-trabajo, para convertirse en un campo caracterizado por un
complejo juego de intereses que pugnan por una sociedad justa. Tampoco
se identifican los movimientos sociales con las categorías de pueblo y lo
popular, que son conceptos polisémicos, que varían en el tiempo según los
actores que se incluyan y excluyan, y que se basan en la suposición de
una falsa homogeneidad de los que los constituyen. Señala Archila la trans-
formación latinoamericana de la categoría "pueblo", cuyo origen en la
Europa del siglo XIX asumía un supuesto actuar unificado del pueblo para
justificar la noción del constituyente primario de la nación y preservar la
tradición romántica contra el avance de las nuevas ideas, pero ahora era
retomado para encarnar la fuerza revolucionaria en América Latina de la
segunda mitad del siglo XX. Esta inversión política, derivada del romanti-
cismo o anarquismo más que del marxismo, se presenta aquí como un
intento de revivir "la búsqueda de un sujeto histórico revolucionario", lo
que distorsiona la comprensión de la acción social.
Pero, ·para el autor, incluso la izquierda legal tuvo dificultades para com-
prender conflictos sociales que no se amoldaran al criterio de la lucha de
clases y representaran a la pequeña burguesía, pues seguía imperando la
idea del vanguardismo obrero, a pesar de que se tenía algún trabajo con
campesinos y urbanos no proletarios. En la década de los setenta se pro-
dujo algún tipo de acercamiento a otros sectores sociales como los campe-
sinos e indígenas y a nuevos enfoques teóricos, pero sin lograr superar el
reto de entender a los movimientos cívicos pluriclasistas. Y la práctica
tradicional de los grupos de izquierda de buscar el control hegemónico de
las organizaciones sociales llevaba lógicamente a subordinar los intere-
ses sociales de ellas a su proyecto político y a instrumentalizar sus orga-
nizaciones y grupos. En teoría, los grupos de izquierda justificaban la lu-
cha por demandas sociales pero en la práctica se las subordinaba a la
línea política o militar: por un lado, privilegiaban la constitución de clases
sociales; pero, por otro, desconfiaban de los actores sociales de carne y
hueso, a los que trataba de "orientar".
Sin embargo, opina Archila, no todo fue negativo en la relación entre los
movimientos sociales y la izquierda, pues ésta proporcionó a los primeros
una orientación más política, con mayor proyección nacional y global, una
mejor formación política de líderes y activistas, que terminó fortaleciendo
la lucha reivindicativa. Lo mismo que le proporcionó una visión ética de la
sociedad y del cambio social en el intento de transformar en "virtuosa" la
política. Pero, esto no era obstáculo para algunas prácticas de corrupción
y cierta doble moral, que justificaba prácticas cotidianas de desprecio a la
24 Mauricio Archila Neira
Por otra parte, Archila recuerda, siguiendo a Jonathan Hartlyn, que una
de las características del Frente Nacional fue la no creación de organiza-
ciones populares que controlaran y canalizaran la movilización social por
medio de mecanismos corporativistas y, consiguientemente, su preferen-
cia por una política de desmovilización -de "divide y reinarás"- de los
sectores populares. Se da así una cierta integración política del sector
popular, pero con una escasa movilización de él por parte de los partidos
tradicionales. En ese sentido, sostiene Archila, este período puede ser ca-
racterizado por el abandono de la movilización de los sectores subalternos
por el Estado y los partidos tradicionales, que contrasta con lo ocurrido
entre los años treinta y cincuenta. Este abandono deja el papel incorpora-
dar de lo social en manos de las disidencias de los partidos, como el MRL
y la Anapo, cuyo carácter efímero los hizo incapaces de una verdadera
mediación.
Otro enfoque utilizado por Archila para acercarse al fenómeno de los mo-
vimientos sociales es el análisis de su contribución a la construcción de
identidades colectivas, ya que ellos permiten tanto el reconocimiento co-
lectivo del grupo como su proyección al futuro en un contexto de fragmen-
tación social y rechazo externo. Esta identidad significa la prioridad otor-
gada a una identificación entre otras múltiples para crear sentido de per- ·
tenencia. Así, los movimientos sociales no surgen como resultados de iden-
tidades esenciales o cuasiesenciales como la del "pueblo" o el "proletaria-
do" sino que son el producto de construcciones colectivas, "comunidades
imaginadas", que parten de referentes históricos ya dados. En esta cons-
trucción de identidades es fundamental la mirada relacional que contras-
ta lo de "adentro" con lo de "afuera", ya que la identificación propia es
alterada, validada o rechazada por actores y circunstancias externas. El
análisis de Archila sobre los movimientos cívicos, comunales, campesi-
nos, obreros, ambientales, culturales, religiosos, pacifistas y estudiantiles
hace evidente que su complejidad, heterogeneidad y evolución desborda
completamente los intentos de entenderlos a partir de identidades tradi-
cionales basadas en análisis de clase o desde una supuesta homogenei-
dad del "campo popular".
ción de nuevos sectores en la escena política. Esto hace que los nuevos
movimientos sociales incluyan nuevas alianzas más allá de las estrechas
demandas clasistas, lo que incide en la politización de la sociedad civil.
En ese sentido, la radicalización de las clases medias puede constituirse
en una estructura de oportunidad social, que terminaría por radicalizar el
conjunto de la sociedad. El problema de esta concepción radica en que
estos sectores medios no son homogéneos sino un subsector de grupos
presentes en la mayoría de los movimientos sociales analizados, cuya co-
hesión es obviamente producto de una lucha por inclusión social. Y el blo-
queo de sus anhelos de inclusión lleva a la radicalización de sus dirigen-
tes, que terminan como voceros autodesignados de intereses de otros sec-
tores excluidos, que expresan y dinamizan, como sucede en los casos del
magisterio y de los grupos estudiantiles. Pero esta dinamización del des-
contento de otros grupos, cuya vocería suplantan, produce resultados per-
versos: la educación pública pierde terreno frente a la privada, la universi-
dad se distancia de la sociedad y la movilización social queda inserta en
el canibalismo de la izquierda, sin poderse proyectar en un discurso plura-
lista de oposición. Esos sectores medios no constituyen pero sí orientan
sustancialmente las luchas sociales y las identidades de otros sectores
excluidos, ya que la frustración de sus expectativas políticas, económi-
cas, sociales y culturales como grupo educado y socializado en imagina-
rios internacionales, como los de la Revolución Cubana y de Mayo del 68,
los hace capaces de proporcionar un marco conceptual más amplio y uni-
versal a las luchas de otros sectores subalternos que buscan la inclusión
en la sociedad. Su heterogeneidad y mayores expectativas hacen posible
su mimetización en esos grupos para incorporar sus demandas con el pe-
ligro evidente de asumirse como vanguardias de la movilización social y
desconocer su autonomía.
Según Archila, el hecho de que las protestas analizadas rara vez rebasen
lo local y el interés particular no las invalida sino que las hace expresión
de la dinámica histórica concreta de los actores. En Colombia no se pre-
sentan las convergencias multitudinarias de otros países, pues nuestros
actores responden históricamente a las condiciones concretas de existen-
cia con las herramientas de las que disponen: pueden coincidir a veces
con la izquierda, pero su capacidad emancipatoria es más gris y cotidiana
de lo que muchos quieren o temen. Para el autor, el problema reside en las
expectativas que la emergencia de los movimientos sociales despertó en
algunos sectores de izquierda, a los cuales recuerda que no hay que espe-
rar la revolución para rebelarse contra la injusticia, ya que las protestas
analizadas son actos profundamente humanos, con connotaciones eman-
cipadoras aunque no necesariamente revolucionarias. En ese sentido, in-
siste en que los movimientos sociales no son el nuevo sujeto revolucionario
esencialmente emancipador: ellos no derrocan gobiernos sino que buscan
satisfacer necesidades en el marco de la sociedad presente, lo que implica
negociar y concertar, no imponerse por las armas.
sos del poder y contrapoder elaborados por los mismos sectores subalter-
nos. Pero ese acercamiento no significa que el investigador deba necesa-
riamente alabarlos ni decirles lo que quieren, sino que es necesario man-
tener o crear distancia crítica por medio de un análisis que sea capaz a la
vez de distinguir los significados de su acción y de dejarse llevar por una
simpatía con ellos que conduzca a descubrir un proyecto donde otros solo -
ven desorden. Así, el papel del investigador debe pronunciarse tanto con-
tra el pesimismo imperante como contra el triunfalismo.
En ese sentido, Archila reconoce el aporte del marxismo que sacó a los
intelectuales de la torre de marfil donde los había encerrado el modelo de
la ciencia positiva para hacerles comprender que su misión no era solo
entender el mundo sino transformarlo. Pero un nuevo problema surgió cuan-
do la versión leninista del marxismo le otorgó el protagonismo exclusivo a
una nueva elite iluminada depositaria de la verdadera ciencia. Las teorías
críticas desecharon el vanguardismo del proletariado y continuaron lata-
rea de descubrir la opresión pero seguían desconfiando de actores huma-
nos inmersos en el mundo de dominación. Habermas trata de romper ese
pesimismo al proponer encuentros entre investigadores y actores en el
mundo de la vida, pero sin cuestionar la capacidad interpretativa de los
primeros. Pero el pesimismo frente a la teoría se ha visto profundizado por
las vertientes postmodernas que llegaron a negar la posibilidad de buscar
la verdad, así se la postulara como relativa.
Fernán E. González G.
Agosto 5 de 2003
INTRODUCCIÓN
"Los hombres hacen su propia historia, pero no la
hacen arbitmriamente bajo circunstancias elegidas por
ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente
dadas y heredadas del pasado" (Carlos Marx). 1
1
E/18 Brumario de Luis Bonaparte. Barcelona: Ariel, 1971, pág. 11.
38 Mauricio Archila Neira
2
Esta sección es una versión corregida y aumentada de nuestro ensayo "Poderes y contestación (reseña teorico-metodológica)",
Controversia, No. 173, diciembre de 1998, págs. 30-49.
3
Véase, por ejemplo, la ya clásica síntesis de Jean Cohen, "Strategy or ldentity: New Theoretical Paradigms and Contemporary Social
Movements", Social Research, Vol. 52, No. 4, invierno de 1985, págs. 663-716.
4
Punto señalado por Alberto Melucci, en quien nos basamos para esta parte 1¡\cción colectiva, vida cotidiana y democracia. México:
El Colegio de México, 1999, págs. 27 -29). Una ampliación del aporte de Park en Enrique Laraña, La construcción de los movimientos
sociales. Madrid: Alianza, 1999, capítulo 1. Sobre el terna de la racionalidad de los actores sociales volveremos en el último capitulo.
5 Alberto Melucci,Acción colectiva ... , pág. 28.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 39
6
lbid., pág. 30.
7
Un resumen de este tipo de acercamiento en Martín Tanaka, "Elementos para un análisis de los movimientos sociales". Análisis Político,
No. 25, mayo-agosto de 1995.
8
Para esta parte nos apoyamos en el análisis de Joe Foweraker, Theorizíng Social Movements. Londres: Pluto Press, 1995. Es signi-
ficativo el paralelismo que se presenta entre la evolución de la teorfa económica y la de los movimientos sociales. Las preguntas son
prácticamente las mismas: la racionalidad de la acción, el costo-beneficio, el peso del individualismo en las decisiones o de su
contraparte, las instituciones (Osear Rodríguez, "Economía institucional, corriente principal y heterodoxia", Revista de Economfa
lnsütucional, No. 4, primer semestre de 2001. págs. 52-75).
40 Mauricio Archila Neira
A partir de una lectura más flexible del marxismo, pero cercanos todavía
al estructuralismo, algunos autores europeos intentaron mirar a los nue-
vos actores sociales en los años setenta: los movimientos urbanos. Para
Manuel Castells, la ciudad no era solo un espacio de producción sino tam-
bién de consumo. Aunque los conflictos urbanos eran estructuralmente
"secundarios", pues no ponían en tela de juicio en forma directa el modo
de producción dominante, coyunturalmente podían reflejar la contradic-
ción principal. Este malabarismo teórico estaba destinado a recalcar que
los movimientos urbanos no estaban relegados al reformismo porque "con-
trovierten el orden establecido a partir de las contradicciones específicas
de la problemática urbana" Y Esas contradicciones brotaban del consu-
mo colectivo, la defensa de la identidad asociada con el territorio y la
lucha política en torno al gobierno local.
11
Manuel Gaste lis, Movimientos sociales urbanos. México: Siglo XXI, 1988, págs. 3y113-114. Véase también La ciudad y las masas.
Sociología de los movimientos sociales urbanos. Madrid: Alianza, 1986.
12
Jean Lokjine, El marxismo, el Estado y la cuestión urbana. México: Siglo XXI, 1979 y Jordi Borja, Movimientos sociales urbanos.
Buenos Aires: CIAP.1975. Con el tiempo estos autores fueron incorporando las tesis de Gastelis. Borja, por ejemplo, en un texto posterior
dirá: " ... los denominados movimientos urbanos, generados apartir de múltiples yheterogéneas contradicciones urbanas, modifican
de forma más omenos sustancial esta estructura" (Estado y ciudad. Barcelona: PPU, 1988, pág. 188).
42 Mauricio Archila Neira
13
Harvey J. Kaye, Los historiadores marxistas británicos. Zaragoza: Prensas Universitarias, 1989.
14 Eric Hobsbawm, Los rebeldes primitivos. Barcelona: Ariel, 1974, pág. 317.
15
Véanse: Barrington Moore, Los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia. Barcelona: Península 1973; yJames Scott, The
Moral Economy ot the Peasant. New Haven: Vale University, 1976. Scott ha continuado la búsQueda ya no de la explicación de
rebeliones abiertas sino de las actitudes de resistencia ante la dominación cotidiana en lo QUe designa como las armas de los débiles
(Weapons ot the Weak" Eve¡yday Forms ot Peasant Resístance. New Haven: Yale University, 1985). Un crítico de Scott señala Que él
trabaja no propiamente la resistencia sino el resentimiento meramente reactivo QUe difícilmente deriva en un desafío público QUe
alimente la solidaridad (Sidney Tarrow, Power in Movement. Social Movements, Co/lective Action and Politics. Cambridge: Gambrid-
ge University, 1997, pág. 103).
16
E. P.Thompson, La formación histórica de la clase obrera en Inglaterra. 2volúmenes. Barcelona: Crítica, 1987.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 43
En cualquier caso, los textos tanto de los clásicos del marxismo como de
las nuevas vertientes renovadoras, estuvieron en el trasfondo de los para-
digmas señalados, especialmente del europeo, permitiendo un acercamien-
to más apropiado al conflicto social qué el ofrecido por el funcionalismo
norteamericano. 17
Otro de los intelectuales que bebió de las fuentes del marxismo pero pron-
to emprendió un camino propio fue Alain Thuraine. 18 Para el sociólogo
francés, los actores sociales dejan de ser elementos marginales o, cuando
más, funcionales al sistema vigente, para convertirse en agentes de un
conflicto en el que luchan por el control y la orientación de la sociedad.
Aunque en un principio Thuraine sigue muy de cerca el paradigma mar-
xista de enfrentamiento de clases, para los años ochenta amplía el campo
de conflicto y entra de lleno en una reflexión sobre los movimientos socia-
les.19 Estos se definen por tres principios: identidad o autorreconocimien-
to del actor; oposición o caracterización del adversario; y totalidad o supe-
ración de lo particular hacia lo más general. Con Thuraine se da una rede-
finición de la conflictividad social en la búsqueda de un sentido de la ac-
ción que no yace en la lógica instrumental de la sociología norteamerica-
na ni en el determinismo económico del marxismo ortodoxo. Las dimensio-
nes culturales y simbólicas son elementos sustanciales en la lucha por el
control de bienes y por la orientación de la sociedad por parte de los acto-
res sociales.
17
Estamos de acuerdo con Boaventura de So usa Santos cuando señala que, así el marxismo hoy no esté de moda, sigue siendo un pilar
en la reflexión de las ciencias sociales, siempre ycuando se le aplique la hermeneútica de sospecha que él practicó ante el capitalismo
(De la mano de Alicia: lo socialy lo político en la posmodemidad. Bogotá: Uniandes, 1998, capítulo 2).
18
Así lo postula Leopoldo Múnera en su síntesis de la teoría de Touraine (Rupturas y continuidades: poder y movimiento popular en
Colombia, 1968-1988. Bogotá: Universidad Nacional, 1998, pág. 34).
19
Véase América Latina:polftica y sociedad. Madrid: Espasa-Galpe, 1989. Allf define los movimientos sociales "por la lucha de un actor
social contra un adversario por el control de los principales recursos de una sociedad opor la dirección del proceso histórico de
desarrollo" (pág. 205).
20
En este segmento nos apoyamos en la pertinente crítica de Leopoldo Múnera, Rupturas y continuidades ... , págs. 41-69.
44 Mauricio Archila Neira
21
Su eurocentrismo es evidente apesar del conocimiento que tiene del subcontinente: "lejos de la imagen occidental de movimientos
sociales que dirtgen unas formas de intervención polftica, que se traducen ellas mismas por una acción del Estado, en América latina
es la intervención del Estado lo que determina unos actores políticos que. a su vez, dirigen la acción de movimientos sociales
débilmente integrados y la mayoría de las veces heterónomos" f.M¡érica Latina ... , pág. 164).
22 Foweraker, Theorizíng ... , pág. 2.
23
"Strategy and ldentity ... ", págs. 663-664.
24 Foweraker, Theorizing ... , pág. 21.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 45
De estos intentos híbridos entre los dos paradigmas han surgido las re-
cientes interpretaciones de la acción colectiva que nos interesa destacar
en este libro. En Europa ahora se mira cada vez más el mundo del Estado
y de la política en el estudio de la acción social colectiva. En Norteaméri-
ca, por su parte, hay un creciente interés por el papel de la cultura y de lo
simbólico en la movilización social. Una de estas lecturas híbridas es la
llamada "estructura de oportunidad política" o teoría del proceso político.
Aunque iniciada en Norteamérica, cuenta con seguidores en ambos lados
del Atlántico y aun en Latinoamérica.
El grq.n exponente de esta nueva tesis es sin lugar a dudas Charles Tilly,
quien se nutrió tanto de la sociología norteamericana como de los historia-
dores británicos. Su modelo teórico, aunque ha ido variando con el tiempo,
tiene un planteamiento básico: toda relación -Estado y ciudadanos, o sis-
tema político y movimientos sociales-- está constreñida por elementos ex-
ternos a ella -por ejemplo, el capital para la primera, o la oportunidad
política para la segunda-. Estos elementos, por lo general estructurales,
no determinan la relación, pero sí la limitan. De ahí que para Tilly sea más
importante estudiar lo que permanece que la apariencia de cambio. Ello
además le permite lanzar las miradas de larga duración de las que hace
gala. 25 Aunque recientemente dice estar abandonando el materialismo que
lo alimentó en sus primeros análisis históricos en aras de un análisis rela-
cional que incluye dimensiones culturales y simbólicas, no sin razón se
puede caracterizar su modelo como neoestructuralista. 26
25
Charles Tilly, Roads trom Past to Future. Lanham (Maryland): Rowman and Littlefield, 1997.
26 Si bien la categoría es mía, me apoyo en la cr~ica que hacen a la "estructura de oportunidad pol~ica" sociólogos simpatizantes de ella
como Jeff Goodwin yJames M. Jasper. Los mismos autores señalan que, aunque el concepto de oportunidad política se atribuye a
~r Eisinger, el padre no reconocido parece ser Robert Merton, quien habló de estructuras de oportunidad ("caught in aWinding,
Snarling Vine: The Structural Bias of Political Process Theory", manuscrito de marzo de 1998 nota 4, pág. 5).
27
As Socíology Meets Hístory. New York: Academic Press, 1981, en especial los cap~ulos 5 y 6.
46 Mauricio Archila Neira
28
Popular Contention in Great Britain, 1758-1834. Cambridge: Harvard Univertity, 1995. El análisis cuantitativo de los actos de
contestación es también sugestivo para nuestra investigación en términos operativos.
29
lbid., pág. 144. Las definiciones amplias le sirven para hacer las grandes comparaciones en periodos largos que lo caracterizan como
historiador-sociólogo.
30
Muchas de las cuales en su momento Tilly ha incorporado, en una muestra de honestidad no muy frecuente. El describe su trayectoria
intelectual con la metáfora de una mezcla entre jazz yciencia: la improvisación sobre una tradición. La rectificación ante los errores es
parte inherente de ese "jazz ciencia" que practica en forma casi invisible, a la manera como el codo funciona en los seres humanos
(Roads trom .... cap. 1).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 47
Esta crítica, sin embargo, recae más en sus epígonos que en Tilly mismo.
Para precisar mejor los puntos problemáticos de este modelo acudamos a
un colega suyo, gran divulgador de la "estructura de oportunidad políti-
ca": Sidney Tarrow. 32 Para él dicha estructura es la que crea incentivos a
la acción colectiva. Pero para explicar la movilización no bastan solo las
oportunidades que abre el Estado o el sistema político. Tarrow insiste en
que para que dicha acción permanezca en el tiempo y conforme movi-
mientos como tales se requiere aprovechar previas redes sociales y mar-
cos culturales de significados compartidos por gran parte de la sociedad.
Concentra luego su atención en lo que llama repertorios modulares de con-
testación. Tilly había señalado ya que en las acciones colectivas los acto-
res acuden a formas de protesta no inventadas en la coyuntura. Más que
las acciones aisladas, a Tarrow le interesa ahora destacar la aparición
simultánea de ellas en lo que define como ciclos de protesta. 33 En esos
momentos algunos actores desatan la movilización, la cual a su vez puede
producir una nueva (estructura de) oportunidad para que otros movimien-
31 Ambas cnlicas fueron planteadas por el historiadorWilliam H. Sewell, "Collective Violence and Collective l.oydlties in France: Whytlle
French Revolution Made aDifference", Polítics and Socíety, Vol. 18, No. 4, 1990.
32 Power in Movement... Tarrow llega adecir que esta visión constituye un nuevo paradigma que reemplazarla alos ya acuñados en
Europa o Norteamérica (págs. 82-83).
33 El concepto como tal no es nuevo, lo interesante es cómo lo relaciona con nuevas oportunidades póliticas.IWI-Wemer Brand sei'lalaba
en 1992 que los ciclos de protesta coincidfan con fases de crisis de la cultura en general que propiciarfan la difusión de criticas ala
modernización ("Aspectos cfclicos de los movimientos sociales", en Rusell J. Dalton y Manfred Kuechler (editores.), Los nuevos
movimientos sociales. Valencia: Alfons el Magnanim, 1992, pág. 47).
48 Mauricio Archila Neira
Ahora bien, como ya mostraba Tilly, los repertorios modulares sufren cam-
bios solo en la larga duración. Desde el siglo XIX, en Europa y Norteamé-
rica se notan tendencias a una mayor duración de la acción colectiva, a la
creación y mantenimiento de organizaciones que canalizan esas luchas y
a una mayor descentralización de ellas. La consolidación de Estados re-
presentativos en el siglo XX facilita --cuando no obliga a considerar- una
mayor institucionalización de los movimientos e incluso su "electoraliza-
ción". Más que logros inmediatos y revolucionarios, la dinámica de la ac-
ción colectiva consigue reformas a largo plazo. Thl es el caso del feminis-
mo norteamericano, analizado por Thrrow. Como se ve, el autor trata de
hacer más dinámico el modelo al incorporar tanto nuevos avances teóricos
como f.l"flseñanzas prácticas de los recientes movimientos sociales. 34 Pero
de nuevo aparece el fantasma del neoestructuralismo, y tal vez más crudo
que en su colega Charles Tilly. Esto ha propiciado un reciente debate en la
sociología norteamericana que se centra en la utilización de modelos inva-
riantes y unicausales, en aras de construir proposiciones universalmente
válidas. Según los críticos, no solo lo estructural cuenta. Muchas emocio-
nes influyen en la preservación de redes y algunas opciones estratégicas
dependen de motivaciones sicológicas individuales. 35 En pocas palabras,
se revive el viejo debate enunciado por Marx para la explicación histórica
de la acción humana.
Por sorprendente que parezca, esta vieja tensión teórica convoca algunas
reflexiones sobre la acción social colectiva que, si bien no son nuevas,
34
Hay aplicaciones creativas de estas categorlas, como la de Jack Hammond sobre los conflictos agrarios contemporáneos en Brasil.
Según el autor, los diversos repertorios descritos por 1i lly yTarrow conviven simultáneamente en el Movimiento de los Trabajadores
sin lierra (MST). En el ámbito local el MST utiliza la acción directa más propia de un repertorio tradicional; en el contexto nacional utiliza
medios modernos de lucha polftica, incluida la electorai.LDs contendientes también responden de diversas formas aesos repertorios:
violencia en el plano local ynegociación en el nacional ("Retaliatory Violence Against Agrarian Reforrn in Brazil", Ponencia presentada
en la Conferencia sobre América Latina organizada por New School, Nueva York, abril17 de 1998). De esta forma la categoría
repertorio se hace más dinámica y relacional, al reflejar mejor las características "híbridas" de los antagonistas, incluido el Estado
brasileño -lo que no es tan distante del caso colombiano.
35
Goodwin yJasper, "Caught in Winding ... ". El artículo de ellos provocó duras réplicas por parte de los afectados (lilly, Tarrow yDavid
Mayer), pero solo pudimos conocer el manuscrito del primero, quien trató asus ex discípulos de "fenomenólogos fundamentalistas"
por creer que la conciencia existiría antes que la interacción social («Wise Ouacks,., manuscrito de marzo de 1998). Todo el debate
fue propiciado por la revista Socio/ogica/ Forum, que anunciaba su publicación.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 49
36
La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración. Buenos Aires: Amorrortu, 1995, pág. 40.
37
Giddens agrega: «Una acción nace de la aptitud del individuo para 'producir' algo distinto en un estado de cosas ocurso de sucesos
preexistentes" (La Constitución ... , pág. 51 ).
38
Véase, por ejemplo, El proceso de civilización. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1997.
39
Roger Chartier, On the Edge of the C/iff. Baltimore: The Johns Hopkins University, 1997, capítulo 8.
50 Mauricio Archila Neira
4
° Con inspiraciones comunes, Pi erre Bourdieu insiste en los "habitus" oestructuras que se interiorizan en los individuos y que asu vez
requieren prácticas que las actualizan omodifican. Así los "habitus" pueden "contribuir adeterminar lo que lo determina" (Sociología
y cultura. México: Grijalbo, 1990, pág. 74).
4
' Making Democracy Work. Civil Traditions in Modern Ita/y. Princeton: University of Princeton, 1993.
41 Humberta Malina, "Pero ... ¿cómo podemos hacerlo?", Coyuntura Política, No. 19, septiembre de 2001, pág. 8. Para un análisis del
impacto del neoinstitucionalismo en la economía véase Osear Rodríguez, "Relaciones entre historia yeconomía", Anuario Colombiano
de Historia Social y de la Cultura, No. 27, 2000, págs. 207-229.
43
Según Martín Tanaka, esta última postura tiene su fuente, como suele suceder con el grueso de la teoría sociológica, en Max Weber.
quien parte del individuo para abordar lo institucional ("Elementos para un análisis ... ", pág. 11 ).
44
No en vano Jan Estler es uno de sus defensores, según Tanaka ("Elementos ... ", pág. 12).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 51
45
Boaventura de Sousa Santos. De la mano de Alicia ... pág. 18.
46 Crítica a la modernidad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1994, págs. 205 y 232. Por senderos teóricos y políticos
similares, Jürgen Habermas enuncia que la colonización del mundo de la vida (que incluye ala subjetividad) por poderes económicos
y polfticos cimentados en la razón instrumental puede ser superada por los movimientos sociales. especialmente los que persiguen
demandas posmateriales (The New Conservatism. Cultural Criticism and the Hístorians ·Debate. Cambridge: MIT, 1989). Habermas
se apoya en los análisis de Klaus Offe sobre los movimientos sociales de Europa como alianzas contingentes de distintas clases
sociales con una amplia gama de demandas que repolitizan la sociedad civil en sentido progresista (Partidos políticos y nuevos
movimientos sociales. Madrid: Sistema, 1992).
47
Ver de los dos autores Hegemony and Socíalíst Strategy. London: Verso, 1985, yde Chantal Mouffe. The Retum of the Política/. London:
Verso, 1993. En esta sección nos apoyamos también en Willen Assies. "Of Structured Moves and Moving Structures. An Overview of
Theoretical Perspectives on Social Movements". en Willen Assies. Gerrit Burgwal yTon Salman. Structures of Power, Movements ot
Resistance. An lntroductíon to the Theories of Urban Movements in Latín America. Amsterdam: Cedla, 1990.
48
En su análisis del feminismo dice Mouffe que "la 'identidad' de un sujeto múltiple y contradictorio es por tanto siempre contingente
y precaria, temporalmente está fijada a la intersección de esas posiciones de sujeto y es dependiente de formas específicas de
identificación. Es, por tanto, imposible hablar de un agente social como si fuera una entidad unificada yhomogénea" (The Retum.
pág. 77). La traducción de las citas textuales en inglés es obra del autor de este libro, ano ser que se indique lo contrario.
52 Mauricio Archila Neira
El problema con estos autores es que, en su lucha contra todos los deter-
minismos universalistas -llámense estructuralismo o racionalismo-, caen
en un reduccionismo discursivo, en el que "el discurso tiende a ser tratado
como autónomo y constitutivo de la realidad" .49 La cercanía al llamado
giro lingüístico del posmodernismo es evidente, así ellos pretendan estar
distantes de sus expresiones más simples y se planteen objetivos políticos
de radicalización de la democracia, uno de los logros de la modernidad.
49
Willen Assies, "Of Structured ... ", pág. 57.
50
Gyan Prakash (editor},Aner Co/onialism (Imperial histories and Postcolonial Displacements), Princeton: Princeton University, 1995,
Introducción.
51
Quien marca la pauta de esta interpretación es su figura más destacada, Ranajit Guha. Véase, por ejemplo, Dominance Without
Hegemony. Cambridge: Harvard University, 1997.
52
Entrevista aAijaz Ahmad en Santiago Castro y otros, Pensar (en) los intersticios. Bogotá: Universidad Javeriana, 1999. Esta acusación
de un giro a la derecha es similar a la que Habermas hace del posmodemismo en The New Conservatism .. .
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 53
Nos resta revisar una última vía de desarrollo teórico, la que promete re-
solver en forma más adecuada el reto de entender la acción social colecti-
va en nuestro contexto histórico: el constructivismo. Más que responder a
un autor, escuela o paradigma específicos, lo que identifica esta postura
son dos propuestas centrales: una mirada de construcción relacional de la
acción colectiva y un estudio sobre el peso de la cultura en la movilización
social, sin perder la dimensión política que ella encierra. La primera se
refiere a una superación de cualquier esencia o condición objetiva previa a
la constitución de los movimientos sociales. La segunda habla de una
dimensión de sentido que impregna la vida cotidiana.
53
Este tipo de interpretación en Jorge Klor de Alba, "The Postcolonization of !he (l..atin) American Experience", en Gyan Prakash (editor),
Atter Colonialism ... Un grupo de académicos norteamericanos, sin embargo, considera que la vía de los Estudios Subalternos es la
mejor alternativa intelectual para comprender las fisuras históricas del subcontinente, como lo declaran en su Manifiesto Inaugural cuya
traducción aparece en Santiago Castro y Eduardo Mendieta (editores), Teorfas sin disciplina. México: Universidad de San Francisco,
1998, págs. 85-100.
54
Véase, por ejemplo, al sociólogo español Enrique Laraña, La construcción ... , cap. 5. Él propone una definición operativa de los
movimientos sociales que no responde al ideario modemizante que hasta el momento se les ha asignado. Así ellos serían formas
de acción colectiva que apelan ala solidaridad, explicitan un conflicto social y rompen los límites del sistema en que se producen
(pág. 79).
54 Mauricio Archila Neira
Para Melucci la era informática que vive el mundo actual sugiere nuevos
campos de acción. 59 En concreto se trata de la lucha por el control de los
55 Doug McAdam "Culture and Social Movements", en Enrique Laraña, Hank Johnston yJoseph Gusfield, New Social Movements. From
ldeotogy to ldentity. Philadelphia: Temple University, 1994.
56 David Snow, Scott Hunt y Robert Benford, "ldentity Fields: Framing Processes and the Social Construction of Movement ldentities",
en Enrique Laraña y otros, New Social Movements ...
57
"The Process of Collective ldentity", en Han kJohnston y Bert Klandermans, Social Movements and Culture. Minneapolis: University of
Minnesota, 1995.
58 Aspectos que desarrolla en el reciente libro ya citado,Acción colectiva ... yen la anterior obra doble: Challengíng Codes: Collective
Action in the lntormation Age. y The P/aying Self, ambos publicados en Cambridge: Cambridge University, 1996.
59 La preocupación sobre los nuevos fenómenos de la informática en la construcción de identidades es también compartida por Manuel
Gaste lis en su más reciente libro. The Power of ldentity. Oxford: Blackwell, 1997. Esta obra es el segundo volumen de la serie publicada
por el autor titulada The lntormation Age: Economy, Society and Culture. El énfasis de este segundo volumen, como el titulo lo sugiere,
está en los movimientos sociales. El interés del autor no es teórico ymás bien busca mostrar que de la crisis general del mundo actual,
sometido al choque entre globalización eidentidades particulares, pueden surgir nuevas formas de protesta yde poderes alternativos.
De manera provocativa (o provocadora) señala que de los fundamentalismos religiosos y de los movimientos nacionalistas oterri-
toriales están brotando las nuevas identidades que pueden producir sujetos con proyectos alternativos de sociedad.
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 55
Ya decíamos que Melucci es crítico de los análisis que buscan explicar las
acciones colectivas a partir de condiciones económicas o de oportunida-
des políticas. Sin embargo, al insistir en la primacía de lo simbólico cae en
otro extremo igualmente criticable: el reduccionismo cultural. Basta recor-
dar su caracterización de los movimientos sociales contemporáneos para
percibir los riesgos de su postura, que lo hace deslizarse hacia un velado
esencialismo en la comprensión de las identidades colectivas y a un ses-
gado énfasis en los aspectos defensivos de la acción colectiva. 62 Pero hay
otro elemento teorico-metodológico que nos llama la atención y que ya
aparecía en Giddens: mientras Melucci se declara anti-estructuralista -
pues iguala estructuralismo a explicaciones desde las condiciones objeti-
vas-, reclama un enfoque "sistémico" .63 Dicho análisis no es teleológico,
pues por tratarse de un corte en el ~iempo para considerar los sistemas no
anuncia futuro ni tampoco mira el pasado. De esta manera, solamente
estudia categorías analíticas -no "cosas reales"- en sus interacciones,
sin darles carga valorativa y, supuestamente, sin ponderar ningún siste-
ma sobre otro.
60
teoría de la acción comunicativa. Madrid: Taurus, 1999, 2 volúmenes.
6
' Véase Chal/enging Codes ... , Parte 11, capítulos 5a1O, titulada precisamente aContemporary Collective Action". Son muchos los autores
que perciben lo ambiental como el nuevo horizonte de la acción social colectiva. Boaventura de Sousa Santos, por ejemplo, dice: " ...
al final de siglo, la única utopía realista es la utopía ecológica ydemocrática" (De la mano de Alicia ... , pág. 47).
62
Así lo sugiere cuando señala, por ejemplo, que ante la amenaza de cambio la gente se une para defender una identidad previamente
establecida. Claro que en el transcurso de la movilización las identidades se transforman, porque se suman otros actores con nuevas
demandas (Chalfenging Codes ... , pág. 296).
63
Se trata de un análisis de la interacción de cuatro sistemas: el productivo (económico), el de toma de decisiones {político), el que
gobierna el intercambio (organizativo) yel de !a reproducción de la vida cotidiana (cultural).
56 Mauricio Archila Neira
64 Para quien el "sistema total de acción social" estaría compuesto asu vez por los sistemas de la personalidad de los actores, el sociai
como tal y el cultural (Talcott Parsons, El sistema social. Madrid: Biblioteca Revista de Occidente, 1976, capftulo 1).
65 De esta fonma, para los posmodernos, el objeto de investigación no es el "otro" oel conocimiento de la realidad, sino la comunidad
de investigadores (Ernest Gellner, Postmodernism, Reason and Re/ígion. Londres: Routledge, 1992, cap. 2).
66 En particular los ya citados Joe Foweraker, Theorizíng ... yWilliem Assies, "Of Structured ... ", así como la introducción de Arturo Escobar
y Sonia Álvarez (editores), The Making of Social Movements in Latín America. Boulder: Westview Press, 1992.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 57
67
Jorge Castañeda, La utopía desarmada ... , págs. 235-236.
68 Theorizing ... pág. 4.
69
Movimientos sociales y política. La década de los ochenta en América Latina. México: Siglo XXI, 1995, pág. 117.
70
América Latina... , pág. 288
71
Susan Eckestein llama la atención sobre el peso de la tradición burocrática y centralista en Latinoamérica, lo que marca también sus
movimientos sociales (Power and Popular Protest. Berkeley: University of California, 1989, págs. 53-54).
72
Una temprana crítica de estas categorías en Rodrigo Baño, Lo socialy lo polt1ico. Santiago de Chile: Flacso, 1985. Para él ambas
dimensiones constituyen abstracciones analíticas del comportamiento colectivo, no siempre diferenciables en la historia concreta
(pág. 153).
58 Mauricio Archila Neira
También, en contraste con los países centrales, aquí siguen vigentes lá's
luchas por necesidades materiales que se dirigen hacia el Estado en la
medida en que éste no cumple con sus promesas de bienestar. Otro aspec-
to de diferencia descansa en el peso de los "viejos" actores en los "nuevos"
movimientos sociales, hasta desdibujar una distinción que es clave en
Europa y Nortearnérica. El movimiento laboral, por ejemplo, no solo es la
matriz originaria de las luchas sociales sino que él mismo se puede trans-
formar en nuevo movimiento social, corno ha ocurrido en los últimos años
en Brasil. El punto de ruptura entre lo viejo y lo nuevo radica, por tanto, en
la construcción de identidades. Los actores pueden ser los mismos de los
países del centro -Estado, trabajadores y consumidores-, pero las conver-
gencias pueden producir nuevas identidades que, corno ya se ha dicho, no
responden a intereses a priori, sino que son construcciones históricas. Ade-
más, las identidades son múltiples: la gente puede movilizarse corno muje-
res o maestros, estudiantes o demócratas, trabajadores o socialistas?4
A estas alturas del texto surge la pregunta: lqué nos queda de todo este
largo recorrido tanto por las teorías centrales como por las periféricas?
Aunque no podamos decir que encontramos modelos totalmente explicati-
vos y categorías absolutamente novedosas, se clarifica el panorama de la
investigación sobre movimientos sociales, al menos en cuanto a las pre-
guntas que la deben guiar. Veamos en forma resumida los principales
elementos encontrados. Resalta la insistencia de muchos autores reseña-
dos en la construcción interactiva o relacional de la realidad social, que no
es resultado de condicionamientos objetivos previos, ni tampoco de meros
discursos. La acción humana, en este caso colectiva, es la generadora de
la sociedad, pero ella está constreñida por aspectos estructurales que a
su vez son construcciones históricas modificables. Metáforas como reper-
torios y ciclos de protesta, resistencias ocultas o abiertas a hegemonías, o
escenarios de poder y contestación, hablan de la dinámica de conflicto en
que están inscritos los movimientos sociales en contextos espacio-tempo-
rales específicos.
76 De la mano de Alicia ... , pág. 162. De hecho, según él, la pregunta por la identidad es una pregunta que surge en la modernidad.
77
Algunos autores, como Tilman Evers, no solo exaltaron la novedad de los movimientos sino que llegaron aafirmar que su potencial
no era poHiico sino de renovación cultural de las prácticas cotidianas («ldentity: The Hidden Side of the New Social Movements in l.atin
America", en David Slater (editor), New Social Movements and the State in LalinAmerica. Amsterdam: Cedla, 1985). Era un llamado,
con cierta acogida entre la intelectualidad latinoamericana, auna contra-cultura apolítica que hacía eco al sesgo seflalado.
78 W. Assies, "Of Structured ... ", pág. 88. El problema de la autonomía de los movimientos sociales parece ser específico de América
Latina, por su necesario contacto con el Estado. En Europa yNorteamérica casi que es una caracterislica de los nuevos actores sociales.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 61
79 En el fondo este debate es reflejo de las posturas ante el papel de los movimientos sociales en el subcontinente. Tilman Evers, por
ejemplo, los mira como la alternativa para recrear la polfticay la sociedad; por tanto, postula su autonomia ("ldentity.. ."). Autores como
Faweraker (Theorizíng ... ) y~ies ("Of Slructured ... "), al creer en una acción politizada que institucionaliza alos movimientos sociales,
dudan de su real autonomía. En recientes elaboraciones Alain Touraine se situarla en un ténnino medio, pues aunque insiste en que en
América Latina los movimientos sociales han sido débiles, en la medida en que los Estados nacional-populares desaparecen, los
actores sociales logran mayor autonomra ("De la mañana de los regímenes nacional-populares ala víspera de los movimientos
sociales", Lasa Forum, vol. XXVIII, No. 3, otoño de 1997).
80 Una versión preliminar de esta sección fue presentada al Tercer Observatorio Socio-político convocado por el CES en el mes de mayo
de 2000 ypublicada bajo el titulo "Vida, pasión y ... de los movimientos sociales en Colombia", en Mauricio Archila yMauricio Pardo
(editores), Movimientos sociales, Estado y democracia. Bogotá: CES-lcanh, 2001, págs. 16-47.
81
"Historiografla sobre los movimientos sociales en Colombia, siglo XX", en Bernardo Tovar (editor), La Hístorfa al final del milenio, Vol
l. Bogotá: Universidad Nacional, 1994, págs. 251-352.
62 Mauricio Archila Neira
82 Hay quienes postulan fases omomentos de la historia social reciente del país según distintos protagonismos, lo que en sf constituye
una interpretación de esa historia como toda cronología lo es. Aguisa de ejemplo véanse las propuestas de Francisco De Roux yCristina
Escobar ("Una periodización de la movilización popular en los setentas", Controversia, No. 125, 1985) y la más elaborada de
l.eopoldo Múnera (Rupturas y continuidades ... ). En ambos casos se postula un protagonismo campesino aprincipios de los setenta,
seguido de un resurgimiento obrero amediados del mismo decenio para pasar luego al auge cívico de los ochenta.
83 Una cnlica del discurso desarroll ista en Arturo Escobar, Encountering Development. The Making and Unmaking of the Third World.
Princeton: Princeton University, 1995.
84
Véanse, como ejemplos de los dos extremos, los trabajos del padre Joseph l.ebret (director de la Misión de Economía yHumanismo),
Estudios.sobre las condiciones de desarrollo de Colombía.Bogotá: Aedita, 1958 yde Orlando Fals Borda, Campesinos de los Andes.
Estudio socio/6gico de Saucio (Boyacá). Bogotá: Punta de Lanza, 1978.
85 Un texto representativo de esta primera aproximación, que cuenta además con una importante base empírica, es el de Miguel Urrutia,
Historia del sindicalismo en Colombia. Bogotá: Universidad de Los Andes, 1969.
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 63
86 Consideraciones de este estilo en los libros de John D. Martz. Colombia, un estudio de política contemporánea. Bogotá: Universidad
Nacional, 1969 y de Robert Dix, Colombia, the Political Dimensions of Change. New Haven: Ya le University, 1967.
87
En esto coinciden los autores de ia obra editada por Bernardo Tovar, El marxismo en Colombia. Bogotá: Universidad Nacional, 1984.
Uno de ellos, Gabriel Misas, recuerda que "en la Universidad Nacional (... )se podían contar, en el lapso 1960-1965, únicamente
tres profesores marxistas" (pág. 213).
88 En nuestro balance historiográfico ilustramos esta aseveración con estas Cifras: de 351 textos revisados, 156 se referian ala clase obrera.
De estos, dos fueron escritos antes de los sesenta, ocho en los sesenta, 38 en el decenio siguiente y106 en los ochenta ("Historiografla ... ",
pág. 267). Los mejores ejemplos de la tendencia marxista-leninista son Ignacio Torres Giralda, Los inconformes, 4volúmenes. Bogotá:
Margen Izquierdo, 1973 yEdgar Caicedo, Historia de las luchas sindicales en Colombia. Bogotá: Suramérica, 1977.
64 Mauricio Archila Neira
Nuevos vientos teóricos reforzaban este giro hacia lo popular. De una par-
te, la vertiente maoísta del marxismo, a pesar de su formal ortodoxia,
reivindicaba el papel protagónico del campesinado, que también había
sino un actor crucial en la Revolución Cubana y en muchas luchas antico-
loniales. De otra parte, cobraba relevancia la llamada Teoría de la Depen-
dencia, alimentada tanto por los estudios del imperialismo como por el
pensamiento cepalino. Era una concepción crítica del desarrollo propues-
to en los países centrales sin romper el molde discursivo desarrollista. 91 Si
bien el debate teórico ya no giraba en torno de los dualismos campo-ciu-
dad y tradicional-moderno, y se postulaba un enfoque más histórico de
nuestra evolución, la meta seguía siendo un desarrollo entendido como
progreso de corte material, con los países centrales como modelo. En tér-
minos sociales, la Teoría de la Dependencia se dirigía, más que a las cla-
ses concebidas aisladamente, a un conjunto de sectores populares sumi-
dos en condiciones de atraso precisamente por el desarrollo capitalista
89 El análisis de clase solfa ser el inicio de toda investigación sobre adores sociales. Algunos esfuerzos de este tipo para el movimiento
estudiantil pueden obse!varse en Jaime Caycedo, "LDs estudiantes ylas crisis pollticas", Documentos Polfticos, mayo-junio de 1979
y "Conceptos metodológicos para la historia del movimiento estudiantil colombiano", Estudios Marxistas, No. 27, 1984. Algo similar
hizo para el magisterio Laureano Coral, Historia del movimiento sindical del magisterio. Bogotá: Suramérica, 1980. En el caso de los
pobladores véase, del Grupo José R. Russi, Luchas de clases por el derecho ala ciudad. Medellfn: 8 de junio, s.f.
90
La heterogeneidad de los cfvicos saltaba a!avista, pero no estaba ausente en otros movirnientoscomúnmentevistos COfTl(}hornogé-
neos. Tal hallazgo fue claro para los campesinos en la obra de león Zamosc, Los usuarios campesinos y la lucha por la tierra. Bogotá:
Cinep, 1982.
91 Arturo Escobar, Encountering Deve/opment ... , cap. 2. Un texto representativo de esta postura teórica en nuestro medio fue el de Mario
Arrubla, Estudios sobre el subdesarrollo colombiano. Bogotá: Estrategia, 1963.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 65
92
El primer texto de Daniel Pécaut (Polltica y sindicalismo en Colombia. Bogotá: La Carreta, 1973) hace eco de esta visión, en especial
en la Introducción.
93
Aunque distante del marxismo-leninismo, la corriente de la "derivación lógica del capital", que tuvo aFernando Rojas yVíctor Manuel
Moncayo como sus mejores exponentes en nuestro medio, postulaba una autonomía obrera yaun popular como la tabla de salvación
ante la lógica implacable de un capitalismo que no tenía patria. De los dos autores véase l.lJchas obreras ypolítica laboral en Colombia.
Bogotá: La Carreta, 1978.
94
La inspiración en dichos autores ya estaba presente en tempranos estudios como el del Grupo Russi.l.lJcha de clases ... yel de Jorge
E. Vargas y Luis l. AguiJar, Planeación urbana y lucha de clases. Bogotá: Cinep, 1976.
95
Así ocurrió con los trabajos pioneros de Medófilo Medina, "Los paros cívicos en Colombia (1957 -1977)", Estudios Marxistas, No.
14, 1977, págs. 3-24, yde Jaime Carrillo, Los paros cívicos en Colombia. Bogotá: Oveja Negra, 1981. El primero designó alos paros
cívicos como una modalidad de huelga de masas, con gran presencia sindical. El segundo desarrolló más la hipótesis de la crisis
urbana para explicar la movilización ciudadana, pero reiteró el peso sindical. Sería f1ldro Santana quien refutaría esa última aprecia-
ción y quien insistiría más en la hipótesis del desarrollo desigual (Desarrollo regional y paros cívicos en Colombia. Bogotá: Cinep,
1983). Años después Medina publicó un libre que recogía los principales hitos de las luchas que se dieron en las ciudades
cólombianas durante el siglo XX, pero no es propiamente un análisis de los movimientos urbanos (Laprotesla urbana en Colombia
en el siglo XX. Bogotá: Aurora, 1984).
96
Medófilo Medina no había hecho esta sumatoria en su seminal artículo, cosa que sí realizaron Carrillo y sobre todo Santana. Un
estudio estrictamente urbano fue el de Gilma Mosquera, "Luchas populares por el suelo urbano", Estudios Marxistas No. 22,
1982, págs. 20-51.
66 Maurícío Archíla Neíra
97 "Dos acontecimientos reflejaron esa enfermedad de la percepción: la adopción del Estatuto de Seguridad el6 de septiembre de 1978
por el gobierno de Turbay Ayala y la realización de la Séptima Conferencia Nacional de las Farc en 1982" {Medófilo Medina "Dos
décadas de crisis política en Colombia, 1977-1997", en Luz Gabriela Arango {editora), La crisis socio-políffca colombiana. Bogotá:
CES-Fundación Social, 1997, págs. 29-30).
98 Ese era el espíritu que se reflejaba en los ensayos de Orlando Fals Borda {"El nuevo despertar de los movimientos sociales", Revista
Foro, Año 1, No. 1, septiembre de 1986. págs. 76-83) y Luis Alberto Restrepo ("El protagonismo político de los movimientos
sociales", Revista Foro. Año 2, No. 2, febrero de 1987, págs. 33-43). Fals Borda había hecho una contribución importante al estudio
de los movimientos campesinos de la región costeña, especialmente en Resistencia en el San Jorge. Bogotá: Carlos Valencia, 1984,
yRetomo ala tierra. Bogotá: Carlos Valencia, 1986.
99
En un apresurado artículo, Camilo González llegó adecir que la movilización de principios del gobierno de Betancur era "la auténtica
expresión de la formación de un poder popular que tiene la potencialidad de convertirse en la base institucional de un contrapoder"
{"Poder local y la reorganización de la acción popular". Controversia, No. 121, 1984, págs. 75-76). La apuesta por la construcción
de un poder popular estaba en la agenda de movimientos políticos de izquierda como ALuchar, el Frente Popular y la misma Unión
Patriótica {Marta Harnecker, Entrevista con la nueva izquierda. Managua: Centro de Documentación yEdiciones Latinas, 1989).
' 00 Véase Pedro Santana, Los movimientos sociales en Colombia. Bogotá: Foro, 1989.
' 0' Ejemplo de e! lo es el texto de Javier Giralda, La reivindicación urbana. Bogotá: Cinep, 1987.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 67
102
En este terreno sobresalen los cuidadosos estudios sobre los conflictos agrarios de dos colombianistas norteamericanos: Catherine
LeGrand, Colonización y protesta campesina en Colombia, 1850-1950. Bogotá: Universidad Nacional, 1988, yMichael Jiménez,
Strugg/es on an Interior Shore. Manuscrito próximo aser publicado, 2000.
103
En uno de los trabajos representativos de esta reflexión. Clara Inés García afirma que la región es una construcción en la que tiene que
ver mucho la forma como se estructuran yresuelven los conflictos sociales (El Bajo Cauca antioqueño: Cómo ver las regiones Bogotá:
Cinep-lner, 1993).
104
Un libro que refleja esta tendencia yque asu vez es un trabajo de síntesis de la acción política de izquierda es el compilado oor Gustavo
Gallón, Entre movimientos y caudillos. Bogotá: Cinep-Cerec. 1989.
68 Mauricio Archila Neira
105
Según cálculos de Rocío l.ondoño, para 1993 tendríamos casi 4'500.000 colombianos vinculados aesas asociaciones (Una visión
de las organizaciones populares en Colombia. Bogotá: Fundación Social-Viva la Ciudadanía-UPN, 1994, págs. 40-47). Otro balance
organizativo pero referido a Bogotá es el de Osear Alfonso, Noriko Hataya y Samuel Jaramillo, Organización popular y desarrollo
urbano en Bogotá. Bogotá: Universidad Externado, 1997.
IDf,S Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 69
106
Así se percibe para el caso de la Acción Comunal que ha vivido un proceso de creciente autonomía con relación al Estado, especial-
mente en los ochenta. pero siguen siendo asociaciones para reivindicaciones básicas muy ligadas alos poderes locales y con una
pertenencia muy difusa. Véase Camilo Barrero, "Acción comunal y política estatallun nnatrimonio indisoluble?", Documentos Oca-
sionales, No. 57, Cinep. 1989. Beatriz López de Mesa ha estudiado la acción comunal en Antioquia desde la perspectiva de movimiento
social ("Diálogo entre movimientos sociales yacción comunal", en Varios, La investigación regional y urbana er. Colombia. Tomo 2,
Bogotá: Aciur-Carlos Valencia, 1998).
107
Excepciones son los estudios sobre clase obrera de fines de los ochenta y principios de los noventa de Charles Bergquist, desde una
perspectiva comparativa (Los trabajadores en la historia latinoamericana. Bogotá: Siglo XXI, 1988); de Hemán Daría Villegas, con
un enfoque regional (La formación social del proletariado antioqueño. Medellín: Concejo de Medellín, 1990), y el mio que atendía a
la construcción de identidad (Cultura eidentidad obrera: Colombia 1910-1945. Bogotá: Cinep, 1991 ).
108
Un buen ejemplo lo constituyó el evento al que ya aludíamos, convocado por el CES en 2000 yreproducido en parte en el VIII Congreso
de Antropología celebrado en Popayán el mismo año. El grueso de ponencias versó sobre indígenas yafrocolombianos (véase el ya
citado Movimientos sociales, Estado y democracia ... ).
109
Son numerosos los ensayos sobre este tenna. Aguisa de ejemplo mencionamos los de María Teresa Findji ("Movimiento social ycultura
política: el caso del movimiento de autoridades indígenas en Colombia", Ponencia al VIII Congreso de Historia, Bucarannanga, 1992),
Christian Gros (Colombia indígena. Identidad cultural y cambio social. Bogotá: Cerec, 1991), Peter Wade, (Gente negra, nación
mestiza. Bogotá: Universidad de Antioquia-lcan-Uniandes-Siglo del Hombre, 1997) y Arturo Escobar y Alvaro Pedroza (Paciñco:
idesarrollo o diversidad? Estado, capital y movimientos sociales en el Pacíñco colombiano. Bogotá: Cerec-Ecofondo, 1996).
70 Mauricio Archila Neira
'
10
Dentro de la amplia investigación sobre movimientos de mujeres destacamos los libros de Lo la Luna yNorma Villarreal, Historia,
género y política. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1994, y Magdalena León (compiladora), Mujeres y participación política,
avances y desafíos en América Latina. Bogotá: Tercer Mundo, 1994. Sin pretensiones historiográficas, pero de gran valor documental
es la publicación "Mujeres que escribie;un el siglo XX" de la revista En Otras Palabras, No.?, enero-junio, 2000.
111
Véanse Luz Gabriela Arango, Mujer, religión eindustria. Fabricato 1923-1982. Universidades Externado y de Antioquia, 1991, y los
más históricos de Tila Uribe, Los años escondidos. Sueños y rebeldías en la década del veinte. Bogotá: Cestra-Cerec, 1994 yAnn
Farnsworth-Aivear, Dulcinea in the Factory. Durharn: Duke University, 2000.
12
' Un ejemplo es el análisis de Carlos Eduardo Román, "Movimiento de mujeres y movimiento gay: en lo público por la intimidad", en
Omar Urán (coordinador), La ciudad en movimiento. Medellín: IPC, 2000, págs. 159-254.
113
Véanse, por ejemplo, Marco Raúl Mejía, "Movimiento pedagógico, una búsqueda plural de los educadores colombianos", Documen-
tos Ocasionales, No. 42. Bogotá: Cinep, 1989, yJaime Blandón, "El movimiento pedagógico. anotaciones para un balance", Educa-
ción y Cultura, No. 29, marzo de 1993, págs. 52-57. Esta última revista fue precisamente el canal de expresión del movimiento
pedagóg ieo.
114
Aguisa de ejemplo véanse Diego Pérezy Marco Raúl Mejía, De ca/les, parches, galladas y escuelas. Bogotá: Cinep, 1996, y Omar
Urán (coordinador), La ciudad en movimiento ...
115
Una excepción en medio del vacío es el libro de Ubardo Vargas, Expresiones políticas del movimiento estudiantil Audesa. Bu cara-
manga: UIS, 1996.
116
Germán Palacio yotros, Se hace camino al andar. Aportes para una historia del movimiento ambiental en Colombia. Bogotá: Eco tondo,
1997. En este campo resalta el trabajo de Rosario Saavedra, Desastre y riesgo: actores sociales en la reconstrucción de Armero y
Chinchiná. Bogotá: Cinep, 1996.
117
Parte de este esfuerzo se debe a la creación de una Asociación de Estudios Urbanos y Regionales (Aciur), que realiza encuentros
bianuales. Uno de ellos produjo los dos volúmenes ya citados de La investigación regional y urbana en Colombia ...
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 7l
Otra tendencia investigativa que nutre los recientes estudios sobre movi-
mientos sociales es su relación con la política y con el Estado. Hay quie-
nes postulan que los movimientos sociales viejos y nuevos buscan ante
todo la inclusión ciudadana. Así por lo menos se ha discutido para el caso
campesino de los años ochenta en adelante. 121 En forma simultánea, los
novedosos brotes de organización y movilización ciudadana por la paz y
la vigencia de los derechos humanos han llamado la atención de los
investigadores. 122
118
Alfonso Torres, La ciudad en la sombra. Bogotá: Cinep, 1993.
119
Ejemplos son el trabajo de Alejo Vargas, Magdalena medio santandereano: colonización y conflicto armado. Bogotá: Cinep. 1992 y
la vasta investigación de Clara !nés García en cuatro subregiones antioqueñas, sobre las cuales ha publicado dos libros: el ya citado
El Bajo Cauca .. ., y Urabá, región, actores y confiicto. Bogotá Cerec-lner, 1996.
120 Martha Cecilia García y José Vicente Zamudio (compiladores), Descentralización en Bogotá, bajo la lupa. Bogotá Cinep, 1997.
Subsisten todavia miradas épie3s como la de Ignacio Coral Quintero, La lucha de masas y la mforma municipal. Bogotá: Suramérica,
1989.
' 21 Véase León Zamosc, "Transformaciones agrarias y luchas campesinas en Colombia: un balance retrospectivo (1950-1990)" ,Análisis
Político, No. 15, abril de 1992, págs. 35-66. En el análisis de las luchas campesinas en los últimos años hecho por Esmeralda Prada
y Carlos Salgado resaltan también el cambio de agenda de las luchas agrarias (La protesta campesina, 1980-1995. Bogotá: Cinep,
2000).
122 Una muestra la constituyen los ensayos de Mauricio Romero y Amanda Romero er Mauricio Archila y Mauricio Pardo (editores).
Movimientos sociales ... Destacamos el esfuerzo de Mauricio García por cuantificar las acciones por la paz yanalizarlas. Véase, por
ejemplo, "Paz, ética y democracia en Colombia" en Guillermo Hoyos y Angela Uribe (editores), Convergencia entre ética ypolítica.
Bogotá: Siglo del Hombre, 1998, págs. 197-209.
123 Es lo que propone Francisco Leal en "Los movimientos sociales y políticos. Un producto de la relación entre sociedad civil y Estado",
Análisis Político, No. 13, mayo-agosto de 1991, págs. 7-21.
124
Por esta vía va el ensayo de José L. Sanín, "La expresión política de las organizaciones sociales: una tendencia de reconstrucción de
las prácticas políticas", en Varios, Nuevos movimientos políticos: entre el ser y el desencanto. Medellín.IPC, 1997.
72 Mauricio Archila Neira
125 Enfoque que aún sigue vigente en recientes textos como los de Juan Femando Romero, Huelga y servicio público en Colombia. Bogotá:
Rodríguez Quito Editores, 1992, y Marcel Silva. Flujos y reflujos. Reseña histórica de la autonomía del sindicalismo colombiano.
Bogotá: Facultad de Derecho, Universidad Nacional, 1998.
126 Esto se explica en parte porque, salvo para el caso campesino, sus fuentes son principalmente secundarias. De ahí el carácter de obra
de síntesis que le atribuimos.
127
Rupturas y continuidades ... , pág. 65 y ss.
128
Múnera define la categoría movimiento popular como "un tipo particular de movimiento social, generado por el proceso de articulación
de acciones y actores, colectivos e individuales, pertenecientes a las clases populares o reunidos en función de ellas, dirigido a
controlar yorientar uno ovarios campos sociales de conflicto con las clases ylos sectores dominantes" (Rupturas y continuidades ... ,
pág. 65). El autor incorpora la vertiente anarquista en su definición de pueblo: "conjunto de agentes sociales sometidos al nivel de lo
estructural auna dominación económica, política, de género o cultural (en la cual están implícitas la racial yla étnica), que no está
limitada, aunque la incluye, ala relación de poder entre las clases"(pág. 78).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 73
Desde que se hicieron los primeros estudios de los actores sociales hasta
hoy ha corrido mucha agua debajo del puente. Las primeras miradas funcio-
nalistas fueron reemplazadas por estudios marxistas y dependentistas. Luego
se relegó el análisis ortodoxo clasista para postular categorías más com-
prensivas pero menos explicativas, como las de pueblo y movimiento popu-
lar. En forma tardía y con cierto triunfalismo se adoptó la terminología de
movimientos sociales para explicar nuevas formas de protesta.Estos jalo-
nes conceptuales y teóricos encierran algunas posibilidades explicativas
del conflicto social en el país, pero con limitaciones que se hacen evidentes
cuando intentan aplicarse en forma excluyente. En particular, la reciente
conceptualización en torno a movimientos sociales, depurada de exigencias
revolucionarias, constituye un elemento central de nuestra reflexión.
Los movimientos sociales son una forma de acción social colectiva que en-
frenta injusticias, desigualdades o exclusiones, es decir, Q1l8 está inmersa en
conflictos que abarcan todas las dimensiones de la sociedad y no solo la eco-
nómica. En contra de lo que comúnmente se piensa, el conflicto no entraña
forzosamente la aniquilación física del adversario. En ese sentido comparti-
mos con Thuraine la idea de que los movimientos sociales se inscriben en la
dinámica de construcción de consenso y no de imposición por la fuerza. 130 La
acción armada es externa a la social, no tanto porque persiga fines políticos
(como a veces lo pueden hacer los movimientos sociales), sino por los medios
violentos de los que hace uso. Otro es el problema de su presencia en una
sociedad violenta como la nuestra y de sus relaciones concretas con actores
sociales, que son de tanta fluidez como las existentes entre éstos y el sistema
político. En una mirada histórica es posible percibir que en fases iniciales de
un conflicto social se acuda a la violencia defensiva por condiciones propias -
ésta es la definición más amplia de un movimiento de autodefensa-, pero
cuando se hace opción explícita de la búsqueda de poder por medio de las
armas -como hicieron las guerrillas revolucionarias de los 60 y 70, o los para-
militares de hoy día- estamos ante otra dinámica, que no es la de los conflic-
tos sociales. 131 Esto nos lleva al terreno de definiciones operativas, en donde
' 29 MaxWeber, Economyand Society. Vol. l. Berkeley: University of California, 1978, pág. 22.
· 30 América Latina .... págs. 320-322.
• 3' Hay momentos en q~e los movimientos sociales acuden aformas de acción directa que la gran prensa designa "violentas", tales como
pedreas, motines oasonadas. Sin duda allí hay violencia, como la puede haber en menor medida en un bloqueo oen una huelga con
toma de fábrica, pero es una violencia no buscada por principio sino surgida como resultado temporal de la confrontación con fuerzas
del orden. El tipo de violencia utilizada por los actores sociales es bien distinta de la provocada por una toma guerrillera o paramilitar,
así los agentes del Estado y las elites tiendan aconfundirlas con el fin de penalizar la protesta.
IDAS Y V!::NIDAS, VU!::LIAS Y REVUELTAS 75
132
Así lo postulan Claus Olfe, "New Social Movements Challenging the Boundaries of lnstitutional Politics", Social Research, Vol. 52, No.
4, invierno de 1985. págs. 858 yss. yErnesto Laclau. "Los nuevos movimientos sociales y la pluralidad de lo social", Revista Foro,
No. 4, noviembre de 1987, pág. 7.
133
El número de diez personas como mínimo para considerar colectiva una acción es convencionalmente aceptado por los analistas de
los movimientos sociales.
76 Mauricio Archila Neira
34
' Compartimos la sugerencia do Richard Fox y Orin Stam, quienes además la usan para salir al paso de la nostalgia por el supuesto
fin de la era de las revoluciones (Between Resistance and Revolution. New Brunswick (N.J.): Rutgers University, 1997, págs, 1-16.
135 El papel de los medios de comunicación es definitivo en los resultados de un movimiento, como señala Fernando Cruces, aunque no
estamos seguros de que ello ocurra con tanta contundencia como para concluir que "los electos de las movilizaciones se juegan mucho
más en el campo de las interpretaciones periodísticas que en el espacio físico de la acción manifestante" ("Las transformaciones de
lo público. Imágenes de protesta en la ciudad de México", Perfiles Latinoamericanos, No. 12, junio de 1998, pág 249).
136 Adrían Scribano, "Argentina 'cortada': cortes de ruta yvisibilidad social en el contexto del ajuste", en Margarita López, Lucha popular,
democracia, neoliberalismo: protesta popular en América Latina en los años de ajuste. Caracas: Nueva Sociedad, 1999, págs. 66-
67.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 77
137
Estas definiciones se apoyan en la construida por Tedda Skocpol para el Estado (Bringing the Sta/e Back In. Cambridge: Cambridge
University 1985, pág. 9).
78 Mauricio Archila Neira
' 38 Coincidimos con Boaventura de So usa Santos en la centralidad que todavía desempeña en nuestras sociedades periféricas la esfera
productiva-{), en sus términos, el "espacio-tiempo" de la producción-. Esto ratifica la vigencia de un cierto análisis de clase, pero,
como también lo señala el sociólogo portugués, no implica que esté al orden del día la lucha de clases bajo la vanguardia del
proletariado, como se entendió desde fines del siglo XIX yparte de! XX (De la mano de Afiela .... capítulo 12).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 79
bueno decirlo claramente, ellas no son los linicos actores sociales. 139 Por
esas mismas razones no vernos con buenos ojos dos extremos: reducir el
espectro de los movimientos sociales a las clases, corno se quiso hacer en
Colombia en los sesenta y setenta, o excluirlas en aras de privilegiar a los
nuevos movimientos, corno fue claro a partir de los ochenta. La diferencia
entre "nuevos" y "viejos" movimientos, tan común en los países del centro,
se puede aceptar con una intención pedagógica. 140 Pero si la contraposi-
ción se refiere a diferencias de fondo para anular cualquier análisis de
clase sería inaceptable para sociedades corno la nuestra, en donde toda-
vía lo económico crea identidades o afecta las que se construyen desde
otras esferas. 141
139
Para Leopoldo Múnera, "la acción, ia práxis social no se mueve solo en el eje de las clases ytenemos que asumir ese desafío" ("Actores
y clases sociales··, en Jaime Caycedo yJairo Estrada (compiladores), Marx vive. Bogotá Universidad Nacional, 1998, pág. 265).
140
Aun para los países centrales la distinción es discutible. Ludger Mees, refiriéndose al caso europeo, sostiene que la distinción es más
de las sociedades que los originan que de ellos mismos. Muchos viejos movimientos eran antes como hoy son los nuevos. La metáfora
que usa lo dice todo: "¿Vino v!ejo en odres nuevos? Continuidades y discontinuidades en la histor;a de los movimientos sociales". en
Pedro !barra y Benjamín Tejerina (editores), Los movimientos sociales. Madrid: Trotta, 1998, págs. 305-317. Otra dura crítica a la
novedad de ios "nuevos" movimientos sociales en Alberto Melucci, Acción colectiva ... , Introducción.
14
~ En ese sentido nos apartamos de los teóricos europeos que como Claus Offe insisten en la superación del análisis de clase por los
movimientos sociales (Partidos políticos ... , págs. 196-197).
142
Héctor L. Moncayo insiste en la capacidad explicativa de la categoría clase social, máxime si se la desprende de la teleología de sujeto
histórico que, asu juicio, es ajena al marxismo ("Las clases sociales, fenomenología ehistoricidad", en Jaime Caycedo yJairo Estrada
(compiladores), Marx vive ... , 243-258).
80 Mauricio Archila Neira
143 Asf lo señalan casi todos los participantes en un debate que tuvo lugar aprincipios de los años noventa en Perú yque fue publicado
por Alberto Adrianzen y Eduardo Bailón (editores), Lo popu/aJ en América LaUna Wna visión en crisis? Lima: Deseo, 1992 (véanse
por ejemplo, págs. 105 y 118).
144
Peter Burke señala que después de siglos de divorcio entre la cultura de elites y la popular, son los romáticos europeos quienes
descubren a la segunda, con intenciones no muy revolucionarias (Popu/aJ Cuhure in Earty Modem Europe. LDndres: Harper, 1978).
145
Para la noción de pueblo que tiene el anarquismo véase Leopoldo Múnera (Rupfllras ... , págs. 78-79). Raphael Samuel reconoce que
para los marxistas británicos la idea de pueblo era incómoda, por tratarse de tradiciones teóricas ypolfticas diversas. Solo en tiempos
recientes se habrfa producido el acercamiento en tomo a la propuesta de historia "desde abajo" (Historia popular y teoría socialista.
Barcelona: Critica, 1984, pág. 33).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 81
146 El autor se refiere ala construcción de identidades entre los pobres de Buenos Aires y Santiago de Chile en el cambio del siglo XIX
al XX. Aunque reconoce que se trata de identidades múltiples y polarizadas, se sorprende al encontrar también tendencias integra-
doras que lo hacen pensar en la categoría gramsciana de "sentido común" (¿Qué hacer con los pobres? Elite y sectores populares
en Santiago de Chile, 1840-1890. Buenos Aires: Sudamericana, 1997, pág. 204)
147
"los sectores populares urbanos como sujetos históricos", Proposiciones, No.19, 1990, pág. 270. Eduardo Bailón retrata así la
búsqueda del sujeto histórico en América Latina: "en un principio era el proletariado; yhabitó entre nosotros. Después los movimientos
sociales, el movimiento popular -así en singular-o el protagonismo popular( ... ) ysiempre el afán y la ilusión de la transformación
radical de un orden fundamentalmente injusto; la búsqueda de actores sociales que devienen en actores políticos" (Lo popular en
América Latina ... , pág. 117).
148
La argumentación que construye Leopoldo Múnera al respecto es consistente con nuestro análisis pero no entendemos su uso en
singular, lo que refuerza nuestra prevención (Rupturas ... , págs. 60-84). Por la misma vena va nuestra crítica al efímero concepto de
"sociedad civil popular" que propuso Luis A. Restrepo en su ya citado ensayo "El protagonismo ... "
82 Mauricio Archila Neira
149
Escritos políticos. México: Cuadernos Pasado y Presente, 1977, pág. 359. Aquí está implícita una concepción de Estado, sociedad
civil y hegemonía que en su momento discutiremos.
150 !bid., p. 361. Metodológicamente Gramsci remite aestudios monográficos, por ser los más apropiados para reconstruir el pasado.
Otra cosa son los Estudios Subalternos y su derivación poscolonial. Aunque parten de la matriz gramsciana, sus resultados son
diferentes, como ya hemos mostrado.
' 51 La metodología utilizada en la construcción de la base de datos se explica con detalle en el mencionado Apéndice.
152 La selección del periodo de estudio se explica en el capítulo primero.
153
El científico Carl Sagan, en su obra póstuma, destaca los aportes de la cuantificación y señala que tenerle miedo "supone limitarse.
renunciar auna de las perspectivas más firmes para entender y cambiar el mundo" (Miles de millones. Madrid: Ediciones B, S.A.,
2000, pág. 35).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 83
1
Tomada de Camilo Vázquez Carrizosa, El Frente Nacional, su origen y desarrollo. Cali: Pro-patria, sin fecha de edición, pág. 282.
2
Citada por Alfredo Vázquez Carrizosa, Historia crítica del Frente Nacional. Bogotá: Ediciones Foro, 1992, pág. 237.
88 Mauricio Archila Neira
En relación con los propósitos que dieron origen al Frente Nacional, conden-
sados en la declaración de los jefes más visibles de los partidos Liberal y
Conservador en un punto de la geografía catalana, Sitges, en julio del 57, es
evidente que se superó el enfrentamiento bipartidista pero no se logró el
entendimiento institucional entre los colombianos, al menos si nos atene-
mos al espíritu con que se convocó la Constituyente del 91. Explicar las
razones de las enemistades sociales y sus modalidades en la historia re-
ciente del país es el objetivo de este capítulo. En atención a aspectos con-
vencionalmente utilizados en la reconstrucción histórica, lo organizamos
distinguiendo entre dos subperiodos que tuvieron un ordenamiento constitu-
cional diferente a pesar de sus continuidades: la vigencia del Frente Nacio-
nal entre 1958 y 1974 y su desmonte desde ese año hasta 1990. La descrip-
ción de los principales hechos de estos treinta y tres años está precedida de
un breve recuento de la forma como se gestó el pacto bipartidista. 3
El proyecto del Frente Nacional no surgió de un día para otro con la cohe-
rencia y uniformidad que los críticos o los apologistas le suelen atribuir. 4
Su génesis se articula con la oposición política a la dictadura del general
Gustavo Rojas Finilla (1953-1957). No deja de ser paradójico que el bipar-
tidismo que alentó el golpe militar de junio del 53 fuera, con algunos mati-
ces diferentes, el mismo que lo depuso cuatro años después. Y lo más
curioso es que, a pesar de la retórica que en uno y otro caso se usó, la
disculpa siempre fue electoral: la exclusión del ospinismo en el 53 y la
3
El propósito de este capítulo es trazar el contexto de lo ocurrido en 33 años, por lo que no se describen las protestas que son el tema
del resto del libro.
4
Por lo común la historiografía sobre el Frente Nacional no se detiene amirar su gestación y lo concibe, bien como una respuesta
democrática coherente a la dictadura o bien como un proyecto monolítico de las elites dominantes. Aunque los ejemplos abundan,
podemos citar algunas de las primeras reflexiones sobre el periodo en consideración, tales como las de Humberto Rojas yÁlvaro
Garnacha, El Frente Nacional: ideologfa y realidad. Bogotá: Punta de Lanza, 1974; Santiago Araoz, Historia del Frente Nacional y otros
ensayos. Bogotá: Presencia, 1977; yel capítulo IV del libro de Francisco Leal, Estado y política en Colombia. Bogotá: Siglo XXI, 1984.
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 89
5 No deja de sorprender que tanto la posesión de Rojas como su pretensión de continuar en el poder se hayan legitimado con referencia
a la constitucionalidad vigente. En la posesión, el cuerpo legislativo que funcionaba en el momento, la Anac (Asamblea Nacional
Constituyente), consagró al general aduciendo "que el13 de junio del presente año quedó vacante el cargo de Presidente de la
República" (Carlos H. Urán, Rojas y la manipulación del poder. Bogolá: Carlos Valencia, 1983, pág. 74). En 1957 una Anac aún más
dócil al dictador decretó su disolución no sin antes haber propuesto aRojas para continuar el siguiente periodo presidencial entre 1958
y1962 (ibid., pág. 105). Esto habla del peso de una tradición institucionalista en el país -üierencia santanderista?- más allá de los
avatares de las coyunturas políticas.
6
Véanse los intentos fallidos de la Tercera Fuerza yel MAN en César Ayala, Resistencia y oposición al eslablecimiento del Frente Nacional.
Bogotá: Colciencias-Cindec, 1996, capítulo 1.
7
El acercamiento ocurrió en el balneario español de Benidorm en julio de 1956, yde ahí salió un pronunciamiento que seria refrendado
por el Acuerdo de marzo de 1957 entre las directivas de los dos partidos tradicionales ypor la posterior declaración de Sitges. Un
antecedente del acuerdo entre los partidos fue la carta pública de Alfonso López Pumarejo, escrita en su finca Tequenusa en diciembre
de 1955. Lleras Camargo en cierta forma actuaba como emisario de López. Para estos pormenores es útil el recuento de un testigo
presencial, el ya citado Camilo VázQuez Carrizosa (El Frente Nacional... ).
90 Mauricio Archiia New;,
8 Jonathan Hartlyn, La pofl1ica del régimen de coalición. Bogotá: Tercer Mundo-Uniandes, 1993, pág. 88.
9 Semana, 23 de junio de 1959, págs, 42-49.
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 91
10
Véase Medófiio Medina, La protesta urbana .... capítulo 7, ymi ensayo "Protestas sociales en Colombia, 1946-1958", Historia Cnlica,
No. 11, julio-diciembre de 1995, págs. 63-77.
11
Estudios sobre las condiciones ... , págs. 369 y 374.
12
Según Jonathan Hartlyn, aunque el pacto bipartidista nació de una crisis. "su objetivo principal no era confrontar directamente los
aspectos socioeconómicos del colapso yde la Violencia, ni tratar de intensificar la incorporación política" (La política ... , pág. 105).
92 Mauricio Archila Neira
13
Para las cifras electorales de este subperiodo nos apoyamos en los ensayos de Gabriel Silva en Álvaro Tirado Mejía (editor), La Nueva
Historia de Colombia, vol. 1!. Bogotá: Planeta, 1989, págs. 179-262.
14
Al Frente Nacional se le designó por parte de las elites la Segunda República, pero pronto se cayó en cuenta de que no era tan distinta
de la primera. Véase, por ejemplo, la reflexión de la revista Semana cuando aún no habían transcurrido dos años de vigencia del pacto
bipartidista: "Esta Segunda República cada vez más se parece a la Primera (... ) De las ilusiones del1 ode mayo son tan pocas las
que subsisten" (19 de mayo de 1959, pág. 9).
15
Discurso pronunciado en México y reportado por El Colombiano, 17 de mayo de 1958, pág. 4.
16
Ejemplosfueloo lasdispooiciones rontra lasmanileslacionesde redaroal alza del transporte (/3 TlelTJXJ, 4de rrarzode 1959, ~.1); a¡ropósito
de la huelga petrolera del60 (ibid. 26 de agosto de 1960, pág. 1); y contra los paros cMcos (ibid., 23 de mayo de 1962, pág. 1).
17
la Junta Militar que sucedió aRojas había avanzado algunas reformas sociales al expedir, amediados de 1957, el Decreto 118, que
establecía el subsidio familiar y creaba el Sena, además de conceder un notorio aumento salarial y el ofrecimiento de auxilio para el
transporte. Un año después, con la Ley 18 de 1958 Alberto Lleras legalizó el auxilio de transporte para asalariados y tarifas diferen-
ciales para estudiantes (E/ Colombiano, 22 de noviembre de 1958, pág. 4).
18 Años después se dictó una disposición sobre aumentos salariales por semestre según el índice de inflación, que no alcanzó aser aplicada,
y la cláusula de reserva se suprimirá solo en 1965. En los otros aspectos poco se logró, pues el derecho de huelga se recortó alo largo
de los años estudiados y hasta hoy día se sigue hablando del fortalecimiento del sindicalismo de industria sin que se concrete (véanse
los análisis ya citados de Víctor Manuel Moncayo yFernando Rojas, Las luchas obreras ... ,así como el de Maree! Silva. Rijos yref*lios .. .).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 93
19
El Tiempo, 21 de septiembre de 1960, pág. 2.
?o Tal fue el caso de los bancarios en el 59 (El Tiempo, 1Ode junio de 1959, pág. 1).
21
El Tiempo, 6 de septiembre de 1958, pág. 1.
94 Mauricio Archila Neira
27
El debate nacional fue alimentado por argumentos esbozados en la conferencia panamericana de Punta del Este eimpulsados por la
FAO (véase Darío Fajardo, Haciendas, campesinos y políticas agrarias en Colombi;;, 1920-1980. Bogotá Oveja Negra, 1984, págs.
100-102).
28
Para este problema véanse Gonzalo Sánchez y Donny Meertens, Bandoleros, gamonales y campesinos. Bogotá: El Ancora, 1983. y
Darío Betancourt y Martha L. García, Matones y cuadrilleros. Bogotá: lepri-Tercer Mundo. 1990, capítulo 5.
29
Lleras gobernaría con estado de excepción parcial hasta el11 de octubre del61, y lo levantaría el primero de enero del62. En este
aspecto seguimos los trabajos de Gustavo Gallón, Quince años de estado de sitio en Colombia: 1958-1978. Bogotá: América Latina,
1979, ySistema judicial y derechos humanos en Colombia. Bogotá: Comisión Andina de Juristas, 1990. págs. 21-22.
30
Puntos desarrollados por César Aya la Resistencia y oposición .. ., capítulo 2.
96 Mauricio Archila Neira
31
El rumor del nuevo golpe corrió en medio de la agitación obrera en tomo al anunciado paro de enero de 1965. Una narración de esos
eventos en la entrevista hecha por Alvaro Delgado aTulio Cuevas (Bogotá, 1991 ). (Salvo esta entrevista, todas las demás citadas en
este libro fueron hechas por mí entre 1996 y 2000). El temor al golpe de Estado también se habla manifestado el año anterior. Sobre
la marcha de estudiantes de la UIS aBogotá realizada en julio del 64, El Tiempo advertía que de llegar a la capital habría golpe de
Estado (9 de julio, pág. 12).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 97
32
En esta sección nos apoyamos en Jonathan Hartlyn, Lapolt1ica ... , págs, 157-162.
33
Voz Proletaria, 21 de noviembre de 1963, pág. 2.
34
El Tiempo 2 de enero de 1963, pág. 1.
35
Para aliviar la tensión con los sindicatos Valencia, por ejemplo, inició unos planes de vivienda para la CTC y la UTC en Ciudad Kennedy
(El Tiempo, 4 de agosto de 1964, pág. 1).
98 Mauricio Archila Neira
36
Marcel Silva,Fiujosy reflujos ... , págs. 119-125.
37 El Tiempo, 5 de diciembre de 1965, pág. 1.
38 El Tiempo, 27 de septiembre de 1963, pág. 1.
39
El Tiempo, 7 de noviembre de 1964, pág. 12.
40
Sobre su trayectoria personal véanse Walter J. Broderick, Camilo, el cura guerríllero. Bogotá: El Labrador, 1987, y Orlando
Villanueva, Camilo, acción y utopía. Bogotá: Universidad Nacional, 1995. La evolución de las organizaciones de izquierda se
abordará en el capítulo 5.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 99
Lo primero que enfrentó Lleras Restrepo fue la crisis económica, que se-
guía exigiendo solución. Recién posesionado, recibió del Fondo Monetario
Internacional (FMI) la demanda perentoria de devaluar. En un astuto jue-
go político apareció en público para anunciar la ruptura de las conversa-
ciones con la banca multilateral, que secundaba las exigencias del FMI
mientras en privado aprobaba medidas que conducirían, no a la devalua-
ción abrupta sino a una paulatina. Se producía así, en forma impercepti-
ble, una reorientación de la economía hacia un modelo de promoción de
exportaciones sin descuidar la protección a la industria nacional. 41 La
41
Jonathan Hartlyn, Lapolt1ica .. ., págs. 162-164. Conviene aclarar que en la historia reciente de Colombia lo que ha predominado es
un modelo mixto entre proteccionismo y neo liberalismo, tal como lo señala José A. Ocampo, "Reforma del Estado y desarrollo
económico y social en Colombia", Análisis Político, No. 17, septiembre-diciembre de 1992, págs. 5-40.
l00 Mauricio Archila N e ira
maniobra con el FMI obró también a favor de Lleras Restrepo, por cuanto
le otorgó una imagen nacionalista que dejaba sin piso muchas de las que-
jas de la oposición.
Como dos años después poco se había avanzado, Lleras Restrepo recurrió
a una serie de artimañas políticas encaminadas a lograr el apoyo parla-
mentario que requería. Renunció al primer cargo de la nación, cosa que
provocó una reacción pública en su favor, y para presionar al sector ospi-
nista se acercó a la Anapo y amenazó conformar coalición con ésta. Final-
mente, los sectores mayoritarios de los partidos tradicionales, con la anuen-
cia implícita de los anapistas, llegaron a un acuerdo que, además de los
42 En esta parte nos apoyamos en Ana Maria Bejarano y Renata Segura, "El fortalecimiento selectivo del Estado durante el Frente
Nacional", en Controversia, No. 169, noviembre de 1996, págs. 25-32.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 101
43
Se impulsaron concentraciones en 155 municipios (E/ Ttempo, 1 de junio de 1968, págs. 1 y13). Un mes antes se había reglamentado
la expropiación de tierras (E/ Tiempo, 21 mayo, pág. 1).
44
El Tiempo, 17 de febrero de 1969, pág. 2.
45 Según Antonio Díaz, "el doctor Lleras me repetía muchas veces: 'mire, Antonio, si no se organiza a los campesinos, las reformas
agrarias fracasan"(entrevista, lebrero de 2000). Orlando Fals Borda, comprometido con la reforma agraria desde sus orígenes,
opinaba que Lleras llegó aese convencimiento en contra de su temperamento arrogante (entrevista, febrero de 2000).
46 Archivo de luchas campesinas, Cinep, AS 037. De ahora en adelante se utilizará la clasificación de quienes alimentaron ese archivo
bajo las siguientes siglas: AD (organizaciones departamentales), AO (organizaciones nacionales), AS (línea Sincelejo) yAA (línea
Armenia). El número corresponde al consecutivo de los documentos allí depositados.
102 Mauricio Archila Neira
Los analistas laborales suelen señalar que con Carlos Lleras no hubo grandes
avances en términos de legislación. En el aspecto integrador, creó el Con-
sejo Nacional del Trabajo para asesorar al gobierno en política laboral. 49
También nombró al curtido dirigente sindical Antonio Díaz como ministro
de Comunicaciones. 5° En cambio, se le atribuye a Lleras Restrepo la limi-
tación del derecho de huelga, al permitir que después de 40 días de que
47 Así lo anticipaba un editorial de El Tiempo ante la anunciada ola de invasiones de fines de 1970: "No hay razón para creer ingenuamente
que las ocupaciones ahaciendas en diferentes regiones del país no obedecen aun plan trazado minuciosamente con antelación para crearle
al gobierno problemas de orden público y obstaculizar la política agraria (... )Ante estos hechos es necesario que los organismos de
vigilancia y las instituciones estén alerta, pues no son hechos aislados" (19 de noviembre de 1970, pág. 9). Un talante similar mostró el
presidente ante los movimientos cívicos de finales de su mandato. En 1969 dijo que "se equivocan quienes creen que hablar amistosa-
mente con el pueblo es un acto de debilidad por parte del gobierno" (El Tiempo, 16 de marzo de 1969, págs. 1y6).
48 Lleras asistió al congreso de la CTC en mayo del67 (Uberación Obrera, No. 49, 1967, pág. 1). Un año después hizo una visita asu
sede. José Raquel Mercado lo recibió con un pliego de peticiones para mostrar "que la CTC no estaba arrodillada ante el gobierno"
(ibid., No. 62, 1968, págs. 1-3).
49 El Tiempo, 13 de agosto de 1968, pág. 21. Este ente se componía de 5 delegados del gobierno, 4 de los empleadores y 4 de las
centrales tradicionales (Medófilo Medina, "La política obrera del Frente Nacional", Estudios Marxistas, No. 8, 1975, págs. 3-26).
50 Entrevista, febrero de 2000. Díaz justificaba esa designación por razones de paridad política, además del reconocimiento asu labor
sindical.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 103
Pero si con los sindicalistas la relación fue de tire y afloje, con el movimien-
to estudiantil el trato fue casi exclusivamente de mano dura. El ciclo de
agitación-cierre-agitación-reapertura que se había hecho común en el pri-
mer lustro de los sesenta fue abruptamente cortado por Carlos Lleras. La
piedra de toque fue la nueva encerrona a que durante unas horas lo some-
tieron los estudiantes de la Universidad Nacional en octubre de 1966, cuan-
do visitaba el campus en compañía del magnate norteamericano Nelson
Rockefeller. Con la indignación propia de su temperamento, una vez res-
catado por las fuerzas del orden mandó allanar la universidad y además
clausuró los consejos estudiantiles y suprimió de un plumazo a la Federa-
ción Universitaria Nacional (FUN), con lo que dejó al movimiento estu-
diantil huérfano de expresión gremial. El presidente explicó estas drásti-
cas acciones aduciendo que la organización estudiantil utilizaba "un
lenguaje provocador, insolente y salpicado de cierta jerga comunista" .53 Ade-
más, en el marco de la reforma administrativa del 68 se expidió el Decreto
3157, que estipulaba que los "agentes directos" del presidente serían de
libre nombramiento y remoción. Por ser las universidades oficiales entes
públicos, a los rectores se les aplicaba esta disposición, con lo cual se cerce-
naba aún más su autonomía. Durante 1970 se planteó la necesidad de una
reforma universitaria que tuviera como puntales la autonomía, la planea-
ción y la financiación. 54 Cobraba actualidad el Plan Básico, que buscaba
conc::.liar el ideal elitista de desarrollo con la educación superior. 55
51
Véanse el Decreto 939 de 1966 y la Ley 48 de 1968 en Marcel Silva, Flujos y reflujos ... págs. 128-137. El artículo 3° de la Ley 48
autorizaba al presidente para ordenar la cesación de una huelga y convocar el tribunal de arbitramento si el conflicto afectaba
"gravemente" ala economía.
52
El Tiempo, 7 de agosto de 1970, pág. 3.
53
Citado por Femán Torres, "Trayectoria histórica de la universidad", SETT (2a época}, No. 9, 1974, pág. 58.
54
El Tiempo, 1Ode abril de 1970, pág. 4.
55
Según José F. Ocampo, dicho plan se derivaba del Informe Alean, que proponía "una universidad apolítica, privada, autofinanciada,
gobernada autocráticamente yal servicio del Estado en coordinación con los planes de desarrollo" (Reforma universitaria, 1960-
1980. Bogotá: Cinep, 1980, pág. 28).
104 Mauricio Archila Neira
56 Carlos Medina, ELN: una historia contada ados voces. Bogotá: Rodríguez Quito, 1996, págs. 169-170.
57 Véase Javier Daría Restrepo, La revolución de las sotanas. Bogotá: Planela, 1995.
58 El Tiempo, 20 de enero de 1968, pág. 1.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 105
59
E/77empo, 8 febrero de 1971, págs. 1 y 6.
60
E/77empo, 28 febrero de 1971, pág. 6.
61
E/77empo, 5 de marzo de 1971, pág. 6.
106 Mauricio Archila Neira
62 Esta apreciación no es compartida por todos los analistas del tema educativo. José F. Ocampo, por ejemplo, encuentra pocas
diferencias entre el Plan Básico y la reforma de Galán. En últimas, dice el autor, "lo que derrota la reforma Galán es el movimiento
estudiantil" (Reforma universitaria ... , pág. 47). Lo novedoso del momento fue la votación estudiantil para sus delegados alos Consejos
Superiores, en la cual los maoístas ganaron en las universidades Nacional y de Antioquia (El Tiempo, 17 y 20 de noviembre de 1971,
pág. 1).
63 En mayo del71 Pastrana mismo anunció 14 puntos de reforma que habrían tenido mayor impacto si el gobierno hubiera perseverado
en impulsarlos. Cubrían aspectos como autonomía, elección de autoridades universitarias, sistema de universidades públicas y
regionalización, calidad de la enseñanza einvestigación, financiación, bienestar universitario y respeto por la educación privada (E/
Tiempo, 5 de mayo de 1971, págs. 1y 6).
64 Francisco Zuluaga yHernando Vargas, "¿Por qué lucha el magisterio?" enAnalicias, No. 20, 197 4, págs. 4-45.
65 El Tiempo, 23 y24 de enero de 1973, págs. 1 y3 A. En ese momento el presidente anunció un ambicioso proyecto laboral que, como
solía ocurrir, se quedó en meras intenciones.
66 El Tiempo, 30 de marzo de 1974, pág. 1. La UTC estuvo muy cerca del gobierno yen alguna ocasión le propuso un plan para contener
la inflación, además de las consabidas demandas de salarios y crédito, y de control del comercio exterior. Sugerían también los
directivos de la central restringir el sistema Upac alas viviendas costosas y dejar la financiación tradiéional deiiCT y del Banco Centrai
Hipotecario para !a vivienda popular (ibid, 11 de mayo de 1973, pág. 5 C).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 107
67
Daría Fajardo, Haciendas ... , págs. 102 y 117-123.
68
El Tiempo, 6 de enero de 1972, págs. 1 y 6.
69
El proyecto que modificaba la ley de reforma agraria tocaba tangencialmente el tema de calificación de tierras y de pago de
expropiaciones, pero msistía en que la baja productividad de la agricultura se debía ante todo al malestar originado por la organización
campesina (El Tiempo, 8 de enero de 1972, págs. 1 y 10-11 8).
70
Véase, por ejemplo, El Tiempo, 9 de lebrero de 1972, págs. 1 y 6-A.
71
El Tiempo, 3 diciembre de 1971, pág. 1. Según Carlos Ancízar Rico, primer presidente de la Anuc, las invasiones iniciales fueron
promovidas por agentes del Ministerio de Agricultura. Para él, "el movimiento se cualificó bastante con la acción de estos funcionarios
del gobierno" (entrevista, junio de 2000).
72 El Tiempo, 2 de abril de 1972, págs. 1 y 12 A.
73
Véase El Tiempo, 16, 21 y 26 de julio de 1972.
74
El Tiempo, 21 de noviembre de 1972, pág. 9 A.
108 Mauricio Archila N e ira
75 El Tiempo, 20 julio de 1973, págs. 1 y7 A. Un análisis de este punto en Christian Gros, Colombia indígena ... , parte 33 .
76
Daniel Pécaut, Crónica de dos décadas de po/Rica colombiana, 1968-1988. Bogotá: Siglo XXI, 1989, pág. 189. Gran parte de estas
notas está elaborada sobre los apuntes del sociólogo francés, quien siguió con ojos atentos las distintas momentos políticos de estos
añoscrfticos.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 109
77 Esta sección fue publicada como parte del contexto de la obra conjunta ya citada, 25 años...
78
Las cifras electorales que citaremos de aquí en adelante son tomadas de Jonathan Hartlyn, La política ... , pág. 198, y David Bushnell,
Colombia: una nación apesar de sí misma. Bogotá: Planeta, 1996, pág. 401.
79
Alternativa, No. 28, 1975, pág. 15.
110 Mauricio Archila Neira
80 Ese empate en el gabinete oscurecía las intenciones del recién inaugurado gobierno, como lo señala Daniel Pécaut en Crónica... , pág.
250.
8
' !bid, págs, 258-284.
82 La vocación reformista de López Michelsen, aun desde los años del MRL, es bien discutible ala luz de sus escritos de esa época en
los cuales se mostraba crítico de la protección industrial ypoco inclinado ala reforma agraria. El mismo confesaría, años después,
que siempre se opuso aquienes consideraban que la misión del MRL "era colaborar con el Partido Comunista en la implantación de
la Revolución Cubana en Colombia" (Epílogo elaborado por él al libro de Mauricio Botero Montoya, El MRL. Bogotá: Universidad
Central, 1990, pág. 255). Su rebeldía contra el Frente Nacional parece ser resultado del aprovechamiento de una oportunidad política
ante la alternación, que no estaba en el pacto original, en un momento de auge revolucionario internacional, paso que pudo ser
alimentado por la exclusión que sufrió de los círculos oficiales del liberalismo en las elecciones de 1958 (ibid., pág. 250). Jorge Child
ofrece una opinión similar sobre el supuesto reformismo del "compañero jefe" ("El MRl:' en Gustavo Gallón, Entre movimientos y
caudillos ... , págs. 68-90).
83
Aspectos desarrollados por Consuelo Corredor, Los límites de la modernización. Bogotá: Cinep, 1992, cap.lll.
84
Salomón Kalmanovitz, Economía y nación. Bogotá: Siglo XXI, 1985, pág. 479. La inflación había sido del 25,6% en 1976. mientras
en el año anterior fue de 17,9% (El Tiempo, 2 de enero de 1977, pág. 1 A). En el capítulo cuarto exploraremos el impacto de esta
variable, así como de otras de carácter socio-económico en la movilización social.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 111
Que las esperanzas de un cambio social dirigido por López se fueron disi-
pando, lo muestra el auge de los movimientos laborales y cívicos a partir
de 1975, ante los cuales el presidente reimplantó el estado de sitio, ini-
cialmente en forma parcial y luego total. La medida de excepción se pro-
longó hasta junio de 1976, pero su cesación no duró mucho. La huelga de
los médicos del Seguro Social afiliados a Asmedas contra la clasificación
como empleados públicos, que les arrebataba el derecho a suscribir con-
venciones colectivas, sería la oportunidad para reinstalarla el 7 de octubre
de ese año. El estado de sitio se prolongaría por seis años. 89 La creciente
ola agitacional también fue respondida con desdén y arrogancia, lo que
derivará en el Paro Cívico Nacional de septiembre del 77. Dicha moviliza-
ción fue magnificada tanto por el Estado como por la izquierda, en forma
85
El Tiempo, 16 de enero de 197 4, pág. 9 A, y 4 de febrero de 197 4, pág. 7 A.
86
Véase Moncayo y Rojas, Lás luchas obreras ... , págs. 258-261.
87
Discurso en Cúcuta (fl Tiempo, 27 de mayo de 1976, pág. 1).
88
Al año siguiente el gobierno anunció su retiro de la OIT, siguiendo el ejemplo de los Estados Unidos, criticó su "burocratización" y la
acusó de "ocuparse de asuntos políticos que no le competen" (El Tiempo, 2 de julio de 1977, pág. 12 A).
89 En intervención televisada, el presidente dirá que se cansó de conciliar con los médicos, pues éstos prefirieron las vias de hecho. E;
gobierno, acotó acontinuación, no se dejará presionar, pues en este caso, como en el secuestro de Mercado, será autónomo en sus
decisiones. El gremio médico "quedará en deuda con entidades, aveces subversivas, que no dejarán de pasarle la cuenta en tiempo
oportuno"(E/ Tiempo, 14 septiembre de 1975, pág. 6 A). Esta huelga le costará el cargo a la ministra de Gravo (ibid., 8de octubre,
pág.1 A).
112 Mauricio Archila Neira
tal, que fue entendida más como acto insurrecciona! que como la protesta
reivindicativa que en efecto tuvo lugar. 90
90 Remitimos al citado análisis de Medófilo Medina en "Dos décadas de crisis polftica en Colombia ... ". págs. 29-31. No hay que olvidar
que en dicha jornada, además del apoyo de la izquierda, salvo el Moir y otros grupos maoístas, se hizo presente una fracción del
conservatismo opuesta al gobierno, el ospino-pastranismo, con lo que se desdibuja el exclusivo carácter popular con que también
se la revistió.
91 Decreto 128, que luego será derogado (El Tiempo, 19 de noviembre de 1977, pág. 1 A). Mucha responsabilidad les cupo a las
izquierdas que controlaban la Fecode, por actitudes intransigentes, sobre todo ante la nacionalización, pues lo que se exigía era la
estatización de toda la educación (entrevista con Abel Rodríguez, marzo de 2000).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 113
92
Crónica ... , págs. 292-296.
93
Gustavo Gallón, Quince años ... , págs., 133-140.
114 Mauricio Archila Neira
94
Según Julio Silva Colmenares, aprincipios de los ochenta había 700.000 desempleados, para una PEA de 9'400.000 (Voz Proletaríd,
1 de mayo de1980, pág. 2).
95 Christian Gros, Colombia lndfgena ... , pág. 277.
96 José F. Ocampo, Reforma universitaria ... , págs. 84-85.
97
Para el magisterio el Estatuto Docente, apesar de ser concertado, resultó obsoleto (entrevista con Abel Rodríguez, marzo de 2000).
98 El primero de mayo de 1979, en una "celebración" con directivos de UTC y CTC, pedía a!os obreros "luchar dentro de la ley" (El
Tiempo, 1 de mayo, pág. 1 A).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 115
99
El Tiempo, 3 de diciembre de 1980, pág. 1A. Se acusó a la regional de Santander de promover el saboteo (ibid., 5 de diciembre,
pág. 6).
100
Álvaro Delgado, "La descomposición del patronalismo sindical", Estudios Marxistas, No. 13, 1976, págs. 31-67.
101
El Tiempo, 18 de diciembre de 1980, pág. 4 F, y Archivo de luchas campesinas, Cinep, AA-014. Esto no quiere decir que se
reagrupara el movimiento campesino, de hecho escindido en múltiples grupos, como veremos en el capítulo 3.
116 Mauricio Archila Neira
Esa fue la consigna con que se movió la campaña preside.ncial de 1982, que
ganó Belisario Betancur. Éste obtuvo 3'189.587 votos (47% del total), contra
los candidatos liberales Alfonso López, quien recibió 2'797.786 (41% del
total), y Luis Carlos Galán, que apenas sumó 746.024 (el 11 %). 102 La estra-
tegia belisarista de lanzar un movimiento nacional en medio de la división
liberal le permitió acceder al poder pero no le garantizó una mayoría parla-
mentaria. Estas características, sumadas a la falta de maquinaria y de
ligazón a una familia política, permiten especular, como dice Marco Pala-
cios, "si los activos como candidato no fueron los pasivos del presidente" .103
102
Nótese que Belisario obtuvo cerca de 800.000 votos más que en las elecciones anteriores yque López perdió algo más de 130.000
entre 1974 y 1982.
103
Entre la legitimidad y la violencia. Colombia 1875-1994. Bogotá: Norma, 1995, pág. 277.
104
En cualquier caso, con Betancur el modelo mixto de desarrollo económico que caracteriza al país se inclinó en forma incial hacia
el polo de la sustitución de importaciones, aunque para 1984 retornó a la ortodoxia aperturista (José A. Ocampo, "Reforma del
Estado ... " , pág. 18).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 117
105
Seis grandes empresas (Fabricato. Coltejer, Tejicondor, Paz del Río, Avianca yCol motores) perdieron más del25% de su patrimonio
en un año (El Tiempo, 9 de mayo de 1983, pág. 1 A). En un análisis del momento, Guillermo Perry decía que ellegado de Betancur
era no solo el aumento del desempleo, que rayaba en 14,2% en 1985, sino el deterioro de la calidad de la vinculación laboral (El
Tiempo, 3 de julio de 1985).
106
Cifras tomadas de Francisco Leal, "Estabilidad macroeconómica einstitucionalidad yviolencia crónica", en la obra compilada por él,
En busca de la estabilidad perdida. Bogotá: Tercer Mundo, 1995, pág. 43.
107
Marcel Silva, Flujos y reflujos ... , págs. 159-160.
118 Mauricio Archila Neira
En otro aspecto social, según Christian Gros, Betancur inauguró una ver-
dadera política indigenista, pues otorgó tierras de resguardos y reforzó el
poder de los cabildos. 110 Ello produjo un nuevo acercamiento de los indíge-
nas al Estado, que los conducirá a participar electoralmente en años
posteriores. 111 Con todo, lo más destacado en materia social del penúltimo
mandato analizado fue su concepción de la acción cívica, a la cual le otor-
gó cierta legitimidad, y la consecuente reforma política que propuso, en la
que sobresalió la descentralización.
Con el fin legitimar el régimen político, Betancur propuso una triple estra-
tegia: negociar la paz; realizar una reforma política, llamada apertura
democrática; y retornar al concierto latinoamericano y mundial con un
108
Beethoven Herrera, América Laüna, balance de una crisis. Bogotá: Fescol, 1990, págs. 72-76.
109
Maree! Silva, Rujas y reflujos., págs. 165-168. Al culminar el mandato de Betancur. Carrillo saltarla al primer plano como organizador
de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), de la que serfa su primer presidente.
11
° Colombia Indígena, págs. 272 y ss.
111
Según Marta Teresa Findji, hubo una nueva dinámica con los indlgenas, de trato más reciproco, de "autoridad aautoridad" ("Movi-
miento social y cultura polltica ... ",págs. 343 y ss.).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 119
Belisario Betancur integró una comisión de paz plural que incorporó aun a
fuerzas de izquierda, y sobre todo salió adelante a las demandas guerrille-
ras, al ofrecer una amnistía amplia e incondicional. Por decirlo con una
metáfora deportiva, colocó el balón en el terreno contrario. Beneficiados
por la amnistía, los guerrilleros, especialmente el M-19, no podían ignorar
esos gestos de apertura democrática. Luego de un relativo empantana-
miento, en 1984 firmaron acuerdos de paz, primero las Farc y luego el M-
19, el EPL y el AD0. 113 El ELN se mantuvo al margen de estos diálogos.
Pero ahí comenzaron los problemas, puesto que la tregua fue bastante
inestable, por tres factores: la falta de institucionalidad del proceso mis-
mo, lo que auguraba un incierto rumbo; la oposición cada vez más abierta
de los gremios, la clase política y en especial los militares; y, por último, la
falta de voluntad política de la guerrilla hacia la paz, aunque en menor
grado de las Farc, que sostuvieron por unos años la endeble tregua y se
proyectaron políticamente en torno de la Unión Patriótica (UP). 114
La toma del Palacio de Justicia por parte del M-19 y la contratoma por las
fuerzas del orden en noviembre de 1985, no solo simbolizaron el fracaso
del proceso de paz de Betancur sino que pusieron al descubierto las reales
dinámicas de violencia que seguían funcionando en la sociedad. Los gue-
rrilleros no habían abandonado su discurso de guerra; los militares tam-
poco, e hicieron evidente que eran autónomos en el manejo del orden públi-
co, aun por encima del presidente. Los gremios y los políticos se regocija-
ron porque terminaba el "embeleco" de la paz. Los narcotraficantes y los
paramilitares se ensañaron contra los pocos logros del proceso de paz: la
elección de alcaldes y en particular la existencia de la UP Se inició así una
112
Ricardo Santamaría yGabriel Silva, Proceso político en Colombia: del Frente Nacional afa apertlJra democrálíca. Bogotá: Cerec, 1984,
págs. 67-70.
113
Lo que para Daniel Pécaut fue un signo de habilidad polrtica de los comunistas, que impulsó aotros sectores de izquierda (Crónica ...
pág. 389). habilidad que, anuestros ojos, se ha perdido con el tiempo ...
114
Mauricio García, "Veinte años buscando una salida negociada: aproximación ala dinámica del conflicto armado y los procesos de
paz en Colombia: 1980-2000", Controversia, No. 179, diciembre de 2001, págs. 25-27.
120 Mauricio Archila Neira
115
Para esta sección nos nutrimos, además de los textos de los analistas citados, de los muchos periodistas y actores de este proceso
que escribieron con desigual distancia sobre esos hechos. Destacamos los trabajos de Oiga Behar, Noches de humo. Bogotí.: Planeta,
1988, Ramón Jimeno, Hora de lobos. Bogotí.: Presencia, 1989, y Laura Restrepo, Hisloria de una traición. Bogotí.: Plaza yJanés,
1986.
116 María Teresa Uribe señala con más precisión que el intento de Barco fue la repolitización del régimen político, aunque acontinuación
señala que él intentó simultí.neamente "despolitizar la sociedad" ("Crisis política y gobernabilidad en Colombia: 1980-1995", en
la obra ya citada de Varios autores, Nuevos movimientos políticos ... , pág. 71 ).
117 Decreto 77 de 1987 (Maree! Silva, Flujos y reflujos ... , págs. 181-184). Según Camilo Barrero, era una política de privatización sin
tapujos ("Los pasos de un gigante", Cien Dfas, No. 7, 1989, págs. 18-19).
118 Julian Vargas, "Los coletazos de un paro apacible", Cien Días, No. 4, 1988, págs. 12-13.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 121
119
Mauricio García, "Veinte años buscando ... ", págs. 27-29.
120
Magdalena León y Carmen D. Deere, Género, propiedad y empoderamiento: tierra, Estado y mercado en América Latina. Bogotá
Tercer Mundo, 2000, págs. 112-113.
121
Francisco Leal, "Estabilidad macroeconómica ... ", pág. 43.
122 Libardo Sarr1iento "Reformas y desarrollo socia! en los noventa", en Francisco Leal, En busca ... , pág. 306.
Pero lo más grave del gobierno de Barco fue el aumento de la violencia y
sobre todo su fragmentación. La guerra retornó a reemplazar a la
política. 123 Aunque el presidente concretó la precaria reforma lograda por
el anterior gobierno, en especial la elección popular de alcaldes, no pudo
contener el aniquilamiento de los dirigentes de organizaciones sociales y
de las fuerzas de izquierda, en especial de la UP En efecto, en 1986 el
candidato de esa agrupación, Jaime Pardo Leal, había obtenido 328.752
votos (casi el 5%), cifra récord en la historia de la izquierda en el país, lo
cual seguramente atemorizó a los sectores más retardatarios, que se lan-
zaron a una nueva orgía de violencia contra todo lo que pareciera oposi-
ción. Ello significó la práctica desaparición de la izquierda no armada y de
uno de los pocos logros tangibles de los acuerdos de paz .124 Para junio de
1987 se hizo explícito el fin de la tregua con las Farc, que de tiempo atrás
no funcionaba en la práctica. Solo al final de su período, con la negocia-
ción para la reinserción a la vida civil del M-19 y las bases para el poste-
rior proceso con el EPL, el PRT y el comando Quintín Lame, se verán algu-
nos frutos de su estrategia de paz, sin que la amenaza contra la vida de
los ex combatientes desaparezca. Ante el recrudecimiento de la "guerra
sucia", Barco había abierto la posibilidad de un plebiscito reformador en
las elecciones del 88. Pero rápidamente cerró esa puerta con el acuerdo
bipartidista plasmado en el Estatuto Antiterrorista de ese año, impulsado
por el ministro José Manuel Arias Carrizosa, conocido de autos por sus
inclinaciones derechistas. 125 Ante la incapacidad de contener la violencia,
se retornaba a la salida represiva. Esto contrastaba con el criterio que en
ese momento tenía el entonces procurador, Horacio Serpa, sobre los asesi-
natos de trabajadores y activistas de izquierda:
123
En esta parte sigo el derrotero de Gonzalo Sánchez en "Guerra y política en la sociedad colombiana", Análisis Polftico, No. 11,
septiembre-diciembre de 1990, págs. 7-27.
124
No disponemos de cifras exactas sobre los activistas de la UP asesinados entre 1987 y 1990, salvo las referencias generales como
la de Medófilo Medina a3.500 eliminados en esos años ("Dos décadas de crisis política ... ", pág. 58).l.a politóloga norteamericana
Leah Carroll presentó al IV Congreso de Antropología un análisis de los 18 municipios en donde la UP conquistó la alcaldía en 1988
yseñaló la paradoja de que "un proceso de reforma que comenzó como un intento de institucionalizar los conflictos violentos( ... ) ha
tenido resultados (... ) ambiguos" ("Logros ylímites de la elección popular de alcaldes en Colombia: la experiencia de los municipios
con administraciones de la UP, 1988-1990", en Jaime Caycedo y Carmenza Man1illa (editores), Identidad democrática y poderes
populares. Bogotá: Ceis, 1993, pág. 61 ). No hay que olvidar que también otras fuerzas políticas de izquierda, como el Frente Popular
yALuchar, tuvieron víctimas de la llamada "guerra sucia" en esos años. Una de ellas fue Osear William Calvo, vocero del EPL en las
negociaciones de paz, asesinado el20 de noviembre de 1984.
125
Colombia Hoy, Nos. 54 y 55, 1988.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 123
126
Citado en el informe de Amnistra Internacional, Colombia: el panorama de los derechos humanos. septiembre de 1989.
127
"Estabilidad macroeconómica ... ", pág. 49. Véase también su artículo "Estructura y coyuntura de la crisis política" en Francisco Leal
y León Zamosc (editores), Al filo del caos. Bogotá: Tercer Mundo, 1990. En este último desarrolla más el papel del narcotráfico como
catalizador de la crisis. No queda muy clara su referencia al proyecto reaccionario, aunque uno podría interpretar la ola de crímenes
en tomo alas elecciones del90 como una de sus expresiones.
128
Para leer la política. Tomo l. Bogotá: Cinep, 1997, pág. 69.
129
"Guerra y polftica ... " pág. 27.
130
"Crisis política... ", pág. 78.
124 Mauricio Archila Neira
131
Las implicaciones de este proceso serán materia de futuras reflexiones. Aunque la Ley 50 de 1990 corresponde al periodo estudiado,
por sus implicaciones yarticulación alas políticas del gobierno de César Gaviria, no profundizamos en ella. Baste decir que hace parte
de las políticas aperturistas o neo liberales, en especial por la flexibilización de la contratación de mano de obra, aunque contiene
elementos positivos para los trabajadores, como la ampliación de los derechos de maternidad, vacaciones yprimas, así como una
modernización del derecho laboral (véanse los análisis de Marcel Silva, Flujos y reflujos ... , págs. 123-204, yde María E. Rodríguez,
"Reforma laboral: se vino el nuevo régimen", Cien Días, No. 12, 1990, págs. 26-27).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 125
CONCLUSIÓN INCONCLUSA
El acuerdo bipartidista que rigió al país entre 1958 y 1974 tuvo indu-
dables logros al apagaciguar los odios partidistas, colocar a los milita-
res bajo el control civil y propiciar un desarrollo económico más o me-
nos constante, en medio de la creciente modernización que se manifes-
tó desde los años de la posguerra. Estos avances, sin embargo, se vie-
ron oscurecidos por la exclusión política de grupos al margen del bi-
partidismo, la pérdida de identidades partidistas, la mayor autonomía
de los militares, la desatención a los actores sociales y el consiguiente
aumento de la brecha entre ricos y pobres. Todo ello condujo a una
despolitización generalizada y a un debilitamiento del sistema políti-
co, que siguió recurriendo al clientelismo como forma de relación con
los sectores subalternos. El Estado creció tanto en burocracia como en
capacidad interventora, pero en favor de las minorías poderosas, lo
que disminuyó su capacidad de acción autónoma y lo convirtió en botín
de caza de las elites políticas y económicas que lo usufructuaban. File
un proceso de fortalecimiento selectivo que dejó abandonadas a las
regiones menos integradas a la economía nacional. La precaria socie-
dad civil fue dejada a su suerte sin mediaciones políticas ante el Esta-
do. La resultante fue un alejamiento entre representantes y representa-
dos, entre sistema político y actores sociales, entre las esferas política
y social, con lo que cada una quedó autorreferida y sin vasos comuni-
cantes. En esas condiciones hizo irrupción una nueva forma de violen-
cia que pretendió legitimarse en esa enemistad social: la guerrilla. Si
la hoguera del choque bipartidista quedaba atrás, una nueva forma de
enfrentamiento entre los colombianos cobraba fuerza, ahora como su-
puesta guerra de clases. Tanto la acción guerrillera como la respuesta
estatal cerraron todavía más los espacios de negociación política y
126 Mauricio Archila Neira
Para los años ochenta se hizo evidente la falta de adecuación del sistema
político y del Estado con relación a los cambios vividos por la acelerada
modernización material que presenció el país desde la posguerra y que se
manifestó con intensidad en los últimos decenios. 134 La nueva crisis que
se manifestó a finales de los 80 fue expresión de la proliferación de actores
violentos y de la consiguiente fragmentación de escenarios, motivos y for-
mas de violencia. Así, la guerra se iba despolitizando o, mejor, la política
era cada vez más desplazada por la guerra, hasta fragmentarse. En pala-
bras de Gonzalo Sánchez, las recientes prácticas violentas sugieren la
"militarización de la política y (la) bandolerización de la guerra" .135 Esto
conduce a lo que el mismo autor llama una "dinámica de desorden", que
hace evidente la deserción relativa del Estado y que pone un severo cues-
tionamiento sobre la viabilidad política del país. Pécaut complementa esta
línea de reflexión al afirmar: "En un país en el que el poder civil deja espa-
cios abiertos y tiene tan poco dominio de la sociedad, la violencia se difun-
de rápidamente en todos los recovecos de la vida social" .136
132
Alain Touraine, en reciente conferencia sobre la democratización en América Latina, señala que "la destrucción oel debilitamiento de
las mediaciones políticas institucionales entre demandas sociales ydecisiones estatales, resultaba en la incapacidad real de muchos
países de autorregular su sistema político" ("Exitos y límites de la democratización en América Latina", Lasa Forum, vol. XXVIII, No.
2, verano de 1997, pág. 18). Es fácil ver el caso colombiano allf retratado aunque no hubiéramos padecido sino una dictadura militar,
en los años cincuenta.
133
Asf lo ve también Marco Palacios: "Pese a una alternancia normal de ocho presidencias, yal funcionamiento regular de todos los
poderes constitucionales, el sistema político colombiano se hallaba (en 1990) en una encrucijada similar a la que llevó al pacto
bipartidista de 1957" (Entre la legitimidad... pág. 291 ). Daniel Pécaut, por su parte, también señala la similitud de las crisis, pero
adiferencia de la de los años 50, afines de los 80 las elites no tenían autoridad para encontrarle una salida (Crónica ... , pág. 36).
134
Consuelo Conredor es tal vez quien mejor tematiza esta mirada al decir que "la crisis de los años 80 en Colombia es resultado de un
largo proceso de erosión del orden tradicional, inducido por las transformaciones derivadas del proceso de modernización econó-
mica, que contrasta con el conservadurismo político expresado en el inmovilismo del sistema político y de la organización estatal"
(l.Ds límites ... , pág. 22). Gary Hoskin, apoyándose en Francisco Leal, complementa la idea al señalar que la crisis no surgió por
ausencia de reformas, sino porque ellas fueron tardías, inadecuadas y mal concebidas ("Los partidos tradicionales ¿Hasta dónde son
responsables de la crisis política?", en Francisco Leal yLeón Zamosc, Al filo del caos ... , pág. 161)
135 "Guerra y política... ", pág. 26. Desde una vertiente similar de análisis, María Teresa Uribe parece llegar aconclusiones diferentes.
Para ella la guerra dejó de ser factor estructurante del orden hasta bien entrado el siglo XX, pero siguió siendo un instrumento
equilibrador de poderes asimétricos. Por eso la violencia no conduce ala ingobemabilidad ymenos aalteraciones de la democracia
formal. En otras palabras, en Colombia se ha podido gobernar con guerra ("Crisis política ... ").
136
Crónica ... , pág. 36.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 127
137
Palabras casi calcadas de Francisco Leal, "Estructura y coyuntura... ", pág. 38.
138
lbid., pág. 27. Este punto es desarrollado con mayor detalle por Bruce Bagley en "Narcotráfico: Colombia asediada", publicado en
Al filo del caos...
139
Entre la legitimidad ... , págs. 325-326.
140
Dan e, Colombia Estadística, 1988. Bogotá: Dane, 1988, pág. 55, yOlinto Rueda, "Historia de la población en Colombia", en Álvaro
Tirado Mejía (editor), La Nueva Historia de Colombia. vol. V... , pág. 383.
141
"En un lapso de tres lustros había ocurrido en el país una de las transformaciones demográficas más drásticas de que se tenga
conocimiento en la historia contemporánea" (Oiinto Rueda, "Historia ... ", págs. 381-382).
142 Departamento Nacional de Planeación, "La economía colombiana, 1950-1975", Revista de P/aneación y Desarrollo, volumen IX, No.
3, octubre-diciembre de 1977, pág. 28.
143
En ello influye el descenso en las tasas de mortalidad infantil, que pasaron de 118,9 por mil habitantes en 1960 a44,6 por mil en
1975 ya30,1 por mil en 1990. Las tasas de mortalidad general también disminuyeron en el mismo lapso de 13 a6,3 ya6,1 (DNP,
"La economía ... ", pág. 29 y Dane, Las estadísticas sociales en Colombia. Bogotá: Dane, 1993, pág. 92). Estas modificaciones
aumentaron obviamente la esperanza de vida.
128 Mauricio Archila Neira
como la migración a las ciudades, que hace que en menos de tres lustros
se pase de ser un país rural a uno urbano: si para 1951 el 61,3% de los
colombianos vivían en el campo, trece años después lo hacían el 48%,
para llegar en 1985 a solo el 30,4%. 144 Otro rasgo notorio fue la indudable
expansión del sistema educativo, acompañada de una creciente seculari-
zación del pensamiento y la cultura. Así, la tasa de escolaridad evolucio-
nó de 3,14 en 1958 a 6,13 en 1990. 145 Mientras tanto, el analfabetismo
disminuyó de 37,7% en 1951 a 12,2% en 1985. 146 Adicionalmente, los
medios de comunicación masivos desplazaron en la creación de opinión
pública a instituciones que otrora la controlaban, como la Iglesia católica,
debilitada además por la irrupción de múltiples credos. 147 Este contexto
sucinto de transformaciones estructurales muestra un país cuyo creci-
miento demográfico se controló parcialmente, que se ha urbanizado y que
cuenta con mayores índices de educación y por ende tiende a ser más
secularizado.
44
' DNP. "La economía ... ", págs. 365 y 377.
145 DNP. Estadísticas históricas de Colombia. Tomo 11. Bogotá: Tercer Mundo, 1998, pág. 99.
146 Dane, 50 años de estadísticas educativas. Bogotá: Dane, 1985, pág. 112, y Censo de población de 1985, pág. 4.
147 El número de receptores de radio y televisión por mil habitantes pasó respectivamente de 107 y 39 en 1970 a 293 y 11 Oen 1985
(Dane, Estadísticas sociales ... , págs. 559 y 560). Comparativamente era una cifra baja en relación con países como Argentina, que
tenía 386 y 156 receptores de radio y 1V por mil habitantes en 1975, y 540 y 199 en 1983 (Unesco, Resumen estadístico. París:
Unesco, 1986, pág. 153). En cuanto a cifras de afiliación religiosa hay menos precisión. Mario Guevara dice que para comienzos de
los noventa cerca de tres millones de colombianos (casi el1 0% de la población) practicaban otros cultos distintos del católico
("Fragmentación del campo religioso colombiano", Utopías. No. 3, abril de 1993).
REPERTORIOS DE
LA PROTESTA
2
"La ley abre posibilidades, pero nada hay asegurado sin
la movilización de la gente" (Mercedes Balanta, líder
de la Organización de Comunidades Negras). 1
1
Entrevista en Arturo Escobar y Alvaro Pedroza, Pacífico ¿desarrollo o diversidad? ... pág. 282.
2
la forma como se construyó la base de datos y las definiciones operativas se encuentran en el Apéndice Metodológico.
3
Siguiendo aCharles 1illyy SidneyTarrow. por repertorios entendemos formas de luchas heredadas o inventadas que no se modifican
acorto plazo y que tienden areproducirse modulanmente. Ello incluye tanto la fonma en que se expresan como los motivos yproyec-
ciones públicas. En este capítulo nos centramos en la forma, y dejamos los otros aspectos para las siguientes secciones.
132 Mauricio Archila Neira
Gráfico 1
Acciones mensuales promedio
40
35
30
25
20
15
10
o
ENE FEB MAR ABR MAY JUN JUL AGO SEP OCT NOV DIC
La observación del gráfico 1 muestra dos ciclos al año, uno por cada se-
mestre, con sus respectivos puntos altos a mediados de cada semestre, y
bajos al comienzo, en la mitad y al final de año. Salta a la vista que el
ritmo de protesta está muy ligado, como es obvio, al calendario laboral del
país, por lo que enero y diciembre suelen ser bajos en acciones sociales. La
actividad académica también imprime su marca al disminuir relativamente
la conflictividad en el lapso intersemestral.
Aunque a lo largo del periodo estudiado los actores, las formas y los motivos
de las luchas sociales variaron mucho, hubo ciertas situaciones que tendían
a repetirse. Los años analizados se inician por lo común con lo que los go-
biernos llamaban "paz social" o "tranquilidad laboral". Fue muy común que
en los primeros días del año se produjera la agitación de diversos sectores
subalternos contra el costo de vida y en particular las alzas en las tarifas
del transporte, que a su vez eran presionadas por los empresarios del ramo
con la argumentación de que ellos habían sido afectados por los aumentos
de precio de los combustibles. Para los años ochenta, sin que desapareciera
este tire y afloje, también contaron los conflictos represados del año anterior
o el desbordamiento de la violencia, que no tiene horario ni calendario para
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 133
Gráfico2
Total de acciones por años
1000
800
400
200
o
58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90
1958-1970
4
Además de la trayectoria por años realizamos el ejercicio por meses y trimestres, pero los gráficos resultantes son de difícil lectura,
por lo que no los reproducimos. Cuando sea oportuno haremos mención aesos ejercicios.
5 La forma distinta como se construyeron las dos series, 1958-1974 y 1975-1990, puede crear alguna distorsión por la diferencia
en magnitudes, en especial en el año 1975, no así en la tendencia, que es lo que nos interesa destacaren esta parte. Para la explicación
del procedimiento remitimos al Apéndice Metodológico
6 En junio de 1957 se había presentado un movimiento similar en la Universidad Pegagógica de Bogotá contra la rectora Franzisca
Radke (Absalón Jiménez, "Consolidación, auge y crisis del movimiento estudiantil en la Universidad Pedagógica Nacional, 1957-
197 4", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No. 28, 2001, págs. 57 -66). En Medellín hubo protestas en marzo de
1958 contra el gobernador de filiación laureanista (El Colombiano, 6 de marzo, pág. 1).
El Colombiano, 25 de febrero de 1958, pág. 1.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 135
En mayo también repuntó el movimiento laboral, que tuvo al Valle del Cauca
como epicentro. La marcha de los trabajadores azucareros a Cali el 14 de
agosto cobró dos víctimas fatales. En el segundo semestre disminuyó el
ritmo de la protesta laboral en medio de rumores de unidad orgánica entre
la UTC y la CTC. Los estudiantes y maestros se agitaron bajo la consigna
"Libros sí, armas no". 9 En la Universidad de Cartagena se vivieron varios
conflictos sucesivos en las facultades de Derecho y Medicina. En esta úl-
tima el paro se prolongó hasta enero del siguiente año y terminó en forma
drástica con el desalojo de los estudiantes por parte de los infantes de
marina. Por último, llaman la atención dos movilizaciones de mujeres con
un sentido político hechas en 1959, una en el plano nacional para apoyar
al Frente Nacional, en abril, y otra en Rionegro (Antioquia), para clamar
por la paz, en julio.
El año 1960 arranca con nueva presión de los transportadores y con huel-
gas laborales para revivir la negociación rezagada de los respectivos plie-
gos de peticiones. Se realizaron los primeros paros generales en la Univer-
sidad Nacional, uno de los cuales, el de agosto, provocó la renuncia del
rector Mario Laserna. El movimiento cívico no hizo muchos paros pero en
cambio intensificó las invasiones urbanas, especialmente en Barranquilla.
El sindicalismo, además de los notorios conflictos en la televisión en abril, y
en la industria petrolera en agosto, se vio abocado a la ya mencionada divi-
sión de la CTC en el Congreso a fines de ese año en Cartagena.
8
El Tiempo, 22 de enero de 1959, pág. 9.
9 Voz de la Democracia, 12 de septiembre de 1959, pág. 1.
136 Mauricio Archila Neira
mestre del 61. A principios de año hubo una notable ola de invasiones urba-
nas y algunas rurales; no en vano se estaba discutiendo la ley de Reforma
Agraria. A mediados de año ocurrió la primera toma de los terrenos que
conformarían el barrio Policarpa Salavarrieta, en el centro de Bogotá.
Hacia marzo de 1961 se lanzó una serie de paros universitarios por pro-
blemas presupuestales, dentro de los cuales sobresalió el de la Universi-
dad de Medellín, uno de los planteles privados que más conflictos viviría
en esos años. En abril de nuevo se movilizaron los estudiantes contra la
invasión mercenaria a Cuba en Playa Girón. En mayo ocurrió el primer
paro universitario nacional desde las jornadas que habían derribado la
dictadura en 1957. La diferencia es que ahora se dirigían contra el Frente
Nacional, el antiguo aliado de antes!
1962 principia con una huelga del magisterio, lo que sugiere, además de
las deficiencias del sistema educativo, el nuevo protagonismo de los em-
pleados estatales en el mundo laboral. A mediados del primer semestre se
presentó otra oleada de agitación estudiantil, al principio de secundaria
en la Costa y luego universitaria a lo largo del país, que invocaba reivindi-
caciones propias, aunque coincidió curiosamente con las jornadas electo-
rales. Entrando al segundo semestre, los cementeros lanzaron paros coor-
dinados por la federación del ramo. El 30 de octubre ocurrió la toma de la
fábrica Thbos Moore por los trabajadores de la empresa, con el fin de asu-
mir el control de la producción. Igual sucedería a comienzos de diciembre
en Tejidos Monserrate, pero aquí fueron rápidamente desalojados. Las in-
10
E/ Tiempo, 21 de noviembre de 1961, pág. 4. El mismo periódico había condenado días antes los paros de solidaridad con los
ingenios azucareros, catalogándolos de "ilegales" (31 de octubre, pág. 4).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 137
11
La Nueva Prensa, 23 de febrero de 1963, págs. 20-31. Un análisis ydescripción de los sucesos en el libro del Centro de Investiga-
ciones Mariátegui, La masacre de Santa Bárbara. Medellín: La Pulga, 1977.
12
"La bandera del sindicalismo está de luto; se violó la Constitución ylos derechos humanos", exclamó el órgano de la CTC (liberación
Obrera, No. 16,1963, págs. 1-2).
13
Álvaro Delgado, "El conflicto huelguístico colombiano, 1960-1990" en Mauricio Archila y Álvaro Delgado, "Wónde está la clase
obrera?", Documentos Ocasionales, No. 72, Cinep, 1995, pág. 63.
14
Incluso el PCC criticó el alza de combustibles sin dar total respaldo a la acción de los transportadores (Documentos Políticos, Nos.
36-37, 1964, págs. 87-89).
138 Mauricio Archila Neira
1966 fue un año de agitación social para casi todos los actores, en espe-
cial los laborales. Como fue usual en este subperiodo, se inició con el cír-
culo agitacional en torno a los transportes. Siguieron luego algunas pro-
15 Voz Proletaria, 20 de agosto de 1964, pág. 1. Un análisis del evento en Francisco Leal, "La participación política de la juventud
universitaria como expresión de clase", en Varios, Juventud ypofl1ica en Colombia. Bogotá: Fescol, 1984.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 139
Los dos años que siguen, 1967 y 1968, describen una tendencia a la dis-
minución de registros de las luchas sociales. Ambos se iniciaron con la
habitual discusión por alzas tarifarías del transporte, pero cada uno si-
guió un curso diferente. En 1967 el sector laboral continuó agitado, espe-
cialmente en las áreas de la salud y la educación. 16 En el segundo sefnes-
tre se presentó una huelga en Coltabaco. En julio los distribuidores de
gasolina pararon para presionar un aumento en los precios. En cambio, el
movimiento estudiantil vivió un reflujo en ese año ..
16 Fecode dio la pauta al parar por el atraso en los pagos a los maestros (E/ nempo, 1Ode diciembre de 1967, pág. 6). Curiosamente,
un mes antes la federación había hecho un llamado aevitar los ceses laborales (E/ nempo, 9 de noviembre, pág. 11 ).
140 Mauricio Archila Neira
19
Voz Proletaria, 22 de enero, 1970, pág. 3.
20 Por esa época también estaba en paro la carrera de Sociología de la Universidad de La Salle (El Tiempo, 7de noviembre de 1970,
pág. 1).
142 Mauricio Archila Neira
1971-1979
Este subperiodo incluye el grueso del último mandato del Frente Nacional
(Misael Pastrana) y el primero de su desmonte (Alfonso López Michelsen),
así como la fase inicial del de Julio César Thrbay. La agrupación responde
a que son unos años de contrastes en el comportamiento de las luchas
sociales, con picos pronunciados en 1971 y 1975-1976 -los más destaca-
dos de todos los estudiados-, y descensos notorios en 1973 y 1979. En ese
sentido lo catalogamos de intermedio o de transición de una protesta mo-
derada a altos niveles de demanda social.
A todas luces los eventos más destacados de este año fueron la impresio-
nante oleada de invasiones de predios rurales desatada en febrero, marzo
y octubre, y el conflicto universitario de principios de año. Las invasiones
de tierras fueron coordinadas por las directivas de la Anuc como una for-
ma de presionar la reforma agraria. El gobierno de Pastrana respondió con
una doble táctica de represión y estudio por el Incora de las situaciones
más conflictivas, mientras planeaba medidas menos coyunturales para
frenar la movilización campesina.
Así es como 1972 se inició con una relativa paz social, de la que se apro-
vechó el gobierno para acordar con los terratenientes la contrarreforma
agraria de Chicoral. Sm embargo, persistieron las invasiones de predios
rurales, aunque en menor escala. En contraste, los trabajadores asalaria-
dos volvieron a recurrir a la huelga, tal vez porque la negociación se volvió
más difícil en un contexto político enrarecido. Los estudiantes se movieron
de nuevo en las proximidades de las elecciones de "mitaca". De igual for-
ma procedieron algunos sectores del magisterio, argumentado oposición a
un Estatuto Docente inconsulto.
21
Además de la agitación de casi todos los actores sociales se destaca también la presencia de sectores del clero, que se involucraron
en los conflictos estimulándolos. Era la herencia del movimiento Golconda, conocido ahora como Sacerdotes para América Latina
(SAL). En Pereira, por ejemplo, un cura apoyó el paro obrero yfue reprendido por el obispo, quien asu vez tuvo que soportar la protesta
de seis clérigos que se solidarizaron con el amonestado (El Tiempo, 13 de marzo de 1971, pág. 1). En Huila otro sacerdote alentó
las invasiones agrarias (ibid., 13 de julio, pág. 8). Durante uno de los disturbios en la Universidad Nacional, el capellán fue atacado
por la policía cuando acudía aauxiliar a un estudiante (Voz Proletaria, 11 de marzo de 1971, pág. 4).
presentaron en el Magdalena medio, Sarare-Saravena (Arauca), Caquetá,
Meta, Boyacá y Putumayo. En casi todos la Anuc participó como gestora.
De esta forma el liderazgo campesino se proyectaba sobre amplios secto-
res sociales, incluso urbanos.
22
Según el semaryMio comunista, con estas acciones se rompía «de hecho el estado de sitio" (Voz Prolef1lfia, 22 de noviembre de 1973,
pág. 3).
23 Más con el deseo que con la realidad, la recién fundada revistaAJtemativa predijo: " ... la reacción de protesta que suscita esta nueva
matanza revela el resurgimiento vigoroso de la organización estudiantil" (No. 9, 1974, pág. 8).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 145
Si 1975 fue el año más alto en registros de luchas sociales de los 33 estu-
diados,26 el siguiente marcaría una tendencia al descenso aunque con in-
dicadores todavía muy altos. La pauta la siguió marcando el sector labo-
ral. En 1976 los conflictos más destacados ocurrieron en el Ministerio de
Hacienda (febrero-marzo), Vanitex (febrero-abril), bancarios (febrero-junio)
y médicos del Seguro Social (septiembre-octubre). El primero fue crucial,
. por el impacto en las actividades económicas. El de Vanitex despertó mu-
24 De esa época datan importantes huelgas que acontinuación se mencionan y cuyo análisis recogimos bajo el tftulo de "Las huelgas del
Mandato Claro" (Documentos Ocasionales, Cinep, No. 35, 1985).
25 El Tiempo, 29 de enero de 1975, pág. 1 A.
26 El periódico El Tiempo acertadamente señalaba: "Las estadísticas muestran que 1975 será uno de los años más controvertidos y
agitados en e' campo laboral" (28 de diciembre, pág. 1 A).
146 Mauricio Archila Neira
cha solidaridad, pues se trataba de una fábrica textil con mayoría de mu-
jeres, pero terminó en un rotundo fracaso, ya que la empresa se cerró. El
de los bancos Popular y Central Hipotecario tuvo momentos dramáticos,
como la toma de templos para realizar huelgas de hambre por parte de
algunos sindicalistas con el fin revivir la negociación. A pesar del apoyo
del clero progresista, la protesta no terminó con mayores logros para los
huelguistas. 27
27 El arzobispo de Bogotá, Aníbal Muñoz Duque, condenó la solidaridad clerical. Poco tiempo después el ejército lo ungió como general
honorario y el prelado no tuvo recato en afirmar: "... nosotros los sacerdotes queremos ser como vosotros, hombres de deber, de
disciplina, de sacrificio" (Voz Proletaria, 1Ode mayo de 1976).
28 Algunos análisis en Arturo Alape, Un día de septiembre. Bogotá: Armadillo, 1980 y en el ya citado Medófilo Medina, La Protesta
Urbana ... , cap. 8. De los resultados y alcances de este evento tendremos oportunidad de hablar en posteriores cap~ulos.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 147
Baste decir que fue más una acción cívica que propiamente laboral, aun-
que hubiese sido convocada por las cuatro centrales sindicales. La jorna-
da como tal contó con el apoyo de casi todas las fuerzas de izquierda y del
sector ospino-pastranista del conservatismo, y paralizó a las grandes ciu-
dades y a muchas poblaciones intermedias, a pesar de la militarización
ordenada por el gobierno. En Bogotá se sintió con particular intensidad en
los barrios periféricos. Fue, sin lugar a dudas, el mayor evento de masas
en los 33 años estudiados. Lamentablemente, dejó un saldo de 19 muertos
en Bogotá, para no hablar de los centenares de heridos y de los miles de
detenidos y despedidos de sus sitios de trabajo a lo largo y ancho del
país. 29 Un resultado muy significativo de esa jornada fue la creación del
Consejo Nacional Sindical (CNS), que superaría temporalmente la división
predominante en el mundo laboral.
29
El Tiempo dijo también que hubo $1.200 millones en pérdidas económicas (16 de septiembre de 1977, pág. 1 A).
Además de los transportadores, a principios y a finales de año los lecheros
hicieron presencia pública; en abril y mayo hubo amenazas de paro de los
algodoneros; para julio los paperos se quejaban de falta de estímulo a la
producción, en lo que estuvieron acompañados de los cultivadores de ce-
reales y de los ganaderos.
1980-1990
32
Esa fue la versión de Alternativa, No. 253, 1980, pág. 23.
150 Mauricio Archila Neira
33
Los éxodos o desplazamientos masivos de población los tendremos afines de los ochenta, yaunque no constituyen una forma de
protesta como tal, reflejan el conflicto social y especialmente su expresión violenta. Sobre las marchas aNeiva véase Alfredo Molano
y Alejandro Reyes, Los bombardeos en el Pato. Bogotá: Cinep, 1980.
34 Véase la tesis de grado en Ciencia Política de Milena Espinal Acevedo, alumna de la misma universidad, "Ensambles de memoria:
comunidades estudiantiles en la Universidad de Los Andes", 1998.
35
El Tiempo, 26 de julio de 1981, pág.11 A.
36 El Colombiano, 15 de octubre de 1981, pág. 6.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 151
mayo la Cstc había convocado a un paro de dos horas contra los despidos
masivos y la falta de libertades sindicales. Ya se veía que estos llama-
mientos producían' disminución del transporte mas no parálisis de la pro-
ducción. Para la jornada de octubre la CTC se retiró de los preparativos,
evidenciando que el CNS había dejado de funcionar. Luego lo hizo la UTC,
con lo que quedaron en la liza solamente la Cstc, la CGT y los sindicatos
independientes, aspecto que disminuyó la contundencia de la jornada. El
Estado, por su parte, había aprendido la lección y, además de jugarle a la
división sindical, dictó medidas de contención de la protesta que la hicie-
ron aún más lánguida. 37
37
Aunque los activistas de izquierda tenfan esperanzas de revivir los sucesos de cuatro años antes, hubieron de reconocer que "el paro
cívico (de 1981) demostró la falta de coordinación e iniciativa en la lucha; (por lo) que necesitamos ampliar y renovar nuestras
fuerzas ... "(Colombia Hoy, No. 24, 1981, pág. 1).
38
El Tiempo, 4 de marzo de 1982, pág. 1A. Voz Proletaria adujo que fue una provocación de unos pocos encapuchados (4 de marzo,
págs. 1 y 8).
152 Mauricio Archila Neira
1983 fue otro año de crecimiento lento de las luchas sociales y la figura del
presidente pareció obrar como catalizador de muchas de ellas. De hecho,
algunas marchas cívicas llegaban a la capital desde apartadas ciudades
y provincias con el fin de dialogar directamente con Betancur. Así, por
ejemplo, entre febrero y marzo más de cien mujeres de todas las clases se
desplazaron desde Villavicencio hasta Bogotá con el fin de exigir acueduc-
to para la ciudad acogiéndose a la consigna oficial de "sí se puede". 39
40
El Heraldo, 30 de julio de 1983, pág. 1 A.
41
El Tiempo, 8 de octubre de 1983, pág. 1 A y El Espectador. 28 de octubre de 1983, pág. 17 A.
42
Véase, por ejemplo, El Heraldo, 15 de febrero de 1984, págs. 1 y 5 A.
43
Colombia Hoy, No. 33, 1984, pág. 5.
44
lbid., pág. 3.
154 Mauricio Archila Neira
45 Un editorial de El Tiempo sobre la "recuperación de la Universidad" puntualizaba: "Si el doctor Palacios (nuevo rector) logra el milagro
que toda Colombia esperaba, merece un monumento" (24 de junio de 1985, pág. 4 A). La recuperación en efecto se logró, pero a
costa de un estilo que los estamentos caracterizaron de "despotismo ilustrado".
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 155
Pero definitivamente los sectores más agitados en ese año fueron el cívico
y el rural. Conjuntamente lanzaron paros locales y regionales, siendo los
más destacados el de Antioquia en mayo y el de cinco departamentos del
nororiente colombiano en junio. En el segundo semestre, por su parte, cam-
pesinos e indígenas incrementaron sus marchas, que a veces se confun-
dieron con los éxodos forzados de las zonas de violencia. En octubre, el
asesinato del candidato presidencial de la Unión Patriótica Jaime Pardo
Leal provocó una airada respuesta a lo largo y ancho del país. El año
concluyó con algunas huelgas de cementeros y trabajadores de la Siderúr-
gica del Muña.
46 "Exicraso" la llamó la revista Opción (Nos. 6-7, noviembre-diciembre de 1986, págs. 12-15). Para Julían Vargas fue un paro
apacible en donde "la agresividad oficial fue mayor que la sindical" ("Los coletazos de un paro apacible", Cien Días, No. 4, 1988,
pág. 12). Otros balances del evento en Colombia Hoy, Nos. 62 y 63, 1988, y Marta Hamecker, Entrevista ... , págs. 60-67 y 173-175.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 157
47
Asf lo planteaba el entonces dirigente petrolero Luis Eduardo Garzón para justificar el apoyo ala Constituyente y al mismo tiempo la
convocatoria de un paro cfvico nacional el14 de noviembre de 1990. Esas acciones "pueden convertirse en un elemento dinamizador
hacia ganar (sic) un importante espacio en la Asamblea Nacional Constituyente" (Voz, 25 de octubre de 1990, pág. 5). El paro, sin
embargo, fue lánguido yno parece haber incidido en mayor apoyo para las listas de sus promotores.
48
Colombia Hoy, No. 86, 1990, págs. 6-7.
49
Entrevista a Fabio Villa, agosto de 2000.
158 Mauricio Archila Neira
que anunciaba signos de repolitización, que fueron enterrados por los ava-
tares de la Asamblea Constituyente.
Pero no solo la reforma política y las tres elecciones que tuvieron lugar ese
año captaron la atención de los actores sociales. La "guerra sucia" tam-
bién fue causa de movilización. Además de continuar la racha de asesina-
tos de dirigentes sociales y políticos, se presentaron los magnicidios de
los candidatos presidenciales Bernardo Jaramillo, de la UP, el 22 de mar-
zo, y Carlos Pizarra, del M-19, el27 de abril. En ambos casos hubo espon-
táneas protestas en el país que derivaron en no pocos choques violentos
con las fuerzas del orden.
En síntesis, este subperiodo que cubre once años fue el de mayor actividad
promedio en el terreno de las luchas sociales. La combinación que hizo Thr-
bay de apertura neoliberal, en el inicio de una recesión industrial, y altas dosis
de represión pudo explicar la relativa disminución en los indicadores de pro-
testa social de los sectores más visibles. A su vez, el clima de tibio reformis-
mo de Belisario Betancur, en medio de la crisis económica, explica el desper-
tar de los movimientos sociales, en especial del cívico y del campesino, que
desplazan al movimiento estudiantil en la presencia pública. 50 Las expectati-
vas de una transformación política por la vía de la elección popular de alcal-
des y la descentralización daban nuevo aliento a las demandas de las diver-
sas comarcas y regiones en torno a servicios públicos y sociales y a infraes-
tructura. En el mundo laboral las políticas de reajuste con aumento del des-
empleo impulsaron el incremento de las huelgas en el final del cuatrienio.
°
5 Claro que con relación alos estudiantes hay elementos propios que explican su relativo descenso, que veremos oportunamente en el
siguiente capítulo.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 159
MODALIDADES DE LUCHA
Después del recorrido histórico por las principales acciones durante los 33
años estudiados, conviene detenerse en el análisis de las formas que esas
luchas presentaron.
51 Véanse los análisis de Bernardo Jaramillo y Nelson Berrío en Marta Hamecker, Entrevista... Sobre las relaciones entre las organiza-
ciones de izquierda y los movimientos sociales volveremos en el capítulo 5.
52 En el discurso ante el Congreso el20 de julio de 1989 Barco exclamó que "según estadísticas oficiales( ... ) confimnadas por Cinep", la
protesta social estaba disminuyendo (Colombia Hoy, No. 75, 1989, págs. 4-5). Se refería aun artículo publicado en Cíen Días, No. 6,
junio de 1989, págs. 22-23, en donde Camilo Gonzálezse preguntaba por las razones del aparente descenso de las luchas sociales desde
1987. Lo que el presidente no dijo es que el articulista señalaba la represión y la burocratización como los factores cruciales en esta
tendencia. Posteriomnente se publicó otro ensayo que matizaba las cifras acuñadas con apresuramiento por González yaducía factores
disuasivos de la protesta como la reforma municipal para el caso cívico (Cien Dfas, No. 7, septiembre de 1989, págs. 20-21 ).
53 En agosto de 1988, por ejemplo, el recién electo alcalde de Anzoátegui (Tolima) convocó aun paro cívico, "una acción sin precedentes
en la vida del país", como la catalogó El Siglo (28 de agosto, pág. 3 B).
I c i c i o Acchila Neica
de vías públicas sin que constituyan paro; y disturbios, que son aquellas
confrontaciones sociales con las autoridades, como pedreas, asonadas o
motines, que no corresponden a acciones armadas propiamente dichas. 54
Salta a la vista la distinta "calidad" de estos tipos de acción en términos
de los costos para los actores y para la sociedad, el impacto en la opinión
pública y su misma legitimidad. No es lo mismo una huelga que una pe-
drea, aunque una y otra en últimas terminan generando costos, incluso a
los agentes ajenos al conflicto. Sin embargo, creemos que el privilegio de
una forma de protesta sobre otra por parte de los actores se debe más a la
coyuntura que viven y a la manera como el adversario y las fuerzas estata-
les responden a las demandas, que a una decisión de principio. Que pací-
ficas movilizaciones deriven en confrontaciones directas es más un resul-
tado no esperado de la acción que algo buscado a priori. 55 La fluidez de las
modalidades es una expresión más del carácter de medio que tienen y no
de fin, como a veces se piensa. Con estas precisiones en mente vamos a
dar el paso de considerar las formas de la acción social colectiva en Co-
lombia entre 1958 y 1990, que se condensan en el gráfico 3.
Gráfico3
Modalidades de acción por años
400
300
1
e
o
~Gl
200
"C
eGl
E
'::::1
z
100
11
l~ 11 h h. [JI
11
56 59 60 61 62 63 64 65 66 07 66 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 60 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90
(1!!1Paros ClMOIIiizaciones l!llnvasiones (
54
Con el fin de evitar duplicaciones de información, en el caso de conflictos que acudfan avarias modalidades de lucha asignamos el
registro ala más comprensiva (por lo común, los paros).
55
No sobra reiterar que no incluimos en nuestra base de datos los disturbios sin ningún motivo explícito, ymenos las acciones guerrilleras.
El tropel por el tropel, anuestro juicio, no es una protesta social: ella requiere al menos un motivo público para ser considerada como tal.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 161
Lo primero que salta a la vista es el gran peso de los paros sobre las
otras modalidades de lucha: ellos representan el 49% del total. La ex-
plicación de este fenómeno radica en que el paro fue más visible para
las fuentes consultadas, la gran prensa principalmente. El acto de ce-
sar actividades productivas o improductivas era recogido con mayor
interés por los reporteros y reproducido en los titulares de los periódi-
cos. Ello respondía más al temor de las consecuencias económicas y
políticas de la decisión de un grupo de hombres y mujeres de ir a la
huelga, que a alguna velada simpatía ante tan costosa decisión para
propios y ajenos. Ahí estaba la clave del poder de presión que pueden
encerrar estas acciones, máxime si se proyectan en el tiempo, y por
tanto de su visibilidad. Otro elemento adicional, y nada despreciable,
es que la mayoría de los paros (casi un 60%) fueron contabilizados
para el sector laboral, que dispone de un marco jurídico del conflicto, lo
que lo hace un actor más institucional. Su acción suele ocurrir en ám-
bitos urbanos o de economía extractiva visible. No es de extrañar que
el sector laboral sea el que más registros ocupa en nuestra base de
datos (más de la tercera parte).
56 Un analista del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil (MST) sugiere una distinción entre invasión como tal, esto es, acción para tener
acceso ala tierra, y ocupación, que buscaría objetivos más amplios y negociables (Bernardo Mancano Femandes, "La territorialización
del MSTen Brasil", en Margarita López (compiladora), lllchapopulaJ.. ., pág. 87).
57 El procedimiento metodológico utilizado para los años ochenta de apoyamos en los datos delineara refleja el número de acciones por
año, mas no su ocurrencia puntual.
58 Véanse los ya citados estudios de Gilma Mosquera, "Luchas populares ... "y, para el caso de Bogotá, Alfonso Torres, La ciudad en
la sombra ... , capítulo 3.
59 Además, la diferente cobertura de las fuentes en los dos subperiodos puede explicar parte de la modificación observada apartir de
1975, pues es posible que la prensa regional hubiese recogido con más detalle las movilizaciones ocurridas en sus comarcas.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 163
Por último, los que hemos llamado disturbios registran solo el6,6% de las
modalidades de lucha. Describen una trayectoria gruesa de típico ciclo
con pocos registros al principio, salvo en 1959 (el primer trimestre exacta-
mente, cuando se dio la gran lucha contra el alza de las tarifas de trans-
portes), que sube hasta 1976, para luego descender a los niveles iniciales.
Este tipo de protesta parece ser más común entre los estudiantes, por lo
cual coincide con su trayectoria.
sa juzguen como transgresora del orden, desde una huelga hasta un blo-
queo de vías, pasando por las pedreas, con lo que se las asimila a accio-
nes armadas. 61 En cualquier caso las confrontaciones directas reflejan una
respuesta radical a un conflicto que parece no tener otros canales de ex-
presión. Pero, al contrario de las tomas o bloqueos, que buscan llamar la
atención pública, en este tipo de acción lo que se pretende es expresar el
descontento, cuando no la rabia, sin importar si ganan popularidad, que
por lo general es baja. Su poco uso y su descenso desde la mitad del perio-
do estudiado pueden anticipar que está siendo reemplazada por reperto-
rios que implican menor choque violento entre manifestantes y fuerzas del
orden.
61
Un ejemplo ilustra lo dicho: amediados de los setenla, una reunión pacffica de 319 campesinos en Ovejas (Sucre) fue catalogada de
"asonada" por los organismos de seguridad del Eslado yen consecuencia se procedió aapresarlos I¡VtemaJiva, No. 42, 1975, pág. 20).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 165
disgusto del arzobispo, cardenal Aníbal Muñoz Duque. Más de 500 traba-
jadores bancarios acudieron a una huelga de hambre que duró 394 horas.
El movimiento, sin embargo, terminó en un fracaso, con 520 despedidos,
pérdida de salarios durante tres meses y ninguna reivindicación sensible
conseguida. 62 Tal vez por el dramatismo que implicaba y los pocos resul-
tados que obtenía, la huelga de hambre se reservó para circunstancias
extremas y se acudió a ella con menos frecuencia a medida que pasaron
los años.
66 En este caso, según la información de prensa, "los obreros se hicieron cargo de la producción para sacar de allí sus sueldos" (El
Tiempo, 20 de enero de 1968, pág. 7).
67 El Tiempo, 7 de marzo de 1974, pág. 1 A.
68 El Tiempo, 28 de diciembre de 1975, pág. 6 A.
69 El Tiempo, 11 de octubre de 1980, pág. 6 A.
70 Según la base de luchas laborales del Cinep construida por Álvaro Delgado, las ocupaciones de fábrica se intensificaron en los años
ochenta con estos guarismos: tres en 1981, una al año siguiente, seis en 1983, dos en 1984, la misma suma al año siguiente, una en
el86, tres en 1987, cuatro en 1988 y tres en 1989.
71 "Surgimiento de la Cstc" ... , pág, 17.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 167
72 La protesta urbana ... , págs. 27-28 (la itálica es del autor). Medina insiste en que el carácter de las masas que protagonizaron los
hechos mencionados no era revolucionario; simplemente se identificaban con la necesidad de tumbar aReyes.
73 lbid., pág. 41.
74
El Tiempo, 11 de mayo de 1968, pág. 1.
75
El Tiempo, 25 de octubre de 1969, págs. 1 y 27.
76 El Tiempo, 2 de noviembre de 1969, págs. 1 y 6.
77
El Tiempo, 22 de enero de 1970, pág. 1O.
168 Mauricio Archila Neira
78
El Tiempo, 16 de noviembre, pág. 7 By 18 de noviembre, 1974, pág. 6 C.
79
Alternativa, No. 90, 1976, págs. 12-13.
80 El Espectador, 30 de enero de 1983, pág. 15 A.
81
El Tiempo, 2 de diciembre de 1984, pág. 7 A. Su intención era criticar la elección popular de alcaldes a la que ahora se sumaba el
fantasma de las movilizaciones convocadas por los cabildos abiertos.
82
El Tiempo, 24 de julio de 1966, pág. 8, y Vanguardia Ubera/, 30 de octubre de 1984, pág. 16. En este último caso ia policía les incautó
la carga de yuca.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 169
Por esa época los estudiantes de las universidades públicas se habían lanza-
do a acciones pacíficas de amplia acogida con el fin de denunciar los proble-
mas de sus instituciones. Así, a mediados de 1981, para evitar el cierre de la
Universidad Nacional por asfixia presupuesta!, hubo una toma simbólica de
la plaza central, en donde se armaron carpas. En la madrugada del 6 de junio,
mientras entonaban el Himno Nacional, fueron brutalmente desalojados por
la policía para "evitar alteraciones del orden público", según rezaba el reporte
oficial. 90 No obstante la dura respuesta oficial, los estudiantes de la Nacional
de Bogotá intentaron nuevos diálogos con la ciudadanía tomándose algunos
carriles de la avenida 30 para jugar golosa o echar a volar cometas. Claro que
era un bloqueo de vías, pero a medias y más bien gozón. El recurso a lo lúdico
también fue preocupación constante de los movimientos estudiantiles de las
universidades privadas, donde el control de las directivas dificultaba realizar
acciones públicas que fueran tachadas de políticas. Por eso se acudió a las
peñas folclóricas, en las cuales se cantaba la "canción protesta", muy de
moda en los círculos juveniles del Cono Sur, o se montaban happenings, cuan-
do no obras de teatro abiertamente críticas. 91
El roce continuo con las autoridades, sin la posibilidad de jugar con ellas
para descargar tensiones, fue enemistando cada vez más a las dos partes.
Las formas de lucha pacíficas eran cada vez más golpeadas y por ende
más escasas. La desesperación fue reemplazando a la organización. En
89 El Espectador, 18 de mayo de 1982, pág. 22 A. Esta acción "macondiana" nos recuerda la narración de un partido de basquet entre
estudiantes ypolicías hecha por Héctor Rojas Herazo en la novela En noviembre llega el Arzobispo. También reafirma la hipótesis de
Elias sobre el papel de los deportes como medio para dirimir los conflictos de la sociedad moderna (Norbert Elias y Eric Dunning,
Deporte y ocio en el proceso de civilización. México: Fondo de Cultura Económica, 1995).
90 El Tiempo, 6 y 7 de junio de 1981, pág. 1y Voz Proletaria, 18 de junio, pág. 6.
91
Muchos de esos medios se utilizaron en los años sesenta ysetenta en universidades como Los Andes, Javeriana yla misma del Rosario.
Para la primera véase la ya citada monografía de grado de Milena Espinal, "Ensambles de memoria ... ", capítulos 2y3. En el caso
del Rosario fue lamoso el sainete de estudiantes de Medicina contra la encíclica Humanae Vitae, que le costó el cargo al decano
Guillermo Fergusson, por haberse solidarizado con ellos (véase El Tiempo, 14 a19 de abril de 1969). Para laJaveriana nos apoyamos
en los recuerdos personales de la época.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 171
92
El País, 8 de julio de 1983, pág. 1Ay El Tiempo, 19 de agosto, pág. 3 A. En 19871os trabajadores de la salud de Santander acudieron
alas mismas prácticas para acompañar una huelga de hambre (Colombia Hoy, No. 49, págs. 46-47). Estos ejemplos se reproducirán
en los 90, por fortuna no en forma muy frecuente, como en el caso de unos carniceros que además de coserse la boca se ciñeron coronas
de espinas (El Tiempo, 29 de marzo de 1996, pág. 1 A).
93
Tiempo antes, en la Universidad de Medellín, en medio de un prolongado paro, un grupo de universitarias amenazaron con afeitarse
la cabeza para protestar contra el rector de dicho centro educativo (El Tiempo, 16 de agosto de 1966, pág. 2).
94 A juicio de Barrington Moore, estas prácticas ascéticas, si bien responden aun medio cultural premoderno y poco secularizado,
pueden proyectarse a los movimientos revolucionarios modernos. Otro tanto podría decirse de las huelgas de hambre, que también
eran castigos autoinfligidos parar llamar la atención sobre un conflicto. Claro que Moore analiza el ascetismo en el marco de las
excepciones a la rebelión y como una opción reactiva individual (La injusticia: bases sociales de la obediencia y la rebelión. México:
Unam, 1989, págs. 60-64).
95
Ejemplos son los campamentos estudiantiles convocados en el83 y el Cabildo Nacional Juvenil por la vida realizado tres años después
(Voz Proletaria, 2 de octubre de 1986, pág. 20); o el encuentro Chucho Peña en la Universidad Nacional en 1987 (Colombia Hoy, No.
50, pp.3-4).
96
Véase El Tiempo, 17 de agosto de 1962, pág. 1 y el testimonio del entonces estudiante Víctor Daniel Bonilla en el artículo" d:uál es
la problemática real de la universidad?", Flash, 15-30 de abril de 1971, págs. 12-26.
172 Mauricio Archila Neira
97 Durante la primera rectoría de Marco Palacios, amediados de los años ochenta, el estudiantado y la comunidad universitaria en general
rechazaron la propuesta de reinstitucionalizar la plaza central con el nombre de Santander. Años después tampoco aceptarían el intento
de los Guardias Rojos de entronizar aAbimael Guzmán -el "presidente Gonzalo" de la guerrilla peruana Sendero Luminoso, detenido
por el gobierno de Fujimori- en otro costado de la explanada. La pintura fue borrada por los mismos estudiantes yel sitio regresó al
nombre con el que se le conoce: Plaza Che.
98 Lo sagrado al acecho. Bogotá: Nueva América, 1990, págs. 72-73.
99 lbid., pág. 73.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 173
En los años ochenta, sin embargo, el sentido del tropel estudiantil fue
variando, de un acto de protesta con motivos explícitos a actos aislados de
unos cuantos encapuchados que ya ni siquiera levantaban una consigna
explícita. La caduca ritualidad en que fueron cayendo en esos años no
solamente los incomunicó de los ciudadanos sino de la misma comunidad
universitaria, que se vio reemplazada por unos pocos que se arrogaban su
vocería.
Utilizar símbolos con arraigo cultural para hacer denuncias no fue prácti-
ca exclusiva del movimiento estudiantil. En los masivos desfiles de los
primeros de mayo de los setenta y comienzos de los ochenta no faltaron
las apelaciones a una señora gorda que era la inflación, a la muerte o a un
Cristo que simbolizaban al pueblo sufrido, como tampoco escasearon las
representaciones del imperialismo o de los militares en figuras grotescas
del Tío Sam o de los chafarotes. El uso de símbolos macabros fue menos
frecuente en las protestas, pero también se presentó. En barrios populares
de Barranquilla, por ejemplo, hubo dos llamativas procesiones de protesta
en los años 80. La primera ocurrió en el 83: seis supuestos ataúdes de
niños muertos por la mala calidad del agua fueron llevados por las calles
junto con bolsas de la basura. 100 Un año después pudo verse otra moviliza-
ción con ataúdes, pero ahora aderezados con ollas vacías. 101 Esto sin
mencionar las protestas violentas que acompañaron a las marchas fúne-
bres durante los magnicidios de los últimos años estudiados.
100
El País, 7 de julio de 1983, pág. 3 A.
1 1
0 El Tiempo, 6 de abril de 1984, pág. 1 A.
02
' Véase Colombia Hoy, Nos. 48, 1987, págs. 45 y 47; No. 62, 1988, pág. 46; No. 71, 1989, pág. 16; Nos. 76 y 82, 1990, págs.
15 y 14. Carlos Salgado y Esmeralda Prada cuentan los éxodos masivos campesinos desde 1980 y anotan el crecimiento tanto en
número de registros como de desplazados en 1986 y 1987, cuando encuentran 18 éxodos cada año, de cuatro que se presentaron
en 1985. El número decrece en 1991. para volver a subir en 1995 (Campesinado .... págs. 25 y 194).
174 1 Mauricio Archila Neira
Es evidente que estamos hablando de países con clases obreras más nu-
merosas y mejor organizadas que la nuestra. 108 Pero si se trata de nacio-
103 En cuanto alas protestas distintas de las laborales la construcción de bases de datos es1á aún en pañales en nuestros países. Las pocas
cifras que se ofrecen adolecen de definiciones precisas y de metodologías rigurosas, y cuando existen se refieren aperiodos muy
contemporáneos. Así ocurre con un estudio sobre el impacto de las políticas neo liberales en varios países de América Latina, en
especial para Argentina yVenezuela. Para el primer país se dice que entre 1989 y 1996 se registraron 1. 734 acciones; mientras para
el segundo se dan datos dispares entre 1989 y 1994: una base de datos arroja !a cifra de 4.237 protestas y otra algo más de 500!
(véanse los ensayos de Adrian Scribano yMargarita López en el ya citado 1ibro compilado por ella, Lucha popular ... , págs. 50 y223-
223, respectivamente). En el ensayo de Luis Salamanca sobre Venezuela entre 1994 y 1997 se señala que hubo 548 protestas por
año en promedio (ibid., pág. 245).
104
Ruth B. Collier y David Collier, Shapin¡¡ the Política/ Arena. Princeton: Princeton University, 1991, pág. 388.
105
En 1971 hubo 2.699 huelgas y en 1973, antes de la caída de Allende, se registraron 2.050 (Alberto Cuevas, Sindicato ypoder en
América Latina. Madrid: Alianza, 1985, pág. 207).
106
En 1979 solo se presentaron 28 huelgas y el promedio hasta el87 fue cercano a40 (Jorge Rojas, "Procesos de modernización, clase
obrera y movimiento sindical en América Latina", en lngo Bultman y otros, Wemocracia sin movimiento social? Caracas: Nueva
Sociedad, 1995, pág. 109).
107
lbid., pág. 97. En México los datos también son oficiales, lo que contrasta con la precariedad estadística de nuestro Ministerio de
Trabajo, hoy de Protección Social.
108
La observación de las tasas de sindicalización así lo ratifica. México tenia el27,45% de la PEA organizada en 1978. En Chile, aunque
hubo un descenso notorio entre el71 y el83, de 32,6% a8,7%, para 1990 se había recuperado, cuando llegó a12,8% (Jorge Rojas,
"Procesos de modernización ... ", págs.128-129). El caso colombiano, hasta donde se ha cuantificado, es inverso: de 16,79% en
1970 se pasa a7,8% en 1990 (Jaime Ten jo, "Aspectos cuantitativos del movimiento sindical colombiano", Cuadernos Colombianos,
No. 5, 1975, pág. 5 y Ministerio de Trabajo, Censo Sindical de 1990).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 175
¿CICLOS DE PROTESTA?
109
Cifras tomadas de Alberto Cuevas, Sindicato y poder ... , págs. 249-251.
110
Álvaro Delgado, "El conflicto huelguístico ... ", pág. 60.
176 Mauricio Archila Neira
111
Particularmente encontramos diffcil de aplicar el modelo de Tarrow, como lo hace Margarita López para el caso venezolano posterior
a1989. Allí tal vez es claro que la imposición de un "paquete" neo liberal generó un ciclo de protesta. Nuestra historia reciente no
presenta esa condensación de condiciones que explique causalmente la acción social colectiva. En ese sentido el caso colombiano
sería más parecido al guatemalteco, signado también por la violencia, como lo indica el ensayo de Carlos Figueroa en el aludido libro
de Margarita López, L1Jcha popular ... , págs. 129-146.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 177
112
Hay aplicaciones interesantes de este modelo, como la de Rafael Cruz para el caso español alo largo del siglo XX. Cruz encuentra que
con el franquismo se enterró el repertorio tradicional ycon el retomo a la democracia se posibilitó una nueva fonna de acción social
y polrtica ("El mitin yel motín: la acción colectiva y los movimientos sociales en la España del siglo XX", Historia Social, No. 31, 1998,
págs. 137-152). Habrá que esperar hasta el análisis de las demandas que realizaremos en el capítulo 4 para dar un juicio definitivo
sobre la modificación de los repertorios de la protesta en Colombia en los años estudiados.
LOS ACTORES SOCIALES 3
'¿Qué pasó con el paro? (. . .) que se venían dando una
serie de acciones importantes: de los trabajadores
bananeros, de los trabajadores del petróleo, del movi-
miento estudiantil, las marchas campesinas, las tomas
de tierras, las acciones del movimiento indígena (. .. )
Pero no tuvimos la capacidad de visualizar que se
estaban dando como pompas de jabón, es decir, cada
una por su lado; salían al aire pero no había enlace
entre ellas, o no tuvimos la capacidad para enlazarlas"
(Bemardo Jaramillo, octubre de 1988). 1
1
Martha Hamecker, Entrevista con la nueva izquierda ... , pág. 63. Bernardo Jaramillo sería asesinado un año y medio después de
aparecida esta entrevista.
2 No sobra recordar que las definiciones más precisas y los criterios para construir estas categorías se amplfan en el Apéndice
Metolodológico.
182 Mauricio Archila Neira
Gráfico4
Actores participantes
Cívicos 22,6 %
Mujeres 0,6 %
Campesinos 20,1 %
Estudiantes 18,3%
Asalariados 33,3 %
No son todos los actores que actúan tras demandas sociales, pero sí los
más perceptibles desde nuestras fuentes de información. Incluso entre
ellos hay diferencias notorias en términos cuantitativos, como se constata
en el gráfico 4. Por ello veremos en primera instancia a los actores que
acuden con más frecuencia a la protesta (asalariados, campesinos, cívi-
cos y estudiantes}, para abordar luego a los que menos luchas públicas
adelantaron (los cinco restantes). Por último haremos alguna considera-
ción sobre otros actores "invisibles", que han mostrado inconformidad
aunque sin dejar muchas huellas en las fuentes consultadas. 3
3 En este capítulo descriptivo le apostamos a la visibilidad construida desde las fuentes consultadas, como explicábamos en la
Introducción. Por tanto, hablaremos de protestas yformas organizativas de los actores sociales. Sin embargo, somos conscientes de
que allí no se agota su visibilidad, puesto que ellos pueden alcanzar figuración pública por otros medios distintos ala protesta y la
organización. Eincluso reconocemos que el mundo académico también visibiliza o invisibiliza, según sea el caso. Estos elementos
serán tenidos en cuenta en el capítulo 7, dedicado a las identidades.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 183
GráficoS
Actores más visibles
Cívicos Campesinos
e,------------------~
:i
Asalariados Estudiantes
4
Tornando solo las huelgas, cada uno de esos momentos tiene un pico. En 1966 hubo 112, en 1975 fueron 213 ypara el último ciclo
tenemos a1985, con 163, y a1989, con 167.
184 Mauricio Archila Neira
5
Al mismo tiempo, esa constatación matiza la apreciación de muchos estudiosos sobre el supuesto desplazamiento del protagonismo de
los movimientos tradicionales (campesino ysindical) hacia el cívico. Las cifras de luchas no ratifican, para los años estudiados, esta
opinión.
6
Según Álvaro Delgado, entre 1961 y 1990 el magisterio "protagonizó el22,3% de todas las huelgas y aportó el59,4% de los
huelguistas y el13,4% de las jornadas no laboradas" ("El conflicto huelguístico ... ", pág. 81 ). Le siguen en número de huelgas el
sector manufacturero, salud pública, transportes y comunicaciones, otros servicios, banca y justicia (págs. 82-92).
7
Jaime Ten jo, "Aspectos cuantitativos ... ", pág. 5.
8
"Las relaciones laborales yel movimiento sindical de los trabajadores del Estado", en libro conjunto con Hemando Gómez y Guillermo
Perry, Sindicalismo y políffca económica. Bogotá: Cerec, 1986, pá~ 175.
9
Datos tomados del censo sindical de 1990 elaborado por el Ministerio de Trabajo.
10
Portafolio, 14 de febrero de 1994, pág. 11. En ese mismo artículo periodístico se decía que sin la Fecode, a la que le calculaban
300.000 afiliados, el sindicalismo tendría escasos 500.000 integrantes. Es evidente que la intención del periodista anónimo era
señalar la crisis de representación en el mundo del trabajo y de ahí el título del ensayo: "Sindicatos en extinción".
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 185
11
Los aspectos históricos en Rocío LDndoño. "Crisis y recomposición del sindicalismo colombiano (1946-1980)", en Álvaro Tirado
Mejía (editor), Nueva Historia de Colombia ... , vol.lll, págs. 271-306.
12
Políticamente. aunque la directiva de la CTC es de mayoría liberal, tendrá un ideario más conservador que la UTC (véase, por ejemplo,
El Tiempo, 18 de junio de 1967, pág. 17).
13
Jaime Tenjo, "Aspectos cuantitativos ... ", pág. 21.
14
El Tiempo, 30 de abril de 1971, pág. 8. Parte de esta historia nos la contó en entrevista Luis Sandoval (abril de 2000).
15
Véase, por ejemplo, El Tiempo, 22 de abril de 1972, pág. 1 A.
16 Alvaro Delgado, "En tomo ala crisis de la UTC", Estudios Marxistas, No. 9, 1975 pág. 63. Véase también "la descomposición del
patronalismo sindical", Estudios Marxistas, No. 13, 1976, págs. 31-67.
86 Mauricio Archila Neira
El otro actor de clase aquí estudiado, los campesinos, ocupa el 20% de las
acciones y es el tercero en términos de visibilidad entre 1958 y 1990. Su
trayectoria está marcada por su principal acción, que son las invasiones
de tierras, y por ende es similar a la de éstas. 26 En ese sentido la actividad
de los campesinos tendrá tres momentos de ascenso con magnitudes dife-
rentes: 1959-61, 1971-1975 y 1979-1990. Entre 1959 y 1961 se vivieron
acciones campesinas, principalmente invasiones, en zonas de reciente vio-
lencia, como las provincias del Tequendama y Sumapaz, en Cundinamar-
ca y Thlima respectivamente. La expedición de la ley de Reforma Agraria
parece aplacar temporalmente la agitación en los campos. En 1962, sin
embargo, en algunos municipios del Atlántico que colindan con el río Mag-
dalena hubo forcejeos en torno a unos playones considerados baldíos. 27
Los campesinos del Atlántico contaron con un apoyo que no esperaban:
Carlos Lleras Restrepo denunció en esos días que en la Costa los campe-
sinos eran pobres, que había pervivencias casi feudales y que las autori-
dades locales eran proclives a los poderosos. 28 Finalmente la tensión cedió
con la creación del Proyecto Atlántico 3 hecho por el Incora a mediados
de los años sesenta. 29 Los anteriores sucesos muestran que aun con indi-
cadores bajos de protestas, el conflicto campesino seguía vivo porque no
se había resuelto el problema central de la tierra. Procesos similares se
vivieron en el Valle y en el norte de Cauca, en donde, a raíz de algunas
invasiones en las riberas del río Cauca, se creó en 1963 un Distrito de
Riego. 30
26 Para los 70 revisamos las cifras de luchas agrarias construidas por León Zamosc, quien aplica criterios distintos, pues incluye acciones
que no son proteslas, como eventos en recinto cerrado. En lo referente ainvasiones, los guarismos de Zamosc son más abultados: para
1971 habla de 645, de 54 para el72, de 51 para el siguiente año y de 123 para 1974 (Los usuarios .. , pág. 53). En general,
muestran tendencias similares a las de nuestra base de datos.
27 El epicentro fue Manatf, en donde el15 de mayo de 1962 hubo una toma de la alcald!a por 400 campesinos para exigir la liberación
de ocho dirigentes del sindicato de agricultores -filial asu vez de la regional de la UTC, la Utral-, que habían liderado la ocupación
de dichos playones. Como el alcalde se negó aliberarlos, la gente procedió por su cuenta, lo que provocó la ira del burgomaestre,
quien apresó aalgunos de la multitud y pidió refuerzos de tropa aBarranquilla. Durante días la situación estuvo tensa y se solucion~
por la intervención de las autoridades regionales con la mediación del entonces párroco, Hugo Vi llegas, ouien de todas fonnas se gano
la reprimenda de su obispo por dar declaraciones aun órgano de prensa de izquierda (narración de Vfctor Daniel Bonilla, coordinador
del Proyecto Atlántico 3, en la revista Tierra., No. 4, abril-junio de 1967, págs. 8-16). Villegas se retiraría del sacerdocio luego y
seguiría vinculado a la comunidad como abogado, aunque ya sin apoyo popular.
28 los campesinos, según el mismo Bonilla, pensaron en amnarse para defenderse (ibid.). El conflicto en el sur del departamento, lejos
de desaparecer, se recrudeció en 1963, cuando ellncora les dio cierto aval a las reclamaciones campesinas. Los terratenientes
acudieron aprocedimientos poco civilizados, desde abrir compuertas de los canales para inundar los terrenos de los colonos hasta
armar matones asueldo.l.os campesinos respondieron aumentando la afiliación al sindicato yafines de 1964 amenazaron con un paro
regional si no se atendfan sus peticiones (El Tiempo, 5 de diciembre de 1964, pág.8).
29 Vfctor D. Bonilla, Tierra. ... , págs. 46-51.
30 Entrevista con Carlos A. Rico, junio de 2000.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 189
31
El Tiempo, 24 de febrero de 1971, pág. 6. Meses antes el gerente delineara había dado declaraciones similares a raíz de unas
invasiones ocurridas en el Guamo, Tolima (El Tiempo, 29 de octubre de 1970, págs. 1 y 6).
32 Según León Zamosc, en 1975 se produjeron 70 invasiones, 16 en 1976, 20 en 1977 y 6 en 1978 ("Transformaciones agrarias y
luchas campesinas en Colombia ... ", pág. 52). En un recuento de "eventos agrarios", que incluye actos tan disímiles como asambleas
y éxodos, el autor describe una tendencia similar a la de nuestro gráfico 5. Los años 78 y 79 muestran los registros más bajos en
Zamosc -15 y 16 respectivamente, sobre una media cercana a 9G- (pág. 56).
190 Mauricio Archila Neira
33 De un lado, León Zamosc plantea que en forma muy autónoma el campesinado adelanta tácticas distintas según el contexto político:
en los sesenta y setenta estarían más centradas en la lucha por la tierra, mientras en los ochenta girarían en torno a la economía
campesina yala presión por inclusión ciudadana ("Transfonnaciones agrarias... ", págs. 35-66). De otro lado, lanto Leopoldo Múnera
(Rupturas y continuidades, págs. 239-308) como Carlos Salgado y Esmeralda Prada (/A protesta campesina ... , capítulo 3) insisten
en que en la acción campesina hay convergencia entre actores sociales yla izquierda para enfrentar el tradicional descuido oficial del
campo o las políticas coyunturales. las opiniones de dirigentes de izquierda parecerían corroborar esta última lectura para lo ocurrido
en la segunda mitad de los ochenta. Por ejemplo, Nelson Berrío, de la dirección de ALuchar, dijo que las marchas y paros agrarios
de 1987 y 1988 buscaban sentar "las bases de una nueva sociedad antes de la conquista del poder central nacional( ... ) para eso
es preciso crear formas orgánicas autónomas de las masas" (Marta Harnecker, Entrevista ... , pág. 114).
34
Entrevista con Orlando Fals Borda, febrero de 2000.
35 Entrevista con Carlos A. Rico, junio de 2000.
36
Algunos no duraron mucho, como el mismo Rico, quien fue expulsado de la Anuc bajo la acusación de doble militancia yde malos
manejos financieros, aunque, de acuerdo con su testimonio, la real causa era una divergencia política (ibid.).
37
Orlando Fals Borda la caracteriza como la gran organización de masas en toda la historia (Resistencia en el San Jorge. Bogotá:
Carlos Valencia, 1986, pág. 170 B). Zamosc, por su parte, dice que la Anuc llegó a recoger el 40% de la PEA agraria (Los
usuarios ... , pág. 32).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 191
38 En medio de las invasiones de febrero de 1971 el comité ejecutivo de la Anuc emitió un comunicado de apoyo que refleja la
radicalización del movimiento campesino. El Tiempo comentaba que el texto justificaba las invasiones por ser "consecuencia del
cansancio por la explotación de la oligarquía, recuerdan asus afiliados que no existen compromisos con los partidos tradicionales
y califican de farsa la actual reforma agraria. Piden alos invasores no desocupar las tierras que les pertenecen porque las han tomado
para ponerlas aproducir. Rechazan la influencia de funcionarios y ex funcionarios del gobierno en la organización ... " (24 de febrero
de 1971, pág 6).
39
Dentro de los innumerables grupos destacamos, además del ejecutivo de la línea Sincelejo, cada vez más aislado, disidencias como
el Secca -sectores consecuentes y clasistas-, el "21 de Febrero" y el CUC (Comité de Unidad Campesina).
40
Archivo de luchas campesinas, Cinep, AA, 012-014. Según Eleonora Castaño, la reunificación por arriba implicó el abandono del
trabajo de base que caracterizó ala línea Sincelejo durante los setenta (entrevista, mayo de 2000).
41
En 19871os principales sectores críticos se reagruparon bajo el rótulo de la Anuc-UR (Unidad y Reconstrucción) (véanse Archivo
Cinep A0.001, Colombia Hoy, Nos. 51, págs. 5-15 y 52, págs. 3-4 y Leopoldo Múnera, Rupturas ... , págs. 466-468). Aprincipios
de 1988 surgió otro polo en tomo de la CUT, que recogió algunos sectores aún no agrupados (Colombia Hoy, No. 54, pág. 6y Leopoldo
Múnera, Rupturas ... , pág. 467).
42
Acomienzos de los noventa se hizo otro intento unitario con el nombre de Conaic (Consejo Nacional de Organizaciones Agrarias e
Indígenas de Colombia) (Carlos Salgado y Esmeralda Prada, Protesta campesina ... , pág. 175).
192 Mauricio Archila Neira
43 Sobre su identidad, que es motivo de debate para académicos y activistas, volveremos en el capítulo 7. Baste por ahora decir que
es policlasista con clara referencia territorial.
44 Las trayectorias descritas por otros especialistas del tema coinciden en líneas gruesas con nuestros hallazgos. Hay diferencias con
las cifras construidas por Medófilo Medina hasta el77 porque él, entre otros factores, no incluyó paros en barrios de las grandes
ciudades ("Los paros cívicos ... " págs 22-23). Lo que no parece cierta es la afirmación, muchas veces asumida sin beneficio de
inventario, de que hubo una "progresión geométrica de la movilización urbana" (véase Luis A. Restrepo, "Movimientos cívicos en la
década de los ochenta", en Leal yZamosc,A/ñ/o de/caos ... , pág., 384).
45 Hipótesis sugerida por Edgar Montenegro (entrevista, junio de 2000).
46 En sus años de auge la Anuc encabezó muchas luchas sociales, no solamente campesinas. Organizó paros cívicos, se solidarizó con
los sindicalistas en huelga, apoyó alos pobladores urbanos en procura de vivienda o servicios públicos, desfiló en los primeros de
mayo y hasta respaldó demandas estudiantiles ymagisteriales. Aguisa de ejemplo citemos el apoyo dado en 1972 a los maestros
en huelga contra uno de los tantos Estatutos Docentes impuestos desde arriba (El Tiempo, 14 de abril, pág. 9 A).
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 193
Ante el ciclo de los ochenta hay varias explicaciones. Una primera brota
de la simple constatación empírica del aumento de luchas cívicas, espe-
cialmente paros, a partir de la posesión de Belisario Betancur. La clave
explicativa parece estar en la combinación de cierta apertura democrática
en el marco de la negociación del conflicto armado con seculares proble-
mas urbanos y regionales. 47 Del mismo modo, si el descuido de las regio-
nes explicaba la protesta, la aplicación de la reforma municipal en el se-
gundo lustro sería la causa del descenso de las acciones cívicas en 1989. 48
Pero esta caída también podría ser explicada no tanto por los efectos de
una reforma política que no se percibió en lo inmediato, cuanto por el re-
crudecimiento de la "guerra sucia".
En cualquier caso, lo paradójico del auge de las luchas cívicas en los años
ochenta es que no se traduce en el fortalecimiento de su papel político. El
divorcio entre mayor presencia pública y débil participación en los proce-
sos electorales persistió. Aunque es un tema que abordaremos en la se-
gunda parte de este libro, este divorcio refleja la distancia que derecha e
izquierda alimentaron entre lo social y lo político, produciendo que los ac-
tores del primer campo desconfiaran del segundo. Así los movimientos
locales y regionales que propiciaron debates públicos sobre sus condicio-
nes a fines de los setenta y comienzos de los ochenta, pocas veces acudie-
ron a las elecciones. La fuerza movilizadora que demostraron grupos como
Comuneros 81, de Santander, Sons of the Soil, de San Andrés y Providen-
cia, y los del Sarare en Arauca, el suroriente antioqueño y el Cima (Comité
de Integración del Macizo Colombiano) del Cauca, a los que se podrían
sumar el Frente Amplio del Magdalena y el movimiento Firmes de Caque-
tá, no se tradujo en gran potencial electoral. La excepción fue Inconfor-
mes, de Nariño. 49 Algunos ni siquiera subsistían cuando se produjo la pri-
mera elección popular de alcaldes. En la votación de 1988 la categoría
"otros", que supuestamente recogía a muchos de estos movimientos cívi-
cos, obtuvo el 12%, mientras las coaliciones -con partidos tradicionales o
de izquierda- alcanzaron un escaso 9%. Lo más grave es que esta preca-
47
Pedro Santana insiste en la explicación estructural, por la explosión de problemas relacionados con el desarrollo desigual ycombinado
en el caso de las regiones, y de la crisis urbana en el caso de las ciudades, sobre todo intermedias (Los movimientos sociales en
Colombia. Bogotá: Foro, 1989).
48
De hecho, la descentralización toma fuerza con la nueva Constitución de 1991 y en casos como Bogotá esperará hasta 1992 (Martha
C. García yVicente Zamudio, Descentralización en Bogotá ... yAlfonso Torres, "Organizaciones y luchas urbanas en América latina:
un balance de su trayectoria", Controversia, No. 175, diciembre de 1999, págs. 175-204).
49 Véase Francisco Reyes, "la convergencia cívica multipartidista", en Varios. La investigación ... , vol.ll, págs. 249-265.
194 Mauricio Archila Neira
Tampoco se puede decir que las juntas de acción comunal fueran la expre-
sión gremial del movimiento cívico, aunque estuvieron presentes en mu-
chas de sus luchas. 54 Las cifras de su cubrimiento no son nada desprecia-
bles. Los datos oficiales indican que para comienzos de los años noventa
5° Cifras tomadas de Pedro Santana, Los movimientos ... , pág. 73 yde la Registradurfa Nacional, Est1dísticas electorales 1990, Bogotá,
1990, págs. 248-249.
51
Voz, 3 de julio de 1986, pág. 9.
52 Véanse Colombia Hoy, No. 86, 1990, págs. 6-7 y 11, y entrevista con Edgar Montenegro, junio de 2000.
53
Entrevista con Orlando Fals Borda (febrero de 2000), quien se refiere a la experiencia política de los movimientos regionales en
Colombia Unida.
54
En el gobierno de Betancur orientaron el11% de las acciones cívicas, mientras en el de Barco lo hicieron en el17% de esas luchas
(Javier Giralda, La reivindicación ... , pág. 48, y Martha Cecilia García, "Las cifras de las luchas cívicas", Documentos Ocasionales,
Cinep, No. 62, 1990, pág. 103).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 195
Tabla 1
Paros cívicos y huelgas
1958 9 11 1974 19 94
1975 34 213
1959 3 56
1976 21 131
1960 5 47
1977 17 130
1961 7 46
1978 28 74
1962 11 47
1979 17 62
1963 10 76
1980 18 63
1964 7 84
1981 15 120
1965 13 93
1982 26 137
1966 4 112
1983 25 113
1967 4 73
1984 23 104
1968 3 45
1985 21 163
1969 11 63
1986 41 131
1970 10 65
1987 49 147
1971 15 55
1988 34 146
1972 15 75
1989 18 167
1973 10 58 1990 27 152
55 Rocío Londoño, "Una visión ... ", págs. 20-25. La mayoría de las Juntas y de sus afiliados estaban en las áreas rurales: 70% y53%,
respectivamente.
56
El Tiempo, 19 de julio de 1990, pág. 11 A. Para la evolución de las acciones comunales véase el ya citado ensayo de Camilo Borrero,
"Acción comunal ypoi ftica estatal ... ". Otra estructura organizativa fue el cooperativismo, que era menos autónomo ymás orientado
al beneficio económico personal que ala acción social. Entre 1981 y 1991 el número de cooperativas pasó de 2.053 a4.464, mientras
los afiliados subieron de 973.704 a1'701.000 (Dane, Las estadísticas sociales. Bogotá: Dane, 1993, pág. 580).
196 Mauricio Archila Neira
Con los dueños del transporte los habitantes urbanos mantienen una rela-
ción tensa: siempre que los primeros presionan por sus inter~ses, los se-
gundos se agitan. Otra cosa es cuando los empresarios locales se suman
a las demandas ciudadanas de carácter amplio en las acciones cívicas.
En ese caso constituyen uno de sus actores sociales y en algunas ocasio-
nes llegan incluso a ser sus voceros.
57 Los de preescolar yprimaria, por obvias razones, poco figuraron. Hubo algunas marchas de padres de familia con infantes, como la
sucedida en Barranquilla en 1967, cuando 200 niños con sus padres desfilaron hasta la Gobernación para pedir un edificio para un
jardfn infantil (El Tiempo, 13 de mayo, pág. 23).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 197
58
EITiempo, 13 de mayo de 1964, pág. 1.
59
Según Jaime Caycedo ello explica en parte también al auge de las luchas laborales, campesinas y cívicas, yen particular el Paro Cívico
del77 (entrevista, diciembre de 1996).
198 Mauricio Archila Neira
60 La identificación de la Unec con el Partido Comunista le restó atractivo en esos años de irrupción de la nueva izquierda. La Unec no
desaparecerá eincluso por momentos logrará cierto protagonismo, como ocurrió en la UPN en los ochenta (Absalón Jiménez y Helwar
Figueroa, Historia de la Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá: UPN, 2002, págs. 202-203). También temporalmente la Unec
se diferenció entre la Uneu, una organización propiamente universitaria, y la Unes, de estudiantes de secundaria.
61 El Tiempo, 6 de mayo de 1963, pág. 7.
62 Libardo Vargas, Expresiones políticas del movimiento estudiantil, Audesa, 1960-1980. Bucaramanga: UIS, 1996.
63 La revistaAJtemativa tocó en varias ocasiones el tema de la crisis de las universidades públicas e insistió en la responsabilidad del
gobiemo en la asfixia presupuesta!, yen la de la izquierda, porque las tomaba como un botín burocrático: "Es la consecuencia de creer
que los intereses de los estudiantes son los mismos que los de las organizaciones pomicas" (No. 115, 1977, pág. 5; véase también
No. 114, pág. 13). Sobre este punto volveremos en el capítulo 5.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 199
64 Entrevista aFabio Villa, agosto de 2000. El reproduce su experiencia de la Universidad Nacional, pues no en todas las universidades
públicas pasaba lo mismo. En la Pedagógica, por ejemplo, siguió existiendo representación estudiantil, que en parte de los ochenta
recayó en militantes de izquierda (Absalón Jiménez y Helwar Figueroa, Historia de la UPN ... , págs. 197-212).
65 Se trataba de Hernando Benítez, antiguo militante de una organización de izquierda, quien apareció más misteriosamente aún en
Zipaquirá tiempo después (Alternativa, Nos. 212, pág. 31, 213, págs. 20-21, y 236, págs. 10-11 ).
66 Véase la información de la gran prensa entre el1 Oyel21 de mayo de ese año. El evento llamó la atención por las formas de organización
interna que debieron adoptar. Por ejemplo, controlaron las actividades nocturnas: "a partir de las 1Ode la noche nadie puede salir
de sus carpas y tampoco se permite ingerir bebidas alcohólicas" (E/ Espectador, 13 de mayo de 1982, pág. 13 A).
200 Mauricio Archila Neira
Tal vez por ello en los años ochenta también notamos una cierta transforma-
ción en las modalidades de la lucha estudiantil. Pasado el gobierno de Turbay
hubo una tendencia a usar menos las protestas de confrontación directa -por
lo común pedreas- y las tomas de instalaciones públicas o bloqueos de vías,
en aras de favorecer la movilización o incluso el paro. Se podría hablar de una
tendencia a recurrir a tácticas de menor choque con las fuerzas del orden.
67 En 1988, por ejemplo, de 2.545 asesinatos con información sobre el sector social contabilizados por el Cinep, apenas 76 (el3%)
correspondían aestudiantes; en igual forma, de 212 desaparecidos con información sobre procedencia social, 14 (el7%) fueron
estudiantes. Para el primer semestre de 19891a tendencia continuaba con 3% y 6%, respectivamente (Cien Días, No. 5, marzo de
1989, pág. 15 yNo. 7, septiembre de 1989, pág. 15). En contraste, en los años setenta los estudiantes habían sido la segunda víctima
de violaciones de derechos humanos (Jaime Torres y colaboradores. Colombia represión, 1970-1981, vol. l. Bogotá, Cinep, 1982,
pág. 34).
68 6 de agosto de 1987, pág. 8 A.
69 El Mundo, 13 de agosto de 1987, pág. 11.
70 El Espectador. 27 de agosto de 1987, pág. 1.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 201
Los actores hasta ahora analizados cubren el 94,3% de las acciones regis-
tradas. Este dato refleja las ventajas y desventajas de nuestra definición
de visibilidadJ2 A partir de este momento consideramos actores que, o
bien no acuden con frecuencia a la protesta para presionar sus demandas
públicas, o cuando lo hacen aparecen ocultos bajo otras identidades. Lo
último parece ser el caso de los indígenas y de las mujeres, para quienes
71
Entrevista con Fabio Villa, agosto de 2000.
72
El bajo número de los acciones adelantadas por los sectores menos visibles impidió la elaboración de gráficas similares ala 5 para
observar su comportamiento en el tiempo.
W2 Mauricio Archila Neira
Tabla2
Actores sociales
lndepen·
Año Cívicos Campesínos Asalariados Estudiantes Indígenas Empresarios Mujeres Presos TOTAL
dientes
1958 9 4 11 14 3 4 45
1959 39 20 57 19 3 138
1960 19 7 47 20 2 3 98
1961 33 14 46 16 2 1 112
1962 20 4 48 22 10 2 106
1963 26 7 77 29 7 2 148
1964 25 3 89 32 3 1 153
1965 29 1 94 28 2 4 158
1966 25 6 113 34 2 4 184
1967 23 8 74 16 6 1 128
1968 14 6 49 39 4 1 113
1969 45 13 64 61 1 6 1 4 195
1970 22 24 67 49 1 6 1 3 173
1971 44 365 56 65 3 3 4 540
1972 28 32 75 52 1 2 1 191
1973 31 20 63 32 4 8 2 2 162
1974 70 52 107 40 3 10 1 4 287
1975 177 75 246 208 11 26 6 5 38 792
1976 114 32 139 194 3 7 4 3 16 512
1977 95 29 158 114 3 10 5 2 18 434
1978 130 23 86 86 1 17 3 2 14 362
1979 96 67 62 75 o 9 1 4 11 325
1980 92 70 72 87 o 5 7 5 13 351
1981 71 73 131 77 o 4 1 20 377
1982 107 82 141 57 o 7 1 1 10 406
1983 119 110 121 52 2 2 2 7 415
1984 114 112 106 74 o 18 4 1 3 432
1985 116 146 168 34 1 3 10 2 3 483
1986 122 146 132 24 3 10 1 1 5 444
1987 140 129 151 59 2 5 2 7 495
1988 117 83 152 47 o 8 2 7 416
1989 54 118 171 31 2 6 2 1 385
1990 85 127 152 38 1 8 1 5 4 421
TOTAL 2.251 2.008 3.325 1.825 42 219 59 42 210 9.981
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 203
73
Censos de población de 1938 y 1985. De los otros censos no obtuvimos datos confiables. Aunque la revista Semana (7 de octubre
de 1958, págs. 33-35) señalaba que en 1951 se contaron 127.980 indígenas, parece que en el departamento del Cauca "no se censó
alos indígenas!" (Dane, Elementos para el estudio de los resguardos indígenas del Cauca. Bogotá: Dane, 1972, pág. 12). El Cauca
albergaba ala mayor etnia del país, la Páez -que pasó de 35.724 personas en 1972 a43.997 en 1985-, y en el concierto nacional
era el departamento de más población nativa (ibid., pág. 20 y Censo de población de 1985). Christian Gros reproduce cifras oficiales
bastante dispares: en 1964 habría 119.180 (menos de los contados en el 51) y 368.000 en 1973 (muchos más que en el censo
de 1985). Ocurre que en los datos de 1973 se contabilizó toda la población de las zonas indígenas, incluyendo alos mestizos que
allí habitaban (Colombia indígena ... , pág. 265).
74 Christian Gros, Colombia indígena ... , parte te~ cera.
7
~ La primera invasión registrada como "recuperación" de resguardos ocurrió en Silvia (Cauca) afines de 1970 (El Tiempo, 27 de
octubre, pág. 34).
76
Cric, Diez años de lucha. Bogotá: Cinep, 1981, pág. 23. De acuerdo con ellncora, en 1986 los indígenas poseían 12'01 0.136
hectáreas del territorio nacional, en su gran mayoría en la Orinoquia y la Amazonia (citado por Gros, Colombia indígena .. ., pág. 282).
204 Mauricio Archila Neira
77
Para este análisis nos apoyamos en el estudio ya citado del Cric (Diez años ... ) y en la consulta de Unidad lndfgena, especialmente
el No. 90, de mayo de 1989, que hace un recuento de las organizaciones que existían en ese momento.
78
El Tiempo, 5 de diciembre, pág. 8.
79
Por esa época, uno de los fundadores del Cric, Gustavo Mejfa, destacado lfder político de izquierda asesinado en 1974, había
organizado en la zona sindicatos agrarios (entrevista con Pablo Tatay, julío de 2000). Mejfa había sido dirigente del MRL en los años
sesenta y como tal fue acusado, sin pruebas, del secuestro y muerte del empresario vallecaucano Harold Eder (Alejo Vargas, Polftica
y armas al inicio del Frente Nacional. Bogotá: Universidad Nacional, 1995, capítulo 2).
80
Según Pablo Tatay, algo que preservó la unidad del Cric fue el hecho de que, si bien tenía una orientación de izquierda, en general sus
dirigentes yasesores se mantuvieron al margen de la militancia en alguna de ellas, salvo fugaces coqueteos con el maoísmo y el M-
19 (entrevista, julio de 2000).
81
Unidad Indígena, No. 90, mayo de 1989, págs. 4-5.
82
Unidad Indígena, No. 97, noviembre de 1990, pág. 16.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 205
Con las mujeres sucedió otro tanto. En el periodo estudiado tuvieron poca
visibilidad como tales, pues contabilizaron menos del 0,6% del total de
luchas sociales. Otra cosa fue su presencia real en las protestas. Sin te-
mor a equivocarnos podríamos decir que ellas salieron frecuentemente a
las calles y los caminos veredales a protestar aunque sus rostros perma-
necieron ocultos entre las multitudes. Por lo demás, en Colombia las muje-
res rara vez acuden a desafíos abiertos en pos de demandas de género. Por
lo común recurren a otras modalidades de acción, como la participación
política por medio de proclamas públicas y el cabildeo, en las que mues-
tran gran habilidad. 84 Este rasgo, más que una debilidad o una fortaleza
intrínseca de los movimientos de mujeres, es resultado de las condiciones
en las que se desarrollan los movimientos sociales en el país.
Las analistas del tema plantean dos fases o momentos de la lucha femeni-
na a lo largo del siglo XX: la primera estaría centrada en la consecución
de derechos económicos y políticos, desde los años treinta hasta los se-
senta, mientras la segunda, de 1975 en adelante, destacaría la reivindi-
cación de derechos reproductivos y de género como tales. Estas fases se
reflejan tanto en la evolución organizativa como en las demandas. Veamos
estos aspectos por separado.
La Unión Femenina de los años cuarenta y principios de los 50, que des-
empeñó un papel destacado en el impulso al sufragio universal, entró en
receso definitivo durante la dictadura. En 1957, por inspiración de la expe-
riencia norteamericana, se gestó en Medellín la Unión de Ciudadanas de
Colombia, que tenía como objetivo el apoyo del Frente Nacional. Aparecie-
ron en forma simultánea grupos de uno y otro partido, como la Acción
Femenina Liberal o su homóloga la Alianza Femenina, y del lado conser-
vador el Comando Nacional Femenino. Por su parte, el Partido Comunista
creo la Unión de Mujeres Demócratas (UMD) para canalizar la solidaridad
83
Entrevista con Pablo Tatay, julio de 2000.
84
Magdalena león justamente nos recuerda: "Reconocer las diferentes prácticas que contiene el Movimiento (de mujeres) nos evita caer
en una simplificación empírica y un reduccionismo político que llevan aenfocar las prácticas más visibles de la protesta( ... ) oa
sobredimensionar el impacto en las políticas del Estado y dejar de lado oen el anonimato prácticas menos visibles que se dan en el
nivel de la vida cotidiana" (Mujeres y participación política ... , pág. 18).
206 Mauricio Archila Neira
8
' 7 de marzo de 1962, pág. 35.
86
Véase Norma Villarreal, "Movimiento de mujeres y participación politica en Colombia ... ", págs. 171-181.
87
Afines de 1978, en Medellín se había realizado un encuentro nacional con más de 300 participantes (Alternativa, No. 196, 1979,
pág. 9).
88
Norma Villarreal, "Movimiento de mujeres y participación política en Colombia ... ", págs. 183-184.
89
!bid., págs. 181-186.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 207
90
Parece que en los años noventa, en contraste con el conjunto del sindicalismo, el sector femenino :1a aumentado en términos de
afiliaciones (Portafolio, 14 de febrero de 1994, pág. 11 ). Según Rocío L.ondoño, acomienzos de los 90 las mujeres eran el42% de
los afiliados de la Acción Comunal y el34% del sindicalismo ("Una visión de las organizaciones populares" ... , pág. 14).
91
El Tiempo, 18 de marzo de 1977, pág. 1OA.
92
Norma Villarreal. "Movimiento de mujeres y participación política en Colombia ... ", págs. 185-186.
93
Unidad Indígena, No. 91, junio de 1989, pág. 13 y No. 95, mayo de 1990, pág. 12.
94
Así ocurrió, por ejemplo. en la movilización que la UMD adelantó en solidaridad con los presos sindicales (Vaz Proletaria, 11 de mayo
de 1967, pág. 12).
208 Mauricio Archila Neira
95 La marcha hacia Bogotá de más de 100 mujeres de todas las edades tuvo como objetivo exigir acueducto para Villavicencio. La
consigna era "agua para alimentar a los niños" (El Tiempo, 25 de febrero, pág. 9 Ay 17 de marzo, pág. 2 B, yLa República, 11 de
marzo, pág. 2 A).
96 Estas últimas pedían servicios públicos domiciliarios, en especial agua. En 19851ograron recoger 200.000 firmas para salvar a las
Empresas Públicas Municipales de Barranquilla y para celebrar el suceso emprendieron una marcha que se convirtió en un nuevo
carnaval (El Tiempo, 5 de agosto, pág. 1OD).
97
Véase, por ejemplo, El Espectador, 4 de agosto de 1975, pág. última A, y 9 de octubre de 1975, 6 B; yEl Tiempo, 1Ode octubre
de 1980, última A.
98 No sin soma en 1969 se mencionaba que 180 estudiantes del Colegio San Martln se enfrentaron alas monjas que diriglan el plantel
en contra de la prohibición de usar minifaldas (El Tiempo, 5 de marzo, pág. 9). En 1970 hubo un corto paro en la empresa Monómeros
de Colombia para rechazar la expulsión de un trabajador que le habla dirigido un piropo auna secretaria {E/ Tiempo, 12 de julio, pág.
7). La información no precisaba el tipo de requiebro que lanzó el trabajador para hacerse merecedor de tamaña sanción. No debió
ser cualquiera, pero en esos tempranos años se restaba importancia aestos asuntos, aun desde los circulas de izquierda.
99 Voz Proletaria, 18 de agosto, pág. 12.
100
El Mundo, 14 y 25 de septiembre de 1987, pág. 12.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 209
101
Este sector, con la ambigüedad de su definición, recoge parte de los trabajadores informales como lo señalamos en el Apéndice
Metodológico.
102
Véanse las reconstrucciones históricas de Carmen Escobar, La revolución liberal y la protesta del artesanado. Bogotá: Fuac-Surame-
ricana, 1990, y David Sowell, The Ear/y Colombian Labor Movement. Philadelphia: Temple University, 1992.
103
Nos referimos a la tesis doctoral de Gary Long en la Universidad de Pittsburgh, "Communists, Radical Artisans, and Workers in
Colombia, 1925-1950", 1992.
104
Ellos lanzaron 26 de los 109 conflictos suscitados en la industria manufacturera y los transportes entre 1919y 1929, y25 de las 87
huelgas de la industria ocurridas entre 1930 y 1945. De 1946 a19571os artesanos libraron 12 de 40 huelgas del sector manufac-
turero (véanse nuestros ya citados trabajos Cultura eidentidad ... , págs. 223 y 277 y "Protestas sociales ... ", pág, 74).
210 Mauricio Archila Neira
Es conocido por los analistas del tema que los gremios empresariales,
soporte muchas veces del Estado, no acuden a la acción directa por la
solución de sus demandas. 106 Ellos prefieren la amenaza pública, el cabil-
deo o la presión privada para conseguir mucho de lo que se proponen y de
esta forma evitar los costos económicos y políticos de la acción directa.
105 Nuestra base de datos muestra que en los tres primeros años del Frente Nacional los artesanos adelantaron solo dos huelgas, mientras
los asalariados de la industria manufacturera acudieron aesa forma de lucha en 48 ocasiones.
106 Luis Alberto Restrepo dice: "Las clases dirigentes de Colombia poseen una sociedad civil propia, autónoma ypoderosa, capaz de
presionar a la sociedad y al Estado desde su propia perspectiva. Están organizadas económicamente en múltiples empresas y
negocios que controlan ydirigen, y en el terreno gremial mediante influyentes asociaciones, como la Andi, Anil, SAC, Fedegán, etc. Esta
red de poder les garantiza la existencia de una democracia para ellas" ("El protagonismo polftico ... ".pág. 33).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 211
La última categoría que cuantificamos son los presos, que apenas reali-
zan el 0,4% de las protestas. Lo sorprendente sería encontrar altos regis-
tros para una población tan reducida, hablando en términos absolutos.
Los 42 conflictos encontrados, sin embargo, muestran que no fueron indi-
ferentes ante situaciones que atentaban contra normas básicas de la exis-
tencia humana, que difícilmente se cumplen en las cárceles colombianas.
La cifra cobra relevancia si se tiene presente que casi la mitad de las
acciones fueron adelantadas por presos políticos vinculados a la izquierda
o a las organizaciones gremiales influidas por ella.
ACTORES "INVISIBLES"
Por último, hay otros sectores que, aunque no tienen figuración en la pren-
sa en relación con las protestas, hacen efectivo su descontento por otras
formas. Nos referimos a grupos étnicos como los afrocolombianos, a las
minorías homosexuales y hasta algunos miembros de los cuerpos arma-
dos del Estado. En los años estudiados no encontramos novedosas movili-
zaciones, que se verán posteriormente, como las de objetores de concien-
cia. En cuanto a los ambientalistas, compartimos con la mayoría de los
analistas la afirmación de que durante el periodo estudiado, más que un
movimiento social como tal, el ambientalismo fue una dimensión de mu-
chos actores sociales que eventualmente puede derivar en movimiento pro-
pio, como parece ocurrir en los años 90. 107 Algo similar se puede decir de
los llamados movimientos por la paz o contra la violencia. 108
107
Véanse Germán Palacios, Se hace camino ... , y la entrevista con Gustavo Wilches, septiembre de 2000. El tema ambiental lo
tocaremos en el siguiente capítulo, por ser un motivo de movilización, pero lo desarrollaremos en el capítulo 7.
108
Que serán tratados en forma similar al ambientalismo.
109
Optamos por clasificarlos con la identidad que la mayoría de los grupos escoge ypor ello no los designamos como "negros", aunque
en las primeras apariciones públicas así se presentaran.
110
Al contrario de los indígenas, que tienen un reconocimiento institucional, es dificil cuantificar alos alrocolombianos. Para activistas como
Juan de Dios Mosquera, son la mayoría de la población, pero eso es discutible porque solo pocos se reconocen así mismos como
tales (entrevista, septiembre de 2000).
212 Mauricio Archila Neira
111
El Tiempo, 23 de junio de 1964, pág. 7.
11
2 El Tiempo, 18 de enero de 1965, pág. 8.
113
E/Trempo, 10 de marzo de 1975, pág.1. Nosotros mismos caemos en !atrampa de lo que criticamos. Estos conflictos, clasificados
como campesinos, laborales o estudiantiles, perfectamente podrfan ser registrados como protestas de afrocolombianos por deman-
das étnicas opor tierras. Esto implica una constante labor de depuración de las bases de datos en las que nos apoyamos.
114
Meses atrás El Tiempo anunció la convocación del "primer encuentro de población negra" (6 de septiembre de 1974, pág. 3 A). La
información de El Pueblo al respecto fue más rica, no solo por ser prensa local, sino porque sus directivas eran más sensibles a los
eventos de los grupos subalternos.
11
5 El Pueblo, 21 de febrero de 1975, pág. 16.
116
ldellonso Gutiérrez, Historia del negro en Colombia. Bogotá: Nueva América, 1986, págs. 88-89.
117
El mismo autor menciona por esos años el origen de grupos designados Panteras Negras y La Olla, en Buenaventura; Cimarrón, en
~payán; yhasta Tabala, en Tunja. Cuenta también que en Buenaventura se gestó un colectivo de "Musulmanes Negros", con mezquita
y todo (ibid., pág. 89).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 213
118
"Entrevista aJuan de Dios Mosquera", Colombia Hoy, No. 58, 1988, págs. 9-12.
119
Ejemplos en Javier Giralda, La reivindicación ... , págs. 129-135, y Mauricio Pardo, "Escenarios organizativos einiciativas institu-
cionales en tomo al movimiento negro en Colombia", en la obra que compilamos juntos. Movimientos sociales ... , págs. 330-331.
120 El Tiempo, 15 de diciembre de 1973, pág. 3 A.
121 Carlos Eduardo Román, "Movimiento de mujeres, movimiento gay: en lo público por la intimidad", en Ornar Urán, La ciudad en
movimiento ... , pág. 234. Nótese de nuevo el impacto de lo internacional, pues en esa fecha se conmemora la represión a una
movilización de homosexuales realizada en la ciudad de Nueva York, en el sitio de Stonewall, en 1969 (lbid.). Algunas activistas de
estos movimientos en reciente presentación verbal en un ciclo organizado por Planeta Paz dijeron que la primera marcha homosexual
sucedió en 1982 bajo la dirección del intelectual Manuel Velandia.
122
Román afirma que en los noventa se ha ido gestando un movimiento antijerárquico y descentralizado, con proyección nacional y
orientado por profesionales de las clases media yalta. Asimismo insiste en que la Constitución de 1991 les otorga espacio y los hace
más visibles, aunque suelen acudir más ala tutela que ala acción social colectiva (ibid., pág. 243).
214 Mauricio Archila Neira
123
Véase mi ensayo "Los movimientos sociales entre 1920 y 1924", Cuadernos de Alosofíay Letras (Universidad de Los Andes). vol.
111, No. 3, julio-septiembre de 1980, pág. 209.
124
El Tiempo, 20 de diciembre de 1963, pág. 1O.
125
El Tiempo, 30 de septiembre de 1970, pág. 18.
126
El Tiempo, 7 de marzo de 1974, pág. 6 A y 26 de noviembre, pág. 6 A.
127
El Tiempo, 16 de diciembre de 1980, pág. 2 A.
128
las denuncias anónimas fueron más comunes al inicio del Frente Nacional, cuando todavía había fermento golpista en sectores del
Ejército. La Nueva Prensa mencionaba en 1964 un comunicado anónimo de un tal Movimiento de Uberación Nacional, sección Policía,
que señalaba los problemas que se vivían en su seno (29 de febrero, pág. 19). Al contrario de otros países de América Latina, en
Colombia no hubo sectores de las tuerzas armadas que se hubieran acercado alas guerrillas revolucionarias. con la excepción algo
ambigua del teniente Alberto Cendales (Alejo Vargas, Políücay armas ... , cap. 2). En las bases de datos de Cinep hay protestas de
trabajadores vinculados aempresas cercanas a las Fuerzas Armadas. pero figuran como asalariados.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 215
Estos fueron algunos ejemplos, entre otros muchos que reposan en nuestra
base de datos, de sectores que, si bien no protestaron abiertamente, mos-
traron en formas más o menos veladas su descontento. 129
ENCUENTROS YDESENCUENTROS
129
También hubo algunas expresiones de descontento de artistas, deportistas eintelectuales que, cuando se hicieron públicas, fueron
registradas por la prensa. Nosotros, afalta de una mejor categoría, las incluimos según fuese la demanda en los sectores asalariados,
independientes ocívicos.
216 Mauricio Archila Neira
Para decirlo claramente, no hay evidencias de que entre 1958 y 1990 haya
existido lo que muchos intelectuales y activistas de izquierda en sus de-
seos de cambio revolucionario designan como un campo popular que uni-
fique las luchas sociales. Tampoco podemos señalar que hubiera un actor
que fuera siempre la vanguardia de la lucha social. Lo que observarnos a
lo largo del periodo estudiado es la sucesión de diversos protagonismos
que le impusieron su ritmo a la protesta. Así podemos resaltar que los
asalariados, encima de ser los más constantes en las luchas, tuvieron
marcada figuración en los años sesenta y durante el mandato de López
Michelsen. Los campesinos fueron protagonistas de primera línea a prin-
cipios de los setenta, mientras los cívicos lo fueron en el decenio de los
ochenta. Si durante el Frente Nacional los estudiantes, especialmente uni-
versitarios, fueron los más claros impugnadores del orden vigente, cosa
que revivió temporalmente a mediados de los setenta, para cuando avan-
zaban los ochenta fueron ampliamente desplazados por otros actores so-
ciales.130 Pero ninguno fue vanguardia revolucionaria en el sentido que el
marxismo-leninismo le atribuía al proletariado.
130
El declive del movimiento estudiantil ~ser un fen6merto universal, oal menos fue similar en otros ~ses de América latim, como sugiere
el caso guatemalteco, analizado por Carlos Figueroa en el ya citado libro compilado por Margarita López, wcha popular ... , pág. 143.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 217
1
Entrevista, julio de 2000.
222 Mauricio Archila Neira
GráficoS
Distribución de motivos
TierraNivienda 23,1%
Laborales 16,1%
· -otros 3,3%
Autondades 6,3%
Derechos 7.4%
2 Como por lo común toda lucha tiene más de un motivo, para evitar duplicación de registros seleccionamos el priori1ario, lo cual implica
apoyarse en la preponderancia de las demandas que hacen los actores o que recogen las fuentes revisadas.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 223
3 En el Apéndice Metodológico se dan las definiciones más precisas yse explica la fom1a de construcción de estas categorías.
224 Mauricio Archila Neira
El primer motivo que aparece es tierra -predios rurales y urbanos que inclu-
yen también, según nuestra definición, demandas de vivienda-, con 23,9%
del total de acciones sociales colectivas. Independientemente de los proble-
mas de medición de las invasiones que ya hemos señalado, la alta frecuencia
de exigencias de tierra rural y urbana muestra que es una necesidad que no
ha recibido la atención merecida por parte del Estado. Con relación a la con-
centración de la tierra en el campo, la literatura consultada sugiere que entre
1970 y 1984 hubo una cierta tendencia redistribuitiva. De acuerdo con Absa-
lón Machado, en esos años "se registra una descomposición de la gran propie-
dad y la consolidación de la mediana sin que se reduzca la desigualdad social
debido a la fragmentación de la pequeña propiedad". 4 El mismo autor señala
que a partir del 84 se inicia de nuevo "el avance de la gran propiedad, el
deterioro de la mediana y la continua fragmentación de la pequeña". 5
• La cuestión agraria en Colombia al final delmfíenio. Bogotá: Ancora, 1998, pág. 53. Machado asu vez se apoya en el estudio de Luís
Lo rente, Armando Salazar y Angel a Galto, Distribución de la propiedad rural en Colombia, 1960-1984. Bogotá: Cega, 1985.
5 Absalón Machado, La cuestión agraria ... , pág. 55.
6 Los usuarios ... , pág. 214. Agrega que escasamente el3,2% de los beneficiarios potenciales obtuvo parcelas, o máximo el26,9%
si se incluye alos colonos que titularon baldfos. Una dificultad adicional en este punto es que ellncora dilala !a tramitación de la extinción
de dominio en promedio diez años, según los entendidos.
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 225
7
León Zamosc, "Transformaciones agrarias .... pág. 66. Para Carlos Salgado y Esmeralda Prada, en los ochenta y principios de los
noventa los campesinos exigieron, además de tierra -{lUe siguió siendo el primer motivo individual-, servicios públicos, políticas
agrarias, respeto alos derechos humanos y solución política del conflicto armado (Campesinado y protesta ... , pág. 160).
8
Datos del Departamento Nacional de Planeación citados en Varios, Estado, ciudad y vivienda. Bogotá: lnurbe, 1997. pág. 47. La cifra
de Camacol para 1985 era muy superior. 99,37 (ibid.).
9
Punto sugerido por Gilma Mosquera, quien, apoyándose en cifras oficiales, decía que el déficit de vivienda en 1960 era de 234.000
unidades. en 1970 de 540.000 y en 1980 de 1'243.000 ("Luchas populares por el suelo urbano" ... , págs. 26-30 y 45).
10
El iema del gasto social será abordado en forma global en el cap~ulo 6. Las cifras deiiCT entre 1960 y 1962 muestran mayor esfuerzo
estatal, con 31.922 viviendas iniciadas, para descender a2.339 en 1965 y luego recuperarse con 23.887 viviendas terminadas en
1973 En los dos siguientes años habría un pequeño decrecimiento en la actividad deiiCTy en 1975 se ofrecerían 20.268 soluciones
habitacionales (citado en Varios, Colombia Económica. Bogotá: Contextos, 1978, pág. 592).
11
José A. Ocampo, apoyado en Miguel Urrutia, aporta datos sobre hacinamiento y servicios públicos ("Reforma del Estado ... ", pág.
24). Hay, sin embargo, otras lecturas menos optimistas del problema de la vivienda. Gilma Mosquera, por ejemplo, señalaba que
aprincipios de los años setenta el70% de las viviendas estudiadas carecía de equipamiento otenía problemas legales, mientras el
40% mostraba hacinamiento ("Luchas populares ... ", pág. 24). En el censo de 1985 hay datos discriminados que muestran una
carencia de servicios domiciliariQll del38,8% del total de viviendas, el hacinamiento daba cuenta del33,9% y la conjunción de esos
dos factores era del16,2% (Dane, Estadísticas sociales ... , pág. 405).
226 Mauricio Archila Neira
12 Los habitantes urbanos parecen recurrir más aformas concertadas para mejorar su precaria inserción a la ciudad que a los meca-
nismos de acción directa. Así al menos lo ilustra Alfonso Torres para el caso de Bogotá (/.a ciudad en la sombra ... ).
13 Uno de los lectores de los borradores de este texto señaló la importancia de analizar las convenciones colectivas, punto que ha sido
adelantado, entre otros, por la Escuela Nacional Sindical (ENS) de Medellín, aunque sin la proyección histórica que implica esta
investigación.
14 Como lo sugiere Álvaro Delgado ("El conflicto huelguístico ... ", págs. 68 y 72). No obstante, en las conclusiones modera esta dura
afirmación al indicar que aliado de la tradición economicista existe otra más poiHica. Asu juicio, la UTC antes yen tiempos recientes
la CUT. integran estas dos tendencias (págs. 126-127).
15 Nosotros trabajamos ese punto en Cultura eidenüdad .. ., cap. 3. El terna ha sido abordado con más detalle para el caso antioqueño
por Luz Gabriela Arango, Mujer, religión ... , Ann Farnsworth, Dulcinea in the Factory ... , yAlberto Mayor, Eüca, trabaio y productividad
en Anüoquia. Bogotá: Tercer Mundo, 1984.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 227
Pero sin duda en las demandas por condiciones de trabajo descollaban los
motivos salariales o de empleo. Y no podía ser de otra manera, pues eran
factores cruciales en la supervivencia del trabajador. La tabla 4 recoge
índices de salarios reales de la industria manufacturera y la construcción
así como el salario mínimo real, que nos permiten ubicar la evolución de
este asunto tan delicado para los asalariados. 19
La trayectoria del salario mínimo real -en promedio rural y urbano, hasta
1985, cuando se unificaron- muestra tres momentos claros: aumento has-
ta 1963, descenso más o menos pronunciado hasta 1973, y a partir de
entonces recuperación con altibajos. Los salarios reales de los obreros de
la industria manufacturera y la construcción reflejan una tendencia simi-
lar, aunque con distintos puntos de inflexión. De esta forma, las tres series
de salarios reales señalan aumentos en los primeros años del Frente Na-
cional, descensos en sus postrimerías y una relativa recuperación en los
años ochenta. Se esperaría que en los años de disminución de los ingresos
reales los trabajadores lanzaran más luchas. Nuestra base de datos cons-
tata esta hipótesis solo para mediados de los años setenta, lo que hace
pensar que los motivos de las luchas obreras no se reducen a lo salarial. 20
16
El Colombiano, 15 de mayo de 1958, pág. 9.
17 Tal fue el caso en Coltejer yTejicóndor (El Colombiano, 16 y 17 de mayo de 1958, pág. 2).
18
Alternativa, No. 253, 1980, pág. 23.
19 En la elaboración de esta tabla para el periodo comprendido entre 1958 y 1975 se tomaron los datos se salarios nominales promedios
de la industria manufacturera construidos por el Dane y los de la construcción ofrecidos por Cenac. Los salarios de ambas ramas para
el periodo 1976-1996 fueron tomados de las estadísticas publicadas por el DNP, según se cita en la tabla. Luego, para volverlos
salarios reales, se deflactaron por ellndice de Precios al Consumidor (IPC), con 1988 como año base. Finalmente, con el fin de facilitar
posteriores operaciones estadísticas, se convirtieron estos datos en índices.
20 En un ejercicio académico realizado hace años encontramos que el impacto de la acción sindical incluso fue más notorio en las
prestaciones que en los salarios de nómina. El hallazgo, sin embargo, tuvo alcances limitados, pues solo se hizo para el año de 1970
("Los sindicatos y la sociedad modema; el caso colombiano". Tesis de Maestría en Economía y Recursos Humanos, Universidad
Javeriana, 1981, capítulo 3).
228 Mauricio Archila Neira
Tabla4 Tabla5
lndices salariales (Año base 1988) Indicadores de costo de vida
lndice de precios lndice de precios
Año al productor al consumidor Inflación
Año base 1990 Año base 1988
Construcción
Salarlo 1954 0.25 0.58
Año lndullbia mfnlmo
1955 0.26 0.59 1.72
1958 62.82 56.36 63.12
1956 0.30 0.63 6.78
1959 63.89 62.96 58.16
1957 0.37 0.76 20.63
1960 65.40 65.72 ff7.75
1958 0.41 0.82 7.89
1961 66.02 70.62 63.72
1959 0.44 0.89 8.54
1962 84.49 77.05 79.46
1960 0.46 0.95 6.74
1963 83.49 70.06 94.10
1961 0.48 1.01 6.32
1964 82.17 73.33 86.82 1962 0.51 1.08 6.93
1965 84.87 84.36 75.60 1963 0.67 1.43 32.41
1966 83.11 75.36 66.95 1964 0.74 1.55 8.3Q
1967 85.50 74.00 62.30 1965 0.86 1.78 14.84
1968 88.20 73.78 58.51 1966 0.96 2.01 12.92
1969 93.10 70.96 64.15 1967 1.02 2.16 7.46
1970 106.23 89.83 60.05 1968 1.07 2.30 6.48
1971 103.72 70.85 52.72 1969 1.17 2.49 8.26
1972 99.76 69.36 59.36 1970 1.24 2.66 6.83
1973 93.35 65.27 48.07 1971 1.44 3.03 13.91
1974 88.58 51.07 89.15 1972 1.74 3.45 13.86
1975 86.44 70.85 68.51 1973 2.31 4.26 23.48
1976 86.75 71.13 70.65 1974 3.15 5.37 26.06
1977 93.76 73.74 70.55 1975 3.77 6.32 17.69
21 Además de los proverbiales desbordes inflacionarios durante las dictaduras del Cono Sur, Brasil tenía un índice cercano al600%
entre 1987 y 1988, y Argentina del 320% en los mismos años. En 1985 Bolivia llegó a tener 24.000%! Véase Carlos E. Posada
(coordinador}, Perfil de coyuntura económica. Medellín: Universidad de Antioquia, 1988, págs. 13-15.
22 Las tasas de desempleo entre 1963 y 1975 se tomaron de Hernando Gómez B., "El desempleo urbano: raíces, tendencias e
implicaciones", Coyuntura Económica, vol. V, No 1, 1975, págs. 107 y 113. Nos basamos en los promedios ponderados de
desempleo abierto en las cuatro ciudades más grandes del país que ofrece el autor. Para el periodo 1976-1990 utilizamos las tasas
de desempleo en siete ciudades y sus áreas metropolitanas elaboradas por la Encuesta Nacional de Hogares y publicadas en Dane,
Estadíslicas sociales ... ,pág. 175. Aunque las series no son totalmente compatibles, muestran la tendencia en este rubro. El indicador
de empleo industrial lo construimos con base en los datos del mismo Dane, recogidos por el DNP en Estadíslicas históricas ... , tomo
11, pág. 103.
23 Según la misrrn Encuesta de Hogares del Dane, medida por trimestres apartir de 1976, el empleo general de Indos los sectores en las cuatro
principales ciudades moostra una trayectoria de casi constante aumento, salw en los primeros trimestres del77, el81 (tal Vffl. porque subió
notoriamente en el último del80), tercero del85 y, de nuevo, primero del89 (DNP,fstadísticas históricas ... , tomo 1, págs. 220-221 ).
230 Mauricio Archila Neira
TablaS
Empleo y desempleo
1953 53.52
1954 39.24
1955 43.03
1956 46.84
1957 48.01
1958 50.45
1959 51.58
1960 53.84
1961 56.06
1962 56.94
1963 11.0 57.53
1964 11.0 59.72
1965 10.5 60.79
1966 11.5 59.64
1967 14.0 61.37
1968 13.0 66.34
1969 11.0 70.47
1970 12.4 67.12
1971 11.7 77.92
1972 11.2 86.07
1973 9.5 90.92
1974 11.6 92.73
1975 12.8 95.41
1976 10.5 109.07
1977 9.4 101.69
1978 8.2 104.87
1979 8.9 104.82
1980 9.2 101.70
1981 8.1 99.26
1982 9.5 95.82
1983 11.5 94.28
1984 13.2 90.69
1985 13.9 92.80
1986 13.0 96.86
1987 11.2 98.03
1988 10.2 100.00
1989 9.0 100.71
1990 10.2 100.77
Fuentes:* 1963-1975 en Hemando Gómez Buendía, "El desempleo ... ", págs. 107 y 113;
1976-1990 en Dane, Estadísticas sociales... , pág. 175.
** DNP, Estadísticas históricas... , tomo 11, pág. 103.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 231
26 Testimonio en Carlos Arango, Tres décadas de luchas unitarias. Bogotá: Fenaltraconcem, 1992, pág. 458. Dicho Proyecto fue creado
en marzo de 1965 y desde abril de 1971 contaba con sindicato.
27 El 57% de las huelgas lanzadas por el motivo aquí llamado violaciones entre 1960 y 1990 correspondió aretenciones salariales (A.
Delgado, "El conflicto huelguístico ... ", pág. 70). Recientemente ha sido legalizada la huelga que se lance por retención salarial.
28 lván Dario Osorio, Negociaciones colectivas en Colombia. Medellín: ENS, 1983, pág. 102.
29 Sólo el1 0,3% de las huelgas por violaciones estudiadas por Álvaro Delgado fueron impulsadas por los despidos. El autor señala que
como la antigüedad es baja en la industria colombiana, los paros por este motivo tal vez no son muy abundantes ("El conflicto
huelguístico ... ", págs. 70-71.).
30 El Pueblo, 27 de junio de 1976, pág. 1. Según la base de datos de conflictos laborales del Cinep, todavía este conflicto sobrevive en
2003.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 233
31 Véase mi compilación ya citada, "Las huelgas del Mandato Claro ... ", págs. 52-62.
32 De acuerdo con Medófilo Medina, entre 1957 y 1977, 37 paros cívicos (el20,6%) fueron por agua yalcantarillado, 25 (el14%) por
energía eléctrica, ysolo 4 (el2%) por teléfonos. Si aello le sumamos parte de la demanda de tarifas justas, tenemos una proporción
cercana ala mitad de paros por estos motivos ("Los paros cívicos ... ", pág. 16). Para Pedro Santana, de 128 paros cívicos habidos
entre 1971 y 1980, el 60,2% estaban relacionados con agua, energía y alcantarillado (Desarrollo regional y paros cfvicos en
Colombia. Bogotá: Cinep, 1983, pág. 136). Javier Giralda, por su parte, muestra que las demandas de las luchas cívicas durante
el mandato de Belisario Betancur se distribuían así: por agua, 26,71 %; por energía, 12,7%; por servicios varios (incluían transporte
y los que llamamos sociales), 9, 12%, ypor servicios públicos en general, 5,86% (La reivindicación urbana ... , pág. 44). Por último,
según Martha Cecilia García, en el gobierno de Virgilio Barco los servicios públicos domiciliarios abarcaron el 29,5% de las
demandas ("Las cifras ... ", pág. 85).
234 Mauricio Archila Neira
33 Para Javier Giralda, durante el gobierno de Betancur solo el1 ,95% de las luchas cívicas planteó las demandas de aseo en forma
explícita (La reivindicación urbana ... , pág. 44).
34
Samuel Jaramillo, Ciento veinte años de servicios públicos en Colombia. Bogotá: Cinep, 1995, pág. 1OO. En el censo de 1951 la
cobertura del servicio de agua era de 29,3% y la de la electricidad de 26,2% (pág. 86).
35 Si entre 1957 y 19771a demanda de mejor calidad del transporte o de vías de comunicación ocupaba un 30% de los motivos de
los paros cívicos, en el solo decenio de los setenta la proporción fue del18,2% (Medófilo Medina "Los paros cívicos ... ", pág. 16,
y Pedro Santana, Desarrollo regional ... , pág. 135). Durante el mandato de Betancur las vías se relacionan con el5,86% de las motivos
de acciones cívicas y el transporte como tal con el3,25% (Javier Giralda, La reivindicación urbana ... , pág. 44). Aestas cifras habría
que sumarles parte del porcentaje de la categoría que él usa de "servicios varios", que fue del orden de 9, 12%. Por último, la
infraestructura física cubrió el1 0% de las luchas durante el gobierno de Barco. A estas cuentas habría que agregarles parte del
porcentaje de la categoría "desarrollo regional", relacionada con vías de comunicación y que ocupó el3,5% en esos años (Marttla
Cecilia García, "Las cifras .. ",pág. 85).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 235
El relativo peso de esta demanda, así tienda a disminuir con el paso de los
años, se explica por el tipo de desarrollo vial del país, que condujo al pre-
dominio del transporte terrestre en detrimento del fluvial y del ferroviario.
De esta forma, para los años ochenta el 75% del transporte de carga se
hacía por carreteras. 36 Se desperdició así la infraestructura ferroviaria que
con tanto tesón había construido el país desde fines del siglo XIX y el río
Magdalena perdió la centralidad que en términos de crecimiento regional
había tenido desde los tiempos coloniales. 37 Esta característica del mode-
lo de desarrollo nacional también favoreció el protagonismo de los empre-
sarios del transporte y potenció su capacidad de presión. 38
36
Emilio l.atorre, Transporte y crecimiento regional en Colombia. Bogotá: Cerec-Cíder, 1986, pág. 80. Según l.atorre, el transporte aéreo
de carga había aumentado también pero ocupaba una proporción pequeña en el total: cerca del1% (íbíd.). El crecimiento neto del
tendido vial pasó de 19.915 kilómetros en 1970 a 25.737 en 1990, con un 40% de ellos pavimentados, mientras se estancaba la
red ferroviaria y poco se hacía por mantener el transporte fluvial (DNP, Estadfsticas históricas ... , pág. 53).
37
Los trabajadores del ferrocarril y del río Magdalena fueron afectados por estos cambios ycedieron el liderazgo de las protestas que
ostentaron en la primera mitad del siglo XX (véase mí libro Cultura eidentidad ... , págs. 365-370).
38
Estos puntos críticos no fueron planteados en las demandas sociales de estos años ni menos las implicaciones negativas de las
carreteras para el "desarrollo sostenible", pue.sto que son más contaminadoras y propician un transporte menos masivo.
236 Mauricio Archila Neira
39 Una información exhaustiva de esas denuncias aparece en el texto coordinado por Jorge Vil legas y Gerardo Rivas, Ubro negro de la
represión, 1958-1980. Bogotá: Fica, 1980.
40
Álvaro Delgado incluye las demandas de derechos humanos dentro de una categoría amplia de protesta política ("El conflicto
huelguístico ... " pág. 70).
41 Carlos Salgado yEsmeralda Prada, Campesinado y protesf11 ... , pág. 160.
42 Con el19% del total de luchas ciudadanas (Martha Cecilia García, "Las cifras ... ", pág. 85).
43 En un balance sobre el mandato de César Gaviria se señaló que mientras más del1 0% de las huelgas laborales estuvieron orientadas
aprotestar contra atentados oasesinatos de dirigentes laborales, los derechos humanos fueron el tercer motivo de movilización de los
sectores cívicos y campesinos (Alvaro Delgado, Martha Cecilia García yEsmeralda Prada, "Del dicho al hecho" ... , págs. 20-25).
Esta demanda continúa aumentando en los sectores cívicos alo largo de los noventa, hasta llegar aser el principal motivo en los dos
primeros años del gobierno de Andrés Pastrana, con un peso del25% (Martha Cecilia García, "Luchas cívicas en el último trimestre,
entre la guerra yla pobreza", Cien Días, vol. 1O, No. 47, septiembre-noviembre de 2000, pág. 28). Véase también el libro conjunto
25 años... Aunque la explicación de este aumento escapa del marco cronológico de este libro, es evidente que la Constitución del91
no solucionó la grave crisis humanitaria que vive el país.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 237
Tabla 7
Indicadores de violencia
Para los años ochenta los datos sobre el motivo que nos ocupa fueron dis-
persos, debido a que se ampliaron las fuentes, ya que varias ONG y enti-
dades estatales los recopilaron. Se cambió además el criterio de responsa-
bilidad, al incorporar al conjunto de actores armados, y no solo los oficia-
les, como posibles violadores de derechos humanos y del Derecho Interna-
cional Humanitario (DIH). Mauricio García, apoyándose en cifras cons-
truidas por el Cinep, resalta el notable crecimiento de asesinatos de ca-
rácter político en los ochenta, que contrasta con la relativa disminución de
las detenciones políticas o arbitrarias. Constata también el aumento de la
confrontación bélica, especialmente entre 1987 y 1989, mientras señala
que las desapariciones continúan creciendo, aunque a ritmo más
pausado. 46 El estudio elaborado por María Victoria Uribe y Teófilo Vás-
quez sobre las masacres ocurridas entre 1980 y 1993 coincide con este
panorama. Los autores muestran que el número de masacres se mantiene
cercano a 50 hasta 1987 y desde 1988 raya en 125. La situación es simi-
lar en cuanto a las víctimas, salvo el incremento a casi 600 en 1985, para
44
Curiosamente, 1979 no fue tan alto como se supondría; solo tuvo 4.098 detenciones (Jaime Torres y colaboradores, Colombia,
represión ... ,pág. 34). Esa investigación también ofrece datos sobre torturas acasi 7.000 detenidos, es decir, un 12% de los casos
denunciados para esos años. Salta a la vista que la concepción que Torres y colaboradores manejan de atención a los derechos
humanos solo involucra alos agentes del Estado. En todo caso, el sector social más afectado fue el campesino, con el27% de las
detenciones, seguido de los estudiantes, con el25,1 %. Obreros y empleados sufrieron el3,7 y el3,4% de las detenciones, mientras
los militantes de organizaciones políticas el4,4% (ibid., pág. 33).
45
Los campesinos fueron de nuevo las mayores víctimas, con el40,3% del total de asesinatos, seguidos de los militantes políticos con
el19,8% y los estudiantes con el11 ,2%. Por departamentos, Antioquia sufrió el21 ,5% de los asesinatos, Cundinamarca (incluida
Bogotá) el14,5% y Santander el8,8% (Jaime Torres y colaboradores, Colombia, represión ... , págs. 34-35).
46 "Tiempo nublado, terreno despejado", Cien Días, vol. 1O, No. 42, julio-noviembre de 1998, págs. 7-16. Aunque el énfasis de García
está puesto en un balance crHico de la propuesta de paz de Andrés Pastrana, es de mucha utilidad para nuestro recuento histórico el
gráfico de la página 8, donde se visualizan las tendencias anotadas.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 239
descender por debajo de 400 en los dos años siguientes y de ahí en adelan-
te, hasta 1993, escalar cotas superiores a 800.47
En las luchas sociales por este motivo hemos incluido las movilizaciones
por la paz o contra la violencia. Si se miran las demandas de los movi-
mientos cívicos se nota que las protestas por estos asuntos suben de 1,6%
en el decenio de los setenta a 4,9% durante el mandato de Betancur y a
19% en el de Barco. 51 Una contabilidad de acciones por la paz adelanta-
das por distintos actores señala un aumento a partir de 1988, que se con-
centra en "aquellas regiones que más han sufrido violencia, como son, en
primer lugar, los departamentos de Antioquia y Santander, y en segunda
instancia, los departamentos de la costa norte (sic) del país como Cesar,
Córdoba, Sucre, Bolívar y Atlántico" .52
47
María V. Uribe yTeófilo Vásquez, Enterrar y callar, vol. l. Bogotá: Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, 1995,
gráficos 1-3. Por regiones se destacan el área metropolitana de Medellín, el Magdalena Medio, Urabá, Meta y Bogotá. En términos
sociales, las víctimas son principalmente campesinos (casi 2.200) y muy de lejos trabajadores (cerca de 400). indígenas yciuda-
danos comunes (entre 200 y250). Claro que la cifra de los casos sin información es casi tan alta como la de campesinos, cercana
a los 1.800 (ibid., gráficos 6-8).
48 David Bushnell, Colombia, una nación ... , pág. 345.
49 María V. Uribe y Teófilo Vásquez, Enterrar y callar ... , pág 76. Según un estudio de Planeación Nacional, en 1992 el país mostraba
7,8 homicidios por cada 10.000 habitantes, una cifra tres veces superior a las de Brasil y México y similar a la de El Salvador
(Armando Montenegro, ':Justicia y desarrollo económico", Revista de Planeaci6n y Desarrollo, vol. YXV, julio de 1994, pág. 33).
50 Entre la legitimidad ... , pág. 327. El citado estudio de Planeación Nacional parece sorprenderse al hallar, contra lo esperado, una
correlación negativa entre justicia ycrecimiento económico. Atribuye un peso excesivo alas normas que no se cumplen, con el fin de
aplicar la receta sugerida por el autor del desmonte del Estado por ineficiente (':Justicia y desarrollo ... ", págs. 32-38).
51 Mauricio García, "{.Condenados a la violencia? Las acciones por la paz durante la administración Gaviria", ponencia inédita, 1994,
pág. 1O. Él insiste en que durante el gobierno de Gaviria la tendencia no solo se mantiene sino que tiende aincrementarse.
52 Mauricio García, "Paz, ética ydemocracia en Colombia", en Guillermo Hoyos yAngela Uribe (compiladores), Conve¡gencía entre ética y
política. Bogotá: Siglo del Hombre, 1998, pág. 199. Bogotá registra un alto índice de acciones no solo por la violencia que aquí se vive sino
por ser la capital del país. Para ese balance el autor aporta una base de datos sobre acciones por la paz desde 1981 que no coincide con la
nuestra poo¡ue incluye eventos apuerta cerrada, yaun acciones estatales. Las tendencias gruesas, sin embargo, son similares.
240 Mauricio Archila Neira
Por último, este motivo abarca también los derechos culturales, de género
y étnicos, que no fueron muy visibles en términos de protestas pero, corno
hemos indicado, lograron hacerse públicos por otros mecanismos que no
implicaban necesariamente la acción directa y menos la confrontación abier-
ta con otros actores de la sociedad civil o del Estado. Uno de los grandes
logros de esas movilizaciones va a consistir en sembrar en la opinión pú-
blica la conciencia de que las necesidades -materiales y simbólicas- se
traducen en derechos reconocidos o por reconocerse, elemento que será
ratificado por la Constitución del 91.
53 En el caso estudiantil implican también denuncias de directivas, instituciones yhasta de profesores por abuso de poder.
54
En el mundo sindical, por ejemplo, las huelgas de protesta política fueron el2,6% del total en la década de los sesenta, el1,4% en
la de los setenta yel14% en el último decenio estudiado (Áivaro Delgado, "El confficto huelguístico ... ", pág. 141 ). El autor concluye:
"Los conflictos de protesta polrtica se desbordaron entre 1985 y1990 (... )ocasionando que en el total de los años 80 su cantidad
fuera diez veces superior a la que se había presentado en la década de 1970 por igual motivo" (pág. 67).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 241
62 Conviene señalar que en los 33 años revisados no hubo ninguna lucha que exigiera la renuncia del presidente, como habla ocurrido
en las jornadas de mayo del 57. Se presentarán de nuevo durante el mandato de Samper, pero sin la cobertura y obviamente sin la
contundencia de las que derribaron aRojas.
63 De acuerdo con nuestra definición de actor, las reivindicaciones de los trabajadores asalariados de los sectores educación y salud
se consideran en los motivos laborales (condiciones de trabajo oviolaciones de acuerdos o leyes).
s4 En el caso cívico, en el cual se han cuantificado estas demandas, entre 1957 y 1977 el9% de los paros tocó problemas de educación,
mientras para el lapso de 1971 a1980 fue el7,8% (Medófilo Medina "Los paros cívicos ... , pág. 16 y Pedro Santana, Desarrollo
regional ... , pág. 135). En el mandato de Betancur las preocupaciones por salud estuvieron presentes en e14,23% de las acciones
cívicas y las de educación en el3,91 %, mientras en el de Barco ambas ocuparon el17% del total de las luchas de este sector (Javier
Giralda, La reivindicación urbana ... , pág. 44 y Martha Cecilia García, "las cifras ... ", pág. 85). En los campesinos las luchas por
salud yeducación de los años ochenta son casi del orden de las de servicios públicos domiciliarios (Garlas Salgado y Esmeralda
Prada, Campesinado y protesta ... , pág.162).
ss Remitimos ala tabla 17, ubicada en el capítulo 6, en la que sintetizamos lo relativo al gasto social.
66 Datos de DNP, Estadísticas históricas ... , tomo 11, pág. 98. El incremento del cupo universitario fue especialmente notorio durante el
Frente Nacional. Si entre 1958 y1970 el aumento fue del500%, entre 1970 y 1980 el ritmo bajó al270% (Aiine Heig, "la educación
en Colombia, 1958-1980", en Álvaro Tirado Mejfa (editor), Nueva historia de Colombia ... , vol. IV, pág.136).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 243
67 El1 O% no había terminado ningún nivel yel resto no informó o no precisó el grado de educación alcanzado (Dane, Censo de 1985,
pág. 436).
68 :Von Le Bol, Educación eideología en Colombia. Medellín: La Carreta, 1985, pág. 72:, yreporte de investigación del Dane elcfes en
El Tiempo, 22 de enero de 1981. Para comienzos de los noventa la proporción llegó al60%, aunque, según Ricardo Lucio, Colombia
presenta un cuadro más favorable en la educación pública que muchos países latinoamericanos ("Universidad y Estado Wué tanto
reformó la Ley 30?", Anáfisís Poll1ico, No. 20, septiembre-diciembre, 1993, pág. 80).
69 Entrevista con Humberto Malina, febrero de 2000.
70 Dane, 50 años de estadísticas educativas. Bogotá: Dane, 1985, págs. 39-40.
71 lbid., págs. 45-47.
244 Mauricio Archila Neira
Otro tanto ocurrió con el área de la salud, a pesar del innegable aumento
del gasto social en este rubro. Si bien no era tan alto como en educación,
sufrió un crecimiento notorio especialmente a partir del gobierno de Mi-
sael Pastrana, cuando pasó del promedio de 4% al de 12% del gasto total.
Luego de llegar al tope de 17% en 1976 -coincidiendo con la huelga de los
médicos del Seguro Social-, disminuyó para ubicarse en un promedio de
14% en el resto del periodo considerado.
12 Gabriel Taborda, "Estadísticas básicas de Colombia", Boletín Informativo de Aepa, No. 27, 1979, pág. 11.
73 Para la primaria se calculaba que la relación ideal era de 30 estudiantes por profesor. Entre 1958 y1983 esa relación mejoró en el
sector público, pues pasó de 44 a30, mientras en el privado se había deteriorado un poco al aumentar de 25 a28 (Dane, 50 años
de estadísticas educativas ... , págs. 39-40). No encontramos cálculos similares para los otros niveles educativos.
74 Francisco José Yepes (coordinador), La salud en Colombia, tomo l. Bogotá: Minsalud-DNP, 1990, pág. 257.
75 Entre 1970 y1985 se duplicó la tasa de médicos por cada 10.000 habitantes, al subir de 4,4 a8,2, mientras la de odontólogos pasó
de 1,6 a3,5; la de enfermeras de 0,9 a2,3 y la de auxiliares de enfenmería de 3,6 a 9 (Dane. Estadísticas sociales ... , pág. 280).
En términos comparativos, amediados de los ochenta Colombia estaba por debajo de USA en la tasa de médicos (19.7). Argentina
(16,5) yCuba (22,8), ycerca de Brasil (8,5). En cuanto aodontólogos estábamos también por debajo, aunque en una escala menor,
de USA (5,6). Argentina (5,8), Cuba (5,0) yBrasil (4,6). La proporción de enfermeras yauxiliares era levemente superior al promedio
de América Latina. Véase José Yepes (coordinador), La salud en Colombia ... , tomo 11, págs. 309-31 O.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 245
Otro motivo de las luchas sociales fue la solidaridad, con el 4% del total.
Es un porcentaje bajo de las protestas y lo postuló principalmente el sector
estudiantil. Si a estas acciones se les suman los rituales en torno de las
conmemoraciones, que pueden ser estimadas como una forma de solidari-
dad a lo largo del tiempo, el porcentaje sube un poco.
Tal vez por acción del Estado o porque las demandas sociales se modifica-
ron y los actores se atomizaron, las luchas de solidaridad son pocas y
marcan un claro ciclo de ascenso hasta 1975-76, para iniciar un descenso
a niveles incluso inferiores a los observados durante el Frente Nacional.
76
lbid., tomo 1, págs. 258-259.
77
Véase, por ejemplo, la publicación del Ministerio de Salud, La reforma ala seguridad social en salud. Bogotá: Minsalud, 1994. Aunque
no es nuestro tema, dicha ley no parece haber solucionado sino profundizado los problemas del sistema de salud (Natalia Paredes,
"Transformaciones recientes del sector salud en Colombia y en el Distrito", Controversia No. 170, mayo de 1997, págs. 125-150).
78 Reflexiones de Nelson Robles en Voz de la Democracia, 22 de mayo de 1963.
246 Mauricio Archila Neira
TablaS
Demandas por actores
In di
CMcos campesinos !\salariados Estudiantes Indígenas Empresarios Mljeres Presos roTAL
tes
Condiciones
5 1 1.584 3 3 1 5 4 1.606
laborales
Tierra 584 1.682 31 1 2 1 2.301
Sel'\4cios
886 72 5 124 70 24 9 1.190
Públicos
SenAcios
Sociales
80 12 29 460 o 9 7 2 23 622
85 En este aspecto resulta muy útil el estudio ya citado sobre los efectos sociales de la erupción del volcán Arenas en Rosario Saavedra,
Desastre y riesgo .. .
86
En los años noventa lo ambiental despunta como un motivo de movilización campesina ycívica. Durante el gobierno de Gaviria el1 O%
de las luchas campesinas y el 4 %de las cívicas ocurrieron por este tipo de demandas (Delgado, Garcfa y Prada, "Del dicho al
hecho ... ", págs. 23 y 25).
248 Mauricio Archila Neira
En este punto es preciso matizar el contraste que hemos hecho entre de-
mandas materiales y aquellas políticas y culturales, aunque es un tema
que profundizaremos en el capítulo 8. En realidad ninguna demanda pue-
de clasificarse en forma pura como material, política o cultural. La tierra,
por ejemplo, además de un recurso productivo, es también fuente de iden-
tidad, no solo para los indígenas. Así lo sugerían los líderes de la Anuc-
UR en la cita inicial de este capítulo y lo ratifica, por ejemplo, un desplaza-
do de Urabá en 1987: " ... para los campesinos( ... ) la tierra es la vida". 87
87 Citado en Carlos A. Giralda, Jesús Abad Colorado y Diego Pérez, Re/aJos eimágenes: el desplazamiento en Colombia. Bogotá: Cinep,
1997, pág. 94.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 249
REGIONES Y PROTESTA
Para el estudio de las dinámicas regionales, departamentales y municipa-
les de las luchas sociales hacemos una agrupación más o menos conven-
cional de siete grandes regiones: la Costa Atlántica, que cubre los depar-
tamentos costeños (Atlántico, Bolívar, Cesar, Córdoba; La Guajira, Mag-
dalena y Sucre) más San Andrés; la zona cafetera o Antioquia y el antiguo
Caldas (que incluye a Risaralda y Ouindío); el centro-oriente, que abarca a
Boyacá y Cundinamarca (contada Bogotá); la Costa Pacífica, que incorpo-
ra a los departamentos con salida al Océano Pacífico (Chocó, Valle del
Cauca, Cauca y Nariño); sur-oriente o el Thlima grande (incluido el Huila);
los Santanderes (es decir, Santander y Norte de Santander); y, por último,
la vasta región de la Orinoquia y la Amazonia (o los antiguos Territorios
Nacionales sin San Andrés). Señalamos por aparte las acciones que toca-
ron a más de dos departamentos y las que se lanzaron con cubrimiento
nacional. 88
88 Para criterios específicos de esta agrupación regional remitimos una vez más al Apéndice Metodológico.
89 Las cifras demográficas que utilizaremos se basan en José Olinto Rueda, "Historia de la población en Colombia ... ", págs. 368-369.
250 Mauricio Archila Neira
Gráfico7
Acciones por regiones
2500
2000
"'
Cl)
<:
o
.13 1500
o
"'
Cl)
"O
e
Cl)
E 1000
-::l
z
500
GráficoS
Acciones por departamentos
1400
1200
1000
<ll
Cll
e
o
·g 800
(ll
Q)
"O
e
Q) 600
E
•::1
z
400
200
252 Mauricio Archila Neira
90 11Jr supuesto que este paso metodológico no suprime el problema señalado, pues los deparlamentos encierran procesos económicos,
sociales y políticos bien diferentes según sus subregiones: algo va del Urabá antioqueño al Valle de Aburrá. En todo caso es una
aproximación más precisa al tema que nos preocupa: la relación entre luchas sociales y la dinámica regional.
91
La cuantificación por ciudades es más problemática, por cuanto hubo conflictos, especialmente cívicos y campesinos, que la prensa
calalogó como regionales sin referencia acentros urbanos. Además, hay circunstancias en las que actores de una ciudad ouna región
realizaban la acción en otra.l1lr lo general, cuantificamos la ciudad en donde tuvo lugar la acción yno la de origen de los actores.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 253
Tabla9 Tabla 10
Acciones por departamentos Municipios con mas de 25 acciones
MuniciDio Frecuencia
[Bogotá 1.176
Porcentaje Porcentaje Medellín 499
Departamentos Frecuencia
válido acumulado
[Barranquilla 490
Nacional 596 6.0 6.0
Cali 382
Más de un
departamento 200 2.0 8.0 Bucaramanga 296
Antioauia 1.223 12.3 20.2 Barrancabermeja 235
Atlántico 709 7.1 27.3 Santa Marta 170
IBoootá 1.138 11.4 38.7 137
Bolívar 320 3.2 41.9 Montería 119
IBovacá 252 2.5 44.5 Pasto 118
Caldas 205 2.1 46.5 Popayán 113
92 Las luchas de cobertura nacional no tienen gran impacto, salvo entre los asalariados (15%), empresarios (11 %) y estudiantes (6%).
93 Olínto Rueda "Historia de la población en Colombia ... ", pág. 369.
94 Entre 1964 y 1973 aumentó de 38% a45% para esos departamentos, excluido Santander (DNP, "La economía colombiana, 1950-
1975", Revista de Planeacióny Desanollo, vol. IX, No. 3, octubre-diciembre, 1977, pág. 31).
95 César González yLuis B. Flórez, "Industria ydesarrollo urbano en Colombia", Revista de Pfaneaci6n y Desalrollo, vol. VIII, No. 2, mayo-
agosto, 1976, pág. 164. En el otro estudio de Planeación Nacional ya citado se señala que este proceso de concentración regional
aumentó notoriamente entre 1960 y 1974 ("La economía colombiana ... ", pág. 225).
96 DNP. Estadísticas históricas ... , tomo 1, pág. 46.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 255
promedio nacional, en especial Bogotá, ciudad que posee el rango más bajo
de todo el país. 97 Factores de este tipo explican que en un reciente estudio de
la Fundación Social, Bogotá, Antioquia y Valle sean clasificadas como las
áreas de "mayor desarrollo", mientras Santander y Atlántico correspondan
a la segunda categoría de "desarrollo consolidado". 98
97 El promedio nacional de personas pobres era de 43,21% y el de hogares pobres era de 38,14%. Bogotá tenía 23,98% y 18,37%:
Valle. 33,15% y27,57%: Antioquia, 37,42% y31 ,94%; Santander, 42,12% y 39,36%, mientras Cundinamarca rayaba en 48,28%
y 43,82%, respectivamente (Dane, Estadísticas sociales ... , págs. 141-142). Estos datos se refieren a los estudios de Alfredo
Sarmiento, que muestran además cómo estos departamentos no solo tenían los menores índices de pobreza sino que fueron los que
más la redujeron entre 1973 y 1985 ("Evolución de los indicadores de Necesicades Básicas Insatisfechas -NB~ durante el periodo
intercensal1973-1985. Análisis municipal", Boletín de Estadística. No. 439, 1989, págs. 216 y 218).
98 Cundinamarca será ubicada junto con Nariño y Casanare en el rubro de "desarrollo incipiente", que ocupa el cuarto nivel de los seis
establecidos por dicho estudio (U bardo Sarmiento y otros, "Tipología regional según niveles de desarrollo y sostenibilidad social
ambiental", en Ubardo Sarmiento yMaría E. Alvarez, Municipios y regiones de Colombia. Bogotá: Fundación Social, 1998, págs. 380-
384). Nótese que son los autores quienes hablan de "desarrollo", concepto que ya hemos criticado anteriormente.
99 Así lo condensaba Pedro Santana en la hipótesis del "desarrollo desigual ycombinado" para explicar las acciones cívicas (Desarrollo
regional y paros cívicos en Colombia. Bogotá: Cinep, 1983).
~oo Infortunadamente no dice de dónde tomó las estadísticas de las protestas (Colombia: inseguridad, víolencía ... , págs. 175-176). Aunque
no es nuestro tema de investigación, conviene hacer un pequeño excursus sobre la relación entre pobreza yviolencia. En una época se habló
de la pobreza como una causa de la violencia. Otras interpretaciones difieren de esa lectura yponen más énfasis en procesos recientes
de colonización. Por ejemplo, Catherine LeGrand, en un estudio histórico sobre conflictos rurales, concluye: "Es significativo que las áreas
donde la guerrilla rural ha contado con un apoyo sólido en el campo colombiano durante los últimos quince años son todas zonas de
colonización" (Colonización y protesta campesina, pág. 223). Para periodos recientes Alejandro Reyes reitera la coincidencia entre
conflictos agrarios derivados de la colonización ode la expansión de la hacienda ganadera y la mayor presencia guerrillera ("Regiona-
lización de los conflictos agrarios y la violencia política en Colombia", en Ubardo Sarmiento yMaría E. Alv-&ez, Municipios y regiones de
Colombia ... , págs. 276-283). Ultimamente algunos economistas, aduciendo apoyarse en "datos reales" yanálisis estadísticos, plantean
que no hay asociación entre pobreza yviolencia. Ello puede ser cierto para tiempos recientes pero no para sus orfgenes históricos. En
cualquier caso las hipótesis no se demuestran con argumentos simplistas omanejos acomodados de estadísticas. En uno de esos estudios
se afirma, por ejemplo: "hay países que son más pobres, más atrasados, más injustos que el nuestro y, sin embargo, (son) menos
violentos" (Armando Montenegro yCarlos Esteban Posada, La violencia en Colombia. Bogotá: Alfaomega, 2001, pág. 43). Nos queda
la duda de en qué sentido Colombia es un país "justo", pues hasta ahora hemos constatado lo contrario.
101
Intervención en un Foro por Antioquia realizado en 1982 y citada por Álvaro Delgado, "Conflicto laboral y región en Colombia",
documento para Planeación Nacional, inédito. 1996, pág. 12.
256 Mauric1o Archila Neíra
102
Campesinado y protesta ... , págs. 200 y 212. Asu modo reiteran la conclusión de Catherine l.eGrand: " ... en regiones de frontera
recientemente abiertas se intensificó la usurpación de baldíos en gran escala con sus consiguientes conflictos" (Colonizaci6n yprotes1a
campesina ... , pág. 221). Daniel Pécaut ha hecho eco de esta opinión, pero para referirse ala violencia política, que en los años ochenta
se concentró en las zonas de colonización interna y no en las periféricas. Por tanto, según el autor, ni pobreza ni riqueza explican la
violencia, sino la desorganización social producida por una rápida prosperidad (Guerra contra la sociedad. Bogotá: Espasa Hoy,
2001 , págs. 94-1 05).
103
Esta hipótesis, que avanzaremos en los siguientes capitulas, es consistente con análisis económicos no ortodoxos, que muestran cómo
los pobres pueden ganar un poco más mientras los ricos aumentan en forma desproporcionada sus recursos (Libardo Sarmiento,
"Reformas y desarrollo social en los noventa", en Francisco Leal (compilador), En busca de la estabilidad... , pág. 313).
, 04 No siempre amayor organización social hay mayor protesta, porque precisamente la primera puede conquistar reivindicaciones por
la mera presión sin incurrir en los costos de una lucha.
105
Jaime Ten jo, "Aspectos cuantitativos ... ", pág. 21, yCenso sindical de 1990. En 1984 esas mismas zonas abarcaban el64,6% de
los sindical izados, porcentaje que en 1990 descendió levemente a62% (Censo sindical de 1990).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 257
sido hecho para los años noventa. Los autores afirman que, según el
indicador de participación -una combinación de la existencia de organi-
zaciones sociales con la presencia en movilizaciones sociales y en elec-
ciones-, solo cuatro municipios enseñan grados significativos: Bogotá,
Medellín, Cali y Barranquilla. 106 Si se mira por departamentos, los que
tienen mayor número de municipios con altos grados de participación
son Antioquia, Santander, el eje cafetero y Valle del Cauca. 107 Lo anterior
confirma que no solo las necesidades materiales cuentan a la hora de
las movilizaciones. Ellas parecen requerir tradiciones de participación,
redes sociales y estructuras organizativas, recursos que coincidencial-
mente se presentan en las regiones que poseen los mejores indicadores
socio-económicos .108
106
Participación importante, ajuicio de los autores, hay en 17 municipios, el2% del total; mientras la hay ascendente en el21 %, débil
ofragmentaria en el 57% y escasa en el19% (María Eugenia Alvarez, Diana C. Castillo yRodrigo Vi llar, "Organización y participación
de la sociedad civil", en Libardo Sarmiento y María E. Alvarez, Municipios y regiones de Colombia ... , pág. 135}.
107
Asu vez, muchos municipios de la Costa Atlántica, algunos de la Pacífica, como el Chocó, y los de la Amazonia y la Orinoquia son los
que registran las más bajas categorías de participación (ibid.}.
108
Claro está que no se puede exagerar el papel de las organizaciones en la consecución de reivindicaciones, pues no siempre muestran
tal fortaleza. En el ejercicio académico que hicimos para medir el impacto de variables sindicales en el salario para el año de 1970
descubrimos que éstas pesan menos que las extrasindicales -posición de la empresa en el mercado, grado de concentración, o
calificación de la mano de obra-. Apesar de lo limitado del ejercicio, insinuábamos una cierta debilidad del sindicalismo, asunto sobre
el cual volveremos en capítulos posteriores. Jaime Ten jo llegó asimilares conclusiones, aunque con más optimismo sobre el efecto
de los sindicatos ("Impacto de la actividad sindical sobre los salarios: una análisis econométrico", Revista de Planeaci6n y Desarrollo,
vol. VIl, No. 2, julio-diciembre, 1975, págs. 112-164}.
109
Anivel más desagregado por cada uno de los motivos, los departamentos considerados tuvieron mayor porcentaje en las luchas por
mejores condiciones de trabajo (74%}, solidaridad (67%}. derechos humanos (63%}. servicios sociales (60%}, políticas (56%},
violaciones (52%} yautoridades (51%}. De los restantes, el más bajo es tierra, yeso que incluye vivienda urbana, seguido de servicios
públicos, con 43%, yambientales, con 49%.
258 Mauricio Archila Neira
Conviene anotar, sin embargo, que a lo largo del periodo estudiado la valo-
ración de las peticiones se fue transformando. Si para el periodo del Frente
Nacional parecía que los motivos con más connotación material primaban
en todas las regiones, la riada de la violencia en los años ochenta trastocó
las agendas de los actores sociales e hizo que las demandas asociadas
con ella saltaran a los primeros planos. El creciente peso específico de los
departamentos de Antioquia y Santander, grandes escenarios de confron-
tación armada, obra en el mismo sentido. Esta consideración temporal
sugiere que el cambio en la jerarquía de las demandas no fue fruto de
virajes ideológicos voluntarios sino que respondió a necesidades básicas
como el respeto de la vida, afectado por el conflicto armado. De nuevo
habrá que reiterar que entre lo que designamos material y lo cultural o
político hay más relación de lo que comúnmente se piensa: luchar por la
vida es un acto político que parte de una necesidad humana fundamental.
110
En esta parte fue invaluable la ayuda de Emperatriz Becerra y la orientación econométrica de Jorge lván Gonzaléz.
111
En posteriores capítulos haremos análisis cualitativos que balancean el énfasis estadístico de esta sección. De esta forma atendere-
mos la advertencia que hace Alberto Melucci: "Los estudios cuantitativos basados en sucesos están relacionados con el etecto final de
la acción, no con la forma en que la acción se produce (... ) se concentra(n) en la acción colectiva como un 'hecho' yno como un proceso"
(Acción colectiva ... , pág. 61).
112 On the Edge of the New Century. Nueva York: The New Press, 2000, págs. 1-2. Nuestra aproximación al problema de la verdad en
la historia es equidistante tanto de los paradigmas positivistas y estructural islas como de cierto pesimismo posmodemo. Sin aban-
donar la búsqueda de la verdad, reconocemos que a lo sumo podemos ofrecer hallazgos parciales y contingentes (" l.Es aún posible
la búsqueda de la verdad?", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cuhura, No. 26, 1999, págs. 251-285).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 259
113
En téflllinos cuantitativos, no solo fue difícil conseguir series históricas sino que debimos prescindir de las variables que cubrlan pocos
años, pues tenninaban siendo poco significativas, estadísticamente hablando.
114
Como se hará evidente en el ejercicio de las correlaciones, el comportamiento de la serie de protestas de cada uno de los actores tiene
cónsecuencias estadísticas: las que trazan una trayectoria gruesa de crecimiento con el tiempo, como los cívicos ycampesinos, estarán
más asociados con las series que se acumulan alo largo de los años. Por la misma vía se entiende que casi todos los signos de las
correlaciones sean positivos, así en teorfa esperáramos otro tipo de asociación. La explicación técnica, de nuevo, es que la mayorla
de las variables independientes corresponden aseries históricas que acumulan resultados año aaño, como ocurre en general con las
1uchas sociales, salvo las estudiantiles. En parte, por eso las luchas de los estudiantes casi no están correlacionadas con ninguna de
las variables independientes. Se intentará corregir estos problemas en las regresiones al trabajar sobre las variaciones anuales.
m Para este ejercicio tomamos las series históricas ya descritas en tablas anteriores. Como la mayoría de las series eran anuales.
dispusimos de un número relativamente bajo de datos (33). Por ello ypor las distorsiones que crean años atipicos, como 1971 o1975,
las correlaciones y regresiones no las hicimos con los números absolutos sino con los logaritmos de los indicadores seleccionados.
Acatando los criterios comunes en estadística, consideramos que el coeficiente Pearson mínimo para que exista correlación es O, 7.
260 Mauricio Archila Neira
IPC
lniiación Salario Salario Salario Empleo
Actores IPC rezagado
industria construcción mínimo industrial
Todos Grado de significación 0000 0000 0.000 0.000 0.001 0005 0.000
Número de observaciones 33 32 33 33 33 33 33
Cívicos Grado de significación 0.000 0.000 0.000 0.001 0.001 0.000 0.000
Número de observaciones 33 32 33 33 33 33 33
Campes1nos Grado de significación 0.000 o 000 0.001 0.000 0.007 0.026 0.000
Número de observaciones 33 32 33 33 33 33 33
Asalariados Grado de significación 0.000 0.000 0.000 0.000 0.001 0.001 0000
Número de observaciones 33 32 33 33 33 33 33
Estudiantes Grado de significación 0.027 0.068 0.008 0.002 0.315 0.536 ' 0.000
Número de observaciones 33 32 33 33 33 33 33
116
Fernando Urrea, por ejemplo, se inclina hacia la última explicación al aducir que las tendencias restrictivas del empleo en Colombia
disminuyen la movilización social (citado por Alvaro Delgado, "Conflicto laboral ... ", pág. 59).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 261
Tabla 12
Correlación de variables económicas 11
Las constataciones sobre la trayectoria del PIB harían pensar que posible-
mente los actores, en su cotidianidad, no llevan contabilidad de los movi-
mientos macroeconómicos, pero de alguna forma perciben los ciclos de
creCimiento de la economía y se apoyan en ellos para desplegar su acción.
Habrá que esperar al análisis de regresión para encontrar una explicación
estadística más sólida.
las acciones estudiantiles no parecen tener relación con las variables aquí
analizadas, salvo en forma aleatoria con el empleo industrial. 117
Tabla 13
Correlación con variables de gasto social
Gasto en Gasto en Gasto en Gasto en Gasto
Actores trabajo aaricultura educación salud social'
Correlación de Pearson 0.827 0.641 0.860 0.861 0.865
Todos Grado de Significación 0.000 0.000 0.000 0.000 0.000
Número de observaciones 33 33 33 33 33
Correlación de Pearson 0.783 0.520 0.814 0.822 0.820
Cívicos Grado de significación 0.000 0.002 0.000 0.000 0.000
Número de observaciones 33 33 33 33 33
Correlación de Pearson 0.796 0.634 0.812 0.867 0.836
Campesinos Grado de significación 0.000 0.000 0.000 0.000 0.000
Número de observaciones 33 33 33 33 33
Correlación de Pearson 0.642 0.606 0.716 0.664 0.698
Asalariados Grado de significación 0.000 o 000 0.000 0.000 0.000
Número de observaciones 33 33 33 33 33
Correlación de Pearson 0.620 0.305 0.578 0.609 0.600
Estudiantes Grado de significación 0.000 0.084 0.000 0.000 0.000
Número de observaciones 33 33 33 33 33
* Gasto social: es la sumatoria de trabajo, educación y salud.
Al observar con más detalle la tabla 13 surgen otros elementos. Ante todo
se destacan las altas correlaciones con las luchas de todos los actores,
tanto del gasto social, así como del realizado en salud, educación y trabajo.
117
Creemos que éste es un dato dificil de explicar lógicamente, salvo que ellos tuvieran presente las expectativas de contratación al
culminar sus estudios. En cambio, el cruce que hicimos de las acciones estudiantiles con los indicadores de matrícula en secundaria
yuniversitaria no arrojó un resultado significativo.
118
Más interesantes habrfan sido los resultados, en caso de encontrar series históricas sobre indicadores de pobreza o de NBI, pero
únicamente existen cálculos para unos años ydatos seriados apartir de 1985. Algo similar ocurre con los coeficientes de concentración
de riqueza ode tierras. Sobre estos puntos volveremos en el capítulo 6, al analizar las relaciones entre Estado ymovimientos sociales.
119
A.r:1 lo sugieren análisis de periodos como el de Misael Fastrana, al cual se atribuye un cierto "populismo" estatal ¡m frenar el ascenso popular
expresado en la Anapo y el auge de las luchas sociales de 1971 (Gabriel Silva, "Carlos Lleras y Misael Pastrana ... ·,págs. 251-260).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 263
Lo anterior sugiere que la inversión social del Estado es sensible en los rubros
de educación y salud, especialmente para los actores cívicos y campesinos,
que los demandan en buena proporción, como vimos. No así el gasto en agri-
cultura, que bien puede orientarse no propiamente hacia los menos favoreci-
dos, los campesinos. Las menores correlaciones con los asalariados, además
de limitaciones estadísticas, sugieren que la lógica de su lucha está más
asociada con otro tipo de variables. Se ratifica, por último, que las luchas
estudiantiles poco tienen que ver con argumentos económicos.
120
Alternativa, No. 111, 1976, págs. 14 y 15.
121
Como son cualitativas debimos convertirlas en variables dummy, asignando valores numéricos según hubiera estado de sitio o no,
y él fuera total oparcial. Para el efecto de las elecciones optamos por poner un valor quince días antes y después de la fecha en que
tuvieron lugar. En otro paso, intentamos hacer el ejercicio estadístico para un solo año que tuviera cambios de estado de sitio y
elecciones. Escogimos 1976, como sugería el balance de Alternativa, pero tampoco arrojó resultados significativos.
264 Mauricio Archila Neira
Por último, acudimos a las series históricas sobre violencia en varias modali-
dades que habíamos condensado en la tabla 7: indicadores de delitos contra
la libertad individual, contra la vida y contra la propiedad; tasa de homicidios
por diez mil habitantes y número de secuestros. Los resultados de este ejerci-
cio se expresan en la tabla 14. Coincidíamos con varios analistas en el signi-
ficado creciente de las variables de este tipo en las acciones sociales colecti-
vas, especialmente en el último decenio. 122 El cruce de estas variables con las
cifras de las luchas confirma parcialmente este supuesto. Las acciones socia-
les resultan significativamente asociadas con los delitos contra la vida y la
propiedad y en menor medida contra la libertad individual. No así con los
indicadores de homicidios o secuestros, aunque las luchas de los asalariados
se acercan a alguna correlación con el primer índice. 123
Tabla 14
Correlaciones con indicadores violencia
f
Correlación de 0.541 0.710 0.848 0.840 0.496
~-----~7
P~ea~-'-=-s-=-on~----i-----------------~----~--------t-----4
Cívicos ~i~an~f~c~~ión 0.004 0.000 0.000 0.000 0.009
t-----------+-=-,~S?.~s-'-'-me-"'~~~~c'-c'-~-~'-n--e-s--~;- ... --,~- -- ~ 31 31 - -- ; ; -
Correlación d-=-e--+-----+------r-----
Pearson O 566 O 737 O 840 _ O 762 O 554
122 Según Maurtcio García, por ejemplo, el incremento de acciones por la paz ycontra la violencia desde 1988 muestra una tendencia que
"guarda una clara correlación con el incremento de la violencia politica, en especial los homicidios y masacres" ("Paz, ética y democra-
cia ... ", pág.199). Con estas Vdliables sí esperábamos el signo pos~ivo de la correlación, elemento que se mantendrá en las regresiones.
123 Estos dos indicadores ofrecen la dificultad de que las series se inician a partir de 1964: eso implica una reducción de seis datos, lo
cual hizo poco significativos los resultados estadísticos.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 265
Al hacer el ejercicio por actores sociales surgen otros aspectos. Los indica-
dores de delitos contra la propiedad están asociados con las luchas de los
cívicos y en menor medida con las campesinas y estudiantiles. En estos dos
últimos casos bien puede ocurrir otro tipo de explicación: que sus acciones
sean incluidas como "delitos contra la propiedad", en especial las invasio-
nes de tierras y los disturbios estudiantiles. Las altas correlaciones de los
delitos contra la vida con las protestas de los cívicos y los campesinos y algo
con las de los asalariados, ratifica nuestra aseveración sobre el peso crítico
de la violencia en la motivación de las luchas sociales.
124
Para este propósito se aplicó el test Díckey-Fuller, oteste de raíz unitaria, que es el instrumento indicado para este tipo de medición,
yarrojó el valor de -4,70, que está muy por debajo de los valores críticos que deben acercarse acero.
125
Los valores del test Dickey-Fuller para los tres subperiodos fueron: -5,01 para el primero, -3,76 para el segundo y -3,58 para el
tercero. Aunque todos están por debajo de los valores críticos aceptables, el periodo 1979-1990 es el que más se acerca aellos.
126
Hacia el futuro se impone consolidar más el modelo al introducir variables independientes que se cuantifiquen por meses oal menos
por trimestres. Así se aprovecharla mejor la riqueza de nuestra base de datos, que ofrece información diaria.
266 Mauricio Archila Neira
127 Según el autor de uno de los textos guías del uso de los métodos cuantitativos, Hubert Blalock, "A menos que la correlación sea
razonablemente alta (digamos, O, 7o más) el empleo de la ecuaciones de predicción inducirá más bien auna confusión" (Estadística
social. México: Fondo de Cultura Económica, 1966, pág. 328).
128 Para permitir la lectura, en dicha Tabla solamente consignamos los respectivos coeficientes de regresión y los Rcuadrados de las
ecuaciones con dos o más variables predictoras, así como las pruebas de significación y el coeficiente Durbin-Watson de cada
regresión. En estos ejercicios se aplicaron algunas técnicas estadísticas para corregir problemas de colinealidad. Nos referimos a
modelos de autoregresión yde media móvil. Esto permitió niveles de significancia y coeficientes Durbin-Watson --que precisamente
miden posibles problemas de correlación entre las variables independientes- aceptables en general.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 267
Aunque por los R cuadrados parecería que las protestas cívicas eran las
más susceptibles de explicación, los niveles de significación de algunas
variables independientes asociadas con ellas -por debajo del 90%- hacen
desconfiar de esta primera impresión. En ese sentido, los ciclos de las
luchas de los asalariados y los campesinos terminan siendo los más sóli-
dos. El mayor R cuadrado de las protestas de los primeros nos hace recor-
dar que ellos no solo aportaron el mayor porcentaje del total de luchas,
sino que en teoría los obreros mostrarían un comportamiento más predeci-
ble, por no decir lógico. Al analizar el peso de las variables independientes
en cada una de las cinco regresiones más significativas encontramos al-
gunos puntos que interesa destacar en esta sección.
Ante todo, hay dos variables -medidas en sus ciclos, como ya dijimos-
que figuran en casi todas las regresiones, aunque con variaciones intere-
santes: el gasto social rezagado a un año y el PIB. La primera aparece con
gran fuerza explicativa de todas las series de luchas sociales, lo que su-
giere no solo el peso de las necesidades en asuntos de educación, saluq,
vivienda y trabajo, sino también un evidente componente político de las
protestas, puesto que el gasto público es fruto de decisiones estatales.
Este factor es precisamente el que permite entender la asociación positiva
que esta variable tiene con las luchas totales, en las dos series analiza-
das, y con las protestas agrarias. Es posible que la expectativa de aumen-
to de la inversión estatal, por ejemplo, genere movilización para orientarla
hacia los intereses de los que protestan. Ante las modificaciones del gasto
social el sector asalariado, en cambio, se comportaría con una lógica ba-
sada no en expectativas sino en realidades. Por ello muestran un signo
negativo de asociación. 129 En todos los casos el rezago a un año es justifi-
cado por cuanto las decisiones estatales en materias de gasto no repercu-
ten inmediatamente.
129
Algo similar ocurre con las luchas cívicas pero aquí los niveles de significancia son difíciles de aceptar.
268 1 Mauricio Archila Neira
En este mismo sentido encontramos que en las dos series del total de
luchas, la del periodo largo y la del último subperiodo, aparece también
como variable explicativa el ciclo rezagado del salario real de la construc-
ción, en contraste con el industrial o el mínimo, que tienden a ser más
estacionarios. El signo negativo de asociación, a su vez, refleja lógicamen-
te que la pérdida de poder adquisitivo mueve a la gente a protestar.
130
Este aspecto ya fue indicado en el recuento teórico de la Introducción. La dinámica reciente de las luchas sociales en Guatemala se
parece mucho ala nuestra, pues aunque allí ya se firmaron acuerdos de paz con las fuerzas guerrilleras, subsiste una violencia que
marca mucho alos actores sociales (véase el ya citado ensayo de Carlos Figueroa !barra "Paz, neoliberalismo ... ").
131
"Rural Rebelions alter 181 O", en un libro compilado por él mismo, Riot, Rebelion an Revolution. Princeton: Princeton University, 1988,
págs. 521-560.
LA ACCIÓN COLECTIVA 1 5
COMO LUCHA DE CLASES
"El movimiento sindical no puede estancarse en la
simple misión de ser el procurador en la defensa de los
derechos de los trabajadores, sobre la idea de la
separación radical entre capital y trabajo (... ) sino que
debe proyectarse hacia una modificación radical de la
estructura social" (Tulio Cuevas, 1969). 1
1
DisCúrso de inauguración del XI Congreso de la UTC (Pereira), incluido en su libro Por una democracia social. Bogotá: Revista
Colombiana, 1970, pág. 61.
2 Estas ideas las esbozó en distintos foros, desde su ascenso a la presidencia de la UTC en 1963 hasta el final de sus días. Véase,
por ejemplo, la entrevista que le hizo Alvaro Delgado en julio del 91, en donde reiteraba:" ... el movimiento obrero debe ser un
movimiento eminentemente polmco". En esa entrevista señaló que si bien nunca militó en la izquierda, sí estuvo cerca del grupo
socialista de Antonio García. En mayo de 1969 visitó la Urss, de la que llegó haciendo moderados elogios (El Tiempo, 1de mayo,
pág. 1).
3
Dicho imaginario, aunque proclamado por las izquierdas, no tue de su exclusividad. No pocas veces las derechas contribuyeron
aalimentarlo. En 1977, Alfonso López Michelsen decía: "Hoy tenemos la lucha de clases más que la lucha de los partidos. Por eso
(los bandos) se dividen entre quienes quieren acabar el sistema y quienes quieren preservarlo" (citado en Jonathan Hartlyn, La
polftica ... , pág. 251).
274 Mauricio Archila Neira
Si bien hoy día este dogma vanguardista tiene pocos adeptos, recientes
elaboraciones teóricas señalan la importancia de estudiar las relaciones
entre la izquierda y los movimientos sociales. Para algunos el horizonte
de éstos sigue marcado por la lucha política de las izquierdas en el siglo
XIX y gran parte del siglo XX. 4 Para otros, desde una perspectiva prag-
mática, las organizaciones de izquierda son un aliado entre los muchos
con que cuentan los actores sociales en sus luchas cotidianas. 5 Lo últi-
mo admite, como lo ilustra el caso colombiano, que no todos los movi-
mientos sociales tienen que estar inscritos en una opción de cambio re-
volucionario.
4
Ludger Mees, "¿Vino viejo en odres nuevos? ... ", págs. 299-304. Para él, todo movimiento social hace acción polftica.
5 Claus Offe, Partidos poll1icos ... , cap. 7.
6
Una versión preliminar de esta sección y que cubría la mitad del periodo estudiado apareció en "Wtopfa armada? Oposición
política y movimientos sociales durante el Frente Nacional", Controversia, No. 168, mayo, 1996, págs. 25-53. Para agilizar la
redacción, una vez usado el nombre de una organización, continuaremos refiriéndonos a ella con las siglas respectivas, que
aparecen en el Gráfico 9. Agradezco la colaboración de Martha Cecilia Garcfa en la elaboración de este cuadro de las tendencias
de la izquierda.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 275
7 La utopía desarmada ... pág. 25. Para el mismo autor, cinco hitos definen ala izquierda latinoamericana: la revolución cubana, las
muertes del Che y Allende, el triunfo sandinista y su derrota electoral en 1990 (pág. 26).
On the Edge ... , págs. 95-102. Antony Giddens, por su parte, opina que hoy los conceptos de derecha e izquierda se han
modificado en comparación con mediados del siglo XX, pues lo que constituía una bandera de la segunda -el cambio contra las
tradiciones- es ahora proclamado por intelectuales conservadores (Beyond Leff and Ríght, Stanford: Stanford University, 1994,
págs. 1-21 ).
9 Derecha eizquíen1a. Razones y significado de una distinción polt1ica. Madrid: Taurus, 1995.
r-:>
-......
o--.
Gráfico9
Tendencias de la Izquierda 3:
p.¡
..,e
ñ"
a·
)>
ii
:r
B SOCIALISTA
¡¡;-
z
(1)
~-
,..~
~-.~··
~ . L::::.J..• ~ ~ ~C~DA
~
58 65 70 75 80 85 90
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 277
Dentro de los límites cronológicos de este libro, podemos señalar seis gran-
des momentos en la creación o desaparición de organizaciones de izquier-
da, momentos que no son ajenos a los avatares del bipartidismo: a) 1958-
1965, años de desencanto con el Frente Nacional, en los que la "nueva iz-
quierda" surge acompañada de algunas aventuras armadas; b) 1965-1970,
tiempo de consolidación de esa izquierda y de crecimiento de la Anapo; e)
1970-1975, momento de replanteamiento y de nueva proliferación organiza-
10
Salvo el enfrentamiento al bipartidismo, el resto era común aAmérica Latina. Ernesto Sábalo, al recordar su paso por la Juventud
Comunista de Argentina, afinna: "La palabra justicia prometía lregar atener un lugar que en la historia nunca se le había dado. La lucha
por los desheredados, y la portentosa frase: 'Un fantasma recorre al mundo', nos colocaron bajo el justo reclamo de su bandera" (/lntes
del fin. Bogotá: Seix Barra l. 2001, pág. 70).
11
Excluimos de este recuento los innumerables grupos de estudio ode trabajo, generalmente estudiantiles, creados en tomo aalgún
periódico, pues la lista se haría interminable. La izquierda en general compartfa la idea leninista de que la prensa era la principal
forma de expresión de la política. Por eso muchos grupos se conocieron simplemente por el nombre de la publicación que
editaban. Ejemplos son el colectivo Proletarización, cuyo texto nos fue útil para examinar el periodo del Frente Nacional (/.De dónde
venimos, hacia dónde vamos y hacia dónde debemos ir? Medellín: Editorial Sde Junio, 1975), Testimonio o Guerra Popular
Prolongada, para citar solo unos pocos.
278 Mauricio Archila Neira
1958-1965
Para los inicios del Frente Nacional el panorama político era relativamente
simple. Contábamos con dos partidos tradicionales, aunque fraccionados
sobre todo en el lado conservador, y un partido de izquierda con tradición
histórica, el Partido Comunista de Colombia (PCC). 12 El panorama co-
menzará a cambiar desde enero de 1959 con el surgimiento del Movimien-
to Obrero Estudiantil y Campesino (Moec). Ese es el primer hito en la for-
mación de la "nueva izquierda" en oposición a la "vieja", es decir, al PCC. 13
El Partido Comunista, por su parte, no solo es la matriz de muchas organi-
zaciones de oposición, sino que sufre una evolución interna que no está
lejana de la del resto de la izquierda. En efecto, en 1949 había lanzado la
consigna de autodefensa, pero sin privilegiar la lucha armada como estra-
tegia de toma del poder. 14 En el inicio del Frente Nacional el PCC vaciló
entre aprovechar los espacios políticos que dejaba el régimen, incluida su
legalización, y la denuncia del pacto bipartidista. Los vientos internacio-
nales favorecían una opción pacífica de toma del poder y por ello desmovi-
lizó a sus autodefensas. Para esa época el Partido era más campesino que
obrero, como lo reflejaría la composición social del VIII Congreso (1958). 15
12 Aunque nominalmente existía un Partido Socialista, con dirigentes como Antonio García yLuis Emiro Valencia, para 1958 estaba muy
desprestigiado por el apoyo que había otorgado a la dictadura de Rojas y no contaba con proyección política real.
13 En 1959 se habló de una efímera alianza de izquierda denominada Unión Nacional Popular, en la que figuraban liberales de izquierda
como Alfonso Barberena, intelectuales socialistas como Gerardo Molina y dirigentes comunistas como Diego Montaña Cuéllar y Juan
de la Cruz Vare la. Muchos de ellos terminarían en el MRL. Esta alianza contó con la simpatía de la revista Semana, dirigida ala sazón
por Alberto Zalamea (véanse los números de 14 de marzo de 1959, págs. 17-18 y19 de mayo de 1959, pág. 20). Por esa misma época
se mencionó al Frente Boyacense, una alianza suprapartidista orientada por el integrista Carlos Corsi Otálora, que buscaba impulsar el
desarrollo de ese departamento (Semana, 18 de febrero de 1960). Con el ánimo de denunciar el abandono de Boyacá, y para que esta
sección del país dejara de ser "un reducto de donde se extraen policías para la violencia ysirvientas para el servicio", en las elecciones
inscribió listas con nombres simbólicos, como Termoeléctrica (La Nueva Prensa, 24 de enero de 1962, págs. 3-4).
14 Para esta parte nos apoyamos en la historia elaborada por Anteo Quimbaya (Jaime Cuellar) y publicada por el Comité Central bajo el
título de Treinta años de lucha del PCC. Bogotá: Ediciones Comuneros, s.f. y en el ensayo de Nicolás Buenaventura, Historia del PCC,
Cuaderno 11: El origen del Frente Nacional. Bogotá: Ceis-lnedo, 1990. También en el balance crítico elaborado por Eduardo Pizarro,
Las FARC 1949-1966: de la autodefensa ala combinación de todas las formas de lucha. Bogotá: Tercer Mundo-lepri, 1991.
15 De 118 delegados de unas 500 células, el 31% provenía de zonas de colonización, el 43% de poblaciones pequeñas y zonas
campesinas tradicionales y solo el26% de las cinco principales ciudades (Nicolás Buenaventura, Historia del PCC ... pág. 78). Esa
realidad ya había sido captada por Jorge Gaitán Durán al denunciar la pérdida de personalidad de la agrupación por la disminución
de la militancia obrera de los años 40 (Obra literaria, compilada por Pedro Gómez Val derrama. Bogotá: Colcultura, 1975, pág. 367).
El PCC no mejoró sustancialmente su baja composición obrera en tiempos posteriores.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 279
16
En 1969, uno de sus dirigentes, José Arizala, decía: "El Partido no niega, sino que lo declara con orgullo, que algunos comandantes
de las Farc pertenecen ala dirección del Partido Comunista, son destacados miembros de su Comité Central" (Documentos Políticos,
No. 84, noviembre-diciembre de 1969, pág. 102).
17 l.lls datos de Buenaventura sobre el Congreso de 1958 sugieren una militancia no mayor de 5.000, explicable por la reciente represión
de la dictadura. La revista Semana (16 de septiembre de 1958, págs. 33-35) exageró, sin duda con fines anticomunistas, el número
de 35.000 afiliados y50.000 simpatizantes para el mismo año. Solo en 1972 el PCC obtendrá 52.053 votos, cifra que triplicará en
la alianza que hizo con el Moir y un sector de la Anapo en 1974. Según me manifestó personalmente Alvaro Delgado, el único censo
de militancia que hizo el PCC fue en 1984 cuando encontraron 42.000 afiliados de carne yhueso, aunque quedaron por fuera un par
de regionales que bien podían sumar 7.000 militantes más.
18
Las consideraciones sobre el Moec se derivan del citado texto de Proletarización, ¿De dónde venimos ...
19
La Nueva Prensa, 11 de octubre de 1961, págs. 20-24. La crónica de la aventura guerrillera en Tulio Bayer, "El levantamiento del
Vichada", Trópicos, No. 2, octubre-noviembre de 1979, págs. 90-107.
280 , Mauricio Archila Neira
El Moec como tal se dividió en dos alas: una "izquierdista", que buscaba
el estallido revolucionario inmediato, y la "marxista", que pretendía orga-
nizar al pueblo antes de la insurrección. La división se hizo patente en el
segundo congreso, y finalmente, en el tercero, la tendencia "izquierdista"
expulsó a la otra. Esta última se fraccionaría a su vez en varios núcleos,
uno de los cuales crearía las efímeras Fuerzas Armadas de Liberación
(FAL); otro alimentaría las organizaciones maoístas y un tercero daría ori-
gen, a fines de los sesenta, al Movimiento Obrero Independiente y Revolu-
cionario (Moir). El significado del Moec radica en que fue la primera orga-
nización de la izquierda que rompió con el PCC, para trazar una trayecto-
ria que patéticamente repetiría la izquierda en años posteriores.
20 La. Nueva Prensa, 18 de octubre de 1961, págs. 11-14. Véase también Alejo Vargas, Política y armas al inicio del Frente Nacional.
Bogotá, Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, 1995, capitulo 2o. Cendales, por influencia de Luis Emiro Valencia, leyó en
la cárcel, adonde fue aparar luego de su participación en el golpe de mayo del 58, textos de Mao y del Che, lo que explicaría sus
simpatfas por Vare la (Juan Mosca, "La frustrada revolución del Chávez colombiano", Magazín Dominical, No 814, 20 de diciembre
de 1998, págs. 4-11 ).
21 Véanse Mauricio Botero Montoya, 8 MRL ... , yCésar Aya la, "El origen del MRL, 1957-1960" ,Anuario Colombiano de Historia Social
y de la Cultura, No. 22, 1995, págs. 95-121.
22 Según Jorge Child, existfa una tercera línea integrada por el PCC y las juventudes del MRL, cuyo sector más radicalizado gestará el
ELN ("El MRt:', en Gustavo Gallón, Entre movimientos y caudillos ... , pág. 85)
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 281
chada del PCC en las elecciones de 1968, pero ya el grueso del movimiento
había retornado al bipartidismo e incluía no solo a López, sino igualmente a
los "duros" y aun a los radicales como Luis Villar Borda.
23
Curiosamente no contamos con muchos balances históricos de su trayectoria, salvo el emprendido por César Ayala, Nacionalismo y
populismo: Anapo y el discurso de la oposición en Colombia: 1960-1966. Bogotá: Códice, 1995 y el ya citado Los orígenes de la
Alianza Nacional Popular....
282 Mauricio Archila Neira
24 Prolelarización ... págs. 101-103. Humberto Malina. dirigente estudiantil cercano al grupo de Zuleta por esa época. decía que ellos
eran prácticamente los únicos que no defendían la lucha armada, lo cual les había ocasionado no pocos conflictos con el resto de la
izquierda (entrevista. febrero de 2000).
25 Prolelarización .... pág. 111.
26 La literatura sobre esta organización político-militar es más abundante. aunque dispersa. Para los inicios del ELN nos apoyamos en
el ya citado texto de Proletarización .... en Carlos Medina, ELN: Una historia contada ados voces. Bogotá: Rodríguez Quito. 1996, y
en los testimonios recogidos por Oiga Behar. Las guerras de la paz. Bogotá: Planeta. 1985 yCristina de la Torre. "Nacimiento del ELN.
revelaciones de Ricardo Lara Parada", Trópicos. No. 3, marzo-abril de 1980, págs. 13-30.
27
Nótese que fue el único grupo que se fundó en el exterior y que curiosamente ltNo como dirigente máximo por varios años aun español.
el cura Manuel Pérez. Véase el relato novelado de Joe Broderick. El guerrillero invisible. Bogotá: Intermedio, 2001.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 283
28 lara Parada, en crítica al reportaje citado, ratificó la acertada escogencia del Magdalena Medio para iniciar la lucha ("Rectificación",
Trópicos, No. 7, 1987, págs.9-1 O). Sobre la región véase Alejo Vargas V., Magdalena Medio sant;mdereano: Colonización y conflicto
armado. Bogotá: Cinep, 1992.
29 Estos rasgos biográficos están tornados de los ya citados Orlando Villanueva, Camilo: Acción y utopía ... , Walter J. Broderick, Gami/o:
el cura guerrillero ... , yde Javier D. Restrepo, La revolución de las sot;mas ...
284 , Mauricio Archila Neira
Por los mismos años en que se gestaba el ELN, y casi desde las mismas
bases, surgió el Partido Comunista Marxista Leninista (PC-ML), bastión
del maoísmo hasta finales de los años 70. 33 El PCC había admirado en su
momento a la revolución china y aplicado sin mucha reflexión parte de sus
enseñanzas en las autodefensas durante la Violencia. 34 Con la ruptura in-
ternacional de los partidos comunistas soviético y chino, hubo un sector
minoritario dentro del PCC y más numeroso dentro de la Juventud Comu-
nista que, al ser expulsado, convocó a todos los marxistas-leninistas a
formar un nuevo partido. Allí convergieron grupos procedentes del PRS, el
Moec y aun las Juventudes del MRL. En julio de 1965 celebraron, en una
casa de Soacha, su décimo Congreso, que con ese ordinal continuaba la
numeración de los correspondientes eventos del PCC. 35 Con ello plasma-
30 Aunque después de Camilo habrá sectores crtstianos que militaron en su seno, sería un error pensar que esa ha sido su únicaaltemativa
pomica. Como lo demuestra la trayectoría del grupo Golconda, hubo un sector que se opuso al ingreso de los curas ala guerrtl1a. Véase
el citado texto de Javier D. Restrepo, La revolución de las sotanas ... yel testimonio de Manuel Pérez en Carlos Arango, Crocifijos, sotanas
y fusiles. Bogotá: Colombia Nueva, 1991. De otra parte, no solo curas como Domingo Laín, José A. Jiménez yel mismo Manuel Pérez
ingresaron al ELN. En un testimonio recogido recientemente por Patricia Lara una exguerrillera decía que en 1967 un franciscano que
vivía en un barrio pobre de Medellín también se vinculó ala guerrilla y tras de sí arrastró amuchos jóvenes que trabajaban con él (Las
mujeres en la guerra. Bogotá: Planeta, 2000, págs. 33-34).
31
Véase la entrevista aJaime Arenas en Germán Castro, Del ELN al M19, once años de lucha guerrillera. Bogotá: Carlos Valencia, 1980.
El mismo cura Pérez, quien estuvo apunto de ser fusilado al poco tiempo de ingresar al ELN, reconocerá que los fusilamientos de 1968
de Medina Morón y Cortés fueron injustos. pues se trataba de hombres que "lucharon honestamente por la revolución" (en Carlos
Arango, Crociñjos ... , pág. 253). Consúltese también Carlos Medina, ELN: una historia ...
32
Antes de Anorí, el ELN llegó a tener 250 combatientes y para 1978 apenas contaba con escasos 30 (Carlos Medina, ELN: una
historia ... , pág. 141 ).
33 Para el bosquejo de esta parte nos apoyamos en los ya citados textos de Proletarización, Oiga Behar, Las guerras ... y, especialmente,
de Fabiola Calvo, Colombia: EPL una historia armada. Madrid: Vosa, 1997, yAlvaro Villarraga y Nelson Plazas, Para reconstnJir los
sueños (una historia del EPL). Bogotá: Progresar, 1995.
34
Pedro Vásquez Rendón, prtmer secretario del PC-ML, había sido delegado por el PCC para orientar alas au1odefensas de Chaparral
en los años cincuenta, yallí insistió en aplicar el modelo chino (Medófilo Medina, "La resistencia campesina en el sur del Tolima", en
Gonzalo Sánchez y Ricardo Peñaranda, Pasado y presente de la violencia en Colombia. Bogotá: Cerec, 1986, pág. 264).
35 Villarraga yPlazas cuentan que en el acto de fundación, llevado acabo en condiciones de estrtcta clandestinidad, se hicieron presentes
95 delegados nacionales plenos y 8 asistentes internacionales (Para reconstnJir ... , págs. 42-43).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 285
36
Aunque es casi imposible precisar las magnitudes de la militancia en organizaciones clandestinas como el PC-ML, Villarraga yPlazas
hablan de unos mil militantes en el mayor regional de esa organización, el de Antioquia (Para reconstruir ... , pág 104). No es difícil
suponer un número similar al del Moir yalos grupos socialistas, ymenor al del PCC. La comparación con las organizaciones armadas
es más diffcil. En todo caso, dentro de la común precariedad de la izquierda, los agrupamientos mencionados no eran despreciables,
sobre todo si se mira su influencia en las organizaciones sociales.
286 Mauricio Archila Neira
1965-1970
37
Eduardo Pizarra, Las Farc ... , pág. 189. Estrictamente hablando, el EPL se fundó dos años después, pero desde su inicio el PC-ML
hablaba de su compromiso con la lucha armada.
38
Eduardo Pizarra, Insurgencia sin revolución, Bogotá: lepri-Tercer Mundo, 1995, págs. 34 ysiguientes.
39
El foquismo afectó incluso al EPL, apesar de sus declaraciones en favor de la "guerra popular prolongada". Por otro lado, no deja de
ser paradójico que mientras las Farc ideológicamente fueran distantes del maoísmo, en la práctica adelantaran lo más cercano ala
estrategia de Mao. Las iniciales simpatías por la revolución china durante la Violencia parece que les dejaron una impronta que se
sobrepuso ala ideología formal. Así, en 1958 Semana denunciaba que en algunas zonas de autodefensa como Surnapaz y el Tolima
se seguían las tácticas de Mao Tse Tung (16 de septiembre, págs. 33-35). El peso del maoísmo en el PCC todavía se percibe en el
libro del Comité Central, Treinta años de lucha ...
40 Por ejemplo, las Farc hasta el año de 1980 escasamente llegaban amil combatientes. Entre 1985 y1986 salta a3.500 combatientes
y para 1995 tiene ya cerca de 8.000. Otro tanto ocurre con el EPL que en forma más dramática pasa de 230 miembros en 1993 a
650 al año siguiente. Incluso el ELN que no estaba en tregua se benefició de ella al pasar de unos 200 combatientes en 1983 a700
dos años después (Jesús A. Be jarano, Colombia: inseguridad, violencia ... , pág. 122).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 287
El grupo de izquierda más destacado que surgió en estos años fue el Moir. 42
Fue fundado en Medellín en 1969, por el sector proveniente del Moec diri-
gido por Francisco Mosquera. En un principio no se definió si era organiza-
ción política o aparato sindical, pero sí era muy marcada la influencia
ideológica maoísta. Su periódico Frente de Liberación había pertenecido a
Golconda, pero con la salida del país de monseñor Germán Guzmán Cam-
pos quedó expósito y fue recuperado por laicos cercanos a la nueva organi-
zación. Luego el Moir publicaría Thbuna Roja. En enero de 1970 lanzó la
consigna de paro patriótico nacional, pero lo fue posponiendo sin motivo
aparente. Nunca se supo si se trataba de una huelga obrera, de un paro
cívico o de un movimiento abstencionista. Esa ambiguedad era parte de
su comportamiento político. De la misma forma, en marzo del 71 se margi-
nó del paro obrero y lo tildó de reformista --<::omo haría con el Paro Cívico
Nacional del 77-. Por esa época su organización juvenil (Juventud Patrió-
tica) logró una importante votación en el marco del cogobierno universita-
rio. Esto llevó al Moir a pensar en la necesidad de hacer política en cual-
quier espacio que lo permitiera, por más menguado que fuese. Así, en
1972 se lanzó por primera vez a elecciones, en alianza con el curtido diri-
gente nacionalista Alberto Zalamea, aunque aún no renunciaba al discur-
so que privilegiaba la lucha armada, pero en la teoría, pues en la práctica
poco hizo en ese sentido. 43
41
La mejor reconstrucción de esta historia es la ya citada de Javier Daría Restrepo, /.a revolución ... De mucha utilidad es también Joe
Broderick, El guerrillero invisible ...
42 La información tanto para estos años como para el siguiente período proviene del ya mencionado texto de Proletarización ...
43
Tribuna Roja, Nos. 4 y7, enero yabril de 1972, págs. 1-2. En esa oportunidad tuvo 19.000 votos.
288 Mauricio Archila Neira
1970-1975
44 Gran parte del viraje de la UTC se debió al liderazgo que Tulio Cuevas le imprimió desde su ascenso ala presidencia en 1963 {Femán
González, Pasado y presente del sindicalismo ... , págs, 95-1 00). Según el mismo autor, el Mospol significaba Movimiento Social y
Polftico Laborista. Nosotros acogemos la versión que el propio Tulio Cuevas entregó en la entrevista realizada por Álvaro Delgado en
julio de 1991.
45 En 1976, la UNO sin el Moir y en elecciones de "mitaca" obtuvo 107.618 votos (Nicolás Buenaventura, "La oposición al Frente
Nacional", Estudios Marxistas, No. 13, 1977, pág. 24).
46
Los pormenores de esta confrontación están analizados por Femán González, Pasado y presente... , capítulo 6.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 289
47 Título de la ponencia de Alberto Me lo publicada en el citado libro de Gustavo Gallón, Entre movimientos y caudillos ... , págs. 166-171.
48 Sobre los orígenes del M-19 véanse Gennán Castro, Del ELN al M-19 ... ylos recuentos autobiográficos de María E. Vásquez, Escrito
para no morir. Bogotá: Ministerio de Cultura, 2000 y de Vera Grabe, Razones de vida. Bogotá: Planeta, 2000.
290 Mauricio Archila Neira
1975-1981
Por el lado socialista hubo también un efímero intento de unidad para las
elecciones de 1978 que se llamó Uníos y que tuvo corno candidata a Soco-
rro Rarnírez, dirigente sindical del magisterio. Los escasos resultados elec-
torales hicieron explotar en pedazos esa alianza mientras los grupos trots-
kistas continuarían su práctica de sucesivos fraccionamientos. Así; el PST
se dividió y dio origen al Partido Socialista Revolucionario (PSR).
Pero sin duda el mayor protagonismo en el plano armado corrió por cuenta
del M-19. Luego del confuso secuestro del dirigente sindical José Raquel
Mercado y su posterior ejecución en 1976, que mostró una extraña forma
9
• El balance de Firmes está aún por hacerse, como el de muchos grupos yalianzas de izquierda. Una excepción la constituye la breve
nota que escribió Montaña Cuéllar para el libro ya citado de Gustavo Gallón, Entre movimientos y caudillos, págs. 172-175. La
existencia de Firmes estuvo muy ligada ala revistaA/temativa, la cual, presa de problemas financieros, desapareció después de las
elecciones de marzo de 1980 (No. 257, 27 de marzo de 1980).
50
Véanse los ya mencionados textos de Fabiola Calvo, Colombia: EPL ... y de Villarraga y Plazas, Para reconstruir ...
51
Jaime Caycedo insiste en que este ascenso de las luchas sociales se debió al acercamiento de la izquierda estudiantil a los sectores
populares (entrevista, diciembre de 1996).
52
Según un editorial de Alternativa, dicho acto "ni es autodefensa, ni es obrero. Es un acto de provocación'" (No. 180, 1978, pág. 1).
292 Mauricio Archila Neira
Con parte del comando superior en prisión, el M-19 decidió hacer otra
acción espectacular: la toma de la embajada de la República Dominicana
en Bogotá, en febrero de 1980. Aunque los guerrilleros no lograron liberar
a sus presos políticos, se jugaron la carta de convocar a un "diálogo nacio-
nal" que propiciase una salida negociada del conflicto armado. Un primer
paso sería una amnistía, que el gobierno Thrbay ofreció en forma limitada.
A pesar de esa puerta política que tímidamente se abría, el balance de
estos años se inclinó hacia el polo de una mayor confrontación militar. 55
1981-1985
56 En otra entrevista, ahora concedida aJuan Guillermo Ríos en 1982, Baternan afirmaba que Betancur había actuado más inteligente-
mente que Turbay, por lo que requería respuestas adecuadas (en PatriciaAriza, Ann Kielland yClara Romero, Bateman. Bogotá: Planeta,
1992, págs. 468-476).
57 Al respecto puede ser ilustrativo el gráfico elaborado por Jesús A. Be jarano ya mencionado antes (Colombia: inseguridad ... , pág.
122). En 1978 el EPL había crecido por el ingreso de una parte del quinto frente de las Farc, de Urabá. Sin dar cifras exactas, Villanraga
y Plazas dicen que para el año de 1985 "se registró un aumento del número de combatientes. El desarrollo mayor fue en Urabá y
Córdoba" (Para reconstruir ... , pág. 177). Asu vez, tanto Gabino como el cura Pérezseñalaron que entre 1983 y 1986 el ELN pasó
de unos 100 combatientes a cerca de 600 (Carlos Medina, ELN ... , págs. 150 y 214).
58 Camilo Castellanos, "La encrucijada de Urabá", Cien Días, No. 2, abril-junio, 1988, pág. 7. La contrapartida de este sorprendente
crecimiento fue el aumento, tal vez más desproporcionado, de asesinatos de líderes sindicales bananeros: "entre 1982 y 1986
Sintagro vio caer asesinados a350 de sus miembros" (ibid). Carlos Miguel Ortíz da otras cifras sobre afiliaciones sindicales en Urabá
pero coincide en la tendencia. Señala que Sintagro se fortaleció con las tornas de tierras impulsadas por el EPL en la zona desde 1982
(Urabá: tras las huellas de los inmigrantes, 1955-1990. Bogotá: !efes, 1999, págs. 101-103 y 147-158).
59 Jairo Chaparro, "Los movimientos políticos regionales, un aporte ala unidad nacional", en Gustavo Gallón (compilador), Entre movimientos
y caudillos ... , págs. 208-226, y Francisco José Reyes, "La convergencia cívica multipartidista de lpiales", en Varios, LE investigación
urbana ... ,vol.ll, págs. 249-265. El Frente Amplio del Magdalena Medio (FAM), creado por Lara Parada luego de que salió de prisión,
se vio afectado por su asesinato amanos del ELN bajo la acusación de traición (Carlos Medina, ELN ... , págs. 203-206).
60 Entrevista con Abel Rodríguez, marzo de 2000.
294 Mauricio Archila Neira
1986-1990
Con los acontecimientos de finales de 1985 se inicia un nuevo subperiodo,
que está marcado por el endurecimiento del régimen, aunque sin cerrar la
puerta al diálogo, y por el retorno a la guerra de quienes estuvieron entre-
gua: el EPL y el M-19, primero, y dos años después las Farc. Parte de la
nueva estrategia de la izquierda armada era buscar la unidad del movi-
miento guerrillero, que se logró inicialmente con la creación de una coordi-
nadora que integraba a todas las fuerzas alzadas en armas, salvo las Farc,
aunque con la presencia de un frente disidente de ellas, el"Ricardo Franco".
Este cometió atrocidades, como la ejecución sumaria en Tacueyó (Cauca) de
un gran número de combatientes con la excusa de que eran infiltrados del
ejército. Por esa razón el grupo fue expulsado de la Coordinadora Guerrille-
ra, que se vio engrosada por las Farc con el deterioro de la tregua durante el
mandato de Barco. A su ingreso, la Coordinadora Guerrillera adoptó el nom-
bre de Simón Bolívar (Cgsb). En 1989 el M-19 se marginó de ella para iniciar
por su cuenta diálogos con el gobierno que culminarían con su desmoviliza-
ción y ulterior participación en la Asamblea Constituyente. 53
61 Fabiola Calvo, Colombia: EPL. .. , págs. 186-187. El antiguo líder de la Anapo Socialista yfigura del M-19, Carlos Toledo Plata, había
sido asesinado recién firmados los acuerdos de paz en 1984.
6' Entrevista con Pablo Tatay, julio de 2000.
63 En contra de la opinión mayoritaria que sostiene que el M-19 negoció porque estaba derrotado militarmente, Ana Maria Bejarano
insiste en que obraron otros factores, como la búsqueda de legitimidad polftica, la flexibilidad en el discurso y la continuidad de mando
de Carlos Pizarra, además del contexto internacional que abrió la caída del muro de Berlín ("Estrategias de paz", en Francisco Leal
y León Zamosc,A/ fila de/caos, págs. 93-96). Vera Grabe tiene una explicación similar (Razones de vida ... , págs. 307 y ss)
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 295
Unida. 69 Esta haría luego alianza con el desmovilizado M-19 y con un sec-
tor de la UP -los círculos "Bernardo Jaramillo"- para conformar la Alian-
za Democrática AD-M19, cuya lista para la Asamblea Constituyente ob-
tendría el sorprendente resultado de casi un millón de votos (27% del to-
tal), cifra récord en las gestas electorales de la izquierda. 70
A paso más lento, otros grupos armados iniciaban diálogos para culminar
en su desmovilización en el preciso momento en que entraba a funcionar
la Asamblea Constituyente. Se trata de la mayoría del EPL liderada por
Bernardo Gutiérrez, quien había asumido el comando de la organización
armada luego del asesinato de Ernesto Rojas en febrero de 1987. 71 Tam-
bién participaron en este proceso el PRT y el Quintín Lame. 72 La atracción
que creó la propuesta de Asamblea Nacional Constituyente no solo dividió
a las organizaciones sociales, como ya vimos, sino fracturó a la Cgsb, que
quedó con tres integrantes nada despreciables: las Farc, el ELN y la mino-
ría del EPL orientada por Francisco Caraballo. 73
que los sectores de izquierda tuvieron con los movimientos sociales. Debe-
mos precisar que nuestro ánimo no es juzgar la culpabilidad o inocencia
de los grupos políticos sino buscar una explicación plausible de sus accio-
nes. Aunque el presente se nos impone, y seguramente interfiere en nues-
tras interpretaciones, el reto es entender el pasado en sus propios térmi-
nos, hasta donde eso sea posible. 75
75
Aeste respecto es muy apropiada la siguiente reflexión de Eric Hobsbawm: "Inevitablemente, todos nosotros formulamos por escrito
la historia de nuestro tiempo cuando volvemos la vista hacia el pasado y, en cierta medida, luchamos en las batallas de hoy con trajes
de época" (Los ecos de la marsellesa Barcelona: Crítica, 1992, pág. 15).
76
Tal fue el caso de la presencia de las izquierdas en la Anuc, que, según Leopoldo Múnera, "entrañó un tipo de hegemonía cultural similar
al que venían siendo sometidas las clases populares desde la independencia, por parte de las distintas elites del conocimiento"
(Rupturas y continuidades ... , pág. 320). Hay claras similitudes con lo que Fernando Escalante designa como una mirada moral de
la política por parte de las elites mexicanas decimonónicas al idealizar modelos eurocéntricos (Francia, España oUSA, según los
gustos). "Casi todos creyeron siempre de buena fe que ese imaginario orden era posible" (Ciudadanos imaginarios. México: El
Colegio de México, 1993, pág. 18). La denuncia del elitismo por parte de las vanguardias marxistas será también uno de los caballos
de batalla de los exponentes de los Estudios Subalternos en la India.
298 Mauricío Archila Neira
77
Véase Bernardo Tovar (compilador), El Marxismo en Colombia ...
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 299
78 Las reflexiones de Jaime Arenas en torno a las contradicciones en el ELN del momento reproducen estos prejuicios no sin cierto
resentimiento, por lo que había vivido ylo que se le vendría encima pronto: " ... la visión más universal -ecuménica- del estudiantado
ypor lo tanto su mayor amplitud de conceptos, choca ~n ocasiones violentamente- con el criterio localista y la cortedad de miras de
los campesinos, que constituyen el95% de la guerrilla" (Flash, 16-30 de abril, 1971, pág. 28).
79
Esto fue muy claro en los primeros años del ELN. según testimonios de Alonso Ojeda (en Oiga Behar, Las guenas de/a paz ... ,págs. 61-
63) ydel mismo Gabino (Carlos Medina, ELN ... , pág. 27). Joe Broderick ironiza con imaginación literaria sobre la frustración del cura
Pérezal ingresar auna guerrilla alzada en armas que rehuía la confrontación para no ser detectada (El guerrillero invisible ... , cap. 4).
80 Esta dificultad de comunicación llevó ala izquierda apensar en el problema educativo, primero como simple concientización y luego
en procesos más complejos de educación popular (véase Marco Raúl Mejía, Educación y escuela en el ñn de siglo. Bogotá: Cinep,
1995).
300 Mauricio Archila Neira
81 Tendencia de vieja data, como señala Gerardo Malina en Las ideas socialistas en Colombia. Bogotá: Tercer Mundo, 1987, págs.
343-344.
82 Es1a denuncia la formulaba Jesús Antonio Bejarano así: "... hasta fines de los años setentas lo que sabíamos de los campesinos ydel
mundo rural era bien poco" ("Campesinado, luchas agrarias ehistoria social: notas para un balance historiográfico" ,Anuario Colom-
biano de Historia Social y de la Cultura, No. 11, 1983, pág. 251).
IDAS v VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 301
83
Para el caso del ELN en los primeros años de su existencia coinciden, apesar de las distintas consecuencias que extraen, Jaime Arenas
y el cura Pérez (véase Germán Castro, Del ELN ... , pág. 42, y Carlos Medina, ELN ... , pág. 17 4). Lo ocurrido en el EPL es narrado
por Villarraga y Plazas (Para reconstruir ... , pág. 106). La experiencia de Oiga Marín en las Farc fue menos dramática pero resintió
tal vez más la exclusión como mujer. Ella recuerda que cuando se levantó el estado de sitio en el82 ala gente de su frente "les importó
un pito (... ) sentí que vivíamos en dos mundos distintos y que no teníamos los mismos intereses". Su activa vida de militancia en la
Juco "quedó reducida apagar unas horas de guardia dos veces por semana, acocinar, aasistir auna charla en la mañana (... ) me
sentía estancada. Me aburría" (testimonio en Patricia Lara, Las mujeres ... , págs. 107 y 106).
84
En esta reflexión nos apoyamos en los análisis de Christian Gros, Colombia indígena ... , págs. 158-170 yArturo Escobar, Encoun-
tering Development... , cap. 3.
85 Escobar señala que ello es resultado de la ideologización que sufre la economía como disciplina científica (ibid. pág. 58).
302 Mauricio Archila Neira
En cuanto a la justicia social, como dice Christian Gros, las izquierdas lati-
noamericanas preferían hablar en nombre de los intereses colectivos de la
nación que pretendían encarnar, en vez de organizar la representación de
los intereses divergentes de los grupos que la componían. 88 Así las cosas,
no era mucho lo que pudieran mediar entre actores sociales y Estado, pues
de antemano se daba por descontado lo que la gente necesitaba: las organi-
zaciones de izquierda ya lo tenían escrito en su línea política. Restaba di-
fundirla, con el fin de ganar adherentes. De esta forma se puso en marcha
un nuevo tipo de "evangelización", pero ahora sobre textos revolucionarios.
86 Postulada porVillarraga yPlazas para el EPL pero generalizable al conjunto de la izquierda (Para reconstruir ... , pág. 70). Leopoldo
Múnera, por su parte, indica: "El proceso de autonomia (de la izquierda) implicó al mismo tiempo un proceso de automarginamiento
social, ideológico y geográfico" (Rupturas y continuidades, pág. 188).
87
Así lo atestigua el mismo cura Pérez, quien fue sometido auno de esos juicios por haber calificado de pequeño burgués aRicardo Lara,
en ese momento el segundo al mando del ELN después de Fabio Vásquez. Lo salvó Manuel Vásquez, cercano a los afectos de su
hermano, pero sufrió una temporal expulsión que lo dejó abandonado -iun españól ilegal en el país ysin mucha orientación geográ-
fica!- en medio de la selva. Luego sería perdonado del todo y retomaría a la organización (véanse Carlos Medina, ELN ... , págs. 26-
27, yJoe Broderick, quien reconstruye magistralmente el choque que esta experiencia representó para Manuel Pérez y la prueba que
significó para sus ideales, El guerrillero ... , cap. 1).
88 Colombia indígena ... , pág. 107. De acuerdo con él, corresponde auna tradición republicana más que democrática liberal.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 303
Se entiende así el desprecio con que las izquierdas miraron los procesos
electorales, especialmente durante el Frente Nacional. Aunque el limitado
pacto bipartidista los hacía ver como una farsa, cuando ellos se vuelven
más competitivos siguen siendo objeto de rechazo o al menos de sospecha
por parte de las organizaciones de izquierda. En 1966 Gilberto Vieira lla-
mó a la abstención bajo el argumento de que "(p)ara los comunistas las
elecciones no son tareas fundamentales, sino un mero episodio" .92 El Moir,
un año después de haber participado en sus primeras jornadas electora-
les, afirmaba: "Los revolucionarios comprendemos que las elecciones son
89
Treinta años ... , pág. 138.
90
Siguiendo aDaniel Pécau1 hemos tratado de evitar el extremo de caracterizar al Frente Nacional como totalmente antidemocrático, pues
no fue una dictadura asecas, de una parte, y, de otra, muchos de sus rasgos eran herencias de anteriores regímenes. (Crónica ... ,
Introducción). Sin embargo, esto no significa que desconozcamos su carácter limitado. Como dijo algún entrevistado, el pacto
bipartidista "desacreditó la democracia (... ) Por ejemplo, un estudiante de derecho para contratarse con el Estado debía jurar si era
liberal o conservador, lo cual era verdaderamente degradante" (Humberto Molina, febrero de 2000).
91
Fabio López, Izquierdas y cultura política. Bogotá: Cinep, 1994, págs. 147 y ss.
92
Voz Proletaria, 3 de marzo de 1966.
304 Mauricio Archila Neira
Con el paso de los años y las modificaciones del régimen político, el des-
precio por la democracia representativa se fue moderando, aunque no des-
apareció del todo. 96 Lugar importante en esta evolución lo ocupa la lucha
por la vigencia de los derechos humanos iniciada durante el periodo de
Turbay Ayala, el de más deterioro en ese terreno. Aunque al principio se
acudió a ellos de forma utilitaria, para proteger a los detenidos políticos,
con el tiempo su reclamo provocó un replanteamiento en la concepción
política de los grupos de izquierda ante la democracia "burguesa": los
derechos humanos no eran para embellecer al régimen sino para vivir como
seres dignos. El aumento de demandas sociales en este terreno y la proli-
feración de ONG que vigilaban la vigencia de estos derechos en los años
ochenta mostraron una valoración de las libertades democráticas diferen-
te de la que otorgaba la izquierda veinte años antes. Esta nueva sensiblli-
93 Tribuna Roja, No. 1O, octubre de 1973, citado por Proletarización ... , pág. 408.
94 Humberto Malina, dirigente de izquierda moderada, reconocía que "el hecho de que no se pudiera jugar libremente a las elecciones
nos volvió abstencionistas" (entrevista, febrero de 2000). Esto impactó aun ala oposición institucional, como dice Mauricio Botero de
la línea "dura" del MRL, que al abstenerse en 1966 sufrió más divisiones ysalió de la política (El MRL .. , cap. 16).
95
No. 3, marzo de 1974, pág. 9. Grosso modo a lo largo del Frente Nacional la abstención subió de 31% en 1958 a 63% en 1968
(siempre fue mayor en las elecciones de "mitaca" que en las presidenciales), para bajar entre 1970 y1974aniveles promedios del
45% y de nuevo iniciar un ascenso dramático hasta ser el 73% en las de Asamblea Constituyente en 1990 (datos de Fernando
Pieschacón en Dieter Nohlen (coordinador), Enciclopedia electora/la/Ínoamericana y del Caribe. San José: Instituto Interamericano de
Derechos Humanos, 1993).
96 Los dirigentes del Frente Popular reconocían la apertura democrática que significaba la elección de alcaldes y por eso se lanzaron por
primera vez ala conquista del voto, pero advertían sobre las maniobras en contra del sentir de las mayorías (intervención recogida
en Gustavo Gallón, Entre movimientos ... , pág. 205).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 305
97
Apropósito de la masacre de Tacueyó afines de 1985 por el frente Ricardo Franco, Vera Grabe confiesa: " ... sobre nuestra propia
práctica fuimos aprendiendo que los fines no justifican los medios acualquier precio, yque al profundizar la lucha por la democracia,
la paz y los derechos humanos, empezábamos atocar los límites de nuestra guerra ynos acercábamos auna paz por otros senderos"
(Razones de vida ... , pág. 306).
98
Hasta el recalcitrante ELN participó en los debates, si bien no hizo lo mismo en la Asamblea Constituyente (testimonio de Manuel Pérez
en Carlos Medina, ELN ... , págs. 221-224).
306 Mauricio Archila Ne1ra
99 Asf lo expresan los documentos de cristianos que optaron por la acción revolucionaria, como los curas de Golconda (véase el
Documento Final delll Encuentro, citado por Alejo Vargas, Política y armas ... , págs. 202-21 0). Aun en sectores progresistas de la
Iglesia, mas no disidentes, agrupados en la Pastoral Social de las diócesis, se buscó una acción social que no fuera apropiada por
la izquierda. Tal fue el caso de Sepas en la diócesis de San Gil y Socorro en los años ochenta, cuando para evitar ese peligro se forzó
la intervención delineara (Pierre Raymond, "El conflicto social en Charalá" Documentos Ocasionales, Cinep, No. 66, 1992, pág. 80).
1
oo Luis Alberto Restrepo, "Movimientos sociales, la democracia y el socialismo", Análisis Político, No. 5, septiemb~iciembre, 1988,
pág. 66, y Fernán González, "La iglesia católica en la coyuntura de los noventa", en Francisco Leal, En busca ... , págs. 209-249.
101
Fabio López intenta mostrar esas continuidades (Izquierdas ... , cap. 1). Eduardo Pizarra, por su parte, sugiere, apartir de la sociología
de las religiones, la relación entre un milenarismo profano y el anhelo insurrecciona! (Insurgencia ... , págs. 129-134).
1
o2 El ejemplo más notorio fue Camilo Torres. Aunque mucho se ha debatido sobre si fue acertado dejarlo combatir, un hecho es ratificado
por quienes estaban cerca de él ese dla: Camilo insistió en ser un guerrillero común, sin ningún tipo de privilegios, y por eso salió a
buscar su fusil, con el conocido desenlace fatal. Con razón Javier D. Restrepo insiste en que Camilo ante todo fue cristiano más que
polrtico, intelectual eincluso sacerdote (La revolución de las sotanas ... , pág. 77).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 307
Es lugar común señalar los elementos externos que llevaron a las izquier-
das a la opción armada en los años sesenta, dentro de los que podemos
reiterar la existencia de elites dominantes excluyentes, el cierre del régi-
men bipartidista, el auge internacional del modelo insurreccional cubano
y los remanentes de la Violencia de los años cincuenta. 105 Lo que no ha
sido muy explicado es por qué ha durado tanto en nuestro país. 106 Las
103
El mismo cura Pérez no se cansó de denunciar el foquismo (véase, por ejemplo, su testimonio en Carlos Arango, Crucifijos ... , pág. 251 ).
104
fn la VIII Conferencia del M-19, realizada en 1982, Jaime Bateman sostenía que había que acabar la guerra porque perjudicaba al
pueblo. En posterior entrevista señaló que la paz no era una simple amnistía: " ... la paz es salario (... ) es que devuelvan las tierras
alos indígenas" (Patricia Ariza yotras, Bateman .... pág. 476). Por su parte, Oiga Marín, de las Farc, confesó recientemente que "me
mantiene en esta lucha la convicción de que es justa (... ) Pero la lucha amnada no puede ser nuestro fin" (Patricia Lara, Las mujeres ... ,
pág. 112).
105
Véase aguisa de ejemplo el prólogo que Gonzalo Sánchez escribió para el libro de Villarraga yPlazas, Para reconstruir ... ,págs. 13-20.
106
En su más reciente libro, Daniel Pécaut insiste en. su desconfianza para explicar las causas de la violencia, pues ellas no solo valfan según
contextos históricos sino que responden adiscursos justificatorios de quienes las invocan (Guerra contra la sociedad ... , pág. 10).
308 Mauricio Archila Neira
107
Pregunta clave en Occidente, según Eric Hobsbawm, Los ecos de la Marsellesa ... , yFrancois Furet, El pasado de una ilusión. México:
Fondo de Cultura Económica, 1996.
108 Sin embargo, el foquismo era heredero del leninismo, de acuerdo con el mismo Régis Debray (La cn1ica alas armas. México: Siglo
XXI, 1975, págs. 157 y ss).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 30~
109
Según expresión de Nora Rabotnikof, quien generaliza estas metáforas para América Latina ("Las promesas de la polrtica" en Varios,
Filosofía política, razón ehistoria, SuplementosAnthropos, No. 28, pág. 102).
110
En los términos de Karl Schmitt, El concepto de lo político. Madrid: Alianza, 1961.
11
' Así ocurrió en Urabá entre el EPLy las Farc, salvo afines de los ochenta. Con ello, ajuicio de Carlos Miguel Ortíz, se resquebraja la simple
interpretación de la lucha guerrillera vista en un esquema clasista, pues allí (,quién era la verdadera vanguardia proletaria? (Urabá .. .,
págs. 163-164).
112
Margoth Leongómez de Pizarro, madre de tres guerrilleros, opinó apropósito de la masacre de Tacueyó, en la que su hijo Hemando
fue protagonista: "No entiendo qué le pasó Pienso que la guerra enloquece y que( ... ) desfigura la vida" (testimonio en Patricia
Lara, Las mujeres ... , pág. 287). Estas palabras hacen eco a las pronunciadas recientemente por el subcomandante Marcos: "El
militar es una persona absurda que tiene que recurrir a las armas para poder convencer al otro de que su razón es la razón que
debe proceder, yen ese sentido el movimiento no tiene futuro si su futuro es militar" (entrevista para la revista Cambio, No. 405,
26 de marzo de 2001, pág. 27).
310 Mauricio Archila Neira
Hasta este punto hemos tratado de interpretar la concepción que las iz-
quierdas tuvieron de la política en los años estudiados. Antes de iniciar el
contraste con sus prácticas, sobre todo en la relación con los actores so-
ciales, conviene hacer una precisión de suma importancia que matiza al-
gunas de las afirmaciones hechas. No siempre la acción de las izquierdas
se amoldó rígidamente a la "línea política". Muchos activistas compren-
dieron en el terreno concreto que la realidad era distinta de la predicada
por los manuales y actuaron a veces en contravía de lo ordenado desde
arriba. Por esta razón algunos autores postulan la diferencia entre una
izquierda social y una política. La primera contaba con una praxis cotidia-
na cercana a la de los actores sociales y desde allí construía un discurso
pragmático, mientras la segunda supeditaba "el trabajo de masas a los
intereses de los partidos" .113 Por detrás de la adustez ideológica, fluía mucha
energía desbordante en los militantes de izquierda. 114 Esta distinción es
útil a la hora de los balances, pues gran parte de los logros reales de la
acción de las izquierdas va a conseguirse no precisamente por la aplica-
ción de una correcta "línea política" sino por apartarse de ella para vincu-
larse a los actores sociales.
CONVERGENCIAS YDIVERGENCIAS
113 L.eopoldo Múnera, Rupturas y continuidades ... , pág. 382. Para él, la distinción parte de dos tipos de identidades: la discursiva y la
práctica. Jorge Castañeda, por su parte, distingue en términos funcionales entre izquierda política ysocial. La segunda, aunque se
vincula con la primera, se proyecta también en las organizaciones sociales. Además, menciona como un grupo diferente a los
intelectuales (Utopía desarmada ... , pág. 28).
114
Los ejemplos serían interminables y en realidad corresponden aotro tipo de investigación que pensamos asumir en el futuro: una
historia cultural de la izquierda. Para muestra un botón. La viuda de José Antequera, dirigente de la UP asesinado en marzo de 1989,
recordaba así los primeros años de militancia:" ... estudiábamos marxismo, vendíamos el periódico del Partido, recolectábamos
fondos para la Juco, hacíamos trabajo político en los sindicatos (pero también) escuchábamos música, rumbeábamos y bailába-
mos ... " (Patricia Lara, Las mujeres ... , pág. 200).
115 Bien lo ha señalado Gonzalo Sá.nchez para los grupos militares: "Los movimientos de masas y los proyectos armados discurrían por
senderos divergentes (... ) Metida físicamente en el país, la guerrilla colon1o1ana segura siendo cultural mente 'exiliada', con un
accionar militar que terminaba no pocas veces antagonizando y estrangulando asus propias zonas" (prólogo al libro de Villarraga
y Plazas, Para reconstruir ... , pág. 15).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 311
116
¿Qué hacer?, Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1975, pág. 92.
117
Citado por Proletarízación ... , pág. 124.
118
María Emrna Wills critica la tradicional lectura de izquierda que otorgaba centralidad alo social como predeterminante de lo político
("Feminismo ydemocracia: más allá de las viejas fronteras" ,Análisis Polftico, No. 37, mayo-agosto, 1999, págs. 18-36). Ella no cae
en cuenta de que ese discurso en la práctica subvaloraba lo social.
119
Citado en Maree! Silva, FlujosyreDujos .. ., pág. 127.l..o dramático no es tanto el tono de "guerra amuerte" al estilo del Libertador en
fas épocas de la Independencia, sino el lenguaje dogmático que semeja la defensa ultramontana de la Iglesia católica por ser
supuestamente la única verdadera.
312 Mauricio Archila Neira
120 Documentos Políticos, No. 58, marzo-abril, 1966, pág. 84. Ante el anunciado paro de importantes fábricas afines del69 y comienzos
del70, el dirigente comunista Hemando Hurtado decía: " ... estas huelgas confirman la tesis marxista sobre el carácter revolucionario
y combativo del proletariado" (Voz Proletaria, 22 de enero de 1970, pág. 3). En realidad, la convergencia de los sindicatos fue fruto
más del vencimiento simultáneo de las convenciones colectivas que de un explícito deseo de lanzar la "huelga monstruo". como se
la llamó.
121 Según Oiga Amparo Sánchez, "!os partidos no tenían espacio para la discusión de las mujeres (... ) los partidos eran una expresión
también del patriarcado, fueran partidos de derecha o izquierda". Juan de Dios Mosquera fue más radical en la crítica por la
despreocupación ante las demandas de los afrocolombianos: " ... la izquierda colombiana sigue sin asumir esta reivindicación, ni
siquiera tiene curiosidad académica por el tema (... ) la izquierda nunca invita atocar estos temas" (entrevistas, agosto y septiembre
de 2000, respectivamente). Estos olvidos no fueron exclusivos de la izquierda colombiana, como recordaba recientemente el sub-
comandante Marcos en diálogo con la revista Cambio, No. 405, 26 de marzo a 2 de abril, 2001, pág. 28.
122 Tal fue el caso ya narrado de los indígenas del Cauca y la Anuc. Aunque los primeros se agrupan al abrigo de la organización
campesina, "al cabo de un año observamos que su dirección buscaba campesinizar alos indígenas desconociendo las carac;f..erísticas
culturales que habíamos empezado a reclamar" (Unidad Indígena, No. 90, mayo de 1989, págs. 4-5). Para el caso de las mujeres
véase también la entrevista aHelena Páez de Tavera, septiembre de 2000.
' 23 Ni qué decir de las acciones de presión de los empresarios, vistas por lo común como antipopulares. Hubo un caso excepcional en
1964, cuando el PCC apoyó un paro de los transportadores contra un gravamen a la gasolina que afectaba también al pueblo. Claro
que advirtió que denunciaría posibles manejos patronales de la protesta (Documentos Políticos, No. 36-37, 1964, págs. 87 -89).
124 Entrevistas con Oiga A. Sánchezy Juan de Dios Mosquera, agosto y septiembre de 2000. Parte de ellos yellas debió ser lo que hemos
llamado izquierda social.
!DAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 313
determinada sino, en el mejor de los casos, '3. varias, desde obreros y cam-
pesinos hasta pequeños y grandes empresarios. 125 Tal vez por eso siguie-
ron viéndolos desde el prisma de la lucha de clases, así los nuevos movi-
mientos ya no se amoldaran a ella.
• 25 En una serie de entrevistas adirigentes de izquierda adelantada por Alternativa en 1975, ante !os paros cívicos, Francisco Mosquera,
del Moir, atinó adecir que "muestran la descomposición de la sociedad colombiana" y la impotencia del Estado. Más certeramente,
Humberto Malina, de la URS, afirmó que eran una forma de "huelga de masas" y que "la izquierda debe saber interpretar su
significado, para lo cual no existen esquemas" (No. 40 de 1975, págs. 9 y 11 ).
126
Rupturas y continuidades ... , pág. 197. ~abio Villa fue más autocrítico en su entrevista (agosto de 2000), al señalar que "acabamos
con la posibilidad de que el movimiento social se expresara como movimiento social y no como altavoz de nuestros intereses".
127
Un caso para ilustrar: en el paro magisterial de 1972 se presentó un sintomático choque entre los sectores abstencionistas y
!os que participaron en elecciones. Unos fueron acusados de prolongar el movimiento para sabotear el ejercicio del voto, y los
otros de subordinar la lucha de los docentes a intereses electorales (Documentos Políticos, No. 99, mayo-junio, 1972, págs,
33-49).
128
Alternativa, No.12, 1974, págs.18-19yNo.115, 1977, pág. 5.
314 Mauricio Archila Neira
129
Según Jaime Arenas, si bien la guerrilla estimulaba la concientización de los universitarios, la lucha estudiantil como tal "no tiene
ninguna repercusión en la guerrilla" (Flash, 16-30 de abril de 1971, pág. 32).
130
En la revisión de prensa que realizamos encontramos abundantes ejemplos de líderes estudiantiles que se fueron para la guerrilla,
además del ya mencionado de Jaime Arenas. En 1969, por ejemplo, Gilberto Herrera, presidente del Consejo Superior Estudiantil
de la Universidad Nacional, se sumó al EPL (B TJel1/po, 8de junio de 1969, pág. 1). Esto ocurrió en otros sectores sociales, aunque
tal wz. con menos frecuencia. Marcos Chal ita, por ejemplo, se unió al M-19 siendo dirigente del sindicato de maestros de Caquetá:
"De 45 miembros( ... ) había unos 20 simpatizantes del M-19. Prácticamente el sindicato era una escuela semi-militar, semi-política
y semi-cladestina" (testimonio en Patricia Ariza y otras, Bateman ... , pág. 291 ).
131
AHernativa, No. 79, abril de 1976, págs. 6-7.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 315
similar con el presidente del sindicato de Acerías Paz del Río, Rafael
Bayona. 132 La guerrilla actuaba en calidad de vocera de la clase obrera sin
que nadie le hubiera delegado tal función.
132 ABayona también se le tachó de "traidor a la clase obrera y cómplice de los patronos en la represión asus compañeros" (boletín
Insurrección, citado por Alternativa No.113, mayo de 1977, pág. 25).
133 Así lo denunció el dirigente de la Anuc, Angel Tolosa, quien recordó además que no todos los movilizados por esa organización
campesina simpatizaban con las izquierdas:" ... también hay conservadores y liberales y eso hay que respetarlo" (Colombia Hoy.
No. 59 de 1988. págs. 14-15).
13
~ El mismo Tolosa comentaba que "en un noticiero de televisión le preguntaron aun guerrillero en qué forma apoyaba las marchas y
respondió 'militarmente'. Creo que con esto no presta un servicio alas marchas" (ibid.) Ernesto Rojas reconocía que el EPL había
estado presente militarmente en los paros del nororiente antioqueño, "no para reemplazar (a las masas), ni para anarquizar los
movimientos, sino porque nosotros somos una organización popular" (Fabiola Calvo, Colombia: EPL ... ,pág. 120).
135 Testimonio de Fernando Alcides Pérez en Cuadernos de Derechos Humanos. Medellín: ENS, 1997, pág. 41.
136 La izquierda no armada hacía la vista gorda ante tal instrumentalización yprefería denunciar, no sin cierta razón, la represión que se
derivaba. Véase, aguisa de ejemplo, el editorial de Alternativa "Historieta cíclica" (No.62, diciembre 1 a7 de 1975, pág. 1). Allí
se aducía que el orden lógico de las cosas no era como lo planteaban los militares, de la utilización de la "turbulencia social" por las
fuerzas subversivas, sino que la opresión producía la rebelión, la cual era reprimida y provocaba más rebelión. No debe olvidarse
que por esa época la revista sufrió dos atentados con bombas, uno en su sede yotro en la casa de su director, Enrique Santos Calderón.
Por eso Alternativa sabía de qué hablaba cuando criticaba la represión.
316 Mauricio Archila Ne~ra
Pero si bien las organizaciones armadas fueron las que más propiciaron
esta macartización de las luchas sociales, no es menos cierto que el conjun-
to de las izquierdas contribuyó a ella con su convencimiento de que la "revo-
lución estaba a la vuelta de la esquina; ya no era sino prender el fósforo y eso
estallaba" .138 En ese sentido, menos perceptible pero tal vez igualmente
dañino, obró el triunfalismo con que las izquierdas interpretaban las accio-
nes sociales en las que participaban, especialmente si tenían algún impac-
to político. Tal fue el caso del Paro Cívico Nacional de 1977, con ocasión del
cual campeó el triunfalismo de la izquierda. La revista Alternativa lo paran-
ganó con el 9 de abril, para concluir que lo ocurrido el14 de septiembre "no
fue una explosión ciega de cólera y venganza, sino un movimiento larga-
mente preparado, una protesta consciente y deliberada del pueblo con claro
contenido de clase" .139 En medio de ese coro exaltado, la voz de Guillermo
Fergusson sonó discordante pero hoy parece profética: "el triunfalismo pue-
de cometer el error de subestimar al enemigo y sobrevalorar las propias
fuerzas. El triunfalismo engendra fantasías voluntaristas llenas de peligro" .140
' 37 Por esos años el PLAy el ADO bordearon el terrorismo. El caso más extremo, sin embargo, se presentó en el ELN cuando la fracción
13 de Marzo pretendió asesinar afuncionarios estatales con el fin de "antagonizar" al pueblo (testimonio de Manuel Pérez en Carlos
Medina, ELN .. ., págs. 209-211 ).
' 38 Testimonio de Carlos Ancízar Rico, junio de 2000. Otro dirigente de la Anuc que fue miembro del ejecutivo de la !mea Sincelejo, Octavio
de Jesús Ordóñez, criticaba años después la acción de lo que designaba como la extrema izquierda en tomo a las tonnas de tierra de
los setenta. Mientras la dirección de la Anuc repetía que no se debía buscar confrontación con la policía, esos grupos advertían alos
campesinos:" ... cuando tomemos la hacienda de tal terrateniente yapenas lleguen los primeros policías llevemos bien afilados los
machetes y les damos". Según Ordóñez, eso provocaba una represión que afectaba más alos campesinos que alos revolucionarios.
pues éstos abandonaban rápidamente la zona (Archivo de luchas campesinas, Cinep, AA-012).
• 39 No. 133, 1977, pág. 1. La comparación con el 9de abril fue recurrente. Arturo Alape llega adecir que el Paro Cívico "se convirtió en
el más importante movimiento urbano desarrollado en Colombia, porque logró la confluencia de experiencias de las luchas obreras,
de las luchas de los barrios y de las fuerzas políticas de izquierda" (Un día .. , pág. 7). Fernando Rojas y Víctor M. Moncayo lo
catalogaron como insurrección (Luchasobreras ... , pág. 317).
140
Alternativa No. 135, 1977, pág. 1O. Si bien no todos tomaron en serio esta advertencia, para el paro cívico del811os balances fueron
más ponderados (véase. por ejemplo, el de Colombia Hoy, No. 24 de 1981, págs. 1-7).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 317
14
' Esto sucedió en contra de la clara advertencia de Lleras en el Congreso inaugural de julio de 1970: "Nuestros campesinos en inmenso
número son hombres que no tienen nada que perder y (es) en esa masa morgánica ignorante donde la infiltración revolucionaria puede
cosechar sus mayores frutos (... ) Defiéndanse también ustedes, compañeros, amigas y amigos de las asociaciones de usuarios,
contra las maniobras políticas" (Archivo de luchas campesinas, Cinep, AS-037).
142
Carlos Ancfzar Rico, uno de los dirigentes iniciales ycercano aposturas democristianas, fue expulsado por acusaciones de divisionismo yde
manejos de dinero yse le trató de traidor yreaccionario. Para él, el trasfondo fue su postura en pro de la autonomía de laAnuc con relación a
ios grupos políticos de cualquier signo (véanse Archivo de luchas campesinas, Cinep M-013 yentrevista en junio de 2000). Más dramático
fue el caso del dirigente caqueteño Víctor Félix Pastrana, documentado también en el Archivo de Cinep AS-1 02, 106, 109 y11 O, yAltemaüva,
No. 62, 1975, págs. 8-9. Pastrana fue expulsado del ejecutivo luego que denunciara la existencia de la ORPMilitarfa después en el M-19,
organización que lo ejecutó más tarde acusándolo de ponerse al servicio de los organismos de seguridad del Estado, cosa que fue collfirrnada
por esos mismos entes poco después {/iltemativa, Nos. 231, 234 y 236 de 1979, págs. 13-1 A, 17 y 21, respectivamente).
318 Mauricio Archila Neira
143
Unidad Indígena, No. 90, mayo de 1989, págs. 4-5.
144
Rupturas y continuidades ... , págs. 303-308.
145
Luis Sandoval, abril de 2000.
146
Según Carlos A. Rico, las izquierdas contribuyeron mucho, pues "la gente oyó otro discurso, y eso le ayudó mucho aentender otras
cosas"; pero también causaron un gran perjuicio porque no supieron hacer el trabajo, "se aceleraron" (entrevista, junio de 2000). Para
Fabio Villa es indudable la formación política que impartieron las izquierdas, pero aun costo de vidas humanas superior al de otros
países de América Latina (entrevista, agosto de 2000).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 319
"A los maestros no les interesaban esos dirigentes en cuanto que fueran
depositarios de unos ideales o de unas posturas revolucionarias de izquier-
da, les interesaban en cuanto que defendían sus intereses gremiales (... )
Los maestros en Colombia han tenido una posición muy pragmática, saben
que es la gente de izquierda la que lucha, la que se quiere romper el pellejo
por defenderlos, y a ellos les confían las posiciones sindicales, pero no más" .149
147
El primero hizo parte del Partido Comunista hasta la huelga de la Fedenal en 1945, mientras el segundo no solo estuvo cerca del grupo
de Antonio Garcra sino que en los años cuarenta "me obligué aaprender en los cursos de Fedetav que dirigían los comunistas"
(entrevista realizada por Álvaro Delgado en 1991 ).
148
Citado por Javier Giralda, La reivindicación ... , págs. 196-197. Nótese que este dirigente ha sido permeado por el discurso de
izquierda incluso en el tipo de lenguaje distante que utiliza.
149
Entrevista, marzo de 2000. Esto, por supuesto, no es nuevo. Un viejo dirigente obrero barranquillero hablaba de una actitud de "mitad
ymitad", refiriéndose al apoyo que se daba alos comunistas en los sindicatos, mas no en las elecciones de los años 40 (Jesús Rafael
Bolfvar, "El movimiento obrero en Barranquilla, 1900-1945", tesis de Maestría, Universidad Nacional-Universidad del Atlántico,
2000, págs. 100-1 02). '
320 Mauríc1o Archila Neira
Esta paradoja fue resuelta por el leninismo con la fórmula de falsa con-
ciencia, que no era otra cosa que una comprensión inadecuada de la si-
tuación de opresión que se vivía. Sin duda ha habido intentos más apro-
piados para explicar el hiato entre lucha social y acción política para los
sectores subalternos del país. En forma sugestiva Javier Giralda, al ha-
blar de los movimientos cívicos, considera que la lucha reivindicatoria es
un tiempo discontinuo en el cual hay momentos en que aflora una lógica
utópica y otros, los más, en los cuales predomina una lógica pragmática.
En ese sentido, los sectores subalternos manejan en su acción concreta
varios niveles, sin que les creen conflictos. La lógica pragmática los co-
necta con la política tradicional, especialmente con el clientelismo, mien-
tras la utópica da cuenta de los momentos de ruptura con ese orden. Aun-
que ambas tienen proyecciones políticas, la neces]dad de supervivencia
los lleva a privilegiar la primera. 150 Leopoldo Múnera, por su parte, intenta
ligar esa simultaneidad de lógicas con la acción de las izquierdas. Sugiere
la hipótesis de la coexistencia de dos discursos en su seno: el político o
más ideológico y el social o más práctico. Aunque ambos aportan a la
dimensión utópica de los sectores subalternos, es comprensible que la
izquierda social haya entendido mejor la lógica pragmática y desde allí
haya tratado de construir la ruptura con el bipartidismo con un éxito rela-
tivo en términos locales y regionales, y más precario en lo nacionai.l 51
Estos análisis, sin embargo, no fueron la interpretación en boga entre la
izquierda de la época.
Más complicada fue la aplicación de una doble moral para justificar prác-
ticas cotidianas de desprecio a la democracia y de instrumentalización de
las organizaciones sociales, cuando no del secuestro y la extorsión por
parte de los grupos armados. Por si fuera poco, en su crítica al sistema
imperante predicó tal laxitud ante la normatividad vigente, que otorgó
una permisividad hacia conductas ilegales que lindaba con una actitud
amoral. 155 Ello desarmó éticamente a muchos militantes, especialmente
de grupos armados, a la hora de entrar en contacto con sectores también
ilegales, como el narcotráfico, cuando no favoreció la bandolerización de
elementos sueltos.
Las izquierdas hicieron una lúcida crítica de la clase política pero no ofre-
cieron una alternativa viable. A los vicios de la política tradicional opusie-
ron una preñada de marginalidad o a lo sumo referida al ámbito local. En
153
En palabras de un entrevistado, "hay dirigentes de masas que entran en contradicción con fuerzas políticas que de alguna manera se
pueden considerar funcionales al desarrollo del movimiento social, y resulta que a la hora de medir fuerzas el movimiento social se
va para la mierda y la base, qué cara jo de base, nosotros montamos nuestro territorio de disputa ... háganme el favor y se retiran"
(entrevista con Edgar Montenegro. junio de 2000). Como en todo, hubo excepciones, como en las relaciones entre el movimiento cívico
del bajo Cauca antioqueño y la guerrilla, narradas por Clara Inés García (El caso del ... , primera parte), oen la evolución del ELN hacia
una mayor autonomía de las organizaciones sociales, descrita por Alejo Vargas ("Una mirada analítica del ELN", Controversia, No.
173, Cinep, diciembre de 1998, págs. 100-118).
' 5~ De acuerdo con Eleonora Castaño, en el caso de la Anuc faltó más educación ética en la práctica. No obstante, ella es un ejemplo de
los sacrificios de los activistas de izquierda que aquí hemos designado social (entrevista, mayo de 2000).
155
Como señala Fabio Villa, "la izquierda nos dio unos valores éticos, (pero) otros no son valores, generan una cultura cínica, en algunos
casos una cultura mafiosa, por la cantidad de recursos que se mueven( ... ) Nada parece ilícito, todo puede ser justificable" (entrevista,
agosto de 2000).
322 Mauricio Archila Neira
156
Ciudadanos imaginarios ... , pág. 57.
157
Este punto es también anotado por Francois-Xavier Guerra, para quien la rebelión zapatista, por ejemplo, fue una especie de revancha
de las comunidades contra los intentos modernizadores de la segunda mitad del siglo XIX ("Teorfa y método en el análisis de la
Revolución Mexicana", Revista Mexicana de Sociología, año Ll, No. 2, abril-junio de 1989, págs 15 y 21-23).l.a lógica comunitaria
ha sido señalada en el caso de los movimientos cfvicos (entrevista con Edgar Montenegro, junio de 2000).
158
Ciudadanos ... , pág. 74.
159
"la revolución invisible", en Obra literaria ... , pág. 367. En la misma lfnea iban algunos informes especiales de la revista Semana
de fines de los años cincuenta. Véase el elaborado sobre Viotá, "la república comunista a3 horas de Bogotá" (27 de enero de 1958,
págs. 13-15).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 323
160
La crítica del descuido de la cultura popular la formuló Orlando Fals Borda en la entrevista que nos concedió en febrero de 2000.
161 Gabriel García Márquez piensa que es un fenómeno común aAmérica Latina, en donde "el Estado y los poderes nos necesitan tanto
como nos temen (... ) No es de extrañar, por tanto, que el Estado tratara de seducir tanto a los intelectuales. En esas circunstancias,
no siempre se puede ser independiente" (entrevistado por Jorge Castañeda, La utopía desarmada ... , pág. 231 ). Algo de eso se
insinúa en el polémico ensayo de Marco Palacios "Saber es poder: el caso de los economistas colombianos", en De populistas,
mandarines y violencia. Bogotá: Planeta, 2001, págs. 99-158.
162
Tribuna del VIII Congreso, junio de 1958, citada por Proletarización ... , pág. 81.
324 Mauricio Archila Neira
153 Algunas ideas de esta sección fueron presentadas como ponencia en el Seminario "La historia política hoy, sus métodos y las ciencias
sociales", Universidad Nacional. Bogotá. mayo de 2002.
154
Rodrigo Baño, Lo socialy lo poli1ico ... , pág. 153.
165 Según el Código Sustantivo del Trabajo, de 1950, los sindicatos solo podían prestar dos tipos de servicios a sus afiliados: la
negociación de convenciones colectivas de trabajo y la asesoría en procedimientos disciplinarios. Como si fuera poco, se les prohibía
explícitamente "participar en política partidista". En esto se acudía a la temprana legislación laboral, en especial la ley 83 de 1931
(Maree\ Silva, Flujos y reflujos ... , págs. 49 y 96). La ley 50 de 1990 suprimió esta prohibición porque en la práctica había sido
superada, como veremos en las páginas siguientes.
156 El Tiempo, 21 de febrero de 1969, pág. 4.
167
Alternativa, No. 25, 1975, pág. 3
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 325
Pero si por las derechas llovía, por el lado de las izquierdas no escampaba.
Aunque nominalmente su lucha se justificaba en las demandas sociales,
en la práctica éstas eran subordinadas a la línea política o militar, según
fuese el tipo de organización, como hemos relatado. Teóricamente el mar-
xismo otorgaba la primacía a la constitución de clases en la esfera social,
y en ese sentido lo político venía después. 169 Esa era la teoría, pero ya
veíamos que la izquierda desconfiaba de los actores sociales de carne y
hueso y por ello trataba de orientarlos introduciendo su aporte pretendida-
mente consciente. En ese sentido, sin proponérselo explícitamente, ratifi-
có la separación tradicional entre las dos esferas y privilegió su particular
concepción política. Claro que el asunto no es sencillo, pues es evidente
que las tareas de un sindicato o una organización social no son las mis-
mas de un partido político. 170 Sin embargo, aquí nos interesa señalar que
la izquierda, más allá de estos problemas prácticos, no medió entre la
sociedad y el Estado. El tipo de política de autoexclusión que practicó no
le permitió ser el instrumento requerido para recoger las demandas socia-
les inmediatas y llevarlas al terreno público.
' 68 El Espectador, 26 de octubre de 1988, pág. 4. Una revista de izquierda reconocía que el paro era polflico, si por ello se entendía la
lucha por los derechos humanos yel desmonte del paramilitarismo. Agregaba que "el derecho de protesta contra un Estado que ha
perdido toda legitimidad y un gobierno vertical yautoritario es no sólo lícito sino uno de los pilares fundamentales de la democracia
liberal" (Colombia Hoy, No. 63, noviembre de 1988, pág. 2).
169 Rodrigo Baño, Lo social ... , pág. 153. María Emma Wi lis hace una acertada crítica desde una perspectiva cercana al posestructura-
lismo: "Así no existe un 'algo' o'alguien' anterior ala política, ya sean intereses individuales oresistencias populares; tanto los unos
como las otras son construcciones históricas mediadas por un lenguaje inscrito en instituciones (... ) la política se juega entonces no
en un terreno ya constituido sino en el terreno de la construcción de identidades" ("Feminismo ydemocracia ... ", pág. 24).
170
Así lo reconoce Abel Rodríguez en su reflexión sobre la experiencia de Fecode (entrevista, marzo de 2000).
326 Mauricio Archila Neira
declaró independiente y apolítica. Corno dice uno de sus cronistas: " ... por
eso en sus Estatutos y Plataforma de Lucha dejó expresa prohibición a sus
dirigentes de participar en actividades de tipo político-
partidista" .171 Cuando más, estaban autorizados a desarrollar educación
política y hacer intervenciones ante grandes ternas, corno la democracia,
pero sin inmiscuirse en trajines electorales. 172
171
Justiniano Espinosa, Los sindicatos y la poft1ica. Bogotá: Justicia, 1958, pág. 18.
172
lb id., págs. 8 y 9.
173
Por una democracia social ... , pág. 29. Según Antonio Díaz, en el congreso de Bucararnanga, "donde fue elegido Tulio, se hizo una
reforma estatutaria que quitó parte de los estatutos en los cuales se prohibía que los dirigentes fueran ala vez sindicales ypolíticos"
(entrevista, teorero de 2000). Muy pronto la UTC propuso lanzar listas de trabajadores para las elecciones, con el fin de fortalecer la
lucha obrera (El Tiempo, 17 de diciembre de 1964, pág. 31).
174
El Tiempo, 13 de septiembre de 1969, pág. 29. La acción parlamentaria de los dirigentes sindicales fue evaluada en 1966 por el
órgano de la CTC, Uberaci6n Obrera (No. 11, pág. 3). Para 1968 se habló de los candidatos obreros José Raquel Mercado, Eugenio
Colorado yAlvaro Ramírez {E/ Tiempo, 26 de enero, pág. 22). No hay que olvidar que por esa época Lleras Restrepo llamó al dirigente
sindical Antonio Díaz acolaborarle como ministro de Comunicaciones.
175
Por una democracia ... , págs. 70 y 72.
176
Cuevas decía en 1969: "La vida moderna, las necesidades de los tiempos, demandan que asumamos la actitud de organizarnos
políticamente como partido" (ibid., pág. 70). En una entrevista a la revista Flash señalaba que dicho partido debía ser laborista de
avanzada, pues los partidos actuales eran obsoletos e inoperantes (3 de marzo de 1969, pág. 9). Un mes después retrocedió hacia
posiciones bipartidistas aduciendo que "los obreros (... ) no vamos a constituimos en partido; pero vamos apropiciar la formación
de un gran movimiento polftico al cual podamos prestar o retirar apoyo" (Por una democracia ... , pág. 84). Este paso se concretó en
la adhesión de Cuevas y de la UTC aBetancur, que se mantuvo aun después de las reñidas elecciones de 1970 (El Tiempo, 21 de
abril de 1970, pág. 12).
177
En vísperas del '!:V Congreso de la UTC, efectuado en Medellín en 1980, el dirigente sindical anunció la creación "de un partido obrero
por fuera de los tradicionales, en oposición alos empresarios yal régimen polftico que los sostiene. (Será) una verdadera alternativa de
poder de corte socialdemócrata" (El Trernpo, 2de diciembre de 1980, pág. 2 !:1\ ~ías después se retractó ydijo que no tenía Intención
de crear nuevos partidos polfticos (E/Trernpo, 12 de diciembre, pág. 15 E). Apesar de estos vaivenes, el papel de Cuevas en la UTC
fue fundamental para modificar la estructura sindical yanticipar lo que serta la ClJf. 'fa en 1970, por ejemplo, había postulado la necesidad
de reemplazar el sindicalismo de empresa por uno gremial o de industria (Flash, 1-15 de diciembre de 1970, págs. 20-30).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 327
A pesar de los avances de esta nueva actitud por parte de algunos actores
sociales, sus experimentos de participación electoral no fueron por loco-
mún exitosos, al menos cuando intentaron hacerlo por fuera del bipartidis-
mo. Así ocurrió con el Mospol en los años sesenta. 178 Los campesinos de
Manatí vivieron en pequeño las frustraciones de la política: en 1962 se
lanzaron con candidatos propios y consiguieron únicamente representa-
ción en el concejo local. Dos años después lograron un diputado departa-
mental pero casi inmediatamente se distanciaron de él. 179 Algo similar
sucedió a finales de los años sesenta con el dirigente del magisterio Adal-
berto Carvajal, aunque su movimiento eligió algunos diputados departa-
mentales y conce)ales. 180 En 1978, la participación electoral de los vende-
dores ambulantes y de la dirección de la Anuc en el marco del FUP fue
igualmente precaria. Mejor librados salieron algunos movimientos cívico-
regionales de los años ochenta, precisamente porque no tenían mayores
pretensiones fuera de su comarca, pero difícilmente pudieron conservar
los resultados electorales favorables.
178
Según Tulio Cuevas, "Mospol en unas elecciones fracasó totalmente. La verdad es que la gente no quería un nuevo partido, era idea
de algunos dirigentes" (entrevista concedida aÁlvaro Delgado, julio de 1991 ). Antonio Dfazacotó que la idea del Mospol no fue tanto
de Tu lío Cuevas como de Luis Alfonso Calderón, "un aguerrido dirigente de las petroleras( ... ) él era el que más tenía la idea y, claro,
Tulio lo secundó mucho en eso" (entrevista, marzo de 2000).
179
Revista rrerra, No. 40, abril-junio, 1967, págs. 37 y 50.
180
Carvajal le había coqueteado ala Democracia Cristiana pero tenninólanzándose en fonna independiente (entrevista con Abel Rodrí-
guez, marzo de 2000). Ajuicio del mismo Rodríguez, "fue una primera presencia política de los maestros". La otra será la del senador
Jaime Dussan, que escapa del periodo estudiado.
181
Pablo Tatay, entrevista, julio de 2000.
328 Mauricio Archila Neira
Como se percibe por este sucinto recuento, entre 1958 y 1990 ha existido
en Colombia una fluidez entre lo social y lo político, a pesar de los intentos
de derechas e izquierdas de separar las dos esferas. Es evidente que am-
bas dimensiones se moldean mutuamente, sin que ninguna preconstituya
a la otra. Pero no son iguales. 186 Lo social remite a lo inmediato y fragmen-
tado, mientras la política puede ser entendida en dos sentidos: como el
187
Nuevamente el subcomandante Marcos tematiza bien las limitaciones de las prácticas hegemonistas, tanto de quienes usufructúan el
poder como de los que se le oponen:" ... no se puede reconstruir el mundo, ni la sociedad, ni reconstruir los estados nacionales ahora
destruidos, sobre una disputa que consiste en quién va a imponer su hegemonía en la sociedad" (entrevista para Gambio, No. 405,
200.1' pág. 28).
188
Pablo Ródenas, "Definición de la política", en Filosofía política, razón ehistoria, SuplementosAnthropos, No 28 (sin año), págs. 71-
80.
189
"Los nuevos perfiles de la política, un bosquejo", Nueva Sociedad, No. 130, marzo-abril de 1994, págs. 32-43. Lechner intenta
entender el malestar actual con la politica apartir de los cambios en su elemento referencial de fondo, que designa como lo político:
" ... si ignoramos 'lo político' amputamos a la política y reducimos el fenómeno político asus formas más visibles" (pág. 39).
19
c David Slater, "Terrenos de poder/movimientos de resistencia", Revista Foro, No. 32, septiembre de 1997, pág. 59. El autor sigue
los postulados posmarxistas de Chantal Moufle, quien designa lo político como ese enfrentamiento propio de toda sociedad. En
cualquier caso los dos autores no están lejanos de la conceptualización que hizo Karl Schmitt de lo político sobre la base del antago-
nismo entre amigo yenemigo (El concepto de lo político ... , págs. 56 y ss).
191
Luis Sandoval, entrevista, abril de 2000.
330 Mauricio Archila Neira
192
Como dice Jorge Gastalleda, "la izquierda social solía desconfiar de la izquierda política con cierta razón. Era frecuente que afirmara
su autonomía con vigor yobstinación, mientras la izquierda polftica se esforzaba por conquistar, influir oahondar en los movimientos
populares y utilizarlos en beneficio propio" (La utopfa desarmada ...• pág. 417).
El FORTALECIMIENTO DEL
ESTADO Y DE LA SOCIEDAD CIVIL
6
"Para este gobierno los estudiantes éramos héroes
cuando se trató de tumbar la dictadura (. .. ) y hoy
cuando luchamos por nuestros derechos, por nuestra
universidad atacada y por el pueblo, se nos llama
subversivos y se nos califica de agitadores" (Declaración
de estudiantes de la Universidad Nacional, 1961 ). 1
1
La Nueva Prensa, 31 de mayo de 1961, pág. 19.
2 Aunque somos conscientes de los debates que están por detrás de los conceptos usados, no es nuestra intención explayamos en ellos
ypor eso optamos por breves definiciones que resumen la literatura consultada. Una ampliación de estos debates está en nuestro
ensayo ya citado, "Poderes y contestación ... ".
3 Esta definición, de clara estirpe weberiana, se enriquece con la mirada histórica de Charles Tilly, Coercion, Capital, and European
States. Cambridge: Blackwell, 1993, yde Norbert Elias, El proceso de civilización. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1997.
~ En esto nos apoyamos, además de Norbert Elias, en Phtlip Corrigan yDerek Sayer, The Grea!Arch. English State Fonnation as Cultural
Revolution. Oxford: Basil Blackwell, 1985.
5 La mirada relacional es una insistencia de Tilly pero también se nutre de otras tradiciones, como la expresada por Boaventura de Sousa
Santos (De la mano de Alicia ... , capítulo 5) y por el mismo Leopoldo Múnera (Rupturas y continuidades ... , págs. 85-119).
334 Mauricio Archila Neira
6
Seguimos de cerca la definición que aporta Ana María Be jarano, "Democracia ysociedad civil: una introducción teórica" ,Análisis
Polftico, No. 15, enero-abril, 1992, págs. 80-85.
7
De la mano de Alicia ... , capítulo 5. Más radical es la crítica de los exponentes de los Estudios Subalternos. Partha Chatterjee, por
ejemplo, señala que Europa construyó la oposición entre sociedad civil y Estado desconociendo el papel de la comunidad. Al
universalizarse el capitalismo, ésta terminó relegada ala prehistoria, cuando en algunas regiones del planeta todavía tiene peso hasta
ser la contradictora del Estado (The Nation and its Fragments. Princeton: Princeton University, 1993, capítulos 1 y 11 ).
8
Nora Rabotnikof, "Lo público y sus problemas: notas para una reconsideración", Revista Internacional de Alosofía Política, No. 2,
noviembre de 1993, pág. 76.
9
Leopoldo Múnera, "La tragedia de lo público", Trans, No. 1, diciembre de 2001, págs. 226-243.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 335
esfera pública y que ella no se limita al Estado. La fluidez entre una y otra,
además, despierta la necesidad de entenderlas en su mutua interacción. 10
10
lbid. Véase también Nora Rabotnikof, "Lo público y sus problemas ... ", pág. 81.
11 "La idea de sociedad civil", Ciencia Polftica, No. 35, 2° trimestre, 1994, pág. 64. Su propuesta comunitarista lo lleva asostener: "La
sociedad civil es un proyecto de proyectos; requiere muchas estrategias de organización y nuevas formas de acción estatal" (pág. 68).
12 El ya citado estudio de la Fundación Social sobre Municipios y regiones ... , coordinado por Ubardo Sarmiento, concluye que la mayor
fortaleza de la sociedad civil ocurre en los municipios donde el Estado es también fuerte en términos de gasto público, presencia
institucional, planta de funcionarios yposibilidades de tramitar demandas y manejar conflictos (págs. 135-136).
13
Ana María Bejarano, "Democracia y sociedad civil. .. ", pág. 84.
336 Maurícío Archíla Neíra
14
José Gutiérrez Gómez, citado por Daniel Pécaut, Política y sindicalismo ... , pág. 247.
15 Fabio Echeverry, citado por Medófilo Medina, "Bases urbanas de la violencia colombiana 1945-1950 y 1984-88". Historia Crítica,
No. 1, 1989, pág. 21.
16
En el concierto latinoamericano, Colombia sobresale por esa estabilidad económica o "moderación", como la llaman otros. Sin
embargo, como dice Jonathan Hartlyn, esta moderación obró "en detrimento de una mayor democratización del proceso con respecto
a otros grupos sociales" (La polt1ica del régimen ... , pág. 183).
17
Para el sector agrícola, los datos sobre valor de la cosecha de café -el eje de la actividad exportadora nacional hasta hace poco-
muestran caídas en 1958, 1971 y 1984 (DNP, Estadísticas históricas ... , tomo 11, pág. 4). Porque escapa dei periodo estudiado, no
analizamos la crisis agropecuaria de comienzos de los noventa en el marco de la apertura gavirista ymenos la severa recesión de fin
de siglo que dio al traste con la estabilidad macroeconómica del país. Estos puntos fueron tocados en la obra conjunta25 años ... y
en Salgado yPrada, Campesinado y protesta ... , capítulo 2.
18 "Reforma del Estado ... ", págs. 7-15.
19
la crisis fue menor que en el resto de América Latina, como lo ilustraJonalhan Hartlyn, La política ... , págs. 256-257. Algo similar se puede
decir con relación al endeudamiento externo, el cual, aunque fue notorio, no llegó alos niveles de otros países ymenos requirió las fuertes
medidas de reajuste observadas en ellos (Thomas E. Skidmore y Peter Smith, Historia contemporánea de América Latina. Barcelona:
Crítica, 1999, capítulo 2).la paradoja de una Colombia violenta pero con estabilidad económica cobra fuerza en términos internacionales.
20 Situación que se hace más crítica en el caso de la industria, que de un crecimiento de 6,63% entre 1958 y 1974 pasa a 3,00% entre
1974 y1991 (José A. Ocampo, "Reforma del Estado ... ", págs. 7-15). Para el autor, la recuperación de finales de los ochenta fue fruto
más de bonanzas sectoriales que de un cambio estructural.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 337
Tabla 16
Indicadores de crecimiento económico
21 Los límites de la modernización. Bogotá: Cinep, 1992, en especial la tercera parte referida ala crisis de los anos BO.l.a crisis recesiva
de principios de los ochenta es analizada en detalle por Salomón Kalmanovitz, para quien parte de la explicación está en las carac-
terísticas del modelo económico y el manejo de los previos auges de acumulación (Economfay nación... , capítulo VIII).
22 La salida: un nuevo modo de desarrollo humano para la paz. Bogotá: Aurora, 2001, págs. 55-56.
23 Véase de Fernán González los capítulos 1y 4 del primer volumen, Para leer la polftica. Bogotá: Cinep, 1997. En un ensayo, Francisco
Gutiérrez señala que la Constitución del91, lejos de abolir el clientelismo, lo reforzó, lo que implica reforrnular el diagnóstico sobre
dicho fenómeno y su relación con la democracia participativa ("Dilemas y paradojas de la transición participativa (el caso colombiano,
1991-1996)", Análisis Político, No. 29, septiembre-diciembre, 1996, pág. 39).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 339
24
En julio de 1974 el senador Pardo Parra presentó un proyecto de estatuto de los partidos que buscaba su modernización, pero una
vez más la iniciativa fue hundida en el debate parlamentario (Ahemativa, No. 11, julio de 1974, págs 2-4).
25
Marco Palacios, Entre la legitimidad.... pág. 267. Un ejemplo de esta movilidad política es la trayectoria de Saúl Charris de la Hoz en
el Atlánti~o. narrada por Medófilo Medina, Juegos de rebeldía. Bogotá: Universidad Nacional, 1997.
26 "La revolución invisible" ... , pág. 343.
27
Para Claus Offe la crisis de los partidos se puede explicar por tres factores, todos ellos aplicables al caso colombiano: 1) desdibu-
jamiento ideológico para ganar adeptos; 2) desactivación de los militantes de base yfortalecimiento de una estructura burocrática y
centralizada; y 3) pérdida de la identidad colectiva (citado por Jorge A. Hemández en el prólogo del texto de Varios autores, Nuevos
movimientos políticos ... , pág. 23).
340 Mauricio Archila Neira
28
De igual forma, alos actores sociales se les limita la autonomía: "La mayor parte de las organizaciones de las clases subalternas que
no hayan estado avaladas por el bipartidismo, tarde otemprano han fracasado en sus intentos de mediación ante el Estado" (Francisco
Leal, "Estructura y coyuntura en la crisis política", en el ya citado texto compilado por él yLeón lamosc,A/ñ/o del caos ... , pág. 34).
29
Fernán González, "La iglesia jerárquica: un actor ausente", en el ya citado A/ filo del caos. Recientemente este autor observa nuevos
vientos en la Iglesia institucional, que contrastan con intervenciones para preservar viejos privilegios oposturas dogmáticas ("La
Iglesia católica en la coyuntura de los noventa", en Francisco Leal (compilador), En busca de la estabilidad pérdida ... ).
30 Medófilo Medí na, "Dos décadas ... ", págs. 29-32. Daniel Pécaut señala que "la crisis no se traduce en un avance de la oposición legal
de izquierda, sino al revés (... )se expresa también en una degradación del tejido social bajo el efecto de una violencia cada vez más
incontrolada" (Crónica ... , pág. 354).
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 341
Esto nos conduce al problema central del sistema político colombiano en los
años estudiados: el desbordamiento de la violencia y su impacto en los acto-
res sociales. Los dos actores tradicionales que encontrábamos enfrentados
al final del Frente Nacional -fuerzas armadas y guerrilla- aumentaron en
capacidad de fuego, hombres y frentes. En forma paralela surgieron nuevos
actores armados, como las autodefensas o paramilitares, y el mismo narco-
tráfico formó ejércitos privados de sicarios, para no hablar del aumento de la
delincuencia común. Veamos brevemente la evolución de los actores arma-
dos con exclusión de las guerrillas, de las que ya hemos hablado. 31
Las cifras sobre el gasto militar ofrecen mayores divergencias, que no solo
se derivan del manejo estadístico. Para Medófilo Medina, "el gasto militar
ha mostrado una tendencia al incremento en proporciones superiores a
31 Conslatamos que apartir del gobierno Turbay la guerrilla creció, así las estadísticas difieran en la cuantificación del fenómeno. En este
punto remitimos al gráfico 1O, elaborado por Jesús A. Bejarano y que insertamos en el capítulo anterior.
32 "Militares, política ysociedad", en Francisco leal y l.iJón Zamosc,Aifilo del caos, págs., 176-177.
33
El oficio de la guerra. Bogotá: Tercer Mundo, 1994, pág. 198.
342 Mauricio Archila Neira
34 Agrega el autor que en 1996 se ubicó en el3,5% del PIB ("Dos décadas ... ", pág. 34).
35 El oficio ... , págs. 275-283. El autor advierte que es probable que el gasto de defensa y seguridad esté subestimado para los años
80. Las estadísticas sobre gasto total que incluimos más adelante en la Tabla 17 confirman las tendencias indicadas por Leal.
36 En términos comparativos con otros países de América Latina y del llamado tercer mundo, dice Medina que Colombia muestra la
mayor tendencia ascendente en el gasto militar entre 1980 y 1998 ("Dos décadas ... ", pág. 35). Esta apreciación contrasta con la
de Armando Borrero para principios de los años noventa, quien afirma que en gasto militar, tamaño de las fuerzas armadas y
equipamiento Colombia muestra signos más bien modestos en comparación con otros países latinoamericanos. Colombia yMéxico,
agrega este autor, eran, después de Costa Rica, los países con menor proporción de gastos militares con relación al PIB ("Militares,
política y sociedad", pág. 175). En un estudio de Planeación Nacional se ea ...ulan 196 policías por cada 100.000 habitantes para
Colombia en 1993, por arriba de Argentina y Costa Rica, pero muy por debajo de la mayoría de los países centrales y periféricos
(Armando Montenegro, 'Justicia y desarrollo económico ... ", pág. 42).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 343
sisen una guerra fría exterior que se reproducía internamente. Esto favo-
reció las alianzas pragmáticas con los grupos de justicia privada y aun
con los narcotráficantes que decían luchar contra la guerrilla, pues "en los
conflictos externos el enemigo de mi enemigo es mi amigo" .37
37
Armando Barrero, "Militares ... ", pág. 182. Véase también Francisco Leal, El oficio ... , capítulo V. De alguna forma esta mirada del
conflicto intemo parece explicar los excesos de las fuerzas armadas en la acción contraguerrillera -violación de derechos humanos
y del Derecho Internacional Humanitario-, aunque aquí nuestro sistema judicial muestra deficiencias que trataremos más adelante.
38
"Los paramilitares y su impacto político", en Leal y Zamosc, Al filo del caos ...
344 Mauricio Archila Neira
39
lbid., pág. 512.
40
Véanse en particular los ensayos de Francisco leal y Bruce Bagley en el citado Al filo del caos.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 345
Ante esta tesis se postula otra mirada, con la que simpatizamos, que
reconoce la pérdida de control social por parte de la Iglesia pero señala
que no hay vacío ético sino la convivencia simultánea de muchas posturas
deontológicas, sin que se construyan elementos comunes que permitan
41
Desde antes de la irrupción del paramilitarismo ya se denunciaba la ausencia del Estado en algunas zonas, como las esmeraldiferas
(El Tiempo, 4 de julio de 1969, pág. 7) o la del Caquetá (E/ Tiempo, 23 julio de 1972, pág. 6 A).
'2 Francisco De Roux, "Los precios de la paz", Documentos Ocasionales, Cinep, No. 39, 1987, y Consuelo Corredor, Los límites ... ,
págs. 321-324.
346 Mauricio Archila Neira
El DESCUIDO DE LO SOCIAL
43 Daniel Pécaut, Crónica ... , pág. 23. Véanse también págs. 25-26.
44
Francisco Thoumi, "Las políticas económicas ante los desafíos del desarrollo", en A/ filo del caos ... , pág. 132.
45 Colombia .. , pág. 22. Asu juicio, los partidos reproducían amayor escala ese ethos personalista.
46 Marco Palacios habla de una sociedad enferma con un Estado impotente (Entre la legitimidad .... , pág. 331 ).
47 Véase, por ejemplo, la reflexión de Daniel Pécaut en Crónica ... , págs. 10-36.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 347
primer año de gobierno, "han sido los que más han aportado su cuota de
resignación y sacrificio para que la nación volviera por los caminos del
progreso" .48 Tal vez por ello habló de "reconstruir las relaciones obrero-
patronales en planos más humanos" .49 En 1962 los directorios de los par-
tidos tradicionales suscribieron un programa social que incluía reformas
agraria, laboral, de vivienda, salud y educación, con el fin de impulsar un
desarrollo económico que "beneficiara a esa inmensa masa colombiana
que no tiene acceso siquiera a los más elementales recursos". 50 El texto en
cuestión se iniciaba así: "Entendemos el Frente Nacional como un supre-
mo y solidario esfuerzo de los colombianos para conseguir la paz entre los
partidos; perfeccionar las instituciones democráticas; impulsar el desa-
rrollo económico y forjar la estructura de una sociedad moderna, no dividi-
da por las tremendas desigualdades que hoy la caracterizan". 51 Frases de
un tenor similar serán pronunciadas en los 33 años estudiados, con mayor
o menor vehemencia, por candidatos y gobernantes de turno. 52 Pero no
bastaba con discursos de buenas intenciones; obras son amores, reza un
dicho popular. No fueron muchas las realizaciones en materia social entre
1958 y 1990, motivo por el cual desde la esfera estatal se alimentó una
enemistad cuyos vaivenes ya hemos descrito en capítulos anteriores. Nues-
tra argumentación reconoce que el Estado no fue del todo sordo a los cla-
mores de sus ciudadanos, pero se quedó corto en satisfacerlos. Veamos
primero los elementos de atención a lo social para luego considerar los
faltan tes.
48
El Tiempo, 11 de agosto de 1959, pág. 15.
49
El Espectador, 21 de junio de 1959, pág. 1.
50 El Tiempo, 21 de febrero de 1962, págs. 1 y 21. Según Santiago Araoz, el documento se conoció como "Programa del Frente
Nacional" (Historia del Frente Nacional .. .pág. 20).
51 Humberto Rojas y Alvaro Camacho, El Frente Nacional ... , pág. 29.
52 Hablando del Frente Nacional, Jonathan Hartlyn escribe: "Los intentos reformistas ocurrieron durante los periodos de los presidentes
más activistas(?), quienes conscientemente se propusieron incrementar la autonomía del Estado" (La política ... , p. 149).
53
De acuerdo con Carlos Ancízar Rico, ese interés se manifestó no solo en la creación delineara sino igualmente en el impulso de las
facultades de agronomía yveterinaria en las universidades públicas (entrevista, junio de 2000).
348 Mauricio Archila Neira
54
La po/!Iíca ... , p. 155. Él mismo insiste en que el régimen de coalición bioartidista no respondió a las demandas populares (págs.
105-107,115,191 y en general el capítulo 6).
55 El Espectador, 26 de octubre de 1982, pág. 7A. Años después todavía la gran prensa le cobraría a Belisario esta intervención.
En referencia al paro cívico de Boyacá realizado en marzo del87, un editorial de El Tiempo denunciaba: "Lo que ayer vivió
Boyacá es también producto del infortunado ejemplo de la administración pasada, cuando el presidente Betancur manifestó
públicamente su apoyo a ese sistema de protesta" (11 de marzo de 1987, pág. 4 A). Por lo demás, no sobra señalar que uno
de los lugares comunes de cada gobierno ha sido responsabilizar al anterior -especialmente si es del partido opuesto- de
todo lo malo que ocurre.
56
25 de marzo de 1987, pág. 4A. Es una nueva muestra de la retaliación que cada partido impone al otro ode la aplicación de la sentencia
evangélica de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 349
57
EtSiglo, 13 de marzo de 1987, pág 4. El mismo periódico publicó un editorial en donde culpó de éste y otros paros cívicos a
la Constitución de 1886, por su centralismo exagerado: " ... por esta razón, los paros cívicos deben ser justificados plenamente
con antelación asu declaratoria" (14 de marzo de 1987, pág. 5). Llama la atención la coincidencia de lenguaje con la narración
que Voz hace del mismo evento, aunque con implicaciones políticas distintas: "Barricadas, mítines y permanente agitación cívica
(... )recordaron al gobierno central que ya es hora de volver sus ojos aesta próspera pero olvidada región" (19 de marzo de 1987,
pág. 7).
58 Desde el título, el editorialista intenta jugar con el estereotipo de lo negro para producir una reacción positiva, pero termina reforzándolo
(31 de mayo de 1987, pág. 2).
59 El Siglo, 8y 12 de junio de 1987, pág. 4. Claro que había también en él un deseo de revanchismo contra la aparente quietud del
presidente liberal Virgilio Barco.
350 Mauricio Archila Neira
Tabla 17
Composición del gasto del gobierno central
60 José A. Ocampo afirma que el gasto social "es un poco más alto que el promedio de la región ode los países en desarrollo" ("Reforma
del Estado ... ", pág. 25). Las cifras comparativas de Víctor Bulmer-Thomas son distintas. Hablando de gasto consolidado no finan-
ciero del sector público como porcentaje del PIB en 1970, 1975 y1980, Colombia está por debajo de todos los países suramericanos
allí incluidos ysolo supera aMéxico en 1970 (La historia económica de América Latina desde la independencia. México: Fondo de
Cultura Económica, 1998, pág. 411 ).
61
Así lo sugiere Eduardo Bustello para el conjunto de América Latina. El asistencialismo, asu juicio, produce una doble amoralidad: 'la
del pobre que se siente obligado ala gratuidad yla del rico, que se siente generoso" ("Pobreza moral: reflexiones sobre la política
social amoral y la utopía posible", en Consuelo Conredor (editora), Pobreza y desigualdad, reflexiones conceptuales y de medición.
Bogotá: Cinep, 1999, pág. 76).
352 Mauricio Archila Neira
Tabla 18
Distribución del ingreso
Lmles
Pi't:B 1 a5 9 10 Q)efidate
6a8
(&1'/o rrás ¡:xbe) (Wecio alto) (Mo) deGri
(Sedcxes rrecioo)
1B34-1~ 16.2 23.0 12.6 48.2 0.55
l.kniia-Berty 1954 13.9 21.2 13.8 51.2 0.00
1964 13.2 23.7 15.2 47.9 0.57
1972 14.5 23.0 13.5 49.0 0.58
1938 2J.O 28.8 16.3 34.9 0.45
1951 16.7 24.7 15.1 43.5 0.53
1964 14.8 24.2 15.5 45.5 0.55
J.Ll..!:rrl:J"o 1971 16.1 25.8 16.2 42.0 0.53
1978 18.6 27.8 16.0 37.6 0.48
1988 18.9 28.2 15.9 37.1 0.48
Fuente: José Antonio Ocampo, "Reforma del Estado ... ", pág. 26.
62 En el sector Educación, desde su nacionalización, los gobernadores hacían los nombramientos, pero el gobierno central pagaba, con
continuos rezagos, los salarios (véase Álvaro Delgado, "El conflicto ... ", págs. 79-80).
63 Miguel Urrutia yAlbert Berry señalaban que para 1964 la distribución del ingreso, a pesar de su relativa mejora, seguia siendo, en
estándares comparativos, muy inequitativa (La distribución del ingreso en Colombia. Medellín: La Carreta, 1975, págs. 299-302).
El mismo Urrutia, en posterior estudio, era más optimista en cuanto al mejoramiento de la distribución de ingresos en los años setenta
(Los de arriba y los de abajo. Bogotá: Cerec, 1984, págs. 21-22). Ello era consistente con el aumento de los salarios reales, como
ya vimos en el capítulo 4.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 353
Tabla 19
Indicadores de pobreza
Cabeceras
Año Rural TOTAL
municipales
Fuente: José Antonio Ocampo, "La reforma del Estado ... ", pág. 28.
64
DNP, Misión Social, mimeo, 1998.
65
La cuestión agraria ... , pág. 55.
66
Un futuro económico para Colombia. Bogotá: Alfaornega, 2001, pág. 9.
67
Somos conscientes del debate promovido por el equipo de economistas del Cinep y de la Universidad Nacional en torno a las
categorías utilizadas para medir la pobreza. Consuelo Corredor critica acertadamente la conceptualización de la pobreza como
carencia oexclusión para postular la nueva categoría de "inserción precaria" ("El problema de la pobreza: una reflexión conceptual",
en el citado libro que ella editó, Pobreza y desigualdad... , págs. 39-68). Sin embargo, para el periodo estudiado no disponemos
de otras herramientas estadísticas distintas de las recogidas.
354 Mauricio Archila Neira
68 José A. Ocampo ratifica esta tendencia, cosa que lo lleva asugerir que para que disminuya la pobreza se requieren "esfuerzos de largo
plazo del Estado en pol~ica social, y un contexto macroeconómico favorable" ("Reforma del Estado ... ", pág. 24). Esto último fue lo
que falló, especialmente en los años ochenta.
69
Este punto fue resaltado por Consuelo Corredor en Los límites de la modernización (págs. 280-281 ). Ella realizó además un
interesante análisis del relativo desfase entre crecimiento poblacional y disminución de la pobreza entre los censos del73 ydel
85. Mientras el primero fue de 36,2%, la segunda osciló alrededor de 35%. "Esto significa que el problema cuantitativo no ha
crecido (más omenos 14 millones de colombianos continúan siendo pobres), pero tampoco se ha logrado una mejor situación
cualitativa respecto al periodo inicial. En otros términos, la reducción porcentual de la pobreza apenas ha logrado compensar el
crecimiento demográfico" (pág. 281 ).
70
"Informe especial: Evolución de los indicadores de NBI durante el periodo intercensal1973-1985. Análisis municipal", Boletín de
Estadistica, No. 439, 1989, pág. 229.
71
Sarmiento explica la afirmación así: "En Colombia se han registrado periodos en los cuales desciende la pobreza ysimultáneamente
aumenta la inequidad, en la medida en que los pobres aumentan sus ingresos pero auna menor velocidad en comparación con el resto
de la sociedad yel crecimiento de la economía. Igualmente, en periodos recesivos, puede mejorar la equidad conjuntamente con
agravamientos en los niveles de pobreza". ("Reformas y desarrollo social en los noventa", en Francisco leal (compilador), En busca
de la estabilidad... , nota 5 de la pág. 313).
72
Alos bajos indicadores de pobreza por regiones ya nos referimos en la sección pertinente del capítulo 4. Manuel Muñoz construyó
coeficientes Gini para 13 ciudades apoyado en datos del Dane para 1984 y 1985. Los resultados muestran que Medellín (0,52),
Bogotá y Cali (ambas con 0,48) son las más inequitativas, mientras Barranquilla es de las intermedias (0,42) ("Informe especial:
Distribución del ingreso de los hogares entre ciudades colombianas", Boletín de Estadística, No. 443, febrero, 1990, pág. 188).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 355
73
Roberto Patricio Korzeniewicz yWilliam Smith, "Poverty, lnequality, and Growth in Latin America", Latín American Research Review,
vól. 35, No. 3, 2000, págs. 9-13.
74
Para 1980, según datos de Victor Bulmer-Thomas, Colombia tenía un PIB de 442 dólares per capita, muy por debajo del promedio
latinoamericano (758) y de países comparables como Perú, Ecuador, Paraguay y República Dominicana. Nuestra nación solo
superaba aalgunas centroamericanas, aHaití y aBolivia (La historia económica ... , pág. 512). Libardo Sarmiento aporta datos para
1993 que ratifican el panorama, salvo que ahora Colombia estaba por encima de Ecuador y República Dominicana ("Reformas y
desarrollo social. .. ", pág. 305).
75 Entre la legitimidad ... , pág. 298.
16 Discurso del6 de octubre de 1987 citado por Álvaro Tirado Mejía, "Del Frente Nacional al momento actual: diagnóstico de una crisis",
en Nueva Historia de Colombia, vol.ll, pág. 400.
356 Mauricio Archila Neira
77
Citado en Nueva Historia de Colombia, vol.ll, pág. 192.
78
En la Constitución del91, artículo 3, finalmente se consagró que "la soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el
poder público". Esto marca una diferencia con la Constitución anterior, de acuerdo con el ex constituyente Otty Patiño, pues en aquella
la soberanía residía en la nación (El Espectador, 12 de julio de 2001, pág. 4 A).
79
E/77empo, 28 de agosto de 1959, pág. 14.
80 Lapol11ica .. ., pág. 124. En realidad, esta es la otra cara de laya analizada exclusión, no solo de la izquierda sino de los actores sociales.
8
' Aeste respecto el historiador comunista Edgar Caicedo escribía por esos años:" ... la burguesía no podrá mantener dócilmente. en
los marcos del paternalismo y el tibio reformismo oficial, la poderosa y enorme fuerza que ha ayudado adespertar" (Documentos
Políticos, No. 92,1971, pág. 27).
82 El mismo Antonio Díaz nos reconoció que, además de ser conservador, estuvo muy cerca de Carlos Lleras desde que era candidato
presidencial (entrevista, febrero de 2000).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 357
83 Al principio del Frente Nacional todavía el liberalismo convocaba amovilizaciones sin que tuvieran finalidad electoral inmediata.
Algunos ejemplos extraídos de la prensa consultada fueron las realizadas en agosto de 1959 en Bogotá, en el barrio 20 de Julio,
presididas por Daría Echan día, yen el Parque Santander, con la asistencia del propio presidente Lleras Camargo. El sepelio de Alfonso
López Pumarejo en noviembre del mismo afio movilizó aunas 400.000 personas. También se dice que al regreso de Alberto Lleras
de su visita aEstados Unidos en abril de 1960 acudieron multitudes avitorearlo en Barranquilla y Bogotá.
84
En ello se quedó corto ante fenómenos como el peronismo en Argentina, la Acción Democrática en Venezuela, el Apraen el Perú oel
PRI en México. Ilustrativo aeste propósito es el texto comparativo ya citado de Ruth B. Collier yDavid Collier, Shaping the Política/
Arena ...
85
Los educadores trente ala ley Bogotá Rodríguez Quito, 1985.
86 Punto crucial fue la recurrente denuncia del retiro del liberalismo de la universidad pública. Así lo señalaba un informe especial "¿cuál
es la problemática real de la Universidad?", publicado por la revista Flash (15-30 de abril de 1971, págs. 12-26) oel extenso análisis
de Fernáf; Torres, "Trayectoria histórica de la universidad colombiana", publicado en tres entregas de la revistaSm (Nos. 8-1 O, 1974).
87
Nos referimos ahitos importantes en el mundo laboral como la creación del Seguro Social, la expedición del Código Laboral y la
consagración del salario mínimo. El general Rojas y la Junta Militar que le sucedió harán aportes como la creación del Sena yde las
cajas de compensación familiar (véase nuestro ensayo ya citado, "Protestas sociales en Colombia, 1946-1958").
88
Arenglón seguido advertía que los trabajadores no pueden ligar su futuro ala suerte de un partido pomico, deben mostrarse como clase
(Semana, 27 de enero de 1959, pág. 17). Se nota el eco de estas palabras en la posición futura de Tulio Cuevas al frente de la UTC.
358 Mauricio Archila Neira
89 No le falta razón al politólogo Mauricio Botero en su análisis del papel desempeñado por el MRL al "canalizar la violencia por cauces
legales. Mientras el Frente Nacional taponaba esos cauces divorciando al :'~~rtidismo de los sindicatos, de las universidades, de
los sectores campesinos( ... ) el MRL contuvo durante años los cuadros que luego irían a la lucha armada" (El MRL .. ., pág. 191).
90 El Tiempo, 8 de febrero de 1971, págs. 1 y 6.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 359
9
' Voz Proletaria, 16 de enero de 1969, pág. 7. No entramos ajuzgar la verdad de su testimonio sino la contundente explicación de su
detención, que fue común entre actores sociales vinculados a lo que llamábamos la izquierda social. •
92 El Tiempo, 8 y 19 de septiembre de 1980, págs. 1 A y 1OA, respectivamente.
93 El Tiempo, 23 de febrero de 1963, pág. 1.
94
El Tiempo, 21 de enero, 1965, pág. 1. No queda claro qué es eso de reclamos "respetuosos".
95
El Tiempo, 27 febrero de 1987, pág. 4 A.
360 Mauricio Archila Neira
Hubo cierto cinismo por parte de las elites al justificar acciones de protes-
ta cuando iban dirigidas contra un gobernante con el que antagonizaban.
Ya vimos el manejo que uno y otro partido dieron a los conflictos sociales
en los años ochenta y la acusación de que el presidente de turno los res-
paldaba. Pero tal vez el ejemplo más ilustrativo es el apoyo, tácito primero
y luego explícito, que el sector pastranista dio al Paro Cívico de 1977.
Sorprende que el presidente saliente, Misael Pastrana, poco dado a avalar
acciones populares durante su mandato, haya expresado que "las causas
del paro fueron legítimas". 97 Así funcionaba la lógica oportunista de que el
enemigo de mi enemigo es mi amigo.
Por uno u otro argumento, hubo control estatal de las protestas sociales.
Ahora bien, una de las funciones que los teóricos le asignan al Estado es
el control de la fuerza, y no excluimos que los excesos de los sectores
subalternos puedan constituir amenazas a esa función. El punto que inte-
resa resaltar aquí es que eran acciones en principio pacíficas de gentes
desarmadas que buscaban satisfacer demandas concretas y no propia-
mente derrocar el régimen. Al asimilarlas a acciones políticas o, peor, a
las armadas, se penalizaba la protesta. Esa fue una constante de los años
estudiados, inclusive en los momentos de mayor reformismo. Como decían
en 1975 unos huelguistas, "la criminalización de la protesta sindical no es
nada nuevo" .98 No faltó el dirigente político que propusiera declarar la huel-
ga como un delito. Tal fue el caso de Octavio Arismendi Posada, goberna-
96
Vanguardia Uberal, 11 de marzo de 1983, pág. 1O.
97
El Tiempo, 26 de septiembre de 1977, pág. 3 C. Claro que Pastrana utilizó también la lógica de fines justos ymedios inadecuados.
Su respaldo personal y el de personas allegadas-Tulio Cuevas, por ejemplo-, muestra que dicho paro cívico no fue absolutamente
"popular", como se lo ha querido mostrar.
98
El Tiempo, 11 de enero de 1975, pág. 7 A.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 361
99
El Espectador, 29 de noviembre de 1965, pág. 11 A.
100
El Tiempo, 24 de octubre y 14 de noviembre de 1971, págs. 1 y 1OA. respectivamente.
01
' El Tiempo, 28 de febrero de 1971, pág. 6. Uno de los decretos de estado de sitio asignaba a la justicia penal militar, además de los
delitos ya establecidos, aquellos "contra el rég1men constitucional, instigación yasociación para delinquir, apología del delito,
secuestro, extorsión, incendio yrobo de instituciones bancarias". En otro decreto quedaban "prohibidas las manifestaciones, reunio-
nes odesfiles políticos, estudiantiles, laborales oactos cívicos que pueden perturbar la paz" (ibid.).
102 Quince años .. ., pág. 82.
362 Mauricio Archila Neira
103 Así lo sugería, por ejemplo, Voz Proletaria, 22 noviembre de 1973, pág. 3.
104 Como anotamos en el capitulo anterior, la responsabilidad de esta violencia es compartida también por otros actores armados no
estatales, incluida la guerrilla. En este momento nos interesa observar el papel del Estado ante la fragmentación de la violencia.
105
Citado en Voz Proletaria, 28 de septiembre de 1977, pág. 3. Este tipo de declaraciones no justifica, por ningún motivo, su asesinato
un año después por un comando del ADO.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 363
Buelvas tal vez solo sea comparable con la argumentación elaborada por
el mayor Genaro Ñungo, fiscal en el juicio por el asesinato del general
Rincón Quiñones: "Es preferible condenar a un inocente que absolver a un
culpable" .106 Se invertía así de un plumazo toda la tradición jurídica del
país, que se apoyaba en la pretensión de inocencia de toda persona hasta
que se le demostrara lo contrario. Si bien estas fueron expresiones extre-
mas que rayaban en la transgresión del mismo orden jurídico que se pre-
tendía defender, sin duda en la cotidianidad, marcada por la creciente
enemistad entre agentes estatales y actores sociales, argumentos de ese
tipo dramáticamente se volvieron realidad. 107
Aunque no se puede decir que toda la acción estatal ante las protestas se
haya reducido a la represión, fue un rostro que continuamente se mostró y
que, independientemente de si se justificaba, ningún bien le hizo a la cons-
trucción de una sólida democracia. No le falta razón a Daniel Pécaut cuando
recientemente expresa que " ... las elites han continuado viendo en las or-
ganizaciones populares -por lo demás extremadamente frágiles- amena-
zas para el orden público, y a menudo continúan respondiendo a las rei-
vindicaciones más ordinarias con un tratamiento violento" .108
106
Alternativa, No. 66, 1976, pág. 2. Del mismo tenor fueron las expresiones cínicas que usó el presidente Turbay para disculpar la
violación de derechos humanos: "Yo soy el único preso político", o "los detenidos se autotorturan para desprestigiar al gobierno".
107
No incluimos aquí lo ocurrido en la contra-toma militar del Palacio de Justicia en noviembre de 1985, pues en sentido estricto no fue
contra actores sociales aunque en la acción murieron muchos civiles, entre ellos la plana mayor del aparato judicial colombiano.
108
Gueffa contra ... , pág. 111.
109
"Estabilidad macroeconómica ... ", pág. 40.
364 Mauricio Archila Neira
110
Entrevista, marzo de 2000.
"
1
El Espectador, 7 de agosto de 1975, pág. 1 A.
112
Ya veíamos que ésta fue una de las razones para convocar la Asamblea Constituyente, cuyos resultados escapan anuestra reflexión
pero no parecen haber invertido las tendencias. En el balance laboral del cuatrienio de Gaviria, Álvaro Delgado dice que las violaciones
motivaron el38% de los conflictos, mientras los trámites institucionales en tomo ala discusión de pliegos coparon apenas el25,7%
("Del dicho al hecho ... ", Cien Días, vol. 6, No. 26, mayo-julio de 1994, pág. 20).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 365
113
Crónica ... , pág. 28. Véase también el análisis de Femán González en Un país en constJUccíón, vol.ll. Bogotá Cinep, 1989, págs. 69-72.
11
~ Obviameme, la historia del país no es tan plana y lineal como esta afirmación sugiere. En anteriores textos hemos analizado los intentos
incorporadores de la República Liberal o los rasgos corporativistas de los gobiernos conservadores de Mariano Ospina y Laureano
Gómez, así como de la dictadura de Rojas Pinilla (Cuhura eídenüdad .. ., capítulos 6y7, y "La protesta social entre 1946 y 1958" ... ).
Sin embargo, como refrendábamos en esos estudios, al menos en términos comparativos con el resto de América Latina, las elites
colombianas han sido poco generosas y bastante distantes de los sectores subalternos.
1 5
' En esta sección nos inspiramos en el texto ya citado de Arturo Escobar, Encounteríng Deve/opment ... , que se ilustra en el caso
colombiano.
366 Mauricio Archila Neira
El desarrollo era concebido en los moldes del dualismo, que a los lastres
tradicionales oponía lo moderno, entendido como el polo dinámico. En ese
sentido, los esfuerzos estatales debían orientarse a encaminar a las fuer-
zas sociales hacia la modernización. En 1979 el presidente Thrbay habla-
ba en Bucaramanga de lo que fue un lugar común en los gobernantes del
país: fortalecer el sindicalismo para lograr un desarrollo económico. 117 Esto
no significaba otra cosa que un sindicalismo dócii.1 18 Por ello había que
evitar, como lo señaló en 1962 el ministro de Trabajo, "el abuso de la huel-
ga (porque) frena el progreso general del país". 119
Ahora bien, se puede decir que los conflictos sociales, salvo en ciertas
coyunturas, poco afectaron el desarrollo económico. Los bajos niveles de
conflictividad y de organización, en términos comparativos, como ya he-
mos analizado en el capítulo 2, no son precisamente factores de alto ries-
go para una economía que en los años estudiados se caracterizó por su
estabilidad. De nuevo acudimos al análisis que Jonathan Hartlyn hace del
Frente Nacional: " ... el sector popular en Colombia fue integrado al proce-
so político en una forma que, en términos relativos, implicó poca moviliza-
ción, con vínculos con ambos partidos y con bajos niveles de
organización" .122 Con más vehemencia, Álvaro Delgado hace un balance
de las huelgas ocurridas entre 1960 y 1990:
122
La política ... , págs. 139-140.
12
3 "El conflicto ... ", pág. 60.
124
Según el ambientalista Gustavo Wilches, la violencia contra la naturaleza también proviene de sectores de la sociedad civil. En todo
caso, insiste, se trata de percibir la naturaleza no como algo inerte oun mero recurso para satisfacer necesidades humanas, sino como
algo vivo y con identidad propia que se hace ofr a las buenas oa las malas (entrevista, septiembre de 2000).
368 Mauricio Archila Neira
ción, pero culpaban a las víctimas de ser las responsables. Sin embargo,
no parece que los actores sociales afectaran en forma significativa el cre-
cimiento económico. Si esto era así, y las clases dominantes no eran tan
torpes como para no reconocerlo, ¿a qué se debió entonces la indiferencia
con que los consideraron?
125
El anticomunismo criollo no es nuevo y se remonta alos años veinte, aunque es leído en las claves de la Guerra Fría desde la segunda
posguerra (Cuhura eidentidad ... , capítulo 7). En los años sesenta impregnó alos militares por medio de la doctrina de la Seguridad
Nacional, pero no en forma exclusiva, como veremos en estas páginas.
126
En el capítulo anterior señalábamos que las izquierdas también vivieron, asu modo, imbuidas en la Guerra Fría.
127
Semana, 27 de enero de 1959, pág. 30.
128
Cita tomada del estudio de Femán Torres, "Trayectoria histórica ... ", SETT, No. 8, pág. 58.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 369
Aunque el discurso anticomunista fue más común en los años del Fren-
te Nacional, no desapareció del ideario de los gobernantes en todo el
periodo estudiado. Ante la agitación de 1971, un editorial de El Tiem-
po sostenía: "Paros, amenazas, huelgas, invasiones tienen claros visos
comunistas en contra del prestigio del gobierno y es claro que este tipo
de acciones no son producto de la mentalidad del colombiano, sino de
agitadores extraños que se encuentran en el país" .129 Pero si el periódi-
co de los Santos no puede ser considerado totalmente como vocero ofi-
cial, más sorprendente es que la otrora militante del MRL y primera
ministra de Trabajo de López Michelsen, María Helena de Crovo, afir-
mara que había "fuerzas extranjeras comunistas" en los conflictos huel-
guísticos de comienzos de 1975. 130 La locuaz funcionaria continuó ha-
blando de una "guerrilla sindical" que buscaba "derrocar a López a
través de una serie de paros ilegales ( ... que) tienen un fondo
político" .131 El ministro de Gobierno, Cornelio Reyes, la apoyó y convino
en que "lo que queda del conflicto bancario no es una reclamación la-
boral, sino un movimiento político que el Moir ha confesado utilizar con
fines subversivos" .132
En los años ochenta circuló una versión semioficial que pretendía respon-
sabilizar a los movimientos sociales de la "guerra sucia". Una vez más las
víctimas eran las acusadas. Un editorial de El Tiempo en 1988 así lo insi-
nuaba: "El sindicalismo colombiano tiene, entre otros pecados, el de una
acentuada politización. Parte de sus dirigentes, especialmente los de la
CUT, están empapados en el odio de clases (... ) Sí tuvieran un sindicalis-
mo organizado, serio, apolítico, otro sería el bailado" .133
129
3 de marzo, 1971, pág. 4. El Tiempo también culpaba a los anapistas de desmanes parecidos (véase, por ejemplo, la edición del
1Oseptiembre de 1971, pág. 2 A).
130
El Tiempo, 5 de enero de 1975, pág. 1 A.
131
El Tiempo, 11 de enero, pág. 1 Ay 19 enero de 1975, pág. 1 A.
132
El Tiempo, 24 de enero de 1975, págs. 1 y 7 A.
33
' 28 de febrero de 1988, pág. 4. Alfonso Cano lsaza, en su columna, meses después hablará de una nueva violencia creada por la
"oligarquía de overo!" aliada con la guerrilla! (El Espectador, 23 de octubre de 1988, páginas editoriales).
370 Mauricio Archila Neira
1 4
3 El Tiempo, 16 de agosto de 1959, pág. 15.
135 Altemativa, No. 25, 1975, pág. 15.
136
Citado por Femán González, "La iglesia jerárQuica: actor ausente", en Leal y Zamosc,A/ filo del Gaos ... , pág. 242.
137
lbid., pág. 255.
1
38 El Tiempo, 27 de marzo de 1985, pág. 3 C.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 371
139 Véanse, por ejemplo. las palabras del general Vega, ministro de Defensa de Betancur, en el diario La República, 6de marzo de 1985,
pág. 3 A.
140
El Espectador, 6 de diciembre de 1985, pág. 12 A. La gran prensa continuó con la misma lógica. Por ejemplo, el editorial de El
Tiempo sobre infiltración del M-19 entre los damnificados de Armero (6 de marzo, 1986, pág. 4 A). Ya veíamos que en algunos
casos no les faltaba razón en estas denuncias; lo criticable es que siempre se recurriera aellas, más que por las evidencias, por
principio.
141
Semana, No. 367, mayo de 1989. pág. 81. Un año antes habían afirmado que en la zona seguía en juego la soberanía nacional y
que "la pérdida de Urabá es el comienzo del desmonte de nuestro Estado de derecho" (El Tiempo, 14 de abril de 1988).
142
El Tiempo, 14 de diciembre de 1988.
143
El filósofo mexicano Enrique Serrano Gómez, en su lectura de Karl Schmitt, distingue entre enemigos absolutos, a quienes
se les niega todo valor, ya que transgreden principios comúnmente asumidos, y justos, aquienes se les reconoce como otro
distinto pero con derechos iguales ("Las figuras del 'otro' en la dinámica poiHica", Cultura y Trabajo, Medellfn, No. 42, 1997. págs.
31-39). De acuerdo con estas definiciones, el Frente Nacional logró superar la enemistad absoluta entre los partidos tradicionales
pero alimentó otra con la guerrilla, en la que incluyó aalgunos actores sociales yque continuó alo largo de todo el periodo estudiado,
a pesar de esfuerzos, como el de Betancur, por tener un aproximación diferente.
372 Mauricio Archila Neira
cos. Muy poco figuró la guerrilla como tal. Esa particular construcción
de enemistad desde las posiciones del Estado posiblemente impidió la
difusión de ideologías críticas. Incluso, por la precaria presencia de la
izquierda, no faltará quién diga que "se ganó la guerra al comunismo".
Pero este dudoso triunfo implicó remedios peores que la enfermedad que
se pretendía atacar. Las clases dominantes le apostaron a una estrate-
gia que estuvo lejos de contribuir a contar con movimientos sociales fuertes
y autónomos y que, por acción o por omisión, redundó en el crecimiento
de los actores armados de todo tipo.
¿MUTUO FORTALECIMIENTO?
144
Remitimos a la definición que de autonomía dábamos en la Introducción. Aquí no abordamos el dilema sobre si las demandas son
conquistas o concesiones. En general, tienen de una y otra. Oiga Amparo Sánchez hacía el siguiente balance de los resultados de la
Constituyente para las demandas feministas: "Tienen razón quienes dicen que algunas cosas que se ganaron fueron proceso de las
mujeres; pero tienen razón también quienes dicen que eso necesariamente se iba aganar" (entrevista, agosto de 2000). Similares
conclusiones extrae Christian Gros de su análisis de las palmeas estatales y los movimientos indígenas (Colombia indígena ... , págs.
263-330).
145
Entrevista con Eleonora Castaño, mayo de 2000. Para ella, se deben evitar los extremos de distancia total ode entreguismo, y con
mayor razón si éste es para lucrarse individualmente.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 373
m Al respecto dice Daniel Pécaut: "Ciertamente la represión interviene, pero lo propio de Colombia es que los actores sociales se
constituyen siempre, en alguna medida, en un horizonte de pruebas de fuerza (... ) las clases dominantes saben que la fuerza es un
componente de las relaciones sociales. La izquierda también" (Crónica ... , pág. 23).
147 Un ejemplo entre muchos lo ofrece la dirigente campesina Eleonora Castaño: " ... hay mucha debilidad por todo el golpe que hemos
·tenido, por la situación de desplazamiento de la gente del campo, de las amenazas( ... ) eso ha limitado el trabajo de las organizaciones
en muchas regiones" (entrevista, mayo de 2000).
148
Crónica ... , págs. 34-35, ideas que reasume en Guerra contra ... Véase, por ejemplo, págs. 50-52.
149
En un er¡sayo nuestro concluíamos: "Nada resume mejor la paradoja nacional de orden yviolencia que este contraste entre una lucha
social que busca fortalecer pacíficamente ala sociedad civil y la ausencia de salidas institucionales acompañada de prácticas violentas
que la colocan al borde de su desaparición" ("Tendencias recientes de los movimientos sociales", en Francisco leal, En busca ... , pág.
299).
150
Aesa conclusión llega precisamente el ya citado estudio de la Fundación Social sobre Municipios y regiones ... , coordinado por
Ubardo Sarmiento, pág. 135.
374 Mauricio Archila Neira
151
Claus Offe ha insistido en que la desinstitucionalización, además de la inexperiencia de los movimientos sociales europeos, explican
su precaria acción polflica ("New social movements ... , págs. 458 ysiguientes). Esa falta de institucionalización hace que, alos ojos
de Antonio Garcfa Santesmases, los movimientos sociales en general len!jél•. ~::1cultad para negociar ("Nuevas categorfas de enten-
dimiento de la polflica", en el ya ci1ado Suplemento Anthropos, pág. 97).l.a violencia parece ser el rasgo distintivo del caso colombiano
en una desinstitucionalización que parece ser global.
LA CONSTRUCCIÓN 7
DE IDENTIDADES
"Nosotras, como organización de mujeres del
campo (... ) tenemos que enfrentar los problemas
de discriminación por género pero también social
(. .. ) por eso hoy mucho identidad con los compa-
ñeros de los organizaciones campesinos y diría
mucho más real que con los señoras que están en
todos esos movimientos de mujeres" (Eieonora
Castaño, dirigente de Anmucic).'
1
Entrevista. mayo de 2000.
2 Alain Touraine lo expresa en estos términos: "... un movimiento social es el esfuerzo de un actor colectivo por adueñarse de los 'valores',
de las orientaciones culturales de una sociedad. oponiéndose a la acción de un adversario con el que está vinculado por relaciones
de poder" (Cn1ica de la modernidad .... pág. 236). Reitera los tres criterios que asu juicio constituyen un movimiento social yde los
que ya hablábamos en la Introducción: identidad, oposición ytotalidad.
3 Resaltamos dos aspectos polémicos de dicha cita, que no podemos profundizar: 1) la identidad social sigue siendo muy masculina
--los compañeros-; 2) la circunstancial primacía que ella le da alo social sobre el género. incluso con el uso dtll adjetivo "real", sucede
en el contexto de lo ocurrido en tomo ala Constituyente yal acercamiento que tuvieron las dirigentes campesinas agrupos feministas
de capas medias y su posterior distanciamiento
378 Mauricio Archila Neira
es tan obvio como parece. Hoy tiene mucha acogida la aproximación cons-
tructivista de los movimientos sociales, pero no sobra preguntarse, como lo
hace Castells, quién construye las identidades colectivas y para qué. 4
4 The Powerofldentily .. ., pág. 7. Una pregunta similar guía el reciente libro de Alberto Melucci,Accióncolectiva ... , especialmente los
capítulos 1y 2.
5 No es la primera vez que abordamos la categoría identidad. En nuestro libro sobre los orígenes de la clase obrera colombiana fue
central, aunque en ese momento queríamos distanciamos de la rigidez del concepto de conciencia de clase y de la vaguedad del de
cultura popular (Cultura eidentidad ... , págs. 29-31).
6 "Identidad", Revista de filosofía Política, Madrid, No. 3, mayo de 1994, pág. 5. Su interés se centra en definir los contornos de la
identidad nacional, "la primordial que la mayoría de nosotros hemos elegido" (ibid.).
7
La división del trabajo social. Madrid: Akal, 1982, pág. 153.
8
Un buen ejemplo histólico fue Manuel Quintfn lame, el deslacado dirigente indígena de comieroos del siglo XX. quien no era páez en sentido
puro, pues llevaba una mezcla de sangre "blanca". Sin embargo, él optó por esa identidad aunque con el tiempo se sintió indio colombiano
en general ymurió en el sur del Tolirna (Joanne Rappaport, The Politícs otMemory. Cambridge: Cambridge Universi1y, 1990, pág. 22).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 379
9
Para André Gorz, las identidades que se derivan de esta nostalgia de la comunidad se prestan a los más diversos integrismos
(Miserias del presente, riquezas de lo posible. Buenos Aires: Paidos, 1998, págs. 127-135). Manuel Gaste lis reconoce ese
peligro pero, con una provocadora reflexión, señala que los fundamentalismos pueden ser el origen de nuevos sujetos colectivos
(The Power ... , capítulo 1).
10
"La democracia radical: ¿moderna oposmoderna?", Revista Foro, No. 24, noviembre, 1994, pág. 23.
11
Este tipo de análisis ponderado se encuentra, por ejemplo, en Peter Wade, Race and Ethnicity in Latin America. Londres: Pluto, 1997,
cap!tulo 6. Para entender las continuidades históricas propone precisamente estudiar los esencialismos (pág. 109).
380 Mauricio Archila Neira
Para concluir este excursus podemos resumir diciendo que los movimien-
tos sociales no parten de esencias predeterminadas sino que son cons-
12 Politicalldentities, Documento del New School for Social Research, mayo de 1995, pág. 4. Más adelante señala que la afirmación de
Identidad ha desempeñado un papel central en los movimientos sociales, proveyéndoles una de sus mayores racionalidades, mas
no la única (pág. 11 ).
13
Luis Alberto Romero pondera más las experiencias que las tradiciones como forjadoras de las identidades colectivas debido al tipo
de actor que analiza históricamente: los obreros de Buenos Aires y Santiago, quienes, como se sabe, fueron muy activos en el cambio
de siglo pasado yno contaron con muchas herencias de protesta (GQué hacer con los pobres? ... , capítulo 7).
14
"La superación de la incertidumb~e.la promesa de futuro potencial que estructura el presente, la producción de sentido de la acción
individual ycolectiva, se realizan en el movimiento social como red de relaciones sociales en la que se desarrolla la identidad colectiva"
("El concepto de movimiento social", en Romeo Grompone (editor), Instituciones polt1icas y sociedad. Lima: Instituto de Estudios
Peruanos, sin año, pág. 379).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 1 381
15 El lector puede tener la impresión de que este capítulo reitera el tercero. Sin embargo, no es así. En aquél nos centramos en la
descripción de los actores de acuerdo con su visibilidad en las protestas públicas. En éste abordaremos las identidades sociales que
incorporan otras formas de presencia pública, distintas de las luchas sociales registradas en nuestra base de datos. En pocas
palabras, allá tocábamos los sujetos de las protestas y estábamos concentrados en la descripción cuantitativa; acá abordamos el
desenvolvimiento de los movimientos sociales eincursionamos más claramente en las dimensiones identificatorias. Allá considerá-
bamos las razones objetivas de las luchas, acá nos centramos en sus dimensiones subjetivas.
16
El mismo Tilly llama la atención sobre las "profundas diferencias que separan las identidades políticas enmarcadas en la rutina de
la vida social de aquellas que aparecen principalmente en la vida pública" (Politicalldentities ... , pág. 5). En los capítulos anteriores
nos hemos referido aestas últimas; ahora atenderemos también aaquellas más circunscritas a la "rutina de la vida social".
382 Mauricio Archila Neira
económica y política de la primera mitad del siglo XX. 17 Ante las imáge-
nes difusas de pobres con que las elites representaron a los primeros nú-
cleos de obreros y obreras, ellos y ellas levantaron formas más modernas
de pertenencia. A una recurrente identidad como pueblo -agente de cam-
bios y base de los procesos de consolidación de los Estados nacionales-
se le agregó pronto una identidad clasista que en los años treinta terminó
adherida al proyecto modernizador de Alfonso López Pumarejo. 18 Con el
ascenso del conservatismo al poder, esta forma de identificación pronto se
puso a prueba. Durante la Violencia de finales de los años cuarenta y gran
parte de los cincuenta, a más de que se desmontó la frágil alianza entre
Estado y movimiento sindical, se puso en cuestión la identidad clasista
construida con tesón en decenios anteriores. No sobra recordar que esta
trayectoria fue recorrida por distintos sectores sociales que se agruparon
en el naciente obrerismo colombiano. En medio de los trabajadores asala-
riados vinculados a distintas actividades económicas en marcos regiona-
les dispares se destacó la presencia de un fuerte núcleo artesanal que
lideró el activismo proletario. 19
17
Cultura eidentidad ... , capitulo 8.
18
Gaitán hizo uso de la identidad como pueblo, que le permitía actuar sin mediaciones organizativas clasistas, que según él hacían
parte del mundo oligárquico (véase Daniel Pécaut, Orden y violencia: Colombia 1930-1954, vol. 11, Bogotá: Cerec-Siglo XXI,
1987, capitulo 4).
19
Como lo demostramos en Cultura eidentidad ... , capítulos 2y 8, y lo enfatizó Gary Long en su tesis doctoral, "Communists, Radical
Artisans ... ".
20 El tema, que brotó en una discusión de clase en la Maestría de Historia del segundo semestre de 2000, a nuestros ojos no ha sido
suficientemente explorado para el caso colombiano. Amediados de los ochenta Jesús A. Be jarano denunció la invisibilidad del
campesino en los estudios agrarios, por el énfasis institucional predominante en esos análisis. Para él los campesinos surgen afines
del siglo XIX con la expansión cafetera en la modalidad de hacienda, en el oriente del pafs, ode pequeños cultivadores, en el occidente
("campesinado, luchas agrarias ehistoria social: notas para un balance historiográfico", Anuario Colombiano de Historia Socialy de
la Cultura, No. 11, 1983, págs. 252-269). Otros autores, como Gatherine le Grand, Henden aidentificarlos con los colonos sin ataduras
a las haciendas (Colonización yprotesta ... , págs. 43-49).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 383
del siglo XX. 21 A estas negativas imágenes se les agregaron las prove-
nientes de la crueldad con que se vivió la Violencia de los años cuarenta y
cincuenta. La literatura sobre la época no suele hacer sofisticadas distin-
ciones de clase a la hora de escenificar los hechos violentos. 22
LA IDENTIFICACIÓN DE CLASE
26 La literatura sobre el inicial movimiento estudiantil la hemos analizado en el ya citado ensayo "Historiografía de los movimientos
sociales ... ", págs. 313-318. También aventuramos un artículo sobre esta historia titulado "Entre la academia y la política: el movi-
miento estudiantil en Colombia, 1920-1974" (en Renate Marsiske (coordinadora), Movimientos estudiantiles en la historia ae Amé-
rica Latina, vol.l, México: Unam, 1999, págs. 158-174).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 385
La dase obrera
El análisis clasista de los conflictos sociales se quedó corto, tanto porque
no se produjo una abierta confrontación de clases como porque la preten-
dida homogeneidad de ellas era lo que menos existía en su práctica coti-
diana. Ni siquiera la clase obrera, la clase por antonomasia, era homogénea
desde sus orígenes. A continuación queremos detenernos en su compleja
composición social sin tocar su orientación política -causa de profundas
divisiones- y sin incursionar todavía en las diferencias étnicas, generacio-
nales, de género y de preferencia sexual, que también la atraviesan.
27 Aunque la actividad primaria agropecuaria seguía cubriendo ala mayorfa de la PEA, su peso relativo disminuía hacia 1964 (del 54%
habla pasado al47%). Los sectores que más habían crecido eran servicios, comercio y construcción: de 13,9% a18%, de 5,4% a
8,6%, yde 3,5% a4,3%, respectivamente (Medófilo Medina, "Gambios en la estructura del proletariado urbano", Estudios Marxistas,
No. 6, 1974, págs. 2-22).
28 Los trabajadores independientes disminuyeron dr.ísticamente a15,2%, no solo por cambios en la estructura laboral sino porque se
les separó de la categorfa "trabajador familiar sin remuneración" (Dane, Muestra de avance del XIV Censo de población y vivienda.
Bogotá: Dane, 1975, pág. 51).
29 Los trabajadores independientes, con todo y el cambio conceptual, eran nuevamente e124,5% (Oane, Colombia, censo 85. Bogotá:
Dane, 1986, pág. 438).
386 Mauricio Archila Neira
30
El testimonio dado por un trabajador de Editorial Bedout afines de los afios cincuerna y comienzos de los sesenta, además de rico en
detalles sobre la socialización en el mundo del trabajo, ilustra la diferenciación cotidiana entre trabajador productivo yempleado. Asf
se delimitaban espacios, tareas, tiempos y movimientos que "generaban la definición de unas identidades distintas" (José Bernardo
Vargas, "Cuatro lustros buscando identidad obrera", Tesis de Licenciado en Antropología, INA, México, 1987, pág. 57).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 387
Que las mujeres se vinculen al mundo del trabajo no quiere decir que
automáticamente se produzcan cambios en las identidades colectivas.
La imagen del obrero como varón era muy extendida en el país aún en los
primeros años de la industrialización, cuando la mujer representaba una
buena proporción de la mano de obra. No es de extrañar que esa identi-
dad masculinizante subsistiera en el periodo estudiado. Los cambios
culturales toman mucho tiempo en gestarse y hacerse efectivos. Dentro
de los múltiples ejemplos que podríamos citar mencionemos el del himno
de la CTC, elaborado por José Raquel Mercado en 1963. Algunos apar-
tes son:
38 La participación masculina, en cambio, no sufrió transformaciones tan dramáticas, salvo entre 1938 y1951, cuando pasó de 56,1%
a75,4%. Luego se eslabilizó en tomo al66% (Dane, Censo 85, pág. 443). No debe olvidarse que hablamos de tasas de ¡mticipación
-empleo sobre total de mano de obra-- yno de distribución proporcional por sexos de la población trabajadora. Esto último es lo que
hace Medófilo Medina al afirmar que las mujeres eran 26% de la PEA en el64 y que el mayor peso lo tenran las empresas textiles,
donde las trabajadoras eran el45%. ("Gambios en la estructura ... ", pág. 28).
39 liberación Obrera, No. 17, abril de 1963, pág. 1.
40 Véanse, aguisa de ejemplo, las siguientes noticias: "61 mujeres, trabajadoras de una pesquera de Buenaventura se toman la empresa
para pedir mejores condiciones laborales" (El Tiempo, 9 de agosto de 19o'+, pág. 1); o ·mujeres sindicalistas denuncian empre-
sarios" (El Tiempo, 5 de junio de 1968, pág. 6). En ambos casos, más que mujeres trabajadoras osindicalistas, eran familiares de
los varones que estaban en conflicto.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 389
41
la huelga de las meseras del café-taberna Potomac, de Bogotá, por el incumplimiento de convenios pactados, fue llamada por El
Tiempo la "primera huelga femenina" (18 de octubre de 1969, pág. 7). Por la misma linea fue el titular deiS de agosto de 1971 (pág.
2): "primera mujer torera en huelga en Sogamoso". la ya mencionada creación de sindicatos de empleadas domésticas en Buca-
ramanga en agosto de 1975 yde meseras ycoperas de Bogotá en octubre del mismo ano provoro comentarios similares. No sobra
recordar que 1975fue precisamente el Ano Internacional de la Mujer.
42 Liberación Obrera, No. 56, octubre de 1967, págs. 1 y 8.
43 Liberación Obrera, No. 58, mayo de 1968, págs. 9y 12. AMaria Cano, muerta un ano antes, la CTC le rendirá homenaje el primero
de mayo de 1968 y creará una medalla en su honor para premiar a las trabajadoras destacadas (ibid.).
44
El Tiempo, 9 de diciembre de 1971, pág. 9 B.
390 Mauricio Archila Neira
45
Una somera mirada a los ejecutivos de las centrales tradicionales ilustra lo afirmado. Según Álvaro Delgado. de 22 dirigentes de la
UTC que figuran entre 1946 y 197 4, solo dos podrían ser considerados empleados. En el caso de la CTC, para 1976 se destacaba
la presencia de ferroviarios y portuarios, aunque había muchos dirigentes sin clara procedencia laboral. Se contaban solo dos
empleados. uno deiiCTy otro del Distrito (véanse sus artículos "En torno ala crisis de la UTC" y "La descomposición del patronalismo
sindical", aparecidos en Estudios Marxistas, No. 9, 1975, pág. 50 y No. 13, 1976, pág. 47). Ni qué decir de la participación de la
mujer en los comités ejecutivos, que era nula, salvo en las secciones femeninas. Otra tendencia marcaban los sindicatos más dinámi-
cos, como los de empleados estatales. Según encuesta realizada por Rocío l.ondoño en un congreso de Fenaltrase realizado en 1981.
"la mayoría de los delegados eran empleados administrativos (70%). menores de 35 años (80%) yuna cuarta parte (eran) mujeres"
("Las relaciones laborales ... ", pág. 48).
46
El Colombiano. 23 de mayo de 1958, pág. 7.
47
Alvaro Delgado, "En torno a la crisis ... ", pág. 63.
48
Entrevista, febrero de 2000. El insistía en que el problema fue ético. Según Tulio Cuevas,la crisis se aceleró con su renuncia en 1983,
tentado por un puesto en la burocracia internacional. Asu retiro "llegaron gente (sic) foránea( ... ) unos ladrones( ... ) que se robaron
el edificio de la UTC. la universidad obrera, acabaron con todos los bienes, con la editorial que tenía la UTC (... )cogieron las
cooperativas nuestras yse pusieron a importar vehículos" (entrevista concedida aÁlvaro Delgado, julio de 1991 ).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 391
La historia del sindicalismo orientado por las izquierdas fue algo distinta.
La Cstc y el sectcr independiente se nutrieron de la crisis del sindicalismo
tradicional y en 1986, luego de superar su acendrado divisionismo, logra-
ron conformar la CUT con grupos provenientes de la UTC y la CTC. Otro
tanto hará la CGT años después. Si bien éstas fueron alternativas a la
crisis sindical, no es menos cierto que no escaparon· a ella y la unidad
llegó cuando el sindicalismo estaba más débil. 52
49
Un ejemplo para ilustrar: en medio del ambiente de protesta por las condiciones económicas de fines de 1965, José Raquel Mercado
declaró: "Tengo informaciones confidenciales en que se da cuenta de un plan terrorista que comenzará aejecutarse apartir del próximo
mes de enero en todo el país. Sus autores serán los mismos que han venido dirigiendo las guerras de guerrillas en las llamadas
Repúblicas Independientes" (El Espectador, 19 de noviembre, pág. 5 A).
50 Alvaro Delgado, "La descomposición ... ", págs. 31-67. El insiste en que la pugna partidista no fue el motivo de la crisis de las
centrales tradicionales. La UTC tenía amediados de los setenta 12 directivos de extracción liberal y 1Oconservadores ("En tomo a
la crisis ... ", pág. 50). La CTC, por su parte, sólo tenía dos dirigentes conservadores.
51
El censo sindical de 1990 arrojaba un porcentaje de 7,8% de los afiliados, mientras en 1984 era del13, 1%.
52 Alvaro Delgado, "El conflicto huelguístico ... ", pág. 78.
53
lbid., pág. 127.
392 Mauricio Archila Neira
El campesinado
54
Tales fueron los casos de Sumapaz y Tequendama, descritos por José Jairo González y Elsy Marulanda (Historias de frontera.
Colonización y guerra en el Sumapaz. Bogotá: Cinep, 1990) y por Michael Jimenez, (Struwles on an Interior Shore ... ).
55 Esa es la opinión, por ejemplo, de Bruce Bagley yFernando Botero en el ensayo "Organización campesina contemporánea en Colombia:
el estudio de la Anuc", en Absalón Machado, 8 agro yla cuestión social. Bogotá: Tercer Mundo, 1994, pág. 226 (el original habla sido
públicado en 1978). En otro ensayo aparecido en el mismo libro, Santiago Perry ratificaba "la dependencia de la Anuc hacia el
gobierno" ("las luchas campesinas en Colombia", pág. 262).
56 Entrevista aCarlos A. Rico, junio de 2000.
57 Los usuarios campesínos .. ., págs. 212-230.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 393
En este paso se hace también visible la mujer campesina, quien asume cada
vez más responsabilidades económicas en los hogares rurales. Con apoyo
58 Asf ocurrió en Charalá como resultado del Secretariado de Pastoral Social (Sepas) de la diócesis de San Gil (Pierre Raymond, "El
conflicto social. .. ").
59 Henry Salgado, "Procesos yestrategias socio-crganizativas en el Guaviare", en el ya citado libro compilado por Mauricio Archila y
Mauricio Pardo (editores}, Movimientos sociales ... , pág. 150.l.a capacidad de movilización del Sinpag se pondrá aprueba en los
noventa con las marchas de cocaleros.
60 No sobra recordar el testimonio ya citado de Edilia Mendoza yFrancisco Cortés: "Nuestra lucha como organización no es solamente
una lucha agraria sino que es una lucha por la defensa de la vida" (entrevista, junio de 2000}. Un cambio similar describe lsauro Suárez
en "El movimiento campesino colombiano", Controversia No. 126, 1985. En términos más generales, Arturo Escobar senala: "es
necesario tener presente que la resistencia campesina refleja mucho más que la lucha por la tierra y las condiciones de vida; es ante
todo una lucha en tomo asfmbolos ysignificados, una lucha cultural" (Encounteríng Development ... , pág. 167).
61 Véanse León Zamosc, "Transformaciones agrarias ... ", y Carlos Salgado y Esmeralda Prada, La protesf4 campesina ... , págs. 80-
132.LDs últimos consideran que el cosmopolitismo en el campo es un proceso cultural de múltiples identidades que da cabida a
diversas capacidades, con consecuencias en las esferas productivas yen las relaciones de poder (págs. 78-79).l.Ds desplazados
reflejan asu modo estos cambios identificatorios según lo ilustra este testimonio: "Como campesinos, hemos ejercido la agricultura
para subsistir y para dar subsistencia aotras personas que nunca han dado un golpe ala tierra (... ) Producimos para nosotros, para
el municipio, para el departamento yel pafs (... ) los campesinos tenemos una moral yun orgullo muy concretos: no nos gusta robar
ni pedirle anadie( ... ) Nada falta, nada sobra" (en Carlos A. Giralda y otros. Relatos eimágenes ... , pág.130).
394 Mauricio Archila Neira
los cívicos
62
Carmen Diana Deere y Magdalena León, Género, propiedad y empoderamiento ... , págs. 240-243.
63 Entrevista, mayo de 2000.
64
Darcy Ribeiro, "Etnicidad, indigenismo y campesinado", en Susana B. C. Devalle (compiladora), La diversidad prohibida: resistencia
étnica y poder de Estado. México: El Colegio de México, 1989, págs. 43-59.
65
Ya mencionábamos en la Introducción la perplejidad de la izquierda ante las luchas cívicas. Aguisa de ejemplo véanse las respuestas
de algunos dirigentes políticos en Alternativa, No. 40, 1975.
66
Edgar Montenegro señaló en la entrevista:" ... uno podría decir que el origen realmente de los movimientos cívicos es el proceso de
Anuc" (junio de 2000). Aunque no es exacto temporalmente, pues hubo luchas cívicas desde comienzos del siglo, sin duda la
experiencia de la organización de usuarios campesinos en sus acciones concretas influyó en los sectores urtJanos.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 395
67 Por ello Martha Cecilia García prefiere desig_narlos en forma más precisa como "pobladores urbanos" (Mauricio Archila y otros, 25
años ... , págs. 73-7 4). Nuestra opción por conservar el apelativo de cívicos se explica en el Apéndice Metodológico.
68
En los talleres que se adelantaron en el Cinep sobre los movimientos cívicos amediados de los años ochenta se planteó la siguiente
inquietud: "La participación de capas sociales o de personalidades económicamente privilegiadas y polfticamente reaccionarias
puede ayudar adarles un mayor impacto alas denuncias; atraer más fácilmente la atención del gobierno; facilitar las negociaciones;
favorecer la publicidad del conflicto; pero también lleva a enmarcar la lucha dentro de los límites impuestos por las estructuras
vigentes yaun aencauzarla hacia el reforzamíento de las mismas" (Áivaro Cabrera y otros, Los movimientos cívicos. Bogotá: Cinep,
1986, pág. 101).
69
Pedro Santana, Los movimientos sociales ... , capítulo 8.
70
"Organizaciones y luchas urbanas en América Latina", Controversia, No. 175, diciembre, 1999, págs.176-192.
71
En el libro editado por la Coordinadora de Movimientos Cívicos sobre Actas de Compromiso en los años ochenta se constata que
muchas de las demandas cívicas eran en realidad campesinas. En algunos casos incluso la organización que negocia tiene el mote
de campesina. Véanse los casos del Guaviare, Chocó y Norte de Santander en 1986, del nordeste antioqueño, Norte de Santander
de nuevo en 1987, y de Córdoba en 1990 (Marchas, tomas ... ).
396 Mauricio Archila Neira
El estudiantado
Los estudiantes tampoco escaparon a la férula de la catalogación clasis-
ta, por más que no se acomodaran a ella. Sin comprender su carácter
transitorio y generacional, se intentó aplicarles el análisis de clase al ubi-
72 Esta ha sido una de las guías de la investigación de Clara Inés García en torno acuatro subregiones antioquefias. Sobre el caso de
Urabá, acota: "Fue nuestro interés develar cómo apartir de variados actores sociales ysus conflictos, muchas veces bien diferenciados
y otras tantas bastante entrecruzados, se fue configurando un gran conflicto regional en tomo de la lucha por el poder político, y cómo,
paradójicamente alrededor de éste, se va configurando la región" (Urabá ... , págs. 18-19).
73 Entrevista con Edgar Montenegro, junio de 2000.
74
Estas últimas orientaron en el gobierno de Betancur el11% de las luchas cívicas, y en el de Barco el17%. (Javier Giralda, La
reívíndícaci6n ... , pág. 48, y Martha C, García, "Las cifras ... ", pág. 101 ). Estuvieron por encima de las organizaciones polfticas o
de los sindicatos y solo por debajo de los comités cívicos.
75
Camilo Barrero, "Acción Comunal ... ".Ignacio Coral Quintero coincide con este análisis, aunque en forma un poco exagerada. Para él,
el movimiento comunal, "del apoliticismo y clientelismo parlamentario pasa aconvertirse en un movimiento de masas consecuente
y con mayor conciencia de su compromiso social" (La lucha de masas ... , pág. 49).
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 397
76
Jaime Caycedo, uno de los analistas del estudiantado que percibió mejor sus particularidades, no se escapó de la lectura clasista,
sobre todo en los años sesenta, cuando tuvo influencia del althusserianismo. En un ensayo escrito en 1967 desde la cárcel hablaba
de la ideologfa del movimiento estudiantil que trataba de sacarlo de la universidad. Afirmaba luego que los estudiantes hacfan parte
de una pequeña burguesfa con afán de rebeldfa (Documentos Polfticos, No. 71, diciembre, 1967, págs. 56-68). Sobre este punto
volverá reiteradamente para señalar las desviaciones izquierdistas del movimiento estudiantil (Documentos Polllicos, No. 91, enero-
febrero, 1971, págs. 7-29).
77
Fernán Torres, "Trayectoria histórica de la universidad" ... , pág. 38.
78 Como ya se ha señalado en nuestro balance de los estudios sobre el movimiento estudiantil en Colombia, esta identificación hace que
prácticamente las dos historias se confundan ("Historiograffa de los movimientos ... " págs. 314-315).
398 Mauricio Archila Neira
Ante el caso estudiantil tenemos, más que una identidad de clase como
tal, la de unas generaciones que viven con intensidad la exclusión políti-
ca, para no hablar de la económica, por lo que se acercan a las ideologías
que alimentan la rebeldía y construyen alianzas muy fuertes con las iz-
quierdas, hasta fundir su historia con la de ellas. En los años ochenta la
violencia generalizada, que afecta también a los campus universitarios,
los impele a integrarse a movimientos amplios de participación ciudada-
na. Este proceso deriva, por un breve lapso, en el movimiento que impulsó
la Asamblea Nacional Constituyente. En general, se puede sostener que
79 Orlando Fals Borda, quien vivió de cerca este proceso, decía: "En mi época los estudiantes eran muy fogosos, idealistas, impulsados
por grandes esperanzas, era un movimiento respetable. Contaban con la admiración y la adhesión de las clases polfticas (... ) Ellas
pensaban que los estudiantes eran como alfiles de los intereses mayores, nacionales (... ) Resulta que los estudiantes veían lo
contrario" (entrevista, febrero de 2000).
80 En una encuesta realizada aprincipios de los años sesenta en la Universidad Nacional, los estudiantes se identificaban más con el
presidente Kennedy o el Papa Juan XXIII que con Fidel Castro (Robert Dix, Colombia: The political ... , pág. 342).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 399
Por lo visto hasta ahora, las identidades tradicionales que parecían afin-
. carse en un sólido análisis de clase fueron cuestionándolo hasta desbor-
darlo en la práctica. Su pretendida homogeneidad también se desvaneció
en el aire. Otras dimensiones de la vida en sociedad fueron otorgando
nuevas identidades que no se reducían a la mera contradicción entre capi-
tal y trabajo.
Lo étnico
81 Por ejemplo, un manifiesto de los estudiantes de la Universidad Nacional proclamaba en 1981: "... no es una jaula de oro ala que
aspiramos, queremos sobre todo que este país ysu universidad cambien, que en él no campeen las injusticias, la corrupción, el
enriquecimiento de unos pocos ... " (Voz Proletaria, 18 de junio, pág. 6).
82 Otras, como las que giran en tomo ala preferencia sexual oalas condiciones de violencia, apenas se insinúan al final de los años ochenta
y deberemos esperar alos estudios de tiempos más recientes para hablar de ellas.
83 Según Aníbal Quijano, ese fue el patrón básico de dominación por parte de las elites latinoamericanas ("Colonialismo del poder, cultura
y conocimiento en América Latina", en Santiago Castro (compilador), Pensar (en) los intersticios. Bogotá: Editorial Universidad
Javeriana, 1999, págs, 101-1 05).
400 Mauricio Archila Neira
En Colombia las identidades étnicas fueron impulsadas por los propios indíge-
nas porque se sentían con mayor legitimidad histórica para hacerlo. 85 sLas co-
munidades nativas contaban con "documentos jurídicos, ocupación ininterrum-
pida del territorio, restos arqueológicos, mitología y tradición oral". 86 En este
caso, de acuerdo con Pablo Th.tay, hay tanto identidades primordiales como
recientemente construidas, pero en ambas la existencia de la movilización so-
cial a partir de los años setenta ha sido definitiva para reafirmarlas o crearlas:
88
Entrevista con Pablo Tatay, julio de 2000.
89
En ese sentido no deben tratarse rígidamente como comunidades construidas sobre solidaridades mecánicas. Por ello no estamos
de acuerdo con juicios tan severos como el de Francois-Xavier Guerra, quien considera al zapatismo histórico como una mera revancha
comunitaria contra la modernidad liberal ("Teoría y método en el análisis de la Revolución Mexicana", Revista Mexicana de Sociología,
año Ll. No. 2, abril-junio, 1989, págs. 21-23).
90
La pérdida ae memoria histórica era también compartida por los asesores del movimiento indígena, como lo reconoce uno de ellos,
Pablo Tatay: "Nosotros mismos fuimos descubriendo aQuintín Lame; en el momento en que nosotros entramos alas luchas, casi nadie
conocía de su existencia( ... ) eso se vino adescubrir ya sobre la marcha" (entrevista, julio de 2000).
91
Informe de Jorge Bejarano en el número del? de octubre de 1958, págs. 24-26. El autor se quejaba de que no había una política oficial
para preservarlos!
92
El Tiempo, 11 de junio, 1972, pág. 1.
402 Mauricio Archila Neira
"he matado antes a seis indios en el año de 1960 y los enterré en el sitio El
Garcero". 93 Al ser interrogado sobre qué pensaba de los indios, uno de los
detenidos respondió "que matarlos era como una chanza y que eso no tenía
castigo (... ) allá los catalogan como animales salvajes (... ) desde chiquito
me enseñaron que ellos son muy distintos a uno, en el modo de vestir, en
todo" .94 El 27 de junio de 1972 un jurado de conciencia de Villavicencio los
declaró inocentes. En un segundo juicio, efectuado en !bagué, el 6 de no-
viembre de 1973 se condenó a los hombres a 24 años de prisión y a las
mujeres se las dejó libres. En realidad no se sabía quién era más culpable, si
los colonos o la sociedad que los había educado.
Entre 1969 y 1970 se supo que fuerzas militares, con apoyo terrateniente,
habían efectuado detenciones arbitrarias, torturas y hasta asesinatos de
indígenas guahibos en Planas (Meta). Los hechos fueron igualmente de-
nunciados, aunque en este caso, seguramente por la calidad de los impli-
cados, no hubo juicio. 95
93 Reportajes recogidos en Colombia Amarga. Bogotá: Carlos Valencia, 1976, págs. 56 y 57.
94
lbid., pág. 61. Otro complementaba:" ... desde niño me habla dado cuenta que todo el mundo mataba indios: la policfa, el ejército,
la Marina, allá en el Orinoco mataban indios y nadie se los cobraba" (pág 63).
95
Véanse las denuncias en Jorge Vi llegas, Ubro negro ... , págs.95-96 y especialmente en Gustavo Pérez, Planas: un año después.
Bogotá: América Latina, 1971.
96 Colombia ama¡ya ... , págs. 65-66. LD ocurrido a comienzos de siglo ha sido abordado por Augusto Gómez en la tesis que está
elaborando para obtener el doctorado de Historia en la Universidad Nacional, sede Bogotá.
97
Colombia amarga ... , pág. 67. La expresión "racionales" referida alos blancos también apareció en el caso de Planas (Gustavo Pérez,
Planas ... , pág. 19).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 403
colonial, que miraba a los indígenas como salvajes, así algunos estuvie-
ran perfectamente integrados a la sociedad. Los estereotipos negativos
eran legitimados por disposiciones legales vigentes desde fines del siglo
XIX. 98 Se entiende que para construir identidades positivas los indígenas
colombianos tuvieron que remontar muchas barreras legales y culturales.
98 la Ley 89 de 1890, marco jurfdico sobre asuntos indfgenas en gran parte del siglo XX, estaba encabezada por esta frase: "Por la cual
se detennina la manera como deben ser gobernados los salvajes que vayan reduciéndose ala vida civilizada". El asunto de barbarie
ocivilización va aseguir flotando en la legislación nacional hasta la Constitución de 1991, que afirma nuestro multiculturalismo.
99 Estamos de acuerdo con Darcy Ribeiro en que el marxismo, al identificar conflictos de clase con étnicos, desconoció que los segundos
eran históricamente anteriores a los primeros ("Etnicidad, indigenismo ... " p. 57).
10
° Cric, Diez años de lucha ... , pág. 162. Todavía en el tercer congreso de la Anuc (197 4) repetían la consigna "los indfgenas somos
campesinos" (pág. 164).
101
Unidad Indígena, No. 90, mayo de 1989, pág. 4.
102 !bid.
404 Mauricio Archila Neira
puesta entre otros por obreros y campesinos con quienes debía haber
alianza. Pero también se rebatía la asimilación indígena al campesina-
do, por desconocer lo étnico. Aunque los autores no ofrecían una salida
clara, consideraban "indispensable el doble enfoque: por un lado étnico-
cultural y por otro, el de la estructura de clases" .103 En la práctica con-
creta, los indígenas daban solución a este galimatías al sostener que
ellos recuperaban resguardos y no simplemente invadían
tierras. 104 Aspiraban a tierras que les habían concedido desde tiempos
coloniales y les habían sido arrebatadas. Pero, además, porque allí
podían recrear la cultura y preservar sus autoridades. 105 Claro que lue-
go desbordaron ese límite jurídico y "recuperaron" tierras que no eran
de resguardos originales. 106
' 03 Unidad Indígena, No. 94, febrero de 1990, págs. 6-7. Seguramente el enredo era más de los asesores e intelectuales de la
organización que de los mismos indígenas.
104
Así lo señalaron explícitamente en su momento, por ejemplo, los indígenas de Riosucio y Supía: " ... no son invasiones, pues hay
documentos que sostienen que esas tierras se sustentan en litigios entre los indígenas y los blancos" {E/7iempo, 22 de noviembre
de 1971, pág. 10 A).
105
Christian Gros, Colombia indígena ... , pág. 186.
1
os Entrevista con Pablo Tatay, julio de 2000.
1o7 Cric, Diez años de lucha ... , pág. 11.
108
lbid., pág. 12.
109 La fórmula de una ciudadanía plural que admita la diferencia, consagrada en la Constitución de 1991, será una solución formal de
este dilema.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 405
Gran parte de las experiencias de los indígenas va a ser empleada por los
afrocolornbianos en la gestación de su identidad, aunque con marcadas
diferencias. En este caso es más difícil pensar en la construcción de iden-
tidades positivas, por el pasado histórico de la esclavitud y porque el mes-
tizaje los invisibiliza aún más que a los indígenas, ya que los afrodescen-
dientes no se preservaron corno comunidades históricas con territorios
propios. 112 El tratamiento de total exclusión que desde tiempos coloniales
se aplicó a los esclavos provenientes de Africa hizo que el elemento de
legitimidad histórica no tuviera el peso afirmativo con que contaban los
indígenas. 113 Es cierto que se conservaron rasgos culturales y abundantes
11
° Christian Gros trae acolación esta reflexión araíz de la pregunta que los funcionarios delineara se formularon en una disputa de tierras
en Chaparral, Tolima. aprincipios de los años sesenta (Colombia indígena .... págs. 203-204).
111
Aunque Gros no utiliza la categoría estructura de oportunidad política, la narración que hace de la evolución del movimiento indígena
cabe perfectamente dentro de ella (ibid., parte 3, capítulos 4 y5).
112
Guido Barona, "Ausencia ypresencia del 'negro' en la historia colombiana", Memoria eHistoria, vol. l. No.1, noviembre de 1995,
págs. 77-1 05.
113
Peter Wade nos recuerda que los europeos ya conocían alos africanos, mientras alos indígenas no. De ahí que los últimos hayan tenido
al principio un estatus ambiguo y luego se les haya declarado seres humanos pero menores de edad, cosa que ni siquiera se les
concedió alos africanos (Race and Ethnicity ... , capítulo 2). Todavía hoy se quejan de que son menos apoyados que los indígenas por
la Iglesia. la izquierda ylos antropólogos (entrevista aJuan de Dios Mosquera. septiembre de 2000).
406 Mauricio Archila Neira
tradiciones orales, pero en forma tan híbrida, que impedía una apelación a
una particularidad de por sí difusa.
114
El mismo Wade reafirma que no se debe mirar la identidad negra como algo que ya existía desde tiempos remotos y se recupera,
sino como algo creado de nuevo {"Identidad yetnicidad", en Arturo Escobar yÁlvaro Pedroza, Pacífico ... , pág. 297).
115
En el capítulo 3 ofrecimos abundantes ejemplos de esa primera apelación a la negritud. En ese sentido, nos llamó la atención la
siguiente noticia aparecida en El Pueblo el25 de abril de 1976: el Consejo Nacional de Población Negra suscribió una resolución de
protesta por el asesinato de José Raquel Mercado, que en uno de sus apartes dice: "Señalar la negligencia oficial en la recuperación
dellfder sindical, cuya explicación sólo se encuentra en la condición pigmentológica del desaparecido. Rechazar las postreras
lamentaciones oficiales porque ellas no se enmarcan en la sinceridad que pudo producir el rescate con vida del negro José Raquel
Mercado. Alertar atodos los negros de Colombia, América yel Mundo sobre la suerte que puede caberle al negro que se supera Y
busca la superación de los negros y del proletariado de la Nación".
116
Entrevista de Juan de Dios Mosquera en Colombia Hoy, No. 58 de 1988, págs. 9-12. En la que nos concedió anosotros en septiembre
de 2000 amplió los objetivos aseis: a) eliminar el racismo de la conciencia cv.cGtiva; b) promover acciones contra la discriminación
racial; e) impulsar el desarrollo empresarial afrocolombiano; d) apoyar a la mujer afrocolombiana; e) desarrollar la identidad
atrocolombiana; y nconstruir un proyecto político y étnico alternativo.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 407
El género
Como ocurre con los grupos étnicos, en el movimiento de mujeres hay tam-
bién un debate sobre la identidad en torno a las diferencias biológicas o
culturales, que se traducen en la tensión entre sexo y género. Estas tam-
bién son categorías socialmente construidas que remiten a distinciones
físicas, en el caso del sexo, o a diferentes papeles, en el caso del género.
La diferencia sexual puede sugerir un determinismo biológico, mientras la
categoría género apunta más claramente a la dimensión cultural de cons-
trucción de diferencias y por ende de ejercicio desigual del poder. 122 Esta
última es una propuesta más incluyente, aun del otro género y de quienes
demandan respeto a las distintas formas de ejercicio de la sexualidad. Tal
perspectiva, sin embargo, no es compartida por todas las activistas de la
117 Mauricio Pardo, "Escenarios organizativos einiciativas institucionales en tomo al movimiento negro en Colombia", en el ya ci1ado libro
editado en conjunto, Movimientos socíaies ... , págs. 330-331. Para Juan de Dios Mosquera, esta organización, como algunas otras
del Pacífico, fue apoyada por el clero de la región (entrevista, septiembre de 2000).
18
' Después de la Constitución (Mlculo 55 transitorio) habrá sanción legal al proceso de construcción de comunidades con territorio (Ley
70 de 1993). El mismo Pardo analizará en otro ensayo las tensiones entre colonos, indígenas y negros en la región para épocas
recientes ("Movimientos sociales y relaciones interétnicas", en Escobar y Pedraza, Pacífico ... ).
119
Voz Proletaria, 31 de enero de 1985, pág. 21.
'2D lbid. Un análisis de los aspectos programáticos del Movimiento SOS en Javier Giralda, La reivindicación ... , págs. 131-135.
121
Juan de Dios Mosquera setlalaba que el movimiento Cimarrón es "un movimiento que aspira afijarse en la conciencia de nuestro
pueblo, para luego ir bajando poco apoco asu estómago. No queremos empezar al revés porque no tenemos qué ofrecerle" (Colombia
Hoy, No. 58 de 1988, pág. 12).
122
Joan Wallach Scott, Gender and the Polítics of History. Nueva Yor1<: Columbia University, 1988, capitulo 1.
408 Mauricio Archila Neira
123 Para Oiga Amparo Sánchez, por ejemplo, "si tú te paras en una postura solamente de género entonces tú puedes pararte políticamente
en una transformación simplemente de roles y de mayor equiparación de poder. Si tú te paras en una postura crítica fundamental al
patriarcado, entonces no se trata solo de la inclusión, sino que se trata de cómo transformamos esa cultura patriarcal" (entrevista,
agosto de 2000).
124 En 1959 Ana de Karpf protestó por la exclusión de la mujer de la Comisión de Vigilancia del Departamento Administrativo del Servicio
Civil, pese acontar con abundante nómina femenina (La Calle, 9 de octubre, pág. 15).
125
Helena Páez de Tavera cuenta una anécdota que ilustra cuán dificil era para una mujer cursar la carrera de abogacía: " ... cuando yo
estudié derecho en laJaveriana, eran cincuenta y pico de hombres y tres mujeres. El doctor Carrizosa Pardo, quien nos daba derecho
civil, nos sacó de clase alas tres mujeres diciendo que él no hablaba de esos temas delante de las mujeres" (entrevista, septiembre
de 2000).
126
Ofelia Uribe de Acosta enfatizaba en una carta que "las feministas no le marchamos aninguna dictadura, ni ingresaremos nunca ala
sinfonía de aduladores" (Semana, 2 de diciembre, 1958, pág. 7).
127
Para las alcaldías populares elegidas entre 1988 y 1992, las mujeres consiguieron el5,3% de los votos (Eissy Bonilla y Penélope
Rodríguez, Fuero del cerco, mujeres, estructuro y cambio social en América Latina. Bogotá: Acdi, 1992, págs. 180-184). En 1960,
la antigua secretaria del Partido Liberal, Carmenza Rocha, se quejaba de la política de exclusión que esa agrupación practicaba
respecto de la mujer (Semana, 19 de mayo, 1960, pág. 28).
128 Entrevista aOiga A. Sánchez, agosto de 2000.
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 409
129
Entrevista a Helena Páez de Tavera, septiembre de 2000. En general las entrevistadas. como las analistas consultadas, tienen una
visión acumulativa de las luchas de las mujeres a lo largo del siglo XX.
130
Para Oiga A. Sánchez, "si bien es cierto que las mujeres necesitamos un mínimo de condiciones materiales para poder organizarse ypelear
otras reivindicaciones, tampoco podemos empobrecer tanto ala gente de los sectores populares" (entrevista, agosto de 2000).
131
En los ochenta, "la crisis económica tuvo varias consecuencias inesperadas. Contribuyó aexpandir el movimiento de mujeres más
allá de su base sociai original de clase media, para incluir un movimiento de mujeres de sectores populares" (Carmen D. Deere y
Magdalena León, Género ... , pág 5).
132 Norma Vi!larreal. "Movimientos de mujeres ... ", págs. 181-186.
133 María del Carmen Fetjoo, "La identidad popular femenina en América Latina", en Adrianzén y Bailón, Lo popular en América Latina ... ,
págs. 133-148.
410 Mauricio Archila Neira
134
Vera Grabe le atribuye aBateman la frase "en este ejército no debe haber mujeres porque eso crea muchos problemas" (en Patricia
Arizay otras, Bateman ... , pág. 271). Con el tiempo el M-19fue más sensible en este punto y la misma Grabe llegó aser parte de
la dirección del movimiento. Para otros testimonios véase Patricia l.ara, LEs mujeres ... , . Oiga Marín, de las Farc, por ejemplo, afirma
que "en la guerrilla, como en Colombia, hay machismo" (pág. 114). Dora Margarita reconoce que "en el ELN no se podla llorar ni
sentir tristeza porque las lágrimas eran sfntornas de desmoralización" (pág. 43).
135 Alternativa, No. 218,1979, pág. 31.
136
Con estas últimas se produce una tensión que recuerda la vivida en los sesenta y setenta ante la izquierda (véase el ensayo de Sonia
Alvarez, "Latin American Feminisms 'Go Global'", en el ya citado libro editado en conjunto con Evelina Dagnino y Arturo Escobar,
Cultures ot Poliücs ... , págs. 293-324).
137 Magdalena León (compiladora). Mujeres y participación ... , págs. 16-18.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 411
Otro tanto ocurrió con la tensión entre género y etnia. Como hemos visto,
la Onic se interesó en organizar a las mujeres indígenas pero privilegiando
la identidad étnica. En 1989 las responsables de este trabajo se quejaban
de "la falta de conciencia, pues vemos a muchas mujeres que se avergüen-
zan de ser indígenas y cuando van a trabajar a las ciudades abandonan
su cultura y cogen las costumbres del blanco". 141 Nótese que la queja era
por la vergüenza étnica, no de género. Por último, conviene prestarle aten-
ción al factor generacional, pues, corno se pregunta María del Carmen
Feijoo, "¿A quién se parecen hoy más las mujeres jóvenes: a sus madres o
a los vecinos de su misma edad?" 142
138
Alternativa, No. 28, 1975, págs. 18-19. Esta percepción es confirmada por el testimonio de Eleonora Castano en tomo de la alianza
feminista para la Constituyente y el retorno a identidades de clase. Para Oiga A. Sánchez es explicable que dicha asamblea haya
despertado "identidades coyunturales" entre mujeres de distintos orígenes sociales que no contaban con una conciencia feminista
como tal (entrevista, agosto de 2000).
139 Alternativa, No. 196, 1979, pág. 9.
140 Alternativa del Pueblo, No. 36, 1975, pág. 27.
141
Unidad tndfgena, No. 92, octubre de 1989, pág. 12.
142
"Laidentidadpopularfemenina" ... ,pág.145.
4]2 Mauricio Archila Neira
El problema de la violencia, sobre todo en los años ochenta, las hizo movi-
lizarse y en ocasiones tomar el papel de vanguardia. 143 Aquí no son única-
mente los papeles tradicionales los que las motivan, sino una actitud dis-
tinta ante la guerra. Sin embargo, hay que evitar la tentación de homoge-
neizar a las mujeres como si tuvieran una actitud esencialmente pacífica
por dar vida, por ser madres. 144 Como dice una entrevistada, "las mujeres
no somos ni más buenas ni más malas, somos diferentes" .145
Este punto nos lleva, por último, al debate que también se vive en el seno
del movimiento de mujeres entre las demandas de inclusión en términos
de igualdad y las de respeto a la diferencia. 146 Aquí tampoco hay una posi-
ción homogénea y más bien se vive una tensión creativa entre ambos po-
los, aunque la inequidad socio-económica del país conduce a que la mayo-
ría de las activistas se inclinen por las demandas que tiendan a equilibrar
la diferencia de los géneros. 147 En síntesis, podemos decir que las recien-
tes acciones colectivas de las mujeres en Colombia apuntan a la construc-
ción de una ciudadanía no uniforme, que suponga más equidad pero res-
pete las diferencias.
Una de las diferencias que los movimientos de mujeres han puesto sobre el
tapete gira en torno a la preferencia sexual, inquietud que ha sido crucial
para los movimientos homosexuales. Aunque la sexualidad envuelve un
acto privado, en ocasiones éste se hace público, y no solo cuando hay por
medio un delito como la violación o el acceso carnal con menores de edad
143
Entrevista con Oiga A. Sánchez, agosto de 2000. Aunque la prensa informó de movilizaciones de mujeres contra la violencia afines
de los cincuenta y comienzos de los sesenta, en realidad eran acciones de apoyo al Frente Nacional. La primera marcha registrada
como tal contra la violencia fue la adelantada en 1982 por unas cien mujeres reunidas en la Plaza de las Nieves de Bogotá (El Tiempo,
27 de noviembre de 1982, pág. 10 A).
144
Así parece desprenderse del análisis de Norma Villerreal en "Mujeres y madres en ruta por la paz" (Luz Gabriela Arango (compi-
ladora), La crisis socio-política ... , págs. 363-395).
145
Entrevista a Oiga A. Sánchez, agosto de 2000.
146
No sobra recordar que lo opuesto de igualdad es desigualdad, y de la diferencia es lo idéntico (Joan W. Scott, Gender and the Politics
... , capítulo 8, apropósito del famoso caso Sears, que enfrentó a las feministas norteamericanas).
147
Carmen D. Deere y Magdalena León, Género ... , págs. 22-23. Las políticas de acción afirmativa o el establecimiento obligatorio de
cuotas femeninas se iniciarán en Colombia solo en los años noventa.
iDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 413
Lo ambiental
Algo similar ocurre con la preocupación por el medio ambiente. Más que
en la construcción de identidades étnicas y de género, la demandas am-
bientales son resultado de un proceso tardío en el país, por lo que es difícil
hablar de un movimiento social como tal en los años estudiados. 150 En el
capítulo 4 mostrábamos que las primeras movilizaciones ambientales no
se expresaban públicamente como tales. Eran protestas adelantadas por
diversos actores sociales contra los malos olores de mataderos o basure-
148
Una referencia aestos grupos se hace en la entrevista aOiga A. Sánchez. agosto de 2000.
149
Carlos E. Román, "Movimiento de mujeres y movimiento gay", en Omar Urán, La ciudad en movimiento ... , pág. 243,
~ 50 Germán Palacio habla de un movimiento en gestación en los años noventa (Se hace camino al andar ... , pág. 7). El mismo reconoce
que el ambientalismo no ofrece el tipo de identidad que en su momento presentó la izquierda oel sindicalismo. Para Gustavo Wilches,
"la principal característica del movimiento ambiental es que no existe por lo menos como un cuerpo orgánico formal organizado, pero
yo si creo que hay un pensamiento ambientalista" (entrevista, septiembre de 2000).
414 Mauricio Archila Neira
ros, la contaminación industrial del aire, de los ríos y del mar, o la destruc-
ción de bosques.
151
Testimonio de Gonzalo Palomino en Germán Palacio, Se hace camino al andar ... , pág. 117. En el mismo libro se hace una entrevista
a la congresista Alegrfa Fonseca, quien afirma que la primera lucha ambiental ocurrió en 1974 contra el plan turfstico del parque
Tayrona que ella lideró (pág. 71 ).
152 Altemativa, No. 229, 1979, pág. 6.
1 3
5 Véase tambiénA/temativa, No. 230, 1979, págs. 10-11.
154
lo que nos recuerda lo senalado por Arturo Escobar, Encountering Development ... , capitulo 5.
155 Entrevista aGustavo Wilches, septiembre de 2000.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 415
156
Para este recuento nos apoyamos en Jairo H. Álvarez, "El movimiento ambiental colombiano: como un pájaro blanco cegado por la
nieve", en Germán Palacio, Se hace camino al andar ... , págs. 17-155. Alternativa hizo eco de los primeros pasos del ecologismo en
el país con una serie de artículos dedicados al terna. Véase, por ejemplo, el No. 189 de 1978.
157 Se producen así los encuentros convocados por instancias coordinadoras, como el de Ecogente en Pereira en 1983 oel de Cachipay
(Cundinarnarca) dos alías después; de nuevo en Pereira en 1989 y en lbagué en 1990 (Diego A. Munoz, "El movimiento ambiental:
disidencia creativa", en Ornar A. Urán, La ciudad en movimiento ... , págs. 155-198). Luego vendrán los que en 1992 dieron origen,
entre otras iniciativas cruciales, aun fondo de financiación de proyectos ambientales, Ecofondo.
158 lbid., pág. 175.
159 Gustavo Wilches nos dijo que encontraron receptividad ambiental en algunos politicos liberales como Guillermo Perry elván Maru-
landa (entrevista, septiembre de 2000).
160 Entrevista, septiembre de 2000.
416 Mauricio Archila Neira
lo cultural
A pesar de la vaguedad conceptual de la dimensión cultural, ella impacta
a todos los movimientos sociales, como hasta ahora se ha explicado. Hay,
sin embargo, algunos que giran en torno de ella y que aún no hemos con-
siderado. Tal es el caso del movimiento pedagógico en el seno del magis-
terio. Si bien desde los cuarenta existían sindicatos de maestros de prima-
ria y secundaria, solo en 1958 se crea la Fecode, que obtiene la personería
jurídica en 1962. 163 Al lado de las luchas por el mejoramiento de sus condi-
ciones de existencia durante los años sesenta y setenta, el magisterio co-
lombiano cuestionaba la calidad de la pedagogía y el papel del maestro
en el sistema educativo, así como sus relaciones con la sociedad. En me-
dio de las turbulencias de la época fueron surgiendo núcleos que exigían
también nuevas prácticas sindicales que definieran mejor la identidad del
161
Ello no ha ocurrido en el caso colombiano, salvo su temprana injerencia en los años sesenta, que derivará en los noventa en la creación
simbólica del ministerio del ramo, un ente por cierto con precarios recursos.
162
"Si vamos avalorar los movimientos sociales por su productividad histórica, es decir, por su impacto en Jos valores culturales y en
las instituciones, el movimiento ambiental del último cuarto de este siglo ha ganado un lugar distinguido en el horizonte de la aventura
humana" (Manuel Castells, The power ofldentity ... , pág. 11 0).
163
Laureano Coral Quintero, Historia del movimiento sindical del magisterio ... , pág. 63.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 417
164
Colombia Hoy, No. 30, septiembre de 1983, págs. 3-4.
165
Veánse los ya citados ensayos de Marco Raúl Mejía, "Movimiento pedagógico ... ", yde Jaime E. Blandón, "El movimiento pedagó-
gico, anotaciones para un balance ... ".
m Colombia Hoy, No. 30, septiembre de 1983, págs. 3-4. Para Marco Raúl Mejfa, "el movimiento pedagógico se plantea no solamente
como un saber sobre lo pedagógico sino como un saber desde un lugar: el sindicato" ("Movimiento pedagógico ... ", pág. 19).
167
Declaración citada por Jaime Blandón, "El movimiento ... ", pág. 55.
168
Entrevista, marzo de 2000.
169
Abel Rodríguez nos comentó que la Fecode utilizaba lo que del movimiento pedagógico le daba prestigio, como la revista Educación
y Cultura, pero descuidó "el trabajo pedagógico con los maestros (... )se despreocupó del movimiento". Por eso concluía: " ... un
movimiento popular no se puede someter a la égida de un comité central ode un comité ejecutivo" (entrevista, marzo de 2000).
418 Mauricio Archila Neira
170
Esa fue la percepción que nos transmitió Abel Rodríguez en la entrevista que nos concedió en marzo de 2000. Ya Jaime Blandón
reconocía en 1993: " ... el quehacer del movimiento pedagógico está ligado al desarrollo de la Ley General de Educación" ("El
movimiento ... ", pág. 57).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 419
171
Luis Carlos Berna! yElvia Vallejo, "Comunidades de base en Colombia", Documentos Ocasionales, Cinep, No. 29, 1985, págs. 6-
11. El número absoluto de participantes fue relativamente bajo, 6.034, pero no todas las comunidades respondieron y además
quienes contestaron tenían un efecto multiplicador en sus comunidades.
172 Corno lo señalábamos en el capftulo 5, apoyados en Luis Alberto Restrepo, "Los movimientos sociales, la democracia y el socialis-
mo" ... , pág. 66. De otro cariz son los grupos cristianos que apartir de la Constituyente han incursionado con relativo éxito en la política.
No los consideramos en este texto porque además de ser un fenómeno reciente, la apelación religiosa no voluntaria -que también
funciona para los sectores laicos católicos y el Movimiento Metapolítico de Regina Once-los excluye de nuestra definición de
movimientos sociales modernos.
173 De la mano de Alicia ... , capftulo 10.
174
Mauricio García estima que no existe en nuestro país un movimiento social al estilo europeo, mas sí una creciente preocupación
ciudadana, no solo por denunciar sino por proponer en estas materias ("(,Condenados ala violencia? las acciones por la paz durante
la administración Gaviria", ponencia inédita, 1994).
175 Flor Alba Romero, "El movimiento de derechos humanos en Colombia", en Mauricio Archila yMauricio Pardo (editores), Movimientos
sociales ... , págs. 441-472.
420 Mauricio Archila Neira
176
En un estudio comparativo de América Latina se sostiene que en 1990 había en Colombia 22 organismos de derechos humanos. Se
incluyen instituciones como el Cinep, que existía desde 1973 pero que en los años ochenta asumió esa prioridad (Carlos Basombrio,
Educación y ciudadanía. Lima: Ceaal, 1992, págs. 72-93).
177
"El movimiento ... " págs. 445-452.
178
Mauricio Romero destaca el Movimiento por la Vida, impulsado por el Programa por la Paz de los jesuitas en los años ochenta yapoyado
por las mujeres. El Movimiento por la Vida convergirá en los noventa con País Libre en las movilizaciones por el No Más. Asu juicio es
el encuentro entre dos tradiciones: la contestataria de izquierda y la elitista de defensa ante el secuestro ("Movilizaciones por la paz,
cooperación ysociedad civil en Colombia", en Mauricio Archila y Mauricio Pardo (editores), Movimientos socíales .. , págs. 405-440).
179 Un fenómeno que escapa del periodo estudiado es el de los objetores de conciencia al servicio militar. Sin ser numeroso, es signi-
ficativo por el simbolismo que arrastra. Parece estar impulsado por creencias religiosas, aunque también es alimentado por versiones
criollas del anarquismo.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 421
180
Tal es el análisis que hace Wright Milis para el caso norteamericano (La élite del poder. México: Fondo de Cultura Económica, 1973,
págs. 244-246).
181
Partidospolíücos .. ., caprtulo VIl. Para el mismo autor, la vieja clase media tendría conciencia de tal, no así la nueva, por lo cual puede
proyectarse más allá de ella misma (págs. 194-195). Más adelante veremos las consecuencias de este tipo de análisis. Por ahora
interesa precisar el concepto.
182
Klaus Offe, "New Social Movements ... ", págs. 817-868.
183
Klaus Eder, "Does Social Class Matter in the Study of Social Movements? ATlleory of Middle Class Radicalism", en Louis Meheu
(editor). Social Movements and Socíal Classes. The Future of Col/ective Action. Londres: Sage, 1995.
184
Eder insiste en que su teoría es constructivista yno remite aesencialismos de clase (ibid.).
422 Mauricio Archila Neira
Para nuestros propósitos, entendemos por sectores medios tanto a los pe-
queños y medianos propietarios de medios de producción o distribución,
como a los trabajadores independientes y al conjunto de asalariados cali-
ficados que no trabajan directamente en la producción -los empleados de
cuello blanco-, sin entrar en tajantes distinciones entre lo viejo y lo nuevo,
al estilo de los países nórdicos.
Por donde se mire, esas capas medias hacen presencia visible más como una
capa de otros sectores sociales que como una nueva clase homogénea. Las
encontramos en el mundo estudiantil y académico en general, en los sectores
que hemos designado trabajadores independientes y en el terreno amplio de
los movimientos cívicos. Pero también se distinguen en el liderazgo de los
movimientos laboral, campesino y de mujeres. La literatura que habla de ellos
en el caso colombiano tiende a insistir en su crecimiento precisamente en el
periodo de estudio. 185 Una característica que las cohesiona aparentemente es
que pugnaron por ser incluidas tanto económica como, sobre todo,
políticamente. 186 Por más imprecisos que aparezcan sus contornos, cosa que
puede ser su ventaja comparativa, están presentes en forma mimética en casi
todos los movimientos sociales del periodo investigado.
185 Hay dificultades para medirlos, pues no constituyen una categoría censal. Robert Dixaventuró el cálculo de que constituían el15%
del total de la población en los años sesenta (Colombia: The Política/ ... , pág. 56). El padre lebrel, apoyado en el censo de 1951,
estimaba que estaban cerca del45% de la PEA (Estudio sobre las condiciones ... , pág. 35). Nosotros ya adelantamos algunas
aproximaciones para el caso laboral en la primera sección de este capítulo e ilustramos su crecimiento.
186 El mismo Dix, intérprete de la sociología norteamericana del momento, se atrevió acaracterizarlos de personal islas, apegados a
valores familiares yalo jerárquico con un sentido fatalista. No auguraba mucho éxito asu inclusión polltica, pues carecían de cohesión
y conciencia para proyectarse como fuerza social y polrtíca (Colombia: The Political ... , pág. 59). El valor de disciplina de trabajo era
parte de la imagen que querfan proyectar. En el medio antioqueño se designaba como "hombres de trabajo" no propiamente a los
obreros rasos sino a los "creadores de un respetable núcleo de empresas" (El Colombiano, 24 de abril de 1958, pág. 1).
187 Esta reflexión, que está alimentada en el reciente triunfo electoral de la fónnula autoritaria de Alvaro Uribe Vélez, en el que fue definitivo el
apoyo de esas capas medias hastiadas de la violencia, tiene el riesgo del anacronismo, pues en los años estudiados, especialmente
durante el Frente Nacional, las capas medias apoyaron proyectos de oposición. E:n los últimos años ellas se expresan en la llamada "franja
de opinión", ylo hacen en forma tal, que "llevando sobre sus hombros una opinión, pero no un partido, se desplazan, como una miríada
de peces, en la dirección que les señala la búsqueda de un candidato" (Editorial de Coyuntura Po/ftica, No. 21, abril de 2002, pág. 2).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 423
11
la primera es esa que yo digo de los descamisados; la se-
•••
188
Laureano Coral Quintero, desde la perspectiva marxista ortodoxa, intenta hacer la caracterización de clase del magisterio
insistiendo en que son asalariados especiales, cercanos al proletariado pero con conciencia pequeno-burguesa. Desde allf
construye la cronolog!a del sindicalismo magisterial en tres momentos: "burgués-conciliador", 1930-1960; "pequeno bur-
gués-izquierdista", 1960-1974; y "proletario-unitario", 1974-1980 (Historia del movimiento sindical del magisterio... ,
Introducción). Nuestra periodización se apoya más bien en la esbozada por Abel Rodrlguez en la entrevista que nos concedió
en marzo de 2000.
IBll Asf ocurrió, por ejemplo, con la ley de nacionalización de la educación en los setenta. La Fecode no la entendió como lo que era-
centralización en la nación de lo que antes nnanejaban los entes departamentales ymunicipales-, ypor el contrario la federación exigía
la estatización total-léase abolición de la educación privada- (entrevista con Abel Rodrlguez, nnarzo de 2000).
424 Mauricio Archila Neira
190
lbid. Dicha trayectoria, asu juicio, produjo la ya señalada triple identidad del maestro: como trabajador asalariado, como intelectual
y como ciudadano.
191
Bien retratado por Humberto Molina al hablar del significado del Frente Nacional para la juventud colombiana:" ... se había puesto
una receta para la vida política de las futuras generaciones, hipotecando el futuro político nuestro sin preguntamos (... )nuestra opinión
no contaba en lo más mínimo" (entrevista, febrero de 2000).
192
Semana, 12 de mayo de 1959, pág. 1O. Como ya se dijo, al acto asistieron además el presidente Alberto Lleras Camargo y los
dirigentes polfticos Darfo Echandla y Laurean o Gómez.
193
Recordar la narración de estos eventos por Víctor Daniel Bonilla en "l.Cuál es la problemática real de la Universidad? ... ". Marco
Palacios adelanta otra interpretación de estos hechos, reiterados, según recuerda, en 1977: "Tragando entero los clichés de la derecha
autoritaria sobre un Santander leguleyo, aquella generación estudiantil no quiso saber que este general del Ejército libertador creyó
firmemente que había contribuido afundar una nación basada en la voluntad y el contrato populares" (De populistas ... , pág. 180).
Esta reflexión ilustra la ambivalencia polftica de las capas medias, que también se pudo expresar en la atracción-repulsión que
tuvieron ante el proyecto populista del ex dictador Rojas Pinilla.
194
Álvaro Marroquín, "La lucha por la consolidación del movimiento estudiantil colombiano", Documentos Po/Rk;os, No. 36-37, 1964, ¡M!g. 39.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 425
tían en ser voceros de las clases subalternas, éstas miraban con sospecha
su radicalización. La ausencia de una estrategia de incorporación del estu-
diantado por el Estado, cuando no la abierta represión, conduce a que la
rebeldía se desboque, con lo cual, en palabras de Jaime Arenas, "a los estu-
diantes no les queda otro camino que acudir a las vías violentas para hacer
oír su voz" .195
195
Entrevista hecha pocos meses antes de su muerte y reproducida por la revista Flash, 16-30 de abril de 1971, pág. 31.
196
Fernán Torres, "Trayectoria histórica de la universidad" ... , Nos. 8 y 1O, 197 4, págs. 42 y 78, respectivamente.
197
Hasta aquí, la síntesis de lo narrado por El Tiempo, 10 de diciembre de 1977, pág. 14 A.
198
Inclusive en centros regidos por el clero, como la Universidad Javeriana, florecieron grupos contestatarios, como el movimiento
Cataluña de fines de los años sesenta. Para los setenta los grupos de izquierda hacían presencia explícita en dicho claustro (Voz
Proletaria, 6 de abril de 1972, pág. 6).
426 Mauricio Archila Neira
mente se oscureció sino que con el paso del tiempo se desvirtuó y arrojó un
resultado perverso para el sistema público de educación, que perdió terreno
ante el sector privado. La universidad, especialmente la estatal, se distan-
ció de la sociedad que pretendía transformar. La presencia de múltiples
expresiones culturales, aunque enriqueció el mundo universitario, no se pro-
yectó en forma pluralista hacia fuera, por el peso de un discurso único de
oposición. Este, sin embargo, no se condensaba en organizaciones unita-
rias, pues, además del canibalismo practicado por las izquierdas, el indivi-
dualismo todavía marcaba al mundo estudiantil. 199
Pero no todas las energías estudiantiles fueron dilapidadas. En los años ochen-
ta, acciones en defensa de los derechos humanos o de apoyo a las víctimas de
la guerra mostraron de nuevo el rostro solidario del estudiantado. La efímera
pero eficaz movilización en pro de la Asamblea Constituyente fue otro rasgo
del potencial transformador del movimiento estudiantil. En él, más que en
cualquier otro actor social, se encarnaron las grandezas y debilidades de los
llamados sectores medios: individualismo, pero con muestras de solidaridad;
fragmentación y al mismo tiempo acciones unitarias; deseo de acercarse a los
sectores subalternos, pero asumiendo a veces una vocería que no se le había
otorgado; discurso libertario de izquierda pero con elementos de autoritarismo
dictatorial; y, en fin, rebeldía, aunque a veces desperdiciada.
199
Humberto Malina. entrevisla, febrero de 2000. Metafóricamente complementaba sus opiniones:" ... de cierta manera florecieron mil
flores, como pedia Mao; el problema es que florecieron demasiadas, porque éramos supremamente individualistas".
200 lbid.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 427
zalo Arango, afirmaba en una entrevista que el propósito del nadaísmo era
"destruir todo lo existente para construir algo nuevo". Los métodos eran
"fomentar la anarquía y el desorden" .201 En sus poemas vertería esa rebel-
día. En uno de los más famosos recitaba: "Los nadaístas invadieron la ciu-
dad como una peste( ... ) Un nadaísta va solo hacia ninguna parte 1 porque
no hay sitio para él en el mundo (... )Ha teñido su camisa de revolución ... ".202
Como éste hubo otros movimientos artísticos, tal vez menos promocionados,
que junto con los movimientos sociales y los partidos de oposición canalizaron
los ánimos rebeldes de los sectores medios en un intento de transformar la
cultura y secularizar la sociedad. 203 Elementos como el patriarcado, la familia
tradicional y el peso clerical en la vida cotidiana fueron severamente cuestio-
nados; nuevas visiones de la sexualidad, las libertades individuales, la reli-
gión y la espiritualidad, y la relación con la naturaleza florecieron en esos
años. Como decía el mismo Humberto Malina, "nosotros fracasamos como
políticos, pero no creo que haya fracasado el movimiento intelectual de los
años sesenta. Consiguió una revolución educando en relación con las corrien-
tes modernas del pensamiento y la manera de entender la democracia" .204
dos exclusivamente por los sectores medios, sino que éstos orientan la
dinámica social y participan en ella de manera sustancial. En ese sentido
son definitivos en la construcción de las identidades de los movimientos
sociales, así en algunos no constituyan el sector mayoritario. Fueron ade-
más los grandes propiciadores de la acción social colectiva en el país.
Muchos argumentos se pueden esgrimir para sustentar esta opinión.
206
"Por lo general aquellos que están en las peores condiciones son los últimos que se organizan y dejan oír su voz" (Barrington Moore,
La injusticia: bases sociales de la desobediencia y la rebelión. México: Unam, 1989, pág. 146).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 429
nos y en algunos casos las asuman como propias. Pero aquí se encierra un
peligro: asumirse como vanguardias que hablan en nombre de los otros
actores sociales desconociéndoles su capacidad de autonomía. Este no es
su único defecto.
207
Barrington Moore trae acolación el patético comportamiento de algunos judíos de clases medias en los campos de concentración
nazis. En muchas ocasiones pensaban que había ocurrido un error con su detención, sentían lástima de sí mismos yse aferraban a
rutinas familiares. Todo ello produjo una adaptación exagerada o una claudicación que permitieron el sacrificio de correligionarios
(ibid., págs. 75-77).
208
Hablando de los economistas, Marco Palacios opina: "Las clases medias, educadas en el culto al intelectualismo, serían simultánea-
mente la principal fuente de adeptos a este tipo de modernidad, y de técnicos al servicio del Estado y del sector privado" (De
populistas ... , pág. 115).
209
No sin cierto tono irónico, el mismo Palacios comerrta: "... se conocen casos de reconocidos profesores marxistas en los años setenta,
militantes de diversas organizaciones de la izquierda que fueron cooptados en los años noventa, transformándose en altos funcionarios
del Estado y en destacados exponentes de las políticas económicas dominantes, incluidas las inspiradas en la ortodoxia neoliberal"
(ibid., págs. 103-1 04).
210
carmen D. Deere yMagdalena León no están lejos de este planteamiento. En la Introducción de su última publicación señalan: "Nuestra
intención en este libro es volver a traer a la palestra 'lo material' y mostrar su interconexión con los temas de reconocimiento"
(Género ... , pág. 12).
430 Mauricio Archila Neira
1
Citado por Lucas Caballero, Memorias de la guerra de los mil dfas. Bogotá: Ancora, 1980, pág. 27.
2
Reeditado en Bogotá: Gerardo Rivas Moreno, 1996, pág. 25.
434 Mauricio Archila Neira
3 Aunque no es fácil distinguir entre moral yética -el mismo Weber las usaba Indiscriminadamente (véase, por ejemplo Economy and
Society ... , pág. 325)-, aquí entenderemos por la primera las normas que rigen la conducta de la gente, mientras la segunda es la
reflexión filosófica sobre la moralidad (Carlos Rojas, "Conflictos morales, derechos humanos yética pública", Controversia, No. 173,
diciembre de 1998, pág. 123). Otra cosa es la deontología que, según Fernando Savater, es "el código ético que tiene un tipo de
persona determinada que hace una acción determinada" (Etica, po/Rica y ciudadanfa. México: Grijalbo, 1998, pág. 45).
4
23 de septiembre de 1965, pág. 12.
5 El Tiempo, 2 de enero de 1968, pág. 2.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 435
5 Esta aproximación no es muy diferente de la definición de moral esbozada por Fernando Escalante: "los hombres, vistos por separado
oen conjunto, actúan como si siguieran reglas: reglas de juego, que dicen qué hacer ycómo hacerlo; y explican también su conducta,
cuando se ven forzados aello, apoyándose en normas mAs o menos explicitas" (Ciudadanos imaginarios ... , págs. 21-22). AdemAs
de los argumentos de Escalante para relacionar racionalidad y moral (págs. 26-30), nosotros creemos que hacerlas mutuamente
excluyentes es abandonar el terreno de la razón para que campee su expresión más dominante: aquella instrumental universalizada
por Occidente.
7 La constitución de la sociedad ... , pág. 307.
436 Mauricio Archila Neira
8
Frase criticada por Fernando Cruces, "Las transformaciones de lo público. Imágenes de protesta en la ciudad de México", Perfiles
Latinoamericanos, Año 7, No. 12, junio de 1998, pág. 235.
9
El politólogo venezolano Luis Salamanca acota que la protesta no es un acto arbitrario, "es, en buena medida, intencional y en
consecuencia, acción racional, es decir, de estrategia dirigida areparar situac1ones y condiciones consideradas como adversas por
algún sector social yaobtener determinadas reivindicaciones" ("Protestas venezolanas en el segundo gobierno de Rafael Caldera,
1994-1997", en Margarita López (compiladora), Lucha popular ... , pág. 240).
10
Scott, al contrario de nosotros, estudió las expresiones de descontento cotidiano que no se plasman en protestas. En lo que llamó las
armas de los débiles plantea la existencia de "textos ocultos" como el rumor, el chiste o el chisme, a los que acuden desde tiempos
inmemoriales los sectores subalternos iletrados en su resistencia alas formas de dominación (Dominatíon and theArts of Resistance.
New Haven: Vale University, 1990).
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS v REVUELTAS 437
11
Véanse Gonzalo Sánchez, Los días de la revolución. Bogotá: Centro Cultural Jorge Eliécer Gaitán, 1984, y el capítulo 6de Medófilo
Medina, la Protesta urbana ...
12
Paul O'Quist habla de una cierta violencia racional, "si (ella) es el medio utilizado para alcanzar un fin potencialmente realizable ysi tiene
potencial para obtenerlo" (Violencia, conflicto ... , pág. 37). En una noticia reciente un periodista utilizó el calificativo "racional" para
designar a los asesinos en serie (El Espectador, 27 de junio de 1999, pág. 15 A).
13
EconomyandSociety.. ., vol.l, págs. 24-26 yvol.ll, págs. 1375-1380. La racionalidad instrumental no es sino uno de los cuatro
tipos (ideales) de acción social esbozados por Weber, como veremos luego.
14
La frase completa de Marx y Engels se refiere a la labor transformadora de la burguesía: "Todas las relaciones estancadas y
enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de
haber podido osificarse. Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profanado, ylos hombres, al fin, se ven forzados
aconsiderar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas" (Extracto del Manifiesto del partido comunista
citado por Marshal Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. México: Siglo XXI, 1988, pág.
103). En las ediciones rusa ychina del Manifiesto la traducción es distinta, en la parte pertinente: "todo lo estamental yestancado se
esfuma" (Obras escogidas. tomo l. Moscú: Progreso, 1976, pág. 114, yEl maniñesto del partido comunista, Pekín: Lenguas Extran-
jeras, 1975, :Jág. 37). Escapan aestas páginas !as razones de este pequeño "giro" lingüístico ...
438 Mauricio Archila Neira
ticos que en nombre de esa razón -como idea revolucionaria o como Estado-
nación- trajeron miseria y destrucción para grandes capas de la población. 15
En palabras de Alain Thuraine, "la fuerza liberadora de la modernidad se
agota a medida que ésta triunfa" .16 Se reproducía el patético destino de todo
proceso revolucionario: devorar a sus hijos y por tanto aniquilarse a sí mismo.
15
Esta historia es narrada por dos historiadores con posturas ideológicas contrapuestas, pero con grandes coincidencias analfticas
{véanse Eric Hobsbawm, Tñe Age of Extremes. AHistory of the World. New York: Pantheon, 1994 yFrancois Furet, El pasado de una
ilusión ... ).
16 La critica de la modernidad ... , pág. 93.
17 Mencionado por Ernesto Sábato,Antes de/fin ... , pág. 159.
18
Nos referimos a la ponencia "la racionalidad de la acción colectiva: (.problema moderno oposmodemo?", publicada por Santiago
Castro Gómez {editor), La reestructuración de~ ciencias sociales en América Latina. Bogotá: Ceja, 2000, págs. 349-372.
19
De su amplia obra véase la ya citada Teorfa de la acción comunicativa ...
°
2
Critica ala modernidad ...
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 439
21 Para Santos los dos pilares de la modernidad, la regulación y la emancipación, sufren también desequilibrios internos. la primera
es1á cimentada en el mercado, el Estado y la comunidad, yvive la hipertrofia del primero en detrimento de los otros, ydel Estado sobre
la comunidad. Asu vez, el polo de la emancipación sufrió la frustración del socialismo real ytambién se encuentra fragmentado (De
la mano de Alicia ... , pág. 131).
22 "Respuesta a la pregunta {.qué es lo posmodemo?" en Fernando Viviescas yFabio Giraldo (compiladores), Colombia: el despertar
de la modernidad. Bogotá: Foro, 1991, pág. 43.
23
"Interrogantes al pensamiento débil", Revista Foro, No. 24, sept. 94, págs. 5-12.
24 Gianni Vattimo, "Postmodemidad: l.una sociedad transparente?", en Viviescas y Giraldo, Colombia ... , pág. 193. Vattimo advierte,
sin embargo, que "este proceso de liberación de las diferencias no es necesariamente el abandono de toda regla, la manifestación
irracional de la espontaneidad" (ibid., pág. 194).
25 Gayatri Chakravorty Spivak, "Subaltem Studies: Deconstructing Historiography", en Ranajit Guha y Gayatri Chakravorty Spivak
(editores), Selected Subahem Studies. Nueva York: Oxford University, 1988, pág. 17.
26 Dipesh Chakrabarty, "Postcoloniality and the Artifice of History", en Ranajit Guha (editor),A SUbaltem Studies Readel; 1986-1995.
Minneapolis: University of Minnesota, 1997, pág. 290.
440 Mauricio Archila Neira
27
Alas pocas teorías que defienden tal posición pertenece el individualismo metodológico que todavía transpira funcionalismo, así se
lo intente problematizar como lo hace Martín Tanaka en su sugestivo, pero poco convincente, artículo ya citado, "Elementos para un
análisis de los movimientos sociales ... ". El autor insiste en que el estudio de éstos desde la racionalidad del individuo "hace posible
pensar en términos verdaderamente democráticos tanto la realidad social como las alternativas políticas" (pág. 23).
28
Sobre ética y economía. Madrid: Alianza, 1989, págs. 30-38.
29 Ha encontrado eco en una generación reciente de economistas como se expresa en la obra editada por Consuelo Corredor, Pobreza
y desigualdad ... Eduardo Bustelo, por ejemplo, considera que el discurso oficial es "amoral" porque, a pesar de sofisticar la
medición, evade la pregunta sobre la justicia ("Pobreza moral ... ", págs. 77 y ss).
30 The Nation and its Fragments ... , cap. 8.
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 441
31
Acción colectiva ...• pág. 66.
32
Economy .... vol. l. págs. 24-26.
33 !bid., vol. 11. pag. 1376.
34 Tal es el aporte, según Enrique Laraña. del interaccionismo simbólico en la comprensión de los movimientos sociales al considerar
también los elementos irracionales o, mejor,los componentes emocionales en su actividad (La construcción .... capítulo 1).
35 La convivencia de esos tiempos distintos en América Latina ha sido trabajada. entre otros, por Néstor García Canclini. Culturas híbridas:
estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo, 1990.
442 Mauricio Archila Neira
38 lvo Colo, "Ciudadanía ysociedad postmodema l.Es lodavlaactualla idea del bien común?", Revisla Foro, No. 26, mayo de 1995, ~- 9.
39
No 23, octubre de 1981, pág. 1.
444 Mauricio Archila Neira
buenas o malas esas acciones, sino explicar por qué se produjeron. Algo tenía
que impulsar a la gente a incurrir en los costos de participar en una protesta
porque no bastaba que unos cuantos dirigentes la convocaran. El líder de los
trabajadores cementeros, Gustavo Osario, reconocía autocríticamente a pro-
pósito del fracaso de la huelga de 1962: "Ese fue un grave error de sectarismo
nuestro porque al obrero no se le puede obligar a ir a la huelga a la fuerza". 40
De acuerdo con este ejemplo, más común de lo que puede parecer a simple
vista, el sentimiento de injusticia no parte de la privación absoluta de
bienes y recursos sino de la relativa, y requiere trascender lo individual
para socializarse y volverse un acto de protesta colectiva. La información
recopilada por nosotros muestra situaciones similares para el caso colom-
biano. Citaremos solo algunos ejemplos.
Thlio Cuevas recordaba en una entrevista que por tradición familiar era
antisindicalista, pero cuando ingresó a una fábrica en 1945 le tocó una
huelga y "yo vi que era justo, tan justo lo que pedían; los salarios de esas
pobres mujeres eran tan miserables que necesitaban llevar a sus hijas
para ayudarles a conseguir el mínimo. A la primera insinuación que me
hicieron para afiliarme (al sindicato) lo hice" .42 Muchos hombres y mujeres
4
° Citado por Carlos Arango, Tres décadas ... , pág. 54.
41
Cita de Marisa Revilla, "El concepto de movimiento social. .. ", pág. 381.
42 Entrevista concedida aÁlvaro Delgado, 1991.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 445
(... ) Pero también es cierto que ante una situación que está mejorando,
gracias al gobierno, la huelga es infundada" .47 Y cuando excepcionalmen-
te se apoyó alguna acción, fue por razones que mezclaban demandas ge-
nerales con nostalgias elitistas. Así lo expresó el editorial de El País ante
el paro cívico de 1989 en Popayán: "El conjunto de reclamaciones que ha
llevado a las gentes de la ciudad( ... ) a plantear un paro cívico, es cierta-
mente justo (. . . hay distancia) entre la gloria nacional que Popayán y el
Cauca han dado al país desde comienzos de la República con la situación
de pobreza" .48
47
11 de abril de 1968, pág. 4.
48 27 de junio de 1989, pág. 4 A.
49
George Rudé, ldeo/ogy and Popular Protest. Nueva York: Pantheon Books, 1980, capítulos 1 y 2.
50 Estas reflexiones ya las formulamos en Cultura eidentidad ... , págs. 26-27.
IDAS Y VtNIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 447
51 la contraposición de economía moral y política reproduce la mutua exclusión entre ética yrazón, que no compartimos.
52 The Moral Economy ... Es de resaltar su análisis -apoyado en Barrington Moore- de la existencia de dos elementos cruciales en las
"economías morales": la subsistencia, llevada al margen por la explotación, y la reciprocidad que resuelve temporalmente esa
tensión. De no ser así estalla la rebelión.
53 Hay interesantes aplicaciones de este modelo arealidades latinoamericanas, como el caso boliviano trabajado por Brooke l.arson,
quien no lo asume como algo rígido sino como una metodología, ("Explotación y economía moral en los Andes del sur: hacia una
reconsideración critica", Historia Crftica, No. 6, 1992, págs. 75-98). Aunque sin relación con este avance desde la disciplina histórica,
apartir de Sen algunos economistas se han acercado a los problemas morales de su discurso. Eduardo Bustelo, por ejemplo, señala
como "amorales" la idea de un mercado autorregulado más allá de los seres humanos y la misma conceptualización de la pobreza
referida a problemas de subsistencia. Los mercados equilibrados no existen y la pobreza es ante todo carencia de ciudadanía
("Pobreza moral ... ", pág. 86).
54
Dominance without .. ., pág. 58.
448 Mauricio Archila Neira
loniales como a los intelectuales ingleses e indios les fue difícil compren-
der la rebelión en esa parte del imperio británico. 55 Pero parece que esta
dificultad no se circunscribe solo a dichos intelectuales; nosotros encon-
tramos complicado aplicar este modelo al caso colombiano porque no es
clara la existencia de una tradición propia, diferente por esencia de la
occidental.
Desde la sociología Robert Merton acuñó unos conceptos que son de gran
utilidad en este tema si se logra desprenderlos de su marco funcionalista.
Nos referimos a la teoría intermedia de los grupos de referencia. 56 A partir
de unos estudios previos sobre el comportamiento de los soldados norte-
americanos en los años cuarenta, Merton postula que la conducta de los
individuos puede ser descrita con referencia a grupos, tanto a los que se
pertenece como a los otros. En este punto rescata el concepto de privación
relativa "para ayudar a explicar los sentimientos de insatisfacción, parti-
cularmente en los casos en que no parecía probable, a primera vista, que
la situación objetiva provocara tales sentimientos" .57 De acuerdo con es-
tas ideas, las conductas individuales y colectivas se comparan con las de
similares o distintos, para eventualmente descubrir carencias no necesa-
riamente objetivas sino en relación con esos grupos. Pero lo que Merton
quería explicar era la movilidad social y no el conflicto, por lo que estos
hallazgos terminan sumidos en reflexiones sobre la adaptación o las con-
ductas desviadas que -ya hemos visto- no sirven para entender totalmen-
te la acción social colectiva. 58
55 Guha reconoce que muchas protestas lideradas por nacionalistas como Gandhi se orientaban no tanto por el Dharma cuanto por la
denuncia de la incoherencia colonial de no gobernar bajo las mismas normas que cobijaban a los ciudadanos británicos (ibid., pág.
57).
56 Robert K. Merton, Teoría y estructuras sociales. México: Fondo de Cultura Económica, 1980, capítulos XyXI.
57
lbid., pág. 315. Dentro de los muchos ejemplos que pone destacamos uno ilustrativo: si un blanco gana la misma plata que un negro,
el primero se siente "pobre" mientras el segundo se percibe como "rico", en ambos casos con relación asus grupos "raciales" de
pertenencia (pág. 357).
58 Así, considera a la rebelión como una de las formas, extremas, de adaptación, pues "lleva a los individuos que están afuera de la
estructura social ambiente apensar ytratar de poner en existencia una estructura social nueva" (lbid., págs. 234-235). Por su parte,
el inconformismo derivado de la privación relativa es visto como una de las conductas divergentes o desviadas, cercana, aunque
diferente, de la criminalidad (págs. 440 y siguientes). Con razón Melucci critica esta mirada funciona lista no solo por minimizar los
alcances de las protestas, sino porque las ubica como una simple respuesta agresiva ala frustración, desconociendo el entamo y las
razones por las que la gente decide pasar a la acción (Acción colectiva ... , págs. 63-67) ..
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 449
59
Cn1ica de la modernidad ... , pág. 144. Anuestro juicio, lo que ha cambiado no es el tipo de dominación, que siempre se ejerció sobre
cuerpos yalmas, así no lo hiciera explícito, sino su percepción.
60
"Debt, Protest, and !he State in Latín America", en el ya citado libro editado por Susan Eckstein, Power and Popular Proles! ... , págs.
299-328.
61
La injusticia ... , especialmente los tres primeros capítulos.
62 lbid., pág. 480.
450 Mauricio Archila Neira
por algo que se pierde -reivindicación- pero también por no tener algo que
se cree merecer -vindicación-. En todo caso, como lo señalaba la anécdota
de las hamacas y lo ilustramos en los capítulos anteriores, las razones de la
rebeldía social hay que buscarlas no tanto en la privación absoluta cuanto
en la relativa, desprendida esta última de su connotación funcionalista.
63 Gamilo Barrero, "la justicia en comunidades barriales, una aproximación ala construcción de lo público", Controversia, No. 172, julio,
1998, págs. 104-1 05.
64 Margarila López designa amuchas protestas venezolanas ocurridas durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez como "encuentros
con una autoridad injusta". Ylo explica asf: "la justicia no se estaba administrando para los sectores subordinados; y más allá de este
hecho, el poder se estaba ejerciendo de manera arbitraria ysin freno contra los humildes, violando cláusulas vitales de la relación entre
un Estado que se decfa democrático y los sectores populares" {"la protesta popular venezolana entre 1988 y1993", en el libro ya
citado compilado por la misma autora, lnchapopular .. ., pág. 219).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 451
Sin embargo, en las protestas sociales ocurre otra cosa, a pesar de que
muchas de ellas están al margen de la ley. En la acción social colectiva no
65
El Tiempo, 3 de diciembre de 1969, pág. 4.
66 Camilo Barrero, "La justicia ... ", págs. 104-105.
67
Andrés Salcedo, "Imaginarios de justicia en contextos barriales", Controversia, No. 172, julio, 1998, pág. 129.
45 'lL Mauricio Archila Neira
Con todo, los actores sociales no cejan de presionar para legitimar sus
demandas y el mejor mecanismo que han descubierto es enmarcarlas en
derechos de cobertura universal, así no siempre éstos se consagren en
leyes o constituciones. Esto nos conduce a otro aspecto que sin duda es
una rica veta para entender la dimensión moral de las protestas: su justi-
ficación en las necesidades humanas traducidas en términos de derechos.
NECESIDAD Y EMANCIPACIÓN
68 Touraine le apuesta amovimientos sociales que actúen "en nombre de los valores considerados esenciales para el conjunto de la
sociedad" (¿Cómo salir... ?, pág. 57). Esta posición se parece a lo que otros llaman los "marcos culturales" en los cuales los
movimientos sociales deben inscribirse para lograr mayor apoyo (véase, por ejemplo, Doug McAdam, "Culture and Social Move-
ments", en el ya citado libro compilado por Enrique Laraña y otros, New Social Movements .. .).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 453
dominantes como una mera defensa de privilegios, también puede ser leí-
da como la aplicación del derecho a una vida digna. 69 Aunque para Colom-
bia el proceso de formalización de demandas como derechos es relativa-
mente tardío -hace parte más bien de los años noventa, como resultado de
la nueva Constitución-, no sobra alguna reflexión al respecto, pues ya se
insinuaba entre los actores sociales durante el periodo estudiado. 70
69 Agnes Heller define muy bien el privilegio como la apropiación excluyente de un derecho. Si una minoría étnica reclama autonomía
cultural pero no es capaz de reconocerla aotros, se ha producido el salto de derecho aprivilegio (Una revisión de fa teoría de las
necesidades. Barcelona: Paidos.1996, pág.103).
70
Natalia Paredes, "El deterioro de los derechos económicos y sociales afinales de los noventa en Colombia", Controversia, No. 176,
abril, 2000, págs. 105-129. De interés para esta sección ha sido su anterior ensayo, "Ante la evidencia de las necesidades Wué hacer
con los derechos?", Controversia, No. 175, diciembre, 1999, págs. 149-171.
71 "A la búsqueda del progreso en los siglos 'ti.. y '/Y..I", Unrísd Informa, No. 22, 2000, pág. 3.
72
Consuelo Corredor, "El problema de la pobreza ... ", en el libro editado por ella, Pobreza y desigualdad ... , págs. 59-60. Para la
autora, aquí radica el problema de la equidad: más que una distribución igualitaria de esas necesidades o "bienes de mérito". ella
debe apuntar aequiparar la desigualdad en las oportunidades.
73
Teoría de fas necesidades en Marx. Barcelona: Península, 1978. Véase su más reciente elaboración en el ya citado Una revisión
de la teoría ...
454 Mauricio Archila Neira
Habrá que reconocer ante todo que, según Heller, la teoría de las necesi-
dades en Marx es contradictoria, comenzando porque nunca las definió
con precisión. El problema que él se plantea, sin resolverlo satisfactoria-
mente, es qué tan naturales o sociales son las necesidades humanas. Si
bien las diferencia, termina concluyendo que todas son socialmente cons-
truidas y que varían según tiempos y culturas?4 Es un dilema complejo
cuyos ecos se siguen escuchando en el presente. Barrington Moore Jr., por
ejemplo, escribe:
Agnes Heller, por su parte, ofrece una respuesta más convincente que la
del mismo Marx: las llamadas necesidades naturales -físicas o biológi-
cas- no constituyen un conjunto separado sino el límite inferior de satis-
facción del conjunto de necesidades. De ahí para arriba están aquellas no
dirigidas a la mera supervivencia, "en las cuales el elemento cultural, el
moral y la costumbre son decisivas". 76 Estas últimas son las que Marx, en
uno de sus primeros escritos, designó como "radicales" -por ejemplo, la
búsqueda de más tiempo libre-. Ellas también brotan del mundo de la
producción --que en Marx es el de las necesidades-, pero tienden a supe-
rarlo para acceder a la libertad. Las necesidades radicales son el medio
para cobrar conciencia, no ya de la miseria sino de la alienación o, en
nuestros términos, de la injusticia. 77 La primera reflexión de Heller con-
cluía con la tesis marxista de una conciencia resultante "por necesidad"
del capitalismo y encarnada por los proletarios. Ese era el fundamento
74
Al estudiar los productos necesarios y los de lujo Marx señala que no responden acaracterísticas inherentes sino a la capacidad de
ser adquiridos, en forma tal que si la producción general aumenta, algunos lujos se pueden volver necesarios, yviceversa cuando hay
recesión (Agnes Heller, Teoría ... , pág. 38).
75
La injusticia ... , pág. 19. Es más omenos el mismo dilema que veíamos en la construcción de identidades étnicas y de genero entre
rasgos flsicos y caracterfsticas culturales.
76
Teoría ... , pág. 33. La lucha por satisfacer las necesidades es algo que supP.ra el simple "llenar el estómago del trabajador yde sus
hijos" (pág. 32).
77
lbid., cap. IV.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 455
"Con este término los hombres y las mujeres retoman como su-
jetos; no como sujetos autónomos o 'individuos libres', sino como
78
Una revisión de la teoría ...
79
E. PThompson, William Morris, Valencia: Alfons el Magnanim, 1988.
80
Thompson criticaba aAlthusser de aplicar un estructuralismo cerrado que negaba la libertad (Miseria de la teorfa. Barcelona: Critica,
1987). Este debate terminó siendo respondido por Peny Anderson, quien asu vez acusó aThompson de utopista ymoralista -ambos
elementos lejanos de la tradición central del marxismo- por defender la libertad de acción humana (Teorla, po/ltica ehistoria. Madrid:
Siglo XXI, 1985).
81
La miseria ... , pág. 263.l.os subrayados son del autor. Thompson sugiere, sin profundizar, la distinción entre una experiencia "vivida"
-lo inmediato- yla "percibida" -que implica poner en juego los valores culturales de la gente-.
456 Mauricio Archila Neira
Hemos insistido en que hay una mediación cultural para captar la injusti-
cia y, en consecuencia, indignarse. 84 No obstante, no todo el mundo tiene
igual acceso al capital cultural--en términos de Bourdieu- que permita la
rebelión. Para Moore, por ejemplo, las oportunidades para deshacer la at-
mósfera de opresión "están distribuidas de manera desigual en las socie-
dades organizadas jerárquicamente". 85 Por más que queramos despren-
dernos de los condicionamientos materiales para explicar la protesta y
acudamos a las mediaciones culturales, éstos aparecen de nuevo, por cuanto
el acceso al capital cultural es desigual precisamente por los desequili-
brios económicos de una sociedad como la nuestra.
A pesar de este retorno inevitable a las bases materiales que marcan toda
acción social colectiva, no se anula la aseveración de que ella no resulta
mecánicamente de un deterioro absoluto de dichas bases. Hay de por medio
un agravio moral que pone en juego las distintas racionalidades con las
82
lbid., pág. 253. Los subrayados son del autor. En la Introducción reseñábamos otros posibles puentes entre estructura yacción, como
los intentos de Giddens con la teoría de la estructuración o de Elias y Bourdieu con la categorfa "habitus". Pero tal vez esos esfuerzos
carecen del dinamismo y la dimensión diacrónica que ofrece la propuesta de Thompson. Por ello para muchos historiadores la
categoría experiencia parece ser una herramienta más adecuada para el trabajo de ~econstrucción del pasado (véase Emilia Viotti
Da Costa. "Experience versus Structures", Jnternalionall.abor and Working Class History, No. 36, otoño, 1989, págs. 3-24).
83
"Es posible sostener que el agravio moral y el sentimiento de injusticia social tienen que ser descubiertos y que el proceso de
descubrimiento es fundamentalmente histórico" (Barrington Moore, La injusticia ... , pág. 28).
84
Touraine opina que quienes pueden luchar mejor no son los más oprimidos sino aquellos que "son conscientes de sus derechos"
(¿Cómo salir... ?, págs. 42-43).
85
lbid., pág. 106. Anuestro juicio aquí existe un puente con quienes intentan reconceptualizar la pobreza. LDs pobres, de acuerdo con
Consuelo Corredor. carecen de dotaciones iniciales mínimas, lo que los pone en condiciones de desigualdad y los hace más vulne-
rables alos cambios del entorno, reforzando el círculo vicioso en que se hallan ("El problema de la pobreza ... ", págs. 60 yss).
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 457
s• Contrariamente anuestra visión del conflicto social, Robert Merton circunscribe la indignación moral ala conducta "ortodoxa", es decir,
alos inconformes ante la violación de nonmas morales. Según el autor, quien primero formuló el agravio moral fue Hobbes, aunque
en un lenguaje arcaico del derecho natural (Teoría y estructuras sociales ... , pág. 445).
87
Una revisión .... págs. 117-122. Por ahf cerca están laclau yMouffe con la tesis de democracia radical, ya reseñada en la Introducción.
458 Mauricio Archila Neira
88
En el capítulo 2 hicimos algunas menciones de este tipo. El relato de las luchas registradas en Barrancabermeja hecho por Jairo
Chaparro trae abundantes casos de la lúdica de la protesta, especialmente en la barricadas, que eran comunes en el puerto petrolero.
En el paro por la vida del6 y 7 de mayo de 1987, por ejemplo, "se armó la fiesta en las barricadas, había alegria, música, las ollas
con comida, el café, los estribillos, consignas, poemas y mucha actividad. Era el triunfo de hacer el paro" ("Recuerdos de un tropelero",
Documentos Ocasionales, Cinep, No. 63, 1991, pág. 31 ).
89
Ilustrativo es el ensayo de Eric Hobsbawm, "La transformación de los rituales obreros", en El mundo del trabajo. Barcelona: Grijalbo,
1987, págs. 93-116.
90
"Las transformaciones de lo público ... ", págs. 230 y 251. Para ilustrar lo dicho bastaría mencionar el reciente "zapatour" presen-
ciado en México, aprincipios de 2001.
91
En este tema es obligada la referencia al tratamiento del carnaval en Miktlail Bakhtin, Rabelais and His World. Bloomington: Indiana
University, 1984 (hay versión en espailol editada por Alianza).
s2 La reivindicación ... , pág. 189.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 459
93
Fernando Cruces, "Las transformaciones de lo público ... ", pág. 252.
94
Aquí nos acercamos aMelucci, para quien "(l)a forma de los movimientos contemporáneos (... )es la expresión más directa del
mensaje que la acción colectiva anuncia a la sociedad" (/lcción colectiva ... , pág. 101 ).
95
lbid., pág. 253. Esto sugiere que la relación entre medios ymovimientos sociales debe verse en forma compleja: no solo como mutua
utilización, en la que pierden los menos poderosos -los actores-, ocorno mera masificación ypor ende alienación. También existe la
posibilidad mediática de llegar amás gente, de ampliar el público. En ese sentido Mellucci insiste en que los movimientos sociales son
medios de comunicación en sí f/icción colectiva .. ., capftulo 3). Fabio López ha ilustrado la compleja relación entre medios yactores a
propósito de la movilización realizada en el Macizo Colombiano caucano en noviembre de 1999 ("Medios de comunicación ymovimientos
sociales: incomprensiones y desencuentros", en Mauricio Archila y Mauricio Pardo (editores), Movimientos sociales ... , págs. 475-494).
96
Estas palabras hacen eco de la reciente pregunta de David Slater: "¿Hasta qué punto la aparición de nuevas fonnas de movilización
y de resistencia conlleva la renovación de los modos de investigación y el planteamiento de nuevas preguntas ... ?" ("Terrenos de
poder ymovimientos de resistencia" ... , pág. 68).
460 Mauricio Archila Neira
Esta no es la primera vez que las ciencias sociales se han planteado las
relaciones entre conocimiento y sociedad. Por el contrario, la inquietud ha
estado presente desde sus orígenes. Lo criticable han sido las respuestas
que se han dado en Occidente a lo largo de siglo y medio, para entender
tanto el papel de los investigadores como el de los investigados. Veamos
por separado estos dos polos.
100
La frase corresponde auna de las tesis de Marx sobre Feuerbach, que literamente reU~ así: "Los filósofos no han hecho más que
interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo" (Obras escogidas, tomo 1, Moscú: Progreso,
1976, pág. 10).
10
~ Algunas de estas ideas fueron desarrolladas. dentro del contexto historiográfico, en el ya citado ensayo "¿Es aún posible la búsqueda
de la verdad? ... ".
102
Tal era el fundamento de la pedagogía del oprimido, que tuvo aPaulo Freire como su máximo exponente (La educación como práctica
de la libertad. México: Siglo XXI, 1969).
462 Mauricio Archiia Neira
Investigación Acción Participativa (IAP). 103 Sin duda supera el crudo com-
promiso que pretendió la "investigación militante", consistente en ponerse
sin condiciones al servicio de los oprimidos en la construcción de una
ciencia popular. 104 En ese sentido la IAP propone, en palabras de Fals Bor-
da, "un proceso que combina la investigación científica y la acción política
para transformar radicalmente la realidad social y económica y construir
el poder popular en beneficio de los explotados" .105 En el ponderado juicio
de Guillermo Hoyos, si bien la IAP aporta a la construcción de identida-
des y a la micropolítica, todavía respira "desgano por los modelos genera-
les (y) cierta incapacidad para pensar lo universal" .106
103
Como Orlando Fals Borda la define, no es estrictamente una metodología de investigación, ni una técnica de educación de adultos, ni
una propuesta de acción polftica, sino una síntesis de todas ellas (Conocimiento y poder popular. Bogo1á: Siglo XXI, 1985, pág. 125).
104 Víctor D. Bonilla, Orlando Fals Borda yotros, Causa popular, ciencia popular. Bogo1á: la Rosca, 1972.
105 Conocimiento y ... , pág. 125. Esta propuesta transpira todavía una especie de positivismo popular, que ya criticábamos en la
Introducción y que era más evidente en el momento previo de la investigación militante. la práctica de la Fundación la Rosca, que trató
de implementar dicha investigación en la Costa Atlántica aprincipios de los setenta, se prestó adistintas interpretaciones. La elabo-
ración de cartillas pedagógicas y la realización de cursillos tuvieron acogida pero no faltaron voces criticas embadurnadas de epítetos
propios de la época. Auto críticamente, algunos activistas reconocían: "En la última reunión cometimos un error con (Ortando Fals
Borda); no tuvimos en cuenta su trayectoria de trabajo con nosotros; hicimos caso aalgunos compañeros que no estaban del todo bien
informados y obramos con cierto oportunismo" (Archivo de Luchas Campesinas, Cinep, AD 84, pág. 6).
106
"De la investigación acción participativa ala teoría de la acción comunicativa", en la obra compilada por él yAngela Uribe, Conver-
gencia entre ética y po/flica ... , pag. 8. En el momento de la investigación militante, Fals ysus colaboradores expresaban: "... algunos
profesionales hemos sentido la necesidad de la inserción al proceso histórico (... ) para el efecto, algunos abandonamos los recintos
universitarios o pusimos en cuarentena los marcos de referencia de la ciencia ortodoxa y parcelada transmitida por la universidad
tradicional" (CausapopulaJ .. ., págs. 33-34).
1 7
o La constitución de la sociedad ... , pág. 307.
toa Challenging Codes .. ., pág. 396.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 463
109
Ya veíamos, por ejemplo, la crfiica de los Estudios Subalternos al conocimiento de los sujetos poscoloniales por su irreductibilidad
a los parámetros de la ciencia occidental (Partha Chaterjee, The Na/ion and its Fragrnents ... , cap. 8).
110
"LDs sectores populares urbanos ... ", pág. 275.
464 Mauricio Archila Neira
,,, Como dice Barrington Moore, "(m)e temo que la idea de que hay un espíritu indomable de rebelión en todos los seres humanos no
es más que un puro mito" (LE injusticia ... , pág. 434).
CONCLUSIONES
'Tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas;
quiero, amiga, que me digas: ¿son de alguna utilidad?"
(Poema "La ardilla y el caballo", de Tomás de lriarte) 1
1
Tomado de Rodolfo Berna!, Lecturas escogidas en prosa y verso. Bogotá: Voluntad, 1963, págs. 94-95.
2 Sobre este punto véanse los balances de los ya citados textos de Juan Fernando Romero, Huelga y servicio público .. . yMaree! Silva,
Flujos y reHujos ...
468 Mauricio Archila Neira
3
El autor concluye: "Los logros de las luchas campesinas acabarán por hacerse funcionales para consolidar aquella pauta a la cual
habían tratado de oponerse" (Los usuarios ... , pág. 214).
En un análisis de las luchas estudiantiles ocurridas hasta fines del Frente Nacional, lvon Le Bol señala: " ... lejos de recobrar la
autonomía, la universidad ha evolucionado en el sentido de una mayor dependencia con respecto al poder ya las fuentes de financia-
miento" (Educación eideología ... , pág. 111).
5 José A. Ocampo, Un futuro económico ... , págs. 26-27.
6 Edgar Montenegro (entrevista, junio de 2000) mencionaba el caso del paro cívico que tuvo lugar en el Chocó afines de los ochenta,
pero hay otros ejemplos del mismo tenor, como el roce, años antes, por la ciudadela industrial Simón Bolívar en la isla de Salamanca,
que ya se narró.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 469
mis hijas; no tiene que ver nada lo uno con lo otro" _7 A su vez, el movimien-
to indígena ha sido motivo de elogios, no tanto por sus propios actores
cuanto por los observadores externos. Claro que allí se esconden no pocas
nostalgias de los intelectuales, como lo reconoce Pablo Tatay: " ... el vacío
de lo propio nos lleva a buscar los salvadores (... ) ha sido tal el fracaso del
movimiento social en el país que aparece el movimiento indígena como
tuerto entre ciegos". 8
7
Entrevista con Helena Páez de Tavera, septiembre de 2000. En un reciente diálogo con Antanas Mo:kus, Florence Thomas usó
expresiones similares, con la vehemencia que la caracteriza: "Una revolución sin un solo muerto, sin tanques, sin fusiles. Una revolución
absolutannente pacifista. En los últimos cUé!Jentaaños hemos transfonnado, como tal vez nunca en los veinte siglos que nos precedieron,
las relaciones entre los hombres y las mujeres. De pronto es la mutación más importante de nuestra civilización" (La Revista de El
Espectador, 4 de marzo de 2001, pág. 10).
8 Entrevista, julto de 2000.
9
Pablo Tatay recalcaba: "En lo indígena hemos tratado de que siempre sea un movimiento abierto, que trate de entrar en un movimiento
más general. Sin embargo, no faltaron dtrigentes indigenistas que buscaban limitarlo casi alas reivindicaciones propias" (entrevista,
julio de 2000). Ello remite a la tensión entre lo particular y lo universal que analizábamos en el capítulo 7.
10
Rodríguez menciona ejemplos que más allá de lo trivial indican un indudable aumento de los ingresos: "... en los sesenta nosotros
andábamos en bus, todos estábamos arrancando (... )ahora ya es una elite, todos bien vestidos, montados en su carro" (entrevista,
marzo de 2000). Otro es el problema que plantea José A. Ocampo sobre el exceso del gasto público para financiar el mejoramiento
del poder adquisitivo de los maestros y en general de los empleados públicos (Un futuro económico ... , págs. 26-27). El a:Jtor, sin
embargo, lo ubica en los años noventa, por lo que este fenómeno escapa anuestro marco temporal de análisis.
470 1 Mauricio Archila Neira
nas lo logran sin acudir a las vías de hecho. Para otros y otras las cosas
son más complicadas. Bien lo expresan dos dirigentes campesinos entre-
vistados: " ... en este país el gobierno nos tiene acostumbrados a que si no
es protestando, si no es peleando, si no es las cosas a las malas -que no
nos gustan mucho-, no se consigue nada" .11 La acción social colectiva
acarrea costos para los antagonistas, para otros miembros de la sociedad
ajenos al conflicto y para los mismos actores. Pero en general, mirando las
cosas desapasionadamente, estos costos no parecen ser impresionantes.
Los días perdidos por paros terminan siendo menos que los derivados de
las fiestas religiosas y patrias. 12 Casi con seguridad más plata se pierde
por despilfarro y corrupción que por las protestas.
A pesar de las actitudes políticas que condenan la acción colectiva por inne-
cesaria en una sociedad moderna o, por el contrario, que la exaltan como la
chispa de la revolución, ella ha sido un recurso, entre otros muchos, utilizado
por los sectores subalternos para lograr condiciones de existencia más justas
y dignas. Ha sido la expresión de su descontento, pero sin llegar a transfor-
marse en la odiada o anhelada revolución. Al mismo tiempo encarna las debi-
lidades y fortalezas de nuestros actores colectivos. Ampliemos este punto que
es el núcleo del balance que nos proponemos en estas conclusiones.
11
Edilia Mendoza y Francisco Cortés, entrevistados en junio de 2000.
12
Un ejercicio sencillo ilustra lo dicho. Si se suman todas las jornadas perdidas""''¡ huelgas-recuérdese que pocas han sido generales
yademás éstas no han tenido total cobertura- y se contrastan con los jornadas en las que el conjunto de la fuerza laboral no trabaja,
éstas desbordan con creces a las primeras.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 471
13
Asf ocurrió con el comité ejecutivo de la Anuc línea Sincelejo, que después de airadas proclamas de independencia yde condenas
alos gobiernos de tumo, se unificó con la línea Armenia en febrero de 1981. El evento fue clausurado con un homenaje al ex presideniB
Garlas Lleras yquien dirigió la palabra al ilustre personaje fue el "compañero" Alfonso Cuéllar, un antiguo maoisla que habla asesorado
en la sombra alos directivos de la lfnea Sincelejo. El reporte de esa ocasión conclufa con este comentario:" ... ese mismo dfa, en las
horas de la tarde, estuvimos todos los miembros del Comité Ejecutivo yalgunos funcionarios de Organización campesina en un
almuerzo ydiálogo interesante con el señor ministro (de Agricultura) Doctor Gustavo Dájer Chadid" (Archivo de Luchas Garnpesinas,
Cinep, AA 024). Este ejemplo, extremo sin duda, no quiere decir que todas las organizaciones sociales tengan ese comportamiento.
Pero no deja de llamar la atención que haya ocurrido precisamente con los dirigentes de una organización emblemática por su
independencia con relación al Estado.
14
El espfritu vanguardisla no era exclusivo de los altos directivos de los partidos de izQuierda. Los editores de la revislaAIBnléiN también
comulgaban con esla idea. En un recuento de las luchas sociales en 1976 conclufan: • ... correspo¡xle a las organi2aciones !'EMllucionarias
hacer el balance de las luchas populares con el fin de coordinarlas y calificarlas" (No. 111, diciembre de 1976, pág. 15).
472 1 Mauricio Archila Neira
15
En el capítulo 5 desarrollamos estos puntos, en los que no se descarta también un enfrentamiento entre los grupos guerrilleros por
el control territorial, como fue el caso de Urabá en los años ochenta, ilustrado por el ya citado testimonio de Fernando Alcides Pérez,
antiguo militante del EPL en la zona (ENS, Cuadernos de derechos humanos ... , págs. 40 y 50-54).
16
Marco Palacios insiste también en que la ausencia histórica de una etapa popu 1ista, a pesar de los brotes del gaitanismo y la Anapo,
afectó ala sociedad colombiana porque debilitó la capacidad del Estado de incorporara los movimientos sociales, "con la consiguien-
te marginación de los sindicatos obreros y organizaciones populares en la formulación yaplicación de políticas económicas" (De
populistas ... , pág. 109; véase también pág. 134).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 473
17
José A. Ocampo se pregunta por la especificidad de la Colombia de fines del siglo XX para concluir que más que la falta de "conciencia
de lo público" y el narcotráfico, fenómenos presentes en sociedades vecinas, lo que nos caracteriza es la fragmentación del poder
expresada no solo en la debilidad relativa del Estado sino en la atomización de la sociedad civil (Un futuro económiw ... , págs. 31-
32). "A medida que surgieron nuevos actores ymovimientos sociales, se reprodujo la tendencia aevitar la formación de hegemonías
nacionales fuertes en cualquier sector, ya fuese el obrero, el campesino, el cíviw oincluso el empresarial. Como reproduciendo viejas
estructuras, los wnflictos que se fueron desarrollando siguieron siendo esencialmente :ocales, ayudando aevitar el desmoronamiento
de las estructuras más globales, pero generando en más de un momento (... ) una sensación de caos asociado ala multiplicidad de
focos de desorden" (pág. 32).
18 Gustavo Wilches nos habló de la necesidad de "ambiental izar" a los movimientos sociales y en general a la sociedad (entrevista,
septiembre de 2000). Algo similar se podría señalar con relación alas diferencias étnicas, de género, preferencia sexua! y otras que
aparecen en forma creciente en las agendas de los actores sociales y que seguramente se proyectarán con nnayor fuerza en los años
porvenir.
474 Mauricio Archila Neira
19
Citada por John French y Daniel James, The Gendefed Worlds ofl.atin American Women WO/kers. Durham: Duke University, 1997,
pág. 21.
APÉNDICE
METODOLÓGICO
l a base de datos sobre luchas sociales registradas en Colombia
entre el primero de enero de 1958 y el31 de diciembre de 1990 en
realidad es continuación de un trabajo de largo aliento que hemos
adelantado desde hace un par de decenios: la revisión de prensa a partir
de la primera década del siglo pasado y lo corrido del presente. En ese
sentido disponemos de una información empírica aún no sistematizada
enteramente sobre conflictos sociales ocurridos en el país a lo largo del
siglo XX. Para los treinta y tres años analizados en este libro se continuó
con la metodología ya construida, aunque con algunas innovaciones sus-
tanciales. Así, entre 1958 y 1974 se revisó, día por día, el periódico El
Tiempo y cuando éste no estaba disponible en las bibliotecas consultadas
se acudió a El Espectador. La información obtenida de estos periódicos
capitalinos fue contrastada con otras fuentes escritas como las revistas y
los periódicos de los actores sociales o de las organizaciones de izquierda,
así como con las entrevistas que se citan en la Bibliografía. También se
incorporó la base de datos sobre conflictos huelguísticos que Álvaro Del-
gado ha construido desde 1960.
ACTORES SOCIALES
3
Esto lo hacemos apesar de compartir la crítica que Martha Cecilia García hace de esta categoría por pertenecer "a una zona gris del
conocimiento, porque califica por la vía negativa: no partidista, no político, no subversivo, no clasista" (25 años ... , pág. 73). Su
propuesta de designarlos "pobladores urbanos" supera en gran parte la vaguedad del concepto "cívico" pero deja al margen las
protestas de movimientos regionales, que no siempre fueron urbanos.
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 481
MODALIDADES DE LUCHA
4
Se puede decir que recogen el llamado sector informal, pero éste se hace presente también en los cívicos yaveces en asalariados,
cuando logran formar organizaciones sindicales.
~82 Mauricio Archila Neira
5
En 25 años ... se decidió contabilizarlas aparte, dada la riqueza de información que cada variable contenía.
6
Ya hemos dicho que nuestra definición de movimientos sociales los inscribe en la dinámica de construcción de consenso yno de imposición
por las amnas. En consecuencia, no incluimos las acciones de los grupos armados, como tampoco eventos que hacen de la violencia un
fin, sin tener ninguna relación con demandas sociales. El mejor ejemplo de estos últimos es el "tropel" que hacen minorías de encapu-
chados en las universidades públicas sin plantear explícitamente una demanda. Estos eventos por sí mismos, a nuestro juicio, no
constituyen protestas sociales y, por ende, no las cuantificamos como tales. Sin embargo, la violencia puede aparecer, no como propósito
inicial sino como resultado de una confrontación con claras demandas sociales, en cuyo caso se cuenta como un disturbio.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 483
MOTIVOS
Ante todo, los motivos de las luchas constituyen una variable que intenta
medir la percepción que los actores tienen en torno de las causas del con-
flicto social. Como normalmente hay más de un motivo en las acciones
sociales colectivas, con el fin de evitar duplicación de los registros escoge-
mos el primero que se formuló en forma explícita o que fue reproducido por
la fuente consultada.
7
La forma como contamos las invasiones parece apartarse de este criterio, pues separamos cada una como una acción independiente.
En realidad así ocurrió, apesar de la aparente coordinación ofrecida por el comité ejecutivo de la Anuc. Esta decisión operativa pudo
alterar los resultados de la contabilidad para años como 1971, cuando el número de invasiones desbordó con creces el de otras
modalidades de lucha.
8 No sobra recalcar que tampoco incluimos las acciones propiamente políticas incluidos aquellos desfiles organizados por las auto-
ridades gubernamentales bajo ningún pretexto.
484 Mauricio Archila Neira
Para facilitar el trabajo hemos formalizado estas categorías para que englo-
ben a más de un actor social. De esta forma construimos los siguientes moti-
vos, que van desde lo más material a lo explícitamente político y cultural:
REGIONALIZACIÓN
9 Colección de fascículos coordinada por Fabio Zambrano yeditada en Medellín por El Colombiano yel Cinep en 1993.
10 Las últimas propuestas de regionalización aparecen en el citado libro de Ubardo Sarmiento yMaría E. Álvarez, Municipios y regiones
de Colombia ... , págs. 58 y 31.
FUENTES Y
BIBLIOGRAFÍA
ARCHIVOS
ENTREVISTAS*
Tulio Cuevas, líder sindical, ex presidente de la UTC y ex constituyente (realizada por Alvaro Delgado en
1991 ).
Jaime Caycedo, dirigente de izquierda, Secretario del PCC (diciembre de 1996).
Humberto Malina, intelectual de izquierda y antiguo Secretario de la URS (febrero de 2000).
Antonio Díaz, líder sindical, ex presidente de la UTC y ex ministro de Comunicaciones durante el gobierno de
Carlos Lleras Restrepo (febrero de 2000).
Orlando Fals Borda, sociólogo e intelectual de izquierda, ex constituyente (febrero de 2000).
Abe! Rodríguez, activista de izquierda, ex presidente de la Fecode y ex constituyente (marzo de 2000).
Luis Sandoval, activista de izquierda y director del Instituto María Cano (marzo de 2000).
Eleonora Castaño, dirigente campesina y ex presidenta de Anmucic (mayo de 2000).
Edgar Montenegro, activista cívico y ex secretario de ia Coordinadora de Movimientos Cívicos (junio de
2000).
Carlos Ancízar Rico, líder campesino, ex presidente de la Anuc y de la ACC (junio de 2000).
Edilia Mendoza y Francisco Cortés, directivos de la Anuc-Unidad y Reconstrucción (junio de 2000).
Pablo Tatay, asesor del Cric desde sus orígenes (julio de 2000).
Oiga Amparo Sánchez, directiva de la Casa de la Mujer de Bogotá (agosto de 2000).
Fabio Villa, activista estudiantil, ex militante del PCC-ML y ex constituyente (agosto de 2000).
Juan de Dios Mosquera, directivo de Cimarrón (septiembre de 2000).
Helena Páez de Tavera, activista feminista, presidenta de la Corporación Colombiana de Voluntariado y ex
viceministra de Trabajo durante el gobierno de Belisario Betancur (septiembre de 2000).
Gustavo Wilches, activista ambiental, directivo de Ecofondo (septiembre de 2000).
• Todas se realizaron en Bogotá y, salvo la primera, fueron hechas por el autor de este texto.
,90 Mauricio Archila Neira
FUENTES PERIÓDICAS
Alternativa, 1974-1980.
Alternativa del Pueblo, 1974-1975.
Cíen Días, 1988-1990.
Colombia Hoy, 1979-1990.
Documentos Políticos, 1958-1974.
El Colombiano, 1958-1959.
El Espectador, 1958-1980.
El Obrero Católico, 1968.
El Pueblo, 1974-1990
El Tiempo, 1958-1980.
Flash, 1968-1972.
La Calle, 1959-1960.
La Gente, 1959.
Lanzadera··, 1964-1965.
La Nueva Prensa, 1961·-1966.
Liberación Obrera, 1963-1968.
Opción, 1988-1990.
Revista SETT, 2a época, 1973-1974.
Revista Tierra, 1966-1967.
Semana, 1958-1961.
Tribuna Roja, 1971-1974.
Trópicos, 1979-1982.
Unidad Indígena, 1975-1990.
Voz de la Democracia, 1957-1959.
Voz Proletaria, 1963-1974.
FUENTES ESTADISTICAS
DANE. Censos de población, 1951, 1964, 1973 y 1985. Ediciones hechas por el Dane en los años respectivos.
---Elementos para el estudio de los resguardos indígenas del Cauca. Bogotá: Dane, 1972.
- - - 50 años de estadísticas educativas. Bogotá: Dan e, 1985.
- - Colombia Estadística, ediciones anuales hechas por el Dane entre 1975 y 1990.
---Las Estadísticas sociales en Colombia. Bogotá: Dane, 1993.
Departamento Nacional de Planeación. Estadísticas históricas de Colombia, 2 tomos. Bogotá: Tercer Mundo,
1998.
--"La economía colombiana, 1950-1975", Revista de Planeación y Desarrollo, vol. IX, No. 3, octubre-
diciembre, 1977.
- - - Misión social. Mi meo, 1998.
CENAC. "El poder adquisitivo de los salarios en Colombia, 1958-1974", Documento Cenac, diciembre de
1974.
Ministerio de Trabajo. 111 Censo Sindical. Bogotá: Ministerio de Trabajo, 1990.
NOHLEN, Dieter (coordinador). Enciclopedia electoral latinoamericana y del Caribe. San José: Instituto Interame-
ricano de Derechos Humanos, 1993.
POSADA, Carlos E. (coordinador). Perfil de coyuntura económica. Medellín: Universidad de Antioquia, 1988.
Registraduría Nacional. Estadísticas electorales 1990, Bogotá, 1990.
TABORDA, Gabriel. "Estadísticas básicas de Colombia", Boletín Informativo de Acpo, No. 27, 1979.
Unesco. Resumen estadístico. París: Unesco, 1986.
Varios. Colombia económica. Bogotá: Contextos, 1978.
Varios. Estado, ciudad y vivienda. Bogotá: lnurbe, 1997.
URRUTIA, Miguel yARRUBLA, Mario. Compendio de estadísticas históricas de Colombia. Bogotá: Universidad
Nacional, 1970.
BIBUOGRAFfA CITADA
ADRIM~ZEN, Alberto y BALLON, Eduardo (editores). Lo popular en América Latina Wna visión en crisis?. Lima:
Deseo, 1992.
ALAPE, Arturo. Un día de septiembre. Bogotá: Armadillo, 1980.
ALCIDES PÉREZ, Fernando. "Testimonio" en Cuadernos de Derechos Humanos. Medellín: ENS, 1997.
ALFONSO, Osear, HATAYA, Noriko yJARAMILLO, Samuel. Organización popular y desarrollo urbano en Bogotá.
Bogotá: Universidad Externado, 1997.
ALTHUSSER, Louis. La revolución teórica de Marx. México: Siglo XXI, 1967.
192 Mauricio Archila Neira
ÁLVAREZ, Sonia, DAGNINO, Evalina y ESCOBAR, Arturo. Cultures of Politics, Politics o! Cultures (Revisioning
Latín American Social Movements). Boulder: Westview, 1998.
Amnistía Internacional. Colombia: el panorama de los derechos humanos, septiembre de 1989.
ANDERSON, Perry. Teoría, política e historia. Madrid: Siglo XXI, 1985.
ARANGO, Carlos. Crucifijos, sotanas y fusiles. Bogotá: Colombia Nueva, 1991.
- - - Tres décadas de luchas unitarias. Bogotá: Fenaltraconcem, 1992.
ARANGO, Gonzalo. Prosas para leer en la silla eléctrica. Bogotá: Intermedio, 2000.
ARANGO, Luz Gabriela. Mujer, religión e industria. Fabricato 1923-1982. Medellín: Universidad Externado de
Colombia-Universidad de Antioquia, 1991.
- - - (compi !adora) La crisis socio-política colombiana. Bogotá: CES-Fundación Social, 1997.
ARAOZ, Santiago. Historia del Frente Nacional y otros ensayos. Bogotá: Presencia, 1977.
ARCHILA, Mauricio. "Los movimientos sociales entre 1920 y 1924" Cuadernos de Filosofía y Letras (Univer-
sidad de Los Andes), vol. 111, No. 3, julio-septiembre, 1980.
- - - "Los sindicatos y la sociedad moderna; el caso colombiano". Tesis de Maestría en Economía y
Recursos Humanos, Universidad Javeriana, 1981.
- - - "Las huelgas del Mandato Claro", Documentos Ocasionales, Cinep, No. 35, 1985.
---Cultura e identidad obrera: Colombia 1910-1945. Bogotá: Cinep, 1991.
---"Protestas sociales en Colombia, 1946-1958", Historia Crítica, No. 11, julio-diciembre, 1995, págs.
63-77.
- - - "Wtopía armada? Oposición política y movimientos sociales durante el Frente Nacional", Controver-
sia, No. 168, mayo, 1996, págs. 25-53.
- - - "Poderes y contestación (reseña teorico-metodológica)", Controversia, No. 173, diciembre, 1998,
págs. 29-56.
---"¿Es aún posible la búsqueda de la verdad?", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No.
26, 1999, pág~ 251-285.
- - "La racionalidad de la acción colectiva: ¿problema moderno o posmoderno?", en Santiago Castro
Gómez (editor), La reestructuración de las ciencias sociales en América Latina. Bogotá: Ceja, 2000,
págs. 349-372.
---y PARDO, Mauricio (editores). Movimientos sociales, Estado y democracia. Bogotá: CES-Icanh, 2001.
- - - DELGADO, Álvaro, GARCÍA, Martha Cecilia y PRADA, Esmeralda. 25 años de luchas sociales en
Colombia, 1975-2000. Bogotá: Cinep, 2003.
ARIZA, Patricia, KIELLAND, Peggy Ann y ROMERO, Clara. Bateman. Bogotá: Planeta, 1992.
ARRUBLA, Mario. Estudios sobre el subdesarrollo colombiano. Bogotá: Estrategia, 1963.
ASSIES, Willen. "Of Structured Moves and Moving Structures. An overview of Theoretical Perspectives on
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 493
Social Movements", en Willen Assies, Gerrit Burgwal y Ton Salman. Structures of Power, Movements
ot Resistance. An lntroduction to the Theories ot Urban Movements in Latín America. Amsterdam: Cedla,
1990.
AYALA, César. ''El origen del MRL, 1957 -1960",Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No. 22,
1995, págs. 95-121.
---Nacionalismo y populismo: Anapo y el discurso de la oposición en Colombia: 1960-1966. Bogotá:
Códice, 1995.
---Resistencia y oposición al establecimiento del Frente Nacional. Bogotá: Colciencias-Cindec, 1996.
AYALA, Ulpiano. "Crítica del sector informal", Estudios Marxistas, No. 22, 1982, págs. 72- 83.
BAKHTIN, Mikhail. Rabelais and His World. Bloomington: Indiana University, 1984.
BAÑO, Rodrigo. Lo social y lo político. Santago de Chile: Flacso, 1985.
BAR ONA, Guido. "Ausencia y presencia del 'negro' en la historia colombiana", Memoria e Historia, vol. 1, No.
1, noviembre de 1995, págs. 77-105.
BASOMBRIO, Carlos. Educación y ciudadanía. Lima: Ceaal, 1992.
BEHAR, Oiga. Las guerras de la paz. Bogotá: Planeta, 1985.
--Noches de humo. Bogotá. Planeta, 1988.
BEJARANO, Ana María. "Democracia y sociedad civil: una introducción teórica", Análisis Político, No. 15,
enero-abril, 1992.
---y SEGURA, Renata. "El fortalecimiento selectivo del Estado durante el Frente Nacional", Controversia,
No. 169, noviembre, 1996.
BEJARANO, Jesús A. "Campesinado, luchas agrarias e historia social: notas para un balance historiográfico",
Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No. 11, 1983.
---Colombia: inseguridad, violencia y desempeño económico en las áreas rurales. Bogotá: Fonade, 1997.
BERGQUIST, Charles. Los trabajadores en la historia latinoamericana. Bogotá: Siglo XXI, 1988.
BERMAN, Marshal. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. México: Siglo XXI,
1988.
BERNAL, Rodolfo. Lecturas escogidas en prosa y verso. Bogotá: Voluntad, 1963.
BERNAL, Luis Garlas y VALLEJO, Elvia. "Comunidades de base en Colombia". Documentos Ocasionales,
Cinep, No. 29, 1985.
BETANCOURT, Darío y GARCÍA, Martha L. Matones y cuadrilleros. Bogotá: lepri-Tercer Mundo, 1990.
BLANDÓN, Jaime. "El movimiento pedagógico, anotaciones para un balance", Educación y Cuhura, No. 29,
marzo, 1993, págs. 52-57.
BOBBIO, Norberto. Derecha eizquierda. Razones y significados de una distinción política. Madrid: Taurus, 1995.
BOLÍVAR, Jesús Rafael. "El movimiento obrero en Barranquilla, 1900-1945", tesis de Maestría en Historia,
Universidad Nacional-Universidad del Atlántico, 2000.
94 Mauricio Archila Neira
BONILLA, Elssy y RODRÍGUEZ, Penélope. Fuera del cerco, mujeres, estructura y cambio social en América
Latina. Bogotá: Acdi, 1992.
BONILLA, Víctor D. y otros. Causa popular, ciencia popular. Bogotá: la Rosca, 1972.
BORJA, Jordi. Movimientos sociales urbanos. Buenos Aires: Ciap, 1975.
--Estado y ciudad. Barcelona: PPU, 1988.
BORRERO, Camilo. "Acción comunal y política estatal: Wn matrimonio indisoluble?", Documentos Ocasio-
nales, Cinep, No. 57, 1989.
--"la justicia en comunidades barriales, una aproximación a la construcción de lo público", Controversia,
No. 172, julio, 1998.
BOTERO MONTOYA, Mauricio. El MRL. Bogotá: Universidad Central, 1990.
BOURDIEU, Pierre. Sociología y cultura. México: Grijalbo, 1990.
BRAND, Kari-Werner. "Aspectos cíclicos de los movimientos sociales", en Rusell J. Dalton y Manfred
Kuechler (eds.), Los nuevos movimientos sociales. Valencia: Alfons el Magnanim, 1992.
BRODERICK, Walter J. Camilo, el cura guerrillero. Bogotá: El labrador, 1987.
--El guerrillero invisible. Bogotá: Intermedio, 2001.
BUENAVENTURA, Nicolás. "El surgimiento de la Cstc", Estudios Marxistas, No. 22, 1982, págs. 3-19.
--Historia del PCC, Cuaderno 11: El origen del Frente Nacional. Bogotá: Ceis-lnedo, 1990.
BULMER-THOMAS, Víctor. La historia económica de América Latina desde la independencia. México: Fondo de
Cultura Económica, 1998.
BULTMAN, lngo y otros. ¿Democracia sin movimiento social?. Caracas: Nueva Sociedad, 1995.
BURKE, Peter. Popular Culture in Ear/y Modern Europe. Londres: Harper, 1978.
BUSHNELL, David. Colombia una nación a pesar de sí misma. Bogotá: Planeta, 1996.
CABALLERO, Lucas. Memorias de la guerra de los mil días. Bogotá: Ancora, 1980.
CABRERA, Álvaro y otros. Los movimientos cfvicos. Bogotá: Cinep. 1986.
CAICEDO, Edgar. Historia de las luchas sindicales en Colombia. Bogotá: Suramérica, 1977.
CALDERON, Fernando. Movimientos sociales y política. La década de los ochenta en América Latina. México:
Siglo XXI, 1995.
CALVO, Fabiola. Colombia: EPL, una historia armada. Madrid: Vosa, 1987.
CAROLL, Leah. "Logros y límites de la elección popular de alcaldes en Colombia: la experiencia de los
municipios con administraciones de la UP, 1988-1990", en Jaime Caycedo y Carmenza Mantilla
(editores), Identidad democrática y poderes populares. Bogotá: Ceis, 1993.
CARRILLO, Jaime. Los paros cfvicos en Colombia. Bogotá: Oveja Negra, 1981.
CARVAJAL, Adalberto. Los educadores frente a la ley. Bogotá: Rodríguez Quito 1985.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 495
CASTAÑEDA, Jorge. La utopía desarmada. Intrigas, dilemas y promesas de la izquierda en América Latina.
Bogotá: Tercer Mundo, 1994.
CASTELLS, Manuel. La ciudad y las masas. Socíologfa de los movimientos sociales urbanos. Madrid: Alianza,
1986.
---Movimientos sociales urbanos. México: Siglo XXI, 1988.
- - The Power ofldentíty. Oxford: Blackwell, 1997.
CASTRO, Germán. Colombia Amarga. Bogotá: Carlos Valencia, 1976.
---Del ELN al M19, once años de lucha guerrillera. Bogotá: Carlos Valencia, 1980.
CASTRO, Santiago y otros. Pensar (en) los intersticios. Bogotá: Universidad Javeriana, 1999.
---y MENDIETA, Eduardo (editores). Teorías sin disciplina. México: Universidad de San Francisco, 1998.
CAYCEDO, Jaime. "LDs estudiantes y las crisis políticas", Documentos Políticos, mayo-junio, 1979.
- - "Conceptos metodológicos para la historia del movimiento estudiantil colombiano", Estudios Marxis-
tas, No. 27, 1984.
- - y Jairo Estrada (compiladores). Marx Vive. Bogotá: Universidad Nacional, 1998.
Centro de Investigaciones Mariategui, La masacre de Santa Bárbara. Medellín: La Pulga, 1977.
COHEN, Jean. "Strategy or ldentity: New Theoretical Paradigms and Contemporary Social Movements", Social
Research, vol. 52, No. 4, invierno, 1985.
Colectivo Proletarización. We dónde venimos, hacía dónde vamos y hacia dónde debemos ir? Medellfn: 8 de
junio, 1975.
COLLIER, Ruth B. y COLLIER, David. Shapíng the Política! Arena. Princeton: Princeton University, 1991.
COLO, lvo. "Ciudadanía y sociedad postmodema ¿Es todavía actual la idea del bien común?", Revista Foro, No.
26, mayo de 1995, págs. 4-13.
Comité Central del Partido Comunista de Colombia. Treinta años de lucha del PCC. Bogotá: Comuneros, s.f.
CORAL QUINTERO, Laureano. Historia del movimiento síndica/ del magisterio. Bogotá: Suramérica, 1980.
CORAL QUINTERO, Ignacio. La lucha de masas y reforma municipal. Bogotá: Suramérica, 1989
CORREDOR, Consuelo. Los límites de la modernización. Bogotá: Cinep, 1992.
- - (editora). Pobreza y desigualdad, reflexiones conceptuales y de medición. Bogotá: Ci nep, 1999
CORRIGAN, Philip y SAYER, Derek. The Great Arch. English State Formation as Cultural Revolutíon. Oxford:
Basii-Biackwell, 1985.
CORTÉS, Pedro. "LDs movimientos sociales indígenas", Revista Foro, No. 18, Septiembre, 1992.
Cric. Diez años de lucha. Bogotá: Cinep, 1981.
CRUCES, Fernando. "Las transformaciones de lo público. Imágenes de protesta en la ciudad de México",
Perfiles Latinoamericanos, año 7, No. 12, junio, 1998.
196 1 Mauricio Archila Neira
CRUZ, Rafael. "El mitin y el motín: la acción colectiva y los movimientos sociales en la España del siglo XX",
Historia Social, No. 31, 1998, págs. 137-152.
CUEVAS, Alberto. Sindicato y poder en América Latina. Madrid: Alianza. 1985.
CUEVAS, Tulio. Por una democracia social. Bogotá: Revista Colombiana, 1970.
CHAPARRO, Jairo. "Recuerdos de un tropelero", Documentos Ocasionales, Cinep, No. 63, 1991.
CHARTIER, Roger. On the Edge of the Cliff. Baltimore: The Johns Hopkins University, 1997.
CHATIERJEE, Partha. The Nation and its Fragments. Princeton: Princeton University, 1993.
DEBRAY, Regís. La crítica a las armas. México: Siglo XXI, 1975.
DELGADO, Alvaro. "En torno a la crisis de la UTC" Estudios Marxistas, No. 9, 1975.
- - - "La descomposición del patronalismo sindical'', Estudios Marxistas, No. 13, 1976.
- - - "El conflicto huelguístico colombiano 1960-1990", en Mauricio Archila y Álvaro Delgado, "Wónde
está la clase obrera?", Documentos Ocasionales, Cinep, No. 72, 1995.
- - "Confiicto laboral y región en Colombia", documento inédito elaborado para Planeación Nacional,
1996.
DE ROUX, Francisco. "Los precios de la paz", Documentos Ocasionales, Cinep, No. 39, 1987.
- - y ESCOBAR, Cristina. "Una periodización de la movilización popular en los setentas", Controversia,
No. 125, 1985.
DE ROUX, Rodolfo. Lo sagrado al acecho. Bogotá: Nueva América, 1990.
DIX, Robert. Colombia, the Política/ Dimensions of Change. New Haven: Vale University, 1967.
DURKHEIM, Emilio. La división del trabajo social. Madrid: Akal, 1982.
ECKESTEIN, Susan (editora). Power and Popular Protest. Berkeley: University of California, 1989.
EDER, Klaus. "Does Social Class Matter in the Study of Social Movements? A Theory of Middle Class
Radicalism", en Louis Meheu (editor), Social Movements and Social Classes. The Future of Col!ective
Action. Londres: Sage, 1995.
ELlAS, Norbert. El proceso de civilización. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1997.
---Los alemanes. México: instituto Mora, 1999.
---y DUNNING, Eric. Deporte y ocio en el proceso de civilización. México: Fondo de Cultura Económica,
1995.
ESCALANTE, Fernando. Ciudadanos imaginarios. México: El Colegio de México, 1993.
ESCOBAR, Arturo. Encountering Development. The Making and Unmaking of the Third World. Princeton: Prince-
ton University, 1995.
---y ÁLVAREZ, Sonia (editores). The Makfng of Social Movements in Latín America. Boulder: Westview
Press, 1992.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 1497
GARCÍA, Martha Cecilia. "Las cifras de las luchas cívicas", Documentos Ocasionales, Cinep, No. 62, 1990.
- - y ZAMUDIO, José Vicente (compiladores). Descentralización en Bogotá, bajo la lupa. Bogotá: Cinep,
1997.
GARCÍA, Mauricio. De la Uribe a Tlaxcala. Bogotá: Cinep, 1992.
--"¿condenados a la violencia? Las acciones por la paz durante la administración Gaviria", ponencia
inédita, 1994.
- - "Veinte años buscando una salida negociada", Controversia, No. 179, diciembre de 2001, págs. 11-41.
GARCÍA CANCLINI, Néstor. Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo,
1990.
GELLNER, Ernest. Postmodernism, Reason and Religion. LDndres: Routledge, 1992.
GIDDENS, Antony. Beyond Len and Right. Stanford: Stanford University, 1994.
--La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración. Buenos Aires: Amorrortu, 1995.
GIRALDO, Carlos A., ABAD COLORADO, Jesús y PÉREZ, Diego. Relatos e imágenes: el desplazamiento en
Colombia. Bogotá: Cine p. 1997.
GIRALDO, Javier. La reivindicación urbana. Bogotá: Cinep, 1987.
GÚMEZ BUEN DÍA, Hernando. "El desempleo urbano: raíces, tendencias eimplicaciones", Coyuntura Económi-
ca, vol. V, No 1, 1975.
- - LONDOÑO, Rocío y PERRY, Guillermo. Sindicalismo y política económica. Bogotá: Cerec, 1986.
GONZÁLEZ, Camilo. "Poder local y la reorganización de la acción popular", Controversia, No. 121, 1984.
GONZÁLEZ, César y FLOREZ, Luis B. "Industria y desarrollo urbano en Colombia", Revista de Planeación y
Desarrollo, vol. VIII, No. 2, mayo-agosto, 1976.
GONZÁLEZ, Fernán. Pasado y presente del sindicalismo. Bogotá: Cinep, 1975.
- - (editor) Un país en construcción. 2 volúmenes. Bogotá: Cinep, 1989.
- - Para leer la política. 2 tomos. Bogotá: Cinep, 1997.
GONZÁLEZ, José Jairo y MARULANDA, Elsy. Historias de frontera. Colonización y guerra en el Sumapaz.
Bogotá: Cinep, 1990.
GOODWIND, Jeff y JASPER, James M. "Caught in a Winding, Snarling Vine: The Structural Bias of Political
Process Theory", manuscrito de marzo de 1998.
GORZ, André. Miserias del presente, riquezas de lo posible. Buenos Aires: Paidos, 1998.
GRABE, Vera. Razones de vida. Bogotá: Planeta, 2000.
GRAMSCI, Antonio. Escritos políticos. México: Cuadernos Pasado y Presente, 1977.
GREEN, John. "Popular Mobilization in Colombia: The Social Composition, ldeology and Political Practica of
Gaitanismo on the Atlantic Coast and Magdalena River, 1928-1948". Ph.D. University of Texas,
Austin, 1994.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 499
GROS, Christian. Colombia indígena. Identidad cultural y cambio social. Bogotá: Cerec, 1991.
Grupo José R. Russi, Luchas de clases por el derecho a la ciudad. Medellfn: 8 de junio, s.f..
GUERRA, Francois-Xavier. "Teoría y método en el análisis de la Revolución Mexicana", Revista Mexicana de
Sociología, año Ll, No. 2, abril-junio de 1989.
GUHA, Ranajit. Dominance Without Hegemony. Cambridge: Harvard University, 1997.
--(editor). A Subaltern Studies Reader, 1986-1995. Minneapolis: University of Minnesota, 1997.
- - y SPIVAK, Gayatri Chakravorty (editores). Selected Subaltern Studies. Nueva York: Oxford University,
1988.
GUTIÉRREZ, Francisco. "Dilemas y paradojas de la transición participativa (el caso colombiano, 1991-
1996)", Análisis Po/Rico, No. 29, septiembre-diciembre, 1996.
GUTIÉRREZ, ldelfonso. Historia del negro en Colombia. Bogotá: Nueva América, 1986.
HABERMAS, Jürgen. The New Conservatism. Cultural Criticism and the Historians' Debate. Cambridge: MIT,
1989.
.
- - Teoría de la acción comunicativa, 2 volúmenes. Madrid: Taurus, 1999.
HAMMOND, Jack. "Retaliatory Violence Against Agrarian Reform in Brazil", Ponencia a la Conferencia sobre
América Latina organizada por New School, Nueva York, abril17 de 1998.
HARNECKER, Marta. Entrevista con la nueva izquierda. Managua: Centro de Documentación-Ediciones Latinas,
1989.
HARTLYN, Jonathan. La pofl1ica del régimen de coalición. Bogotá: Tercer Mundo-Uniandes, 1993.
HELLER, Agnes. Teorfa de las necesidades en Marx. Barcelona: Península, 1978.
--Una revisión de la teoría de las necesidades. Barcelona: Paidós, 1996.
HERRERA, Beethoven. América Latina, balance de una crisis. Bogotá: Fescol, 1990.
HOBSBAWM, Eric. Los rebeldes primitivos. Barcelona: Ariel, 1974.
--El mundo del trabajo. Barcelona: Grijalbo, 1987.
--Los ecos de la Marsellesa. Barcelona: Critica, 1992.
--"Identidad", Revista de Filosofía Política, Madrid, No. 3, mayo, 1994.
- - The Age of Extremes. Nueva York: Pantheon, 1994.
- ·- On the Edge of the New Century. Nueva York: The New Press, 2000.
HOYOS, Guillermo y URIBE, Angela (compiladores). Convergencia entre ética y polftica. Bogotá: Siglo del
Hombre, 1998.
JARAMILLO, Ana Maria y BERNAL, Jorge. Sudor y tabaco. Medellín: Sintracoltabaco, 1988.
JARAMILLO, Samuel. Ciento veinte años de servicios públicos en Colombia. Bogotá: Cinep, 1995.
D Mauricio Archila Neira
JIMÉNEZ, Absalón. "Consolidación, auge y crisis del movimiento estudiantil en la Universidad Pedagógica
Nacional, 1957-1974",Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. No. 28, 2001, págs. 55-86.
- - y FIGUEROA, Helwar. Historia de la Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá: UPN, 2002.
JIMÉNEZ, Michael. Strugg/es on an Interior Shore. Manuscrito para ser publicado, 2000.
JIMENO, Ramón. Hora de lobos. Bogotá: Presencia, 1989.
JOHNSTON, Hank y KLANDERMANS, Bert. Social Movements and Culture. Minneapolis: University of Min-
nesota, 1995.
KALMANOVITZ, Salomón. Economía y nación. Bogotá: Siglo XXI, 1985.
KATZ, Friederich. Riot, Rebelion and Revolution. Princeton: Princeton University, 1988.
KAYE, Harvey J. Los historiadores marxistas británicos. Zaragoza: Prensas Universitarias, 1989.
KORZENIEWICZ, Roberto Patricio y SMITH, William. "Poverty, lnequality, and Growth in Latin America", Latín
American Research Review, vol. 35, No. 3, 2000, págs. 9-13.
LACLAU, Ernesto y MOUFFE, Chantal. Hegemony and Socialist Strategy. Londres: Verso, 1985.
- - - "Los nuevos movimientos sociales y la pluralidad de lo social", Revista Foro, No. 4, noviembre, 1987.
LARA, Patricia. Las mujeres en la guerra. Bogotá: Planeta, 2000.
LARAÑA, Enrique. La construcción de los movimientos sociales. Madrid: Alianza, 1999.
- - JOHNSTON, Hank y GUSFIELD, Joseph. New Social Movements. From ldeology to ldentity. Philadel-
phia: Temple University, 1994.
LARSON, Brooke. "Explotación y economía moral en los Andes del sur: hacia una reconsideración crítica",
Historia Crítica, No. 6, 1992, págs. 75-98.
LATORRE, Emilio. Transporte y crecimiento regional en Colombia. Bogotá: Cerec-Cider, 1986.
LEAL, Francisco. Estado y política en Colombia. Bogotá: Siglo XXI, 1984.
- - "La participación política de la juventud universitaria como expresión de clase", en Varios, Juventud y
política en Colombia. Bogotá: Fescol, 1984.
- - - "Los movimientos sociales y políticos. Un producto de la relación entre sociedad civil y Estado",
Análisis Político, No. 13, mayo-agosto, 1991, págs. 7-21.
---El oficio de la guerra. Bogotá: Tercer Mundo, 1994.
---(compilador) En busca de la estabilidad perdida. Bogotá: Tercer Mundo, 1995.
- - y León Zamosc (editores). Al filo del caos. Bogotá: Tercer Mundo, 1990.
LE BOT, lvon. Educación e ideología en Colombia. Medellín: La Carreta, 1985.
LEBRET, Joseph (Misión de Economía y Humanismo). Estudios sobre las condiciones de desarrollo de Colombia.
Bogotá: Aedita, 1958. ·
LECHNER, Norbert. "Los nuevos perfiles de la política, un bosquejo", Nueva Sociedad, No. 130, marzo-abril,
1994, págs. 32-43.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 501
OCAMPO, José Antonio. "Reforma del Estado y desarrollo económico y social en Colombia", Análisis Político,
No. 17, septiembre-diciembre, 1992, págs. 5-40.
--Un futuro económico para Colombia. Bogotá: Alfaomega, 2001.
OCAM'PO, José Fernando. Reforma universitaria, 1960-1980. Bogotá: Cinep, 1980.
OFFE, Claus. "New Social Movements: Challenging the Boundaries of lnstitutional Politics", Social Research,
Vol. 52, No. 4, invierno, 1985.
- - Partidos políticos y nuevos movimientos sociales. Madrid: Sistema, 1992.
O'QUIST, Paul. Violencia, conflicto y política en Colombia. Bogotá: Instituto de Estudios Colombianos. 1978.
ORTIZ, Carlos Miguel. Estado y subversión en Colombia. Bogotá: Cider-Cerec, 1985.
- - Urabá: tras las huellas de los inmigrantes, 1955-1990. Bogotá: lcfes, 1999.
OSORIO, lván Dario. Negociaciones colectivas en Colombia. Medellín: ENS, 1983.
PALACIO, Germán y otros. Se hace camino al andar. Aportes para una historia del movimiento ambiental en
Colombia. Bogotá: Ecofondo, 1997.
PALACIOS, Marco. Entre la legitimidad y la violencia. Colombia 1875-1994. Bogotá: Norma, 1995.
- - De populistas, mandarines y vio/encías. Bogotá: Planeta, 2001.
PAREDES, Natalia. "Transformaciones recientes del sector salud en Colombia y en el Distrito", Controversia,
No. 170, mayo, 1997, págs. 125-150.
- - "Ante la evidencia de las necesidades Wué hacer con los derechos?", Controversia, No. 175,
diciembre, 1999, págs. 149-171.
--"El deterioro de los derechos económicos sociales afina1es de los noventa en Colombia", Controversia
No. 176, abril de 2000, págs. 105-129.
PARSONS, Talcott. El sistema social. Madrid: Biblioteca Revista de Occidente, 1976.
PÉCAUT, Daniel. Política y sindicalismo en Colombia. Bogotá: La Carreta, 1973.
--Orden y Violencia: Colombia 1930-1954. 2 volúmenes. Bogotá: Cerec-Siglo XXI, 1987.
--Crónica de dos décadas de política colombiana, 1968-1988. Bogotá: Siglo XXI, 1989.
--Guerra contra la sociedad. Bogotá: Espasa Hoy, 2001.
PEÑA, lsaías. La generación del bloqueo y del estado de sitio. Bogotá: Punto Rojo, 1973.
PEREZ, Diego y MEJIA, Marco Raúl. De calles, parches, galladas y escuelas. Bogotá: Cinep, 1996.
PEREZ, Gustavo. Planas: un año después. Bogotá: América Latina, 1971.
PIZARRO, Eduardo. Las FARC 1949-1966: de la autodefensa a la combinación de todas las formas de lucha.
Bogotá: Tercer Mundo-lepri, 1991.
--Insurgencia sin revolución. Bogotá: lepri-Tercer Mundo, 1995.
PRAKASH, Gyan. (editor). Affer Colonialism (Imperial histories and Postcolonial Displacements). Princeton:
Princeton University, 1995.
PUTNAM. Robert. Making Democracy Work. Civil Traditions in Modern Ita/y. Princeton: Princeton University,
1993.
RABONIKOF, Nora. "Las promesas de la política" en Varios, Filosofía política, razón e historia, Suplementos
Anthropos, No. 28, (sin año).
---"Lo público y sus problemas: notas para una reconsideración", Revista Internacional de Filosofía Polt1ica,
No. 2, noviembre de 1993.
RAPPAPORT, Joanne. The Po!itícs ot Memory. Cambridge: Cambridge University, 1990.
RAYMOND, Pierre. "El conflicto social en Charalá", Documento Ocasional, Cinep, No. 66, 1992.
RESTREPO, Javier Daría. La revolución de las sotanas. Bogotá: Planeta, 1995.
RESTREPO, Laura. Historia de una traición. Bogotá: Plaza y Janés, 1986.
RESTREPO, Luis Alberto. "El protagonismo político de los movimientos sociales", Revista Foro, No. 2, febrero,
1987, págs. 33-43.
- - - "Movimientos sociales, la democracia y el socialismo", Análisis Político, No. 5, septiembre-diciembre,
1988.
REVILLA, Marisa. "El concepto de movimiento social: acción, identidad y sentido", en Romeo Grompone
(editor), Instituciones políticas y sociedad. Lima: IEP, (sin año), págs. 361-389.
RIBEIRO, Darcy. "Etnicidad, indigenismo y campesinado", en Susana B. C. Devalle (compiladora), La diversi-
dad prohibida: resistencia étnica y poder de Estado. México: El Colegio de México, 1989, págs. 43-59
RODENAS, Pablo. "Definición de la política", en Varios, Filosofía política, razón e historia, Suplementos
Anthropos, No. 28, (sin año).
RODRÍGUEZ, Osear. "Relaciones entre historia y economía", Anuario Colombiano de Historia Social y de la
Cultura, No. 27, 2000.
- - - "Economía institucional, corriente principal y heterodoxia", Revista de Economía Institucional, No. 4.
primer semestre, 2001.
ROJAS, Carlos. "Conflictos morales, derecnos humanos y ética pública", Controversia, No. 173, diciembre,
1998.
ROJAS, Fernando y MONCAYO, Víctor Manuel. Luchas obreras y polt1ica laboral en Colombia. Bogotá: La
Carreta, 1978.
ROJAS, Humberto y CAMACHO, Álvaro. El Frente Nacional: ideología y realidad. Bogotá: Punta de Lanza, 1974.
ROMAN, Carlos Eduardo. "Movimiento de mujeres y movimiento gay: en lo público por la intimidad", en Ornar
Urán (coordinador), La ciudad en movimiento. Medellín: IPC, 2000, págs. 159-254.
ROMERO, Juan Fernando. Huelga y servicio público en Colombia. Bogotá: Rodríguez Quito, 1992.
ROMERO, Luis Alberto. "Los sectores populares urbanos como sujetos históricos", Proposiciones, No. 19,
1990.
---¿Qué hacer con los pobres? Elites y sectores populares en Santiago de Chile, 1840-1895. Buenos Aires:
Sudamericana, 1997.
RUDE, George. ldeology and Popular Protest. Nueva York: Pantheon Books, 1980.
SAAVEDRA, Rosario. Desastre y riesgo: actores sociales en la reconstrucción de Armero y Chinchiná. Bogotá:
Cinep, 1996.
SÁBATO, Ernesto. Antes del fin. Bogotá: Seix Barra!, 2001.
SAGAN, Carl. Miles de mi/Iones. Madrid: Ediciones B.S.A., 2000.
SALCEDO, Andrés. "Imaginarios de justicia en contextos barriales", Controversia No 172, julio, 1998.
SALGADO, Carlos y PRADA, Esmeralda. La protesta campesina, 1980-1995. Bogotá: Cinep, 2000.
SAMUEL, Raphael (editor). Historia popular y teoría socialista. Barcelona: Crítica, 1984.
SÁNCHEZ, Gonzalo. Los días de la revolución. Bogotá: Centro Cultural Jorge Eliecer Gaitán, 1984.
---"Guerra y política en la sociedad colombiana" Análisis Político, No. 11, septiembre-diciembre, 1990,
págs. 7-27.
- - y MEERTENS, Donny. Bandoleros, gamonales y campesinos. Bogotá: El Ancora, 1983.
- - y PEÑARANDA, Ricardo. Pasado y presente de la Violencia en Colombia. Bogotá: Cerec, 1986.
SANÍN, José L. "La expresión política de las organizaciones sociales: una tendencia de reconstrucción de las
prácticas políticas", en Varios, Nuevos movimientos pol!1icos: entre el ser y el desencanto. Medellín:
IPC, 1997.
SANTAMARÍA, Ricardo y SILVA. Gabriel. Proceso político en Colombia: del Frente Nacional a la apertura
democrática. Bogotá: Cerec, 1984.
SANTANA, Pedro. Desarrollo regional y paros cívicos en Colombia. Bogotá: Cinep, 1983.
---Los movimientos sociales en Colombia. Bogotá: Foro, 1989.
- - SUAREZ, Hernán y ALDANA, Efraín. El paro cívico 1981. Bogotá: Cir.ep, 1982.
SANTOS, Boaventura de Sousa. De la mano de Alicia: lo social y lo político en la posmodernidad. Bogotá:
Uniandes, 1998.
SARMIENTO, Libardo. "Evolución de los Indicadores de Necesidades Básicas Insatisfechas durante el periodo
intercensal 1973-1985, análisis municipal", Boletín de Estadística, No. 439, 1989.
---y ÁLVAREZ, María E. Municipios y regiones de Colombia. Bogotá: Fundación Social, 1998.
SAVATER, Fernando. Etica, política y ciudadanía. México: Grijalbo, 1998.
SCHMITI, Karl. El concepto de lo político. Madrid: Alianza, 1961 (?).
sean, James. The Moral Economy of the Peasant. New Haven: Yale University, 1976.
- - - Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance. New Haven: Yale University, 1985.
- - - Domínation and the Arts of Resistance. New Haven: Yale University, 1990.
sean, Joan Wallach. Gender and the Po!itics of History. Nueva York: Columbia University, 1988.
SEN, Amartya. Sobre ética y economía. Madrid: Alianza, 1989.
1 Mauricio Archila Neira
SERRANO GÚMEZ, Enrique. "Las figuras del'otro' en la dinámica política", Cultura y Trabajo, Medellfn, No.
42, 1997, págs. 31-39.
SEWELL, William H. "Collective Violence and Collective L.oyalties in France: Why the French Revolution Made
a Difference", Politics and Society, vol. 18, No. 4, 1990.
SILVA-COLMENARES, Julio. La salida: Un nuevo modo de desarrollo humano para la paz. Bogotá: Aurora, 2001.
SILVA, Marcel. Flujos y reflujos. Reseña histórica de la autonomía del sindicalismo colombiano. Bogotá: Facultad
de Derecho Universidad Nacional, 1998.
SKIDMORE, Thomas E. y SMITH, Peter. Historia contemporánea de América Latina. Barcelona: Crítica, 1999
SKOCPOL, Tedda. Bringing the State Back In. Cambridge: Cambridge University, 1985.
SLATER, David (editor). New Social Movements and the State in Latín America. Amsterdam: Cedla, 1985.
--"Terrenos de poder/movimientos de resistencia", Revista Foro, No. 32, septiembre, 1997.
SOTO MAYOR, María Lucía (editora). Modernidad, identidad y desarrollo. Bogotá: lcanh, 1998.
SOWELL, David. The Ear/y Colombian Labor Movement. Philadelphia: Temple University, 1992.
STAVENHAGEN, Rodolfo. "A la búsqueda del progreso en los siglos XX y XXI", Unrisd Informa, No. 22,2000.
SUÁREZ, lsauro. "El movimiento campesino colombiano", Controversia, No. 126, 1985.
TANAKA, Martín. "Elementos para un análisis de los movimientos sociales." Análisis Político, No. 25, mayo-
agosto, 1995.
TARROW, Sidney. Power in Movement. Social Movements, Collective Action and Po!itics. Cambridge: Cambrid-
ge University, 1997.
TENJO, Jaime. "Aspectos cuantitativos del movimiento sindical colombiano", Cuadernos Colombianos, No. 5,
1975.
--"Impacto de la actividad sindical sobre los salarios: una análisis econométrico", Revista de Planeación
y Desarrollo, Vol. VIl, No. 2, julio-diciembre, 1975, págs. 112-164.
THOMPSON, Eduard Palmer. La formación histórica de la clase obrera en Inglaterra, 2 volúmenes. Barcelona:
Crítica, 1987.
- - William Morris, Valencia: Alfons el Magnanim, 1988.
- - Miseria de la teoría. Barcelona: Crítica, 1981.
TILLY, Charles. As Socíology Meets History. New York: Academic, 1981
--Coercían, Capital, and European States. Cambridge: Blackwell, 1993.
- - Popular Contention in Great Britain, 1758-1834. Cambridge: Harvard Univertity, 1995.
- -- Politicalldentities. Documento del New School for Social Research, mayo, 1995.
- - Roads from Past to Future. Lanham (Maryland): Rowman and Littlefield, 1997.
- - "Wise Quacks", manuscrito, marzo, 1998.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 507
TIRADO MEJÍA, Álvaro (editor). La Nueva Historia de Colombia, 6 volúmenes. Bogotá: Planeta, 1989.
TORRES, Alfonso. La ciudad en la sombra. Bogotá: Cinep, 1993.
"'----
--"Organizaciones y luchas urbanas en América Latina: un balance de su trayectoria", Controversia, No.
175, diciembre, 1999, págs. 175-204.
TORRES GIRALDO, Ignacio. Los ínconformes, 4 volúmenes. Bogotá: Margen Izquierdo, 1973.
TORRES, Jaime y colaboradores. Colombia represión, 1970-1981, 2 volúmenes. Bogotá, Cinep, 1982.
TOVAR, Bernardo (compilador). La Historia al final del milenio, 2 volúmenes. Bogotá: Universidad Nacional,
1994.
- - (compilador). El marxismo en Colombia. Bogotá: Universidad Nacional, 1984.
TOURAINE, Alain. América Latina: Política y sociedad. Madrid: Espasa-Calpe, 1989
---Crítica a la modernidad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1994.
- - ¿Qué es la democracia? Madrid: Temas de Hoy, 1994.
- - - "Exitos y límites de la democratización en América Latina", LAS4 Forum, vol. XXVIII, No. 2, verano,
1997.
--"De la mañana de los regímenes nacional-populares a la víspera de los movimientos sociales", LAS4
Forum, vol. XXVIII, No. 3, otoño, 1997.
--Cómo salir de/liberalismo. Barcelona: Paidós, 1999.
URÁN, Carlos H. Rojas y la manipulación del poder. Bogotá: Carlos Valencia, 1983.
URIBE, María Teresa. "Crisis política y gobernabilidad en Colombia: 1980-1995" en varios, Nuevos movi-
mientos políticos: entre el ser y el desencanto. Medellfn: IPC, 1997.
URIBE, María Victoria y VÁSQUEZ, Teofilo. Enterrar y callar. 2 volúmenes. Bogotá: Comité Permanente por la
Defensa de los Derechos Humanos, 1995.
- - y RESTREPO, Eduardo (editores).Antropo/ogía en la modernidad. Bogotá: lcanh, 1997.
URIBE, Tila. Los años escondidos. Sueños y rebeldfas en la década del veinte. Cestra-Cerec, Bogotá: 1994.
URRUTIA, Miguel. Historia del sindicalismo en Colombia. Bogotá: Universidad de los Andes, 1969.
--Los de arriba y los de abajo. Bogotá: Cerec, 1984.
- - y Albert Berry. La distribución del ingreso en Colombia. Medellín: La Carreta, 1975.
VARGAS, Alejo. Magdalena medio santandereano: colonización y conflicto armado. Bogotá: Cinep. 1992.
---Política y armas al inicio del Frente Nacional. Bogotá: Universidad Nacional, 1995.
- - "Una mirada analítica del ELN", Controversia, No. 173, diciembre, 1998, págs. 100-118.
VARGAS, Jorge E. y AGUILAR, Luis l. Planeación urbana y lucha de clases. Bogotá: Cinep, 1976.
VARGAS, José Bernardo. "Cuatro lustros buscando identidad obrera", Tesis de Licenciado en Antropología,
INA, México, 1987.
VARGAS, Libardo. Expresiones políticas del movimiento estudiantil, Audesa, 1960-1980. Bucaramanga: UIS,
1996.
VARIAS. "Mujeres que escribieron el siglo XX", En Otras Palabras, No. 7, enero-junio, 2000.
VARIOS. La investigación regional y urbana en Colombia. 2 tomos, Bogotá: Aciur-Carlos Valencia, 1998.
VASQUES, María E. Escrito para no morir. Bogotá: Mincultura, 2000.
VATTIMO, Gianni. "Interrogantes al pensamiento débil", Revista Foro, No. 24, septiembre, 1994, págs. 5-12.
VÁZQUEZ CARRIZOSA, Alfredo. Historia crítica del Frente Nacional. Bogotá: Foro, 1992.
VÁZQUEZ CARRIZOSA, Camiio. El Frente Nacional, su origen y desarrollo. Cali: Pro-patria, sin año de edición.
VILLANUEVA, Orlando. Camilo, acción y utopía. Bogotá: Universidad Nacional, 1995.
VILLARAGA, Álvaro y PLAZAS, Nelson. Para reconstruir los sueños (una historia del EPL). Bogotá: Progresar,
1995.
VILLEGAS, Hernán Dario. La formación social del proletariado antioqueño. Medellín: Concejo de Medellín,
1990.
VI LLEGAS, Jorge y RIVAS, Gerardo. libro negro de la represión, 1958-1980. Bogotá: Fica, 1980.
VIOTTI DA COSTA, Emilia. "Experience versus Structures", lnternational Labor and Working Class History, No.
36, otoño, 1989, págs. 3-24.
VIVIESCAS, Fernando y GIRALDO, Fabio (compiladores). Colombia: el despertar de la modernidad. Bogotá: Foro,
1991.
WADE, Peter. Gente negra, nación mestiza. Bogotá: Universidad de Antioquia-lcan-Uniandes-Siglo del Hom-
bre, 1997.
- - - Race and Ethnicity in Latín America. Londres: Pluto, 1997.
WALZER, Michael. "La idea de sociedad civil", Ciencia Política, No. 35, 2° trimestre, 1994.
WEBER, Max. Economy and Society, 2 volúmenes. Berkeley: University of California, 1978.
WILLS, María Emma "Feminismo y democracia: más allá de las viejas fronteras", Análisis Político, No. 37,
mayo-agosto, 1999, págs. 18-36.
YEPES, Francisco José (coordinador). La salud en Colombia, 2 tomos. Bogotá: Minsalud-DNP, 1990.
ZAMBRANO, Fabio (ccordinador). Colombia: un país de regiones. Medellín: El Colombiano-Cinep, 1993.
ZAMOSC, León. Los usuarios campesinos y la lucha por la tierra. Bogotá: Cinep, 1982.
--"Transformaciones agrarias y luchas campesinas en Colombia: un balance retrospectivo (1950-1990)",
Análisis Político, No. 15, abril, 1992, págs. 35-66.
ZOLA, Emilio. !Yo acuso! Bogotá: Gerardo Rivas Moreno, 1996.
ZUWAGA, Francisco y VARGAS, Hernando. "¿Porqué lucha el magisterio?" Analicias, No. 20, 1974, págs. 4-
45.