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SIMPOSIO DE LA CUENCA

DEL LAGO POOPÓ Y ALTIPLANO


MERIDIONAL
Alfarería y líticos Wankarani: caracterización y vínculos
con el Norte Grande de Chile1
Patricia Ayala, Carlos Carrasco
y Mauricio Uribe
Resumen
En este artículo se presenta una caracterización del material cerámico y lítico de varios sitios Formativos Wankarani,
además de plantearse interpretaciones preliminares acerca de su comportamiento. Asimismo, se aborda el problema de la
interacción entre esta sociedad Formativa del Altiplano meridional y las del Norte Grande de Chile, específicamente a través
de la información aportada por este tipo de materiales.

Abstract
This article presents a characterization and preliminary interpretation of ceramic and lithic assemblages of several
Wankarani’s Formative sites. This information is used to inquire about the problem of interaction among Southern
Altiplano’s Formative society and its contemporaries of Northern Chile.

Introducción trón arquitectónico circular y los entierros debajo


Este trabajo está referido al Período Formativo (ca. o cerca de los pisos habitacionales (Bermann 1995;
2000 a.C-500 d.C.) caracterizado por el proceso Condarco 2001Ms; Estévez y Bermann 1996Ms y
de consolidación de la vida aldeana y el desarrollo 1998Ms; Pärssinen 1999). Se plantea que estos
de las formaciones económicas de distinto tipo que asentamientos fueron ocupados por comunidades
impulsaron un crecimiento demográfico gradual, así agroganaderas que no dejaron las actividades de caza
como el florecimiento de organizaciones políticas y y recolección, y cuyas manifestaciones materiales
religiosas cada vez más complejas. En este período más representativas serían las cabezas líticas con as-
es cuando se concreta una serie de innovaciones tec- pecto de camélidos (Ponce 1970; Guerra 1995).
nológicas como la alfarería, la metalurgia y la cons- Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con
trucción de sistemas agro-hidráulicos, además de un otras sociedades Formativas del lago Titicaca, los
desarrollo significativo del arte textil con el uso de Valles Orientales de Cochabamba o del Norte Gran-
fibras vegetales y animales, la cestería, la lito-escul- de de Chile (Brockington et al. 1995; Dauelsberg
tura y la arquitectura. Otra de sus características re- 1985; Faldín 1991; Lecoq y Céspedes 1997; Muñoz
levantes, sobre todo para los Andes centro-sur, es el 1989; Núñez y Moragas 1983; Ponce 1971; Sinclaire
claro desarrollo del tráfico de caravanas de llamas, a et al. 1998; Tarragó 1989; Uribe y Ayala 2000), la
través del cual estas sociedades interactuaron entre alfarería Wankarani sólo ha sido brevemente descri-
sí y accedieron de manera directa o intermediada a ta, siendo los datos más recurrentemente mencio-
recursos de los diversos ambientes andinos (Mujica nados su monocromía, sus superficies “espatuladas”,
1985; Núñez y Dillehay 1978). su pasta con “mica”, la ausencia de asas, los bordes
A lo largo de este extenso período son va- “en coma”, las improntas de cestería y la presencia
rias las sociedades diseminadas por el Altiplano de figurillas antropomorfas y “sopladores” (Ponce
circumtiticaca y meridional, la costa, los valles 1970; Walter 1994; Wasson 1967). Algo similar
occidentales y orientales, interesándonos en este sucede con el registro lítico Wankarani, ya que por
caso en aquella entidad conocida como Wankarani lo general sólo se cuenta con descripciones escuetas
(ca. 2000-100 a.C.), cuya distribución espacial se de esta materialidad. Una excepción la constituyen
extiende al norte y noreste del lago Poopó (Figura las investigaciones realizadas en la región de La Joya
1). Hasta el momento, más de 15 sitios conforman (Oruro), en las cuales se caracterizaron y definieron
esta ocupación formativa caracterizada por asenta- dos tipos cerámicos Formativos, además de estu-
mientos ubicados en los faldeos de cerros próximos diarse el comportamiento del registro lítico de los
a fuentes de agua, los que destacan por su forma de sitios trabajados (Bermann y Estévez 1993, 1995,
“túmulos”, producto de la superposición ocupacio- 1996Ms y 1998Ms). En cualquier caso, gran parte
nal a través del tiempo, su coloración grisácea como de la alfarería y piedra tallada de los sitios Wanka-
resultado de la acumulación de cenizas, por su pa- rani no ha sido tipificada, por lo cual podría decirse
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Figura 1. Mapa de ubicación de los desarrollos Formativos del Norte Grande, Altiplano Meridional y Cir-
cumtiticaca. Norte Grande: 1. Azapa 14 y 71; 2. Azapa 70 y 122; 3. Pisagua; 4. Conanoxa E-6; 5. Pircas; 6.
Tarapacá 40; 7. Cáñamo; 8. Guatacondo; 9. Cobija; Caleta Huelén; 11. Quillagua; 12 Chiu Chiu; 13. Chori-
llos; 14. Calama; 15. Topater; 16. Turi-2; 17. Tulor; 18. Tocona Oriente; 19. Tulán. Altiplano Meridional: 20.
Wilaque; 21. Uspa Uspa; 22. La Joya (Chuquiña, San Andrés, La Barca); 23. Wankarani. Altiplano Circumtiti-
caca: 24. Tiwanaku I, III, Fase Huchani; 25. Chiripa Temprano, Chirirpa Medio y Tardío; 26. Kalake, Chiripa
Medio y Tardío, Pana Temprano y Tardío; Sillumocco Temprano y Tardío; 28. Qualuyo, Cuaipata y Pukara.

que es escasa la información que se tiene acerca de permitan generar interpretaciones más sustantivas
este tipo de materiales. Por ello, es necesario rea- acerca de este desarrollo altiplánico.
lizar estudios más profundos que documenten las Paralelamente, al estudiar el Período Formati-
colecciones e integren análisis especializados que vo del norte de Chile, los vínculos con el Altiplano
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circumtiticaca y meridional están constantemente de alfarería estilísticamente emparentada con dichos
presentes en la literatura especializada, responsabili- desarrollos, ya que aparte de descripciones genéricas,
zándolos en gran medida del cambio Arcaico Forma- no se maneja una tipología de referencia ni se conoce
tivo e, incluso, de la introducción de la alfarería en la la representatividad de los materiales supuestamente
vertiente occidental de los Andes centro-sur (Núñez altiplánicos en los contextos Formativos locales. Por
y Moragas 1983). En efecto, durante varios años el otra parte, se han establecido vínculos formales en-
proceso Formativo del Norte Grande ha sido visua- tre puntas de proyectil de sitios Formativos del Loa
lizado como producto del desplazamiento de pobla- medio con las descritas para los túmulos Wankarani
ciones altiplánicas durante la fase llamada Alto Ra- (Benavente 1978); sin embargo, estas puntas tam-
mírez (500 a.C.-300 d.C.), la que inicialmente fue bién han sido identificadas en otros sitios del Norte
propuesta para los Valles Occidentales y con poste- Grande incluso de períodos de ocupación posterio-
rioridad se hizo extensiva al resto del norte chileno res (Vásquez 1995).
(Llagostera et al. 1984; Núñez 1971 y 1982; Rivera Consecuente con lo anterior, con este trabajo
1976 y 1980; Rivera et al. 1995/96). Algunos estu- discutimos que la existencia de atributos compar-
diosos proponen un acceso diferencial de parte de las tidos no puede ser interpretada sólo como parte de
poblaciones altiplánicas a la región, conformándose un proceso de mera difusión -como se ha tendido
así variedades zonales producto de una asimilación a plantear hasta el momento-, sino también como
local de los aportes foráneos, según la relación es- resultado de experiencias semejantes y múltiples
tablecida con determinada expresión formativa alti- formas de interacción. Por ejemplo, la situación
plánica (Muñoz 1983 y 1987; Mujica 1985; Santoro representada por un momento de transformaciones
1981). En cambio, ciertas investigaciones plantean generalizadas de las bases económicas y estructu-
una verdadera expansión altiplánica, mientras otras ras sociales de las poblaciones Formativas (Barnett
postulan que esto fue producto de los diferentes y Hoopes 1995). A esto se suma que la escasez de
mecanismos de interacción e intercambio gestados a análisis y la falta de documentación de la cerámica y
lo largo del período (Núñez 1971 y 1976; Núñez y materialidad lítica Wankarani impiden utilizar la in-
Dillehay 1978). En años recientes dicha “expansión” formación existente como un referente comparati-
ha sido cuestionada en algunas regiones (Castro et vo satisfactorio a partir del cual contrastar las mate-
al. 1994; Núñez 1992; Sinclaire 2001 Thomas et al. rialidades del Altiplano meridional con las del norte
1988/89), y actualmente está siendo discutida so- de Chile, y evaluar la validez de las interpretaciones
bre la base de diferentes indicadores materiales del sobre el período en este territorio. En particular, las
Norte Grande (Ayala 2002; Ayala y Uribe 2003). relaciones con el Altiplano como causales del cam-
Los planteamientos referidos al arribo de po- bio cultural acaecido en la vertiente occidental andi-
blaciones altiplánicas a este territorio, se sustentan na. En suma, los objetivos de este artículo son, por
en la aparición -sin antecedentes previos- de ciertos un lado, aportar con una caracterización sistemática
cultivos y en las semejanzas iconográficas estableci- de la cerámica y el material lítico de sitios Wankara-
das entre ciertos textiles de los Valles Occidentales ni del Altiplano meridional y, a partir de esto, apor-
con la alfarería y litoescultura Pucara; en conjunto tar con una nueva reflexión sobre el problema de la
con la construcción de estructuras de planta circular, presencia altiplánica en el Norte Grande durante el
un patrón funerario “tumular” y cerámica espatula- Período Formativo.
da, formalmente análogos a lo descrito para Chiripa
y Wankarani. Respecto a este último indicador, sin Caracterización de la cerámica
embargo, consideramos que las relaciones estableci- de los túmulos Wankarani y Uspa-Uspa
das entre la alfarería del Norte Grande con las del Para este trabajo se analizó la colección de piezas
Altiplano circumtiticaca y meridional se basan en completas del túmulo Wankarani (Guerra 1995),
criterios muy generales y dispares, que no tienen por tratarse del sitio-tipo y porque precisamente
un carácter definitorio ni diagnóstico dentro de las a partir de él se han trazado importantes conexio-
amplias posibilidades tecnológicas, morfológicas y nes con Chile. Para completar el análisis, se sumó
estéticas que ofrece la alfarería. En este sentido, no la muestra de fragmentos del túmulo Uspa-Uspa
queda claro si lo que proponen nuestros colegas es la (Condarco 2001Ms), ya que este sitio entrega in-
presencia de cerámica indiscutiblemente Wankarani formación de contextos más domésticos que los re-
o Chiripa en el norte de Chile, o si más bien se trata presentados por las piezas completas de Wankarani
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-pertenecientes más bien al ámbito funerario-, y
porque además provee de datos estratigráficos signi-
ficativos que no se tienen para el sitio-tipo. En este
sentido, esperamos que la comprensión tecnológi-
ca, morfofuncional, decorativa y conductual de esta
muestra y la consecuente definición de una industria
o sistema de producción cerámica Wankarani pro-
porcione un conocimiento posible de ser aplicado
y comparado con el material fragmentario que co-
múnmente aparece en los sitios Formativos del nor-
te chileno, estableciendo finalmente su origen local
o foráneo en este territorio.
La metodología de análisis comprendió: el ficha-
je del material para derivar en su clasificación, la ela-
boración de bases de datos; la selección de atributos
o variables a estudiar a través de estadística descrip-
tiva como conteos, porcentajes o frecuencias que
han sido vertidos en gráficos y tablas; y, por último,
una tipología final. En primer lugar, la clasificación
se basó en un reconocimiento visual y macroscópico
de los tiestos (apoyado con una lupa “cuentahílos”).
Ésta consistió en una descripción estandarizada, me-
diante fichas, de las características de las pastas, los
tratamientos de superficie, la morfología y la deco-
ración de las vasijas, poniendo énfasis en la observa- Figura 2. Cerámica (miniaturas) del túmulo Wankarani.
ción de los aspectos tecnológicos más que externos
o estéticos (superficie y decoración), y evitando las
distorsiones que generalmente promueven dichos
atributos (Sinclaire et al. 1998; Uribe y Ayala 2000;
Varela 1992). Para sistematizar estas observaciones,
en una segunda etapa, se construyeron bases de da-
tos donde se integró y ordenó cuantitativamente la
información seleccionada, utilizando el número de
piezas o fragmentos respectivamente. A partir de
ello, en una tercera etapa, se hicieron apreciaciones
acerca de la manera como se habría usado la alfarería
depositada y abandonada, la que es distinta según las
circunstancias ocurridas, lo cual ayuda a tener una
idea de las actividades que se desarrollaron sincró-
nica o diacrónicamente en el sitio estudiado. Para
ello, entre otras variables, se consideró la forma de
las vasijas, lo que se complementó con la abundancia
o escasez del material, su restaurabilidad, desgaste
o erosión y comportamiento estratigráfico, inten-
tando establecer conductas de descarte producto
de la actividad humana (Adán 1996). En una última
etapa, se sintetizó el comportamiento tipológico y
conductual del material a través de su representa-
ción gráfica, para introducirnos en su distribución
contextual y temporal, derivándose los patrones de
funcionalidad y cronología mencionados. En defini- Figura 3. Cerámica (vasijas) del túmulo Wankarani.
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tiva, las pastas y formas de la cerámica, en conjunto
con el tratamiento y acabado de las superficies y sus
características depositacionales, han sido los atribu-
tos relevantes que seleccionamos para generar los
tipos que definirían lo Wankarani.
Respecto a la caracterización propiamente tal,
sintetizando lo expuesto en un trabajo previo (Ayala
y Uribe 2003), la colección Wankarani del Museo
Eduardo López Rivas de Oruro está constituida por
83 piezas enteras que fueron analizadas separándolas
según su morfología en Vasijas (V), Cucharas (C) y
Figurillas (F), además de torteras y/o instrumentos
(Figuras 2, 3, 4 y 5). Es importante considerar que
-salvo su origen funerario- se trata de piezas sin con-
texto, situación que, sin duda, limita el análisis e in-
ferencias de este trabajo, lo que no pudo ser resuel-
to debido a la dificultad de acceder a la información
original de las excavaciones del túmulo Wankarani.
La muestra estudiada del túmulo de Uspa-Uspa
está constituida por 1988 fragmentos, provenientes
de seis unidades de excavación (N196-E200, N196-
E202, N196-202.4, N198-E200, N198-E202 y
N234-E192), ubicadas en el sector alto del túmulo
y en algunas de las cuales se llegó al piso estéril de
excavación (Condarco 2001Ms). El objetivo de este
trabajo fue obtener un panorama general de la alfa-
rería de ese sitio. No se consideró en esta ocasión un Figura 4 y 5. Cerámica (figuras antropomorfas y zoomorfas) del
túmulo Wankarani.
análisis estratigráfico de los materiales revisados, ya
que la correspondencia entre los niveles artificiales
de excavación y los estratos naturales del terreno
se encontraba en pleno proceso de elaboración al
momento de este estudio. Estos fragmentos fueron
registrados y analizados clasificándolos, aparte del
material erosionado (ERO), en ocho a nueve gru-
pos de acuerdo a sus atributos de superficie y forma,
donde se incluyeron contenedores e instrumentos
como cucharas, torteras u otros artefactos no-deter-
minables. Esos ocho grupos, sin embargo, se redu-
cen a cuatro estándares de pasta, correspondientes
a pastas granulosas densas en mica (grupos 1, 2, 3 y
4), pastas granulosas densas en inclusiones orgáni-
cas (grupo 5), pastas arenosas (grupos 6 y 7), pastas
granulosas densas en inclusiones blancas (grupo 8),
y otras (grupo 9). Lo anterior permite distinguir
que los grupos 1, 2, 3 y 4 (Figura 6) constituyen
la industria cerámica más relevante de la muestra, Figura 6. Cerámica (bordes) del túmulo Uspa Uspa.
quizás la representante de la alfarería local durante
el clímax de la ocupación; en tanto, los grupos res- El estudio de la alfarería de estos dos sitios For-
tantes pueden considerarse preliminarmente mani- mativos altiplánicos ha permitido establecer dos ex-
festaciones exóticas y/o intrusivas, contemporáneas presiones cerámicas distintas correspondientes a una
o de otras épocas (Ayala y Uribe 2003). misma época y desarrollo cultural, la de los túmulos
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Wankarani. Las piezas completas del túmulo tipo cuando se consumen mucha bebida y comida, en las
definen una alfarería local caracterizada por pastas cuales la alfarería habría jugado un papel primor-
granulosas, dentro de las cuales las expresiones más dial en tanto contenedor de líquidos, ya sea como
tempranas serían las miniaturas, las ollas, los cuen- ofrendas a colocar en escondrijos o tumbas, e in-
cos modelados, los vasos-copas, las figurillas y cier- cluso para usar las basuras como “challa” (Agüero et
tas cucharas descritas aquí, destacando relaciones al. 2001). Hipotéticamente, por lo tanto, interpre-
con el lago Poopó y La Joya, que representarían el tamos lo anterior como el resultado de actividades
Período Formativo de Oruro (Bermann 1995). En ceremoniales comunes al mundo andino, donde la
cambio, los jarros rojos, ciertas escudillas-tazones utilización de bebida y comida en el contexto ritual
y cántaros, así como algunas miniaturas, cuencos y se emplea para la integración social (Uribe 1996).
cucharas serían más tardíos, desarrollándose desde
fines del Formativo y durante el Período Medio tal Funcionalidad y conducta
cual se evidencia respectivamente en las fases Niña de la cerámica Wankarani
Lupita (600-800 d.C.) y Jachackala (800-1200 Según la frecuencia de las clases cerámicas defini-
d.C.) de esta región altiplánica. Sin embargo, lo das, en Wankarani los contenedores alcanzan el
más destacado de lo anterior es que esta parte de la 69% de la muestra, secundados por las figurillas
alfarería formativa referiría a contextos ceremonia- que corresponden casi al 33% de la colección. Fi-
les, donde la cerámica se emplearía como ofrenda, nalmente, aparecen las cucharas, que apenas supe-
por ejemplo, funeraria, o al menos para el consumo ran el 7%. Ahora bien, las vasijas que en realidad
de alimentos o bebidas especiales en actividades fes- destacan en esta colección son los jarros revestidos
tivas. De hecho, por esta importante carga simbó- rojos, los cuales abarcan cerca de un tercio de la
lica que tuvo, el túmulo fue visitado e intervenido muestra total (30%), seguidos bastante más abajo
con posterioridad, lo cual dio lugar a que se mezcle por tazones-escudillas y ollas, siendo el resto de los
su alfarería con otras cerámicas más tardías. contenedores completamente minoritarios (Figura
Por su parte, la fragmentería del túmulo de Us- 7). De manera individual, por lo tanto, los jarros y
pa-Uspa apoya en gran medida estas interpretacio- figurillas aparecerían en proporciones equivalentes,
nes, por ejemplo, una alfarería local típica por sus razón por la cual ambas manifestaciones se conver-
pastas granulosas, aunque las características morfo- tirían en las más representativas del sitio.
lógicas y estilísticas de ambas colecciones difieren, Sin embargo, muchos de los jarros señalados,
sobre todo, por su distinta naturaleza funcional escudillas-tazones y cántaros, así como ciertas mi-
(ofrendas versus piezas utilitarias). Aquí son predo- niaturas y cucharas, remiten a épocas más tardías,
minantes los contenedores no-revestidos; es escasa por ejemplo, a los Períodos Medio, Intermedio
la evidencia de jarros rojos; se reconocen muy pocas Tardío y Tardío del Altiplano meridional (Lecoq y
cucharas y no se registró ninguna figurilla ni mode- Céspedes 1997). De acuerdo a ello, se habría mez-
lado; además, una considerable cantidad de mate- clado una significativa diversidad de materiales, im-
rial corresponde a torteras o alisadores de cerámica. pidiendo dilucidar con claridad cuál es la alfarería
Por otro lado, de acuerdo con la alta frecuencia de propiamente Formativa del sitio-tipo Wankarani.
vasijas restringidas, se infiere un notorio énfasis en De hecho, la popularidad de jarros rojos no tiene
las funciones de almacenamiento, secundadas por mayores análogos en otras colecciones del Formati-
las tareas de preparación y consumo de alimentos. vo altiplánico, siendo muy escasas tales vasijas hasta
No obstante, igual que en el túmulo Wankarani, se el surgimiento de los desarrollos Formativos tardíos
infieren particulares conductas de depositación, ya y medios como Pukara y las manifestaciones tem-
que la limpieza de los desechos es marcadamente pranas de Tiwanaku (Ponce 1971; Wallace 1957).
homogénea, quedando clara una selectividad en el Por lo tanto, la inclusión de los jarros rojos como
descarte y/o incorporación de las basuras cerámicas parte de la cerámica más característica de Wanka-
al lugar de ocupación. Junto con esta selección de rani es dudosa por ahora, discutible y más cercana
las “basuras”, entonces, parece probable que ciertos a momentos posteriores, tal cual lo evidencia su
sectores del sitio hayan sido ocupados intensa pero presencia en el sitio Jachakala donde se vislumbra
intermitentemente. Quizás, esto sucedió durante una ocupación Formativa Tardía y otra del Período
la realización de actividades que implicaban la con- Medio (Bermann y Estévez 1993). A esto se suman
gregación de gente en ciertos momentos o fiestas, las escudillas decoradas con pintura negra de in-
104 P. Ayala, C. Carrasco, y M. Uribe
Tarapacá y el Loa definen un contexto similar, por
lo que las semejanzas entre estas entidades pudieron
ser producto de experiencias ceremoniales compar-
tidas, sin necesidad de contactos tan directos. En
este sentido, es muy sugerente la información que
nos ofrece el material de Uspa-Uspa.
En Uspa-Uspa, salvo excepciones, la mayoría
de los grupos definidos, especialmente el 1, 2, 3
y 4, por sus pastas granulosas densas en micas y su
morfología, pertenecerían a una producción alfarera
propia del territorio estudiado. Al contrario, los es-
casos ejemplares que presentan pastas con inclusio-
nes orgánicas o son densas en antiplásticos blancos
serían expresiones extrarregionales que permiten
Figura 7. Frecuencia de clases cerámicas de Wankarani (V= trazar distintas relaciones culturales. Al respecto,
Vasijas; C = Cucharas; F = Figurillas).
cabe mencionar que las pastas con desgrasante vege-
dudable estilo Chilpe, Taltape o Hedionda, corres- tal son características de la alfarería Chiripa del Al-
pondientes al Período Intermedio Tardío (Lecoq y tiplano circumtiticaca (Faldín 1991; Hastorff et al.
Céspedes 1997; Schiapacasse et al. 1989). 1998Ms,1999Ms; Ponce 1970). No obstante, cerá-
Con seguridad, por lo tanto, sólo se podría micas formativas con desgrasante orgánico también
considerar alfarería Formativa Wankarani al reper- se encuentran en la costa de los extremos norte de
torio compuesto por las figurillas y aquellas vasijas Chile y sur del Perú (p.e., Faldas del Morro, Azapa
que tienen referentes contemporáneos en el resto y Huaracane), por lo cual también pudieron existir
del Altiplano y territorios aledaños como las mi- vínculos con los Valles Occidentales, aunque las evi-
niaturas, las ollas, los vasos-copas y ciertos cuencos dencias son más débiles en este sentido (Dauelsberg
modelados. De hecho, existen ejemplares análogos 1985; Feldman 1990). En cuanto a los fragmentos
pero no idénticos de figurillas y miniaturas en otros con inclusiones blancas, también existen semejan-
sitios Formativos del Altiplano meridional y los Va- zas con otra cerámica Formativa del Norte Grande,
lles Orientales de Bolivia, como de las quebradas particularmente con el tipo Loa Café Alisado que en
de Arica, Tarapacá y el río Loa en Chile (Bermann reiteradas ocasiones se asocia a vasijas con “borde
1995; Meighan 1980; Núñez 1967/68; Rivera et al. en coma” (Agüero et al. 2001; Sinclaire et al. 1998;
1995/96; Thomas et al. 1995; Uribe y Ayala 2000). Uribe y Ayala 2000), indicador que también ha sido
Por su parte, las ollas encuentran equivalentes en el identificado en la alfarería de Uspa-Uspa.
Salar de Uyuni (Lecoq y Céspedes 1997), mientras La frecuencia de los grupos cerámicos definidos
que los vasos-copas, descritos por Bermann (1995) es la siguiente: el grupo 1 se convierte en el predo-
como tipo Negro Wilaque, se acercan a la alfarería minante con el 41% de presencia; está seguido por
de Cochabamba (Brockington et al. 1995). De este los grupos 3 y 2 en proporciones que representan
modo, se pueden establecer vínculos entre este sitio la mitad del primero; el resto aparece en cantida-
y otros desarrollos contemporáneos de los Andes des mínimas y el material erosionado llega al 13%
centro-sur, confirmando una amplia esfera de mo- (Figura 8). De esto se desprende que las vasijas res-
vilidad e interacción entre poblaciones altiplánicas y tringidas pulidas son las más relevantes de la mues-
de los territorios aledaños más bajos. tra, sugiriendo que las funciones relacionadas con
Con todo, las vasijas que compondrían la alfare- almacenamiento, especialmente de líquidos (consi-
ría Formativa de Wankarani sugieren una funciona- derando las propiedades impermeabilizantes del pu-
lidad acotada a actividades ceremoniales, específica- limento), tuvieron un lugar destacado dentro de las
mente como ofrendas, sobre todo por las figurillas actividades desarrolladas en el sitio. Un rol no me-
y miniaturas. Esto también es coherente con el uso nos importante tuvieron las vasijas no-restringidas
de cántaros, ollas y vasos, los cuales pudieron estar y restringidas alisadas como las ollas; sin embargo,
relacionados con el consumo de alimentos o bebidas éstas representarían funciones secundarias. Por lo
especiales en festividades vinculadas a esas ofrendas. tanto, es posible que en el lugar se hayan empleado
Paralelamente, las figurillas y miniaturas de Arica, todas estas vasijas en la producción de alimentos, en
alfarería y líticos wankarani 105
y/o depositar los desechos. En suma, el número de
indicadores de formas corresponde a una mínima
parte del material (ni siquiera el 4% en el mejor de
los casos); la restaurabilidad es bajísima; es casi nula
la reutilización o elaboración de instrumentos; en
su mayoría son de vasijas o partes de ellas muy pa-
recidas (casi siempre de 5 mm), y en su totalidad se
trata de trozos muy pequeños (de no más de 5 cm).
Por lo tanto, se distingue un proceso muy intenso
de generación de desechos, pero selectivo, en el
cual están participando vasijas pertenecientes a una
misma industria de cerámica utilitaria que refieren
Figura 8. Frecuencia de grupos cerámicos de Uspa-Uspa. a funciones muy acotadas o específicas, como si el
depósito se hubiera formado con objetivos muy de-
especial líquidos que aquí se guardaban o almace- terminados.
naban. En este sentido, los sectores estudiados del En cualquier caso, lo anterior nos sugiere que no
túmulo se relacionarían con espacios específicos se trata de desechos comunes y corrientes, lo cual se
para la producción y almacenamiento más que con encuentra apoyado por el material erosionado que,
lugares de vivienda propiamente tal, a menos que si bien es considerable (13%), es claramente menor
otros contenedores reemplazaran a la cerámica en a la presencia de los grupos en cuestión. Por lo mis-
sus funciones de servicio y consumo de alimentos. mo, se podría pensar que los basureros no están en
De hecho, este énfasis funcional es coincidente con este depósito, sino que aquí se concentraron sólo
la escasa presencia del resto de los grupos cerámi- ciertas “basuras”, quizás las que no estorbaban a la
cos, señalando una limitada diversidad de labores, actividad, botándose el resto en otro lugar. Para esto
así como definiendo acotadas y especializadas áreas último, sin embargo, se habría necesitado un tiempo
de actividad. adicional a la actividad principal, quizás cuando ésta
Un primer acercamiento a la conducta estratigrá- no se realizaba, por lo que la ocupación del lugar se-
fica de la cerámica nos permite afirmar que los gru- ría intermitente o estacional. De este modo, se apre-
pos predominantes aparecen prácticamente desde cia un marcado carácter funcional de la cerámica de
las primeras hasta las últimas capas, en proporciones Uspa-Uspa, donde el almacenamiento fue priorita-
constantes o aumentando de manera progresiva en rio en ciertos sectores del montículo dentro de una
los niveles más profundos. Incluso se observa que la intensa actividad y producción de desechos (no sólo
mayor variabilidad tipológica se ubicaría en los mo- cerámicos), seguramente provocada por una impor-
mentos más tempranos de ocupación del montículo, tante densidad poblacional, a su vez avalada por el
a diferencia de los niveles superiores que presentan énfasis del almacenaje en el lugar. Sin embargo, esta
una composición más restringida a los grupos men- actividad involucró determinadas conductas de lim-
cionados, apoyando así una homogeneidad también pieza, ya que la misma ocupación que produjo esa
observada en otros sitios Formativos del Altiplano considerable cantidad de fragmentos cerámicos ha-
meridional (Estévez y Bermann 1996Ms, 1998Ms; bría despejado el lugar de los trozos grandes e indi-
Wasson 1967). Considerando otras variables de- cadores de formas, dejándolos fuera de las áreas de
positacionales de la alfarería estudiada, mostradas operación, posiblemente en lugares alejados como
en la Tabla 1, observamos por ejemplo que de los también se ha detectado en el túmulo de Chuquiña
1988 fragmentos analizados, el grupo 1 sólo reúne (Estévez y Bermann 1996Ms, 1998Ms).
el 3.9% de indicadores de forma; que los promedios Este énfasis funcional, por lo tanto, adquiere una
de tamaño y espesor de los mismos se encuentran connotación bastante especial y no azarosa conside-
dentro de una media (5 cm y 5 mm respectivamen- rando lo que ocurre en Wankarani, lo que sin duda
te); que la restaurabilidad apenas implica el 3%, y debe evaluarse con el estudio de otros casos. Preli-
los instrumentos como la reutilización son única- minar e hipotéticamente, los sectores del túmulo
mente el 0.1%. Tal conducta se repite de manera considerados por nuestro estudio insinúan que las ac-
muy parecida entre los grupos 2, 3 y 4, indicándo- tividades identificadas se desarrollaron dentro de una
nos una manera bastante normalizada de descartar dinámica más bien ceremonial, la cual potenció el
106 P. Ayala, C. Carrasco, y M. Uribe
Tabla 1. Resumen de las principales variables deposicionales de la cerámica de Uspa-Uspa.
.
Cerámica Cantidad Bordes Bases Tamaño Tamaño Espesor 1 Espesor 2 Restaurabilidad Instrumentos
1 2
Grupo 1 816 71 6 50 20 5 1 40 1
Grupo 2 398 39 3 46 20 5 1 6 5
Grupo 3 430 20 3 46 16 5 1 6 7
Grupo 4 52 11 1 43 16 5 1 6 -
Grupo 5 1 1 - 43 - 7 4 - -
Grupo 6 2 - - 38 - 5 4 - -
Grupo 7 12 - - 49 22 5 - 2 -
Grupo 8 18 1 - 61 21 6 1 - -
Grupo 9 1 - - - - - - - -
Erosionados 258 - - - - - - - -
Total 1988 143 13 47 14 5.4 1.6 60 13
Cantidad, bordes, restaurabilidad e instrumentos = número de fragmentos por grupo; Tamaño 1 y espesor 1 = promedio de los
fragmentos más largos y gruesos de cada grupo y nivel de excavación (en mm); Tamaño 2 y espesor 2 = desviación estándar de los
anteriores (en mm).

encuentro de personas en torno al almacenamiento tuvieron lugar rituales, por ejemplo, fundacionales
como producción intensiva de ciertos alimentos que y funerarios, de comunidades pastoriles e incluso
pudieron o no consumirse en el mismo lugar duran- agrarias que, aunque autónomas (por cada túmulo
te eventos festivos. Dentro de esta dinámica, habría distinto y relativa falta de estandarización cerámi-
existido el tiempo suficiente para la acumulación y ca), estarían realizando ciertos “sacrificios” comunes
el despeje ordenado del lugar como si se tratara de (Bermann y Estévez 1995; Condarco 2001Ms).
eventos periódicos pero espaciados. Tal situación,
nos hace pensar que los túmulos o parte de ellos es- Caracterización y conducta
tuvieron destinados más a un ceremonialismo que a del material lítico Wankarani
una actividad simplemente doméstica, y que fueron La muestra analizada comprendió un total de 394
usados intermitentemente por una cantidad impor- piezas líticas correspondientes a distintas catego-
tante de personas que se reunían en eventos especia- rías, provenientes de cinco formaciones tumulares
les, productivos y/o festivos, desocupándolos luego adscritas a la cultura Wankarani (Ponce 1970). Las
hasta el siguiente evento. piezas provienen de recolecciones superficiales de
Por lo tanto, ambas colecciones se asocian a los sitios Socotiña, Wilaque, Pukara 1 y La Barca
conductas marcadamente ceremoniales, las que en depositadas en el Museo Antropológico Eduardo
el caso del túmulo Wankarani quedan demostradas López Rivas, y de seis unidades de excavación del
por el hallazgo de más de 30 tumbas en los pisos sitio Uspa-Uspa depositadas en el Museo de Paria.
habitacionales del montículo (Walter 1994). Mien- En relación con la muestra proveniente de las
tras que en Uspa-Uspa esto se relaciona con la pre- recolecciones superficiales, no contamos con infor-
sencia de “cabezas-clavas” con aspecto de camélidos mación completa en función de las superficies re-
(semejantes a las hechas en arcilla), algunas de las colectadas, ni respecto a las formas de recolección
cuales integran los cimientos de recintos habitacio- (transectos, cuadrículas, estructuras) y criterios de
nales; también forman parte de entierros especiales la misma (selectivo por tamaño, categoría morfo-
o escondrijos y otras se dispusieron en la cima del funcional o su totalidad). En el caso de aquella pro-
túmulo (Condarco 2001Ms; Guerra 1995). Fren- veniente de Uspa-Uspa la información es más com-
te a esta situación, el ceremonialismo propuesto a pleta. No obstante, en ambos casos creemos que
través de la cerámica tendría un lugar destacado en se optó por criterios selectivos de recuperación del
la dinámica ocupacional de los túmulos Wankara- material, pues en todos los sitios aparecen repre-
ni, por lo que no se trataría de lugares únicamente sentados prácticamente como el único instrumento
residenciales o domésticos, sino de espacios donde presente aquellos identificados como palas o aza-
alfarería y líticos wankarani 107
Tabla 2. Frecuencias de artefactos líticos por materia prima.
Artefactos Materias primas
Instrumentos And. Bas. Gran. Are. Obs. Sil. Piz Ind Total
Palas o azadas 121 16 2 2 2 4 147
Manos 9 1 10
Percutor 1
Pulidores 1 4 1 6
Boleadora 1
Desechos
Lascas 129 49 1 1 180
Láminas 1 2 2 5
Trozos 8 8
Indeterminados 11 6 10 5 4 36
Total 270 73 25 10 1 4 2 9 394

das líticas. Aun cuando conocemos la importancia Como sea, es posible observar en la muestra
de estos instrumentos, identificados por Bermann (Tabla 2 y Figura 9) una marcada presencia de palas
y Estévez (1995) como bifaces, esto establece un o azadas líticas, coincidente con una fuerte repre-
claro sesgo de información, que puede resultar im- sentación de desechos de talla de la misma materia
portante en relación con las interpretaciones que se prima. Las palas o azadas constituyen el elemento
logre generar en concordancia al comportamiento homogenizador de la muestra, notándose una dife-
de la muestra. rencia en Uspa-Uspa, debido a la mayor presencia
En efecto, sabemos de la presencia de otros ar- de láminas, y en Socotiña, por un leve aumento en
tefactos líticos ausentes en esta muestra por obser- los artefactos de función indeterminada.
vaciones propias efectuadas en los sitios mismos, así Las palas o azadas ofrecen presencias regulares en
como por información bibliográfica aportada por todos los sitios y, como decíamos, estos instrumen-
varios autores en la cual se mencionan restos de ta- tos están elaborados principalmente en andesita, y
lla lítica, puntas de proyectil elaboradas en basalto, con menos frecuencia en basalto, aunque también
sílex y obsidiana, manos de moler, batanes, cabezas se observan en otras materias primas como pizarra
talladas de camélidos, etc. (Ponce 1970; Bermann y y algunas no determinadas, presentando diferentes
Estévez 1993; Pärssinen 1999). A pesar de este ses- énfasis en sitios distintos. Esto sugiere que en cada
go, intentaremos obtener algunos resultados a partir sitio habría accesos diferenciados a otras materias
de aspectos cualitativos con el objeto de aprovechar primas, además de un acceso a fuentes de andesi-
la información contenida en el material analizado. ta, las que incluso pudieron haber sido comparti-
De acuerdo con las materias primas, conviene das dada la ubicación de estos sitios dentro de una
aclarar que aquella que hemos identificado como misma región geográfica y cultural. Esto puede ser
la principal en la elaboración de los artefactos más explicado por la existencia de fuentes de materias
representados (palas o azadas líticas), la andesita, primas locales y por interacciones o movimientos
corresponde a una materia prima de grano regular por parte de las poblaciones particulares hacia otros
y tonalidades grises oscuras, que se fractura en hojas ambientes. En relación con esto, Bermann y Esté-
de espesores relativos. De acuerdo con los hallazgos vez (1995), señalan la existencia de una fuente de
realizados en el túmulo de San Andrés, Bermann y basalto negro conocida en la localidad de Querimita
Estévez (1995), se sugiere que la materia prima más al borde del lago Poopó a unos 150 km al sur de
frecuente en la elaboración de estos instrumentos Oruro. No obstante, aunque haya una materia pri-
es lo que se ha interpretado como basalto. No obs- ma principal en la que se confeccionaron las palas o
tante, esta roca podría corresponder a riodacita o azadas, es posible observar otros comportamientos
dacita. Esta aclaración resulta también válida para compartidos en función del material lítico tallado de
las identificaciones que hemos hecho nosotros. los sitios Wankarani.
108 P. Ayala, C. Carrasco, y M. Uribe
pondería a la finalización o etapa final del proceso
de elaboración de palas o azadas, aunque advierten
que no se sabe si éstas fueron manufacturadas en el
mismo sitio.
Por otra parte, el fenómeno de reactivación de
los bordes puede resultar importante en la determi-
nación del tamaño de las piezas. En efecto, el redu-
cido tamaño de las palas o azadas podría estar condi-
cionado por la constante reactivación de los bordes
de las hojas, lo que, a su vez, estaría implicando un
Figura 9. Frecuencias de artefactos en sitios Wankarani. uso de las herramientas hasta sus límites máximos.
Esta situación, bastante cercana a la curaduría, pue-
Así, en la manufactura de las palas o azadas, no de deberse a un acceso dificultoso a las materias
sólo aparece como un atributo común la materia primas, lo que obligaría a la adopción de estas estra-
prima, sino que también se observa una marcada si- tegias tecnológicas. Al mismo tiempo, esto podría
militud en los tamaños de las piezas y las formas. Las explicar las enormes cantidades de desechos de talla
longitudes máximas de éstas no sobrepasan los 15 de las mismas materias primas registradas en las su-
cm, y entre las formas se registran principalmente, perficies de los sitios (Bermann y Estévez 1993).
lanceoladas, de bases convexas y extremos distales Según estos mismos autores (Bermann y Estévez
aguzados, y en algunos casos con ambos extremos 1995), en el túmulo de San Andrés es posible identi-
“puntiformes”. Tecnológicamente, estas piezas se ficar un depósito diferenciado de estos instrumentos
encuentran manufacturadas sobre hojas a las que se tanto al interior como al exterior de las estructuras
les ha aplicado percusión en los bordes (tecnología registradas en el asentamiento, el cual estaría de-
marginal), hasta lograr las formas deseadas. En al- terminado por varios aspectos. En primer lugar, al
gunos casos, la percusión se ha aplicado también en interior de las estructuras la densidad de artefactos
una o ambas caras (monofacial o bifacial) con el fin es consistentemente menor y, en segundo lugar, las
de rebajarlas hasta lograr anchos (entre 6 y 8 cm) piezas registradas al interior de las estructuras son
y espesores uniformes (entre 1 y 2 cm). Estas ca- más pequeñas. Estas diferencias pueden señalar que
racterísticas hacen que estos instrumentos sean bas- las actividades relacionadas con las estrategias cura-
tante homogéneos, lo que sugiere que, si aceptamos tivas vinculadas al material, podrían haberse desa-
su participación en labores agrícolas, en los sitios rrollado al interior de los recintos habitacionales, lo
Wankarani se habrían manejado las mismas solucio- que implicaría el hallazgo de piezas más pequeñas,
nes en la organización tecnológica asociada. mientras que en el exterior se hace más factible la
En cuanto a los desechos registrados, se observa presencia de piezas descartadas en momentos menos
principalmente la presencia de derivados de núcleo avanzados de uso y reciclaje. Las diferencias de pro-
de andesita y basalto, los que estarían directamente porción tanto de instrumentos como de desechos
vinculados con las palas o asadas. Es factible pensar entre el interior y el exterior de los recintos, pue-
en que tales desechos correspondan a actividades re- den deberse a actividades de limpieza practicadas al
lacionadas con la reactivación de los filos o bordes interior de las estructuras. Un análisis de microde-
de uso, en la mantención y reciclaje de herramien- sechos podría evidenciar mejor estas actividades, lo
tas. Estas actividades pudieron estar combinadas con que implicaría generar estrategias más específicas de
la reparación de los enmangues, el cambio de piezas recuperación de material.
fracturadas (presencia de pedúnculos y fragmentos) Estos investigadores (op. cit.) señalan, además,
y reparaciones de la hoja. No obstante, también fue- la presencia de escondites al interior de las viviendas
ron registrados algunos trozos de materia prima co- en los cuales se almacenaron algunos bifaces junto a
rrespondientes a posibles matrices para la elabora- figurillas de arcilla. Indican que si bien estas piezas
ción de palas, lo que podría indicar cierto grado de pueden haberse almacenado juntas, y no necesaria-
manufactura en los sitios. En relación a esto último, mente usado juntas, la forma de los hallazgos en es-
Bermann y Estévez (1993) señalan que parte de los condites sugiere una actividad ritual relacionada con
desechos de basalto negro registrados en Jachakala, las piezas, más aun cuando uno de ellos se encontró
los que alcanzan frecuencias impresionantes, corres- tapado por una piedra de moler. Si bien es probable
alfarería y líticos wankarani 109
que se hayan realizado actividades rituales dentro de forma y superficie responden a patrones Wanka-
de las estructuras en las que se usaron estas piezas, rani (p.e., estudios tecnológicos, composicionales y
una hipótesis alternativa y hasta complementaria a de procedencia). Además, estas relaciones basadas
la planteada por estos autores podría considerar el en la apariencia externa de las vasijas desde ya nos
fenómeno de una organización tecnológica curativa, parecen discutibles por cuanto en el mismo Altipla-
en función de un acceso restringido a las materias no habría cierta diversidad de industrias, acorde con
primas, indicando que los escondites señalados co- la mencionada autonomía de sus poblaciones, que
rresponden al almacenamiento y cuidado de piezas, definiría la existencia de un “estilo” más que de un
las que se utilizarían sólo en ocasiones de real nece- tipo cerámico Wankarani.
sidad, no descartando la posibilidad de un uso cere- En cuanto a Arica, específicamente hablando,
monial de estos artefactos en función de los mismos son escasas las evidencias que confirmen la existen-
depósitos cerámicos ya descritos. cia de relaciones directas entre la alfarería Formativa
Por otra parte, la carencia de microastillamien- del Altiplano meridional con los Valles Occidenta-
to que se señala en las piezas de los escondites, así les y el Litoral de Chile. Considerando atributos
como la presencia de ejemplares fracturados (Ber- formales, de pasta y superficie en su conjunto, no es
mann y Estévez 1995), puede explicarse en función posible postular la presencia de cerámica Wankarani
de la opción de la misma organización tecnológica, como la descrita a lo largo de este trabajo (Cfr. Ri-
considerando que es al interior de los recintos don- vera 1976; Uribe y Ayala 2000). Hasta el momento,
de se llevan a cabo actividades de reavivamiento de las únicas coincidencias refieren a alfarería con des-
bordes y reciclaje de las piezas, siendo probable que grasante orgánico entre Arica y Camarones y Uspa-
los instrumentos sin huellas de uso correspondan a Uspa; sin embargo, en el primer caso se trata de
piezas recientemente reacondicionadas. Al respec- un desarrollo local (tipo Faldas del Morro y Azapa),
to, un rasgo común en los ejemplares registrados mientras que en el segundo bien puede corresponder
por nosotros es la presencia, en el 100% de las pie- a cerámica Chiripa del Altiplano circumtiticaca.
zas, de huellas de uso en los extremos distales co- Más al sur, en el territorio comprendido por Tara-
rrespondientes a estrías longitudinales y pulido, más pacá y el Loa, se conforma una situación particular, ya
que astillamiento. que si bien se identificó una alfarería claramente local
(Uribe y Ayala 2000), sí se observan parentescos con
Consideraciones finales sobre la relación la cerámica Wankarani a través de la producción de
entre Wankarani y las sociedades vasijas miniatura y otras con bordes reforzados o “en
Formativas del Norte Grande coma” (tipos Quillagua-Tarapacá Café Amarillento y
Como dijimos en un principio, otro de los objetivos Loa Café Alisado). A estas semejanzas puede sumarse
de este análisis de colecciones consiste en evaluar la presencia de figurillas antropomorfas y zoomorfas,
los vínculos trazados entre Wankarani y otras regio- de arcilla cruda o cocida, en sitios como Tarapacá-40,
nes de los Andes centro-sur, pero, en particular con Guatacondo-1 y Ramaditas (Meighan 1980; Núñez
los desarrollos Formativos del Norte Grande, sobre 1967/68; Ponce 1970; Rivera et al. 1995/96). Sin
todo aquellos de Arica, Tarapacá y del Loa, lo cual embargo, también existen notables diferencias téc-
también es apoyado por otros materiales de estos nicas, formales y decorativas entre dichas industrias.
territorios (Ayala 2002; Ayala y Uribe 2003). Respecto a las vasijas, por ejemplo, en Chile las pastas
En la práctica, respecto a la alfarería dichos nexos no son granulosas, predominan las inclusiones blancas
se han establecido a partir de ciertas semejanzas y no y no las micas; los cuencos son las miniaturas comu-
por el hallazgo de piezas indiscutiblemente altipláni- nes y los bordes en coma son mucho más redondea-
cas en Chile (Cfr. Núñez y Moragas 1983). A dife- dos o convexos. Mientras tanto, las figurillas de Tara-
rencia de lo que se ha propuesto hasta ahora (Muñoz pacá, al contrario de las Wankarani, suelen presentar
1989; Rivera 1976), consideramos que los atributos aplicación de cabellos en la cabeza y/o un faldellín
de forma y superficie no son del todo apropiados miniatura como atuendo. Por su lado, las figurillas
para establecer nexos culturales con el Altiplano, altiplánicas se encuentran en “escondrijos” al interior
pues, éstas son características sumamente generales de los sitios habitacionales, en algunas de sus estruc-
sobre el desarrollo alfarero temprano de la época. turas, y las de Tarapacá provienen de cementerios.
Esto hace necesario resaltar indicadores mucho más En el Loa, cursos inferior y medio, también son
específicos y finos para determinar que los parecidos relativas las relaciones con la alfarería del Altiplano
110 P. Ayala, C. Carrasco, y M. Uribe
meridional, aparte de que se suman claros nexos con tardíos de ocupación (900-1470 d.C.). Esto indica
el Noroeste Argentino, conformando así una esfera que este tipo de puntas pudo constituir una solución
de interacción muy amplia y evidente a medida que tecnológica asignable a diferentes momentos de ocu-
se asciende por esta cuenca (Uribe y Ayala 2000). pación y distintos lugares de la prehistoria regional,
No obstante, aunque se diluye la presencia de mi- y no necesariamente corresponder a un elemento de
niaturas y figurillas, entre el Loa inferior y medio se influencia o determinación cultural.
identifica una situación muy parecida a la planteada Por otra parte, la significativa presencia de palas
para Tarapacá, razón por la cual es posible cierto pa- o azadas en la colección estudiada -a pesar del sesgo
rentesco con la alfarería Wankarani. Más aún, en las muestral ya comentado-, indica que las actividades
tierras altas del Loa, junto con difundirse las vasijas desarrolladas en los sitios adscritos a Wankarani tien-
de bordes “en coma” y la aparición de cerámica de den hacia a la agricultura, mientras que en el norte
pastas granulosas y densas en mica, se ha informado chileno se observa un énfasis en los desarrollos For-
la existencia de algunos fragmentos Pukara y Qeya, mativos más vinculado con la ganadería, lo que ge-
al mismo tiempo que son mencionados trozos de nera un instrumental más bien relacionado con acti-
tubos o sopladores como los descritos para Wanka- vidades de faenamiento de animales y procesamien-
rani y Chiripa, lo cual evidencia múltiples contac- to de derivados, consistente en cuchillos, raederas,
tos con toda la meseta altoandina (Tarragó 1989; raspadores, preparadores de tiento, etc. (Núñez
Castro et al. 1994; Sinclaire et al. 1998; Sinclaire 1992 y 1994; Jackson y Benavente 1994 y 1995/96).
2001; Ayala 2002). Finalmente, los oasis de San Pe- Además, también se ha consignado para el Norte
dro de Atacama también han sido relacionados con Grande, en especial para la Circumpuna, más cerca-
esta gran esfera de interacción trasandina (Le Paige na al área de Wankarani, una importante industria
1964; Llagostera et al. 1984; Núñez 1992; Orellana de perforadores asociada a la producción de cuen-
1988/89; Tarragó 1989), aunque por el momento tas de collar (Rees 1999; Carrasco 2001; Rees y De
son más escasas las evidencias que avalen un proceso Souza 2004), artefactos que hasta ahora permanecen
de interacción con el Altiplano meridional. No obs- absolutamente ausentes de la literatura relacionada a
tante, recién se está reevaluando el vínculo Wanka- Wankarani, así como de la muestra analizada. Nues-
rani dentro de las fases más tempranas del Formati- tras observaciones en terreno tampoco detectaron
vo atacameño (Uribe, com. pers., 2003). estos elementos en la superficie de los sitios visita-
En cuanto al registro lítico Wankarani, su com- dos, por lo que, de existir, no tendrían el énfasis que
portamiento no tiene un paralelo en relación con tienen en sitios contemporáneos del norte de Chile,
las conductas observadas en sitios arqueológicos del como tampoco éstos tienen el énfasis registrado en
Norte Grande. Como se mencionó anteriormente, palas o azadas.
la presencia o influencia de poblaciones altiplánicas Por lo tanto, el material lítico también descar-
en este territorio se ha planteado sobre todo a partir ta algún tipo de presencia de sociedades altipláni-
de indicadores alfareros y en base a la existencia de cas formativas en los desarrollos locales del Norte
formaciones tubulares. Sin embargo, también se ha Grande. Sin embargo, y considerando que durante
utilizado el material lítico en este sentido. Un ejem- este período las poblaciones tienen desarrollos parti-
plo de ello son las puntas de proyectil de base esco- culares, pero con importantes contactos interregio-
tada manufacturadas en sílices y basalto que fueron nales, no se debe descartar que tales interacciones
encontradas en el sitio de Chiu Chiu 200 del Loa estén dadas más bien por las diferencias. Es decir,
medio, en contextos que se reconocen con cierta considerando los distintos énfasis en instrumentos
contemporaneidad a Wankarani (Benavente 1978). líticos presentes en el Altiplano meridional y la ver-
Sin embargo, es cuestionable que este tipo de puntas tiente occidental de los Andes (palas y perforadores
constituyan un indicador diagnóstico de este tipo de respectivamente), podríamos suponer que ambas
interacción, ya que si bien pudieron llegar desde el regiones registran producciones de bienes distintos
Altiplano, también pudieron hacerlo desde cualquier (recursos agrícolas y suntuarios), las que podrían
otro lugar pues han sido descritas en otros sitios del generar excedentes factibles de ser intercambiados.
norte chileno. En este sentido, puntas de este tipo En definitiva, más que un desplazamiento po-
han sido registradas en buena asociación contextual blacional o una expansión altiplánica, como se ha
en el Pukara de Turi (Vasquez 1995), el cual si bien propuesto anteriormente, tanto la alfarería como
es cercano a Chiu Chiu, corresponde a momentos el material lítico evidencian que estaríamos frente
alfarería y líticos wankarani 111
a un proceso generalizado de interacción, sin cen- por habernos facilitado las colecciones estudiadas. A los orga-
tralismos, en el cual esas experiencias compartidas nizadores del I Congreso de Arqueología de Bolivia (19-23 de
ligadas a los procesos de agriculturización de las po- julio de 2004) por alentarnos a presentar este trabajo en esta
blaciones arcaicas y la movilidad convertida en pas- importante reunión científica.
toreo y caravaneo serían las que de un modo más
andino generarían situaciones semejantes entre los Referencias citadas
pueblos que vivían en un espacio sin los límites de ADÁN, L., 1996. Arqueología de lo cotidiano. Sobre diversidad fun-
nuestras actuales naciones. cional y uso del espacio en el Pukará de Turi. Memoria de Título,
Consecuentemente, si bien no idénticos e inclu- Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales,
so diferentes, el registro cerámico y lítico apoyan Universidad de Chile, Santiago.
la existencia de relaciones que remiten a conexio- AGÜERO, C., M. URIBE, P. AYALA, B. CASES y C. CA-
nes entre Wankarani con los valles de Cochabamba RRASCO 2001. Ceremonialismo del Período Formativo en
y otras partes del Altiplano como la región inter- Quillagua, Norte Grande de Chile. Boletín de la Sociedad Chilena
salar de Uyuni o el Altiplano del lago Titicaca. De de Arqueología 32:24-34.
acuerdo a esto, lo anterior respondería a procesos AYALA, P., 2002. Las sociedades formativas del Altiplano Cir-
de distintas naturaleza que habrían comenzado al- cumtiticaca y Meridional y su relación con el Norte Grande de
rededor del 1700 a.C. (Ponce 1970); extendién- Chile. Estudios Atacameños 21:7-39.
dose luego a la vertiente occidental de los Andes, AYALA, P. y M. URIBE, 2003. La cerámica de Wankarani y una
donde se comprueba cierto vínculo con este terri- primera aproximación a su relación con el Norte Grande de Chile,
torio, especialmente con las quebradas de Tarapacá Revista Textos Antropológicos 14(2):7-29.
y el río Loa. Esta situación confirmaría un área de BARNETT, W. K. y J. W. HOOPES (Eds.), 1995. The Emer-
interacción ya prevista y definida para el Período gence of Pottery. Technology and Innovation in Ancient Socie-
Formativo de los Andes centro-sur que, siguiendo ties. Smithsonian Institution Press, Washington-Londres.
a Lumbreras (1981), incluía experiencias culturales BENAVENTE, M. A., 1978. Chiu-Chiu 200: Poblado agroalfa-
similares, aunque no idénticas, generadas por las rero temprano. Revista Chilena de Antropología 1, Santiago.
nuevas prácticas productivas, de complementarie- BERMANN, M., 1995. Formative Period Settlement Hierarchy and
dad y movilidad que promovían la adopción de una Political Economy in La Joya, Oruro. Presentation at the 60th An-
formación económica-social sustentada en la gana- nual Meeting of the Society for American Archaeology, Minne-
dería, la agricultura y el intercambio (Núñez 1989; apolis, Minessota.
Núñez y Dillehay 1978). Estas, seguramente, se BERMANN, M. y J. ESTÉVEZ, 1993. Jachakala: A New Ar-
desenvolvían en escenarios y materialidades pareci- chaeological Complex of the Department of Oruro, Bolivia.
dos, asociados a creencias y ceremonialismos coin- Annals of Carnegie Museum 62(4):311-340.
cidentes que hoy se vislumbran con mayor claridad 1995. Domestic Artifact Assemblages and Ritual Activities in
a través de la alfarería Formativa (Cfr. Rivera et al. the Bolivian Formative. Journal of Field Archeology 22(3):389-
1995/96; Uribe y Ayala 2000). De esta manera, se 98.
evidenciaría un proceso en el cual se está constitu- BROCKINGTON, D., D. PEREIRA, R. SANZETENEA y M.
yendo un “lenguaje” ceremonial común, promovido A. MUÑOZ, 1995. Estudios arqueológicos del Período For-
por una creciente interacción entre las poblaciones mativo en el sur-este de Cochabamba, 1988/89. Cuadernos de
andinas del sur que, de manera generalizada, se en- Investigación, Serie Arqueológica 8, Cochabamba.
cuentran transformando sus bases económicas y su CARRASCO, C. 2001. Las industrias líticas de Quillagua du-
estructura social durante el Período Formativo. Lo rante el Período Formativo, en el contexto del Norte Grande.
anterior pudo promocionar soluciones tecnológicas Estudios Atacameños 22:33-57.
compartidas y complementarias -como la cerámica CASTRO, V., C. ALDUNATE, J. BERENGUER, L. COR-
y el material lítico en este caso- en una época du- NEJO, C. SINCLAIRE y V. VARELA, 1994. Relaciones entre
rante la cual el contacto cultural no sólo permitió el Noroeste Argentino y el norte de Chile. El sitio 02TU002,
el intercambio de productos, sino especialmente de Vegas de Turi. En Actas del Taller de Costa a Selva: producción e
experiencias e ideas. intercambio entre los pueblos agroalfareros de los Andes Centro Sur,
M. E. Albeck (Ed.), pp. 215-239. Instituto Interdisciplinario
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A todo el personal del Museo Antropológico Eduardo López CONDARCO, C., 2001Ms. Verticalidad e intercambio en dos
Rivas de Oruro y del Museo Regional de la Cuenca de Paria, asentamientos humanos de la cuenca de Paria. Informe Final
112 P. Ayala, C. Carrasco, y M. Uribe
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Bello, Santiago. y está basado en el artículo “La cerámica de Wankarani y una
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de las poblaciones de los oasis de San Pedro de Atacama en relación le”, publicado en la Revista Textos Antropológicos. En el presente
con los otros pueblos puneños, en especial, al sector septentrional del texto se complementó la información entregada en este artículo
Valle Calchaquí. Tesis para optar al título de Doctor en Historia, con la obtenida a partir del registro lítico de sitios Wankarani.
Especialidad Antropología, Facultad de Humanidades y Artes, Nuestro interés de volver a publicar los resultados del análisis
Universidad Nacional de Rosario, Argentina. cerámico se debe a que, por errores de imprenta, en el artículo
THOMAS, C., M. MASSONE y A. BENAVENTE, 1988/89. mencionado se alteró el orden de algunos párrafos, por lo que
Sistematización cerámica de seis yacimientos arqueológicos pro- algunas interpretaciones podrían no ser bien comprendidas por
vincia El Loa (II Región). Paleoetnológica 5:121-131. los lectores.

114 P. Ayala, C. Carrasco, y M. Uribe

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