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15/10/2018 Por Él - Por Joy D.

Jones

Por Él
Octubre 2018 Conferencia general
Por Joy D. Jones
Presidenta General de la Primaria

Saber el quién y el porqué de nuestro servicio a los demás nos ayuda a


entender que la manifestación más elevada de amor es la devoción a Dios.

En esta noche histórica, expreso mi amor y gratitud por cada una de ustedes, mis
queridas hermanas. Cualquiera que sea nuestra edad, el lugar donde vivimos o
nuestras circunstancias, esta noche nos congregamos en unidad, fortaleza,
propósito y testimonio de que somos amadas y guiadas por nuestro Padre
Celestial, nuestro Salvador, Jesucristo, y nuestro profeta viviente, el presidente
Russell M. Nelson.

Cuando éramos recién casados, mi esposo y yo fuimos llamados por nuestro


obispo a visitar y ministrar a una familia que no había ido a la Iglesia por muchos
años. Aceptamos la asignación de buena gana y fuimos a su hogar unos días más
tarde. Enseguida nos quedó claro que ellos no deseaban recibir visitas de los
miembros de la Iglesia,

Así que en nuestra siguiente visita nos presentamos con un plato de galletas,
con ando en que los trocitos de chocolate ablandarían su corazón. No fue así. El
matrimonio nos habló a través de la puerta mosquitera, haciendo aun más
evidente que no éramos bienvenidos. Pero de regreso a casa tuvimos la clara
certeza de que habríamos tenido éxito si, en lugar de eso, les hubiésemos ofrecido
Rice Krispies Treats.

Nuestra falta de visión espiritual hizo que otros intentos fallidos fueran frustrantes.
El rechazo nunca es cómodo. Con el tiempo comenzamos a preguntarnos: “¿Por
qué hacemos esto? ¿Cuál es nuestro objetivo?”.

El élder Carl B. Cook hizo la siguiente observación: “… prestar servicio en la Iglesia


puede resultar difícil si se nos pide hacer algo que nos atemoriza, si nos cansamos
de prestar servicio, o si se nos llama a hacer algo que al principio no consideramos
interesante”1. Estábamos experimentando la veracidad de las palabras del élder
Cook cuando decidimos que debíamos buscar la guía de Alguien que tuviera una
perspectiva más amplia que la nuestra.

Por tanto, tras mucho estudio y sincera oración recibimos la respuesta al porqué
de nuestro servicio. Hubo un cambio en nuestro entendimiento, un cambio de
corazón; ciertamente una experiencia reveladora2. Al buscar guía en las Escrituras,
el Señor nos enseñó cómo hacer que el proceso de prestar servicio a los demás
fuera más fácil y signi cativo. Este es el versículo que al leerlo transformó nuestro
corazón y nuestro enfoque: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma,
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mente y fuerza; y en el nombre de Jesucristo lo servirás”3. Aunque conocíamos bien


este versículo, pareció hablarnos de una manera nueva e importante.

Nos dimos cuenta de que estábamos esforzándonos sinceramente por prestar


servicio a esa familia y a nuestro obispo, pero teníamos que preguntarnos si
realmente estábamos sirviendo por amor al Señor. El rey Benjamín aclaró esta
diferencia cuando dijo: “He aquí, os digo que por haberos dicho que había
empleado mi vida en vuestro servicio, no deseo yo jactarme, pues solamente he
estado al servicio de Dios”4.

De modo que, en realidad, ¿a quién prestaba servicio el rey Benjamín? Al Padre


Celestial y al Salvador. Saber el quién y el porqué de nuestro servicio a los demás
nos ayuda a entender que la manifestación más elevada de amor es la devoción a
Dios.

A medida que nuestro enfoque cambió de manera gradual, también lo hicieron


nuestras oraciones. Comenzamos a esperar con anhelo nuestras visitas a esa
familia por amor al Señor5. Lo estábamos haciendo por Él. Él hizo que la lucha
dejara de ser lucha. Después de muchos meses quedándonos en la puerta, la
familia comenzó a dejarnos pasar. Con el tiempo, comenzamos a orar juntos y a
tener unas entrañables conversaciones sobre el Evangelio. Forjamos una amistad
duradera. Al amar a Sus hijos, estábamos adorándolo y amándolo a Él.

¿Recuerdan alguna ocasión en que con amor tendieron una mano en un esfuerzo
sincero para ayudar a alguien que lo necesitaba, y sintieron que sus esfuerzos
pasaban desapercibidos o tal vez no eran valorados y ni siquiera deseados? En
aquel momento, ¿se cuestionaron el valor de su servicio? Si fue así, puede que las
palabras del rey Benjamín reemplacen su duda y aun su dolor: “… solo estáis al
servicio de vuestro Dios”6.

En lugar de edi car resentimiento, a través del servicio podemos edi car una
relación más perfecta con nuestro Padre Celestial. Nuestro amor y devoción hacia
Él elimina la necesidad de reconocimiento o agradecimiento, y permite que Su
amor uya hacia nosotros y por medio de nosotros.

A veces puede que inicialmente sirvamos por un sentido del deber o por obligación,
pero incluso ese servicio puede hacer que recurramos a algo más elevado en
nuestro interior que haga de nuestro servicio “un camino aún más excelente”7,
como en la invitación del presidente Nelson a “implementar un enfoque más nuevo
y santo de cuidar y ministrar a los demás”8.

Cuando nos enfocamos en todo lo que Dios ha hecho por nosotros, nuestro
servicio uye de un corazón agradecido. A medida que dejamos de preocuparnos
de que nuestro servicio nos engrandezca, nos damos cuenta más bien de que el
enfoque de nuestro servicio estará en poner a Dios en primer lugar9.

El presidente M. Russell Ballard enseñó: “Solo cuando amemos a Dios y a Cristo con
todo nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente, seremos capaces de
compartir ese amor con nuestro prójimo mediante actos de bondad y de
servicio”10.
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El primero de los diez mandamientos reitera esta divina sabiduría: “Yo soy Jehová tu
Dios… No tendrás dioses ajenos delante de mí”11. Este mandamiento nos ayuda a
entender que, si a Él lo ponemos como nuestra principal prioridad, todo lo demás
ocupará su lugar adecuado, incluyendo nuestro servicio a otros. Cuando por
nuestra decisión deliberada Él ocupa la posición preeminente en nuestra vida, Él
puede bendecir nuestras acciones para nuestro bien y para el bien de otras
personas.

El Señor aconsejó: “Mirad hacia mí en todo pensamiento”12. Y cada semana


hacemos convenio de hacer precisamente eso: “recordarle siempre”13. ¿Puede ese
enfoque divino aplicarse a todas las cosas que hacemos? ¿Puede incluso una
insigni cante tarea convertirse en una oportunidad para demostrar nuestro amor y
devoción a Él? Yo creo que sí puede, y que lo hará.

Podemos hacer que cada punto de nuestra lista de tareas se convierta en una
manera de glori carlo a Él. Podemos ver cada tarea como un privilegio y una
oportunidad para servirle, incluso en medio de plazos, obligaciones o pañales
sucios

Como dijo Ammón: “Sí, yo sé que nada soy; en cuanto a mi fuerza, soy débil; por
tanto, no me jactaré de mí mismo, sino que me gloriaré en mi Dios, porque con su
fuerza puedo hacer todas las cosas”14.

Cuando servir a nuestro Dios se convierte en nuestra principal prioridad en la vida,


nos perdemos y, a su debido tiempo, nos encontramos a nosotros mismos15.

El Salvador enseñó este principio de una manera sencilla y directa: “… por lo tanto,
así alumbre vuestra luz delante de este pueblo, de modo que vean vuestras buenas
obras, y glori quen a vuestro Padre que está en los cielos”16.

Permítanme compartir con ustedes algunas palabras de sabiduría que se


encontraron en la pared de un orfanato en Calcuta, India: “Si eres amable, puede
que la gente te atribuya motivos egoístas o segundas intenciones. Sé amable de
todos modos. En una noche alguien podría destruir lo que pasaste años
construyendo. Construye de todos modos. A menudo la gente olvidará mañana el
bien que hagas hoy. Haz el bien de todos modos. Dale al mundo lo mejor que
tengas, y puede que nunca sea su ciente. Pero dale al mundo lo mejor que tengas
de todos modos. En de nitiva, ya ves, es algo entre Dios y tú… de todos modos”17.

Hermanas, siempre es entre nosotras y el Señor. Como dijo el presidente James E.


Faust: “‘¿Cuál es la mayor necesidad en el mundo actual?’… ‘¿No es acaso la
necesidad más grande en este mundo que cada persona tenga una relación
personal, constante, diaria y continua con el Salvador?’. Una relación así puede
encender la chispa de la divinidad que llevamos dentro, y nada puede marcar una
diferencia más grande en nuestra vida que llegar a conocer y a comprender
nuestra divina relación con Dios”18.

De manera similar, Alma explicó a su hijo: “… sí, sean todos tus hechos en el Señor,
y dondequiera que fueres, sea en el Señor; deja que todos tus pensamientos se

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dirijan al Señor; sí, deja que los afectos de tu corazón se funden en el Señor para
siempre”19.

Del mismo modo, el presidente Russell M. Nelson nos ha enseñado: “Cuando


entendemos Su expiación voluntaria, cualquier sentimiento de sacri cio de nuestra
parte queda totalmente opacado por un profundo sentimiento de gratitud, por el
privilegio de servirle a Él”20.

Hermanas, testi co que, cuando Jesucristo, mediante todo el poder de Su


expiación, obra sobre nosotras y en nosotras, Él comienza a obrar por medio de
nosotras para bendecir a otras personas. Nosotras les prestamos servicio a ellas,
pero lo hacemos al amar y servirlo a Él. Llegamos a lo que se describe en las
Escrituras: “… buscando cada cual el bienestar de su prójimo, y haciendo todas las
cosas con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios”21.

Puede que nuestro obispo supiera que esa era la lección que mi esposo y yo
aprenderíamos de aquellos primeros esfuerzos bienintencionados, aunque no
perfectos, de ministrar a Sus amados hijos e hijas. Doy mi testimonio personal y
seguro de la bondad y el amor que Él comparte con nosotras, incluso a medida que
nos esforzamos por servirle. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

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