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CONTENIDO

El Pequeño Hiawarha............................... 4 La Cigarra y la Hormiga.......................... 58

Lambert el León Cordero......................... 8 Ricitos de Oro.......................................... 62

La Gallina Sábia...................................... 14 Ferdinando el Toro.................................. 66

Ali baba y los cuarenta ladrónes........... 20 La Liebre y La Tortuga............................ 70

El Cascanuéz........................................... 26 El Mago Merlín........................................ 74

Simbad el Marino................................... 30 Bambi...................................................... 78

El Mago de Oz......................................... 35 El Lobo y Las Siete Cabritas................... 81

Los Tres Lobitos...................................... 41 El Rey Midas............................................ 87

Platero y Yo.............................................. 44 El Lobo con Piel de Cordero................... 89

Eñ Jinete sin Cabeza.............................. 47 Mickey y Las Habichuelas Mágicas....... 91

El Príncipe y el Mendigo......................... 51

Literatura Infantil - Cuentos Clásicos


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El Pequeño
Hiawatha

Bajando por el arroyo del cañón iba el pequeño hiawatha en


su canoa de madera, en un remolino la canoa empezó a dar
vueltas gira que gira sin parar pero el pequeño hiawatha siguió
remando con valentía y sin temor ya que iba a cazar el ciervo
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rojo, el conejo guavasu, la ardilla roja y al gran oso, intrépido
era este gran guerrero, hábil en todas las artes de la caza, de
paso firme era hiawatha.

Llegando al bosque apuntando con su arco se encontró con


un grillo, quería cazarlo pero el grillo le salió adelante y todos
los animales del bosque se burlaron de hiawatha, luego corrió
tras un conejito quien temblando de miedo hiawatha apuntaba
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con su arco, pero una tierna lagrima del conejito lo conmovió
y no fue capaz de hacerle daño, hiawatha lo dejo ir y todos los
animales del bosque se alegraron.

El pequeño hiawatha vio unas huellas gigantes eran de oso, si-


guiendo las huellas se tropezó con un osito y hiawata lo siguió
pero en esas apareció el papa oso furioso y fue tras de hiawa-
tha, todos los animalitos del bosque se llamaron unos a otros
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y pusieron trampas al oso quien no pudo atrapar a hiawatha.

Y así fue como hiawatha acabo su día de caza, el castor le


llamo hermano y le ayudo en su vuelta a casa, mientras el
conejo, la ardilla roja, el cervatillo que le observaba le veían
como un amigo que parte, el gran cazador hiawatha, el gran
guerrero hiawatha, el gran hechicero hiawatha, el gran y pe-
queño hiawata
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Lambert el León
Cordero

En una linda noche, una madre cordero espera ansiosa la lle-


gada de la Cigüeña, y la venida de su futuro hijo, sin embar-
go, al llegar la bondadosa ave, por cosas del destino trae por
error a un adorable leoncito de nombre Lambert, en vez de
un Corderito.
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La cigüeña se había equivocado, Lambert no era un cordero
era un león, la oveja se encariño con el leoncito y se quedó
con él.

Por la mañana el sol salió puntual y todas las mamis empeza-


ron a balar y peinar a sus nenes y Lambert estaba impaciente
por ir a jugar a los topes con sus hermanos, hermanos? Los
corderitos se empezaron a reír y burlar de el por ser diferente
y le empezaron a cantar:
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Lambert no sabe balar mucho menos topar eres orejón tam-
bién muy patón…

Lambert tu cola es feroz, tu lana es atroz, pareces un gato muy


pelón…

Lambert el león cordero quería ser bravo y más mimado por


su mamá creció como un manso gato, él quería competir con
chicos de su edad y trato de demostrar que les podía ganar,

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se reunieron todos para ver la batalla singular, quería Lambert
ser campeón, pero no aguanto ni un raund.

Lambert el león cordero quería ser bravo, más muy mimado


por su mama creció como manso gato. Los otros se burlaban
de él y lo trataban mal, para escapar tenía que estar pegado
a su mama, para pelear era un pobretón y al fin vio la verdad
que aunque no lo quisieran era cobarde de corazón.

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Pero el tiempo lo cambia todo y a los corderitos los convirtió
en carneros y a Lambert su madre estaba tan orgullosa de el
por qué se había convertido en un enorme carnero?, borre-
go?, ovejo?, -verdad que esta grandote.

Pero de los otros aun es el hazmerreír y aun lo hacían sufrir


y nada tiene de león fiero sigue siendo tímido cordero. Una
noche mientras todos dormían, Lambert alarmado despertó
porque un feroz aullido escuchó y lo que vio lo congeló. Un
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lobo hambriento había llegado a Lambert dejo petrificado.
Lambert no sabía balar mucho menos pelear, el muy grande
seria pero era más su cobardía, el lobo se había llevado a su
mama ella le pedía ayuda. Pero al ver la horrible escena y de
su madre el patético llamado de pronto una chispa lo había
cambiado, en rugiente y feroz león espanto al lobo. Su madre
estaba tan orgullosa y ahora los carneros cantaban distinto:
Lambert el león cordero, Lambert ya no es cordero pues es
un valiente león cordero.
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La Gallina
Sábia

La gallinita es sabia y es feliz como es la hora de plantar aquí


trae su maíz y su cesta llena esta ya nada debes temer si llega
el frio a la ciudad tendremos que comer. Maíz hay que plantar
y Peter hoy te va ayudar. Peter muy contento cantaba.
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Pero la gallinita le dijo que tiene que plantar que si le puede
ayudar.

- Quien yo – Oh no me duele la tripita y se fue quejándose


del dolor.

La gallinita se puso triste, pero se fue con los pollitos cantando.

Maíz hay que plantar y como nadie la ayudo solita lo planto.


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Llego donde Donald, él también estaba cantando feliz cuando
vio llegar a la gallinita – maíz voy a plantar me quieres ayudar
pregunto a Donald.

- Quien yo… Oh no me duele la tripita y se fue quejándose


del dolor.

De nuevo triste la gallinita se fue con los pollitos.


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Maíz hay que plantar y como nadie la ayudo, solita lo plantó.

Y ahora a recoger, tendrás ayuda de una vez, volvió donde


Peter y Donald, el club de los holgazanes.

- Ayúdenme a recoger.

-quien yo – dijo Peter. Oh no

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- Nos duele la tripita dijo Donald sobándose el estómago y los
dos se empezaron a quejar del dolor.

Asombrada la gallinita al ver que era mentira se fue con sus


pollitos a recoger y como nadie la ayudo solita recogió y ahora
a cocinar. Ya tienen más hambre, pues vamos a comer quizás
ayuden en esta vez y vengan a comer.

Ya vamos a comer dice la gallinita


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- Y Peter y Donald se dejaron de quejar cuando ella dijo que
a comer.

- Se acercaron a ella y les paso una bandeja cubierta y Do-


nald y Peter se pelearon por el plato, pero al destaparlo se
encontraron con una botella de aceite de ricino para el dolor
de barriga.

- Solita comer lalalala ya nadie más invitara solita ella trabajo


pues nadie le ayudo solita comerá.
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Ali Baba y los
Cuarenta Ladrones

En una ciudad de Persia, vivían dos hermanos: uno se llamaba


Kasim y el otro Alí Babá. Cierto día caminaba Alí Babá por el
campo cuando oyó un ruido de galope de caballos. Se ocultó y
vio a cuarenta jinetes armados que se detuvieron frente a una
roca. Eran ladrones que iban a esconder lo que habían robado.
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De pronto uno de ellos, que parecía el jefe, gritó:

¡Ábrete, Sésamo!

Y, al momento, la roca se abrió. Todos los jinetes entraron y


la roca se cerró. Al cabo de un rato los ladrones salieron de
la cueva. Alí Babá esperó un buen rato. Luego caminó hasta
la roca y repitió:

¡Ábrete, Sésamo!

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Y, ante su asombro, la roca se abrió y aparecieron grandes
tesoros de oro, plata y joyas.

¡Qué maravilla! –exclamó Alí Babá–. Cogeré unas pocas rique-


zas, de forma que los ladrones no se den cuenta.

Pero Kasim, su hermano, no tardó en enterarse y, oliéndose


algo raro, fue a visitarlo: – ¿Cómo es que ahora vives en una
posada si eres muy pobre? –le preguntó.

¿Es que no vas a contestar a mi pregunta? –insistió Kasim.

Pues verás, he tenido un golpe de suerte –dijo Alí Babá.


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Pero su hermano no le creyó y, como Alí Babá no sabía men-
tir, al final le contó la verdad.

Kasim, que era muy avaricioso, se fue a la cueva con todas sus
mulas y al llegar allí gritó:

¡Ábrete, Sésamo!

La cueva se abrió y, tras pasar Kasim dijo, llenaré de riquezas


los sacos y seré muy rico.

Los nervios le jugaron una mala pasada.


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¿Cuál era la palabra? –se le olvido la palabra mágica?

Y gritaba: ¡Avena, ábrete! ¡Arroz, ábrete! ¡Trigo, ábrete! –pero


ninguna era la fórmula acertada.

Llegaron los ladrones y lo querpian matar, pero el acusó de


todo a su hermano.

Los ladrones hicieron un plan para matar a Ali Baba pero Zu-
lema, descubrió todo el plan y corrió a avisar a Alí Babá. Éste
bajó y, fingiendo la voz del jefe de los bandidos, dijo:

Muchachos; hay un pequeño cambio de planes.

Alí Babá sacó las mulas del establo y las llevó a los soldados

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del califa, que apresaron a los ladrones dentro de las tinajas.

¡Ven! –le dijo Alí Babá a Zulema–. Y la Zulema a la cueva. Allí


estaba Kasim, que, a causa del miedo, había perdido la razón.

Pronto se casaron y, gracias a los tesoros de la cueva, no les


faltó de nada; y con gran parte del dinero se dedicaron a aten-
der a los pobres para que pudieran ser felices como ellos lo
fueron.

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Cascanuéz
El
y el Rey de los Ratones

El mago llegó con su sobrino, Fritz, y una gran caja de sor-


presas de la que fueron saliendo sucesivamente un soldado
bailarín, una muñeca y un oso polar con su cría. Clara quería
quedarse con la muñeca, pero su madre le explicó que es im-
posible.
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La niña comenzó a llorar desconsoladamente y Drosselmeyer
sintiendo la pena de la niña, la sorprendió con un regalo espe-
cial: un gran cascanueces de madera. Su hermano recibió el
Rey de los Ratones. En una pelea entre hermanos, se rompe
el Cascanueces, pero Drosselmeyer, lo arregla con una venda
y lo deja casi perfecto.

Cuando la fiesta termina, los invitados se van y el pequeño


Cascanueces se queda junto al árbol de Navidad. Antes de la
medianoche, la niña baja para ver a su Cascanueces, pero al
quedarse dormida comienza a soñar que todo cobra vida a
su alrededor.

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El Rey de los Ratones y su banda de roedores que aterrorizan a
la niña. Apararecen los soldaditos de juguete comandados por
él cascanueces para defender a Clara; Fritz los ayuda como ca-
pitán de artillería y la niña se siente protegida por estos nuevos
amigos. Sin embargo comienzan a perder la batalla. Clara se
arma de coraje y lanza una de sus zapatillas al Rey de los Rato-
nes. Lo derriba, el Cascanueces lo mata y los ratones huyen.

Es entonces cuando el Cascanueces se transforma en un her-


moso príncipe e invita a Clara y a Fritz a un viaje a través del

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bosque encantado. Al llegar al bosque, se encuentran con el
rey y la reina de las nieves quienes bailan para ellos junto a los
copos de nieve. La danza se va convirtiendo en un torbellino
y finalmente impulsa al trineo, con el príncipe, Clara y Fritz a
bordo, hacia un lugar lleno de magia.

Clara, Fritz y el príncipe llegan al reino de los confites, donde


los recibe un hada. Allí el hada pide al príncipe que narre sus
aventuras como Cascanueces y tras esto, comienza una fiesta
maravillosa que culmina en un baile entre el príncipe y el hada.
Clara y Fritz vuelven de regreso a la realidad en su trineo.
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Simbad
el Marino

Simbad el marino era un rico caballero de la ciudad de bag-


dad. Todos los días, desde su balcón observaba a un pobre
cargador que se quejaba de su mala suerte. Cansado de oír
siempre aquellas quejas, simbad le invitó a su casa.

Una vez allí, le dijo:

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-voy a contarte cómo llegué a ganar mi fortuna, que, como
podrás comprobar, no me ha llovido del cielo.

“siendo muy joven me embarqué con unos comerciantes


hacia países lejanos. Desembarcamos en una isla que resultó
ser una enorme ballena; ésta, asustada, nos lanzó al agua. Yo
fui el único que se puso salvar.

Interrumpió su relato, añadiendo que continuaría al día siguien-


te, y dio cien monedas de oro al cargador, que prometió volver.

Al día siguiente, simbad siguió contándole:

“después de aquello volví a embarcarme, y esta vez fui a pa-


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rar a un valle lleno de diamantes. Allí cargué una bolsa con
piedras preciosas y le entregué parte a un hombre para que
me llevara a bagdad.”

“la vida en bagdad me aburría y volví a embarcar...”, le contó


simbad al día siguiente.

“pero el barco naufragó y llegamos a una isla habitada por


enanos salvajes. Nos llevaron ante un gigante con un solo ojo
que se alimentaba de carne humana. Tuve suerte y pude huir
sin ser devorado”. Simbad entregó otras cien monedas de oro
al cargador, citándole para la jornada siguiente.
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“el destino me volvió a llevar a una tierra en la que sus habi-
tantes vivían atemorizados por una tribu de caníbales. Ayudé
al rey a librarse de ellos y a cambio me entregó en matrimonio
a su hija. Pero al poco tiempo quedé viudo y, según su cos-
tumbre, me encerraron en una cueva con ella y todos nues-
tros bienes.”

Simbad salió ileso del episodio, y todo se lo fue contando al


cargador, quien recibía día tras día cien monedas de oro. “mi
última aventura fue una misión que me encargó el califa. Fui

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capturado por los piratas, vendido como esclavo y, tras mu-
chas peripecias, logré llegar de nuevo a bagdad”.

“el califa me premió con una fortuna. Volví a casa decidido a


no abandonarla jamás.”

-como habrás comprobado, mis riquezas no han caído del


cielo -dijo simbad.

-siento mucho haberme quejado de mi suerte -se disculpó el


cargador-.

No conocía su valiente historia.

Simbad entregó cien monedas de oro más al cargador y ade-


más le pidió que aceptara ser su huésped para siempre.

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El Mago
de Oz

Dorita era una niña que vivía en una granja de Kansas con sus
tíos y su perro Totó. Un día, mientras la niña jugaba con su pe-
rro por los alrededores de la casa, nadie se dio cuenta de que
se acercaba un tornado. Cuando Dorita lo vio, intentó correr
en dirección a la casa, pero su tentativa de huida fue en vano.
La niña tropezó, se cayó, y acabó siendo llevada, junto con su
perro, por el tornado.
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Los chicos vieron desaparecer en cielo a Dorita y a Totó, sin
que pudiesen hacer nada para evitarlo. Dorita y su perro via-

jaron a través del tornado y aterrizaron en un lugar totalmente


desconocido para ellos.

Allí, encontraron unos extraños personajes y un hada que,


respondiendo al deseo de Dorita de encontrar el camino de
vuelta a su casa, les aconsejaron a que fueran visitar al mago
de Oz. Les indicaron el camino de baldosas amarillas, y Dorita
y Totó lo siguieron.

En el camino, los dos se cruzaron con un espantapájaros que


pedía, incesantemente, un cerebro. Dorita le invitó a que la
acompañara para ver lo que el mago de Oz podría hacer por
él. Y el espantapájaros aceptó. Más tarde, se encontraron a
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un hombre de hojalata que, sentado debajo de un árbol, de-
seaba tener un corazón. Dorita le llamó a que fuera con ellos
a consultar al mago de Oz. Y continuaron en el camino. Algún
tiempo después, Dorita, el espantapájaros y el hombre de ho-

jalata se encontraron a un león rugiendo débilmente, asustado


con los ladridos de Totó.

El león lloraba porque quería ser valiente. Así que todos de-
cidieron seguir el camino hacia el mago de Oz, con la espe-
ranza de hacer realidad sus deseos. Cuando llegaron al país
de Oz, un guardián les abrió el portón, y finalmente pudieron

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explicar al mago lo que deseaban. El mago de Oz les puso una
condición: primero tendrían que acabar con la bruja más cruel
de reino, antes de ver solucionados sus problemas. Ellos los
aceptaron.

Al salir del castillo de Oz, Dorita y sus amigos pasaron por un


campo de amapolas y ese intenso aroma les hizo caer en un
profundo sueño, siendo capturados por unos monos voladores
que venían de parte de la mala bruja. Cuando despertaron y
vieron a la bruja, lo único que se le ocurrió a Dorita fue arrojar

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un cubo de agua a la cara de la bruja, sin saber que eso era lo
que haría desaparecer a la bruja.

El cuerpo de la bruja se convirtió en un charco de agua, en un


pis-pas. Rompiendo así el hechizo de la bruja, todos pudieron
ver como sus deseos eran convertidos en realidad, excepto
Dorita. Totó, como era muy curioso, descubrió que el mago no
era sino un anciano que se escondía tras su figura. El hombre
llevaba allí muchos años pero ya quería marcharse. Para ello
había creado un globo mágico. Dorita decidió irse con él. Du-
rante la peligrosa travesía en globo, su perro se cayó y Dorita
saltó tras él para salvarle.

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En su caída la niña soñó con todos sus amigos, y oyó cómo
el hada le decía:

- Si quieres volver, piensa: “en ningún sitio se está como en


casa”.

Y así lo hizo. Cuando despertó, oyó gritar a sus tíos y salió co-
rriendo. ¡Todo había sido un sueño! Un sueño que ella nunca
olvidaría... ni tampoco sus amigos.

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LosTres
Lobitos

Un día el lobo del bosque se encontraba preparando a sus


tres pequeños lobitos para cazar a los cerditos, les decía lo
delicioso que sería hacer una cena con ellos. El mayor de los
cerditos, hizo una máquina llamada “lobo pacificador” para
atacar a el lobo y sus lobitos. Cuando los otros dos cerditos
corrían y cantaban por el bosque se encontraron un cuerno
que funcionaba como alarma si el lobo estaba cerca, era solo
para emergencias y usarlo cuando fuera necesario, algo que
pasaron por alto los cerditos, así que decidieron tocar el cuer-
no para asustar a su hermano mayor que estaba trabajando en
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su máquina. Cuando este escucho el cuerno pensó que sus
hermanos estarían en peligro, y corrió a ayudarles.

Una vez llego los cerditos se estaban riendo de él por su reac-


ción de preocupación, algo que molesto al cerdito mayor este
los regaño y les dijo que un día sería cierto que el lobo estaba
cerca y él no los iba a ayudar. Los pequeños no le prestaron
atención y siguieron jugando, sin percatarse que tras ellos el
lobo se preparaban para tenderles una trampa.

El lobo se haría pasar por una pastorcita preocupada porque


se le habían perdido sus ovejas y sus lobitos serían dichas ove-
jitas. Como los dos cerditos eran tan ingenuos no se darían
cuenta que eran los lobos… y así fue, el lobo logro engañar a
los cerditos y con ayuda de los lobitos disfrazados de ovejas
se los llevaron a la casa de los lobos. Una vez llegaron ama-
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rraron a los cerditos y los pusieron entre vegetales y comida,
el lobo se disponía a preparar la cena. Al ver una oportunidad
los cerditos le dijeron a uno de los lobitos que no podría tocar
el cuerno tan fuerte como ellos, y el pequeño lobo tomo mu-

cho aire e hizo sonar el cuerno, los cerditos dijeron: “Soplas


como una niña”, y se rieron para que el papá lobo se diera
cuenta y soplara muy fuerte el cuerno para hacerlo sonar tan
duro que lo escuchara el cerdito mayor y corriera a ayudarlos.

Y así fue el cerdito mayor arrastro su máquina e hizo que el


papá lobo cayera dentro de la máquina y fuera golpeado por
diferentes objetos, dando tiempo a los cerditos de correr hasta
su casa y estar a salvo. Esto enseño a los cerditos a no mentir
y a obedecer a su hermano mayor, y a los lobitos a compor-
tarse bien y no hacer el mal.

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Platero
y Yo

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que


se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espe-
jos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos
de cristal negros.

Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su


hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y
gualdas... Lo llamo dulcemente: “¿Platero?”.
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Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero
fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paso sobre
él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hom-
bres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan
mirándolo (...)

Platero, que sin duda comprende, me mira fijamente con sus


ojazos lucientes, de una blanda dureza, en los que el sol brilla,
pequeñito y chispeante en un breve y convexo firmamento
verdinegro. ¡Ay! ¡Si su peluda cabezota idílica supiera que yo
le hago justicia, que yo soy mejor que esos hombres que es-
criben Diccionarios, casi tan bueno como él!

Un momento, Platero, vengo a estar con tu muerte. No he vi-


vido. Nada ha pasado. Estás vivo y yo contigo... Vengo solo. Ya
los niños y las niñas son hombres y mujeres. La ruina acabó

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su obra sobre nosotros tres - ya tú sabes- , y sobre su desier-
to estamos de pie, dueños de la mejor riqueza: la de nuestro
corazón.

¡Mi corazón! Ojalá el corazón les bastara a ellos dos como a


mí me basta. Ojalá pensaran del mismo modo que yo pienso.
Pero, no; mejor será que no piensen... Así no tendrán en su
memoria la tristeza de mis maldades, de mis cinismos, de mis
impertinencias.

¡Con qué alegría, qué bien te digo a ti estas cosas que nadie
más que tú ha de saber!... Ordenaré mis actos para que el
presente sea toda la vida y les parezca el recuerdo; para que
el sereno porvenir les deje el pasado del tamaño de una vio-
leta y de su color, tran-
quilo en la sombra, y de
su olor suave.

Tú, Platero, estás solo


en el pasado. Pero ¿qué
más te da el pasado a ti
que vives en lo eterno,
que, como yo aquí, tie-
nes en tu mano, grana
como el corazón de Dios
perenne, el sol de cada
aurora?

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El Jinete
sin Cabeza

El cuento favorito de los vecinos, es el de


cierto maestro de escuela que una vez lle-
go hasta el antiguo lugar, muchos asegu-
ran que su espíritu triste aún ronda por ahí, el ilustre profesor
era un hombre muy raro.

Para comenzar les diré que parecía un espantapájaros, era alto


de cabeza pequeña y aplastada, su enorme nariz lo hacía pa-
recerse a una enorme banderita girando alrededor de la varilla
que era su cuello; el hombre era en verdad feo.

Hizo su entrada en la tranquila aldea, como de costumbre se


encontraban reunidos en la taberna central los muchachos
pueblerinos que formaban la pandilla del hueso, el hueso era
el apodo del líder, un tipo alegre y rebelde, musculoso y pre-
sumido, siempre listo a pelear o a enamorar, por lo tanto des-
cribiré al musculoso hueso como un típico héroe pueblerino.

Vieron llegar aquel maestro y todos en el pueblo comenzaron


a rumorear lo feo que era, tenía una apariencia de espanto,
su nombre era Ichabot Trane, y aunque la llegada del maestro
provoco mil opiniones todos estaban de acuerdo en no haber
visto un tipo igual.
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La escuela era su imperio don-
de reinaba en absoluto, el
maestro era un hombre exac-
to y detallista lo que lo hacía
poner en práctica aquel sabio
refrán de “La letra a palos en-
tra”.

Un tipo como Ichabot no po-


día dejar de ser blanco de las
bromas del hueso y su pandi-
lla, pero Ichabot no les daba
importancia y pudo guardarla
hasta aquel día fatal en que conoció a una mujer muy especial,
Katrina Van Tassel hija única del viejo Van Tassel el más rico
hacendado de la región, la chica era encantadora, primave-
ral, un botoncito de rosa, todos estaban enamorados de ella.

Muchos se desvivían por conquistar el corazón de Katrina,


pero Ichabot estaba seguro que él eliminaría de la competen-
cia a todos aquellos pobretones, pero el maestro se había ol-
vidado del verdadero obstáculo, el musculoso señor Hueso,
pero el amor es ciego y el profesor no veía por el momento
más que a la diosa fortuna tocando a su puerta.

No había duda de que aquel día el maestro estaba de suerte,


aquel hombre poseía inesperadas habilidades que lo hacían
un rival de respeto, pero las guerras ni se pierden ni se ganan
en el primer encuentro, ya se verían las caras otro día.
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