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suelo: el residencial y el de los centros terciarios (comercio y
servicios).
Para Tijuana, los datos de población proceden del Censo
de la Población 1990 y los de las actividades económicas fue-
ron tomados del Censo Económico 1993. Para San Diego, los
datos de población provienen del Censo de la Población 1990
y los de negocios, del Censo Económico 1992. Los datos eco-
nómicos intraurbanos de base usados en la investigación es-
tán a escala de zona censal –ageb para Tijuana y zona zip para
San Diego– de desagregación geográfica, y la desagregación
sectorial es de cinco dígitos para San Diego y de cuatro para
Tijuana, de acuerdo con el sistema de clasificación internacio-
nal (sic).
Aquí se define, forma urbana como la distribución espa-
cial de residentes y actividades económicas. Los mecanismos
de generación de forma urbana son las relaciones que los
agentes locales establecen dentro de la estructura de un sub-
sistema particular en la ciudad.
La conclusión general es que Tijuana y San Diego son
diferentes tanto en la forma urbana como en sus mecanismos
generadores de forma: ambas ciudades no son parte de una
unidad sistémica, y por consiguiente, no conforman una re-
gión metropolitana transfronteriza.
• Tito Alegría
Introducción
Aunque para unos resulte obvio que Tijuana y San Diego con-
forman dos ciudades diferentes y separadas, a otros les pare-
ce evidente que éstas integran una sola región urbana trans-
fronteriza. Este tema es actualmente objeto de discusión en
los ámbitos académicos y políticos, y en los medios de comu-
nicación masiva.
Definir si estamos ante dos unidades urbanas o una sola
tiene implicaciones teóricas y de política pública. En términos
teóricos, los modelos que se diseñen para explicar el creci-
miento y la estructura urbana para estas ciudades requieren
como insumo de partida decidir si éstas deben ser considera-
das como una unidad urbana o como dos. El supuesto, por
ejemplo, de que al crecer San Diego debemos esperar el cre-
Semanario Zeta, p. 42-A, 24-30 de junio de 2005, Tijuana.
Diario Frontera, p. 4, septiembre de 2003, Tijuana.
cimiento de Tijuana necesita demostrar antes que las dos
ciudades reaccionan conjuntamente ante los impulsos del
crecimiento. O la hipótesis, por ejemplo, de que al desarrollar
un gran centro comercial en Tijuana, para aprovechar meno-
res costos de inversión, hará que disminuya el área de uso de
suelo comercial en San Diego, necesita antes que se demues-
tre que ambas ciudades poseen mecanismos de generación
de usos del suelo similares, y que estos mecanismos están
conectados.
En términos de política pública, también es relevante defi-
nir si estas ciudades conforman una metrópolis transfronteri-
za. Sabemos que no hay un marco legal que permita fomentar
un solo plan de desarrollo y de usos del suelo para ambas
ciudades, y es probable que no lo haya en el futuro. A pesar
de ello, entre los funcionarios y políticos de los gobiernos de
ambas ciudades hay intenciones de instaurar políticas con las
mismas metas, prioridades e instrumentos de aplicación. En
las últimas décadas, ellos han invertido mucha energía y tiem-
po en esfuerzos para coordinar al menos algunas políticas
públicas. El argumento usual en estas intenciones es que las
acciones conjuntas benefician a las dos ciudades. El supuesto
implícito es que las dos tienen problemas y prioridades simi-
lares, y que las estructuras de ambas reaccionarán de manera
similar ante una intervención de inversión pública. Sin embar-
go, aún no se ha demostrado que este supuesto sea válido,
sobre todo en términos de desarrollo económico y organiza-
ción de los usos del suelo.
En la discusión de si estamos ante una unidad urbana o
dos, el punto de vista de que ambas ciudades forman una
metrópolis transfronteriza ha tenido una mayor atención; por
el contrario, el criterio de que son dos ciudades diferentes
casi no ha tenido seguidores.
Desde el punto de vista epistemológico, hay varios posi-
bles enfoques para probar que Tijuana y San Diego no confor-
man una metrópolis transfronteriza. Aquí apuntamos dos ti-
• Tito Alegría
pos de enfoques pertinentes. El primero considera que ambas
ciudades son las dos partes de una sola unidad económica
urbana, y así deben modelarse. Este enfoque implicaría tres
objetivos: definir si ambas ciudades poseen patrones agrega-
dos de crecimiento similares y se dirigen hacia la convergen-
cia, si reaccionan en el mismo sentido ante choques externos
y si cuentan con relaciones estructurales suficientes para es-
tablecer una mutua determinación. Dicho enfoque estaría
basado en el análisis de los flujos entre ambas ciudades. Sus
datos deben consistir en series de tiempo de sus estructuras
económicas y demográficas, y de los intercambios transfron-
terizos de bienes, inversión y personas, como trabajadores y
consumidores.
Un segundo enfoque considera que las dos ciudades
constituyen dos unidades diferentes y habría que tratarlas
de manera separada. La estrategia sólo puede ser compara-
tiva. Este enfoque comprende tres objetivos: comparar si los
cambios en el tiempo son simultáneos y en el mismo senti-
do, si las formas urbanas de ambas ciudades son similares
y si los mecanismos generadores de la forma urbana son
análogos entre ambas ciudades. Este enfoque se basa en el
análisis de las estructuras agregadas y espaciales (no agre-
gadas) de ambas ciudades. Los datos deben fundamentarse
en las estructuras económicas y demográficas de estas ciu-
dades en algunos momentos en el tiempo, y también deben
abarcar la distribución espacial de actividades económicas y
de la población.
Debido a la inexistencia de datos sobre flujos interurba-
nos transfronterizos, se descartó el primer tipo de enfoque y
se decidió usar el segundo. La estrategia elegida consta de
dos partes. La primera es una comparación, con datos agre-
gados, de las estructuras económicas y poblacionales de
ambas ciudades. La segunda es el cuerpo central de este li-
bro; consiste en la comparación entre ambas ciudades de la
forma urbana y los mecanismos generadores de esa forma, y
Introducción •
se tratan de manera particular dos tipos de usos del suelo: el
residencial y el de los centros terciarios (comercio y servi-
cios). El objetivo es especificar con evidencias que tanto las
estructuras agregadas como las espaciales son diferentes en-
tre Tijuana y San Diego. Si se especifica que sus estructuras
agregadas y espaciales son diferentes, se demostrará que
ambas urbes no conforman un solo sistema urbano (trans-
fronterizo).
El documento está organizado en seis capítulos. En el ca-
pítulo 1 se revisa la literatura de vanguardia sobre el conoci-
miento en los tres aspectos incluidos en el análisis. El primero
incluye el modelo que postula que Tijuana y San Diego forman
una metrópolis transfronteriza y expone también las opinio-
nes de los detractores de este modelo. Se revisan las propues-
tas cuyos enfoques son a escala agregada, así como los que
lo hacen a escala intraurbana. El segundo aspecto versa sobre
la segregación sociorresidencial. Aquí se propone que hay dos
tipos de segregación: por localización (distancia entre perso-
nas y recursos urbanos) y por diferenciación (distancia entre
grupos sociales). Los trabajos publicados se clasifican y se
revisan organizados de acuerdo con el tipo de segregación
que estudian. Este libro se concentra en la segregación por
diferenciación, aunque varios conceptos de la segregación
por localización ayudaron a diseñar algunos modelos esta-
dísticos de esta investigación. El tercer aspecto abarca la or-
ganización jerárquica y espacial intraurbana de las actividades
terciarias. Al respecto, se revisan modelos teóricos y definicio-
nes empíricas sobre centros y subcentros intraurbanos.
El análisis comparativo con datos agregados de algunos
aspectos de las estructuras económicas y poblacionales se
explica en el capítulo 2. Además, se hace una crítica a los pun-
tos de vista que consideran que hay una sociedad y una me-
trópolis transfronteriza. Finalmente, se discuten las objeciones
que surgirían desde una perspectiva posmoderna a la pro-
puesta de que estamos en presencia de dos ciudades.
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En el capítulo 3, se expone la propuesta conceptual de
esta investigación acerca de cómo se genera la forma urbana,
enfocándose en dos componentes de la estructura urbana: la
segregación sociorresidencial y los subcentros terciarios. Se
sugiere que la segregación surge en el proceso de acceso a la
vivienda y está determinada por el ingreso y el conocimiento
de las personas dentro de una economía de mercado; asimismo,
que los subcentros terciarios se definen por las condiciones de
oferta y de demanda. El modelo conceptual considera a los sub-
centros como lugares que venden bienes y servicios a las per-
sonas que residen fuera de su propia zona. Las condiciones
de la demanda influyen sobre la localización y la intensidad de
los subcentros, mientras que las condiciones de la oferta in-
fluyen sobre la intensidad de los subcentros.
El modo en que se operacionalizan los modelos teóricos
presentados en el capítulo 3 se ilustra en el capítulo 4, en el
que se presentan las definiciones instrumentales de los con-
ceptos, las hipótesis específicas de investigación y los mode-
los estadísticos que permiten comprobar esas hipótesis. Éstas
se refieren a las comparaciones entre Tijuana y San Diego,
sobre cómo ocurren la segregación y los subcentros en la
forma urbana, así como los mecanismos generadores de for-
ma urbana. Para cada aspecto urbano hay un modelo estadís-
tico, de manera que, si los modelos estadísticos de un aspecto
son similares entre ambas ciudades, entonces las ciudades son
parte del mismo patrón urbano en ese aspecto. Por otra parte,
en este capítulo se muestran los datos de ambas ciudades. La
mayor parte de los modelos utiliza datos censales por área
geoestadística censal básica, ageb (census tract y/o zip zone
para San Diego).
Los resultados de las estimaciones de los modelos esta-
dísticos y su análisis comparativo entre ambas ciudades se
exponen en el capítulo 5, en la primera parte, se presenta, la
forma urbana y en la segunda, los mecanismos generadores
de forma, tanto para la segregación como para los subcentros.
Introducción • 11
En el análisis de los resultados se inspeccionan los mapas que
muestran la distribución espacial de los aspectos analizados.
Se hace uso de los mapas debido a que algunos modelos es-
tadísticos no alcanzan a expresar la complejidad morfológica
de esos aspectos.
En el capítulo 6, se ofrece una síntesis y las conclusiones
del estudio. La más general que se obtuvo es que Tijuana y
San Diego son diferentes en forma y mecanismo generador de
forma, es decir, ambas ciudades no son parte de la misma
unidad sistémica, y por lo tanto, no conforman una metrópolis
transfronteriza. Se señalan, además, los alcances de la conclu-
sión general y los aspectos que habría que tomar en cuenta
para mejorar el análisis comparativo de ambas ciudades.
Capítulo 1
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No se cubre el campo entero de cada uno de los tres as-
pectos de esta revisión de la literatura: metrópolis transfron-
teriza, segregación sociorresidencial y subcentros. Se selec-
cionó la información específica relacionada con el objetivo de
la investigación.
14 • Tito Alegría
una síntesis de los argumentos principales que muestran las
debilidades de dicho enfoque.
Sociedad transfronteriza
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las condiciones que permiten la reproducción del sistema so-
cial operan indistintamente sobre ambos lados de la frontera.
Otro aspecto implícito en esa perspectiva atañe a la repro-
ducción social. La reproducción de un sistema social, de su
cohesión interna y del sentido de sus intereses incluye aspec-
tos políticos de dominación. El control social sistémico es
necesario para garantizar las condiciones de reproducción
social, y se ejerce mediante instituciones políticas cuyas prác-
ticas objetivas se materializan como procesos de integración
y de represión por parte del Estado nacional, el depositario
legítimo del ejercicio de la integración y la represión, en el
territorio contenido por las fronteras del país.
Como se discute más adelante en el capítulo 2, estos tres
supuestos sobre la estructuración social y el referente a su
reproducción no se cumplen, por lo que San Diego y Tijuana
no pueden ser consideradas partes de una única sociedad
transfronteriza.
Región transfronteriza
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que conforman regiones urbanas continuas. Sin embargo, la
discontinuidad estructural espacial (manifiesta en diferencias
de precios, salarios o producto per cápita) es lo sustantivo en
la explicación de sus relaciones transfronterizas.
Metrópolis binacional
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toma en cuenta que las ciudades de América Latina han sido
por definición espacios de amalgama de rasgos locales y ex-
tranjeros desde el siglo xvi. Desde la independencia de España
en el siglo xix, esas ciudades, algunas entonces ya maduras,
estuvieron expuestas primero a la influencia de Europa y de
Estados Unidos después. A pesar de ello, las ciudades lati-
noamericanas han conformado sistemas culturales mestizos
propios. Las personas en estas ciudades, cuando adoptan
rasgos extranjeros, usualmente lo hacen con una actitud
pragmática y asignan un nuevo significado local a los instru-
mentos y estilos adoptados. Segundo, Griffin y Ford (1976b)
apuntaban cómo Tijuana era un mosaico arquitectónico y
urbanístico hace ya tres décadas, donde coexistían estilos
Tudor, cottage, español, azteca moderno, entre otros. No es la
globalización la que trajo recientemente estas influencias a
la ciudad. El tercer supuesto implícito en esta perspectiva es
que los recursos para producir el espacio urbano homogenei-
zado son similares en ambos lados de la frontera. Pero el
propio autor reconoce la carencia de recursos de muchos
sectores de Tijuana, que posibilita que el paisaje urbano sea
un pastiche de pobreza y riqueza urbanística.
En la construcción del concepto de metrópolis transfronte-
riza, Herzog explora dos aspectos fundamentales para enten-
der las ciudades de la frontera: el primero es el proceso de
convergencia/integración o divergencia/independencia de las
dos sociedades que se unen en la frontera; y el segundo es la
posibilidad y necesidad de políticas elaboradas de manera bi-
nacional para las ciudades fronterizas. La consideración de
estos aspectos conduce al autor a cuestionar si hay un “siste-
ma social transfronterizo” que crea una comunidad de intere-
ses alrededor de la frontera. En su propuesta hay una res-
puesta explícita afirmativa al construir la definición de
“metrópolis transfronteriza”.
Lo que Herzog no explora es si las relaciones existentes
entre ambos lados de la frontera –que en su propuesta sus-
Integración
Para Herzog, esta frontera tiene dos tipos de funciones
antagónicas e intrínsecas. La primera, dividir dos culturas y
dos estructuras urbanas, reproduciéndose en la frontera los
respectivos –y diferentes– patrones nacionales. La segunda
función es unificar de manera ecológica y social ambos lados
de la frontera. Estos elementos de unificación sustentan el
fenómeno que califica como “metrópolis transfronteriza”.
La primera función –rol divisor/diferenciador– constata
las diferencias de los patrones espaciales y políticos entre
ciudades de ambos lados de la frontera. En este sentido, cada
localidad fronteriza se parece más al resto de las ciudades de
su país que a su vecina del otro lado del límite internacional,
tanto en su estructura espacial como en su proceso de cambio.
Estas diferencias las define como elementos de “fricción” o
confrontación entre el norte posindustrial y el sur en proceso
de industrialización. Para el autor, este rol divisor/diferencia-
dor de la frontera ha sido relativamente estable en el tiempo, y
es parcialmente independiente de los cambios de la porosidad
de la frontera para las relaciones que ocurren entre ambos
lados de ella.
La segunda función de la frontera –rol unificador– que se
manifiesta en su porosidad, según el autor, es propia más bien
de la segunda mitad de este siglo, y se ha acentuado reciente-
mente con la extensión mundial del sistema capitalista o pro-
ceso de globalización. Esta permeabilidad fronteriza es mate-
rializada por los flujos de personas, bienes, capital y elementos
ambientales entre los pares binacionales de ciudades vecinas,
que ocurren principalmente por la proximidad transfronteri-
za. La proximidad es el principal catalizador de la integración
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dentro del sistema ecológico transfronterizo. El autor define
esta integración como “fusión” entre el par binacional de ciu-
dades vecinas.
Este esquema de Herzog es discutible debido principal-
mente a su errónea percepción de los cambios en la porosidad
fronteriza. A lo largo del siglo xx, si bien los flujos de relacio-
nes se incrementaron en términos absolutos, en la mayoría de
los casos decrecieron en su participación proporcional en la
estructura urbana en cada lado de la frontera. Por consiguien-
te, la frontera no fue más porosa para la ciudad en la segunda
mitad de ese siglo, y su rol divisor/diferenciador ha sido más
importante en décadas recientes que al principio de siglo xx.
La única actividad que creció en términos proporcionales ha
sido la maquiladora, y con ella crecieron los flujos transfron-
terizos interurbanos de inversión y de mercancías manufac-
turadas asociadas a la maquila.
Desde el lado mexicano, se perciben tres tipos de frenos
transfronterizos: a) la migración ha tenido más impedimentos
legales de Estados Unidos en décadas recientes, principal-
mente en cada baja del ciclo económico norteamericano; b) las
diferencias en precios y salarios se han incrementado en des-
medro del lado mexicano, sobre todo en las últimas décadas,
haciendo que, proporcionalmente, en las ciudades el consu-
mo de productos locales y nacionales aumente y disminuya el
de los productos estadounidenses; y c) es cada vez menor la
proporción de habitantes del lado mexicano que puede cruzar
legalmente a Estados Unidos: por ejemplo, en Tijuana puede
hacerlo la mitad de los habitantes, lo que es una fuerte limi-
tante al establecimiento de una relación interurbana con ba-
ses diarias.
Herzog, como otros, utiliza el gran número de cruces fron-
terizos como indicador de integración entre las ciudades de
ambos lados de la frontera, sin embargo, no resalta que ese
número tiene una tendencia decreciente. Entre 1990 y 1999,
las poblaciones de Tijuana y San Diego crecieron 56 y 11 por
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y por ello, las ciudades fronterizas contienen cada vez más
elementos correspondientes a las estructuras urbanas del
propio país.
Como se observa, los frenos o inhibiciones de ambos lados
han impedido que los flujos interurbanos se incrementen de
manera proporcional con el crecimiento de población, y a su
vez, han permitido que sea mínima, o incluso, que disminuya,
la yuxtaposición de estructuras urbanas vecinas diferentes. Es
probable que en las primeras décadas del siglo xx, más que
ahora, cada par binacional de ciudades se acercara más a con-
formar una unidad metropolitana (Álvarez, 1987).
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sino que tienden a agravarse. La expresión “vecinos distantes”
es lo que mejor describe la situación actual en esa frontera.
Pezzoli et al. (2001) presentan otra variante de la visión
transfronteriza desde el punto de vista de la planeación am-
biental urbana. Los autores se adhieren al concepto de ciudad-
región transfronteriza aplicado al par urbano San Diego-Tijua-
na, aunque no lo desarrollan. Su posición es que la planeación
de ambas ciudades debe ser conjunta porque ellas comparten
tres problemas: crecimiento urbano extensivo, infraestructu-
ras fragmentadas y desarrollo desigual. Si bien es cierto que
ambas ciudades comparten algunos problemas ambientales,
como el manejo de aguas negras, el control de la salida al mar
del río Tijuana y la polución del aire, cada uno de esos tres
problemas tienen significados diferentes en cada ciudad. Por
ejemplo, crecimiento urbano extensivo en San Diego significa
mayor contaminación del aire por el uso intensivo de trans-
porte privado, en cambio, en Tijuana eso supone problemas
de bienestar para los más pobres, quienes ocupan la periferia
generalmente con invasiones (menos áreas verdes y servicios
públicos, y una mayor distancia hacia los lugares de consumo
y empleo).
Visiones disidentes
Aunque no muy desarrollado ni difundido, el enfoque de
que los pares binacionales de ciudades adyacentes no forman
una unidad metropolitana ni son parte de una unidad cultural
ha tenido una defensa más bien reciente y pocos antecedentes.
Desde el punto de vista de la geografía, Arreola, en su
ensayo de 1996, critica la noción de que cada par de ciudades
vecinas de ambos lados de la frontera conformen lo que se
denomina twin communities. El autor cita a Woodcok (1957)
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como un antecedente de crítica a quienes ven una ciudad
transfronteriza. Para Arreola, la noción twin communities implica
que ambas comunidades han sido generadas desde una misma
semilla, y entonces, poseen características idénticas. El autor
considera falsa esta implicación que critica con los siguientes
argumentos: Primero, en la mayoría de los pares de ciudades la
fecha de fundación de una es bastante diferente de la otra. Se-
gundo, en las ciudades vecinas fundadas al mismo tiempo, las
identidades evolucionaron separadas a pesar de la proximi-
dad e interacción. Tercero, un corolario de esa noción, de que
las maquiladoras funcionan con twin plants, una a cada lado
de la frontera, es falso porque por lo general los productos
que salen de la ciudad fronteriza mexicana se dirigen direc-
tamente a los lugares de distribución de las empresas en el
interior del territorio estadounidense, lejos de la frontera. Y
cuarto, esa noción implica también que en la frontera una
tercera nación está en proceso de conformarse con la mezcla
de rasgos culturales mexicanos y estadounidenses. El autor
considera que esta última implicación –difundida en Estados
Unidos por algunos medios de comunicación, citando un
documental de la cadena de televisión pública cbs (Moyers,
1986)– es errónea porque los habitantes de la frontera mexi-
cana, por ejemplo en Tijuana, muestran impaciencia con
quienes dudan de su mexicanidad. El autor concluye que los
habitantes de las ciudades fronterizas mexicanas, aunque
influenciados por rasgos estadounidenses, mantienen una
forma particular de ser mexicano y no hay elementos que
hagan pensar que esto cambiará.
A similar conclusión arriba Vila (1999) con un análisis de
sociología cultural de las entrevistas que aplicó a los residen-
tes de Ciudad Juárez (Chihuahua) y de El Paso (Texas) en la
primera mitad de la década de los noventa del siglo pasado.
Para este autor, la forma de construir la identidad propia de
las personas es diferente entre ambos lados de la frontera.
Cambiar de un país a otro conlleva un cambio en el sistema
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tivadas racialmente, negativas para los inmigrantes cuya ma-
yoría es de origen mexicano. Los habitantes de San Diego
votaron a favor de estas leyes en proporción mayor que en
todo el estado. Esto es evidencia de que los habitantes de San
Diego no se sienten muy cerca de sus vecinos de Tijuana. Los
tijuanenses también tienen una mala opinión de sus vecinos
del norte. Por otra parte, considera que hay límites institucio-
nales para la gobernanza de una entidad binacional: “Una
economía globalizada es la fuerza conductora que crea la eco-
nomía regional de San Diego-Tijuana… (pero) el Estado-na-
ción está fallando en proveer estructuras o procesos para
gobernar la región metropolitana fronteriza” (p. 81). Por estas
limitaciones, el autor prefiere llamar a estas dos urbes “ciuda-
des compañeras” (companion cities) en lugar de twin cities, o
ciudad binacional: “Las relaciones interpersonales a través de
la frontera internacional son dirigidas por factores de econo-
mía, no de amistad o confianza” (p. 83).
La percepción negativa sobre los tijuanenses que tienen
los habitantes de San Diego ha sido corroborada por una
encuesta vía telefónica (kpbs/cerc, 2004). La conclusión gene-
ral del estudio es que es difícil encontrar evidencia de que
los sandieguinos conciben a Tijuana como un colaborador
en la región; en vez de ello, los residentes generalmente
desconfían del sur de la frontera. Por ejemplo, a 46 por cien-
to de los entrevistados les gustaría que la frontera fuera más
restrictiva, mientras que 30 por ciento quiere que las cosas
se mantengan como están. Las dos razones más importantes
de esta opinión son la percepción negativa sobre Tijuana y
los temores de inseguridad frente a posibles ataques terro-
ristas, 40 por ciento de los sandieguinos tiene una opinión
desfavorable sobre Tijuana y 32 por ciento están inseguros
o son neutrales. Además, la mayoría de los residentes de San
Diego no cruza la frontera regularmente: sólo uno de cada
10 sandieguinos visita Tijuana más de una o dos veces por
año.
32 • Tito Alegría
restantes (Herzog, Gildersleeve) consideran que las ciudades
fronterizas mexicanas terminarán pareciéndose e integrándo-
se con su vecina estadounidense.
Para Gildersleeve, la integración de los usos del suelo en-
tre las ciudades de ambos lados de la frontera ocurrirá debido
a la creciente interacción económica y cultural transfronteri-
za. Para Herzog, ese es un proceso propio de la globalización
liderado por las empresas trasnacionales que, al realizar sus
inversiones, homogeneizan el paisaje urbano mexicano y lo
hacen similar al estadounidense.
Hay muchas observaciones que pueden hacerse a estos
estudios. De manera más general, se puede criticar el uso de
los modelos derivados de la Escuela de Chicago por la mane-
ra subjetiva en que son construidos y por su poca utilidad
como instrumento analítico. Debido a que los modelos son
abstracciones de la realidad, los investigadores han variado
en su elección de cuáles usos del suelo deben ser incluidos.
No hay una regla para elaborar los modelos, de manera que
dos modelos para una misma ciudad en un momento en el
tiempo pueden diferir entre autores. También puede haber
diferencias entre modelos de dos épocas desarrollados por un
mismo autor, sea porque la ciudad cambió o porque el autor
modificó su percepción sobre la importancia del uso del suelo
en la ciudad. En cualquier caso, esta subjetividad impide la
comparación de modelos de una misma ciudad. Crowley
(1998), al criticar el modelo de Ford, resaltaba que en su nue-
vo (segundo) modelo incluía un anillo vial periférico que no
aparecía en el primero; pero esas vialidades ya existían en la
década de los años setenta en muchas ciudades latinoameri-
canas, cuando hizo su primer modelo.
Por otra parte, los modelos son construidos con la inten-
ción de expresar el uso predominante de cada zona de la
ciudad. Los autores toman sin reglas claras la decisión de cuál
uso es predominante. El problema mayor en este punto es
que cada zona de la ciudad generalmente contiene un conjun-
34 • Tito Alegría
afectan su localización, cuáles son sus restricciones y cuál es
el medio o el orden dentro del cual actúan. Los usos del suelo
no tienen un correspondiente actor social y por ello no hay
una explicación del orden final de esos usos. Conforme al
criterio de Herzog, por ejemplo, los actores locales son sujetos
pasivos que son arrastrados por las corrientes de los flujos de
inversión, consumo, turismo, etcétera. Los actores locales y
globales terminan en alguna localización, con cierta intensi-
dad y extensión, sin explicar las razones por las que terminan
con ese arreglo espacial.
36 • Tito Alegría
situaciones urbanas de gran –e institucionalmente poco con-
trolado– crecimiento, de extrema pobreza, y/o de conflicto
social debido a la marginación causada por diferencias socia-
les, migratorias o étnicas. Ejemplo de ello fueron varios estu-
dios sociológicos de la Escuela de Chicago (en los años veinte
y treinta del siglo pasado), de los ingleses en los años setenta,
los sudamericanos en los sesenta y setenta, y los estadouni-
denses desde los ochenta a la fecha. La concepción de segre-
gación por diferenciación ha sido predominante en condiciones
de expansión económica, institucionalmente controlada, y de
conflictos de integración social entre los grupos diferenciados
por raza o clase social. Ejemplo de ello han sido los estudios
desarrollados desde los años cuarenta en Estados Unidos y
recientemente en Sudamérica.
La visión de ecología humana de la Escuela de Chicago
de los años veinte y treinta del siglo pasado ha sido la única
corriente teórica que combinó ambas concepciones de la se-
gregación. Aunque hubo matices diversos, la segregación fue
considerada como un proceso resultado inevitable de la com-
petencia biótica que opera en dos escalas, interindividual e
intercomunitaria, y del control de esta competencia –aunque
no anulación ni modificación– por parte de la cultura o moral
que actúa en la escala de toda la sociedad. En el proceso de
crecimiento de la ciudad, la cooperación competitiva (concep-
to que mezcla la división del trabajo de Durkheim y la lucha
entre las especies de Darwin), mediada por la cultura, produ-
ce que los grupos más aptos para la competencia ocupen los
lugares más ventajosos y de esta manera esos grupos termi-
nan segregados espacialmente (Park, 1936). El proceso de
sucesión (un grupo ocupa la zona que otro deja) es el medio
por el cual los grupos se distribuyen espacialmente cuando la
ciudad crece. Siendo las zonas centrales de las ciudades los
lugares con más ventajas, estas áreas son tomadas por las
actividades con más capacidad para ocuparlas: las económi-
cas. El centro (y sus actividades) organiza de manera círculo-
38 • Tito Alegría
nas. De acuerdo con el contexto en que se desarrollaron los
estudios de esa exclusión, a estos últimos se les puede dividir
en dos grupos. El primero, que surge en Sudamérica en los
años sesenta y setenta subrayó el dualismo social, asociado a
la economía del subdesarrollo, como generador de la segrega-
ción –o marginación– social y espacial dentro de la ciudad. El
segundo, surgido en Inglaterra en los años setenta, hace hin-
capié en el distanciamiento –o segregación– espacial de algu-
nos grupos sociales respecto de los recursos urbanos como
resultado de la oferta localizada de vivienda y como una con-
dición de la redistribución regresiva del producto social en el
capitalismo.
Durante los años sesenta y setenta en Sudamérica, las
grandes ciudades recibieron migraciones como nunca antes
en la historia. Aunque la industria sustitutiva de importacio-
nes creció, el número de migrantes se incrementó a un ritmo
mayor, y la mayoría de ellos no pudo acomodarse dentro de
ese sector industrial. Entre los que no lograron entrar a la
industria, los más afortunados se incorporaron al sector ter-
ciario en ocupaciones de bajo salario. Los menos afortunados,
la mayoría, sólo pudieron ser subempleados o desempleados.
Muchas de estas personas ocuparon lo que después se llamó
sector informal. Debido a su gran crecimiento demográfico, y
a su nula capacidad para obtener una vivienda mediante el
mercado, la mayoría de estas personas tomó por asalto exten-
sas zonas periféricas de las ciudades para conseguir un lugar
donde vivir. A estos individuos se les llamó sector social mar-
ginal, y a las zonas donde vivían, barrios marginales, caracte-
rizados por la ausencia de infraestructura urbana, de centros
de servicios y de empleos.
Dentro del análisis urbano, se concibió a esos barrios
como segregados espacialmente de las ventajas urbanas, y a
las personas que los habitaban como marginadas de los sec-
tores económicos y sociales líderes. Su marginación social y
económica los segregaba espacialmente.
40 • Tito Alegría
sociales y ambas, la localización espacial. En este esquema,
no había posibilidad para la modificación de la estructura ur-
bana debido a las iniciativas de los agentes basadas en sus
propias y multidimensionales características y preferencias
de localización. El cambio de la estructura urbana no se regi-
ría por una disputa por las localizaciones sino por el acceso a
los sectores privilegiados –no marginales– de la estructura
social y económica.
El segundo grupo de estudios de la segregación por loca-
lización surgió a principios de los años setenta en Inglaterra.
Su objetivo fue estudiar las condiciones espaciales urbanas
dentro de la sociedad en su conjunto que crea esas condicio-
nes. Desde esta perspectiva, la ciudad está compuesta por
sistemas distributivos de recompensas, los cuales tienen el
espacio como un componente significativo.
En la versión neoweberiana de este segundo grupo, las
posibilidades de vida individuales son afectadas por el acce-
so relativo a recursos directos, así como indirectos, de ingreso
(Pahl, 1975). Los que viven cerca de sus trabajos, de centros
de servicios y de recreación tienen mayores ventajas que
aquellos que residen lejos. Los segundos deberán gastar
más que los primeros para obtener los mismos recursos
urbanos, aun si ambos reciben el mismo salario. La distribu-
ción espacial de los recursos urbanos y de las viviendas ocurre
mediante dos mecanismos: el de mercado y el institucional.
Debido a que los recursos urbanos son escasos, no están dis-
tribuidos uniformemente en la ciudad sino de manera desigual.
El patrón de localización de recursos y viviendas constituye
una restricción para los individuos, y opera sobre y de manera
independiente de las restricciones impuestas por la jerarquía
social asociada al ámbito del trabajo. En el intento por conse-
guir una localización residencial ventajosa en su relación espa-
cial con los recursos (por medio del mercado o de institucio-
nes), las personas de la base de la jerarquía social sólo obtendrán
las ubicaciones con menos ventajas. Esta disputa por los recur-
42 • Tito Alegría
produce una diferenciación-segregación en sí entre grupos
sociales. La segregación entre grupos es el resultado espacial
de la cristalización de diversas comunidades; en cambio, las
localizaciones de estas comunidades responden a los meca-
nismos del mercado inmobiliario (en la esfera del consumo)
modulados por la lógica del sector financiero y el gobierno e
impulsados por el interés del capital inmobiliario ante la diver-
sidad de carencias y necesidades de las comunidades. Los in-
dividuos pueden saltar de un grupo social a otro o entre comu-
nidades, pero su acción no modifica el mecanismo de
generación de las comunidades y de la segregación. En este
enfoque, aunque se propone una interpretación para ambos
tipos de segregación (por localización y por diferenciación), no
se desarrolla la relación entre ambos.
Harvey (1979) propone dos tipos de medios en los que la
segregación espacial entre las viviendas y los recursos gene-
ran efectos regresivos en la redistribución del ingreso: la ac-
cesibilidad y la proximidad. El primero se manifiesta como
precios de la accesibilidad, y el segundo, como costos de la
proximidad a los recursos urbanos. El precio de la accesibili-
dad se refiere a los inconvenientes que hay que salvar para
acceder a las oportunidades y zonas de empleo y al equipa-
miento y servicios locales. Estos precios varían con el tiempo
y la distancia que hay que utilizar para conseguir esas facili-
dades urbanas; varían también con el conocimiento de las
posibilidades de elección y con las aptitudes para consumirlas
y el interés para hacerlo. El costo de la proximidad, en cambio,
se deriva de las externalidades negativas que surgen del hecho
de estar localizados en el espacio urbano junto a alguna acti-
vidad que produce deterioro a las condiciones de vida.
Los principales precios de la accesibilidad se verifican en
su mayoría en dos tipos de subsistemas espaciales: en el sis-
tema empleo-transporte-vivienda y en el vivienda-servicios.
La racionalidad del consumidor para localizar la vivienda cer-
ca del lugar de empleo no siempre se materializa debido a las
44 • Tito Alegría
mecanismos de asignación espacial de los empleos, la infraes-
tructura y los subcentros terciarios (comercio y servicios). El
estudio del mecanismo institucional de asignación espacial
requiere un enfoque de política urbana. El estudio del meca-
nismo de mercado sólo puede realizarse desde una perspec-
tiva que aborde la lógica de localización intraurbana de las
diferentes actividades urbanas. Es obvio que el enfoque re-
querido se aparta de lo que ha sido la práctica de la sociología
urbana, lo que evidencia, una vez más, la necesidad de enfo-
ques multidisciplinarios en el análisis de este tipo de segrega-
ción social por localización.
En Estados Unidos también se desarrolló una variante del
análisis de la segregación por localización. Teniendo como eje
conceptual la relación entre usos del suelo y transporte, y con
una perspectiva de economía urbana, se desarrolló en ese
país desde los años sesenta un campo de investigación que se
denominó la “hipótesis del desencuentro espacial” (spatial
mismatch hypothesis), iniciada por Kain (1968). En su versión
inicial, esta hipótesis intenta explicar el persistente alto des-
empleo de las personas de raza negra que viven en las zonas
centrales de las ciudades. La explicación de este problema la
sitúa en la relocalización del empleo desde el centro hacia
los suburbios y la fijación residencial de los negros en las zonas
centrales. Los negros no pueden adquirir residencias en
la periferia, cerca de los nuevos lugares de empleo, debido
a la discriminación racial en el mercado de la vivienda, lo
que explica la segregación entre residencia y empleo. Debido
a la distancia hacia las zonas crecientes en trabajo, los negros
terminan buscando empleo en las zonas centrales, áreas que
pierden empleos. Esta hipótesis se ha desarrollado de manera
extensa en la literatura a lo largo de cuatro décadas, incluyen-
do la explicación del mayor precio de la vivienda para los ne-
gros dentro de los guetos, y el desencuentro espacial entre las
personas y los empleos cuando se consideran entrenamiento
laboral, ocupación y escolaridad; se ha concluido que los más
46 • Tito Alegría
Segregación por diferenciación
48 • Tito Alegría
sobre la composición social de cualquier barrio (o ageb) den-
tro de la ciudad, y es inútil para comparar barrios o calcular
los cambios de algún barrio en el tiempo.
Aunque el trabajo de los Duncan estuvo orientado princi-
palmente a explicar la segregación residencial –o falta de inte-
gración espacial– de los grupos ocupacionales, sus resultados
les permitieron concluir lo importante que es considerar por
separado clase y estatus (en el sentido weberiano) en el aná-
lisis para entender la segregación (Duncan y Duncan, 1955b).
Sin embargo, nunca llevaron a cabo la tarea de analizar por
separado esas dos características en el espacio. Para Weber,
clase es tan sólo una idea usada en el análisis sociológico o
una idea con la cual los grupos de individuos, quienes más
o menos comparten oportunidades de vida comunes, orientan
sus acciones (Weber, 1968; Saunders, 1984). En esta concep-
ción, hay muchas formas de seccionar a la sociedad y todas
se basan en las capacidades de las personas para participar
en el mercado. Las clasificaciones más relevantes constituyen
las clases comerciales y las de propietarios. Las personas
pertenecen a una misma clase –en cualquiera de esas clasifi-
caciones– cuando tienen oportunidades de vida similares. Sin
embargo, la práctica de consumo específica es lo que forma a
los diferentes grupos de estatus. Las clases no están relacio-
nadas entre sí, sólo están posicionadas en un nivel de la jerar-
quía basada en la capacidad del grupo y sus individuos para
consumir en el mercado, pero sin que haya jerarquía entre las
clases (para Weber, la dominación de un grupo sobre otro no
es un asunto social sino de la política, y en la jerarquía de
estatus sólo cuenta el prestigio, el cual surge del consumo,
Saunders, 1984).
La ambigüedad weberiana para designar la palabra clase,
y su confusión con el concepto de estatus, ha hecho que des-
de el trabajo de los Duncan se haya usado una clasificación de
grupos sociales verificable con los instrumentos de análisis en
el estudio de la segregación urbana de inspiración weberiana:
50 • Tito Alegría
diferencial de ingreso, al lado de las diferencias por educa-
ción, edad, etnia, género, sector económico (Berndt, 1996;
Séller, 1987; Ihlanfeldt, 1992) y por clase social en el sentido
marxista de posición en el sistema productivo (Wright, 1979).
Estos estudios harían cuestionable el uso de la clase ocupacio-
nal (siguiendo a Weber) como la variable que le da contenido a
la segregación por diferenciación, quedando sólo el estatus
como generador de la segregación. Si esto es cierto, cabría
concluir que la gente se diferencia en el territorio –además de
su capacidad de consumo– como una forma más de distinción
social al apropiarse de símbolos de estatus. Sin embargo, esta
visión estética de la segregación es incompatible con la forma
en que la gente legitima sus símbolos: el estatus es más un
resultado que la causa de la distinción (Bourdieu, 1990).
Considerando estos dos primeros supuestos, podemos
adelantar la conclusión de que el modelo de segregación por
diferenciación neoweberiana ha mostrado el resultado de
procesos socioespaciales subyacentes, pero sin presentar
claramente esos procesos ni su peso relativo en la generación
de la segregación residencial.
El tercer supuesto en esta visión consiste en que, para
todos los grupos profesionales, opera el mismo mecanismo de
diferenciación en el espacio. Este supuesto fue puesto en duda
muy pronto dentro de los análisis de la segregación. En el
estudio de Feldman y Tilly (1975, reimpreso de 1960), se esta-
bleció que la distribución espacial del conjunto de las catego-
rías ocupacionales es determinada principalmente por la edu-
cación y también, y en menor medida, por el ingreso. La
conclusión más importante aquí fue que la educación es más
eficaz para explicar la distribución espacial de los trabajadores
de cuello blanco (oficinistas), mientras que el ingreso es más
poderoso en la distribución de los de cuello azul (obreros).
Estos resultados nos indican que no hay un solo mecanismo
diferenciador en el espacio, y que podría haber más de dos;
pero sobre todo, nos muestra que las razones de la diferencia-
52 • Tito Alegría
concentraron en esta polarización espacial del binomio negro-
pobre. Desde el punto de vista estructural, Wilson (1991) in-
terpretó el creciente desempleo –y pobreza– de los residentes
de las zonas centrales de las ciudades como producto de los
cambios en la estructura económica y de las restricciones que
impone un contexto (en el barrio) sin oportunidades de em-
pleos estables y legítimos.
Probablemente el estudio de Massey y Denton (1996) sea el
que mejor resume esta nueva orientación en los estudios de la
segregación. Su proyecto intelectual es el estudio de la concen-
tración espacial de la pobreza urbana la cual, al estar concentra-
da en las etnias no blancas, se considera determinada por el
racismo. El prejuicio de los blancos contra los negros se mani-
fiesta en el mercado de la vivienda y en las acciones institucio-
nales de asignación de vivienda pública, siendo ambos meca-
nismos, privado y público, los que generan que las personas
de igual clase social vivan separadas porque pertenecen a et-
nias diferentes.
En el acceso a la vivienda, las actitudes relacionadas con
al racismo tienen objetivos y motivaciones diferentes entre las
personas blancas y las negras (y las de otras razas). Las mo-
tivaciones de las personas blancas se pueden sintetizar en
dos: prejuicio y capitalización de la propiedad. El prejuicio es
la imagen que se tiene de los barrios habitados mayormente
por negros como barrios inseguros debido al crimen y a la
violencia, imagen que influye especialmente en las familias de
blancos que crían hijos. La aversión de los blancos es sobre
todo hacia los negros, pero no hacia asiáticos o latinos (Emer-
son, Yancey y Chai, 2001), aunque estos últimos soportan ni-
veles de segregación menores (Charles, 2003). La capitaliza-
ción de la propiedad es percibida por los blancos como
negativa (pierden valor) en barrios donde hay un creciente
ingreso de residentes negros. Estos dos tipos de motivaciones
impulsan a los blancos a buscar barrios donde no haya ne-
gros, es decir, barrios segregados. Las motivaciones de las
54 • Tito Alegría
resultado es que los barrios con residentes de alto ingreso
generalmente son altamente segregados por raza, habitados
por blancos y localizados en la periferia urbana siguiendo los
mecanismos de segregación por ingreso (John, 2002).
Las diferencias de clase (en el sentido weberiano) no expli-
can la segregación espacial por raza. Sin embargo, debido a que
la concentración de negros pobres en algunos barrios genera
un deterioro de las condiciones del barrio (pérdida de em-
pleos, menores impuestos, disminución de los estándares de
los servicios, incremento del crimen, etcétera), la segregación
de los negros es alimentada por las diferencias de clase.
Aunque Massey y Denton definen cinco formas de segrega-
ción espacial entre negros y blancos, desarrollan su argumen-
tación alrededor del índice de segregación propuesto por los
Duncan en los años cincuenta. De hecho, los Duncan ya habían
propuesto también un índice de centralidad, que mide la dife-
rencia de la localización entre grupos respecto al centro urbano,
pero lo utilizaron poco en su análisis. Massey y Denton analizan
con más detenimiento las diferencias con respecto al centro de
la ciudad. Sin embargo, como sus antecesores, no establecen
ningún vínculo teórico entre la segregación por diferencia y la
segregación por localización. Su modelo basado en el racismo
puede explicar la concentración de negros pobres en algunos
barrios, pero no explica la localización de esos barrios.
Comentarios finales
De un modelo monocéntrico
de estructura urbana a uno
policéntrico o disperso
56 • Tito Alegría
Después de la pérdida de prestigio de los modelos deriva-
dos de la Escuela de Chicago, la explicación de la generación
de los usos del suelo fue tomada por los economistas urba-
nos, y recientemente también por los geógrafos urbanos. En-
tre 1960 y finales de la década de los años ochenta, el modelo
monocéntrico fue dominante en esa explicación. Después de
las críticas al monocentrismo al final de la década de los años
ochenta, no surgió una teoría alternativa hegemónica. Este
vacío teórico permitió el surgimiento de estudios más modes-
tos en sus objetivos –como por ejemplo la definición operativa
o empírica de subcentros–, pero también de algunos gérme-
nes de teorías alternativas.
El modelo monocéntrico
58 • Tito Alegría
factores de localización son diferentes por actividad, por lo que
el modelo no explica, por ejemplo, por qué las manufacturas se
localizan en las afueras de la ciudad y no en el centro.
Modelos policéntricos
60 • Tito Alegría
la localización e intensidad de las actividades económicas en
una economía terciarizada.
62 • Tito Alegría
Al aplicar este método en algunas ciudades, el autor en-
contró resultados similares a los de aquellos estudios que
usaron el procedimiento de Giuliano y Small, o el de McDo-
nald, con la diferencia que en la periferia aparecieron más
subcentros.
Sobre estos ensayos para definir los subcentros, sólo se
harán dos comentarios. Primero, no está claro el objetivo de
los autores para realizar estos ejercicios de definición. Los
autores aseguran que estas definiciones son formas de ope-
racionalizar el concepto de subcentros de los modelos poli-
céntricos. Sin embargo, los modelos policéntricos tienen un
esquema segregado de usos del suelo, esquema en el que las
zonas sin subcentros no tienen empleo. Si estos modelos
teóricos representaran a la realidad, no habría necesidad de
definir los subcentros; éstos serían evidentes con la sola pre-
sencia de empleos. Por otro lado, estas investigaciones, al
intentar asignar un límite físico arbitrario a los subcentros,
reconocen que hay empleos por toda la ciudad, que no hay
usos del suelo segregados; entonces, no hay razón para afir-
mar que son auspiciados teóricamente por los modelos poli-
céntricos que por definición tienen usos del suelo segregado.
Como muestran todos los trabajos aquí citados, la mayoría
del empleo en cada ciudad está disperso fuera de los subcen-
tros encontrados. Entonces, estos ejercicios son definiciones
sin teoría.
Un segundo comentario se refiere a la subjetividad envuel-
ta en el procedimiento al usar la aglomeración de empleo como
definición de subcentros. Los límites específicos de densidad
y cantidad total de empleos para definir subcentros no tienen
más sustento que el ojo experimentado del analista; no hay
ningún argumento bien fundamentado que los respalde. Por
ejemplo, cuando en el trabajo de investigación de McMillen y
McDonald (1998) –mediante el procedimiento de Giuliano
y Small– se encontró un subcentro con más de 400,000 em-
pleados que cubría un área extendida; los autores incremen-
64 • Tito Alegría
tro tradicional. La nueva forma urbana que ha surgido de su
propio gran crecimiento ha sido interpretada de maneras di-
ferentes. Aquí se revisan dos puntos de vista: el que define a
la ciudad como dispersa y el que la considera fragmentada.
La primera perspectiva propone, a manera de hipótesis,
que los centros ya no deben definirse como concentraciones
de empleo sino como centros de actividad. Con una perspec-
tiva de economía del transporte, y definiendo operativamente
centros con un indicador de densidad de generación de viajes,
Gordon y Richardson (1996) encontraron que en el área me-
tropolitana de Los Ángeles 80 por ciento de los empleos esta-
ban fuera de los centros en 1970, y en 1990 estos empleos se
incrementaron a 88 por ciento (la densidad de empleos fue
mayor a 12,500 por milla cuadrada en los resultantes agrupa-
mientos de zonas censales-centros). Esto los llevó a proponer
la hipótesis de que esos datos no muestran un patrón policén-
trico sino más bien de dispersión generalizada. Las razones
que promueven esta dispersión podrían ser: la accesibilidad
que los automóviles permiten en todas partes, haciendo posi-
ble el surgimiento de ventajas de aglomeración en cualquier
localización; incremento de la subcontratación y la asociada
reducción del tamaño de las empresas; tendencias en el mer-
cado de trabajo al uso de tiempo parcial y trabajo temporal. La
evidencia presentada por los autores en cuanto a que la den-
sidad de generación de viajes del comercio es 16 veces mayor
que la de manufactura tiene dos implicaciones. Primero, que
una zona puede actuar como centro, al atraer personas, aún
con poca densidad de empleos totales. Segundo, la dispersión
del empleo sólo conforma centros si consideramos a éstos
como lugares de actividad (consumo final) más que como
puntos de empleo.
La idea de centros de actividad es similar a la propuesta
de “campo urbano” (urban field) de Friedman y Miller (1965),
para quienes la dispersión de actividades económicas es po-
sible debido a que muchas actividades tienen ahora menor
66 • Tito Alegría
los agentes, pero los autores no indican con claridad de qué
manera ocurre. Por supuesto, hay indicios de esta influencia
cuando, por ejemplo, relatan que el grupo social con poder
(cybergeoisie) teme a, y no necesita interacción personal con,
las personas sin poder (protosurps), por lo que se autosegre-
gan dentro de barrios cerrados. Estos dos grupos sociales
constituyen un (des)orden social bipolar, y en el ejercicio de
las praxis de cada grupo se constituyen las localizaciones
de cada actividad de ambos grupos. La diversidad de la praxis
de cada grupo está sustentada en la flexibilización material y
social de la producción. La flexibilidad opera en el tiempo
haciendo más efímera la localización de una praxis, de mane-
ra que a la diversidad de usos del suelo se añade el cambio
como constante. Las actividades diversas pueden coexistir en
el espacio urbano debido a la universalización de preferencias
y valores (holsteinization) que ocurre mediante la influencia de
los medios de comunicación masiva, dirigidos por la cyberge-
oisie. Lo que ata a los componentes del pastiche de actividades
y usos del suelo está, por un lado, en el deseo de los diversos
agentes de ser partícipes de la misma ciudad, de la misma
monocultura, y por otro, en la coerción y vigilancia que ejerce
la cybergeoisie por medio de la policía.
Se pueden hacer dos tipos de comentarios a este modelo,
uno referente a Los Ángeles y otro a su extensión a ciudades
del tercer mundo. Sobre el primero, el modelo propone como
únicas fuerzas generales internas urbanas a la holsteinization
y el praedatorianism (coerción), es decir, fuerzas que, aunque
influyen en las decisiones de localización, no pueden ser con-
sideradas para explicar localizaciones diferentes de activida-
des diversas. Más aún, la holsteinization debería producir lo-
calizaciones similares a actividades diversas, debido a la
homogeneización de las preferencias. Las fuerzas particulares
que determinan la localización de cada actividad, por su parte,
fueron poco desarrolladas por los autores. Por otro lado, la
extensión del modelo a ciudades del tercer mundo, como Ti-
Subcentros y globalización
68 • Tito Alegría
pen y Marcuse (1997), la globalización comprende varios pro-
cesos, tales como cambios en la estructura económica, migra-
ción del capital, migración de gente y la difusión de valores y
normas en varias partes del mundo. La reestructuración de la
economía que acompaña a la globalización significa mayor
cantidad de trabajos de oficina que en el periodo anterior. El
cambio económico en este periodo más resaltado en esta lite-
ratura es el incremento de los trabajos relacionados con la
alta tecnología y las industrias basadas en la información
(software, microprocesadores, hardware de computadoras,
centros de llamadas, etcétera), el crecimiento de las activida-
des financieras y de bienes raíces y el de los trabajos terciarios
menos calificados que sirven al consumo personal del cre-
ciente número de individuos con salarios altos de los sectores
económicos crecientes (Sassen, 1989). Las nuevas oficinas se
construyen en las afueras de la ciudad donde hay espacio y
están cerca de las viviendas de los empleados, lo que genera
así subcentros de empleo (Sassen, 1995). Junto a esas oficinas
surgen tiendas y servicios pequeños, rentables porque tienen
salarios bajos, y que atienden a los trabajadores de ingresos
altos que viven cerca. Aunque hay una literatura cada vez
mayor que relaciona la formación de subcentros con la globa-
lización (De Mattos, 2002; Parnreiter, 2002), esta relación no
ha sido desarrollada de manera teórica más allá del rasgo de
que los “trabajos siguen a la gente” (jobs follow people). Por
ejemplo, no hay un argumento bien fundamentado que rela-
cione la localización periférica de los bancos con la propie-
dad trasnacional de ellos: ser parte de la globalización del
capital no explica su localización. Además, la concentración
de trabajos de oficina en la periferia de las ciudades de países
ricos no es nueva, no es intensa, ni general en todos esos paí-
ses, como el caso de Sydney lo muestra (Freestone y Murphy,
1998). Por otra parte, en las grandes ciudades, por ejemplo
Tijuana y San Diego, el surgimiento de tiendas pequeñas y
boutiques no es nuevo; por el contrario, la tendencia más
70 • Tito Alegría
ños. La teoría del lugar central de Christaller (1966) parecía
explicar estos temas.
Como en la teoría del lugar central (tlc) no era explícito el
comportamiento de los agentes para derivar el sistema de
áreas de mercado resultante, Eaton y Lipsey (1982) se dedica-
ron a esta tarea. Propusieron que la jerarquía de centros de
ventas podría ser derivada de un modelo que permitiera que
los consumidores hicieran viajes de compras con propósitos
múltiples (multipurpose shopping) para minimizar costos y
que las firmas eligieran sus localizaciones maximizando los
beneficios. El modelo considera que hay dos bienes (A y B)
inicialmente vendidos en cualquier localización en una ciu-
dad unidimensional con densidad de población constante.
Los costos de compra son una función creciente de la distan-
cia viajada y del número de paradas que el consumidor hace.
Esto incentiva los viajes con propósitos múltiples de los con-
sumidores para reducir los costos. Por el lado de la oferta, los
dos bienes son vendidos por varias firmas, que experimentan
rendimientos crecientes a escala. Como hay dos bienes, la
jerarquía de centros tendrá a lo sumo dos niveles. En el nivel
más bajo, se venderá el bien A o el B; en el de nivel más alto
se venderán los dos bienes. El modelo obtiene como resultado
que la jerarquía de centros ocurre dependiendo de los valores
de ciertos parámetros, y la localización de los centros no es
necesariamente equidistante. En cada centro, cuando una
firma A obtiene rentas (ganancias adicionales), otra firma A
entra al centro, a diferencia de la tlc, donde en cada centro
hay una sola firma A.
Este modelo introduce elementos necesarios en la deter-
minación de centros de consumo (como el comportamiento de
la demanda y las economías a escala), pero algunos supuestos
(por ejemplo, ciudad unidimensional, ingreso igual y densidad
de los consumidores) lo hacen inaplicable a los datos reales.
West et al. (1985) lo usaron más como metáfora que como guía
de los pasos de investigación. Sin embargo, sus datos de 1977
Comentarios finales
72 • Tito Alegría
La mayoría de las diferentes teorías y modelos que han inten-
tado explicar las nuevas localizaciones no centrales de las
actividades económicas tienen al menos cuatro grandes limi-
taciones: no toman en cuenta la demanda, consideran que los
usos del suelo son segregados espacialmente, no mixtos, y se
han interesado en la cantidad de empleos por zona, como si
todos los empleos pertenecieran a un solo tipo de actividad,
es decir, como si tuvieran los mismos incentivos o factores de
localización. En la realidad, es claro que al menos la manufac-
tura y el sector terciario (comercio y servicio) tienen diferen-
tes localizaciones e incentivos de localización. Ningún modelo
aplicable a datos reales ha tomado en cuenta estas diferen-
cias. Por otra parte, hay indicios de que el empleo terciario
está organizado espacialmente siguiendo una distribución a la
Christaller.
Una propuesta de estructura urbana, de localización e
intensidad de usos del suelo debe evitar esos inconvenientes
para estar más cerca de la realidad.
Capítulo 2
75
La hipótesis de la metrópolis transfronteriza, sin embargo,
necesita de una teoría. Desde un punto de vista general, en
esta hipótesis no se toma en cuenta que la interacción trans-
fronteriza ocurre principalmente debido a las diferencias es-
tructurales entre Tijuana y San Diego (no a las similitudes), que
no hay evidencias de que haya una sociedad transfronteriza, y
además se considera similar la interacción a la integración
y análoga la región al espacio económico.
Aquí se propone que las condiciones fronterizas dificultan
la construcción de una sociedad urbana transfronteriza, y que
en realidad hay dos sociedades diferentes y vecinas. La fron-
tera es un límite real para mercados y sociedades. Las diferen-
cias entre ambos lados de la frontera producen un potencial
de complementariedad entre ellos; la cercanía hace posible un
complemento real por medio de las interacciones transfronte-
rizas. Esta interacción interurbana no permite la convergencia
urbana porque las diferencias entre ciudades de ambos lados
de la frontera dependen de condiciones nacionales, no de
condiciones locales.
La argumentación de la existencia de dos ciudades en vez
de una metrópolis transfronteriza se presenta a continuación
en tres aspectos urbanos relevantes: el crecimiento urbano, la
sociedad transfronteriza y la metrópolis transfronteriza.
Crecimiento urbano,
estructura económica y divergencia
76 • Tito Alegría
importantes de la ciudad no afectan a un conjunto de activida-
des (o una porción del territorio) de manera permanente, es-
tas últimas no están relacionadas de forma sistémica con las
actividades principales. La hipótesis de la metrópolis trans-
fronteriza tiene el supuesto implícito de que Tijuana y San
Diego conforman una unidad sistémica, es decir, que los cam-
bios que ocurren en las actividades principales de una ciudad
afectan a la otra. Puesto en términos del crecimiento, ello sig-
nifica que los impulsos que hacen crecer a una ciudad tam-
bién son los que hacen crecer a la otra y que los ritmos de
crecimiento de ambas ciudades son similares. Sin embargo,
las evidencias contradicen ese supuesto.
San Diego ha crecido como consecuencia de impulsos re-
gionales y nacionales; no hay evidencias de que haya crecido
debido a la influencia de factores fronterizos. San Diego era una
pequeña ciudad a principios del siglo xx. En esa época; su cre-
cimiento tuvo un gran impulso con las inversiones del Gobier-
no federal en irrigación en el sur de California, y en la propia
ciudad, con las inversiones militares relacionadas con la Pri-
mera Guerra Mundial, que convirtió a San Diego en la base
naval principal (Hansen, 1981). En los años veinte, la industria
de la aviación creció rápidamente debido principalmente al
clima propicio de la región. Teniendo esas dos actividades de
operaciones de defensa, la economía de la ciudad floreció
durante la Segunda Guerra Mundial, y la guerra de Corea le
dio otro gran impulso a su crecimiento. En la década de los
años sesenta, sin embargo, se inician los cortes al gasto militar
en la ciudad, que serán mayores en las décadas siguientes, y
culminarán con la casi desaparición de las industrias de avio-
nes, misiles y satélites a principios de los años noventa. A
partir de los años setenta, con la continua disminución del
gasto militar, se ha hecho más clara la relación del crecimiento
económico local con el del estado de California y con el nacio-
nal (Gerber, 1993). Por ejemplo, San Diego, el estado y el país
experimentaron de manera conjunta un gran crecimiento del
Gráfica 1
Tasa de crecimiento del ingreso real personal
(precios de 2004)
Tasa (%)
10
-2
1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000
Estados Unidos California San Diego
Fuente: Cálculos del autor basados en datos del Bureau of Economic Analy-
sis, Estados Unidos y tablas cpi (índice de precios al consumidor) elaboradas por
Robert C. Sahr, Oregon State University.
78 • Tito Alegría
moción económica, y universidades locales, empezaron la
aplicación de una estrategia de desarrollo de actividades
vinculadas funcional y espacialmente (clusters, en el sentido
de Porter, 1990) con mayores salarios. Como resultado de
esta estrategia, se ha producido una reestructuración de la
economía de San Diego al reorientarla hacia una de alta tec-
nología, la cual ha sido definida como proceso de crecimiento
endógeno (Mercado, 2004). Esta reestructuración ha permitido
reorientar el crecimiento del empleo –se había concentrado en
actividades de servicios de salarios bajos– hacia un tipo de
salarios altos.
Por ejemplo, de 1990 a 1998, entre los clusters de San Diego,
las actividades que agregan más empleo fueron biotecnología y
farmacéutica, comunicaciones, y servicios de programación
y computación; estas actividades tuvieron 21 por ciento del
nuevo empleo total del condado y crecieron respectivamente
104, 57 y 101 por ciento en ese periodo (Sandag, 2001).
Esta reorientación económica, al haber incrementado los
empleos en las industrias con salarios altos, también ha per-
mitido un incremento del salario real del condado durante los
años noventa (Sandag, 2002). Además, esta reorientación no
ha sido inducida por la interacción transfronteriza, ni susten-
tada por ésta.
En síntesis, como apuntaron Hansen (1981) y Gerber
(1993), el crecimiento económico de San Diego no ha tenido
una influencia notoria de su localización fronteriza, y más bien
ha seguido los ritmos de su economía regional y nacional, como
muchas otras ciudades no fronterizas de ese país. Además, a
diferencia de la mayoría de las ciudades fronterizas, el creci-
miento económico de San Diego ha sido casi siempre mayor
que el de su estado y del país.
Tijuana, a diferencia de San Diego, ha tenido un creci-
miento económico permanentemente determinado por su lo-
calización fronteriza, es decir, sus impulsos al crecimiento son
diferentes a los de su urbe vecina (Alegría, 1992). Para la fron-
80 • Tito Alegría
México tiene menos importancia, aunque también es creciente.
Estados Unidos envió a México en 1985 sólo 5 por ciento de sus
exportaciones, y en 2004, 10 por ciento (u.s. Census Bureau). A
pesar de la interacción progresiva entre ambos países, la diver-
gencia de sus economías es notable en el tiempo. Esta divergen-
cia se hace evidente al representar las economías de ambos
países en términos del producto interno bruto per cápita, pibp. En
1950, el pibp de Estados Unidos fue 4.1 veces mayor que el de
México, y en el año 2004, aumentó a 4.4 veces (véase gráfica 2).
Como consecuencia del incremento de las diferencias es-
tructurales, en las tres últimas décadas, Tijuana se ha especia-
Gráfica 2
pib per cápita real (precios constantes)
en Estados Unidos y México
Dólares (en precios constantes de 2000)
40,000
35,000
30,000
25,000
20,000
15,000
10,000
5,000
0
1950 1960 1970 1980 1990 2000
Año
Estados Unidos México
Fuente: A. Heston, R. Summers y B. Aten, Penn World Table Version 6.2, Center
for International Comparisons of Production, Income and Prices at the University
of Pennsylvania (cicup), septiembre de 2006.
82 • Tito Alegría
Cuadro 1
Estructura económica (% de empleo) 1970-2000
en Tijuana (municipio) y San Diego (condado)
84 • Tito Alegría
doras de Tijuana (bie-inegi). Además, esta inversión genera
efectos multiplicadores en el empleo del resto de los sectores
económicos de la ciudad, por ejemplo, se ha calculado que
en Tijuana, por cada empleo maquilador, se genera uno más en
otros sectores (Alegría, 1995).
b) El empleo transfronterizo, estimulado por las diferencias
de salarios. En 1988, el salario hora-hombre promedio en la
manufactura en San Diego era 9.3 dólares mayor que en Tijua-
na; esa diferencia aumentó a 10.4 dólares en 1998 (eneu-inegi
para datos de México, y cps –Bureau of Labor Statistics– para
Estados Unidos).
Los impulsos que motivan a los tijuanenses para buscar
empleo cruzando la frontera surgen cuando cualquiera de ellos
verifica que los salarios locales mexicanos pierden su poder de
compra en ambos lados de la frontera. Un cambio macroeco-
nómico negativo crea una situación en la cual, a lo largo de la
frontera (aun en el día siguiente al cambio negativo), el mismo
monto de salario mexicano tiene menor poder de compra local-
mente (producto de la inflación) y en la ciudad vecina de Esta-
dos Unidos (producto de la devaluación del peso). Por la misma
cantidad de tiempo trabajada se recibe menos salario real.
Por cada 1 por ciento de incremento en la diferencia de
salarios entre Tijuana y San Diego, el número de transmigran-
tes se incrementa en 3 por ciento, en no más de tres meses
desde el cambio salarial (Alegría, 2002). En 1998, la propor-
ción de la población trabajadora de Tijuana que laboraba en
San Diego fue 8 por ciento (eneu-inegi), el cual, sin embargo,
acumulaba alrededor de 20 por ciento de la masa salarial de
los residentes de Tijuana (Alegría, 2000b). La transmigración
significa empleo directo para los residentes de Tijuana y crea
un efecto multiplicador en el sector terciario de la economía
de la ciudad.
c) Las ventas de bienes y servicios de consumo final, cuyo
alcance espacial de mercado a través de la frontera es mayor
para el lado mexicano. Esto último se debe a los menores
86 • Tito Alegría
Gráfica 3
Tasa anual de crecimiento de la población (%)
para Tijuana (municipio) y San Diego (condado)
Periodos
Tijuana San Diego
88 • Tito Alegría
inmigratoria de Estados Unidos se ha vuelto cada vez más
restrictiva en las últimas décadas, lo cual ha motivado que los
emigrantes mexicanos busquen destinos alternativos nacio-
nales en la frontera norte de México. Segundo, el incremen-
to, casi permanente, de las diferencias de las economías de
ambos países ha generado en la frontera mexicana más ven-
tajas locales salariales para la inversión industrial estadouni-
dense, lo cual ha incrementado el potencial de atracción mi-
gratoria de la frontera. Conforme a la segunda hipótesis, los
migrantes mexicanos pueden ser retenidos en Tijuana, y de
acuerdo con la primera hipótesis, los migrantes son conduci-
dos hacia esta ciudad. Como consecuencia de estos dos facto-
res, el porcentaje de residentes del municipio de Tijuana na-
cidos fuera de Baja California (estado en que se localiza) fue
58 por ciento del total en el año 1990 y 56 por ciento en 2000.
San Diego también es una ciudad de migrantes. Del total
de residentes del condado de San Diego, nacieron fuera de
California (estado en que se localiza) 61 por ciento en el año
1990 y 56 por ciento en 2000. La ciudad de San Diego ha sido
siempre la más grande de la frontera norteamericana. En 1900
tenía sólo 17,700 habitantes, y en el año 2000 alcanzó a tener
2’674,436 habitantes. Hasta la década de los sesenta, su creci-
miento demográfico se ha explicado principalmente por la
atracción de la inversión relacionada con la industria y las
bases militares. A partir de los setenta, cuando la inversión
militar empieza a decaer, se propone como hipótesis que su
crecimiento depende principalmente de dos factores: el ciclo
económico de Estados Unidos y la atracción de industrias de
nueva tecnología. Como se observa en la gráfica 1, San Diego
ha tenido un crecimiento económico similar al de su estado y
al de la nación, pero casi siempre con un nivel mayor que el
del resto del país en conjunto. Este mayor nivel de su creci-
miento ha sido un factor para atraer migrantes desde hace al-
gunas décadas. Sin embargo, esta atracción ha decaído en el
transcurso del tiempo, de manera que su tasa de crecimiento
Sociedad transfronteriza
90 • Tito Alegría
sando la frontera. Las diferencias entre ambos lados de la
frontera no aparecen como una ruptura sino como una conti-
nuidad estratificada de la estructura social binacional en la
región fronteriza (Bustamante, 1981 y 1989).
El concepto de continuidad transfronteriza de la estructu-
ra social supone que los grupos sociales de ambos lados de la
frontera presentan prácticas sociales similares. Esta similitud
implica tres características de la relación de los agentes socia-
les con su estructura (Cohen, 1991):
92 • Tito Alegría
haya pretensiones de validez en las interacciones. Debido a la
falta de estas pretensiones, se debe hacer un gran esfuerzo
para llevar a cabo la interacción transfronteriza, y cuando
ocurre, la eficiencia de esa interacción por lo general es míni-
ma. El resultado de ello es que hay poca comunicación entre
los grupos de ambos lados de la frontera, aun entre los que
pueden remontar legalmente la barrera del cruce internacio-
nal. Y como corolario, el conocimiento compartido sobre las
prácticas sociales también es mínimo.
Las prácticas sociales están, en cada caso, acompañadas
de interpretaciones particulares de la semántica y de las nor-
mas sociales envueltas en dichas prácticas. Esas interpreta-
ciones son específicas al lado de la frontera que se considere
y diferentes respecto de las interpretaciones desarrolladas en
el otro lado debido a las limitantes espaciales y a la reproduc-
ción de prácticas sociales que relacionan agentes de ambas
colectividades. Una estructura social es a la vez el instrumen-
to y el resultado de la reproducción de las prácticas, que para
que puedan reproducirse es necesario que los agentes com-
partan la misma interpretación semántica de los modos de
hacer y de los signos resultantes. La homogeneidad semánti-
ca relativa en una colectividad no es producto sólo de compar-
tir prácticas acotadas en el tiempo y el espacio, sino principal-
mente el resultado de una negociación del significado entre
los agentes. La necesidad de negociar el significado entre los
agentes surge del cálculo adelantado de las consecuencias e
implicaciones de una interpretación de las prácticas particular.
La negociación del significado ocurre alrededor de la disputa
por los recursos del lugar, es decir, del mantenimiento o la
mejora de la posición relativa de cada agente en relación con
los demás. La negociación dimanante del imperativo de una
interpretación compartida de las prácticas sociales produce
un sentido compartido del orden social que se materializa en
significados. De esta manera, la construcción del sentido es
intrínseca a las interpretaciones compartidas, sin depender de
94 • Tito Alegría
lidad de acceder a recursos establece la posición relativa de
cada agente en relación con los demás dentro de una estruc-
tura social. La posibilidad de algunos agentes de acceder a
recursos producidos en otros espacios se materializa como
una práctica propia de su estructura social y no de la estruc-
tura del espacio de donde se produjo ese recurso. La práctica
del agente de conseguir el recurso externo opera en el aspec-
to económico de la circulación en un momento en el tiempo.
En ese intercambio, lo que el agente obtiene es un manteni-
miento o cambio de su posición relativa en la estructura local
y no en aquélla de donde obtiene el recurso. La posibilidad de
acceder a los recursos producidos por la colectividad del otro
lado de la frontera es diferente para cada agente social. Al
acceder a los recursos del otro lado de la frontera, el agente
no modifica su posición relativa en esa otra colectividad por-
que no tiene una posición relativa definida por su praxis. Cuan-
do el agente de un lado de la frontera aparece en alguna posi-
ción relativa en el otro lado, su posición es determinada por
los mecanismos de estructuración social de ese lado y no del
suyo, donde su posibilidad de acceder a recursos es diferente.
Sólo si hubiera una misma estructura social de ambos lados
de la frontera, la posición relativa de un agente sería la misma de
ambos lados, pero eso no ocurre en esta frontera.
El concepto de continuidad transfronteriza de la misma
estructura social supone, también, que las condiciones que
permiten la reproducción del sistema operan indistintamente
sobre ambos lados de la frontera. La reproducción de un sis-
tema social, de su cohesión interna y del sentido de sus inte-
reses, incluye aspectos políticos de dominación. El control
social sistémico es necesario para garantizar las condiciones
de reproducción social, y se ejerce mediante instituciones po-
líticas cuyas prácticas objetivas se materializan como proce-
sos de integración y de represión. El Estado es el depositario
legítimo del ejercicio de la integración y de la represión en el
territorio contenido por las fronteras del país.
96 • Tito Alegría
ciertos bienes y servicios de Tijuana y San Diego es transfron-
terizo, porque una parte de su oferta o su demanda proviene
del otro lado de la frontera. Sin embargo, sobre ambos lados
de la frontera no opera el mismo mercado para un bien, cada
lado tiene su propio mercado para ese bien. Por consiguiente,
los mercados no conforman un “lugar” transfronterizo, es
decir, ambos lados de la frontera no están integrados en una
sola región urbana binacional. Esta afirmación se entiende
mejor al analizar un ejemplo extremo. Si la interacción inte-
grara en una sola región a los lugares de origen y destino de
un bien, se debería incluir en la misma región a Chiapas y a
Las Vegas, que comparten el mismo espacio económico del
café, lo cual sería conceptualmente erróneo, porque se podría
demostrar que ambas ciudades tienen determinantes diferen-
tes para su estructura y crecimiento.
Desde un punto de vista particular se argumentará, a con-
tinuación, por qué las ciudades de la frontera norte mexicana
no forman metrópolis con sus vecinas de Estados Unidos. Los
argumentos presentados se refieren a tres aspectos: región
urbana transfronteriza, mercados transfronterizos y planea-
ción local.
98 • Tito Alegría
puede ser binacional, como ya se discutió, y por ello, la estruc-
tura social que sustenta la integración de una región tampoco
puede materializarse a través de la frontera. Además, ambos
lados de la frontera tienen diferentes modos de garantizar la
reproducción de sus estructuras sociales porque están regi-
dos por diferentes regulaciones y diferentes Estados-nación.
Síntesis
109
Paradójicamente, entre los autores que defienden la hipó-
tesis de la metrópolis transfronteriza, sólo uno considera que,
en los patrones de usos del suelo, las similitudes dominan
sobre las diferencias entre ambos lados de la frontera (Gil-
dersleeve, 1978, cap. 6). Para los autores que han aceptado
que en las formas urbanas las diferencias predominan sobre
las similitudes entre ambos lados de la frontera, la interpreta-
ción de esas diferencias descansa en razones culturales, y los
aspectos similares de forma se interpretan como una influen-
cia cultural o económica, proveniente de eu, sobre el lado
mexicano de la frontera (Hoffman, 1983; Herzog, 1990; Arreo-
la y Curtis, 1993). Estos autores analizan el patrón existente
de usos del suelo mediante la comparación descriptiva con
esquemas abstractos de forma urbana que representan al
llamado modelo latinoamericano o al “occidental” (estadouni-
dense), esquemas inspirados en los modelos de la Escuela de
Chicago. Este enfoque es criticable porque los modelos care-
cen de una teoría que los sustente, y por lo general consideran
que la ciudad fronteriza está compuesta por un centro econó-
mico y por anillos concéntricos y sectores radiales donde se
localizan los grupos sociales. Además, ninguno de esos auto-
res propone una interpretación de la forma urbana basada en
los mecanismos internos de estructuración del espacio. Como
corolario, pretender que las ciudades de la frontera mexicana
serán como las ciudades de la frontera estadounidense debido
a la creciente influencia cultural o económica proveniente del
norte, como Herzog argumentó en 1999, niega el papel deter-
minante de las diferencias estructurales entre ambos países
en los modos de estructruración intraurbana.
Aquí se analiza la forma y los mecanismos generadores de
forma y se concluye que ambos atributos son diferentes entre
las ciudades de ambos lados de la frontera, y que por lo tanto,
esas ciudades vecinas no conforman una unidad urbana
transfronteriza. Para llevar a cabo este objetivo, primero se
definen los conceptos de forma y mecanismo generador, luego
Competencia
Los agentes compiten por una localización para realizar
sus actividades con el mejor equilibrio entre beneficios y cos-
tos. Esta competencia ocurre, por ejemplo, en las partes com-
petitivas del mercado del suelo, que ha sido analizado desde
la economía urbana como modelo monocéntrico de usos del
Socialización-estratificación
Los agentes constituyen redes densas de interacción entre
algunos de ellos constituyendo grupos sociales. Las razones
Institucionalización
Muchos de los patrones y reglas de comportamiento en los
modelos competitivos y en los procesos de socialización y es-
tratificación llegan a ser cada vez más rutinarios, regulados y
formalizados en términos de convenciones sociales, acuerdos
legales, legislación, o en la emergencia de cuerpos y agencias
regulatorias. La institucionalización emerge en la interacción
debido al conocimiento práctico de los agentes, y como una
forma de lograr confianza y disminuir costos en la interacción
en tanto condiciones opuestas a la incertidumbre y ansiedad.
En este esquema simplificado de constitución de los sub-
sistemas de la estructura urbana, los procesos competitivos
de generación de forma urbana se encuentran presentes pero
restringidos, de manera desigual, en cada subsistema de la
ciudad. Los agentes, al operar con las restricciones, aprenden
de ellas de manera que su comportamiento competitivo está
imbuido de este conocimiento, que a su vez les permite modi-
Tiempo
Síntesis.
Diferencias en localización y segregación por ingreso
En el modelo presentado, la segregación por ingreso es el
resultado, por lo general no intencionado, del proceso de ac-
ceso de las personas a una localización residencial. En este
proceso, el ingreso y el conocimiento de las personas deter-
minan la localización y la segregación. Debido a que entre
ambas ciudades hay diferencias en los modos de acceso a una
localización residencial, localización y segregación son deter-
minadas por el ingreso y el conocimiento en Tijuana, mientras
que en San Diego están determinados por el ingreso y poco
por el conocimiento.
Los capitales económico y de conocimiento se distribuyen
de manera desigual entre las personas. En Tijuana, las perso-
nas con más capital se localizarán principalmente en las zonas
con urbanización completa (con servicios públicos) y cerca de
los recursos urbanos (circuitos densos de empleo y consumo)
debido al mayor costo relativo del transporte, es decir, más
centralmente. Los que tienen menos capital se localizarán
mayormente en la periferia, donde se carece de servicios pú-
blicos y recursos urbanos. Debido tanto a que la estrategia
para acumular capital (por medio de la localización) está limi-
tada por las condiciones del mercado de vivienda, como a la
distribución desigual del capital de conocimiento, la mayor
parte de las zonas de la ciudad no presentan niveles altos de
segregación por ingreso.
En San Diego, en cambio, al tener urbanización completa
en todas las zonas de la ciudad y al ser la distribución del
conocimiento menos relevante en el acceso a la vivienda, el
ingreso se convierte en el factor más importante para explicar
la localización y la segregación. Debido al desarrollo del mer-
Demanda
Características de la demanda
El tamaño y la localización de los subcentros intraurbanos
están determinados por la capacidad y preferencias de consu-
mo de las personas localizadas. El supuesto implícito en esta
proposición es que los consumidores inician o terminan el
viaje de compras desde sus hogares o en éstos, es decir, la
localización de sus hogares es el lugar desde donde los con-
sumidores organizan sus viajes de compras.
Capacidad de consumo
La capacidad de consumo depende del ingreso de los con-
sumidores. A mayor ingreso los consumidores pueden com-
prar más del mismo producto y más diversidad de productos,
es decir pueden alcanzar mayores niveles de economías de
escala y alcance, y con ello concentran espacialmente el con-
sumo. Este grado de concentración del consumo está limitado
por la característica asintótica de la elasticidad ingreso de la
demanda: la cantidad consumida de muchos bienes y servi-
cios prácticamente no se incrementa con el ingreso después
de cierto nivel de ingreso. Pero este efecto es diferente de
ambos lados de la frontera. En San Diego el salario es mayor
Preferencias de consumo
En una ciudad, las personas con niveles de ingreso simi-
lares probablemente tengan habitus análogos (en el sentido de
Bourdieu) y por ello, preferencias de consumo similares, por
lo que demandan un conjunto limitado de tipos de bienes y
servicios. Cuando en una zona de la ciudad residen personas
con habitus diversos, esa zona tiene el potencial de concen-
trar un consumo diverso en tipos de bienes y servicios. Si los
centros se definen por su diversidad de actividades (además
de su capacidad para atraer residentes de otras zonas), las
zonas que contengan mayor diversidad de personas residen-
tes tienen un mayor potencial para generar centros. El su-
puesto implícito en esta proposición es que las personas, al
consumir, no segregan espacialmente a personas de ingreso
diferente. Este supuesto es objetivo porque, aun si las perso-
nas prefirieran segregar, no podrían llevar a cabo tal segrega-
ción por desconocer el ingreso de las demás personas y por-
que no hay mecanismos sociales legítimos para hacerlo. A
pesar de lo dicho, es probable que haya de hecho cierto grado
de segregación por ingreso en el consumo debido a que mu-
chas personas no pueden pagar los precios de algunos bienes
y servicios.
A escala de una actividad económica específica, la segre-
gación sociorresidencial tiene un efecto indirecto en el grado
de concentración de la actividad. Los grados bajos de segre-
gación generan niveles de diversidad de actividades altos; ello
propicia la aparición de economías de aglomeración, lo que
permite a su vez que cada actividad aumente su tamaño de
mercado y con ello también se eleve la concentración de cada
actividad en la zona. De esta manera, los grados bajos de se-
Oferta
Economías de escala
En la literatura se ha establecido que el incremento de la
escala de una actividad permite costos unitarios decrecientes.
Manteniendo la misma tecnología de oferta de bienes y servi-
cios, las razones principales de los ahorros son dos. Si se incre-
menta la escala de ventas, los costos fijos (infraestructura,
equipo, etc.) aumentan en menor proporción que las ventas, y
se reduce así el costo unitario. Por otra parte, con una mayor
escala de ventas, es posible modificar el modo de vender un
bien y servicio al especializar las tareas del personal, lo que
incrementa la productividad del trabajo y con ello se consi-
guen ahorros unitarios.
La concentración de una actividad por medio del aprove-
chamiento de las economías de escala es dispar entre Tijuana
y San Diego. Esta disparidad está relacionada con las diferen-
cias estructurales entre México y Estados Unidos, manifesta-
das en las diferencias entre ambas ciudades en salarios pro-
medio y distribución del ingreso, así como con el acceso
diferente al financiamiento de inversión (por ejemplo capital
de trabajo) de los negocios.
Considérense primero la diferencia de salarios promedio.
En Tijuana, el bajo nivel del consumo per cápita (meno-
res salarios) causa que muchos vendedores necesiten y
tengan áreas de mercado más grandes para cada bien o
servicio ofrecido, lo cual sólo puede suceder si los produc-
tos son vendidos en pocos puntos en el espacio urbano. De
Ingreso
En Tijuana, el menor ingreso promedio ocasiona que
en cada viaje de compras las personas consuman en pro-
medio menos diversidad de productos que en San Diego.
Esto debería suscitar que la diversidad de actividades en
las zonas centrales fuera menor en Tijuana que en San
Diego.
Sin embargo, la mayor disparidad de la distribución del
ingreso en Tijuana genera el surgimiento de una gran diversi-
dad de actividades en las zonas donde acuden a comprar las
personas de mayor ingreso. Por consiguiente, en Tijuana los
negocios de diverso tipo venden más cuando se localizan jun-
tos en las zonas cercanas a los barrios de alto ingreso, lo que
convierte a estas zonas tanto o más centrales que las zonas
centrales de San Diego.
Costo de transporte
En Tijuana, el costo relativo (al salario) del transporte es
mayor que en San Diego. Para ahorrar en transporte, en cada
viaje de compras las personas tienen el incentivo de consu-
mir más diversidad de productos en Tijuana que en San
Diego. Este consumo diverso genera en las zonas centrales
una oferta más diversa de actividades en Tijuana que en San
Diego.
Síntesis
165
la sección con las definiciones de los conceptos desarrollados
en el capítulo anterior, y las técnicas utilizadas para represen-
tar analíticamente algunos aspectos relevantes de la forma
urbana; finalmente, los modelos teóricos y empíricos que re-
presentan los mecanismos de generación de algunas caracte-
rísticas de forma urbana.
Los datos
Forma urbana
Código Definición
Sector comercio
6210 Comercio de productos alimenticios, bebidas y tabaco al por
menor en establecimientos especializados.
6220 Comercio de productos alimenticios al por menor en supermer-
cados, tiendas de autoservicio y almacenes.
6230 Comercio de productos no alimenticios al por menor en estable-
cimientos especializados.
6240 Comercio de productos no alimenticios al por menor en tiendas
departamentales y almacenes.
6250 Comercio al por menor de automóviles. Incluye llantas y refac-
ciones.
6260 Estaciones de gasolina (gasolineras).
Sector servicios
8311 Servicio de alquiler de equipo, maquinaria y mobiliario.
8312 Otros servicios de alquiler.
9211 Servicios educativos prestados por el sector privado.
9221 Servicios de investigación científica prestados por el sector pri-
vado.
9231 Servicios médicos, odontológicos y veterinarios prestados por el
sector privado.
9241 Servicios de asistencia social prestados por el sector privado.
9310 Restaurantes, bares y centros nocturnos.
9320 Hoteles y otros servicios de alojamiento temporal.
9411 Servicios de esparcimiento relacionados con la cinematografía,
teatro, radio y televisión prestados por el sector privado.
9421 Servicios culturales prestados por el sector privado.
9491 Servicios en centros recreativos y deportivos y otros servicios
de diversión prestados por el sector privado. Excluye centros
nocturnos.
9510 Prestaciones de servicios profesionales, técnicos y especializa-
dos. Excluye los agropecuarios.
9520 Servicios personales diversos.
9530 Servicios de tintorería y lavandería.
9611 Servicios de reparación y mantenimiento de maquinaria y equi-
po. Incluye equipo de transporte.
9612 Servicios de reparación y mantenimiento automotriz.
9613 Otros servicios de reparación, principalmente a los hogares.
9731 Servicios relacionados con el transporte terrestre.
Población
Distribución de la población
Comparar la distribución de la población tiene como obje-
tivos definir el nivel de compactación que tienen las áreas
% Pj = a + b Lj (A1)
donde:
Pj
Dj = (A2)
Aj
Dj = α (Lj)-β (A3)
donde:
donde:
n
2
n 1
Sj = ∑ –––––
n – 1
Pij – –––
n
(A5)
i=1
donde:
donde:
m
2
m 1
Zj = ∑ –––––
m – 1
gij – –––
m
(A7)
i=1
donde:
donde:
Centros terciarios
Definición de centros
En esta investigación se define subcentro (o llanamente
centro) como el lugar que tiene al menos una actividad cen-
tral, y actividad central es la que atrae compradores residen-
tes de otros lugares de la ciudad. Considerando el comporta-
miento ahorrador de transporte de los consumidores, una
actividad central servirá tanto a residentes de la zona donde
está localizada como a residentes de otras zonas.
Una forma de operacionalizar el concepto de subcentro,
detectar la presencia de ellos, y medir su jerarquía (o intensi-
dad) es con un indicador de grado de centralidad (gc) de cada
zona en la ciudad.
(Eij / Pj)
Cij = (A9)
(Ei / P)
donde:
ELij Ei
––––––––– = ––––––– (A12)
Pj(YLij ΦLij) P(YΦ)
ELij Ei
––––––––– = ––––––– (A12a)
Pj (yLij ΦLij) P(Φ)
ΦLij
lLij = yLij –––– (A12a)
Φ
ELij Ei
–––– = lLij –––– (A12b)
Pj P
ELij – Exij Ei
––––––––– = lLij ––– (A13)
Pj P
Pj
Exij = Eij – Ei –––– lLij (A14)
P
Exij Ei
–––––––––– = –––– (A16)
Pxij (yxij Φxij) P(Φ)
Φxij
lxij = Yxij ––––
Φ
Exij Ei
–––– = (lxij) ––– (A16a)
Pxij P
Pj
Pxij = ––––– (Cij – lLij) (A20)
(lLij)
Localización de centros
Se considera que cada zona tiene un nivel particular de
grado de centralidad gc. Cuando la ciudad era pequeña, había
sólo un área de concentración, el centro de la ciudad (las zo-
nas o barrios centrales estaban allí adyacentes), pero actual-
mente, con un tamaño urbano más grande, hay más de una
sola área de concentración, áreas nombradas subcentros, or-
denadas con una jerarquía central.
Siguiendo el modelo teórico presentado en el capítulo 3,
en Tijuana la jerarquía central está correlacionada espacial-
mente con el ingreso familiar, de manera que las zonas con
jerarquía central más alta todavía se localizan en el viejo cen-
tro de la ciudad o alrededor de él porque éste está cerca de los
barrios habitados con familias de ingresos más altos. Y debido
a la influencia de las economías de escala y de localización, en
el viejo centro de la ciudad varias zonas tienen los más altos
donde:
Población
donde:
donde:
Centros terciarios
Eij
–––– = a(pPj)b1 (pI0j)b2 (pI2j)b3 (pI5j)b4 (pSj)b5 (Aj)b (pZj)b7SD (B3)
Ei
donde:
Pk
∑k ––––
dφjk
pPj = ––––––––––– (B4)
Pk
∑j ∑k ––––
dφjk
Sk
∑k ––––
dφjk
pSj = ––––––––––– (B8)
Sk
∑j ∑k ––––
dφjk
Zk
∑k ––––
dφjk
pZj = ––––––––––– (B9)
Zk
∑j ∑k ––––
dφjk
w = cQaLb (B10)
donde:
w = salario real
Q = cantidad producida
1+b
h = –––––––– (B11)
1 – a
Wij Vij b1
Eij b2
––– = a –– –– (B12)
Eij nij nij
donde:
Vij Eij b1
–– = a –– (GCj)b2 (B13)
nij nij
Vij Ej – Eij b2
–– = a2 –––––– (B16)
nij nij
donde:
Demanda
Siguiendo el modelo presentado en el capítulo 3, hay tres
características del consumidor que influyen en la jerarquía
central: ingresos, densidad y diversidad de preferencias de la
Ingreso
El ingreso localizado mayor concentra el consumo poten-
cial y ello genera mayor cantidad de actividades centrales o
jerarquía central. Tijuana, ciudad del tercer mundo, tiene una
alta concentración del ingreso y un bajo nivel del ingreso
promedio. Sólo una parte de sus habitantes son consumido-
res de todos los bienes y servicios (los grandes consumidores
residen en algunos barrios). El consumo se concentra en las
zonas de la ciudad donde residen los que más ingreso reci-
ben, y ahí se genera una mayor jerarquía central. En San
Diego, en cambio, los habitantes en su mayoría son consumi-
dores activos (residen en muchas partes de la ciudad) debido
a que tienen un nivel mayor de ingreso promedio y pertene-
cen a una sociedad en la que el ingreso está menos polariza-
do. El ingreso dedicado al consumo de bienes y servicios es
similar en gran parte de la ciudad debido a que la propensión
a consumir es asintótica o decreciente con el incremento del
ingreso.
Las hipótesis a probar son dos: a) en Tijuana el incremen-
to del ingreso genera una mayor jerarquía de centro (mayor
gc); b) en San Diego, el incremento del ingreso genera un in-
cremento pequeño en el rango de centro.
La influencia del ingreso en la generación de centros se
prueba con dos tipos de variables: a) proporción de personas
que reciben menos de dos salarios mínimos, sm, b) proporción
de personas que reciben más de cinco sm. En la exploración de
la información se encontró que el rango intermedio (propor-
ción de personas que reciben de dos a cinco sm) era colineal
con otras variables independientes, y el que menos explicaba
estadísticamente al gc, por lo que se decidió utilizar solamen-
te los dos rangos extremos de ingreso.
Segregación
La diversidad de preferencias de consumo genera una ofer-
ta diversa de bienes y servicios, y la diversidad de actividades
es un elemento definitorio de los centros. El consumo diverso
surge de la diversidad de consumidores. El efecto de la diver-
sidad de consumidores en la generación de centros se mide
con la segregación socioespacial. Con respecto a la segrega-
ción por ingreso, una menor segregación significa una mayor
diversidad de personas y por tanto, de preferencias de consu-
mo. La hipótesis al respecto es que una menor segregación
por ingreso incrementa la jerarquía de centro. Por su parte, la
segregación por raza sólo es notoria en San Diego. El compor-
tamiento espacial de las personas es excluyente, de manera
que donde haya mayor segregación, habrá menor diversidad
de razas. Al escoger un lugar de consumo, los sandieguinos
tienden a preferir lugares donde haya menos mezcla racial, y
lo hacen de manera concentrada. La hipótesis al respecto, y sólo
Oferta
En esta investigación, la definición de centro para cada
zona se hizo con un indicador que agrega varias actividades
(gc) y no por actividades particulares. Si se trata de explicar
la jerarquía de centro (gc) incluyendo en el lado derecho de la
ecuación de regresión a las características de escala y aglo-
meración de todas las actividades, surgen dos inconvenien-
tes. Primero, las características de escala y aglomeración de
todas las actividades se vuelven redundantes (colineales)
debido justamente a que las actividades tienden a aglome-
rarse de manera conjunta. Segundo, la propia definición de
gc imposibilita medir directamente el efecto de la escala y
las externalidades sobre un indicador (gc) que no está in-
cluido en la función de producción de alguna actividad o de
todas en conjunto.
El modelo estadístico
El objetivo del modelo es demostrar que Tijuana y San
Diego tienen diferentes determinantes de centros terciarios.
En el modelo a comprobar, la jerarquía de centros está deter-
minada por los indicadores de las economías internas y las
ventajas externas, y por características de la demanda. En el
modelo para San Diego, se añade la variable segregación por
raza entre las características de la demanda.
Vsj b1
Vcj b2
GCj = a ––– ––– (Dej)b3 (pI2j)b4 (pI5j)b5 (pDj)b6 (pSj)b7 (pZj)b8sd
Esj Ecj
(B17)
donde:
Oferta:
Demanda:
Resultados y análisis
235
nas planas, las ciudades crecieron sobre las lomas accidenta-
das que forman esos valles, como se puede ver en las figuras
1 y 2. Las vías principales fueron trazadas siguiendo la direc-
ción de los valles, lo que determinó una estructuración vial
más o menos radioconcéntrica que aún se mantiene, a pesar
de los añadidos viales posteriores. Las zonas más planas con-
centran la infraestructura vial y las actividades económicas.
Las personas que en su mayoría residen en las lomas bajan a
los valles a trabajar y para consumir. Al aplicar los modelos
espaciales de demanda basados en la distancia lineal, la dis-
tribución desigual de valles y lomas reduce la capacidad para
explicar de esos modelos. Por otra parte, la fijación de la es-
tructura vial restringe en el tiempo el proceso de relocaliza-
ción de los comercios y servicios hacia las zonas donde resi-
den las personas con mayores ingresos. De esta manera,
ambos factores, la topografía y la estructura vial, inciden para
que los modelos espaciales de demanda no se ajusten tan bien
a los datos en ambas ciudades.
El segundo tipo de aspectos que inciden en la compara-
ción se refiere a las diferencias entre ambas ciudades del ta-
maño total y del tamaño de las unidades de análisis, las sub-
divisiones censales. Vistas como áreas metropolitanas, ambas
ocupan la sexta posición en la jerarquía urbana nacional de
sus respectivos países (datos del año 2000). Sin embargo, la
población de San Diego es 3.2 veces mayor que la de Tijuana;
su área, 9.2 veces mayor, y sus densidades agregadas de po-
blación y de empleos terciarios son la tercera parte de esas
densidades en Tijuana, como se desprende del cuadro 3. Es-
tas diferencias agregadas no deberían causar problemas en la
comparación. Donde se debe poner atención es en el tamaño
de sus zonas censales intraurbanas por los sesgos que pue-
den introducir en el cálculo de algunos indicadores. Específi-
camente, el estimado de la segregación por ingreso puede
disminuir si el área de una zona censal es mayor porque pue-
de incluir a más población que podría tener ingresos más di-
Áreas urbanas
San Diego
Tijuana
Vías
principales Estados Unidos
México
0 5 10 15 20 Kilómetros
Metros sobre el
nivel del mar
651-1985
601-650
551-600
501-550
451-500
401-450
351-400
301-350
251-300
201-250
151-200
101-150
51-100
1-50
Agregación
Característica Ciudad censal Total Promedio
Distribución de la población
Figura 3
Tijuana: densidad de población
Habitantes
por hectárea
1-25
25-50
50-75
0 5 10 15 Kilómetros 75-385
Figura 4
San Diego: densidad de población
Habitantes por
hectárea
1-25
25-50
50-75
75-92
Sin datos
0 5 10 15 20 Kilómetros
Cuadro 4
Función de regresión de la densidad de población (ecuación A3)
Constante 104 50
0.00 0.00
β de distancia –0.638 –0.396
0.00 0.00
R al cuadrado 0.11 0.13
La significancia estadística de las variables está en cursivas.
Habitantes/hectárea
120
100
80
60
40
20
0
0 5 10 15 20 25 30 35 40 45 50 55 60 65 70 75 80
Gráfica 6
Tijuana 2000: densidad de población dependiendo
de valores del suelo
Densidad habitantes/hectárea
500
450
400
350
300 y= –4E–05x2 + 0.0942x + 41.313
250 R2 = 0.05
200
150
100
50
0
0 500 1000 1500 2000 2500 3000
Valor del suelo (pesos)
Fuente: Censo de población 2000 (inegi); mapa de precios de suelo (Implan).
Rangos de ingreso β de β de
(salarios mínimos) distancia Constante R2 distancia Constante R2
1000 1000
800 800
600 600
400 400
200 200
0 0
0 5 10 15 20 0 20 40 60 80
Distancia al centro de la ciudad (km) Distancia al centro de la ciudad (km)
San Diego
Proporción de
trabajadores
de 0-2 sm
0-0.25
0.25-0.5
0.5-0.63
0 5 10 15 Kilómetros Sin datos
San Diego
Proporción de
trabajadores
de 2-5 sm
0-0.25
0.25-0.5
0.5-0.62
0 5 10 15 Kilómetros Sin datos
San Diego
Proporción de
trabajadores
de 5-más sm
0-0.25
0.25-0.5
0.5-1
0 5 10 15 Kilómetros Sin datos
Cuadro 7
San Diego 1990: distribución de la población por raza (%)
65 6 20 9
Fuente: Censo de población de Estados Unidos, datos por census tract.
0.60
0.50
0.40
0.30
0.20
0.10
0.00
20% Interior 20-40% Pob. 40-60% Pob. 60-80% Pob. 20% Exterior
Cinco zonas concéntricas
Cuadro 9
Resultados de regresión (ecuación A6) de la
distribución espacial de la segregación por ingreso
Gráfica 9
Distribución espacial de la segregación por ingreso (calculada con
el modelo de regresión del cuadro 9)
Índice de segregación
0.35
0.30
0.25
0.20
0.15
0.10
0.05
0.00
0 20 40 60 80
Distancia al centro de la ciudad (km)
Figura 7
Tijuana: segregación por ingreso
San Diego
Segregación
por ingreso
0.02-0.15
0.15-0.3
0.3-0.33
0 5 10 15 Kilómetros Sin datos
Segregación
por ingreso
0.03-0.15
0.15-0.3
0.3-1
Sin datos
0 5 10 15 20 Kilómetros Tijuana
Segregación
por raza
0-0.3
0.3-0.6
0.6-1
Sin datos
0 5 10 15 20 Kilómetros
Tijuana
Cuadro 10
Función de regresión de la segregación por raza (ecuación A8)
Constante 0.291
0.00
β1 de distancia 0.0160
0.00
β2 de distancia al cuadrado –0.0002
0.00
R2 0.09
La significancia estadística de cada variable está en cursivas
Gráfica 10
Distribución espacial de la segregación por raza
(calculada con el modelo de regresión del cuadro 10)
Índice de segregación
0.60
0.50
0.40
0.30
0.20
0.10
0.00
0 20 40 60 80
Centros terciarios
Localización de actividades
En las diversas definiciones empíricas de centros que se-
observan en la literatura, el indicador fundamental para esa
definición es la densidad de empleos de todo tipo. Al enfoque
que sustenta estos ejercicios empíricos se le califica aquí de
definición sin teoría, porque no explica cómo y por qué se
produce la distribución concentrada del empleo.
En contraste, aquí se afirma que la distribución del empleo
en el espacio urbano tiene mecanismos generadores particu-
lares para cada sector económico. De esta manera, la localiza-
ción del uso del suelo terciario, o lo que es lo mismo, la distri-
bución de la densidad de empleos de comercio y servicios, es
un resultado de la estructuración de centros.
Para explorar esa distribución del empleo terciario, se
analiza su concentración a cada distancia del centro principal.
Se eligió el centro principal como referente de localización
bajo los supuestos de que las actividades centrales se desplie-
gan en zonas adyacentes y su intensidad va decayendo con la
distancia a ese centro principal. Con esta exploración, se pue-
de deducir de manera empírica, primero, la intensidad y for-
ma de la concentración de ese empleo; y segundo, las diferen-
cias de esa concentración entre Tijuana y San Diego.
Para llevar a cabo esta exploración, se calculan dos regre-
siones, una para comercio y una para servicios, en las que la
densidad de empleo depende de la distancia al centro principal
con una función no lineal de tercer y cuarto grados. El grado de
las ecuaciones de regresión fue decidida ex pos de acuerdo con
Comercio Servicios
Densidad (empleos/ha) Densidad (empleos/ha)
60 60
50 50
San Diego (R2: 19%) San Diego (R2: 38%)
40 Tijuana (R2: 45%) 40 Tijuana (R2: 42%)
30 30
20 20
10 10
0 0
0 20 40 60 0 20 40 60
Kilómetros al centro de la ciudad Kilómetros al centro de la ciudad
Empleos por
hectárea
0-1
1-4
4-8
0 5 10 15 Kilómetros 8-62
Empleos por
hectárea
0-1
1-4
0 5 10 15 Kilómetros
4-8
8-55.4
San Diego
c. Terciario (comercio y servicios)\
Empleos por
hectárea
0-2
2-8
8-16
0 5 10 15 Kilómetros 16-117.5
b. Servicio c. Terciario
a. Comercio
Estructura de centros
La estructura de centros se define aquí como el patrón
espacial de la jerarquía central. La jerarquía central está deter-
minada por la distribución de las actividades centrales por zo-
nas censales. La jerarquía central de una zona se define como
grado de centralidad (gc), de manera que la zona que contenga
el mayor número de actividades centrales será el lugar de
mayor jerarquía central.
En la versión original de la teoría del lugar central, la je-
rarquía central es discontinua, y hay un número finito de ni-
veles de centros o jerarquías centrales.
1 17 20 7 11 3.8 2.7
2 8 11 15 27 3.3 4.2
3 2 3 48 56 3.1 3.9
Sin centros 0 0 30 7 2.9 4.7
Total 100 100
Servicios y
Servicios y comercio, y
Servicios Comercio comercio manufactura
Nivel de la
jerarquía San San San San
de centros Tijuana Diego Tijuana Diego Tijuana Diego Tijuana Diego
1 61 40 47 35 54 37 33 38
2 20 36 25 36 22 36 24 38
3 18 23 22 28 20 26 39 23
Sin centros 2 1 6 1 4 1 3 1
Total 100 100 100 100 100 100 100 100
Gráfica 13
Localización de centros
Tijuana San Diego
(Tendencia: polinomio de 4o grado (Tendencia: polinomio de 4o grado
en distancia, R al cuadrado 0.30) en distancia, R al cuadrado 0.03)
Grado de centralidad Grado de centralidad
25 25
20 20
15 15
10 10
5 5
0 0
0 5 10 15 20 0 20 40 60
Distancia al centro de la ciudad (km) Distancia al centro de la ciudad (km)
Grado de cen-
tralidad (gc)
13-22
6-12
1-5
0 5 10 15 Kilómetros Sin centro
Grado de
centralidad (gc)
17-23
7-15
1-6
Sin centro
0 5 10 15 20 Kilómetros
0 0
0 5 10 15 20 0 20 40 60
20 5
0 0
0 5 10 15 20 25 0 5 10 15 20 25
Grado de centralidad Grado de centralidad
Población
Cuadro 13
Densidad de población como una función del ingreso
(modelo de regresión B1)
Centros terciarios
La población
El tamaño de la población, o cantidad de consumidores, es
poco importante en la demanda cuando es especificada como
densidad de población. En San Diego, ninguna rama es afec-
tada por la densidad, y en Tijuana, la densidad afecta a sólo 33
por ciento de las ramas del comercio y 17 por ciento de los
servicios, y algunas con signo negativo. En cambio, la canti-
dad de consumidores expresada con la variable Total de po-
blación (incluida la variable de control Área) es importante
para la concentración de un mayor número de ramas en am-
bas ciudades.
Que el total de población en vez de la densidad afecte la
concentración del terciario tiene indicaciones metodológicas. El
cálculo del potencial de la densidad en una zona incluye el valor
de la densidad en la propia zona más el valor de la densidad de
las otras zonas circundantes devaluado por la distancia. Si
en la propia zona hay concentración de muchas actividades,
allí hay poca densidad de población, haciendo inversa la rela-
ción entre densidad y concentración de una rama si las den-
sidades en las zonas circundantes no incrementan el valor del
potencial. Ello sugiere que sería mejor tener en la regresión de
una rama dos variables independientes de densidad: la densi-
dad de la propia zona y el potencial de la densidad de las zonas
circundantes sin incluir la densidad de la propia zona (sugeren-
cia que será tomada en cuenta en futuras investigaciones).
La hipótesis de que al aumentar el número de consumido-
res (tomando densidad o total de habitantes) se incrementa la
concentración de la rama se cumplió para 39 por ciento de
El ingreso
Los ingresos de la población afectan de manera diferente
la localización y la concentración del terciario en ambas ciu-
dades. Los ingresos altos en Tijuana afectan la concentración
de 66 por ciento de ramas de comercios y 53 por ciento de
servicios, y en todas las ramas el signo es positivo, en cambio,
en San Diego, este rango de ingresos no afecta la concentra-
ción del comercio, y sólo afecta a 23 por ciento de las ramas
de los servicios y algunas de ellas con signo negativo. La hi-
pótesis para Tijuana fue que altos ingresos concentra activi-
dad económica (β>0), y en San Diego no debería registrarse
ningún efecto (β=0). Estas hipótesis se cumplieron para 57 por
ciento de las ramas en Tijuana y 83 por ciento en San Diego.
Los ingresos bajos afectan a la misma cantidad de ramas
del comercio (33 por ciento) y del servicio (41 por ciento) en
ambas ciudades, pero con efectos negativos en Tijuana (bajos
ingreso ahuyentan el terciario) y positivos en San Diego. La
hipótesis fue que los ingresos bajos ahuyentan la actividad
económica (β<0) en ambas ciudades. Estas hipótesis se cum-
La segregación
En el capítulo anterior se propuso de manera hipotética
que los altos niveles de segregación socioespacial (homoge-
neidad) deberían disminuir la concentración de las activida-
des terciarias (β<0) debido a la similitud en las preferencias
de los consumidores que resultan de sus similares niveles de
ingreso (segregación por ingreso). Esta hipótesis es de carác-
ter económico e indica que una menor diversidad en la de-
manda propicia una oferta menos diversa. Como a la escala
de rama hay cierta diversidad interna en el tipo de negocios,
menor diversidad de la oferta implica menor concentración de
la rama. Los modelos de regresión que aquí se presentan re-
velan que esa hipótesis se cumple en Tijuana sólo para 35 por
ciento de las ramas en Tijuana, y en San Diego para cerca de
9 por ciento de ellas. Los resultados contrarios a la hipótesis
ocurrieron en tres (13 por ciento) y una (4 por ciento) ramas
en cada ciudad, respectivamente. En el resto de ramas segre-
gación y concentración de la rama, no tuvieron relación. En
síntesis, la segregación por ingreso crea concentración en alre-
dedor de un tercio de las ramas terciarias en Tijuana, mientras
que en San Diego prácticamente no afecta la concentración.
La segregación por raza como determinante de la concen-
tración espacial del terciario sólo se comprobó para San Die-
go. Los resultados indican que la hipótesis económica de que
a mayor segregación racial (homogeneidad) se da una mayor
concentración de una rama (β>0) se cumplió en muchas ra-
mas. Ninguna rama dio un signo contrario al esperado. Espe-
100
R2=0.20 R2=0.08
80
60
40
20
R2=0.96 R2=0.24
0
0 20 40 60 80 100 0 20 40 60 80 100
Porcentaje de zonas Porcentaje de zonas
Tijuana San Diego Tijuana San Diego
Oferta
En esta investigación, se ha propuesto conceptualmente
que en las economías de mercado, como la que existe en Ti-
juana o San Diego, la generación de centros terciarios obede-
ce a factores de oferta que condicionan el comportamiento
estratégico de localización de las unidades económicas. Un
factor fundamental entre ellos es la reducción de costos, lo
cual se trata de conseguir con estrategias de búsqueda de
economías. Internamente, la estrategia está relacionada con
las economías de escala, y externamente, con las ventajas que
surgen de la localización aglomerada. Ambas estrategias com-
binadas resultan en la concentración de las actividades econó-
micas en subcentros terciarios.
Sin embargo, las unidades económicas del terciario de Ti-
juana y de San Diego tienen estrategias diferenciadas debido a
que pertenecen a sistemas económicos diferentes. En particu-
lar, en Tijuana las unidades económicas dependen más de las
economías de escala, por lo que su localización es más aglo-
Significancia y Significancia y
Rama h R2 colinearidad h R2 colinearidad
Vij Eij b1
–––=a –– (GCj)b2
nij nij
Tijuana San Diego
Rama β1 R2 β1 R2
R2=0.005 R2=0.172
Elasticidad β1 Elasticidad β1
1.8 1.0
1.6
1.4 0.8
1.2
1.0
0.5
0.8
0.6
0.4 0.3
0.2
0.0 0.0
0 100 200 300 0 20 40 60 80
Localización
Las ventajas de localización surgen en la interacción con
negocios cercanos del mismo ramo y debido a la estrategia del
consumidor.
Los negocios ahorran debido a la cercanía porque: com-
pran insumos con bajo costo de transporte, encuentran rápi-
damente trabajadores entrenados en la misma actividad, com-
pran a un proveedor cercano que al vender bienes o servicios
a varios negocios del mismo ramo alcanzan economías de
escala y reducen sus precios, intercambian información sobre
cambios de moda en el consumo o sobre nuevos utensilios y
máquinas, y porque comparten la provisión de servicios espe-
cializados en un mismo lugar.
Por su parte, la estrategia del consumidor para reducir cos-
tos de transacción también incentiva la concentración de las
actividades. Los consumidores consiguen ahorros de tiempo y
costo cuando en un mismo lugar comparan precios y calidad de
un producto o cuando buscan un producto sustituto similar. Ello
permite más consumidores para una actividad en un lugar, y
con ello la concentración de la actividad. Además, con el tiempo
parte de los ahorros del consumidor puede ser capitalizada por
Centralización
Las ventajas de la centralización surgen en la interacción
con negocios cercanos de diferente ramo y debido a la estrategia
del consumidor. Los negocios ahorran debido a la cercanía por-
que encuentran rápidamente trabajadores, comparten a un
proveedor cercano que vende bienes o servicios a negocios
de diferente tipo, intercambian información sobre reglamen-
tos o impuestos o facilidades financieras, y porque son com-
plementarios en la provisión de servicios especializados en un
mismo lugar.
La estrategia del consumidor para reducir costos de tran-
sacción, por su parte, también incentiva la concentración de
actividades diferentes. Los consumidores consiguen ahorros
de tiempo y costo cuando, en un solo viaje a un solo lugar,
compran diferentes bienes y servicios. Ello permite consumi-
dores para diferentes actividades en un lugar, y con ello la
concentración de actividades diversas. Además, con el tiempo,
una parte de los ahorros del consumidor puede ser capitalizada
por los negocios de todo tipo localizados en la misma zona,
mediante el incremento del precio de sus bienes o servicios.
La búsqueda de ambos tipos de ventajas externas produce
aglomeración de actividades y genera centros terciarios. Sin
embargo, esas economías operan de forma diferente para
cada rama o actividad de manera que algunas son más pro-
pensas a aglomerarse que otras.
Para evaluar estas economías, debe calcularse en cuánto
se reducen los costos al incrementarse la concentración de
actividades. Debido a limitaciones de la información disponi-
ble (falta de datos de costos) se tuvo que buscar un método
indirecto. En este método indirecto se calcula el incremento
de las ventas cuando se eleva la concentración de la actividad.
El supuesto que sustenta este método es que los negocios
Rangos de R2
Rangos de R2
0.6 0.3
0.4 0.2
0.2 0.1
0.0 0.0
0 100 200 300 0 20 40 60 80
Número de zonas Número de zonas
y=–0.0014x+0.6114 y=-0.0061x+0.9477
Elasticidad 2 R2=0.3032 Elasticidad 2 R2=0.6496
1.2
0.4
1.0
0.3
0.8
0.6 0.2
0.4
0.1
0.2
0.0 0.0
0 100 200 300 0 20 40 60 80
que las ventas de un negocio (de otra rama en esa misma zona)
se incrementen 2.5 veces más en Tijuana que en San Diego.
En síntesis, 75 por ciento de las ramas del terciario en
Tijuana y 42 por ciento en San Diego operan consiguiendo
ventajas externas de centralización, pero el efecto es 2.5 veces
más intenso en Tijuana que en su vecina ciudad.
Modelo 1 Modelo 2
Sumario y conclusiones
327
tes y relacionadas. Las hipótesis derivadas de la conceptua-
lización proponen que ambas ciudades tienen diferencias
marcadas en sus estructuras agregadas y en la forma urba-
na, así como en el modo como se generan tanto la organiza-
ción espacial de los grupos sociales por ingreso como los
subcentros terciarios. La evidencia fundamenta la conclusión
de que estas hipótesis fueron correctas en lo general.
El corolario derivado de esta conclusión es que ambas
ciudades no deben ser consideradas como partes de una me-
trópolis transfronteriza, tanto en su análisis como en la inter-
vención del sector público.
A continuación, se presenta un sumario de los principales
resultados de esta investigación, y finalmente se ofrecen las
conclusiones derivadas de esos resultados.
Sumario
Comparación agregada
Forma urbana
Centros terciarios
En esta investigación se propone que Tijuana y San Diego,
como cualquier gran ciudad con una economía de mercado,
tienen sus actividades terciarias organizadas por una estruc-
tura de subcentros, o llanamente de centros. Una razón para
que estas dos ciudades no conformen una sola unidad urbana
es que sus estructuras de centros tienen diferentes mecanis-
mos generadores y formas resultantes. Estas diferencias son
debidas a que esas ciudades pertenecen a formaciones so-
cioeconómicas diferentes, de manera que algunos elementos
de los mecanismos generadores difieren en intensidad y otros
no aparecen en una de las dos ciudades.
La estructura de centros se define como el patrón espacial
de la jerarquía central. La estructura jerárquica de centros
expresa la distribución de las actividades centrales entre las
zonas censales intraurbanas. La jerarquía central de una zona
Centros terciarios
La conclusión general sobre la generación de centros es
que, aunque Tijuana y San Diego tienen economías de merca-
do, la generación del sistema jerárquico de centros opera de
manera diferente entre esas ciudades. Las diferencias entre
ambas sociedades en riqueza y praxis cultural imponen dife-
rentes normas y patrones en el consumo y en el suministro
de bienes y servicios. Tijuana y San Diego no constituyen una
sola ciudad porque sus sistemas jerárquicos de centros son
diferentes.
Las estructuras jerárquicas de centros son el resultado
macroespacial del comportamiento individual de los agentes.
El comportamiento de los agentes llega a ser rutinario, como
un grupo de normas o regularidades al buscar ellos la reduc-
ción de sus costos de transacción.
Las diferencias entre ambas ciudades en esas normas o
regularidades de consumo y suministro de bienes y servicios
fueron exploradas con la ayuda de modelos estadísticos que
representan esquemáticamente los determinantes de centros
por el lado de la demanda y de la oferta.
Se especifican centros como las zonas (ageb en Tijuana y
zonas zip en San Diego) que tienen al menos una actividad
Economías internas
Las economías de escala se definen como la reducción del
costo promedio de ventas que ocurre cuando aumenta el uso de
factores de producción. Aumentar el uso de un factor es econó-
micamente sustentable sólo cuando las firmas incrementan la
cantidad de bienes o servicios vendidos desde su localización.
Ventajas externas
En esta investigación, las ventajas externas se agruparon
en dos tipos: localización y centralización.
Conclusiones
Cuadro A
Tijuana: correlaciones entre empleo de sectores comercio y
servicios (1993 y 1988) y población por rangos de ingreso (1990).
Datos agregados por ageb
361
Cuadro B
Definiciones censales de las ramas de comercio y
servicios incluidos en el análisis
Sector comercio
Sector servicios
Anexo • 363
Cuadro B (Continuación)
Sector servicios
Sector comercio
Rama Empleo %
Sector servicios
Anexo • 365
Cuadro C (Continuación)
Sector servicios
Rama Empleo %
Rama
Empleo %
Código Definición en Tijuana
Anexo • 367
Cuadro E
Lugares (places) por condados del sur de California usados
en la prueba del Modelo de Shefer
Imperial 6 2.8
Kern 9 4.2
Los Ángeles 81 38.2
Orange 30 14.2
Riverside 24 11.3
San Bernardino 24 11.3
San Diego 17 8.0
San Luis 6 2.8
Santa Bárbara 6 2.8
Ventura 9 4.2
Total 212 100.0
Tipo de variable 6240 6260 6220 6250 6230 6210 6240 6250 6210 6220 6260 6230
Tijuana
Tipo de variable 9221 8312 9411 9731 9241 9320 9611 9530 9211 9491 9510 9613 8311 9231 9520 9310 9612
Tipo de variable 9731 8312 9221 9211 9613 8311 9611 9320 9491 9612 9411 9530 9241 9520 9231 9510 9310
Densidad de población
Población total (−) (−) (+) (+) (+) P2(+) (+) (+) (+)
Proporción de pea: P2(+) P2(+) P3(+) P3(+) P3(+) P2(+) P3(+)
0−2 salarios mínimos
Proporción de pea: P2(+)
2−5 salarios mínimos
Proporción de pea:
más de 5 salarios P3(−) (−) (−) P1(+)
mínimos
Segregación por P2(−) P0.5(+)
ingreso
Segregación por P1(+) (+) P0.5(+) P1(+) P3(+) P3(+) P3(+)
raza
Variable de control: área (+) (−) (+) (+)
R2 0.41 0.30 0.31 0.29 0.22 0.15 0.16 0.05 0.24 0.21 0.12 0.33 0.08 0.31 0.22 0.26 0.32
Zonas Número 16 35 45 46 50 52 54 57 59 59 62 65 66 67 68 71 72
% 21 47 60 61 67 69 72 76 79 79 83 87 88 89 91 95 96
P0.5, P1, P2 y P3 significan: potencial de la variable con exponente 0.5, 1, 2 y 3 sobre el indicador distancia, respectivamente.
Cuadro H
Cálculo de economías internas de escala (h):
ramas seleccionadas de comercio y servicios
en Tijuana y San Diego
San Diego
Tijuana (sur de California)
Anexo • 373
Cuadro H (Continuación)
San Diego
Tijuana (sur de California)
6210 Coef. 2.62 1.09 0.34 0.55 4.65 0.55 −0.02 0.31
Sig. 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.78
6220 Coef. 3.60 1.16 0.07 0.86 5.45 0.46 −0.08 0.40
Sig. 0.00 0.00 0.47 0.00 0.00 0.12
6230 Coef. 2.05 1.33 0.40 0.55 5.15 0.51 0.06 0.73
Sig. 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00
6240 Coef. 2.34 1.24 0.11 0.79 5.45 0.43 −0.05 0.66
Sig. 0.05 0.00 0.84 0.00 0.00 0.56
6250 Coef. 2.32 1.38 0.30 0.66 5.82 0.30 0.06 0.32
Sig. 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.39
6260 Coef. 5.85 0.80 0.08 0.45 6.54 0.30 −0.02 0.15
Sig. 0.00 0.00 0.65 0.00 0.00 0.49
8311 Coef. 2.09 1.06 0.22 0.50 4.75 0.74 −0.01 0.44
Sig. 0.00 0.00 0.01 0.00 0.00 0.90
8312 Coef. 3.50 0.62 −0.47 0.21 4.94 0.61 0.04 0.27
Sig. 0.00 0.15 0.24 0.00 0.00 0.79
9211 Coef. 1.37 1.16 0.29 0.79 4.11 0.87 −0.04 0.53
Sig. 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.78
9221 Coef. 4 casos 4.17 0.68 0.19 0.68
Sig. 0.00 0.00 0.09
9231 Coef. 1.52 1.17 0.29 0.60 5.13 0.44 0.04 0.35
Sig. 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.39
9241 Coef. 1.32 0.42 0.31 0.17 3.54 0.74 0.13 0.79
Sig. 0.02 0.09 0.20 0.00 0.00 0.01
9290 Coef. 1.58 1.06 −0.33 0.23 No data
Sig. 0.56 0.20 0.73
9310 Coef. 1.67 1.28 0.16 0.74 3.90 0.80 −0.02 0.84
Sig. 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.39
9320 Coef. 1.97 1.23 0.05 0.86 4.52 0.58 0.08 0.83
Sig. 0.00 0.00 0.63 0.00 0.00 0.16
9411 Coef. 1.22 1.61 0.31 0.81 4.23 0.75 0.06 0.58
Sig. 0.10 0.00 0.19 0.00 0.00 0.36
9421 Coef. 1 caso 3 casos
Sig.
Anexo • 375
Cuadro I (Continuación)
9491 Coef. 1.03 1.34 0.46 0.72 4.40 0.60 0.12 0.64
Sig. 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.08
9510 Coef. 1.41 1.18 0.33 0.73 4.79 0.46 0.09 0.69
Sig. 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00
9520 Coef. 0.90 1.54 0.24 0.50 4.25 0.47 0.09 0.32
Sig. 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.16
9530 Coef. 1.67 0.95 0.44 0.60 3.95 0.70 0.08 0.70
Sig. 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.05
9611 Coef. 1.69 1.33 0.26 0.54 4.21 0.90 0.02 0.56
Sig. 0.00 0.00 0.06 0.00 0.00 0.78
9612 Coef. 1.40 1.11 0.25 0.55 5.10 0.32 0.13 0.37
Sig. 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.01
9613 Coef. 1.10 1.34 0.14 0.60 4.33 0.70 0.11 0.65
Sig. 0.00 0.00 0.07 0.00 0.00 0.09
9731 Coef. 1.30 1.49 0.18 0.64 3.91 0.98 −0.09 0.50
Sig. 0.21 0.00 0.67 0.00 0.01 0.68
Variable dependiente: ventas promedio por establecimiento (Vij/nij)
Vij Eij b1
Vij Ej - Eij b2
–––––=a1 ––– –––––=a2 ––––––
estaij Ei estaij E
Rama LN_Constante β1 β2 R2
Anexo • 377
Cuadro J (Continuación)
Vij Eij b1
Vij Ej - Eij b2
–––––=a1 ––– –––––=a2 ––––––
estaij Ei estaij E
Rama LN_Constante β1 β2 R2
Rama LN_Constante β1 β2 R2
Anexo • 379
Cuadro K
Economías de localización y centralización en San Diego:
resultados de ecuaciones de regresión B15 y B16
Vij Eij b1
Vij Ej - Eij b2
–––––=a1 ––– –––––=a2 ––––––
estaij Ei estaij E
Rama LN_Constante β1 β2 R2
Rama LN_Constante β1 β2 R2
Anexo • 381
Cuadro K (Continuación)
Vij Eij b1
Vij Ej - Eij b2
–––––=a1 ––– –––––=a2 ––––––
estaij Ei estaij E
Rama LN_Constante β1 β2 R2
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Resumen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Capítulo 1
Enfoques y teorías sobre la metrópolis
transfronteriza y la estructura urbana . . . . . . . . . . . . . . . 13
El enfoque de la metrópolis transfronteriza . . . . . . . . . . . . . . . 14
Dos dimensiones de la segregación espacial:
localización y diferenciación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
De un modelo monocéntrico de estructura
urbana a uno policéntrico o disperso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
Capítulo 2
Dos ciudades vecinas o una metrópolis
transfronteriza: análisis interurbano . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Crecimiento urbano, estructura económica
y divergencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
Sociedad transfronteriza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
Espacio urbano transfronterizo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
La objeción de la simetría y la fragmentación . . . . . . . . . . . . . 105
Capítulo 3
Dos ciudades vecinas o una metrópolis
transfronteriza: teoría intraurbana . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
Forma urbana y generación de forma urbana . . . . . . . . . . . . . 109
Segregación sociorresidencial por ingreso y raza . . . . . . . . . . 117
Segregación sociorresidencial por ingreso . . . . . . . . . . . . . . . 119
Estructura de subcentros: forma y generación . . . . . . . . . . . . 138
Capítulo 4
Definiciones, metodología e hipótesis . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
Los datos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166
Forma urbana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
Generación de forma urbana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
Capítulo 5
Resultados y análisis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235
Acerca de las condiciones de comparabilidad . . . . . . . . . . . . . 235
Forma urbana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 240
Generación de la forma urbana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 282
Capítulo 6
Sumario y conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 327
Sumario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 328
Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 351
Anexo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 361
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 383