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Estrategias periodísticas para superar

silencios informativos
Por: Juliana Castellanos Díaz

Índice:

1. Formadores de opinión pública y el modelo capitalista


2. El silencio contra la opinión pública
2.1 El silencio gubernamental
2.2 La visibilidad de los grupos ilegales
3. Autonomía, control, interacción
4. Estrategias periodísticas éticas para la correcta formación de los públicos
5. Referencias bibliográficas

Palabras claves: silencios informativos, silencios estratégicos, libertad de prensa,


democracia.

Cuerpo del texto

1. Formadores de opinión pública y el modelo capitalista

Para entrar al análisis que se propone en este escenario es importante partir de la siguiente
postura: “Del carácter de la información de los medios depende el tipo de cultura política
que la sociedad civil logre en una sociedad dada. La posibilidad de cualificación de la cultura
política, aunque dependa de múltiples factores de socialización, tiene en los medios un
catalizador determinante” (Mejía, 2011, p.52). Por lo tanto, la responsabilidad que los
periodistas tienen es fundamental y va más a allá de la transmisión de información. El
teórico Manuel Martín Serrano señala que la función social de los medios es similar a la de
la Iglesia y la escuela: “Tienen la misión de establecer una afectación entre lo que cambia
en el entorno y lo que se transforma en la conciencia de las personas” (2009, p. 141). Por
consiguiente, un periodista que tenga claro que su labor se encamina a la consolidación de
una opinión pública crítica, le corresponde un trabajo arduo, riguroso, analítico; que debe
superar la anécdota y lo superfluo; e incluso los miedos con los que otros intentan callarlo.
Sin embargo, los medios de comunicación suelen ser empresas con ánimo de lucro, y por
tal razón funcionan bajo la lógica capitalista moderna, en la que predomina la cantidad
sobre la calidad. Esto decanta en políticas desde las que les exigen a los periodistas entregar
un número de notas diarias. En ese escenario la prioridad es la captura de aconteceres de
los que solo importa narrar lo básico, lo que responda brevemente a las preguntas clásicas
del periodismo (quién, qué, cómo, cuándo, dónde y por qué); la profundidad, el contexto,
la explicación a la audiencia pasan a otros planos. Bajo esa dinámica el análisis cede su
espacio a la mera descripción de lo ocurrido. Consecuencia de lo expuesto es la filtración
constante de estrategias políticas a la información, sin dar tiempo al periodista para
reflexionar, validar y contrastar el material que una oficina de prensa de algún
representante político le ha mandado.

En cualquier contexto lo anterior es nocivo. Sin embargo, cuando ocurre en sociedades


marcadas por conflictos bélicos u otro tipo de problemáticas sociales, la cuestión se
complejiza porque se trata de sociedades divididas que precisan de mayor y mejor
información. Se requiere, entonces, de información clara, reflexiva, e imparcial que lleve a
quienes la consumen a pensar mejor el contexto social, político, económico y cultural en el
que se encuentran inmersos. Un buen ejemplo para analizar lo planteado es el impacto que
suelen generar las historias de la Segunda Guerra Mundial. Parece inaudito ver a millones
de personas con sentimientos de rechazo hacia la comunidad judía. ¿Qué los hacia actuar
así? Además de la historia que la Primera Guerra Mundial dejó a Alemania, se encuentra el
papel de la comunicación masiva, utilizada para fines propagandísticos. Es decir, los medios
de comunicación, dominados por el Estado, enviaban mensajes de odio constante hacia los
judíos. En consecuencia, millones de personas actuaron bajo el dominio de la propaganda
estatal.

¿Cuál es, entonces, la responsabilidad de los periodistas en nuestro país?. “Los medios de
comunicación tienen la función social de garantizar un manejo de la información integral,
imparcial y equilibrada en orden a crear en sus audiencias flujos de opinión pública
suficientemente ilustrados que no sean usufructuados por actores o grupos de interés que
distorsionen sus juicios autónomos” ( Mejía, 2011, p.53).

De modo que la responsabilidad periodística está en que a partir de la información que los
medios de comunicación entregan, las personas se sitúan en la realidad, a tal punto que a
partir de los mensajes periodísticos toman decisiones, actúan frente al curso de los
acontecimientos, seleccionan temas para conversar, asumen posiciones, se relacionan o
distancian de los sujetos y los grupos de su comunidad, y debaten y actúan desde lo político
en tanto que ciudadanos. En consecuencia, la responsabilidad va a un punto álgido llamado
verdad. Los ciudadanos esperan de los medios la verdad de la realidad, es decir, la exactitud
de lo acontecido, no construcciones manoseadas que dan por resultado realidades
fabricadas. Y aunque los periodistas tampoco pueden entregar la verdad como un algo
supremo que se le revela a otros, sí pueden narrar los acontecimientos desde parámetros
imparciales, lo que significa equilibrio en la información, buen manejo de fuentes, rigor en
la búsqueda de datos, contraste, análisis, entre otros. Es tan importante esa labor que
muchos son asesinados por cumplirla acertadamente. Silenciar al periodista se constituye
en una opción para los que no desean una opinión pública crítica, frente a intereses
particulares de grupos poderosos legales e ilegales. Esto se amplía en el siguiente aparte.

2. El silencio contra la opinión pública

Para comprender mejor las causas y consecuencias de los silencios informativos, se tomará
la realidad de Colombia, un país en el que el principio de la libertad de prensa ha atravesado
momentos coyunturales que han desencadenado en afectaciones serias a la construcción
de la opinión pública. En el caso de Colombia, por cuenta del conflicto armado, los sujetos
al margen de la ley no solo han intentado comprar a los periodistas para que estos desde
su oficio de informar favorezcan los intereses particulares de quienes actúan contra la
sociedad civil, sino que los han amenazado y hasta asesinado al no entrar al juego señalado.

En Colombia la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) elabora semestralmente


informes para dar cuenta de las amenazas y asesinatos de periodistas. Siempre la
Fundación tiene algo que contar, lo que evidencia que los riesgos de los periodistas son
constantes y que, en consecuencia, muchos callan la verdad por temor.

Los grupos armados ilegales, los grupos de narcotraficantes, las bandas criminales, entre
otros, llevan a los formadores de opinión, incluso a los gobernantes, a caer en el silencio
informativo. Los primeros lo hacen por miedo, los demás por estrategia. Miquel Rodrigo
Alsina (1991) plantea dos lugares desde donde se consolida el silencio. El primero se da por
un pacto entre varias instituciones mediáticas; el segundo se presenta por una exigencia de
silencio por parte de las autoridades, lo que induce a pensar en un ejercicio de censura. “Si
la autolimitación informativa es poco probable, la limitación por las autoridades es
inaceptable en un país democrático” (Alsina, 1991, p.57).

Pero, que las dos clases de silencio sean inadmisibles socialmente no significa que no se
produzcan, de hecho la segunda tipificación en el caso de Colombia va de las exigencias de
autoridades oficiales a organizaciones ilegales que ejercen autoridad, con mayor fuerza, en
las provincias en las que históricamente han tenido dominio. La Flip reporta en su página
web que entre el año 1977 y 2016 en Colombia han sido asesinados 153 periodistas. A esto
se suma que en promedio, cada año, se producen alrededor de 150 violaciones al derecho
a la libertad de prensa, lo que afecta notablemente a la democracia porque, como lo
describe el historiador Jorge Orlando Melo:

La libertad de expresión y la libertad de imprenta o prensa, junto con el derecho


correlativo de los ciudadanos a recibir información, son, por esta razón elemental,
condiciones esenciales del orden democrático. Otros derechos esenciales, como el
de participar en la vida política, organizar partidos o movimientos, suponen para su
ejercicio la libertad de expresión y la libertad de prensa (2004, en línea).

Alsina también plantea otra forma de esconder información, a la que nombra como
tratamiento selectivo. El tratamiento selectivo puede verse de manera puntual en las
editoriales de los periódicos donde se defiende desde la política del medio una postura
frente a un acontecer particular. Aquí pueden suceder dos cosas, la primera es obligar a que
el ángulo informativo de las noticias y otros géneros informativos respondan a la línea
editorial; la segunda es salvaguardar la idea que ronda al periodismo occidental de que las
opiniones son libres y los hechos son sagrados.

2.1 El silencio gubernamental

Además de lo expuesto en el aparte anterior, otro problema que enfrenta la ciudadanía es


a gobiernos que ocultan información de manera estratégica. Los procesos de
desmovilización y los procesos de paz que se han llevado a cabo en Colombia se suelen
convertir en procesos de silencio para la opinión pública. Veamos:

Bajo el argumento de guardar prudencia en el cubrimiento del conflicto y especialmente de


su proyecto bandera El proceso de desmovilización paramilitar, Álvaro Uribe Vélez dio lugar
a una sociedad desinformada porque decidió ocultar información a los periodistas. El 30 de
enero de 2004 Uribe expresó, a propósito del proceso: “queremos mantener informada a
la comunidad nacional e internacional sobre el tema, pero prudentemente. Manejarlo sin
espectacularidad publicitaria”. Un análisis de ese discurso revela la justificación a una
proceso carente de información para la sociedad.

Sobre esto Welsches plantea que “en la democracia la comunicación política se vincula con
la libertad: el derecho fundamental a la libre formación de opiniones y voluntades, y la
garantía institucional de los medios de comunicación autónomos son constitutivos del
orden democrático. En consecuencia, la política democrática tiene un deber
comunicacional permanente” (Welsches, 2011, p. 41).

De la misma manera Juan Manuel Santos manifestó al inicio de los diálogos de paz con las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) que: “nada está firmado hasta que
todo esté firmado”; la frase le sirvió para evitar la constante búsqueda de información de
los periodistas. No obstante, también distanció a la ciudadanía del proyecto de paz, pues la
poca información que se entregaba sobre un diálogo lejano, que se desarrollaba en otro
país, hizo perder el interés de muchos, lo que condujo a un desconocimiento de la
trascendencia del proceso que se llevaba a cabo con las Farc.
2.2 La visibilidad de los grupos ilegales

A lo anterior se suma que también los grupos al margen de la ley, guerrilla y paramilitares,
tienen jefes de prensa que se encargan de construir y ejecutar estrategias de comunicación
no solo durante los procesos que los involucra, sino también frente a los que quedan
exiliados. Podemos citar como ejemplo la campaña mediática emprendida en el año 2000
por las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), en cabeza de Carlos Castaño, quien
concedió por primera vez una larga entrevista al periodista Darío Arizmendi y,
posteriormente, a Claudia Gurisatti, en una época en la que pocas personas conocían los
rostros de los paramilitares.

Las entrevistas se produjeron durante el Gobierno de Andrés Pastrana, quien desarrollaba


un proceso de paz con las Farc. María Teresa Herrán expone al respecto que: “En el caso de
Castaño lo cuestionable no fue la entrevista (gústenos o no es un actor político y militar,
legitimado por quienes lo financian) sino las condiciones que puso. El aterciopelado tono
episcopal de la conversación de Darío Arizmendi (la misma conversación que hubiera
podido tener con Shakira) le quitaba toda connotación macabra al personaje” (Herran,
2000, p.22).

La pregunta que surge del planteamiento citado es ¿qué debía hacer el periodista para
contribuir desde la entrevista a la formación de una opinión pública sólida? Se trata de tener
perspectiva frente al tema o el entrevistado. Bien lo dice Herrán cuando cuestiona que
Arizmendi le quitó la connotación macabra al personaje. Es decir, los periodistas no pueden
perder la imparcialidad cuando tienen un actor del conflicto frente a ellos. En el caso en
cuestión se debió recordar las múltiples masacres perpetradas por las Auc que fueron
coordinadas por Castaño. Se debió aprovechar al personaje para hacerle un recuento al país
del papel de los paramilitares en el conflicto armado, así como para preguntar por los
desaparecidos y las toma de pueblos que se les atribuyen.

3. Autonomía, control, interacción

Es claro hasta este punto que en medio de la propuesta de una opinión pública participativa
se encuentran los medios en el intento de hacerlo, y las instituciones políticas que deberían
ser garantes de tal labor. Pero eso no ocurre, las instituciones políticas se mueven
estratégicamente para entregar a la sociedad información a su conveniencia. Y, además,
otros grupos para-estatales o contra-estatales, como los paramilitares y las guerrillas,
respectivamente, hacen lo mismo que el gobierno.

Para profundizar en la relación entre medios de comunicación y política, y las consecuencias


de esto en la opinión pública, es importante centrarse en tres categorías que plantea
Friedrich Welsch (2011, p. 43) al citar a Sarcinelli, se trata de: autonomía, control,
interacción. El investigador argumenta que desde esos tres conceptos se pueden establecer
los tipos de interacciones que se dan entre los medios de comunicación y los gobiernos (
ver la tabla 1):

Tabla 1

Paradigma Relación dominante Medios en proceso


político

Separación de Autonomía Neutralidad,


poderes control, crítica,
contrapoder

Instrumentalización Control Política/ medios


como objeto de
control

Simbiosis Interacción Relación de


intercambio

Tabla tomada de: Sarcinelli (1994), citado por Welsch (2011, p. 43).

Los siguientes ejemplos permiten identificar mejor las categorías expuestas: 1) en el caso
de autonomía, Noticias Uno en Colombia, declarada la red independiente, logra ser un
medio de información que no está al servicio del Estado ni de empresas privadas. 2) La
categoría control se evidencia en países como Venezuela y Cuba donde los medios son
aliados de los intereses del Estado, y se dedican a infundir, sin ningún tipo de crítica, la
ideología del gobierno; de no hacerlo los gobiernos buscan la forma de cerrarlos. Lo mismo
ocurre con los medios oficialistas. 3) La interacción se evidencia en medios como RCN
televisión o Caracol Radio en Colombia, que en determinadas ocasiones se muestran
independientes del gobierno pero en otras se prestan para respaldarlo sin
cuestionamientos.

Welsch (2011, p.p. 43-50) reflexionó sobre la relación entre medios y política en diversos
países latinoamericanos. Las siguientes son las conclusiones sobre dos países con historias
resientes diferentes:

VENEZUELA

-Las relaciones entre medios de comunicación, opinión pública y democracia en Venezuela


se caracteriza por el control gubernamental a los medios de comunicación y, por lo tanto,
el control de la formación de la opinión pública en el país.
- La política comunicacional del Gobierno apunta a la hegemonía informativa del Estado, lo
que produce una esfera pública fragmentada en públicos mutuamente excluyentes.

-El mapa mediático de Venezuela se encuentra profundamente dividido entre sectores que
apoyan el proyecto chavista y quienes lo adversan. La relación dominante entre la política
y los medios de comunicación es el control: gran parte de éstos se presentan como
instrumentos para generar adhesiones y mantener lealtades en lugar de constituir espacios
para el debate y la controversia.

COLOMBIA

-El impacto que diversos medios de comunicación tienen en la cultura política colombiana
es el resultado una cultura política hibrida con inclinaciones súbdito-parroquiales.

-Los medios escritos son significativos en la orientación hacia la formación de una cultura
política, democrática y plural. La radio expresa una tendencia a promover valores menos
democráticos. La televisión presenta un alto desequilibrio en la presentación de la
información, ausencia de diversidad en las fuentes, deficiencia en la consulta a expertos y
una alta dosis de sensacionalismo.

El panorama revela que la deuda con la gente para contribuir a la formación de una opinión
pública no es solo un problema de los medios en Colombia sino de otros países de la región.
Las relaciones económicas y políticas que estas empresas tienen con los demás poderes
debilitan las acciones responsables frente al derecho a la información.

Lo que sí hay que manifestar es que el conflicto armado de este país coloca en mayor riesgo
la tarea de los periodistas y, por lo tanto, pone en riesgo la tarea de formar opinión pública.
Sobre el tema colombiano María Teresa Herrán expuso en el año 2000 un planteamiento
que hoy sigue vigente: “En una Colombia bañada en sangre, el manoseo al periodismo se
percibe en la manera como pectorales y glúteos se instalaron en la información. Somos el
único país en el que los noticieros terminan con una diva medio empelota, en ocasiones
acompañada de un perro ( Noticiero Nacional) A veces, en el colmo de lo grotesco, dejan al
perro solo, imagino que para educar al televidente” (2000, p. 65).

4. Estrategias periodísticas éticas para la correcta formación de los públicos

Los anteriores apartes de este escenario conllevan a la pregunta ¿cómo hacer un buen
periodismo que conduzca a la formación de una opinión pública sólida? Las siguientes
recomendaciones las entregan Martha Ruiz, periodista investigadora del periódico El
Tiempo; y Omar Rincón profesor e investigador de la Universidad de los Andes. Las
recomendaciones las hicieron para el cubrimiento del conflicto armado. No obstante, son
funcionales a otros temas.

Fortalecer la vida periodística: Las alianzas entre periodistas de distintos medios para cubrir
acontecimientos son una buena estrategia para transmitir información que afecta a
instituciones o personas poderosas que pueden llegar a amenazarlos.

Credibilidad para mantener la independencia: Lo más valioso de un periodista es la


credibilidad de la que goza. Muchos plantean que lo más valioso son las fuentes de
información. Esto se logra trabajando sobre hechos más que sobre opiniones, nunca dejar
de verificar.

Reportería es la base del periodismo: el trabajo del reportero es sustancial al oficio.

Replantear las relaciones: Los editores deben tener una relación más cercana con los
periodistas, deben también conocer la región desde la que se trabaja.

Comprender la guerra (u otras problemáticas): Conocer la historia -del conflicto- y la


manera cómo funciona el Estado permitirá entender los argumentos de las partes y lo
específico de su desarrollo.

No usar el lenguaje de la fuente: El país requiere periodistas estudiosos, profundos. No


periodistas que se dedican a transmitir, sin comprender, lo que las fuentes le exponen.

Buscar salidas a las historias: Los legados de los periodistas son la memoria del país. Los
libros que intentan explicar lo que ocurre, las investigaciones que van más allá de la
anécdota y se concentran en la búsqueda de la verdad son el material que alimentará a la
opinión pública.

Recuperar el valor cultural del periodista: Los periodistas deben procurar diálogos
intelectuales que le devuelvan el nivel al oficio.

Crear nuevas reglas de juego: “Aunque se conocen muchos esfuerzos fallidos para crear
reglas y procedimientos de funcionamiento entre fuentes, medios y opinión pública, es
necesario continuar con el intento, desarrollando la amplia base de derechos consagrados
en la constitución”.

Mapas regionales y agendas: Incluir en las agendas periodísticas las regiones y su historia
con el conflicto. Esa es una manera de contribuir a la comprensión de la guerra y al debate
público.
Ciudadanías de medios: La ciudadanía debe crear instancias de veeduría sobre la
información que los medios entregan. Los medios deben escucharlas en aras de generar
cambios positivos. Los periodistas deben respetar los derechos de los públicos.

Defensor del periodista: Los periodistas deben crear asociaciones que defiendan la
independencia, y que denuncie las diversas presiones que se generan (amenazas, despidos,
censuras).

5. Referencias bibliográficas

Alsina, M (1991). Los Medios de Comunicación en el Terrorismo. Barcelona: Icaria


Editorial.

Herran, M. (2000). Medios en Crisis. Colombia: En Revista Semana, 22 de octubre.

Martín Serrano, M (2009). La producción social de la comunicación. Madrid: Alianza

Mejía Quintana, O. (2011). Medios de comunicación, democracia y sociedad. En:


Democracia y medios de comunicación en Colombia. Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia.

Melo, J. (2004). La Libertad de Prensa en Colombia: pasado y perspectivas actuales. [En


línea] disponible en: http://www.jorgeorlandomelo.com/libertad_prensa.htm consultado
el 26 de mayo de 2017.

WELSCH, F. (2011). Medios de Comunicación, Opinión Pública y Democracia. Bogotá:


Universidad de los Andes. Ediciones Uniandes.

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