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18 de febrero de 2016

UNAM
Colegio de Ciencias y
Humanidades -Vallejo
Filosofía
El ser humano
Grupo: 629
Prof. Amalia Sandoval Rivera
Elaboro: Victor Alberto Martínez Millán

Introducción

Por más que parezca, diferenciar a los animales de los hombres no es una tarea
tan sencilla como cualquiera puede imaginar. “Existe evidencia científica de que
los seres humanos somos animales, y compartimos con todos los seres vivos,
hasta los más minúsculos, la estructura universal del ADN y una gran parte de
nuestro genoma; compartimos aproximadamente 98,5% o 98,7, según las últimas
cifras, de nuestro genoma con el del chimpancé.”1 Desde el punto de vista
bioquímico y genético no ay grandes diferencias entre el ser humano y los

1
antropoides: el primero tiene 23 pares de cromosomas, mientras que los grandes
monos antropoides tienen 24

Hay cuatro necesidades básicas que tienen todos los animales: comer, dormir,
reproducirse y luchar/defenderse, por supuesto, los seres humanos también,
tenemos exactamente las mismas necesidades, pero algo nos hace ser humanos,
y entonces nos enfrentamos a una cuestión: ¿Que distingue al ser humano de los
otros animales no humanos? La tesis que sostengo en esta disertación es que la
libertad de elegir y razonar es lo que distingue a los seres humanos de los otros
animales no humanos.

Indeterminados en lo referente a hocicos, músculos y zarpas, los seres humanos


tenemos, a diferencia de los demás animales, un órgano máximamente
desarrollado y con múltiples prestaciones muy sofisticadas: el cerebro, aunque mal
dotados en lo que respecta a pautas de conducta instintivamente codificadas y en
la adecuación a un medio ambiente en concreto, estamos provistos del
instrumento más apto para improvisar e inventar ante las urgencias de lo real. “El
cerebro es el órgano específico de la acción: conoce, delibera, valora y decide”2;
funciona acicateado por nuestras carencias e insuficiencias, para buscarles
remedio y aprovecharlas a nuestro favor.

El ser humano, desde su imprecisión comete constantes errores pero aprende de


ellos y va corrigiendo permanentemente sus derroteros vitales, en cambio, los
seres vivos que más han evolucionado en el perfecto acomodo a un tipo de vida y
a un nicho ecológico han avanzado tanto por un camino que ya no pueden
cambiar de rumbo ni buscar vías alternativas, no necesitan reflexionar porque
siempre aciertan automáticamente.

En la presente disertación se ofrecerán argumentos que apoyen la tesis


mencionada, argumentos que le permitan al lector entender y analizar la distinción
entre los seres humanos y los animales no humanos.

DESARROLLO
1 González Valencia, Juliana. Genoma humano y dignidad humana. México, UNAM/Anthropos, 2005.
PP. 76
Está claro que la diferencia científica con los chimpancés es mínima (menos del
2 Savater, Fernando. El valor de elegir. Ariel, México, 2003 pp. 25
cinco por ciento) y no mucho mayor la que nos aleja del cerdo o del gusano;
algunos afligen ante este parentesco zoológico y otros celebran como un supuesto
correctivo científico ante el indebido orgullo de nuestra especie, lo cierto es que las
diferencias anatómicas son muy significativas y debieron ser favorecidas por la

2
selección natural, donde las más importantes son: el desarrollo del cerebro, la
reducción del tamaño y los dientes, la forma de la mano y su habilidad, la posición
bípeda y erguida.

No obstante, la gran diferencia radica en la originalidad del comportamiento y en la


vida cultural. Respecto al comportamiento “el ser humano goza de la capacidad de
simbolización: el animal se comunica mediante signos naturales (ladridos, cantos
de ruiseñor, etc.) en cambio, lo propio del ser humano es la comunicación
mediante símbolos.”3

El ser humano es capaz de sumergirse en su subjetividad personal. A diferencia


del animal, tiene un sí mismo, desde el que es capaz de orientarse y regir sus
acciones, forjando ideas y proyectos; el ser humano nunca está acabado,
concluido o cerrado, por el contrario, siempre siente el deseo de más y de otra
cosa (novedad). Por eso Nietzsche dice que “es el único animal que puede hacer
promesas”, habida cuenta que prometer es proyectar el futuro.

La cultura surge de un conjunto de capacidades que no poseyeron ni poseen los


demás animales, incluso los más semejantes al ser humano; la capacidad de
comunicar y transmitir experiencias vitales, de establecer conexiones entre medios
y fines de imaginar o anticipar el futuro y explorar alternativas.

La inteligencia humana es cualitativa y esencialmente distinta de la animal; esta


diferencia consiste en que la capacidad de formalización del animal, incluso del
más perfecto, es esencialmente limitada, porque no trasciende el plano del
esquema operativo estimulo-respuesta: el animal puede responder a una acción
estimulante mediante una modificación de su medio, pero su respuesta se halla
exclusivamente limitada a esa situación. Mientras que en el caso del Homo
Habilis, que invento la talla de piedras para fabricar hachas, lo fabricado no solo
resolvía la situación, sino que valía suprasituancialmente, es decir, para cualquier
situación semejante, más allá del tiempo y espacio. Así, “la acción inventiva se
convirtió en proyecto, y la fabricación, en técnica.”4

El ser humano es un animal peculiar, cuya naturaleza biológica se trasciende a sí


misma y se abre al orden cultural(al lenguaje, la técnica, la moral, el derecho, la
3Cortina, Adela. Filosofía. Madrid, Santillana. 1996. pp14
economía, el arte y la religión. Es por consiguiente, un animal cultural. “A
4Ibidem., p.x.

diferencia de los animales, que solo actúan por instinto, somos creadores,
transformamos nuestro entorno y asi generamos cultura, a cual representa una
síntesis de valores.”5

3
El mundo de la cultura, creado por la capacidad humana de invención y
anticipación, sirve para disminuir el miedo a lo casual e imprevisto, para reducir la
incertidumbre. Esto implica tanto aprender a calcular y prevenir, como hallar el
modo de satisfacer las necesidades vitales y los deseos.

A diferencia del animal, la posibilidad de meditar sobre lo que queremos es un


atributo esencial del ser humano, al que llamamos capacidad de ensimismarse,
donde puede ejercer su autonomía gracias a su capacidad de pensar; es decir,
gracias al poder que tiene de retirarse, o liberarse, del mundo y meterse dentro de
sí. Al poder ensimismarse, el ser humano logra reobrar sobre las cosas,
transformándolas y crear a su alrededor un margen de seguridad. Esta creación
específicamente humana es la técnica: “El animal se adapta al ambiente natural,
el hombre se relaciona con él para trascenderlo”6, puede fraguar planes desde su
mundo interior para modificar el entrono según su conveniencia, es decir, la
finalidad de la técnica no consiste en adaptarse al medio, que es lo que intentan
los demás seres vivos, sino en adaptar el medio a nuestra voluntad.

Lo que caracteriza a la relación del hombre con el mundo, por oposición a la de


todos los demás seres vivos, es su libertad frente al entorno. Esta libertad tiene
también su base en el lenguaje, que es: Articulado: El chimpancé es incapaz de
articular palabras porque su cerebro carece de los mecanismos adecuados para
hacerlos y el loro puede repetir sonidos, pero no palabras, por lo contrario, el
cerebro humano tiene la capacidad de articular diferentes sonidos, generando una
multiplicidad de palabras. Y el Simbólico: Los signos linguisticos son aquellos cuya
significación ha sido establecida convencionalmente en un grupo humao, mientras
que los lenguajes animales son sistemas de señales, que manifiestan la existencia
de algo distinto de ellos, pero natural y directamente relacionados con ellos.

Tener lenguaje y tener mundo permite a las personas elevarse por encima de las
coerciones del entorno. Esta libertad constituye las bases de la multiplicidad
histórica de lenguas, otro enigma propio del ser humano, porque mientras los
sistemas de signos de los animales son únicos en cada especie animal. La idea de
un lenguaje de los animales solo se mantiene de forma equivoca.

Conclusión

Finalmente
5Garzon Bates,y MERCEDES.
con base enLaloética.
antes expuesto,
México. puedo 1999.
CONACULTA, concluir
PP 6que la libertad de
elegir y razonar es lo que distingue a los seres humanos de los otros animales no
6Gelhen, Arnold. EL HOMBRE, Edit. Sígueme Salamanca, 1997.
humanos ya que las personas no estamos clausuradas, sino abiertas a realizar
múltiples
Leer posibilidades, de forma que en nuestra vida nos vamos apropiando de
más: http://www.monografias.com/trabajos13/ladifer/ladifer.shtml#ixzz40sOof7LI

4
algunas y renunciando a otras. Hemos de reconocer que nos encontramos
siempre en tradiciones y que somos libres de aceptarlas o rechazarlas; las
tradiciones solo se mantienen si son asumidas, reafirmadas y cultivadas, por eso
si no las conservamos desaparecen. Así, por ejemplo, podemos optar por distintos
modelos del hombre. Tradicionalmente se ha ido entendiendo al ser humano como
“homo Faber”, capaz de producir, de fabricar, o como “homo ludens”, que juega y
jugando crea, o cómo “, reflexivo e investigador. Y, sin embrago, no somos ya
ninguno de esos modelos, sino que podemos optar libremente entre ellos,
podemos potenciar uno u otro según el que mejor responda a nuestras
aspiraciones, deseos y posibilidades.

Con la expresión “persona”, nos referimos a cada ser humano como alguien (no
algo) que es sujeto de acciones consientes y libres. Como ser consiente, es capaz
de reconocerse como ese alguien que puede decir de sí mismo que es un “yo”;
como ser libre, actúa por sí mismo y es, por tanto, responsable de sus acciones.
Por eso podemos decir que cada persona nace con unos condicionamientos
biológicos, psicológicos y sociales, pero también desde ellos es capaz de hacer
proyectos libremente y de ir comprendiéndose a sí misma y apropiándose de mi
misma a través de esos proyectos “El hombre no dispone de una libertad absoluta
e ilimitada, pero puede tomar partido frente a ellas, negándolas, o cambiando de
lugar por ejemplo.”7

Bibliografía
González Valencia, Juliana. Genoma humano y dignidad humana. México,
7Biemel,
Walter. Sartre. Barcelona, Salvat Editores, 1985. Pp.132
UNAM/Anthropos, 2005. PP. 76

Savater, Fernando. El valor de elegir. Ariel, México, 2003 pp. 25

5
Cortina, Adela. Filosofía. Madrid, Santillana. 1996. pp14

Garzon Bates, MERCEDES. La ética. México. CONACULTA, 1999. PP 6

Gelhen, Arnold. EL HOMBRE, Edit. Sígueme Salamanca, 1997.

Biemel, Walter. Sartre. Barcelona, Salvat Editores, 1985. Pp.132

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