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“Separados por la distancia, la agreste geografía o las franjas territoriales bajo dominio indígena, estos centros de poder

se integraron en torno a la figura carismática de caudillos locales. Los intentos de organización republicana fueron
sustituidos por la autocracia y el personalismo. El acceso al poder pasó a depender del control de las milicias (…) Los
caudillos pugnaron por reivindicar el marco provincial como ámbito natural para el desenvolvimiento de la actividad
social y política. (Por eso) el localismo no era una forma aberrante de organización social destinada a perpetuar en el
poder a caudillos voluptuosos, sino que respondía sobre todo a la modalidad que habían adquirido las relaciones de
producción y los circuitos económicos en el territorio de las Provincias Unidas.”
Oszlak, Oscar. La formación del Estado argentino, 1997.

“No será oficioso advertir que esa gran facción de la república que formaba el partido federal no combatía solamente por la
mera forma de gobierno, pues otros intereses y otros sentimientos se refundían en uno solo para hacerlo triunfar. Primero,
era la lucha de la parte más ilustrada contra la porción más ignorante. En segundo lugar, la gente del campo se oponía a la
de las ciudades. En tercero, la plebe se quería sobreponer a la gente principal. En cuarto, las provincias, celosas de la
preponderancia de la capital, querían nivelarla. En quinto, las tendencias democráticas se oponían a las miras aristocráticas
y aun monárquicas (…). Todas estas pasiones, todos estos elementos de disolución y anarquía se agitaban con una terrible
violencia y preparaban el incendio que no tardó en estallar. (…)La oposición de las provincias a la capital, que se trataba de
justificar con quejas bien o mal fundadas; el descrédito de los gobiernos que habían regido la república, y principalmente del
directorial que era el último; las excitaciones, las intrigas que partían desde el mismo Buenos Aires, fraguadas por el partido
que aspiraba al poder porque estaba fuera de él, eran otros tantos elementos de disolución.”
Paz, José María. Memorias póstumas, 1855.

“Dos cosas se pretenden a la vez: la primera el que Buenos Aires no perciba derechos por los efectos extranjeros que se
introducen a las provincias litorales del Paraná, y por consiguiente, a las del interior; y que se prohíban o impongan altos
derechos a aquellos efectos extranjeros, que se producen por la industria rural o fabril del país. (..) Es cosa averiguada que los
derechos percibidos por los efectos de todo género a su importación en un país, son pagados casi en su totalidad por los
consumidores. En este sentido las provincias pagan en la aduana de Buenos Aires el valor de los que se consumen, y aun si se
quiere, los muy cortos derechos que tienen los frutos del país a su exportación. Pero también es un hecho que Buenos Aires paga
la deuda nacional, contraída en la guerra de la independencia y en la que últimamente se ha tenido con el Brasil. También lo es
que mantiene la seguridad de las costas y guarda el río, agentes y cónsules en países extranjeros, las relaciones exteriores, y que
responde a los perjuicios causados en esta guerra a los neutrales, por los corsarios de la República; lo mismo que de cuantiosas
deudas de honor contraídas durante dicha guerra, y de multitud de compromisos en que entró el gobierno general bajo la
influencia del Congreso.”
Roxas y Patrón, José María. Memorándum, 1830.

“Expondré (…) cómo el actual arreglo del comercio daña, en mi juicio, a los intereses de la República; por lo tanto demanda una
variación. (…) Hay dos puntos importantes sobre los que está cimentado el comercio de la República y son: 1º la libre
concurrencia de toda industria; 2º la exclusión del puerto de Buenos Aires, para el comercio de importación y exportación.
Considero la libre concurrencia como una fatalidad para la nación. Los pocos artículos industriales que produce nuestro país, no
pueden soportar la competencia con la industria extranjera. (…) La exclusiva del puerto, es otro mal, raíz de infinitos. La situación
de Buenos Aires es en extremo de la República. (…) considero evidente por sí misma las ventajas de disminuir las distancias que
corren los artículos de comercio del país hasta su mercado; así como son visibles los perjuicios que resultan de colocar aquél
donde la naturaleza no lo ha puesto. Si la libre concurrencia mata algunos ramos nacientes de industria nacional, y el mercado
ficticio de Buenos Aires daña a la gran mayoría de los pueblos de la República, debe mirarse como indispensable una variación en
el actual sistema del comercio. Me parece también que ésta debe fundarse en los puntos siguientes: 1º prohibición absoluta de
importar algunos artículos que produce el país (…) 2º habilitación de otro u otros puertos más que el de Buenos Aires.”
Ferré, Pedro. Contestación al Memorándum, 1830.

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