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CENTRO DE ESTUDIOS

JUDEO-CRISTIANOS
DE LA ARCHIDIÓCESIS DE MADRID

CATOLICISMO
Y JUDAISMO
El diálogo entre judíos y cristianos
4 0 a ñ o s d e Nostra Aetate:

T e x to s d e J u a n P a b lo II y B e n e d ic to X V I

Prólogo del Excelentísim o y Reverendísimo señor Cardenal


Arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco Varela
C E N T R O DE E S T U D IO S
J U D E O 'C R I S T I A N O S
DE LA A R C H I D I Ó C E S I S DE M A D R I D

CATOLICISMO Y JUDAÍSMO
La Declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II
dio un nuevo impulso a las relaciones de la Iglesia con
el judaismo y recomendó el mutuo conocimiento
y el aprecio basados en la Sagrada Escritura que judíos
y cristianos tienen en común.

En el 40 aniversario de la publicación de dicha


Declaración, este libro quiere dar a conocer, a través
de los discursos del Papa Juan Pablo II y del Papa
Benedicto XVI, el desarrollo y las exigencias de las
enseñanzas del Concilio para construir un mundo
de paz y amor fraterno.
OTROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN:

Reverendo Padre Roberto Coggi, O. P.


EL TESORO ESCONDIDO

Josep Miró i Ardévol


EL DESAFÍO CRISTIANO

Ángeles Conde y David J. P Murray


FUNDACIÓN

Javier Echevarría
GETSEMANÍ

José María Contreras


LA LLAVE DE LA FELICIDAD

José Pedro Manglano


EL LIBRO DE LA MISA

Alceste Santini
EL LEGADO DE JUAN PABLO II

Vicente Cárcel Ortí


BREVE HISTORIA DE LA IGLESIA
EN ESPAÑA

J. L. Olaizola, J. Ll. Ferrer y E Riart


LA VIDA DE JESÚS

Jorge Loring, S. 1.
LOS EVANGELIOS. 2 000 DUDAS
RESUELTAS

Editorial Planeta®
Diagonal, 662, 08034 Barcelona
www.editorial.planeta.es
CATOLICISMO
En 1972 se fundó el Centro de Estudios
Judeo-Cristianos, que fue erigido con carácter
Y JUDAÍSMO
diocesano por el Cardenal Tarancón
y cuya gestión fue encomendada a la
Congregación de Nuestra Señora de Sión.

La labor del CEJC está inspirada en la


Declaración Conciliar Nostra Aetate y en
los documentos posteriores que orientan
las relaciones de la Iglesia con el pueblo judío.

Tiene por finalidad el conocimiento de las


raíces judías del cristianismo para una mejor
comprensión de la Biblia y de la persona de
Jesús. Trabaja para suprimir prejuicios y
fomentar el respeto mutuo entre judíos
y cristianos por medio de publicaciones,
conferencias, seminarios y visitas a Israel.

PLANETAtTESTIMONIO
CENTRO DE ESTUDIOS
JUDEO'CRISTIANOS
DE LA ARCHIDIÓCESIS DE MADRID

CATOLICISMO
Y JUDAISMO
El diálogo entre judíos y cristianos
40 años de Nostra Aetate:
Textos de Juan Pablo II y Benedicto XVI

Prólogo del Excelentísimo y Reverendísimo señor Cardenal


Arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco Várela

Planeta
ÍNDICE

Prólogo del Cardenal Arzobispo de Madrid, don


Antonio María Rouco Varela I

I. Documentos oficiales para las relaciones de


la Iglesia con el pueblo judío 9
1.1. Declaración Nostra Aetate 11
1 .2 . Orientaciones y sugerencias para la apli­
cación de la Declaración Conciliar Nostra
Aetate (n.° 4) 18
1.3. Notas para la correcta presentación de los
judíos y del judaismo en la predicación
y la catequesis de la Iglesia Católica 27
Colección PLANETA + TESTIM ONIO
Dirección: José Pedro Manglano II. Shoá 45
© Centro de Estudios Judeo-Cristianos
de la Archidiócesis de Madrid, 2005
II. 1. Documentos 47
© Editorial Planeta, S. A., 2005 II. 1.1. Nosotros recordamos: una refle­
Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona xión sobre la Shoá 47
(España)
II. 1.2. Carta de presentación de Juan Pa­
Primera edición: noviembre de 2005
Depósito Legal: B. 41.327-2005
blo II para el documento Noso­
ISBN 84-08-06325-1
tros recordamos 59
Composición: Fotocomp/4, S. A. II. 1.3. No existió complicidad entre el
Impresión: A&M Gráfic, S. L. régimen nazi y la Iglesia 60
Encuadernación: Lorac Port, S. L. II. 1.4. Discurso de Juan Pablo II pro­
Printed in Spain - Impreso en España nunciado ante los participantes
Este libro no podrá ser reproducido, ni total
del simposio sobre «Las raíces
ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del antijudaísmo en los ambien­
del editor. Todos los derechos reservados tes cristianos» 64
Encuentros con rabinos 143
II.2. Discursos de Juan Pablo II
II.2.1. Campo de concentración de Ausch­ V. 1. Rabino Lau 145
witz V.2. Rabino Riccardo Di Segni 146
II.2.2. Campo de concentración de Maj­ V.3. Rabinos jefes de Israel 148
danek 69 Otros discursos e intervenciones de Juan
II.2.3. Quincuagésimo aniversario de Pablo II 149
la II Guerra Mundial 69 VI. 1. Presidentes y delegados de las Orga­
II.2.4. Quincuagésimo aniversario de la nizaciones Judías Mundiales 151
sublevación del gueto de Varsovia 71 VI.2 . Pésame por las víctimas del atenta­
II.2.5. Conmemoración del holocausto do a una sinagoga de Viena 156
de millones de judíos 72 VI.3. Orientaciones a los delegados de las
II.2.6. Al final del Concierto de la Recon­ Conferencias Episcopales y expertos 157
ciliación 74 VI.4. Alocución durante las «Vísperas Eu­
II.2.7. Intervención vaticana en la ONU ropeas» 162
en el sexagésimo aniversario del VI.5. Consejo Internacional de Cristianos
fin de Auschwitz 77 y Judíos 163
II.2.8. Sexagésimo aniversario de la libe­ VI.6 . II Comisión Internacional Mixta Ju­
ración de Auschwitz-Birkenau 80 daismo-Iglesia Católica 167
VI.7. II Coloquio Internacional Teológico
Sinagoga de Roma 85 entre Judíos y Cristianos 171
III. 1. Discurso de Juan Pablo II en la Sinago­ VI.8 . Consejo Británico para los Cristia­
ga de Roma 87 nos y los Judíos 174
III.2. Mensaje de Juan Pablo II en el cente­ VI.9. Obispos alemanes 176
nario de la sinagoga de Roma 97 VI. 10. Primer embajador de Israel ante la
Santa Sede 177
Encuentros con comunidades judías 103 VI.1 1 . Discurso del Papa Juan Pablo II 182
VI. 12. Pontificia Comisión Bíblica 185
IV. 1. Comunidad Judía de Brasil 105 VI. 13. Congreso Mundial Judío 190
IV.2. Comunidad Judía alemana 107 VI. 14. Ecclesia in Europa 192
IV. 3. Comunidades judías de Gran Bretaña 108 VI. 15. Declaración conjunta de la decimoc­
IVA Comunidad Judía de España 110 tava reunión del Comité Internacio­
IV. 5. Liga Antidifamación B’nai B’rith 111 nal de Enlace entre Católicos y Judíos 194
IV. 6 . Comité Judío Americano 114
IV.7. Comunidad Judía de Australia 118 VII. Declaración conjunta Santa Sede-Rabinato
IV.8. Organizaciones judías norteam eri­ de Israel 199
canas 122
IV. 9. Comunidad Judía de Viena 130 VII. 1. Comisión para el diálogo católico-ju­
IV. 10. Comunidad Judía de Alsacia 137 dío entre representantes de la Comi­
sión de la Santa Sede para las Reía-
ciones Religiosas con el Judaismo y
el Gran Rabinato de Israel 201
VII.2. Declaración conjunta de la delega­
ción del Gran Rabinato de Israel y la
Comisión de la Santa Sede para las
Relaciones Religiosas con el Judaismo 206
VII.3. Comunicado de la reunión del Comi­
té Bilateral formado por la Comisión
de la Santa Sede para las Relaciones
Religiosas con el Judaismo y el Gran PRÓLOGO
Rabinato de Israel 210

VIII. Juan Pablo II en Israel 213 Al lector


VIII. 1. Ceremonia de bienvenida en el aero­
puerto de Tel Aviv 215 El Centro de Estudios Judeo-Cristianos, erigido por
VIII.2. Saludo al presidente de Israel, Ezer la Archidiócesis de M adrid, h a tenido el acierto de
Weizman 218 p o n er en m anos del lector los m ás recientes e im ­
VIII.3. Rabinos jefes de Israel 220 portantes textos de la Iglesia Católica relativos al ju ­
VIII.4. Visita al mausoleo de Yad Vashem de daism o y que ya form an parte de la histórica rela­
Jerusalén 222 ción entre los católicos y el pueblo judío, con el fin
VIII.5. Encuentro interreligioso en el Insti­
de conm em orar los cuarenta años de la Declaración
tuto Pontificio «Notre Dame» 225
sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no
VIII.6 . Oración depositada en el Muro Oc­
cidental 229 cristianas, conocida tam bién con la expresión latina
Nostra Aetate (En nuestro tiempo) con la que se abre
IX. Palabras del Papa Benedicto XVI 231 este docum ento del Concilio Vaticano II, que fue
aprobada p or los Padres conciliares el 28 de octubre
IX. 1. Homilía en la Misa de inicio oficial de de 1965.
su pontificado 233
La Nostra Aetate (NA) es el más breve de los docu­
IX.2. Mensaje al rabino jefe de Roma 234
IX. 3. Discurso al Comité Internacional Ju­ m entos del Concilio Vaticano II, pero fue m uy espe­
dío sobre Consultas Interreligiosas 235 rado p or los representantes de distintas religiones
IX.4. Discurso del Papa en la Sinagoga de y precedido p o r la creación del Secretariado para la
Colonia 237 U nión de los no cristianos (1964). En la NA no se
X. Otros documentos 243 quiso recoger todas las dimensiones de la visión teo­
lógica católica sobre las religiones no cristianas (hin-
X. 1. Dabrú Emet (Decid la verdad) 245
X.2. Discurso del Gran Rabino Elio Toaff 251 duism o, budism o, m usulm anes y restantes religio­
nes), ni sobre el judaism o; su intención fue subrayar
algunos aspectos com unes que invitaban a la m utua
colaboración.

I
pero se abre ante nuestros ojos u n largo camino, aún
Es la prim era vez que un texto conciliar establece sin recorrer, para llegar a u n m ás hondo conoci­
unos principios sobre el judaism o (NA, 4) que, leídos m iento m utuo y para poder com partir interpretacio­
a la luz de la Constitución dogm ática sobre la Iglesia nes que m iran a hechos históricos y a visiones teoló­
(Lumen gentium) del Vaticano II, ayudan «con p ru ­ gicas que todavía nos distancian, continuando «un
dencia y caridad, m ediante el diálogo» a la m utua co­ diálogo fecundo en el respeto a la diversidad» (Ric-
laboración; más aún, en palabras de la Declaración: cardo di Segni, rabino de Roma), conscientes de la
«para fom entar la unidad y la caridad entre los hom ­ peculiarísim a relación entre la fe cristiana y la reli­
bres y tam bién entre los pueblos» (NA, 1). gión de Israel porque existe «un vínculo por el que el
A la rica, y no pocas veces m al interpretada, lite­ pueblo del Nuevo Testam ento está espiritualm ente
ratu ra cristiana antigua sobre el judaism o, las indi­ unido con la estirpe de Abraham» (NA, 4).
caciones del Concilio Vaticano II servirán de acicate Juan Pablo II estuvo con la m irada siem pre aten­
para avanzar en la reflexión teológica y en la ilum i­ ta a la fe del pueblo hebreo, como él m ismo nos dejó
nación de una larga historia de relaciones m arcadas escrito en «Cruzando el um bral de la esperanza»: «la
p or la gracia y heridas por el pecado —el mysterium religión que nos es más cercana: la del pueblo de Dios
iniquitatis—, como afloró en el triste y doloroso ex­ de la Antigua Alianza». En el alm a de Juan Pablo II
term inio que ha pasado a la historia del pasado siglo quedó grabada su experiencia personal con los niños
con el nom bre de la Shoá. Benedicto XVI nos lo re­ judíos —entre los que se encontraban amigos entra­
cordaba recientem ente, el 19 de agosto del 2005, en ñables como Jerzy Kluger— que se sentaron con él
su visita a la Sinagoga de Colonia: «las relaciones en­ en los pupitres de la escuela elem ental de Wadowice;
tre la Comunidad judía y la Comunidad Cristiana son en sus ojos conservó la imagen de los judíos que cada
complejas y a m enudo dolorosas», después de haber sábado acudían a la sinagoga, y dentro de su corazón
escrito en 1995: «la historia de las relaciones entre llevó el ho rro r de Auschwitz, «quizá el símbolo más
Israel y la cristiandad está entrem ezclada de lágri­ elocuente del holocausto del pueblo judío». Los ju ­
m as y sangre, es una historia llena de dificultades y díos en las sinagogas del b arrio de Kazim ierz, en
de hostilidades, pero también, gracias a Dios, una his­ Cracovia, dejaron en el ánim o de Juan Pablo II una
toria atravesada por los intentos de perdón, de com­ señal im borrable que se m anifiesta en las sorpren­
prensión y de acogida recíproca». dentes actuaciones como obispo de Roma —la visita
El texto de la Nostra Aetate es una concisa, bella, a la Sinagoga rom ana y el inolvidable viaje a Tierra
honda y sencilla declaración del rico patrim onio es­ Santa— en las que, con el espíritu de la NA, invitaba
piritual que constituye nuestras raíces, en las que se a acercarse «entre sí a estas dos grandes partes de la
cim ienta el solidísimo vínculo entre judaism o y cris­ divina elección. La Antigua y la Nueva Alianza».
tianism o, y que h arán imposible que se olvide la san­ Los textos de Juan Pablo II son la m ejor lectura
tidad de Dios y se cierre los ojos a la sacralidad de la de la NA y uno de los más herm osos testim onios de
vida hum ana. la relación entre el cristianism o y el judaism o.
A los cuarenta años de la Declaración Conciliar B enedicto XVI m anifestó —al día siguiente de
NA se puede hacer m em oria de los buenos frutos que ser elegido Obispo de Roma y pastor universal de la
han nacido de las relaciones entre cristianos y judíos,
III
II
Iglesia Católica— el interés por el diálogo y la cola­ enriquecen con las recientes intervenciones de Bene­
boración «con los hijos y las hijas del pueblo judío», dicto XVI.
en perfecta sintonía con su predecesor. El Cardenal El Centro de Estudios Judeo-Cristianos ha queri­
j. Ratzinger había estudiado con especial predilec­ do ser fiel a las orientaciones del Concilio Vaticano II
ción la unidad y diversidad de los dos Testamentos; f o m e n t a n d o y recom endando el conocim iento del
las lecciones de Golttlieb Sóhngen —en la Facultad patrim onio espiritual com ún a los cristianos y judíos
de Teología de la Universidad de M unich, en el cur­ por medio de los estudios bíblicos, teológicos y el
so 1947-1948—, habían desvelado en el entonces jo­ diálogo fraterno (cf. NA, 4). Le anim am os a que si­
ven estudiante la herencia com ún de judíos y cristia­ gan prestando este precioso servicio, a la luz de los
nos, legado que form a parte de las raíces, junto con textos conciliares, acogiendo los dones que Dios Crea­
la tradición helénica y la latino-cristiana, del ser de dor y Padre sigue repartiendo a los hom bres con la
Europa; todavía más, cómo la tradición judeo-cris- Revelación, con su Palabra.
tian a estaba llam ada a ejercitar una guía religiosa
A n t o n io M a r ía R o u c o V a r e l a
en un m undo confundido en el complejo proceso de
la secularización. Las preocupaciones del Cardenal Cardenal-Arzobispo de M adrid
R atzinger quedaron plasm adas en la m onografía
titulada «Die Vielfalt der Religionen und d er Eine
Bund» (1998).
Los textos ahora publicados —el conciliar, los de
Juan Pablo II y Benedicto XVI— constituyen u n hito
histórico en las relaciones entre el m undo católico y
el judío y form an parte de la reciente historia, espe­
cialmente de la Europa de los siglos xx y xxi. Pero
además no debemos olvidar que no dejan de tener un
especial interés para poder entender más profunda­
mente la historia de España.
Agradecemos m uy cordialm ente a los que han he­
cho posible la edición de este riquísim o corpus do­
cumental en el que se incluyen los docum entos ofi­
ciales para las relaciones de la Iglesia Católica con el
mundo judío y el abundante legado de Juan Pablo II
—documentos, mensajes, discursos ante com unida­
des judías, rabinos y otras instituciones, declaracio­
nes conjuntas y todas las alocuciones en el m em ora­
ble Viaje a la tierra de los patriarcas, de los profetas y
de Jesucristo—. Los docum entos de Juan Pablo II se

IV V
I. DOCUMENTOS OFICIALES PARA
LAS RELACIONES DE LA IGLESIA
CON EL PUEBLO JUDÍO
1.1. DECLARACIÓN NOSTRA AETATE

Declaración del Concilio Vaticano II sobre las


relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas

Proem io

1. En n uestra época, en la que el género hum ano


se une cada vez m ás estrecham ente y aum entan los
vínculos entre los diversos pueblos, la Iglesia consi­
dera con m ayor atención en qué consiste su relación
con respecto a las religiones no cristianas. En cum ­
plim iento de su m isión de fu n d am en tar la unidad
y la caridad entre los hom bres y, aún más, entre los
pueblos, considera aquí, ante todo, aquello que es co­
m ún a los hom bres y que conduce a la m utua solida­
ridad.
Todos los pueblos form an una com unidad, tienen
un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo
el género hum ano sobre la faz de la Tierra, y tienen
tam bién un fin últim o, que es Dios, cuya providen­
cia, m anifestación de bondad y designios de salva­
ción se extienden a todos, hasta que se unan los ele­
gidos en la ciudad santa, que será ilum inada por el
resplandor de Dios y en la que los pueblos cam ina­
rán bajo su luz.
Los hom bres esperan de las diversas religiones la
respuesta a los enigm as recónditos de la condición

11
hum ana, que hoy como ayer, agitan el corazón de los tran en el m undo se esfuerzan por responder de varias
hom bres: ¿Qué es el hom bre, cuál es el sentido y el maneras a la inquietud del corazón hum ano, propo­
fin de nuestra vida, el bien y el pecado, el origen y niendo caminos, es decir, doctrinas, norm as de vida
el fin del dolor, el cam ino para conseguir la verdade­ y ritos sagrados.
ra felicidad, la m uerte, el juicio, la sanción después La Iglesia Católica no rechaza nada de lo que en
de la m uerte? ¿Cuál es, finalm ente, aquel últim o e estas religiones hay de santo y verdadero. Considera
inefable m isterio que envuelve nuestra existencia, del con sincero respeto los m odos de obrar y de vivir, los
cual procedem os y hacia donde nos dirigimos? p r e c e p t o s y doctrinas que, por m ás que discrepen en
mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas ve­
ces reflejan un destello de aquella Verdad que ilum i­
Las diversas religiones no cristianas na a todos los hombres. Anuncia y tiene la obligación
de anunciar constantem ente a Cristo, quien es «el
2. Ya desde la Antigüedad y hasta nuestros días, se Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6 ), en quien los
encuentra en los diversos pueblos una cierta percep­ hom bres encuentran la plenitud de la vida religiosa y
ción de aquella fuerza m isteriosa que se halla presen­ en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas.
te en la m archa de las cosas y en los acontecim ientos Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que, con
de la vida hum ana, y a veces, tam bién, el reconoci­ prudencia y caridad, m ediante el diálogo y la colabo­
m iento de la Sum a Divinidad e incluso del Padre. ración con los adeptos de otras religiones, dando tes­
Esta percepción y este reconocim iento están ligados tim onio de fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y
con un íntim o sentido religioso. Las religiones, al to­ prom uevan aquellos bienes espirituales y morales,
m ar contacto con el progreso de la cultura, se esfuer­ así como los valores socioculturales que en ellos exis­
zan por responder a dichos problem as con nociones ten.
más precisas y un lenguaje m ás elaborado. Así, en el
hinduismo, los hom bres investigan el m isterio divi­
no, y lo expresan m ediante la inagotable fecundidad La religión del islam
de los mitos y los grandes esfuerzos de la filosofía, y
buscan la liberación de las angustias de nuestra con­ 3. La Iglesia m ira tam bién con aprecio a los m usul­
dición m ediante las m odalidades de la vida ascética, m anes que adoran al único Dios, viviente y subsis­
a través de profunda meditación, o bien buscando re­ tente, m isericordioso y todopoderoso, creador del
fugio en Dios con am or y confianza. cielo y de la tierra, que habló a los hom bres, a cuyos
En el budism o, según sus varias formas, se reco­ ocultos designios procuran som eterse con toda el
noce la insuficiencia radical de este m undo mudable alm a como se sometió Abraham a Dios, a quien la fe
y se enseña el cam ino por el que los hom bres, con es­ islám ica m ira con com placencia. Veneran a Jesús
píritu devoto y confiado, pueden adquirir el estado como profeta, aunque no lo reconocen como Dios;
de perfecta liberación o la suprem a ilum inación con honran a María, su m adre virginal, y a todos los hom ­
sus propios esfuerzos, apoyados en el auxilio supe­ bres resucitados; aprecian, además, el día del juicio,
rior. Así, también, las demás religiones que se encuen­ cuando Dios rem unerará a todos los hom bres resuci­

12 13
tados. Por tanto, aprecian la vida m oral y honran a del apóstol Pablo sobre sus herm anos de sangre, «a
Dios, sobre todo, con la oración, las lim osnas y el quienes pertenecen la adopción y la gloria; la Alianza,
ayuno. la Ley, el culto y las prom esas, y tam bién los p atriar­
Si en el transcurso de los siglos surgieron no po­ cas, y de quienes procede Cristo según la carne, hijo
cas desavenencias y enem istades entre cristianos y de la Virgen María» (Rom 9, 4-5). Recuerda tam bién
m usulm anes, el Sagrado Concilio exhorta a todos que los apóstoles, fundamentos y columnas de la Igle­
a que, olvidando lo pasado, procuren y prom uevan sia, nacieron del pueblo judío, así como muchísim os
unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y de aquellos prim eros discípulos que anunciaron al
la libertad para todos los hombres. mundo el Evangelio de Cristo.
Como afirm a la Sagrada Escritura, Jerusalén no
conoció el tiempo de su visita, gran parte de los ju ­
La religión judía díos no aceptaron el Evangelio e incluso no pocos se
opusieron a su difusión. No obstante, según el Após­
4. Al investigar el misterio de la Iglesia, este Sagrado tol, los judíos son todavía m uy am ados de Dios a
Concilio recuerda los vínculos con los que el Pueblo causa de sus padres, porque Dios no se arrepiente de
del Nuevo Testam ento está espiritualm ente unido sus dones y de su vocación. La Iglesia, juntam ente
con la raza de Abraham.
con los profetas y el mismo Apóstol espera el día, que
Pues la Iglesia de Cristo reconoce que los co­
sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán
m ienzos de su fe y de su elección se encuentran ya
al Señor con u na sola voz y «lo servirán como un
en los patriarcas, en Moisés y los profetas, conforme
solo hombre» (Sof 3,9).
al m isterio salvífico de Dios. Reconoce que todos los
Por consiguiente, como es tan grande el patrim o­
cristianos, hijos de Abraham según la fe, están in­
nio espiritual com ún a cristianos y judíos, este Sagra­
cluidos en la vocación del m ismo patriarca y que la
salvación de la Iglesia está m ísticam ente prefigurada do Concilio quiere fom entar y recom endar el m utuo
en la salida del pueblo elegido de la tierra de la es­ conocim iento y aprecio entre ellos, que se consigue,
clavitud. sobre todo, por medio de los estudios bíblicos y teo­
Por lo cual, la Iglesia no puede olvidar que ha re­ lógicos, y con el diálogo fraterno.
cibido la revelación del Antiguo Testam ento por me­ Aunque las autoridades de los judíos con sus se­
dio de aquel pueblo, con quien Dios, por su inefable guidores reclam aron la m uerte de Cristo, sin em bar­
m isericordia, se dignó establecer la Antigua Alian­ go, lo que en su Pasión se hizo no puede ser imputado
za, ni puede olvidar que se nutre de la raíz del buen ni indistintam ente a todos los judíos que entonces vi­
olivo en el que se han injertado las ram as del olivo vían, ni a los judíos de hoy. Y, si bien la Iglesia es el
silvestre que son los gentiles. Cree, pues, la Iglesia nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos
que Cristo, nuestra paz, reconcilió por la cruz a ju ­ como reprobados de Dios ni malditos, como si esto
díos y gentiles, y que de am bos hizo una sola cosa en se dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consi­
sí mismo. guiente, procuren todos no enseñar nada que no esté
La Iglesia tiene siempre ante sus ojos las palabras conforme con la verdad evangélica y con el espíritu

14 15
de Cristo, ni en la catequesis ni en la predicación de
la palabra de Dios. guiendo las huellas de los santos apóstoles Pedro y
P a b lo , ruega ardientem ente a l o s fieles que, « o b s e r ­
Además, la Iglesia, que reprueba cualquier perse­
c u c i ó n contra los hombres, consciente del patrim o­
vando en medio de las naciones una conducta ejem­
nio com ún con los judíos, e impulsada no por razones plar», si es posible, en cuanto de ellos depende, tengan
paz con todos l o s hom bres, para que sean verdadera­
políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, de­
mente hijos del Padre que está en los cielos.
plora los odios, persecuciones y manifestaciones de an­
Todas y cada una de las cosas contenidas en esta
tisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los
judíos. declaración han obtenido el beneplácito de los p a­
dres del sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la
Por los demás, Cristo, como siem pre lo ha profe­
potestad apostólica recibida de Cristo, juntam ente con
s a d o y profesa la Iglesia, abrazó voluntariamente, m o­
los venerables padres, las aprobam os, decretam os y
vido por una inm ensa caridad, su Pasión y M uerte
establecemos en el Espíritu Santo, y m andam os que
por los pecados de todos los hom bres, para que to­
lo así decidido conciliarm ente sea prom ulgado para
dos consigan la salvación. Es, pues, deber de la Iglesia
la gloria de Dios.
en su predicación anunciar la cruz de Cristo como sig­
no del am or universal de Dios y como fuente de toda
Yo, Pa b l o , Obispo de la Iglesia Católica
gracia.

Roma, en San Pedro, 28 de octubre de 1965


La fraternidad universal excluye
toda discrim inación

5 . No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos


negamos a conducim os fraternalm ente con algunos
hombres, creados a im agen de Dios. La relación del
hombre para con Dios Padre y con los dem ás hom ­
bres, sus herm anos, están de tal form a unidas que,
como dice la Escritura: «El que no ama, no ha cono­
cido a Dios» (1 Jn 4, 8).
Así se elim ina el fundam ento de toda teoría o
práctica que introduce discriminación entre los hom ­
bres y entre los pueblos, en lo que toca a la dignidad
humana y a los derechos que de ella dim anan.
La Iglesia, por consiguiente, reprueba como ajena
al espíritu de Cristo cualquier discrim inación o veja­
ción realizada por motivos de raza o color, de con­
dición o religión. Por esto, el Sagrado Concilio, si­

16
17
num erosas iniciativas en distintos países. Éstas han
dado lugar a desentrañar mejor las condiciones, den­
tro de las cuales es posible elaborar y fomentar nuevas
relaciones entre judíos y cristianos. Parece que ha
llegado el m om ento de proponer, siguiendo las orien­
taciones del Concilio, algunas sugerencias concretas,
basadas en la experiencia, con la esperanza de que
sirvan para tra ta r de hacer realidad en la vida de la
Iglesia los propósitos expuestos en el docum ento
1.2. ORIENTACIONES Y SUGERENCIAS conciliar.
PARA LA APLICACIÓN DE LA DECLARACIÓN Partiendo de dicho docum ento, aquí hay que re­
CONCILIAR NOSTRA AETATE (n.° 4) cordar que los vínculos espirituales y las relaciones
históricas que unen a la Iglesia con el judaism o con­
Documento de la Comisión para las Relaciones denan como contrarias al espíritu m ism o del cristia­
con el Judaismo nismo todas las formas de antisem itism o y discrim i­
nación, cosa que de por sí la dignidad hum ana basta
para condenar. Con m ayor razón estos vínculos y re­
La declaración Nostra Aetate, de fecha 28 de octubre laciones im ponen el deber de una m ejor com pren­
de 1965, sobre las relaciones de la Iglesia con las re­ sión recíproca y de una renovada estim a m utua. De
ligiones no cristianas m arca un hito im portante en la m anera positiva es im portante, pues, concretam en­
historia de las relaciones entre judíos y católicos. te, que los cristianos procuren en ten d er m ejor los
Por lo demás, la iniciativa conciliar está enm ar­ elem entos fundam entales de la tradición religiosa
cada en un contexto profundam ente m odificado por judía y que capten los rasgos esenciales con que los
el recuerdo de las persecuciones y m atanzas sufridas judíos se definen a sí m ismos a la luz de su propia
por los judíos en Europa, inm ediatam ente antes y realidad religiosa.
durante la segunda guerra mundial. De acuerdo con estas consideraciones de princi­
A pesar de que el cristianism o haya nacido dentro pios, proponem os sencillam ente algunas prim eras
del judaism o y haya recibido de él algunos elementos aplicaciones prácticas en varios sectores esenciales
esenciales de su fe y de su culto, la fractura se ha he­ de la vida de la Iglesia, con m iras a iniciar o fom en­
cho cada vez más honda, hasta el punto de llegar casi tar de m anera sana las relaciones entre los católicos
a una m utua incom prensión. y sus herm anos judíos.
Al cabo de dos milenios, caracterizados dem asia­
do a m enudo por la ignorancia m utua y frecuentes
enfrentam ientos, la declaración Nostra Aetate b rin ­ 1. El diálogo
daba la ocasión para entablar o proseguir un diálogo
con m iras a un m ejor conocim iento recíproco. Du­ En realidad, hay que reconocer que las relaciones en­
rante los nueve años transcurridos, a p a rtir de la tre judíos y cristianos, cuando las ha habido, no han
prom ulgación de la declaración, se han em prendido
19
18
superado generalm ente el monólogo; lo im portante
ambas partes, podrá facilitarse u n encuentro com ún
ahora es entablar un verdadero diálogo.
ante Dios, en la oración y la m editación silenciosa,
El diálogo presupone un deseo m utuo de cono­
ya que éste es m uy eficaz p ara obtener la hum ildad y
cerse, y de am pliar e intensificar este conocim iento.
la apertura de espíritu y de corazón, tan necesarias
Constituye un m edio privilegiado para facilitar un
para el conocim iento profundo de sí m ismo y de los
m ejor conocim iento m utuo y, concretam ente en el demás. Particularm ente, podría realizarse a propósi­
caso del diálogo entre judíos y cristianos, para cono­
to de las grandes causas, como son la justicia y la paz.
cer m ás a fondo las riquezas de la propia tradición.
Condición para el diálogo es respetar al interlocutor
tal como es y, sobre todo, respetar su fe y sus convic­
ciones religiosas. 2. La liturgia
En virtud de su m isión divina, la Iglesia tiene por Deberán recordarse los vínculos existentes entre la li­
su naturaleza el deber de proclam ar a Jesucristo en
turgia cristiana y la liturgia judía. La com unidad de
el m undo (Ad Gentes, 2). Para evitar que este testi­
vida al servicio de Dios y de la hum anidad por am or
m onio de Jesucristo pueda parecer a los judíos una
a Dios, tal como se realiza en la liturgia, es una carac­
agresión, los católicos procurarán vivir y proclam ar
terística tanto de la liturgia judía como de la cristia­
su fe respetando escrupulosam ente la libertad reli­ na. Para las relaciones judeo-cristianas es necesario
giosa tal como la ha enseñado el Concilio Vaticano II conocer los elem entos com unes de la vida litúrgica
(declaración Dignitatis Humanae). Deberán esforzar­ (fórmulas, fiestas, ritos, etc.), en los que la Biblia ocu­
se, asim ismo, por com prender las dificultades que el
pa un lugar esencial.
alm a judía experim enta ante el m isterio del Verbo
Deberá hacerse un esfuerzo por com prender m e­
encarnado, dada la noción tan alta y pu ra que ella
jor lo que en el Antiguo Testam ento conserva su va­
tiene de la trascendencia divina.
lor propio y perenne (cf. Dei Verbum, 14-15); porque
Si bien es verdad que en este terreno reina toda­ este valor no ha sido anulado por la interpretación
vía un clima de recelo bastante extendido, motivado
posterior del Nuevo Testam ento que, al contrario, le
por un pasado deplorable, los cristianos, p o r su lado, da su significado pleno, recibiendo a su vez luz y ex­
han de saber reconocer su parte de responsabilidad y
plicación (cf. ibidem, 16). La im portancia de esto es
sacar las consecuencias prácticas para el futuro.
tanto m ayor en cuanto que la reform a litúrgica pone
Además de las reuniones fraternas, se estim ulará a los cristianos cada vez m ás en contacto con los tex­
tam bién el encuentro de especialistas, con m iras a
tos del Antiguo Testamento.
estudiar los m últiples problem as relacionados con Al com entar los textos bíblicos, sin m inim izar los
las convicciones fundam entales del judaism o y del
elementos originales del cristianism o, se pondrá de
cristianism o. Gran apertura de espíritu, prevención relieve la continuidad de nuestra fe con relación a la
contra los propios prejuicios y tacto: tales son las
de la Antigua Alianza, a la luz de las promesas. No­
cualidades indispensables para no herir, ni siquiera
sotros creemos que éstas se han cum plido con la p ri­
involuntariam ente, a los interlocutores.
m era venida de Cristo, pero no es m enos cierto que
Si las circunstancias lo perm iten y es deseable por
estamos esperando todavía su perfecto cum plim ien­
20
21
to, que se realizará cuando Él vuelva glorioso al final • El judaism o de tiem po de Cristo y de los após­
de los tiempos. toles era una realidad compleja, que englobaba todo
En cuanto a las lecturas litúrgicas, se les deberá un m undo de tendencia, de valores espirituales, reli­
dar, en las homilías, una justa interpretación, sobre giosos, sociales y culturales.
todo si se trata de pasajes que parecen ofrecer una • El Antiguo Testam ento y la tradición judía en
imagen desfavorable del pueblo judío como tal. Habrá él fundada no deben considerarse opuestos al Nuevo
que esforzarse por instruir al pueblo cristiano de m a­ Testamento, como si constituyesen una religión so­
nera que llegue a com prender todos los textos en su lamente de justicia, tem or y legalismo, sin referencia
justo sentido y en su verdadero significado para el al am or de Dios y del prójim o (cf. Dt 6 , 5; Lev 19-18;
creyente de hoy. Mt 22, 34-40).
Las comisiones encargadas de las traducciones li­ • Jesús, lo m ismo que sus apóstoles y gran parte
túrgicas pondrán especial cuidado en la versión de de sus prim eros discípulos, nació del pueblo judío.
las expresiones y los pasajes que puedan ser enten­ Él mismo, revelándose como Mesías e Hijo de Dios
didos de m anera tendenciosa por los cristianos no (cf. Mt 16, 16), p o rtad o r de un m ensaje nuevo, el
suficientemente informados. Es evidente que no pue­ Evangelio, se presentó com o el cum plim iento y la
den cam biarse los textos bíblicos, pero sí se puede, perfección de la revelación anterior. Y aunque la en­
en las versiones destinadas al uso litúrgico, hacer ex­ señanza de Jesucristo tiene un carácter de profunda
plícito el significado del texto, teniendo en cuenta los novedad, no p or eso deja de apoyarse, repetidas ve­
estudios de los exégetas. ces, en la doctrina del Antiguo Testamento. El Nuevo
Las observaciones anteriores hay que aplicarlas Testam ento está profundam ente m arcado todo él
tam bién a las introducciones de las lecturas bíblicas, por su relación con el Antiguo. Como ha declarado
de la Oración de los fieles y a los com entarios inclui­ el Concilio Vaticano II: «Dios, inspirador y autor de
dos en los misales de los fieles.
los libros de am bos Testamentos, lo hizo sabiamente,
de m odo que el Antiguo encubriera el Nuevo, y el
Nuevo descubriera el Antiguo» (Dei Verbum, 16).
3. Enseñanza y educación
Además, Jesús em plea métodos de enseñanza simila­
Aunque todavía queda m ucho trabajo por hacer, se res a los de los rabinos de su tiempo.
ha llegado en los últim os años a una m ejor com pren­ • En cuanto al proceso y m uerte de Jesús, el Con­
sión del judaism o y de su relación con el cristianismo, cilio ha recordado que «lo que en la Pasión se hizo
gracias a las enseñanzas de la Iglesia, a los estudios e no puede ser im putado ni indistintam ente a todos
investigaciones de los especialistas y, tam bién, al diá­ los judíos que vivían entonces, ni a los judíos de hoy»
logo iniciado. A este respecto m erecen recordarse los (Nostra Aetate, 4).
puntos siguientes: La historia del judaism o no term ina con la des­
• El mismo Dios, «inspirador y autor de los libros trucción de Jerusalén, sino que ha seguido adelante
de am bos Testamentos» (Dei Verbum, 16) es quien desarrollando una tradición religiosa, cuyo alcance,
habla en la Antigua y en la Nueva Alianza. si bien asum iendo, a nuestro parecer, un significado

22 23
ducirse en u na acción efectiva en favor de los hom ­
profundam ente diferente después de Cristo, sigue, no
bres. De acuerdo con el espíritu de los profetas, judíos
obstante, siendo rico en valores religiosos.
y cristianos colaborarán gustosos para la consecu­
Junto con los profetas y el apóstol Pablo, «la Igle­
ción de la justicia social y de la paz, en el ámbito local,
sia espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos
nacional e internacional.
los pueblos invocarán al Señor con una sola voz y lo
Esta acción com ún puede fom entar, al m ism o
servirán como un solo hom bre» (Sof 3, 9) [Nostra
tiempo, un m ayor conocim iento y estim a recíproca.
Aetate, 4].
La inform ación acerca de estas cuestiones debe
ser im partida a todos los niveles de enseñanza y edu­
Conclusión
cación del cristiano. E ntre los medios de inform a­
ción, revisten particular im portancia los siguientes:
El Concilio Vaticano II ha indicado el cam ino que
— m anuales de catequesis;
hay que seguir para prom over una profunda frater­
— libros de historia;
nidad entre judíos y cristianos. Pero queda todavía
— medios de comunicación social (prensa, radio,
por recorrer m ucho camino.
cine, televisión).
El problem a de las relaciones entre judíos y cris­
El empleo eficaz de estos medios presupone una
tianos interesa a la Iglesia como tal, pues es «escru­
específica form ación de los profesores y los educa­
tando su propio misterio» como ella se plantea el
dores en las escuelas, así como en los sem inarios y
misterio de Israel. Un problem a que sigue teniendo
las universidades.
toda su im portancia, aun en las regiones donde no
Se fom entará la investigación p o r parte de los
hay ninguna Com unidad Judía. Este problem a tiene
especialistas acerca de los problem as que atañen al
asim ism o un aspecto ecuménico: el reto m o de los
judaism o y las relaciones judeo-cristianas, especial­
cristianos a las fuentes y a los orígenes de su fe, in­
m ente en el ám bito de la exégesis, la teología, la his­
jertada en la Antigua Alianza, contribuye a la bús­
toria y la sociología. Los institutos católicos superio­
queda de la unidad en Cristo, piedra angular.
res de investigación, a ser posible en colaboración
En este sentido, los obispos deberán to m ar las
con otras instituciones análogas, así com o los espe­
medidas pastorales oportunas dentro del m arco de la
cialistas están invitados a contribuir a la solución de
disciplina general de la Iglesia y de la doctrina co­
tales problem as. Donde sea posible se crearán cáte­
m únm ente profesada por su magisterio. Crearán, por
dras de estudios judíos y se estim ulará la colabora­
ejemplo, a nivel nacional y regional, comisiones o se­
ción con expertos judíos.
cretariados apropiados, o nom brarán a una persona
com petente encargada de prom over la aplicación de
las directrices conciliares y de las sugerencias aquí
4. Acción social y com ún
propuestas.
En el plano de la Iglesia universal, el Santo Padre
La tradición judía y cristiana, fundada en la Palabra
ha constituido, con fecha 22 de octubre de 1974, ane­
de Dios, es consciente del valor de la persona hum a­
ja al Secretariado para la Unión de los Cristianos, una
na, imagen de Dios. El am or al m ism o Dios debe tra ­

24 25
Comisión Especial para las Relaciones Religiosas con
el Judaism o. Creada con m iras a prom over y estim u­
lar relaciones religiosas entre judíos y católicos, en
colaboración eventual con otros cristianos, esta co­
m isión especial, dentro de los límites de su compe­
tencia, está a disposición de todos los organism os in­
teresados para inform arlos y ayudarlos a realizar su
com etido, en conform idad con las directrices de la
Santa Sede; ésta desea increm entar dicha colabora­ 1.3. NOTAS PARA LA CORRECTA
ción para poner en práctica de m anera efectiva y jus­ PRESENTACIÓN DE LOS JUDÍOS Y DEL
ta las orientaciones del Concilio. JUDAÍSMO EN LA PREDICACIÓN
Y LA CATEQUESIS DE LA IGLESIA CATÓLICA
J o ha nnes, C a rd e n a l W il l e b r a n d s ,
P re s id e n te d e la C o m is ió n
P i e r r e - M a r ie d e C a n t e n s o n , O .P ., Consideraciones preliminares
Secretario
El Papa Juan Pablo II decía, en m arzo de 1982, a los
delegados de las Conferencias episcopales y otros
Roma, 1 de diciembre de 1974 expertos, reunidos en Rom a para estudiar las rela­
ciones entre Iglesia y judaism o: «... os habéis intere­
sado, durante vuestra reunión, por la enseñanza ca­
tólica y de la catequesis, en relación con los judíos y
el judaism o... Se debería llegar a que esta enseñanza,
en los diversos niveles de form ación religiosa y en la
catequesis im partida a niños y adolescentes, presen­
tara a los judíos y el judaism o no sólo de m anera ho­
nesta y objetiva, sin ningún prejuicio y sin ofender a
nadie, sino m ejor todavía con una conciencia viva de
la herencia com ún a judíos y cristianos.»
En este texto, tan denso de contenido, el Papa se
inspiraba visiblem ente en la D eclaración Conciliar
Nostra Aetate, 4, donde se dice:
«Por consiguiente, procuren todos no enseñar nada
que no esté conform e con la verdad evangélica y con
el espíritu de Cristo, ni en la catequesis ni en la predi­
cación de la Palabra de Dios.» Tenía tam bién presen­
tes estas palabras: «Como es tan grande el patrim onio
26 27
espiritual com ún a cristianos y judíos, este Sagrado nivel mismo de su propia identidad» (Juan Pablo II,
Concilio quiere fom entar y recom endar el m utuo co­ discurso del 6 de m arzo de 1982), relaciones «funda­
nocim iento y aprecio entre ellos.» das en el designio del Dios de la Alianza» (ibidem),
Igualm ente, las Orientaciones y sugerencias para los judíos y el judaism o no deberían ocupar un lugar
la aplicación de la Declaración Conciliar N ostra Aeta­ tan sólo m arginal y ocasional en la catequesis y la
te, 4 recom iendan en el capítulo III, intitulado «En­ predicación. Su presencia indispensable debe ser en
señanza y educación», una serie de indicaciones con­ ella integrada de m anera orgánica.
cretas destinadas a ser puestas en práctica en uno y 3. Este interés por el judaism o en la enseñanza
otro campo: católica no tiene solam ente u n fundam ento históri­
«La inform ación acerca de estas cuestiones debe co o arqueológico. Como decía el Santo Padre, en el
ser im partida a todos los niveles de enseñanza y edu­ discurso varias veces citado, después de m encionar
cación del cristiano. E ntre los m edios de inform a­ el «patrimonio común» entre Iglesia y judaism o, que
ción, revisten particular im portancia los siguientes: es «considerable»: «Hacer el inventario de este patri­
— m anuales de catequesis; monio en sí mismo, pero tam bién teniendo en cuen­
— libros de historia; ta la fe y la vida religiosa del pueblo judío, tal como
— medios de com unicación social (prensa, radio, se la practica hoy, puede ayudar a entender mejor de­
cine, televisión). term inados aspectos de la vida de la Iglesia.» Se tra ­
El empleo eficaz de estos medios presupone una ta, por consiguiente, de una preocupación pastoral
específica form ación de los profesores y los educa­ por una realidad siem pre viva, en estrecha relación
dores en las escuelas, así com o en los sem inarios y con la Iglesia. El Santo Padre ha presentado esta rea­
las universidades» (AAS 77, 1975, p. 73). lidad perm anente del pueblo judío con una notable
Los párrafos que siguen se proponen servir a este fórmula teológica, en su alocución a los representan­
propósito. tes de la Com unidad Judía de Alemania Federal, en
Maguncia, el 17 de noviembre de 1980: «... el pueblo
de Dios de la Antigua Alianza, nunca revocada...»
I. Enseñanza religiosa y judaism o 4. Es preciso referir ya aquí el texto en el cual las
Orientaciones y sugerencias han procurado definir la
1. En la Declaración Conciliar Nostra Aetate, 4, el condición fundam ental del diálogo: «Respetar al in­
Concilio habla del «vínculo» que une «espiritualm en­ terlocutor tal como es», «entender m ejor los elem en­
te» a cristianos y judíos, así como del «gran patrim o­ tos fundam entales de la tradición religiosa judía» y,
nio espiritual común» a ambos, y afirm a todavía que además, procurar «captar los rasgos esenciales con
«la Iglesia de Cristo reconoce que los com ienzos de que los judíos se definen a sí mismos a la luz de su
su fe y de su elección se encuentran ya en los p a­ actual realidad religiosa» (Intr.).
triarcas, en Moisés y en los profetas, conform e al 5. La singularidad y la dificultad de la enseñan­
m isterio salvífico de Dios». za cristiana acerca de los judíos y el judaism o con­
2. En razón de estas relaciones únicas, existen­ sisten, sobre todo, en la exigencia de retener a la vez
tes entre cristianism o y judaism o, «vinculados en el ambos térm inos de varias expresiones dobles, en las

28 29
qUe eje expresa la conexión entre las dos economías redentor a todos, «respetando escrupulosam ente la
del An t'g uo y del Nuevo Testamento: libertad religiosa tal como la ha enseñado el Conci­
• Prom esa y cum plim iento lio Vaticano II (declaración Dignitatis Humanae)»
• Continuidad y novedad (Orient. y sug., 1).
• Singularidad y universalidad 8 . La urgencia y la im portancia de una enseñan­
• Unicidad y ejem plaridad za precisa, objetiva y rigurosam ente exacta acerca
I in p o r t a q u e e l te ó lo g o o e l c a te q u is ta q u e q u ie r a del judaism o a nuestros fieles se deduce tam bién del
tr a t a r e s te te m a se p r e o c u p e d e h a c e r v er, e n la p r á c ­ peligro de un antisem itism o siem pre a punto de rea­
t ic a í n i s m a d e s u e n s e ñ a n z a , q u e : parecer bajo rostros diferentes. En esto, no se trata
• La prom esa y el cum plim iento se ilum inan m u­ solamente de erradicar en nuestros fieles los restos
tuamente- de antisem itism o que se encuentran todavía aquí y
• La novedad consiste en una transform ación de allí, sino m ucho más de suscitar en ellos, m ediante
lo qüe Ya existía antes. la tarea educativa, un conocim iento exacto del «vín­
• El carácter singular del pueblo del Antiguo Tes- culo» (cf. Nostra Aetate, 4) absolutam ente único, que,
tament° no es exclusivo, sino que está abierto, en la como Iglesia, nos liga a los judíos y al judaism o. De
visión divina, a una extensión universal. este modo, les enseñaríam os a apreciar y am ar a
• El carácter único de ese m ism o pueblo existe aquellos que, elegidos por Dios para preparar la ve­
en función de una ejem plaridad. nida de Cristo, han conservado todo aquello que les
6 , Finalmente, «en este campo, la im precisión y
fuera progresivamente revelado y otorgado en el cur­
la mediocridad causarían grave daño» al diálogo ju-
so de esta preparación, no obstante, su dificultad en
deo-¿ristiano (Juan Pablo II, discurso del 6 de m arzo reconocer en él a su Mesías.
de 1982). Pero sobre todo dañarían, puesto que se
trata de enseñanza y educación, a la «propia identi­
dad» cristiana (ibidem).
II. R elaciones entre el Antiguo
7 . «En virtud de su m isión divina, la Iglesia» que
es «el auxilio general de salvación» y en quien se en­ y el Nuevo Testam ento
c u e n t r a «la total plenitud de los medios de salva­
ción» (Unitatis redintegratio, 3), «tiene por naturaleza 1. Antes de referirse a cada uno de los aconteci­
el d^ber de proclam ar a Jesucristo en el mundo» mientos de la historia, es preciso presentar la unidad
(Orií’nt. y sug., 1). En efecto, creemos que es por Él de la revelación bíblica (Antiguo y Nuevo Testam en­
qUe vamos al Padre (cf. Jn 14, 6 ), y que «la vida eter­ to) y del plan divino, a fin de subrayar bien que cada
na es que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a uno de ellos no adquiere su significación sino a la luz
tu enviado, Jesucristo» (Jn 17, 3). de la totalidad de esa historia, de la creación a la con­
jesús afirm a (ibidem, 10 , 16) que «habrá u n solo sumación. Ella concierne a todo el género hum ano y
rebaño y un solo pastor». Iglesia y judaism o no pue­ particularm ente a los creyentes. De este modo, el sen­
den así ser presentados como dos vías paralelas de tido definitivo de la elección de Israel aparece sola­
salvación, y la Iglesia debe d ar testim onio de Cristo mente a la luz de la realización plena (Rom 9-11), y la

30 31
elección en Jesucristo se comprende todavía mejor en 5. Interesa, igualmente, acentuar que la interpre­
relación con el anuncio y la prom esa (cf. Heb 4, 1-11). tación tipológica consiste en leer el Antiguo Testa­
2. Se trata, sin duda, de acontecim ientos singu­ m ento como preparación y, bajo ciertos aspectos,
lares que conciernen a una nación singular, pero como esbozo y anuncio del Nuevo (cf. Heb 5, 5-10,
que, en la intención de Dios que revela su propósito, etcétera). Cristo es, a partir de éste, la referencia clave
están destinados a recibir un significado universal y de las Escrituras: «La roca era Cristo» (1 Cor 10, 4).
ejemplar. 6 . Es entonces verdad, y es preciso asim ism o
Se trata, además, de presentar los acontecim ien­ subrayarlo, que la Iglesia y los cristianos leen el An­
tos del Antiguo Testamento no como hechos que to­ tiguo Testam ento a la luz del acontecim iento de Cris­
can solamente a los judíos, sino que nos afectan tam ­ to, m uerto y resucitado, y que, por este motivo, hay
bién personalm ente. A braham es de veras el padre una lectura cristiana del Antiguo Testamento que no
de nuestra fe (cf. Rom 4, 11-12; Canon rom ano: pa- coincide necesariam ente con la lectura judía. De este
triarchae nostri Abrahae). Y se nos dice (1 Cor 10, 1): modo, identidad cristiana e identidad judía deben
«Nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, to­ ser cuidadosam ente distinguidas en sus respectivas
dos atravesaron el mar.» Los patriarcas, los profetas lecturas de la Biblia. Pero esto nada quita del valor
y otras personalidades del Antiguo Testam ento han del Antiguo Testam ento en la Iglesia ni impide que
sido y serán siem pre venerados como santos en la los cristianos puedan a su vez aprovechar con dis­
tradición litúrgica de la Iglesia oriental como tam ­ cernim iento las tradiciones de la lectura judía.
bién de la Iglesia latina. 7. La lectura tipológica no hace más que m ani­
3. De esta unidad del plan divino surge el pro­ festar las riquezas insondables del Antiguo Testa­
blem a de la relación entre el Antiguo y el Nuevo Tes­ mento, su contenido inagotable y el m isterio del que
tam ento. La Iglesia, ya en los tiem pos apostólicos está colmado. No debe hacer olvidar que conserva su
(cf. 1 Cor 10, 11; Heb 10, 1), y luego constantem en­ valor propio de revelación, que en el Nuevo Testamen­
te en su tradición, ha resuelto ese problem a, sobre to a m enudo no hará m ás que resum ir (cf. Me 12,
todo, con la ayuda de la tipología, lo cual subraya el 29-31); p or lo dem ás, el m ism o Nuevo Testam ento
valor prim ordial que el Antiguo Testam ento debe te­ pide ser leído tam bién a la luz del Antiguo. La ca­
ner en la perspectiva cristiana. No obstante, la tipo­ tequesis prim itiva re c u rrirá co n stantem ente a él
logía suscita en no pocos un m alestar y ello es quizá (cf. vgr. 1 Cor 5, 6-8 ; 10, 1-11).
indicio de un problem a irresuelto. 8 . La tipología significa además la proyección ha­
4. En el uso de la tipología, cuya doctrina y cuya cia el cum plim iento del plan divino, cuando «Dios
práctica hemos recibido de la liturgia y de los Padres será todo en todas las cosas» (1 Cor 15, 28). Esto vale
de la Iglesia, se tendrá cuidado, pues, de evitar toda también para la Iglesia, que, realizada ya en Cristo, no
transición del Antiguo al Nuevo Testam ento que fue­ por eso deja de esperar su perfección definitiva, como
ra considerada solam ente como ruptura. La Iglesia, Cuerpo suyo. El hecho de que el Cuerpo de Cristo
con la espontaneidad del espíritu que la anim a, ha tienda todavía hacia su estatu ra perfecta (cf. Ef 4,
condenado enérgicam ente la actitud de M arción y se 12-13) nada detrae al valor del ser cristiano. Igual­
ha opuesto siem pre a su dualismo. mente, la vocación de los patriarcas y el Éxodo de

32 33
preparar el m undo a la venida del Mesías, operando
Egipto no pierden su im portancia y su consistencia
juntos p or la justicia social, el respeto de los dere­
propia en el plan de Dios porque son, a la par, etapas
chos de la persona hum ana y de las naciones, en o r­
interm ediarias de ese plan (cf. vgr. Nostra Aetate, 4).
den a la reconciliación social e internacional. A ello
9. El Exodo, por ejemplo, representa una expe­
somos im pulsados, judíos y cristianos, p or el p re ­
riencia de salvación y de liberación que no se conclu­
cepto del am o r al prójim o, u n a com ún esperanza
ye en sí misma, sino al contrario, lleva en sí, adem ás
del Reino de Dios y la gran herencia de los profe­
de su significación propia, el germ en de un desarro­
tas. Inculcada desde tem prano por la catequesis, una
llo ulterior. La salvación y la liberación han sido ya
concepción sem ejante educaría de m anera concreta
realizadas en Cristo y a la vez se realizan gradual­
a los jóvenes cristianos a una relación de coopera­
m ente por los sacram entos en la Iglesia.
ción con los judíos, yendo m ás allá del simple diálo­
Así se prepara el cum plim iento definitivo del plan
go (cf. Orient. y sug., 4).
de Dios, que espera entonces su definitiva consu­
m ación con el retom o de Jesús, como Mesías, por el
cual rezam os cada día. El Reino, por el cual oram os
III. R aíces judías del cristianism o
igualmente todos los días, será entonces finalmente
instaurado. Entonces, la salvación y la liberación h a­
12. Jesús era judío y no ha dejado nunca de serlo.
brán transform ado en Cristo a los elegidos y a la to­ Su m inisterio se limitó, voluntariam ente, a «las ove­
talidad de la creación (cf. Rom 8 , 19-23).
jas perdidas de la casa de Israel» (Mt 15, 24). Jesús
10. Además, al subrayar la dim ensión escato- era plenam ente un hom bre de su tiem po y de su am ­
lógica del cristianism o, se adquirirá u n a m ás viva biente, el am biente judío palestino del siglo i d.C.,
conciencia del hecho de que el pueblo de Dios de la cuyas angustias y esperanzas ha com partido. Esta
Antigua y de la Nueva Alianza, tiende hacia m etas afirm ación no es m ás que una acentuación de la rea­
análogas: la venida, o el retom o, del Mesías, aun si se lidad de la E ncarnación y del sentido m ism o de la
parte de dos puntos de vista diferentes. Y nos dare­
historia de la salvación, como nos ha sido revelado
mos cuenta con m ayor claridad de que la persona del
en la Biblia (cf. Rom 1, 3-4; Gál 4, 4-5).
Mesías, en relación con la cual el pueblo de Dios está 13. La relación de Jesús con la ley bíblica y sus
dividido, es tam bién para él un punto de convergen­ interpretaciones más o menos tradicionales son cier­
cia (cf. Sussidi per l’ecum enismo de la diócesis de tam ente complejas. Respecto de ella dio pruebas de
Roma, n. 140). Se puede así decir que judíos y cris­
una gran libertad (cf. las «antítesis» del Serm ón de la
tianos se encuentran en una esperanza comparable,
M ontaña: Mt 5, 21-48, con la debida consideración
fundada sobre una m ism a prom esa hecha a Abra­ de las dificultades exegéticas; cf. tam bién la actitud
ham (cf. Gn 12, 1-3; Heb 6 , 13-18).
de Jesús ante una observancia rigurosa del sábado:
11. Atentos al m ismo Dios que ha hablado, sus­ Me 3, 1-6, etc.).
pendidos a la m ism a palabra, nos corresponde dar Pero, por otra parte, no cabe duda de que quería
testim onio de una m ism a m em oria y de una com ún
someterse a la ley (cf. Gál 4, 4), fue circuncidado y
esperanza en Aquel que es el Señor de la historia.
presentado al Templo, como cualquier otro judío de
Deberíamos así asum ir nuestra responsabilidad de
35
34
su tiem po (cf. Le 2, 21, 22-24), y fue educado para 16. Las relaciones de Jesús con los fariseos no
observarla. Exhortaba a respetarla (cf. Mt 5, 17-20), fueron siem pre del todo polémicas. Hay de esto n u ­
e invitaba a obedecerla (cf. Mt 8 , 4). El ritm o de su merosos ejemplos:
vida estaba m arcado por la observancia de las pere­ • Son fariseos quienes previenen a Jesús del peli­
grinaciones, con ocasión de las grandes fiestas, y ello gro que corre (Le 13,31).
desde su infancia (cf. Le 2, 41-50; Jn 2, 13; 7, 10, • A lg u n o s f a r is e o s s o n a la b a d o s , c o m o e l « e s c r i­
etc.). Con frecuencia se ha notado, en el Evangelio ba» d e Me 12, 34.
de Juan, la im portancia del ciclo de las fiestas judías • Jesús come con fariseos (Le 7, 36; 14, 1).
(cf. 2, 13; 5, 1; 7, 2.10.37; 10, 22; 12, 1.13,1; 18, 28; 17. Jesús com partía, como la m ayoría de los ju ­
19, 42, etc.). díos palestinos de aquel tiempo, doctrinas propias de
14. Conviene notar todavía que Jesús enseñaba los fariseos: la resurrección de los cuerpos y las for­
a m enudo en las sinagogas (cf. Mt 4, 23; 9, 35; Le 4, mas de piedad: limosna, oración, ayuno (cf. Mt 6 , 1-
15-18; Jn 18, 20, etc.) y en el tem plo (cf. Jn 18, 20, 18; la costum bre litúrgica de dirigirse a Dios como
etc.) que frecuentaba, como sus discípulos, incluso Padre; la prioridad del precepto del am or de Dios y
después de la resurrección (cf. vgr. Hech 2, 46; 3, 1; del prójimo (cf. Me 12, 28-34). Lo m ism o vale de Pa­
21, 26, etc.). Quiso insertar en el contexto del culto blo (cf. vgr. H ech 23, 8 ), quien tuvo siem pre como
en la sinagoga la proclam ación de su m esianidad un título honorífico su pertenencia al grupo fariseo
(cf. Le 4, 16-21). Pero, sobre todo, quiso realizar el (cf. ibidem, 23, 6 ; 26, 5; Flp 3, 5).
acto suprem o del don de sí m ism o en el m arco de la 18. Pablo, como por lo dem ás el m ism o Jesús,
liturgia dom éstica de la Pascua, o por lo menos en el utilizó m étodos de lectura y de interpretación de la
m arco de la festividad pascual (cf. Me 14, 1.12 y pa­ Escritura y de enseñanza a los propios discípulos
ralelos; Jn 18, 28). Y ello perm ite com prender mejor comunes a los fariseos de su tiempo. Es el caso del
el carácter de «memoria» de la Eucaristía. uso de las parábolas en el m inisterio de Jesús, como
15. El Hijo de Dios se encam ó así en un pueblo y tam bién del m étodo, aplicado p or Jesús y por Pablo,
una familia hum ana (cf. Gál 4, 4; Rom 9, 5), lo cual de sustentar u na conclusión con una cita de la Es­
no quita nada al hecho de que hubiese nacido por to­ critura.
dos los hom bres, antes al contrario (alrededor de su 19. Hay que notar todavía que los fariseos no son
cuna están los pastores judíos y los magos paganos: m encionados en los relatos de la Pasión. Gamaliel
Le 2, 8-20; Mt 2, 1-12); y de que hubiese m uerto por (cf. Hech 5, 34-39) tom a la defensa de los apóstoles
todos (al pie de la cruz, de nuevo encontram os a los en una reunión del Sanedrín.
judíos, M aría y Juan entre ellos: Jn 19, 25-27, y a Una presentación exclusivamente negativa de los
los paganos, como el centurión: Me 15, 39 y p ara­ fariseos corre el riesgo de ser inexacta e injusta (cf.
lelos). De esta m anera, Jesús hizo uno de los dos pue­ Orient. y sug., Nota 1: AAS a, c., p. 76). Si se encuen­
blos en su carne (cf. Ef 2, 14-17). Se explica entonces tran en los Evangelios y en otras partes del Nuevo
que hubiera, en Palestina y en otras partes, junto a la Testam ento toda clase de referencias desfavorables
Ecclesia ex gentibus, una Ecclesia ex circumcisione, de a los fariseos, es necesario verlas contra el telón de
la cual habla por ejemplo Eusebio (Hist. Eccl, IV, 5). fondo de un m ovim iento complejo y diversificado.

36 37
Las críticas contra tipos diferentes de fariseos no síntesis, adaptándolos a la situación de las diversas
faltan por lo dem ás en las fuentes rabínicas (cf. Tal­ iglesias, conservando siem pre el estilo de la procla­
m ud de Babilonia, tratado Shoá 2 b, etc.). El «fari­ mación'; así nos transm itieron datos auténticos y ge-
seísmo», en sentido peyorativo, puede prosperar en n u in o s acerca de Jesús» (n . 19).
cualquier religión. No se excluye entonces que algunas referencias
Se puede tam bién notar que, si Jesús se m ostró hostiles o poco favorables a los judíos tengan como
severo con los fariseos, la razón es que, entre ellos y contexto histórico los conflictos entre la Iglesia n a­
él, existió m ayor proxim idad que con los dem ás gru­ ciente y la Comunidad Judía.
pos judíos del m ism o período (cf. supra n. 17). Ciertas polémicas reflejan la condición de las re­
20. Todo esto debería contribuir a hacer entender laciones entre judíos y cristianos posteriores a Jesús.
mejor la afirmación de san Pablo (Rom 2,16) sobre la Esta com probación tiene u n valor capital si se
«raíz» y las «ramas». La Iglesia y el cristianism o, con quiere recab ar el sentido de algunos textos de los
toda su novedad, encuentran su origen en el ambiente Evangelios para los cristianos de hoy.
judío del prim er siglo de nuestra era y, m ás profun­ De todo eso se debe tom ar nota cuando se prepa­
dam ente todavía, en el «plan de Dios» (Nostra Aeta­ ran las catequesis y las hom ilías para las últim as se­
te, 4), realizado en los patriarcas, Moisés y los profe­ manas de Cuaresm a y para la Sem ana Santa (cf. ya
tas (ibidem), hasta su consum ación en Cristo Jesús. Orient. y sug., 2; y ah o ra tam bién los Sussidi de la
diócesis de Roma, n. 124b.).
B. Es m anifiesto, p or otra parte, que, desde el
IV. Los ju díos en el Nuevo Testam ento comienzo del m inisterio de Jesús, hubo conflictos
entre Él y ciertas categorías de judíos de su tiempo;
21. Las Orientaciones decían ya (nota 1 ): «La fór­ tam bién con los fariseos (cf. Me 2, 1-11.24; 3, 6 , etc.).
m ula los judíos” en san Juan designa a veces, según C. Se da igualmente el hecho doloroso de que la
los contextos, a “los jefes de los judíos” o a “los ad­ m ayoría del pueblo judío y sus autoridades no han
versarios de Jesús”, expresiones que form ulan mejor creído en Jesús, hecho que no es solam ente un acon­
el pensam iento del evangelista y evitan que dé la im ­ tecimiento histórico, sino que posee im portancia teo­
presión de que se acusa al pueblo judío com o tal.» lógica, dim ensión cuyo significado san Pablo procu­
Una presentación objetiva del papel del pueblo ju ­ ra interpretar (Rom 9-11).
dío en el Nuevo Testam ento debe tener en cuenta los D. Tal hecho, acentuado a m edida que se desa­
siguientes datos: rrollaba la m isión cristiana, sobre todo entre los pa­
A. Los Evangelios son el fruto de una labor re- ganos, ha llevado a una inevitable ruptura entre el ju ­
daccional prolongada y complicada. La Constitución daismo y la Iglesia naciente, a p artir de este m om en­
dogm ática Dei Verbum, a la zaga de la Instrucción to irreductiblem ente separados y divergentes en el
Sancta Mater Ecclesia de la Pontificia Comisión Bí­ plano m ism o de la fe, situación que se refleja en la
blica, distingue en ella tres etapas: «Los autores sa­ redacción de los textos del Nuevo Testamento, y en
grados com pusieron los cuatro Evangelios escogien­ especial en los Evangelios. No se trata de dism inuir o
do datos de la tradición oral o escrita, reduciéndolos disim ular esta ruptura; ello no haría m ás que perju­

38 39
dicar la identidad de cada uno. No obstante, la rup­ o' «Cristo... abrazó voluntariam ente, movido por
tura no suprim e ciertam ente el «vínculo» espiritual ma inm ensa caridad, su Pasión y M uerte por los pe­
del cual habla el Concilio (Nostra Aetate, 4) y algunas cados de todos los hom bres, para que todos consigan
de cuyas dim ensiones nos proponem os elaborar en la s a lv a c ió n » (Nostra Aetate, 4 ) .
el presente texto. gl ^atccism o del Concilio de Trento ensena, ade-
E. Al reflexionar sobre el hecho aludido, a la luz más, que los cristianos que pecan son m ás culpables
de la Escritura, y especialm ente de los capítulos cita­ de lá m uerte de Cristo que los pocos judíos que en
dos de la Carta a los Romanos, los cristianos no de­ ella intervinieron: éstos, en efecto, «no sabían lo que
ben nunca olvidar que la fe es un don libre de Dios hacían» (Le 23, 34) y nosotros, en cam bio, lo sabe­
(cf. Rom 9, 12) y que la conciencia ajena no debe ser mos dem asiado bien (Parte I, cap. V, cust. XI). En la
juzgada. La exhortación de san Pablo a no «engreír­ misma línea y por la m ism a razón, «no se ha de se­
se» (Rom 11,18) respecto de la «raíz» (ibidem), cobra ñalar a los judíos como réprobos de Dios y malditos,
aquí todo su sentido. como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras»
F. No se puede poner en un m ism o plano a los {Nostra Aetate, 4), aun si es verdad que «la Iglesia es
judíos que conocieron a Jesús y no creyeron en él, o el nuevo pueblo de Dios» (ibidem).
los que se opusieron a la predicación de los apósto­
les, con los que vinieron después y con los judíos de
nuestro tiempo. Si la responsabilidad de aquéllos en V. La liturgia
su actitud frente a Jesús perm anece un m isterio de
Dios (cf. Rom 1 1 , 25), éstos se encuentran en una si­ 23. Judíos y cristianos hacen de la Biblia la sustan­
tuación del todo diferente. El Concilio Vaticano II cia m ism a de su liturgia: en la proclam ación de la
(declaración Dignitatis Humanae sobre la libertad re­ Palabra de Dios, en la respuesta a ella, en la oración
ligiosa) enseña que «todos los hom bres deben estar de alabanza e intercesión por los vivos y los m uertos,
inm unes de coacción... y ello de tal m anera que, en en el recurso a la m isericordia divina. La liturgia de
m ateria religiosa, ni se obligue a nadie a ob rar con­ la Palabra, en su estructura propia, tiene su origen
tra su conciencia, ni se le im pida que actúe conforme en el judaismo. La Liturgia de las Horas y otros textos
a ella...» (n. 2 ). Ésta es una de las bases sobre las que y form ularios litúrgicos tienen paralelos en el judais­
se apoya el diálogo judeo-cristiano, promovido p or el mo, como tam bién las m ism as fórm ulas de nuestras
Concilio. oraciones m ás venerables, entre ellas el Padrenues­
22. La delicada cuestión de la responsabilidad tro. Las oraciones eucarísticas se inspiran asim ism o
por la m uerte de Cristo debe ser encarada en la ópti­ de modelos de la tradición judía. Como decía Juan
ca de la Declaración Conciliar Nostra Aetate y las Pablo II (alocución del 6 de m arzo de 1982): «La fe y
Orientaciones y sugerencias (3). «Lo que en su Pasión la vida religiosa del pueblo judío, tal como son vivi­
se hizo no puede ser im putado ni indistintam ente a das y profesadas todavía, pueden ayudar a com pren­
todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos der m ejor ciertos aspectos de la vida de la Iglesia. Es
de hoy», aunque las autoridades de los judíos, con sus el caso de la liturgia...»
seguidores, reclam aron la m uerte de Cristo. Y más 24. Esto es particularm ente visible en las gran-

40 41
des fiestas del año litúrgico, como la Pascua. Cristia­ La persistencia de Israel (cuando tantos pueblos
nos y judíos celebran la Pascua: Pascua de la historia, antiguos han desaparecido sin dejar rastro) es un
en tensión hacia el futuro, para los judíos; Pascua rea­ hecho histórico y, a la vez, u n signo que pide ser in­
lizada en la m uerte y la resurrección de Cristo, para terpretado en el plan de Dios. Es preciso, en todo
los cristianos, pero siem pre a la espera de la consu­ caso, liberarse de la concepción tradicional de un
mación definitiva (cf. supra n. 9). Es el «memorial», pueblo castigado, que habría sido conservado para
que nos viene de la tradición judía, con un contenido servir de argum ento viviente a la apología cristiana.
específico, diverso en cada caso. Hay así, en una p ar­ Es siempre el pueblo electo, «el olivo legítimo en el
te como en la otra, un dinam ism o sem ejante para los cual han sido injertadas las ram as del olivo silves­
cristianos; este dinam ism o confiere su significación tre, que son los gentiles» (Juan Pablo II, 6 de m arzo
a la celebración eucarística (cf. la antífona O Sacrum de 1982, aludiendo a Rom 11, 17-24). Se tendrá pre­
Convivium, celebración pascual, y com o tal, actuali­ sente cuán negativo es el balance de las relaciones
zación del pasado, pero vivida en la espera «hasta que entre judíos y cristianos, durante dos milenios. Se re­
Él venga» (1 Cor 11, 26). cordará tam bién que esta perm anencia de Israel ha
sido acom pañada por una continua creatividad espi­
ritual, en el período rabínico, durante la Edad Media,
VI. Judaism o y cristianism o en la historia y en los tiem pos modernos, a p artir de un patrim o­
nio que, por mucho tiempo, nos ha sido común, de tal
25. La historia de Israel no acaba en el año 70 (cf. manera que «la fe y la vida religiosa del pueblo judío,
Orient. y sug., 2). Seguirá adelante, especialm ente en tal como son vividas y profesadas todavía hoy, pueden
una num erosa diáspora, que perm itirá a Israel llevar ayudar a comprender mejor ciertos aspectos de la vida
a todas partes el testim onio, a m enudo heroico, de de la Iglesia» (Juan Pablo II, 6 de m arzo de 1982). La
su fidelidad al Dios único y «ensalzarle ante todos los catequesis debería, por otra parte, ayudar a com pren­
vivientes» (Tob 13, 4), conservando siem pre la m e­ der el significado para los judíos de su exterminación
m oria de la tierra de los antepasados en lo m ás ín­ durante los años 1939 a 1945 y de sus consecuencias.
tim o de su esperanza (cf. Seder pascual). 26. La educación y la catequesis deben ocuparse
Los cristianos son anim ados a com prender este del problem a del racismo, siem pre activo en las dife­
vínculo religioso, que hunde sus raíces en la trad i­ rentes formas de antisem itism o. El Concilio presen­
ción bíblica, sin por eso apropiarse de una interpre­ taba el problem a de este modo: «Además, la Iglesia...
tación religiosa particular de esta relación (cf. Decla­ consciente del patrim onio com ún con los judíos, e
ración de la Conferencia de los Obispos católicos de los impulsada, no por razones políticas, sino por la reli­
Estados Unidos, 20 de noviembre de 1975). giosa caridad evangélica, deplora los odios, persecu­
En lo que respecta a la existencia del Estado de ciones y m anifestaciones de antisem itism o de cual­
Israel y sus opciones políticas, deben ser encaradas quier tiem po y persona contra los judíos» (Nostra
en una óptica que no es en sí m ism a religiosa, sino Aetate, 4). Y las Orientaciones com entan: «Los víncu­
referida a los principios com unes del derecho inter­ los espirituales y las relaciones históricas que unen a
nacional. la Iglesia con el judaism o condenan como contrarias

42 43
al espíritu m ism o del cristianism o todas las formas SHOÁ
de antisem itism o y discrim inación, cosa que de por
sí la dignidad hum ana basta para condenar.» (Preám ­
bulo.)

VII. Conclusión

27. La enseñanza religiosa, la catequesis y la p re­


dicación deben disponer no sólo a la objetividad, la
justicia y la tolerancia, sino tam bién a la com pren­
sión y al diálogo. N uestras dos tradiciones tienen un
parentesco tan estrecho que no se pueden ignorar. Es
preciso exhortar a un conocim iento m utuo a todos
los niveles, ya que se com prueba una penosa igno­
rancia, en especial de la historia y de las tradiciones
del judaism o, del cual sólo los aspectos negativos y a
m enudo caricaturescos parecen ser parte del bagaje
com ún de m uchos cristianos.
A esto, estas notas se proponen poner remedio.
De esta m anera, el texto del Concilio y el de las Orien­
taciones y sugerencias serán m ás fácilmente puestos
en práctica.

J o ha nnes, Cardenal W il l e b r a n d s ,
Presidente
P i e r r e D u p r e y , Vicepresidente
J o r g e M e j í a , Secretario

Mayo de 1985

44
II. 1. DOCUMENTOS

II. 1.1. N o so tro s reco rd am o s: un a re fle x ió n


SOBRE LA S h o á

Documento de la Comisión de la Santa Sede


para las Relaciones Religiosas con el Judaismo

I. La tragedia de la Shoá y el deber


de hacer m em oria

Se está concluyendo rápidam ente el siglo xx y am a­


nece ya la aurora de un nuevo milenio cristiano. El
aniversario bim ilenario del nacim iento de Jesucristo
insta a todos los cristianos, e invita en realidad a
todo hom bre y toda mujer, a tratar de descubrir en el
devenir de la historia las señales de la divina Provi­
dencia en su obra, así como tam bién los modos en
los cuales la im agen del Creador presente en el hom ­
bre ha sido ofendida y desfigurada.
Esta reflexión afecta a uno de los tem as principa­
les, m encionados por Juan Pablo II en su carta apos­
tólica Tertio millennio adveniente, que los católicos
pueden seriam ente tom ar como propio: «Así es justo
que, m ientras el segundo milenio del cristianism o
llega a su fin, la Iglesia asum a con una conciencia
mas viva el pecado de sus hijos recordando todas las

47
circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se Al dirigir esta reflexión a nuestros herm anos y
han alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio, herm anas de la Iglesia C atólica esparcidos p o r el
ofreciendo al m undo, en vez del testim onio de una mundo, pedim os a todos los cristianos que se unan
vida inspirada en los valores de la fe, el espectáculo a nosotros en la reflexión sobre la catástrofe que
de m odos de pensar y actu ar que eran verdaderas g o lp e ó al pueblo judío, y sobre el im perativo moral
formas de antitestim onio y de escándalo» (Juan Pa­ para hacer todo lo posible para que el egoísmo y el
blo II, Tertio millennio adveniente, 33, 10 de noviem­ odio nunca m ás puedan crecer hasta el punto de di­
bre de 1994). seminar sufrim ientos y m uerte. De m odo particular,
El siglo actual ha sido testigo de una tragedia in­ pedimos a nuestros amigos judíos, «cuyo terrible
decible, que no puede ser jam ás olvidada: la tentativa destino se ha convertido en símbolo de la aberración
del régim en nazi de exterm inar al pueblo judío, con a la que puede llegar el hom bre cuando se revela con­
la consecuente m atanza de millones de judíos. Hom ­ tra Dios», que predispongan su corazón para escu­
bres y mujeres, ancianos y jóvenes, niños e infantes, chamos.
sólo por ser de origen judío, fueron perseguidos y de­
portados. Algunos fueron asesinados inm ediatam en­
te, otros fueron humillados, m altratados, torturados II. Qué es lo que tenem os que recordar
y privados com pletam ente de su dignidad hum ana, y
al fin asesinados. Muy pocos de los que fueron inter­ Al ofrecer su singular testim onio al Santo de Israel
nados en los campos de concentración sobrevivieron, y a la Torá, el pueblo judío ha sufrido enorm em ente
y los sobrevivientes perm anecieron aterrorizados du­ en diferentes tiem pos y en m uchos lugares. Pero la
rante toda la vida. Esto fue la Shoá: uno de los prin­ Shoá ha sido ciertam ente el peor sufrim iento de to­
cipales dram as de la historia de este siglo, un hecho dos. La inhum anidad con que fueron perseguidos y
que nos atañe todavía hoy. m asacrados los judíos en este siglo va m ás allá de la
Ante este horrible genocidio, difícil de creer para capacidad de expresión de las palabras. Y todo esto
los responsables de las naciones y las m ism as com u­ se cometió contra ellos por la sola razón de que eran
nidades judías en el m om ento en que se llevaba a judíos.
cabo sin m isericordia, nadie puede quedarse indife­ La m ism a enorm idad del crim en suscita m uchas
rente, y menos todavía la Iglesia, a causa de su estre­ preguntas. Historiadores, sociólogos, filósofos, polí­
cha relación de parentesco espiritual con el pueblo ticos, psicólogos y teólogos tratan de conocer mejor
judío y del recuerdo que alim enta por las injusticias la realidad y las causas de la Shoá. M uchos estudios
del pasado. La relación de la Iglesia con el pueblo ju ­ especializados tienen que realizarse. Pero un evento
dío es diferente a la que com parte con el resto de las asi no puede ser m edido plenam ente con los criterios
religiones. No es sólo cuestión de regresar al pasado. ordinarios de la investigación histórica. Afecta a una
El futuro com ún de los judíos y de los cristianos exi­ «memoria m oral y religiosa» y, particularm ente en­
ge que recordem os que «no puede haber futuro sin tre los cristianos, a una reflexión m uy seria sobre las
m em oria del pasado». La historia m ism a es m em o­ causas que lo provocaron. El hecho de que la Shoá
ria futuri. haya tenido lugar en Europa, es decir, en países de

48 49
larga civilización cristiana, plantea la cuestión de la culpabilidad circularon durante dem asiado tiempo,
relación entre la persecución nazi y las actitudes de nerando sentimientos de hostilidad hacia este pue­
los cristianos, a través de los siglos, con respecto a los blo » Estas interpretaciones del Nuevo Testam ento
judíos. han sido definitivamente rechazadas por el Concilio
Vaticano II (cf. Nostra Aetate, 4).
A pesar de la predicación cristiana del am or hacia
III. Las relaciones entre judíos y cristianos todos, incluidos los mismos enemigos, la m entalidad
que ha prevalecido a través de los siglos ha penaliza­
La historia de las relaciones entre judíos y cristianos do a las m inorías y a cuantos eran, en cierto sentido,
es una historia atorm entada. Lo reconoció el Papa «diferentes». Sentim ientos de antijudaísm o en algu­
Juan Pablo II en sus repetidos llam am ientos a los ca­ nos am bientes cristianos y la divergencia que existía
tólicos a considerar nuestra actitud de cara a las rela­ entre la Iglesia y el pueblo judío llevaron a una dis­
ciones con el pueblo judío. De hecho, el balance de criminación generalizada, que desem bocaba en oca­
estas relaciones durante los dos milenios ha sido más siones en expulsiones o intentos de conversión for­
bien negativo. En los albores del cristianism o, des­ zada. En buena parte del m undo «cristiano», hasta
pués de la crucifixión de Jesús, surgieron contras­ finales del siglo xvm, quienes no eran cristianos no
tes entre la Iglesia prim itiva y los jefes de los judíos y siempre gozaron de un estatus jurídico plenam ente
el pueblo judío quienes, por apego a la Ley, a veces garantizado. A pesar de ello, los judíos difundidos
se opusieron violentam ente a los predicadores del en todo el m undo cristiano perm anecieron fieles a
Evangelio y a los prim eros cristianos. En el Imperio sus tradiciones religiosas y a sus costum bres propias.
rom ano, que era pagano, los judíos eran legalmente Fueron, por ello, considerados con cierta sospecha
protegidos por los privilegios que les garantizó el em ­ y desconfianza. En tiem pos de crisis com o carestías,
perador y las autoridades quienes, en un prim er mo­ guerras y pestes o tensiones sociales, la m inoría ju ­
m ento, no distinguieron entre las com unidades ju ­ día fue tom ada en varias ocasiones como chivo ex­
días y las cristianas. Muy pronto, sin embargo, los piatorio, convirtiéndose así en víctima de violencias,
cristianos fueron perseguidos por el Estado. Cuan­ saqueos e incluso de m asacres.
do, a continuación, los em peradores m ismos se con­ Entre finales del siglo xvm e inicios del siglo xx,
virtieron al cristianism o, al principio, continuaron los judíos hab ían alcanzado en general u n a posi­
garantizando los privilegios a los judíos. Pero grupos ción de igualdad con respecto a los dem ás ciudada­
exaltados de cristianos que asaltaban los tem plos nos de la m ayoría de los Estados, y un cierto núm ero
paganos hicieron, en algunos casos, lo mismo con las de ellos llegó a desem peñar papeles influyentes den­
sinagogas, sufriendo el influjo de ciertas in terp re­ tro de la sociedad. Pero en este mismo contexto his­
taciones erróneas del Nuevo Testam ento sobre el tórico, en particular en el siglo xix, surgió un nacio­
pueblo judío en su conjunto. «En el m undo cristiano nalismo exasperado y falso. En un clim a de rápido
—no digo p or parte de la Iglesia en cuanto tal—, in­ cambio social, los judíos fueron acusados con fre­
terpretaciones erróneas e injustas del Nuevo Testa­ cuencia de ejercer una influencia desproporciona­
m ento que afectan al pueblo judío y a su presunta da en relación a su núm ero. Entonces comenzó a di­
50
51
fundirse de diferentes m aneras, a través de la mayor Sorge (4 de m arzo de 1937), que fue leída en las igle-
parte de Europa, un antijudaísm o que era esencial­ •os Ae Alemania en el Domingo de Pasión de 1937,
m ente m ás sociopolítico que religioso. En el mismo iniciativa que provoco ataques y sanciones contra
período com enzaron a aparecer teorías que negaban miembros del clero. El 6 de septiem bre de 1938, al
la unidad de la raza hum ana, afirm ando una diferen­ dirigirse a u n grupo de peregrinos belgas, Pío XII
cia originaria de las razas. En el siglo xx, el nacional­ aseguró: «El antisem itism o es inaceptable. E spiri­
socialismo en Alemania utilizó estas ideas como base tualmente todos somos semitas.» Pío XII, desde su
pseudocientífica para hacer una distinción entre las prim era encíclica, S u m m i Pontificatus, del 20 de oc­
así llamadas razas nórdico-arias y las presuntas razas tubre de 1939, se puso en guardia contra las teorías
inferiores. Además, una forma extremista de naciona­ que negaban la unidad de la raza hum ana y contra
lismo fue alentada en Alemania por la derrota de 1918 la divinización del Estado, lo cual, según él preveía,
y por las condiciones hum illantes im puestas por los conduciría a una auténtica «hora de las tinieblas».
vencedores, con la consecuencia de que m uchos vie­
ron en el nacionalsocialismo una solución a los pro­
blemas del país y, por ello, cooperaron políticam ente IV. Antisemitismo nazi y la Shoá
con este movimiento.
La Iglesia en Alemania respondió condenando No se puede ignorar la diferencia que existe entre el
el racismo. Esta condena apareció p or prim era vez «antisemitismo», basado en teorías contrarias a la
en la predicación de algunos miem bros del clero, en enseñanza constante de la Iglesia sobre la unidad del
la enseñanza pública de los obispos católicos y en género hum ano y sobre la igual dignidad de todas las
los escritos de periodistas católicos. Ya en febrero y razas y de todos los pueblos, y los sentim ientos de
m arzo de 1931, el Cardenal Bertram de Breslavia, el sospecha y de hostilidad que han perdurado desde
Cardenal Faulhaber y los obispos de Baviera, de la hace siglos a los que llamamos «antijudaísmo», de los
provincia de Colonia y de la provincia de Friburgo cuales, por desgracia, tam bién los cristianos han sido
publicaron cartas pastorales en las que condenaban culpables.
el nacionalsocialism o, con su idolatría de la raza y La ideología nacionalsocialista fue incluso m ás
del Estado. El año mismo en el que el nacionalsocia­ allá, en el sentido de que rechazó reconocer cual­
lismo llegó al poder, en 1933, los famosos sermones quier realidad trascendente como fuente de la vida y
de Adviento del Cardenal Faulhaber, a los que no sólo criterio del bien moral. Por consiguiente, un grupo
asistieron católicos, sino tam bién protestantes y ju ­ humano y el Estado con el que se identificaba se atri­
díos, utilizaban expresiones de claro repudio de la buyó un valor absoluto y decidió cancelar la existen­
propaganda nazi antisem ita. Tras la Kristallnacht, cia m ism a del pueblo judío, pueblo llam ado a d ar
B em ard Lichtenberg, preboste de la catedral de Ber­ testim onio del único Dios y de la Ley de la Alianza.
lín, elevó oraciones públicas por los judíos. M urió A nivel teológico no podem os ignorar el hecho de
después en Dachau y ha sido declarado beato. que no pocos adherentes al partido nazi no sólo m os­
El Papa Pío XI tam bién condenó el racism o nazi traron anim adversión ante la idea de una divina Pro­
de m anera solem ne en la encíclica Mit brennender videncia que opera en las vicisitudes hum anas, sino

52 53
que dieron tam bién prueba de un odio preciso hacia rica se m ostraron m ás que titubeantes a la hora de
el m ism o Dios. Lógicam ente, u n a actitud así llevó abrir sus fronteras a los judíos perseguidos. Aunque
tam bién al rechazo del cristianismo, y al deseo de ver no podían prever cuán lejos iban a llegar los líderes
destruida la Iglesia o, por lo menos, som etida a los nazis en sus intenciones criminales, las autoridades
intereses del Estado nazi. de esas naciones conocían bien las dificultades y los
Esta ideología extrem ista se convirtió en la base peligros a que se hallaban expuestos los judíos que
de las m edidas em prendidas, prim ero para desarrai­ vivían en los territorios del Tercer Reich. En esas cir­
gar a los judíos de sus casas y después para exterm i­ cunstancias, el cierre de las fronteras a la inmigración
narlos. La Shoá fue la obra de un típico régim en m o­ judía, sea que se debiera a la hostilidad o sospecha
derno neopagano. Su antisemitismo echaba sus raíces antijudía, o a cobardía y falta de clarividencia políti­
fuera del cristianism o y, al perseguir sus propios ob­ ca, o a egoísm o nacional, constituye u n grave peso
jetivos, no dudó en enfrentarse a la Iglesia, persiguien­ de conciencia para dichas autoridades.
do incluso a sus miembros. En los territorios donde el nazismo practicó la de­
Pero hay que preguntarse si la persecución del portación de m asas, la brutalidad que acom pañó
nazism o contra los judíos no fue facilitada p or los esos movimientos forzados de gente inerm e debería
prejuicios antijudíos presentes en las m entes y en haber llevado a sospechar lo peor. ¿O frecieron los
los corazones de algunos cristianos. ¿Provocó el sen­ cristianos toda la asistencia posible a los persegui­
tim iento antijudío una m enor sensibilidad en los cris­ dos, y en particular a los judíos?
tianos, o incluso una indiferencia, ante las persecu­ Muchos lo hicieron, pero otros no. No se debe ol­
ciones realizadas contra los judíos por el nacionalso­ vidar a los que ayudaron a salvar al m ayor núm ero
cialismo cuando alcanzó el poder? de judíos que les fue posible, hasta el punto de poner
Cada respuesta a esta pregunta tiene que tener en en peligro su vida. D urante la guerra, y tam bién des­
cuenta el hecho de que estam os hablando de la his­ pués, com unidades y personalidades judías expresa­
toria de posturas y de m aneras de pensar de gente ron su gratitud p or lo que habían hecho a favor de
som etida a m últiples influencias. Es más, muchos ellos, incluso por lo que había hecho el Papa Pío XII,
desconocieron totalm ente la «solución final» que es­ personalm ente o a través de sus representantes, para
taba a punto de ser adoptada contra un pueblo ente­ salvar la vida a cientos de miles de judíos. Por esa ra ­
ro; otros tuvieron miedo por sí mismos y por sus seres zón, m uchos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos
queridos; algunos se aprovecharon de la situación; fueron condecorados por el Estado de Israel.
otros, por último, se dejaron llevar por la envidia. Hay A pesar de ello, como el Papa Juan Pablo II ha re­
que responder caso por caso y, para hacerlo, es nece­ conocido, junto a estos hom bres y mujeres valerosos,
sario conocer cuáles fueron los motivos que movieron la resistencia y la acción concreta de otros cristianos
a las personas en cada situación determ inada. no estuvo al nivel que hubiera podido esperarse de
Al inicio, los jefes del Tercer Reich tra ta ro n de los discípulos de Cristo. No podemos conocer cuán­
expulsar a los judíos. D esafortunadam ente, los go­ tos cristianos en los países ocupados o gobernados
biernos de algunos países occidentales de tradición por las políticas nazis o por sus aliados constataron
cristiana, incluidos algunos del norte y del sur de Amé­ con h o rro r la desaparición de sus vecinos judíos,

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pero no tuvieron la fuerza suficiente p ara alzar su China, en Camboya y en otros lugares. Tampoco po­
voz de protesta. Para los cristianos, esta grave carga demos olvidar el dram a de O riente Medio, cuyas ca­
de conciencia de sus herm anos y herm anas durante racterísticas son bien conocidas. En el m om ento en
la últim a guerra m undial debe ser un llam am iento al el que hacem os esta reflexión, «dem asiados hom ­
arrepentim iento (cf. Juan Pablo II, Discurso al nuevo bres continúan siendo víctim as de sus propios h er­
embajador de la República Federal de Alemania, 8 de manos».
noviembre de 1990).
Deploramos profundam ente los errores y las cul­
pas de estos hijos e hijas de la Iglesia. Asumimos lo V. Mirando juntos hacia un futuro com ún
que dijo el Concilio Vaticano II en la declaración
Nostra Aetate al afirm ar de m anera inequívoca: «La Al m irar al futuro de las relaciones entre los judíos y
Iglesia, al hacer m em oria del patrim onio que tiene los cristianos, pedim os en p rim er lugar a nuestros
en com ún con los judíos, y anim ada por motivos que herm anos y herm anas católicos que renueven la con­
no son políticos, sino de religiosa caridad evangélica, ciencia de las raíces judías de su fe. Les pedim os que
deplora los odios, las persecuciones y todas las m a­ recuerden que Jesús era un descendiente de David;
nifestaciones de antisem itism o dirigidas contra los que del pueblo judío nacieron la Virgen M aría y los
judíos en todo tiem po y por quien quiera que sea.» apóstoles; que la Iglesia se sustenta de las raíces de
R ecordam os y asum im os lo que afirm ó el Papa ese buen olivo en el que están injertadas las ram as
Juan Pablo II al dirigirse a los jefes de la Com unidad del olivo salvaje de los gentiles (cf. Rom 11, 17-24);
Judía de Estrasburgo: «Confirmo nuevam ente junto que los judíos son nuestros queridos y am ados her­
a vosotros la firme condena de todo antisem itism o y manos, y que, en cierto sentido, son auténticam ente
de todo racismo, pues se oponen a los principios del «nuestros herm anos mayores».
cristianismo.» La Iglesia Católica, por tanto, repudia Al final de este milenio, la Iglesia Católica desea
toda persecución, en cualquier lugar y tiem po, p er­ expresar su profundo pesar p o r las faltas de sus hijos
petrada contra un pueblo o grupo hum ano. Ésta con­ y de sus hijas en todas las épocas. Se trata de un acto
dena de la m anera m ás firme todas las form as de ge­ de arrep en tim ien to (teshuvá): com o m iem bros de
nocidio, así como las ideologías racistas que lo han la Iglesia com partim os, de hecho, tanto los pecados
hecho posible. Al dirigir la m irada a este siglo, esta­ como los m éritos de todos sus hijos. La Iglesia se
mos profundam ente dolidos por la violencia que ha acerca con profundo respeto y gran com pasión a la
afectado a grupos enteros de pueblos y de naciones. experiencia del exterminio, la Shoá, padecida por el
Recordam os de m odo particular la m asacre de los pueblo judío durante la segunda guerra m undial. No
arm enios, las innum erables víctim as en la Ucrania se trata de simples palabras, sino de u n com prom iso
de los años treinta, el genocidio de los gitanos, fru­ que vincula: «Correremos el riesgo de hacer m orir de
to tam bién de ideas racistas, y tragedias semejantes nuevo a las víctim as de las m uertes m ás atroces si
acaecidas en América, en África y en los Balcanes. no tenem os la pasión de la justicia y si no nos com ­
Tampoco querem os olvidar los millones de víctimas prometemos, cada uno según sus propias capacida­
de la ideología totalitaria en la Unión Soviética, en des, en hacer que el m al no prevalezca sobre el bien,

56 57
como sucedió en relación con millones de hijos del
pueblo judío. La hum anidad no puede p erm itir que
esto vuelva a suceder de nuevo.» I I . 1 .2 . C a r t a d e p r e s e n t a c i ó n d e J u a n P a b l o I I
Pidamos para que nuestro dolor por las tragedias p a ra e l d o c u m e n to N o so tr o s rec o rd am o s
que ha sufrido el pueblo judío en nuestro siglo nos
lleve a tener nuevas relaciones con el pueblo judío. «La Iglesia alienta a sus hijos a purificar sus corazones
Deseamos transform ar la consciencia de los pecados a través del arrepentimiento»
del pasado en un firme com prom iso p o r un nuevo
futuro en el cual no exista un sentim iento antijudío
entre los cristianos y un sentim iento anticristiano Al señor Cardenal Edw ard Idris Cassidy,
entre los judíos, sino más bien un respeto recíproco Presidente de la Comisión para las Relaciones
com partido, como es propio de quienes adoran al Religiosas con el Judaism o
único Creador y Señor, y tienen un padre com ún en
la fe, Abraham. En num erosas ocasiones durante mi pontificado
Por último, invitamos a los hom bres y mujeres de he recordado con profundo pesar los sufrim ientos
buena voluntad a reflexionar profundam ente sobre del pueblo judío durante la segunda guerra mundial.
el significado de la Shoá. Las víctim as de sus tum ­ El crimen que se ha llegado a conocer como la Shoá
bas y los supervivientes se han convertido en un fuer­ permanece como una m ancha indeleble de la histo­
te grito que llam a la atención de toda la hum anidad ria del siglo que está por concluirse. Preparándonos
a través de lo que han sufrido. R ecordar este terrible para iniciar el tercer milenio de la era cristiana, la
dram a significa tom ar plena conciencia del prove­ Iglesia es consciente de que el gozo de un jubileo es,
choso aviso que comporta: no se puede perm itir que sobre todo, un gozo fundado sobre el perdón de los
las semillas infectadas del antijudaísm o y del anti­ pecados y sobre la reconciliación con Dios y con el
cristianism o echen raíces en el corazón del hombre. prójimo. Por ello, alienta a sus hijos e hijas a purifi­
car sus corazones, a través del arrepentim iento por
C a r d e n a l E d w a r d I d r is C a s s id y , P r e s i d e n t e los errores y las infidelidades del pasado. Ella tam ­
P ie r r e D u p r e y , O b i s p o T i t u l a r d e T h ib a r , bién los llam a a presentarse hum ildem ente delante
Vicepresidente de Dios y a exam inarse sobre la responsabilidad que
R em i H oekm an, O.P., Secretario también ellos tienen con respecto a los males de nues­
tro tiempo.
Es mi ferviente esperanza que el docum ento No­
16 de marzo de 1998 sotros recordamos: una reflexión sobre la Shoá, que
la Comisión p ara las Relaciones Religiosas con el
Judaismo ha preparado bajo su dirección, ayude ver­
daderamente a curar las heridas de la incomprensión
e injusticias del pasado. Que ello sirva para que la
memoria pueda ejercer su papel necesario en el pro­

58 59
ceso de construcción de un futuro en el cual la inde­ sentación del docum ento Nosotros recordamos: una
cible iniquidad de la Shoá no pueda volverse a repe­ r e f le x ió n sobre la Shoá. Shoá es el térm ino utilizado
tir. Que el Señor de la historia guíe los esfuerzos de por el pueblo judío para referirse al Holocausto, el
los católicos y los judíos, y de todos los hom bres y genocidio nazi perpetrado contra el pueblo judío en
mujeres de buena voluntad, para que trabajen juntos el que perdieron la vida seis millones de judíos.
por un m undo de auténtico respeto por la vida y la «El docum ento —continuó explicando el Carde­
dignidad de todo ser hum ano, ya que todos han sido nal australiano— se dirige a los fieles católicos de
creados a imagen y sem ejanza de Dios. todo el m undo, y no sólo a los de Europa, donde tuvo
lugar la Shoá, con el deseo de que todos los cristia­
J uan Pablo II nos se u n an a sus herm anas y herm anos católicos
en la m editación de esta catástrofe que cayó sobre
el pueblo judío, sobre sus causas y sobre el im perati­
Ciudad del Vaticano, 12 de marzo de 1998 vo moral que se deriva de ella para que no vuelva a
tener lugar una tragedia de estas dim ensiones. Al
mismo tiem po, el docum ento pide a nuestros am i­
gos judíos que abran su corazón p ara escuchar
nuestra voz.»
I I . 1 .3 . N o EXISTIÓ COMPLICIDAD ENTRE Después de haber recordado que el docum ento ha
EL RÉGIMEN NAZI Y LA IGLESIA sido escrito para responder a una petición expresa
del Papa, el presidente de la Comisión para las Re­
Documento vaticano: La penetración del antijudaísmo laciones Religiosas con el Judaism o explicó que «el
durante siglos entre los cristianos Santo Padre nos ha anim ado constantem ente a con­
siderar nuestra actitud frente a las relaciones con el
pueblo judío. Y nos ha recordado que el balance de
«Este docum ento tiene que ser entendido como un estas relaciones ha sido sum am ente negativo duran­
paso ulterior en el cam ino trazado por el Concilio te dos milenios. Este largo período ha estado carac­
Vaticano II en nuestras relaciones con el pueblo ju ­ terizado p o r m uchas manifestaciones de antijudaís-
dío. En la carta que el Santo Padre me envió el 12 de m° Y de antisem itism o y, en nuestro siglo, p o r los
m arzo para acom pañar la publicación del nuevo do­ horribles acontecim ientos del Holocausto».
cum ento sobre el H olocausto, expresa la ferviente «La Iglesia Católica —concluyó el Cardenal Cas­
esperanza de que “ayude verdaderam ente a curar las sidy quiere, por tanto, que esto sea conocido por
heridas de las incom prensiones e injusticias del pa­ todos los católicos y, más todavía, por todos los hom ­
sado”.» Con estas palabras, el Cardenal Edw ard Idris bres, dondequiera que vivan. Con ello desea ayudar a
Cassidy, presidente del Consejo Pontificio para la Uni­ los católicos y a los judíos a realizar aquellos valores
dad de los Cristianos y de la Comisión para las Rela­ Que encuentran su fundam ento en nuestras raíces co­
ciones Religiosas con el Judaismo, abrió en la sala de munes. De hecho, allá donde se han dado culpas por
prensa de la Santa Sede la rueda de prensa de pre­ Parte de los cristianos, esta responsabilidad debe ins­

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pirar arrepentim iento. Confiamos en que este docu­ difundido m uchas historias negativas sobre aquel
mento ayudará a todos los fieles católicos de todas las Papa, todas ellas inspiradas en la obra teatral El Vi­
partes del m undo a descubrir en sus relaciones con cario, escrita p o r Rolf H ochhuth. Pero hay que escri­
el pueblo judío “la valentía de la fraternidad”.» bir la historia con objetividad, se debe pensar en la
Ante la pregunta sobre cómo es posible que la verdad; p o r este motivo hemos decidido dar a cono­
Iglesia reconozca el propio antijudaísm o, pero re­ cer estos testim onios del pueblo judío en favor de
chace cualquier apoyo al nazism o, el Cardenal Cas- Pío XII. Queremos que la realidad histórica sea m e­
sidy respondió: «El antisem itism o de los nazis tiene jor conocida y contradecir lo que hasta ahora ha sido
su origen en la filosofía pagana y en una concepción la opinión común.»
del m undo anticristiana, por ello, el nazism o atacó Sobre el mismo argum ento, m onseñor Duprey re­
tam bién a los cristianos. El docum ento quiere des­ veló un testim onio personal: «El 6 de junio, Pío XII
m entir de m anera definitiva que existiera alguna me recibió junto al Gran Rabino del ejército francés
complicidad entre el régim en nazi y la Iglesia.» que se encontraba en Roma. Le dijo al Santo Padre:
El docum ento, de diez páginas, ha requerido diez “Nada más llegar a Roma, he venido a saludarle y ex­
años para ser redactado. M onseñor Pierre Duprey, presarle mi profundo reconocimiento por todo lo que
vicepresidente de la Comisión para las Relaciones usted ha hecho por las personas de mi religión”.»
Religiosas con el Judaism o, aclaró: «Hemos tardado Ante la constatación de que en estos m om entos la
tanto tiempo porque un docum ento como tal, si no única institución que siem pre está pronunciando el
responde a un proceso de m aduración de toda la mea culpa es la Iglesia, el Cardenal Cassidy citó las
Iglesia, no tiene valor. Por ello, hem os esperado el declaraciones del Gran Rabino de Francia en su in­
tiempo necesario para que m adure la Iglesia en una tervención ante el últim o congreso ecum énico de
atm ósfera coherente con el espíritu del Concilio Va­ Graz, el 27 de junio de 1997: «Sería injusto si no nos
ticano II. En este contexto, estamos convencidos de diéramos cuenta de la verdadera confesión que tiene
que el docum ento será recibido ahora como expre­ lugar ante nuestros mismos ojos —afirm ó el rabino
sión global de la Iglesia Católica que se prepara, a francés—. Ciertam ente estam os recorriendo un ca­
través de un examen de conciencia, para afrontar los mino que todavía no ha alcanzado su meta, pero qui­
desafíos del tercer milenio.» siera añadir que tam bién nosotros, los judíos, tene­
Por lo que se refiere a las presuntas complicida­ mos que hacer una teshuvá (arrepentim iento). Dado
des de Pío XII con el régim en nazi, el Cardenal Cas- que estamos acostum brados a las persecuciones, des­
sidy ofreció num erosos testim onios de a u to rid a­ pués de tan to s siglos estam os convencidos de que
des judías que agradecieron profundam ente al Papa todo el m undo está contra nosotros y no hemos con­
Pío XII haber defendido a los judíos. E ntre ellas, siderado totalm ente el alcance de esta inm ensa espe­
aparece un m ensaje de la señora Golda Meir. «Ya ranza que constituye la voluntad cristiana de la sin­
en 1945 —añadió Cassidy— se dirigieron al Papa cera teshuvá.»
Pío XII m uchos mensajes que no habían sido solici­
tados para agradecerle lo que había hecho durante
la guerra. Es im portante recordarlos, pues se han Ciudad del Vaticano, 16 de marzo de 1998

62 63
cuando se extendió por E uropa la ola de persecucio­
nes inspiradas por un antijudaísm o pagano, que, en
I I . 1 .4 . D is c u r s o de J uan P ablo I I p r o n u n c ia d o
su esencia era al m ismo tiem po un anticristianism o,
ANTE LOS PARTICIPANTES DEL SIMPOSIO junto a cristianos que hicieron todo lo posible para
s o b r e « L a s r a íc e s d e l a n t iju d a ís m o
salvar a los perseguidos, incluso arriesgar su vida, la
EN LOS AMBIENTES CRISTIANOS» resistencia espiritual de m uchos no fue la que la h u ­
manidad tenía el derecho de esperar por parte de los
discípulos de Cristo. Vuestra lúcida m irada sobre el
Señores cardenales, queridos herm anos en el Epis­ pasado, con vistas a una purificación de la memoria,
copado, queridos amigos: es particularm ente oportuna para m ostrar claram en­
1. Me complace recibiros en el curso de vuestro te que el antisem itism o no tiene ninguna justifica­
encuentro sobre las raíces del antisem itism o. Saludo ción y es absolutam ente condenable.
especialmente al Sr. Cardenal Roger Etchegaray, pre­ Vuestros trabajos completan la reflexión realizada
sidente del Comité del Gran Jubileo del año 2000, que especialmente p or la Comisión para las Relaciones
preside vuestros trabajos. Os agradezco a todos el ha­ Religiosas con el Judaismo, reflexión que desembocó,
ber consagrado estas jom adas a un estudio teológico entre otras, en las Orientaciones del 1 de diciem bre
de gran im portancia. de 1974 y en las Notas para una correcta presenta­
Vuestro coloquio se inscribe en la preparación del ción de los judíos y del judaismo en la predicación y la
Gran Jubileo para el cual he invitado a los hijos de la catequesis de la Iglesia Católica del 24 de junio de 1985.
Iglesia a hacer balance del pasado milenio, y espe­ Aprecio el hecho de que la investigación de carácter
cialmente de nuestro siglo, en el espíritu de un nece­ teológico realizada en vuestro simposio esté presidi­
sario «examen de conciencia», a las puertas de lo que da por un gran rigor científico, en la convicción de
debe ser un tiempo de conversión y de reconciliación que servir a la verdad es servir a Cristo mismo y a su
(cf. Tertio millennio adveniente, 27-35). Iglesia.
El propósito de vuestro simposio es la correcta in­ 2. El apóstol Pablo, como conclusión a los capí­
terpretación teológica de las relaciones de la Iglesia tulos de la Carta a los Rom anos (caps. 9-11), en los
de Cristo con el pueblo judío, a las que la Declaración cuales nos aporta una luz decisiva sobre el destino de
Conciliar Nostra Aetate puso las bases y sobre las que, Israel según el plan de Dios, hace resonar un canto
en el ejercicio de mi magisterio, he tenido personal­ de adoración: «¡Qué abism o de la riqueza, de la sabi­
m ente la ocasión de intervenir en varias ocasiones. duría y de la ciencia de Dios!» En el alm a ardiente
De hecho, en el m undo cristiano —no digo por parte de Pablo este him no es un eco del principio que aca­
de la Iglesia en cuanto tal— han circulado durante ba de enunciar y que constituye en cierto sentido el
m ucho tiem po erróneas e injustas interpretaciones tema central de toda la epístola. «Pues Dios ha ence­
del Nuevo Testamento relativas al pueblo judío y a su rrado a todos los hom bres en la desobediencia para
supuesta culpa, engendrando sentim ientos de hosti­ tener de todos misericordia» (ibidem, II, 32). La his­
lidad respecto a este pueblo. Tam bién contribuye­ toria de la Salvación, incluso cuando sus avatares
ron a adorm ecer m uchas conciencias, de modo que, nos parecen desconcertantes, está guiada por la m i­

64 65
sericordia de Aquel que ha venido a salvar lo que es­
verdad m ism a de la Encarnación, haciendo im posi­
taba perdido. Sólo una actitud de adoración ante las ble un concepto auténtico de inculturación.
insondables profundidades de la providencia am oro­ 4. De todo lo dicho podem os sacar unas conclu­
sa de Dios perm ite vislum brar algo de lo que consti­ siones que sirvan de orientación a la actitud del cris­
tuye un m isterio de la fe. tiano y a la labor del teólogo. La Iglesia condena con
3. En el origen de este pequeño pueblo situado firmeza todas las formas de genocidio, así como las
entre dos grandes im perios de religión pagana que teorías racistas que las inspiran y que pretenden jus­
lo eclipsaban con el resplandor de su cultura, está el tificarlas. Podría recordarse la encíclica de Pío XI
hecho de la elección divina. Este pueblo es convocado Mit brennender Sorge (1937) y la de Pío XII S um m i
y conducido p or Dios, creador del cielo y de la tierra. Pontificatus (1939); este últim o recordaba la ley de
Su existencia no es, pues, un m ero hecho de n atura­ la solidaridad hum ana y de la caridad hacia todo
leza ni de cultura, en el sentido en que por la cultura hombre, cualquiera que sea el pueblo al que perte­
el hom bre despliega los recursos de su propia n atu ­ nezca. El racism o es, pues, una negación de la iden­
raleza. Es un hecho sobrenatural. Este pueblo perse­ tidad más profunda del ser hum ano, persona creada
vera a pesar de todo porque es el pueblo de la Alianza a imagen y sem ejanza de Dios. A la malicia m oral de
y porque, pese a las infidelidades de los hombres, el todo genocidio se añade, con la Shoá, la m alicia
Señor es fiel a su Alianza. Ignorar este dato prim or­ de un odio que ataca el plan salvífico de Dios sobre
dial es seguir la trayectoria de un m arcionism o con­ la historia. La Iglesia se sabe ella m ism a am enazada
tra el cual la Iglesia bien pronto reaccionó con ener­ por este odio. La doctrina de Pablo en la Carta a los
gía, consciente como era de su vínculo vital con el Romanos nos enseña qué sentim ientos fraternos,
Antiguo Testamento, sin el cual el m ism o Nuevo Tes­ arraigados en la fe, debemos abrigar hacia los hijos
tam ento queda falto de significado. Las E scrituras de Israel (cf. Rom 9, 4-5). Subraya el Apóstol: «Dios
son inseparables del pueblo y de su historia, que con­ los am a en atención a los patriarcas, pues los dones
duce al Cristo Mesías prom etido y esperado, Hijo de y la llam ada de Dios son irrevocables» (cf. Rom 11,
Dios hecho hom bre. La Iglesia no cesa de confesarlo 28-29).
cuando en su liturgia recupera día a día los salmos, 5. Estad ciertos de mi gratitud por la labor que
así como los cánticos de Zacarías, de la Virgen Ma­ estáis realizando en un tem a de gran alcance y en el
ría y de Sim eón (cf. Sal 132, 17; Le 1, 46-55; I, 68-79; que estoy particularm ente interesado. De esta m ane­
2, 29-32). ra contribuís a la profundización del diálogo entre
católicos y judíos, de cuya renovación en los últim os
Por ello, quienes consideran meros hechos cultu­
decenios nos alegramos.
rales contingentes que Jesús fuera judío y que su am ­
A vosotros y a vuestros allegados os expreso mis
biente fuera el m undo judío —hechos que a su juicio
mejores deseos, im partiéndoos de todo corazón mi
podrían ser reemplazados por otra tradición religiosa
bendición apostólica.
sin que la persona del Señor perdiera su identidad—
no sólo desconocen el significado de la historia de
la salvación, sino que, más radicalm ente, atacan a la Roma, del 31 de octubre al 2 de noviembre de 1997
66
67
II.2 .2 . C am po d e c o n c e n t r a c ió n d e M a jd a n e k

El Papa le dijo a una superviviente de Auschwitz y de


Majdanek: «Usted que sobrevivió, recuérdelo todo y
sea testigo de todo lo que sucedió aquí. Tenemos que
II.2. DISCURSOS DE JUAN PABLO II recordar la causa de este cam po de m uerte como una
advertencia al m undo de hoy.»

II.2.1. C am po d e c o n c e n t r a c ió n d e A u s c h w it z
Junio de 1987.

...Vengo, pues, y me arrodillo en este Gólgota del


m undo contem poráneo, sobre estas tum bas, en gran
parte sin nom bre, com o la gran tum b a del Solda­
do Desconocido. Me arrodillo delante de todas las II.2.3. Q u i n c u a g é s im o a n iv e r s a r io

lápidas interm inables, en las que se ha grabado la d e la II G uerra M u n d ia l

conm em oración de las víctimas de Oswiecim en las


siguientes lenguas: polaco, inglés, búlgaro, cíngaro,
checo, danés, francés, griego, hebreo, yiddish, espa­ «Me has echado en lo profundo de la fosa, en las ti­
ñol, flamenco, serbo-croata, alem án, noruego, ruso, nieblas, en los abismos» (Sal 88, 87:7). ¡Cuántas ve­
rum ano, húngaro, italiano. ces este grito de dolor ha surgido del corazón de m i­
En particular, me detengo junto a vosotros, que­ llones de m ujeres y de hom bres que, desde el 1 de
ridos participantes en este encuentro, ante la lápida setiembre de 1939 hasta el final del verano de 1945,
con la inscripción en lengua hebrea. Esta inscripción se enfrentaron a una de las tragedias más destructo­
suscita el recuerdo del pueblo cuyos hijos e hijas es­ ras e inhum anas de nuestra historia!
taban destinados al exterminio total. Este pueblo tie­ Este es el cuadro som brío de los hechos que re­
ne su origen en Abraham , que es el padre de nuestra cordamos hoy. Provocaron la m uerte de cincuenta y
fe (cf. Rom 4, 12), como dijo Pablo de Tarso. Precisa­ cinco millones de personas, dejando divididos a los
mente este pueblo, que ha recibido de Dios el m anda­ vencedores y u na Europa por reconstruir.
miento de «no matar», ha probado en sí mismo, en En efecto, tenem os el deber de aprender una lec­
medida particular, lo que significa matar. A nadie le es ción de ese pasado, para que jam ás pueda repetirse
lícito pasar delante de esta lápida con indiferencia... el conjunto de causas capaz de desencadenar un con­
flicto semejante.
7 de junio de 1979 Pero de todas las m edidas antihum anas, una de

68 69
ellas constituye para siem pre una vergüenza para la
hum anidad: la barbarie planificada que se ensañó
contra los judíos. II.2.4. Q u in c u a g é s im o a n iv e r s a r io

Objeto de la «solución final», im aginada por una d e l a s u b l e v a c ió n d e l g u e t o d e V a r s o v ia


ideología aberrante, los judíos fueron som etidos a
privaciones y brutalidades indescriptibles. Persegui­
dos prim ero con m edidas vejatorias o discrim ina­ ... Este día no debe im pedim os dirigir nuestra aten­
torias, más tarde acabaron a millones en campos de ción a un acontecim iento, lleno de sufrim ientos in­
exterminio. humanos, acaecido hace cincuenta años: la subleva­
Los judíos de Polonia, más que otros, vivieron este ción del gueto de Varsovia. Siento gran necesidad de
calvario: las imágenes del cerco de la judería de Var- saludar hoy a los cristianos y judíos que se han reu ­
sovia, com o lo que se supo sobre los cam pos de nido en esta plaza para conm em orar ese hecho y los
Auschwitz, de M ajdanek o de Treblinca, superan en crímenes perpetrados contra el pueblo judío durante
horror lo que hum anam ente se puede imaginar. la últim a guerra mundial.
Hay que recordar, también, que esta locura hom i­ Con profunda solidaridad hacia ese pueblo y en
cida se abatió sobre otros m uchos grupos que tenían com unión con toda la com unidad de los católicos,
la culpa de ser «diferentes» o rebeldes a la tiranía del quisiera recordar aquellos terribles eventos, ya leja­
invasor. nos en el tiempo, pero grabados en la m ente de m u­
Con ocasión de este doloroso aniversario, me di­ chos de nosotros: los días de la Shoá han m arcado
rijo una vez más a todos los hom bres, invitándolos a una verdadera noche en la historia, registrando crí­
superar sus prejuicios y a com batir todas las formas menes inauditos contra Dios y co n tra el hom bre.
del racism o, aceptando reconocer en cada persona ¿Cómo no estar junto a vosotros, am ados herm anos
hum ana la dignidad fundam ental y el bien que hay judíos, p ara recordar en la oración y en la m edita­
en la misma, y tom ar cada vez m ayor conciencia de ción un aniversario tan doloroso? Tened la seguridad
pertenecer a una única fam ilia hum ana querida y de que no sostenéis solos la pena de vuestro recuer­
congregada por Dios. do; nosotros oram os y velamos con vosotros, bajo la
Deseo repetir aquí con fuerza que la hostilidad o m irada de Dios, santo y justo, rico en m isericordia y
el odio hacia el judaism o están en total contradic­ en perdón. Que nuestra solidaridad unánim e sea un
ción con la visión cristiana de la dignidad de la per­ signo que anticipe para la hum anidad inquieta el día
sona hum ana... de paz anunciado por Isaías cuando «no levantará
espada nación contra nación, ni se ejercitarán más
en la guerra» (Is 2, 4).
27 de agosto de 1989

18 de abril de 1993

70 71
c o n e x c e s iv a f r e c u e n c ia , h a y e n e l m u n d o y lo e n ­
v u e lv e n e n lla m a s .
I I . 2 .5 . C o n m e m o r a c ió n d el ho loca u sto
H e m o s v is to y v e m o s la p a z b u r la d a , la f r a te r n i­
DE MILLONES DE JUDÍOS d a d e s c a rn e c id a , la c o n c o r d ia d e s p re c ia d a , la m is e r i­
c o rd ia p is o te a d a .
Ahora bien, el hom bre aspira a la justicia. El es el
Las melodías y los cantos que han resonado en esta único ser de la creación capaz de concebirla. Salvar
aula eran expresión de una m editación com ún y una al hombre no significa solamente no m atarlo, no m u­
oración com partida. Voces diversas se han unido en tilarlo o no torturarlo, significa tam bién darle la po­
un concierto de sonidos y arm onías que nos han lle­ sibilidad de saciar la sed de justicia que hay en él.
gado a la intim idad y nos han emocionado. Hemos Éste es nuestro compromiso. Conseguiremos que
orado sabiendo que el Señor, si es invocado, respon­ haya nuevam ente víctimas de las m uertes más atro­
de para levantar el ánim o de quien está desesperado, ces si no tenem os la pasión de la justicia y si no nos
rom per las cadenas del oprim ido, dispersar las som­ comprom etem os, cada uno de acuerdo con sus pro­
bras que se acum ulan en los valles oscuros de la vida. pias capacidades, a conseguir que el mal no preva­
Entre quienes están con nosotros esta tarde hay lezca sobre el bien, como sucedió con millones de h i­
quien vivió en la propia carne una experiencia horri­ jos del pueblo judío.
ble, atravesó un oscuro desierto en el que parecía es­ Es necesario, pues, redoblar los esfuerzos para li­
ta r agotada la fuente m ism a del amor. berar al hom bre de los espectros del racismo, de la ex­
M uchos lloraron entonces y su lloro todavía re­ clusión, de la m arginación, de la esclavitud, de la xe­
suena. Lo escucham os tam bién aquí; no m urió con nofobia; para extirpar, tam bién, las raíces de estos
ellos, sino que se levanta fuerte, acongojado, triste, y males que se ciernen sobre la sociedad y m inan los
dice: «No olvidéis.» Se dirige a todos y cada uno. fundam entos de la pacífica convivencia. El m al se
Nos hem os reunido, pues, esta tarde, p ara con­ presenta siem pre bajo nuevas formas; sus rostros
m em orar el holocausto de millones de judíos. Las ve­ son m uchos y m uchas son tam bién sus lisonjas. Nos
las, encendidas por algunos supervivientes, quieren corresponde desenm ascarar su peligroso poder y,
dem ostrar sim bólicam ente que esta sala no tiene lí­ con la ayuda de Dios, neutralizarlo.
m ites estrechos y que incluye a todas las víctimas: Me hubiera gustado mencionar, uno por uno, en
padres, m adres, hijos, herm anos, amigos. En el re­ la medida de lo posible, a todos los que han prom o­
cuerdo, todos están presentes, están con vosotros, es­ vido y alentado esta iniciativa; a los que la han apo­
tán con nosotros. yado y están aquí con nosotros en este momento; a
Tenemos un compromiso, el único capaz, sin duda, los num erosos representantes de las com unidades
de dar un sentido a toda lágrim a derram ada por el y de las organizaciones judías de todo el mundo; a
hom bre a causa del hom bre, y de justificarla. los supervivientes de la Shoá, personajes y represen­
Nosotros hem os visto con nuestros ojos, hemos tantes em inentes de la esfera civil y religiosa; a todos
sido y somos testigos de la violencia y del odio que, los que han aceptado la invitación para asistir a este

72 73
concierto, y a quienes lo han ejecutado bajo la exper­ tecimiento tan significativo. Saludo a las personalida­
ta dirección del m aestro Gilbert Levine. des y a los representantes de las diversas organizacio­
Les doy las gracias de todo corazón porque han nes judías internacionales, de las Iglesias y com uni­
contribuido a conferir significado e im portancia a dades eclesiales y del islam, que con su participación
este acontecim iento conmemorativo. hacen aún más sugestivo este encuentro. Expreso mi
Su presencia refuerza nuestro compromiso común. gratitud en particular a los Caballeros de Colón, que
Las melodías evocadoras que hem os escuchado han dado su apoyo concreto al concierto, así como a
reflejan la angustiada súplica al Señor, la esperanza la RAI, aquí representada por sus dirigentes, que ha
en Aquel que escucha a quienes lo buscan. En nues­ asegurado su adecuada difusión.
tros corazones perm anece esta profunda im presión Dirijo tam bién mi saludo al ilustre m aestro Gil­
que evoca nuevamente recuerdos y nos exhorta a orar. bert Levine, y a los miem bros de la orquesta sinfóni­
Antes de concluir este encuentro, deseo invitaros ca de Pittsburgh y de los coros de Ankara, Cracovia,
a guardar un m om ento de silencio para alabar al Se­ Londres y Pittsburgh. La elección de las piezas de esta
ñor con las palabras que sugiera a nuestros corazo­ tarde tenía como finalidad atraer nuestra atención
nes y escuchar, una vez más, la súplica: «No os olvi­ hacia dos puntos im portantes que, en cierto sentido,
déis. » unen a los seguidores del judaism o, del islam y del
cristianismo, aunque los respectivos textos sagrados
los tratan de modo diferente. Esos dos puntos son: la
7 de abril de 1994 veneración al patriarca Abraham y la resurrección de
los muertos. Hemos escuchado un m agistral com en­
tario de esos puntos en el motete sacro Abraham, de
John Harbison, y en la Sinfonía número 2, de Gustav
Mahler, inspirada en el poem a dram ático Dziady, del
II.2.6. Al f in a l d e l C o n c ie r t o de ilustre dram aturgo polaco Adam Mickiewicz.
la R e c o n c il ia c ió n 2. La historia de las relaciones entre judíos, cris­
tianos y m usulm anes está m arcada p or luces y som ­
bras y, p o r desgracia, ha conocido m om entos do­
1. Con viva emoción he asistido al concierto de esta lorosos. Hoy se siente la necesidad urgente de una
tarde dedicado al tem a de la reconciliación entre ju ­ sincera reconciliación entre los creyentes en el ú n i­
díos, cristianos y m usulm anes. He escuchado con co Dios.
participación interior la espléndida ejecución m usi­ Esta tarde nos hallam os reunidos aquí para ex­
cal, que ha sido para todos nosotros ocasión de refle­ presar concretam ente este com prom iso de reconci­
xión y oración. Saludo y doy las gracias de corazón a liación a través del mensaje universal de la música.
los prom otores de la iniciativa y a cuantos han con­ Se nos ha recordado la exhortación: «Yo soy el Dios
tribuido a su realización concreta. omnipotente. Camina en mi presencia y sé perfecto»
Saludo a los presidentes y a los m iem bros de los (Gén 17, 1 ). Todo ser hum ano siente resonar en su
Consejos pontificios que han organizado este acon­ interior esas palabras; sabe que u n día deberá d ar

74 75
cuenta a Dios, que desde lo alto observa su camino
en la tierra.
Juntos expresamos el deseo de que los hombres II.2.7. I n t e r v e n c ió n v a t ic a n a e n l a ONU
sean purificados del odio y del m al que am enazan EN EL SEXAGÉSIMO ANIVERSARIO DEL FIN DE AUSCHWITZ
continuam ente la paz, y se tiendan recíprocam ente
m anos que no conozcan violencia, sino que estén Pronunciada por el Arzobispo Migliore, observador
dispuestas a ofrecer ayuda y consuelo a las personas permanente ante las Naciones Unidas
necesitadas.
3. El judío honra al O m nipotente como protec­
tor de la persona hum ana y Dios de las prom esas de S e ñ o r p re s id e n te :
vida. El cristiano sabe que el am or es el motivo por Mi delegación da cordialm ente la bienvenida a la
el que Dios entra en relación con el hom bre, y que el iniciativa que nos ha perm itido celebrar esta sesión
am or es la respuesta que Él espera del hom bre. Para especial de la Asamblea General, para conm em orar
el m usulm án, Dios es bueno y sabe colm ar al creyen­ el sexagésimo aniversario de la liberación de los cam­
te de sus m isericordias. Judíos, cristianos y m usul­ pos de concentración del nazism o p or las Fuerzas
manes, alim entados con estas convicciones, no pue­ Aliadas.
den aceptar que el odio aflija a la tierra y que guerras Nos ofrece una nueva oportunidad para recordar
sin fin trastornen a la hum anidad. solem nemente a las víctimas de una visión política
¡Sí! Debemos encontrar en nosotros la valentía inhum ana basada en una ideología extrema. Nos re­
de la paz. Debemos im plorar a Dios el don de la paz. cuerda, tam bién, las raíces m ism as de esta organiza­
Y esta paz se derram ará como aceite que alivia, si ción, de sus nobles metas y de la voluntad política que
recorrem os sin cesar el cam ino de la reconciliación. sigue siendo necesaria para prevenir que este tipo de
«Entonces, el desierto se convertirá en un jardín don­ horrores se repitan.
de reinará la justicia, y el efecto de la justicia será la Hoy contem plam os las consecuencias de la into­
paz» (cf. Is 32, 15-16). lerancia al recordar a todos aquellos que se convir­
Omnia vincit amor! tieron en objetivo de la ingeniería política y social de
los nazis, elaborada a trem enda escala, y utilizando
una brutalidad deliberada y calculada. Aquellos que
Sábado, 17 de enero de 2004 eran considerados com o inútiles p a ra la sociedad
—los judíos, los pueblos eslavos, los gitanos, los dis­
capacitados, los homosexuales, entre otros— fueron
destinados al exterminio; aquellos que se atrevieron
a oponerse al régim en con sus palabras y con los he­
chos —políticos, líderes religiosos, ciudadanos anó­
nimos—, pagaron con frecuencia su oposición con
sus vidas. Se estudiaron las condiciones para hacer
que los seres hum anos perdieran su dignidad esen­

76 77
cial, y se les despojara de toda decencia y sentim ien­ espiritual, que sin d ar una falsa esperanza o explica­
to hum ano. ciones fáciles, nos ayuda a m antener la hum ildad, la
Esos cam pos de m uerte testim onian, tam bién, un perspectiva y a afrontar terribles acontecim ientos.
plan sin precedentes que buscaba la exterm inación Por este motivo, mi delegación da la bienvenida
sistem ática y deliberada de todo un pueblo, el pue­ a esta oportunidad de recordar la liberación de los
blo judío. La Santa Sede ha recordado en num erosas campos de concentración del nazism o p ara que la
ocasiones con profunda tristeza los sufrim ientos de hum anidad no olvide el terro r del que es capaz el
los judíos a causa del crim en que ahora es conocido hombre, los males del extremismo político arrogante
como Shoá. Acaecido en uno de los capítulos más y de la ingeniería social, y recuerde la necesidad de
oscuros del siglo xx, es único en su género y sigue construir un m undo m ás seguro y sano para cada
siendo todavía una m ancha vergonzosa en la histo­ hombre, m ujer y niño que viva en él.
ria de la hum anidad ante la conciencia de todos. Ojalá m uchos hom bres y m ujeres de buena vo­
Durante su visita a Auschwitz en 1979, Juan Pa­ luntad aprovechen esta ocasión para decir «Nunca
blo II afirmó que deberíamos hacer que el llanto de más» a crím enes como esos, sin im portar cuál sea su
las personas allí m artirizadas sirviera para hacer un inspiración política, para que todas las naciones, así
m undo mejor, sacando las conclusiones adecuadas como esta organización, respeten verdaderam ente la
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. vida, la libertad y la dignidad de cada uno de los se­
Señor presidente: res hum anos. Con una voluntad política seria, con
En un siglo caracterizado por catástrofes causa­ los recursos morales y espirituales seremos capaces
das por los hombres, los campos de m uerte del nazis­ de transform ar de una vez para siempre nuestras res­
mo son un recuerdo excepcional de «la inhum anidad pectivas culturas para que las personas del m undo
del ser hum ano con sus semejantes» y de su capaci­ aprendan a custodiar como un tesoro la vida y a pro­
dad para hacer el mal. Sin embargo, debemos recor­ mover la paz.
dar que la hum anidad es tam bién capaz de grandes Gracias, señor presidente.
cosas, del sacrificio personal y del altruism o. Cuando
las calam idades naturales o hum anas golpean, como
hemos visto recientem ente, las personas ofrecen la 25 de enero de 2005
m ejor cara de la sociedad hum ana, con solidaridad y
fraternidad, en ocasiones, a expensas de los propios
intereses. En el contexto de la conmemoración de hoy,
necesitamos pensar, sobre todo, en estas personas va­
lientes de todos los ám bitos de la sociedad, m uchos
de los cuales han sido reconocidos como «Justos en­
tre las Naciones». Todos los pueblos del m undo son
capaces de hacer mucho bien, algo que se alcanza con
frecuencia a través de la educación y de la guía m o­
ral. Y a todo esto, deberíam os añadir una dimensión

78 79
12), como expresó Pablo de Tarso. Precisam ente este

II.2 . 8 . S e x a g é s im o a n i v e r s a r i o
pueblo, que recibió de Dios el mandam iento: "No m a­
tarás”, ha experim entado en sí m ism o de form a p ar­
DE LA LIBERACIÓN DE AUSCHW ITZ-BlRKENAU ticular lo que significa matar. Ante esta lápida nadie
puede pasar de largo con indiferencia.»
Discurso del Papa Juan Pablo II enviado a través Hoy repito aquellas palabras. Nadie puede pasar
del Cardenal Jean-Marie Lustiger, Arzobispo de largo ante la tragedia de la Shoá. Aquel intento
de París y enviado especial para los actos de acabar program adam ente con todo un pueblo se
del 27 de enero de 2005 extiende como una som bra sobre Europa y el m undo
entero; es u n crim en que m ancha para siem pre la
historia de la hum anidad. Que sirva de advertencia
Se cum plen sesenta años de la liberación de los pri­ para nuestros días y para el futuro: no hay que ceder
sioneros del campo de exterm inio de Auschwitz-Bir- ante las ideologías que justifican la posibilidad de
kenau. E n esta circunstancia no podem os dejar de pisotear la dignidad hum ana, basándose en la diver­
regresar con la m em oria al dram a que allí tuvo lugar, sidad de raza, del color de la piel, de lengua o de re­
trágico fruto de un odio programado. En estos días es ligión. Lanzo este llam am iento a todos y, en particu­
necesario recordar a los millones de personas que, sin lar, a aquellos que en nom bre de la religión recurren
culpa alguna, soportaron sufrimientos inhum anos, y al atropello y al terrorism o.
fueron aniquilados en las cám aras de gas y en los cre­ Estas reflexiones m e acom pañaron especialm en­
matorios. Me inclino ante todos los que experimenta­ te cuando la Iglesia celebró la solemne liturgia peni­
ron aquella manifestación del mysterium iniquitatis. tencial en la basílica de San Pedro en el Gran Jubileo
Cuando, siendo Papa, visité com o peregrino el del año 2000 y, tam bién, cuando peregriné a los San­
cam po de concentración de Auschwitz-Birkenau, en tos Lugares y subí a Jerusalén. En el Yad Vashem, el
el año 1979, me detuve ante las lápidas dedicadas a memorial de la Shoá, a los pies del Muro Occidental,
las víctimas. Había frases grabadas en diferentes idio­ recé en silencio, pidiendo el perdón y la conversión
mas: polaco, inglés, búlgaro, rom aní, checo, danés, de los corazones.
francés, griego, hebreo, yiddish, español, flamenco, Recuerdo que, en 1979, me detuve a reflexionar
serbocroata, alemán, noruego, ruso, rumano, húngaro intensamente, también, ante otras lápidas escritas en
e italiano. En todos estos idiom as estaba escrito el ruso y en rom aní. La historia de la participación de
recuerdo de las víctimas de Auschwitz, personas con­ la Unión Soviética en aquella guerra fue compleja,
cretas, a pesar de que con frecuencia eran totalm en­ pero no es posible dejar de recordar que, en ella, los
te desconocidas: hom bres, m ujeres y niños. Me de­ rusos sufrieron el núm ero m ás elevado de víctimas
tuve entonces durante m ás tiem po ante las lápidas que perdieron trágicam ente la vida. También los gi­
escritas en hebreo. Dije: «Esta inscripción recuerda al tanos, en las intenciones de Hitler, habían sido desti­
pueblo, cuyos hijos e hijas fueron destinados al exter­ nados al exterm inio total. No se puede infravalorar
minio total. Este pueblo tiene su origen en Abraham, el sacrificio de la vida im puesto a aquellos herm anos
que es tam bién nuestro padre en la fe (cf. Rom 4, 11- nuestros en el cam po de exterm inio de Auschwitz-

80 81
Al hablar de las víctimas de Auschwitz, no puedo
Birkenau. Por eso, exhorto a no pasar con indiferen­
dejar de recordar que, en medio de aquella acum ula­
cia ante aquellas lápidas.
ción de mal indescriptible, se dieron manifestaciones
Me detuve, por último, ante una lápida escrita en heroicas de adhesión al bien. Ciertamente, hubo m u­
polaco. Entonces dije que la experiencia de Auschwitz chas personas que aceptaron con libertad de espíritu
constituía «una etapa ulterior en las luchas secula­ someterse al sufrim iento, y dem ostraron am or no
res de esta nación, de mi nación, en defensa de sus
sólo hacia los com pañeros prisioneros, sino tam bién
derechos fundam entales entre los pueblos de E uro­ hacia sus verdugos. M uchos lo hicieron por am or de
pa. Era un nuevo grito por el derecho de ocupar su Dios y del hombre, otros en nom bre de los valores es­
propio lugar en el m apa de Europa: una nueva cuen­ pirituales más elevados. Gracias a su actitud, se hizo
ta dolorosa para la conciencia de la hum anidad». La evidente una verdad que con frecuencia aparece en
afirm ación de esta verdad no era m ás que una invo­
la Biblia: aunque el hom bre es capaz de hacer el mal,
cación a la justicia histórica para esta nación que h a­
a veces u n mal enorm e, el m al no tendrá la últim a
bía afrontado tantos sacrificios en la liberación del palabra. En el abism o m ism o del sufrim iento, pue­
continente europeo de la nefasta ideología nazi y h a­ de vencer el amor. El testim onio de un am or como
bía sido vendida como esclava a otra ideología des­ el surgido en Auschwitz no puede caer en el olvido.
tructiva: el comunismo soviético. Hoy recuerdo aque­ Debe alzar incesantem ente las conciencias, extinguir
llas palabras para dar gracias a Dios —sin renegar­
los conflictos, exhortar a la paz.
las— porque a través del perseverante esfuerzo de
Éste parece ser el sentido más profundo de la ce­
mis com patriotas, Polonia ha encontrado su lugar lebración de este aniversario. Si recordam os el dra­
adecuado en el m apa de Europa. Mi deseo es que ma de las víctimas, no lo hacemos para volver a abrir
este histórico hecho traiga frutos de recíproco enri­ heridas dolorosas ni para suscitar sentim ientos de
quecim iento para todos los europeos.
odio y propósitos de venganza, sino para rendir ho­
Durante la visita a Auschwitz-Birkenau dije que menaje a aquellas personas, p ara sacar a la luz la
había que detenerse ante cada lápida. Yo m ismo lo verdad histórica y, sobre todo, para que todos se den
hice, pasando en meditativa oración de una lápida a cuenta de la responsabilidad en la construcción de
otra, encom endando a la M isericordia Divina a todas nuestra historia. ¡Que nunca más se repita en ningún
las víctimas pertenecientes a las naciones golpeadas rincón de la tierra lo que experim entaron los hom ­
por las atrocidades de la guerra. También recé para bres y mujeres que lloramos desde hace sesenta años!
obtener, por su intercesión, el don de la paz en el
Saludo a todos los que participan en las celebra­
mundo. Sigo rezando sin cesar, con la confianza de
ciones del aniversario y para todos pido a Dios el don
que, en toda circunstancia, al final venza el respeto de de su bendición.
la dignidad de la persona hum ana, de los derechos
de todo hom bre a una búsqueda libre de la verdad, de IOANNES PAULUS II
la observancia de las norm as de la m oral, del cumpli­
miento de la justicia y del derecho de cada cual a con­
diciones de vida dignas del hom bre (cf. Juan XXIII,
Ciudad del Vaticano, 15 de enero de 2005
carta encíclica Pacem in terris).
83
82
SINAGOGA DE ROMA
III. 1. DISCURSO DE JUAN PABLO II
EN LA SINAGOGA DE ROMA

Señor rabino jefe de la com unidad israelita de Roma,


señora presidenta de la Unión de las Comunidades
Israelitas Italianas, señor presidente de las com uni­
dades de Roma, señores rabinos, queridos amigos y
herm anos judíos y cristianos que participáis en esta
histórica celebración:

Acción de gracias por un acontecim iento


que es a la vez realidad y sím bolo

1. Ante todo, quisiera junto con vosotros, dar gra­


cias y alabar al Señor que «desplegó el cielo y cim en­
tó la tierra» (cf. Is 51, 16) y que ha escogido a Abra­
ham para hacerlo padre de una m ultitud de hijos,
num erosa «como las estrellas del cielo» y «como la
arena de la playa» (cf. Gén 22, 17; 15, 5), porque ha
querido, en el m isterio de su Providencia, que esta
tarde se encontraran en vuestro «Templo mayor» la
Com unidad Judía que vive en esta ciudad, desde el
tiempo de los antiguos romanos, y el obispo de Roma
y pastor universal de la Iglesia Católica.
Siento, además, el deber de m anifestar mi grati­
tud al rabino jefe, profesor Elio Toaff, que ha acogi­
do con alegría, desde el prim er mom ento, el proyec-

87
to de esta visita, y que ahora me recibe con gran • distinción, y en particular a los herm anos judíos.
apertura de corazón y con un vivo sentido de hospi­ SlI1La herencia que quisiera ahora recoger es preci-
talidad; y doy las gracias, tam bién, a todos aquellos araente la del Papa Juan, quien, en una ocasión pa­
que en la Com unidad Judía rom ana h an hecho posi­ sando por aquí —como acaba de recordar el rabino
ble este encuentro y se han com prom etido de tantas . £e hizo detener el coche para bendecir a la m ul­
m aneras a fin de que fuese al m ismo tiempo una rea­ titud de judíos que salía de este mismo templo. Y qui­
lidad y un símbolo. Gracias, por tanto, a todos voso­ siera recoger su herencia en este m om ento, en el que
tros. Todá rabá (muchas gracias). me encuentro no ya en el exterior, sino, gracias a
vuestra generosa hospitalidad, en el interior de la si­
nagoga de Roma.
La herencia de Juan XXIII

2. A la luz de la palabra de Dios proclam ada hace El holocausto de m illones


poco y que «vive para siempre» (cf. Is 30, 8 ), quisiera de víctimas inocentes
que reflexionáramos juntos, en la presencia del San­
to, ¡bendito sea Él! (como se dice en vuestra liturgia), 3. Este encuentro concluye en cierto modo, después
sobre el hecho y el significado de este encuentro en­ del pontificado de Juan XXIII y el Concilio Vatica­
tre el obispo de Roma, el Papa, y la Comunidad Judía no II, un largo período sobre el cual es preciso no
que habita y trabaja en esta ciudad, tan querida para cansarse de reflexionar para sacar de el las enseñan­
vosotros y para mí. zas oportunas. Ciertamente, no se puede ni se debe
Desde hace m ucho tiem po pensaba en esta visita. olvidar que las circunstancias históricas del pasado
En realidad, el rabino jefe tuvo la gentileza de ir a sa­ fueron muy distintas de las que han ido m adurando
ludarm e, en febrero de 1981, cuando hice la visita fatigosamente en los últimos siglos; se ha llegado con
pastoral a la vecina parroquia de San Cario ai Cati- grandes dificultades a la aceptación com ún de una
nari. Además, algunos de vosotros habéis ido más de legítima pluralidad en el plano social, civil y religio­
una vez al Vaticano, bien con ocasión de las num ero­ so. La consideración de los seculares condiciona­
sas audiencias que he podido conceder a represen­ mientos culturales no puede, sin embargo, im pedir
tantes del judaism o italiano y m undial, bien incluso el reconocim iento de los actos de discrim inación, de
anteriorm ente, en tiempos de mis predecesores, Pa­ las lim itaciones injustificadas de la libertad religio­
blo VI, Juan XXIII y Pío XII. Sé m uy bien, además, sa, de la opresión, tam bién, en el plano de la libertad
que el rabino jefe, en la noche que precedió a la m uer­ civil, que, respecto a los judíos, han sido objetivamen­
te del Papa Juan, no dudó en ir a la plaza de San te m anifestaciones gravemente deplorables. Sí, una
Pedro, acom pañado de un grupo de fieles judíos, con vez más, a través de mí, la Iglesia con las palabras de
el fin de rezar y velar, mezclado entre la m ultitud de la bien conocida declaración Nostra Aetate (n. 4)
católicos y de otros cristianos, para d ar testimonio, «deplora los odios, persecuciones y manifestaciones
de un m odo silencioso pero tan eficaz, de la grande­ de antisem itism o de cualquier tiempo y persona con­
za de ánim o de aquel gran pontífice, abierto a todos tra los judíos»; repito: «de cualquier persona».

88 89
Una palabra de execración quisiera una vez más os prejuicios, y se dé espacio al reconocim iento cada
expresar por el genocidio decretado durante la últi­ ^ez más pleno de ese «vínculo» y ese «común p atri­
m a guerra contra el pueblo judío y que ha llevado al monio espiritual» que existen entre judíos y cristianos.
holocausto de millones de víctimas inocentes. Al vi- Es éste el deseo que ya expresaba el párrafo n.° 4,
sitar el 7 de junio de 1979 el lager de Auschwitz y al ue ahora he recordado de la Declaración Conciliar
recogerm e en oración por tantas víctimas de diver­ Nostra Aetate acerca de las relaciones de la Iglesia Ca­
sas naciones, me detuve en particular ante la lápida tólica con el judaism o y con cada uno de los judíos se
con la inscripción en lengua hebrea, m anifestando ha dado con este breve pero lapidario texto.
así los sentim ientos de mi ánimo: «Esta inscripción Somos todos conscientes de que entre las m uchas
suscita el recuerdo del pueblo, cuyos hijos e hijas es­ riquezas de este núm ero 4 de Nostra Aetate, tres pun­
taban destinados al exterminio total. Este pueblo tie­ tos son especialm ente relevantes. Quisiera subrayar­
ne su origen en Abraham, que es el padre de nuestra los aquí, ante vosotros, en esta circunstancia verda­
fe, como dijo Pablo de Tarso. Precisam ente este pue­ deramente única.
blo que ha recibido de Dios el m andam iento de “no El prim ero es que la Iglesia de Cristo descubre su
m atar" ha probado en sí mismo, en m edida particu­ «relación» con el judaism o «escrutando su propio
lar, lo que significa matar. A nadie le es lícito pasar misterio» (cf. Nostra Aetate, 4). La religión judía no
por delante de esta lápida con indiferencia» (L’Osser- nos es «extrínseca», sino que, en cierto modo, es «in­
vatore Romano, edición en lengua española, 17 de ju ­ trínseca» a nuestra religión. Por tanto, tenem os con
nio de 1979, página 13). ella relaciones que no tenem os con ninguna otra re­
También, la Comunidad Judía de Roma pagó un ligión. Sois nuestros herm anos predilectos y, en cier­
alto precio de sangre. Y fue ciertam ente un gesto to modo, se podría decir nuestros herm anos mayores.
significativo el que, en los años oscuros de la perse­ El segundo punto que pone de relieve el Concilio
cución racial, las puertas de nuestros conventos, de es que a los judíos como pueblo no se les puede im ­
nuestras iglesias, del sem inario rom ano, de edificios putar culpa alguna atávica o colectiva por lo que «se
de la Santa Sede y de la m ism a Ciudad del Vaticano hizo en la pasión de Jesús» (cf. Nostra Aetate, 4). Ni
se abrieran para ofrecer refugio y salvación a tantos indistintam ente a los judíos de aquel tiempo, ni a los
judíos de Roma, rastreados por los perseguidores. que han venido después, ni a los de ahora. Por tanto,
resulta inconsistente toda pretendida justificación
teológica de medidas discrim inatorias o, peor toda­
La D eclaración Conciliar N ostra Aetate vía, persecutorias. El Señor juzgará a cada uno «se­
gún las propias obras», a los judíos y a los cristianos
4. La visita de hoy quiere aportar una decidida con­ (cf. Rom 2, 6 ).
tribución a la consolidación de las buenas relaciones El tercer punto de la Declaración Conciliar que
entre nuestras comunidades, siguiendo las huellas de quisiera subrayar es la consecuencia del segundo;
los ejemplos ofrecidos por tantos hom bres y m uje­ no es lícito decir, no obstante la conciencia que la
res, de una y otra parte, que se han com prom etido y Iglesia tiene de la propia identidad, que los judíos
se com prom eten todavía para que se superen los vie- son «réprobos o malditos», como si ello fuera ense­

90 91
ñado o pudiera deducirse de las Sagradas Escrituras vel de m entalidad, de enseñanza y de comunicación.
(cf. Nostra Aetate, 4) del Antiguo Testam ento o del A este respecto, quiero recordar a mis herm anos
Nuevo Testam ento. Más aún, había dicho antes el y herm anas de la Iglesia Católica, tam bién en Roma,
Concilio, en este m ismo texto de Nostra Aetate, pero el hecho de que los instrum entos de aplicación del
tam bién en la Constitución dogm ática Lum en Gen- Concilio en este cam po preciso están ya a disposi­
tium (n.° 6 ), citando la Carta de San Pablo a los Ro­ ción de todos, en dos docum entos publicados res­
manos ( 11, 28 s.), que los judíos «permanecen muy pectivamente en 1974 y en 1985 por la Comisión de
queridos por Dios», que los ha llam ado con una «vo­ la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con el
cación irrevocable». Judaismo. Se trata solam ente de estudiarlos con
atención, de penetrar en sus enseñanzas y de poner­
los en práctica.
Jesús de Nazaret y sus discípulos Seguramente, quedan todavía entre nosotros difi­
cultades de orden práctico, que esperan ser supera­
5. Sobre estas convicciones se apoyan nuestras re­ das en el plano de las relaciones fraternas: son fruto
laciones actuales. Con ocasión de esta visita a vuestra tanto de siglos de m utua incom prensión como de po­
sinagoga, deseo reafirm arlas y proclam arlas en su va­ siciones diversas y de actitudes no fácilmente supe­
lor perenne. Éste es, en efecto, el significado que debe rables en m aterias complejas e im portantes.
atribuirse a mi visita a vosotros, judíos de Roma. A nadie se le oculta que la divergencia fundam en­
No es cierto que haya venido a visitaros porque tal desde los orígenes es nuestra adhesión a la p er­
las diferencias entre nosotros se hayan superado ya. sona y a la enseñanza de Jesús de N azaret, hijo de
Sabemos bien que no es así. vuestro pueblo, del cual nacieron tam bién la Virgen
Sobre todo, cada una de nuestras religiones, con María, los apóstoles, «fundamento y columnas de la
plena conciencia de los m uchos vínculos que la unen Iglesia», y la m ayoría de los m iem bros de la prim era
a la otra, principalm ente ese «vínculo» del que habla Comunidad Cristiana. Pero esta adhesión se sitúa en
el Concilio, quiere ser reconocida y respetada por su el orden de la fe, es decir, en el asentim iento libre de
propia identidad, fuera de todo sincretism o y de toda la inteligencia y del corazón guiados por el espíritu, y
apropiación equívoca. no puede ser jam ás objeto de una presión externa, en
Además, debe decirse que el cam ino emprendido un sentido o en el otro; es éste el motivo por el que
se halla todavía en sus comienzos y que, por tanto, nosotros estamos dispuestos a profundizar en el diá­
se necesitará todavía bastante tiempo, a pesar de los logo con lealtad y am istad, en el respeto de las ínti­
grandes esfuerzos ya hechos por am bas partes, para mas convicciones de los unos y de los otros, tom ando
suprim ir toda forma, aunque sea subrepticia, de pre­ como base fundam ental los elem entos de la revela­
juicios, para adecuar toda m anera de expresarse y, ción que tenem os en com ún, como «gran patrim onio
por tanto, para presentar siempre y en cualquier par­ espiritual» (cf. Nostra Aetate, 4).
te, a nosotros m ism os y a los demás, el verdadero
rostro de los judíos y del judaism o como tam bién de
los cristianos y del cristianismo, y esto a cualquier ni­

92 93
Diálogo leal, am istad auténtica y colaboración El amor exigido por la Torá
fraterna en Roma
7 . Los problem as de Rom a son muchos. Vosotros lo
6. Es preciso decir, adem ás, que las vías abiertas a sabéis bien. Cada uno de nosotros, a la luz de esa
nuestra colaboración a la luz de la herencia común bendita herencia a la que anteriorm ente me refería,
que procede de la ley y de los profetas son varias e sabe que está llamado a colaborar, al menos en algu­
im portantes. Queremos recordar, sobre todo, una co­ na medida, en sus soluciones. Tratemos en cuanto sea
laboración en favor del hom bre, de su vida desde la posible de hacerlo juntos, que de esta visita m ía y de
concepción hasta la m uerte natural, de su dignidad, esta concordia y serenidad conseguidas surja, como
de su libertad, de sus derechos, de su desarrollo en el río que Ezequiel vio surgir de la puerta oriental del
su sociedad no hostil, sino am iga y favorable, donde templo de Jerusalén (cf. Ez 47,1), un torrente fresco y
reine la justicia y donde en esta nación, en los con­ benéfico que ayude a sanar las plagas que Roma sufre.
tinentes y en el mundo, sea la paz la que impere, el Al hacer esto, me perm ito decir, seremos fieles a
shalom auspiciado por los legisladores, por los pro­ nuestros respectivos compromisos más sagrados, pero
fetas y por los sabios de Israel. también a aquello que más profundam ente nos une y
Existe, más en general, el problem a moral, el gran nos reúne: la fe en un solo Dios que «ama a los ex­
cam po de la ética individual y social. Somos todos tranjeros» y «hace justicia al huérfano y a la viuda»
conscientes de lo aguda que es la crisis sobre este (cf. Dt 10, 18), comprometiéndonos tam bién nosotros
punto en nuestro tiempo. En una sociedad frecuen­ a amarlos y socorrerlos (cf. ibidem y Lev 19, 18. 34).
tem ente extraviada en el agnosticism o y en el indi­ Los cristianos han aprendido esta voluntad del Señor
vidualismo, y que sufre las am argas consecuencias de la Torá, que vosotros aquí veneráis, y de Jesús, que
del egoísmo y de la violencia, judíos y cristianos son ha llevado hasta extremas consecuencias el am or pe­
depositarios y testigos de una ética m arcada por los dido en la Torá.
diez m andam ientos, en cuya observancia el hombre
encuentra su verdad y su libertad. Promover una re­
flexión y colaboración com ún sobre este punto es La m isericordia de Dios
uno de los grandes deberes del ahora.
Y, finalmente, quisiera dirigir mi pensam iento a 8 . Sólo me queda ahora dirigir, como al principio
esta ciudad donde convive la com unidad de los cató­ de esta alocución, los ojos y la mente al Señor, para
licos con su obispo, la com unidad de los judíos con darle gracias y alabarlo por este encuentro feliz y por
sus autoridades y con su rabino jefe. los bienes que del m ismo ya em anan, por la fraterni­
Que no sea la nuestra sólo una «convivencia» de dad reencontrada, y por el nuevo y más profundo en­
medida estrecha, casi una yuxtaposición, intercalada tendim iento entre nosotros aquí en Roma, y entre la
con encuentros limitados y ocasionales, sino que esté Iglesia y el judaism o en todas partes, en cada país,
anim ada por el am or fraterno. para beneficio de todos.

94 95
Por eso quisiera decir con el salm ista, en su len­
gua original que es tam bién la que vosotros habéis
heredado:
H odú la-Adonái ki tov / ki le-olam jasdó / yomar-
na Yisrael / ki le-olam jasdó / Yomeruna yiréi Adonái
/ ki le-olam jasdó (Sal 118, 1-2, 4).
Dad gracias al Señor porque es bueno / porque es
eterna su misericordia. / Diga la casa de Israel: eterna
es su m isericordia. / Digan los fieles del Señor: / eter­ III.2. MENSAJE DE JUAN PABLO II EN
na es su misericordia. EL CENTENARIO DE LA SINAGOGA DE ROMA
Amén.

Al ilustre doctor Riccardo Di Segni, rabino jefe de


13 de abril de 1986 Roma, Shalom!

Ved qué dulzura, qué delicia, convivir


los hermanos unidos.
(Hinné má tov um á maím
shévet ajim gam yájad!)

[Salmo 133 (132), 1]

1. Con íntim a alegría me uno a la Comunidad Judía


de Roma que está en fiesta al celebrar los cien años
del Templo Mayor, símbolo y recuerdo de la m ilena­
ria presencia en esta ciudad del pueblo de la Alianza
del Sinaí. Desde hace más de dos mil años, vuestra
comunidad form a parte de la vida de la ciudad; pue­
de estar orgullosa de ser la Comunidad Judía más an­
tigua de E uropa occidental y de haber tenido una
función relevante en la difusión del judaism o en este
continente. Por tanto, la conm em oración de hoy asu­
me un significado particular para la vida religiosa,
cultural y social de la capital y ¡no puede dejar de te­
ner una resonancia totalm ente especial en el corazón
del obispo de Roma! Al no poder participar personal­
mente, he pedido que me represente en esta celebra-

96 97
ción mi vicario general para la diócesis de Roma, el la vocación de Dios son irrevocables» (Rom 11, 29) y
Cardenal Camillo Ruini, acom pañado por el presi­ vosotros seguís siendo el pueblo prim ogénito de la
dente de la Comisión de la Santa Sede para las Rela­ Alianza (Liturgia del Viernes Santo, oración univer­
ciones Religiosas con el Judaism o, el Cardenal Wal- sal Por los judíos).
ter Kasper. Ellos expresan concretam ente mi deseo Vosotros sois ciudadanos de esta ciudad de Roma
de estar con vosotros en este día. desde hace más de dos mil años, antes incluso de que
Al dirigirle mi respetuoso saludo, ilustre doctor Pedro el Pescador y Pablo encadenado llegaran aquí,
Riccardo Di Segni, hago llegar mi cordial pensam ien­ sostenidos interiorm ente p or el soplo del Espíritu.
to a todos los m iem bros de la com unidad, a su presi­ Las Escrituras Sagradas, que en gran parte com par­
dente, el ingeniero Leone Elio Paserman, y a cuantos timos, la liturgia, e incluso antiquísim as expresiones
se han congregado para testim oniar una vez más la artísticas testim onian el profundo lazo que une a la
im portancia y el vigor de la herencia religiosa que se Iglesia con la Sinagoga, por esa herencia espiritual
celebra todos los sábados en el Templo Mayor. Quie­ de la que, sin estar escindida ni repudiada, participan
ro dirigir un saludo particular al Gran Rabino em éri­ los creyentes en Cristo, y que constituye un vínculo
to, el profesor Elio Toaff, que con espíritu abierto y que no se puede separar entre nosotros y vosotros,
generoso me recibió en la sinagoga con motivo de mi pueblo de la Torá de Moisés, buen olivo en el que ha
visita del 13 de abril de 1986. Aquel acontecim iento sido injertado un nuevo ram o (cf. Rom 11,17).
ha quedado grabado en mi m em oria y en mi corazón Durante la Edad Media, algunos de vuestros gran­
como un sím bolo de la novedad que ha caracteri­ des pensadores, como Yehudá ha-Levi y Moisés Mai-
zado, en las últim as décadas, las relaciones entre el mónides, trataron de escrutar la m anera en que po­
pueblo judío y la Iglesia Católica, tras períodos en dría ser posible adorar juntos al Señor y servir a la
ocasiones difíciles y convulsos. hum anidad que sufre, p reparando así los cam inos
2. La fiesta de hoy, a cuya dicha nos unim os to­ de la paz. El gran filósofo y teólogo, bien conocido
dos de corazón, recuerda el prim er siglo de este m a­ por santo Tomás de Aquino, M aimónides de Córdo­
jestuoso Templo M ayor que, en la arm onía de sus ba (1138-1204), del que recordam os este año el octa­
líneas arquitectónicas, se eleva sobre las orillas del vo centenario de su fallecimiento, expresó el auspicio
Tíber como testim onio de fe y de alabanza al Omni­ de que una m ejor relación entre judíos y cristianos
potente. La Comunidad Cristiana de Roma, a través puede llevar «al niundo entero a la adoración unáni­
del sucesor de Pedro, participa con vosotros en la ac­ me de Dios, como está dicho: "Yo entonces volveré
ción de gracias al Señor por este dichoso aniversario. puro el labio de los pueblos, para que invoquen todos
Como dije en la m encionada visita, nos dirigimos a el nom bre del Señor, y le sirvan bajo un mismo yugo”
vosotros como nuestros «herm anos predilectos» en (Sof 3, 9)» (Mishné Torá, Hilkhót Melakhim XI, 4, ed.
la fe de Abraham, nuestro patriarca, de Isaac y de Ja­ Jerusalén, Mossad Harav Kook).
cob, de Sara y de Rebeca, de Raquel y de Lía. San Pa­ 3. Hemos recorrido un buen cam ino juntos des­
blo, al escribir a los rom anos (cf. Rom 11, 16-18), ya de aquel 13 de abril de 1986, cuando por prim era vez
hablaba de la raíz santa de Israel, a la que los paga­ —después del apóstol Pedro— el obispo de Roma os
nos han sido injertados en Cristo, «porque los dones y visitó: fue el abrazo de los herm anos que se volvían a

98 99
encontrar después de un largo período en el que no frecuencia escondida de la Sede Apostólica, que salió
han faltado incom prensiones, rechazos y sufrim ien­ en ayuda de judíos en peligro de m uchas m aneras,
tos. La Iglesia Católica, con el Concilio Vaticano II, c o m o ha sido reconocido entre otros por sus autori­
convocado por el beato Juan XXIII, en particular tras zados representantes (cf. Nosotros recordamos: una
la declaración Nostra Aetate (28 de octubre de 1965), r e f le x ió n sobre la Shoá, 16 de m arzo de 1998).
os ha abierto sus brazos, recordando que «Jesús es 4. Al recorrer con la ayuda del cielo este camino
judío, y siem pre lo será» (Comisión para las Relacio­ de fraternidad, la Iglesia no ha dudado en «deplorar
nes Religiosas con el Judaism o, Notas y sugerencias las faltas de sus hijos y de sus hijas en todas las épo­
[1985]: III, § 12). cas», y con un acto de arrepentim iento (teshuvá) ha
En el Concilio Vaticano II, la Iglesia confirmó de pedido perdón por las responsabilidades que puedan
m anera clara y definitiva el rechazo del antisem itis­ estar de cualquier m anera relacionadas con las pla­
mo en todas sus expresiones. Sin embargo, no es su­ gas de antijudaísm o y de antisem itism o (ibidem).
ficiente el deber de deplorar y condenar las hostili­ Durante el Gran Jubileo invocamos la m isericordia
dades contra el pueblo judío que con frecuencia han de Dios, en la basílica sagrada en m em oria de Pedro
caracterizado la historia; es necesario fom entar tam ­ en Roma, y en Jerusalén, la ciudad am ada por todos
bién la am istad, la estim a y las relaciones fraternas. los judíos, corazón de esa tierra que es santa para to­
Estas relaciones amistosas, que han sido reforzadas dos nosotros. El sucesor de Pedro subió como pere­
y que han crecido tras el Concilio del siglo pasado, grino a las m ontañas de Galilea, rindió hom enaje a
nos unen en el recuerdo de todas las víctimas de la las víctim as de la Shoá en Yad Vashem, rezó junto a
Shoá, en particular, de quienes en octubre de 1943 vosotros en el m onte de Sión, a los pies del lugar
fueron arrancadas a sus familias y a vuestra queri­ santo.
da Com unidad Judía rom ana para ser internadas en Por desgracia, pensar en Tierra Santa suscita en
Auschwitz. Que su recuerdo sea u na bendición y nos nuestros corazones preocupación y dolor p or la vio­
lleve a actuar como herm anos. lencia que sigue m arcando a ese lugar, por la gran
Es un deber, además, recordar a todos aquellos cantidad de sangre inocente derram ada por israelíes
cristianos que, bajo el impulso de una bondad natu­ y palestinos, que oscurece el surgim iento de una
ral y rectitud de conciencia, sostenidos p or la fe y aurora de paz en la justicia. Por este motivo, quere­
la enseñanza evangélica, reaccionaron con valentía, mos hoy dirigir una fervorosa oración al Eterno, en
tam bién en esta ciudad de Roma, para ofrecer auxi­ la fe y en la esperanza, al Dios de Shalom, para que la
lio concreto a los judíos perseguidos, ofreciendo soli­ enemistad no arrolle con el odio a quienes reconocen
daridad y ayuda, en ocasiones arriesgando su propia como padre a Abraham —judíos, cristianos y m usul­
vida. Su m em oria bendita perm anece viva, junto a manes— y deje lugar a la conciencia clara de los vín­
la certeza de que para ellos, al igual que para todos culos que los unen y a la responsabilidad que pesa
los «justos entre las naciones», los tzaddiqim, se ha sobre las espaldas de unos y otros.
preparado un lugar en el m undo futuro, en la resu­ Tenemos que recorrer todavía m ucho camino: el
rrección de los m uertos. Tampoco se puede olvidar, Dios de la justicia y de la paz, de la m isericordia y de
junto a los pronunciam ientos oficiales, la acción con la reconciliación, nos llam a a colaborar sin reservas

100 101
en nuestro m undo contem poráneo, lacerado por en­
IV. ENCUENTROS
frentam ientos y enemistades. Si sabemos u nir nues­ CON COMUNIDADES JUDÍAS
tros corazones y nuestras m anos para responder a la
llamada divina, la luz del Eterno se acercará para ilu­
m inar a todos los pueblos, m ostrándonos los cam i­
nos de la paz, Shalom. Quisiéramos recorrerlos con
un solo corazón.
5. Podemos hacer m ucho juntos no sólo en Jeru­
salén y en la tierra de Israel, sino tam bién aquí, en
Roma: a favor de los que sufren a nuestro lado a cau­
sa de la m arginación, de los inm igrantes, de los ex­
tranjeros, de los débiles e indigentes. Compartiendo
los valores por la defensa de la vida y de la dignidad
de toda persona hum ana, podrem os hacer que crez­
ca nuestra cooperación fraterna.
El encuentro de hoy es como u n a preparación
para vuestra inminente solemnidad de Shavuot y para
nuestro Pentecostés, que celebran la plenitud de las
respectivas fiestas de Pascua. Que estas fiestas nos
unan en la oración del Hallel pascual de David:

Hallelu et Adonái kol goím


shabbehuHu kol ha-um m im
ki gavar ‘alenu jasdó
we-emet Adonái le-‘olam.
(Laúdate Dominum, omnes gentes,
collaudate Eum, omnes populi.
Quoniam confirmata est super nos misericordia
eius,
et veritas Domini manet in aetem um .)

Hallelu-Yá (Salmo, 117 [116])

lOANNES PAULUS II

Ciudad del Vaticano, 22 de mayo de 2004

102
IV. 1. C O M U N ID A D JU D ÍA D E B R A S IL

Me alegro m ucho de poder saludar, en ustedes, a los


representantes de la com unidad israelita de Brasil,
tan viva y operante en Sao Paulo, en Río de Janeiro y
en otras ciudades. Y les agradezco de corazón su gran
amabilidad al querer encontrarse conmigo con oca­
sión de este viaje apostólico a la gran nación brasile­
ña. Para m í es una feliz oportunidad de m anifestar y
estrechar aún más los lazos que unen a la Iglesia Ca­
tólica y al judaism o, reafirm ando así la im portancia
de las relaciones que existen entre nosotros tam bién
aquí en Brasil.
Como saben ustedes, la declaración Nostra Aetate,
del Concilio Vaticano II, en su cuarto párrafo afirm a
que la Iglesia, al estudiar profundam ente su propio
misterio, recuerda el vínculo que la une espiritual­
mente con la descendencia de Abraham. De esta for­
ma, la relación entre la Iglesia y el judaism o no es
ajena a las dos religiones, sino que es algo que se
funda en la herencia religiosa distintiva de am bas, en
el propio origen de Jesús y de los apóstoles, así como
en el am biente en que la Iglesia prim itiva creció y se
desarrolló.
Si, a pesar de todo esto, nuestras respectivas iden­
tidades religiosas nos han dividido, a veces doloro­
samente, a través de los siglos, eso no debe ser obs­
táculo p ara que, respetando esa m ism a identidad,

105
queram os ahora valorizar nuestra herencia común
y cooperar así, a la luz de esa m ism a herencia, en la
solución de los problem as que afligen a la sociedad
contem poránea, necesitada de la fe en Dios, de la
obediencia a su santa Ley, de la esperanza activa en
la venida de su Reino.
Estoy muy contento de saber que esa relación y
cooperación se dan ya aquí en Brasil, especialmente
a través de la H erm andad Judaico-Cristiana. Judíos y IV.2. COMUNIDAD JUDÍA ALEMANA
católicos se esfuerzan así en profundizar en la co­
m ún herencia bíblica, sin disimular, con todo, las di­
ferencias que nos separan; y de esa forma, un reno­ Si los cristianos consideran a todos los hombres como
vado conocim iento m utuo podrá conducir a una más herm anos y deben com portarse según esta aprecia­
adecuada presentación de cada religión en la ense­ ción, cuánto más vale este sagrado deber cuando se
ñanza de la otra. Sobre esta base sólida se podrá lue­ encuentran con quienes pertenecen al pueblo judío.
go construir, como ya se viene haciendo, la tarea de En la Declaración sobre las Relaciones de la Iglesia con
cooperación en beneficio del hom bre concreto, de la el Judaismo, los obispos de la República Federal Ale­
prom oción de sus derechos, no pocas veces concul­ mana han puesto como encabezam iento esta frase:
cados, de su justa participación en la prosecución del «Quien se encuentra con Jesucristo se encuentra con
bien común, sin exclusivismos ni discriminaciones. el judaismo.» Q uerría hacer m ía tam bién esta expre­
Son estos, por otra parte, algunos de los puntos pre­ sión. La fe de la Iglesia en Jesucristo, hijo de David
sentados a la atención de la com unidad católica por e hijo de Abraham (cf. Mt 1, 1), contiene de hecho lo
las Orientaciones y sugerencias para la aplicación de que los obispos llam an en esta declaración la heren­
la Declaración Conciliar Nostra Aetate, publicadas por cia espiritual de Israel para la Iglesia (parte II), una
la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Ju ­ herencia viva que debe ser com prom etida y conser­
daismo, en 1975, como tam bién por los párrafos co­ vada por nosotros, cristianos católicos, en toda su
rrespondientes del docum ento final de la conferen­ profundidad y riqueza.
cia de Puebla (núms. 1110, 1123).
Esto hará vivo y eficaz, para bien de todos, el va­
lioso patrim onio espiritual que une a los judíos y a Maguncia, 17 de noviembre de 1980
los cristianos.
Así lo deseo de todo corazón. Que sea éste el fru­
to de este encuentro fraterno con los representantes
de la com unidad israelita de Brasil.

Sao Paulo, 3 de julio de 1980

106 107
voca a am ar a Dios N uestro Señor con todo el cora­
zón y con toda el alma. Extiendo mi cordial saludo a
cuantos vosotros representáis.»

<5de junio de 1982

IV.3. COMUNIDADES JUDÍAS


DE GRAN BRETAÑA

Durante su estancia en Manchester, en un convento


de religiosas de Nazaret, el Papa se encontró con una
representación de los 400.000 judíos residentes en
Gran Bretaña. Tras departir cordialm ente con ellos y
escuchar un discurso del Gran Rabino Yacobovich,
improvisó las siguientes palabras:
«Debo com enzar diciendo que he seguido con
sumo interés su discurso sopesando los tem as que ha
tocado en él. Mi respuesta será muy breve y no tan
extensa como su discurso. Pero estoy muy agradeci­
do de que haya incluido todo ello en su saludo. Es un
gozo para mí dirigirles un saludo fraterno a ustedes,
m iem bros dirigentes de la Comunidad Judía. Saludo
en especial al Gran Rabino de la com unidad, sir Em-
manuel Yacobovich, y a sus distinguidos compañeros.
Aprovechando mi visita a Gran Bretaña deseo expre­
sar mis sentimientos personales de estim a y am istad
hacia todos ustedes. Al mismo tiempo quiero reiterar
el gran respeto de la Iglesia Católica al pueblo judío
del m undo entero. Siguiendo el espíritu del Concilio
Vaticano II, recuerdo la voluntad de la Iglesia de co­
laborar com placida con ustedes por la causa de la
hum anidad, conscientes de que tenem os una trad i­
ción com ún que honra la santidad de Dios y nos con­

108
IV .4. C O M U N ID A D JU D ÍA D E E SP A Ñ A
IV.5. LIGA ANTIDIFAMACIÓN B’NAI B’RITH

Estim ados señores:


Shalom! Paz a vosotros y a todos los m iembros de Q u e r id o s a m ig o s :
la com unidad religiosa judía de España. Me hace muy feliz recibirles aquí en el Vaticano.
Deseo expresaros ante todo mi sincero aprecio Son ustedes un grupo de dirigentes nacionales e in­
por haber querido venir a encontrarm e durante mi ternacionales de la conocida asociación judía, esta­
visita pastoral a esta nación. Vuestro significativo ges­ blecida en Estados Unidos y floreciente en m uchas
to es prueba de que el diálogo fraterno, orientado a partes del m undo, incluida Roma, Liga A ntidifam a­
un m ejor conocim iento y estim a entre judíos y ca­ ción B’nai B’rith. Asimismo, están m uy en contacto
tólicos, que el Concilio Vaticano II ha prom ovido y con la Comisión para las Relaciones Religiosas con el
recom endado vivam ente en la declaración Nostra
Judaismo, fundada hace diez años por Pablo VI con
Aetate (n.° 4), continúa y se difunde cada vez más,
el objetivo de fom entar las relaciones entre la Iglesia
aun en medio de inevitables dificultades.
Católica y la Com unidad Judía en relación con nues­
Tenemos un patrim onio espiritual com ún, y el
pueblo del Nuevo Testamento, es decir, la Iglesia, se tro respectivo com prom iso de fe.
siente y está vinculada espiritualm ente a la estirpe El m ero hecho de que hayan venido a visitarm e
de Abraham, nuestro padre en la fe. —y de ello les estoy muy agradecido— es en sí una
Pido a Dios que la tradición judaica y cristiana, prueba del increm ento y la profundización constan­
fundada en la Palabra divina y que tiene una profun­ tes de dichas relaciones. Claro está que cuando se
da conciencia de la dignidad de la persona hum ana mira atrás, años anteriores al Concilio Vaticano II y
que es im agen de Dios (cf. Gén 1, 26), nos lleve al su declaración Nostra Aetate, y se quiere abarcar la
culto y am or ferviente al único y verdadero Dios. obra realizada desde entonces, uno tiene el sentimien­
Y que ello se traduzca en una acción eficaz en favor to de que el Señor ha hecho «grandes cosas» por no­
del hom bre, de cada hom bre y de todo hombre. sotros (cf. Le 1, 49). Y, por tanto, nos llama a unim os
Shalom! Y que Dios, Creador y Salvador, os ben­ en un acto de cordial agradecimiento a Dios. El verso
diga a vosotros y a vuestra com unidad. del comienzo del Salmo 133 es adecuado: «Ved cuán
bueno y deleitoso es habitar en uno los hermanos.»
Porque, com o he dicho con frecuencia desde el
3 de noviembre de 1982 comienzo de mi servicio pastoral de sucesor de Pe-

110 111
dro, pescador de Galilea (cf. Alocución del 12 de mar­ Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica (cf. S. Congre­
zo de 1979), queridos amigos, el encuentro de católi­ gado Sti. Ufficii, 3 de m arzo de 1928; Pío XI a los pe­
cos y judíos no es coincidencia de dos antiguas re­ riodistas belgas de la radio, 6 de septiem bre de 1938)
ligiones yendo cada una por su cam ino y en lucha condenó tal ideología y práctica por ser contrarias no
grave y dolorosa no pocas veces en tiem pos pasados. sólo a la confesión cristiana, sino tam bién a la digni­
Es una reunión de «hermanos» y, como dije a los re­ dad de la persona hum ana creada a imagen de Dios.
presentantes de la Comunidad Judía alem ana en Ma­ Pero no estam os reunidos p or nosotros mismos
guncia (11 de noviembre de 1980), un diálogo «entre precisamente. Es verdad que tratam os de conocer­
la prim era y la segunda parte de la Biblia». Y al igual nos mejor y entender m ejor la identidad característi­
que las dos partes de la Biblia son diferentes, pero ca de cada uno y el íntim o vínculo espiritual que nos
están relacionadas íntim am ente, tam bién lo están el une. Pero al conocemos, descubrimos todavía más lo
pueblo judío y la Iglesia Católica. que nos une para interesarnos m ás p or la hum ani­
Esta cercanía se ha de m anifestar de muchos mo­ dad en campos, por citar sólo algunos, tales como el
dos. El prim ero de todos, en el profundo respeto de hambre, la pobreza, la discrim inación allí donde se
la identidad de cada uno. Cuanto m ás nos conozca­ dé y sea la que sea la persona contra quien se dirige,
mos, m ás aprenderem os a aceptar y respetar nues­ las necesidades de los refugiados... Y claro está, la
tras diferencias. gran tarea de fom entar la justicia y la paz (cf. Sal 85,
Pero respeto no significa esquivez ni es equiva­ 4 ), señal de la edad m esiánica en am bas tradiciones
lente a indiferencia, y éste es precisam ente el gran judía y cristiana, enraizadas a su vez en la gran he­
reto que estam os llamados a afrontar. Por el contra­ rencia profética. Este «vínculo espiritual» existente
rio, el respeto de que hablam os está fundado en un entre nosotros no puede m enos que ayudarnos a
vínculo espiritual m isterioso (cf. Nostra Aetate, 4), afrontar el gran reto dirigido a los que creen que
que nos acerca en Abraham y, por medio de Abraham Dios tiene cuidado de su pueblo, al que ha creado a
en Dios, que eligió a Israel y de Israel hizo surgir la su imagen (cf. Gén 1, 27).
Iglesia. Veo esto como realidad y prom esa al mismo tiem ­
Sin em bargo, este «vínculo espiritual» entraña po de diálogo entre la Iglesia Católica y el judaismo, y
gran responsabilidad. Cercanía unida a respeto quie­ de las relaciones ya existentes entre su organización
re decir confianza y franqueza, y excluye totalm ente y la Comisión para las Relaciones Religiosas con el
desconfianzas y sospechas. Convoca, asim ismo, a in­ Judaism o y con otras instituciones de algunas igle­
terés fraterno por cada uno, y por los problem as y di­ sias locales.
ficultades que afronta cada una de nuestras com uni­ De nuevo les doy gracias por su vida y por su em ­
dades religiosas. peño hacia m etas de diálogo. Seamos agradecidos a
La Comunidad Judía en general y su organización nuestro Dios, Padre de todos nosotros.
en particular, como su nom bre indica, tienen m ucho
que ver con formas antiguas y nuevas de discrim ina­
ción y violencia contra los judíos y el judaismo, llama­ 22 de marzo de 1984
das corrientem ente antisemitismo. Incluso antes del

112 113
bra de la Sabiduría divina» (L’Osservatore Romano,
29 de enero de 1985).
Con gusto les repito estas palabras que conm e­
moran actualm ente el vigésimo aniversario de la de­
claración. Ellas expresan el com prom iso de la Santa
Sede, y de toda la Iglesia Católica, por el contenido
de la declaración, subrayando, por así decir, su im ­
portancia.
IV.6. COMITÉ JUDÍO AMERICANO Veinte años después, los térm inos de la declara­
ción no han envejecido. Al contrario, es m ás claro
ahora que antes lo firme de fundam ento teológico y
Queridos amigos: la sólida base que brinda para un diálogo entre ju ­
Es para mí una gran satisfacción recibir a esta im­ díos y cristianos que sea realm ente fecundo. Por otra
portante delegación del American Jewish Committee parte, en efecto, encuentra la m otivación de dicho
(Comité Judío Americano), con su presidente a la ca­ diálogo en el misterio mismo de la Iglesia, y por otra,
beza. Les estoy m uy agradecido por esta visita. Sean m antiene claram ente la identidad de cada religión,
ustedes bienvenidos a esta casa siempre abierta, como aun vinculando estrecham ente la una con la otra.
saben, a los miem bros del pueblo judío. A lo largo de estos veinte años, el trabajo realiza­
H an venido aquí para celebrar el vigésimo aniver­ do es inmenso. Ustedes son bien conscientes de ello,
sario de la Declaración Conciliar Nostra Aetate, sobre dado que la organización que representan está pro­
la relación de la Iglesia con las religiones no cristia­ fundamente dedicada al diálogo judeo-cristiano, so­
nas, cuya cuarta sección trata extensam ente de las bre la base precisam ente de la declaración, y ello en
relaciones de la Iglesia con el judaism o. el plano nacional e internacional, y particularm ente
D urante mi reciente visita pastoral a Venezuela, en conexión con la Comisión de la Santa Sede para
recibí a algunos representantes de la Comunidad Ju­ las Relaciones Religiosas con el Judaismo.
día local en un encuentro que se vuelve ya una carac­ Estoy convencido, y me complazco en afirm arlo
terística habitual de tantas de esas visitas pastorales en la ocasión presente, que las relaciones entre judíos
alrededor del mundo. En esta ocasión, al responder y cristianos han m ejorado radicalm ente en estos
al saludo del rabino Pinchas Brener, dije lo siguien­ años. Donde antes había desconfianza, y quizá temor,
te. «Quiero confirmar, con absoluta convicción, que hay ahora confianza. Donde había ignorancia, y por
la enseñanza del Concilio Vaticano II en la declara­ eso prejuicios y estereotipos, hay ahora un creciente
ción Nostra Aetate perm anece siempre para nosotros, conocim iento m utuo, aprecio y respeto. Pero, sobre
para la Iglesia Católica, para el Episcopado y para el todo, hay am or entre nosotros, aquel am or —digo—
Papa, una enseñanza que debe ser seguida. Una en­ que es, para am bos, u n precepto fundam ental de
señanza que es necesario aceptar, no sólo como algo nuestras tradiciones religiosas y que el Nuevo Tes­
conveniente, sino m ucho más, como una expresión tam ento ha recibido del Antiguo (cf. Me 12, 28-34;
de fe, una inspiración del Espíritu Santo, una pala­ Lev 19, 18). Amor significa com prensión. Tam bién
114
115
im p lica fran q u e za y la lib ertad de disentir, de m ane­ ham bre en E tio p ía y en el Sahel, p ro cu ran d o así lla­
ra frate rn a , cu an d o h ay razo n es p a ra ello. m ar la aten ció n de las au to rid ad es responsables so­
N o cabe d u d a de que q u ed a m u ch o p o r hacer. Se bre esta terrib le tragedia, todavía p o r desgracia no
re q u ie re to d av ía reflexión teológica, n o o b stan te lo resuelta, y que sigue siendo u n reto p a ra todos los
realizado ya en este p lan o y los resu ltad o s obtenidos. que creen en el único verdadero Dios, S eñ o r de la
N u estro s b ib listas y n u e stro s teólogos son urgidos historia y Padre am an te de todos.
c o n sta n te m e n te a ello p o r la m ism a P alab ra de Dios Sé tam b ién de su preocupación p o r la paz y segu­
que tenem os en com ún. ridad en T ierra Santa. Q uiera Dios conceder a esa
La ed ucación debería to m a r en cu en ta con m ayor tierra, y a todos los pueblos y naciones en esa parte
a ten ció n los p u n to s de vista y las directrices indica­ del m undo, las bendiciones que expresa la palabra
das p o r el C oncilio y elaboradas en las subsiguientes shalom, de m anera que en la frase del salm ista, la jus­
Orientaciones y sugerencias para la aplicación de la ticia y la paz se besen (cf. Sal 85, 11).
Declaración Conciliar N ostra Aetate, n.° 4, que están El Concilio Vaticano II y los siguientes docum en­
siem pre vigentes. E ducación p a ra el diálogo, a m o r y tos se pro p o n en en verdad esta m eta: que los hijos e
resp eto p o r el o tro y u n a a b e rtu ra h acia todos son hijas de A braham , judíos, cristianos y m usulm anes
exigencias urgentes de n u estras sociedades pluralis­ (cf. Nostra Aetate, 3), puedan vivir juntos y prosperar
tas, donde todos resu ltan ser prójim os de todos. en paz. Y que todos am em os al Señor nuestro Dios
El antisem itism o, por desgracia todavía un proble­ con todo nuestro corazón, toda nuestra alm a y todas
m a en algunos lugares, ha sido reiterad am en te con­ nuestras fuerzas (cf. Dt 6 , 5).
d enado p o r la tradición católica com o incom patible G racias de nuevo p o r esta visita. Shalom!
con la en señ an za de C risto y con el resp eto debido
a la dignidad de cualquier hom bre y m ujer, creados a
im agen y sem ejanza de Dios. Q uiero afirm ar u n a vez 15 de febrero de 1985
m ás el repudio de la Iglesia Católica a toda represión
y persecución, a toda discrim inación co n tra quien­
q uiera —venga de donde venga— «en la legislación
de hecho, p o r m otivo de raza, origen, color, cultura,
sexo o religión» (Octogésima adveniens, 23).
E n estrecha relación con cuanto precede, hay un
am plio cam po de colaboración abierto a nosotros,
judíos y cristianos, en favor de la hum anidad entera,
donde la im agen de Dios resplandece en cada hom ­
bre, m ujer y niño, pero especialm ente en los desam ­
parados y necesitados.
Estoy bien inform ado de la estrecha colaboración
entre el Comité Judío Americano y algunas de nues­
tras instituciones católicas para aliviar el flagelo del

116 117
de aquella serie horrible de sucesos. A éstos en p ar­
ticular les digo, como dije a vuestros herm anos y
hermanas, los judíos de Roma, «la Iglesia, con las pa­
labras de la bien conocida declaración Nostra Aeta­
te (n.° 4 ), deplora los odios, persecuciones y m ani­
festaciones de antisem itism o de cualquier tiem po y
persona contra los judíos», repito: «de cualquier per­
sona».
IV. 7. COMUNIDAD JUDÍA DE AUSTRALIA Espero que este encuentro ayude a consolidar y
prolongar las buenas relaciones que vosotros tenéis
ya con los m iem bros de la com unidad católica de
A principio de este año tuve el placer y el privilegio este país. Sé que hay hom bres y m ujeres por toda
de visitar la sinagoga de Roma y de hablar con los ra­ Australia, tanto judíos como católicos, que están tra ­
binos y la asam blea congregada. En aquella ocasión bajando, como dije en la sinagoga de Roma, «para
di «gracias y alabanza al Señor que desplegó el cielo que se superen los viejos prejuicios y se dé espacio al
y cim entó la tierra (Is 51, 16), y que ha escogido a reconocim iento cada vez m ás pleno de ese vínculo, y
Abraham para hacerlo padre de una m ultitud de hi­ de ese com ún patrim onio espiritual que existe entre
jos, num erosos como las estrellas del cielo y como la los judíos y los cristianos». Doy gracias a Dios por
arena de la playa (Gén 22, 17; cf. Is 15, 5)». Le doy esto.
gracias y lo alabo porque ha tenido a bien, en el m is­ Interesa a los católicos, y esto sigue siendo una
terio de su Providencia, que este encuentro se reali­ parte explícita y verdaderam ente im portante de mi
zase. Hoy lo alabo y le doy gracias de nuevo porque m isión, rep etir y subrayar que n u estra actitud h a ­
me ha proporcionado, en este gran país meridional, cia la religión judía debe ser de gran respeto, pues
el encuentro con otro grupo de los hijos de Abraham, la fe católica está enraizada en las verdades eternas,
un grupo que es representativo de m uchos judíos de contenidas en las E scrituras Judías, y en la Alianza
Australia. ¡Que Él os bendiga y os haga fuertes en su irrevocable hecha con A braham . N osotros conser­
servicio! vamos tam b ién con agradecim iento esas m ism as
Tengo entendido que la experiencia de los judíos verdades de nuestra herencia judía, y os visitam os a
en Australia —una experiencia que se rem onta a los vosotros com o herm anos y herm anas nuestros en el
comienzos de la colonización blanca en 1788—, aun­ Señor.
que ha tenido su parte de dolor, prejuicios y discri­ H acia el pueblo judío, los católicos deben tener
m inaciones, ha disfrutado de m ás libertad civil y re­ no solam ente respeto, sino tam bién un gran am or
ligiosa que en otros países del Viejo Continente. Al fraterno; porque ésta es la enseñanza de am bas escri­
m ismo tiempo, éste es todavía el siglo de la Shoá, el turas, la judía y la cristiana: que los judíos son am a­
intento inhum ano y despiadado de exterm inar a los dos de Dios, quien los ha llamado con una vocación
judíos de Europa; y sé que Australia dio asilo y una irrevocable. No se puede encontrar una justificación
nueva patria a miles de refugiados y supervivientes teológicamente válida para actos de discrim inación o

118 119
persecución contra los judíos. De hecho, tales actos 0io. En una sociedad secularizada, tales instituciones
han de ser considerados como pecados. son casi siempre atacadas por una razón u otra. Pues­
Siendo francos y sinceros tenem os que reconocer to que los católicos y los judíos las valoran por las
el hecho de que existen todavía diferencias obvias mismas razones, trabajem os juntos, siem pre que sea
entre nosotros, diferencias en la fe y en la práctica posible, para proteger y prom over la instrucción reli­
religiosa. La diferencia fundam ental está en nuestras giosa de nuestros niños. De esta m anera podem os
respectivas visiones sobre la persona y la obra de dar un testim onio com ún del Señor de todos.
Jesús de N azaret. N ada nos impide, sin embargo, la Señor presidente y m iem bros del consejo ejecuti­
cooperación verdadera y fraterna en m uchas em pre­ vo de los judíos australianos, les doy las gracias una
sas nobles, tales como los estudios bíblicos y num e­ vez más por este encuentro, y doy alabanza y gracias
rosas obras de justicia y caridad. Esas acciones co­ al Señor con las palabras del salmista: «Alabad al Se­
m unes pueden acercam os aún m ás íntim am ente en ñor todas las naciones, aclam adlo todos los pueblos.
la am istad y la verdad. Firme es su lealtad con nosotros, y su fidelidad dura
M ediante la ley y los profetas, nosotros, igual que por siempre. ¡Alabad al Señor!»
vosotros, hem os aprendido a considerar como eleva­
do valor la vida hum ana y los derechos fundam en­
tales e inalienables del ser hum ano. Hoy, la vida hu­ Sidney, 26 de diciembre de 1986
m ana, que debe ser tratada como sagrada desde el
m om ento de la concepción, está am enazada de muy
diferentes m aneras. Las violaciones de los derechos
hum anos son generales. Esto provoca que lo más im ­
portante para toda la gente de buena voluntad sea co­
laborar para defender la vida, para defender la liber­
tad de fe y práctica religiosa, y para defender todas
las demás libertades hum anas fundam entales.
Finalm ente, estoy seguro de que nosotros esta­
mos de acuerdo en que, en una sociedad seculariza­
da, hay m uchas cosas consideradas como valores que
nosotros no podem os aceptar. En particular, el co­
m unismo y el materialism o se presentan con frecuen­
cia, especialm ente a los jóvenes, como las respuestas
a los problem as hum anos. Expreso m i adm iración
por los muchos sacrificios que vosotros habéis hecho
para conseguir escuelas religiosas para vuestros h i­
jos, con m iras a ayudarles a evaluar el m undo que les
rodea desde la perspectiva de la fe en Dios. Como sa­
béis, los católicos de Australia hacen tam bién lo mis-

120 121
mental con los patriarcas un punto de partida deter­
m inante para nuestro diálogo y nuestro testim onio
común en el mundo.
Es oportuno recordar, además, la prom esa hecha
por Dios a Abraham y la herm andad espiritual que
ésta instauró: «Y en tu posteridad serán benditas to­
das las naciones de la tierra, por haberm e tú obede­
cido» (Gén 22, 18). Esta herm andad espiritual, u n i­
IV.8. ORGANIZACIONES JUDÍAS da estrecham ente a la obediencia a Dios, exige un
NORTEAMERICANAS gran respeto recíproco con hum ildad y confianza.
Un examen objetivo de nuestras relaciones a lo largo
de los siglos debe ten er en cuenta esta gran nece­
Queridos amigos, representantes de tantas organiza­ sidad.
ciones judías, procedentes de todos los Estados Uni­ 2. Hay que poner de relieve el hecho de que los
dos, queridos herm anos y herm anas judíos: Estados Unidos hayan sido fundados por hom bres
1. Os agradezco vivamente vuestras cordiales pa­ que llegaron a estos puertos a m enudo como refugia­
labras de saludo. Estoy m uy contento de encontrar­ dos religiosos. Aspiraban a ser tratados con justicia y
me entre vosotros, particularm ente en este mom ento a ser recibidos según la Palabra de Dios, como lee­
en el que se inaugura la exposición de la Colección mos en el Levítico: «Tratar al extranjero que habita
Judeo-Vaticana. El maravilloso m aterial, que incluye en medio de vosotros como al indígena de entre vo­
Biblias m iniadas y libros de oración, m uestra sólo sotros; ám ale como a ti mismo, porque extranjeros
una pequeña parte de las grandes riquezas espiritua­ fuisteis vosotros en tierra de Egipto. Yo, Yavé, vuestro
les de la tradición judía a lo largo de los siglos hasta Dios» (Lev 19, 34). Entre los millones de emigrantes
hoy, riquezas espirituales utilizadas a m enudo en una que llegaron, había un gran núm ero de católicos y de
fructuosa cooperación con artistas cristianos. judíos. Idénticos principios religiosos fundam entales
Al com ienzo de nuestro encuentro, es oportuno de libertad y justicia, de igualdad y solidaridad h u ­
subrayar nuestra fe en el Dios único, quien eligió a mana, afirm ados tanto en la Torá como en el Evan­
Abraham, Isaac y Jacob, y estableció con ellos una gelio, se reflejan en los altos ideales hum anos y en la
Alianza de am or eterno, la cual no ha sido nunca re­ tutela de los derechos universales proclam ados en
vocada (cf. Gén 27, 33; Rom 11, 29). Por el contrario, Estados Unidos. Éstos, a su vez, ejercían un fuerte
fue confirm ada m ediante el don de la Torá hecho a influjo positivo en la historia de Europa y de otras
Moisés y abierta por los profetas hacia la esperanza partes del m undo. Pero los cam inos de los inm igra­
de la redención eterna y el com prom iso universal dos a este nuevo país no resultaban siem pre fáciles.
p or la justicia y la paz. El pueblo judío, la Iglesia y Tenemos que adm itir tristem ente que los prejuicios y
todos los que creen en Dios m isericordioso —que en las discrim inaciones eran algo com ún, tanto en el
las oraciones de los judíos se invoca como Av Ha-Ra- Nuevo M undo como en el Viejo. Sin embargo, ju n ­
jam im — pueden encontrar en esta Alianza funda­ tos, judíos y católicos contribuyeron al éxito de la ex­

122 123
periencia am ericana concerniente a la libertad reli­ sobre el terrible episodio de la Shoá, el intento enfer­
giosa y, en este contexto único, ofrecieron al mundo mizo e inhum ano de exterm inar a todo el pueblo ju ­
una vigorosa form a de diálogo interreligioso entre dío en Europa; un intento que causó millares de víc­
nuestras dos antiguas tradiciones. Elevo mi oración timas —m uchos de ellos mujeres y niños, ancianos y
por todos aquellos que se com prom eten en este diá­ enfermos— exterm inados solam ente por el hecho de
logo, tan im portante para la Iglesia y para el pueblo ser judíos.
judío: ¡Que Dios os bendiga y os fortalezca en este M editando sobre este m isterio de los sufrim ien­
servicio! tos de los hijos de Israel, de su testimonio de esperan­
3. Al m ism o tiempo, nuestro patrim onio común, za, de fe y de hum anidad frente a ultrajes inhum a­
nuestras tareas y esperanzas no anulan nuestras pro­ nos, la Iglesia advierte cada vez m ás profundam ente
pias identidades. A causa de su específico testimonio su vínculo com ún con el pueblo judío y con su teso­
cristiano, «la Iglesia tiene el deber de proclam ar a Je­ ro de riquezas espirituales en el pasado y en el pre­
sucristo en el mundo» (Orientaciones y sugerencias sente.
para la aplicación de la Declaración Conciliar Nostra Es tam bién oportuno recordar los grandes y cla­
Aetate, n.° 4: L’Osservatore Romano, edición en len­ ros esfuerzos de los Papas contra el antisem itism o y
gua española, 12 de enero de 1975, página 2). Ac­ el nazism o durante el m om ento culm inante de la
tuando de esta m anera proclam am os que «Cristo es persecución a los judíos. En 1938, Pío XI declaraba
nuestra paz» (Ef 2, 14). Como dice el apóstol Pablo: que «el antisem itism o no puede ser admitido» (6 de
«Mas todo esto viene de Dios, que, p o r Cristo nos ha septiembre de 1938), y afirm aba tam bién la com ple­
reconciliado consigo y nos ha confiado el ministerio ta oposición entre el cristianism o y el nazismo, afir­
de la reconciliación» (2 Cor 5, 18). Al mismo tiempo, mando que la cruz nazi era «enemiga de la cruz de
reconocem os y apreciam os los tesoros espirituales Cristo» (Discurso de Navidad, 1938). Estoy seguro
del pueblo judío y su testimonio religioso de Dios. Un de que la historia revelará aún con más claridad y de
diálogo teológico fraterno intentará comprender, a la un m odo m ás convincente el profundo sufrim iento
luz del m isterio de la redención, la m anera cómo las de Pío XII ante la tragedia del pueblo judío, y lo que
diferencias en la fe no han de convertirse en motivo trabajó para asistirlo intensa y eficazmente durante
de enemistad, sino, más bien, han de abrir el camino la segunda guerra mundial.
a la «reconciliación», para que al final «Dios sea en H ablando en nom bre de la hum anidad y desde
todas las cosas» (1 Cor 15, 28). los principios cristianos, la Conferencia Episcopal de
Estoy contento de que, con este propósito, la Con­ Estados Unidos denunció las atrocidades con la si­
ferencia Episcopal de Estados Unidos y el Consejo de guiente declaración: «Desde la invasión asesina de
las Sinagogas de América hayan empezado las con­ Polonia, privada com pletam ente de toda apariencia
sultas entre los responsables judíos y los obispos, para de hum anidad, se ha comenzado un exterminio pre­
llevar adelante un diálogo sobre problem as de enor­ meditado y sistem ático del pueblo de esta nación. La
me interés para nuestras dos com unidades de fe. misma técnica diabólica se ha aplicado a otros m u­
4. Contemplando la historia a la luz de los prin­ chos pueblos. Sentimos una profunda repulsión h a­
cipios de la fe en Dios, hemos de m editar igualmente cia las crueles indignidades perpetradas contra los

124 125
judíos en los países conquistados y contra gente in­ religiosas, que se h an desarrollado bien en vuestro
defensa que no pertenece a nuestra fe» (14 de no­ país, prom overán realm ente el respeto recíproco y
viembre de 1942). sensibilizarán a las futuras generaciones sobre el ho­
Recordem os tam bién a tantos otros que, arries­ locausto, ¡con el objetivo de que semejante error no
gando su propia vida, ayudaron a los judíos perse­ se com eta nunca más! ¡Nunca más!
guidos, y son honrados por los judíos con el título de Cuando me reuní, en Varsovia, con los responsa­
Tzaddikéiummot ha-olam (Justos de las naciones). bles de la com unidad judeo-polaca, en junio de este
5. La terrible tragedia de vuestro pueblo ha indu­ año, subrayé el hecho de que, a través de la terrible
cido a m uchos pensadores judíos a reflexionar sobre experiencia de la Shoá, vuestro pueblo se ha conver­
la condición hum ana, aportando agudas intuiciones. tido en «una gran voz de advertencia para toda la h u ­
Su visión del hom bre y las raíces de esta visión en las manidad, para todas las naciones, para todas las po­
enseñanzas de la Biblia, que com partim os en nuestra tencias de este m undo, para todos los sistem as y
com ún herencia de las Escrituras hebraicas, ofrecen para todo hom bre... en esta advertencia salvífica»
tanto a estudiosos judíos como católicos un material (Discurso del 14 de junio de 1987: L’Osservatore Ro­
útil para la reflexión y el diálogo. Y pienso aquí, so­ mano, edición en lengua española, 5 de julio de 1987,
bre todo, en las contribuciones de M artín Buber y, pág. 15).
tam bién, en aquéllas de M ahler y Levinas. 6 . Es tam bién oportuno que, en cada diócesis,
Para com prender aún más profundam ente el sig­ los católicos hagan efectivas, bajo la dirección de los
nificado de la Shoá y las raíces históricas del anti­ obispos, las afirm aciones del Concilio Vaticano II y
sem itism o que la han provocado, debe continuar la las sucesivas instrucciones publicadas p o r la Santa
colaboración conjunta y los estudios por parte de ca­ Sede, relativas al m odo correcto de predicar y ense­
tólicos y judíos sobre la Shoá. Estos estudios se han ñar sobre los judíos y sobre el judaism o. Conozco los
efectuado ya en vuestro país con num erosas confe­ grandes esfuerzos que los católicos están haciendo
rencias, com o los sem inarios nacionales sobre las ya en esta dirección y deseo expresar mi gratitud a
relaciones cristiano-judías. Las im plicaciones reli­ todos aquellos que están com prom etidos de una m a­
giosas e históricas de la Shoá para los cristianos y los nera tan diligente en este objetivo.
judíos serán exam inadas ahora form alm ente por el 7. En todo diálogo sincero se necesita por parte
Comité Internacional de Relaciones entre católicos y de cada uno de los participantes la intención de p er­
judíos, que se reunirá p o r prim era vez en Estados m itir a los otros definirse «a la luz de su actual reali­
Unidos al final del presente año. Y, como confirmé dad religiosa» (Orient. y sug., Introducción). Fieles a
en el curso del im portante y cordial encuentro que esta afirm ación, los católicos reconocen, entre los
tuvimos con los responsables judíos en Castelgandol- elementos de la experiencia judía, que los judíos tie­
fo el prim ero de septiembre, al final de estos estudios nen una conexión religiosa con su tierra y encuen­
se publicará un docum ento católico sobre la Shoá y tran sus raíces en la tradición bíblica.
el antisem itism o. Después del trágico exterminio de la Shoá, el pue­
También, esperamos que los program as comunes blo judío com enzó un nuevo período de su histo­
de educación sobre nuestras relaciones históricas y ria. Ellos tienen derecho a una patria, así com o lo

126 127
tiene toda nación civil, según el derecho internacio­ dida; siem pre que los derechos de Dios se violen o se
nal. «Para el pueblo judío que vive en el Estado de Is­ ignoren.
rael y que en aquella tierra conserva preciosos testi­ Con el salm ista, yo repito ahora:
monios de su historia y de su fe, debemos invocar la «Voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios an u n ­
deseada seguridad y la justa tranquilidad que es una cia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se
prerrogativa de toda nación y condición de vida, y de convierten de corazón.» (Sal 85/84, 9.)
progreso para toda sociedad» (Redemptionis anno, A todos vosotros, queridos amigos, queridos her­
20 de abril de 1984). manos y herm anas; a todos vosotros, querido pueblo
Lo que se ha afirm ado sobre el derecho a una judío de Estados Unidos: con gran esperanza os de­
patria se aplica tam bién al pueblo palestino, ya que seo la paz del Señor: Shalom! Shalom! Dios os ben­
m uchos de los m iem bros de este pueblo se encuen­ diga en este Shabat y en este año:
tran sin casa y están refugiados. M ientras todos los
interesados deben m editar honestam ente sobre el Shabat Shalom! Shaná Tova we-Hatimá Tova!
pasado —los m usulm anes no m enos que los judíos y
que los cristianos— ya es hora de encontrar unas so­
luciones que conduzcan a una paz justa, com pleta y Miami, 11 de septiembre de 1987
duradera en aquella región.
Rezo con toda intensidad por esta paz.
8. Finalmente, al agradeceros una vez m ás vues­
tra cordialidad en el saludo que me habéis dirigi­
do, alabo y doy gracias a Dios por este encuentro
fraterno, por el don del diálogo entre nuestros dos
pueblos, y por la nueva y más profunda comprensión
entre nosotros. M ientras que nuestra larga relación
se acerca al tercer milenio, es un gran privilegio para
nosotros ser testigos de este progreso en esta gene­
ración.
Espero sinceramente que, como partes de este diá­
logo, como herm anos en la fe en Dios que se ha reve­
lado, como hijos de Abraham, nos com prom etam os
a prestar un servicio com ún a la hum anidad, que tan
necesitada se encuentra en estos días. Estam os lla­
m ados a colaborar en el servicio y a unim os en una
causa com ún siem pre que un herm ano o una h er­
m ana esté abandonado, olvidado, rechazado o sufra
de cualquier modo; siem pre que los derechos h u ­
m anos se rechacen o la dignidad hum ana esté ofen­

128 129
Shalom!, paz. Este saludo religioso es una invita­
ción a la paz. Tiene una im portancia central en nues­
tro encuentro de esta m añana, el día antes del Sha-
bat; tam bién para los cristianos tiene esa palabra una
im portancia crucial, tras el saludo de paz del Señor
resucitado a los apóstoles en el cenáculo. La paz in-
cluye el m andato y la posibilidad del perdón y de la
m isericordia, que son cualidades sobresalientes de
IV.9. COMUNIDAD JUDÍA DE VIENA nuestro Dios, el Dios de la Alianza. Ustedes experi­
m entan y celebran en la fe esa certeza, al celebrar so­
lem nem ente todos los años el gran día de la expia­
Excelentísimo señor presidente de las com unidades ción, el Yóm Kippür. Los cristianos contem plam os
israelitas, excelentísimo señor Gran Rabino, perso­ ese m isterio en el corazón de Cristo, que, traspasado
nas aquí presentes: por nuestros pecados y los del m undo entero, m ue­
SHALOM! re por nosotros en la cruz. Ese corazón es solidari­
1. En el profeta Jerem ías se lee: «En Ram á se es­ dad y fraternidad suprem a en virtud de la gracia. El
cuchan ayes, lloro amarguísimo. Raquel llora por sus odio ha sido borrado y ha desaparecido, se renueva
hijos... porque no existen.» la Alianza del amor. Ésta es la Alianza que la Iglesia
Un lam ento así es tam bién el tono básico del sa­ vive en la fe; en ella experim enta la Iglesia su solida­
ludo que usted me acaba de dirigir en nom bre de la ridad profunda y m isteriosa en el am or y la fe con el
Comunidad Judía de Austria. Me ha conmovido pro­ pueblo judío. Ningún hecho histórico, por doloroso
fundam ente. Respondo a su saludo con sentim ientos que sea, puede ser tan poderoso que resulte capaz
de am or y de aprecio, y le aseguro que ese am or in­ de contradecir esta realidad, la cual form a parte del
cluye tam bién el conocim iento consciente de todo plan de Dios para nuestra salvación y nuestra recon­
eso que causa dolor. Hace cincuenta años ardieron ciliación fraterna.
las sinagogas de esta ciudad. Miles de personas fue­
ron conducidas desde aquí al exterm inio y m uchísi­
mos fueron obligados a huir. Ese dolor, sufrimiento y La Shoá
lágrim as incom prensibles están siem pre ante mis
ojos y se hallan grabados profundam ente en mi espí­ 2. La relación entre judíos y cristianos ha cam biado
ritu. De hecho, sólo se am a cuando se conoce. y m ejorado sustancialm ente desde el Concilio Vati­
Me alegra que, con ocasión de mi visita, se haya cano II y su solemne declaración Nostra Aetate. Des­
podido celebrar este encuentro. Ojalá sea un signo de de entonces existe diálogo oficial, cuya dim ensión
la estim a m utua y manifieste la disponibilidad para propia y central debe ser «el encuentro entre las Igle­
conocerse mejor, derribar temores hondam ente arrai­ sias cristianas actuales y el actual pueblo de la Alian­
gados y nos ofrezca m utuam ente hechos que des­ za concluida con Moisés», como dije yo m ism o en
pierten la confianza. una ocasión anterior (Discurso a los representantes de

130 131
los judíos, Maguncia, 17 de noviembre de 1980: L’Os- es la enseñanza de la Sagrada Escritura; esto es lo
servatore Rom ano, edición en lengua española, 23 de que nos revelan los profetas Isaías y Jeremías. En
noviembre de 1980, pág. 15). M ientras tanto, se han esta fe, herencia com ún de judíos y cristianos, tiene
dado algunos pasos más hacia la reconciliación. Mi sus raíces la historia de Europa. Para nosotros los
visita a la sinagoga de Roma quiso ser tam bién un cristianos, todos y cada uno de los dolores hum anos
signo de ello. adquieren su sentido últim o en la cruz de Jesucristo.
Con todo, el recuerdo de la Shoá, el asesinato de Pero esto no impide, sino que m ás bien nos im pulsa
millones de judíos en los cam pos de exterminio, si­ a sentim os solidarios con las profundas heridas que
gue pesando sobre ustedes y sobre nosotros. Sería, se han causado al pueblo judío m ediante las perse­
sin duda, injusto y falso culpar de ese crim en inde­ cuciones, especialm ente en este siglo como conse­
cible a los cristianos. En él se revela m ás bien el ros­ cuencia del m oderno antisem itism o.
tro espantoso de un m undo sin Dios e incluso contra
Dios; un m undo cuyos planes exterm inadores se di­
rigieron positivam ente contra el pueblo judío, pero La reconciliación
tam bién contra la fe de quienes veneran en el judío
Jesús de N azaret al Salvador del m undo. Diversas 3. El proceso de la reconciliación total entre judíos
protestas y apelaciones solemnes contribuyeron a ra­ y cristianos debe ser continuado con toda energía en
dicalizar el fanatism o de aquellos planes. todos los ám bitos de las relaciones de nuestras co­
Una consideración adecuada del sufrim iento y el munidades. Colaboración y estudios conjuntos de­
m artirio del pueblo judío no puede llevarse a cabo ben contribuir a investigar más profundam ente el
sin relacionarla intrínsecam ente con la experiencia significado de la Shoá. Es preciso tra ta r de descubrir
de fe que caracteriza su historia, com enzando desde y elim inar en todo lo posible las causas responsables
la fe de Abraham, y siguiendo con la liberación de la del antisem itism o y, m ás en general aún, las causas
esclavitud de Egipto y la Alianza en el Sinaí. Es un que conducen a las llam adas guerras de religión. Si­
cam ino en la fe y la obediencia, como respuesta a la guiendo el modelo de lo que se ha hecho ya h asta
llam ada am orosa de Dios. Como dije el año pasado ahora en el cam ino del ecumenismo, confío en que
ante los representantes de la Com unidad Judía en será posible hablar abiertam ente sobre las rivalida­
Varsovia, de ese sufrim iento aterrador puede surgir des, la radicalización y los conflictos del pasado. He­
una esperanza m ás profunda aún, un toque de aten­ mos de intentar, además, situarlos en sus circunstan­
ción salvador para toda la hum anidad. R ecordar la cias históricas y superarlos a través de esfuerzos con­
Shoá significa esperar y com prom eterse para que no juntos por la paz, un testim onio coherente de fe y el
vuelva a repetirse nunca. fomento de los valores m orales que deben determ i­
No podem os perm anecer insensibles ante un su­ nar las personas y los pueblos.
frim iento tan inconm ensurable; pero la fe nos dice Ya en el pasado no faltaron advertencias claras y
que Dios no abandona a los perseguidos, sino que expresas sobre cualquier form a de discrim inación
más bien se les m anifiesta y a través de ellos ilum ina religiosa. Quiero recordar aquí ante todo la condena
a todos los pueblos el cam ino hacia la verdad. Ésta expresa del antisem itism o p or un decreto de la San­

132 133
ta Sede de 1928, en el cual se afirm a que la Santa m ostrado la m ism a historia de Austria en las últim as
Sede condena de la form a m ás severa el odio contra décadas. A todos nos preocupa enorm em ente la cau­
el pueblo judío, «es decir, ese odio que se suele deno­ sa de la paz, especialm ente en Tierra Santa, Israel, el
m inar norm alm ente antisemitism o». Idéntica conde­ Líbano, Oriente Medio. Son regiones con las que nos
na hizo tam bién el Papa Pío XI el año 1938. Entre las unen profundas raíces bíblicas, históricas, religiosas
múltiples iniciativas que se realizan actualm ente se­ y culturales. Según la doctrina de los profetas de Is­
gún el espíritu del Concilio en favor del diálogo ju- rael, la paz es fruto de la justicia y del derecho y, al
deo-cristiano, quiero m encionar el Centro de Infor­ mismo tiempo, un don inmerecido de la época me-
m ación, Educación, E ncuentro y Oración, que se siánica. Por ello, hay que evitar cualquier form a de
está construyendo en Polonia. Dicho centro está con­ violencia que repita los antiguos errores e incite al
cebido para investigar la Shoá y el m artirio del pue­ odio, al fanatism o y al integrism o religioso, enem i­
blo polaco y de otros pueblos europeos durante la gos todos de la concordia hum ana. Que cada cual
época del nacionalsocialismo, y confrontarse espiri­ examine su conciencia a este respecto y considere su
tualm ente con ellos. Es de desear que produzca fru­ responsabilidad e incumbencia. Pero, sobre todo, es
tos abundantes y pueda servir de modelo para otras necesario que fom entem os un diálogo constructivo
naciones. Iniciativas de este tipo resultarán tam bién entre judíos, cristianos y m usulm anes, a fin de que
fecundas para la convivencia civil de todos los gru­ el testim onio com ún de fe en el «Dios de Abraham,
pos sociales, anim ando a com prom eterse, con respe­ de Isaac y de Jacob» (Éx 3, 6 ) resulte realm ente efi­
to m utuo, por los débiles, necesitados y marginados; caz en la búsqueda de entendim iento m utuo y convi­
a superar anim osidades y prejuicios, y a defender los vencia fraterna, sin herir los derechos de nadie.
derechos hum anos, especialmente el derecho que tie­ En este sentido deben entenderse las iniciativas
ne cada persona y com unidad a la libertad religiosa. de la Santa Sede, cuando se esfuerza por buscar el
En este vasto program a de acción, al que invita­ reconocim iento de igual dignidad para el pueblo ju ­
mos a los judíos, a los cristianos y a todos los hombres dío en el Estado de Israel y para el pueblo palestino.
de buena voluntad, participan ya desde hace muchos Como subrayaba yo m ism o el pasado año ante re­
años los católicos en Austria, obispos y creyentes, así presentantes de las com unidades judías en los Esta­
como distintas asociaciones. En época reciente se han dos Unidos de América, el pueblo judío tiene derecho
podido realizar en Viena encuentros fructuosos con a una patria, lo mismo que lo tiene cualquier otra n a­
personalidades judías. ción de acuerdo con el derecho internacional. Pero
lo m ism o vale para el pueblo palestino, m uchos de
cuyos m iem bros son apátridas y refugiados. M edian­
La paz te la disponibilidad de las partes para el entendim ien­
to y el com prom iso se encontrarán al fin las solucio­
4. La concordia y unidad de los distintos grupos de nes que conduzcan a una paz justa, am plia y durade­
una nación constituyen, asim ism o, un presupuesto ra en esa región (cf. Discurso del 11 de septiembre de
sólido para una contribución eficaz a las exigencias 1987). Si se siem bran únicam ente perdón y am or en
de paz y entendim iento entre los pueblos, como ha abundancia, la cizaña del odio no podrá crecer; será

134 135
sofocada. R ecordar la Shoá significa tam bién opo­
nerse a cualquier cosa que siembre la violencia, y pro­
teger y fom entar con paciencia y perseverancia cual­
quier brote tierno de libertad y de paz.
Con este espíritu de disponibilidad cristiana a la
reconciliación respondo de corazón a su Shalom e
imploro para todos nosotros el don de la concordia
fraterna y la bendición del Dios de Abraham, om ni­
potente e infinitam ente bueno, Padre de Abraham y IV. 10. COMUNIDAD JUDÍA DE ALSACIA
Padre nuestro en la fe.
Gran Rabino, señor presidente del Consistorio Israe­
24 de junio de 1988 lita del Bajo Rin, señor presidente de la com unidad
israelita de Estrasburgo, señores:
Vuestro cordial saludo y reflexión espiritual sobre
el sentido de la historia que acabáis de proponerm e
no pueden sino inspirarm e a su vez deseos de paz y
de prosperidad para vosotros y para toda la com uni­
dad israelita.
Al daros las gracias por tantos gestos de atención,
quisiera prolongar estas reflexiones tom ando como
punto de partida el versículo bíblico del profeta Ma-
laquías que aparece grabado en vuestra bella Sinago­
ga de la Paz, y que habéis deseado inscribir en el co­
razón de vuestra dirección: Ha-lo av Ejad le-kullanu
(Mal 2, 10). ¿No tenem os todos nosotros más que un
solo Padre? Éste es el mensaje de fe y de verdad del
que sois portadores y testigos a través de la historia a
la luz de la Palabra y de la Alianza de Dios con Abra­
ham, Isaac, Jacob y toda su descendencia. Un testi­
monio que ha llegado hasta el m artirio y que ha so­
brevivido a las largas tinieblas de la incom prensión y
del abism o de la Shoá.
Tras el Concilio Ecum énico Vaticano II, gracias
tam bién a la obra de la Comisión para las Relaciones
Religiosas con el Judaism o y del Comité Internacio­
nal de Relaciones entre Católicos y Judíos, se han

136 137
continuado —y continúan siem pre— ensanchando el m ismo Isaías vuelve hacía Él diciendo: «¡Señor,
los fundam entos ya sólidos de nuestras relaciones nuestro Padre, eres Tú!» (Is 64, 7). Los salmos cele­
fraternas, y de ello se desprenden conclusiones en el bran su nombre: «¡Padre mío y Dios mío, la roca que
cam po de la colaboración a todos los niveles. Es, so­ me salva!» (Sal 89, 27). En su m isericordia tam bién
bre todo, en estas instituciones, donde doy ánim os al nos ha revelado su nom bre que recuerda su am or
diálogo judeo-cristiano y me uno con vosotros en los maternal, sus entrañas de m adre que ha dado a luz
avances logrados gracias a vuestra participación en un hijo: «El Señor pasó delante de Moisés y procla­
esta tarea, con una estim a recíproca alim entada en mó: ¡El Señor, el Señor, Dios bondadoso y misericor­
un clima de oración, de disponibilidad en la escucha dioso!» (Éx 34, 6 ).
y en la obediencia a la Palabra de Dios, que nos lla­ Es pues, en vuestra oración, en vuestra historia y
m a al am or y al perdón. en vuestra experiencia de fe, donde continuáis afir­
Si por medio de mi voz, la Iglesia Católica, ñel a mando la unidad fundam ental de Dios, su paterni­
lo declarado por el Concilio Ecum énico Vaticano II, dad y su m isericordia hacia todo hom bre y mujer, el
reconoce el valor del testim onio religioso de vuestro misterio de su plan de salvación universal y las con­
pueblo, elegido por Dios, como lo escribe san Pablo: secuencias derivadas del mismo, según los principios
«En cuanto a la elección, son am ados, en atención a enunciados por los profetas, en el com prom iso de la
sus padres» (Rom 11, 28-29). Se trata de una elec­ justicia, la paz y los dem ás valores éticos.
ción, como acabáis de decir, con m iras a la Santifi­ Con el m ayor respeto hacia vuestra identidad re­
cación del Nombre, la expresáis en vuestra cotidiana ligiosa judía, quisiera tam bién subrayar que para no­
oración del Qaddish: «Sea engrandecido y santifica­ sotros, cristianos, la Iglesia, Pueblo de Dios y Cuerpo
do tu gran N om bre.» También la proclam áis con las Místico de Cristo, está llam ada a lo largo de su cam i­
palabras de Isaías: «¡Santo, Santo, Santo es el Señor no en la historia a proclam ar a todos la Buena Nueva
Dios Todopoderoso, su gloria llena toda la tierra!» de la salvación en el consuelo del Espíritu Santo. Se­
(Is 6 , 3). En las oraciones de alegría o de penitencia, gún la enseñanza del Concilio Vaticano II, la Iglesia
que caracterizan las fiestas de Rosh ha-Shanah, Kip- podrá com prender m ejor su vínculo con vosotros,
pur y Sukkot, que hace unos días habéis celebrado, ciertam ente gracias al diálogo fraterno, pero tam ­
suplicáis y aclam áis al Eterno: «¡Padre nuestro, Rey bién m editará sobre su propio m isterio (Nostra Aeta-
nuestro, perdónanos nuestros pecados!, ¡Hoshaná! te, 4) pues este m isterio radica en la persona de Jesu­
¡Sálvanos!» cristo, judío, crucificado y glorificado. En su Carta a
Todas las Sagradas Escrituras, a las que vosotros los Efesios, san Pablo escribía: «Este misterio, Dios
veneráis con una devoción profunda como fuente de no lo dio a conocer a los hom bres en las generacio­
vida, celebran el Buen Nombre de Dios, el Padre, la nes pasadas, como ha sido ahora revelado a sus san­
Roca que ha engendrado Yeshouroun, «el Dios que tos apóstoles y profetas: que los gentiles sois cohere­
te ha puesto en el mundo», como dice Moisés en su deros, m iem bros del m ism o Cuerpo, partícipes de la
cántico: «Sí, me convierto en un padre para Israel», mism a prom esa en Jesucristo por medio del Evange­
dice el Señor m ediante el oráculo de Jerem ías, que lio» (Ef 3, 5-6). Anteriorm ente, el apóstol, dirigién­
todavía añade: «Efraín es mi hijo mayor» (Jer 31, 9) y dose a «todos los amados de Dios que están en Roma»

138 139
(Rom 1, 7), había dicho: «Todos los que son guiados de realizar en cooperación con los judíos, en virtud
por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios: no recibis­ de la com ún herencia que nos em puja a prom over la
teis un espíritu de esclavos para recaer en el temor, justicia y la paz, oponiéndonos a toda discrim ina­
sino un E spíritu que os hace hijos adoptivos y por ción, y a vivir según las exigencias de los m anda­
el que gritamos: ¡Abba Padre!» (Rom 8 , 15). Por esto, mientos, fieles a la voz de Dios en el respeto a toda
nosotros tam bién reconocemos y celebramos la glo­ criatura. Deseo que a nivel social se pueda desarro­
ria de Dios, Padre y Señor de los que le adoran en es­ llar una verdadera colaboración en num erosos cam ­
píritu y en verdad. pos, según los principios que yo m ismo he indicado
La civilización europea conserva así sus profun­ en la encíclica Sollicitudo rei socialis.
das raíces cerca de esta fuente de agua viva que son Así pues, desde una profunda fidelidad a la vo­
las Sagradas Escrituras: el Dios único se ha revelado cación a la que el Dios de la paz y de la justicia nos
como nuestro Padre y nos exhorta m ediante sus llama —y con nosotros a todos los pueblos de E uro­
m andam ientos a responderle con amor, en la liber­ pa— repito de nuevo junto con vosotros la más fir­
tad. En el alba de un nuevo milenio, la Iglesia, al me condena de todo antisem itism o y de todo racis­
anunciar a Europa el Evangelio de Jesucristo, descu­ mo, opuestos a los principios del cristianism o, para
bre con gozo y cada vez mejor, los valores comunes, los que no existe justificación alguna en las culturas
bien sean cristianos o judíos, gracias a los que nos inspiradas en dichos principios. Por las mism as ra ­
reconocemos herm anos y a los que se refiere la his­ zones debemos descartar todo prejuicio religioso que
toria, la lengua, el arte y la cultura de los pueblos y la historia nos haya m ostrado, inspirado en los este­
naciones de este continente. reotipos antijudíos, por contradecir la dignidad de la
¿Dónde podríam os situar nuestra esperanza para persona.
com partirla con todos los que tienen sed de un con­ Que Dios nos confirme en estos propósitos y en la
suelo fraterno, de un mensaje de vida, de una solida­ fe, y como dice el Salmo, nos dé su consuelo: «El
ridad duradera y sincera? ¿Qué es lo que podríam os mismo Señor dé la dicha / y nuestra tierra produce la
anunciar juntos para ofrecer nuestro servicio espiri­ cosecha. / La Justicia lo precede / y sus pasos trazan
tual a Europa, rica en tantos recursos y al m ismo el camino.»
tiem po interrogada por la pregunta del sentido de
todo esto, en el contexto del desarrollo mundial? Per­
m itidm e que os proponga aquí dos consideraciones: Noviembre de 1988
— Que los pueblos europeos no olviden que nues­
tro origen viene de un Padre com ún y que es de esta
fuente de donde nos viene el deber de una responsa­
bilidad recíproca y fraterna, que con la m ism a pro­
fundidad debe extenderse a cada persona, imagen de
Dios, y a cada uno de los pueblos del mundo.
— Que nosotros, los cristianos, tom em os cada
vez m ás conciencia de la particular tarea que hemos

140 141
ENCUENTROS CON RABINOS
V .l. RABINO LAU

Superadas tantas y graves incom prensiones históri­


cas, veo m ás cercano el m om ento de mi visita a Tie­
rra Santa. Es profundo mi deseo de que los respon­
sables de los creyentes, de los peregrinos a la ciudad
santa de Jerusalén, puedan invocar contem poránea­
mente al Dios de la m isericordia pidiendo el don de
la paz, de la com prensión y de la colaboración entre
todos los creyentes de aquella región y del m undo.
Espero que la Providencia me conceda un día poder
peregrinar de nuevo a Tierra Santa.

Octubre de 1993
C o m u n id a d J u d ía d e R o m a , q u e e s la m á s a n t ig u a d e
E u r o p a o c c id e n t a l .
2. Es necesario reconocer que en el pasado nues­
tras dos comunidades han vivido codo a codo, escri­
biendo a veces «una historia atormentada», no exenta
en algunos casos de hostilidades y desconfianzas. El
documento Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, la
gradual aplicación del escrito conciliar, los gestos de
V.2. RABINO RICCARDO DI SEGNI amistad realizados por los unos y los otros, han con­
tribuido, sin embargo, en estos años a orientar nues­
tras relaciones hacia una comprensión recíproca cada
Estim ado rabino jefe de Roma y queridos herm anos vez mayor. Deseo que este esfuerzo prosiga, caracte­
en la fe de Abraham: rizado por iniciativas de provechosa colaboración en
1. Celebro encontrarle, estim ado doctor Riccar- el terreno social, cultural y tecnológico, y que crezca la
do Di Segni, tras su elección como rabino jefe de conciencia de los vínculos espirituales que nos unen.
Roma, y le saludo cordialm ente junto a los represen­ 3. Estos días resuenan en el m undo peligrosos
tantes que lo acom pañan. Renuevo m i felicitación clamores de guerra. Nosotros, judíos y católicos, ad­
por el im portante cargo que le ha sido confiado a la vertimos la urgente m isión de im plorar a Dios Crea­
vez que me es grato, en esta significativa circunstan­ dor y Eterno la paz, y de ser nosotros mismos agen­
cia, recordar con profunda estim a a su ilustre prede­ tes de paz.
cesor, el profesor Elio Toaff. Shalom! Esta bella expresión, muy querida entre
La visita de hoy me perm ite subrayar el vivo de­ vosotros, significa salvación, felicidad, armonía, y su­
seo que alim enta la Iglesia Católica de hacer más pro­ braya que la paz es un don de Dios; un don frágil, pues­
fundos los vínculos de am istad y de recíproca cola­ to en manos de los hombres, y que hay que proteger
boración con la Comunidad Judía. Aquí, en Roma, la gracias tam bién al empeño de nuestras comunidades.
sinagoga, símbolo de la fe de los hijos de Abraham, Que Dios nos haga constructores de paz, en la
está m uy cerca de la basílica de San Pedro, centro de conciencia de que cuando el hom bre trabaja p o r la
la Iglesia, y estoy agradecido a Dios porque me con­ paz, es capaz de m ejorar el mundo.
cedió, el 13 de abril de 1986, recorrer el breve trecho Shalom! Éste es mi cordial deseo para usted y
que separa estos dos templos. Aquella histórica e para toda la Comunidad Judía de Roma. Que Dios, en
inolvidable visita constituyó un don del O m nipoten­ su bondad, nos proteja y bendiga a cada uno. Que
te y representa una etapa im portante en el cam ino bendiga en especial a todos los que trazan un camino
del entendim iento entre los judíos y los católicos. De­ de am istad y de paz entre los hom bres de toda raza y
seo que la m em oria de aquel evento continúe ejer­ cultura.
ciendo una influencia beneficiosa, y que el cam ino
de recíproca confianza hasta ahora recorrido incre­
m ente las relaciones entre la com unidad católica y la Ciudad del Vaticano, 13 de febrero de 2003

146 147
VI. OTROS DISCURSOS
E INTERVENCIONES
DE JUAN PABLO II

V.3. RABINOS JEFES DE ISRAEL

A lo largo de mis veinticinco años de pontificado, me


he esforzado por prom over el diálogo entre católicos
y judíos, y fom entar aún m ás la com prensión, el res­
peto y la cooperación entre nosotros. Uno de los hi­
tos de mi pontificado será siem pre mi peregrinación
jubilar a Tierra Santa, que com prendió m om entos
intensos de recuerdo, reflexión y oración en el Me­
m orial del Holocausto, Yad Vashem y el Muro Occi­
dental.
El diálogo oficial establecido entre la Iglesia Ca­
tólica y el Consejo Superior de Rabinos de Israel es
un signo de gran esperanza. No debemos ah o rrar es­
fuerzos a la hora de trabajar juntos para construir un
m undo de justicia, paz y reconciliación para todos
los pueblos. ¡Que la Divina Providencia bendiga nues­
tra tarea y la corone con éxito!

Ciudad del Vaticano, 16 de enero de 2004

148
VI. 1. PRESIDENTES Y DELEGADOS
DE LAS ORGANIZACIONES
JUDÍAS MUNDIALES

Queridos amigos:
Les saludo con gran alegría, presidentes y repre­
sentantes de las Organizaciones Judías Mundiales, y
como tales integrantes, con los representantes de la
Iglesia Católica, del Comité Internacional de Contac­
to. Quiero tam bién saludar a los otros representantes
de diversas com unidades judías nacionales, presen­
tes aquí con ustedes.
Hace cuatro años, mi predecesor Pablo VI recibió
en audiencia a este m ism o Comité Internacional y
les dijo cómo se regocijaba de que hubieran decidido
reunirse en Roma, la ciudad que es el centro de la
Iglesia Católica (cf. Discurso del 10 de enero de 1975).
Ahora, ustedes tam bién han decidido reunirse en
Roma para encontrarse con los m iem bros de la Co­
misión para las Relaciones Religiosas con el Judais­
mo, y de esta m anera renovar y d ar un nuevo im ­
pulso al diálogo que, durante los últim os años, se ha
llevado a cabo con los representantes autorizados de
la Iglesia Católica. Éste es un mom ento, por cierto,
im portante en la historia de nuestras relaciones, y
yo me alegro de tener ocasión de hablar sobre este
tema.

151
tad, e incluso la cordial iniciativa, que la Iglesia ha en­
contrado y sigue encontrando en sus organizaciones
D iá lo g o fr a te r n o y c o la b o r a c ió n f e c u n d a y en otros amplios sectores de la Com unidad Judía.

Como ha dicho su representante, ha sido el Conci­


lio Vaticano II quien, con su declaración Nostra Aeta- Orientaciones conciliares
te (n.° 4), ha brindado el punto de partida para esta
nueva y prom isoria fase en las relaciones entre la Igle­ Es mi convicción que am bas partes deben continuar
sia Católica y la com unidad religiosa judía. En efecto, sus vigorosos esfuerzos para superar las dificultades
el Concilio ha dicho muy claram ente que «al inves­ del pasado, con el fin de llevar a la práctica el m an­
tigar el m isterio de la Iglesia» recordaba «el vínculo damiento divino del amor, y realizar un diálogo ver­
con que el pueblo del Nuevo Testam ento está espiri­ daderam ente fecundo y fraterno, que contribuya al
tualm ente unido con la raza de Abraham» (Nostra bien de cada uno de los interlocutores y al mejor ser­
Aetate, 4). De esta m anera, el Concilio entiende que vicio de la hum anidad. Las Orientaciones que han
nuestras dos com unidades religiosas están vincula­ mencionado, cuyo valor quiero subrayar y reafirm ar,
das y relacionadas de cerca en el m ism o nivel de sus señalan algunos medios y vías para obtener estos fi­
respectivas identidades religiosas. Porque «los co­ nes. Ustedes han querido justam ente subrayar un
mienzos de su fe y de su elección (de la Iglesia) se en­ punto de particular im portancia: «... que los cristia­
cuentran ya en los patriarcas, en Moisés y en los Pro­ nos procuren entender m ejor los elem entos funda­
fetas» y, por consiguiente, «no puede olvidar que ha mentales de la tradición religiosa judía y que capten
recibido la revelación del Antiguo Testam ento por los rasgos esenciales con que los judíos se definen a
medio de aquel pueblo con el que Dios, p o r su inefa­ sí m ism os a la luz de su propia realidad religiosa»
ble misericordia, se dignó establecer la Antigua Alian­ (Orient. y sug., Prólogo). Otra reflexión im portante es
za» (ibidem). Sobre esta base reconocemos, con ine­ la siguiente: «En virtud de la m isión divina, la Iglesia
quívoca claridad, que el cam ino por el cual debemos tiene p or su naturaleza el deber de proclam ar a Je­
avanzar con la com unidad religiosa judía es el del sucristo en el m undo (Ad Gentes, 2). Para evitar que
diálogo fraterno y la colaboración fecunda. este testim onio de Jesucristo pueda parecer a los ju ­
Conforme a este solemne m andato, la Santa Sede díos una agresión, los católicos p rocurarán vivir y
ha procurado proveer de los instrum entos para este proclam ar su fe respetando escrupulosam ente la li­
diálogo y colaboración, y quiere fom entar su realiza­ bertad religiosa tal como la ha enseñado el Concilio
ción, tanto aquí en el centro, como tam bién en el res­ Vaticano II (Dignitatis Humanae). Deberán esforzar­
to de la Iglesia. Por eso, la Comisión para las Relacio­ se, asim ism o, p or com prender las dificultades que
nes Religiosas con el Judaism o fue creada en 1974. el alm a judía experim enta ante el m isterio del Verbo
Al mismo tiempo, el diálogo comenzó a desarrollarse Encam ado, dada la noción tan alta y pura que ella
a diferentes niveles en las Iglesias locales esparcidas tiene de la trascendencia divina» (Orient. y sug., 1).
por el m undo, y con la m ism a Santa Sede. Quiero re­
conocer aquí la am istosa respuesta y la buena volun­

152 153
la esperanza de que la ciudad de Jerusalén gozará de
garantía eficaz como un centro de arm onía para los
Shalom, Shalom seguidores de las tres grandes religiones monoteístas:
judaismo, islamismo y cristianism o, para quienes la
Estas recom endaciones se refieren, sin duda, a los ciudad es un respetado lugar de devoción.
fíeles católicos, pero considero que no es superfluo Estoy seguro de que el m ismo hecho de este en­
repetirlas aquí. Nos ayudan a tener una noción clara cuentro de hoy, que ustedes tan am ablem ente han
del judaism o y del cristianism o, y de sus relaciones pedido tener, es en sí m ism o una expresión de diálo­
m utuas. Creo que ustedes están aquí para ayudam os go y un nuevo paso hacia ese m ás pleno entendi­
en nuestra reflexión sobre el judaism o. Y estoy segu­ miento m utuo que estamos llamados a conseguir. Al
ro de que encontram os en ustedes y en las com uni­ buscar esta m eta estamos todos convencidos de ser
dades que ustedes representan una real y profunda fíeles y obedientes a la voluntad de Dios, el Dios de los
disposición para entender el cristianism o y la Iglesia patriarcas y profetas. A Dios, entonces, querría vol­
Católica en su propia identidad hoy, de m anera que verme al final de estas reflexiones. Todos nosotros,
podam os trabajar desde am bas partes hacia nuestra judíos y cristianos, oram os frecuentem ente a El con
m eta com ún de superar toda clase de prejuicios y las mism as oraciones, tom adas del Libro que ambos
discriminación. En este contexto es provechoso refe­ consideram os ser la Palabra de Dios. A Él pertenece
rirse una vez más a la Declaración Conciliar Nostra brindar a am bas com unidades religiosas, tan cerca­
Aetate y repetir lo que las Orientaciones dicen acerca nas la una de la otra, aquella reconciliación y am or
del repudio de «todas las form as de antisem itism o y eficaz que son al mismo tiem po su precepto y su don
discriminación», «como contrarias al espíritu mismo (cf. Lev 19, 18; Me 12, 30). En este sentido, creo que
del cristianismo», pero «que de por sí, la dignidad de cada vez que los judíos recitan el Shemá Israel y cada
la persona hum ana basta para condenar» (Orient. y vez que los cristianos recuerdan el prim er y segundo
sug., Prólogo). La Iglesia Católica repudia, por consi­ m andam ientos, somos, por la gracia de Dios, traídos
guiente, claram ente tales violaciones de los derechos a una m ayor cercanía.
hum anos dondequiera que puedan ocurrir del m un­ Como signo del entendim iento y am or fraterno ya
do. Más aún, me regocija evocar ante ustedes hoy el alcanzados, quisiera darles de nuevo mi bienvenida
trabajo eficaz y dedicado de mi predecesor Pío XII cordial y mis saludos a todos ustedes con aquella pa­
en pro del pueblo judío. Y por mi parte continuaré, labra tan llena de sentido, tom ada de la lengua he­
con la ayuda divina, durante mi m inisterio pastoral brea, que los cristianos usam os tam bién en nuestra
en Roma —como traté de hacerlo en la sede de Cra­ liturgia: la paz esté con vosotros, Shalom, Shalom.
covia—, asistiendo a todos los que sufren o son opri­
midos de la m anera que sea.
Siguiendo particularm ente las huellas de Pablo VI, 12 de marzo de 1979
quiero fom entar el diálogo espiritual y hacer todo lo
que esté en mi poder por la paz en aquel país que
para ustedes es santo, como lo es para nosotros, con

154 155
VI.2. PÉSAME POR LAS VÍCTIMAS VI.3. ORIENTACIONES A LOS DELEGADOS
DEL ATENTADO A UNA SINAGOGA DE VIENA DE LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES
Y EXPERTOS

En cuanto se tuvo noticia del vil atentado perpetrado


el 29 de agosto en la sinagoga de Viena, el secretario Queridos herm anos en el Episcopado y en el sacer­
de Estado, Cardenal Agostino Casaroli, envió en nom­ docio, herm anas, señoras y señores:
bre del Santo Padre al Cardenal Franz Koenig, Arzo­ Venidos de diferentes partes del mundo, os habéis
bispo de la capital austríaca, el siguiente mensaje: reunido en Roma p ara exam inar la im portante cues­
Ruego a Vuestra Em inencia transm ita en nombre tión de las relaciones entre la Iglesia Católica y el ju ­
del Santo Padre su sincero pésam e a las familias de daismo. Y dicha im portancia es adem ás subrayada
las víctimas que han perdido la vida en el atentado a por la presencia entre vosotros de representantes de
la sinagoga. Su Santidad com parte en la oración el las Iglesias ortodoxas, de la Comunión Anglicana, de
dolor y sufrim iento de los heridos, y condena enérgi­ la Federación Luterana M undial y del Consejo Ecu­
cam ente este nuevo acto sangriento inútil que hiere a m énico de las Iglesias, a quienes me complazco en
la Com unidad Judía de Austria y del m undo entero. saludar especialm ente, agradeciéndoles su colabo­
ración.
También a vosotros, obispos, sacerdotes, religio­
29 de agosto de 1980 sas, laicos cristianos, quiero expresar igualmente mi
gratitud. Vuestra presencia aquí, así como vuestro
empeño en las actividades pastorales, o en el cam po
de la investigación bíblica y teológica, m uestra a las
claras hasta qué punto las relaciones entre la Iglesia
Católica y el judaism o tocan aspectos diversos de la
vida y tarea de la Iglesia.

157
que sabemos. Y si ha habido, desde el día de la sepa­
ración, malentendidos, errores e incluso ofensas, se
Caminar en la línea del Concilio Vaticano II trata de superar todo esto en la com prensión, la paz
y la m utua estima. Las terribles persecuciones pade­
Y es fácil comprenderlo. En efecto, el Concilio Vati­ cidas p o r los judíos en diversos períodos de la his­
cano II ha dicho, en su Declaración sobre las rela­ toria h an abierto p o r fin m uchos ojos y sacudido
ciones de la Iglesia con las religiones no cristianas m uchos corazones. Los cristianos están en el buen
(Nostra Aetate, 4): «Al investigar el m isterio de la camino, el de la justicia y la fraternidad, al procurar
Iglesia, este sagrado Concilio recuerda el vínculo que con respeto y perseverancia encontrarse de nuevo
une espiritualm ente al pueblo del Nuevo Testamento con sus herm anos semitas en tom o a la com ún he­
con la estirpe de Abraham.» Yo m ismo he tenido oca­ rencia, tan preciada para todos. ¿Es necesario preci­
sión de decirlo más de una vez: nuestras dos com u­ sar, especialm ente p ara aquellos que siguen siendo
nidades religiosas «están vinculadas al m ism o nivel escépticos, cuando no hostiles, que este acercam ien­
de su propia identidad» (cf. Discurso a los represen­ to no se confunde de ningún m odo con un cierto re­
tantes de organizaciones y comunidades judías, 12 de lativismo religioso y menos todavía con una pérdida
m arzo de 1979). Efectivamente, como dice el mismo de la propia identidad? Los cristianos, por su parte,
texto de la declaración Nostra Aetate (n.° 4): «La Igle­ profesan su fe, sin ningún equívoco, en el carácter
sia de Cristo reconoce que las prim icias de su fe y universalm ente salvífico de la m uerte y resurrección
de su elección se encuentran ya en los patriarcas, en de Jesucristo.
Moisés y en los profetas, conform e al m isterio salví-
fico de Dios... Por lo cual la Iglesia no puede olvidar
que ha recibido la revelación del Antiguo Testamento Una catequesis objetiva sobre
por medio de aquel pueblo... Ella tiene siem pre ante los ju díos y el judaism o
sus ojos las palabras del apóstol Pablo sobre sus her­
m anos de sangre, "a quienes pertenecen la adopción Sí, la claridad y la fidelidad a nuestra identidad cris­
y la gloria; la Alianza, la Ley, el culto y las promesas, y tiana constituyen u na base esencial si nos dispone­
tam bién los Patriarcas, y de quienes procede Cristo mos a entablar relaciones auténticas, fecundas y d u ­
según la carne” (Rom 9, 4-5), hijo de la Virgen María.» rables con el pueblo judío. En este sentido, me alegro
Esto equivale a decir que los vínculos entre la Igle­ de saber que multiplicáis los esfuerzos, en el estudio
sia y el pueblo judío se fundan sobre el designio del y la oración común, a fin de percibir y form ular m e­
Dios de la Alianza y, en cuanto tales, necesariam ente jo r los problem as bíblicos y teológicos, a veces difíci­
han dejado huellas en algunos aspectos de las insti­ les, suscitados por el progreso del diálogo entre ju ­
tuciones de la Iglesia, especialm ente en su liturgia. díos y cristianos. En este terreno, la imprecisión y la
Sin duda, después de la aparición, hace dos mil m ediocridad causarían enorm e daño al diálogo. Que
años, de un nuevo retoño en el tronco com ún, las re­ Dios conceda a cristianos y judíos encontrarse toda­
laciones entre nuestras dos com unidades han estado vía más, com unicarse en profundidad y a partir de la
m arcadas por las incom prensiones y resentim ientos propia identidad, sin jam ás oscurecerla de un lado ni

158 159
del otro, sino buscando muy de veras la voluntad de catequesis im partida a niños y adolescentes, presen­
Dios que se ha revelado. tara a los judíos y al judaism o no sólo de m anera
Las relaciones así concebidas son las que pue­ honrada y objetiva, sin ningún prejuicio y sin ofender
den y deben contribuir a enriquecer el conocim iento a nadie, sino m ejor todavía con una conciencia viva
de nuestras propias raíces y a ilustrar m ejor ciertos de la herencia que hemos descrito a grandes rasgos.
aspectos de la m ism a identidad de la cual hablam os. Es, finalmente, ésta la base sobre la que se podrá
Nuestro patrim onio espiritual com ún es considera­ establecer, como felizmente se hace ya visible, una es­
ble. H acer el inventario de este patrim onio en sí m is­ trecha colaboración a la cual nos em puja nuestra he­
mo, pero tam bién teniendo en cuenta la fe y la vida rencia común, a saber, el servicio del hom bre y de sus
religiosa del pueblo judío tal como éste la profesa y inm ensas necesidades espirituales y materiales. Por
practica hoy, puede ayudar a entender m ejor deter­ cam inos diversos, pero a fin de cuentas convergen­
minados aspectos de la vida de la Iglesia. Es el caso tes, podrem os llegar, con la ayuda del Señor que no
de la liturgia, cuyas raíces judías deben todavía ser ha dejado nunca de am ar a su pueblo (cf. Rom 11, 1),
profundizadas y, sobre todo, m ejor conocidas y apre­ a esa verdadera fraternidad en la reconciliación y el
ciadas por nuestros fieles. Lo m ism o vale p ara el respeto, y a la plena realización del designio de Dios
ám bito de la historia de nuestras instituciones, las en la historia.
cuales, desde los comienzos de la Iglesia, han sido Quisiera gozosamente anim aros, queridos herm a­
inspiradas por algunos aspectos de la organización nos y herm anas en Cristo, a continuar por el cam ino
com unitaria propia de la sinagoga. Finalmente, nues­ em prendido, haciendo gala de discernim iento y de
tro patrim onio com ún es, sobre todo, im portante en confianza, y al m ismo tiempo, de una gran fidelidad
el plano de nuestra fe en un Dios único, bueno y m i­ al Magisterio. De este modo realizaréis un auténtico
sericordioso, que am a a los hom bres y se hace am ar servicio de Iglesia, que brota de su m isteriosa voca­
por ellos (cf. Sab 11, 24-26), Señor de la historia y del ción y debe contribuir al bien de la Iglesia misma,
destino de los hombres, que es nuestro Padre y que del pueblo judío y de la hum anidad entera.
ha elegido a Israel como el «buen olivo en el que se
han injertado las ram as del olivo silvestre que son los
gentiles» (Nostra Aetate, 4; cf. también Rom 11, 17-24). Roma, 11 de abril de 1982
Ésta es la razón por la cual habéis estado preocu­
pados durante vuestra reunión por la enseñanza ca­
tólica y la catequesis en su relación a los judíos y al
judaismo. En este punto, como tam bién en otros, ha­
béis estado guiados y anim ados por las Orientaciones
y sugerencias para la aplicación de la Declaración Con­
ciliar N ostra Aetate (n.° 4), publicadas por la Comi­
sión para las Relaciones Religiosas con el Judaism o
(cf. cap. III). Se debería llegar a que esta enseñanza,
en los diversos niveles de form ación religiosa, y en la

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VL4. ALOCUCIÓN DURANTE LAS «VÍSPERAS VI.5. CONSEJO INTERNACIONAL
EUROPEAS» DE CRISTIANOS Y JUDÍOS

... Si es cierto que podemos gloriam os justam ente en Queridos amigos, señor presidente y m iem bros del
Nuestro Señor Jesucristo y en su mensaje, tam bién Comité Ejecutivo del Consejo Internacional de Cris­
lo es que debemos reconocer y pedir perdón porque tianos y Judíos:
nosotros, los cristianos, hemos cargado culpas sobre 1. Le doy las gracias, señor presidente, por sus
nosotros —de pensam iento, palabra y obra— y por afectuosas palabras de saludo, en las cuales me aca­
nuestra actitud pasiva frente a la injusticia... ba de presentar los propósitos, trabajos y com peten­
La Com unidad Judía, ligada en otra época de for­ cias del Consejo Internacional de Cristianos y Judíos.
m a tan fecunda con los pueblos de Europa y ahora Y les doy tam bién las gracias a ustedes, miembros del
tan trágicam ente diezmada, nos exhorta, precisamen­ Comité Ejecutivo, p or su cortesía al visitar al Papa
te por ello, a aprovechar cualquier circunstancia para con ocasión de su Coloquio Internacional, que ten­
acercam os unos a otros hum ana y espiritualm ente, drá lugar en Vallambrosa la próxim a semana. Bien­
y com parecer unidos ante Dios y desde Él servir a los venidos a esta casa, donde las actividades de quienes
hombres. prom ueven el diálogo entre cristianos y judíos, y es­
tán personalm ente com prom etidos en él, son segui­
das de cerca y apoyadas calurosam ente. Verdade­
Viena, 10 de septiembre de 1983 ram ente, es sólo a través de un encuentro de mentes
y corazones, extendido fuera de nuestras respecti­
vas com unidades de fe, y tam bién quizá a otras co­
m unidades de fe, como ustedes intentan hacer con
el islam, como tanto judíos como cristianos pueden
aprovechar su «gran patrim onio com ún espiritual»
(cf. Nostra Aetate, 4) y hacerlo fructífero para su pro­
pio bien y para el bien del mundo.
2. Sí, un «gran patrim onio com ún espiritual»

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que sería, en prim er lugar, traído al conocim iento de razón, una verdadera conversión espiritual. Esto sig­
todos los cristianos y judíos, y que abarca no sola­ nifica tam bién una constante reafirm ación de los
m ente tal o cual elem ento aislado, sino una sólida, valores religiosos com unes y trabajar en orden a un
fructífera y rica herencia religiosa común: en m ono­ personal compromiso religioso de am or a Dios, nues­
teísmo; en fe en un Dios que como un padre amoroso tro Padre, y de am or a todos los hom bres y mujeres
cuida del género hum ano, escogió a Abraham y a los (cf. Dt 6 , 5; Lev 19, 18; Me 12, 28-34). La regla de oro,
profetas y envió a Jesús al mundo; en un com ún pa­ estam os bien enterados, es com ún a judíos y cristia­
trón litúrgico básico y en una conciencia de nuestro nos por igual.
compromiso, fundado en la fe, hacia todos los hom ­ En este contexto debe verse su im portante trabajo
bres y mujeres necesitados, que son nuestros «próji­ con la juventud. Posibilitando reunir a jóvenes cris­
mos» (cf. Lev 19, 18 a; Me 12, 31 y paralelos). tianos y judíos, y capacitándoles a vivir, charlar, can­
A causa de estar tan com prom etidos en la educa­ tar y rezar juntos, ustedes contribuyen enorm em ente
ción religiosa de ambas partes, las imágenes que cada a la creación de una nueva generación de hom bres y
uno de nosotros se forma del otro deberían estar real­ mujeres, m utuam ente comprometidos por cualquier
m ente libres de estereotipos y prejuicios, deberían otro y por todos, preparados para servir a quienes lo
respetar la identidad del otro y deberían, de hecho, necesitan, sea cual sea su profesión religiosa, origen
preparar a la gente para los encuentros de m entes y étnico o color.
corazones recién m encionados. La adecuada ense­ La paz del m undo se construye de esta modesta, y
ñanza de la historia es tam bién una tarea de ustedes. aparentem ente insignificante, m anera. Y estamos to­
Tal tarea es m uy comprensible dada la triste y enre­ dos com prom etidos por la paz en todas partes, entre
dada historia com ún de judíos y cristianos (historia las naciones y dentro de ellas, en particular en Orien­
que no es siem pre enseñada o transm itida correcta­ te Medio.
mente). 4. El com ún estudio de nuestras fuentes religio­
3. Existe de nuevo el peligro de una siempre ac­ sas es de nuevo uno de los puntos de su agenda. Les
tiva y a veces incluso renovada tendencia a hacer anim o a una buena aplicación de la im portante reco­
discrim inación entre personas y grupos hum anos, m endación hecha p o r el Concilio Vaticano II en su
supervalorando a unos y despreciando a otros. Ten­ declaración Nostra Aetate, n.° 4, sobre «estudios bíbli­
dencia que no duda en ocasiones en u sar m étodos cos y teológicos» que son fuente de «mutuo conoci­
violentos. miento y aprecio». De hecho tales estudios realizados
Detectar y denunciar tales hechos y perm anecer en com ún, y totalm ente diferentes de las antiguas
juntos contra ellos es una doble acción y una prueba «controversias», favorecen el verdadero conocimiento
de nuestro m utuo com prom iso fraternal. Pero es ne­ de cada religión, y tam bién el alegre descubrim ien­
cesario ir hasta las raíces de tal mal, por medio de la to del «común patrim onio» del que hablaba al co­
educación, especialm ente educación p ara el diálo­ mienzo, siempre en una cuidadosa observancia de la
go. Esto, sin embargo, no sería suficiente si no fuese dignidad del otro.
conectado con un profundo cam bio en nuestro co­ Que el Señor bendiga todos sus esfuerzos y les

164 165
recom pense con la bienaventuranza que Jesús p ro ­
clamó en la tradición del Antiguo Testam ento, para
aquellos que trabajan por la paz (cf. Mt 5, 9; Sal 37
[36], 37).

Julio de 1984

VI.6. II COMISIÓN INTERNACIONAL MIXTA


JUDAÍSMO-IGLESIA CATÓLICA

Exactam ente veinte años después de la prom ulga­


ción de la declaración Nostra Aetate por el Concilio
Vaticano II, habéis elegido Rom a como sede de la
XII sesión del Comité Internacional de Contacto en­
tre la Iglesia Católica, representada por la Comisión
de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con
el Judaism o, y el Comité Judío Internacional para las
Consultas Interreligiosas.
Hace diez años, en enero de 1975, os reunisteis
tam bién en Roma, para el décimo aniversario de la
prom ulgación del mismo documento. La declaración
trata, en efecto, en su cuarta sección, de las relacio­
nes entre la Iglesia Católica y la com unidad religiosa
judía. Se ha dicho repetidas veces que el contenido
de esta sección, si bien no dem asiado extenso ni in­
debidam ente complicado, ha m arcado una época, y
que ha podido cam biar las relaciones existentes en­
tre la Iglesia y el pueblo judío, inaugurando una era
nueva en estas relaciones.
Me alegro de afirm ar aquí, veinte años después,
que los frutos cosechados desde entonces, y vuestro
comité es uno de ellos, prueban la verdad básica de
esta afirm ación. La Iglesia Católica está siem pre dis­
puesta, con la ayuda de la gracia de Dios, a revisar y
renovar todo cuanto en sus actividades y modos de

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expresión resulta ser menos conform e con su propia interés y em peño de la Santa Sede en esta relación
identidad, fundada en la Palabra de Dios, en el Anti­ renovada entre la Iglesia Católica y el pueblo judío, y
guo y Nuevo Testamento, en cuanto leídos en la Igle­ en extraer de ella todas las consecuencias prácticas.
sia. Y esto ella lo hace, no por ninguna ventaja, ni Acerca del últim o docum ento m encionado, las
con m iras a ningún provecho, cualquiera que fuera, Notas, publicadas en junio pasado, estoy seguro de
sino a partir de una profunda conciencia de su pro­ que serán de gran ayuda p ara liberar nuestra ense­
pio «misterio» y de una siem pre renovada voluntad ñanza religiosa y catequística de toda presentación
de traducirlo en la práctica. La declaración afirma, negativa o inexacta de los judíos y del judaism o, en
con extrem a precisión, que en la m edida en que ella el contexto de la fe católica. Ayudarán tam bién a pro­
profundiza en este «misterio», la Iglesia «recuerda el mover el respeto, el aprecio y, con certeza, el am or
vínculo espiritual» entre ella m ism a y el «linaje de p or unos y otros, com o am bos se p resen tan en el
Abraham». inescrutable designio de Dios, que «no rechaza a su
Es este «vínculo», que la declaración sigue después pueblo» (Sal 94, 14: Rom 11, 1). Del m ismo modo, el
explicando e ilustrando, el que constituye el verdade­ antisem itism o, en sus repelentes y a veces violentas
ro fundam ento de nuestras relaciones con el pueblo manifestaciones, debería ser del todo erradicado. Me­
judío. Una relación que se podría m uy bien llam ar jo r aún, ha de surgir ciertam ente, como sucede ya en
un verdadero «parentesco», y que tenem os solam en­ m uchas partes, u n a visión positiva de cada una de
te con esta com unidad religiosa, no obstante los n u ­ nuestras religiones, en el debido respeto de la identi­
merosos lazos que nos unen con otras religiones de dad de cada cual.
escala m undial, tan adecuadam ente elaborados por Para entender nuestros docum entos, y especial­
la declaración en otras secciones. Este «vínculo» pue­ m ente la Declaración Conciliar, de m anera adecuada,
de ser calificado de «sagrado», ya que procede de la una correcta com prensión de la tradición de la teolo­
m isteriosa voluntad de Dios. gía católica es ciertam ente necesaria. Diría incluso
Nuestras relaciones, a partir de esta fecha históri­ que, para que los católicos puedan sondear los abis­
ca, podían solam ente mejorar, ser ahondadas, y ra ­ mos del exterminio de varios millones de judíos du­
mificarse en diferentes aspectos y niveles de la vida rante la segunda guerra m undial, y las heridas que
de la Iglesia Católica y la Com unidad Judía. En este ello h a causado a la conciencia del pueblo judío,
contexto, la Santa Sede tom ó la iniciativa ya en el como las Notas les han pedido hacer (n.° 25), se re­
lejano 1974, de crear una Comisión para las Relacio­ quiere tam bién una reflexión teológica. Espero, por
nes Religiosas con el Judaism o y ha publicado tam ­ eso, fervientemente que el estudio de la teología y la
bién, por medio de esa m ism a comisión, dos docu­ reflexión consiguiente sean cada vez m ás parte in ­
mentos más, destinados a la aplicación de la declara­ tegrante de nuestros intercam bios, p ara beneficio
ción en num erosos ám bitos de la vida de la Iglesia, m utuo, si bien, por razones comprensibles, algunos
las Orientaciones de 1975 y las m uy recientes Notas sectores de la Comunidad Judía podrían todavía m an­
para una correcta presentación de judíos y judaismo tener ciertas reservas acerca de este tipo de diálogo.
en la predicación y la catequesis de la Iglesia Católica. Sin em bargo, el conocim iento profundo y el respeto
Ambos docum entos son una prueba del continuo de la identidad religiosa de cada uno parece esencial

168 169
para la reafirm ación y el refuerzo del «vínculo» del
cual hablaba el Concilio.
El Comité Internacional de Contacto que vosotros
form áis es u n a prueba y una m anifestación p rácti­
ca de este «vínculo». Os habéis reunido doce veces
desde 1974 y, a pesar de las habituales dificultades
de adaptación y hasta algunas tensiones ocasionales,
habéis llegado a m antener una relación rica, m últi­
ple y franca. Veo aquí presentes representaciones de VI.7. II COLOQUIO INTERNACIONAL
m uchas iglesias locales y de diversas com unidades TEOLÓGICO ENTRE JUDÍOS Y CRISTIANOS
judías. Una representación tan am plia reunida en
Rom a para la celebración del vigésimo aniversario de
Nostra Aetate resulta a la vez consoladora y prom iso­ Queridos amigos:
ria. Realmente hemos adelantado m ucho en nuestras Me es grato daros la bienvenida con ocasión de
relaciones. vuestro II Coloquio Internacional Teológico entre Ju ­
A fin de continuar por la m ism a senda, bajo los díos y Cristianos. En 1985, la facultad de teología de
ojos de Dios y con su bendición que todo sana, estoy la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino,
seguro de que trabajaréis con dedicación cada vez la Liga Antidifam ación B’nai B’rith, el Centro Unio-
m ayor para alcanzar siempre un conocim iento m u­ ne y el Servicio de D ocum entación Judeo-Cristiano
tuo más profundo, para interesaros todavía m ás en (SIDIC), en colaboración con la Comisión de la Santa
las legítimas preocupaciones de cada uno, y especial­ Sede p ara las Relaciones Religiosas con el Judais­
m ente para colaborar en los diversos cam pos en que mo, abrieron este ciclo de investigaciones teológicas
nuestra fe en un solo Dios y nuestro com ún respeto con motivo del vigésimo aniversario de la Declaración
por su imagen, presente en cada m ujer y cada hom ­ Conciliar Nostra Aetate. De acuerdo con el espíritu y
bre, requieran nuestro testim onio y nuestro com pro­ las perspectivas del Concilio, el tem a escogido para
miso. vuestro segundo coloquio, que está a punto de con­
Por la tarea que ha sido realizada doy gracias, cluir, es: salvación y redención en las tradiciones teoló­
junto con vosotros, al Señor nuestro Dios, y p or lo gicas judía y cristiana, y en la teología contemporánea.
que estáis llam ados a hacer todavía, ofrezco mis ora­ La contem plación del m isterio de la redención
ciones, m ientras me alegro de afirm ar nuevamente el universal inspiró al profeta Isaías hasta decir adm ira­
empeño de la Iglesia Católica en esta relación y diá­ do: «¿Quién ha medido el Espíritu del Señor? ¿Quién
logo con la Comunidad Judía. Quiera el Señor asistir le ha sugerido su proyecto? ¿Con quién se aconsejó
vuestra buena voluntad y vuestra entrega personal e para entenderlo, para que le enseñara el camino exac­
institucional a esta im portante tarea. to, para que le enseñara el saber y le sugiriese el m é­
todo inteligente?» (Is 40, 13-14; cf. Rom 11, 34). No­
sotros estamos invitados ahora a recibir con humilde
28 de octubre de 1985 docilidad el misterio del am or de Dios, Padre y Reden­

170 171
tor, y a contemplarlo en nuestro corazón (cf. Le 2, 51) Como dije recientem ente en Asís, los cristianos
en orden a expresarlo en nuestras obras y en nuestra estamos convencidos de que en Jesucristo, en cuanto
alabanza. Salvador de todos, se ha de encontrar la verdadera
La reflexión teológica es parte de la propia res­ paz, paz p ara los de lejos y paz p ara los de cerca
puesta de la inteligencia hum ana y así da testim o­ (Ef 2, 17; Is 57, 19; Zac 9, 10). Este don universal tie­
nio de nuestra aceptación consciente del don de Dios. ne sus orígenes en la llam ada dirigida a Abraham ,
Al m ism o tiempo, las otras ciencias hum anas, tales Isaac y Jacob, y encuentra su cum plim iento en Jesu­
como la historia, la filosofía y el arte, ofrecen tam ­ cristo, que fue obediente al Padre hasta la m uerte en
bién su contribución para una profundización orgá­ la cruz (Mt 5, 17; Flp 2, 8 ). M ientras que la fe en Je­
nica de nuestra fe. Ésta es la razón p or la que ambas sucristo nos distingue y nos separa de nuestros her­
tradiciones, la judía y la cristiana, han tenido siem­ manos y herm anas judíos, podemos al mismo tiempo
pre un aprecio tan grande por el estudio religioso. afirm ar con profunda convicción «el lazo espiritual
Respetando nuestras respectivas tradiciones, el diá­ que une al pueblo de la Nueva Alianza con la estir­
logo teológico basado en una estim a sincera puede pe de Abraham» (Nostra Aetate, 4). Por eso nosotros
contribuir en gran m anera al conocim iento m utuo tenem os aquí un vínculo que, a pesar de nuestras
de nuestros respectivos patrim onios de fe y puede diferencias, nos hace herm anos; éste es un insonda­
ayudam os a ser cada vez m ás conscientes de nues­ ble m isterio de gracia que debem os escudriñar con
tros vínculos mutuos en los térm inos de nuestra com­ confianza, dando gracias a Dios que nos concede
prensión de la salvación. contem plar juntos este plan de salvación.
Vuestro coloquio puede ayudar a evitar el m alen­ Gracias p or todas las iniciativas de prom oción del
tendido del sincretismo, la confusión de las identida­ diálogo entre cristianos y judíos, y especialm ente por
des de unos y otros como creyentes, la som bra y la este Coloquio Internacional Teológico entre Judíos
sospecha del proselitismo. Efectivamente, estáis lle­ y Cristianos; imploro la bendición de Dios Todopo­
vando a cabo las intenciones del Concilio Vaticano II, deroso sobre todos vosotros, y pido que vuestro tra ­
que ha sido tam bién el tem a del subsiguiente do­ bajo sea fructífero para u n m ejor entendim iento y
cum ento de la Comisión de la Santa Sede para las aum ento de las relaciones entre judíos y cristianos.
Relaciones Religiosas con el Judaism o.
Este esfuerzo com ún profundizará ciertam ente el
com prom iso m utuo para la construcción de la justi­ Roma, 4 y 5 de noviembre de 1986
cia y de la paz entre todos los hom bres, hijos del úni­
co Padre celestial. En esta com ún esperanza por la
paz, expresamos confiadamente nuestra alabanza con
las palabras del Salmo, invitando a todos los pueblos
a rezar: «¡Alabad al Señor, todas las naciones! ¡Exal­
tadlo todos los pueblos! Porque fírme es su lealtad
con nosotros y la fidelidad del Señor dura para siem­
pre. Hallelu-Yá» (Sal 117).

172 173
Durante el decim otercer encuentro del Comité
Coordinador Internacional Católico-Judío se aborda­
ron los tem as del antisem itism o y de la Shoá, al tiem ­
po que la cuestión m ás vasta de los derechos hum a­
nos. Se reconoció justam ente que el antisem itism o y
todas las form as de racism o son un «pecado contra
Dios y la hum anidad» y que como tales se deben re­
chazar y condenar. Aliento de todo corazón al Con­
VI.8. CONSEJO BRITÁNICO sejo Británico para los Cristianos y los Judíos a p ro ­
PARA LOS CRISTIANOS Y LOS JUDÍOS seguir activam ente la intensificación del diálogo
amistoso, la com prensión fraterna y el intercam bio
de los valores espirituales.
Me com place d ar la bienvenida al Vaticano a los Con vosotros y con todos los herederos de la fe de
m iem bros del Consejo Británico para los Cristianos Abraham elevo la oración del Salmo: «Pedid la paz
y los Judíos; os recibo con una palabra llena de gozo, para Jerusalén.»
que encierra un significado profundo: Shalom!
La paz es, por encim a de todo, un don de Dios, la
plenitud de la redención para la hum anidad y para Ciudad del Vaticano, 16 de noviembre de 1990
toda la creación. Esta paz, que hoy está seriamente
am enazada, es al m ismo tiem po algo que forma p ar­
te de la naturaleza racional y m oral del hom bre y la
mujer, creados a imagen y semejanza de Dios. En el
orden hum ano, la paz exige e implica justicia y mise­
ricordia, y culm ina en el am or a Dios y al prójimo,
que representa la culm inación de la enseñanza de la
ley y de los profetas.
Jesús m ismo afirm a sobre esto: «No penséis que
he venido a abolir la ley y los profetas. No he venido
a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5, 17). ¡El pa­
trim onio espiritual que com parten los cristianos y el
pueblo judío es realm ente grande! (cf. Nostra Aeta­
te, 4). Por esta razón, durante el período que siguió al
Concilio Vaticano II, la cooperación entre los cristia­
nos y los judíos se hizo cada vez m ás intensa, y me
siento muy satisfecho de que estos im portantes con­
tactos sigan adelante, como por ejemplo el reciente
encuentro que tuvo lugar en Praga.

174 175
VL9. OBISPOS ALEMANES VI. 10. PRIMER EMBAJADOR
DE ISRAEL ANTE LA SANTA SEDE

Defender a los ju díos


Deseo exhortaros a com prom eteros de m odo p ar­ Señor embajador:
ticular en la protección de nuestros herm anos judíos. 1. Con viva satisfacción acojo a su excelencia
La violación de sinagogas y los ataques contra los para la presentación de las cartas que lo acreditan
m onum entos conm em orativos que, vista su historia como prim er em bajador extraordinario y plenipo­
dolorosa, son de gran im portancia para los judíos, tenciario del Estado de Israel ante la Santa Sede. To­
no pueden tolerarse de ningún modo. dos reconocerán la im portancia de esta cerem onia
Los padres del Concilio Vaticano II eran conscien­ porque de este m odo las relaciones diplom áticas es­
tes de la particular relación que debe existir entre tablecidas recientem ente se hacen efectivas con la
cristianos y judíos, cuando afirm aron en la declara­ presencia de un jefe de misión del rango m ás eleva­
ción sobre las relaciones de la Iglesia con las religio­ do, en aplicación del Acuerdo Fundam ental firm ado
nes no cristianas: «Como es, por consiguiente, tan el 30 de diciem bre de 1993 en Jerusalén.
grande el patrim onio espiritual com ún a cristianos y Me complace recordar hoy que en el pasado ya
judíos, este sagrado Concilio quiere fom entar y reco­ tuve la oportunidad de recibir aquí a m uchas altas
m endar el m utuo conocim iento y aprecio entre ellos, personalidades del Estado de Israel, así com o mis
que se consigue, sobre todo, por medio de los estu­ predecesores lo h ab ían hecho antes. Teniendo en
dios bíblicos y teológicos y con el diálogo fraterno» cuenta los puntos de vista diferentes sobre ciertos te­
(Nostra Aetate, 4). Debéis, por tanto, esforzaros para mas, esos contactos han perm itido encam inarse h a­
lograr que vuestros com patriotas judíos no se desa­ cia el diálogo orgánico que ha sido confiado, hace
lienten, sino que perm anezcan en vuestra patria, que ya m ás de dos años, a la Comisión Bilateral Perm a­
es tam bién su patria, y sigan participando de su vida nente de Trabajo. Quiero expresar mi gratitud a los
religiosa, cultural y científica. m iem bros de dicha comisión. Ambas partes se han
dedicado de m anera com petente a intercam bios pro­
fundos de puntos de vista, que han llevado a la firm a
Diciembre de 1992 del Acuerdo Fundam ental, abriendo una era nueva
en nuestras relaciones.

176 177
2. Señor embajador, le agradezco las palabras frecuencia de origen lejano, a fin de abrir los caminos
que acaba de pronunciar y que me han conmovido de la paz. Sin la paz, el desarrollo integral del hombre
mucho. Como usted subrayaba, es verdad que las re­ se ve entorpecido, la supervivencia de grupos enteros
laciones diplom áticas no constituyen un fin en sí comprometida, y la cultura e incluso la identidad de
mismas, sino que representan un punto de partida más de una nación, am enazada de desaparición.
para una colaboración específica, teniendo en cuen­ Así pues, debe alentarse el proceso de paz en
ta la naturaleza propia de la Santa Sede y del Estado Oriente Medio, por el que la Santa Sede form ulaba
de Israel. El estudio de diversas cuestiones bilatera­ votos desde hacía tiempo. El cam ino que hay que re­
les prosigue, como lo dispuso el acuerdo del 30 de
correr sigue siendo largo y arduo, pero ya no parece
diciem bre del año pasado, instituyendo dos subco­
una utopía afirm ar que puede rein ar la confianza
misiones que deben perm itir avanzar juntos p or el
m utua entre los pueblos de Oriente Medio. Al com ­
cam ino de una colaboración fundada en bases só­
lidas. probar con satisfacción lo que los responsables de Is­
rael y de toda esa región han hecho, invoco sobre ellos
Además, la colaboración no concierne sólo a la
Santa Sede y al Estado de Israel, sino que implica la ayuda del Omnipotente, para que les sea dado pro­
igualm ente una relación de confianza entre las auto­ seguir sus esfuerzos con la audacia de la paz.
ridades israelíes y las diferentes instituciones de la 5. Señor embajador, usted ha recordado tam ­
Iglesia Católica presentes en el suelo de Tierra Santa. bién el deseo de que las instituciones culturales de su
3. Usted ha dicho que, m ás allá de las negocia­ Estado intensifiquen su colaboración con las insti­
ciones bilaterales, la Santa Sede y el Estado de Israel tuciones culturales de la Iglesia Católica. Acojo con
cada uno según sus com petencias y los medios de m ucho agrado este propósito en cuanto que los in­
acción que le son propios— tienen que prom over los tercam bios universitarios ya em prendidos en diver­
principios esenciales que evoca su Acuerdo Funda­ sas circunstancias me parecen muy deseables. Esto
mental. Ante todo, se com prom eten a respetar el de­ es verdad, en general, pues la vida intelectual se be­
recho a la libertad de religión y de conciencia, condi­ neficia naturalm ente de ellos. Y es muy oportuno en
ción indispensable para el respeto de la dignidad de la m edida en que tenem os en com ún una parte im ­
todo ser hum ano. Colaboran para oponerse a toda portante de nuestras raíces culturales, com enzando
forma de intolerancia, cualquiera que sea el modo en por los escritos de la Biblia, el Libro de los libros y
que se m anifieste. De m anera muy especial, recha­ fuente siem pre viva. Entre judíos y miem bros de la
zan con firmeza todo antisem itism o, sabiendo que se Iglesia, la concepción del hom bre, de su vocación es­
han constatado recientem ente m anifestaciones de­ piritual y de su m oralidad recibe de los Libros San­
plorables del mismo. tos una iluminación singular. Puede resultar útil para
4. En m uchos lugares del m undo, violentos con­ unos y otros poner en com ún su saber, a fin de pro­
flictos siguen desgarrando, desgraciadam ente, a n u ­ fundizar en la com prensión de las Escrituras, y co­
m erosos pueblos. La Santa Sede, teniendo en cuenta nocer mejor las civilizaciones y el cuadro histórico en
su misión específica, no escatim a esfuerzos para que el que se han desarrollado a lo largo de tantos siglos,
se superen las oposiciones o los resentim ientos, con sobre todo m ediante la arqueología, la filología y el
178
179
estudio de las tradiciones religiosas doctrinales y es­ tante, sobre todo gracias al impulso del Concilio Va­
pirituales. ticano II (declaración Nostra Aetate). Deseo que pro­
6 . El carácter peculiar de las relaciones entre el sigan y se profundicen esos intercam bios judeo-cris-
Estado de Israel y la Santa Sede resulta m uy eviden­ tianos, y que perm itan a unos y a otros servir mejor a
te gracias al carácter único de esa tierra a la que di­ las grandes causas de la hum anidad.
rigen su m irada la m ayoría de los creyentes, judíos, 8. Usted, excelencia, se ha hecho portavoz de los
cristianos y m usulm anes de todo el m undo. La reve­ sentimientos del presidente del Estado de Israel y del
lación del Dios único a los hom bres ha hecho que esa Gobierno del país, así como de sus anhelos, en una
tierra sea santa; lleva para siem pre su sello, y no deja circunstancia muy im portante por su significado. Le
de ser un lugar de inspiración para los que pueden ir ruego que transm ita a las altas autoridades del E sta­
allí en peregrinación. De m anera m uy especial, los do de Israel mi gratitud por su m ensaje y mis deseos
creyentes de las grandes religiones m onoteístas se di­ sinceros para la realización de sus tareas al servicio
rigen hacia la ciudad santa de Jerusalén, que, según de la concordia y de la paz, que sus com patriotas tan­
sabemos, sigue siendo aún hoy lugar de divisiones y to anhelan.
conflictos, pero que es un «patrimonio espiritual para Excelencia, formulo tam bién votos calurosos por
todos los que creen en Dios» (cf. C arta apostólica el feliz desempeño de su m isión y de su estancia en la
Redemptionis Anno, sobre la ciudad santa de Jerusa­ ciudad de Roma. Puede estar seguro de que mis co­
lén, 20 de abril de 1984: L’Osservatore Romano, edi­ laboradores lo acogerán siem pre gustosos y le b rin­
ción en lengua española, 6 de mayo de 1984, pág. 17) darán la ayuda que necesite.
y, como significa su adm irable nom bre, un lugar de Bendiciendo al Altísimo, que ha perm itido este
encuentro y un símbolo de paz. Además es de desear encuentro histórico, le pido que le conceda a Vd., así
que el carácter único y sagrado de esa ciudad santa como a sus seres queridos y a todos sus com patrio­
sea objeto de garantías internacionales, que asegu­ tas, la abundancia de sus dones.
ren tam bién su acceso a todos los creyentes. Como
tuve la oportunidad de escribir: «Pienso en el día en
que judíos, cristianos y m usulm anes puedan inter­ Ciudad del Vaticano, 29 de septiembre de 1994
cambiarse en Jerusalén el saludo de paz» (ibidem).
7. Señor em bajador, usted m ism o ha insistido
en el significado histórico de esta cerem onia, más
allá de las convenciones diplomáticas habituales. En
efecto, se abre una época nueva en las relaciones en­
tre la Santa Sede y el Estado de Israel, para un diálo­
go continuo y una colaboración activa en los campos
que acabo de mencionar. Todo esto va a contribuir a
intensificar el diálogo entre la Iglesia Católica y el
pueblo judío de Israel, y del m undo entero. La com­
prensión m utua ya ha registrado un progreso im por­

180 181
de los elem entos positivos presentes en m uchas re­
ligiones. La m ism a Declaración Conciliar señala de
forma particular las riquezas espirituales del hinduis-
mo, del budism o, del islam ism o y de las religiones
tradicionales: «La Iglesia Católica nada rechaza de lo
que en estas religiones hay de verdadero y santo. Con­
sidera con sincero respeto los m odos de ob rar y de
vivir, los preceptos y doctrinas, que, aunque discre­
pan en m uchas cosas de lo que ella profesa y enseña,
VI. 11. DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II no pocas veces reflejan u n destello de aquella verdad
que ilum ina a todos los hombres» (n.° 2 ).
La Declaración reserva una atención especial a los
La declaración Nostra Aetate es el docum ento más herm anos judíos, con los cuales el cristianism o tiene
breve del Concilio Vaticano II. Sin embargo, a nadie una relación particularm ente íntim a. La fe cristiana,
puede escapar su im portancia y su novedad, porque en efecto, tiene sus comienzos en la experiencia reli­
ha señalado el camino de la relación entre los cristia­ giosa del pueblo judío, del que procede Cristo según
nos y los seguidores de otras religiones bajo la norm a la carne. Com partiendo con los judíos la parte de las
de la recíproca estima, del diálogo y de la colabora­ Escrituras que aparece bajo el nom bre de Antiguo
ción en beneficio del auténtico bien del hombre. Testam ento, la Iglesia continúa viviendo de aquel
La historia, por desgracia, ha conocido páginas mismo patrim onio de verdad, releyéndolo a la luz de
oscuras de hostilidad en nom bre de las convicciones Cristo. La inauguración de los tiem pos nuevos, por
religiosas. La declaración recuerda que Dios es el Él cumplida con la nueva y eterna Alianza, no destru­
fundam ento sólido de la fraternidad hum ana: «To­ ye la antigua raíz, sino que la abre a una fecundidad
dos los pueblos form an una com unidad, tienen un universal. En consideración a lo dicho, no puede de­
m ismo origen (...), y tienen tam bién el m ismo fin úl­ jar de despertar intenso dolor el recuerdo de las ten­
timo, que es Dios, cuya providencia, m anifestación siones que tantas veces han caracterizado las rela­
de bondad y designios de salvación se extienden a to­ ciones entre cristianos y judíos. Por ello, hagam os
dos» (n.° 1 ). nuestra, tam bién hoy, la voz del Concilio que lam en­
Ciertamente, esta afirm ación no debe conducir al tó con firmeza «los odios, persecuciones y m anifesta­
relativismo en la concepción de la verdad. La Iglesia, ciones de antisem itism o de cualquier tiempo y perso­
p or tanto, no incum ple su deber de anunciar con na contra los judíos» (n.° 4).
energía siem pre nueva que solam ente Cristo, Hijo de Que María, modelo del espíritu religioso, impulse
Dios encam ado, es el «camino, la verdad y la vida» a los creyentes de todas las religiones a vivir en escu­
(Jn 14, 6 ), y solamente en Él los hom bres encuentran cha de Dios, en la fidelidad a las exigencias de la ver­
la plenitud de la vida religiosa (n.° 3 ). dad percibida. Que su intercesión ayude a la Iglesia
Pero esto no debe conducir a m inim izar el valor a u n ir la coherencia al testim oniar la verdad con la

182 183
capacidad de dialogar con todos. Que aprendan los
hom bres de todas las creencias a conocerse, a esti­
m arse, a colaborar, para construir juntos, según el
designio de Dios, la paz y la fraternidad universal.

Febrero de 1996

VI. 12. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA

Señor Cardenal, le doy gracias de corazón p o r los


sentimientos que ha tenido a bien m anifestarm e hace
un m om ento al presentarm e a la Pontificia Comisión
Bíblica, al comienzo de su m andato. Saludo cordial­
m ente a los m iem bros antiguos y nuevos de la com i­
sión presentes en esta audiencia. Saludo a los «anti­
guos» con viva gratitud por las tareas ya desarrolladas
y a los «nuevos» con particular alegría, suscitada por
la esperanza. Me alegra tener así la ocasión de encon­
trarm e personalm ente con todos ustedes y de repe­
tirles a cada uno cuánto aprecio la generosidad con
que ponen su com petencia de exégetas al servicio de
la Palabra de Dios y del M agisterio de la Iglesia.
El tem a que habéis empezado a estudiar en el cur­
so de vuestra actual sesión plenaria es de enorm e im ­
portancia: trátase en efecto de un tem a fundam ental
para una correcta com prensión del m isterio de Cris­
to y de la identidad cristiana. Quisiera en prim er lu­
gar subrayar esta utilidad, que podríam os definir ad
intra. Ésta se refleja adem ás inevitablem ente en una
utilidad —p o r así llam arla— ad extra, pues la con­
ciencia de la propia identidad determ ina la naturale­
za de las relaciones con las dem ás personas. En este
caso determ ina la naturaleza de las relaciones entre
cristianos y judíos.

184 185
su vínculo con el pueblo de Israel, con la dinastía
de David y la descendencia de Abraham. Y no se tra ­
El error de separar uno y otro Testam ento ta tan sólo de una pertenencia física. Participando en
las celebraciones de la sinagoga, donde se leían y co­
Desde el siglo n d.C., la Iglesia se ha hallado ante la m entaban los textos del Antiguo Testam ento, Jesús
tentación de separar com pletam ente el Nuevo Testa­ tom aba tam bién conocim iento —desde el punto de
m ento del Antiguo y de oponer el uno al otro, atribu­ vista hum ano— de tales textos; con ellos alim entaba
yéndoles dos orígenes distintos. Según M arción, el el espíritu y el corazón, utilizándolos después en la
Antiguo Testam ento procedía de un Dios indigno de oración e inspirándose en ellos para su conducta.
tal nombre, pues era vengativo y sanguinario, mien­ De esta m anera se hizo un auténtico hijo de Is­
tras que el Nuevo Testam ento revelaba al Dios re­ rael, hondam ente arraigado en la larga historia de su
conciliador y generoso. pueblo. Cuando empezó a predicar y a enseñar, se
La Iglesia ha rechazado con firm eza este error, abrevó abundantem ente en el tesoro de las Escritu­
recordando a todos que la ternura de Dios ya se ma­ ras, enriqueciendo este tesoro con nuevas inspiracio­
nifiesta en el Antiguo Testamento. La m ism a tenta­ nes e iniciativas inesperadas. Éstas —nótese bien—
ción m arcionita vuelve a presentarse, por desgracia, no aspiraban a abolir la antigua revelación, sino, al
en nuestro tiempo. Lo que, sin em bargo, se da con contrario, a llevarla a su propio y perfecto cum pli­
m ayor frecuencia es la ignorancia de las profundas miento. La oposición cada vez m ás consistente a la
relaciones que vinculan el Nuevo Testam ento al An­ que hubo de enfrentarse hasta el Calvario fue enten­
tiguo, ignorancia de la que se deriva en algunos la dida p or él a la luz del Antiguo Testam ento, que le
im presión de que los cristianos no tienen nada en co­ revelaba la suerte reservada a los profetas. También
m ún con los judíos. sabía Él, p o r el Antiguo Testamento, que al final el
Siglos de prejuicios y de oposición recíproca han am or de Dios siempre resulta victorioso.
excavado un foso profundo, que la Iglesia se esfuerza Privar a Cristo de la relación con el Antiguo Tes­
ahora en colmar, im pulsada en esta dirección por la tam ento es, p or tanto, separarlo de sus raíces y va­
tom a de posición del Concilio Vaticano II. Los nue­ ciar de todo sentido su misterio. En efecto, para ser
vos leccionarios litúrgicos han dado m ayor espacio a significativa, la Encarnación necesitó enraizarse en
los textos del Antiguo Testamento, y el Catecismo de siglos de preparación. De no haber sido así, Cristo
la Iglesia Católica se ha preocupado de abrevarse con­ habría resultado como un m eteoro precipitado acci­
tinuam ente en el tesoro de las Sagradas Escrituras. dentalm ente hacia la tierra y exento de conexión con
la historia de los hombres.

Jesús y el Antiguo Testam ento


El cristiano injertado en el tronco de Israel
Realmente, no puede expresarse de m anera plena el
m isterio de Cristo sin recurrir al Antiguo Testamen­ La Iglesia ha entendido correctam ente, desde sus orí­
to. La identidad hum ana de Jesús se define a partir de genes, el arraigo de la Encam ación en la historia y,

186 187
por consiguiente, ha acogido en su plenitud la inser­ esta dirección, y contribuir de esta m anera a dism i­
ción de Cristo en la historia del pueblo de Israel. Ella n uir las tensiones y a disipar los malentendidos.
ha considerado las E scrituras judías como Palabra Precisam ente, a la luz de todo lo dicho, la labor
de Dios perennem ente válida, dirigida a ella, am én que habéis em prendido es de enorm e im portancia y
que a los hijos de Israel. R esulta im portantísim o m erece llevarse adelante con atención y entrega. Si
m antener y renovar esta tom a de conciencia eclesial bien entraña ciertam ente aspectos difíciles y puntos
de las relaciones esenciales con el Antiguo Testa­ delicados, es labor m uy prom etedora, rica de gran­
mento. Estoy seguro de que vuestros trabajos contri­ des esperanzas. Hago votos para que sea muy fecun­
buirán a ello de m anera excelente, razón por la que da para la gloria del Señor. Con este deseo, os asegu­
me alegro de antem ano, dándoos las gracias de todo ro un recuerdo constante en la oración y os im parto
corazón. de corazón a todos una especial bendición.
Vosotros estáis llamados a ayudar a los cristianos
a que com prendan bien su propia identidad. Identi­
dad que se define en prim er lugar gracias a la fe en 11 de abril de 1997
Cristo, Hijo de Dios. Pero esta fe es inseparable de la
relación con el Antiguo Testamento, dado que es fe en
Cristo «que m urió por nuestros pecados, según las
Escrituras» y «que resucitó (...), según las E scritu­
ras» (1 Cor 15, 3-4). El cristiano debe saber que, con
su adhesión a Cristo, ha llegado a ser «descendencia
de Abraham» (Gál 3, 29) y que ha sido injertado en el
olivo bueno (cf. Rom 11, 17-24), es decir, insertado
en el pueblo de Israel, para ser «partícipe de la raíz
y de la savia del olivo» (Rom 11, 17). Si posee esta
fuerte convicción, ya no podrá aceptar que los ju ­
díos como tales sean despreciados o, peor aún, m al­
tratados.
Al decir esto, no ignoro que el Nuevo Testamento
conserva vestigios de manifiestas tensiones que exis­
tieron entre com unidades cristianas prim itivas y
algunos grupos de judíos no cristianos. San Pablo
mismo atestigua, en sus cartas, que en su calidad de
judío no cristiano había perseguido encarnizada­
mente a la Iglesia de Dios (cf. Gál 1, 13; 1 Cor 15, 9;
Flp 3, 6 ). Estos dolorosos recuerdos han de superar­
se en la caridad, según el precepto de Jesús. La labor
exegética debe preocuparse por avanzar siempre en

188 189
bre el destino hum ano. Dios prom ete un Nuevo Cielo
y una Nueva Tierra (Is 65, 17; Ap 21, 1). Sabemos que
Dios enjugará todas las lágrimas (Is 25, 28) y que de­
saparecerá toda aflicción y todo dolor (Ap 21,4). Ju ­
díos y cristianos creemos que nuestras vidas son un
viaje hacia el cum plim iento de las prom esas de Dios.
A la luz de la herencia religiosa com ún que com ­
partimos, podemos considerar esta oportunidad como
VI. 13. CONGRESO MUNDIAL JUDÍO un desafío para realizar esfuerzos conjuntos por la paz
y la justicia en nuestro mundo. La defensa de la dig­
Mensaje del Santo Padre al recibir a quince nidad de cada ser hum ano, hecho a imagen y seme­
representantes del Congreso Mundial Judío janza de Dios, es una causa que debe com prom eter a
y del Comité Internacional Judío para todos los creyentes. Este modo de colaboración prác­
las Relaciones Interreligiosas. tica entre cristianos y judíos requiere valor y visión, y
tam bién confianza en que es Dios quien saca el bien
a p artir de nuestros esfuerzos: «Si el Señor no cons­
Es un gran placer recibir en el Vaticano a distingui­ truye la casa, los que la construyen trabajan en vano»
dos representantes del Congreso M undial Judío y del (Sal 127, 1). Queridos amigos, quiero infundiros áni­
Comité Internacional Judío para las Relaciones In- mo en vuestro com prom iso para ayudar a los niños
terreligiosas. Vuestra visita me trae a la m em oria los que sufren en Argentina. Es mi ferviente esperanza y
lazos de am istad que se han desarrollado desde que oración que el Todopoderoso bendiga todos vuestros
el Concilio Vaticano II emitió la declaración Nostra proyectos. Que Él os acom pañe y guíe vuestros p a­
Aetate, y puso nuevas y positivas bases a las relacio­ sos en el cam ino de la paz (Le 1, 79).
nes entre judíos y católicos.
La Palabra de Dios es una lám para y una luz en
nuestro camino; nos m antiene vivos y nos da nueva Ciudad del Vaticano, 22 de mayo de 2003
vida (Sal 119, 105-107). La Palabra fue dada a nues­
tros herm anos y herm anas judíos especialm ente en
la Torá. Para los cristianos esta Palabra encuentra su
cum plim iento en Jesucristo. Aunque m antenem os e
interpretam os esta herencia de form a diferente, las
dos com unidades nos sentimos obligadas a d ar testi­
m onio de la paternidad de Dios y de su am or hacia
todas las criaturas.
Aunque el m undo de hoy está con frecuencia m ar­
cado por la violencia, la represión y la explotación,
estas realidades no representan la últim a palabra so­

190 191
ejercicio implica, entre otras cosas, que «se recuerde
la parte que hayan podido desem peñar los hijos de la
Iglesia en el nacim iento y difusión de una actitud an­
tisem ita en la historia, y que pida perdón a Dios por
ello, favoreciendo toda suerte de encuentros de recon­
ciliación y de am istad con los hijos de Israel» (cf. No­
sotros recordamos: una reflexión sobre la Shoá, 17 de
m arzo de 1998). En este contexto, p or lo demás, h a ­
VI. 14. ECCLESIA IN EUROPA b rá que recordar tam bién a los num erosos cristianos
que, a veces a costa de la propia vida, sobre todo en
Exhortación apostólica postsinodal de Juan Pablo II períodos de persecución, han ayudado y salvado a
a los obispos, a los presbíteros y diáconos, estos «herm anos mayores» suyos.
a los consagrados y a todos los fieles laicos sobre
Jesucristo vivo en su Iglesia, fuente
de esperanza para Europa. 28 de junio de 2003

56. Se trata más bien de tom ar m ayor conciencia de


la relación que une a la Iglesia con el pueblo judío
y del papel singular desem peñado por Israel en la
historia de la salvación. Como ya se hizo n o ta r en
la I Asamblea Especial para Europa del Sínodo de
los Obispos y se ha reiterado tam bién en este síno­
do, se han de reconocer las raíces com unes existen­
tes entre el cristianism o y el pueblo judío, llam ado
por Dios a una alianza que sigue siendo irrevocable
(cf. Rom 11, 29) y que ha alcanzado su plenitud defi­
nitiva en Cristo.
Es necesario, pues, favorecer el diálogo con el ju ­
daism o, sabiendo que éste tiene una im portancia
fundam ental para la conciencia cristiana en sí m is­
m a y para superar las divisiones entre las dos religio­
nes, y esforzarse para que florezca u na nueva prim a­
vera en las relaciones recíprocas. Esto com porta que
cada com unidad eclesial debe ejercitarse, en cuanto
las circunstancias lo perm itan, en el diálogo y la cola­
boración con los creyentes de religión judía. Dicho

192 193
tu prójim o com o a ti mismo» (Lev 19, 18; Mt 22,
39). Desde nuestras diferentes perspectivas, hem os
renovado nuestro com promiso com ún para defender
y prom over la dignidad hum ana, como se deriva de
la afirm ación bíblica de que todo ser hum ano ha sido
creado a imagen y semejanza de Dios (Gén 1, 26). Re­
cordam os la defensa de los derechos hum anos del
Papa Juan XXIII para todos los hijos de Dios, enun­
VI. 15. DECLARACIÓN CONJUNTA DE ciada en su encíclica Pacem in Terris (1963), y le ren ­
LA DECIMOCTAVA REUNIÓN DEL COMITÉ dim os u n especial tributo p or iniciar este cam bio
INTERNACIONAL DE ENLACE fundam ental en las relaciones católico-judías.
ENTRE CATÓLICOS Y JUDÍOS N uestro com prom iso conjunto con la justicia tie­
ne una profunda raíz en am bos credos. Recordamos
la tradición de ayudar a la viuda, al huérfano, al po­
Las relaciones entre la Iglesia Católica y el pueblo bre y al extranjero, según el m andato de Dios (Éx 22,
judío han experim entado grandes cam bios desde la 20-22; Mt 25, 31-46). Los sabios de Israel desarrolla­
declaración del Concilio Vaticano II, Nostra Aetate ron u n a am plia doctrina de justicia y caridad para
(1965). Dicha declaración resaltó las raíces judías del todos, basada en una elevada com prensión del con­
cristianism o y el rico patrim onio espiritual com par­ cepto de Tzédek. Apoyándose en la tradición de la
tido por judíos y cristianos. En el últim o cuarto de Iglesia, el Papa Juan Pablo II, en su prim era encícli­
siglo, el Papa Juan Pablo II ha aprovechado todas las ca, Redemptor H ominis (1979), recordaba a los cris­
oportunidades para promover el diálogo entre am bas tianos que u na verdadera relación con Dios requiere
com unidades de fe, que considera como íntim am en­ un fuerte com prom iso con el servicio a nuestros se­
te relacionado con el verdadero núcleo de nuestras mejantes.
respectivas identidades. Este diálogo fraterno ha en­ Si bien Dios creó al ser hum ano en la diversidad,
gendrado entendim iento y respeto m utuos. Espera­ los dotó de la m ism a dignidad. Compartim os la con­
m os que siga resonando en círculos cada vez m ás vicción de que todas las personas tienen derecho a
amplios, y que llegue a las m entes y los corazones de ser tratadas con justicia e igualdad. Este derecho in­
católicos y judíos, y a toda la com unidad. cluye com partir de form a equitativa la gracia y los
La decimoctava reunión del Comité Internacional dones de Dios (jésed).
de Enlace entre Católicos y Judíos se llevó a cabo en Dada la dim ensión global de la pobreza, la injus­
Buenos Aires, del 5 al 8 de julio de 2004. Este en­ ticia y la discrim inación, tenem os una clara obliga­
cuentro, celebrado por prim era vez en L atinoam éri­ ción religiosa de m ostrar preocupación p or los po­
ca, ha tenido como tem a central Tzédek y Tzedaká bres y p o r los que han sido privados de sus derechos
(Justicia y Caridad) en sus aspectos teóricos y sus políticos, sociales y culturales. Jesús, profundam ente
aplicaciones prácticas. Nuestras deliberaciones han arraigado en la tradición judía de su tiempo, hizo del
sido inspiradas por el m andam iento de Dios «ama a com prom iso con los pobres una prioridad en su m i­

194 195
sario de Nostra Aetate —la declaración del Concilio
nisterio. El Talmud afirm a que el Santo, Bendito Sea,
Vaticano II que repudió la acusación de deicidio con­
siem pre cuida de los necesitados. Actualmente, esta
tra los judíos, reafirm ó las raíces judías del cristia­
preocupación por los pobres debe incluir a las m ulti­
nism o y rechazó el antisem itism o—, tom am os nota
tudes de ham brientos, sin techo, huérfanos, víctimas
de los m uchos cam bios positivos de la Iglesia Cató­
del sida, de todos los continentes, a todos los que ca­
lica en su relación con el pueblo judío. Estos últim os
recen de adecuados cuidados médicos y a todos los
cuarenta años de diálogo fraternal contrastan sus­
que hoy carecen de la esperanza en un futuro mejor.
tancialm ente con casi dos m ilenios de «enseñanza
En la tradición judía, la form a superior de caridad
consiste en derribar las barreras que im piden a los del desprecio» y todas sus dolorosas consecuencias.
Nos alientan los frutos de nuestros esfuerzos colecti­
pobres salir de su estado de pobreza. En años recien­
vos, que incluyen el reconocimiento de la única e inin­
tes, la Iglesia ha enfatizado su opción preferencial
por los pobres. Los judíos y los cristianos tienen igual terrum pida relación de alianza entre Dios y el pueblo
judío, y el total rechazo al antisem itism o en todas sus
obligación de tra b a jar p o r la ju sticia con caridad
m anifestaciones, incluyendo el antisionism o como
(Tzedaká) que finalm ente llevará a la paz (Shalom)
para toda la hum anidad. Fieles a nuestras respecti­ una expresión más reciente de antisem itism o.
Por su parte, la Com unidad Judía ha evidenciado
vas tradiciones religiosas, vemos este com prom iso
com ún con la justicia y la caridad como la coopera­ u n creciente deseo de llevar a cabo un diálogo inte­
ción del hom bre con el plan divino de construir un rreligioso y acciones conjuntas sobre cuestiones reli­
m undo mejor. giosas, sociales y com unitarias a nivel local, nacional
e internacional, como lo ilustra el nuevo diálogo di­
A la luz de este com prom iso com ún, reconoce­
mos la necesidad de responder a estos grandes desa­ recto entre el Gran R abinato de Israel y la Santa
Sede. Además, la Comunidad Judía ha dado pasos en
fíos inm ediatos: la creciente disparidad económ ica
entre los pueblos, la gran devastación ecológica, los program as educativos sobre cristianismo, la elim ina­
ción de prejuicios y la im portancia del diálogo judeo-
aspectos negativos de la globalización y la urgente
necesidad de la paz y la reconciliación internacio­ cristiano. Asimismo, la Com unidad Judía ha tom ado
nales. conciencia y deplora el fenóm eno del anticatolicis­
Por lo tanto, saludam os las iniciativas conjuntas mo en todas las form as en que se manifiesta en la so­
de las organizaciones católicas y judías internacio­ ciedad.
nales y nacionales que ya han com enzado a trabajar E n el sexagésimo aniversario de la liberación de
los campos de exterminio nazis, declaramos nuestra
para resolver las necesidades de los indigentes, los
ham brientos, los enfermos, los jóvenes, los que no decisión de im pedir el resurgim iento del antisem itis­
tienen educación y los ancianos. Sobre la base de es­ mo que llevó al genocidio y a la Shoá. Estam os ju n ­
tos en este m om ento, siguiendo las principales con­
tas acciones de justicia social, nos comprom etem os a
redoblar nuestros esfuerzos para intentar resolver las ferencias internacionales sobre este problema, que se
acuciantes necesidades de todos a través de nuestro han realizado recientem ente en Berlín y en las N a­
com prom iso com ún con la justicia y la caridad. ciones Unidas en Nueva York. Recordamos las pala­
Mientras nos acercamos al cuadragésimo aniver­ bras del Papa Juan Pablo II, quien manifestó que el

196 197
antisem itism o es un pecado contra Dios y contra la VII. DECLARACIÓN CONJUNTA
hum anidad. SANTA SEDE-RABINATO DE ISRAEL
Nos com prom etem os con la lucha contra el terro­
rism o. Vivimos en un nuevo m ilenio que ya se ha
visto m anchado por los atentados del 11 de septiem ­
bre de 2001 y otros ataques terroristas en el m un­
do. Conmemoramos el décimo aniversario de las dos
trágicas experiencias del terrorism o aquí, en Buenos
Aires. El terrorism o, en todas sus formas, y los asesi­
natos «en nom bre de Dios» nunca pueden justificar­
se. El terrorism o es un pecado contra el hom bre y
contra Dios. Convocamos a todos los hom bres y m u­
jeres de fe a apoyar los esfuerzos internacionales
para erradicar esta am enaza contra la vida, para que
todas las naciones puedan vivir juntas en paz y segu­
ridad sobre la base del Tzédek y la Tzedaká.
Nos com prom etem os a im plem entar y difundir
en nuestras com unidades las prom esas m utuas que
nos hem os hecho aquí, en Buenos Aires, de m odo
que el trabajo por la Justicia y la Caridad nos perm i­
ta alcanzar el m ayor don de Dios: la paz.

Buenos Aires, 5 al 8 de julio de 2004

198
VII. 1 COMISIÓN PARA EL DIÁLOGO
CATÓLICO-JUDÍO ENTRE REPRESENTANTES
DE LA COMISIÓN DE LA SANTA SEDE
PARA LAS RELACIONES RELIGIOSAS
CON EL JUDAÍSMO Y EL GRAN RABINATO
DE ISRAEL

1. Después de un encuentro prelim inar en Jerusa-


lén, el 5 de junio de 2002, delegaciones de alto nivel
de la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones
Religiosas con el Judaism o y el Gran Rabinato de Is­
rael se han encontrado en la Villa Cavalletti (Grotta-
ferrata, Roma), del 23 al 27 de febrero de 2003.
El argum ento central de las discusiones, que se
desarrollaron en una atm ósfera cordial y am istosa,
fue la búsqueda de m aneras de prom over la paz, la
arm onía y los valores religiosos en las sociedades
contem poráneas.
2. Hemos reconocido que el fundamento de nues­
tro diálogo debe consistir en la verdad y en la hones­
tidad, en el respeto de nuestras diversas identidades
religiosas. Nosotros dialogamos en cuanto creyentes
que tienen un patrim onio y raíces espirituales com u­
nes. El diálogo es un valor en sí, y excluye cualquier
intención de conversión. Basándose en la enseñan­
za del Concilio Vaticano II y del Papa Juan Pablo II,
la Iglesia reconoce que «los judíos son todavía muy

201
am ados de Dios a causa de sus padres, porque Dios Dios, atenta directam ente contra la enseñanza de los
no se arrepiente de sus dones y de su vocación» (Nos­ profetas. Suprim ir cualquier vida hum ana, incluida
tra Aetate, 4; Rom 11, 28-29). Constatamos nuestras la propia, aunque sea en nom bre de Dios, es un acto
respectivas tradiciones y nos respetam os recíproca­ sacrilego.
m ente en nuestra alteridad. Nos sentimos llamados a Como subrayó repetidam ente el Papa Juan Pa­
proclam ar en el m undo el testim onio del único Dios, blo II en su mensaje para la Jom ada Mundial para la
y deseamos colaborar para reforzar los valores reli­ Paz, en el año 2002, ningún líder religioso puede jus­
giosos comunes, la paz en la justicia, la verdad y el tificar el terrorism o en ninguna parte del mundo. De­
amor. clararse terrorista en nom bre de Dios, com eter actos
3. Hemos acordado discutir sobre los siguientes de violencia contra los dem ás en su nom bre, es una
argum entos, de cara a nuestra colaboración: profanación de la religión. La violencia terrorista, en
a) La santidad de la vida hum ana. cualquier parte del m undo, contradice la fe en Dios,
b) Los valores de la familia. creador del ser hum ano, que lo cuida y lo ama.
4. La santidad de la vida hum ana 4.4. En cuanto jefes religiosos de com unidades
4.1. La vida hum ana en nuestro m undo tiene un de fieles tenem os u na responsabilidad totalm ente
valor único y altísimo. Cualquier intento de destruir particular en la educación de nuestras com unidades
la vida hum ana debe ser rechazado. Sería necesario, —particularm ente de las generaciones más jóvenes—
además, esforzarse por promover juntos los derechos en el respeto de la santidad de la vida hum ana. No
hum anos, la solidaridad entre todos los seres hum a­ podem os perm itir ningún asesinato, en nom bre de
nos y el respeto por la libertad de conciencia. Dios que ordena: «No matarás» (Ex 20, 13; Dt 5, 17),
4.2. Nuestra motivación religiosa común por esta evitando el abuso fanático o violento de la religión,
afirmación central se funda en la declaración bíblica, como afirm an los líderes religiosos judíos, cristianos
según la cual el ser hum ano es creado a im agen de y m usulm anes en la «Declaración com ún de Alejan­
Dios viviente, a su semejanza (cf. Gén 1, 26). Dios es dría» (enero, 2002). Todos nosotros deberíam os unir
el Santo y el Creador de la vida hum ana, y el ser hu­ nuestras energías para edificar un m undo mejor para
mano está bendecido y llamado a corresponder a su la vida, la fraternidad, la justicia, la paz y el am or en­
Santidad. Por consiguiente, toda vida hum ana es san­ tre todos.
ta, sacrosanta e inviolable. Según el libro del Levíti- 4.5. Existen implicaciones culturales y educati­
co (19, 2), la santidad de Dios fundam enta el im pe­ vas de n uestra colaboración en este cam po. Todos
rativo esencial del com portam iento hum ano: «¡Sed los educadores deberían intensificar los esfuerzos
santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy Santo!» para ofrecer program as que eduquen a los jóvenes en
4.3. La defensa de la vida hum ana es una conse­ el respeto del altísim o valor de la vida hum ana. Con­
cuencia ética de esta convicción. Todos los creyentes, tra la tendencia actual de violencia y m uerte en nues­
y en particular las autoridades religiosas, deberían tras sociedades, deberíam os intensificar nuestra co­
colaborar en la protección de la vida hum ana. Todo laboración con los creyentes de todas las religiones y
atentado a la vida de un ser hum ano es contrario a la con todas las personas de buena voluntad para pro­
voluntad de Dios, es una profanación del Nom bre de mover una «cultura de la vida».

202 203
5. Los valores de la familia Señor, practicando la justicia y el derecho, de modo
5.1. La institución de la familia procede de la vo­ que el Señor pueda concederle a Abraham lo que le
luntad del O m nipotente, que ha creado al ser hum a­ tiene apalabrado» (Gén 18, 19).
no a im agen de Dios, «hom bre y m ujer los creó» G rottaferrata, Roma (Villa Cavalletti)
(Gén 1, 27). El m atrim onio en la perspectiva religio­ 26 de febrero de 2003
sa tiene un gran valor, pues Dios ha bendecido esta Rabino Shar Yishuv Cohén, presidente de la dele­
unión y la ha santificado. gación judía
5.2. La familia y la unidad dom éstica ofrecen un Rabino Ratzon Arrusi
am biente de cariño y protección que alim enta a los Rabino David Brodm an, señor Oded 'Wiener, Su
hijos, y garantiza su educación apropiada, fieles a la Excelencia señor Shmuel Hadas
propia tradición y a las propias creencias. La unidad Jorge Cardinal Mejía, presidente de la delegación
fam iliar es el fundam ento de toda la sociedad. católica
5.3. La revolución tecnológica y los m edios de Obispo Giacinto-Boulos M arcuzzo
com unicación h an producido, sin duda, positivos P. Georges Cottier O.P.
cam bios en la sociedad. Al m ism o tiem po, sin em ­ P. Elias Chacour
bargo, con dem asiada frecuencia se ha desarrollado M onseñor Pier Francesco Fumagalli
u n influjo negativo sobre el com portam iento de la P. N orbert H ofm ann S.D.B.
sociedad. Tanto los adultos como los jóvenes quedan Arzobispo Pietro Sambi
expuestos a aspectos distorsionados y pervertidos de
comportamientos, como la violencia y la pornografía.
En cuanto líderes religiosos, nos encontram os ante
el desafío de estas repercusiones destructivas.
5.4. Más que nunca, tenem os el deber de educar,
tanto en las casas como en las escuelas, en los valores
familiares, basándonos en nuestras ricas tradiciones
religiosas. Los padres deberían dedicar m ucho más
tiempo a m ostrar su am or a los hijos y a orientarles
hacia actitudes positivas. Entre los valores familiares
im portantes deberíamos subrayar el amor, el altruis­
mo, el respeto por la vida, y la responsabilidad de los
hijos y de los padres, los unos a los otros (cf. Éx 20 ,
12; Dt 5, 16). En esta perspectiva, no podem os estar
de acuerdo con «modelos alternativos» de unión de
parejas y de familia.
6 . Q uisiéramos concluir con la Palabra de Dios:
«Yo lo conozco [a Abraham] y sé que m andará a sus
hijos y a su descendencia que guarden el cam ino del

204 205
nencia Jorge Mejía escribió a los G randes Rabinos
de Israel: «No solam ente es cruel, sino vil y to tal­
m ente incom patible con ninguna conducta h u m a­
na que acepte atacar a las personas en sus lugares de
oración.» N aturalm ente, cuando se celebraba el en­
cuentro de la Comisión Conjunta, Su Santidad el
Papa Juan Pablo II hizo un enérgico llam am iento «a
todos los hom bres y mujeres de buena voluntad para
VII.2. DECLARACIÓN CONJUNTA DE que u n an sus voces a la m ía cuando repito que el
LA DELEGACIÓN DEL GRAN RABINATO santo nom bre de Dios nunca debe utilizarse para in­
DE ISRAEL Y LA COMISIÓN DE LA SANTA citar a la violencia o al terrorism o, ni para prom over
SEDE PARA LAS RELACIONES RELIGIOSAS el odio o la exclusión».
CON EL JUDAÍSMO 4. Las exposiciones se centraron en la enseñanza
fundam ental de las Sagradas Escrituras que nosotros
com partim os, que declaran la fe en el único Creador
1. Después de dos encuentros en Jerusalén (junio de y Guía del universo que ha form ado a todos los seres
2002, Tamuz 5762) y en G rottaferrata, Rom a (febre­ hum anos a su imagen divina con libre voluntad.
ro de 2003, Shvat 5763), se reunieron en Jerusalén La hum anidad es así una familia con responsabi­
las respectivas delegaciones de alto nivel para tratar lidad m oral de unos para con los otros. El ser cons­
sobre el tem a de «la relevancia de las enseñanzas cientes de esta realidad lleva a que el compromiso re­
fundam entales de las Sagradas Escrituras que com­ ligioso y m oral sirva como verdadera declaración de
partim os en la sociedad contem poránea y la adecua­ la dignidad y de los derechos hum anos en nuestro
da educación de las futuras generaciones». m undo m oderno, y dé una visión auténtica para una
2. Las deliberaciones se desarrollaron en una sociedad justa, paz universal y bienestar.
atm ósfera de am istad y respeto m utuo, y fue puesta 5. Vivimos en una aldea global de incom para­
de manifiesto la satisfacción por las firmes bases que bles avances tecnológicos y científicos. Estos nos pre­
ya se han establecido entre las dos delegaciones, con sentan el reto de usarlos para el bien y la bendición,
la solemne prom esa de continuar una colaboración y no para el m al y la m aldición, lo que no perm ita
efectiva. Dios. A este respecto, el sistem a global de los medios
3. Los participantes expresaron su profundo apre­ de com unicación social sirve como vehículo clave
cio por las explícitas declaraciones dim anantes de la de edificación. Nos incum be a nosotros utilizar cons­
Santa Sede, condenando la violencia contra los ino­ tructivam ente esta oportunidad p ara la edificación
centes y denunciando las actuales m anifestaciones de global de acuerdo con nuestras com partidas aspira­
resurgim iento del antisemitismo, como afirm aron en ciones religiosas y m orales anteriorm ente m encio­
sus declaraciones, en la Comisión Conjunta, los Car­ nadas.
denales W alter Kasper, Jorge Mejía y Georges Cottier 6 . Se puso énfasis en el hecho de que la respues­
de la delegación vaticana. Con este espíritu, Su Em i­ ta al reto de prom over la fe religiosa, en la sociedad

206 207
contem poránea, requiere de nosotros vivos ejemplos pueblo contra pueblo ni se en tren arán ya p ara la
de justicia, m isericordia, tolerancia y hum ildad, de guerra» (Is 2, 4).
acuerdo con las palabras del profeta Miqueas: «Se te Jerusalén, 3 de diciem bre de 2003. Kislev 8 , 5764.
ha dado a conocer, ¡oh hombre!, lo que es bueno, lo Rabino Shar Yishuv Cohén (presidente de la de­
que el Señor exige de ti. Es esto: practicar la justicia, legación judía), rabino Ratzon Arrusi, rabino David
am ar la m isericordia y cam inar hum ildem ente con Brodm an, rabino Yossef Azran, rabino David Rosen,
tu Dios» (Miq 6 , 8). Oded Wiener, Shmuel Hadas, Cardenal Jorge Mejía
7. La educación religiosa puede y debe transm i­ (presidente de la delegación católica), m onseñor Gia-
tir esperanza y dirección para vivir de m anera posi­ cinto-Boulos Marcuzzo, P. Elias Chacour, Pier Fran­
tiva con solidaridad y arm onía en nuestros comple­ cesco Fumagalli, P. N orbert H ofm ann S.D.B., m on­
jos tiempos modernos. Ante todo, la fe en Dios es la señor Pietro Sambi.
que nos da verdadera seguridad y alegría de acuerdo
con el versículo del salmo 16: «Tengo siem pre al Se­
ñor en mi presencia [...] y se alegra mi corazón [...]» 4 de diciembre de 2003
(Sal 16, 8-9).
8 . En particular, los líderes y educadores religio­
sos tienen el deber especial de instruir a sus com uni­
dades a fin de que sigan los caminos de la paz para el
bienestar de toda la sociedad.
Hacemos este llam am iento especialm ente a la fa­
milia de A braham e invitamos a todos los creyentes a
que rechacen las arm as de guerra y destrucción: «Bus­
ca la paz y corre en pos de ella» (Sal 34, 15).
9. Como líderes religiosos com partim os el dolor
y la aflicción de todos los que sufren hoy en Tierra
Santa, individuos, familias y comunidades, y expresa­
mos nuestra ferviente esperanza y oraciones para que
acaben las pruebas y tribulaciones en la tierra que es
santa para todos nosotros.
10. Finalm ente, urgim os a nuestras com unida­
des, escuelas y fam ilias, a vivir con com prensión
y respeto m utuos, y a com prom eterse en el estudio y
las enseñanzas de las Sagradas Escrituras que com ­
partim os para el ennoblecim iento de la hum anidad,
la paz y la justicia universales. Así se cum plirán las
palabras del profeta: «Trocarán sus espadas en ara­
dos y sus lanzas en hoces. No alzará ya la espada

208 209
se lleven a cabo acciones irrespetuosas contra las per­
sonas religiosas, los sím bolos y los Santos Lugares
como, por ejemplo, la profanación de los cementerios
o el reciente ataque al patriarca arm enio de Jerusa­
lén. Les pedim os que eduquen a sus com unidades a
com portarse con respeto ante las personas y ante la
fe que éstas profesan.

VII.3. COMUNICADO DE LA REUNIÓN


DEL COMITÉ BILATERAL FORMADO D elegación judía:
POR LA COMISIÓN DE LA SANTA SEDE
PARA LAS RELACIONES RELIGIOSAS 1. Rabino Shar Yishuv Cohén, ex rabino jefe de
CON EL JUDAISMO Y EL GRAN Haifa
RABINATO DE ISRAEL 2. Rabino Ratzon Arrusi, rabino jefe de Kirvat Ono
3. Rabino Yossef Azran, rabino jefe de Rishon-
Sobre el tema « Una visión com ún de la justicia Lezion
social y el comportamiento ético». 4. R abino David Brodm an, director general del
Centro para la Educación Judía en Savyon
5. R abino David Rosen, director internacional
Conscientes de que en nuestras respectivas com uni­ p ara los Asuntos Religiosos
dades no hay bastante conocim iento del cam bio m o­ 6 . Señor Oded Wiener, director general del Gran
m entáneo que ha tenido lugar en las relaciones entre R abinato de Israel en Jerusalén.
católicos y judíos y, a la luz del trabajo de nuestros
comités y de las recientes discusiones sobre la visión
com partida de una sociedad justa y ética, declaramos: D elegación católica:
1. No somos enemigos sino com pañeros inequí­
vocos en la presentación de los valores m orales esen­ 1. Cardenal Jorge M aría Mejía, archivero y biblio­
ciales para la supervivencia y el bienestar de la socie­ tecario em érito de la Santa Iglesia Rom ana
dad hum ana. 2. Cardenal Georges Cottier, O.R, antiguo teólo­
2. Jerusalén tiene un carácter sagrado para todos go de la Casa Pontificia
los hijos de Abraham. Hacemos un llam am iento a to­ 3. Arzobispo Pietro Sambi, delegado apostólico
das las autoridades com petentes para que respeten en Jerusalén
este carácter e im pidan los actos que ofenden la sen­ 4. M onseñor Giacinto-Boulos M arcuzzo, obispo
sibilidad de las com unidades religiosas que residen auxiliar del Patriarcado Latino de Jerusalén
en Jerusalén y la aman. 5. M onseñor Pier Francesco Fumagalli, consultor
3. Hacemos un llamamiento a las autoridades re­ de la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones
ligiosas para que protesten públicamente siempre que Religiosas con el Judaism o.

210 211
6. Padre N orbert Hofm ann, S.D.B., secretario de VIII. JUAN PABLO II EN ISRAEL
la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Re­
ligiosas con el Judaism o.

Grottaferrata, del 17 al 19 de octubre de 2004

212
VIII. 1. CEREMONIA DE BIENVENIDA
EN EL AEROPUERTO DE TEL AVIV

Estim ado presidente y señora Weizman;


querido prim er m inistro y señora Barak;
queridos herm anos israelíes; excelencias; señoras y
señores:
1. Ayer, desde las alturas del m onte Nebo, divisé,
a través del valle del Jordán, esta tierra bendita. Hoy,
con profunda emoción, piso la tierra que Dios esco­
gió para «poner su tienda» (Jn 1, 14; cf. Ex 40, 34-35;
1 Re 8 , 10-13)y perm itió al hom bre encontrarse con
Él de m odo m ás directo.
En este año, en que se celebra el bim ilenario del
nacim iento de Jesucristo, he tenido un deseo perso­
nal m uy intenso de venir aquí para o rar en los luga­
res m ás im portantes que, desde los tiem pos a n ti­
guos, fueron testigos de las intervenciones de Dios y
de los m ilagros que realizó. «Tú, el Dios que obras
maravillas, m anifestaste tu poder entre los pueblos»
(Sal 77, 15).
Señor presidente, le agradezco su cordial acogida
y, por medio de usted, saludo a todo el pueblo del Es­
tado de Israel.
2. Mi visita es una peregrinación personal y un
viaje espiritual del obispo de Roma a los orígenes de
nuestra fe en «el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y
el Dios de Jacob» (Éx 3, 15). Form a parte de una pe-

215
regrinación m ás am plia de oración y acción de gra­ m unidad Judía de la ciudad de Roma, 13 de abril de
cias que me ha llevado prim ero al Sinaí, el m onte de 1986, n.° 5).
la Alianza, el lugar de la revelación decisiva que m ar­ 4. Así pues, mi viaje es una peregrinación, con
có la sucesiva historia de la salvación. Ahora tendré espíritu de hum ilde gratitud y esperanza, a los oríge­
el privilegio de visitar algunos de los lugares más es­ nes de nuestra historia religiosa. Es un tributo a las
trecham ente vinculados a la vida, a la m uerte y a la tres tradiciones religiosas que conviven en esta tierra.
resurrección de Jesucristo. A cada paso del cam ino Desde hace m ucho tiem po esperaba reunirm e con
me mueve un vivo sentido de Dios que nos ha precedi­ los fieles de las com unidades católicas, en su gran
do y nos guía, que desea que lo adorem os en espíritu variedad, y con los m iem bros de las diversas Iglesias
y en verdad, que reconozcam os nuestras diferencias, y com unidades cristianas presentes en Tierra Santa.
pero tam bién que veamos en cada ser hum ano la Pido al Señor que mi visita contribuya a increm entar
imagen y sem ejanza del único Creador del cielo y de el diálogo interreligioso, que impulse a judíos, cris­
la tierra. tianos y m usulm anes a encontrar, en sus respectivas
3. Señor presidente, usted es conocido como creencias y en la fraternidad universal que une a to ­
hom bre de paz y artífice de paz. Todos sabemos cuán dos los m iem bros de la familia hum ana, la m otiva­
urgente es la necesidad de paz y justicia, no sólo para ción y la perseverancia para trabajar en favor de la paz
Israel, sino tam bién para la región entera. Muchas y la justicia que los pueblos de Tierra Santa no po­
cosas han cam biado en las relaciones entre la Santa seen aún y que anhelan tan profundam ente. El Sal­
Sede y el Estado de Israel desde que m i predecesor el mo nos recuerda que la paz es don de Dios: «Voy a
Papa Pablo VI vino aquí en el año 1964. El estableci­ escuchar lo que dice Dios. Sí, habla de paz para su
m iento de relaciones diplomáticas entre nosotros, en pueblo y para sus amigos, y para cuantos se vuelven
1994, coronó los esfuerzos encam inados a inaugurar a él de corazón» (Sal 85, 9). Que Dios conceda la paz
una nueva era de diálogo sobre asuntos de interés como don a la tierra que Él escogió.
com ún como la libertad religiosa, las relaciones en­ Shalom!
tre la Iglesia y el Estado, y, más en general, entre cris­
tianos y judíos. En otro nivel, la opinión m undial
sigue con gran atención el proceso de paz m ediante Martes, 21 de marzo de 2000
el cual todos los pueblos de la región están com pro­
m etidos en la ardua búsqueda de una paz duradera,
con justicia para todos. Con la nueva apertu ra recí­
proca, los cristianos y los judíos, juntam ente, deben
realizar esfuerzos valientes para elim inar todas las
formas de prejuicio. Debemos tra ta r de presentar
siem pre y en todas partes el verdadero rostro de los
judíos y del judaism o, al igual que el de los cristianos
y del cristianism o, y eso a nivel de m entalidad, de
enseñanza y de com unicación (cf. Discurso a la Co­

216 217
tiva, mi peregrinación es un viaje de esperanza: la es­
peranza de que el siglo xxi lleve a una nueva solida­
ridad entre los pueblos del m undo, con la convicción
de que el desarrollo, la justicia y la paz no se obten­
drán si no se logran para todos.
C onstruir un futuro m ás lum inoso para la familia
h um ana es algo que nos afecta a todos. Por esto, me
alegra saludaros a vosotros, m inistros del Gobierno,
VIII.2. SALUDO AL PRESIDENTE m iembros de la Knéset y representantes diplomáticos
DE ISRAEL, EZER WEIZMAN de m uchos países, que debéis tom ar y llevar a la prác­
tica decisiones que influirán en la vida de los pueblos.
Albergo la ferviente esperanza de que un auténtico
Señor presidente; anhelo de paz im pulse todas vuestras decisiones.
m inistros del Gobierno; Orando p o r esta intención, invoco abundantes ben­
m iem bros de la Knéset; excelencias: diciones divinas sobre usted, señor presidente, sobre
Le agradezco vivamente, señor presidente, la aco­ su país y sobre todos vosotros, que me habéis honra­
gida que me ha dispensado en Israel. Ambos traem os do con vuestra presencia. M uchas gracias.
a este encuentro largas historias. Usted representa la
m em oria judía, que va más allá de la historia recien­
te de esta tierra, hasta el viaje único de su pueblo a Jueves, 23 de marzo de 2000
través de los siglos y los milenios. Vengo como una
persona cuya m em oria cristiana se rem onta, a través
de dos mil años, al nacim iento de Jesús en esta m is­
m a tierra.
La historia, como decían los antiguos, es magis-
tra vitae, la m aestra de la vida. Por eso, debemos es­
forzam os por curar las heridas del pasado, de forma
que no se vuelvan a abrir. Debemos prom over una
nueva era de reconciliación y de paz entre los judíos
y los cristianos. Mi visita constituye una prenda de
que la Iglesia Católica hará todo lo posible para ga­
rantizar que esto no sea sólo un sueño, sino tam bién
una realidad.
Sabemos que la paz verdadera en Oriente Medio
sólo llegará como fruto del entendim iento recíproco
y del respeto entre todos los pueblos de la región: ju ­
díos, cristianos y m usulm anes. Desde esta perspec­

218 219
Es m ucho lo que tenem os en com ún. Y es m ucho
lo que podem os hacer juntos por la paz, por la justi­
cia, y p o r un m undo más fraterno y hum ano. Que el
Señor del cielo y de la tierra nos lleve a una era nue­
va y fecunda de respeto recíproco y de cooperación,
para bien de todos. M uchas gracias.

VIII.3. RABINOS JEFES DE ISRAEL Jueves, 23 de marzo de 2000

Reverendísimos rabinos jefes:


Con gran respeto os visito aquí hoy y os doy las
gracias por haberm e recibido en Hejal Shlomó. Este
encuentro tiene un significado realm ente único que
—eso espero y pido a Dios— llevará a increm entar
los contactos entre cristianos y judíos, encam inados
a lograr un entendim iento cada vez m ás profundo de
la relación histórica y teológica entre nuestras res­
pectivas herencias religiosas.
Personalm ente, siem pre he deseado ser contado
entre los que trabajan, en am bas partes, p or superar
los antiguos prejuicios y garantizar un reconocimien­
to cada vez m ás amplio y pleno del patrim onio espiri­
tual que compartimos los judíos y los cristianos. Repi­
to lo que dije con ocasión de mi visita a la Comunidad
Judía de Roma: que los cristianos reconocem os que
la herencia religiosa judía es inherente a nuestra fe.
«Sois nuestros herm anos mayores» (cf. Encuentro
con la Comunidad Judía de la ciudad de Roma, 13 de
abril de 1986, n.° 4). Esperam os que el pueblo judío
reconozca que la Iglesia condena totalm ente el anti­
semitismo y cualquier form a de racismo, porque está
en contradicción absoluta con los principios del cris­
tianism o. Debemos cooperar p ara construir un futu­
ro en el que ya no haya antijudaísm o entre los cris­
tianos ni sentim ientos anticristianos entre los judíos.

220 221
tos desgarradores de tantas personas. Hombres, m u­
jeres y niños nos gritan desde el abism o del horror
que experim entaron. ¿Cómo podem os dejar de oír
sus gritos? Nadie puede olvidar o ignorar lo que suce­
dió. Nadie puede dism inuir su alcance.
2. Deseamos recordar. Pero deseamos recordar
con una finalidad, a saber, para asegurar que no pre­
valezca nunca m ás el mal, como sucedió con millo­
VIII.4. VISITA AL MAUSOLEO nes de víctim as inocentes del nazismo.
DE YAD VASHEM DE JERUSALÉN ¿Cómo pudo sentir el hom bre un desprecio tan
hondo por el hombre? Porque había llegado hasta el
punto de despreciar a Dios. Sólo una ideología sin
Las palabras del antiguo Salmo brotan de nuestro Dios podía planear y llevar a cabo el exterminio de
corazón: u n pueblo entero.
«Me han desechado como a un cacharro inútil. El honor que el Estado de Israel ha tributado a los
Oigo el cuchicheo de la gente, y todo me da miedo; se «gentiles justos» en el Yad Vashem por haberse com­
conjuran contra m í y tram an quitarm e la vida. Pero portado heroicam ente salvando a judíos, a veces has­
yo confío en ti, Señor, te digo: "¡Tú eres mi Dios!”» ta el punto de dar su vida, es un reconocimiento de
(Sal 31, 13-15). que ni siquiera en la hora más oscura se extinguieron
1. En este lugar de recuerdos, la m ente, el cora­ todas las luces. Por eso los Salmos, y toda la Biblia,
zón y el alm a sienten una gran necesidad de silencio. aunque son conscientes de la capacidad hum ana de
Silencio para recordar. Silencio p ara tra ta r de dar hacer el mal, tam bién proclam an que el mal no ten­
sentido a los recuerdos que vuelven a la m em oria drá la últim a palabra. Desde el abismo del dolor y el
como un torrente. Silencio porque no hay palabras sufrimiento, el corazón del creyente grita: «Yo confío
suficientemente fuertes para deplorar la terrible trage­ en ti, Señor, te digo: "¡Tú eres mi Dios!”» (Sal 31, 14).
dia de la Shoá. Yo m ism o tengo m uchos recuerdos 3. Judíos y cristianos com parten un inm enso p a­
personales de todo lo que sucedió cuando los nazis trim onio espiritual, que deriva de la autorrevelación
ocuparon Polonia durante la guerra. Recuerdo a mis de Dios. N uestras enseñanzas religiosas y nuestra ex­
amigos y vecinos judíos, algunos de los cuales m urie­ periencia espiritual exigen que venzamos el mal con
ron, m ientras que otros sobrevivieron. el bien. Recordamos, pero no con deseo de venganza
He venido al Yad Vashem para rendir hom enaje a o como un incentivo al odio. Para nosotros, recordar
los millones de judíos que, despojados de todo, espe­ significa o rar p or la paz y la justicia, y com prom e­
cialmente de su dignidad hum ana, fueron asesinados tem os p o r su causa. Sólo un m undo en paz, con jus­
durante el Holocausto. Ha pasado m ás de medio si­ ticia para todos, puede evitar que se repitan los erro­
glo, pero los recuerdos perduran. res y los terribles crím enes del pasado.
Aquí, como en Auschwitz y en m uchos otros lu­ Como obispo de Rom a y sucesor del apóstol Pe­
gares de Europa, nos sobrecoge el eco de los lam en­ dro, aseguro al pueblo judío que la Iglesia Católica,

222 223
m otivada por la ley evangélica de la verdad y el
amor, y no por consideraciones políticas, se siente
profundam ente afligida por el odio, los actos de per­
secución y las m anifestaciones de antisem itism o di­
rigidos contra los judíos por cristianos en todos los
tiem pos y lugares. La Iglesia rechaza cualquier for­
m a de racism o como una negación de la imagen del
Creador inherente a todo ser hum ano (cf. Gén 1, 26).
4. En este lugar de solemne recuerdo, oro fervien­ VIII.5. ENCUENTRO INTERRELIGIOSO
tem ente para que nuestro dolor por la tragedia que EN EL INSTITUTO PONTIFICIO
ha sufrido el pueblo judío en el siglo xx im pulse a «NOTRE DAME»
nuevas relaciones entre cristianos y judíos. Constru­
yamos un futuro nuevo en el que ya no existan senti­
m ientos antijudíos entre los cristianos o sentim ien­ Distinguidos representantes judíos,
tos anticristianos entre los judíos, sino m ás bien el cristianos y musulmanes:
respeto m utuo exigido a quienes adoran al único 1. En este año que celebram os el bim ilenario del
Creador y Señor, y consideran a Abraham su padre nacim iento de Jesucristo, me alegra m ucho poder
com ún en la fe (cf. Nosotros recordamos: una refle­ cum plir mi deseo, que albergaba desde hace m ucho
xión sobre la Shoá, V). tiempo, de hacer un viaje por los lugares de la histo­
El m undo debe tener en cuenta la advertencia que ria de la salvación. Me siento profundam ente em o­
nos llega de las víctimas del Holocausto y del testi­ cionado al seguir los pasos de los innum erables pe­
monio de los supervivientes. Aquí, en el Yad Vashem, regrinos que, antes que yo, h an orado en los santos
la m em oria sigue viva y arde en nuestras almas. Nos lugares vinculados a las intervenciones de Dios. Soy
hace clamar: «Oigo el cuchicheo de la gente, y todo muy consciente de que esta tierra es santa para judíos,
me da m iedo (...). Pero yo confío en ti, Señor, te cristianos y m usulm anes. Por eso, mi visita sería in­
digo: “¡Tú eres mi Dios!”» (Sal 31, 13-15). com pleta sin este encuentro con vosotros, distingui­
dos líderes religiosos. Gracias por el apoyo que vues­
tra presencia aquí, esta tarde, da a la esperanza y a la
Jueves, 23 de marzo de 2000 convicción de tantas personas de entrar realmente en
una nueva era de diálogo interreligioso. Somos cons­
cientes de que estrechar las relaciones entre todos
los creyentes es una condición necesaria y urgente
para asegurar u n m undo más justo y pacífico.
Para todos nosotros Jerusalén, com o indica su
nom bre, es la «ciudad de la paz». Quizá ningún otro
lugar en el m undo transm ite el sentido de trascen­
dencia y elección divina que percibim os en sus pie­

224 225
dras, en sus m onum entos y en el testim onio de las Desde el punto de vista cristiano, no corresponde a
tres religiones que conviven dentro de sus murallas. los líderes religiosos proponer fórmulas técnicas para
No todo ha sido o será fácil en esta coexistencia. Pero la solución de los problem as sociales, económicos y
debemos encontrar en nuestras respectivas tradicio­ políticos. Su tarea consiste, sobre todo, en enseñar
nes religiosas la sabiduría y la m otivación superior las verdades de la fe y la recta conducta, y en ayudar
para garantizar el triunfo de la com prensión m utua y a las personas, incluidas las que tienen responsabilida­
del respeto cordial. des en la vida pública, a ser conscientes de sus debe­
2. Todos estam os de acuerdo en que la religión res y a cumplirlos. Como líderes religiosos, ayudamos
debe centrarse auténticam ente en Dios, y que nues­ a las personas a vivir una vida íntegra, y a arm onizar
tro prim er deber religioso es la adoración, la alaban­ la dim ensión vertical de su relación con Dios con la
za y la acción de gracias. La sura inicial del Corán lo dim ensión horizontal del servicio al prójimo.
afirm a claram ente: «Alabad a Dios, el Señor del uni­ 4. Cada una de nuestras religiones conoce, de una
verso» (Corán 1, 1). En los cantos inspirados de la Bi­ form a u otra, esta regla de oro: «Compórtate con los
blia escucham os esta llam ada universal: «¡Todo ser dem ás como te gustaría que los dem ás se com porta­
que alienta alabe al Señor! ¡Aleluya!» (Sal 150, 6 ). ran contigo.» Por m ás valiosa que sea esta regla de
Y en el Evangelio leemos que cuando nació Jesús los conducta, el verdadero am or al prójim o va más allá.
ángeles cantaron: «Gloria a Dios en las alturas» (Le 2, Se basa en la convicción de que cuando am am os a
14). Ahora que m uchos sienten la tentación de vivir nuestro prójim o m ostram os am or a Dios, y cuando
su vida sin ninguna referencia a Dios, la llam ada a lo ofendemos, ofendemos a Dios. Esto significa que la
reconocer al Creador del universo y Señor de la his­ religión no adm ite la exclusión y la discriminación,
toria es esencial para asegurar el bienestar de las per­ el odio y la rivalidad, la violencia y el conflicto. La re­
sonas y el correcto desarrollo de la sociedad. ligión no es, y no debe llegar a ser, u n pretexto para
3. Si nuestra devoción a Dios es auténtica, exige la violencia, especialm ente cuando la identidad reli­
necesariamente que prestemos atención a los demás giosa coincide con la identidad cultural y étnica. ¡La
seres humanos. Como miembros de la única familia religión y la paz van juntas! La creencia y la p rácti­
humana e hijos am ados de Dios, tenem os deberes re­ ca religiosa no pueden separarse de la defensa de la
cíprocos que, como creyentes, no podem os ignorar. imagen de Dios en todo ser hum ano.
Uno de los prim eros discípulos de Jesús escribió: «Si Aprovechando las riquezas de nuestras respectivas
alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su herm ano, tradiciones religiosas, debemos difundir la convic­
es un mentiroso; pues quien no am a a su herm ano, a ción de que los problemas actuales no se resolverán si
quien ve, no puede am ar a Dios a quien no ve» (1 Jn no nos conocemos los unos a los otros y perm anece­
4, 20). El am or a nuestros herm anos y herm anas en­ mos aislados. Todos somos conscientes de las incom ­
traña una actitud de respeto y com pasión, gestos de prensiones y los conflictos del pasado, y sabemos que
solidaridad y cooperación al servicio del bien común. aún influyen m ucho en las relaciones entre judíos,
Así pues, la preocupación por la justicia y la paz no es cristianos y musulmanes. Debemos hacer todo lo posi­
algo que quede fuera del campo de la religión; al con­ ble para transform ar la conciencia de las ofensas y de
trario, es realm ente uno de sus elementos esenciales. los pecados del pasado en una firme decisión de cons­

226 227
tru ir un futuro nuevo, en el que sólo exista la coope­
ración respetuosa y fecunda entre nosotros.
La Iglesia Católica desea m antener un diálogo in­
terreligioso sincero y fecundo con las personas de fe
judía y con los seguidores del islam. Ese diálogo no es
un intento de im poner a los demás nuestros puntos
de vista. Lo que nos exige a todos es que, perm ane­
ciendo fieles a lo que creemos, nos escuchemos respe­
tuosam ente unos a otros, procurem os discernir todo VIII.6. ORACIÓN DEPOSITADA EN EL MURO
lo que hay de bueno y santo en las enseñanzas de cada OCCIDENTAL
uno, y contribuyam os a apoyar todo lo que favorece
el entendim iento m utuo y la paz.
5. Los niños y los jóvenes judíos, cristianos y m u­ Dios de nuestros padres, tú has elegido a Abraham y a
sulmanes presentes aquí son un signo de esperanza y su descendencia para que tu Nombre fuera dado a co­
u n incentivo para nosotros. Cada nueva generación nocer a las naciones: nos duele profundamente el com­
es un don divino al m undo. Si les transm itim os todo portam iento de cuantos, en el curso de la historia,
lo que hay de noble y bueno en nuestras tradiciones, lo han hecho sufrir a éstos tus hijos; y, a la vez que te
harán florecer en u na fraternidad y una cooperación pedim os perdón, querem os com prom eternos en una
más intensas. auténtica fraternidad con el pueblo de la Alianza. Por
Si las diferentes com unidades religiosas en la ciu­ Cristo nuestro Señor.
dad santa y en Tierra Santa logran vivir y trabajar
juntas con am istad y armonía, no sólo se beneficiarán JOANNES PAULUS II
enorm em ente a sí mismas, sino que tam bién contri­
buirán a la causa de la paz en esta región. Jerusalén
será verdaderam ente una ciudad de paz para todos Jerusalén, 26 de marzo de 2000
los pueblos. Entonces, todos repetirem os las pala­
bras del profeta: «Venid, subam os al m onte del Se­
ñor (...). Él nos instruirá en sus caminos y m archare­
mos por sus sendas» (Is 2, 3).
Volver a com prom etem os en esta tarea, y reali­
zarla en la ciudad santa de Jerusalén, significa pedir
a Dios que m ire con bondad nuestros esfuerzos y los
lleve a buen fin. Que el Todopoderoso bendiga abun­
dantem ente nuestros esfuerzos comunes.

Jueves, 23 de marzo de 2000

228 229
IX. PALABRAS
DEL PAPA BENEDICTO XVI
IX. 1. HOMILÍA EN LA MISA DE INICIO
OFICIAL DE SU PONTIFICADO

«¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada,


y lo da todo.»

(...) La Iglesia está viva: de este m odo os saludo con


gran gozo y gratitud a todos vosotros que estáis aquí
reunidos, venerables herm anos cardenales y obispos,
queridos sacerdotes, diáconos, agentes de pastoral y
catequistas. Os saludo a vosotros, religiosos y religio­
sas, testigos de la presencia transfigurante de Dios.
Os saludo a vosotros, fieles laicos, inmersos en el gran
cam po de la construcción del Reino de Dios que se
expande en el m undo, en cualquier m anifestación de
la vida. El saludo se llena de afecto al dirigirlo tam ­
bién a todos los que, renacidos en el sacram ento del
Bautismo, aún no están en plena com unión con no­
sotros; y a vosotros, herm anos del pueblo judío, al
que estamos estrecham ente unidos por un gran patri­
m onio espiritual común, que hunde sus raíces en las
irrevocables prom esas de Dios. Pienso, en fin —casi
como una onda que se expande—, en todos los hom ­
bres de nuestro tiempo, creyentes y no creyentes.

Ciudad del Vaticano, domingo, 24 de abril de 2005

233
IX.2. MENSAJE AL RABINO JEFE DE ROMA IX.3. DISCURSO AL COMITÉ INTERNACIONAL
JUDÍO SOBRE CONSULTAS
INTERRELIGIOSAS
El Papa Benedicto XVI ha enviado uno de sus p ri­
m eros mensajes al rabino jefe de Roma, Riccardo Di
Segni, en el que se com prom ete a reforzar el diálogo Distinguidos huéspedes, queridos amigos:
con el pueblo judío. Con m ucha alegría doy la bienvenida al Vaticano
El telegrama responde a un mensaje que el rabino a una delegación del Comité Internacional Judío so­
había enviado al nuevo obispo de Roma para felici­ bre Consultas Interreligiosas —International Jewish
tarlo y desearle que su pontificado sirva p ara con­ Committee on Interreligious Consultations (IJCIC)—.
tinuar con «un diálogo fecundo en el respeto de la di­ N uestro encuentro tiene lugar durante este año
versidad». en el que se celebra el cuadragésim o aniversario de
Di Segni, tras recibir el m ensaje, ha afirm ado: la declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II,
«Me siento complacido y agradecido por este m ensa­ cuya enseñanza ha sido, desde entonces, el fundam en­
je tan tempestivo, im portante y significativo.» to de las relaciones entre la Iglesia y el pueblo judío.
El texto del Papa dice así: El Concilio afirmó la convicción de la Iglesia de
«El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su que, en el m isterio de la elección divina, los inicios
rostro sobre nosotros. El 19 de abril de 2005, los de su fe se encuentran ya en Abraham, Moisés y los
cardenales de la Santa Rom ana Iglesia me han ele­ profetas. Basándose en este patrim onio espiritual y
gido obispo de Roma y pastor universal de la Iglesia en la enseñanza del Evangelio, hizo u n llam am ien­
Católica. Al anunciar mi elección y la inauguración to a u n m ayor entendim iento m utuo y estim a entre
solemne de mi pontificado, el dom ingo 24 de abril a cristianos y judíos, y deploró todas las m anifesta­
las 10.00 horas, confío en la ayuda del Altísimo para ciones de odio, persecución y antisem itism o (Nostra
continuar con el diálogo y reforzar la colaboración Aetate, 4). Al inicio de mi pontificado, quiero garan­
con los hijos y las hijas del pueblo judío. Vaticano, tizaros que la Iglesia sigue firm em ente com prom eti­
20 de abril de 2005. Benedictus XVI.» da en su catequesis y en todos los aspectos de su vida,
para poner en práctica esta decisiva enseñanza.
En los años sucesivos al Concilio, mis predeceso­
Ciudad del Vaticano, jueves, 21 de abril de 2005 res Pablo VI y, de forma especial, Juan Pablo II, dieron

234 235
pasos significativos para m ejorar las relaciones con
los judíos. Tengo la intención de seguir por ese cam i­
no. La historia de las relaciones entre nuestras dos
comunidades ha sido compleja y a m enudo dolorosa,
pero estoy convencido de que el patrim onio espiri­
tual atesorado por la Iglesia y por el pueblo judío es
en sí mismo fuente de la sabiduría y de la inspiración
capaces de guiam os hacia «un futuro de esperanza»,
IX.4. DISCURSO DEL PAPA EN
según su plan divino (cf. Jr 29, 11). Al m ism o tiem ­
LA SINAGOGA DE COLONIA
po, el recuerdo del pasado sigue siendo para am bas
com unidades un im perativo m oral y una fuente de
purificación en nuestro esfuerzo por rezar y trabajar
Distinguidas señoras, ilustres señores, queridos h er­
por la reconciliación, la justicia, el respeto de la dig­
m anos y herm anas:
nidad hum ana y por la paz, que es en últim o térm ino
Schalom aléjem! Tras la elección como sucesor del
un don del Señor. Por su m ism a naturaleza, este im ­
apóstol Pedro, deseaba ardientem ente, con ocasión
perativo debe incluir una reflexión constante sobre
de mi p rim era visita a Alemania, encontrarm e con la
las profundas cuestiones históricas, m orales y teoló­
Com unidad Judía de Colonia y los representantes del
gicas planteadas por la experiencia de la Shoá.
judaism o alem án. Quisiera enlazar esta visita con lo
En los últim os 35 años, el Comité Internacional
ocurrido el 17 de noviembre de 1980, cuando mi ve­
Judío sobre Consultas Interreligiosas se ha encontra­
nerado predecesor, el Papa Juan Pablo II, en su p ri­
do en 18 ocasiones con delegaciones de la Comisión
m er viaje a Alemania, se encontró en M aguncia con
de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con el
el Comité Central Judío en Alemania y la Conferen­
Judaism o, incluyendo el encuentro más reciente en
cia Rabínica. Deseo confirm ar tam bién en esta cir­
Buenos Aires, en julio de 2004, dedicado al tem a «Jus­
cunstancia mi intención de continuar el cam ino h a­
ticia y caridad». Doy gracias al Señor por el progreso
cia u na m ejora de las relaciones y de la am istad con
que se ha logrado en estos años y os aliento a perseve­
el pueblo judío, en el que el Papa Juan Pablo II ha
ra r en vuestro im portante trabajo, poniendo los ci­
dado pasos decisivos (cf. A la Delegación del Interna­
mientos para un diálogo continuo y para la construc­
tional Jewish Committee on Interreligious Consulta-
ción de un m undo reconciliado, un m undo que esté
tions, 9 de junio de 2005: L’Osservatore Romano, 10 de
cada vez más en arm onía con la voluntad de su Crea­
junio de 2005, p. 5).
dor. Sobre todos vosotros y sobre todos vuestros se­
La C om unidad Judía de Colonia puede sentirse
res queridos invoco de corazón las bendiciones divi­
realm ente «en casa» en esta ciudad. En efecto, ésta
nas de la sabiduría, la fortaleza y la paz.
es la sede más antigua de una Comunidad Judía en te­
rritorio alemán: se rem onta a la Colonia de la época
rom ana. La historia de las relaciones entre la Comu­
Ciudad del Vaticano, jueves, 9 de junio de 2005
nidad Judía y la Comunidad Cristiana es compleja y a

237
236
menudo dolorosa. Ha habido períodos de buena con­ Declaración, en el capítulo cuarto, recuerda nuestras
vivencia, aunque tam bién se ha producido la expul­ raíces com unes y el rico patrim onio espiritual que
sión de los judíos de Colonia en el año 1424. Des­ com parten judíos y cristianos. Tanto los judíos como
pués, en el siglo xx, en el tiem po más oscuro de la los cristianos reconocen en Abraham a su padre co­
historia alem ana y europea, una demencial ideología m ún en la fe (cf. Ga 3, 7; Rm 4, lis .) y hacen refe­
racista, de m atriz neopagana, dio origen al intento, rencia a las enseñanzas de Moisés y los profetas. La
planeado y realizado sistem áticam ente por el régi­ espiritualidad de los judíos, al igual que la de los cris­
men, de exterm inar el judaism o europeo: se produjo tianos, se alim enta de los Salmos. Con el apóstol Pa­
así lo que ha pasado a la historia como la Shoá. Sólo blo, los cristianos están convencidos de que «los do­
en Colonia, las víctimas conocidas por su nom bre de nes y la vocación de Dios son irrevocables» (Rm 11,
este crim en inaudito, y hasta aquel m om ento tam ­ 29; cf, 9, 6.11; 11, ls). Teniendo en cuenta la raíz judía
bién inimaginable, se elevan a 7.000; en realidad, se­ del cristianism o (cf. Rm 11, 16.24), mi venerado Pre­
guram ente fueron m uchas más. No se reconocía la decesor, confirm ando un juicio de los Obispos alema­
santidad de Dios, y por eso se m enospreció tam bién nes, dijo: «Quien encuentra a Jesucristo encuentra al
la sacralidad de la vida hum ana. judaismo» (Insegnamenti, vol. III/2, 1980, p. 1272).
Este año se celebra el sexagésimo aniversario de La Declaración Conciliar Nostra Aetate, por tanto,
la liberación de los campos de concentración nazis, «deplora los odios, persecuciones y m anifestaciones
en los que millones de judíos —hom bres, mujeres y de antisem itism o de que han sido objeto los judíos
niños— fueron llevados a la muerte en las cám aras de de cualquier tiem po y por parte de cualquier perso­
gas e incinerados en los hornos crem atorios. Hago na» (n. 4). Dios nos ha creado a todos «a su imagen»
mías las palabras escritas por mi venerado Predece­ (cf. Gén 1, 27), honrándonos así con una dignidad
sor con ocasión del sexagésimo aniversario de la libe­ trascendente. Ante Dios, todos los hom bres tienen la
ración de Auschwitz y digo también: «Me inclino ante m ism a dignidad, a cualquier pueblo, cultura o reli­
todos los que experim entaron aquella m anifestación gión que pertenezcan. Por esta razón, la Declaración
del mysterium iniquitatis.» Los acontecim ientos te­ Nostra Aetate tam bién habla con gran consideración
rribles de entonces han de «despertar incesantem en­ de los m usulm anes (cf. n. 3) y de los pertenecientes a
te las conciencias, extinguir los conflictos y exhortar a otras religiones (cf. n. 2). Fundándose en la dignidad
la paz» (Mensaje por la liberación de Auschwitz, 15 de hum ana com ún a todos, la Iglesia Católica «reprue­
enero de 2005). Hemos de acordam os a la vez de Dios ba, como ajena al espíritu de Cristo, cualquier dis­
y de su sabio proyecto para el m undo por Él creado: crim inación o vejación por motivos de raza o color,
El, advierte el Libro de la Sabiduría, es «amante de la de condición o religión» (ibidem, n. 5). La Iglesia es
vida» ( 1 1 , 26). consciente del deber que tiene de transm itir, tanto en
Se cumple tam bién este año el cuadragésim o ani­ la catequesis como en cada aspecto de su vida, esta
versario de la prom ulgación de la Declaración Nostra doctrina a las nuevas generaciones que no han visto
Aetate, del Concilio Ecum énico Vaticano II, que ha los terribles acontecim ientos ocurridos antes y du­
abierto nuevas perspectivas en las relaciones judeo- rante la Segunda G uerra Mundial. Es una tarea es­
cristianas en un clima de diálogo y solidaridad. Esta pecialm ente im portante porque, desafortunadam en­

238 239
te, hoy resurgen nuevos signos de antisem itism o y m onio com ún y nuestra relación fraterna inspirada
aparecen diversas formas de hostilidad generalizada en una confianza creciente nos obligan a d ar conjun­
hacia los extranjeros. ¿Cómo no ver en eso un motivo tam ente un testim onio todavía m ás concorde, cola­
de preocupación y cautela? La Iglesia Católica se com­ borando prácticam ente en favor de la defensa y la
prom ete —lo reafirm o tam bién en esta ocasión— en prom oción de los derechos del hom bre y el carácter
favor de la tolerancia, el respeto, la am istad y la paz sagrado de la vida hum ana, de los valores de la fam i­
entre todos los pueblos, las culturas y las religiones. lia, de la justicia social y de la paz en el m undo. El
En los cuarenta años transcurridos desde la De­ Decálogo (cf. Ex 20; Dt 5) es nuestro patrim onio y
claración Conciliar Nostra Aetate, tanto en Alemania com prom iso común. Los diez m andam ientos no son
como en el ám bito internacional se ha hecho m ucho una carga, sino la indicación del cam ino hacia una
para m ejorar y ahondar las relaciones entre judíos y vida en plenitud. Lo son particularm ente para los jó­
cristianos. Además de las relaciones oficiales, y gra­ venes que encuentro en estos días y que tengo muy
cias sobre todo a la colaboración entre los especialis­ presentes en el corazón. Es mi deseo que sepan reco­
tas en ciencias bíblicas, se han entablado m uchas nocer en el Decálogo la lám para para sus pasos, la
amistades. A este propósito, recuerdo las diversas de­ luz en su cam ino (cf. Sal 118, 105). Los adultos tie­
claraciones de la Conferencia Episcopal Alemana y nen la responsabilidad de pasar a los jóvenes la an ­
la actividad benéfica de la Sociedad para la colabo­ torcha de la esperanza que fue entregada p or Dios
ración cristiano-judía de Colonia, que ha contribuido tanto a los judíos como a los cristianos, para que las
a que la Com unidad Judía, a partir del año 1945, p u ­ fuerzas del mal «nunca más» prevalezcan, y las gene­
diera sentirse nuevam ente «en su casa» en Colonia y raciones futuras, con la ayuda de Dios, puedan cons­
se estableciera una buena convivencia con las com u­ tru ir u n m undo más justo y pacífico en el que todos
nidades cristianas. Pero queda aún m ucho por hacer. los hom bres tengan el m ismo derecho de ciudadanía.
Hemos de conocem os recíprocam ente m ucho m ás y Concluyo con las palabras del Salmo 29, que son
mejor. Por eso aliento a un diálogo sincero y confiado un deseo y tam bién una oración: «El Señor da fuerza
entre judíos y cristianos: sólo de este modo será posi­ a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz.»
ble llegar a una interpretación com partida sobre cues­ ¡Que Él nos escuche!
tiones históricas aún discutidas y, sobre todo, avanzar
en la valoración, desde el punto de vista teológico, de
la relación entre judaism o y cristianismo. Este diálo­ Colonia, viernes, 19 de agosto de 2005
go, para ser sincero, no debe ocultar o m inim izar las
diferencias existentes: tam bién en lo que, po r nues­
tras íntim as convicciones de fe, nos distinguen unos
de otros, y precisam ente en ello, hemos de respetar­
nos recíprocam ente.
Finalm ente, no debemos m irar sólo hacia atrás,
hacia el pasado, sino tam bién hacia delante, hacia
las tareas de hoy y de m añana. N uestro rico p atri­

240 241
OTROS DOCUMENTOS
X. 1. DABRÚ EMET (DECID LA VERDAD)
Zac 8, 16

Documento firmado el día 10 de septiembre de 2000


por 176 representantes del judaism o en EE. UU.,
Gran Bretaña e Israel.

En tiem pos recientes se ha producido un cam bio


dram ático y sin precedentes en las relaciones entre
judíos y cristianos. En el curso de casi dos mil años
de exilio de los judíos, los cristianos tenían la ten ­
dencia a considerar el judaism o como una religión
frustrada o, en el mejor de los casos, una religión que
ha preparado el cam ino al cristianism o, en el que en­
cuentra su cum plim iento. En los decenios siguientes
al Holocausto, sin em bargo, la cristiandad ha cam ­
biado radicalm ente. Un núm ero siempre creciente de
m iem bros oficiales de la Iglesia, tanto católica como
protestante, ha expresado públicam ente su rem ordi­
m iento p or el m altrato hacia los judíos y el judaism o
por parte de los cristianos. En estas afirm aciones se
declara adem ás que la enseñanza y la oración cris­
tianas pueden y deben ser reform adas de form a que
valoren la alianza eterna de Dios con el pueblo de Is­
rael, y que aprecien la contribución del judaism o a
la civilización del m undo y a la m ism a fe cristiana.
Consideram os que estos cam bios m erecen una res­
puesta ponderada p or parte de los judíos. H ablando

245
a título personal —somos un grupo interconfesional pasajes de la Biblia de forma distinta. Estas diferen­
de estudiosos judíos— creem os que ha llegado la cias deben ser siem pre respetadas.
hora de que los judíos conozcan los esfuerzos de los
cristianos por hacer honor al judaism o. Creemos que
ha llegado la hora de que los judíos reflexionen sobre Los cristianos pueden secundar
lo que puede decir ahora el judaism o a propósito del la reivindicación judía del Estado de Israel
cristianism o. Como prim er paso, proponem os ocho
breves afirm aciones sobre cómo judíos y cristianos El acontecim iento m ás im portante para los judíos
pueden relacionarse los unos con los otros. desde los tiem pos del H olocausto fue la restauración
de u n Estado judío en la Tierra Prom etida. Como
m iem bros de una religión basada en la Biblia, los
Judíos y cristianos adoran al m ism o Dios cristianos reconocen que la tierra de Israel fue p ro­
m etida —y dada— a los judíos como lugar físico de
Antes de la llegada del cristianismo, los judíos eran los la alianza entre ellos y Dios. Muchos cristianos apo­
únicos adoradores del Dios de Israel. Pero tam bién yan el Estado de Israel por razones que van m ucho
los cristianos adoran al Dios de Abraham, de Isaac y más allá de la pura política. Como judíos apreciamos
de Jacob, Creador del cielo y de la tierra. Aunque la fe este apoyo. Reconocemos además que la tradición ju ­
cristiana no sea una opción religiosa que los judíos día prevé justicia para todos los no judíos que resi­
puedan adoptar, como teólogos nos alegram os de dan en un Estado judío.
que, a través del cristianismo, centenares de millones
de personas hayan entrado en contacto con el Dios de
Israel. Judíos y cristianos aceptan los principios
m orales de la Torá

Judíos y cristianos reconocen la autoridad El centro de los principios m orales de la Torá es la


del m ism o libro, la Biblia (a la que los judíos inalienable santidad y dignidad de todo ser hum ano.
llam an «Tanaj» y los cristianos Todos hemos sido creados a imagen de Dios. Afirmar
«Antiguo Testam ento») lo que tenem os en com ún puede ser la base de una
m ejora en las relaciones entre nuestras com unida­
Recurriendo a la Biblia como guía religiosa para el des. Puede tam bién constituir u n poderoso testim o­
enriquecim iento del espíritu y la educación com uni­ nio para toda la hum anidad que dignifique la vida de
taria, extraem os de ella enseñanzas similares: Dios nuestros herm anos y se alce contra la inm oralidad y
ha creado y sostiene el universo; Dios ha establecido las idolatrías que nos am enazan y nos degradan. Hay
una alianza con el pueblo de Israel; el verbo revelado una especial necesidad de este testim onio después de
de Dios guía a Israel por un cam ino de rectitud; Dios los horrores sin precedentes a los que hemos asistido
salvará a Israel y al m undo entero en el últim o día. en los últim os siglos.
Sin embargo, judíos y cristianos interpretan muchos

246 247
cristianos a su revelación del m ism o m odo en que
nosotros esperam os que los cristianos respeten nues­
El nazism o no fue un fenóm eno cristiano tra fidelidad a nuestra revelación. Ni los judíos ni los
cristianos deberían ser empujados a com partir los pre­
Sin la larga historia del antisem itism o cristiano y de ceptos de la otra comunidad.
la violencia cristiana contra los judíos, la ideología
nazi no h ab ría arraigado ni hubiera podido ser se­
guida. Demasiados cristianos participaron o aproba­ Una nueva unidad entre judíos y cristianos
ron las atrocidades nazis contra los judíos. Otros no no debilitará la fe judía
p ro testaron suficientem ente contra tales horrores.
Pero el nazism o en cuanto tal no fue una consecuen­ La m ejora de las relaciones no acelerará esa asim ila­
cia inevitable del cristianismo. Si el exterminio de los ción cultural y religiosa que los judíos tem en de for­
judíos hubiese sido llevado hasta el final, el nazism o m a razonable. No cam biarán las tradicionales formas
habría dirigido su rabia hom icida contra los cristia­ de culto judío, no aum entarán los m atrimonios entre
nos. Estam os agradecidos a aquellos cristianos que judíos y no judíos, no será mayor el núm ero de judíos
arriesgaron o sacrificaron su vida para salvar a los decididos a convertirse al cristianism o ni se creará
judíos durante el régim en nazi. Pensando en ellos, una falsa mezcla entre judaism o y cristianism o. Res­
animamos a los teólogos cristianos a continuar recha­ petamos el cristianismo como hecho que ha tenido su
zando sin equívoco el desprecio hacia el judaism o y origen dentro del judaism o y que todavía tiene con­
hacia el pueblo judío. Alabamos a aquellos cristianos tactos significativos con él. No lo consideram os una
que no aceptan este desprecio, y no les condenam os extensión del judaismo. Sólo si conservamos nuestras
por las culpas de sus antepasados. tradiciones, podrem os proseguir estas relaciones en
su integridad.
Muchas diferencias irreconciliables entre
judíos y cristianos no se resolverán Judíos y cristianos deben colaborar con
hasta que D ios salve al m undo entero, los ideales de la justicia y de la paz
com o ha prom etido en la Escritura
Judíos y cristianos reconocen, aunque de formas dis­
Los cristianos conocen y sirven a Dios a través de Je­ tintas, que el estado de irredención del m undo se re­
sucristo y de la tradición cristiana. Los judíos cono­ fleja en la persistencia de persecuciones y de pobreza,
cen y sirven a Dios a través de la Torá y de la tradición y en la m iseria y degradación de los hombres. Aun­
judía. E sta diferencia no se resolverá sólo porque que la justicia y la paz pertenecen en últim a instancia
una com unidad insista en afirm ar que ha interpreta­ sólo a Dios, nuestros esfuerzos conjuntos, unidos a
do la Escritura m ás exactamente que la otra; ni tam ­ los de otras com unidades religiosas, pueden ayudar
poco porque una ejerza presiones políticas sobre la a la realización del Reino de Dios que aguardam os
otra. Los judíos pueden respetar la fidelidad de los con esperanza. Por separado y conjuntam ente debe­
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m os trabajar para llevar la justicia y la paz a nuestro
m undo. En esta em presa somos guiados p or la visión
de los profetas de Israel: «Sucederá en días futuros
que el monte de la Casa de Yahvé será asentado en la
cim a de los montes y se alzará por encim a de las co­
linas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán
pueblos numerosos. Dirán: “Venid, subam os al m on­
te de Yahvé, a la Casa del Dios de Jacob, para que Él
nos enseñe sus cam inos y nosotros sigamos sus sen­ X.2. DISCURSO DEL GRAN RABINO
deros”» (Is 2, 2-3). ELIO TOAFF

Santidad:
Como G ran Rabino de esta com unidad, cuya his­
toria se cuenta en milenios, querría expresarle nues­
tra satisfacción ante el gesto que ha querido realizar
y ha realizado hoy mismo, y que ha consistido en
acudir por prim era vez en la historia de la Iglesia a
visitar una sinagoga, todo un gesto destinado a pasar
a la historia. Un gesto como éste se inscribe en la en­
señanza recibida de su ilustre predecesor, Juan XXIII,
el prim er Papa que, una m añana de sabbat, se detu­
vo para bendecir a los judíos de Roma al salir de este
lugar de culto tras la plegaria, y se inscribe en la es­
tela del Concilio Vaticano II que, con la declaración
Nostra Aetate, ha supuesto para las relaciones de la
Iglesia con el judaism o una revolución que ha hecho
posible su visita de hoy.
Por lo tanto nos encontram os frente a un verda­
dero cam bio de la política de la Iglesia que, de ahora
en adelante, ve a los judíos con sentim iento de esti­
m a y aprecio, a la vez que abandona la enseñanza de
menosprecio, cuyo carácter inadmisible fue m ostra­
do al Papa Juan por Jules Isaac —cuyo nom bre sea
alabado y bendecido.
Mi pensam iento —en este m om ento histórico en
el que nos encontram os— se vuelve con adm iración,

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reconocim iento y tristeza hacia el núm ero infinito lación existiera de verdad, no deberíam os luchar hoy
de m ártires judíos que afrontaron con serenidad la contra el terrorism o y estas violencias aberrantes,
m uerte por la santificación del nom bre de Dios. Gra­ que siegan tantas vidas inocentes de hom bres, m uje­
cias a sus m éritos nuestra fe nunca ha vacilado y la res, ancianos y niños, tal como se acaba de producir
fidelidad al Señor y a su ley nunca se ha ensom breci­ recientem ente delante de esta sinagoga.
do a lo largo de los siglos. Sí, gracias a sus m éritos el N uestra tarea com ún en la sociedad debería con­
pueblo judío aún pervive, único entre todos los pue­ sistir p or tanto en esforzarnos p o r enseñar a nues­
blos de la antigüedad. tros sem ejantes el deber de respetar al hom bre por el
Por esta razón no podem os olvidar, pero hoy que­ hom bre, dem ostrando inquietud p or los males que
remos em prender con confianza y esperanza este nue­ afligen al m undo como el terrorism o, esa exaltación
vo período histórico, que se anuncia fecundo, de obras de la violencia ciega e in h u m an a que golpea a las
com unes realizadas finalm ente en un plano de pa­ personas indefensas, entre las que se encuentran los
ridad, igualdad y estim a recíproca, en el interés de judíos de todos los países, únicam ente porque son ju ­
toda la hum anidad. díos; así com o el antisem itism o y el racism o, que
Nos proponem os propagar la idea del m onoteís­ creíam os vencidos por siem pre jam ás después del úl­
mo espiritual y m oral de Israel para un ir a los hom ­ tim o conflicto.
bres y al universo en el amor, en el poder y en la jus­ La condena que el Concilio ha pronunciado con­
ticia de Dios, un Dios que es el de todos, y llevar la tra toda form a de antisem itism o debería ser estricta­
luz al espíritu y al corazón de los hom bres para que m ente aplicada, así como la condena de toda violen­
florezca en el m undo el orden, la moral, el bien, la cia, con tal de evitar que toda la hum anidad se vea
harm onía y la paz. inm ersa en la corrupción, la inm oralidad y la injusti­
Al m ismo tiempo, reafirm am os la paternidad uni­ cia. La invitación del Levítico, donde el Señor afir­
versal de Dios sobre todos los hom bres, inspirada ma: «Yo soy el Señor vuestro Dios; santificaos, sed
por los profetas que la han enseñado como un am or santos porque yo soy el Señor vuestro Dios; santifi­
filial que reúne a todos los seres vivos en el seno m a­ caos, sed santos porque yo soy santo» quiere ser una
ternal del infinito, como en su m atriz natural. Por lo exhortación p ara que im item os en nuestra vida la
tanto el hom bre debe ser tom ado en consideración. santidad del Señor.
El hom bre que ha sido creado por Dios a su imagen Así la imagen de Dios que se encuentra en el hom ­
y semejanza con el fin de conferirle una dignidad y bre desde su creación pasa a ser la imagen de Dios en
una nobleza que sólo se pueden m antener en la m e­ acto. El Kedoshim tihyú (sed santos) es la imitación
dida que acepte seguir las enseñanzas del Padre. por parte de los hom bres de lo que llamamos «vías del
Está escrito en el Deuteronomio: «sois los hijos del Señor».
Señor vuestro Dios», para indicar la relación que De este modo, los hom bres, intentando som eter
debe unir a los hom bres y a su creador, una relación al espíritu todas sus acciones, hacen prevalecer el es­
de padre e hijo, de am or y de indulgencia benévola, píritu sobre la m ateria.
pero tam bién una relación de esa fraternidad que La recom pensa por esta conducta es grande y ya
debe reinar entre todos los seres hum anos. Si esta re­ el Señor la anunció a Abraham al hacerle salir para
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ver el cielo en u n a noche estrellada: «Yo soy el Señor ginalización sin m iram ientos. Me refiero en particu­
que te ha hecho salir de Ur de los caldeos para darte lar a los negros en África del Sur y, en lo que respec­
en posesión esta tierra.» La posesión de la tierra pro­ ta a la libertad religiosa, a los judíos y a los católicos
m etida se obtiene porque ha seguido las vías del Se­ en la Unión Soviética. N uestra m isión com ún debe­
ñor y el final de los días llegará cuando el pueblo haya ría consistir en proclam ar esta libertad fundam ental
vuelto allí. del hom bre derivada de los derechos hum anos ina­
E sta vuelta se está llevando a cabo: los supervi­ lienables como el derecho a la vida, a la libertad de
vientes de los cam pos de exterm inio nazis h an en­ pensam iento, de conciencia y de religión.
contrado en la tierra de Israel un refugio y una vida El derecho a la vida debe ser entendido no sólo
nueva en la libertad y la dignidad reconquistada. Por como un derecho a existir, sino tam bién como un de­
esta razón, su retom o ha sido calificado por nuestros recho a ver garantizada la propia vida, a p a rtir del
m aestros com o «el principio de la llegada de la re­ nacim iento, a tener asegurada la propia existencia
dención final», Reshit tzemihat geulatenú. contra toda amenaza, contra toda violencia; significa
El retom o del pueblo judío a su tierra debe ser re­ la garantía de los medios de subsistencia a través de
conocido como u n bien y una conquista a los que el una distribución m ás igualitaria de la riqueza para
m undo no puede renunciar ya que, según la ense­ que en el m undo no queden personas que m ueran de
ñanza de los profetas, es el preludio de esa época de ham bre. Significa el derecho de cada uno a ver sal­
fraternidad universal a la que todos aspiram os y esa vaguardados su propio honor y la reputación contra
paz redentora que encuentra en la Biblia su prom esa toda calum nia y prejuicio, incluidos los de carácter
asegurada. El reconocim iento de Israel por esta fun­ religioso; la condena de toda ofensa contra la digni­
ción irrem plazable en el plano de la redención final dad considerada por el judaism o como el equivalen­
que Dios nos ha prom etido no sabría ser negado. te al derram am iento de sangre. Significa com batir la
También podrem os luchar juntos para afirm ar el m entira a causa de las consecuencias desastrosas
derecho del hom bre a una libertad completa que sólo que puede ocasionar a la sociedad, y tam bién el odio
encuentra u n a frontera infranqueable cuando inva­ que suscita la violencia y que el judaism o considera
de la libertad del prójim o o la limita. El hom bre nace como u n odio hacia el Señor, a cuya im agen se ha
y es libre por naturaleza, por lo tanto todas las per­ creado el hombre.
sonas, independientem ente del pueblo al que perte­ La libertad de pensam iento incluye tam bién la li­
nezcan, deben ser igualm ente libres porque todos bertad de conciencia y la libertad religiosa. Debemos
tienen la m ism a dignidad y participan de los mismos luchar con todas las fuerzas para evitar que en la ac­
derechos. No existen hom bres que se puedan consi­ tualidad queden hom bres perseguidos y condenados
derar superiores, m ientras que otros sean inferiores, por las ideas que profesan y p or sus convicciones re­
ya que en todos encontram os el destello divino que ligiosas.
los convierte en iguales. El concepto de libertad es, tal como vemos, com ­
D esgraciadam ente, en nuestros días aún encon­ plejo y, si se suprim e uno de sus com ponentes, es
tram os países en el m undo en los que se practican la inevitable que m ás pronto o m ás tarde la libertad en
limitación de la libertad, la discrim inación y la mar- conjunto acabe zozobrando, ya que es una unidad

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que posee un valor absoluto e indivisible. Es u n ideal
en sí mismo y por sí mismo, uno de los objetos de este
régim en de justicia universal proclam ado en la Bi­
blia, por el que los hom bres y los pueblos tienen el
derecho inalienable de ser sus propios dueños.
Santidad, en este m om ento tan im portante para
la historia de las relaciones entre nuestras dos reli­
giones, m ientras el corazón se abre a la esperanza,
que Dios perm ita que las desgracias del pasado sean
sustituidas por un diálogo fructífero que, en el respe­
to de las diversidades existentes, nos brinde la posi­
bilidad de llevar a cabo una acción concordante, una
cooperación sincera y honesta, con tal de alcanzar los
objetivos universales que se encuentran en nuestras
raíces comunes. Perm ítam e concluir mis reflexiones
con las palabras del profeta Isaías: «Exulto, exulto,
en el Eterno, y mi alm a jubila en mi Dios, porque me
ha puesto los vestidos de la salvación, me ha envuel­
to en el m anto de la justicia, como un recién casado
se ciñe la diadem a o una novia se adorna con sus jo ­
yas. Pues como la tierra echa sus brotes, como un
huerto hace bro tar lo sem brado, así Dios el Eterno
hará germ inar la justicia y la gloria ante todas las na­
ciones» (Is 61, 10-11).

13 de abril de 1986

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