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OBRAS DEL AUTOR
Ibalo reflexionando, lllientras caminaba como viera huir una rata salida de los hórreos,
junto a los muelles del puerto, en 1Rosario, reí creyéndola asustada.
donde las aguas del Paraná, al entrar en la -¡Señor! ¡Señor! ·-·dijo acercándose-.
carrera de 1amplia curva, levantan sus olas en Tenía expresión de angustia .. La boca entre-
la ribera. En medio del río, canoas de ·pes- abierta y los ojos profundo~ como si se deba-
cadores se movían con lentitud; ausentes los tiera en cruel zozobra.
buques que la guerra ahuyentó de los mares. Me detuvo tomándose de un brazo; no de-
Anochecía ya y las luces del puerto. ,co- jó tiempo para que yo dijera nada.
menzaban. a reflejarse en las aguas, y en la · -Séñor, lléveme ·a alguna pa~te para pa-
orilla opuesta, entre árboles que la bordeaban, sar la noche!
algún farol se movía, ro.jizo, como estrella agó- -·i . . . . . . . . . '.
nica aprisionada por las ramas. . Lo dijo en tono de súplica. Ante lo intem-
De mi cabeza descubierta el aire rozaba , l pestivo_ del ruego sólo atiné a decir:
las sienes; lo aspiraba a todo pulmón; venido - i Qué le pasa 1
del río, traía toda su frescura. Hubiera son- -¡ Estoy sola y no tengo dónde dormir r
reído si alguien me hubiese anunciado aconte- No vestía mal, un vestido de tobralco flo-
cimiento capaz de torcer el curso metódico de reado de buen aspecto, zapatos de verano pa-
mi vida. No ignoraba -y no es mucho sa- ra niña; tendría sólo di€ciocho años .
ber ... - que basta la caída de una manzana La miré un instante con reserva, no diré·
para que se nos ilumine el pensamiento con
que temía nada, ni siquiera una rara manera
una nueva luz, o bajar a una posada, en Offen- de abordar con fines galantes; pero traté de
bach, para hallar motivo de honda adoración ... dominarme.
Y lo imprevisto fue al principio risueño. -¡ Cómo l 81 estás sola~ ...
U na jovencita venía hacia mí, casi corriendo y -Sí, no puedo ir a casa de m¡s padres.
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12 GAsTON GoRr
18 GAsToN GoRr
VIDAS SIN RUMBO 19
deshizo la envoltura en las raíces de los pinos 1 irreductible, no perdonó. Y si alguna vez re-
comprados en el vivero de Santa Fe. funfuñaba junto a· su tronco, el nombre del
Con los pinos estuvo solemne. Cuando con presidente nunca resultaba ileso ...
los años los veía crecer vigorosos, le satisfacía
pensar que, con la ayuda de sus rústicas ma- II
nos habían producido esos milagros de fron-
dosidad y elegancia. Aun cuando no fuera époc..- En los primeros días neblinosos de mayo,
ca oportuna y sin que se lo mandaran. . . ni el podador, afilaba sus serruchos. Sus nietos,
que le pagaran, al pasar junto a ellos, les que- dos cachidiablos, lo espiaban y reían oyéndo-
braba las ramitas secundarias, las torcidas o le monólogos interminables: el viejo. disputa-
las secas, para que no tomaran aspecto des- ba con su hija y con su yerno, disputaba a su
. alinea&o. En el pueblo, no habría jamás pinos gusto, solo, enfurecido a veces. Aprovechaba
como esos! su trabajo para decirse todo lo que ellos no le
Reconocía Don Pedro que a uno lo miraba oirían jamás.
con desdén. Lo habían ubicado en un sitio que -Esta Luisa, ¡para qué me teje medías
a él se le ocurrió inconveniente. Por más que de lana I i Soy acaso un viejo 'f Las medias de
protestó y se opuso, el pino fué plantado co- lana no me gustan. Guillermo, es un tonto,
mo quiso el presidente de la Comuna. compra todo más caro de lo que vale. t Quién
¡Ese, no sabía nada! me habrá usado esta lima, En esta casa no
Y allí estaba ahora el ·árbol, ocultando el soy dueño 'de nada. Cuando uno es viejo, siem-
sol a un rosal pálido, enfermizo, impidiend9 pre estorba. Sí, voy a cortar los paraísos y le
que desde el ángulo noroeste se viera una par- daré las ramas a Filomena cuando llegue a
te de la estatua gris, única, con el busto de los de su vereda.
Belgrano. - ¡ Qué hacen ustedes allí 1 ¡Se ríen de su
Ese pino fue un error que Don Pedro 1 1
abuelo! ¡Fuera de aquí, demonios! e,
GAs'.l'Oi'f Gom
VIDAS SIN Rmrno
... Y los serruchos, lucían ya la traba re-
luciente. -Don Pedro, venga a limpiarme
dín.
Se entretenía también Don Pedro en su
huerta. Hileras de salsifíes y acelgas, mas lar-
Y Don Pedro, de un matorral, descubría
a la luz canteros con malvones, tacos de rei-
gos surcos de patatas, daban a la familia abun-
nas, claveles. Trazaba atajos, clavaba moni-
dante alimento, y de vez en cuando, pequeñas
ventas a los vecinos, proporcionaban monedas tores, plantaba sarmientos. Todo lo hacía por
para,vino y tabaco. Los niños participaban unos pocos pesos que aceptaba con displicen-
cia, señalando al jardín:
del e~aso producto, por eso el abuelo mantec..
:nfa,síémpre su patriarcal jerarquía ... -Vea aquella parra, se trepará en el
(•
manzano ...
· Solían; no obstante, destrozarle el espan-
ta pájaros, por gusto de ver bambolear la ca- .-i Cuándo comienza a podar los árboles
don Pedro~·
beza del muñeco y de derramarle el aserrín
del vientre. -Eh, pronto. Las hojas comienzan a
El abuelo, en esto, los creía ángeles ino- caer. Habrá mucha leña este año porque
centes y los llamaba para reparar juntos un voy a tronchar los paraísos. Ya están muy al-
tos.
daño tan inexplicable.
-Son los perros, abuelo- y el grotesco -¿En su casa tiene muchos jazmines?
figurón tomaba formas y ·volvía a balancear -Llenos de vida . Todos los arbustos ca1·-
brazos y patas. garán como para reir de gusto. Se lo dije al
Como dentro de la casa no podía estarse cura para que rabie. . . Luisa no me va a tocar ,
un momento quieto tomó Don Pedro la cos- uno solo para la iglesia ...
tumbre de carpir para los vecinos. Les poda- -¡Cómo!, ~se enojó con el cura".?.
ba los rosales, practicaba injertos en naranjos -No, no, pero si su sacristán sabe tanto
y durazneros. de plantas, que se los dé él ...
De la huerta especialmente protegida por
26 GAs·roN GoRI VIDAS SIN RUMBO 27
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Dios y cultivada por el sacristán, le nacía a a la tentación de los vende-votos; y los politi-
don Pedro la suspicacia ... ¡' quillos sin Dios, patria, ni puesto, huzmeaban
1
en sus umbrales ...
III \
La Comuna, estaba atareadísima. El pre-
sidente había prometido al Doctor ganar to-
En verdad, comenzaban a caer las hojas do su pueblo para la elevada causa de su can-
de los árboles y en las copas amarillentas, ha- didatura. Porque la provincia necesitaba, ne-
. bía ya algunas ramas desnudas. El podador, cesitaba ... ¡Bueno! ¡Necesitaba que ganara
reparó en su casa un escalón de su vieja es- el Partido!
calera. Su nieto menor lo,~.egujfl,.
. Comenzc;¼;}m,1;J..c.~ despertar de su sueño las
-.·Alcánzame los clavÓs, ~~pin.::: aplanadpr~s 1-Ii:'~aminos; ocho peónes, ocho li-
-Abueio, iyo voy a ir con usted t Q:tetas. En la comisaría, se arreglaba ya la
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Y mientras el :inciano martillaba, el ni'- vereda: cuatro libretas. Quizá convendría des-
ño sostenía, sin necesidad, un extremo de la brozar todas las calles de los alrededores: diez
1
madera. , libretas.
Pensaba que yendo con su abuelo para Estaba el presidente salvando a la Comu-
amontonar las ramas cortadas adquiriría sin- na, cuando llegó don Pedro.
gular importancia. Del orgullo del anciano, -¡Eh! Don Chocarro, cuando comenza.-.
.\ había unpoco en su co;tazón ... mos a podar!
4
· _Mas ocurrió lo qli~ nunca en sus veinte ' ' -¡Ah! Caramba, caramba ... ¡La plazat
añ~s de podador oficial pudo imaginarse don · Me olvidaba de los árboles ... ¡A ver! Venga
Pedro. Llamémosle contingencia cívica a la mañana don Pedro ...
causa de su venidera amargura. -¡ Qué mañana! ¡Ahora mismo puedo co-
La provincia tenía que elegir su futuro menzar por la plaza!
gobernador. Los comités, abrían sus puertas -No, don Pedro. . . Este. . . Tengo que
GAsToN Gom VIDAS SIN RUMBO
bablar con el secretario ... venga mañana, don sintió en el alma. Fué como si se le derrum-
Pedro. bara una parte de su vida, la más íntima, la
más suya; la que lo ligaba con orgullo a su
-Bueno, vengo mañana.
oficio revestido por él, de jerarquía. Vió y no
Le parecía imposible que tuviese que in- quiso creer. El presentimiento lo paralizó .
sistir para cortar los árboles cuando sólo él Las ramas caían y el golpe, resonaba en su co-
los conocía como a las palmas rugosas de sus razón. Sintióse vacío y desarmado; y como ha-
manos, a uno por uno, desde que eran peque- bía reclamado varias veces por el comienzo
ños gajos apenas con vida ...
de su tarea, el recuerdo de las reticencias, le
Protestando en voz baja, se puso el som- aclaró la catástrofe ... Era sí una catástrofe.
brero y salió de la oficina. El presidente, se uno de esos dolores que se sienten más hondo¡;;.
sintió inspirado; su numen político· resplan- en la ancianidad, cuando se comprende que
decía: serán los últimos. No tenía ya objeto su or-
-Che, Gómez, vení. ¡ Cuánto le pagan a gullo y su orgullo de arboricultor, era el que
Don Pedro para podar! le sostenía con amor sobre la tierra. Sus ma-
nos temblaban. Todo el pueblo perdía ya la
-Quince pesos. . . creo.
razón de su existencia en él. Quizá llegaran
-Ya está. Llamálo al negro Barrera y a también a mofarse de un pobre viejo ...
Alejandro... ·
_ Como la herida era muy profunda, no sin-
tió despecho, ni odio, ni rebeldía. Caminan-
IV
do muy lentamente, se :retiró a su casa y se
U na tarde, lleno de estupor, don Pedro encerró en un silencio pertinaz; y él, que ani-
vió a dos mocetones que subidos· a sendos ár- moso era capaz aún de subir a un árbol, ape-
boles, serruchaban las ramas. El puntazo lo nas si podía sostener ahora su cuerpo.
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GASTON ÜORI
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te¡.
ºf\ UNA MUERTE ALECCIONADORA
Jet·.·
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{:' He sido un cazador apasionado desde muy
joven. La afición me poseía en tal forma, que
en épocas de caza, no permanecía ni un do-
mingo en la ciudad. Durante los inviernos, por
las perdices, y en los meses de verano, por los
patos. Palmo a palmo he recorrido campos del
sur y norte de Santa Fe. De Entre Ríos, San-
tiago del Estero y Córdoba, conozco solamen-
te las estancias donde abundaban martinetas.
Como todo cazador que se estima, poseía a fon-
do lo que con mis amigos, llamábamos "la nús-
tica". ]Us decir, contaba hazañas innumerables
del pen-o; casualidades, tiros asombrosos, le-
• yendas de cazadores, y a quién estuviera ~n
trance de escucharla, le contaba la historia'de
GAsToN GoRr
yado la escopeta en un hombro . · Inesperada~ -otro, debía. saltar. y cuando estmre mas cer-
mente, a escasa distancia, una liebre, sorpren- ca aún, detrás del yuyo, la vi ...
dida! huyó veloz. Automáticamente, como ha- Fué una desilusión. Estaba muerta. Yo
ce todo cazador, aboqué los caños y disparé un . esperaba verla correr como si fuera un ·ene-
tiro ¡Erré! Y disparé el segundo. . . ¡La lie"' migo burlón; esperaba alcanzar un triunfo, y
bre siguió corriendo aparentemente ilesa! Era me vi frente a una derrota. Sí, estaba derro-
una lástima. De cobrarla; hubiera completado tado. La pobre liebre había muerto alcanza-
una magnífica cacería. Permanecí nrlrando da por las municiones, encogida, débil, insig-
como huía. A unos trescientos metros, se de- nificante .. La alcé anonadado, como si .el con-
tuvo. Era raro, pues suelen atravesar campos traste de mi ánsia, con la poquita cosa qu,e era
hasta perderse de vista. Temeroso de que hu- el animalito tibio aún y sangrando por el ho-
yera nuevamente, caminé hasta un grupo de cico, me hubiese colocado frente a mi alevo-
paraísos, y tomando, como punto de referen- sía. No sentí ni la mínima emoción de caza-
dor, ni el más insignificante orgullo por ha-
cia un único yuyo que sobresalía en dirección
berla cobrado; ese orgullo placentero del ti-
hacia donde se detuviera, me senté para espe-
rador eficaz. La liebre, muerta cuando la creía
rar. Llamé el perr9, pues no la había visto.
capaz de escapárseme por segunda vez, me
Dejé transcurrir unos quince minutos con es- había derrotado irremediablemente ... No, no
peranzas de que la liebre, al no verse perse- fué el cazador quién la alzó; fué el hombre
guida se calmara y me diera una nueva opor- puesto ante_ la evidencia de uh daño brutal, ca-
tunidad. No había salido del terreno; allí, si estúpido . La sangre me manchó las manos,
próxima al yuyo, debía estar aún. Dando. un e hice lo que jamás había hecho: me las limpié
· amplio rodeo, me fuí acercando. Lista la es-'- como temeroso de que su ardor maligno, me
copeta; el ojo avisor. ¡No erraría esta vezt Me las oradara. No obstante mi desaliento, la pu-
aproximaba mas y mas. De un momento a . se en el morral, i qué otra cosa iba a hacer1
36
parecía estúpido despertar 'a mi señora para radiantes que los míos encerra~os. ~ran m~-
conversar o levantarme". ses de primavera y un día, llame a ~1s dos hi-
Pasó la noche angustiosa . Cuando una . os. tenía entonces el mayor' trece anos, y con
leve claridad se hizo en la pieza, cerré los ojos
J ' . .
ellos abrimos las Jaulas.
y, cansado, pude dormir durante las dos ho- C¡rdenales, tordos, dominóes, volar~~ a los
ras que me faltaban para ir a mi trabajo. árboles en inesperada libertad. A los _nmos les
A la semana siguiente,,me invitaron a ca- parecía inverosímil, pero rieron connugo. H~y
zar. Disimulé un pequeño sobresalto y me ex- son hombres, y me complace saber que no t:e-
cusé. Temía, temía dolorosamente la visión nen afición por la caza, aunque me duele mas,
trágica del sueño. ¡ Y si en la realidad saliera verlos negociantes tan expertos· · ·
lma liebre y de pronto el espanto, como una Cuando los visito, les pido siempre un
fuerza vigorosa, recóndita, me hiciera profe- gran paquete de alpiste. Ellos se ríe~ de mí;
rir gritos en medio del campof tSi yendo con creen que a mi edad, es chochera arroJarle se-
mis amigos, sabiéndome despierto, en posesión millas a los gorriones ...
de mi conciencia y caminando sobre suelo co-
nocido, traspasara los límites de la realidad y
en cada perdiz o liebre viera niños, niños des-
trozados por los tiros de mi arma Y
. Me negué a ir. Pasé otros días en el cam-
po, sin mi escopeta. A veces, iba a orillas del
río, con mi familia, y me alegraba paseando,
mirando los árboles y· los pájaros. He visto
con dete11ción cómo las cardenillas tejen su ni~
do en las chilcas; oí cardenales cantando en
libertad, y me parecieron más hermosos, más
DETRAS, LAS RUINAS
A los dos días, se fueron al norte. Allí Navarro, reconcentrado, trabajaba como
estaban desde hacía un año, luchando a brazo bestia . ¡Y?' no era vida!
partido con la pobreza y sin entenderse. Cuan- El rancho se vendría abajo con la primera
do él conversaba tranquilo, J nana le decía:. tormenta; filtraba agua por todos lados por
-.Sos bruto Navarro ... -y reía. insignificante que fuera la lluvia. En sus pa-
redes agrietadas, tejían las arañas, las mismas
Sí, le había perdido miedo. Sintió que co-
que al amanecer dejaban sus telas brillando
menzaba a odiarla. Lo esclavizaba. No pen-
al sol, entre ramas espinosas.
saba en otra cosa y trabajaba rudamente, más
En cada rincón, olor a miseria . J nana es-
que si anduviera solo. Siempre lo mismo: el
taba embarazada y por cualquier cosa, le lla-
monte, la proveeduría, la pobreza y la carco- maba bruto.
ma de su odio. ¡La odiaba! ¡Sí, la odiaba!
Sí, se había abrutado. No tenía como an-
tes ese gusto enorme de andar y de reír, de ha-
* * cerse amigo de la gente. Y como nunca, tenía
* las manos doloridas por callos durísimos. que
ahora se le partían. ·
Derrivaba quebrachos. En medio del mon.,.
No sabía por qué estaba en el monte ha-
· te repicaban las hachas con golpe seco, igual;
chando de la mañana a la noche. Cuando ha-
y luego se oía el ruído de las ramas al desplo~ 1
blaba, su voz, le parecía un gruñido. Poco a
marse los troncos. Los tábanos aguijoneaban
poco, toda su vida, le iba envenenando la san-
las carnes de los hombres desnudos hasta la gre.
cintura. En las monteras se clavaban las es-:
Quería olvidar la miseria de su rancho y
pinas de cactos y chulquis.
olvidar también a J nana, como a un fraca 0
•
·~
'·...,/'
MERODEADORES
r
110. En· las manos traía una gallina con el cue-
tizales, una nutrida lluvia vista de lejos, se llo retorcido ...
acercó rápida hacia el puente, cubriendo toda
la extensión ...
II
Los dos merodeadores apretujados contra
el muro, quedaron mirándola tranquilamente.
Por la mañana despertaron temprano. El
Hermano, habrá agua para rato ... ! Ñato caminó por la ribera mirando el agua y
-Dejá que llueva, contestó con sorna, el como oyera voces levantó la vista hacia el
de los ojillos. puente. Tuvo un instante de azoramiento.
Así, transcurrieron unas horas y cuando Tres individuos conversaban apoyados sobre
ya era inminente la oscuridad nocturna, am- la baranda. Sin el menor interés por desper-
bos, cou bolsas sobre los hombros, por la pen- tar sospechas, se reunió con su compañero que
diente subieron al camino. Iban a ganarse el activamente preparaba ramas para el fuego.
pan de cada noche ... -Hay gente arriba.
Habrían andado quinientos metros del lu- -El puente es para todos ...
gar, cuando descubrieron la primera casa de -¡ Pero ésta huele a policía!
colonos. Se acercaron con gran precaución. No tuvieron necesidad de ocultar nada
· La lluvia era delgada y el silencio completo. pues habían ya puesto a buen recaudo el ali-
Reconocieron sigilosamente el sitio y luego, mento sospechoso. . . Disimularon la escopeta
sin vacilación practicaron un rodeo a la casa. con arpillera y yuyos y esperaron pacíficamen-
No ladraron perros ni se oyeron ruidos. El te. Dos angelitos no tuvieran el aire más ino-
Flaco se rezagó sin decir palabra y el compa- cente ...
ñero, seguro, audaz, arrastróse hacia un gru- 1 Oyeron el motor de un automóvil que se
po de árboles. Transcurrió un instante de hon-
da espectatiya y regresó rápido como un feli- l detenía y mirándose, mejoraron más aún la
displicencia de los ademanes.
l
54 GAsTON Goru
VIDAS SIN RUMBO
55
Por el río, a favor de la corriente, baja-
ban dos canoas; tres hombres arrojaban gan- Pronto se les unió una tercera embarcación, y
chos sujetos con alambres. todos, agitados, arrojaban continuamente los
-Mirá, Ñato, esto es pezca mayor .. '. ganchos para rastrear. El agua corría con pe~
-No es para nosotros, hermano. sada mansedumbre. De trecho en trecho, al-
Recelosos, comenzaron a recobrarse, cuan- gunas ramas sobresalían llevadas por la cre-
do dos civiles se les acercaron: ciente. Se hacía cada vez más intensa la clari-
-iDesde cuándo están ustedes aqua les dad de la mañana y apenas si sobre los cam-
preguntaron. pos y a lo lejos, sobre el río, se levantaba te-
t_} -Desde hace tres días. . . _Mintieron cou " nue neblina. El Ñato y su compañero miraban
intención. ¡ a los buscadores como si se interesaran 1:or el
cadáver.
-iNo vieron nada ayer por la noche?
Más aliviado contestó Aquilino: J ¡Ellos sabían bien que, enganchado en las
ramas de un espinillo, había rozado durant_e la
-No, no vimos nada ... si podemos ayu-
noche, la curva del río!
dar en algo. . . Somos buena gente ...
-Se ahogó uno anteayer; más arriba, cer- Al querer arrojar los restos de la cena, el
ca del monte ... Ñato creyó hallar flotando a la orilla ropas de
Una de las embarcaciones se había acer- vestir. Tiró de m1 extremo y sin turbarse lla-
cado atracando a la orilla. mó:
-Está muy crecido -dijo el que guia- -¡Eh! hermano, aquí está el tesoro de
ba- y se hace difícil el rastreo. En siete ho- Sobremonte ...
ras el agua debió arrastrarlo, por lo menos, Entre ambos le requisaron las ropas; le
más allá del puente. extrajeron un cuchillo envainado y algunas
Uno de los pesquisantes subió a la canoa monedas de níquel.
e hizo remar hacia el centro de la corriente. -¡Esto .sí que es mala suerte! ¡No creo ya
ui en los ahogados!
56 GAsTo:s Gom
VIDAS SIN Rmmo
abundancia para mercar en Santa Fe. Era Murmurando entre dientes, remó con
hombre de buenas costumbres y ejercía su ofi- fuerzas, recorrió todos los anzuelos de la ori-
cio con habilidad. Elegía los parajes adecua- lla. ¡ Ni uno solo tenía carnada!
dos para tender sus anzuelos en largos espi- U na tremenda duda le agitó el corazón.
neles. En las ramas de espinillos, algarrobos 0 ¡Aquí roban! ¡Aquí hay gente que roba en los
cina-cina, que se extendían sobre el agua, col- anzuelos! De dos espineles extrajo moncholos
gaba tramperos con carnada viva para el su- y armados.
rubí. Por aquellos días picaba mucho y el vie- -Sí,. me han robado y es gente de a pie.
jo teuía :repletos sus cajones, de manera que En los espineles no falta nada, robaron a fa
hacía sus :recorridas con confianza. Al despe- orilla, en los tramperos.
gar su canoa de la orilla, lo animaba la segu- Chasqueó la lengua y quedó un instante
ridad de realizar una buena pesca. Sonreía al pensativo mientras empujaba los remos. Ha-
acercarse a las trampas presintiendo la agita- cia el norte, siguiendo con la vista el río cu-
ción del agua bajo la rama en que pendía ata- yas aguas doraba a trechos el sol, se elevaba
da con firmeza 1a brazolada rípida, a _cuyo ex- la arquitectura del puente ...
u: tremo pujaba un dorado o un zun1bí.
El viejo lo miraba con profunda descon-
,.) Aquella mañana le ocmTían cosas extra-
fianza. Llegó hasta la ribera donde alzara su
) ñas. A la primera trampa la halló descarnada.
...
choza, puso la pesca viva en un cajón aguje-
-¡Palometas!, exclamó y después de reen- reado y semisumergido en el río; y sacucié~-
carnar, remó a favor de la corriente. dose la ropa subió a su habitación. Inquieto,
Al divisar el segundo trampero, tuvo un salió a la puerta; miró hacia los árboles. Con
instante de asombro: ¡ el hilo se agitaba en el ademán pausado se quitó el sombrero y len-
aire! tamente se rascó la cabeza.
\..)
- .j Cortado! y sin embargo, estaba bien -¡Los del puente ... !
patillado ...
Decidido, bajó la barranca, subió a su em-
60 GASTON GoRI
les ...
Sí, vivía. Respiraba y miraba los árbo-
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----ilí!l!lilll~-¡¡¡¡¡g------~----------.. . . . . - - - · · , - · · · ·....-=-=-"··..:--:;..-.;..,,;;.··;;;.,·<:1::;.,;--;;;;;·==..:::..:.:...:::..:;;:::..:..::::::._:.=:,
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,,J': Jii;':-:e."':::,,::i-'
C;
colmo d~ miserias, el patrón, le pagaba "ele Tierras donde el ganado se multiplica in-
a poco". numerable y donde las minas dan sus. tesoros
Antonito sentía que su vida era desgra- .a no se sabe qué manos. ¡Nacer pobre, sufrir
ciada, y cuando salía a correr por el campo, y morirse miserable! Esa era su vida.
110 hubiera querido regresar más a su rancho.
Un automóvil pasó veloz y lo envolvió en
Sentía miedo enorme _del padre cuando, tam-
1ma amplia nube de polvo. El criollo, escupió
baleándose, gesticulaba parloteando palabras
y siguió con trote aburrido.
incoherentes.
En la casa del patrón, con el sombrero en
Nunca pensó si amába o no a su madre.
Ja mano y mirando al suelo, pidió dinero. \
Ella le pegaba y entonces el niño salía con un
})alo en busca de los perros y los azotaba sin Cuánto te debo! le preguntó.
piedad. Pero Antonito no era perverso. Su- -Veinticinco pesos, patrón.
fría. -Bueno, tomá cinco, y esperá hasta el
Porque ya el almacenero no les fiaba, una otro lunes.
tarde la mujer djjo: El peón, sintió que un sordo rencor le _en-
-Andá, sonso, pedile al patrón lo que te turbiaba la mirada. ¡ Cinco pesos . ! ¡ Ganas te-
debe. 11ía de hacerlos pedazos!
das del reloj de la iglesia sonaban en el silen- una bandada de gaviotas, describiera esplén-
cio pesado de la ciudad inactiva. dido abanico, antes de posarse en tierras ara-
:EJ peón montó despacio. El ceño frunci- das.
do. La mirada torva. Un mechón de cabellos Le parecía que toda su vida quedaba atrás
se le escurría bajo el sombrero. Comenzó a y la que llevaba ahora, era peor. En la es-
andar, con la mirada fija, hacia adelante. tancia, no lo conchabaron y siguió andando.
"El Chorlo" se llamaba el boliche donde Torvo, dolorido. Ni sabía cuánto tiempo hacía
dejó el dinero y su 1·abia, a cambio de una bo- que trotaba. Quería llegar al pueblo vecino y
rrachera. apuró su cabalgadura.
En el pueblo, qué otra cosa sabría hacer
* * que ir "a los negocios". Preguntó por alguien
* que necesitara peón, pero nadie sabía donde
podrían emplearlo.
Aun los gallos agredían a la madrugada Comió un poco de fiambre y se resistió
y los animales sueltos, en la calle se mante- a beber. Por la noche, fué a una jugada.'
nían inmóviles. El peón montó a caballo y sa- Arriesgó los últimos cincuenta centavos. Ga-
lió campo afuera . Por la noche, había dicho a nó. Jugó el peso. Ganó hasta tener quince en
la mujer. el bolsillo. Con el dinero se sintió más segu-
-Mañana me voy a la estancia "La En- ro, pero algo se despertó de pronto dentro de
ramada", a pedir trabajo. él. U na sensación de libertad y de holganza.
Con trote despacioso hacía camino. No Sin pensarlo más, toda su familia, su mujer,
le importaba que el sol, en un amanecer mara- y sus hijos, quedaron condenados a un aban-
villoso, tiñera de sonrosado el agua tranqµila dono completo.
de un estero; ni el aire fresco, ni el mugido de Se desligó, como quien arroja una carga
las vacas, ni el verdor de los campos, ni que molesta. Ahora, era él solo. No oiría más el
\
76 GAsToN Gom
VIDAS SIN RUMBO 77
llanto de los chicos, ni las palabras duras de la
gar de noche a su casa, porque nadie lo repren-
mujer. Ni iría más al matadero. Escupió con día.
asco. Estaba libre, y bebió unas copas.
Pero a veces, otros niños que lo cruzabanr
Cinco días después, en medio de un tu-
vestidos de blanco y útiles bajo el brazo; le di-
multo, salvó su vida, pero había dejado ten-
jeron: "negro limosnero". Creyó verles des-
dido a un hombre, con tres puñaladas en el
pecho. precio en los ojos y la boca, y reflexionó por
primera vez. No podía estar orgulloso de ser
limosnero; y mientré!,s mascaba un trozo de
* *
pan, sintió asco. Se sintió solo en medio de
*
la calle. Pensó que otros compraban panes
enteros y él mendigaba pedazos. El comía so-
La madre, fregaba ropa y castigaba a los
bras, como los perros que escapaban de las
niños desde el amanecer, hasta la noche.
carnice1'ías con trozos de basofia, y recordó
-Mala perra de vida.
que un día, junto a un tarro de basuras, remo-
Antonito estaba contento porque no veía
vió los desperdicios y extrajo un tambor ro-
a su padre llegar borracho. Una vez"pregun-
to. El niño se vió miserable. 1Estaba des-
tó por él. Le dijeron que estaba en el pueblo,
calzo, y a su lado pasaban señoras que deja-
y desde entonces no se interesó más.
ban olores fraganciosos, perfumes inverosími-
Le gustaba ir por las calles pidiendo pan. les. Le parecía que las señoras bien vestidas
Así lo hacían sus primos y cuando él era muy podían tener también niños limpios. Conio su
pequeño, creyó una vez, que podtía también mamá nunca usó perfumes, él tenía que vestir-
salir a limosnear. Ahora andaba solo y vaga- se mal y pobremente .. En su lógica elemen-
bundeaba. Con trozos de ladrillos, rayaba tal, se conformó a un pensamiento rústico: él
automóviles nuevos, apedreaba faroles y pe- era pobre y debía pedir. Era natural. Siguió
rros. Vivía a su gusto. No le importaba lle- caminando sin advertir que las horas pasa han.
78 GAsToN GoRI · VmAs SIN Rmrno 79
Llegó a su casucha. La madre, al verle regre- Sin apelación posible, Antorúto fué bene-
sar con la bolsa vacía, le dió un tremendo pe- ficiado; nadie pudo ni quiso· impedirlo. Desde
llizco. entonces, inició su vida de asilado.
-Sos vagabundo, como tu padre.· Aprendió a formar filas y a marchar con
los redobles del tambor. Como era reconcen-
* * trado, nunca jugó libremente con sus amigos.
* Lo llenaban de tristeza los corredores del asi-
lo. Mientras comía sentado a la mesa común,
En un rincón, sobre su jergón frío y duro, le parecía sentir que dentro de sus oídos ma-
Antonito dormitaba. Cerca de él, las hermani- chacaban dos palabras: "negro limosnero".
tas dormían ya profundamente. El ladrido de La comida era mejor que la de su casa; era me-
· los perros terminó por despertarlo. Se dió jor el pan y estaba limpio. Pero quería com-
vuelta sobre el colchón de chalas y levantó la prender por qué estaban encerrados tantos
cabeza. Por la ventana abierta vió que un niños junto con él y llegó a esta conclusión:
hombre abrazaba a la madre. Quiso gritar, "todos los padres de ellos, eran borrachos y
pero una oscura intuición lo detuvo. El a~i- asesinos';. Antonito, vivía triste. Pensaba en ·
go ya había estado varias tardes tomando ma- .sus hermanitas y en la madre, pero más pen-
tes con yerba que él mismo traía. Además, lo saba en él. Le enseñaban a leer y escribir.
conocía, trabajaba en el matadero. Con el lápiz trazaba líneas caprichosas y una
tarde, sin que lo vieran, dibujó una cara ...
Pensando y pensando se quedó dormido.
Recordó que un día, sentado sobre un
U na señora muy gorda, con brillantes en
tronco, vió correr un caballo desbocado y le
las manos y grandes anteojos sobre la nariz
pareció que la cara y el caballo eran dos se-
resrmmndo abolengo, vino un día en busca de
.cretos de él.
Antonito. Las damas de Beneficencia, ejer-
* *
cían el poder de su caridad.
*
80 GASTON GORI
Tenía trece años cuando lo sacaron del oídos machacaban dos palabras: negre limos-
asilo. Como siempre, se mantenía pálido. No nero.
era vivaracho. Sabía leer de corrido y reza- Un atardecer, se subió a las ramas eleva-
ba todas las oraciones religiosas . No sabía pa- das· de un paraíso y, haciendo un enorme es-
ra qué, pero le enseñaron a rezar y rezaba por fuerzo, irguió su cabeza todo lo que pudo y
las noches. · abrió sus ojos, como para distinguir en el ho-
Toda la monotonía de su vida, se refleja- rizonte, el rancho donde su madre lo castiga-
ba en su honda mirada. Nunca le hablaban de ba... ·
la madre y recordaba poco de su padre. Le· Se sintió desolado y miserable.
enseñaban a ser un hombre útil, se lo decían
cada día, pero él, no sabía para qué podía ser-
vir. Lo sacaron del asilo y en un automóvil
atravesaron con él, toda la ciudad. Cuando el
campo comenzaba a diseñarse, tuvo la impre-
sión de un retorno esperado. Sabía que lo
llevaban a una estancia, y por un momento ¡l
.
•••:···
84 GASTON GoRI
r
Teresa! ¡Teresa! jEl chico! ¡El chico
do dorado en el paisaje lugareño. que no respira!
La prosperidad de los Pastore, si no cre- José, aturdido, anonadado, lo sacudía en
ciente, se mantenía este año con el rendimien- sus brazos. Lo llamaba a gritos y Teresa con
to seguro de la cosecha. los ojos desencajados -sin pensamiento;, en '!'
\ 1
* *
*
VIDAS SIN RUMBO O DOS AMIGOS
Y UN GATO
I
30 de julio .
1
VIDAS Srn Ru:r.rno 103
-Javier, nuestro gato; comería siempre,. · ·sus cuidadoras. La Providencia les ha reser-'
y convengamos que en eso, tiene similitudes vado a las mujeres, que pasados los cuarenta
estrechas con nuestros más firmes deseos. Si años, aun conservan una sonrisa unilateral Y,
pudiera unirse a nosotros en los trabajos ím- una virginidad que a nadie interesa.
probos y en las duras pruebas, quizá lo haría,
* *
porque también es virtuoso. Y la virtud lo
*
pierde. No debería respetar tan celosamente Zambo mira la olla y se relame. Es evi-'
el derecho de propiedad privada, pues Vélez dente que la esperanza ha arraigado furiosa-
Sarsfield, no lo tuvo en cuenta cÚando redac- mente en su corazón. Nosotros la hemos per-
tó su Código. No es un código para pobres dido, puesto que conocemos mejor los azares
gatos ... De los félidos no se legislaron usos, cos- de esta existencia humilde que nos hemos for-
tumbres, etc. y quizá lo agradezcan. i:Me quie- jado a fuerza de sacrificios. Existen hombres
res reprochar la intención f '1, Y tu símbolo de gordos, gordos y ricos, pero estoy seguro que
la Justicia 1 Decías que las vendas colocadas· nuestro gato los desprecia: tiene buen gusto.
ante sus ojos, no alcanzan a impedir que espíe Eso sí, es refinado; y además, porfiadamente
con exceso. Pero los modernos penalistas, son iluso, pues sigue suponiendo que en la olla,
científicos y no maliciosos: para que vea como hay algo más que agua y choclos. Su esperan-
con rayos X, le quitarán al símbolo legenda- za desmesurada nos alienta y así, somos tres
rio el pañuelo que lo ciega. ¡Ah, Señores I No individualidades que, por un instante, se han
en balde tememos que, cuando vuestra Justi- aferrado a la ilusión de una cena suculenta.
cia vea, le hagáis, c_omo siempre, dirigir, de-
masiadas miradas ruborosas a vuestro oro II
resplandeciente ...
19 de agosto.
Retornemos. Los pobres gatos, no entran
- 1
nunca en los,,cálculos de los hombres. Tienen
La gata de la vecina, maúlla con quejidos
.
104 GAsTON GoRI
VIDAS SIN Ru?<LBO 105
infaµtiles, y Zambo está inquieto. Como 3:,no-
Un raudal de luz inundó la pieza haciendo que
chece, da vuelta en torno a" la casa.
:rebosara el oro, casi del único que disponemos.
.Sospechamos que esta noche su virtud, ha
El aire fresco nos avivó el rostro y en nuestro
de· sufrir algún delicioso y .sensible menosca-
bo. corazón conmovido, sentimos un gran deseo de
-vivir.
Podríamos envidiarlo. No nos faltan her-
Tú, .Tavier, te quedaste mirando no sé qué.
mosas imágenes, y el amor nos conmueve des-
No me fo dices, pero. sufres. Tú no encuen-
de la aurora dispersadora de pájaros. Tú,
tras encanto en tu vida, en cambio yo en la
ayer, te extasiaste, Javier, mirando una gran
rosa que perfumaba el jardín cercano, mien-
mía. . . . tampoco. Tú sufres más; te quedas
tras yo, callaba obstinadamente, porque un pensando y pensando. ¡En nuestro hogarf
par de ojos inigualables, me arrastraban suspi- /N Q, el nuestro no es un hogar. Es una 'I
ros. vieja casa que nos sirve para no vivir a la· in-
¡Ah! buen compañero, gato nuestro, ve temperie. Es un refugio que adquirió cate-
donde te incline tu naturaleza que nosotros goría, cuando le pusieron el cartel: "Se al-
quila".
rogaremos porque tus goces sean fructíferos;
rogaremos por que veas en tu compañera un
envío maravilloso, un desprendimiento mag- * *
nífico de tus dioses. Rogaremos por tí. ¡ Pier- *
de tu virtud y gana un poco de belleza ... J
En la cocina, el gato duerme plácidamen-
III te. Ha encogido con suavidad sus patas y no
2 de agosto. tiene prisa por despertar. Mejor; que duerma,
que sueñe, pues no le faltan motivos. Tanto
maulló anoche, que sus ensueños lo poseerán
Esta mañana nos levantamos temprano.
durante varios días; nada más. Nuestro gato
·,
106 GAsToN GoRI
no cree en el amor eterno puesto que es sen- i Sueñas, compañero bondadoso, que es tu
sato. No amará mucho tiempo a la gata blan'- amiga que te besa 1 Tu mansedumbre, no ha
ca del vecino, y en esto, se rige por medio de de. llevarte junto a una Zapaquilda que, de
elementales reglas de prudencia. · pronto, te convierta en celoso, guerrero, insul~
Como en amor no se adhiere a ilusiones tador y feroz.
infinitas, el amor no lo distrae ni hace sufrir Tu existencia, bajo el malvón, estará al
mucho. Sabe que es finito y procede de acuer- abrigo de aventuras desastrosas.
do con su naturaleza. En esto nos distancia-
mos considerablemente de sus maneras senci- V
llas. "Ponemos el infinito en el amor" y nos
6 de agosto.
tortura la duda en materia de sentimientos.
Javier, nuestro gato es prudente, y es. bueno
que sus lecciones sean meditadas. Pero refle- El sol, entibia al reducido patio. Sólo hacen
xiona tú sobre ello, puesto que suspiras con sombra las hojas de una plantita. No, también
frecuencia y dejas que se nos derrame la le- algunas de sus flores hacen sombra. El gato
che cuando hierve sobre el fuego escaso que duerme en un rincón. Duerme sumergido en
110s alumbra y calienta ... el gran silencio. Pero su sueño no es dulce.
Posee un importante motivo de pesar; fun-
IV damental razón lo priva de la alegría ingenua,
de la escasa alegría que le fué dado disfrutar
4 de agosto. sin frecuencia: no ha comido, y en sus rústicos
cálculos, no hay posibilidad alguna que lleve
Zambo se ha acostado bajo una gran plan- a enfrentarlo con alimentos.
ta de malvón. Caen los pétalos de las flores, y Lo miro y lo compadezco. Como no se oye
como le rozan el hocico, se pasa con suavidad un solo ruido en toda la casa, el silencio nos
} '
las patas. torna tristes, nos purifiGa.
GASTON GoRI
VmAs Sm Rmrno
¡Zambo desdichado que ahora te estiras ·. blemente. Hace mucho que el fuego no arde;
y te despiertas, hemos salvado la nobleza de
descuidado por Javier, que lee.
nuestro corazón, . puesto que la pesadumbre La cocina está fría, frío el aire . ¡Ah! si
nos posee!.
pudiéramos cobijarte en nuestro corazón, sí
que estuvieras tibio! ...
VI
VIII
7 de agosto.
11 de agosto.
Cuatro dalias rojas, hermosas como cua-
tro besos enormes y deliciosos, adornan. de co-
Javier venía caminando junto a la som-
lor pudoroso al jardín; pudoroso, porque las
bra de grandes plátanos.. Sonreía luminosa-
dalias, por su peso y su hermosura, han incli-
mente; con todo el rostro. Comprendí al pun-
nado con suavidad el pedúnculo.
to que embellecía su pensamiento, recuerdo
Me he agachado para aspirar junto a
reciente, claro y seguro; comprendí que traía
ellas, y el gato, me mira torciendo su cabeza
empapados los ojos por la mirada maravillosa
brillante a la luz del sol.
de otros ojos amorosísimos; comprendí que el
amor hermosearía las palabras en su boca; le
VII
estreché la mano, y sentí una intensa dulce-
dumbre ...
Por la noche.
. ¡ Sé feliz, amigo mío, puesto que no es
frecuente la dicha en la vida nuestra! Cepi-
Buscas bajo la cocina, un poco de calor, j t
. lla tu traje y canta. Un momento de belleza,.
pues la noche se ha cerrado fría. Parece que
es un instante fundamental.
en las estrellas, la luz se congelara irremedia-
Como lo creía Platón, el Amor lo go-
!
bierna todo, sin dejar de presidir la Medi- Sabes que cuando siento agigantarse el
cina, la Gimnasia y la Agricultura.· . . · c~razón, cuando canta el viento en las ramas
&Te sonríes ... f V en, mira a través de y la luz dé la tarde es más hermosa, más lím-
los vidrios ese cáliz cerrado. ·2, Tú presientes pida, más suave; cuando siento estremecer
el desgarramiento silencioso f.
mi pecho ardido por una honda y clara im-
Sí, conoces ya el misterio de lo que vive, presión de felicidad, me observo a mí mis-
de lo que canta, de lo que llora. ¡1¡Acaso no mo. . . Entonces, te busco para no estar so-
amas?.
lo ...
X XI
26 de agosto.
25 de agosto.
Sin mirarlo, he pasado con displicencia
Zambo me mira intensamente; pero en la mano por la cabeza aterciopelada del gato.
sus ojos lo felino se trocó mansedumbre. Pasan las horas y espero. El humo blan-
¿ Qué miras 1 i Mi rostro~ co .de una chimenea, al extenderse, oculta,
Quizá tú no poseas claros sentimientos por un instante, a dos pájaros que cruzan
sobre belleza humana. De las tres, como volando.
quiere dividirlas el filósofo, la de mi enten- La carcajada de un niño me distrae. Es
dimiento es poca, apenas si se esconde en una carcajada fresca, abundante; borbotea y
:sé derrama ...
unas escasas intenciones; la del ánimo, tími-
d3;; Y la del cuerpo. . . i Qué piensas de es- Imagino que su rostro es rubio, y sonrío ..
tos pómulos enormes; de esta nariz roma y
II
de estos ojillos apagados~ ¡ Cómo no cuajar
en lágrimas mis frecuentes ensueños amoro- 28 de agosto.
sos!.
Querido Zambo que me miras con ojos
VIDAS SIN RUMBO 113
112 GASTON GORI
do. Porque te muestras ciego en tus inclina- movimiento de este aire que nos llega por la.
ciones, te compadezco. Eres juguete movido ventana ...
por oscuras fuerzas; no torcerías tu destino
y también crees que el amor, es tu necesidad XV
primordial. Tu mollera gatuna, talvez des-
deñe divagaciones como esta que me escu-
15 de septiembre.
chas, mientras parpadeas pacientemente. La
ausencia de fastidio, te hace muy estimable.
Javier salió hace dos días. Han de con-
Es el caso, que persigues a la gata Edel- cluir las suelas de sus zapatos por estos ca-
ma. Es vieja y fea. Su pelambre desteñida minos de los hombres, entorpecidos por pe-
parece áspera. Para ojos humanos, carece de dregales.
atractivos. Un extrasentimiento de belleza Demasiado silencio y tristeza hay en es-
~ '
pod ria hallarle algún asomo de gracia. Pero ta casa, a pesar de los árboles y el sol. De la
es hosca y te regaña con frecuencia. Lo ten- canilla, una gota de agua suena intermiten-
go observado. Te volverá rabioso. temente sobre la lata. Su monotonía, es como
Admito que tú no piensas, como Sócra- una menuda perla que hiciera más profunda
tes con J antipa, templar, en sus maneras nuestra soledad. Zambo y yo velamos el si-
hurañas, el caudal de tu paciencia... Si tal lencio. El ha comido y ahora duerme sin
acompañarme, pues sus sentimientos de gra-
haces, confieso tu sabiduría, sin descontar
titud, permanecen tan oscuros como su ori-
que algo manifiestas de tu imprudencia.
gen ...
Pág.
Un hombre al margen de una historia 9
El podador 21
Una muerte aleccionadora 31
Detrás, las ruinas 41
Morodeadores 49 j