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DE ESNAOLA
EN LA MONTAÑA ALAVESA
~---VERGARA----
1
TIP. DE •• gL SANTISIMO ROSARl0°
- - - - 1925 - - - -
NIHIL OBSTAT1
KL CKNao11,
IMPRIMATUR,
~ EPISCOPUS VIC.TORiENSIS.
EN LA MONTAÑA ALAVESA
DEL MISMO AUTOR
COSTUMBRES
- -FO LX LO RE- -
-TOPONIMIA-
A MIS AMIGOS DE ARLUGEA Y MAROUJNEZ
""
EN LA MONTAÑA ALAVESA
El bien de Dios
con todos sea ...
•
-22-
ENERO
EN ERO
-26- .
N E R o
No se ha conocido un invierno tan negro,
como lo va siendo el actual.
Podemos decir que no ha nevado. No fue-
ron más que .dos días.
Se vistió de blanco la tierra. Se tendió so-
bre los espinos de los ribazos un finísimo
enm1je veneciano.
Colgaban las arracadas rojas de los ave-
llanos. Queda la blanca flor de las brigazas,
la sunve pelusilla, sobre el fondo verde de
los biijarrales.
Siguiendo en esta forma, 1cuánto ha de
prosperar la tierra!
Primero, la siembra, la siembra del ajo,
que ha de ser luego:
En la menguante de Enero
siembra los ajos el ajero.
Aunque un bulbo de la planta familiar
sostenla otra cosa:
:....¿Por qu~ no medraste,
ajo ruin?
-Pues por no sembrarme
en la menguante
de San Martín.
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EN LA MONTAÑA ALAVESA
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FEBRERO
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MARZO
•
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A B R 1L
Abril es bueno.
No tiene él la culpa de las kaskarrinadas.
La tiene el matacabras, el regañón .
. Abril nos trae flores y perrechicos. Y cuen-
tan que son los mejores:
Los perrechicos de marzo
valen un cuarto;
los de abril
valen mil.
Marzo, marciagas,
agua y nieve echabas;
ya no tengo miedo ,
a tus kaskarrinadas.
,
Y Marzo, herido en su dignidad, y con fe- ··
sando su impotencia sonil, le contesta, mi-
rando-como un pordiosero--a Abril:
Con uno que me queda,
y dos que me dé Abril,
no tengo de dejarte
ni rabo ni rabil.
Y efectivamente.
Una feroz granizada mató a cien carneros,.
quedando un solo superviviente, y éste sin
rabo.
Y el pastor fanfarrón-zurrón a la espalda-
Y cayado al b~azo-empuja suavemente al
único carnero que le qu eda, cuesta arriba,.
hacia los pastos sabrosos de la serranía.
Le acaricia, le mima, y le dice:
Chospa, chospa, rabón,
J
de ciento uno que tenía,
tú eres el mejor.
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MAYO
e .
stá arrinconada la cuarta nljaba que
trajo «el rey Enert>».
Sus flechas, empujadas por el soplo asesi-
no del regañón, lograron siempre el éxito
de las dianas.
Las tierras, vomitando agua. Las yugadas
-enterrando sus pezuñas anchas en los tor-
cos-no pueden avanzar en la brega.
Los alorines - alholíes - ayer hi::J.chados,
inagotables, parecen hoy gigantescos tam-
bores.
Los pajares, vacíos.
Y una serie interminable de yeguas que
malparieron en las soledades de Ognrba y
Gortnpia; vacas entorcsdlls en las za.pacas do
Izkitz; cabrns tísicas, resbalando por las can-
teras de Izki-bidea ...
Y los mocetes-ajenos al agotamiento de
los graneros y a las pesadumbres calladas
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M A y o
del hogar-juegan al corro en las eras, ale-
gres y chillones:
Keskarrina, kaskarrina,
que nos matas la gallina ...
Se templará la tierra.
Y el buen aldeano tornará a la pieza.
Acaso en abril la m~ada cortó algunos car-
dos, sin llegar hasta las raíces, y
en abril,
si cortas un cardo,
salen mil.
el sol deseado.
Los días calurosos se sucederán con el en-
tusiasmo de los rivales, en plan de glorioso
torneo.
Las flechas de «la quinta aljaba que trajo
el rey Enero ~ caldearán la tierra y alegra-
rán a las almas sombrías.
Y luego ... un poco de agua
La tierra de la montaña es hidrópica. Y
las nubes son buenas vecinas.
El montafiés verá que cada golpe de agua
da un soberano empujón a las plantas.
Y los mocetes, que univorsalizari. las virtu-
des del agua de mayo, volverán a jugar al
corro en las eras, cantando:
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A y o
Agua de mayo,
médrame el pelo,
siete varitas,
menQs un dedo.
'Los aldeanos' no vemos el porvenir.
Leemos en las estrellas, en la direceión de
los astros, en las costumbres de los animales,
en el color de la tierra.
Pero muchas veees leemos mal.
Y donde creíamos ver sol, dice agua.
' Estos pronósticos que aquí he escrito, no
los he leído en las Astrellas, ni en las nubes,
ni en los animales, ni en la tierra.
Los he leído en un calendario íntimo, que
.anuncia nuestros deseos.
e.Fracasará mi visión?
He visto al sol abrazado a Mayo ...
Pero un viejo diablo de la montaña decia
que
enterraron a Mayo
· con siete capotes
y un sayo.
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• ) UN 1 O
'
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JU L 1 O
'
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AGOSTO
y no falló el pronóstico.
Días serenos, claros.
Calor, bochorno, oleadas de fuego en el
ambiente.
Y la tiorra, como mm inmensa remora de
ascuas oculta'!.
Luego, a la tardecica, el cierzo consolador,
que refresca, sacude y despabila.
Algún insignificante nieblajo; pequeños
raspazos de agua, excelente::; para el tardío.
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EN LA MONTA~A ALAVESA
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SEPTIEMBRE
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OCTUBRE
el lónguilis, lónguilis,
estaba mirando;
si el txínguilin, txfnguilin
se cayera,
el lóng uilis, lónguilis,
lo comiera.
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NOVIEMBRE
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DICIEMBRE
Hilar de veras,
desde Navidad
a Candelas.
Quien pa Candelas no hiló,
atrás la tela dejó.
Hilar, hilar ...
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MI ALDEA
MI ALDEA
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EL ANTIGUO MONTAÑES
e
montaflés.
n mangas de camisa y calzado con
fuertes abarcas, va a la sierra el
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LOS MONTAÑESES DE HOY
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LA ERMITA DE LA MONTAÑA
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PSICOLOOIA DEL MONTAÑES
Zapateros y sastres
y tejedores,
hacen una cuadrilla
de enredadores.
De molinero cambiarás,
de ladrón no te apartarás.
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LOS NIÑOS DE LA MONTAÑA
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EL DOMINGO EN LA MONTAÑA
'"<""\ omingo.
U Un domingo de luz cegadora, at-
mósfera clara, cielo intensamente azul.
Un cielo reducido, cortado por la cinta se-
micircular de la serranía, como una ori,g inal
capota.
La fuerza ardorosa del sol - triunfador
con Canícula-lucha en las alturas con el
empuje bravío de un cierzo deseado, con-
solador.
Vacila el mercurio del único termómetro.
El domingo en la aldea es un día de quie-
tud absoluta, de reposo bienhechor, día se-
dante y r eparador.
Cantan con más sentimiento los tordos y
las charras en Basa-bidea y Donustebia, y
en los cerezales de Legurria.
No temen sorpresas agresivas.
El ganado pace y rumia en Okalanduia.
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EL DOMINGO EN LA MONTAÑA
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RECUERDOS DE ANTAÑO
©
el agosto.
apito es ya un mozo.
Cumplió los diez y ocho años en
«Trabajaba un pastorcito
remendando su zamarra;
ve pasar a cinco lobos,
y en medio, una loba parda.
La loba, más atrevida,
un cordero se llevaba.
-Loba, deja ese cordero,
que a tí no te debe nada.
Si te chapo mis cachorros,
te dejarán maltratada.
-Yo me como a tus cachorros,
y a ti, si presto no callas.
-Arriba, perro rabón,
arriba, perra barrada.
Hala, que si la pilláis,
la cena teneis ganada,
y si no me la pil!ais,
llevareis con la cachaba.
Siete leguas la corrierron
por una oscura montaña,
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C O M O L O S T R I L L O S ••.
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iCUANDO NOS VOLVEREMOS A VERr
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jCUANDO NOS VOLVEREMOS A VER!
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<-
ORILLO, AFORTUNADO
-Nos denunciaréis'?
-No tengais miedo. Os salvaré.
---Y tqué vais a responder cuando os pre-
gunten .. .?
-Ahora mismo vas a traer el anillo; lo
metes, como puedas, en el papo de aquel
pato amarillo que picotea en el jardín, y
nada más.
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YO, TRES, Y TU, DOS ...
Habla el matrimonio:
-¡Mamerta! Mira el hoyo. ¡Míralo! Que no
-va do broma. Que te onterrnmos ... Dí que yo,
tres ....
-¡No! ¡Aunque me entiel'ren!
- ¡Oña! - grita el marido, levantándose
·como una furia, con gran espanto de los que
.alli estaban.-¡C6mete Jos cinco!
No es posible describir el susto de los con- ·
ductores y del enterrador, cuando vieron
que-al conjuro del marido--se levanta la
difunta, dispuesta, sin duda, a devorarlos.....
Galoparon, sin atreverse a mirar hacia
.atrás.
No sé si Mamerta se comió los cinco hue-
vos, o se sintió espléndida ...
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· EN LA MONTAÑA ALAVESA
-Y &si no vienen?
Clavaba Pacho sus ojillos saltarines en la
cara redonda, llena, del t1o Chumenea.
·Este se detuvo un momento, como refle-
xionando.
Con el índice en la frente, y mirando al
suelo, dijo:
-1\Ie parece a mí, Pacho, que están mu-
cho vezaos, y que no fallarán ~Tienes balas'?
-Pa matar a tós los jabalines de Izkiz ...
-Pues tráete un buen pedazo, que menos
de cuatro no son ...
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MILAGROS DEL SEBO
No se re~ignaban.
En cuanto terminó la función religiosa y
' ·quedaron solos, se quitaron las capas.
Volvieron a untar con sebo.
Se sentaron. Todos cahían.
¡Natul'almente!
-¿.Lo veis'? ¡Todo se le tiene que ocurrir a
;uuo!
Fuer0n a Vísperas ...
¡Alguna bruja andaba en el banco!
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EN LA MONTA Ñ A A LA V ES A.
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TUS ... MUS ...
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LA FLEXIBILIDAD DE BRAGAZAS
Llegó un domingo.
La señá Carlota, la mujer del inexorable
Bragazas, de indiscutible vocación detecti-
vesca, se asomó, con gran cautela, a una ren-
dija de la ventana, a las diez de la noche,
con todo el celo de una alcaldesa de con-
ciencia ...
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LA FLEXIBILIDAD DE BRAGAZAS
-iCatorce!
-iürdago!
-Quiero y gano ...
· A las tres de Ja mallana pudo llegar a casa
Bragazas, apoyado en los brazos del aJgua-
'Cil y de Roque, con el odre lleno de ron y
de sopas de ajo ...
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AGUDEZAS DE LA MONTAÑA
El día de la elección.
Tres amigos de Uralde, largos ... largos ...
doblados por el peso de unas enormes capas
de paño, se acercan al colegio momentos an-
tes de Ja hora del escrutinio.
Van hablando de asuntos aldeanos, por
charlar de algo.
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EN LA MONTAÑA A"LAVESA..
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UNA SOLUCION INGENIOSA
El marido-más ecuánime-continúa el
duelo, pero inspirándose en una intención
más impersonal:
Cuando Dios creó al erizo,
lo creó de mala gana;
por eso el animalito
tiene tan suave la lana.
\~
EN LA MONTAÑA ALAVESA
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EN EL CUMPLIMIENTO DEL DEBER
Domingo.
Don Manuel no había llegado al pueblo.
No faltó quien censurase al cura, al pobre
-cura, que por amor a sus feligreses y a su
santo ministerio, aceptó dos sacrificios, a cual
ú1ás dolorosos.
-iQ.ué templao!-decía un vecino, que ha-
bía sido acemilero en el servicio-así, cual-
quiera es cura ...
-&No sos lo dije'?-añadió, triunfador, el
.sefior Ulpiano.
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EN LA l\1 O N T A Ñ A ALAVESA «-.,
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LA CAZA DE PALOMAS
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EN LA MONTAÑA ALAVESA
' ;j<
dado y una «monada» exagerados, levanta- ·
ron sus escopetas y apuntaron ...
Y Goyo-al mismo tiempo que decía «¿cs-
táis?»-rlió disimuladamente un golpe a la
cuerda de una paleta, y la ciega-al levan-
tarse-espantó a la bandada, que huyó a una
velocidad fantástica, quedando burlados to-
dos los cazadores...
-¡También tiene esto alma!--rugió el pe-
rillán-¿Quién ha sido?
Era inútil. Sabían todos perfectamente que
el travieso había hecho una de las suyas.
- -iPero si yo no he tocao la cuerda!. ..
Continuaban oyéndose los disparos de las
chozas vecinas.
No tardó mucho en llegar otra bandada.
Se tiraron todos a sus escopetas.
-A ver si alguno vuelve a descuidarse-
aclvirlió Goyo.-¿Estáis?
-iSít
-iPis!. .. ¡Pum!
Una descarga cerrada.
La bandada huyó, alocada. Y las cuatro
ciegas colgaban-muertas-de sus paletas •..
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LA CAZ A DE PALOMAS
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LAS ASPIRACIONES DE LA MONTAÑA
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