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Monitor: Jesús nos llama a cada uno personalmente a seguirlo, a estar con Él y anunciarlo con
todo el corazón, pero a la vez el Llamado es también en Comunidad, en la Iglesia. Por eso hoy
rezamos en especial para que el Espíritu nos mueva continuamente a ser una Iglesia cada vez más
signo de Comunión entre nosotros y para el mundo.
Oración Inicial. Pastor bueno, que congregas a tu grey en medio del mundo, conduce a la madurez
de la fe, la esperanza y el amor a nuestras comunidades parroquiales, y suscita en ellas generosas
vocaciones para hacer visible tu solícita guía de la Iglesia. Amén.
Canto.
Monitor. Nos ponemos de pie para escuchar el Evangelio.
Lector 1. Dios siempre ha escogido a algunas personas para colaborar de manera más directa con
Él en la realización de su plan de salvación. En el Nuevo Testamento, Jesús, el Mesías prometido,
invitó personalmente a los Apóstoles a estar con él (cf. Mc 3, 14) y compartir su misión.
Jesús pasa por nuestra ciudad, por nuestra vida, por nuestra parroquia y centro pastoral.
Todos los días se nos presenta una nueva oportunidad para descubrir a Jesús, vivo y presente en el
mundo. Camina en medio nuestro y sale a nuestro encuentro.
Todos de alguna u otra forma buscamos ver a Jesús, saber quién es este hombre que transformó la
historia humana en historia de salvación. Nos preguntamos quién es Jesús, qué quiere de mí, de
nosotros.
Buscamos el sentido de nuestra vida, nuestra identidad más profunda pero muchas veces nos
encontramos imposibilitados. Se nos ofrecen infinidad de cosas como si la felicidad pasara por
tener y acumular. Todo esto no llena nuestro corazón sino que lo deja vacío, y aumenta nuestro
deseo de una verdad que abarque toda nuestra vida.
Lector 2. Tenemos que poner los medios para poder ver a Jesús, para estar con él. No dejar pasar
la oportunidad que se nos brinda día a día para encontrarnos con él. En la oración, por medio de
su palabra, en los más necesitados, en un gesto de amor, Jesús nos habla.
Jesús conoce nuestro corazón más que nosotros mismos. Sabe que lo necesitamos por eso se hace
cercano y entra a nuestra casa, a nuestra vida para transformarla. Jesús conoce nuestro corazón
más que nosotros mismos. Sabe que lo necesitamos por eso se hace cercano y entra a nuestra casa,
a nuestra vida para transformarla.
Cuando Jesús nos habla arde nuestro corazón y cambia nuestras tristezas en alegrías, nuestra
dureza en respuesta espontánea.
El estar con Jesús no nos deja igual, nos convierte en hombres nuevos capaces de dejarlo todo para
seguirlo. Nos da la fuerza y la valentía para dejar aquellas cosas que nos atan, que no nos dejan
responder libremente a su llamado. Nos abre a los demás, y nos impulsa a compartir y a dar con
generosidad.
Jesús nos regala la salvación. No quiere que nos perdamos, sino que quiere mostrarnos el camino,
la verdad y la vida que es el mismo. Quiere regalarnos su propia vida de resucitado. La vida junto
a Dios, que es participar de la comunión de la Trinidad.
Canto.
Oración vocacional
Monitor. les invitamos ahora a rezar la siguiente oración vocacional escuchándola y repitiéndola
en nuestro corazón.
Lector 3. Amoroso y bendito Dios, Padre de todos, Tú siempre bendices en todo momento a tu
pueblo y estás al pendiente de sus necesidades a través de tu providencial cuidado. Tu Iglesia
continuamente necesita sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos que ofrezcan su
vida al servicio del Evangelio. Abre nuestros corazones para que sientan tu llamado. Danos el don
del entendimiento para que puedan aceptar la invitación de servirte a ti y a tu Iglesia.
Danos el don de la decisión para seguir tu llamado. Concédenos tener el espíritu del joven Samuel
quien encontró el pleno desarrollo de su vida cuando te dijo: “Habla, Señor, que tu siervo te
escucha.” Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor y Redentor. Amén.
(Pausa para una reflexión en silencio)
Canto.
Oración vocacional.
Lector 4. Señor, quiero arriesgar la vida, donar mi propia vida. ¿De qué sirve la vida, si no es para
donarla?
Señor, Tú naciste entre las incomodidades de un viaje, Tú que moriste como un malhechor, líbrame
de mi egoiś mo y de mi vida cómoda y tranquila, para que, marcado con la señal de la cruz, no le
tenga miedo al sacrifico. Hazme disponible a tu llamado.
Tengo que comprometer mi vida, creyendo en tu Palabra y en tu amor. Los demás pueden ser
prudentes, a mí me pides ser atrevido. Los demás creen en las leyes, a mí me mandas creer en el
amor.
Los demás planifican su vida, a mí me pides entregarme sin reserva. Me pides disponibilidad total
al gozo y al sufrimiento, al éxito y al fracaso; me pides arriesgar mi vida, sin preocuparme de las
consecuencias, contando sólo en tu amor. Amén.
Lector 5. Te ofrecemos, Padre, nuestra oración en favor de las vocaciones y de los jóvenes que
sienten tu llamada a la vida sacerdotal, religiosa y laical.
- Por el papa Francisco, los obispos, los sacerdotes y los consagrados, para que sean guías a
ejemplo de Jesús Buen Pastor.
Todos: “Que seamos constructores de Comunión.”
- Por nuestra Iglesia, para que vivamos el compromiso de la fe con la alegría del evangelio, siendo
así sal de la tierra y luz del mundo.
Todos: “Que seamos constructores de Comunión.”
- Por nuestras familias cristianas, para que viviendo la fe intensamente, dispongan a sus hijos a dar
una respuesta afirmativa a tu llamada.
Todos: “Que seamos constructores de Comunión.”
- Por nuestros Centros Pastorales para sean centros de vivencia fraterna, alegre, servicial que
motiven a las jóvenes a seguir a Jesucristo con nuestro estilo de vida.
Todos: “Que seamos constructores de Comunión.”
- Por todos nosotros, para que con alegría y generosidad respondamos a nuestra vocación personal.
Todos: “Que seamos constructores de Comunión.”
Lector 5. Señor Jesús, que nos mandaste rogar al Padre que mande obreros a su mies, escucha
nuestra oración y haz que los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de tu Iglesia crezcan en
número y perseveren fieles a su vocación. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Ayúdame a conseguir ese vacío interior de mí mismo con la entera disponibilidad requerida para
seguir la vocación, como tú la tuviste.
Señora y Madre de la vocación; Tú, que cuidas el desarrollo del Cuerpo de tu Hijo, que es la
Iglesia, sé sembradora de vocaciones: despierta en las almas juveniles la fervorosa acogida a la
divina llamada, y acompaña el desarrollo de toda vocación con tu cálida protección maternal, para
gozo de la Santa Iglesia y de tu Hijo, Jesús. Amén.