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Capítulo 8 La comprensión del hombre como una


extensión de los medios

Chapter · July 2016

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Jorge Alberto Hidalgo Toledo


Anáhuac University
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Capítulo 8
La comprensión del hombre
como una extensión
de los medios
Jorge Alberto Hidalgo Toledo

Jorge Alberto Hidalgo Toledo. (México) Fue presidente del Consejo Nacional
para la Enseñanza e Investigación de las Ciencias de la Comunicación, CONEICC
para el periodo 2012-2015. Comunicólogo, maestro en Humanidades y doctor
en Comunicación Aplicada por la Universidad Anáhuac; en la que también
cursó el Diplomado en Judíos, Cristianos y Musulmanes en la cuenca del
Mediterráneo de la antigüedad a la actualidad (en conjunto con la Universidad
Hebrea de Jerusalén); así como el Diplomado en Realización, Análisis y
Crítica Cinematográfica en el Museo Carrillo Gil. Es miembro del Consejo
Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo, del consejero editorial de
Reforma.com, del Consejo de Programación Radio Ciudadana del Instituto
Mexicano de la Radio (IMER), y del Consejo Técnico del EGEL Ciencias de la
Comunicación.
2 C APÍTULO 8 f L A COMPRENSIÓN DEL HOMBRE COMO UNA EXTENSIÓN DE LOS MEDIOS

Resumen
El yo exaltado, el yo exacervado. El yo que se engolosina,
un yo narciso que en el vértigo que produce su
propio reflejo se embota en el espejismo; en la
percepción refleja de sí mismo y se confunde
creyendo que es una prolongación de aquello
que percibe. La comprensión de los medios como
las extensión del hombre texto central en la obra
de Marshall McLuhan explora la fascinación por
el medio y su evolución como extensión del proceso civilizatorio tecno-cultural.
Hoy la vida se ha mediatizado, el yo se fragmenta, se prolonga y se repite en forma
mecánica y viral al grado de que el hombre pareciera una extensión de los medios
y no viceversa. El presente texto explora la sentencia de McLuhan que afirma “El
hombre queda inmediatamente fascinado por cualqier prolongación de sí mismo
en cualquier material distinto a su propio ser” (McLuhan, 1989, p. 68) para indagar
el proceso de hipermediatización de la vida y la cultura, el culto mediático, los
procesos identitarios y las prácticas performativa que establecen los usuarios de las
tecnologías de información.

Narciso es un dispositivo
Los jóvenes hemos adoptado un estilo de vida a partir
de la tecnología.
Los medios tradicionales convergen con el internet y
es así como el disfrute y la consulta de información se
volvieron atemporales.
Por eso influyen en abastecer de información, formar
cultura y opinión, además de entretener
(Sujeto informante digital, SID 87, DF, México)1

En 1923, Harold Innis escribe su tesis doctoral A history of the Canadian Pacific
Railway, en ella identifica la entrada de Canadá en la era moderna gracias a la
implementación del ferrocarril transcontinental en 1885. Su tesis, posteriormente
publicada como libro (1923), deja ver no sólo la importancia del tren en la
economía canadiense. En su análisis de las rutas comerciales y de transporte de las
redes ferroviarias da cuenta de la tecnología como medio de comunicación; como

1 A partir de este momento el lector encontrará la referencia SID como acrónimo de sujeto informante digital; es
decir, las personas que contribuyeron al estudio cualitativo a través de entrevistas, foros de discusión y sesiones
en línea de metarreflexión sobre la condición de vida digital.

Alfaomega LA COMPRENSIÓN DE LOS MEDIOS EN LA ERA DIGITAL – J ORGE A. H IDALGO


C APÍTULO 8 f L A COMPRENSIÓN DEL HOMBRE COMO UNA EXTENSIÓN DE LOS MEDIOS 3

interfaz de mediación, como una infraestructura sobre la cual se soportan modelos


económicos, instituciones, estructuras culturales, campos sociales, comunidades de
significación. Con esta referencia Innis permite visualizar el poder del ferrocarril y
de toda tecnología para influir en los procesos culturales, políticos, económicos y de
organización social.
El ferrocarril, por lo tanto, expande y conecta; lleva materias primas y personas;
transporta el acero y el mundo industrial; incrementa las relaciones entre el centro y la
periferia. Con el tren llegó la civilización europea a Canadá. Generó mensajeros y men-
sajes; transportó de un lado a los migrantes, sus objetos y costumbres, y por el otro, a
los nativos les dejaron llevar sus lenguajes, artefactos y tradiciones (Innis, 2007).
A la luz de Innis, las innovaciones tecnológicas son la causa de los cambios en las
instituciones culturales y sociales. Son como vehículos de comunicación que pueden
difundir conocimientos y crear civilización (Fernández y Hernández, 2004).
Hoy al igual que con el ferrocarril, estamos viendo cómo los nuevos medios,
particularmente Internet, permiten que migrantes y nativos digitales (Prensky, 2004)
confronten y compartan sus civilizaciones, su mundo, sus lenguajes. Sin lugar a du-
das, el sesgo de la comunicación digital es el de una doble “evangelización”: la de los
migrantes hacia los nativos digitales y viceversa.
En los hipermedios, los lenguajes fluyen, se mezclan y se crean; se resignifica el
mundo; se construyen nuevos mitos fundacionales; se adaptan artefactos; se constru-
yen monumentos, templos… se alzan civilizaciones.
Hoy nos encontramos insertos en una mediósfera (Silverstone, 2004); en un te-
rritorio existencial plagado de medios. Despertamos, vivimos y fluimos con ellos. La
vida se ha vuelto un sistema de mediaciones hipercomplejo de codificación y bús-
queda de sentido a través de procesos discursivos, comunicacionales. En esa medió-
polis (Postman, 1993) se ubica el hombre contemporáneo; en ese nuevo horizonte,
las personas intentan encontrar su lugar en el mundo, ser en el mundo.
La comunicación se ha vuelto la onda expansiva, la revolución simbólica que
ha llevado al hombre a construir hábitats de significación. En esa ecología mediática
el hombre ya no es el mismo. Su interacción con la realidad se ha tornado hiper-
compleja. Con los medios y desde ellos, establece nuevos procesos de percepción,
cognición, memorización, realización… Hoy estamos ante un Homo Signis, un sujeto
significante, referencial, simbólico que nutre su ser a través de interacciones media-
das que fluyen de los entornos físicos a los virtuales, es decir, a través de interfaces
comunicativas, que han generado transformaciones económicas, políticas, cultura-
les, sociales e incluso espirituales. Por lo tanto, se vuelve vital replantear cuestiona-
mientos básicos de orden antropológico para entender la condición humana en el
entorno digital. ¿Cómo se presenta este nuevo sujeto ante los otros en un mundo
hipermedial?, ¿qué tipo de interacciones establece con el mundo y con los otros
a través de estas interfaces culturales que son los medios?, ¿cómo se construye la
identidad en un entorno hipermedial?, son algunas de las preguntas que circulan a
lo largo de este texto.
LA COMPRENSIÓN DE LOS MEDIOS EN LA ERA DIGITAL – J ORGE A. H IDALGO Alfaomega
4 C APÍTULO 8 f L A COMPRENSIÓN DEL HOMBRE COMO UNA EXTENSIÓN DE LOS MEDIOS

Marshall McLuhan afirmaba que el “hombre quedaba inmediatamente fasci-


nado por cualquier prolongación de sí mismo en cualquier material distinto a su
propio ser” (1989, p. 68), y eso es lo que estamos viviendo: un yo exacerbado,
fascinado por sus prolongaciones, por sus repeticiones, cautivado por la reproduc-
ción mecánica/digital de aquél que es el mismo, pero que a su vez es sólo simulacro
y representación.
Los medios parecieran dejar de ser extensiones del hombre mientras éste se con-
vierte en una extensión de sus propios medios. Pareciera que se ha roto el equilibrio,
que el dispositivo hoy es el mismo Narciso que se engolosina con la imagen del
hombre que se viraliza en cada una de sus pantallas.
Estamos ante una cultura narcótica, que en su naturaleza espiral envuelve al
hombre en esa sensación de vértigo donde termina por encandilarlo hasta que se
enamora la tecnología de su propia imagen.
El hombre ya no sale de sí mismo ante la fuerza centrífuga del vértigo narcótico;
los medios implosionan la existencia estimulando el ensimismamiento. El ritmo se
ha acelerado, la velocidad se torna más salvaje, el estímulo cada vez es más profun-
do, la amplificación mediatizadora lo satura todo bloqueando la misma percepción.
El narciso en su enamoramiento ya no se reconoce a sí mismo. Hemos mecanizado/
mediatizado la existencia. La experiencia social se ha sobre estimulado por las sensa-
ciones y percepciones que recibimos de los medios. Los sentidos se encuentran em-
botados, fragmentados, parafraseando a Blake la imaginación se encuentra encerrada
en sí misma como en una coraza de unos y ceros.
Actualizando a McLuhan, los medios se han convertido en los órganos sexuales
del mundo digital, “del mismo modo que la abeja lo es del mundo vegetal” (McLu-
han, 1989, pág. 74) (McLuhan, 1989, p. 74), al fecundar la naturaleza humana
creando siempre formas nuevas.
El mundo de los hipermedios corresponde a la identidad del hombre, atendiende
sus intereses, inquietudes, motivaciones, deseos y caprichos. Los hipermedios como
extensión de la identidad del hombre, el hombre como extensión de los medios.

La hipermediatización de la vida: una nueva ecología


de medios
Los estudios de medios y comunicación contemplan tres grandes tradiciones al
tratar de identificar la influencia de los medios y los procesos de comunicación: 1) el
paradigma de los efectos que analiza el efecto de los medios sobre las personas; 2) los
estudios culturales en los que se investiga y reflexiona sobre lo que las personas hacen
con los medios, y 3) la ecología de los medios en la que se analizan los ambientes creados
por medios y demás tecnologías de información y comunicación estableciendo
relaciones casi de orden biológico, simbióticas o antagónicas con las personas.

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C APÍTULO 8 f L A COMPRENSIÓN DEL HOMBRE COMO UNA EXTENSIÓN DE LOS MEDIOS 5

Estas tradiciones consideran, por un lado, estudiar a los medios separados de la


cultura y la sociedad o con una cierta influencia sobre ellos; por otro, el que los medios
son concebidos como instrumentos que sirven para que las personas cumplan ciertas
funciones, roles y fines, en consecuencia, que se desarrollen en un entorno tecnológico
estableciendo relaciones de dependencia cultural y/o mitificación de la tecnología.
Aún cuando se considera a las personas como usuarios activos y competentes
para sacar el máximo provecho de los medios en su vida diaria, tienen que confron-
tar los discursos hegemónicos e interpretándolos mediante un pensamiento crítico
de acuerdo a sus bagajes culturales y sociales.
Las distintas tradiciones centran su foco en el proceso de comunicación, es decir
en la mediación. El mismo Jesús Martín Barbero rompió con la visión mediocentrista
y propuso el paso de los medios a las mediaciones (1987) haciendo ver la importancia
de las prácticas de interacción de los sujetos con los medios. Posteriormente, Carlos
Scolari (2008) al teorizar sobre las interacciones digitales y la apropiación de los
hipermedios por parte de las personas en sus vidas considerando aspectos como la
cultura de la convergencia (Jenkins, 2008) y las audiencias colaborativas (Rheingold,
2004) propone el paso de las mediaciones a las hipermediaciones (2008). Stig Hjarvard
(2013), por su parte, propone una cuarta ruptura que es el paso de la mediación a
la mediatización, esta apuesta teórica considera que la cultura y la sociedad están
permeadas por los medios, por lo tanto, no podemos seguir considerándolos como
instancias aparte de las instituciones culturales.
Los medios han adquirido tal nivel de omnipresencia e influencia que las insti-
tuciones culturales y sociales han modificado su carácter, funciones y estructuras en
respuesta a este poder.
Por tanto, la teoría de la mediatización se enfoca en comprender el paso de la
comunicación mediada a las grandes transformaciones estructurales derivadas de la
incidencia de los medios en la cultura y la sociedad contemporánea, así como los
cambios en la secuencia comunicacional (emisor, mensaje y receptor) y su relación
con otras esferas situadas a lo largo del tiempo y el espacio.
Desde esta perspectiva, más que comprender el impacto de los medios en un
tiempo y espacio específico, se captarán las redefiniciones en las interacciones socia-
les que se generan a largo plazo producto de la autoridad de los medios.
Así tenemos a los medios entendidos en su permanente interacción con la cul-
tura y la sociedad. Ahora bien, la presencia de los medios se ha convertido en una
condición estructural sobre la cual se soportan todas las prácticas culturales, eco-
nómicas, políticas y sociales (Livingstone, 2009) en un contexto digital en el que
prácticamente todos los aspectos de la vida se han mediatizado (Deuze, 2012) y su
presencia se ha integrado con las instituciones y se han diseminado en tres dimen-
siones de la vida: la física, la virtual y la mental, por lo que se constituye en la prin-
cipal fábrica de interacciones simbólicas, culturales, económicas, sociales, políticas
y espirituales, en el territorio (hiperespacio) donde se construyen y se proyectan las

LA COMPRENSIÓN DE LOS MEDIOS EN LA ERA DIGITAL – J ORGE A. H IDALGO Alfaomega


6 C APÍTULO 8 f L A COMPRENSIÓN DEL HOMBRE COMO UNA EXTENSIÓN DE LOS MEDIOS

principales prácticas performativas identitarias. Cuando hemos entendido este proce-


so, nos encontramos ante el paso de las mediatizaciones hacia las hipermediatizaciones.
La hipermediatización considera los grandes cambios estructurales y en las rela-
ciones, cogniciones e interacciones humanas, derivados de la interacción medios,
hipermedios, cultura, sociedad, instituciones e individuo en las dimensiones físicas,
virtuales y mentales a lo largo del tiempo.
Por tanto, esta texto quiere dar cuenta de algunos cambios estructurales deri-
vados de la mediatización digital de la vida en las generaciones mediáticas y su in-
fluencia en los terrenos físicos, virtuales y mentales, es decir, en el ciberespacio de tal
forma que se pueda ubicar el lugar del sujeto en ese mundo hipermedial, así como
entender las vías que ahora tiene para establecer vínculos y relaciones con los otros
y así dotar de sentido el mundo, todo ello retomando y actualizando las reflexiones
establecidas en el pensamiento de McLuhan (Figura 1).

Mediaciones al interior de un tiempo y un espacio específico

Paradigma Estudios Ecología


de los efectos culturales de medios

Medios → personas Personas → medios

Sociedad + Medios + Cultura + Instituciones + Individuos

Economía

Política Cultura

Religión Sociedad

Relaciones estructurales → cambios de roles a largo plazo

Figura 1. De la mediación a la mediatización.


Fuente: Elaborada por el autor.

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C APÍTULO 8 f L A COMPRENSIÓN DEL HOMBRE COMO UNA EXTENSIÓN DE LOS MEDIOS 7

El medio es el lenguaje
Los medios e hipermedios juegan un papel muy
importante en la vida de los jóvenes, pues se relacionan
con gente de su edad, siembran amistades, intercambian
conocimientos, se acercan a otras culturas.
(Sujeto informante digital, SID 69, Colón, Argentina).

El lenguaje lo es todo. Somos seres que se construyen y significan en la palabra. Más


allá del ente que se rasura, el animal que convive, la horda que maquila, la creativa
que se transporta, somos seres significantes, expresiones ontológicas, acciones
dialógicas, multitudes que se expresan.
Somos palabra, imagen y sonidos. Seres que se construyen de expresiones sim-
bólicas. Corazonadas significantes; signo y significado habitado. Nuestra vida se
moldea por completo en el significado. Somos cuerpos en buscada de sentido, el
signo encarnado. Verbos que forman rostros; las imágenes que dejan los caminantes.
Somos el medio y el mensaje. El soporte y el contenido. Somos la evidencia de que
todo lo que toca el lenguaje le da vida. Lo recrea, lo lanza al escenario.
El yo no es otra cosa que lenguaje. Una expresión; representación. Signos y signi-
ficados articulados, narrados. Somos la estructura sintáctica que busca diferenciarse
en el mundo. Combinaciones de morfemas y unidades semánticas ocultas entre tro-
zos de carne, músculos y articulaciones.
Nuestro mundo, no es de este mundo. Es el de las palabras, las imágenes y el
sonido. Nuestra especie se debate entre los mundos internos y los externos. Entre lo
corpóreo y lo simbólico, vivimos suspendidos en lo intermedio, en un hiperespacio
en el que los objetos son sólo una pequeña parte de lo que en verdad vemos, senti-
mos y queremos.
Nuestra contradicción es la de los hablantes, la de la identificación, la diferencia,
la incomprensión y la falta de sentido.
Somos las palabras que se regocijan con su propio significado. Las que se engo-
losinan con su estructura, su forma y naturaleza. Somos el signo que se fascina con
su propio significado. Somos voces, iconos y melodías. Señales a mitad del desierto;
ruido en el vacío, grafitis en la oscuridad.
Somos el punto de llegada y el final del lenguaje mismo. Somos la especie signi-
ficante que estableció una simbiosis con la materia. Somos la interfaz que conduce la
existencia de la lengua. La misma que es vida y virus a la vez.
El cuerpo es el signo, el referente simbólico, el punto concentrador de las grati-
ficaciones; en él se hacen explícitos nuestros consumos más remotos; en él se mani-
fiesta activamente nuestra intimidad, nuestros gustos, deseos, pasiones, intereses y
motivaciones.
El cuerpo nos da notoriedad en el mundo, nos introduce a la historicidad, nos
ubica en una geografía, nos ata al tiempo y al espacio.

LA COMPRENSIÓN DE LOS MEDIOS EN LA ERA DIGITAL – J ORGE A. H IDALGO Alfaomega


8 C APÍTULO 8 f L A COMPRENSIÓN DEL HOMBRE COMO UNA EXTENSIÓN DE LOS MEDIOS

Sensaciones, contactos, pasiones, relaciones, excesos, conexiones... se establecen


en el encuentro, en la aproximación con el otro, en la correspondencia, en la referen-
cia socio-biológica. Somos fenómenos que ocurren y se desplazan, accidentes que
construyeron su propia ecología.
Ser y estar en el mundo se desvincularon de la primacía corpórea cuando el hom-
bre se incrustó en el hiperespacio. El cuerpo biológico se desprendió de su densidad
material. Peso y medida se liberaron de la atadura y rearticularon su significado en
el entorno digital.
La encarnación digital es una anunciación y enunciación en sí misma. Es dotar
de naturaleza viva al mundo simbólico y hacer que la compleja densidad inmaterial
del signo se vuelva soportable.
El cuerpo digital nos vuelve parte del misterio, de la entramada narrativa del
hiperespacio, nos vuelve discurso descifrable, nos exhibe como libro abierto sujeto
a la interpretación.
El cuerpo digital es signo y palabra, ícono y discurso, acción y referencia, señal
y misterio. El cuerpo digital evidencia nuestra pulsión oscópica, nuestro fetichismo
por la forma más allá del contenido, nuestro voyerismo por los afectos y la proximi-
dad simbólica que ofrece el ver, el exhibir y el ser testigo.
La condición digital es la del expectante, la del montaje, de la representación
y del simulacro. Prefiguración, figuración, visualización, recordación y olvido son
capitales simbólicos en la economía de la mediación.
Percepción y corporeidad moldean la cognición y la subjetividad. El cuerpo en
la lengua del bit, no es otro que el ícono encarnado, la lengua situada en interfaces
senso-tecnológicas, pulsos ideológicos, placeres y gratificaciones que se vuelven ex-
tensiones de nuestra identidad que no es otra cosa que signo y pixel.
La historia del hombre es la historia de sus soportes, de las interfaces usadas para
expandir su memoria, de la instrumentalidad de sus recuerdos y la mediación de su
pasado, que acumulado, no es otra cosa que el presente.
La pregunta del hombre tiene su eje en la pregunta por el tiempo. Por compren-
der la naturaleza y razón del aquí y ahora, del por qué a mí, por qué aquí.
La historicidad de nuestra carne se complejiza, a diferencia de la de otras espe-
cies, por la incertidumbre que encierra el hasta cuándo, cuánto queda más de vida.
Llegamos sin entender por qué y de la misma forma nos vamos. Nuestra exis-
tencia está marcada por fracciones, segmentos, instantes, secuencias, historias, anéc-
dotas... Al fin y al cabo porciones de tiempo. El flujo, los ciclos, los años... nuestra
existencia que se ancla al momento y nuestra memoria a lo que fue y todavía no
termina de procesar.
En el devenir de la memoria, el hombre ha creado recursos, instrumentos, herra-
mientas, soportes, interfaces, medios para resguardar su paso entre sus semejantes:
la primera piedra tallada que pasó de generación en generación para mostrar a los
suyos la vía de supervivencia; la vasija de barro que mimetiza la base civilizatoria del

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C APÍTULO 8 f L A COMPRENSIÓN DEL HOMBRE COMO UNA EXTENSIÓN DE LOS MEDIOS 9

hombre que vive en comunidad y resguarda sus alimentos de otros depredadores


del sello primario de identidad; la mano en la caverna que testifica su paso por el
mundo y que busca alcanzar al otro por mucho que haya avanzado en su paso; el
báculo labrado con glifos que sintetizan una cosmovisión; las construcciones que
lo arraigaron al espacio y confrontaron la existencia y el paso del hombre entre lo
transitorio y lo permanente; la estela labrada en la que representaciones figurativas y
cuñas abstractas congelan su pensamiento y normalizan su comportamiento; escul-
turas monumentales en las que busca dignificar su grandeza y sacralizar su fluir por
el mundo; íconos que antropomorfizan el cosmos y lo dotan de rostro y expresión;
tablas y papiros en los que narra su experiencia en el mundo y vierte sus angustias;
manuscritos en los que se cuestiona la existencia y busca registrar las sorpresas que la
vida le provocan: cuadros en los que plasma su vida, pasajes, anécdotas que no desea
que se olviden; libros que acumulan y democratizan los saberes; revistas y diarios
que temporalizan los aconteceres; sonidos que expanden su voz y sus historias a to-
dos los rincones de su hasta entonces universo; fotografías que reproducen y replican
el mundo visto y el que capturan el que falta por ver; cintas que dieron movimiento
a sus emociones; pantallas que registran en tiempo real el modo en que fragmenta-
mos el mundo y con las que satura los tiempos muertos; redes que hiperconecta su
mente estableciendo nuevas sinapsis; dispositivos móviles en que todo el universo se
compacta en la palma de su mano.
Tiempo y espacio se disuelven entre bits y pixeles. Como afirmara McLuhan: “La
era electrónica[...] angeliza al hombre, lo descarna. Lo convierte en Software” (Fer-
nández y Hernández, 2004, p. 63).
El cuerpo en la era digital se volvió sintaxis, código, lenguaje cifrado. Su condi-
ción de soporte se diluyó junto con el tiempo y el espacio y se tornó en flujo, canal
y membrana.
El soporte de almacenamiento es el hiperespacio por completo. Cada conexión,
cada nodo, cada entrecruce opera como neurona; como un cromosoma memoria
que en cada acto de reproducción expande el código y se extiende en sí mismo cada
recuerdo.
Nuestra memoria digital es una respaldo performativo vivo; en permanente ac-
tualización. La mirada del otro y su memoria se conjugan con la propia, se moni-
torean y conquistan entre sí. Se fusionan y crean la ilusión de la yuxtaposición y
complementación existencial.
Memoria individual y social operan en modo interconectado, hipervinculado,
hipertextual. El otro y lo otro es la multirreferencia, la exploración, recolección, acu-
mulación y saturación del big y meta data que se perciben como si fueran experien-
cias encarnadas.
La memoria digital es la misma que la de Funes, el Memorioso; interminable,
inagotable, avasalladora, asfixiante en su abundancia, ubicua y omnipresente.
Categorías divinas hoy sirven para la comprensión de la actividad cerebral de la
gran mente hipercolectiva e hiperconectiva.
LA COMPRENSIÓN DE LOS MEDIOS EN LA ERA DIGITAL – J ORGE A. H IDALGO Alfaomega
10 C APÍTULO 8 f L A COMPRENSIÓN DEL HOMBRE COMO UNA EXTENSIÓN DE LOS MEDIOS

La memoria digital como registro y posesión es el terreno de lo descarnado, del


signo; es la interfaz cultural y social de la vida hipermoderna. La memoria digital es
la nueva galaxia; la noósfera donde el pensamiento simbólico se vuelve materia viva,
una red global de información y comunicación.
El hiperespacio se vuelto la unidad codificante, el soporte de almacenamiento y
el indexador que facilita la recuperación del presente y el pasado, así como el pre-
dicador de los patrones que definirán nuestro futuro (premediación) (Grusin, 2010).
La percepción de existir se modifica al alterar la tempo-especialidad de nuestra
materia. El signo cohabita en la paradoja de lo efímero y lo trascendente. En la nube
del espíritu que no es más que un cúmulo de significantes y significados que aportan
dimensión a la existencia.
Los medios han moldeado a la sociedad y la cultura, han remodelado y rees-
tructurado los patrones sociales y cada uno de los aspectos de nuestra vida pública
y privada.
“Las sociedades siempre han sido moldeadas más por la índole de los medios
con que se comunican los hombres que por el contenido mismo de la comunicación”
decía McLuhan (1988, p. 6). El lenguaje de los nuevos medios lo ha terminado por
moldear todo, han prolongado nuestra base neuronal, nuestro sistema nervioso cen-
tral, han prolongado nuestra existencia transfiriendo nuestros actos y conocimientos
a los entornos digitales.
El hombre se ha descarnado, hoy es lenguaje, signo y referente; es imagen,
representación y simulacro; es sustancia transferida. Los medios son la morada del
ser. Ninguna comprensión de un cambio social y cultural es posible cuando no se
conoce la manera en que los medios funcionan como ambientes” (McLuhan y Fiore,
1988, p. 26)
Nos encontramos ante un nuevo ambiente, otro escenario, ejerciendo nuevos
roles, implementados desde nuevos dispositivos e interfaces. El lenguaje es el signi-
ficado mismo, no lo que transmiten y hacen los medios. La esencia del hombre es la
comunicación misma, la maquinaria misma de las relaciones humanas. Si la esencia
de la tecnología es la comunicación, los medios en sí mismos son la encarnación del
hombre. El contenido de todo medio es el lenguaje, el hombre mismo. Más que el
medio es el “lenguaje lo que conforma y regula la escala y la forma de asociación y la
acción humana” (McLuhan, 1989, p. 31).
La navegación del hombre sucede entre los hombres y sus formas expresivas.
La naturaleza mediática es la esencia del lenguaje: mediar y significar. Referir al
mundo, darle forma, sustancia y existencia. Tanto los medios como el lenguaje
configuran la realidad, la dotan de claridad, perspectiva y profundidad. La multi-
dimensionalidad que produce el lenguaje ha convertido a los medios en el artículo
de primera necesidad.

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C APÍTULO 8 f L A COMPRENSIÓN DEL HOMBRE COMO UNA EXTENSIÓN DE LOS MEDIOS 11

La i-dentidad hipermedial
Los hipermedios le aportaron a mi vida conocimiento,
aplicación e ideas, networking.
(Sujeto informante digital, SID 21, DF, México)

La identidad es, por un lado, la narración que hace el individuo de sí mismo y por
otro, el proceso de producción de significados en constante desarrollo y movimiento.
Con esas narraciones conversa con los otros, con el mundo y con ellos mismos.
Hoy que la vida se ha mediatizado y que niños y jóvenes han encontrado en
medios e hipermedios un canal para poder expresar su relación con el mundo, es
en éstos donde los sujetos se definen, se construyen, se entienden y adjudican perte-
nencia. Una nueva dialéctica: consumo-representación/medios-cultura-identidad se
ha establecido. En ese marco de referencia se han integrado e hipermediatizado las
prácticas cotidianas.
Cada medio e hipermedio ha empezado a asumir un rol particular en la vida de
cada persona; sin embargo, en su conjunto permiten a los individuos adquirir per-
cepciones sobre sí mismos, construir sentido de identidad, experimentar liberación
emocional, escapar de la realidad o sentirse relajados. En este sistema de relaciones
se están configurando nuevos significados sociales.
Por tanto, los medios se han convertido en el escenario de negociación de iden-
tidades, en el laboratorio donde se construyen; son el lugar donde se replantea el
sentido del ocio y el entretenimiento, así se establecen nuevas prácticas comunicati-
vas, se planean actividades, se participa socialmente a distancia o se dialoga con los
amigos. Los medios, como toda interfaz, establecen una seducción y una condición
interpretativa al ubicarse entre las fronteras entre el mundo físico, el virtual y el
mental. Los medios e hipermedios amplifican el yo y los modos en que las personas
interactúan, hablan, intercambian emociones y sentimientos.
Desde este punto de vista, la identidad en sí es una forma de diálogo social;
una construcción producto de la interacción del sujeto con su historia particular, su
ambiente social y cultural, sus experiencias y encuentros personales. La identidad se
construye desde los hábitos y significados que se cristalizan en la acción humana. La
identidad es pues una red de comunicación, de representaciones dialógicas, objeti-
vaciones, luchas hegemónicas y formas de semantizar la realidad.
En un contexto de consumo discontinuo y fragmentado que se rige por la ob-
solescencia incorporada, los deseos inestables y la insaciabilidad de necesidades, las
personas se están apropiando constantemente de los significados, los renegocian y
los incorporan en el ciclo de la identidad para tratar de estructurarla e integrarla en
cada una de las comunidades de significación y pertenencia en las que participan.
Superando la visión esencialista, hoy se habla de identidades múltiples, mu-
tables y vinculadas con las prácticas sociales, políticas y mediáticas. Se entiende la
identidad como un proceso de producción de significados en constante desarrollo y

LA COMPRENSIÓN DE LOS MEDIOS EN LA ERA DIGITAL – J ORGE A. H IDALGO Alfaomega


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en movimiento, como una elección y no como una herencia biológica. Por tanto, la
construcción de la identidad es en sí misma una construcción de la realidad.
Ahora bien, en los entornos virtuales y digitales el sujeto perdió su corporeidad
pero se hizo visible más allá de las manifestaciones físicas; se hizo tangible desde las
expresiones estéticas, ritualísticas y conductuales de su representación simbólica. El
signo es su cuerpo, su representación el discurso que habla en un espacio fragmen-
tado. La narración que haga de sí mismo es la que lo conecta con espacios de mayor
intimidad con las otras narraciones (alterdiscursos). Su expresión simbólica es lo que
lo identifica, lo diferencia, lo distingue, le adjudica pertenencia. El sujeto en la era
digital es material significante; el ciberespacio es el nuevo espacio discursivo, el mer-
cado disciplinador de las representaciones, de las subjetividades, de las afectivida-
des. Lo propio y lo ajeno, se debate en esta nuevo escenario sociocultural (Figura 2).
Macrodiscurso = Histórico
s
ne
io
iac
ed
tim

Medios
ca es
áti n
di cio
ul

s
me stela
M

n
Co

Alterdiscurso = yo Egodiscurso = yo

Puentes de
Interdiscurso = contexto

significación

Edades y contextos

Diagonales generacionales Épocas y generaciones

Figura 2. Modelo comunicacional de la i-dentidad hipermedial, las constelaciones


hipermediales y la hipermediatización.
Fuente: Elaborada por el autor.

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El ciberespacio es la nueva esfera pública, la fábrica de la producción simbólica


de sentido. Los medios se han vuelto los contenedores del capital y los bienes simbó-
licos. Son pasaje y paisaje; expresión y experiencia; dimensión y territorio; pantalla
y red; subjetividad y colectivo; identificación y diferencia.
La ubicuidad mediática ha modificado estructuralmente las diversas esferas y
dimensiones de la vida. Los principales flujos informativos e intercambios de signi-
ficados, así como las fronteras culturales, pasan necesariamente por los medios e hi-
permedios. Los medios primeros se han vuelto el espacio intersticio donde es posible
la distribución de los poderes, la estimulación de las relaciones, la alimentación de
lo hegemónico y lo subalterno, el enclave de la autenticidad y la originalidad. Son el
espacio de articulación, negociación, adopción, apropiación, recreación, resistencia
y renovación de las identidades. Los medios son una nueva comunidad de sentido
y significación.
La i-dentidad hipermedial se refiere a las construcciones y relaciones; alternati-
vas de conexión, desconexión y mediatización; los procesos complejos de identifica-
ciones múltiples; articulaciones multidimensionales que implican lo cultural, social,
económico y político.
Es la representación, la sucesión de impresiones, ideas, sentimientos, emocio-
nes y deseos que se entrecruzan en tiempo, espacio e historia en los ámbitos físico,
virtual y mental. Es una hibridación, una intermediación no fundamentada en el
tiempo ni el espacio. Es una condición móvil, cierta, múltiple, vaga, indeterminada
del sujeto que vive en los espacios hipermediatizados. Esta unidad, se rearticula,
estructura y desarma constantemente.
Como construcción hiperdiscursiva, la identidad hipermedial es una redescrip-
ción del mundo; un conjunto de relaciones estructuradas, en las que se concretan
los círculos de pertenencia, los atributos personales, la biografía real, la narrada y la
percibida. La i-dentidad hipermedial es la que le confiere significado a las acciones
del sujeto digital, aquél que genera símbolos y representaciones en los espacios hi-
permediáticos donde los lenguajes, estilos y rutinas se comparten y se encuentra un
significado común a la existencia.
Los medios son formas expresivas y amplificadoras del deseo, la pasión, de la
seducción, el éxtasis del yo y el otro; los medios son el ritual, la interpretación, la
textura infinita de la identidad. Los medios, como el nuevo Narciso, amplifican lo
idéntico mientras extienden la manía por la diferencia. Engañan al sujeto, lo vuelcan
sobre sí mismo, lo vuelven parte de su propia simulación.
Hoy, mucha gente sabe demasiado sobre los otros gracias a los hipermedios y
la intimidad expuesta en las pantallas. Los medios están cambiando y por ello, el
hombre cambia también.

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14 C APÍTULO 8 f L A COMPRENSIÓN DEL HOMBRE COMO UNA EXTENSIÓN DE LOS MEDIOS

Los solitariamente acompañados


La vida en red es la posibilidad de mantenerme
en contacto con amigos que ahora viven lejos,
de conocer personas con intereses en común.
Aprender y conocer más.
(Sujeto informante digital, SID 48, Celaya,
Guanajuato, México)

Somos sujetos en relación, en constante interacción con el otro, tomamos las cosas
del mundo para tratar de explicarnos a nosotros mismos nuestro lugar en y desde el
mundo.
Ser y estar en el mundo cobra sentido en la conexión con el otro.
Hoy el individuo se hace del mundo sólo para pensar en sí mismo; se aísla de
éste buscando refugio, vive inmerso en sus realidades mediadas y en los espacios
simbólicos creados en ellos.
Como el buzo, de vez en vez sale a la superficie por una bocanada de aire, pero
regresa nuevamente a ese entorno virtual y simbólico en el que le está encontrando
sentido al mundo.
Estamos solos pero en constante conexión, afirma Sherry Turkle (2011). Necesi-
tamos la vinculación perpetua y permanente, desconectarnos por un instante es asu-
mir la responsabilidad y el peso de nuestra soledad y no estamos dispuestos a ello.
La vida mediatizada ha incrementado la posibilidad de conexión entre los su-
jetos, ha favorecido los entornos inmersivos, ha amplificado el potencial de nave-
gación del yo en la vida de los otros y en nosotros mismos (o por lo menos en las
narraciones que hacemos de nosotros en los medios).
La vida mediatizada rompió la barrera del aquí y ahora, del tiempo y el espacio,
del lugar y la referencia, ahora tiene un nuevo desafío: el espacio mental. Ahí es
donde están librando las nuevas batallas, en el orden cognitivo, en los ambientes
perceptivos, en las interconexiones neuronales y en la manera como comprendemos
y resignificamos el mundo en el orden de la interacción mental.
Somos signos en constante relación. La vida mediatizada es la vida vicaria, es la
vida en conexión simbólica.
El homo signis digitalis es en y por el mundo de los referentes, su vida tiene sentido
en la medida en que pueda establecer relaciones y significados entre la interacción
del sistema-mundo, la vida-mundo, el media-mundo, el signo-mundo.
La vida mediatizada opera en la era signocéntrica, un tiempo donde encontrar
las respuestas a las preguntas básicas de la vida se complejiza al interactuar en las tres
grandes dimensiones de la vida: la física, la virtual y la mental.
Somos signos en relación, en constante interacción y conexión. El mundo tiene
sentido en la medida en que logramos decodificar la sintaxis que se establece entre
todos esos referentes interconectados.

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C APÍTULO 8 f L A COMPRENSIÓN DEL HOMBRE COMO UNA EXTENSIÓN DE LOS MEDIOS 15

Comunicar es decodificar; establecer puentes de significación y sentido entre


nodos, neuronas y sujetos; poder explicar el mundo, el sentido de los objetos, nues-
tra vinculación con el otro y ocupar nuestro lugar en estas relaciones. Por lo tanto,
la comunicación es la vida misma, no sólo un proceso, un mensaje, un contenido o
una institución.
Comunicar es encontrar el camino, la posibilidad de regresar a la morada; re-
gresar a la esencia, reencontrarse con el ser. Su condición es la de ser y estar en el
mundo.
Los medios han creado este ambiente totalmente nuevo, han convertido a la
naturaleza en una forma simbólica estetizada transformando el diálogo en una ex-
presión estética cuyo adiestramiento perceptivo está en su propia naturaleza; la alfa-
betización se encuentra oculta en la propia narrativa.

Prácticas performativas en la construcción de las


constelaciones e i-dentidades hipermediales
Los hipermedios le aportaron a mi vida de alguna
manera cierta velocidad a procesos, modos de acceso,
interacciones, transferencias, consultas... no sé si esto es
bueno o malo en sí mismo.
(Sujeto informante digital, SID 107, DF, México)

Los usuarios de medios e hipermedios en México viven en un continuum entre el


mundo fuera y dentro de línea. Las actuales condiciones estructurales permiten
que millones de personas tengan la posibilidad de estar de una u otra forma
hiperconectados. No obstante, la hipermediatización de la vida y la cultura está
generando cambios estructurales en los sistemas de administración, gobierno,
trabajo, educación, vida cultural y social. Con lo que contribuye de una u otra forma
a que muchos procesos de la vida diaria adscritos a las dimensiones económicas,
políticas, culturales, sociales y religiosas tengan que ver con procesos mediados por
tecnologías de información y comunicación, lo cual está llevando a más personas a
tener que vincularse digitalmente con estos. Por lo tanto, la vida física, la virtual y
la mental empiezan a confluir en espacios de socialización e interacción en que los
medios e hipermedios fungen como interfaces.
Los medios e hipermedios, además de cumplir con esta función instrumental y
utilitaria, han permitido a las personas amplificar sus formas de percibir, conocer,
comprender, asimilar y vivir el mundo. Gracias a las múltiples posibilidades que
generan han podido servir como vía alterna para el autodesarrollo, el autodescu-
brimiento, la creación, la expresión e incluso para la configuración de la propia
identidad.

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Los medios se han convertido en un territorio hiperespacial en el cual las per-


sonas han podido construir comunidades de significación y extender sus prácticas
sociales, culturales y existenciales.
La hipermediatización de la sociedad y la cultura, el predominio de la industria
de la comunicación, la tecnologización de la economía, la política, la educación y la
vida social, la globalización, los dispositivos móviles están incorporando a gran parte
de los mexicanos a la vida en red. Sin embargo, mientras por un lado se amplifica esta
condición digital en un aparente efecto bola de nieve, también se han incrementado
las brechas y exclusiones. Por lo tanto, la vida mediada no es condición homogénea;
al contrario, es fragmentada, sectorizada, regionalizada y ubicada mayoritariamente
en comunidades con características urbanas y asociada mayoritariamente a sectores
económicos de clase media en adelante, aunque se ha dado un crecimiento en secto-
res de clase media baja y baja en las últimas fechas ante la reducción de los costes de
tecnologías de información y comunicación y una mayor facilidad de acceso y conec-
tividad a ciertos servicios a través de espacios como cibercafés y dispositivos móviles.
La democratización de los medios y los hipermedios, así como del acceso a es-
tos, guarda una relación marcada con los rangos de edad, niveles socioeconómicos,
grado de escolaridad, género y estructura familiar.
Particularmente, hoy sabemos que es notorio que el acceso se da cada vez a menor
edad y que tanto hombres como mujeres tienen hábitos y prácticas diferenciadas de
consumo de medios. Aunque en recientes estudios se encontró que más de 10% de la
población de cibernautas en México son menores de 12 años, el punto de despegue del
consumo de medios se ubica en la adolescencia y se incrementa en la edad productiva
(entre los 18 y 24 años). El consumo diferenciado habla del fenómeno de fragmenta-
ción de las audiencias, de qué tan insostenible es considerar a los usuarios como una
masa homogénea si expresan características altamente heterogéneas y diversas.
Una de las grandes modificaciones estructurales que se han vivido en México
en las últimas décadas han ocurrido en la composición de la familia. Hoy sabemos
que la familia nuclear se ha vuelto la excepción. Existen múltiples tipos y formas de
constituir y vivir una relación de pareja.
Una segunda modificación estructural es el incremento de la población con po-
sibilidad de acceder a una educación formal; a pesar del alto porcentaje de jóvenes
que ni estudian ni trabajan.
Una tercera modificación es que cada vez existen mayor número de electrodo-
mésticos y medios de comunicación en los hogares mexicanos sin importar el nivel
socioeconómico. Fenómenos como el fútbol detonan la venta de televisores, o la
piratería el consumo de dvd, y la música en formatos digitales. La telefonía móvil y
los cafés internet han permitido que personas de los niveles E, D y D+ (40%) puedan
tener acceso a los servicios en línea.
Las familias mexicanas han incorporado los nuevos medios y gran cantidad de
tecnologías de información y comunicación a la ecología mediática de sus hogares.

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Así tenemos medios de consumo en familia, otros en grupo y una gran cantidad pla-
neados para una inmersión cada vez más personal.
Internet (medio, canal y contenido) se encuentra en el corazón de la vida de mu-
chos mexicanos, para ellos representa el acceso permanente a un mundo de posibi-
lidades y la vinculación con sus pares y familiares. Los nuevos medios se encuentran
en el rango de aquello sin lo cual no pueden vivir. Los medios tradicionales como
la radio, la prensa y la televisión han sido desplazados por internet como canales o
soportes. No obstante, cada vez se hace un mayor consumo de contenidos audio-
visuales. Incluso, las generaciones más jóvenes adquieren más productos textuales,
musicales y audiovisuales por Internet, tabletas o teléfonos celulares que por el me-
dio tradicional para el cual fueron creados.
La misma ecología hipermedial ha modificado las prácticas y los lugares de con-
sumo. Hoy se realizan consumos paralelos en condición multitarea y de forma trans-
medial en espacios públicos, privados, íntimos y grupales. Los mismos tiempos de
ocio se han saturado de contenidos mediáticos; ya no hay tiempos muertos.
Los usuarios han demostrado no tener fidelidad con el medio o soporte pero
sí un gran vínculo y compromiso con el contenido y particularmente con los que
empatan con sus intereses, motivaciones, expectativas y a su vez los vinculen con
comunidades de interés y significación donde puedan amplificar la gratificación que
produce un contenido relevante, significativo y divertido.
Entre más nuevo y multimedia sea el medio, los usuarios se conectarán por más
tiempo a éste, se comprometen más con ese medio por el tipo de experiencia que les
brinda.
La ficción es lo que más ocupa sus tiempos de consumo. Es en este tipo de con-
tenido donde pueden experimentar una inmersión que les permita abstraerse de la
realidad particular que les tocó vivir.
La publicidad –como lógica narrativa del capitalismo y fórmula del sostenimien-
to de los medios y articuladora del hiperconsumo– está tan presente en los medios
de los usuarios y en sus espacios de socialización y convivencia (ya sean físicos como
virtuales) que se ha vuelto casi transparente en sus vidas. Los mexicanos expresan
tener gran tolerancia publicitaria casi en todos los espacios excepto en aquellos como
la telefonía celular, internet y la televisión de paga. La mayor influencia de la publi-
cidad en los consumidores se da cuando está mediada por aquellas personas con las
que mantienen fuertes vínculos emocionales como los amigos, la pareja y los padres.
Las actividades que más realizan en línea se relacionan con la socialización y la
comunicación. Estar vinculados e hiperconectados el mayor tiempo posible permite,
además de amplificar la comunicación, estar al día, expresar la personalidad propia,
informarse y matar el tiempo. “Desconectarse” (no contar con un dispositivo que
permita enterarse de lo que dicen o hacen los pares) causa angustia, estrés, inseguri-
dad o incomunicación. Los usuarios experimentan constantemente el efecto de estar
solos pero en compañía. Es decir, entre más conexión y comunicación tienen con
el mundo, menos oportunidad tienen de sentir la soledad en la que están inmersos.
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Existe el imaginario de que la comunicación hipermedial está destruyendo la co-


municación familiar; no obstante, se encontró que por el contrario, les permite estar
más en comunicación con sus padres.
En sus relaciones afectivas y sociales los usuarios afirmaron (en los últimos 30
días) sentirse aceptados, con elevada autoestima, relajados, confiados para empren-
der relaciones sociales, seguros para socializar y enfrentar situaciones riesgosas; sin
embargo, un gran porcentaje expresó sentirse deprimido, de mal humor, preocupa-
do, aburrido, con un vacío emocional y espiritual, con problemas con sus familiares
y amigos en la última semana.
Otro gran cambio estructural es el uso y rol que juega cada medio en la vida de
los sujetos. La radio digital y los dispositivos mp3 operan como canales de acompa-
ñamiento; los libros, el cine y los reproductores musicales son canales para evadir la
realidad. El cine y la televisión son vistos como medios de entretenimiento, los libros
y las computadoras, como educativos; los teléfonos, las computadoras y los centros
comerciales, como puntos de encuentro y socialización; los medios impresos, la ra-
dio, la televisión abierta e Internet son vistos como medios informativos.
Los territorios de consumo siguen apelando a ciertas lógicas de la historia re-
ciente: la radio en el auto; los libros en las bibliotecas; las revistas en los cafés; los
centros comerciales para el cine; la calle para los teléfonos; la casa propia, de familia-
res y amigos para la televisión abierta y la de paga; el consumo manifiesto de libros
y computadoras en el cuarto; y, la prensa y las computadoras en el entorno laboral.
Los medios e hipermedios se han convertido en compañeros y en posibilidad de
evasión de la realidad cuando se encuentran en ámbitos solitarios; pero en pretexto
comunicativo cuando se consumen en grupo. Siendo el contenido el pretexto dialó-
gico, sirve para que exploren, a través de ellos, sus preocupaciones psicoemocionales
y morales. Un dato de llamar la atención es que existe un mayor consumo de medios
durante el noviazgo versus el matrimonio.
Los medios e hipermedios, por lo tanto, están cumpliendo con tres grandes fun-
ciones: ritual, social e instrumental. La primera de ellas está vinculada a la realización
de actividades de entretenimiento, acompañamiento, relajación y evasión de la reali-
dad y el aburrimiento en trabajo, escuela y casa; la segunda se emplea para detonar
conversaciones, facilitar la comunicación, explorar la realidad, integrarse socialmen-
te y establecer prácticas identitarias; y la última al permitirles realizar actividades y
tareas del día a día, informarles o implicarlos con situaciones y temas de actualidad.
La vida de los consumidores hipermediáticos mexicanos ocurre en un contex-
to hipercomplejo y en formas mediadas de interacción. Los medios e hipermedios
ocupan un lugar importante en la vida de los mexicanos, en sus experiencias de
sentido, en sus percepciones, ideas, actitudes y comportamientos. Son múltiples las
realidades que se están articulando desde los medios. La misma articulación social
ha mutado.
Así podemos encontrar tres multidimensiones de agregaciones y de construcción
identitarias: los conectados, los desconectados y los mediatizados. Los primeros agrupan
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a los que se incorporan a las instituciones de la vida social; los segundos incluyen a
los marginales que no participan por acción voluntaria o por exclusión social; y los
terceros que contempla a los que se vinculan con la realidad social a partir de proce-
sos de mediatización.
No obstante, las formas de ser joven se han diversificado en este país. Así tene-
mos a los empleados, los desempleados, los indígenas, rurales, pandilleros, rockeros,
punks, skatos, emos, yuppies, jipitecas, jipichics, ciberpunks, emprendedores, procomún,
trendsetters, prosumidores, hipsters… y a esto podríamos seguir sumando tipologías
relacionadas a la condición juvenil en México y el mundo.
La mediatización de la vida y la cultura, los nuevos medios y los nuevos accesos
han generado nuevas estructuraciones sociales. Ahora los accesos fluidos y cons-
tantes a través de redes digitales han permitido a que un nutrido grupo de jóvenes
pueda participar de estas formas mediatizadas de socialización. Gran parte de los
jóvenes están permanentemente conectados, incluso hay quienes pasan más de 18
horas enlazados a su trabajo, amistades y formas de entretenimiento a través de
múltiples medios y canales. Muchos realizan actividades multitareas y se vinculan a
distancia o a través de comunidades virtuales, redes sociales y de cooperación con
sus pares y familiares.
Los hipermedios han ampliado el capital vinculante y social de las nuevas gene-
raciones. Las generaciones hipermediatizadas se han familiarizado con la intertex-
tualidad, la remezcla de mensajes y contenidos, las intermediaciones, los discursos
visuales e irónicos, la combinación de narrativas, la curaduría de contenidos, la re-
circulación discursiva, el engranaje de medios y la transmedialidad.
La vida hipermediatizada y en red disolvió las fronteras del tiempo y el espacio,
fusionó el entorno físico con el virtual y el mental. Hoy todo confluye en un mismo
horizonte de sentido en el que se confunde lo vivido con lo que se quiere vivir, lo que
se narra biográficamente en la red con lo que realmente se vive.
Hoy nos queda claro que ser joven no es una condición estructurada, pero sí una
posición desde la cual se experimentan los cambios sociales, culturales, políticos y
económicos. El hiperespacio (esta fusión hipermediatizada entre el espacio físico, vir-
tual y mental) no ha sido la excepción; también ahí los jóvenes han experimentado
múltiples prácticas identitarias. El hiperespacio se ha convertido para ellos en uno de
los principales territorios, escenarios, entornos, plataformas y circuitos en los que
intentan manifestar quiénes son y cuál es su lugar en el mundo.
En ese territorio que fluye entre lo efímero, lo itinerante, entre lo on line y lo
off line, expresan quiénes son, sus consumos, diferenciaciones, autoproyectos, sus
biografías al fin y al cabo. Los hipermedios han modificado los comportamientos
individuales y sociales, ahora a través de ellos se organizan, socializan, participan, y
se vinculan con la cultura, la sociedad, la política, la educación e incluso la religión.
Las experiencias, los saberes y las articulaciones sociales cada vez son más hiper-
mediadas. Las fronteras entre el ciberespacio y el territorio físico se vuelven difusas,
móviles, itinerantes, fluidas, convergentes, híbridas y emergentes en mayor grado.
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Por ello, las influencias e interacciones en ellas se hacen cada vez más frecuentes,
cotidianas, performativas, intensas y profundas. Hoy estamos ante varias generacio-
nes hiperconectadas y conexionistas que emplean los hipermedios para expresarse,
producir, divertirse, consumir, promoverse, compartir su estado anímico, captar ten-
dencias nacionales e internacionales. Los hipermedios se han vuelto vitrinas del yo.

La nueva energía híbrida


El yo se ha hipermediatizado. Accesos, interacciones, conocimientos, experiencias y
motivaciones confluyen en el hiperespacio y los medios, como operadores simbólicos
del modelo económico que se mantiene por el hiperconsumo, se convirtieron en la
industria de la experiencias. Los medios promueven un metadiscurso que afirma de
la apariencia y la simulación “esto es lo real”. En esa narrativa la centralizad la tiene
el signo, y el sujeto se vuelve uno más.
La virtualización del sujeto lo convierte en protagonista y telespectador, prota-
gonista de su propio storytelling. El yo y los otros son el bien de consumo en los hi-
permedios. Cada mensaje es una especie de desdoblamiento, la posibilidad de hacer
y rehacer la vida una y otra vez. Es una puesta en escena. Los hipermedios permiten
vivir una doble vida, una en un universo que se adelanta en ocasiones a lo real, don-
de cada acción pareciera parte de una profecía autocumplida o por cumplirse. Los
hipermedios han logrado unir lo falso y lo verdadero, lo ficticio y lo auténtico. Han
logrado aumentar la notoriedad de las personas, por ello la actualización constante
de su imagen, la vinculación afectiva de las marcas con sus consumidores. En los
hipermedios todos tienen la posibilidad de convertirse en estrellas y celebridades por
un segundo. Espectador y expectativa es una condición lúdica de esta cinematogra-
fización del individuo donde todos somos un guion, una narrativa, un lenguaje, un
código; es decir, una historia por interpretar, por mediar, por negociar.
El territorio de los hipermedios es el de las representaciones, del habla y el yo
situado. Por lo tanto, las condiciones estructurantes y estructurales se han modificado
y el capitalismo hip, se está aprovechando de ello generando una economía del panóp-
tico. Todos quieren ser tendencia (trending topic).
Culturas de nicho, subculturas juveniles, grupos de pares, nanoaudiencias loca-
les y las globales –locales– cohabitan en el hiperespacio generando una intercultura-
lidad que converge en múltiples procesos de codificación, recodificación y decodi-
ficación. Ahí se crean puntos de encuentro y desencuentro, tensiones y expresiones
culturales, así como significados sociales.
Los hipermedios se han vuelto un punto de contacto; un puerto seguro de actua-
lización; un lugar para el reconocimiento propio, la exploración voyerista del otro y
la validación consensual; un descrito anímico y de exhalaciones digitales emociona-
les; un referente para la actualización informativa mediática y social; un motivador;
un lugar para la construcción de agendas; un proyector intelectual; un promotor

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de servicios; un relajante social; un complemento formativo; un grupo de cohesión


profesional; una extensión del brazo familiar; una marca territorial y un constructor
de la marca personal.
En el hiperespacio existen múltiples prácticas performativas de las identidades
hipermediales, podemos encontrar sujetos meméticos, difusionistas, sociocríticos,
formadores, voceadores, almanaques, rockolas, voceros, emprendedores, sibaritas,
intelectuales, apóstoles, netactivistas, motivadores, cientistas, ecologistas. Dichas
prácticas se mezclan y remezclan; no hay una identidad estática y única. Los sujetos
hibridan los roles, las ideas, las personalidades y las identidades. Los sujetos operan
como nodonautas, es decir puertas de entrada a múltiples formas identitarias y cultu-
rales, de ser y estar en el hiperespacio. Cada sujeto es un enlace, un hipervínculo a
otras formas narrativas, discursivas e identidades. Las personas son en sí mismas el
punto de convergencia y corazón de las narrativas transmediáticas.
Contenido-interfaz-sentidos-sujeto están implicados por medio del capital digi-
tal-emocional. La existencia en el hiperespacio fluye en modo relacional, participativo
y matricial. El yo hipermediatizado se sabe observado, localizable, parte del mismo
ecosistema. La esfera privada se encoge y todos se vuelven ciudadanos vigilantes, en
pausa, en espera de poder actuar.
La hipermediatización de la vida está modificando los procesos sensoriales, per-
ceptivos, cognitivos y memorísticos. La relación con objetos, sujetos, dispositivos,
interfaces y contextos se ha modificado por la posibilidad de que todo se conecte con
todo, en intercambio de información y comunicación. La vida se está modificando,
reconfigurando, vinculando, desterritorializando. El hábitat y el habitus mismo se
han transformado. En esta ecología hipermedial todos somos nodos, puntos de acceso
a secuencias sonoras, documentos, gráficos, palabras, imágenes, íconos, infografías,
tags (etiquetas), puntos geolocalizados. Somos vértices multimediales, navegables,
fragmentados, una interfaz más de interactividad.
La noción de infancia, adolescencia y juventud se redefinen en esta interacción
con los hipermedios. En estos se interconectan inteligencias, experiencias, actitudes
y relaciones físicas y simbólicas. En ese lugar retórico los usuarios intiman y refieren
tanto semántica como vinculatoriamente entre sí. La arqui-naturaleza de los hiper-
medios posibilita las manifestaciones públicas de identidad, autoexpresión, el inter-
cambio de afectos, compartir intereses, ganar legitimidad, renegociar definiciones,
manipular la cultura, integrarse o interoperar socialmente; experimentar reciproci-
dad, liderazgo y reconocimiento.
El yo hipermedial deriva del lenguaje, del proceso comunicativo compartido y
artifactual; de la negociación de ideas, actitudes sígnificativas y conductas paralin-
güísticas e interactivas. La i-dentidad hipermedial se comparte en entornos cognitivos
mutuos. El sujeto en comunidad está permanentemente accesible en la red; es fácil
de procesar y decodificar si se cuentan con las competencias digitales conversacio-
nales necesarias.

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22 C APÍTULO 8 f L A COMPRENSIÓN DEL HOMBRE COMO UNA EXTENSIÓN DE LOS MEDIOS

La ecología hipermedial permite el encuentro mediado, la práctica compartida y


expande las relaciones cara a cara de las personas. Sin embargo, ante la falta de cor-
poreidad recurren a información contextual corpórea de orden paralingüístico que
es percibida en la imagen, ilustración o fotografía que emplean los sujetos como re-
presentación o avatar. Los vínculos de confianza, cooperación, legitimidad y lealtad
estarán vinculados a estas formas de expresividad gráfica.
La forma en que se presentan los sujetos gráfica y discursivamente son indica-
dores de la dirección identitaria que están tomando. Cada sujeto tiene estrategias de
presentación; formas de entrar y salir de su propio discurso, de la biografía autona-
rrada.
La interacción conversacional a través de metarrepresentaciones mantiene tres
modalidades en el entorno hipermedial: entre el yo físico sentado frente a la compu-
tadora o ante un dispositivo, el meta-yo que nos representan en el entorno virtual
y el yo-metaficcional conversacional que se decodificará en el entorno mental. Por lo
tanto, el yo hipermedial, como continuidad del habla seduce al espíritu y al intelecto.
Seguir al otro en línea implica rastrear y participar simbólicamente de su vida social
y cultural. La adicción a estas formas expresivas radica en la capacidad de circular
los significados de un texto a otro, de un discurso a otro, de una representación a
otra, de un acontecimiento a otro. La adicción se intensifica en la medida en que los
usuarios se acostumbran a la respuesta (gratificación) dada por los otros a través de
un “Me gusta” o un comentario.
En los hipermedios, el texto es el cuerpo, el texto es la mediación, la concien-
cia, la existencia. Es ojo, vínculo y memoria. La conexión es sentido. La dimensión
figurativa es una nueva dimensión existencial. La vida hipermediatizada es la vida
hiperconectada, exhibida. Es un escenario en el que todo lo que ocurre se vuelve
tan real como lo real, dado que el mundo que se vive, es parte de ese mundo que se
construye tanto en el escenario físico como en el virtual.
La hipermediatización se da en un marco narrativo que ha derivado en la estiliza-
ción de la vida, haciendo una exaltación estética de la cultura y las prácticas sociales.
Estas generaciones se han vuelto fashionistas y a través de los hipermedios enfatizan
cómo luce o les gustaría que luciera su vida, su hogar, lugar de trabajo u ocio. Su afán
de trendsetters los lleva manifestar un gusto por lo exótico, lo fuera de lo tradicional;
quieren que sus consumos se vuelvan inspiracionales para los otros. Viven tagueando
todas sus acciones. Cada tag es una forma de congelar el momento, de poner pausa
y compartir, de detener el aquí y ahora y convertirlo en memorable. Los hiperme-
dios han hecho visible las biografías autonarradas; las han puesto en conexión. Las
expresiones digitales del yo se construyen en la interacción digital y física; entre lo que
somos y lo que queremos ser; entre lo físico y lo virtual; entre lo real y lo imaginario.
El nuevo escenario social es una apretada red de relaciones hombres-medios.
Personas, lugares, espacios y emociones se interconectan a través de los nuevos flujos
comunicativos.

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El espacio mediático pareciera ser cada vez más el espacio del mundo y la vida
un acto comunicativo. Sociedad y cultura se están adaptando a los actos en red.
La misma fragilidad humana se ha expuesto y se está abriendo al mundo como un
archivo.
Estamos ante una nueva generación de usuarios cuya vida fluye a través de dis-
positivos. Toda su vida está alimentando el Big data y como consecuencia, se en-
cuentra expuesta, rastreada, observada, vigilada, en seguimiento. Su vida convertida
en información hipermediatizada se ha convertido en un bien de consumo, una
mercancía y valor simbólico de intercambio. En esa vida mediada los sujetos se con-
sumen como artículos, como extensiones tecnológicas e información.
El yo y el otro son medio y contenido, parte de la constelación de medios que em-
plean para expresar su identidad, para distinguirse de los demás, para ubicar quiénes
son y cuál es su lugar en el mundo.
Las personas están más conectadas y comunicadas que nunca. Nos encontramos
ante una generación de usuarios cuya experiencia de vida es una experiencia colecti-
va en entornos aislados e inmersivos. Donde lo emocional es parte de la experiencia
buscada; sin embargo, corre todo el tiempo el riesgo de diluirse en la infoxication
del entorno. La vida mediatizada es una constante búsqueda entre el equilibrio y la
resistencia; entre la reflexividad y la inconciencia; entre la estructuración y la rees-
tructuración; entre el escapar del mundo y sentirse parte de él; entre el ser diferen-
te y el sentirse parte de un grupo que comparte gustos, intereses, motivaciones y
preferencias; entre aislarse y agruparse; entre estar solo y participar; entre intimar y
exponerse a la vida pública.
La vida mediada es la consecuencia directa de la hipermediatización del mundo,
de la interconexión, del deseo por experimentar la simultaneidad, de vivir la tele-
presencia, de la socialización de contenidos, del estar permanentemente en contacto
con el otro, de acompañar la soledad, de portar el mundo en la palma de la mano, de
manipular tecnológicamente el mundo, de implicarse en diversas esferas, de expan-
dir el mundo físico.
Los hipermedios expandieron la vida, diluyeron el tiempo y el espacio; amplifi-
caron la complejidad y nos permitieron experiementar distinas versiones de nosotros
mismos, de poseer identidades múltiples. La i-dentidad hipermedial, multifacética,
hiperconectada, incorpórea, fluida, negociada, hipervinculada, en constante cambio.
Sujetos, medios y vida conforman una triada expansiva, imparable, interdepen-
diente e interconectada. Esta vida hipermediatizada nos coloca ante un escenario
tecnonatural; en un sistema que está colocando a los medios y la tecnología en el
centro de la interacción del individuo con la dimensión económica, política, social,
cultural y religiosa.
Esa nueva racionalidad, intencionalidad y esencialidad, donde los medios satu-
ran el mundo, coloca al hombre en una nueva posición y está produciendo cambios
estructurales más allá de lo social. Queda una nueva agenda pendiente para explorar

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las implicaciones biofísicas, psicológicas, genéticas y evolutivas. Sin duda estamos en


un punto crucial en la historia del hombre, donde queda por ver el producto de esta
interacción hombre-máquina, más allá del mundo físico, virtual y mental.
En esa nueva condición de vida nos estamos volviendo contenido, mensaje…
un medio más; por ello hay que comprender al hombre como una extensión de los
medios.

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