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El caracol y el rosal

Hans Christian Andersen

Alrededor del jardín había un seto de avellanos, y al otro lado del seto se
extendían los campos y praderas donde pastaban las ovejas y las vacas. Pero
en el centro del jardín crecía un rosal todo lleno de flores, y a su abrigo vivía un
caracol que llevaba todo un mundo dentro de su caparazón, pues se llevaba a sí
mismo.

–¡Paciencia! –decía el caracol–. Ya llegará mi hora. Haré mucho más que dar
rosas o avellanas, muchísimo más que dar leche como las vacas y las ovejas.

–Esperamos mucho de ti –dijo el rosal–. ¿Podría saberse cuándo me enseñarás


lo que eres capaz de hacer?

–Me tomo mi tiempo –dijo el caracol–; ustedes siempre están de prisa. No, así
no se preparan las sorpresas.

Un año más tarde el caracol se hallaba tomando el sol casi en el mismo sitio
que antes, mientras el rosal se afanaba en echar capullos y mantener la lozanía
de sus rosas, siempre frescas, siempre nuevas. El caracol sacó medio cuerpo
afuera, estiró sus cuernecillos y los encogió de nuevo.

–Nada ha cambiado –dijo–. No se advierte el más insignificante progreso. El


rosal sigue con sus rosas, y eso es todo lo que hace.

Pasó el verano y vino el otoño, y el rosal continuó dando capullos y rosas hasta
que llegó la nieve. El tiempo se hizo húmedo y hosco. El rosal se inclinó hacia la
tierra; el caracol se escondió bajo el suelo.

Luego comenzó una nueva estación, y las rosas salieron al aire y el caracol hizo
lo mismo.

–Ahora ya eres un rosal viejo –dijo el caracol–. Pronto tendrás que ir pensando
en morirte. Ya has dado al mundo cuanto tenías dentro de ti. Si era o no de
mucho valor, es cosa que no he tenido tiempo de pensar con calma. Pero está
claro que no has hecho nada por tu desarrollo interno, pues en ese caso
tendrías frutos muy distintos que ofrecernos. ¿Qué dices a esto? Pronto no
serás más que un palo seco... ¿Te das cuenta de lo que quiero decirte?

–Me asustas –dijo el rosal–. Nunca he pensado en ello.

–Claro, nunca te has molestado en pensar en nada. ¿Te preguntaste alguna vez
por qué florecías y cómo florecías, por qué lo hacías de esa manera y de no de
otra?

–No –contestó el caracol–. Florecía de puro contento, porque no podía evitarlo.


¡El sol era tan cálido, el aire tan refrescante!... Me bebía el límpido rocío y la
lluvia generosa; respiraba, estaba vivo. De la tierra, allá abajo, me subía la
fuerza, que descendía también sobre mí desde lo alto. Sentía una felicidad que
era siempre nueva, profunda siempre, y así tenía que florecer sin remedio. Tal
era mi vida; no podía hacer otra cosa.

–Tu vida fue demasiado fácil –dijo el caracol.


–Cierto –dijo el rosal–. Me lo daban todo. Pero tú tuviste más suerte aún. Tú
eres una de esas criaturas que piensan mucho, uno de esos seres de gran
inteligencia que se proponen asombrar al mundo algún día.

–No, no, de ningún modo –dijo el caracol–. El mundo no existe para mí. ¿Qué
tengo yo que ver con el mundo? Bastante es que me ocupe de mí mismo y en
mí mismo.

–¿Pero no deberíamos todos dar a los demás lo mejor de nosotros, no


deberíamos ofrecerles cuanto pudiéramos? Es cierto que no te he dado sino
rosas; pero tú, en cambio, que posees tantos dones, ¿qué has dado tú al
mundo? ¿Qué puedes darle?

–¿Darle? ¿Darle yo al mundo? Yo lo escupo. ¿Para qué sirve el mundo? No


significa nada para mí. Anda, sigue cultivando tus rosas; es para lo único que
sirves. Deja que los castaños produzcan sus frutos, deja que las vacas y las
ovejas den su leche; cada uno tiene su público, y yo también tengo el mío
dentro de mí mismo. ¡Me recojo en mi interior, y en él voy a quedarme! El
mundo no me interesa.

Y con estas palabras, el caracol se metió dentro de su casa y la selló.

–¡Qué pena! –dijo el rosal–. Yo no tengo modo de esconderme, por mucho que
lo intente. Siempre he de volver otra vez, siempre he de mostrarme otra vez en
mis rosas. Sus pétalos caen y los arrastra el viento, aunque cierta vez vi cómo
una madre guardaba una de mis flores en su libro de oraciones, y cómo una
bonita muchacha se prendía otra al pecho, y cómo un niño besaba otra en la
primera alegría de su vida. Aquello me hizo bien, fue una verdadera bendición.
Tales son mis recuerdos, mi vida.

Y el rosal continuó floreciendo en toda su inocencia, mientras el caracol dormía


allá dentro de su casa. El mundo nada significaba para él.

Y pasaron los años.

El caracol se había vuelto tierra en la tierra, y el rosal tierra en la tierra, y la


memorable rosa del libro de oraciones había desaparecido... Pero en el jardín
brotaban los rosales nuevos, y los nuevos caracoles se arrastraban dentro de
sus casas y escupían al mundo, que no significaba nada para ellos.

¿Empezamos otra vez nuestra historia desde el principio? No vale la pena;


siempre sería la misma.
Marilu y el Caracol

HABÍA UNA VEZ, EN UN BOSQUE ENCANTADO DEL PAÍS DE LAS MASCOTAS;


UNA NIÑA MUY HERMOSA,

LLAMADA MARILÚ.

ELLA ERA, TAMBIÉN, MUY REBELDE Y COMO EN EL PAÍS DONDE VIVÍA TODOS
TENÍAN UNA MASCOTA,

DECIDIÓ SER DIFERENTE Y NO TENER NINGUNA.. A TODA HORA, SE CRUZABA


CON SUS AMIGAS, QUE

CAMINABAN ORGULLOSAS LLEVANDO DE UNA CUERDA, ALGÚN PERRO DE


IMPORTANTE RAZA,, O A UN PELUDO

Y MULLIDITO GATO DE OJOS COLOR CIELO.

PERO A MARILÚ ESO NO LE INTERESABA,, ESCUCHABA A SUS ESPALDAS QUE


MURMURABAN SOBRE ELLA,,

MÁS DECIDIDA,, SE DABA VUELTA Y LES SACABA LA LENGUA..

UN BUEN DÍA,, UN COMERCIANTE SENTADO EN LA PUERTA DE SU NEGOCIO,


JUNTO A UN BOXER, GORDO,

MUY GORDO, TAN GORDO COMO SU DUEÑO, SEÑALÓ A MARILÚ Y CON UNA
SONRISA LE DIJO A SU PERRO –

MIRA!! AHÍ VA LA SOLITARIA VECINA DE LA CUADRA, COMO SERÁ, QUE


NINGUNA MASCOTA QUIERE ESTAR

CON ELLA JA,JA,JA!!!!.

MARILÚ, COMO ERA TAN REBELDE LE CONTESTÓ QUE PREFERÍA ESTAR SOLA,
QUE DEDICARSE A CUIDAR A

UN OBESO PERRO COMO EL SUYO; EL COMERCIANTE SE QUEDÓ CALLADO,


PERO SE NOTABA QUE LA

RESPUESTA DE MARILÚ LE HABÍA MOLESTADO MUCHO.

CANSADA DE REPROCHES Y CRÍTICAS, DE PARTE DE SUS VECINOS Y AMIGOS,


DECIDIÓ ENCERRARSE EN SU

CASA Y NO SALIR MÁS. LOS DÍAS PASARON Y TODOS EN EL BOSQUE


PREGUNTABAN POR ELLA, LA MADRE

PREOCUPADA, PERO TRATANDO DE CUBRIRLA, CONTESTABA QUE ESTABA


ENFERMA.

UNA MAÑANA, MIENTRAS MARILÚ AÚN DORMÍA, UN SOLITARIO CARACOL


ENTRÓ POR SU VENTANA, LENTO,

MUY LENTO SE DESLIZÓ HASTA LA ALMOHADA DE LA MIÑA, CERCA DE SU


OÍDO Y OH! SORPRESA, MURMURÓ

UNAS PALABRAS, QUE HICIERON QUE MARILÚ SE DESPERTARA..


CONFUNDIDA Y ENTREDORMIDA PREGUNTÓ: -

QUIÉN DIJO ESO?


YO, AQUÍ ABAJO. MARILÚ MIRÓ BAJO SU CAMA, PERO NADA ENCONTRÓ.-AQUÍ
NIÑA! EN TU ALMOHADA..

AL MIRAR HACIA ALLÍ, SE SORPRENDIÓ MUCHÍSIMO, ES MÁS, SE ASUSTÓ Y


COMENZÓ A GRITAR. GRITÓ

TANTO QUE SU MAMÁ FUE A SU ENCUENTRO.

-QUÉ PASA HIJA!! ¿TE SIENTES BIEN?

-HAY UN CARACOL EN MI ALMOHADA Y ME HABLÓ. SU MAMÁ SE SORPRENDIÓ


TAMBIÉN, NO POR EL CARACOL

SINO POR LO QUE LE ACABABA DE DECIR SU HIJA.. –ES UN INOFENSIVO


CARACOLITO, LO PONDRÉ EN EL

JARDÍN.

-MAMÁ, ME HABLÓ!!!

-HIJA,, ES OBVIO QUE ESTABAS SOÑANDO, SÁBES QUE ESO NO ES POSIBLE.

MARILÚ PENSÓ Y SUPUSO QUE TENDRÍA QUE SER ASÍ, ESTABA SOÑANDO.
MIRÓ AL CARACOL, QUE IBA EN

LA MANO DE SU MAMÁ CAMINO AL JARDÍN.

TODO EL DÍA TRANSCURRIÓ NORMAL, PERO MARILÚ NO DEJABA DE PENSAR


EN LO QUE LE HABÍA ESCUCHADO

Y EN EL CARACOL, QUE TAN MISTERIOSAMENTE APARECIÓ A SU LADO.

A LA MAÑANA SIGUIENTE, MARILÚ VOLVIÓ A ESCUCHAR LA MISMA VOZ QUE LE


DECÍA “DESPIERTA MARILÚ,

VAMOS A PASEAR”. LENTAMENTE SE DIO VUELTA Y AHÍ ESTABA EL CARACOL,


EN SU ALMOHADA, SE SENTÓ,

LO TOMÓ ENTRE SUS MANOS Y LE DIJO:

-¿QUIÉN ERES? ¿QUÉ QUIERES?


-SOY UN SIMPLE CARACOL QUE QUIERE SER TU MASCOTA.

-PERO YO, NO QUIERO MASCOTAS, NO DESEO SER IGUAL A TODOS AQUÍ, LAS
CALLES ESTÁN REPLETAS DE

PERROS Y GATOS QUE CAMINAN JUNTO A SUS DUEÑOS, ES ABURRIDÍSIMO.

-YO, NO SOY NI UN PERRO, NI UN GATO Y SOY TOTALMENTE DIFERENTE, NO


NECESITO CUIDADOS

ESPECIALES, NI QUE ME BAÑEN, NI QUE ME DÉN DE COMER, SOY SUPER


INDEPENDIENTE, SIMPLEMENTE

QUIERO TENER UNA AMIGA COMO TÚ.

MARILÚ LO ESCUCHABA SORPRENDIDA, PERO EN EL FONDO SENTÍA QUE SU


CARACOL TENÍA RAZÓN; EN EL

BOSQUE TODOS SE SORPRENDERÍAN DE VER A SU MASCOTA.. MARILÚ TOMÓ


AL CARACOL Y LE DIJO:

-TIENES RAZÓN, SEREMOS AMIGOS, TE COMPRARÉ UNA PEQUEÑA CADENITA


Y SALDREMOS A PASEAR.

-ME PARECE BARBARO! VIVIREMOS MUCHAS AVENTURAS JUNTOS.

-¿AVENTURAS?, ¿QUÉ AVENTURAS?

-NI TE IMAGINAS ¡VAMOS!

MARILÚ Y EL CARACOL, SALIERON JUNTOS. SE PASEARON POR TODO EL


BOSQUE Y LOS VECINOS

ASOMBRADOS EMPEZARON A MURMURAR NUEVAMENTE, ¡MIRA , LA MASCOTA


DE MARILÚ!, ¡ES UN CARACOL! Y

SE REÍAN A CARCAJADAS JA,JA,JA,!!

DESESPERADA Y TRISTE, MARILÚ DECIDIÓ NO VOLVER A SALIR DE SU CASA..


EL CARACOL TRATÓ DE

CONVENCERLA, PERO FUE INÚTIL, ELLA ESTABA DEPRIMIDA Y NO DEJABA DE


ECHARLE

LA CULPA DE LO QUE HABÍA PASADO. ÉSTE AL ESCUCHAR SEMEJANTES


REPRIMENDAS, SE MARCHÓ, LENTO ,

MUY LENTO COMO HABÍA LLEGADO. PASÓ UNA SEMANA, QUE A MARILÚ LE
PARECIÓ ETERNA, TODAS LAS

MAÑANAS, ESPERABA VER A SU CARACOL ENTRAR POR LA VENTANA,, PERO


ESTO NO SUCEDÍA. Al FINAL LO

EXTRAÑABA TANTO, QUE SALIÓ A BUSCARLO POR TODAS PARTES, BUSCÓ EN


EL JARDÍN, EN LAS MACETAS,

EN LAS CASAS VECINAS. TODOS LA MIRABAN EXTRAÑADOS Y PARA VARIAR,


MURMURABAN Y MURMURABAN. AL

LLEGAR LA NOCHE, MARILÚ SE FUE A DORMIR, ESTABA TRISTE Y HASTA TENÍA


GANAS DE LLORAR, LE

HABÍA GUSTADO MUCHO ESTAR CON SU CARACOL Y LE DIO IMPORTANCIA A


LAS HABLADURÍAS DE LOS DEMÁS

Y SE OLVIDÓ DE SÍ MISMA, NO PENSÓ EN SU PROPIA FELICIDAD, SINTIÓ


VERGÜENZA DE SU ÚNICO AMIGO

Y LAS LAGRIMAS CAYERON.

-PARA!! QUE ME MOJAS!!!!!

MARILÚ, SE LIMPIÓ LA CARA Y MIRÓ SU ALMOHADA, AHÍ ESTABA SU CARACOL,


BAÑADO EN LAS SALADAS

LÁGRIMAS DE MARILÚ. SE PUSO TAN CONTENTA QUE LO AGARRÓ Y COMENZÓ


A SALTAR POR TODA SU

HABITACIÓN. ¡VOLVISTE, VOLVISTE! GRITABA ENTUSIASMADA..-QUÉ DICES


NIÑA, YO NUNCA ME FUI DE

TU LADO.

-¿CÓMO?

-CLARO, UNA MASCOTA NUNCA ABANDONA A SU AMIGA..ERAS TÚ LA QUE NO


QUERÍA VERME, ENTONCES ME

FUI A TU PLANTITA, LA QUE ESTÁ EN TU MESITA DE LUZ, DE ALLÍ TE OBSERVÉ


TODO ÉSTE TIEMPO Y

AHORA QUE NO SIENTES VERGÜENZA DE MÍ Y ME EXTRAÑASTE, REAPARECÍ.

-ERES UN TONTO, PERO QUIERO QUE ME PERDONES Y QUE VOLVAMOS A


PASEAR JUNTOS.

DE AHÍ EN MÁS MARILÚ Y SU CARACOL FUERON INSEPARABLES YA LA GENTE


NO SE REÍA DE ELLA, ES MÁS

LA ADMIRABAN A ELLA Y AL CARACOL, QUE CON EL TIEMPO FUE CRECIENDO Y


LLEGÓ A SER MÁS ALTO QUE

CUALQUIER PERRO O GATO, QUE AL VERLO VENIR, HUÍAN ASUSTADOS.


AHORA LOS QUE SE REÍAN ERAN

MARILÚ Y EL CARACOL.

. FIN
EL DESAFIO DEL CARACOL

Mulk era el rey más poderoso de la tierra. Más poderoso que cualquier otro rey que
haya existido antes que él. Hasta las aves y los animales le obedecían porque sabían
que no había otro más poderoso. Los reyes de otras tierras lo miraban con respeto y
con temor, y se dice que hasta el viento le pedía permiso para soplar. Además de ser
poderoso, Mulk no era un mal rey. Era un hombre justo y pacífico, que hacía todo lo
posible para llevar paz y felicidad a quienes vivían en su reino.

Sin embargo, tenía un defecto: la vanidad. Y claro, siendo tan poderoso le parecía que
nadie podía competir con él en nada. Miraba la enorme extensión de su reino, con sus
magníficos castillos, torres y fuentes, las miles de personas que felices acataban sus
órdenes, y entonces decía en voz alta “nunca existirá nadie tan poderoso como yo”.

Pero un día, al decir nuevamente esta frase mientras disfrutaba entre sus muchas
posesiones, alguien le llamó la atención.

—Pss ¿a eso llamas poder? ¡Eso no es nada!

El rey, muy enojado, buscó con su vista al responsable de esas palabras, pero no
encontró a nadie a su alrededor. Dijo en voz alta:

—¿Quién se atreve a desafiarme de esa manera? ¡Que no sea cobarde y muestre su


rostro! ¡Sea hombre!

—¡Aquí abajo, rey! Y no te confundas que no soy hombre.

El rey Mulk observó el suelo, y junto a sus pies, encontró un pequeño caracol que lo
miraba desafiante.

—¿Tú eres el que se ha burlado de mi poder? —dijo Mulk.

—No me he burlado, pero tampoco me parece gran cosa… —respondió el caracol.

—¿No te parece gran cosa? ¿Y qué puedes opinar tú?

—Aquí donde me ves yo también soy poderoso —dijo el caracol.

El rey Mulk rio con fuerzas. ¿Cómo iba a ser poderoso ese pequeño caracol? Pero al
caracol no le gustó nada la risa del rey, y muy enojado le dijo:

—¿Así que te ríes? Te desafío a una competencia, para que veamos quién es más
poderoso.
Mulk no salía de su asombro ante la valentía del pequeño caracol.

—Si quieres competir aceptaré tu desafío —dijo el rey Mulk—, pero no veo cómo
podrías vencerme en nada.

—Ya que estás tan seguro de ti mismo, te pongo dos condiciones: la primera que sea
yo quien elija las pruebas y la segunda que compitas solo, sin la ayuda de tus hombres.

—Trato hecho —respondió Mulk—. Sé que puedo vencerte en la competencia que tú


quieras y sin ninguna ayuda.

Y concertaron la pugna para el día siguiente.

Llegó el momento, y se decidió que un grupo de aves hicieran de jurado. El caracol


relató entonces cómo realizarían la competencia:

—Bueno, rey Mulk, veremos quién es el mejor de nosotros con cuatro contiendas que
ambos realizaremos. Esta es la primera: te desafío a una carrera.

Mulk lo miró risueño y dijo:

—Dime que esto es una broma. ¿Quieres jugar una carrera?

—Claro —respondió el caracol—. Te desafío a quién puede realizar una carrera de


forma más lenta.

—¿Qué clase de carrera es esa? —dijo Mulk sorprendido.

—En mi mundo es un gran poder desplazarse lentamente, así tus enemigos no notan
tus movimientos. Veamos qué tan bien te va a ti en esto.

Se pusieron uno al lado del otro, una de las aves dio la voz de largada y el rey Mulk
intentó moverse lo más despacio posible, pero apenas recorrió un paso, dejo muy atrás
al caracol.

—¿Cuál es tu apuro, rey? —dijo el caracol. Y las aves, sorprendidas, tuvieron que
reconocer que el ganador de esa competencia había sido el caracol.

—La siguiente será una prueba de fuerza —explicó el caracol—. Veamos quién puede
caminar cargando su propio hogar. ¿Cuál es tu hogar, rey Mulk?

—Aquel castillo —respondió el rey, y señaló el fastuoso castillo en el que vivía, con
124 habitaciones, 47 jardines, 24 fuentes de agua y 18 torres de varios pisos.

El caracol, luego de mirar el castillo sin darle mucha importancia, dijo:

—Pues cárgalo en tus espaldas y comencemos.

—¿Pero cómo voy a cargar tan enorme castillo en mis espaldas?

—Asunto tuyo. Como ves yo ya traigo mi hogar a cuestas —respondió altanero el


caracol, y las aves tuvieron que reconocer nuevamente que el ganador era el caracol.

—Ahora probaremos tus sentidos, rey —continuó el caracol—. Te desafío a que dirijas
tu vista hacia el frente y hacia atrás al mismo tiempo.

—¡Eso es imposible! —dijo Mulk.

—¡No para mí! —dijo el caracol y, sin agregar nada más, orientó sus ojos movibles,
uno hacia delante y el otro hacia atrás. Y nuevamente fue el vencedor.

—Esta es tu última oportunidad, rey Mulk. Haremos una prueba de delicadeza.


Veamos quién se para en esta rama sin romperla.

Y así fue como el caracol se acercó a una pequeña y delicada rama apoyada en el piso.
El rey Mulk quiso apoyar suavemente su pie en la rama, pero la frágil madera no
resistió el peso y se quebró inmediatamente.

—Rey Mulk, reconoce que te he vencido y que soy un oponente poderoso —dijo el
caracol.

—Lo reconozco. He sido vencido y tú has sido el ganador —dijo Mulk.

El rey Mulk estaba tan sorprendido por la victoria del caracol, que quiso hacerle algún
regalo. Le dijo:

—Amigo caracol, me has enseñado una gran lección, ahora sé que cada cual es
poderoso a su manera y que no debo nunca creerme superior a los demás. Pídeme lo
que quieras. ¿Deseas mi palacio? ¿Quieres inclusive mi reino?

—No quiero nada —respondió el caracol—, me conformo con que nunca olvides esta
lección… Y bueno… quizás un poco de lechuga para el viaje.

Desde ese día, cuando alguien le decía al Rey Mulk “tú eres el más poderoso” él
respondía “¡no creas que soy el más poderoso! Una vez fui vencido”. Y cada vez que
decía esto, los corazones de los presentes se sumergían en el terror, imaginando cuál
sería la grandeza y fuerza de ese adversario extraordinario que había logrado vencer al
rey Mulk.

Experiencia Científica

¿Cómo andan los caracoles?

Materiales:

← Caracoles
← una lupa
← un acuario
← un lápiz pastel
← una regla.

Procedimiento:

Observar los caracoles en el acuario. Mirar de cerca al caracol


cuando sube por el cristal.
Preguntar: ¿Pueden distinguir cuántas patas tiene? Explicar que los
caracoles se arrastran moviendo los músculos de la parte inferior del
cuerpo. Con la lupa, los niños podrán ver el movimiento. Marcar la
posición del caracol con lápiz pastel en la parte exterior del acuario.
Varias horas después medir la distancia que ha recorrido. Hacer que
los niños anden de un extremo al otro del aula y comparar esta
distancia con la recorrida por el caracol.
Si no es posible observar caracoles vivos, usar en su lugar
fotografías o dibujos. Pedir a los niños que busquen patas o pies en
todos ellos, luego explicar cómo se mueve el caracol.Nota para el
maestro:

El caracol es un molusco con una sola concha. También pertenecen


a este grupo las caracolas y los buccinos. Algunas personas
coleccionan las conchas de estos animales y algunas conchas se
usan para fabricar joyas y objetos decorativos.

Enviado por
Veronica D. Poltronieri
Temperley-Buenos Aires

Cada uno en su
lugar

 Observación
 Cuidado

 Respeto

En una salida que se haga a un recinto donde podamos ver animales,


dialogamos y hacemos que los niños observen el entorno en el que se
encuentran cada uno de ellos.

Una vez en clase realizamos un mural con distintos tipos de paisajes, selva,
mar, granja, … Los niños buscarán en revistas fotos de animales, las
recortarán y pegarán en el lugar del mural que corresponda según el animal
que se trate.

Cada uno imita la forma de desplazarse del animal que ha aportado al mural.

Una vez observados y comentados los diferentes tipos de entornos que


necesitan para vivir y las condiciones mínimas que deben tener, podemos
pedir a los niños que traigan un caracol a clase, estudiando antes de traerlo
las características que debe tener el lugar en el que vamos a ubicarlo. Lo
colocamos en una caja con agujeros para su ventilación y poniéndole una
tapadera transparente. Ponemos una hoja de lechuga y la cambiaremos a
diario, cada niño se responsabilizará un día de traer la hoja.

Examinar las señales que deja el animal al comer la lechuga. Pulverizar con
agua y observar la reacción del caracol. Mirar el rastro que deja el caracol al
desplazarse y de qué forma lo hace.

Una vez terminadas las observaciones, llevar de nuevo el caracol al entorno


en el que se encontró.

P.D.: Si bien, hemos realizado la actividad con un caracol, puede ser cualquier
otro animal que sea asequible de llevar a la clase para su cuidado y que se
encuentre en su entorno próximo.

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