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FRANCISCANAS MISIONERAS DE LA MADRE DEL DIVINO PASTOR

PROVINCIA “NUESTRA SEÑORA DEL PILAR” / ARGENTINA - BOLIVIA

¿qué es “JPIC” y qué tenemos que ver nosotros?

Desde que el Señor llamó a Francisco a la conversión, en 1205, conduciéndolo entre los
leprosos de la periferia, de las márgenes de Asís, hasta su muerte en 1226, toda su vida evangélica
estuvo en sintonía con la Justicia, la Paz y la integridad – o el cuidado o la salvaguarda - de la
creación. No podía ser de otra manera, dado que Dios lo había impregnado del Espíritu Santo para
ser un apasionado buscador, constructor y servidor del Reino (Mateo 6, 33) al que Jesucristo
consagró su vida, su predicación y su misterio pascual. Francisco y sus compañeros sirvieron a los
excluídos de su tiempo: los leprosos, limpiando sus llagas y acompañándolos – como que eran
personas despreciadas, temidas, y, por tanto, necesitadas de mucho amor - ; procuraron vivir en
paz consigo mismos y experimentar la misericordia de Dios para estar dispuestos a reconciliar a los
enemigos; bendecían al Creador por la existencia de las más diversas creaturas – acción de gracias
que se hizo poesía y canto en el Canto de las Creaturas que Francisco empezó a componer uno o
dos años antes de su muerte -. Estas actitudes llegaron a ser aspectos esenciales, rasgos distintivos
de los hombres y mujeres que a lo largo de 8 siglos han descubierto el llamado de Dios a mantener
vivo el carisma franciscano.
Pero con el desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia desde fines del siglo 19, y, más
aún, con el Concilio Vaticano 2º (cuyo 50º aniversario de su apertura recordaremos el próximo 11
de octubre, cuando el Papa Benedicto 16 inicie con toda la Iglesia el “Año de la Fe”), los cristianos
nos damos cuenta que estas 3 actitudes son valores del Reino, que Dios a todos nos urge a
encarnar, si de verdad seguimos a Jesucristo. En uno de los documentos del Concilio, la
Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, llamada “Gaudium et Spes”, comienza diciendo:
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre
todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez, gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los
discípulos de Cristo”. Desde que el Hijo de Dios se encarnó, pasó por este mundo haciendo el bien,
entregó su vida en la cruz y resucitó, el Reino de Dios y la salvación pasan por la transformación de
la historia. En la historia conducida por el Espíritu va creciendo el Reino de Dios a cuyo servicio
está la Iglesia.
Por eso, Justicia, Paz e Integridad de la Creación (abreviadamente hablamos de JPIC ) son
actitudes que nos ponen en camino de:
• escuchar al mundo: leer los “signos de los tiempos” estando dentro del mundo,
participando de sus gozos y preocupaciones. Por eso la Iglesia debe hacer un éxodo hacia la
periferia.
• asumir los anhelos, valores, clamores y logros del mundo: libertad, igualdad,
participación, pluralismo, democracia, preocupación por la justicia, por el medio ambiente
• ofrecer una práctica evangélica basada en el testimonio de vida, en el servicio, la
colaboración y la solidaridad
• para transformar el mundo según los valores del Reino.
Veamos ahora qué aspectos abarca esta dimensión JPIC de nuestra vida franciscana y, ante
todo, cristiana.
JUSTICIA: todas las cuestiones relacionadas con la justicia social: el trabajo, la exclusión
social …; la justicia internacional: el desarrollo integral de los pueblos, la erradicación de la pobreza
…; la ética en los sistemas económicos y financieros; la justicia ambiental: hace visible la conexión
entre la crisis ambiental y la crisis de la pobreza, buscando el trato justo por el que ninguna
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población debería estar obligada a asumir una cuota desproporcionada de exposición a los
peligros medioambientales por carecer de poder político o económico.
PAZ: los problemas relativos a la guerra, al desarme, a los armamentos y al comercio de las
armas, a la seguridad internacional y a la violencia bajo sus diversos y cambiantes aspectos
(terrorismo, nacionalismo exacerbado, etc.), fija también su atención en los sistemas políticos y en
el compromiso de los católicos en el campo político.
DERECHOS HUMANOS: que son aquellas libertades, facultades, instituciones o
reivindicaciones relativas a bienes primarios o básicos que incluyen a toda persona, por el simple
hecho de su condición humana, para la garantía de una vida digna, sin distinción alguna de etnia,
color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social,
posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Hay derechos de 1ª generación: son
los derechos civiles y políticos, vinculados con el principio de libertad. (exigen de los poderes
públicos su no injerencia en la esfera privada). Los derechos de 2ª generación son los derechos
económicos, sociales y culturales, vinculados con el principio de igualdad (exigen la intervención
de los poderes públicos, a través de prestaciones y servicios públicos). Los derechos de 3ª
generación se vinculan con la solidaridad, e influyen en la vida de todos, a escala universal
(precisan para su realización una serie de esfuerzos y cooperaciones a nivel planetario: el derecho
a la paz, a la calidad de vida, las garantías frente a la manipulación genética …).
ECOLOGÍA: La 1ª Conferencia de Naciones Unidas sobre ecología se celebró en 1972 en
Estocolmo. En los años 80 fue creciendo la preocupación social e internacional por el medio
ambiente y alcanza un punto álgido en 1992 en la Conferencia de Río de Janeiro sobre Ecología y
Desarrollo, . En este mes de junio de 2012 se realizará una nueva Conferencia de las Naciones
Unidas y, en paralelo, la Cumbre de los Pueblos “Río + 20”, en busca de nuevos acuerdos
internacionales para la erradicación de la pobreza y el desarrollo sostenible - es decir, un
desarrollo que no sea solo económico sino integral y no contaminante -. A nivel ecuménico el
Consejo Mundial de las Iglesias ha ido relacionando los problemas ecológicos con los de la justicia
y de la paz, popularizando la expresión “integridad de la creación”. Juan Pablo II, que en 1979
había declarado a San Francisco de Asís “patrono de la ecología”, expresó la sensibilidad y
preocupación de la Iglesia en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1990, titulado “Paz
con Dios Creador, paz con toda la Creación”. En 2001 él amplió esta reflexión y llamó a todas las
personas a una “conversión ecológica”, porque la crisis ecológica es una crisis moral, es decir,
tiene que ver con nuestro comportamiento personal y social desaprensivo y destructor hacia la
naturaleza. Más recientemente, Benedicto 16 ha dicho que la raza humana debe escuchar a la voz
de la Tierra o correr el riesgo de destruir su propia existencia. Todos y cada uno deberíamos
convertirnos a un nuevo estilo de vida más ecológico, es decir, más austero, más frugal, menos
consumista, que consiste en el uso moderado, sobrio y justo de los recursos, evitando lo superfluo
y el derroche, a partir las 3 “R” ecológicas: REDUCIR, REUTILIZAR, RECICLAR.
A punto de estallar la crisis argentina del 2001, nuestros obispos argentinos, en su Carta al
Pueblo de Dios (17/11/2001), decían “Cada una de las comunidades cristianas debe impulsar a
todos sus miembros por el camino de la santidad cristiana. Este camino implica un compromiso por
el bien común: "no podemos ser peregrinos del cielo si vivimos como fugitivos de la ciudad
terrena". Esto exige asumir la propia responsabilidad en la sociedad y entraña una actitud de
conversión …” (nº 6). Aunque los valores JPIC nos parezcan demasiado complejos y grandes, como
para afrontarlos desde nuestra fragilidad, pequeñez y debilidad, el Señor nos los sigue
encomendando, para que, pongamos en sus manos nuestros pocos e insuficientes “5 panes y 2
pescados” (Juan 6, 9).

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