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I Conceptos preliminares
Esa transferencia que va y viene entre Freud, sus amigos y sus primeros
discípulos, es ambivalente y la ambivalencia es algo que cuestiona las
idealizaciones, determina rupturas tan productivas como la relación misma. Es
así, en ese período de finales del siglo XIX y comienzos del XX, con relaciones
interpersonales conflictivas, por consiguiente altamente estimulantes, entre las
que resalta la relación con Fliess, como Freud lleva adelante, en medio de
dudas pero con pasión, investigaciones que contemplan la posibilidad de
teorizar sus primeros descubrimientos sobre la interacción entre sexualidad y
neurosis. Hay temas que lo obsesionan: el misterio de los sueños y la
necesidad de defender, en la construcción teórica, los principios de la ciencia
positiva de su tiempo; la psicología, para ser científica, tendría que estar de
acuerdo con la naturaleza y valerse de procedimientos comparables a los de
las ciencias naturales; no en vano Freud inició su vida intelectual como fisiólogo
investigador en el laboratorio de Ernst Brücke. A este sabio, que constituyó con
Helmholtz y Dubois Raymond una de las vanguardias del método experimental,
Freud lo admiró hasta el punto de darle el nombre de Ernst a uno de sus hijos,
lo cual para una mirada psicoanalítica no puede significar sino el deseo de ser
su hijo teórico.
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Octave Mannoni Un Debutto che non Finisce Spirali Edizioni Milano 1981
En la historia del pensamiento, después de Sócrates, es Freud quien
experimenta por primera vez en la interacción con los otros, en este caso sus
pacientes, la urgencia del autoconocimiento; por ello la pasión cognoscitiva se
inclinará por el sueño y las posibilidades de desciframiento que ello le
reportaba. El sueño era además un fenómeno presente en los relatos de las
primeras histéricas que acudían a su consulta, algo que hacía parte de la
relación con ellas. La amistad con Fliess, por el contrario, alimentaba la
tendencia positivista; por eso muy pronto le remitió al amigo, idealizado como
un hombre ciencia incuestionable, el manuscrito del Proyecto de una psicología
para Neurólogos, que nunca quiso publicar en vida y del cual nunca habríamos
sabido nada si la viuda de Fliess no hubiese subastado, en un afortunado
arranque de resentimiento, la correspondencia de su marido con el inventor del
psicoanálisis. Remitiendo a Berlín dicho borrador teórico Freud quedó tranquilo
con lo que le debía a esa amistad y a la pretendida sabiduría que de ella
emanaba; despachado el Proyecto pudo orientarse hacia la tarea interpretativa,
que era el verdadero camino hacia lo desconocido.
Del conocimiento de sí, que obtenía del análisis de los propios sueños, Freud
derivó grandes avances teóricos; y eso no tiene antecedentes, si exceptuamos
a Nietzsche. Por otra parte, tampoco el Proyecto era un estudio de anatomía,
fisiología o histología del sistema nervioso, era simplemente una gran
anticipación: imaginar un sistema que explicara cómo funciona lo psíquico sin
hacer concesiones al subjetivismo. Además, como hombre de ciencia, Freud
sabía que de todas maneras las intuiciones y eventuales interpretaciones
tienen que estar sometidas a una construcción teórica para que tengan algún
sentido y un límite objetivo.
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explicar un lapsus, un olvido o un falso recuerdo, una idea persecutoria, y
mucho menos dar cuenta de un raciocinio, falso o acertado, sobre cualquier
tema, y menos decir algo sobre las fantasías subyacentes que lo inspiran.
Parece que Freud hiciera al final del párrafo una cita secreta de Ernst Mach
(1838-1916), fundador de un empiriocriticismo a ultranza, muy criticado, entre
otros, por Lenin en su polémico texto Materialismo y Empiriocriticismo, porque
consideraba que “el machismo”, así denominó él al pensamiento empirísta de
Mach, aunque respetaba la teoría física no la consideraba garantía de verdad.
Una precaria garantía solo la observación podía proporcionarla. Esta
relativización que hacía Mach de la teoría científica le abría el paso al
idealismo, según Lenin, y según otros al escepticismo.
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vez de ser simplemente garantía de la correspondencia entre el pensamiento y
la clínica, también confirman, al confirmar la teoría, al analista en su autoridad.
Lo paradójico, en el caso del psicoanálisis, es que la práctica del analista
destruye la autoridad que le ha otorgado la transferencia y confirmado la teoría
y la clínica, puesto que toda cura apunta a restituirle al paciente el saber sobre
sí mismo, del cual él se ha despojado.
Desde sus primeras publicaciones Freud dice cosas tan audaces y presenta
realidades clínicas tan inauditas, que si no se hubiese dado de entrada esa
especie de transferencia hacia su propia persona, que hemos mencionado, sus
libros no habrían encontrado lectores y el psicoanálisis no existiría. De hecho le
pasa a mucha gente que no lo lee porque de antemano lo descalifica; y eso
también es transferencia, aunque negativa. No hay autor que haya sido más
atacado sin haber sido leído que Freud, tal vez Marx se le acerca en eso. La
obra de Freud exige un cambio en el lector para poder aprehenderla y aún
para, después, criticarla; tal cambio hace parte de la transferencia, y es difícil
porque significa renunciar durante un tiempo al juicio, o prejuicio, para darse
cuenta de que, con todo y sus errores y vacilaciones, es un texto que hace
estallar todo lo sabido hasta entonces sobre el comportamiento humano.
Todos los mecanismos del sueño que describió Freud pueden llegar a ser
refutados y cambiados por otros, pero su descubrimiento de la interpretabilidad
del sueño y el hecho mismo de la interpretación permanecerán como
conquistas del pensamiento y del conocimiento. La explicación nos la dio
Spinoza, el primer filósofo occidental que vio más allá de la consciencia: si,
después de un largo proceso, una demostración se nos impone como cierta,
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entonces cada una de sus partes o de sus articulaciones se imponen como
verdaderas sin necesidad de nueva prueba, porque cada “prueba” plantearía la
misma cuestión ya demostrada.
Una teoría, una vez estabilizada, puede ser aplicada fácilmente; es por lo
tanto inevitable que tenga efectos socio políticos que no son accesorios. La
autoridad, además, suele revestirse de un saber que se multiplica en teorías o
pseudoteorías de todas las clases posibles, y muy especialmente abunda en
esto la autoridad que se ejerce sobre los niños, desde la posición que sea:
paternal, médica, psicológica o pedagógica.
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“verdades” que dice contener pero la teoría científica no puede ofrecer tal
garantía. La observación es lo único que puede convalidar o no una teoría, y no
de una vez para siempre, nuevas observaciones pueden modificar lo
previamente establecido.
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del analista, el cual sabe sin embargo interpretarlo porque, en tanto que agente
neutral, renuncia al discurso, no habla catequísticamente, ni catacréticamente,
en cuanto no pretende convencer ni manipular; el psicoanálisis no maneja un
código y funciona en tres dimensiones irreductibles la una a la otra: la
transferencia, la interpretación y la teoría.
Cuando Freud describe la libido como una ameba que emite y retrae
pseudópodos está teorizando como lo hacían los presocráticos con todos los
fenómenos de la naturaleza. Esa teoría por muchas imprecisiones que
contenga no ha sido necesario reemplazarla por otra mejor porque el
psicoanálisis no obtendría ninguna ventaja de buscar, si esto fuera posible, una
teoría más precisa, porque después de todo la libido no es un objeto
descriptible matemáticamente . Es una palabra que figura en el vocabulario del
análisis, tal vez un símbolo que como todo símbolo tiene sus reglas de uso, el
parangón con la ameba es suficiente para el empleo que Freud intentaba y, tal
vez, para el empleo que le damos hoy.
Hay teorías más científicas o, para decirlo con más precisión, mejor
formalizadas con el lenguaje de la matemáticas. Pero hablar de verdad en
matemáticas tiene diferente sentido que en otras teorías, por eso Russell
afirmaba que sin lugar a dudas las matemáticas son verdaderas en cuanto no
tengan nada que ver con la realidad. En cambio la mayoría de las teorías
tienen mucho que ver con la realidad, y esto nos lleva directamente al tema de
la relación entre teoría y pedagogía en el campo del psicoanálisis.
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ser, falso pero necesario. Pero dada la autoridad que irradia del conocimiento
teórico, el yo, armado de teoría, puede astutamente con un salto atrás
reconquistar el dominio perdido.
De ahí no hubo sino un paso que dar para reconocer la transferencia como un
fenómeno universal, que se da en muchas otras dimensiones humanas
distintas a la relación con un terapeuta. Se ha necesitado tiempo para ver todo
el alcance de esta visión freudiana.
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de poder en una relación, que no necesariamente es entre dos, suele ser entre
tres, o puede ser entre muchas personas, como quería Sade que fuera el goce.
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producto de su método. Aún él tuvo que aprender el “camino” asumiendo la
ignorancia y sometiéndose a la “duda” como a un verdadero purgante
intelectual. Convertida en modelo pedagógico la “duda” le hizo aprender de
nuevo todo. Pero este es sólo un ejemplo, pues en el fondo de toda filosofía
está más o menos oculto un plan pedagógico.
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Un nuevo saber es, inevitablemente, subversivo porque pone en cuestión el
saber que se tiene sobre cualquier tema, no importa de que manera se haya
adquirido; tanto Descartes como Freud recibieron un saber institucional que fue
enseguida puesto en cuestión. Así pasa también en la situación analítica: hay
una especie de maestro que no enseña nada y alguien que para tener un
nuevo saber sobre sí mismo tiene que examinar todo lo que creía saber de sí,
de sus motivaciones y de su actuar en el mundo.
No podemos decir que quien va más allá del recinto escolar da un paso
automáticamente desde la enseñanza hasta la investigación. No es así porque
hoy la investigación es programada y Descartes no hubiese sido admitido en
los Institutos de Investigación financiados por el gran capital en los cuales no
se admitiría ninguna “duda”, por “metódica” que fuera, sobre los dogmas del
sistema; de hecho Freud tuvo que renunciar a una carrera de investigador por
ser judío y también renunciar a un reconocimiento académico por atreverse a
investigar la histeria como una entidad digna de un estudio teórico.
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en la autoridad, la autoridad es tranquilizante y protectora y por eso los niños
transfieren a los maestros dicha autoridad, como el paciente la transfiere a la
persona del analista; el secreto está en no ejercer la autoridad de la manera
tradicional sino solo para dar inicio a un proceso en el que surja una nueva
forma de saber, relacionada no con el olvido de un saber innato sino con algo
inconsciente, que se tiene que resolver para que donde está la represión llegue
a estar el saber. De suyo, el saber psicoanalítico no es simplemente un saber
sobre el inconsciente sino un saber sobre la función que desempeña el
inconsciente en un momento dado.
También por fuera del ámbito de la escuela, por ejemplo en la relación con las
padres y otras personas del medio familiar, se aprende de dos maneras
distintas: por aceptación de un saber que se recibe de la autoridad
correspondiente, o por la investigación que en vez de ser obstruida es apoyada
por la figura de autoridad. ¿Será siempre así?
Para intentar una respuesta es necesario saber más sobre lo que podemos
definir como el cierre de la enseñanza, más o menos permeable pero siempre
presente. Probablemente el viejo mito, aún no desaparecido, que hace del
maestro el depositario del saber y del alumno el recipiente vacío, requiere ese
cierre para sostenerse.
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El medioevo ha dejado sus huellas en los métodos empleados por la sociedad
en la formación de los jóvenes. Pero la antropología nos muestra, gracias a los
estudios de los etnógrafos, que todas las enseñanzas oficiales, o más o menos
oficializadas, se hacen, en todos los tipos de sociedad, en base a
mistificaciones y supercherías.
Desde otro ángulo vemos también que la cultura, o al menos buena parte de
la cultura, no tiene para los adultos el valor y el significado que éstos quieren
que tuviese para los jóvenes. A los jóvenes se les conmina a adquirir la cultura
como la cosa más preciosa para su formación, pero muy pronto la nueva
generación se da cuenta que sus mayores solo de palabra creen en la cultura,
y solo la respetan por convención. Para un adulto la mayor parte de las veces
ser culto se reduce a haber cursado algunos estudios tradicionales. De hecho
gran parte de la confrontación entre generaciones se da a partir del
descubrimiento de la inconsecuencia de los mayores respecto de todo lo que
pretenden querer inculcar en los menores. En esa confrontación se llega a
rechazar la escuela como lugar privilegiado de la mistificación de los valores
culturales.
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sociedad primitiva no tiene necesidad de institucionalizar. Pero secretamente,
sin que haya una doctrina para mantener, o al menos para proclamar, la
tradición y la enseñanza continúan funcionando con la mistificación y la
superchería oficializadas, sobre todo en lo que respecta a la ética, así se
asegura el dominio de los adultos en todas la decisiones vitales.
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haciendo preguntas que obligan al maestro a tener una respuesta; algunas
veces también es la ideología dominante la que inspira esas preguntas para
cuestionar, desde el lugar del alumno, un saber disidente del maestro.
Los dos tipos de saber, al ser necesarios e inevitables, son opuestos pero no
necesariamente antagónicos, ninguno prevalecerá sobre el otro. El juego se
dará en torno a la mistificación y la desmitificación de la autoridad, de la
sumisión, de la libertad, de la virilidad o feminidad, o, si queréis jerga
psicoanalítica, de la castración simbólica. Sin saberlo el pueblo siempre ha
situado el juego en relación con el inconsciente, ya sea mediante el humor,
burlándose de los maestros cuya ausencia por otra parte no soporta, cuya
presencia reclama como una reivindicación fundamental, o mediante la
idealización y la fe ciega en la palabra del maestro y en la necesidad de la
escuela. Valga un ejemplo: una mujer en el Perú se auto incineró porque le
negaron un cupo en la escuela para su hijo de seis años.
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lejos, porque si bien la teoría psicoanalítica tiene apenas un poco más de cien
años, el inconsciente, del que la teoría emerge, es a-histórico y es el modo
esencial en que la mente ha funcionado siempre. La reproducción de las
instituciones, vale decir de la familia y del Estado, siempre ha generado
reflexiones políticas, pedagógicas y psicológicas que se plasman en casi todos
los sistemas filosóficos conocidos hasta hoy.
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debe predominar sobre la simple instrucción. Según este principio la tarea
fundamental de la educación es enseñar a aprender y no atiborrar de
conocimientos o de información inútil al escolar.
En este último punto, de alguna manera saltando por encima del tiempo,
Platón y Rousseau se encuentran en lo que podríamos denominar una teoría
de la ignorancia. Para ambos la tarea más difícil es la del aprendizaje de la
ignorancia. Una vez reconocida la ignorancia y a partir de ella se podrá tener
acceso a un saber real, producto del pensamiento y no de la información, o de
las ideas recibidas, que es lo que denominamos opinión. El papel de la
educación no sería el de suministrar respuestas, sino el de ayudar a construir
un instrumento lógico que sea utilizable por el deseo de aprender.
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aquel que habría dominado todo desarreglo proveniente de lo que subyace en
los bajos fondos del alma, aquel no permitiría sino pensamientos y acciones
virtuosas, relegando a los sueños, porque ni los poetas trágicos podrían habitar
“la ciudad perfecta”, la angustia y horror del crimen y del incesto.
Rousseau, por el contrario, nos muestra, lo mismo que Freud, cómo el deseo
nace en el ser humano en relación con el lenguaje. Su método tiende a
considerar el querer y la elección en la experiencia del habla del sujeto, ahí
donde no puede haber nadie que decida en su lugar. En Platón ese lugar lo
toma la elite que debe pagar el honor con una ascesis rigurosa; hay, en la
teoría platónica, un saber, a través del sufrimiento, que se convierte en poder
que adopta una estructura paranoica, por ese pretender conocer y dirigir el
deseo del otro, aunque no sea en beneficio personal, como sucede en la
dictaduras de todos los colores y también en la dictadura del mercado.
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bienes y servicios hay una mierda cultural de la cual la escuela, si cumpliera su
función de enseñar a aprender, liberaría a los niños, a muchos adultos y, es
deseable, a los padres.
IV Conclusiones
Aunque fue importante el beneficio para los niños pequeños derivado de las
teorías y prácticas psicoanalíticas, reflejado en un cambio en las costumbres de
alimentación, de educación esfinteriana y de control o vigilancia de la
sexualidad infantil, no podemos hablar propiamente de una pedagogía
psicoanalítica. Tal vez ni siquiera se podría considerar que esos cambios
constituyeron una verdadera reforma de la educación. Y en cuanto a la crianza
lo único que realmente sabemos es que el liberalismo de los padres no logra
ahorrar del todo la angustia infantil, pero sí es el psicoanálisis el que puede
explicarnos ese fenómeno al establecer que el aparato psíquico se constituye
en instancias que son conflictuales entre sí, porque por definición persiguen
fines distintos y a veces opuestos.
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esto tiene un menor reconocimiento universal en el magisterio y en sus
formadores.
En última instancia, como conclusión final debemos decir que el aporte del
pensamiento freudiano a la pedagogía consiste esencialmente en demostrar
tanto su necesidad como su nocividad. No hay pues posibilidad de una
pedagogía analítica sino la posible creación de una actitud analítica frente al
estudiante, mediante la cual los docentes sabrían limitar su acción, corregir sus
probables efectos negativos y ser literalmente maestros, vale decir expertos en
un arte, más que conocedores y practicantes de una técnica.
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A.S.Neil Libres enfants de Summerhill París 1970
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