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Marx, Nietzsche y Freud: filósofos de la sospecha

PorFilosofía&Co 19 marzo, 2018


En 1965, el filósofo francés Ricoeur une a Marx, Nietzsche y Freud (de izda. a dcha.) bajo un nombre
común: los filósofos de la sospecha o los maestros de la sospecha. Ricoeur encuentra que los tres
ponen bajo la lupa las deficiencias de la noción de sujeto, que había sido la base sobre la que se había
elaborado la filosofía moderna. Foto de Marx, de John Jabez Edwin Mayall; foto de Nietzsche, de
Friedrich Hartmann, ambas vía Wikimedia Commons.
¿Qué tienen en común Marx, Nietzsche y Freud? Casi nada y mucho. Que los tres son autores y
pensadores y los tres nacieron y vivieron en el siglo XIX. Y hasta aquí sus aparentes coincidencias en
un análisis rápido. Aunque si pudiéramos entrevistar hoy al filósofo francés Paul Ricoeur y le
hiciéramos a él esa misma pregunta, nos respondería que los tres son los filósofos de la sospecha: los
tres critican la sociedad que conocen con el objetivo de cambiarla.
Por Amalia Mosquera
Los tres, Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud, expresan, cada uno a su manera, la crisis
de la filosofía de la modernidad; los tres muestran un espíritu crítico hacia la sociedad del momento y
cuestionan los valores de su época. Esta actitud y este pensamiento podría reunirlos como parte de
un mismo “movimiento” –que nunca fue tal– al que puso nombre el filósofo francés Paul Ricoeur.
En 1965, Ricoeur (1913-2002) une a Marx, Nietzsche y Freud bajo un paraguas común: los filósofos
de la sospecha o los maestros de la sospecha. ¿Por qué? ¿Cuál es el origen de esa denominación que
crea Ricoeur? Analizando sus obras, Ricoeur encuentra que los tres ponen bajo la lupa las deficiencias
de la noción de sujeto, que había sido la base sobre la que se había elaborado la filosofía moderna.
Sospechan de los valores que las sociedades europeas han aceptado como válidos provenientes de la
Ilustración, el movimiento cultural e intelectual que se desarrolló en el siglo XVIII. Sospechan de la
libertad del hombre, que se ve limitada por el Estado, la religión u otros factores. Sospechan que la
sociedad occidental está sustentada sobre un error: la creencia ciega en la razón, en el progreso y en
la preeminencia de un sujeto libre de la subjetividad. Sospechan y cuestionan el racionalismo que
impera en la época e intentan liberar al hombre de la conciencia falsa que le ha sido impuesta.
Qué es la conciencia
El término conciencia procede del latín “conscientia”: “cum”, con, y “scientia”, ciencia,
conocimiento, saber. Conciencia, pues, significa “con conocimiento”.
Si atendemos a su raíz etimológica–del latín conscientia: cum, con, y scientia, ciencia,
conocimiento, saber = “con conocimiento”–, la conciencia es saber algo dándose uno cuenta de que
lo sabe, o tener una experiencia sabiendo que se tiene. La conciencia tiene dos sentidos esenciales: el
representativo y el reflexivo. La conciencia representativa es la que se refiere a los objetos (veo eso y
tengo conciencia de lo que es); la conciencia reflexiva se refiere a uno mismo (yo tengo conciencia de
que yo soy y sé).
Marx, Nietzsche y Freud sospechan y critican en un aspecto diferente y con un argumento distinto,
guiado cada uno por su pensamiento. Y una vez que detectan el problema, cada uno de ellos
propone un camino para solucionarlo. Los tres señalan que, tras la noción clásica de sujeto, se
esconden unos elementos que lo condicionan. Esto les permite pensar –sospechar– que el hecho de
crear una filosofía sobre esta noción es una falacia. Y es más, que la misma noción de conciencia
también es otra falacia. Dicho de una forma, los tres pensadores afirman que el sujeto no se
construye a sí mismo, sino que es resultado de condicionantes históricos, sociales, morales y
psíquicos.
Para Marx, la conciencia del individuo se falsea por intereses económicos y como solución propone
acabar con la ideologización; Nietzsche culpa de esta falsa conciencia al resentimiento de la debilidad
y apuesta por la restauración del nuevo hombre; Freud ve la causa en las represiones del inconsciente
y establece una terapia para abrirle la puerta y darles rienda suelta.
Los tres afirman que el sujeto no se construye a sí mismo, sino que es resultado de condicionantes
históricos, sociales, morales y psíquicos.
Marx: el motor del cambio es la economía
Karl Marx (1818-1883) detecta el problema descubriendo que la ideología es en realidad una falsa
conciencia enmascarada por el materialismo y los intereses económicos. La sociedad del siglo XIX
vive unas circunstancias desastrosas que hay que cambiar con urgencia. Es la falsa conciencia social,
política y económica. Los ideales ilustrados han calado hondo en las élites europeas, que los utilizan
para establecer políticas liberales en lo económico que reducen la intervención del Estado. La
Revolución industrial consolida el capitalismo como sistema de producción, y sus consecuencias son
terribles: el hacinamiento en las ciudades de miles de trabajadores con empleos realizados en
condiciones infrahumanas, jornadas larguísimas cobrando sueldos míseros. La explotación masiva del
ser humano por el ser humano.
Marx advierte del error de pensar que el motor del cambio son las ideas; el motor del cambio es la
economía. La ideología y la filosofía corresponden a la clase dominante, que gracias a ellas se
mantiene en su posición de privilegio. Hay que cambiar este mundo injusto para crear un mundo
nuevo de seres libres e iguales. Hay que conseguir la igualdad social donde no existan las clases ni el
Estado.
Para Marx, la organización social y laboral del siglo XIX había provocado la explotación del ser humano
por el ser humano
Nietzsche: los valores de la moral son decadentes
Nietzsche (1844-1900) habla de la necesidad de cambiar los falsos valores que han dominado en la
sociedad occidental a lo largo de la historia, una moralidad que nace a partir de un resentimiento
contra la vida. Nietzsche critica la falsa conciencia moral. La moral está llevando al ser humano a la
decadencia. Sus valores son decadentes. La moral cristiana de la época en Occidente convierte a los
ciudadanos en esclavos de ellos mismos. El bien y el mal presididos por dios. La alienación religiosa. Es
una moral de esclavos basada en el sacrificio y el dolor que los poderosos la utilizan para dominar a
los oprimidos. La solución llegará con el hombre del futuro, un Superhombre poderoso, seguro de sí
mismo, independiente, individualista y que vivirá en libertad.
Nietzsche propone el desarrollo del Superhombre, seguro, independiente y libre. Freud, la liberación
mediante la liberación del inconsciente
Freud: la mayor parte de la psique humana es irracional
Freud (1844-1900) critica la falsa conciencia racional. Establece la relación entre ser humano y razón
y dice que la mayor parte de la psique humana es irracional y se basa en pulsiones inconscientes que
desconocemos pero que controlan y gobiernan nuestra vida y nuestra conducta. Para el padre del
psicoanálisis, las motivaciones humanas son irracionales y están causadas por el inconsciente. El ser
humano vive en lucha interior constante entre sus instintos, los impulsos destructores y su ambiente
cultural. Freud habla del Principio de placer y el Principio de realidad. El primero busca lo placentero y
huye de lo que no lo es, pero la realidad se impone socioculturalmente. Freud se refiere a las
pulsiones debidas a la represión del inconsciente, esto es, la parte de la mente de la que no tenemos
conciencia, pero que muestra signos de su presencia de diversas formas. Un inconsciente que domina
y rige los actos de la conciencia. La solución que propone: una vía de escape para defendernos, la
terapia psicoanalítica, que permitirá liberar nuestro inconsciente para que así podamos vivir en paz
con los demás.
Dios como engaño
Además de la crítica a la falsa conciencia que detectó Paul Ricoeur, los tres pensadores coinciden en
su ateísmo, convencidos de la idea de que Dios es un pretexto creado para engañar a la gente, una
herramienta inventada para alejarla de la razón y de la realidad.
“La religión es el opio del pueblo. Es el espíritu de un mundo que carece de espíritu”, dice Marx. Un
analgésico. Cuando las necesidades espirituales no están cubiertas, la sociedad busca evadirse a otro
mundo imaginario en el que se le prometa una vida mejor. Y eso es para Marx la religión.
Según Nietzsche, las religiones influyen sobre los hombres débiles. “Dios ha muerto”, afirma. Y su
muerte permite desarrollar un hombre nuevo, superior, que crea sus propios valores morales,
necesarios, pero sin Dios.
Para Freud, la religión es una neurosis cercana a veces a la locura, una amenaza para la libertad, la
verdad y la felicidad; “La religión es una neurosis obsesiva universal de la humanidad”, escribe.

Los 3 Maestros de la Sospecha


Paul Ricoeur escribió en 1970, “Freud: Una interpretación de la cultura”, donde
menciona por primera vez esta estratificación magistral – incluyendo a Freud,
Nietzsche y Marx – que pone en duda la realidad y escenifica la ilusión de la
consciencia. Los tres autores aparentan una mutua exclusión en sus conclusiones y
parecen coincidir sólo en su concepción fenomenológica de lo sagrado como una simple introducción
(propedéutica) para la revelación del sentido real de las cosas; y por supuesto, los tres parten hacia la
sospecha desde el principio de “la verdad como mentira”.
La obra original trata del padre del Psicoanálisis, Freud, quien considera que la mencionada ilusión es
causada por la represión del inconsciente y la única manera de romper la ilusión es curando la
consciencia y aceptando el principio de realidad. Sin embargo, su compleja teoría es comúnmente
reducida a la simpleza de un pansexualismo ridículo.
Marx, cuyo objetivo era el despertar de la consciencia del proletariado en búsqueda de la liberación
frente a la burguesía enmascarada en el sistema ruin que representa al capitalismo. Los intereses
económicos entretejidos en la sociedad, la participación de los distintos actores en el sistema y el
papel histórico de los pueblos y la eterna lucha de clases, acabaron por resumirse en la absurda teoría
de la consciencia reflejo y atascado en el economismo.
Por su parte Nietzsche exhibía la ilusión por causa del resentimiento del débil; convergente con Freud
en el término de sublimación, al referirse a la culpa inconsciente -presente en los criminales -, que
Nietzsche había mencionado como deuda enfermiza para con la moralidad cristiana, en “Así habló
Zaratustra”. La restauración de la fuerza del hombre y su capacidad de actuar para superar ese
resentimiento y la compasión, sustituyéndolo con la voluntad de poder como manera de enfrentar la
vida constantemente y en términos reales. Contraposición a la Voluntad de vivir de Schopenhauer, la
cual consideraba secundaria, pues los objetivos personales se presentan de manera más directa que
el abrazarse desesperadamente a la vida.
Ricoeur templa la idea del filósofo forjado en la escuela de Descartes y su capacidad de dudar, más
deja claro que la duda sobre la consciencia misma nunca fue planteada hasta antes de Freud, Marx y
Nietzsche. No deben ser catalogados de escépticos, pero sí hay que reconocer su labor destructora, y
no tomarla por negativa pues, según términos de Heidegger, “es más allá de la destrucción donde se
plantea la cuestión de lo que todavía significan pensamiento, razón e incluso fe”.
A partir de la destrucción causada por los tres maestros, se abre paso a un nuevo reinado de la
Verdad por medio de la hermenéutica, ya no es sólo describir la consciencia del sentido, sino de una
constante interpretación de sus expresiones. Así, si la consciencia no es lo que parece ser, queda la
labor de prestar más atención a la realidad de la cosa y no sólo a la apariencia de la cosa.
Fijando el punto de encuentro, tenemos la relación oculto-manifiesto, que Freud mitologiza con las
concepciones de censura, disfraces y su portero; mientras que los marxistas se obstinan en la teoría
del reflejo y Nietzsche se contradice con el perspectivismo de la voluntad del poder. Creando al final,
una ciencia meditada del sentido, sin reducirse simplemente a la consciencia inmediata del mismo.
 “En el fondo, la Genealogía de la moral en el sentido de Nietzsche, la teoría de las ideologías
en el sentido marxista, la teoría de los ideales y las ilusiones en el sentido de Freud,
representan tres procedimientos convergentes de la desmitificación.” (Ricoeur, 1970. Pp. 42).
Concluimos que el punto de encuentro va más allá de simples similitudes referenciales: Los tres
sospechan respecto a las ilusiones de la consciencia y van tras de una explicación interpretativa, y,
mediante el desciframiento, apuntan a la extensión de la consciencia misma.
Referencias:
Ricoeur, Paul. (1970).
“Freud: Una interpretación de la cultura“.
Siglo XXI editores: 8va edición: México. Pps. 35-44.

Maestros de la sospecha

Escuela de la sospecha es una famosa12 expresión del filósofo Paul Ricoeur. Apareció por primera vez
en su libro Freud: una interpretación de la cultura (De l'interprétation. Essai sur Sigmund Freud, 1965).
Ricœur dijo que «la dominan [la escuela de la sospecha] tres maestros que aparentemente se
excluyen entre sí: Marx, Nietzsche y Freud».314 Ricœur diferenció entre una hermenéutica de la
sospecha y una hermenéutica de la afirmación. 562
Los tres maestros de la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud, aunque desde diferentes presupuestos,
consideraron que la conciencia en su conjunto es una conciencia falsa. Así, según Marx, la conciencia
se falsea o se enmascara por intereses económicos, en Freud por la represión del inconsciente y en
Nietzsche por el resentimiento del débil. Sin embargo, lo que hay que destacar de estos maestros no
es ese aspecto destructivo de las ilusiones éticas, políticas o de las percepciones de la conciencia, sino
una forma de interpretar el sentido. Lo que quiere Marx es alcanzar la liberación por una praxis que
haya desenmascarado a la ideología burguesa. Nietzsche pretende la restauración de la fuerza del
hombre por la superación del resentimiento y de la compasión. Freud busca una curación por la
conciencia y la aceptación del principio de realidad. Los tres tienen en común la denuncia de las
ilusiones y de la falsa percepción de la realidad, pero también la búsqueda de una utopía. Los tres
realizan una labor arqueológica de búsqueda de los principios ocultos de la actividad consciente, si
bien, simultáneamente, construyen una teleología, un reino de fines. Ricoeur, como ellos, acepta el
lado ascético de la reflexión, su papel de aguafiestas ante determinadas percepciones de la realidad.
Pero tras el necesario purgatorio de la crítica marxista, freudiana y nietzscheana, viene la
recuperación del sentido, el restablecimiento de una ingenuidad purificada y fuerte. 7
Estos tres autores comparten una actitud crítica hacia la sociedad que conocen, y por ello suelen ser
considerados como frutos de un mismo espíritu crítico, aunque ni siquiera son de la misma
generación, ya que mientras Marx es un autor de mediados del siglo XIX, y Nietzsche lo es de finales
del siglo XIX, Freud es un autor de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Así, estos tres autores centran, básicamente, la crítica a una forma de entender el mundo que llega
hasta nuestros días, y, por ello, sus visiones están, en cierta medida, aún vigentes. De ahí que Paul
Ricoeur les calificara como filósofos de la sospecha.
Maestros de La Sospecha, Freud, Nietzsche, Marx, Feuerbach.
LOS MAESTROS DE LA SOSPECHA
Para sumergirnos en este tema tan interesante, hay que ir al origen de este bullado y exitoso título.
Pensadores de la sospecha o filósofos de la sospecha fueron algunos de los términos para referirse a
estos cuatro hombres que sin estar en su apogeo pasaron a están en boga de la comunidad del siglo
XX, la crítica al racionalismo dominante en el pensamiento y en general a toda la civilización
occidental.
Maestro de la sospecha fue el nombre que le otorga Paul Ricoeur a Sigmund Freud, Karl Marx,
Friedrich Nietzsche y Ludwig Feuerbach, en 1970, a partir de su obra “Essais d’herméneutique”
(hermenéutica de la distancia). Ricoeur reúne a estos filósofos bajo este título ya que los cuatro
sospechan, aunque desde diferentes presupuestos, coincidían en que la conciencia en su conjunto es
una conciencia falsa, dudaban de ella, sospechaban de su verdad.
Si estos filósofos sospechaban de la conciencia, se puede determinar que sospechaban de la moral,
específicamente de la moral cristiana. Para los cuatro, la moral era una tapadera hipócrita, un disfraz
para ocultar las vergüenzas de determinadas tendencias o intereses humanos ocultos y, a menudo,
inconfesables. En eso coinciden. Es evidente que su sospecha tiene algo de verdad. Los seres
humanos somos una naturaleza caída y es cierto que muchas veces disfrazamos nuestros intereses o
tendencias bajo la capa de respetabilidad de la moral. Pero una cosa es constatar ese hecho e intentar
purificar nuestro sentido moral de esos lastres y otra muy diferente afirmar categóricamente que
“toda moral es siempre” ese disfraz hipócrita al que se refieren. Los cuatro tienen en común su odio
hacia la Iglesia católica, aunque en el caso de Freud podría hablarse más de desprecio que de odio.
Dos de ellos –Nietzsche y Freud– tienen en común que en su juventud abrazaron, o estuvieron a
punto de hacerlo, una fe en Dios que, de haber cristalizado, probablemente hubiera cambiado la
historia. Difiere, cada uno de ellos, acerca de cuáles son esas tendencias o intereses ocultos que los
humanos tapamos con la manta de la moral. Y los cuatro pecan de un simplismo increíble. Porque
cada uno de ellos define una única cosa, con exclusión de cualquier otra, como la causa de ese uso
fraudulento de la moral. Ciertamente, las cuatro causas que apuntan tienen algo de verdad. Pero ni
siquiera las cuatro juntas son capaces de destruir la necesidad de una sólida y pura moral para que la
persona y la convivencia social se mantengan en pie. No hay mayor fuente de error que elevar una
idea parcial y unidimensional a la categoría de universal. A los cuatro “Maestros de la Sospecha” les
sería aplicable la frase “Lo complejo y lo complicado; lo simple y lo sencillo”, esta frase decía: “Es de
sabios hacer sencillo lo complicado, pero es de necios hacer simple lo complejo”. Si esta frase es
cierta, los cuatro “maestros de la sospecha” caen en el más burdo simplismo y, por tanto, en la
necedad. Lo tremendo, sin embargo, es que, en el pensamiento colectivo occidental, tanto entre
personas que no saben apenas nada de ninguno de los cuatro, como entre eruditos de vasta cultura
políticamente correcta, esa sospecha ha calado tan hondo que se ha convertido en certidumbre. Y de
ahí se ha derivado, en gran parte, el rechazo de cualquier tipo de moral, el relativismo y el nihilismo
que impregna a nuestra sociedad.
Es importante desarrollar lo que significa la moral para cada uno de ellos:
Para Nietzsche la moral es una fuerza terrible y engañadora que ha corrompido a la humanidad
entera. La moral es la gran mentira de la vida, de la historia, de la sociedad. En “La genealogía de la
moral”, Nietzsche trata de desenmascarar la moral. Para ello, enfoca la moral desde un doble punto
de vista. El etimológico y el histórico.
Desde un punto de vista etimológico Nietzsche busca las raíces de las palabras “bueno” y “malo” y
encuentra que su significado ha cambiado respecto a lo que significaron en un principio. Bueno
significaba “noble”, “dominador”, “de clase o rango superior”, “aristócrata” y malo era el débil, el
simple, el vulgar, el plebeyo, el sometido o de rango inferior. Y desde un punto de vista histórico
Nietzsche investiga el origen de los conceptos “bien” y mal”. En su origen encuentra una doble moral,
la moral de los señores y a moral de los esclavos. La moral de los señores es la moral de los fuertes,
creativos, dominadores, estos forman una casta o clase social que se impone a la clase de los débiles,
de los inferiores, de los vulgares y sometidos, el dominador ama la vida, es duro para sí y para los
demás, y desprecia la debilidad y la cobardía, el miedo, la humildad y la mentira y, no se compadece
ni es piadoso. Por otra parte la moral de los esclavos privilegia la igualdad, la compasión, la dulzura y
la paciencia. Es propia de los oprimidos y los débiles que a menudo desprecian esta vida y se refugian
en al más allá.
Las premisas fundamentales de la concepción moral de Feuerbach son el anhelo de dicha, limitado
racionalmente en orden a que sus efectos no perjudiquen el campo de partida, ya sean estas
consecuencias naturales o resultado de la perturbación del anhelo de dicha de otros, y el amor. En
general, esta es una moral egoísta, estrecha, que no puede empujar sino a la rigurosa observancia de
las condiciones sociales existentes (pues por el contrario nuestro anhelo de dicha chocaría con el de
otro). En cuanto al amor, que al fin y al cabo no es sino la manifestación del deseo de dicha, se
adaptará a la "legislación vigente".
Una de sus frases de la moral es “La moral que no tiene por objeto la felicidad es una palabra vacía de
sentido.”
Feuerbach concibe la religión como una enajenación y una objetivación de las propiedades humanas y
de un ser sobrenatural al que también éstas se atribuyen. Es como si el hombre se duplicara y
contemplara su propia esencia en la imagen de Dios. Resulta, pues, que la religión se presenta como
“autoconciencia inconsciente” del hombre. Ofrecen especial interés las sospechas de Feuerbach
acerca de las raíces sociales e históricas de la religión. Pero, no llegó en esta cuestión más allá de las
conjeturas, no supo encontrar los medios eficientes de lucha contra la religión (los buscaba en la
sustitución de la autoconciencia inconsciente por la conciencia, o sea, en última instancia, en la
instrucción) e incluso sostenía que era necesaria una nueva religión. Como no comprendía el mundo
real en que el hombre vive, Feuerbach infería también los principios morales del anhelo de felicidad
propio a la naturaleza humana. La felicidad puede alcanzarse si cada hombre limita razonablemente
sus necesidades y trata con amor a los demás hombres. La moral elaborada por Feuerbach posee un
carácter abstracto, extra histórico, y está creada sobre la base de una misma medida para todos los
tiempos y pueblos. A pesar de la limitación de sus concepciones, Feuerbach fue un antecesor directo
del marxismo.
Para Marx la falsedad aparece siempre que pretendemos separar los hechos de los valores, por eso
sostiene que todo contenido “de conciencia” ha de observarse en la actos sociales de cualquier
sujeto. La “idea” de considerar que el marxismo propone una finalidad moral, orientador de acciones
revolucionarias es contradictorio con lo que afirma el propio Marx, porque los hombres no
“necesitan” de una moral específica para transformar al mundo, ni existe norma moral o conjunto de
normas morales y o jurídicas capaces de transformar nada. A pesar de ello Marx sostiene que los
actos humanos deben estar motivados por la auto-transparencia de sus actos.
Lo que piensa Marx con respecto a la moral, es que el intenta cambiar o plantea a partir de un cambio
de moral, de una moral en ese minuto capitalista a una “moral marxista” o socialista, ya que, él
perseguía la justicia social superando al sistema capitalista y esto solo podía cambiar con otro tipo de
moral en este caso socialista.
Para Freud la conciencia moral es un resultado dentro de los procesos de constitución del sujeto. La
pulsión sexual se satisface o se reprime a favor de la cultura y la moralidad; el psiquismo inconsciente
es principalmente el psiquismo reprimido, donde las pulsiones son sometidas a la censura. Pero
aunque el deseo original sea reprimido en cualquier momento puede reaparecer. Desde esta
perspectiva la vivencia del Complejo de Edipo (como deseo sexual por la madre, odio al padre e
identificación con él, sentimiento de culpabilidad, miedo a la castración) es lo que permita la
instauración de la instancia psíquica de la moralidad, el súper-yo. El conflicto edípico simboliza el
momento por el cual el psiquismo (individual o colectivo) "pasa" del estado pre social y pre moral al
estado social y moral, el nacimiento de la ley, da lugar al nacimiento del superyó. El superyó consiste
no solo en la conciencia moral sino también en un ideal del yo. La "internalización" de la instancia
paterna prohibitiva se funda en la identificación del hijo con el “padre”. Identificación que posibilita la
adopción de las normas mediante las que opera el “padre”. Desde este momento el principio de
autoridad moral deja de estar fuera del sujeto y pasa a formar parte de su propia estructura interna.
La instancia moral penetra de esta manera los estratos más profundos del psiquismo inconsciente. En
consecuencia según Freud la primera conciencia moral es una conciencia superyóica.
Aclarado las diferencias y similitudes entre ellos sobre el concepto moral, les plantearemos cómo y
cuáles fueron los condicionantes y el o los detonantes de cada una de sus teorías.
Comenzaremos con Nietzsche. La familia de Nietzsche era casi en su totalidad mujeres y gracias a
pasar mucho tiempo con ese factor, decisivo, puede observar los comportamientos y las
características de ellas concluyendo así que las mujeres son inferiores, ya que son débiles, son
sensibles, y gracias a estas y otras conclusiones crea la teoría del superhombre. Además el contexto
familiar marca a este “anti-cristiano” ya que prácticamente todos en su familia eran pastores
protestantes y al preguntarse cuando niño “¿Qué origen se debe atribuir, en definitiva, a nuestras
ideas del bien y del mal?” y dado al contexto al cual estaba inmerso la clara respuesta de Nietzsche
niño fue: "Dios es el padre del mal". Lo que lo lleva también a desarrollar estos pensamientos es su
creencia en que “Dios ha muerto”, lo que potencio sus ideas “anti-cristianas”.
Al crear sus teorías, y sobre todo la teoría del superhombre, su principal intención es postular que el
hombre no necesita de la religión o de “Dios” para ser dueño de sí mismo, de sus acciones y de su
persona. El no creía que la mente podía sobrepasar la razón o el pensamiento racional, el súper
hombre se centra en el mundo real más que en las recompensas del mundo futuro prometidas por las
religiones en general.
Desarrolla sus ideas más originales y la parte más dura de su crítica, ataca a la filosofía y la moral
tradicionales y ve que tiene que destruir al hombre tal y como es para que pueda venir el
superhombre, que es el que conoce la muerte de Dios.
En base a lo expuesto sobre Nietzsche podemos concluir que es considerado un maestro de la
sospecha porque pretende la restauración de la fuerza del hombre por la superación del
resentimiento y de la compasión. El cuestiona y crítica al hombre “convencional” y cree que para que
el mundo sea mejor o para que todo sea mejor o entendido de mejor manera debe existir un súper
hombre que es alguien que no se guía ni confía en la mente ni en los sentimientos, si no, que se guía y
confía en los argumentos racionales que son 100% comprobables que no caben las dudas en el, ya
que, todo está más que racionalizado. El cree que la verdad no existe puesto que es una ficción que
creó el hombre para satisfacer sus necesidades, el rechazo todo tipo de tradiciones planteando que la
vida no es la verdad, si no que hacerla mejor.
Feuerbach comienza con su filosofía en discusión con la teología, pero el logra entender que la
filosofía es totalmente independiente a la religión. Durante toda su vida fue muy materialista y por
sobre todo ateo. Siempre tuvo una constante lucha contra la religión. Esto se debió producto de que
el contexto histórico del cual él fue parte fue una época en la cual sus pensamientos eran duramente
criticados, de hecho, cuando él escribió el libro anónimo “Pensamientos acerca de la muerte y de la
inmortalidad” lo expulsaron de la enseñanza. Siempre estuvo muy en desacuerdo con los criterios que
se planteaban tanto en la religión como en la sociedad en sí. Llega al punto de afirmar que “El hombre
es lo que come” y reclama mejores alimentos para mejorar a la especie humana. Por lo que es aún
más cruelmente criticado, ya que, es un pensamiento completamente abstracto al común de la
sociedad. A partir de esto, centró sus intereses en la elaboración de una interpretación humanística
de la teología, una de sus obras más importantes fue “La esencia del cristianismo” en la que considera
a Dios como una sustancia del hombre. Feuerbach sostiene que la existencia de la religión sólo es
justificable en tanto que satisface una necesidad psicológica y el culto a Dios no es nada más que la
idealización de uno mismo. También plantea que los humanos y sus mentes son el producto de su
entorno, ósea la consciencia del ser humano es el resultado de la interacción de los sentidos con el
entorno. En La esencia del cristianismo Feuerbach se propone reducir la Teología a Antropología,
devolviéndole al hombre sus cualidades más excelsas, antes atribuidas a Dios. De este modo, el
ateísmo es presentado como condición de posibilidad para el surgimiento de un verdadero
humanismo. No es Dios quien ha creado al hombre a su imagen sino el hombre quien ha creado a
Dios, proyectando en él su imagen idealizada. El hombre atribuye a Dios sus cualidades y refleja en él
sus deseos realizados. Así, alienándose, da origen a su divinidad. Pero, ¿por qué lo hace? El origen de
esta alienación se encuentra en el hombre mismo. Aquello que el hombre necesita y desea, pero que
no puede lograr inmediatamente, es lo que proyecta en Dios. “La palabra Dios tiene peso, seriedad y
sentido inmanente en boca de la necesidad, la miseria y la privación.” Los dioses no han sido
inventados por los gobernantes o los sacerdotes, que se valen de ellos, sino por los hombres que
sufren, “Dios es el eco de nuestro grito de dolor”. Feuerbach califica de "giro decisivo de la historia" al
hecho de que el hombre reconozca abiertamente que “la conciencia de Dios no es más que la
conciencia de la especie”. Por lo tanto, Feuerbach concluye que cuanto más engrandece el hombre a
Dios, más se empobrece a sí mismo. El hombre proyecta en un ser ideal (irreal) sus cualidades,
negándoselas a sí mismo. De este modo, reserva para sí lo que en él hay de más bajo y se considera
nada frente al Dios que ha creado.
Entonces Feuerbach es considerado un maestro de la sospecha, ya que, duda de la religión y de que
“Dios” este vivo, al contrario, piensa que como los hombres lo crearon también pudieron matarlo o
destruirlo, pero lo que dejaron fueron las tradiciones y creencias.
Lo que lleva a Karl Marx a crear sus teorías es que él se mostraba crítico de toda la filosofía anterior
por que la consideraba basada en especulaciones y muy desvinculada de la realidad. También se basa
mucho en los temas socioeconómicos que predominaban en el siglo XIX, en los cuales el estaba en
desacuerdo con los políticos y economistas de ese entonces. Los pensamientos y teorías que llevo a
cabo Marx se dieron en un contexto en el cuál lo que los filósofos postulaban no eran cosas
netamente relacionadas con la realidad, totalmente al contrario eran ideas y teorías que en muchas
ocasiones no se podían llevar a cabo. Su filosofía que se llamo “materialismo dialéctico” o
“materialismo histórico” fue lo que dio paso a grandes luchas sociales en todo el mundo por lo
revolucionario que este era. El se desarrollo en un clima social y político en el cual la burguesía era la
clase más importante, con lo que él estaba en completo desacuerdo debido a que sus pensamientos
eran claramente comunistas. La intención de Marx era dar a conocer la no existencia de Dios, y la
existencia del mal que se manifestaba de forma psicológica en el sufrimiento y como expresión social
en la injusticia. El se basa en que el sufrimiento humano está dado por distintas causas pero la más
fundamental es cuando Marx afirma que las ideologías le son propias a la sociedad moderna
burguesa-capitalista, es decir, que una clase en este caso la burguesía explota económicamente a las
otras clases y las infringe. Esto se podía solucionar por medio de una revolución política 100%
inclinada al movimiento marxista.
En consecuencia Marx es considerado maestro de la sospecha, ya que, el postula firmemente la no
creencia en dios, debido a que, él consideraba que no podía creer en algo inexistente. Pero más
profundamente es denominado así por criticar de manera cruda el tema socioeconómico en el cual se
muestra su manifiesto comunista.
El contexto histórico para Freud fue la época Victoriana (2ª mitad del siglo XIX). Esta época es
característica por el conservadurismo, la tradición y la dependencia de las normas sociales. La
corporalidad era ocultada y con ello la sexualidad; se consideraba que el único objetivo de la
sexualidad era la procreación. El psicoanálisis entiende la psicología desde un punto de vista
patológico, así que se trata de un modelo médico que centra sus análisis en la parte irracional y desde
los impulsos biológicos. Por otro lado, también es determinista, puesto que el sujeto está
condicionado por los impulsos biológicos, es decir, depende de ellos. Freud piensa que el hombre va
construyendo su psique organizando unas necesidades y pulsiones en interacción con el medio
familiar, social y cultural, representado esencialmente por los padres. En el hombre se producen una
serie de conflictos entre el Yo y las pulsiones sexuales. Tiene que relacionarse socialmente
enfrentándose constantemente entre lo que exige la realidad, las normas morales impuestas por el
Superyó y los deseos que provienen del Ello, que demandan satisfacción. El ser humano es un sujeto
histórico tanto en el ámbito social como individual. En su interior hay una lucha constante entre sus
instintos, los impulsos agresivos y destructores y su ambiente cultural. Este conflicto se enmarca en lo
que Freud denomina el principio de placer y el principio de realidad. El principio de placer busca lo
que es placentero y huye del displacer, al tiempo que la realidad se impone socioculturalmente. En su
obra El malestar en la cultura, explica Freud cómo este modelo topográfico basado en el Yo, el Ello y
el Superyó es extrapolado. De ahí que afirme que la sociedad y la cultura no son para nosotros más
que una combinación de pulsiones y del complejo de Edipo (por el que el niño expresa deseo hacia la
madre y agresividad hacia el padre). El hombre persigue la felicidad, pero se encuentra demasiadas
restricciones, por eso el ser humano es anti-social. La insatisfacción nos empuja a buscar sustitutivos
en el trabajo, el arte, la ciencia, la religión o las drogas; a través de ellos no se encuentra el placer,
pero al menos se evita el displacer. Según Freud “se renuncia a un placer momentáneo, pero tan solo
para alcanzar por el nuevo camino un placer ulterior y seguro”. De ahí que se asuman las promesas de
las religiones como una renuncia al placer terrenal frente a una recompensa que “no es más que una
proyección mística de esta transformación psíquica (la renuncia del placer empujado por el principio
de realidad)”.
Podemos concluir que tanto la filosofía de Marx como la de Nietzsche, es sensible de ser considerada
una crítica a la noción de sujeto, tal y cual Descartes la propuso, constituyendo la premisa de la
filosofía moderna. Un importante punto de contacto entre sus teorías es el hecho del dudar-de-la-
conciencia, que perdería, con sus elucubraciones, su papel de reguladora. La influencia principal de
Marx fue Hegel, de quien tomó la noción de materia para explicar la dinámica social y política a partir
de cambios materiales en los modos de producción social (materialismo histórico), y es por esto que
consideraba a la historia como una constante y continua lucha entre clases (proletariado y burguesía).
En este sentido, Nietzsche ve al mundo como una voluntad de poder, como un equilibrio entre
fuerzas activas y pasivas. Ambos autores eran ateos, con el "Dios ha muerto" Nietzsche ilustra su
creencia en la inutilidad de la presencia de Dios en la sociedad actual, que culminará con el nihilismo.
La propuesta de Marx pretendía quitar a Dios como fundamento último, característica del
racionalismo del S XIX. Para este autor, la culminación de la sociedad será el triunfo del "socialismo
positivo", del comunismo por sobre la burguesía.
Freud criticó a la religión por ser una ilusión que hacía creer en un Dios que era el sustituto del padre.
Daba la ilusión infantil de tener a alguien todo poderoso que cuidaba de los hombres y los protegía.
También dijo que la religión provenía de la culpa y la neurosis obsesiva de la reparación, porque en la
horda primitiva los hijos mataron al padre opresor y lo devoraron, con lo cual se inició la religión
totémica, en la que se endiosaba al padre y se le daba culto, en forma de comida ritual. Y también
llegó a decir que la religión era semejante a una psicosis delirante, en la que se alucinaba al padre
todopoderoso (que en el judaísmo había sido Moisés), o al hijo redentor (que en el cristianismo había
sido Jesús).
Nietzsche criticó a la religión por ser el arma de los nihilistas decadentistas para hacer que se pensara
en otra vida y con ello renunciar a esta vida, con los placeres que ella tenía, que conformaban la
voluntad de poder
Freud no pudo explicar cómo se desarrollaba el súper ego en las niñas, debido a que naturalmente
éstas no pueden ser castradas. Sus prejuicios sociales le llevaron a elaborar una teoría, llamada
complejo de Electra, en la que la vinculación de la niña con sus progenitores se establece en relación a
una envidia del pene "ausente" en ella. La mujer es un ser deficiente, castrado, por lo que, según
Freud, nunca podrá desarrollar un súper ego fuerte, lo que justifica su debilidad moral y su mayor
tendencia al sentimentalismo.
Marx criticó a la religión por ser el arma ideológica que los burgueses usaban para desviar a los
pobres de la preocupación por las realidades terrenales, y justificaba el que estuvieran sumidos en la
pobreza. Les prometía una vida mejor después de esta vida, para acallar sus justas reclamaciones y
reivindicaciones.
Para Feuerbach la religión es “el relacionarse del hombre con su esencia misma”,(en esto consiste su
verdad), pero no con su esencia en cuanto suya propia, sino con algo distinto, separado, diferente de
él, e incluso opuesto, (en esto consiste su falsedad), “El núcleo secreto de la Teología es la
Antropología.” En la medida que se devela ese secreto y el hombre se apropia de lo que antes había
atribuido a Dios, comprendiendo que “la conciencia que posee de Dios es la conciencia que posee de
sí mismo”, la Teología a Antropología, conservando lo que en ella había de verdadero y superando lo
que en ella había de falso.
Finalmente podemos decir que todos coinciden en sospechar primeramente de la conciencia, dudan
de ella, aunque desde diferentes presupuestos, consideraron que la conciencia en su conjunto es una
conciencia falsa. Al contrario de lo que pensaba Descartes, para él las cosas eran dudosas, que no son
tal cuales como aparecen, pero no dudaba de que la conciencia sea tal como se aparece. A partir de
ellos la comprensión es una hermenéutica: buscar el sentido, en lo sucesivo, ya no es deletrear la
conciencia del sentido sino descifrar sus expresiones. Por ello, para Ricoeur son maestros de la
sospecha.
Cecilia Caputo – Los maestros de la sospecha.-
Introducción.-
Una época se define no solo como un lapso de tiempo comprendido entre dos acontecimientos
importantes, sino también por la manera de ver el mundo que comparten los individuos.
Una época comparte creencias ontológicas, que son creencias acerca de lo que es posible considerar
como existente.
La visión moderna del mundo alcanza su máxima expresión en los ideales de la ilustración.
Los ideales ilustrados se basan en 2 conceptos filosóficos centrales de la modernidad: sujeto y razón.
El ejercicio de esta última es el que Kant considera imprescindible para la constitución de sujetos
libres.
La importancia del concepto del sujeto aparece claramente en la filosofía de Descartes, quien
inaugura la filosofía moderna al dudar de todo excepto de si mismo.
Al poner la certeza en el pensamiento mismo es el fundamento y lo demás pasa a ser objeto.
El segundo concepto real es la razón. La modernidad va a confiar en la racionalidad como único modo
valido de comprender el mundo desplazando a la fe y la imaginación. Se trata de una razón que
podemos caracterizar, de única. Es también universal porque es compartida por todos los sujetos, y
por ultimo, totalizadora porque se dirige a la totalidad del mundo.
Esta confianza en la razón ilustrada y el sujeto cartesiano va a comenzar a ser erosionada en el S XIX
de la mano de los llamados maestros de la sospecha.
¿Por qué “maestros de la sospecha”?.-
Marx, Nietzsche y Freud expresan la entrada en crisis de la modernidad, develan la insuficiencia de la
noción de sujeto y así ponen en cuestión los ideales ilustrados de la racionalidad humana, de la
búsqueda de la felicidad y la de la verdad. Los tres encaran una labor de desvelamiento, suponen que
lo que los hombres creen conocer sobre su propia conciencia (Freíd), sobre si conciencia social (Marx)
o sobre su conciencia moral (Nietzsche) es solamente el disfraz, una mentira. Sospechan de la imagen
moderna del mundo.
Sigmund Freud (1856 – 1939).-
“Freud dice en alguna parte que hay tres grandes heridas narcisistas en la cultura occidental: la herida
causada por Copérnico; la que provoco Darwin cuando descubrió que el hombre descendía del mono
y la herida hecha por Freud cuando el mismo descubrió que la conciencia reposaba sobre la
inconciencia.”
El psicoanálisis es una de las teorías más relevantes de nuestro siglo. No es solamente una terapia
desarrollada para curar enfermedades mentales, es también un procedimiento de investigación del
aparato psíquico, y por lo tanto, una doctrina relativa a la naturaleza del ser humano.
La teoría freudiana ha contribuido radicalmente a la llamada crisis del sujeto con la que se define una
de las características más importantes del pensamiento actual. Esta crisis se explicita a partir de Freud
a través de la destitución de la conciencia como elemento exclusivo del saber sobre si mismo.
El inconsciente se convierte en un sistema con características propias. Freud distingue tres niveles de
la actividad psíquica: el consciente, el preconsciente y el inconsciente.
Freud considera la hipótesis del inconsciente como elemento determinante de la vida psíquica. Ya no
somos, como pensaba Descartes, transparentes para nosotros mismos sino que somos sujetos
divididos. El deseo inconsciente es el que conforma al sujeto y lo constituye.
Karl Marx (1818 – 1883).-
El concepto fundamental que aporta Marx en relación a la sospecha es el de ideología, definida como
una falsa conciencia o también como una conciencia invertida de la realidad.
No hay una subjetividad que maneja el poder a su antojo.
Friedrich Nietzsche (1844 – 1900).-
Nietzsche es aún más radical que Freud y Marx, elabora una crítica total contra la modernidad.
Nietzsche desconfía tanto de la conciencia como de la razón, de la moral, de la religión, de la ciencia,
de la filosofía, del lenguaje, en definitiva de todas las invenciones humanas que expresan un
resentimiento contra la vida erigiéndose como verdades incuestionables siendo solamente
interpretaciones.
Nietzsche es un precursor del fundador del psicoanálisis en lo que se refiere a la crítica respecto a la
sobreestimación de o consciente. Afirma que el sujeto como sustrato consiente no es más que una
ilusión.
Nietzsche no cree que la conciencia pueda completar ese conocimiento de si, sino que hay algo
irreductible al pensamiento entendido como autoconciencia y que no solo es algo irreductible a la
autocrítica sino que la determina.
Es necesario que lo consciente se subordine a lo inconsciente: la conciencia es superflua en las cosas
más esenciales. Ella se desarrolló bajo la presión de la necesidad de comunicar en la vida social. Lo
individual para por el inconsciente.
Lo que Nietzsche cuestiona es el valor que en la historia de la cultura occidental se ha dado al yo, a la
conciencia, a la verdad, al bien, pero no está diciendo que haya que prescindir de todo.
Conclusiones.-
Una diferencia entre Freud y Nietzsche es que en el caso de Nietzsche, las máscaras no ocultan
ninguna verdad: solo hay mascaras sobre mascaras. La verdad está en la voluntad de poder, pero no
hay verdades “subjetivas” que encontrar. En el caso de Freud, hay una verdad subjetiva en el
inconsciente, de alguna manera. Por eso es que Freud llego a afirmar que el objeto de la cura
psicoanalítica es que el ello devenga del yo.
Y en el caso de Marx, esta la ciencia, que es un saber verdadero que se opone al saber falso de la
ideología. En Nietzsche, en cambio no hay ninguna verdad del yo en el instinto, ni mucho menos una
conciencia verdadera, esto es, un yo que no sea mascara.

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