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María, la de Betania

Reflexionamos sobre el episodio de María de Betania,


en Mateo 26, 3-13, directamente unido a la Pasión, aun
por el hecho de que, a partir de él, Judas toma la
decisión definitiva de traicionar a Jesús.

Conocemos el episodio: Jesús se encuentra en la casa


de Simón el leproso, en Betania; se le acerca una
mujer con un frasco de alabastro, con aceite perfumado
muy precioso, y se lo derrama en la cabeza mientras
está a la mesa. "Al ver esto los discípulos, se
indignaron y decían: ¿A qué viene este despilfarro?
Pudo venderse a gran precio, y darse a los pobres.
Jesús se dio cuenta y les dijo: ¿Por qué molestáis a
esta mujer? Ha hecho una buena obra conmigo. Pues
siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no me
tendréis siempre. Al derramar este ungüento sobre mi
cuerpo, lo ha hecho para mi sepultura. En verdad os
digo que donde sea predicado este evangelio, en todo
el mundo, se hablará también de lo que está ha hecho,
para recuerdo suyo".

Hasta hoy me he preguntado siempre por qué tanto


énfasis en este episodio; nada menos que "donde sea
predicado este evangelio": ¿por qué tanta importancia?
No sin motivo el Evangelista dice de este episodio algo
que no ha dicho de ningún otro, sino de María madre
de Jesús. Por tanto, una evidente analogía con el
"Magnificat" que recuerda el "sí" de María de Nazaret.

Tal vez podamos entender mejor esta analogía


teniendo como fondo a los otros personajes de esta
narración: uno es Judas, al otro no se lo nombra sino
por homonimia con el jefe de casa, Simón, pero en
realidad podemos ya entender que es Pedro.
PEDRO/JUDAS:

Ya hemos meditado bastante sobre la actitud de Pedro


respecto de la Pasión de Jesús: Pedro no quiere que
Jesús muera por él, preferible morir él por Jesús, pero
no Jesús. Trata, pues, de detenerlo, no quiere que
Jesús haga nada por él, sino que él es quien quiere
hacer algo por el Señor. Esto resuena también en las
palabras que le dice a Jesús cuando le va a lavar los
pies: "¡No me lavarás los pies jamás!", no me harás
este servicio por el que tenga que agradecerte.

Pedro quiere detener a Jesús, porque se deja llevar por


su ansia eficientísima, organizativa. El Señor tiene que
quedarse atrás, no admite que pueda hacer algo por él,
morir por él, y por tanto, no tiene la actitud justa
respecto de la Pasión del Señor.

¿Cuál es la lógica de Judas? Judas hace lo contrario y,


como se verá en el versículo 14, al final del episodio,
quiere llevar a Jesús a la Pasión. ¿Por qué?
Observemos a Judas cuando todavía no había tomado
su resolución final que, como decíamos, nace tal vez de
un sentimiento de desquite. Judas es el que más insiste
en la crítica: "¿Para qué este desperdicio? Se podía
vender a buen precio y darlo a los pobres".

No sé si a ustedes les ha sucedido lo mismo que a mí,


que en varias ocasiones me he sentido un poco de
acuerdo: en el fondo, ¿no se podía tomar un aceite de
menor precio y dar una buena limosna a los pobres?
¿Cuántos de nosotros no hemos pensado secretamente
en esto? Por tanto, tampoco nosotros logramos
comprender lo que está sucediendo. En el fondo,
decimos: los pobres son importantes y Jesús mismo
dijo en los versículos anteriores: "Cada vez que hayáis
hecho estas cosas a uno solo de estos hermanos míos
más pequeños, lo habéis hecho a mí", y "cada vez que
no habéis hecho estas cosas a uno solo de estos
hermano míos más pequeños, no lo habéis hecho a
mí".

Por tanto, Judas podría decir: Señor, me baso en lo que


dijiste, estos 5.000 pesos se les podían dar a los pobres
y no se les dieron, por tanto, es inútil que te los den a
ti. ¿Cuántas veces también nosotros no hemos pensado
así? Todo es desperdicio; vendamos, pues, todo;
vendamos también el tiempo de la oración, porque
mientras rezo dejo de asistir a un enfermo, mientras
rezo hay alguien que necesita de mí. He aquí la lógica
definitiva: si solamente vale el servicio directo al
prójimo, entonces tiene razón Judas.

En este episodio vemos que está en juego algo


sumamente importante: la actitud del hombre hacia la
Redención de Jesús. En efecto, la respuesta de Jesús es
amplia: "¿Por qué molestáis a esta mujer?". Como
fórmula es bastante fuerte y, por analogía, me ha
impactado sobre todo Pablo (Ga 6, 17) cuando,
después de haber discutido en toda la carta contra los
que querían las observaciones judaicas, dice: "En
adelante nadie me proporcione sufrimientos, porque yo
llevo en mi cuerpo las señales del Señor Jesús", es
decir, estoy seguro de estar con Cristo, en la plenitud
de la verdad.

Me parece que Jesús dice algo semejante: esta mujer


tiene razón, sólo ella ha comprendido y no debe ser
molestada. ¿Por qué ha comprendido? Jesús continúa:
"Ella ha hecho una obra buena conmigo". Los judíos
hablaban a menudo de acciones buenas, que eran
precisamente las obras de misericordia y Jesús parece
decir: Yo también soy alguien, yo también soy objeto
de su amor, de su misericordia, por tanto lógicamente
no me pueden negar algo con el pretexto de dárselo a
otro; también yo soy una persona delante de ustedes,
que puede tener necesidad de ustedes. Podemos intuir
este significado: esta mujer ha obrado bien, me ha
honrado y esto es justo; nadie puede decir que se
pierda tiempo o se malgaste dinero.

Después continúa Jesús con una frase que, como bien


sabemos, ha sufrido mistificaciones terribles, es una
frase que ha hecho mucho mal a la Iglesia y a los
pobres:

"Los pobres siempre los tendréis con vosotros". Como


sabemos, esta frase ha sido utilizada para decir que, en
el fondo, siempre habrá pobres, los pobres no pueden
acabarse. Jesús, al pronunciar esta frase, corrió el
riesgo de terribles malos entendidos.

Pero si lo hizo, quiere decir que tenía algo importante


para decirnos: "A los pobres siempre los tendréis con
vosotros, pero a mí no siempre me tendréis". ¿Sobre
qué nos hace reflexionar Jesús? Me parece que, si
leemos esta frase a la luz de las palabras que dijo
anteriormente ("Cada vez que hayáis hecho estas cosas
a uno solo de estos hermanos míos más pequeños, lo
habéis hecho a mí..."), entendemos el sentido que me
parece hemos tratado de profundizar en estas
mediaciones: lo que hagan a ellos, lo hacen a mí, pero
lo que hacen a mí, lo hacen a ellos. Es decir, no crean
poder llegar a ser Iglesia de eficiencia, que sí organiza
la beneficencia, pero sin ser Iglesia de amor.

Si estas dos cosas no van juntas y a un cierto momento


se separan la una de la otra, la Iglesia se convierte en
obra social como las otras, una grande organización en
la que se pregunta para qué conservar ese residuo de
oraciones en vez de darles un significado secular; para
qué leer el Evangelio en vez de leer una obra de
sociología, pues al fin y al cabo el significado es el
mismo.

Me parece que Jesús nos hace comprender, clara y


fuertemente, este vínculo inseparable que Pedro, y
sobre todo Judas, tratan de romper: cuando yo ya no
esté, siempre tendrán a los pobres, siempre habrá un
hermano, ayudando al cual me ayudarán a mí, pero
cuando me ayuden a mí, ayudarán a los demás.

Pero aquí nos encontramos solamente en el umbral del


misterio, porque Jesús añade todavía una frase: "Al
derramar este ungüento sobre mi cuerpo, lo ha hecho
para mi sepultura".

Me parece que María de Betania representa el "sí" de la


humanidad a la muerte de Jesús. No es Pedro quien
dice a Jesús: Tú no harás esto, sino que es la
humanidad la que le dice a Jesús: te doy gracias, oh
Señor, te alabo y te honro por el amor con el que das
la vida por nosotros. Es la participación de la
humanidad en la muerte del Señor, participación que es
pasiva, es humillante, si quieren, para quien desea
estar siempre en el primer puesto. Humillante para
Pedro y para Judas, humillante para todos nosotros,
que quisiéramos hacer algo por el Señor, pero a
quienes el Señor dice en realidad: ustedes creen hacer
algo por mí, pero si tienen el corazón iluminado como
esta mujer, entenderán que soy yo quien estoy
haciendo algo por ustedes. Esta mujer está aceptando
mi amor de Salvador: es la única que ha entendido el
Evangelio. El Evangelio es el amor de salvación, por eso
será predicado. EV/GRATUIDAD

La buena noticia aparece, pues, aquí en una persona


que ha logrado comprender que el Evangelio no es
gloriarse de hacer algo por el Señor, sino dar gracias
porque el Señor hace algo por nosotros pobres. Los
primeros pobres por ayudar somos nosotros.

Esta mujer, pues, es el símbolo de la humanidad que se


dejó amar por Jesús en su Pasión. Es el símbolo de la
realidad de María: esta mujer hace de modo "intuitivo"
este gesto, pero quien lo hace "plenamente", lo
sabemos por Juan, es María, quien como madre acepta
el absurdo de que su Hijo sufra por ella. Una madre
querría aceptar cualquier sufrimiento por su hijo y no
viceversa; en cambio, como esta madre no posee a
Jesús, sino que está poseída por él como humanidad y
como Iglesia, entonces a través de un camino doloroso
de fe, un largo camino, que Juan y Lucas nos
describen, llega al Calvario dispuesta a dejarse salvar
por los sufrimientos del Hijo.

Es ella quien dice su "sí", no un "sí" para hacer algo,


sino un "sí" para dejar hacer, que es la cosa más
terrible que ella, como madre, puede aceptar. Ella
querría hacer cualquier cosa, en cambio el sí del dejar
hacer es precisamente la espada que atraviesa su
corazón, y contemporáneamente es el sí de la
humanidad que, pisoteando el orgullo de la propia
salvación, dice: Señor, te doy gracias porque eres más
bueno que nosotros, porque viniste en ayuda de
nosotros que somos pobres.

Al meditar esto, cada uno podría decir: ¿en dónde


estoy? ¿Estoy con Simón, preocupado por retener a
Jesús? ¿Con Judas, preocupado por cualquier iniciativa
que debe seguir adelante a toda costa? ¿O digo con
María de Betania y con María de Nazaret: "Haz tú,
Señor, gracias? Digo: "Señor, déjame obrar a mi" o
"Señor, te doy gracias porque obras tú"?.
CARLO M. MARTINI
EL EVANGELIO ECLESIAL DE S. MATEO
EDIC. PAULINAS/BOGOTA 1986.Pág. 224ss

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