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Con la caída del poder central en 1820 emergió una nueva realidad: el esfuerzo por afirmarse
por parte de los Estados autónomos provinciales. Estos Estados no fueron producto de la
disgregación de una nación preexistente sino el punto de partida para una organización político-
estatal; además, se iban a ir otorgando normas fiscales, legislativas y políticas.
El pacto de 1831 (provincias federales para hacer frente a la Liga Unitaria) tuvo un rol
fundamental para reorganizar un orden social viable en cada espacio provincial y conciliar la
autonomía de los Estados con la firma de otros pactos interprovinciales. Proporciona una clave
para la comprensión de la naturaleza del federalismo de la época.
FEDERACIÓN O CONFEDERACIÓN
La historiografía argentina logró recoger el uso indistinto de federalismo y confundir bajo ese
mismo concepto a todas las tendencias a la autonomía expresadas luego de la Independencia.
Se agrupa a las tendencias federales a las que se manifestaron con fuerza durante el proceso de
creación del Estado federal de 1853 y se reserva la denominación de tendencias confederales a
las que predominaron durante la primera mitad del siglo XIX.
Luego de la Independencia, la naturaleza política de las llamadas “provincias” fue algo abierto a
distintas posibilidades:
En 1824 Buenos Aires convocó a un nuevo Congreso Constituyente que, en 1826, elaboró otra
Constitución con carácter unitario por lo que fue rechazada por las provincias nuevamente. Tal es
así que, en el Río de la Plata sólo quedaron los Estados provinciales que alcanzaron una
formalización “provisoria” de sus relaciones mediante la firma del Pacto de 1831 donde las
provincias firmantes expresaron su voluntad de paz, amistad y unión reconociendo
recíprocamente su libertad, su independencia, representación y derechos. El pacto es una
alianza provisoria y que alude a la futura organización federal del país, la cual propone el
reconocimiento de la libertad e independencia de cada una de las provincias signatarias y se
delega en una “Comisión Representativa de los Gobiernos de las Provincias Litorales de la
República Argentina” sólo la concertación de la paz y la guerra y la organización de la fuerza
militar necesaria en caso de guerra. Las provincias se reservaban para sí casi todo el ejercicio de
la soberanía con escasa delegación de funciones estatales; no se fijaba creación de un poder
central por encima de los poderes de los Estados.
Con el término federación, el pacto dio lugar a una débil organización confederal, que se
conservó hasta la proclamación de la Constitución Federal de 1853. Es decir, lo q se entendía x
federalismo en el Río de la Plata era una forma de confederación.
Antes de que surgiera la Legislatura, el Cabildo de cada ciudad ejercía funciones sobre su
respectivo centro urbano y zona rural de su dependencia. La elección de los cabildantes por
sufragio popular, bajo la forma de Cabildo Abierto, hizo que cada Cabildo tendiera a desempeñar
funciones legislativas provinciales. Sin embargo, la necesidad de considerar los intereses de la
campaña y las diferencias de ésta c la ciudad, dieron origen a las Legislaturas.
Las prerrogativas (facultades para el ejercicio de la soberanía que se atribuían a las provincias)
se expresaron en los textos constitucionales pero también en la legislación provincial relativa a la
justicia, finanzas públicas, comercio exterior, defensa del territorio, relaciones interprovinciales,
amonedación, regulación de pesas y medidas, ejercicio de patronato y organización de la
enseñanza. Con esta afirmación de la soberanía estatal provincial aparece la definición de la
ciudadanía.
Fracasado el proyecto unitario en 1827, la reunión de una Convención Nacional en 1828 reveló
que las provincias no estaban dispuestas a continuarlo. Con la firma del Pacto Federal se
fortalece entonces la tendencia al ejercicio de la soberanía, salvo en lo q concernía al manejo de
las relaciones exteriores que fue delegado al gobierno de Buenos Aires. Paralelamente, creció la
influencia política de Buenos Aires sobre la mayoría de los gobiernos provinciales. Así, la
debilidad de las provincias del Litoral para constituir el país frente a la persistente negativa de la
Provincia de Buenos Aires, gobernada por Rosas, reflejaba el poderío de esta última.
Existían también pactos interprovinciales que reflejaban esa soberanía y calidad de estados
independientes de las provincias. Los enviados provinciales eran llamados agentes diplomáticos
y se enmarcaron en el Derecho Internacional.
Al caudillo se lo llamaba como un jefe local que conducía las masas rurales, en la lucha contra
el gobierno y las elites urbanas. Una característica fundamental de este actor fue la utilización
de la fuerza para dirimir disputas públicas o de interés personal. El caudillo aparecía como un
jefe de tropas que estaban compuestas x grupos armados, organizados sobre un sistema
informal de obediencia que se sostenía por relaciones de tipo patrón-peón o protector-protegido.
Por otra parte, el caudillo comienza a tener notoriedad en el Interior. En 1826, se lanzó a la
conquista de las provincias del Norte, en oposición a los rivadavianos, consolidando un bloque de
las provincias centrales (La Rioja, Cuyo, Córdoba, Stgo del Estero) y contribuyendo al fracaso del
último intento de organización nacional ensayado desde Bs As entre 1824 y 1827. Pero en el
Interior, pese a los triunfos de Quiroga, no logró consolidar una unidad política estable. En 1829
el caudillo se vio enfrentado en lucha armada con el general Paz (unitario, muy importante)
que se había apoderado de Córdoba para formar la Liga Unitaria. En 1828 en Santa Fe se
instala Estanislao López con una Convención “Nacional” queriendo organizar el Ejército de la
Unión. Por su parte, Quiroga se enfrentó dos veces a Paz pero fue derrotado en las batallas de La
Tablada y Oncativo, lo cual lo llevó a establecerse en Buenos Aires, donde fue recibido con
grandes honores. En 1831 (ascenso del federalismo), Quiroga recuperó el dominio del Interior
con el apoyo de la Liga del Litoral (Sta Fe, Entre Ríos y Corrientes) al vencer a otro ejército
unitario.
En cuanto a la relación del caudillismo con las instituciones estatales y su base de poder, se
puede establecer el ejemplo de La Rioja y Quiroga: los poderes provinciales riojanos (gobierno y
Sala de Representantes) y el caudillo sugieren que junto al poder de Quiroga, se mantuvo una
estructura política, a veces de origen colonial, y que el desarrollo de instituciones estatales en la
provincia no fue una simple formalidad.
En las provincias de La Rioja, Buenos Aires y Mendoza no logró darse una constitución para
regular el funcionamiento de sus poderes. Asimismo, el gobernador provincial –caudillo-
conservaba atribuciones de carácter tradicional y no se desentendía de su carácter de capitán
general de la provincia y de lo relacionado a la milicia. Los nombramientos de oficiales y
comandantes de las milicias se aprobaban x medio de despachos o comunicaciones con el sello
del gobierno. La justicia quedó también a su cargo. Las zonas rurales apoyaban y eran
participantes del Gobierno. El poder del caudillo basado en relaciones informales de tipo familiar,
amistosa y comercial se sostuvo también en actividades privadas, formales. Quiroga tenía
condición de ganadero, comerciante y prestamista de grandes sumas de dinero.