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LA REALIDAD. DETERMINISMO E
INDETERMINISMO. EL POSTULADO DE LA
OBJETIVIDAD
1. El concepto de determinismo
En un sentido general, el determinismo sostiene que todo lo que ha habido, hay y habrá,
y todo lo que ha sucedido, sucede y sucederá, está fijado de antemano, condicionado y
establecido, no pudiendo haber ni suceder más que lo que está de antemano fijado,
condicionado y establecido. Hay que distinguir diferentes sentidos en la palabra
determinismo: tenemos, por un lado aquel sentido en el cual se habla de predestinación,
y también otro sentido según el cual el destino puede ser impersonal – dictado por un
“hado” que está por encima de los dioses –. Sin embargo, en el sentido que aquí nos
interesa, en el sentido científico del término, es entendido como un condicionamiento
previo de todos los fenómenos del universo. Está casi siempre asociado a la idea de una
causalidad que rige el universo entero; todo lo que sucede tiene una causa.
Los deterministas radicales afirman que no solamente los fenómenos naturales, sino
también las acciones humanas, están sometidas a un determinismo universal. Los
motivos son considerados como causas eficientes, las cuales operan dentro de una trama
causal rigurosa.
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Nótese que entre los requisitos indicados para que un sistema sea determinista, no se
encuentra el de “predictibilidad”; ello es debido a que la predictibilidad puede
encontrarse también en sistemas indeterministas.
Las doctrinas deterministas están vinculadas a una concepción mecanicista del universo,
el mecanicismo sostiene que toda la realidad o, cuando menos, toda la realidad natural,
tiene una estructura comparable a la de una máquina, de modo que puede explicarse a
base de modelos de máquinas. Una explicación es, en última instancia, una explicación
de acuerdo con un “modelo mecánico”.
La idea intuitiva de determinismo puede resumirse diciendo que el mundo es como una
película de cine: la fotografía o la escena que está proyectándose es el presente. Las
partes de la película que ya se han proyectado constituyen el pasado. Y las que aún no
se han proyectado constituyen el futuro. En la película, el futuro coexiste con el pasado;
y el futuro está fijado, exactamente, en el mismo sentido que el pasado. Aunque el
espectador no conozca el pasado, todo suceso futuro, sin excepción podría en principio
conocerse con certeza, exactamente como el pasado, puesto que existe en el mismo
sentido en el que existe el pasado. De hecho, el futuro es conocido para el productor de
la película, para el Creador del mundo.
El determinismo religioso está relacionado con las ideas de divina omnipotencia –poder
total para determinar el futuro– y divina omnisciencia, que entraña que el futuro es
conocido por dios ahora y, por tanto, cognosciblede antemano y fijado de antemano.
La doctrina metafísica del determinismo afirma sencillamente que todos los sucesos de
este mundo son fijos, o inalterables, o predeterminados. No afirma que sean conocidos
por nadie; o predictibles por métodos científicos. Pero afirma que el mundo es tan
inmutable como el pasado. Todos sabemos lo que quiere decir que no se puede cambiar
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el pasado. Es en este mismo sentido, precisamente, en el que el futuro no puede
cambiarse, según el determinismo metafísico.
Los estoicos defienden una rigurosa concepción finalista. Si todas las cosas sin
excepción han sido producidas por el principio divino inmanente, que es Logos,
inteligencia y razón, todo es rigurosa y profundamente racional, todo es como la razón
quiere que sea y como no puede dejar de querer que sea, todo es como debe ser y como
está bien que sea, y el conjunto de todas las cosas es perfecto. Ante la obra del Artífice
inmanente no se levanta ningún obstáculo ontológico, puesto que la materia misma es el
vehículo de Dios, y así todo lo que existe tiene un significado preciso y está hecho en el
mejor de los modos posibles. El todo es perfecto en sí: aunque cada cosa en sí misma
considerada resulte imperfecta, posee su perfección en el designio del todo.
Los estoicos también sostuvieron con certeza que todas las cosas dependen del sino y se
sirvieron del siguiente ejemplo. Cuando un perro está atado a la parte posterior de un
carro, si quiere seguirlo, es arrastrado y lo sigue, haciendo por necesidad incluso aquello
que hace por propia voluntad. En cambio, si no quiere seguirlo, de todas maneras se
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verá obligado a hacerlo. En realidad, lo mismo sucede también con los hombres.
Aunque no quieran avanzar, se verán obligados a llegar en todo caso hasta donde haya
sido establecido por el sino.
Para Yam Ben Safwan, principal defensor del fatalismo islámico, todo cuanto acontece
está ineludiblemente determinado por la libérrima voluntad de Dios. Esta determinación
alcanza a los mismos actos del hombre, de modo que no queda lugar para la libertad. En
general, para todos los filósofos y teólogos cristianos las leyes de la naturaleza son
hipotéticamente necesarias. Por ello todos los fenómenos naturales suceden, por lo
general, de un modo regular. Ahora bien, esto es así porque Dios lo ha determinado. La
regularidad de las leyes naturales se funda en las propiedades o comportamiento de las
cosas. Pero este comportamiento no es algo que pertenezca a la esencia sustancial de las
cosas; es algo accidental; por lo mismo puede ser suspendido o modificado por el
omnipotente poder divino. Dios no puede hacer, por ejemplo, que el hombre no sea
animal racional, porque la animalidad y la racionalidad pertenecen a su esencia. Pero sí
puede hacer que en un caso concreto, el hombre no actúe como animal. En el estado de
éxtasis, muchos santos eran totalmente insensibles, suspendidas sus funciones animales
o vegetativas. Pero fuera de Dios ninguna criatura puede por su propio poder suspender
las leyes naturales.
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Sin embargo, de todas la formulación más famosa del determinismo es la de Laplace.
Laplace en el “Prefacio” a su Théorie analityque des probabilités escribió:
Una inteligencia que conociera en un instante dado todas las fuerzas que animan
a la naturaleza y la situación respectiva de los seres que la componen, si por otra
parte fuese lo suficientemente capaz como para someter todos esos datos al
análisis, en una misma fórmula llegaría a englobar los movimientos de los
cuerpos más grandes del universo, así como los del átomo más ligero: nada sería
incierto para ella, y el porvenir y el pasado estarían presentes ante sus ojos. El
espíritu humano ofrece, en la perfección que ha sabido dar a la astronomía, un
débil esbozo de dicha inteligencia (Laplace, M., Essai Philosophique sur les
Probabilités, Paris, 21814, pp. 3-6)
Este pasaje muestra que la doctrina determinista es posible únicamente a base de una
completa racionalización de lo real, según la cual lo real es considerado como algo en
principio enteramente ya dado. El determinismo implica la “eliminación del tiempo”,
por lo menos del tiempo en cuanto constituye la medida de procesos irreversibles.
Este determinismo laplaciano afirma que el estado del universo en un momento dado,
futuro o pasado, está completamente determinado si su estado, su situación, es dado en
algún momento, por ejemplo, el momento presente.
Uno de los argumentos más sencillos y plausibles en favor del determinismo es éste:
siempre podemos preguntar, de todo suceso, por qué ocurrió, y de toda pregunta tal de-
por-qué, siempre podemos obtener, en principio, una respuesta que nos ilumine. Así,
todo suceso es “causado”; y esto parece significar que debe estar determinado, de
antemano, por los sucesos que constituyen su causa.
Laplace creía que el mundo consistía en corpúsculos que actuaban unos sobre otros
según la dinámica de Newton, y que un conocimiento completo y preciso del estado
inicial del sistema del mundo en un instante del tiempo sería suficiente para deducir su
estado en cualquier otro instante. (El “estado” de un sistema newtoniano está dado
cuando están dadas las condiciones iniciales completas; es decir, las posiciones, masas,
velocidades y direcciones del movimiento de todas sus partículas). Un conocimiento de
este tipo es claramente sobrehumano. Por eso Laplace introdujo la ficción de un
demonio: una inteligencia sobrehumana, capaz de averiguar el conjunto completo de las
condiciones iniciales del sistema del mundo en cualquier instante del tiempo. Con la
ayuda de esas condiciones iniciales y con las leyes de la naturaleza, es decir, las
ecuaciones de la mecánica, el demonio sería capaz, según Laplace, de deducir todos los
estados futuros del sistema del mundo; esto mostraría que, siempre que se conociesen
las leyes de la naturaleza, el futuro del mundo estaría implícito en cualquier instante de
su pasado; y así quedaría establecida la verdad del determinismo.
La idea general de determinismo puede explicarse, como hemos visto, con la ayuda de
la metáfora de una película que muestra los estados sucesivos del mundo. Teniendo en
cuenta esta metáfora, podríamos decir que el determinismo “científico” es consecuencia
del intento de sustituir la vaga idea de conocimiento anticipado del futuro por la idea
más precisa de predictibilidad de acuerdo con los procedimientos científicos racionales
de predicción. Es decir, el determinismo afirma que el futuro puede deducirse
racionalmentea partir de las condiciones iniciales pasadas o presentes en unión de
teorías universales verdaderas.
Según esto, el determinismo “científico” se podría definir como la doctrina que dice
que el estado de cualquier sistema físico cerrado en cualquier instante futuro dado
puede ser predicho, incluso desde dentro del sistema, con cualquiera que sea el grado
estipulado de precisión, mediante la deducción de la predicción a partir de teorías, en
conjunción con condiciones iniciales cuyo grado de precisión requerido puede
calcularse siempre (de acuerdo con el principio de poder dar razón) si la tarea de
predicción es dada. Si a esta definición de determinismo (definición débil) le añadimos
el requisito de que pueda predecirse, de cualquier estado dado, si el sistema en cuestión
estará alguna vez en ese estado o no, nos encontramos ante la versión fuerte del
determinismo científico.
El determinismo psíquico postula que todo fenómeno psíquico tiene una causa y, por lo
mismo, también la libre elección o decisión humana, en las que la causa es la fuerza del
motivo más potente, o bien la situación interna psicológica determinada por todos los
condicionamientos procedentes de la herencia, la biología, la educación, el
temperamento y el carácter de la persona que decide o el inconsciente.
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1.2.4. El determinismo social
Es manifiesto que no todas las cosas son ni llegan a ser por necesidad, sino que
unas <son o llegan a ser> cualquier cosa al azar y ni la afirmación ni la negación
son en nada más verdaderas, y en otras es más <verdadera> y <se da> en la
mayoría de los casos una de las dos cosas, pero cabe, desde luego, que suceda
también la otra en vez de la primera.
Así, pues, es necesario que lo que es, cuando es, sea, y que lo que no es, cuando
no es, no sea; sin embargo, no es necesario ni que todo lo que es sea ni que todo
lo que no es no sea: pues no es lo mismo que todo lo que es, cuando es, sea
necesariamente y el ser por necesidad sin más; de manera semejante también en
el caso de lo que no es. También en el caso de la contradicción <vale> el mismo
argumento: por un lado es necesario que todo sea o no sea, y que vaya a ser o
no; sin embargo, no <cabe> decir, dividiendo, que <lo uno o> lo otro sea
necesario. Digo, por ejemplo, que, necesariamente, mañana habrá o no habrá una
batalla naval, pero no que sea necesario que mañana se produzca una batalla
naval ni que sea necesario que se produzca o no se produzca. De modo que,
puesto que los enunciados son verdaderos de manera semejante a las cosas
reales, es evidente que, <en> todas las cosas se comportan de tal manera que
pueden ser al azar cualquier cosa y lo contrario, la contradicción se ha de
comportar de manera semejante (18b24 y ss)
Según esta argumentación, lo que ha tenido lugar no ha podido no ser hecho. Lo que era
verdadero en una ocasión sigue siendo verdadero para siempre. Toda verdad es eterna.
Es decir, si un objeto A es ben el instante t, es verdad en cualquier instante posterior a t
que A es b en el instante t. Es decir, si ayer fue verdadero a las 5 de la tarde que llovía
en España, hoy es verdadero que “ayer a las cinco de la tarde llovía en España”. Ahora
bien, la argumentación que vale para el pasado, vale también para el futuro. De modo
que, si mañana será verdad que “a las cinco de la tarde llueve en España”, hoy es verdad
que “mañana a las cinco de la tarde llueve en España”; con lo cual, si es verdad que
mañana a las cinco de la tarde llueve en España, es necesariamente verdad que mañana
a las cinco de la tarde llueve en España. La conclusión obvia de esto es que el futuro, al
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igual que el pasado, está determinado ya ahora; y, por tanto, que el determinismo es
verdadero.
Esta argumentación es válida también para los actos humanos. Si ayer a las cinco era
verdad que “yo estaba bebiendo cerveza”, hoy es verdad que “ayer a las cinco yo estaba
bebiendo cerveza”; y, por lo mismo, si mañana será verdad que a las cinco “yo estaré
bebiendo cerveza”, hoy es verdad que “mañana a las cinco yo estaré bebiendo cerveza”
y, por mucho que yo me crea libre, no podré evitar beber cerveza mañana a las cinco. Si
yo me creo libre, no es porque en realidad lo sea, sino porque ignoro lo que voy a hacer
mañana a las cinco, y esta ignorancia toma la apariencia de libertad. Pero como el futuro
está determinado, realmente no puedo evitar beber mañana cerveza a las cinco, lo quiera
o no.
En palabras de Aristóteles:
Si es blanco ahora, era verdad antes decir que sería blanco, de modo que siempre
era verdad decir, de cualquiera de las cosas que llegaron a ser, que sería; y, si
siempre era verdad decir que es o que será, no es posible que tal cosa no sea ni
vaya a ser. Ahora bien, lo que no es posible que no llegue a ser es imposible que
no llegue a ser; y lo que es imposible que no llegue a ser, es necesario que llegue
a ser; así, pues, todo lo que será es necesario que llegue a ser. Ahora bien, no
será en absoluto cualquier cosa al azar ni será por azar: pues, si <fuera> por azar,
no <sería> por necesidad (18b5 y ss.)
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ninguna necesidad de que realmente tenga o no tenga efecto la batalla naval. Lo
necesario es que ello suceda mañana o no suceda. Y así, igual que la verdad de
las proposiciones consiste en su correspondencia con los hechos, es evidente, en
el caso de los sucesos en que hay una contingencia o una potencialidad en
sentidos opuestos, que los dos juicios contradictorios acerca de esos sucesos
tengan el mismo carácter. (o.c.)
Por su parte, los megáricos y los estoicos argumentaron a favor del destino y la
fatalidad, recurriendo para ello al argumento dominador. Diodoro de Cronos prueba su
noción de posible (“lo que es o será es posible) mediante un argumento basado en la
inconsistencia o incompatibilidad de los tres enunciados siguientes:
La filosofía escolástica prestó especial atención a los enunciados de futuro, tanto desde
el punto de vista de la lógica como desde una perspectiva teológica. Se diferenció entre
enunciados de futuro necesario (futuros necesarios), referidos a sucesos futuros que han
de ocurrir necesariamente y enunciados de futuro contingente (futuros contingentes),
enunciados en forma de futuro, pero que podían no ocurrir. Estos últimos, a su vez, son
acciones humanas futuras libres, que ciertamente sucederán (futuros libres absolutos), o
acciones humanas libres que podrían haber sucedido si se hubieran dado determinadas
condiciones, pero que, por lo mismo, no sucederán (futuros libres condicionados, o
futuribles). Todos estos futuros son conocidos por Dios según los escolásticos, debido a
la presciencia y omnisciencia divinas. El conocimiento que de antemano tiene Dios de
los futuros, que implica su verdad y, por lo mismo, su necesidad, se conectó
inevitablemente con la cuestión teológica de la predestinación, y el libre albedrío.
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decidida o simplemente permitida por Dios. Estas controversias intentaban conciliar la
omnipotencia y misericordia divinas, concebidas como «gracia», por un lado, y la
libertad humana, por el otro. La teología reconoce que no siempre se han planteado
estas cuestiones en los justos términos, y que, en definitiva, toda afirmación metafórica
sobre el número de los elegidos no puede significar más que la voluntad divina de
otorgar misericordiosamente la salvación a todos los hombres, concediéndoles la gracia
o ayuda necesaria para ello, pero admitiendo el libre juego de la voluntad humana, que
debe afirmarse en todo momento, tanto como la voluntad y presciencia divinas. La
eternidad de Dios no es conmensurable con el tiempo humano ni con el de toda la
historia, por lo que, al estar «fuera» del tiempo, Dios «conoce», desde la eternidad, los
méritos y deméritos del hombre, esto es, la libre aceptación o libre rechazo de la
salvación ofrecida, que el hombre lleva a cabo a lo largo de su tiempo.
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Supongamos que un cierto hecho F ocurre en el instante t. El hecho F tiene su causa en
algún hecho F1, que tiene lugar en el instante t1 anterior a t. A su vez, el hecho F 1 tiene
su causa en algún hecho F2, que tiene lugar en el instante t2, anterior a t. Puesto que de
acuerdo con el principio de causalidad todo hecho tiene su causa en algún hecho
anterior, este procedimiento puede ser repetido una y otra vez. Por lo tanto, obtenemos
una secuencia finita de hechos que regresa indefinidamente.
En esta secuencia todo hecho anterior es la causa de todo hecho posterior, porque la
relación causal es transitiva. Además, si el hecho F n, que se produce en el instante t n, es
la causa del hecho F que se produce en el instante t, entonces, de acuerdo con el
principio de causalidad, en todo instante posterior a tn y anterior a t se producen hechos
que son simultáneamente efectos del hecho Fn y causas del hecho F.
Como la secuencia de hechos que ocurren antes que F y que son las causas de ese hecho
F es finita, en todo instante anterior a t –y, por tanto, en todo instante presente y pasado–
ocurre algún hecho que es la causa de F. Si la causa existe o existió, todos los efectos de
esta causa deben inevitablemente existir. Por lo tanto, es ya verdadero ahora y ha sido
verdadero desde toda la eternidad lo que ahora ocurre. Es decir, si A es ben el instante t,
es verdadero en todo instante anterior a t que A es ben el instante t; porque en todo
instante anterior a t existen las causas de este hecho; y lo que vale para la línea pasado-
presente, vale para la línea presente-futuro, pues lo que ocurre ahora es causa de otras
cosas que tendrán lugar en el futuro; pero como todo lo que acontece de acuerdo con el
principio de causalidad es necesario, lo que ocurra en el futuro es necesario; de donde se
sigue que el futuro, al igual que el pasado, está determinado.
Según Lukasiewicz hay un error en este argumento, porque pueden existir secuencias
causales infinitas que no han comenzado todavía y que pertenecen enteramente al
futuro.
Por ejemplo, no es el caso que si “mañana a las cinco voy a beber cerveza”, entonces la
secuencia finita de causas de este hecho deba alcanzar el instante presente y todo
instante pasado. Esta secuencia puede tener su límite inferior en un instante anterior al
instante presente: un instante que, por lo tanto, no ha llegado todavía a pasar.
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sea el –predecesor inmediato y otro el sucesor inmediato del otro; entre dos números
cualesquiera hay siempre otro, y , en consecuencia, hay infinitos números entre
cualesquiera dos de ellos. De acuerdo con el principio de causalidad, todo hecho de la
secuencia sometida a consideración tiene su causa en algún hecho anterior. Aunque
tiene un límite inferior en el instante ½, que es posterior al instante presente 0 y que no
ha sido todavía alcanzado, la secuencia es infinita. Además, esta secuencia no puede
rebasar su límite inferior y, por lo tanto, no puede regresar hasta el instante presente. Por
tanto, el futuro no está determinado por el presente, y el determinismo es erróneo.
Las consecuencias de esta teoría son: que los intervalos de tiempo son relativos al
movimiento del observador; que el espacio se contrae o dilata en el mismo sentido y por
la misma razón que lo hace el tiempo; que la velocidad de la luz es la máxima del
universo. La teoría de la relatividad general es una generalización de la especial y ella
es la que propiamente supone un nuevo modelo de cosmología, en el que la gravitación
universal se convierte en una geometría (no euclidiana) del espacio/tiempo. En este
nuevo universo cosmológico, finito, pero ilimitado, del que el tiempo es la cuarta
dimensión, la gravedad deja de ser una fuerza para ser una modificación de las
coordenadas del espacio-tiempo alrededor del sol.
Según Einstein, la ley de causa y efecto, imperante en la ciencia, es la que excluye una
intervención divina en la marcha del universo. En efecto, quien está convencido de que
todos los acontecimientos del mundo se rigen por la ley de causalidad, no puede
aceptar en modo alguno la idea de un ser que interviene en la marcha del mundo, a no
ser que no tome realmente en serio la hipótesis de la causalidad. Un Dios que premia o
que castiga, un Dios que ayuda a aprobar una oposición, es inconcebible. El hombre
obra de acuerdo con una necesidad interna y externa regida por leyes. ¿Es responsable
la Luna de su movimiento? Pues, en último término, cabe decir lo mismo (desde una
perspectiva holística) del hombre. Para Einstein, no existe propiamente el libre albedrío
humano.
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Durante los últimos años de su vida Einstein se dedicó a combatir ciertas
interpretaciones (la interpretación de Copenhague) de la mecánica cuántica. Para
Einstein la probabilidad meramente estadística era de una imprecisión inaceptable, y el
“principio de indeterminación” heisenberiano contradecía la fe spinocista de Einstein,
donde nada está dejado al azar, sino todo atado y bien atado en el interior de un mundo
mecanicista. En una carta a M. Born, Einstein decía: «La mecánica cuántica es muy
digna de consideración. Pero una voz interior me dice que este no es el verdadero
Jacob. La teoría nos proporciona muchas cosas, pero difícilmente nos acerca al
misterio del Anciano. En cualquier caso, yo estoy persuadido de que él no juega a los
dados» (4-XII-1936).
2. El concepto de indeterminismo
El indeterminismo niega que todo lo que sucede tenga una causa. Según el
indeterminismo, nada sucede “necesariamente”, o algunos acontecimientos por lo
menos tienen lugar de modo “no necesario”. Así, el indeterminismo se opone en todos
los casos al determinismo.
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imposibilidad es concebida como una consecuencia de las leyes fundamentales
estadísticas de la mecánica cuántica.
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estado futuro de un sistema a partir del actual» (Heisenberg, La imagen de la
naturaleza en la física actual, Barcelona, Orbis, 1985, p. 34).
Este determinismo expresa el supuesto de la física clásica según la cual los fenómenos
de la naturaleza podían ser conocidos según leyes causales cada vez más exactas y
precisas; las leyes estadísticas o probabilísticas, aplicadas a determinados fenómenos
naturales, como los cuerpos en estado gaseoso o la misma conducta humana, no se
debían sino a un conocimiento imperfecto de las condiciones de observación. Pero la
aparición de la física cuántica ha restado universalidad a este principio de determinación
causal: la física no admite que exista un límite indefinido de precisión en la descripción
de los fenómenos, y afirma que, debido al denominado principio de indeterminación, no
es posible formular predicciones definidas para el conjunto de los sucesos subatómicos.
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la realidad. En consecuencia, no se puede nunca verificar el principio del determinismo
causal exacto. Hay que rechazarlo definitivamente del dominio de la física. Así, si los
principios fundamentales de la física clásica no permiten afirmar la existencia de un
límite constante finito de la precisión teóricamente posible, por lo menos permiten
mostrar que la idea de una observación y, por consiguiente, de una previsión
absolutamente exacta y contradictoria es imposible en cuanto idea física.
Es decir, hay una asimetría entre el pasado y el futuro. Esto se puede ver claramente en
la teoría especial de la relatividad. En esta teoría existe, para cada observador, un pasado
absoluto y un futuro absoluto (que están separados por toda una región de posible
contemporaneidad). El pasado (absoluto) del sistema es la región formada por todos los
puntos espacio-temporales desde los cuales las influencias físicas pueden afectar al
sistema; su futuro (absoluto) es una región formada por todos los puntos sobre los
cuales el sistema puede ejercer una influencia física. La asimetría entre pasado y futuro
queda establecida por el hecho de que, desde cualquier lugar del “pasado”, una cadena
causal física (por ejemplo, una señal de luz) puede alcanzar cualquier lugar del “futuro”;
pero desde ningún lugar del futuro puede ejercerse un efecto igual sobre ningún lugar
del pasado. Como consecuencia de esto, el futuro se convierte en “abierto” para
nosotros en el sentido de que no puede ser totalmente predicho por nosotros, mientras
que el pasado está “cerrado”.
Esto no puede hacerse pues, como se muestra en la figura 1, hay puntos como P que
pertenecen al pasado de B, pero no al de A; lo que significa que desde P hay efectos que
pueden alcanzar a B; pero es imposible para nosotros, en A, saber nada de las
condiciones en P, ya que ningún efecto precedente de P puede alcanzarnos en A; P está
fuera del cono-pasado de A; pero el cono-pasado de A es la única región sobre la que
nosotros podemos tener conocimiento.
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En la figura 2 A es nuestro presente y B es un punto espacio-temporal sobre el que se va
a hacer una predicción. Los científicos humanos no pueden hacerla; pero suponemos
que hay un demonio laplaciano, uno capaz de obtener todas las condiciones iniciales
para una región del espacio suficientemente extensa (pero limitada) en un cierto instante
de tiempo; es decir, para una cierta región de la que puede decirse que es “simultánea”
en el sentido de la relatividad especial. Esta región está representada por el argumento
de la línea C. C representa la información sobre la que el demonio ha recibido
información completa. Ahora bien, dada esta región, la teoría nos permite hallar una
posición espacio-temporal D, que, desde el punto de vista de la teoría, es la posición
espacio-temporal más temprana en la que puede localizarse al demonio mientras recibe
la información. Y D estará colocado de tal forma que B pertenezca al pasado de D. Esto
significa que el demonio, cuando estaba calculando el estado de cosas en B, estaba
haciendo una retrodicción en lugar de una predicción, en términos de la relatividad
especial. Dicho de otro modo: si tratamos de introducir al demonio laplaciano en la
relatividad especial, encontramos que podemos calcular, a partir de la región de
información del demonio, un límite inferior para la posición espacio-temporal D del
demonio; y además encontramos que el demonio sólo calculó un suceso que estaba
dentro de su propio pasado.
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podríamos entonces predecir, por métodos deductivos, nuestros propios estados futuros
en cualquier instante de tiempo dado y, más especialmente, nuestras propias
predicciones futuras.
Ahora bien, argumenta Popper, esto es absurdo porque, si puedo predecir mis estados
futuros, puedo predecir lo que voy a conocer mañana; pero si hoy predigo lo que voy a
conocer mañana, no lo conozco mañana, sino que lo conozco hoy; por tanto, hablar de
predecir mis estados futuros es absurdo; y es absurdo porque, desde un punto de vista
lógico, conduce a una teoría inconsistente.
El argumento de Popper para mostrar que esta teoría es inconsistente es el siguiente: una
vez que suponemos que las teorías científicas y las condiciones iniciales están dadas, y
también la tarea de predicción, la deducción de la predicción se convierte en un
problema de puro cálculo, que en principio puede ser llevado a cabo por una máquina
de predecir o de calcular. Según esto, la prueba se convierte en una prueba de que
ninguna calculadora o predictora puede predecir deductivamente los resultados de sus
propios cálculos o predicciones.
S3) De dos respuestas cualesquiera, emitidas por la predictora, la respuesta más larga
llevará más tiempo que la más corta.
S4) Todas las respuestas dadas por la máquina describen explícitamente el estado de
algún sistema físico en uno y el mismo lenguaje.
Suponemos que las condiciones iniciales suministradas a Dice como parte de su tarea de
predicción describen el estado de Dicho a las cero horas, y que la tarea de Dice es
predecir el estado de Dicho a la 1 en punto. La descripción del estado inicial de Dicho,
tal como se le suministra a Dice, tendrá que incluir una descripción de la tarea de
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predicción por medio de la cual Dicho será estimulado a las cero horas. Así que Dice
está ahora intentando calcular el estado de Dicho en el instante de tiempo t = 1 en punto,
o, lo que es lo mismo, el estado de Dicho después de un lapso de tiempo de una hora de
duración.
Ahora suponemos que la tarea encomendada a Dice coincide con la tarea que se
encomendará a Dicho a las cero horas; en otras palabras, la tarea de Dice especifica que
Dicho será estimulado, a las cero horas, a predecir un tercer predictor (esta suposición
tiene como objetivo interpretar la tarea de Dice como una tarea de autopredicción).
Podemos formular este supuesto como S5)
Supongamos ahora que el tiempo de una hora que hemos escogido es tan reducido que,
a la una en punto, Dicho no habrá comenzado todavía a perforar su cinta de respuesta
(en este caso es claro que no ha tenido lugar ningún aumento del conocimiento). Se
puede demostrar el siguiente teorema:
Prueba. Puesto que Dice ha completado su tarea, su respuesta ha sido perforada por
completo. Pero, después del transcurso de una hora, no puede siquiera haber comenzado
a perforar puesto que Dice tiene que pasar por los mismos estados que Dicho, y en los
mismos períodos de tiempo; y, de acuerdo con nuestros supuestos, Dicho no habría
empezado a perforar su cinta a la una en punto. Q.E.D.
A continuación, supongamos que escogemos las dos en punto en lugar de la una como la
hora para la que Dice tiene que predecir el estado de Dicho, y que Dicho ha comenzado
a perforar su cinta a las dos en punto, aunque sin completarla. Podemos probar el
siguiente teorema:
T2). Bajo las condiciones enunciadas, el período de tiempo que Dice tardó en completar
su tarea fue superior a dos horas
Ahora supongamos, finalmente, que elegimos las tres en punto como la hora para la que
se ha de predecir el estado de Dicho, un espacio de tiempo que es justo lo suficiente
como para que Dicho complete su tarea de predicción. Obtenemos el teorema
T3). Bajo las condiciones enunciadas, el tiempo que tardó Dice en completar su
ejercicio fue exactamente de tres horas.
Esto se desprende del hecho de que Dice y Dicho son dos máquinas idénticas; y es
suficiente para demostrar que Dice no puede predecir el aumento de su propio
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conocimiento en el futuro; porque su respuesta completa llegaría demasiado tarde para
ser una predicción, puesto que, en el mejor de los casos, sólo llega al mismo tiempo que
el suceso predicho.
Pero, añade Popper, además, el auto-cálculo es imposible, no sólo llega tarde, sino que
fracasa por completo. Para demostrarlo introduzcamos el supuesto
S6) La descripción, en lenguaje estándar, del estado físico de una segunda descripción
en lenguaje estándar, no puede en ningún caso ser más corta que la segunda descripción.
Este supuesto es una consecuencia de que tenemos que describir como mínimo cada uno
de los símbolos de la segunda descripción, y que cada una de esas descripciones
necesitará, como mínimo, un símbolo.
. Bajo las condiciones de T3) el tiempo que Dice tardó en completar su tarea fue
superior a tres horas
Ahora bien, T4) es inconsistente con T3), con lo que toda la teoría es inconsistente; de
donde se sigue que la autopredicción es imposible. Q.E.D.
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significa que Prigogine se sitúa frente al determinismo científico clásico, oponiéndose
también al reduccionismo de todos los fenómenos a leyes mecanicistas.
Prigogine propone una nueva alianza entre las ciencias y las humanidades, que tenga en
cuenta al hombre en el interior de la temporalidad, que había sido expulsado por el
determinismo clásico.
A juzga que a menos que q no será capaz de p (e.g., reserve una entrada con antelación).
Es fácil percatarse de lo que tiene que ver el razonamiento práctico con la explicación
de la acción. Supongamos que A, de hecho, hace q. Deseamos saber por qué. Una
respuesta satisfactoria a esta cuestión sería señalar que tenía la intención de p y que
consideraba hacer q necesario para este fin. Y esta misma respuesta explicaría por qué
trató de hace q en una ocasión en la que terminará fracasando.
Es muy natural decir aquí que la conducta de A vino determinadapor su intención y por
su actitud epistémica. Dada una y otra, hubo de hacer lo que de hecho hizo. Podemos
referirnos a la intención y a la actitud epistémica como determinantes de la acción del
agente y decir que ambas constituyen conjuntamente una razón o fundamento
(suficiente) para hacer q. Podemos denominar objeto de intención de A a aquello por
cuyo logro A emprende q y decir que la propia realización de q formaba parte de las
exigencias de la situación, a los ojos de A, para llevar a cabo su acción.
21
Este tipo de argumento viene a decir, en suma, que la conducta de un agente racional
está determinada por sus intenciones, y que si nosotros conocemos esas intenciones
podremos predecir cuál será su conducta futura.
Ante este tipo de razonamiento von Wright plantea la siguiente objeción: supongamos
que A consideraba hacer q suficiente, aunque no necesario, para alcanzar el objeto de su
intención. A tiene intención de ir a la ciudad y sabe que habrá de usar un medio de
transporte público para llegar allí –pongamos por un caso un autobús o un tren. Da los
pasos precisos para tomar el autobús. ¿También aseguraríamos en este caso que su
elección efectiva del autobús se halla enteramente explicada, determinada, por lo que se
proponía hacer y por lo que sabía acerca de los medios de llevar a efecto su intención?
Ahora bien, ¿no podría hallarse determinada asimismo dicha opción? Podría,
ciertamente. Pueden haber existido diversas razones para su elección del viaje en
autobús; tal vez resulte más seguro o más barato o más rápido que el viaje en tren. Si
cabe atribuir su opción por un medio de transporte a alguna razón de este género,
entonces también es correcto calificar a la opción de determinada. Pero es importante
advertir que, aun pudiendo estar determinada en este sentido la opción de una persona
entre cursos alternativos, no necesariamente lo está. Empeñarse en esto evidencia puro
dogmatismo determinista. La opción puede resultar por entero “fortuita”.
Mientras los animales inferiores sólo están en el mundo, el hombre trata de entenderlo;
y, sobre la base de su inteligencia imperfecta pero perfectible del mundo, el hombre
intenta enseñorearse de él para hacerlo más confortable. En este proceso, construye un
mundo artificial: ese creciente cuerpo de ideas llamado «ciencia», que puede
caracterizarse como conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por
consiguiente falible. Por medio de la investigación científica el hombre ha alcanzado
una reconstrucción conceptual del mundo que es cada vez más amplia, profunda y
exacta.
22
sueños: crea así el mundo de los artefactos y el mundo de la cultura. La ciencia
como actividad -como investigación- pertenece a la vida social; en cuanto se la
aplica al mejoramiento de nuestro medio natural y artificial, a la invención y
manufactura de bienes materiales y culturales, la ciencia se convierte en
tecnología. Sin embargo, la ciencia se nos aparece como la más deslumbrante y
asombrosa de las estrellas de la cultura cuando la consideramos como un bien
por sí mismo, esto es, como un sistema de ideas establecidas provisionalmente
(conocimiento científico), y como una actividad productora de nuestras ideas
(investigación científica). (Bunge, M., La ciencia, su método y su filosofía,
Buenos Aires, Siglo Veinte, 1972, pp. 7-8)
Así definida, esta actividad podría confundirse con otras parecidas con un objetivo
parecido, como la filosofía, el arte, y hasta la misma religión. Pero la actividad científica
se distingue de otras similares por sus características específicas: el conocimiento del
que trata es un conocimiento racional, que se refiere al mundo material o naturaleza,
cuyas regularidades quiere explicar y predecir; obtenido mediante un método
experimental, del cual forman parte la observación, la experimentación y las inferencias
de los hechos observados; es sistemático porque se organiza mediante hipótesis, leyes y
teorías, y es un conocimiento objetivo y público, porque busca ser reconocido por todos
como verdadero o, por lo menos, ser aceptado por consenso universal
23
fenómenos físicos de la naturaleza, obra de Galileo. Estos autores y quienes siguieron
apoyándose en su modelo de investigar dieron origen a lo que se denominó entonces
«ciencia nueva» y posteriormente «ciencia moderna», la cual, con la síntesis posterior
de la mecánica clásica de Newton, que supuso su culminación, se constituyó en modelo
de conocimiento científico, o de ciencia, para toda la civilización posterior. Cuatro son
los períodos que suelen destacarse como característicos de la aparición y constitución
histórica de la ciencia:
La crisis y crítica (según algunos, gradual a partir de la Edad Media) de las ideas
aristotélicas, en la denominada revolución científica, a comienzos de la era moderna,
con el establecimiento del paradigma de la mecánica de Newton
Las características básicas de que goza la ciencia son las mismas que se atribuyen al
conocimiento científico, ya que, en definitiva, son una sola y misma cosa (uno es el
resultado de la actividad y la otra es la actividad humana que lo produce), y sólo a ellos
se aplica la noción de epistéme, tal como se denominaba al verdadero saber entre los
griegos, por oposición a la mera opinión, que se consideraba conocimiento impropio o
saber infundado. Pero debe reducirse a su justa medida el valor de verdad de la ciencia.
Y, así, la filosofía de la ciencia resalta el aspecto de provisionalidad del conocimiento
científico e insiste en que la ciencia es sobre todo aquella actividad racional que consiste
en proponer teorías provisionales, a modo de conjeturas audaces, a partir de los
problemas que surgen de nuestra adaptación al medio, para someterlas a la prueba del
experimento, contrastándolas con los hechos, a fin de descubrir su posible falsedad. De
aquí que lo que caracteriza al desarrollo de la ciencia no sea precisamente la
acumulación de conocimientos, sino la «indagación de la verdad persistente y
temerariamente crítica».
24
No sabemos: sólo podemos hacer conjeturas. Y nuestras previsiones están guiadas por la
fe en leyes, en regularidades que podemos descubrir [...] Con Bacon, podemos describir
la propia ciencia contemporánea nuestra -«el método de razonar que aplican
ordinariamente los hombres a la naturaleza»- diciendo que consiste en «anticipaciones,
precipitadas y prematuras», y en «prejuicios». Pero domeñamos cuidadosa y
austeramente estas conjeturas o «anticipaciones» nuestras, tan maravillosamente
imaginativas y audaces, por medio de contrastaciones sistemáticas: una vez que se ha
propuesto, ni una sola de nuestras «anticipaciones» se mantiene dogmáticamente;
nuestro método de investigación no consiste en defenderlas para demostrar qué razón
teníamos; sino que, por el contrario, tratamos de derribarlas. Con todas las armas de
nuestro arsenal lógico, matemático y técnico, tratamos de demostrar que nuestras
anticipaciones eran falsas, con objeto de proponer en su lugar nuevas anticipaciones
injustificadas e injustificables, nuevos «prejuicios precipitados y prematuros», como
Bacon los llamó con gran ironía. [...]
La ciencia nunca persigue la ilusoria meta de que sus respuestas sean definitivas, ni
siquiera probables; antes bien, su avance se encamina hacia una finalidad infinita -y, sin
embargo, alcanzable- : la de descubrir incesantemente problemas nuevos, más
profundos y más generales, y de sujetar nuestras respuestas siempre provisionales a
contrastaciones constantemente renovadas y cada vez más rigurosas. (Popper, K. R.,
Lógica de la investigación científica, Tecnos, Madrid 1977, p. 261-262).
25
El pensamiento científico y el hombre científico deben ser imparciales y acostumbrarse
a separar sus sentimientos y sus intereses personales cuando estén en el terreno de la
ciencia. Sólo ha de interesarles que los hechos existan o no, y aceptarlos tal como son.
26
Si en una teoría sustituimos algunos de sus elementos, la estaríamos cambiando
radicalmente, alteraríamos su sistematicidad.
Las ciencias analizan sus problemas, los descomponen para estudiarlos mejor. Desde
luego que la ciencia no analiza para tomar una parte y aislarla del todo. Por lo contrario,
descompone y recompone sin cesar sus objetos de estudio: los separa sin dejar de
entenderlos como integrantes de un todo.
27
una imperativa. El pensamiento científico comunica datos y reflexiones acerca de los
hechos.
Las predicciones científicas no siempre son fatales (que no pueden dejar de darse).
Cuando fallan, permiten corregir las hipótesis en que se basan. Ocurre que fallen las
predicciones meteorológicas y también las médicas.
k) Abierto. Los objetos de la ciencia, sus conceptos, sus métodos y sus técnicas, no son
definitivos; se encuentran en constante cambio. El pensamiento científico no es
dogmático. Es abierto, en virtud de que sus estructuras son falibles, y es capaz de
progresar. Un hombre que se conformara con los conocimientos que hasta ese momento
le ha legado la humanidad sería sabio, pero no científico. El científico contemporáneo
prefiere estar al tanto de las últimas innovaciones mediante las revistas científicas, y no
en los manuales de tratados, que día a día van separándose de los últimos logros de la
ciencia.
28
inmersa en él retornaría a la época de las cavernas. La técnica es ciencia aplicada. La
ingeniería ha hecho posible la construcción de los enormes edificios llamados
rascacielos; a la física y a la matemática se debe que se hayan logrado realizar los viajes
espaciales; y la medicina no podría prever ni combatir las enfermedades si no contara
con el auxilio de la bioquímica.
29
construye a base de conjuntos de creencias que el individuo puede justificar de alguna
manera.[...]
Las cuestiones que interesan al enfoque consensual de la ciencia serán algo distintas de
las que interesan a los subjetivistas y tenderán a considerar importantes para el estudio
de las teorías científicas [...] cuestiones como las siguientes: ¿Cuáles han sido las
normas que las comunidades científicas pasadas han exigido de las teorías científicas?
¿Qué razones o causas son efectivas o deberían ser efectivas a la hora de producirse un
cambio en las teorías o normas de una comunidad? ¿En qué tipos de circunstancias se
puede alcanzar el consenso? ¿Cuáles son las importantes diferencias que hay entre las
comunidades que han alcanzado un consenso con relación a sus respectivos campos y
las que no lo han logrado? ¿Cuáles fueron las principales causas del cambio de consenso
concerniente a la naturaleza del universo que constituyó la revolución copernicana?
El enfoque objetivista lleva a preguntas del siguiente tipo: ¿Cómo se relaciona esta
teoría con los datos disponibles? ¿Es coherente esta teoría y proporciona predicciones
nuevas? ¿Cuál es la relación entre la teoría de Newton y la de Einstein? ¿Hay algún
sentido en el que se pueda decir que la ciencia progresa? (Chalmers, A.F., ¿Qué es esa
cosa llamada ciencia?. Una valoración de la naturaleza y el estatuto de la ciencia y sus
métodos, Madrid, Siglo XXI, 1982, pp. 145-148)
30
las investigaciones efectivas de Galileo, o bien de las reflexiones metodológicas y
filosóficas sobre la ciencia que lleva a cabo el mismo Galileo?:
2) Si la ciencia es autónoma con respecto a la fe, con mayor razón aún debe ser
autónoma de todos aquellos lazos humanos que vedan su realización.
¿Y qué puede ser más vergonzoso en los debates públicos, mientras se está tratando de
conclusiones demostrables, que el oír a uno aparecer de pronto con un texto -a menudo
escrito con un objetivo muy distinto- y cerrar con él la boca de su adversario? [...] Señor
Simplicio, venid con razones y con demostraciones, vuestras o de Aristóteles, y no con
texto o meras autoridades, porque nuestros discursos han de versar sobre el mundo
sensible y no sobre un mundo de papel (Diálogo sobre los sistemas máximos).
3) La ciencia es autónoma de la fe, pero es también algo muy distinto del saber
dogmático representado por la tradición aristotélica. Esto no significa que para Galileo
la tradición resulte negativa en cuanto tradición. Es negativa cuando se erige en doma.
Tampoco digo que no hay que escuchar a Aristóteles, por lo contrario, alabo que se le
oiga y se le estudie con diligencia, y únicamente critico el entregársele de forma que se
suscriba a ciegas todo lo que dijo y, sin buscar ninguna otra razón, haya que tomarlo
como decreto inviolable; lo cual constituye un abuso que sigue a otro extremo desorden
y que consiste en dejar de esforzarse por entender la fuerza de sus demostraciones.
5) La ciencia sólo puede ofrecernos una descripción verdadera de la realidad, sólo puede
llegar hasta los objetos -y ser por lo tanto objetiva- con la condición de establecer una
distinción fundamental entre las cualidades objetivas y subjetivas de los cuerpos. La
ciencia debe limitarse a describir las cualidades objetivas de los cuerpos, cuantitativas y
mensurables (públicamente controlables). La ciencia es objetiva porque no se interesa
por las cualidades subjetivas que varían para cada hombre, sino que atiende a aquellos
aspectos de los cuerpos que, al ser cuantificables y mensurables, son iguales para todos.
La ciencia tampoco pretende “determinar la esencia verdadera e intrínseca de las
sustancias naturales”. «Determinar la esencia lo considero una empresa tan imposible y
un esfuerzo tan vano en las sustancias próximas y elementales como en las muy remotas
y celestiales: y me creo tan ignorante de la sustancia de la Tierra como de la sustancia
31
de la Luna, de las nubes elementales y de las manchas del Sol. Por lo tanto, ni las
cualidades subjetivas ni las esencias de las cosas constituyen el objetivo de la ciencia.
La filosofía está escrita en este libro grandísimo que continuamente tenemos abierto
ante los ojos (quiero decir, el universo), pero no se puede entender si antes no se
aprende a entender la lengua y a conocer las letras en que está escrito. Está escrito en
lengua matemática, y las letras son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, y sin
estos medios resulta imposible que los hombres entiendan nada: sin ellos, no habría más
que un vano dar vueltas por un oscuro laberinto.
Conviene recurrir a una distinción filosófica, diciendo que el entender puede tomarse en
dos modos, intensive o extensive;extensive, es decir en cuanto a la muchedumbre de los
inteligibles, que son infinitos, el entender humano es como nada, aunque entienda mil
proposiciones, porque mil comparado con una infinidad es igual a cero. Tomando
empero el entender intensive, en tanto que dicho término conlleva intensivamente, esto
es, perfectamente, una proposición, afirmo que el intelecto humano entiende algunas
con tanta perfección y está tan cierto de ellas como pueda estarlo de la misma
naturaleza; tales son las ciencias matemáticas puras, la geometría y la aritmética, de las
que el intelecto divino conoce infinitas proposiciones más, porque las sabe todas, pero
creo que en aquellas pocas que entiende el intelecto humano, el conocimiento se iguala
al conocimiento divino en su certeza objetiva, porque llega a comprender su necesidad,
y no puede existir una seguridad mayor que ésta.
32
9) Una consecuencia de la noción galileana de conocimiento científico es la
demostración de la vaciedad o, incluso, de la insensatez de las teorías y los conceptos
aristotélicos. Tal es el caso, por ejemplo, de la idea de perfección de algunos
movimientos y de algunas formas de los cuerpos. En opinión de los aristotélicos, la
Luna no podía tener montañas y hondonadas porque éstas la habrían privado de aquella
forma esférica y perfecta que corresponde a los cuerpos celestes. Galileo, no obstante,
señala lo siguiente:
Este razonamiento es muy frecuente en las escuelas peripatéticas, pero dudo que
su principal eficacia consista únicamente en hallarse de manera inveterada en las
mentes de los hombres, aunque sus proposiciones no sean necesarias ni hayan
sido demostradas; creo, al contrario, que muy vacilantes e inseguras. En primer
lugar, que la figura esférica sea más o menos perfecta que las demás, no veo yo
cómo pueda afirmarse con carácter absoluto, sino sólo en relación con algo;
como por ejemplo para un cuerpo que haya de girar por todas partes, la figura
esférica es la más perfecta, por eso los ojos y las extremidades de los huesos del
fémur han sido hechos por la naturaleza perfectamente esféricos; al contrario, en
un cuerpo que deba permanecer estable e inmóvil, tal figura sería la más
imperfecta de todas; y quien se sirviese de piedras esféricas para edificar
murallas haría pésimamente, cuando las más perfectas son las piedras angulares.
La idea de perfección sólo funciona cuando se habla de ella con relación a algo,
es decir, en la perspectiva de un fin determinado: una cosa es más o menos
perfecta según resulta más o menos adecuada a un fin prefijado y establecido.
Parece que aquello de los efectos naturales que la experiencia sensible nos pone
ante los ojos, o las necesarias demostraciones nos concluyen, no pueda en
ningún caso ser puesto en duda, y tampoco condenado, por aquellos pasajes de
la Escritura cuyas palabras tuviesen un aspecto diferente.
33
sentidos, debe anteponerse a cualquier razonamiento, por bien fundado que éste
parezca». Sin embargo, a pesar de estas declaraciones tan terminantes, hay bastantes
casos en los que Galileo parece anteponer el razonamiento a la experiencia y acentuar la
importancia de las suposiciones en perjuicio de las observaciones. Por ejemplo, en carta
de 7 de enero de 1639 a Giovanni Battista Baliani le comunica lo siguiente:
La experiencia científica está constituida por teorías que instituyen hechos y por hechos
que controlan las teorías. Existe una integración recíproca, y una corrección y un
perfeccionamiento mutuos. Además, las teorías (o suposiciones) pueden servir para
modificar o para corregir teorías consolidadas, que nadie se atreve a poner en discusión,
pero que han asilado la observación a través de interpretaciones inadecuadas, creando
así muchos hechos obstinados, pero falsos.
Al principio, esta dificultad me dio que pensar, pero poco después la eliminé; y
lo hice por efecto de la misma experiencia que ahora os la suscita a vos. Vos
decís: la experiencia parece mostrar que, apenas un grave abandona la quietud,
entra en una velocidad muy notable; y yo digo que esta misma experiencia nos
pone en claro que los primeros ímpetus del cuerpo que cae -por más pesado que
sea- son muy lentos y muy tardos.
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La discusión concluye en estos términos:
Véase ahora cuán grande es la fuerza de la verdad, ya que la misma experiencia que al
principio parecía mostrar una cosa, si se la considera mejor nos asegura lo contrario.
Sin duda, «lo que la experiencia y los sentidos nos muestran» debe anteponerse «a
cualquier razonamiento, por bien fundado que éste parezca». No obstante, la experiencia
sensata es fruto de un experimento programado, un intento de obligar a responder a la
naturaleza.
5. El postulado de la objetividad
Un aspecto importante del principio es que no opera en el mismo sentido hacia adelante
y hacia atrás en el tiempo. Las relaciones de incertidumbre indican que no es posible
conocer la posición y el momento simultáneamente y consiguientemente no es posible
predecir el futuro; el futuro es esencialmente impredictible e incierto. Pero es
compatible con las reglas de la mecánica cuántica idear un experimento a partir del cual
se pueda calcular exactamente cuál erala posición y el momento de una partícula en
algún instante del pasado. El futuro es esencialmente incierto; no se sabe con certeza
hacia dónde vamos. Pero el pasado está exactamente definido; se sabe exactamente de
35
dónde venimos. Nos movemos desde un pasado conocido a un futuro incierto, y
constituye una característica fundamental del mundo cuántico.
1º) Hay límites al conocimiento sobre lo que una partícula está haciendo mientras se la
observa
2º) No tenemos ni idea de lo que esa partícula está haciendo cuando no la observamos.
El dato es la observación. Una observación experimental sólo tiene sentido en el
contexto del experimento y no puede utilizarse para extrapolaciones sobre
características no observadas.
36
5.2 El postulado de la objetividad y la teoría popperiana de los
tres mundos
La objetividad es el carácter específico de lo objetivo. Y esta noción puede entenderse
de diversas maneras, sea como lo opuesto a los subjetivo, sea la subjetividad
trascendental al modo kantiano, o sea como lo entiende Popper, como desvinculación de
la ciencia respecto de su sujeto. La objetividad es la referencia a un objeto, por lo que
significa la oposición a lo que es meramente subjetivo. En la distinción entre
objetividad y subjetividad se entiende que, con la primera se analizan las cosas a tenor
de sus propiedades esenciales, mientras que con la subjetividad se analizan las cosas tal
y como éstas afectan al hombre. La objetividad hace relación a la posibilidad de poseer
razones comprobables, las cuales sirven de soporte a una creencia que se estima como
verdadera. En la filosofía de la ciencia, la objetividad expresa el ideal del conocimiento
científico. En su sentido “suave” quiere designar que la verdad científica debe ser
comprobada sin tener en cuenta los intereses subjetivos. Pero, como no es posible que
observemos los objetos sin que dispongamos de algún tipo de mediación hermenéutica,
la objetividad depende de la intersubjetividad, y ésta, para algunos, no puede escapar de
la acusación de relativismo. De ahí que Popper proponga un “mundo 3” donde ubicar
esta objetividad.
El mundo 3 es el mundo de las teorías, los libros, las ideas, los problemas, e incluye
también las relaciones sociales e incluso el contenido lógico de nuestro código genético.
Sus contenidos son reales, “más o menos tan reales como los libros o las sillas físicas”.
Y se trata de un mundo completamente autónomo respecto del sujeto, de forma que este
mundo 3, aunque es una creación del hombre y no de los dioses, a su vez crea su propio
ámbito de autonomía. Desde esta perspectiva, según Popper, podemos realizar
descubrimientos teóricos de una manera semejante a como podemos hacer
descubrimientos geográficos.
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Para Popper, los valores, así como los problemas y las tradiciones, han de ser sometidos
a una crítica radical. Esta actitud racionalista se basa en una fe irracional en la razón,
desde donde arranca su postulado de la objetividad. La decisión a favor de la razón es
ella misma irracional, ya que no se encuentra determinada a sí misma por argumentos.
El mundo 3 opera con una especie de “selección natural” que discierne las teorías entre
caducas (las invalidadas o falsadas) y teorías “verosímiles” (las que momentáneamente
no han sido falsadas).
Monod critica las explicaciones holistas de la teleológica, que presuponen una cierta
“alianza” entre el hombre y la naturaleza. Para Monod, el azar es la noción fundamental
de la biología moderna, reinando particularmente en el nivel microscópico. Asimismo,
las propiedades básicas de los seres vivientes deben ser compatibles con el segundo
principio de la termodinámica, según el cual la energía ni se crea ni se destruye, sino
que se transforma. El azar interviene también en el patrimonio genético de todos los
seres vivientes, asumiendo el DNA la función de puente entre invarianza y teleonomía
en la estructura celular. Se trata de un tipo de azar completamente esencial. Esto se
concreta de dos maneras:
38
2. En lo concerniente a las consecuencias funcionales de la mutación, la cual
depende también de las concretas condiciones del ambiente donde vive cada
especie.
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En el orden biológico existe una estructura concreta y especial: el proceso va de la
materia más simple a la materia más compleja. Se caracteriza por un constante
crecimiento de la organización, de la composición y de la información. Biológicamente
este proceso se desarrolla en una mayor capacidad del sistema nervioso y en un aumento
del psiquismo. ¿Podemos afirmar, entonces, que la evolución biológica (y la cósmica,
por ende) tiene una finalidad? La idea de proyecto implica, como presupuesto, que
existe, sea al principio, sea a mitad de la evolución, un plan; es decir, estamos
suponiendo una cierta conciencia, una especie de razón universal. Objetivamente la
evolución cósmica y biológica incluye una orientación y un sentido; esto no es negable,
pues la evolución misma de las especies lo ha demostrado irrefutablemente. Pero falta
por saber si también incluye una finalidad. Monod afirma que la ciencia positiva, como
tal, no está capacitada, por su propio método, para perseguir los fines, sino que ella trata
de comprender la génesis, las estructuras y las causalidades físico-químicas. No
compete a la ciencia experimental descubrir si todo esto implica una finalidad, si existe
un proyecto preconcebido en el interior de la naturaleza.
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