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La ética del consultor: más allá de hacer sólo lo que te piden

Como ingeniero industrial me enfrentaré eventualmente a muchas decisiones que me


pueden resultar difíciles de afrontar efectivamente. No siempre es fácil saber cuándo y de
qué manera debemos tomar una resolución en una situación determinada, la decisión que
tomemos puede o no estar respaldada por los principios de la ética profesional y eso es lo
que será decisivo para saber si fue una elección acertada o no. En el transcurso de nuestra
formación educativa nos preparamos en muchas herramientas para controlar los procesos,
manejo de materiales, decisiones sobre un inventario o un flujo de producción, pero es casi
imposible que te enseñen qué debes hacer cuando te enfrentas a situaciones sin soluciones
obvias.

En la vida profesional hay algunas situaciones que tienden a, si no repetirse, no ser algo
extraño. Cuando llegamos a desarrollarnos profesionalmente en el campo laboral una de las
metas para muchos en esta profesión es la de prepararnos en distintas áreas para ganar
expertise y, eventualmente, poder asesorar a otras organizaciones por medio de una
consultoría. Si bien existen muchas carreras que pueden dedicarse a la consultoría, ya que
sólo necesitas ser un experto en tu área, la ingeniería industrial resulta especialmente
notoria en este campo. Al ser una profesión con un campo de preparación tan amplio un
ingeniero industrial podría realizar consultoría en muchas partes de la industria, por
ejemplo, para incrementar la productividad y reducir los costos en las empresas, controlar
efectivamente los procesos, optimizar el almacenamiento y el proceso de ensamble, además
de capacitación efectiva para los miembros que así lo requieran o hasta planeación y control
de la producción.

Todas las profesiones tienen un conjunto de normas éticas que los rigen y que son
reconocidas por todos los miembros del gremio aunque sean tácitas. La aplicación de estas
normas en la vida real marca una pauta de aquello que debemos considerar que es lo
apropiado ante ciertas situaciones. La consultoría sobre todo es una profesión que tiene
acceso a una cantidad enorme de información de terceros por lo que las normas éticas y los
códigos de ética pueden ser más estrictos de lo que serían en otras profesiones donde puede
que no se afecte directamente a terceros con una mala praxis.
Un consultor puede enfrentarse, sin embargo, a una gran cantidad de situaciones “difíciles”
que lograrían que pusiera en duda si está haciendo lo correcto. A pesar de que parezca un
poco obvio lo que se debe o no hacer hay situaciones externas que raramente podremos
controlar. Por ejemplo, cuando se prestan servicios como consultor se espera una
retribución económica, aunque generalmente se tiene especificado el que está prohibido
prestar este tipo de servicios teniendo un pago ya sea proporcional o inversamente
proporcional al número de problemas encontrados, sino que debe ser en función de horas
trabajadas. Sin embargo, para que esto pase es fundamental dejar muy claro desde el inicio
del proyecto cuáles serán las condiciones de pago y cuáles serán las responsabilidades de
cada parte involucrada. (DIAN, 2010) A pesar de esto hay algunas organizaciones que
piensan que los códigos de ética de la organización no tienen por qué obligatoriamente
tomar en cuenta la forma de pago ya que hay otras consideraciones de cobro que son más
fáciles de calcular, aunque en algún momento puedan caer en lo ambiguo éticamente. Este
tipo de desapego del problema si bien no es algo ilegal resulta por lo menos poco
responsable (Rozas, 2011). Que no exista una normativa en México que obligue a todas las
consultorías a seguir exactamente las mismas reglas podría ser considerado como un riesgo
asumido, pues dependemos en gran medida de las decisiones que tomen los consultores y
qué tan apegados a sus bienes internos y al código de ética están. La estrategia que siguen
muchas consultorías para eliminar esta zona gris es enviar al consultor a realizar el trabajo
sin saber la exactitud de las condiciones sobre las que se establece su pago sino hasta que el
proyecto ha sido finalizado de una manera en la que resulte lo menos ambiguo posible.
(Belaunde, 2013) Es importante tener presente en estas situaciones hipotéticas que un
consultor no siempre se movería en dirección al “camino” fácil por pura maldad, sino que
todos somos personas con necesidades que deben ser satisfechas y para las que necesitamos
un incentivo económico.

Otro tema importante a tener en cuenta, sobre todo porque puede afectar a terceras personas
y su desarrollo social es el de los conflictos de interés, concepto que muchas veces solemos
relacionar con actividades políticas pero que no solamente se limita a esa dimensión. Hay
muchos casos conocidos y documentados de situaciones relacionadas con conflictos de
interés, siendo uno de los más sonados el de la calificadora S&P que tenía a su cargo la
calificación de la deuda de bancos y que con el afán de no perder negocios y, con ello,
dinero hicieron algunas concesiones que no debían de hacer y terminaron otorgando
calificaciones inmerecidas que, más temprano que tarde, se vieron reflejadas en una de las
crisis económicas más complicadas de la historia. (Belaunde, 2013) Sin embargo, algunos
otros consideran que el dar al cliente más de lo que él está esperando es una estrategia de
negocio bastante inteligente que comienza a formar alguna especie de lealtad entre el
cliente y la empresa, siendo esta conducta algo que debería ser repetido ya que la lealtad no
solo significa que el cliente o el proveedor nos van a ser fieles y apoyar sino que nosotros
también estaremos listos para ellos y por lo tanto los tratos y negocios deberían ser más
fluidos. Sin embargo, no todos piensan que la lealtad máxima debe ir hacia el cliente sino
también hacia su propia empresa de forma que los empleados busquen dar lo mejor de sí
para poder ayudar a la organización y si esta lealtad inherente fuera algo real no veríamos
constantemente la aparición de problemas por “conflictos de interés”

Hay opiniones dispares sobre los derechos y deberes que se tienen como consultor, por lo
que el código profesional puede resultar difícil de aplicar en todas las situaciones. Hay
quienes piensan que la obligación principal de un consultor, si no la única, es pensar
primordialmente en el beneficio que puede recibir el consumidor de su servicio: la empresa
que funge como su cliente y según la labor deontológica de la profesión sí sería el cliente,
tenerlo como lo más importante para nosotros puesto que por algo se nos contrató. Lo más
importante es mantener siempre en buen recaudo la información proporcionada por el
cliente, infundir un alto grado de confianza y buscar en todo momento cumplir con las
expectativas que el cliente tenga sobre el proceso por lo que, en teoría, no debería de darse
en ninguna de las situaciones un conflicto de intereses (Consultoría, 2009). Otra forma de
abordar la situación sería mantenerse apegado a lo que el código de ética de la empresa
marque sobre ciertas situaciones ya que, si bien la ética de una persona puede variar de
forma importante dadas las experiencias de cada uno, la ética de una empresa es igual para
todos sus trabajadores. De esta manera se evita la variación de ideologías y los problemas
que podrían surgir en la toma de decisiones en momentos críticos. Podemos dejar las
decisiones personales a nuestra ética profesional y las decisiones difíciles apegarlas a la
ética corporativa (QN, 2012). Una última manera de enfrentar las situaciones éticamente
ambiguas al momento de ejercer las labores profesionales de un consultor es la vertiente
que considera que el consultor se encuentra en un escaño más alto que otras profesiones y
que hay más poder y, por lo tanto, más responsabilidad en sus acciones por lo que hay que
detenerse a cada paso y considerar si realmente se está yendo por el camino adecuado
(Bermejo, 2011). Esta postura va en la misma dirección que la de Hortal, cuando menciona
que, si una empresa se contrapone a nuestra ética profesional, es mejor separar caminos
(Hortal, 2004). Pero, ¿qué pasa si la empresa no se contrapone directamente a nuestra ética
profesional sino que es al pasar a la acción que el cliente se rehúsa a hacer caso de algunas
recomendaciones? Quizá si nos contrataron para realizar una consultoría en un tema de
logística o de acomodo del almacén, pero observamos conductas poco éticas hacia los
empleados o que impiden su desarrollo pleno dentro de la sociedad y los clientes nos piden
que nos limitemos a hacer lo que se nos pidió o no se nos pagaría nada, nuestro código de
ética entraría en conflicto.

Este tipo de situaciones son las que nos recuerdan la importancia de un código de ética
sólido, en donde podamos elegir lo que es correcto contra lo que es más fácil. Sin duda el
simplemente limitarnos a hacer lo que se nos pide, nada más y nada menos, debe ser más
sencillo que anteponer el bienestar de la sociedad a nuestros propios beneficios sin embargo
es algo que se debe de hacer si queremos realmente impactar de una forma positiva en los
demás.

Referencias

Bermejo, P. (2011). La ética del consultor como elemento esencial de su gestión. Obtenido
de http://www.betsime.disaic.cu/secciones/ger_ja_05.htm
Consultoria. (24 de noviembre de 2009). Código de ética del consultor. Obtenido de
http://es.slideshare.net/consultoria7mo/codigo-de-etica-del-consultor
Hortal, A. (2004). Ética general de las profesiones. Bilbao: Desclée.
QN. (25 de mayo de 2012). La ética de la consultoría. Obtenido de
https://www.quiminet.com/empresas/la-etica-de-la-consultoria-2746524.htm
Rosas, A. (2001). La ética en la auditoría . Obtenido de
http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/publicaciones/quipukamayoc/2001/segundo/et
ica_auditoria.htm

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