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y que luego se publicaban; pero no era así. .. Sin embargo, la persona que me
atendió en la editorial era un poeta joven, con quien nos hicimos amigos y
creamos una revista para publicar nuestros poemas y ensayitos ....
Pasaron varios años. Comencé a escribir narrativa, pero hasta cuando ter-
miné mi primer libro de cuentos, en 1981, me seguía sintiendo como poeta.
Finalmente descubrí que los poemas eran muy malos, así que los quemé y
me dediqué a escribir únicamente narrativa. Paralelamente había comenzado
a trabajar como periodista. Al cabo de unos años, en México, escribí mi pri-
mera novela, La diá5pora, allá por los años 1986-87, aunque se publicó más
tarde, en 1989. Para este libro ya entendía el oficio y la disciplina de otra
manera, para su escritura me encerré cinco meses a escribir todas las mañanas
de 4 a 5 horas, y otras 2 horas más al final de la tarde.
Esa novela tiene una estructura muy definida, por lo que me imagino que
ya tienes lecturas previas que te venían influenciando.
Claro. En esa novela hay varias influencias que son evidentes, en espe-
cial el Flaubert de La educación sentimental, y el Kundera de La broma. La
diá5pora es una novela que no se ha publicado fuera de El Salvador y que
realiza una crítica a la izquierda armada desde dentro de la izquierda armada.
La novela es en realidad esa crítica ... Una temática que ya se había abordado
en los compañeros ( 1976), de Marco Antonio Flores. Yo había estado en la
izquierda y había visto cosas feas; había trabajado para ellos como periodista,
y había visto cosas horribles. Me había enterado de cosas muy desagradables,
de manera que me sentía infectado por todo lo que ocurría, y por eso escribí
la novela, que se fue desarrollando a partir de la idea de cómo inciden los
crímenes dentro de la izquierda salvadoreña.
Años después volví varias veces antes de que acabara la guerra, una de ellas
precisamente cuando La diáspora ganó el premio de novela de la Universidad
Centroamericana (UCA) de 1988. En ese entonces todavía estaban los jesuitas
vivos. Así que cuando convocaron a este premio, envié la novela, con lo cual
me estaba acercando a San Salvador por primera vez desde que había dejado la
ciudad en 1980. Pero en San Salvador todavía imperaba un clima muy pesado por
la guerra civil, y aunque yo había ganado mi legalidad en México y había hecho
abierta mi vida como periodista, era un viaje que me preocupaba. Así que fui a El
Salvador a recibir el premio en mayo de 1989. El viaje fue muy simpático porque
me dieron un premio cuya cantidad de dinero era bastante pequeña, tanto que ni
siquiera alcanzaba para pagar el boleto, de manera que yo mismo lo pagué. Fui
con una condición: que no sacaran a la venta el libro, que no se lo mostraran a
nadie, hasta que yo me fuera, lo que ocurrió luego de la presentación.
Claro ... Sin embargo, mucha gente llegó al evento creyendo que la novela
era una loa a la izquierda. Así que luego de la entrega del premio, doy el
discurso de agradecimiento, rápidamente se sacan los libros para que la gente
los compre y para que yo los firme ... Mientras un amigo me está esperando
afuera. Luego subo en su carro y me voy a una playa, donde me quedo dos
días, encerrado, disfrutando del mar, en un lugar que nadie sabía y de ahí me
voy al aeropuerto.
No, no fue fácil, pero la verdad es que tampoco fue difícil. ¿A qué me
refiero? Nosotros fuimos escritores antes que militantes. Cuando leímos los
textos sobre la sociedad ideal que el marxismo quería construir, ya habíamos
leído la poesía de Saint-John Perse o de Ungaretti o de Quasimodo. Por eso
escribí ese artículo "La Guerra: un largo paréntesis" [Letras libres, 36 (2004),
pp. 24-7], porque en realidad, luego de la guerra, nosotros volvíamos a lo que
éramos, volvíamos a la literatura. De manera que más bien el proceso fue
tener que decidir entre "literatura o revolución", pues la y no contaba. En un
primer momento elegimos literatura, luego vino la revolución y, finalmente,
una vez más volvimos a la literatura. La revolución fue un paréntesis largo,
de una década, pero yo no mezclé literatura y revolución. Además, como
pequeño grupo de amigos que hacíamos literatura, éramos muy antipanfle-
tarios, muy anti Benedetti ... Estábamos contra ese tipo de literatura fácil y
llamada de "urgencia".
ese páramo intelectual y ese páramo cultural es el gap que está entre esos
dos libros. En el primero hay una voluntad de decir: "todavía se puede
cambiar", pero en El asco hay una decepción, donde además se señala que
todo esto es un poco irredimible. Aunque un libro opera dentro la ficción y
el otro desde el ensayo, el primero ensombrece al otro, pues prácticamente
nadie conoce Recuento de incertidumbre. En este libro hay una idea fuerte:
debe haber una inversión cultural, una inversión en lo social y en lo cultu-
ral, pero nada de eso se dio. La prueba de que fue un error no haberlo hecho
y de que el país pagaría un alto precio por ello, es la situación actual, cuya
característica dominante es el crimen.
Me llama la atención que todavía no haya aparecido una novela sobre las
Maras en El Salvador ...
Conrad también tenía esa gran fisura, porque era un polaco que adoptó
otro idioma. Conrad puede ubicarse en ambos lados ...
RAÚL RODRÍGUEZ FREIRE 63
se bebe todos los días. Te habrás dado cuenta en Centroamérica que ante la
carencia de lo cultural y la mediocridad deportiva, el único circo que existe
es la política. Hay sociedades más grandes, con mayores recursos, más desa-
rrolladas y con otra calidad de vida, que tienen distintos tipos de circos, de
manera que la gente se entretiene de otras maneras, pero en Centroamérica
solo tenemos la política, o matar al prójimo, que es una continuación de la
política; entonces no creo que escriba una literatura política en esencia por-
que una literatura de este tipo retrata los pleitos por el poder. Yo siempre digo
que en mi literatura lo político es el paisaje de fondo, es lo que permea las
situaciones en las que los personajes sufren sus problemas vitales ... Se pue-
den encontrar afectados por la política y a veces determinados por ella, pero
su problemática no pasa por tomar el poder, ni por convertirse en políticos.
Hay una novela que puede ser mucho más política en Latinoamérica, en
el sentido que señalo, que no es el subgénero que prima en Estados Unidos,
pero se le acerca: me refiero a Luis Spota. Todas sus novelas eran políticas en
cuanto a que estaban constituidas a partir de pleitos entre ministros, conspira-
ciones de gabinetes y ese tipo de cosas. Esta línea continúa en La guerra de
Galio [ 1988] de Héctor Aguilar Camín. Se trata de una novela muy política,
donde los personajes son políticos. En mi caso, por lo menos en la mayoría
de mis escritos, son personas que se ven afectadas por la política. El perso-
naje de mi novela Desmoronamiento [2006] no es el político, Erasmo, sino
su mujer y es ella quien padece la política. Además, un personaje político
per se me resulta poco atractivo, porque el político vive de la mentira (la
esencia de la política es la mentira) como oficio, y manejarlo literariamente
es muy complicado; además no tengo interés en ello. Tengo interés en cómo
la política afecta su entorno, y es ello lo que me lleva a construir personajes
del entorno, donde el personaje realmente afectado es Teti, la hija de Erasmo
Mira Brossa, y también la esposa, que aparece mostrando su locura. Con El
arma en el hombre [2001] es lo mismo, pues se trata de una víctima de su
medio, aunque él sea un criminal.
motivos literarios, sino por cosas de la vida. Después, en los 90, volví a El Sal-
vador, con lo cual perdí contacto con ellos. Cuando leí los detectives salvajes
~todavía sin conocerlo- me impresionó. Paralelamente (cosas de la vida ... ),
a él le estaban hablando de mí en otro lado, Juan Villoro y Rodrigo Rey Rosa.
Así que luego comenzamos a intercambiar e-mails, hasta que un día fui a Bar-
celona y aproveché de pasar a Blanes. Tuvimos una larga jornada, platicando
siempre. Luego, él estaba trabajando en 2666 y me solicitó ayuda, información
precisa de México, ya que en esa época yo era jefe de información de un diario
mexicano. Y una de mis asistentes le ayudó a recopilar datos de los crímenes
que todavía le hacían falta para 2666. Así fue como nos conocimos.
En verdad, yo no fui un amigo de él, creo que sus amigos fueron otros, los
que vivían en Barcelona cuando él también vivía allí. Yo fui un conocido, con
mucha simpatía, pues compartimos ciertas ideas del mundo y ciertos gustos
literarios, y además teníamos un buen amigo en común, con quien él se quedó
en El Salvador cuando pasó por ahí. Lo cuenta en Amuleto; cuenta que se
queda en la casa de Manuel Sorto, que es amigo mío también. Manuel llegó
a México en el 71 o 72 y se hospedó en la casa de Bolaño, no porque fuera
amigo de él, sino porque creo que Jaime Quezada era amigo de Manuel y le
hizo un contacto con la mamá de Bolaño, por lo que Manuel se quedó en su
casa. Entonces, son estas rutas fortuitas y casuales por las que se establecen
vínculos .... También por Manuel conocí a un poeta maldito de México que
todavía está vivo y que es un hombre muy dificil, Orlando Guillén, quien fue
como padrino de los lnfrarrealistas, aunque Bolaño poco lo menciona, por lo
que creo que se deben haber peleado muy feo.
¿Y2666?
Pues mira, yo leo por olfato, por recomendación, y por ciertas intuicio-
nes. No siento ningún compromiso o atadura a ninguna literatura. Me siento
cómodo siempre que sea un autor que me guste y me diga cosas. En el caso de
la literatura centroamericana, hay algunos escritores que me gustan, algunos de
los cuales son amigos míos, pero tampoco hago un seguimiento exhaustivo de
lo que se publica. No soy un experto de la literatura centroamericana, ni quiero
serlo. Y en el caso de la literatura latinoamericana es igual, hay algunos autores
que me gustan, pero si tú me recomiendas que lea a Luis Gusmán, que para mí
es desconocido, voy a buscar su libro, y si mi gusta lo leeré y hablare de él, y
si no me gusta se me olvidará hasta su nombre. Funciono así, funciono como
lector y como escritor en términos muy intuitivos, no tengo programa.
Es fácil percibir que las obras circulan muy poco entre los países cen-
troamericanos y aun menos entre Centroamérica y América del Sur, de ahí
que ciertas editoriales españolas estén jugando un rol decisivo en este sen-
tido. No obstante, España también publica cierto tipo de literatura general-
mente a.fin con lo que el crítico Ignacio Echevarría ha llamado una "lengua
internacional", la que deja de lado los giros idiomáticos para privilegiar
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Luego de mis primeros dos libros de cuentos, que estaban muy dialecti-
zados, y prácticamente eran solo comprensibles en El Salvador (sobre todo
¿Qué signo es usted, niña Berta [Tegucigalpa, Guaymuras, 1982], no he
tenido obsesión con la dialectización. Me interesa más encontrar las parti-
cularidades de cómo se expresa la gente en Centroamérica, ya sea a partir
de la construcción sintáctica, de la intensidad, o del ordenamiento de la
frase, que encontrar una palabra que solo se va a entender en Centroamérica
o en El Salvador. De manera que dialectizar desde este punto de vista no
me interesa, me interesa más encontrar los giros sintácticos, la forma de
estructurar la frase, algo que me permita un lenguaje particular, nacional.
La primera vez que me puse ese reto fue con La diabla en el espejo
[Madrid, Linteo, 1999]: ¿Cómo encontrar la manera en que hablan las cla-
ses dominantes en El Salvador sin dialectizar? Tenía que ser a partir de su
construcción, pues se trata de un ritmo muy salvadoreño, aunque no esté pla-
gado de terminología salvadoreña. De manera que creo que son opciones que
enfrenta el escritor, pues hay escritores a los que les gusta muchísimo llenar
sus obras de localismos.
Como Managua Salsa City ¡Devórame otra vez!, de Franz Galich ...
Claro, como Managua salsa city, que está llena de localismos. Pero es una
opción; alguna vez yo lo hice, a veces uso términos y no me importa y se los
tiene que tragar la editorial. Pues en España se tiene un universo del español
reducido ... Hay una riqueza del español latinoamericano que en términos de
léxico ellos no comprenden. De manera que si los necesito, los introduzco.
Pero yo prefiero poner el énfasis en los ritmos, en las intensidades, en la
estructura lingüística más que en el léxico.