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CRÓNICA DE L A

A V E N T U R A COTIDIANA T. H. S.
Es de noeiie. Por la ventana abierta, miro la i Todo lo que yo puedo concebir sobre el cami-
masas oscuras de un paisaje que desde hace no de la evasión, está limitado, al norte, por
diez años me es familiar. La noche está llena Sucy, al oeste, por Montmirail, al oeste por la
de ag^ujeros de sombra. E n el cielo suben y se Ferté y al sur por Coulommiers.
ensanchan formas fantásticas: son los árboles Maquinabnente he puesto el casco sobre mi
que conozco, uno por uno, durante el día, y cabeza, los cabellos erizados entre las dos lá-
que al llegar la noche se confunden con ella en minas de acoro, los escuchadores en las orejas.
el cielo, sobre la sierra, sobre el agua del pe- Gradualmente, las lámparas se encienden y, los
quef.o arroyo cuyos reflejos no veo ya. ojos muy abiertos solbre la ventana siempre
Llovió todo el día. El aire es de una pureza abierta, oigo al cielo dilatarse, al horizonte re-
húmeda que le da una sensibilidad incompara- troceder sus límites en un zumbido dulce, mez-
ble. Veo desde mi sillón, delante de la plancha clado de choques y de pequeños silbidos des
de ebonita de mi aparato, los dos hilos de conocidos.
la antena que, lanzados en la noche como dos El cielo, agujereado por dos docenas de es-
rieles, se pierden en la dirección de los álamos, estrellas insensibles que pudieron hacer brilla:
hacia los límites extremos del mt¡ndo, al menos, su luz en la solemne mediocridad de esta noche,
para mí, del mundo europeo. toca mi antena que, ya animada de una vidí
La casa que yo habito está profundamente fuerte y misteriosa , arrastra sus ondas hen-
dormida. Oigo solbre el techo los pasos ligeros c])idas de música, de voces de mujer, de pala-
de Félix, el gato, y los más pesados de las le bras muertas y de llamados.
chuzas, que penetraron en el granero por eí Inclinado sobre la gran caja de caoba, des-
ojo de buey que han olvidado de cerrar. A lo pacio, con infinitas precaucionas, traigo len-
lejos, un dinamo trabaja al borde del agua, en tamente haicia mí, un pedazo de vida arraneado
un pequeño molino, tan viejo, que parece en- vivo a esta noche checoeslovaca. La estación
corvarse de año en año. Puedo escuchar los trasmisora lanza el llamado conmovedor: "¡Ola,
ruidos más inestimables; no oigo nada que pue- P r a g a ! " Es Praga. Una sinfonía extraña pe-
da turiblar realmente la paz de los bosques, la netra con el poder de una oleada entre mis
paz de la aldea, la paz de la casa y la paz sobre cuatro paredes, donde los cuadros de Parcin
todo, de los que duermen en un departamentj se animan excitados por el fuego de Prometeo.
del este. Todas estas palabras ya muertas y estas músi-
Este gabinete de trabajo, en el centro de es- cas pronto desvanecidas crean, en el momento
ta casita, aunque una luz brille allí, tarde en mismo que se esfuman extraordinarios cortejos
la noche, me parece, al momento, perfectamente de apariciones y de fantasmas. Todos los fan-
aislada de todo lo que mi imaginación está tasmas de Europa y quizás, todos los del mu;i-
cansada de volver a crear. La luz brilla con do y por otra parte, que yo no puedo recibir,
claridad en el medio de algunos libros, pero mi crujen los d'entes, tientan de seducir por sus
imaginación está muerta, pues la noche de nie- cantos o gimen pataleando delante de la luí
bla me rodea y me sumerge en una calma ad- amarilla dt; mis hermosas lámparas de cúpula
mirablemente adaptada a las necesidades noc- de plata.
turnas de los labradores adormecidos. Hay ahora, una verdadera Kermesse en el

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cielo de Europa. Cada voeesita qu« la idea de estallar, bajo la presión de las fuerzas que
distancia vuel'^e espeluznante, trata de apo- tratan de escaparse, se hace un agujex'o tibio
derarse de mi deseo. Las orquestas se mezclan y de silencio. Y es una hermosa voz de mujer
se cruzan. Como estoy seguro de la exceleneia inglesa, una linda voz de institutriz que habla
de mi aparato, no me ocupo de determinar y a los niños, con entonaciones para criaturas., co-
fijar mi elección sobre esta admiraibie jazz qua mo ninguna lengua del mundo puede darlaa.
deja caer más allá del Channel, en la gran sala Es fácil imaginar en una casa inglesa, cabezas
del ''Cecil", sus gotas de música sobre Icí rubias sonrientes y atentas delante del pequeño
hombros desnudos de las beF-as inglesas dei altoparlante que parece un ropero de muñecas.
sábado de noche. Bítsta dar vueJta un botón de ebonita, del es-
Todas las fiestas europeas caben en este mo- pesor de un hile para que este espectáculo des-
mento, en los dos pequeños círculos que me aparezca y que más lejos, en el cielo, quizá
cubren las orejas. La casa donde estoy, parece mismo en esta línea de horizonte donde la ima-
ella misima, no tenerse en el suelo. No hay más ginación y la realidad se encuentran, aparezca
oada real entre mis objetos familiares; es el el débil ruido misterioso que es necesario am-
cielo poblado de ondas, de sonidos disciplina- plificar, con curiosidad, paciencia y siem.pre
dos y de notas graduadas por el Mor ce que con emoción
impone su realidad a expensas de mis hábitos Noches dedicadas a la T. S. H., la maravillo-
cotidianos y de mi cantidad de proyectos para sa conductora de la aventura, traen a los hom-
el trabajo de la noche. bres, cualquiera que sea sui deseo de callarse,
No se tiene el casco e^i la cabeza, durante imágenes misteriosamente filmadas y que cada
algunos cuartos de hora, sin sentirse profunda- ur.Q puedo desarrollar a su gusto, según su ca-
mente invadido por una suave melancolía, pero rácter, mismo en medio de los elementos máa
que puede llegar hasta una amargura un poco descoloridos y más cotidianos de una vida en
altiva cuando uno se sdente bastante fuerte pa- la cual es -.i. menudo difícil de trasponer las
ra dominar todos esos elementos y sacar par- pueitas cerradas por las exigencias de la pro-
tido. fesión.
Un creador puede escuchar con orgullo la En la caja de caoba está el estrépito de una
humanidad que le aporta al presente, mil di- estación de flores que truena desmesuradamente
versiones de las cuales ninguna revela el carác- al extrem(> de mü vías férreas que rodean la
tes esencial de una raza, cuando sabe que él tierra y sd entrecruzan sobre su piel rugosa.
podrá poner una máscara sobre esta voz y La noche de niebla se hace casi irresistible.
sobre todas las voces de esta raxdtitud que ríe, Es necesaric respirar el aire con precausión
aplaude, se deja ir en confidencias en una gran para no qiie'blrantar nada en es'"a fiesta noctur-
Ksala sonora, mil y mil veces más pequeña que na del ciíilo tfrrestre. ¿Y qu-í será necesario
este puntito negro que indica una gran ciudad hacer luego, cuando oiga, en la dirección del
sobre el mapa de Europa. oeste, sobre l,is ondas de Daventry, las tres le-
Ingleses, polacos, holandeses, italianos, espa- tras desesperadas de la señal de socorro: los
ñoles, alemanes, están, esta noche en mi casa tres puntos breves y suaves, los tres largos y los
Dan vueltas alrededor de ella. Quieren entrar otros tre?3 puntos breves que hacen arrojar a
y golpean a la puerta. Estoy d>3trás de mi puer- todos los iiOTflbres sobre la tierra y sobre el
ta cerrada, yo, el cazador de ondas, y acecho agua? Es necesario estirar la oreja, forzar el
y no dejo entrar más que al hablador o al can- secreto de )a caja mágica. Pero, un gesto de-
tor desconocido que me enviará el detalle ma- masiado nervioso ha hecho desaparecer la se-
ravilloso, el pequeño detalle, pembido en una ñal de la flauta Morse. A quini'^ntas leguas qui-
audición bien ordenada, que tne permitirá es- zá, no qu-íde más nada de este llamado que la
cribir y c^ísembarazarme de esta noche dema- angustia que abre la entrada del cielo a los
siado rica en melancolía y pena. ruidos de e^la noche..
E n el cielo musical lleno de canciones, a veces
populares y que parece siempre a punto de P I E K K E M A C O R L A N

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