Patricia Highsmith
Relatos
Once
Pequefios cuentos miséginos
Crimenes bestiales
A merced del viento
La casa negra
EDITORIAL ANAGRAMA
BARCELONA,Smo
sentimienc, y sols una rst, una sta que senilamente se le
‘caps, Pero lo mismo hubiera podido echarse a llorar,pensé. Dig
Te casalidad de que babie redo. Conocta los sentiments de lx
chica La conoci la pesfccin,
“Lo siento dijo.
Ella se sobresaltéy Lo mir6 con inrgaysoxpresa
“Lo siento -repité Don, y se dio la mula.
‘Cuando mix ard, la mirada deel lo segua con un descon-
eno alterado que se parela al miedo, Despucs deni I mirada y
se esti sobre sus zapatos para ver or encima de ls eaberas en mo-
Viiento; yl imo que dl vio fueron ls ojos himedos de la chi-
cy llens de la determinecién, el sinsentido, el abandono dela espe-
Al volver por la venida Lexington, también Don lo, por si
puesto. Supo entonces que sus ojos eran como ls de la chica, bri-
lant, lenos de una implacable esperanza. Levant a cabeza con
orl. sa noche le escibica la cara a Rosalind, Empevs aredac-
vara,
IATORTUGA DE AGUA
‘Vietr oyé la puerta del ascensor que se abra,y 2 continus-
cid ls paso apresurados de madre por el pail. Ceré llc
bro que exab leyendo al instante. Lo escondé deers del almohae
«din dl soi hizo un gest de disguste cuando lo oy6 car entre
cl respaldo y la pated y golpear el piso, La llave desu made gid
fen la cerradua.
“Hola, Viitor! ~grité ella levantando un brazo. El otro
abreaba una bolsa de compra, su mano sostenfa unas bolas
ins pequefar~ Fu avers ml editor yal mercado también ala
pescadria~informé~.;Por qué no has slide a jugar fuera? (Es un
Ala hermoso, hermosa
altijd Por un rato. Me dio fro.
{Un -elladesargé la bole de In compra en a poquefiacoci-
na, ques halla junto al vestibulo~. Tis esis mal, sabes? {Tie-
nes flo en octubre? Vi aun moneda de nfiosjugando en la calle.
Tacluso el chico exe que tan bien we cae. ;Cmo se lama?
Noo sé ~dijo Vitor. De todos modes, su madre no le pres
taba atencén, Victor se meié lar manos en los bolls de sus
pantalones cortos, que le quedaban chiens, mds apretados que
func, se pases por la sala miréndose los zapatos grucsosy rs-
pados. Al menos su made le compraba zapatos de su tala, ya €l
|e gustaban bastante eos zapatos, porque tenfan la suela mis grue-
sz que ningia otro pat y una puncera dura que se eurvaba un
poco hacia aribs, como los de los escaladores. Vietor se detuvo
tnt la ventana y min el edficio maerén que se hallba al ovo
lado de a Tercera avenida. Ely su madre vivian ene piso diecio-
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