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Cambios en la industria

En los últimos años del siglo XVIII se inició en Inglaterra un proceso


conocido como Revolución Industrial, que transformó profundamente
las formas de producción. Sus características principales fueron el uso
de máquinas, el reemplazo de la fuerza humana por otras fuentes de
energía y el trabajo en fábricas. Una innovación fundamental fue la
invención de la máquina a vapor y su aplicación a la industria textil,
que permitió aumentar el ritmo de producción y reducir sus costos.
Hasta la Revolución Industrial, los productos se elaboraban en pequeños talleres. Desde entonces, la
producción comenzó a realizarse en grandes fábricas, donde trabajaban muchos obreros que percibían un
salario por su trabajo.
A mediados del siglo XIX la Revolución Industrial entró en una nueva etapa –conocida como Segunda
Revolución Industrial-- caracterizada por la utilización de nuevos materiales, el descubrimiento de nuevas
fuentes de energía, y el desarrollo de nuevas industrias. Al mismo tiempo, se produjeron importantes
adelantos en los medios de transporte.
Una de las innovaciones más importantes ocurridas durante la
segunda etapa de la revolución industrial fue la utilización de acero,
que comenzó a reemplazar al hierro. La producción de acero provocó
el surgimiento de la industria siderúrgica, que en poco tiempo creció
notablemente. Como era un material más resistente que el hierro,
el acero era utilizado en la construcción de grandes obras de
ingeniería como puentes, torres y barcos a vapor.
En esta época también se descubrieron nuevas fuentes de energía, como el petróleo, que comenzó a
reemplazar al carbón. Otra de las innovaciones tecnológicas ocurridas en esta etapa fue la utilización de
electricidad. A fines del siglo XIX se desarrolló la industria química, sobre todo en Alemania. Las empresas
químicas contaban con laboratorios en los que grupos de científicos trabajaban en la elaboración de diferentes
productos, como medicamentos, colorantes, fertilizante y fibras sintéticas.
Un mundo más pequeño
El aumento de la producción de acero revolucionó los medios de transporte,
en primer lugar, se desarrolló el ferrocarril. Las nuevas locomotoras
permitieron a los trenes alcanzar una mayor velocidad y arrastrar más
vagones, aumentando así su capacidad de carga. Los rieles de acero
fueron utilizados por primera vez en 1857. Como eran más resistentes
y baratos, dieron un nuevo impulso a la construcción de líneas férreas.
También se construyeron puentes y túneles que acortaban los trayectos. Los accidentes geográficos, como
los ríos y las montañas, dejaron de ser obstáculos.
En la segunda etapa de la Revolución Industrial varios países se
industrializaron: Francia, Bélgica y Alemania, en Europa; también Estados Unidos
y Japón. Todos estos países buscaron desarrollar sus propias líneas de ferrocarril
y comunicar sus principales ciudades y puertos entre sí. Por ellos en el siglo XIX
se llevaron a cabo obras para unir países y ciudades muy distantes. Las más
importantes fueron el ferrocarril del Pacífico, el Expreso de Oriente y el
Transiberiano.
A principios del siglo XX, las principales ciudades del mundo ya
estaban conectadas por tierra mediante líneas de ferrocarril. Además, los tres de larga distancia incorporaron
servicios de primera clase, como los coches pullman, con camas que permitían dormir durante el viaje. Las
distancias seguían siendo las mismas, pero los viajes eran mucho más cómodos y mucho más rápidos.
La navegación a vapor
El otro cambio importante fue el desarrollo de la navegación a vapor. Aunque los primeros ensayos fueron
realizados a principios del siglo XIX, algunos problemas técnicos
demoraron su desarrollo: todavía a mediados de siglo la navegación
a vela mantenía su preeminencia. Cuando se desarrollaron motores más
eficientes y la utilización de acero permitió construir cascos mucho más
grandes que los de madera, la navegación a vapor se impuso. Sin la
necesidad de tener que atracar frecuentemente para aprovisionarse de carbón, los barcos se volvieron más
veloces y seguros. Desde entonces, enormes transatlánticos comenzaron a surcar los mares del mundo.
Los barcos de vapor permitieron la expansión del comercio ultramarino.

Nuevas formas de comunicarse


Los descubrimientos en el campo de la electricidad hicieron posible el desarrollo del telégrafo, un aparato que
permitió comunicarse a través de cables en forma prácticamente instantánea.
Para 1850 las redes telegráficas se extendían por Estados Unidos, Inglaterra
y Europa. En 1866, el tendido de un cable subterráneo a través del Atlántico
permitió la comunicación telegráfica entre Europa y América.
A partir del año 1880, varios científicos intentaron desarrollar un aparato que
transmitiera información sin cables. Guillermo Marconi construyó un aparato
que transmitía mensajes telegráficos mediante ondas de radio. En 1899 consiguió comunicar Inglaterra con
Francia. Dos años después, en 1901, los mensajes entre Inglaterra y Estados Unidos cruzaban el océano
Atlántico sin necesidad de cables. La primera transmisión de sonido por radio fue en 1906.

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