La Revolución Industrial transformó las formas de producción al introducir máquinas, fuentes de energía no humanas y el trabajo en fábricas. La máquina a vapor permitió aumentar la producción textil. En la segunda revolución industrial se utilizaron nuevos materiales como el acero, nuevas fuentes de energía como el petróleo y se desarrollaron industrias químicas y de transporte. Estos cambios revolucionaron los medios de transporte terrestres y marítimos, haciendo el mundo más pequeño y conectado.
La Revolución Industrial transformó las formas de producción al introducir máquinas, fuentes de energía no humanas y el trabajo en fábricas. La máquina a vapor permitió aumentar la producción textil. En la segunda revolución industrial se utilizaron nuevos materiales como el acero, nuevas fuentes de energía como el petróleo y se desarrollaron industrias químicas y de transporte. Estos cambios revolucionaron los medios de transporte terrestres y marítimos, haciendo el mundo más pequeño y conectado.
La Revolución Industrial transformó las formas de producción al introducir máquinas, fuentes de energía no humanas y el trabajo en fábricas. La máquina a vapor permitió aumentar la producción textil. En la segunda revolución industrial se utilizaron nuevos materiales como el acero, nuevas fuentes de energía como el petróleo y se desarrollaron industrias químicas y de transporte. Estos cambios revolucionaron los medios de transporte terrestres y marítimos, haciendo el mundo más pequeño y conectado.
En los últimos años del siglo XVIII se inició en Inglaterra un proceso
conocido como Revolución Industrial, que transformó profundamente las formas de producción. Sus características principales fueron el uso de máquinas, el reemplazo de la fuerza humana por otras fuentes de energía y el trabajo en fábricas. Una innovación fundamental fue la invención de la máquina a vapor y su aplicación a la industria textil, que permitió aumentar el ritmo de producción y reducir sus costos. Hasta la Revolución Industrial, los productos se elaboraban en pequeños talleres. Desde entonces, la producción comenzó a realizarse en grandes fábricas, donde trabajaban muchos obreros que percibían un salario por su trabajo. A mediados del siglo XIX la Revolución Industrial entró en una nueva etapa –conocida como Segunda Revolución Industrial-- caracterizada por la utilización de nuevos materiales, el descubrimiento de nuevas fuentes de energía, y el desarrollo de nuevas industrias. Al mismo tiempo, se produjeron importantes adelantos en los medios de transporte. Una de las innovaciones más importantes ocurridas durante la segunda etapa de la revolución industrial fue la utilización de acero, que comenzó a reemplazar al hierro. La producción de acero provocó el surgimiento de la industria siderúrgica, que en poco tiempo creció notablemente. Como era un material más resistente que el hierro, el acero era utilizado en la construcción de grandes obras de ingeniería como puentes, torres y barcos a vapor. En esta época también se descubrieron nuevas fuentes de energía, como el petróleo, que comenzó a reemplazar al carbón. Otra de las innovaciones tecnológicas ocurridas en esta etapa fue la utilización de electricidad. A fines del siglo XIX se desarrolló la industria química, sobre todo en Alemania. Las empresas químicas contaban con laboratorios en los que grupos de científicos trabajaban en la elaboración de diferentes productos, como medicamentos, colorantes, fertilizante y fibras sintéticas. Un mundo más pequeño El aumento de la producción de acero revolucionó los medios de transporte, en primer lugar, se desarrolló el ferrocarril. Las nuevas locomotoras permitieron a los trenes alcanzar una mayor velocidad y arrastrar más vagones, aumentando así su capacidad de carga. Los rieles de acero fueron utilizados por primera vez en 1857. Como eran más resistentes y baratos, dieron un nuevo impulso a la construcción de líneas férreas. También se construyeron puentes y túneles que acortaban los trayectos. Los accidentes geográficos, como los ríos y las montañas, dejaron de ser obstáculos. En la segunda etapa de la Revolución Industrial varios países se industrializaron: Francia, Bélgica y Alemania, en Europa; también Estados Unidos y Japón. Todos estos países buscaron desarrollar sus propias líneas de ferrocarril y comunicar sus principales ciudades y puertos entre sí. Por ellos en el siglo XIX se llevaron a cabo obras para unir países y ciudades muy distantes. Las más importantes fueron el ferrocarril del Pacífico, el Expreso de Oriente y el Transiberiano. A principios del siglo XX, las principales ciudades del mundo ya estaban conectadas por tierra mediante líneas de ferrocarril. Además, los tres de larga distancia incorporaron servicios de primera clase, como los coches pullman, con camas que permitían dormir durante el viaje. Las distancias seguían siendo las mismas, pero los viajes eran mucho más cómodos y mucho más rápidos. La navegación a vapor El otro cambio importante fue el desarrollo de la navegación a vapor. Aunque los primeros ensayos fueron realizados a principios del siglo XIX, algunos problemas técnicos demoraron su desarrollo: todavía a mediados de siglo la navegación a vela mantenía su preeminencia. Cuando se desarrollaron motores más eficientes y la utilización de acero permitió construir cascos mucho más grandes que los de madera, la navegación a vapor se impuso. Sin la necesidad de tener que atracar frecuentemente para aprovisionarse de carbón, los barcos se volvieron más veloces y seguros. Desde entonces, enormes transatlánticos comenzaron a surcar los mares del mundo. Los barcos de vapor permitieron la expansión del comercio ultramarino.
Nuevas formas de comunicarse
Los descubrimientos en el campo de la electricidad hicieron posible el desarrollo del telégrafo, un aparato que permitió comunicarse a través de cables en forma prácticamente instantánea. Para 1850 las redes telegráficas se extendían por Estados Unidos, Inglaterra y Europa. En 1866, el tendido de un cable subterráneo a través del Atlántico permitió la comunicación telegráfica entre Europa y América. A partir del año 1880, varios científicos intentaron desarrollar un aparato que transmitiera información sin cables. Guillermo Marconi construyó un aparato que transmitía mensajes telegráficos mediante ondas de radio. En 1899 consiguió comunicar Inglaterra con Francia. Dos años después, en 1901, los mensajes entre Inglaterra y Estados Unidos cruzaban el océano Atlántico sin necesidad de cables. La primera transmisión de sonido por radio fue en 1906.
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