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EDUCACIÓN Y PATRIMONIO.

Grupo de trabajo “Rodrigo Caro”.


Coordinador: José Montaño Ortega.

1 Presentación…………………………………………………………………. Página 2
2 Introducción: Evolución del urbanismo utrerano. Demografía……………… Página 3
3 Del Real Colegio de San José a las Escuelas Nacionales de S. Francisco…... Página 5
4 Calles donde se ubicaba el Colegio de S. Francisco y la iglesia del mismo
nombre……………………………………………………………………….. Página 15
5 La arquitectura civil en Utrera. La casa palacio de la familia Cuadra………. Página 19
6 Itinerario……………………………………………………………………... Página 32
7 Fuentes………………………………………………………………………. Página 33

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PRESENTACIÓN.

El trabajo que presentamos ha sido elaborado por los alumnos de cuarto curso de ESO
integrados dentro del Proyecto de Investigación, “Historia del Instituto Elemental de Segunda
Enseñanza Rodrigo Caro (1933-1937). Un proyecto de educación laica, mixto y en tolerancia. La
educación en Utrera durante la Segunda República”. En su trabajo de investigación han sido
asesorados por los profesores integrantes del Proyecto.
Uno de los objetivos que nos proponíamos era introducir a los alumnos en el estudio del
Patrimonio de Utrera partiendo de un caso concreto: la casa palacio de los Cuadra, sede del
Instituto Rodrigo Caro. El resultado final ofrece una panorámica del Patrimonio utrerano
relacionado con la educación y la vida cultural de la localidad, haciendo especial hincapié en el
periodo republicano: los centros de la vida pública y política, los personajes relevantes del periodo
y que influyeron en la educación y la cultura, pero sin olvidar otros momentos históricos.
En el capítulo final recomendamos un itinerario para la visita de los alumnos y alumnas por
los principales lugares que se recogen en el trabajo. Los textos permiten comentar la visita de una
forma abierta dependiendo de los niveles del alumnado.
Consideramos que puede ser un material de trabajo útil para alumnos y profesores de la
Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato en las materias de Ciencias Sociales, Historia de
España, y especialmente Patrimonio Cultural de Andalucía y Patrimonio Artístico de Andalucía.
El trabajo recoge fuentes bibliográficas, documentos de archivos y testimonios orales de
antiguos alumnos del Instituto Rodrigo Caro y de protagonistas de la época, fruto del proceso de
investigación de profesores y alumnos. Las fotografías que acompañan los textos han sido
realizadas por las alumnas Patricia Bernal, Isabel María Barroso, Ana Isabel Troya. Las fotografías
de época han sido aportadas por la antigua alumna del “Rodrigo Caro”, Dolores Martínez Giraldo.
Igualmente se ha incluido en este trabajo testimonios orales recogidos tanto por alumnos y
alumnas como por el profesorado.
1. INTRODUCCIÓN: EVOLUCIÓN DEL URBANISMO UTRERANO.
DEMOGRAFÍA.

En el siglo XV la estructura urbana de Utrera conoció importantes cambios, motivados por


el crecimiento demográfico. Se pasa de la villa fortaleza, asentada sobre dos cerros de suaves
laderas, donde se situaban las dos parroquias y presidida por el castillo, a una “ciudad” abierta,
caracterizada por el crecimiento de los arrabales de trazado ortogonal.
En el siglo XVI la población se situaba en torno a los doce mil habitantes y se desarrollaban
tres arrabales: el Arrabal Mayor (la Vereda y calles aledañas), el Arrabal Nuevo de los Tejares (el
Arrecife, el Arenal y las calles Tejedores y Juan Domínguez) y el Arrabalejo (calles inmediatas a
la actual plaza del Cuartel). Contrastaban la magnificencia de las casas de la aristocracia con la
humildad de las casas de las gentes sencillas, casas pequeñas de una planta, de ladrillo o adobe,
que recogían tradiciones constructivas mudéjares.
Pero el siglo de mayor impulso constructivo fue el XVIII, cuando se levantaron la mayoría
de las casas palacios existentes en la actualidad y que conoció una importante expansión urbana.
Los arrabales cobraron una vida considerable.
Durante el siglo XIX la burguesía que se estableció en la ciudad impuso sus formas de vida
y gustos. El urbanismo utrerano se transformó radicalmente, en parte debido a la acción de la
familia de los Cuadra. Se trazaron nuevas calles, apareció la iluminación a gas y se construyeron
grandes casas palacios. En 1877 Utrera fue erigida en ciudad por Alfonso XII. De vital
importancia para ésta fue la construcción de la Estación ferroviaria en el último tercio del siglo,
que convirtió a la localidad en un importante nudo de comunicaciones.
En el siglo XX la tendencia regionalista se encuentra representada en la ciudad por casas
como la de la viuda de Don Manuel Berraquero. Otras como la del Banco Bilbao Vizcaya,
levantada por Joaquín Giráldez Torres en 1954, evoca la arquitectura de las casas palacios del
siglo XVIII. Pero muchas de las construcciones tradicionales de la ciudad sufrieron la fiebre de las
demoliciones durante el s. XX, y la estética de los edificios cambió considerablemente durante los
años 60 y 70.
Durante la Segunda República el nuevo Ayuntamiento republicano socialista se preocupó,
según Leandro Álvarez Rey, en que las mejoras introducidas en las infraestructuras de la localidad
alcanzasen también a los sectores más desfavorecidos: interesándose por la higiene de las
viviendas, impulsando la construcción de nuevas escuelas y el mejoramiento de los servicios de
agua y electricidad.
La evolución demográfica de la ciudad de 1900 a 1960 fue de crecimiento positivo, y similar
al del resto de la provincia, o al menos, al de los municipios que compartían características socio
económicas similares (Avance del PGOU de Utrera, 2007).
En 1931 la población de Utrera era de 24.204 habitantes de hecho y 23.015 de derecho. El
término municipal tenía una extensión de 68.134 hectáreas, según la Guía Oficial de Sevilla y su
provincia editada por Vicente Gómez Zarzuela.
La economía tradicional de Utrera se basaba en la agricultura, desarrollándose desde finales
del siglo XIX y durante el siglo XX una industria agro alimentaría. Las desigualdades sociales
eran muy acentuadas.
DEL REAL COLEGIO DE SAN JOSÉ A LAS ESCUELAS NACIONALES DE
SAN FRANCISCO.

La Iglesia de San Francisco. Situada en la actual plaza del Altozano, su origen data de
comienzos del siglo XVII, época que fue elegido este lugar para construir la casa conventual de la
Compañía de Jesús, a la que se unieron las instalaciones del Colegio de San José. Aquí
permanecieron los seguidores de la obra de San Ignacio de Loyola hasta la noche en que se recibió
el decreto por el que Carlos III los expulsaba de su reino, a partir de ese momento, el convento
quedó abandonado, sus bienes enajenados y dispersados y malvendidos, en el mejor de los casos,
en otros perdidos o desaparecidos.
Tras dos décadas de deterioro fue de nuevo ocupado en 1797, por franciscanos, que se
habían trasladado desde su casa grande, que amenazaba ruina, allá en los extramuros de la ciudad,
exactamente donde está actualmente el Cementerio. Con los franciscanos sufre una gran reforma,
adaptándose a las nuevas necesidades.
Desde el punto de vista artístico, la arquitectura muestra en su nave la influencia del viejo
Renacimiento bajo, impuesta por Hernán Ruiz, la planta de cajón con sacristía tras el altar mayor,
cubierta de bóveda de cañón. A esta nave se le añadió otra estrecha y larga que debió actuar como
sagrario, o capilla doméstica, reservada a la orden tercera franciscana.
Esta iglesia posee una magnífica decoración, entre las que destacan sus frescos y pinturas
del siglo XVIII, pero lo más espectacular a primera vista es su cúpula, que nos muestra "el triunfo
de la Iglesia y Compañía de Jesús" en la resurrección de los santos.

Entrada principal a la
Iglesia de San Francisco
Portada principal de la que fue Iglesia de la Compañía de Jesús

Ángulo del patio del actual Colegio Rodrigo Caro.


Al fondo la espadaña de la Iglesia de San Francisco

Las Escuelas Nacionales de San Francisco y el actual Colegio Público Rodrigo Caro,
ocupaban y ocupa un solar que viene siendo destinado a enseñanza desde que la Compañía de
Jesús eligiera tan céntrico sitio, el Altozano, para instalar en las casas de doña Juana e Isabel
Sotomayor la residencia y convento del Señor San José. Para ello se acondicionó el inmueble,
adaptando algunas dependencias y estancias para capilla, celdas y aulas. Las obras duraron apenas
un mes. El 18 de junio de 1630 todo estaba apunto para que se pudiera dar la primera misa.

El Real Colegio de San José: No es hasta el año 1646 cuando, tras sacarse desde los
cimientos la nueva iglesia, la actual capilla de San Francisco, se construye a espaldas de la misma
un edificio exprofeso destinado a la enseñanza. Su arquitectura resultaba funcional, pues había
sido pensada teniendo en cuenta las consideraciones de la educación del momento en lo referente a
iluminación, ventilación y amplitud. Las aulas se distribuían en torno a un patio dotado de pozo y
con diferentes accesos al exterior a través de tres grandes puertas. Con este magnífico inmueble
las pobres escuelas de residencia, se transforman en un importante colegio, siendo su primer
Rector el Padre Cristóbal Pérez. De los profesores que integraban su claustro, merece destacarse el
Padre Juan del Villar, quien ocupó la cátedra de gramática y ejerció durante muchos años como
prefecto de estudio.
El colegio que desde los días de la fundación contaba con dos grandes cátedras de gramática,
una de teología moral y otra de artes, gracias al patronato creado en 1624 por don Francisco Parra
Cabeza de Vaca, fue ampliado en 1710 con dos nuevas clases de lectura y escritura con el caudal
dejado para ello por doña Isabel Bohórquez. De esta forma, los jesuitas completaban en Utrera la
totalidad del espectro de la enseñanza de retórica y latinidad.

Expulsión de los jesuitas. Durante el reinado de Carlos III existía un amplio frente
antijesuítico en el que se integraron distintos grupos por motivos diversos: los regalistas que veían
a los jesuitas como los seguidores más incondicionales del Papa y los ilustrados que les querían
arrebatar el control de la educación.
Esta coalición de fuerzas presionó sobre el Soberano, hasta lograr arrancarle en 1767 el
decreto de expulsión de la Compañía de Jesús en España y los territorios de América.
En Utrera, la aplicación del Real Decreto se llevó acabo, según las crónicas dejadas por don
Juan Boza Rivera, la noche del 3 de abril de 1767.
La restitución de las clases. Una vez expulsados los jesuitas, la enseñanza de los colegios y
casas que fueron de la Compañía de Jesús pasó a ser ejercida por maestros y preceptores seculares.

La mudanza de los Franciscanos y el traslado de las escuelas públicas. Adecuado con la


mayor brevedad, dada la urgencia del caso, el antiguo colegio de San José, al que se dotó de
portería, oficina y despachos, y solucionados los problemas de viviendas de los recién nombrados
maestros en el propio edificio, destinado ahora a escuela de primeras letras, comenzaron las clases,
que no quedaron totalmente normalizadas hasta los inicios del año de 1769. Las clases se
mantuvieron de forma ininterrumpida hasta el año de 1797, en que con motivo de la ruina que
presentaba el antiguo Convento de San Francisco –ubicado en los terrenos que actualmente ocupa
el Cementerio Municipal– la orden franciscana obtuvo del rey Carlos IV, (Real Orden de 18 de
Octubre de 1795) autorización para abandonar el incómodo y ruidoso cenobio del siglo XIV, y
poder para instalarse en la que había sido iglesia y residencia de los padres expulsos de la
Compañía de Jesús.
Como consecuencia de esta ocupación, se le planteó al municipio un grave problema al
quedar los niños sin local para las escuelas públicas y los maestros sin viviendas. Pese a ello, y a
los esfuerzos de las autoridades locales, las escuelas se vieron obligadas a trasladarse al incómodo
pago de Capachuelos. Allí parece que permanecieron hasta el año de 1835 en que los franciscanos
afectados por la exclaustración hubieron de abandonar el convento de la Plaza y la comunidad
escolar retornó al edificio que en lo sucesivo se denominará colegio de San Francisco.
En 1835 comenzó a funcionar la “Escuela Gratuita para niños pobres de la Villa” en una
casa en la calle Ancha anexa al colegio, proveniente de la herencia de doña Juana González.

Los múltiples usos del edificio. La desamortización de Mendizábal (1835–37) puso en


mano del Estado la totalidad de la finca que ocupó el ex convento de San Francisco. Aquel cedió
la propiedad y uso al municipio, siendo destinado por éste a Escuela de Instrucción Primaria
para un considerable número de niños pobres.
El resto del inmueble fue destinado desde 1840 por la Junta de Beneficencia Pública a Casa
Cuna, llegando a acoger hasta 100 expósitos, niños y niñas que llegada la edad también recibían
instrucción en el propio hospicio, primero como párvulos y más tarde –a los seis años– en locales
separados, integrándose los varones en las escuelas de niños de San Francisco y las niñas, tras la
admisión de externas y el establecimiento en diferentes locales desde 1850, de forma definitiva a
la Casa Cuna en 1908.

Escuela de Adultos: en 1860, se establece en la ciudad esta modalidad de enseñanza


contemplada en la Ley de Instrucción Pública de Moyano. Estas clases se establecieron primero en
la casa número seis de la calle Sánchez Silva –actual calle La Plaza– y posteriormente en San
Francisco, ocupándose desde 1890 de ella el mítico maestro don José María Infante Franco. Otros
usos del edificio han sido:

Casa de Socorro.
Archivo Notarial.
Residencia de los propios maestros.
Colegio Electoral desde 1869.
Lugar de celebración del Sorteo de los Mozos.

La problemática del centro: los problemas más frecuentes que tuvo que hacer frente la
comunidad del centro durante buena parte de los siglos XIX y XX, fueron los siguientes:
La falta de asistencia del alumnado, por la escasez de recursos de los padres que se veían
obligados a que sus hijos trabajaran desde la infancia. Absentismo que pese a la obligación que
imponían las leyes de enseñanza se da de forma constante.
Unos maestros mal pagados. La situación económica de éstos era realmente difícil, hasta el
punto de que llevaban una vida mísera.
Un edificio en continuo deterioro. La falta de recursos del propio fondo municipal
responsable de su conservación, el paso de sucesivas generaciones de inquietos niños y las
inadecuadas actuaciones para adaptar aquella vieja escuela a las necesidades que exigían los
tiempos, fueron deteriorando su antigua fábrica hasta dejarla imposibilitada para la enseñanza,
teniendo que ser sustituida por el actual edificio, obra del arquitecto municipal Alfonso Gómez de
la Lastra, en los años 60 del siglo XX.
De aquel deterioro eran conscientes los maestros y autoridades y aunque se llevaron a cabo
importantes obras, nunca fueron de la envergadura que pudiera atajar el problema.
Son muy abundantes las referencias de las cuales podemos calcular que, durante el siglo
XIX, casi un tercio de los niños matriculados no asistían habitualmente a clase. Este porcentaje
lejos de reducirse se mantiene durante buena parte del siglo XX, incrementándose el absentismo
escolar en relación con las faenas del ciclo agrícola.

Los Años Veinte del siglo pasado. Durante esta época tiene lugar el desdoble de las
escuelas de niños de San Francisco que permitiría que las, hasta entonces, clases de párvulos,
elemental y superior de niños pasaran a una enseñanza graduada de seis unidades o niveles
diferente. Esto se consiguió por la división física de las aulas más amplias y por reajuste del
horario.
La modificación del edificio, que también incluía casa habitación de los maestros, fue
aprobada por el ayuntamiento el 26 de abril de 1927.
También se creó en 1928 La Escuela Industrial o Elemental de Trabajo, “Álvarez Quintero”,
en el mismo Centro. Estaba orientada hacia los alumnos que finalizaban los estudios primarios y
para los que asistían a clases de adultos.

La época republicana. Con la llegada de la República, Utrera experimentó un espectacular


avance en la enseñanza, destacando la figura del maestro y concejal José Martínez Begines.
En Utrera las elecciones del 12 de abril de 1931 fueron ganadas por la coalición republicana
socialista. En un primer momento ejerció de alcalde provisional José María Infante Franco,
maestro del Colegio San Francisco, hasta que pocos días después entregó la alcaldía a Julio
González Tirado (1931-1934).
En primer lugar se realizó el desdoble de las escuelas de niñas de la Casa Cuna, propuesta al
Pleno municipal por José Martínez Begines el 4 de mayo de 1931.
El 10 de julio de 1931 el concejal Fernández Moreno propuso en homenaje a José María
Infante que la calle Torres Padilla se rotulara como “Maestro Infante”.
El 14 de agosto de 1931, Martínez Begines da cuenta al Pleno de una comunicación del
Consejo Local de Primera Enseñanza proponiendo la creación de nueve escuelas más de las
existentes, el desdoble de la auxiliar de párvulos y la instalación de una biblioteca en las Escuelas
Nacionales.
Las nuevas escuelas se instalaron en el colegio de San Francisco bajo la dirección técnica de
Justo Navarro.
Los cursos de formación profesional fueron trasladados a una casa alquilada en la calle
Rodrigo Caro, la número cinco, que también fue utilizada para oficina del paro obrero.
En septiembre de 1931 Martínez Begines propone completar el grupo escolar con siete
unidades más, además de dotarlo de biblioteca y cantina escolar. Durante los dos años siguientes
se ocuparía del seguimiento de las obras y de mejorar la enseñanza en Utrera hasta convertir el
Colegio San Francisco en un grupo escolar modélico.
Durante todo el periodo y gracias al esfuerzo de la primera corporación republicana y de
José Martínez Begines, se crearon más de 15 escuelas, tres reformas higiénicas en locales
antiguos, se renovó material, se creó una cantina o comedor escolar, una biblioteca escolar, el
Instituto de Segunda Enseñanza, la sociedad de Amigos de la Infancia, y se mejoró la situación
económica de los maestros.
Conviene dedicar unas breves líneas a las biografías de dos hombres que dejaron su huella
en la vida educativa y política de la localidad: José María Infante Franco y José Martínez Begines.
Infante nació en 1867 en Cantillana y residió en Utrera en la Plaza Gibaxa número 4.
Ingresó en la masonería hacia 1890. En ella ocupó importantes cargos. Fundó la logia Rizal 30 de
Utrera. Desde 1911 fue presidente del comité del Partido Radical de Utrera. De allí pasó a las filas
de Martínez Barrio, siendo Vicepresidente del comité provincial de Unión Republicana. Llegó a
ser Concejal y Alcalde provisional de Utrera. Fue fusilado en 1936 tras la ocupación de Utrera por
las tropas del llamado “bando nacional”.
Martínez Begines nació en Utrera en 1888. Ejerció de maestro en la población desde 1917.
Casado (1923), tuvo dos hijas. Fue miembro del Partido Radical y de Unión Republicana,
presidente del Casino Republicano y componente de la logia Rizal, igualmente formó parte del
Consejo Local de Primera Enseñanza. Tras el golpe militar fue separado de la enseñanza. En 1943
fue condenado a inhabilitación absoluta perpetua para cualquier cargo del Estado. Tras su sanción
dio clases particulares en la calle Gatica, desde aproximadamente 1937 hasta 1962. Desde 1963 a
1970, continuó dando clases en Coca de la Piñera (Camas). Educó a varias generaciones de
jóvenes utreranos de condición humilde. Murió en 1976.
Alumnos del colegio San Francisco con su maestro Martínez Begines

Alumnas del Colegio La Cuna con su maestra Doña Aurora, en la tercera fila, primera derecha, vestida de negro.

El Franquismo. La ley de mayo de 1939 acabó con la coeducación de los sexos implantada
por la República de forma que el grupo escolar volvió a dividirse en:
- San Francisco. Con escuelas de párvulos, escuelas de niños y escuela de niñas. En total
16 grados.
- La Cuna. Con tres grados de niñas.
- Además de estas existían otras escuelas públicas en el Niño Perdido y en Santa Maria.

Finalmente amenazado por la ruina, el colegio de San Francisco fue clausurado en 1959. La
primera noticia sobre la construcción del Colegio Nacional Rodrigo Caro es de 22 de Junio de
1965. D. Antonio Gonzalo Vara fue designado Aparejador de un “Proyecto de Grupo Escolar en
Utrera, en calle Clemente de la Cuadra esquina a calle Ramón y Cajal... y de las cuales es
Arquitecto Director, D. Alfonso Gómez de la Lastra”. La segunda parte del mismo estaba dedicada
al Presupuesto del Proyecto redactado por el Arquitecto, que ascendía a 5.181.286, 27 pesetas.
El día 24 de Enero de 1967 se procedió al replanteo general de las obras que fue aprobado
por el Alcalde de Utrera, Don Alfredo Naranjo Batmale, el arquitecto y director de las obras, Don
Alfonso Gómez de la Lastra y el contratista y adjudicatario de las mismas, Don Antonio Carrillo
Jiménez. A partir de ese día daba inicio el plazo de 12 meses que había para concluir el edificio.
La obra se ejecutó en el plazo previsto.
La alumna del IES Ruiz Gijón, Ana Isabel Troya Ferrete, ha recogido el siguiente testimonio
oral de su madre Consuelo Ferrete Sánchez, sobre el uso del Colegio San Francisco tras su cierre y
los inicios de la obra del Colegio Rodrigo Caro.
“En el año 1961, aproximadamente, el edificio que actualmente es C. P. Rodrigo Caro no se
utilizaba para tal fin. Por experiencia sé que fue una casa de acogida para familias necesitadas
que no tenían vivienda propia. El edificio era diferente: tenía dos plantas, la superior tenía una
entrada que comunicaba con la calle del Ayuntamiento, y la planta inferior tenía una entrada que
daba a la calle Ramón y Cajal. Estas dos plantas no se comunicaban una con la otra por el
interior, la planta baja rodeaba un patio bastante grande con una fuente en el centro y en ella se
alojaban aproximadamente cinco familias; en la planta alta habitaba el mismo número de
familias pero carecían de patio.
El edificio no estaba en buen estado, ya que en las épocas de lluvia se mojaban las
pequeñas viviendas del edificio. Por mi información puedo verificar que este edificio se utilizaba
como casa cuando se produjo la riada de Utrera y lo desalojaron cuando a esas familias les
dieron casas en propiedad. Las familias que vivían en dicho edificio no pagaban ningún tipo de
impuestos.
Sobre al año 1968, aproximadamente, el edificio fue reconstruido para poder ser un
colegio, lo que es en la actualidad. Este hecho sí lo puedo verificar, ya que mi abuelo fue el jefe
de obra de la construcción dicha anteriormente. Lo que no puedo asegurar es que las fechas sean
acertadas, aunque por la información aportada, estos son los años que encajan en la descripción
dada”.

Patio del actual Colegio Público Rodrigo Caro


2. CALLES DONDE SE UBICABA EL COLEGIO DE SAN FRANCISCO Y
LA IGLESIA DEL MISMO NOMBRE.

Calle de Antón Pérez Moreno, actual Ramón y Cajal. Antón Pérez Moreno vivió en
Utrera por los años de 1559, fecha en que se halló su nombre en el archivo de Santiago.
Propietario de muchas tierras y ganados, dueño y señor de esclavos y siervos. Fue, hermano o
ascendiente del Jurado Marcos Pérez Moreno de Mesa, que dio el nombre a otra calle utrerana.
Todavía se la conocía en 1844 con la del epígrafe; en esta fecha fue empedrada a lo largo de 428
varas y media, por 1102 reales y 24 maravedíes.

La hemos conocido con los siguientes nombres:

- Pan y Pasas, se puede recordar en el término municipal un pago o paraje denominado así.
- Lucio, para recordar a un supuesto escritor y orador romano nacido en Utrera, según las
falsas narraciones de los siglos XVI y XVII. Se trata de una de tantas falsedades sobre la
historia antigua de la población.
- Cruz Conde, durante la dictadura del general Primo de Rivera.
- Francisco Ferrer, durante la Segunda República.
- Ramón y Cajal, en la actualidad.

Sólo nos referimos al tramo comprendido entre las calles de Sevilla y de San Francisco.
Uno de sus tramos, el comprendido entre Clemente de la Cuadra y la Vereda se llamó y
todavía es popularmente conocido como calle de Los Negros, denominada así porque en ella vivió
la gente de color.
El padrón de 1589, señala en ella diversos domicilios. En 1758 vivía en ella una familia de
libreros: los Collet. Eran tres, Andrés y sus hijos Juan y Andrés Collet.
En el mismo siglo XVIII tenía también en esta calle su morada don Juan Faustino Moreno
Figueroa, del estado noble, cuyas casas lindaban con las de don Juan de Pineda y don Antonio de
Reina.
Por ella pasó la procesión de rogativas para pedir la victoria de las armas españolas contra
los franceses en 1808. Y en 1873, “los Cantonales”, que habían subido desde la Fuente Vieja por
la calle de Sevilla, buscando la calle de los Negros y la salida a la Vereda para seguir hacia Cádiz;
pero, torcieron calle de San Francisco abajo, en contra de lo que se había convenido, para
desembocar en la Plaza, donde la columna fue tiroteada desde los edificios contiguos, provocando
la dispersión de la misma.
La calle de Antón Pérez Moreno está situada en el Arrabal Mayor y pertenece a la feligresía
de Santiago.
En la revista escolar “Bachillerías”, de 9 de marzo de 1935, publicada por los alumnos y
profesores del Instituto Rodrigo Caro, el redactor de la sección “Los hay olvidadizos”, que
firmaba bajo el seudónimo de Atlante comentaba, con intención humorística, la aprobación por el
Ayuntamiento del encargo de unos mosaicos de cerámica andaluza a colocar en las esquinas de “la
manzana de San Francisco, o sea en las dos esquinas de la fachada de las Escuelas Nacionales
de San Francisco que dan respectivamente, a la Plaza y a la calle de Francisco Ferrer, donde
nuestros niños se pasan casi todo el santo día recibiendo de sus maestros sabios y paternales
consejos y las enseñanzas de las primeras letras.”
Los mosaicos llevarían inscritos, según Atlante, el siguiente texto: “Se prohíbe verter aguas
bajo la multa de cinco céntimos. Por la primera vez: los reincidentes serán sometidos a sanción
ante un jurado mixto que se nombrará al efecto”. El cronista concluye: “Aplaudimos lealmente el
acertado acuerdo, que entre otras ventajas, reportará al sufrido vecindario la de poder transitar
sin temor al cólera por la calle de Clemente de la Cuadra, cosa hoy bastante comprometida,
sobre todo en determinadas fiestas del año en que con perfectísimo derecho, no hay duda, toman
algunos unas copitas de más”.
Calle de La Hermosa, también de San Francisco, actual Clemente de la Cuadra. En
1542 se halló el testamento de Cristóbal Sánchez, casado con “la Hermosa”, ¿fue ésta la mujer que
dio nombre a esta calle?.
El establecimiento de la casa e iglesia de los jesuitas al comienzo de la calle en 1634 le dio
el nombre de la calle de la Compañía, que perduró hasta 1797, fecha en que, por haber fijado los
franciscanos su nueva residencia en la que había sido abandonada años antes por los hijos de San
Ignacio, al ser expulsados de España, tomó el de San Francisco.
En 1773, esta calle hacía puente sobre el arroyo “de las Monjas”, pues dicha corriente de
agua caminaba descubierta y sin enmadronar.
Ya en 1844, en tiempos de D. Clemente de la Cuadra, fue empedrada en 1544 varas, por
4.077 reales de vellón. En la actualidad recibe el nombre de éste.
Calle Ancha, actual Virgen de Consolación. Así llamada por su condición con respecto a
otras. Es una de las más importantes de la ciudad y muy concurrida.
Hubo en esta calle varias casas de apellidos nobles e ilustres de Utrera, algunas de cuyas
fachadas dieciochescas se conservan hoy. A la entrada conserva uno de los postigos del convento
de franciscanos, tras haber sido desde 1842 colegio nacional y hace unos años Casa de Socorro.
Allí estuvo instalado el Centro de Profesores y actualmente está la Delegación de Educación
del Ayuntamiento.
En el siglo XVI hubo en ella dos iglesias, la de la Concepción y de San Cayetano, la primera
con hospital, cuyos recuerdos se conservaban todavía a fines del siglo XIX; y la segunda, sin pista
posible para identificarla hasta ahora.
Lugar de paso de las antiguas procesiones generales, la recorren en la actualidad las de
Semana Santa y María Auxiliadora, sin contar otras extraordinarias.
Los Salesianos, recién venidos a Utrera, se alojaron transitoriamente en la casa de don
Francisco Cuellar, esquina de la calle de la Campana; una lápida conmemorativa identifica
el lugar.
Su nombre anterior lo debe a una señora rica y generosa, doña Juana González Rico, que al
morir, pasado el primer tercio del siglo XIX, dejó sus bienes para fundación de escuelas, capital
que sirvió para adaptar, después de 1835, el que había sido convento de San Francisco a las
necesidades de la enseñanza. Tuvo lugar la inauguración de estas escuelas en el año 1842.
La calle es tan antigua que se puede pensar en ella casi a raíz de los finales de la
Reconquista.
Calle Virgen de Consolación, Portada del Compás del antiguo convento de San Francisco
3. ARQUITECTURA CIVIL EN UTRERA. LA CASA PALACIO DE LA
FAMILIA CUADRA.

La casa Utrerana:
El tipo de Casa Utrerana, al igual que la de otros pueblos de la Baja Andalucía, se
caracteriza, pese a su pobreza (mampostería de argamasa, ladrillos, teja arábica y sobre todo
mucha cal) por una uniformidad que le da un sentido estético a sus calles.
El hábitat popular se distingue por tener dos plantas con unos vanos en su fachada,
enmarcados con dinteles y cerrados por balcones y cierros. Suele ser de interior estrecho y hondo,
con patio y patinillo o corral.
Frente a este tipo sobresalen una serie de casas, en su mayoría de los siglos XVIII y XIX,
que constituyen un fiel reflejo de las diferencias sociales. Destacan por su riqueza en los
materiales (sillería de piedra, mármol, jaspe y ricos metales, como bronce). Son generalmente de
dos o tres plantas. Cuando tienen tres, presentan la última a base de una galería abierta a modo de
mirador, y cubierta a dos aguas con artesas. La portada suele ser de piedra, con amplio balcón de
balaustre. Completando su decoración con cerámicas y motivos diversos, según la estilística
(florones, rocallas, escudos, pilastras, frontones, columnas abalaustradas, etc).
El interior se caracteriza por tener, inmediatamente después de la portada, un apeadero que
da acceso a la vivienda, que gira en torno a un patio que forma con respecto a la entrada un ángulo
recto. Por el lado opuesto el apeadero comunica con la casa-campo, cocheras, cuadras, etc.
Entre estas casas son dignas de mención las siguientes:

 CASA DE LOS ROMÁN MELÉNDEZ. En la calle del mismo nombre. Construida


hacia 1730.
 CASA SURGA. En la calle María Auxiliadora. Está fechada en 1783. Catalogada
como Bien de Interés Cultural en mayo de 1967.
 CASA-PALACIO (actual Casa de la Cultura). Situada en la calle Rodrigo Caro.
Edificada por el Marqués de Tous hacia 1724.
 CASA DE LA FAMILIA GUARDIOLA FANTONI. Resultado de la remodelación
de la casa que en la calle Santa Brígida, actual Menéndez Pelayo, adquirió Juan de
los Ríos y Mateos en 1867. En 1960 la familia Guardiola donó la casa a la
Comunidad de Hijas de María Auxiliadora (Salesianas), para que fundaran un
colegio en Utrera, hecho que se concretó en 1962.

Casa de los condes de Vistahermosa y de los marqueses de San Marcial.


Fue la sede del Instituto Elemental de Segunda Enseñanza “Rodrigo Caro” (1933-1937) y
actualmente del Excelentísimo Ayuntamiento de Utrera .
El edificio es uno de los más llenos de historia de la población, ya que fue propiedad y
vivienda de dos de las familias que más huellas han dejado en su paso por Utrera: los Condes de
Vistahermosa y los Marqueses de San Marcial.
Doña Luisa de Ulloa, IV Condesa de Vistahermosa, falleció en Utrera el 21 de Octubre de
1831 y como carecía de herederos directos, tanto su título como su fortuna pasaron a su primo. La
casa fue subastada para pago de las deudas que la condesa había dejado y la adquirió, en 1841, un
montañés afincado en Utrera: Don Simón de Gibaxa y Viya.
Por el testamento del I Conde se ha podido conocer el tren de vida que tuvo en la mansión,
mientras la habitaron, los Vistahermosa. La casa tuvo un soberbio oratorio que le legó a su hijo
mayor. También son citados en el documento otros detalles de la casa como es, “el techo pintado
que tiene la sala alta de estrado de mis casas, donde están varias colgaduras pintadas con la
historia del Rey David”.
Don Simón de Gibaxa, al no tener descendencia directa, dejó, en 1860, la casa a sus sobrinos
Federico (que falleció joven) y Enrique de la Cuadra y Gibaxa.
Enrique de la Cuadra fue dueño de una inmensa fortuna con tierras en casi todos los pagos
de la comarca. A sus expensas restauró el Santuario de Consolación, Santiago y las Carmelitas;
construyó el Teatro, el Casino Utrerano, una gran fábrica de aceite...
Como aficionado a las artes y a las letras, su casa siempre tuvo las puertas abiertas a todos
aquellos artistas que buscaron su protección. Editó libros históricos que estaban inéditos y
patrocinó a escultores y pintores como Antonio Susillo y Eduardo Cortés. Incluso promovió la
reproducción de los frisos metopas y frontones del Partenón Griego, para después donarlos al
Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Pero una de sus grandes obras fue su residencia. Alrededor de 1867 compró varios solares en
la calle Garcí Gómez (hoy Clemente de la Cuadra), creando una plaza que le dio perspectiva a la
fachada de la casa palacio, que quiso que se llamara “de Gibaxa” en recuerdo de su tío, de quien
heredó el inmueble. El proyecto quedó momentáneamente paralizado por los acontecimientos de
la revolución de septiembre de 1868, para ser retomado poco tiempo después. Entre 1877 y 1878
concluyeron las obras de la casa principal.
Por dentro, la vieja casa-palacio de los Vistahermosa se llenó de un lujo propio de un
palacio. Al amplio patio, que fue cubierto, al igual que la escalera principal, con mármol de
Carrara, se unieron los diferentes salones: el Pompeyano que se utilizaba como comedor de
verano; el Alemán, con recias y nobles maderas, en el que existe un pequeño cierro con delicadas
pinturas donde se cuenta que se sentaban a bordar su mujer, Doña Marciala Sainz de la Maza, y su
hija Teresa. El árabe, en la planta baja; el japonés; el azul, que servía de salón de baile...
Un escenario muy romántico donde se situaron, además, todas las espléndidas colecciones
artísticas de Don Enrique. En el despacho se pusieron restos arqueológicos y la soberbia
biblioteca, en las galerías de la planta alta, las armaduras y todo tipo de pinturas (incluyendo un
Valdés Leal y un Tiziano), muebles, esculturas y una gran colección de retratos y paisajes de su
pintor protegido: Eduardo Cortés. En la planta alta se situó el oratorio y en la parte posterior del
edificio se plantó un hermoso jardín.
Don Enrique murió el 12 de septiembre de 1894 a la edad de 52 años. Después de su
fallecimiento, ya nada fue igual, produciéndose la decadencia económica de la familia. Hacia 1927
Fernando, II Marqués de San Marcial, marchó a vivir a México siguiendo los pasos de su único
hijo. Algunos años después, su hermano Federico tal vez consideró que una casa tan grande sería
muy costosa de mantener para una sola familia y cambió de domicilio, arrendándola para instalar
el Instituto Rodrigo Caro, clausurado por Orden de la Junta Técnica del Estado, primer embrión de
aparato estatal de los militares sublevados, de 15 de septiembre de 1937.
El proceso de creación del Instituto se remonta a los meses de junio y julio de 1933, cuando
el Ayuntamiento de Utrera, estando Julio González Tirado de Alcalde, se decidió a buscar un local
donde instalar un Instituto de Segunda Enseñanza. La idea partió del concejal Fernández Moreno y
a ella se adhirieron los también concejales José Martínez Begines y Juan Sánchez Pérez. Todo ello
tras la Orden de Sustitución de la Enseñanza de las Órdenes Religiosas (Decreto de 13 de mayo de
1933). El 12 de julio el Ayuntamiento solicitó al gobierno la concesión de un Instituto de Segunda
Enseñanza para Utrera.
El edificio fue arrendado, en parte, por 9000 pesetas anuales. El arquitecto Fernando de la
Cuadra e Irizar se encargó de hacer los planos de adaptación del local. En el Decreto de 28 de
octubre de 1933, se creó oficialmente el Instituto Elemental de Segunda Enseñanza de Utrera junto
con otros de varios municipios. El nombre de “Rodrigo Caro” se le asignó por la Orden de 22 de
febrero de 1934.
El 7 de junio 1939 el Ayuntamiento, presidido por Antonio Sousa, acordó realizar las
gestiones para la adquisición del edificio para Casa Consistorial, cediéndolo la familia de la
Cuadra por una cantidad prácticamente simbólica. Allí se situó el Ayuntamiento, sufriendo
posteriormente varias restauraciones, para adaptarlo al fin para el que fue adquirido.
Lo más antiguo del edificio es su fachada, de finales del siglo XVIII. Su portada es de
piedra presentando una recargada decoración rococó y repitiendo en su composición, al igual que
las demás casas-palacio utreranas, un orden muy clásico.
El dintel de la puerta se halla flanqueado por columnas dóricas sobre pedestales con rocallas,
siendo éste primer cuerpo el que soporta el gran balcón central de la fachada. El segundo cuerpo lo
flanquean jarrones de piedra sobre pedestal y lo centra el dintel igualmente flanqueado por
columnas corintias que soportan un entablamento rematado por un frontón. Sobre éste, se proyecta
el escudo condal de los Vistahermosa.
En su interior puede apreciarse la gran intervención del XIX ordenada por Don Enrique de la
Cuadra. En él, como hemos dicho, se hallan el salón árabe, con yeserías y estucos; el alemán, todo
de madera de inspiración bávara y el pompeyano, el más interesante de todos, con sus columnas
de mármol y pinturas de figuras mitológicas clásicas.
Del salón japonés solo quedan los vidrios coloreados de la ventana con figuras. De gran
valor es el soberbio artesonado de la alcaldía (antiguo despacho de Don Enrique). La antigua
capilla es hoy el salón de plenos.
El primer número de “Bachillerías”, la revista escolar del Instituto “Rodrigo Caro”,
publicado en febrero de 1935, ofrece dos interesantes testimonios sobre la utilización,
organización y adecuación del edificio como Instituto, destacando la excelencia de las
instalaciones.
El primero incluido en la sección “Crónica escolar” lleva por título “El edificio del Instituto
Rodrigo Caro”:
“Al aparecer el primer número de Bachillerías, queremos darle al público una ligera idea
de como se halla instalado nuestro Centro en la magnifica casa solariega de los marqueses de
San Marcial.
Don Enrique de la Cuadra, primer marqués de San Marcial, fue tiempo atrás uno de los
principales bienhechores de la Ciudad; gracias a su esplendidez se conservan todavía edificios
tan importantes como el santuario de la Patrona del Pueblo, Nuestra Señora de Consolación, la
restaurada Parroquia de Santiago el Mayor, el paseo de Vía Marciala, el teatro Rodrigo Caro e
infinidad de mejoras que llevó a cabo en todo el pueblo.
Su antigua Casa-Palacio, que es el edificio que ahora nos ocupa, ni hecha adrede para
Instituto hubiera sido mejor; tal es la amplitud y lujo con que está construida, que no hay
seguramente en España ningún Instituto como éste donde casi todos los suelos de sus
habitaciones son de grandes losas de mármol, y hasta los zócalos y paredes enteras, como en la
Biblioteca-suntuoso salón de estilo pompeyano-son verdadero derroche de este material. Las
clases son amplias con exceso, dotadas de abundante luz y ventilación y decoradas algunas con
delicados estilos arquitectónicos. El material y moblaje es en un todo adecuado al uso a que se
destina. Tiene la casa un enorme patio central y en su parte trasera un precioso jardín de clásico
renacimiento donde en las horas intermedias de una clase a otra, los alumnos se distraen y
solazan con toda clase de juegos y deportes. Y no digamos nada del salón árabe, del japonés, ni
del renacimiento alemán”.

Patio del Instituto Rodrigo Caro


El segundo testimonio es una entrevista realizada al Director del Instituto, Salatiel Bernad,
por la alumna Beatriz Galindo. Como introducción a la interviú la entrevistadora describe las
estancias que recorre antes de encontrarse con el Director:
“Solicitamos entrevistarnos con el Sr. Director del Instituto. Un ordenanza nos conduce,
guiándonos, por una habitación de bello estilo japonés decorada con delicados motivos en oro, y
en cuyo testero principal destacase soberbia chimenea de porcelana en una sola pieza.
Atravesamos la habitación, pero no podemos detenernos a contemplarla a nuestro gusto, porque
la voz del Director nos autoriza a pasar mientras levanta la rica cortina de terciopelo que cierra
la entrada de la Dirección.
La Dirección no es menos magnifica e interesante que la pieza anterior que sirve de acceso:
de correcto renacimiento alemán, su alto zócalo de relieve en madera, con los lienzos de sus
paredes tapizados de terciopelo grana y sus vidrieras policromas completan una habitación digna
de la Dirección de un Centro Docente.
Frente a la mesa de la Dirección ocupa la presidencia de la sala un retrato del Príncipe de
las Letras Españolas...”
Los testimonios de los antiguos alumnos del Instituto nos han aportado toda una serie de
datos que sirven para completar la visión que ofrecen los textos anteriores.
Emilio Caraballo recuerda los siguientes detalles. Las aulas estaban situadas en la parte alta
del edificio, rotando los alumnos de aula de acuerdo con la materia. En el actual salón del alcalde
daban Lengua Castellana y Literatura. El dibujo se impartía en un salón acristalado de colores que
daba al jardín. En la parte baja del edificio estaba la Dirección, la biblioteca y un espacio dedicado
para la atención a los padres. Los alumnos y alumnas salían al jardín en los descansos y recreos
para las clases de gimnasia, con canchas de baloncesto. En el jardín también daban clases de
dibujo al natural, al aire libre; dibujaban de retentiva.
Rosario Vázquez describe el Instituto como un lugar amplio, luminoso, muy bien
acondicionado, con varios salones, entre ellos el de la biblioteca, con abundantes libros. En ella
entraba a menudo por su afición a la lectura de libros en Francés. Los recreos los rememora como
agradables momentos de esparcimiento y de juegos, entre ellos el baloncesto, con sus canciones y
con los puntos por ella conseguidos.
Dolores Martínez amplia la información sobre los deportes que se practicaban en el jardín al
tenis y el frontón; para la gimnasia había instaladas unas espalderas y unas barras. Así mismo
menciona el Salón de Actos, en el que los profesores impartían conferencias acompañadas de
proyecciones, y el laboratorio. Según sus palabras “Todo lo que pudieron hacer lo hicieron. El
Instituto estaba con los mejores adelantos que podía haber”.
De las aulas recuerda su buen tamaño y su distribución en torno a un corredor, en la planta
superior. No había muchos alumnos por aula y las clases eran mixtas. En este sentido destaca la
importancia que para la mujer utrerana tuvo la apertura del Instituto: “la mujer nunca había hecho
estudios de bachillerato en Utrera. La apertura del Instituto fue una puerta abierta para las mujeres,
una oportunidad de progresar, y entraron muchas y con muchas ganas de estudiar. Hasta entonces
la salida de las mujeres era la casa, las fábricas de aceituna y las academias”.

Jardín Romántico del Instituto Rodrigo Caro. Celebración escolar del día de la República,
14 de abril de 1934.

Otros ejemplos destacados de arquitectura civil son:


El Teatro.
En un principio se llamó Escala; fue construido en el último cuarto del siglo XIX por D.
Enrique de la Cuadra. Ya al comenzar el siglo XX cambió el nombre por el de Rodrigo Caro.
Conforme pasaba el tiempo fue cambiando de propietarios y con ellos de denominación: en 1926
se llamó Teatro Mercedes, en 1930 T. de Utrera, en 1932 T. Enrique de la Cuadra. Fue en este
periodo cuando, incorporándose a los nuevos gustos del público, se incluyeron proyecciones
cinematográficas y esto hizo que de nuevo se cambiara el nombre pasando a ser Teatro Triunfo.
Actualmente es propiedad del Ayuntamiento.
Presenta un amplio escenario con foso para los músicos, patio de butacas, secciones de
platea y demás dependencias interiores necesarias en un local de estas características. En su
decoración interior se aprecia el influjo de la estilística que emanaba de la Francia del Segundo
Imperio, historicista con múltiples alusiones a la mitología, como se ve en las yeserías, los tapices
y también se apreciaba en el perdido fresco que cubría su techumbre, alegórico a las Bellas Artes y
al Teatro.
Dolores Martínez todavía retiene la imagen del Teatro de sus años de infancia: “Era
precioso, tenía unas barandas muy bonitas inspiradas en el teatro de la Escala de Milán; abajo
tenía unas plateas con unas cortinas de terciopelo; las barandas también de terciopelo, pintadas
en dorado. El techo era como un cielo azul y dos ángeles que sujetaban una pluma dorada. Ese
Teatro lo hicieron los Cuadra y era muy bonito. Pero luego se deterioró de tal forma que ya no
parecía el mismo”.
De su época escolar recuerda que a los alumnos los llevaban al Teatro, en ocasiones
señaladas, como el día de la República, a ver proyecciones cinematográficas. Entonces “era todo
un lujo ir a ver una cinta sonora”. Los chiquillos cantaban: “Viva el alcalde de Utrera que es una
bella persona, que ha llevado a todos los colegios a ver una cinta sonora”. Otro acontecimiento
que revive de aquellos años 30 es la asistencia, junto a su padre, el concejal republicano Martínez
Begines, a una representación teatral llevada a cabo por una compañía de estudiantes sevillanos
(foto inferior).
Vestíbulo del Teatro, años 30.
En la foto los miembros de una
compañía estudiantil.
Durante el curso 1934-1935 el Instituto “Rodrigo Caro” acordó celebrar el centenario de Lope
de Vega. El Director del Centro utrerano anunció en “Bachillerías” la organización por el claustro
de una serie de conferencias en torno a la figura del dramaturgo (número 1, 23 de Febrero de
1935). En el número 7 de la revista escolar, de abril de ese año, apareció un artículo firmado por
Quesnel, reseñando el número primero de “Fénix”, revista del tricentenario de Lope de Vega
(1635-1935). Los actos tuvieron su reflejo en la celebración de un festival a Lope en el Teatro
utrerano, al que “asisten catedráticos, alumnos, niños y altas clases sociales”, en palabras de Luis
García Nieto, profesor de Latín y Director de “Bachillerías”.

La Plaza
Su solar rectangular atesora actualmente restos, cada vez más escasos, de los siglos XVII y
XVIII, a los que hay que unir los elementos de los siglos XIX y XX. Predomina la uniformidad en
su alzado, con casas de tres plantas caracterizadas por amplios balaustres corridos. Esta
configuración responde al sentido lúdico que desde siempre tuvo esta plaza, en la que el solar era
– y es – escenario de múltiples espectáculos. Han desaparecido construcciones entre las que son
dignas de mencionar, la soberbia puerta de Sevilla y el antiguo Ayuntamiento (levantado hacia
1864), con su característico reloj.
Las obras del siglo XIX destacan por su vanguardismo, donde la funcionalidad y la estética
emanan de sus propias formas. Tal como se ve en el Casino, ejemplo de la introducción en la
arquitectura de los nuevos materiales (hierro y cristal) y de la nueva concepción del espacio. Este
edifico está vinculado a la burguesía del momento, especialmente a las ideas renovadoras de los
Cuadra.
La plaza antes llamada de la Constitución, fue rebautizada por las nuevas autoridades
republicanas como Plaza de la República. Con el nuevo régimen siguió siendo el centro de la vida
social y política de la localidad. En ella se situaban los casinos, “El refugio”, “Los del XX”, el
Casino Utrerano y el Republicano que llegó a estar presidido por José Martínez Begines.
Su hija Dolores, recuerda con emoción, la celebración en la Plaza de una de las fiestas más
populares del momento y que con la República alcanzó gran apogeo: los carnavales:
“¡Que me gustaba el carnaval!, ¡Que bonito! En la Plaza de Utrera había desfiles de coches
y de carrozas, unas carrozas preciosas y los coches y las serpentinas desde los balcones, donde
estaban entonces los casinos, y todos los establecimientos de abajo tenían balcones que se
llenaban de gente tirando serpentinas a los coches, con sus ruedas enredadas de serpentinas; el
suelo había que barrerlo y no se podía, se cogían los puñados de papelillos, vamos eran unos
carnavales…y en medio de la Plaza ponían piñatas…y los disfraces…las comparsas y las
murgas: preciosas. El carnaval de Utrera era famoso. Todo el que se podía vestir de máscara se
vestía, todas las calles llenas de máscaras”.
“Un año salieron los alumnos, el último curso salió una tuna del Instituto, vestidos como se
viste la tuna, en una carroza y daban vuelta por la Plaza, por la Fuente Vieja, por todos lados.
Todo el pueblo estaba lleno de carnaval, que cosa más preciosa, eso lo sentí yo tanto, porque ya
luego ha vuelto pero eso se acabó para siempre, eso ya no es igual, es que había derroche, mira
que la gente no tenía entonces mucho dinero pero que alegría había y con que gusto se vestían: lo
mismo de guasa que de serio, unos disfraces: se llenaban los bares de gente disfrazada; para mí
fue una pena grande, grande, perder el carnaval porque era la fiesta que más me gustaba. Yo era
muy pequeña pero mi padre me subía al casino, al balcón del casino y desde allí veía yo toda la
fiesta, desde el Casino de los Veinte; entonces había varios casinos”.
Como es natural la revista “Bachillerías”, en su número tercero, se hizo eco en sus páginas
de los carnavales de 1935. Un artículo titulado “¡En mi época!” cubría la portada:
“Hoy nos queda en la boca y en la mente el amargo sabor de las cosas gastadas; pero nos
queda también un recuerdo de juventud que perdurará siempre: ¡Domí, María Luisa..., el
Cocinero gentil y el Astrónomo frívolo, nos dieron la pauta de lo que debiéramos de haber hecho
todos, transformar nuestra medianía con el disfraz de la sapiencia que, desde la cocina al cielo
va subiendo por escalones, para enseñarnos verdades profundas.
Ya se fue el Carnaval, no ha muerto; pero yo quiero que esta gacetilla le sirva de honras
solemnes que hoy le dedico para su mayor gloria, y para que el año que viene, cuando me coja
más viejo, no me fuerce a decir, ¡Sí, pero en mi época... !”.
Y en la sección de “Gacetilla local” se daba cuenta de algunas de las actividades en torno al
Carnaval: la Rondalla Escolar del Colegio Salesiano, vestidos sus componentes de “majos
baturricos”, que visitó el Instituto; el festival taurino en el que triunfó el utrerano Palomino Chico
y pidió las llaves del toril la artista cinematográfica René Gastert; los bailes organizados por la
Sociedad los Amigos del Arte en el Coliseo Utrerano, a los que fueron invitados alumnos del
Instituto, y se lucieron disfraces de “Espigadoras”, “Holandesas”, “Chulillo”, “Majas”,
“Cocineros”, “Pierrot” y “Colombinas”, para concluir vaticinando la segura animación que tendría
el paseo de coches el Domingo de Piñata, “Ya se habla hasta de “Carrozas” en las que gente
joven, muy joven, derrochará buen humor y alegría”.

Escena de Carnaval, años 30. Fuente: La Plaza, Ed. Siarum

De gran aceptación fue también el cinematógrafo instalado en la Plaza. Gracias a Dolores


Martínez podemos recrear hoy cómo eran las proyecciones y el ambiente:
“Al cine iba porque a mí el cine siempre me gustó y en Utrera antes de la guerra había en la
Plaza cine mudo. En medio de la Plaza ponían un telón, ponían una caseta; quien proyectaba se
llamaba García, era el de la electricidad, estaba en la fábrica de la electricidad y se subía por
una escalerita a una caseta muy alta y desde allí echaba el cine; se ponía la Plaza llena de gente
porque no costaba dinero; los bares, las cafeterías ponían unos veladores y la gente que quería se
sentaba en lo veladores y tomaban cerveza y lo que les parecía y hacían gasto y esos eran los que
lo costeaban, los de los bares. Ponían esas películas antiguas muy largas que no se terminaban
nunca, un episodio y otro que continuaba y así. Le llamaban los cuadros, y eran mudos. Después
en el Teatro ya pusieron cine y ya era sonoro”.
Próximos a la Plaza se situaban otros centros de la vida política utrerana, durante el
periodo republicano. De acuerdo con los testimonios orales aportados por el antiguo militante de
la CNT, Joaquín Amores, las sedes de la UGT y del PSOE se encontraban en la calle Álvarez
Quintero y en la Fuente Vieja: “Estaba el Banco Central, Las Columnas, una tienda de
comestibles (Coronilla) y luego una casa muy bonita y grande, donde estaba el Partido Socialista y
la UGT”. Frente a la sede del PSOE se ubicaba la del Partido Republicano Radical.
En la Alameda (calle de Álvarez Hazañas) se localizaba la sede de la CNT, en el llamado
Kursaal, también sala de fiestas y que había tenido diversos usos: colegio de primera y segunda
enseñanza de Don Máximo Álvarez (Escuela de Consolación), teatro y cine. En la Corredera se
encontraba la sociedad cultural de los trabajadores ferroviarios. Es probable que en sus locales
se desarrollaran las actividades del Ateneo Libertario, el grupo esperantista y la escuela
racionalista. En la vida cultural de Utrera dejaron una importante impronta cultural los miembros
de la Logia Masónica Rizal y su principal figura, José M. Infante Franco.

En este edificio estuvo instalada la


Sociedad Cultural de los ferroviarios

El Kursal
6. ITINERARIO.

El orden de la visita que proponemos es el siguiente:

1. Plaza del Altozano.


2. Calle Rodrigo Caro: Casa de la Cultura.
3. Iglesia de San Francisco.
4. Calle Virgen de Consolación.
5. Calle Ramón y Cajal.
6. Plaza de Gibaxa: Ayuntamiento.
7. Calle Álvarez Quintero: Teatro Municipal.
7. FUENTES

Bibliográficas:

 Cuadra Durán, Fernando de la, D. Enrique de la Cuadra y Utrera, Ayuntamiento de


Utrera, 1994.
 Quinta Garrobo, Salvador de, Rodríguez Méndez, J., La Plaza, Utrera, 1551-2001,
Siarum Editores, Sevilla, 2001.
 González de la Peña y de la Peña, Eduardo, Grandes casas de Utrera, Vía Marciala,
Utrera, 1998.
 Morales Álvarez, Manuel, Las calles de Utrera, Ayuntamiento de Utrera, 1966.
 Sánchez Domínguez, M.ª Dolores, Mena Villalba, F. J., Memoria Histórica del
Colegio Publico “Rodrigo Caro”, Diputación Provincial de Sevilla, Sevilla, 1999.
 Villalba, Francisco J., et allí, Guía Turística de Utrera, Ayuntamiento de Utrera,
1987.

Documentales:
Archivo Histórico Municipal de Utrera: Sección 1, Gobierno, Serie 1.1, Actas
Capitulares, Signatura (Libros n.º 96-157), Años 1831-1937.
Bachillerías. Revista de los alumnos oficiales de Bachillerato. Instituto de 2 ª
Enseñanza “Rodrigo Caro”, Utrera, Sevilla, números 1, 2, 3 y 7, año 1935.

Otras fuentes:
 Testimonios orales de Joaquín Amores Ortiz, Emilio Caraballo León, Consuelo
Ferrete Sánchez, Dolores Martínez Giraldo, Rosario Vázquez Martínez.
 Cuaderno de la Exposición Conmemorativa de la Creación del Instituto “Rodrigo
Caro” (1933-1937), Utrera, 2007.
 Ruiz Rodríguez, Daniel, Et alii, Utrera y su Comarca, trabajo de los alumnos de 2º
Bachillerato E, IES Ruiz Gijón, 2004.

 PGOU de Utrera, Avance 2007, Ayuntamiento de Utrera.

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