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MARXISMO Y DERECHO A LA CIUDAD

“Siempre habrá nieve altanera


que vista el monte de armiño
y agua humilde que trabaje
en la presa del molino.

Y siempre habrá un sol también


(un sol verdugo y amigo)
que trueque en llanto la nieve
y en nube el agua del río.”
(“Revolución”. León Felipe)

INTRODUCCION
La constatación del usos de una serie de categorías de análisis Marxistas en las lecturas realizadas
en el marco del seminario de Procesos Urbanos, sobre todo el concepto de “clase” y la dicotomía entre
Reformismo y Utopía, me permite revisitar el texto clásico de Rosa Luxemburgo: “Reforma o
revolución”, para soportar la hipótesis de que son importantes las practicas reformistas, siempre y
cuando sean asumidas como un medio que contribuye a clarificar el camino a través del cual se
concreta finalmente la Utopía de una profunda y radical transformación social. La reforma concebida
como una práctica actual iluminada por la teoría futurista de “otro mundo posible”.

Los planificadores urbanos y los urbanistas tememos muchas veces convertirnos en actores políticos
o activistas sociales, por considerar que dichas prácticas nos alejan de nuestro objeto de estudio, pero
precisamente uno de los llamados de atención más interesante que podemos retomar de las lecturas
realizadas, es que no podemos retrotraernos a estas lógicas y que, al contrario, debemos asumirlas
de manera más consciente y más directa, toda vez que vamos identificando los intereses en juego y
el papel que podemos cumplir para contribuir a la transformación de la ciudad y de la sociedad.

De todas maneras, para ser consecuentes con nuestra formación y nuestra experticia, nuestras líneas
de acción podemos encontrarlas más claramente en las reivindicaciones y las luchas que se expresan
en la búsqueda por la consolidación del Derecho a la Ciudad, entendido como el reclamo por principios
tales como: justicia, equidad, democracia, belleza, accesibilidad, comunidad, espacio público, calidad
ambiental, apoyo al desarrollo de potencialidades. Derecho del que ya disfrutan unas minorías y que
debe ser reclamado por grupos tales como: los artistas, los profesores, los inventores, los filósofos,
los jóvenes, los carentes, los empobrecidos, los hambrientos, los enfermos, los alienados, los
marginados,…en definitiva, por parte de quienes representan hoy en día la “clase social” que es
explotada y alienada por parte de los grupos capitalistas.

Quienes nos sentimos afines a la tercera categoría de Marcuse (utopista) y consideramos que
podemos contribuir desde nuestra posición de planificadores urbanos en la trasformación, no solo de
la ciudad, sino también de la sociedad, podemos asumir la segunda categoría de Marcuse (reformista)
como un punto de partida que puede impulsar y orientar el camino hacia la concreción de la utopía y
en ese sentido podemos traer a presente las afirmaciones de Rosa Luxemburgo:
“Existe un vínculo indisoluble entre reforma y revolución:
La lucha por las reformas sociales es el medio,
mientras que la lucha por la revolución social es el fin”

CATEGORIAS MARXISTAS
Una de las grandes conclusiones que pueden sacarse de las lecturas realizadas en el marco del
seminario de “Procesos Urbanos” esta relacionada con el uso por parte de los autores de una serie de
“categorías marxistas”, para abordar el análisis de las grandes problemáticas urbanas
contemporáneas.

 Marcuse aboga por un posicionamiento critico enmarcado en el concepto de Justicia Social,


proponiendo alternativas radicales en relación con un cambio social amplio y al plantearse la pregunta
sobre el derecho a la ciudad desde la teoría urbana critica, reconoce que todas las formulaciones
deben implicar un rechazo fundamental del sistema capitalista prevaleciente.

 Brenner reconoce que el carácter social de la Teoría Urbana Critica, se hereda de la filosofía social
ilustrada y post ilustrada de la obra de Marx, Hegel y la tradición Marxista occidental.

 Harvey plantea situar al planificador en el contexto de una descripción sociológica de la sociedad que
ve las relaciones de clase como fundamentales y hace una dura crítica al “empresarialismo urbano”
que termina incrementando las disparidades y aumentando el empobrecimiento urbano y al imaginario
e idea de ciudad de negocios, ciudad de turismo, ciudad global, que termina transformando
completamente los entornos urbanos, donde triunfa la imagen sobre la sustancia de la ciudad. Así
mismo, nos propone una revisión a la teoría marxista sobre el papel de la tierra: la propiedad de la
misma, sus distintas funciones, y cómo abordar el problema macroeconómico de la renta, y la forma
como dichos análisis podrían ayudarnos a retomar algunos problemas básicos sobre las estructuras y
alianzas de clase, sobre los diferentes modos de apropiación y de explotación y sobre el papel de la
propiedad de la tierra como forma de poder social en la configuración espacial de los usos.

 Hackworth nos advierte que el neoliberalismo es una respuesta al liberalismo igualitario, como este
último lo fue en respuesta a las ideas Marxistas que habían inspirado una conciencia en la clase obrera
urbana de los Estados Unidos, al evidenciar que el sistema económico capitalista produce instituciones
que perpetúan la desigualdad social, basado en la explotación de unos para el beneficio de otros.

 Kratke a partir del concepto de clase, identifica tres clases sociales en La Florida (la clase trabajadora,
la clase de servicio y la clase de la agricultura) a las cuales agrega una nueva clase a la que denomina
“clase creativa”, que terminan contribuyendo a un proceso socio espacial de re-estructuración que va
gradualmente gentrificando la ciudad y acaban por constituirse como espacios funcionales para las
elites del capitalismo neoliberal.

 Novais al llamar la atención sobre la forma en que se instalan los discursos en el imaginario colectivo,
ejemplificando con la Planeación Estratégica, nos invita a tener una posición crítica y a estar
convencidos de la posibilidad de otro mundo, entendiendo la dimensión del desafío y conscientes de
que el compromiso se constituye en una disputa simbólica que tiene como fin desnaturalizar y
desautorizar la visión dominante, y dar expresión a lo que está socialmente interiorizado, construyendo
una representación sobre la realidad que contribuya a transformarla.

 Swyngedouw, Moulaert y Rodriguez evalúan los beneficios sociales de trece proyectos de desarrollo
urbano (PDU), concluyendo que dichos proyectos han facilitado la incorporación de medidas de
excepcionalidad en los procedimientos de planificación y políticas de procedimiento, favoreciendo a
un grupo social de “élite” (léase clase dominante) y que han acentuado la polarización socioeconómica,
desatando procesos de gentrificación (léase expulsión de clases dominadas).

 Brenner, Marcuse y Mayer al aborda el problema de la vivienda, nos remiten a los conceptos de bien
de uso y bien de cambio y nos plantean que la mercantilización de la vivienda es su problema más
profundo y que cada paso que se de en el sentido de limitar el carácter mercantil de la vivienda, es un
paso que contribuye a resolver su crisis.

 Swyngedouw y Kaika nos hablan de la ecología política y reconocen a Marx y Engels como unos de
sus antecesores y nos llaman la atención en el sentido de enfrentar el reto esbozado por Jameson al
afirmar que: "es más fácil imaginar el fin del mundo que los cambios en el orden eco-capitalista y sus
desigualdades", con un coraje que trascienda los débiles discursos de la sostenibilidad, que deja las
dinámicas socio-ecológica intactas, y que sea capaz de trazar nuevas vías politizadas para producir
una nueva urbanidad común.

 Smith al abordar el problema de la gentrificación alude también a los análisis realizados por Engels
en relación con las intervenciones de Haussmann en Paris y se pregunta: “Si Baudelaire, Engels y
Berman (1982) consideraron la «Haussmannización» de París como un momento clave de la
modernidad capitalista, ¿podemos considerar la gentrificación como una geografía propia de la
postmodernidad?”, culminado su artículo con una mención esperanzadora respecto a la movilización
social: “…no hay señales que el movimiento okupa (a pesar de tener más derrotas que victorias)
abandone la lucha por la vivienda.”
Manifestación (Antonio Berni. 1934)

De lo anterior puede concluirse que el marxismo ofrece categorías de análisis validas aun para
interpretar los grandes problemas de la sociedad capitalista, y por consiguiente válidas para interpretar
las problemáticas relacionadas con la ciudad. Son recurrentes las menciones criticas frente al
capitalismo, las alusiones a las obras y los análisis de Marx y Engels respecto a la sociedad capitalista,
los temas relacionados con conciencia, lucha y contradicciones de clase, el surgimiento de nuevas
condiciones relacionadas con las clases sociales, los conceptos de mercancía, bien de cambio y bien
de usos, la necesidad de cambios radicales respecto al sistema vigente y el papel de la conciencia
social y la movilización social en el logro de dichos cambios.

En el trasfondo de todas las lecturas puede descubrirse una latente dicotomía ente procesos
reformistas y procesos de transformación radical, que se expresan en las tesis de Marcuse de manera
más directa, al esbozar la existencia de tres corrientes de la planeación, entre las que se menciona a:
Reformistas (reforma social) y Utópicos (justicia social). También se pueden encontrar alusiones a la
dicotomía entre reformas que permitan desmercantilizar la vivienda y posicionamientos radicales
inspirados en Engels, que plantean la imposibilidad de una solución sin transformar el sistema
socioeconómico y político.

La pertinencia de procesos reformistas relacionados con las problemáticas urbanas y la conciencia de


la necesidad de transformaciones más profundas, que permitan resolver de una vez por todas las
inequidades y las injusticias que se expresan en la ciudad capitalista, son temas de gran interés para
los planificadores urbanos, de tal manera que se valoran positivamente las reflexiones de los autores
abordados y se reconoce en la “Teoría Urbana Critica”, a una de las más interesantes corrientes del
pensamiento urbano contemporáneo
MARXISMO Y REFORMISMO
Se ha partido de la hipótesis de entender las acciones reformistas como un paso hacia
transformaciones más profundas de la ciudad y de la sociedad, pero es necesario considerar que la
acción reformista debe estar siempre fundamentada en una perspectiva amplia de cambio y justicia
social y que debe entenderse como la plataforma que permita el despliegue de la conciencia crítica,
la organización y movilización ciudadana hacia trasformaciones radicales de la sociedad. Para lo cual
será siempre necesario alimentar el marco conceptual de la planificación urbana con las teorías socio-
económicas y espaciales del marxismo, en sus expresiones clásicas y contemporáneas.

Ya hemos constatado que existe un conjunto enorme de referencias a las categorías de análisis
marxistas, para explicar o para entender muchos de los problemas de la ciudad contemporánea, ahora
queremos preguntarnos acerca del carácter reformista o revolucionario de las propuestas que se
esbozan, dado que, si se reconoce el fundamento teórico al marxismo, debe comprenderse muy bien
la posición de este frente a tales temas. Una cuestión que es absolutamente pertinente, si se quieren
evitar contradicciones y si se tiene en cuenta que el pensamiento de Marx no puede enmarcarse en el
desarrollo de acciones paliativas y reformistas. De hecho, en el “Manifiesto del partido comunista” se
separa claramente de los reformistas a quienes denomina socialistas burgueses: “Una parte de la
burguesía desea mitigar las injusticias sociales, para de este modo garantizar la perduración de la
sociedad burguesa. Se encuentran en este bando los economistas, los filántropos, los humanitarios,
los que aspiran a mejorar la situación de las clases obreras, los organizadores de actos de
beneficencia, las sociedades protectoras de animales, los promotores de campañas contra el
alcoholismo, los predicadores y reformadores sociales de toda laya”. (Marx-Engels. 1848 “Manifiesto
del Partido Comunista”).

Más adelante, Marx expresaría: “Para nosotros no se trata de reformar la propiedad privada sino de
abolirla. No se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases, no se trata de
mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva” (Karl Marx, Mensaje a la Liga de los
Comunistas, 1850).

Pero será Rosa Luxemburgo quien clarifique la discusión entre reformistas y revolucionarios, en el año
1900, con un documento titulado “Reforma y revolución” mediante el cual, la teórica marxista de origen
judío, de respuesta a los postulados del socialdemócrata y reformista alemán Eduard Bernstein. Rosa
Luxemburgo afirma en su libro que: “la reforma y la revolución no son, por tanto, distintos métodos de
progreso histórico que puedan elegirse libremente en el mostrador de la historia, como cuando se
eligen salchichas calientes o frías, sino que son momentos distintos en el desarrollo de la sociedad de
clases, que se condicionan y complementan entre sí y al mismo tiempo se excluyen mutuamente,
como el polo norte y el polo sur, o la burguesía y el proletariado”. Con lo cual está claramente
advirtiendo que no se trata de elegir entre un camino u otro, sino que se trata de distintas circunstancias
que vistas desde una lógica estratégica se pueden complementar en un momento determinado y que
pueden ser excluyentes y contradictorias en otro momento, con lo cual da cuenta de su alta capacidad
para entender las complejidades inherentes a los fenómenos socioeconómicos y políticos, a través de
desarrollos teóricos consecuentes con el marxismo.

Posteriormente será el propio Lenin en un documento titulado “Marxismo y Reformismo” (1913) quien
se expresaría acerca de las diferencias entre marxistas y anarquistas respecto a las reformas: “A
diferencia de los anarquistas, los marxistas admiten la lucha por las reformas, es decir, por mejoras
de la situación de los trabajadores que no lesionan el poder, dejándolo como estaba, en manos de la
clase dominante.” Con lo cual, no descarta la importancia que en un momento determinado pueden
tener las reformas, para lograr mejorar las condiciones de vida de los asalariados, pero Lenin no
profundiza en la valoración de las reformas, ni explica la condición estrategia de su aceptación
temporal, ni las valora como mecanismo que posibilita crear condiciones de concientización en los
movimientos sociales o como fase previa a las transformaciones profundas de la sociedad. Lenin
clarifica la posición, admitiendo que también los marxistas “combaten con la mayor energía a los
reformistas” y alude a la clase social revolucionaria que es consciente de su situación y que sabe
perfectamente el carácter transitorio que representan las reformas: “si los obreros han asimilado la
doctrina de Marx, es decir si han comprendido que es inevitable la esclavitud asalariada mientras
subsista el dominio del capitalismo, no se dejaran engañar por ninguna reforma burguesa”.

Lo que Lenin quiere decir es que los obreros sabrán aprovechar bien de las acciones reformistas en
procura de un bienestar y en función de poder resolver gran parte de sus precarias condiciones, pero
que deberán ser siempre conscientes de que su condición de clase asalariada persistirá mientras esté
vigente el capitalismo y por lo tanto nunca perderán de vista la transformación radical de la sociedad
como su objetivo final.

Las manos de la protesta (Oswaldo Guayasamin, 1968)

También Trosky escribió todo un tratado sobre el asunto, al que denomino “El programa de transición”,
con el objeto de “construir un puente natural entre las reivindicaciones inmediatas de la clase
trabajadora, en un periodo de aguda crisis del capitalismo y las tareas estratégicas de la revolución
socialista” , esto significa que no deprecia la lucha por cada demanda económica y política, que haga
avanzar la conciencia de la clase trabajadora, aumente su grado de organización y la confianza en
sus propias fuerzas.

El concepto de “Hegemonía” en Gramsci, va en la misma dirección: “El desarrollo y la rapidez del


proceso revolucionario solo pueden ser apreciados a partir de la evaluación de ciertos elementos
subjetivos, es decir, en la medida en que la clase obrera logre adquirir una personalidad política propia,
una firme conciencia de clase y una independencia de todas las demás clases, en la medida en que
logre organizar sus fuerzas”

En la confrontación intelectual entre reformistas y revolucionarios, puede decirse que los marxistas
(revolucionarios) nunca negaron la necesidad de las reformas y que han sido los reformistas quienes
siempre han negado la necesidad de la revolución, creyendo ingenuamente que los trabajadores con
sus luchas sectoriales acumularían una conquista tras otra, hasta que la sociedad misma se vaya
transformando imperceptiblemente para dejar de ser capitalista y volverse socialista.

EL DERECHO A LA CIUDAD
¿Como se expresa todo lo anterior en relación con los problemas urbanos? ¿De qué manera la Teoría
Urbana Critica, al utilizar categorías marxistas para analizar los problemas de la ciudad
contemporánea, está resolviendo la dicotomía entre procesos urbanos reformistas y cambios urbanos
radicales? Sera posible pensar en una ciudad justa, equitativa, integrada y solidaria en un mundo
capitalista? ¿No será eso un total contrasentido? ¿Mientras se dan las transformaciones profundas
que requieren las mayorías urbanas, que tipo de acciones reformistas se deben exigir y reclamar?

Las mejores respuestas a estas preguntas nos han llegado por la vía del concepto del “Derecho a la
Ciudad”, expresado por primera vez por el filósofo y sociólogo marxista francés Henri Lefebvre, en su
libro: “El derecho a la ciudad” publicado en el año 1968, en el que se hace un profundo análisis del
impacto negativo sufrido por las ciudades en los países de economía capitalista, con la conversión de
la ciudad en una mercancía al servicio exclusivo de los intereses de la acumulación del capital.

Lefebvre, entendiendo que la ciudad había sido tomada por los intereses del capital, abogo por una
nueva situación en la que se pudiera rescatar al hombre como elemento principal protagonista de la
ciudad, que el mismo ha construido, para restaurar el sentido de la ciudad, instaurar la posibilidad dl
buen vivir para todos y hacer de la ciudad el escenario de encentro para la construcción de la vida
colectiva.

Se reconoce entonces el concepto y la práctica del Derecho a la Ciudad, como el principal referente
de procesos y acciones reformistas y como soporte fundamental de las profundas transformaciones
anheladas por el grueso de la sociedad, entendiendo el gran nivel de aceptación y reconocimiento que
hoy en día tiene dicho concepto en múltiples ámbitos políticos, sociales y académicos, no sin
reconocer los grandes riesgos que se corren al constatar la utilización generalizada de dicho concepto
en instancias de extremas diferencias ideológicas, es así como lo podemos encontrar hoy en día “en
boca” del Banco Mundial y al mismo tiempo que “en boca” de importantes voces del pensamiento
contemporáneo, tales como, Peter Marcuse, Jean Pierre Garnier y David Harvey cuyos principales
posicionamientos respecto a este tema, se referencian a continuación:

Un desarrollo importante del concepto de Derecho a la ciudad fue realizado por Peter Marcuse en el
documento: “Who’s right(s) to what city?” (2012), respondiéndose a las preguntas: ¿De quién es el
derecho a la ciudad, de qué tipo de derecho y de que ciudad estamos hablando?

En relación con los sujetos del derecho a la ciudad, Marcuse dice que se trata de aquellos oprimidos,
aquellos para quienes ni siquiera sus necesidades más inmediatas se cumplen: los sin hogar, los
hambrientos, los encarcelados, los perseguidos por motivos de género, religiosos y raciales, y en un
sentido cultural más amplio, Marcuse incluye a los alienados, los inseguros, los lacayos
desafortunados del poder y a los beneficiarios de actitudes y creencias. Todos esos grupos confluyen
coaliciones, alianzas, movimientos y asambleas alrededor de un conjunto común de objetivos, que
ven al capitalismo como el enemigo común y el derecho a la ciudad como causa común.

En relación con el tipo de derecho, Marcuse plantea que la demanda se hace no sólo en un sentido
legal, sino también en un sentido moral, una reivindicación no sólo de un derecho a la justicia dentro
del sistema legal existente, sino un derecho en un plano moral superior que reclama un mejor sistema
en el que las demandas pueden ser totalmente y enteramente satisfechas.

En relación al tipo de ciudad al que se hace referencia, el autor cita a Lefebvre; “…no es el derecho a
la ciudad existente lo que se exige, sino el derecho a una ciudad futura, no necesariamente una ciudad
en el sentido convencional en absoluto…”

Finalmente, Marcuse sintetiza el tipo de reivindicaciones esperadas: “Los principios que tal ciudad
podría incorporar pueden ser expuestos en general: Incluirían conceptos tales como la justicia,
equidad, democracia, el pleno desarrollo de los potenciales o capacidades humanas, a todos según
sus necesidades, de todos según sus capacidades, el reconocimiento de las diferencias humanas.
Incluirían términos tales como la sostenibilidad y la diversidad”.

En la entrevista realizada a Jean Pierre Garnier y publicada en el documento: “Develando el derecho


a la ciudad. Representaciones, usos e instrumentalización del derecho a la ciudad” se pueden
encontrar afirmaciones como las siguientes:

 El Derecho a la ciudad no se pide, sino que se impone, por parte de las clases populares.
 El derecho a la ciudad es la reivindicación colectiva del espacio urbano, es tomar posesión de lo que
existe y reconfigurarlo según las necesidades y aspiraciones de las clases populares.
 El derecho a la ciudad consiste en despojar a los poseedores del poder que ejercen sobre la ciudad,
la cual conciben, fabrican, organizan y utilizan de acuerdo a sus necesidades.
 No se trata de “participar” sino de “intervenir”, por parte de las clases populares, respecto a lo que
debe ser la ciudad.
 El derecho a la ciudad no es compatible con el mantenimiento del capitalismo.
 Ho en día en las luchas contra los proyectos de Renovación Urbana, contra la segregación y la
expulsión de las clases populares, no se discierne ninguna perspectiva revolucionaria.
 Hay que volver a la ciudad como obra, es decir el producto de una práctica fundada en el uso.

Según Harvey, “…el Derecho a la Ciudad se entiende como el derecho de poder hacer la ciudad de la
manera en que la queremos hacer quienes no hacemos parte de las elites que la construyen de
acuerdo con sus propios intereses”

En estas afirmaciones de Harvey está presente una conceptualización de clase dominante, una elite
minoritaria que construye la ciudad a la medida de sus necesidades y una clase trabajadora obrera y
asalariada, que no tiene capacidad de acumulación y que lleva una vida cotidiana asociada al bien de
usos y no al bien de cambio. Una mayoría que sueña con una ciudad distinta, más justa, más
equilibrada, menos segregada, construida para el colectivo mayoritario y no para la elite minoritaria.
El concepto del derecho a la ciudad, esta pues profundamente arraigado en el concepto de la lucha
de clases, tal como fue formulado por Marx, aunque en el siglo XXI sea necesario repensar la manera
en que se expresa en el mundo contemporáneo la(s) clase(s) dominantes y la(s) clases(s) dominadas.

Según Harvey el concepto del Derecho a la Ciudad es inherentemente anti-capitalista. Cabría


preguntarse entonces si se puede pesar en reivindicar el derecho a la ciudad dentro del propio
capitalismo y cuál será la forma y la expresión que tendría una situación en la que los ciudadanos
mayoritarios, no acumuladores, no capitalistas, puedan reconocer que efectivamente se encuentran
con un derecho absolutamente cumplido (obtenido en su integralidad).

¿Qué acciones, que proyectos, que situaciones, que estado de cosas debe configurarse para que un
ciudadano pueda expresar una absoluta complacencia respecto a un derecho obtenido? ¿Se puede
dar una situación como esta en un mundo capitalista? Según Harvey la respuesta claramente seria
que no, dado que se trata de un concepto inherentemente anticapitalista. Lo que significa que dentro
del capitalismo, el derecho a la ciudad será siempre un querer ser, una utopía, en el sentido planteado
por Marcuse. Su obtención total final, solamente podrá darse en el marco de un nuevo modelo
socioeconómico mundial.

Otra interesante afirmación de Harvey está relacionada con el hecho de reconocer que el derecho a
la ciudad se reclama desde las calles y que son los movimientos sociales quienes luchan por las
reivindicaciones de asuntos sectoriales, tales como la educación, el transporte, el medio ambiente,
etc. Estos movimientos, según Harvey pueden llegar a convertirse en movimientos que sean capaces
de luchar por la ciudad concebida como un todo.
Harvey dice: hay que revertir la frase “trabajadores del mundo uníos”, por la frase: “ciudadanos del
mundo uníos” y afirma que debe surgir un movimiento con una forma más permanente de
organización, con un proyecto político global, que sea capaz de desafiar el poder globalizado del
sistema capitalista

El Cuarto Estado (Pelliza da Volpedo, 1901)


Uno de los más claros ejemplos de reforma sin revolución, de reclamación de derechos, sin
transformación radical del sistema socio económico y político vigente, es sin duda la reclamación por
el derecho a la ciudad. Una reclamación que esta aun en un plano teórico y que dista mucho de
convertirse en una reclamación práctica, sobre la cual se produzca una movilización social organizada
de carácter global. Como dice Harvey, pueden verse movimientos sectoriales que reclaman mejoras
en asuntos como vivienda, salud, transporte, ambiente, pero que aún no constituyen un movimiento
que reclame una mejor condición urbana, visto el problema de la ciudad como un todo.

Harvey dice: “El derecho a la ciudad no es simplemente el derecho a lo que está en la ciudad, sino el
derecho a transformar la ciudad en algo totalmente distinto”.

SINTESIS Y CONCLUSION

Se evidencio en primer lugar la recurrencia al uso de categorías marxistas de análisis, por parte de la
mayoría de los pensadores pertenecientes a la llamada Teoría Urbana Critica. Así mismo hemos
señalado la forma en que se plantean distintas discusiones respecto a las problemáticas urbanas
contemporáneas y hemos rescatado, por considerarla de máximo interés, la discusión respecto a la
posibilidad de lograr transformaciones profundas en el marco de la situación actual en que parecen
acrecentarse las contradicciones del sistema- mundo capitalista (Harvey 2015). Y en la que reaparece
nuevamente planteada la dicotomía entre Reforma y Revolución, aunque la palabra “revolución” no se
use de manera explícita por parte de ninguno d estos autores, talvez por temor a aparecer como
pensadores “anquilosados”, aunque paradójicamente, reconozcan la vigencia de todo el instrumental
teórico marxista, lo que podría verse como un contrasentido de fondo, ya que no es posible un
marxismo que son sea revolucionario.

En segundo lugar, se planteó una revisión de la dicotomía mencionada entre revisionistas- reformistas
y revolucionarios, a partir de los posicionamientos históricos que en tan sentido pueden ser
reconocidos en figuras como el propio Karl Marx y en teóricos y activistas revolucionarios como Rosa
Luxemburgo, León Trotsky y Antonio Gramsci.

Finalmente se revisó el carácter reformista del derecho a la ciudad, que le valió a Lefebvre en su
momento un señalamiento despectivo, al considerársele como un revisionista contrarrevolucionario,
pero que visto con los ojos del mundo contemporáneo y una vez se han sucedido acontecimientos
mundiales que evidenciaron las contradicciones del socialismo real, los planteamientos de Lefebvre
son nuevamente reconsiderados y su “reformismo” puede verse hoy como una fase previa necesaria
para la consecución de las transformaciones profundas requeridas, sobre todo en la medida en que
permitan conseguir la concientización necesaria de las clases populares, tal como se intuyó por parte
de algunos de los más grandes representantes del pensamiento marxista .

Se examinaron finalmente los principales elementos del derecho a la ciudad y la manera en que se
han convertido en los principales factores d reclamación por parte de los movimientos anti-sistémicos
contemporáneos que luchan por conseguir una ciudad más justa, más equitativa y más democrática.

GUSTAVO MEJIA RODAS


Bogotá, 21 de noviembre de 2017

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