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HACIA LAS SOCIEDADES DEL CONOCIMIENTO

Conclusiones y Recomendaciones
ENSAYO

JOSE FELIPE RHENALS ALMANZA

TUTOR:
EDINSON SALAZAR

UNIVERSIDAD DE CARTAGENA
FACULTAD DE CIENCIAS ECONOMICAS
ADMINISTRACION DE EMPRESAS
CERETE-CORDOBA
SEPTIEMBRE DE 2010
HACIA LAS SOCIEDADES DEL CONOCIMIENTO
Conclusiones y Recomendaciones

El destino de las sociedades del siglo XXI, profundamente transformadas por las
tecnologías de la información y la comunicación, será el de convertirse en
sociedades del conocimiento porque serán sociedades en las que éste se
comparta. Recordemos que las nuevas tecnologías son tecnologías de redes y
que, el conocimiento es un estado de hecho ya que los miembros de una misma
red son interdependientes. En ese contexto, la interdependencia obliga a
compartir los conocimientos si deseamos ser eficaces.

Uno de los puntos fuertes esenciales del aprovechamiento compartido del


conocimiento es que permite hacer economías de escala y evitar duplicaciones
inútiles, entrañando así una disminución de los costos.
La noción de “sociedades del conocimiento” ofrece nuevas posibilidades al
desarrollo humano y sostenible ya que sintetiza enfoques tan variados como los
que ofrecen las nociones de:
“sociedad de la información”
“economía basada en el conocimiento”
“sociedades del aprendizaje”
“sociedad del riesgo”
“educación para todos a lo largo de toda la vida”.

Existen dos obstáculos que pueden comprometer el desarrollo de las sociedades


del conocimiento compartido.

El primero es el riesgo de promover un modelo único basado exclusivamente en


las exigencias de la economía del conocimiento, que ya está prosperando en los
países más adelantados. Este modelo único ahondaría inevitablemente las
brechas ya existentes y conduciría a la aparición de nuevas formas de exclusión,
no sólo entre los países más desarrollados y los demás, sino dentro de cada país.
Esta evolución bien podría desembocar con el correr del tiempo en la
generalización de formas de organización basadas en el desarrollo de un mercado
privado competitivo y en ese caso, la libertad de acceso a la información se vería
obstaculizada por una privatización de los procesos de invención e innovación. La
confusión creciente entre conocimiento e información ilustra bien este posible
desvío.

Los objetivos que emanan de la voluntad de construir sociedades del conocimiento


son ambiciosos. Lograr la educación básica para todos, promover la educación
para todos a lo largo de toda la vida, estimular una generalización de los trabajos
de investigación y desarrollo en todos los países del mundo mediante la
transferencia de tecnologías, la regulación de la circulación mundial de las
competencias y el fomento de la solidaridad digital, estos esfuerzos para lograr la
participación de todos en el aprovechamiento compartido del conocimiento y la
constitución de un auténtico potencial cognitivo representan una tarea
considerable.
No se puede estimar, por ahora, el costo que representaría para la comunidad
internacional la totalidad de los esfuerzos destinados a que todos los países del
mundo se encaminen hacia sociedades del conocimiento.

Podemos mencionar el potencial considerable de conocimientos que se podría


movilizar en los países del Sur si se valorizan más los conocimientos locales.
Los medios para lograr esa valorización están aún por definir y por eso el costo de
esta iniciativa es difícilmente cuantificable por el momento.
Tres pilares de las sociedades del conocimiento

Primer pilar:
Una mejor valorización de los conocimientos existentes para luchar
contra la brecha cognitiva.

Todas las sociedades son depositarias de un rico y vasto bagaje de conocimientos


y recurren en su existencia cotidiana a distintos niveles y tipos de ellos,
produciéndolos y transmitiéndolos por intermedio de una gran diversidad de
medios, prácticas e instrumentos. Disponen así de una base para desarrollar a
plazo más o menos largo las capacidades necesarias para su desarrollo.

Muchos países en desarrollo experimentan hoy dificultades para reconocer los


conocimientos de que disponen, valorizarlos y poner ese potencial al servicio del
desarrollo. Por consiguiente, es importante en primer lugar lograr que cada
sociedad adquiera plena conciencia de la riqueza de los conocimientos de que es
depositaria. Una vez reconocido y analizado con mayor precisión, ese patrimonio
se podría aprovechar mejor para sacar el máximo beneficio posible de las
múltiples dinámicas de la mundialización.

Las políticas educativas y científicas deberían reorientarse a fin de responder a las


necesidades urgentes de las poblaciones en ámbitos como la agricultura, la
gestión de los recursos hídricos y el medio ambiente, la salud, la industria y los
servicios, con miras a reforzar la seguridad humana.

Esta valorización de los conocimientos existentes debería tratar de evaluar las


competencias y explotar todos los puntos fuertes disponible en materia de
educación, investigación científica y desarrollo tecnológico.

Como se ha comprobado en el pasado, por ignorar el potencial de desarrollo


ofrecido por el conocimiento se han cometido errores mayúsculos–por ejemplo, los
que han acarreado la actual crisis de la enseñanza superior en África, la pobreza
dominadas por orientaciones macroeconómicas a menudo en detrimento de las
inversiones en educación y salud, sin que previamente se hubiese propiciado un
auténtico debate público y participativo sobre las prioridades que convenía fijar.
Segundo pilar:
Sociedades del conocimiento más participativas.

La toma de conciencia de la riqueza de los conocimientos de que dispone una


sociedad exige una movilización de todos sus protagonistas.
Esa concientización no debe limitarse a identificar lo que hoy en día se ha
convenido en llamar “conocimientos autóctonos” o “tradicionales”, con vistas a su
valorización o preservación específica.

Las sociedades del conocimiento solamente serán acreedoras de su nombre


cuando el mayor número posible de individuos puedan convertirse en productores
de conocimientos y no se limiten a ser meros consumidores de los que ya están
disponibles actualmente. No obstante, es menester reconocer que existe un
desacuerdo cada vez mayor en la sociedad civil internacional acerca del proyecto
mismo de una sociedad del conocimiento basada en la participación de todos.

Algunos de los protagonistas clave del advenimiento de las sociedades del


conocimiento ponen en tela de juicio el buen fundamento de las decisiones
políticas adoptadas a nivel nacional, regional o internacional en ámbitos como la
investigación, el medio ambiente, la salud, la gestión de riesgos y crisis, o el
desarrollo de nuevas tecnologías, esto hace que surjan discrepancias dentro de
los círculos más interesados por el desarrollo de las sociedades del conocimiento.

Es fundamental resolver esas diferencias si se quiere movilizar al conjunto de los


protagonistas clave de las sociedades del conocimiento para afrontar los desafíos
del siglo XXI.

Tercer pilar:
Una mejor integración de las políticas del conocimiento.

La diversidad de los ámbitos en los que se observan transformaciones que


permiten diagnosticar el desarrollo de sociedades del conocimiento crea una cierta
Confusión. Esta sólo podrá disiparse con una mejor integración de las políticas del
conocimiento y un esclarecimiento de las finalidades subyacentes a la noción
misma de “sociedad del conocimiento

Para propiciar el desarrollo de auténticas sociedades del conocimiento no cabe


limitarse a un enfoque puramente sectorial de las políticas que se han de llevar a
cabo. Con respecto al objetivo considerado, es importante realizar serios
esfuerzos en el ámbito de la educación básica para alcanzar los seis objetivos del
Marco de Acción de Dakar relativos a la Educación para Todos. Asimismo, es
necesario lograr una mayor concertación en el sector de la enseñanza superior.
COMO RECOMENDACIÓN.

• La contribución de los centros de enseñanza superior a la educación para todos


a lo largo de toda la vida se debe estimular previendo ritmos de aprendizaje
diversificados y concibiendo fórmulas de enseñanza y planes de estudios
pertinentes.

• El conjunto de estas medidas debe beneficiar en prioridad a las poblaciones más


pobres y marginadas, así como a los grupos vulnerables.

• El acceso a la educación y la calidad de ésta deben concebirse como


necesidades y derechos interdependientes e inseparables; la educación debe
preparar a los educandos para afrontar los desafíos del siglo XXI, fomentando el
desarrollo de la creatividad, valores de ciudadanía y democracia, y de las
competencias para la vida diaria y profesional.

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