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Agente Naranja: el envenenamiento de Vietnam

Monsanto ha estado muy implicada y ha sido el mayor beneficiario económico de uno


de los escándalos más importantes de nuestra era.
Monsanto fue uno de los principales suministradores de los 76 millones de litros de
herbicida con que se roció Vietnam desde 1961 a 1972. Bajo el proyecto militar cuyo
código secreto era Operación Ranch Hand, las Fuerzas Aéreas estadounidenses
fumigaron alrededor de 2,5 millones de hectáreas de los bosques del sur de Vietnam y
de los campos de cultivo para acabar con las cosechas. Cuando no se aplicaba a los
cultivos, el herbicida se utilizaba para abrir grandes pasillos en la jungla, impidiendo
cualquier escondite al enemigo, especialmente a lo largo de las vías de comunicación,
para dificultar las emboscadas.
El defoliante más utilizado fue el Agente Naranja, del que se utilizaron al menos
unos 44 millones de litros. El Agente Naranja es una mezcla al 50% de dos herbicidas
con grupos fenoxi: el 2.4-D (ácido 2,4-diclorodifenoxiacético) y el 2,4,5-T (ácido 2,4,5-
triclorofenoxiacético). Estos productos químicos eran muy utilizados en el sector
agrícola de EEUU. Su nombre viene del color de los bidones utilizados por el ejército
(había un código de colores para identificar el espectro de diferentes productos químicos
utilizados como defoliantes, que incluía a los Agentes Blanco, Azul y Rosa).
Desgraciadamente, debido a la prisa por satisfacer la demanda de Agente Naranja por
parte del ejército EEUU, el producto se contaminó durante el proceso de producción.
La TCDD (la 2,3,7,8-tetraclorodibenzo-para-dioxina) es un inevitable e
indeseable subproducto de la fabricación del 2,4,5-T. En uso comercial, el TCDD estaba
presente en el herbicida en concentraciones muy inferiores, 0,05 partes por millón
(ppm), mientras que en los lotes de herbicida enviados a Vietnam llegaba a alcanzar las
50 ppm. Como consecuencia la contaminación por dioxinas debida al Agente Naranja
fue 1.000 veces superior que la que ocasionaban los herbicidas agrícolas. Se estima
que la TCDD es la más tóxica de las dioxinas, una familia de compuestos químicos que
ha sido descrita como el grupo de “las sustancias más tóxicas para los humanos que se
conocen”1,2.
El legado dejado por el Agente Naranja es mucho más grave que el simple daño
a los ecosistemas. Sus consecuencias van más allá de los bosques del Sudeste
Asiático. Han seguido al personal norteamericano hasta sus casas. A pesar de las
numerosas conjeturas de las industrias químicas, un informe científico independiente
concluyó que existe una relación muy estrecha entre la exposición al Agente Naranja y
graves enfermedades como varios tipos de cáncer, afecciones cutáneas (cloroacné) y
trastornos hepáticos3.
Los casos de norteamericanos afectados recibieron una gran atención de la
opinión pública, pero tengamos en cuenta que los norteamericanos raramente
prestaban servicio en Vietnam durante más de un año. Sin embargo, para aquellos
cuyos hogares fueron envenenados reiteradamente no hubo escapatoria. Algunas
estimaciones elevan a 500.000 la cifra de niños nacidos en Vietnam desde los 60 con
deformidades relacionadas con las dioxinas.
Probablemente, el más horrible legado del herbicida contaminado se encuentra
en un cuarto cerrado del Hospital Tu Du de Obstetricia y Ginecología de Saigón. Las
paredes están cubiertas de estanterías repletas de frascos con formol donde se
conservan fetos procedentes de nacimientos y abortos. Sólo son una muestra del horror
que sufrió Vietnam, pues durante mucho tiempo el hospital no pudo proveerse de
frascos y formol suficientes para guardar todas las muestras. Entre ellas hay cuerpos
unidos de dos en dos y de tres en tres, rostros cubiertos con crecimientos cancerosos y
terribles deformidades.
Sería, pues, de esperar que, cuando los veteranos de la guerra del Vietnam
empezaran a sucumbir a un amplio espectro de enfermedades, las compañías
responsables de la contaminación ofrecieran alguna clase de compensación. Sin
embargo, compañías como Monsanto y Dow Chemicals se implicaron en una
prolongada campaña para desacreditar la evidencia científica que probaba la toxicidad
de las dioxinas. Se abrió un proceso judicial contra las siete compañías involucradas
(Monsanto, Dow Chemical, Uniroyal, Hercules, Diamond Shamrock, Thompson
Chemical y TH Agriculture) y fueron condenadas en mayo de 1984 al pago de 180
millones de dolares a las víctimas expuestas al herbicida y a sus familias, pero las
compañías continuaron negando que el Agente Naranja fuera responsable de los
problemas de salud.
El argumento de las industrias químicas se basaba en el hecho de que las
distintas especies de seres vivos reaccionan de forma diferente ante el contaminante y
que hay impedimentos obvios a la experimentación con humanos. De los pocos estudios
que hay sobre la exposición de humanos a las dioxinas, algunos no permitían establecer
una relación con el aumento de riesgo de sufrir cáncer. Los más llamativos son dos
estudios patrocinados por Monsanto sobre trabajadores accidentalmente expuestos a
las dioxinas.
Por estudios como estos, los veteranos hubieron de conformarse con las bajas
compensaciones por las “molestias” sufridas. Cuando más tarde se obtuvieron
evidencias de que las dioxinas eran carcinogénicas ya era demasiado tarde pues los
tribunales habían dado el caso por cerrado para nuevos procesos7.
Sin embargo, la Doctora Cate Jenkins, una química de la EPA (Environmental Protection
Agency) de los EEUU denunció en 1990 que había evidencias de que los estudios
realizados por Monsanto se habían realizado fraudulentamente. Jenkins reclamó que se
realizara una investigación científica, pero su solicitud fue ignorada, por lo que la EPA
hubo de emprender un proceso criminal de Monsanto. El gigante de las empresas
químicas presionó fuertemente: el proceso duró más de dos años y terminó por volverse
en contra de quien dio la alarma: la Doctora Jenkins. Mientras el caso criminal fue
silenciosamente archivado, la campaña de acoso contra Jenkins sólo fue contestada por
la Secretary of Labor.
Pero, a pesar de los esfuerzos de Monsanto, la realidad de los riesgos asociados
a las dioxinas es ya evidentes. De hecho, los informes recientes de la EPA afirman que
existen pruebas convincentes de que las dioxinas son cancerígenas. La Organización
Mundial de la Salud ha reducido drásticamente la dosis límite por ingestión entre un 60
y un 90% de su anterior valor. Esto supone que muchos consumidores ya habrán
ingerido bastante más de lo que ahora es el nuevo límite. Un grupo de expertos destacó
que “ya pueden estar produciéndose efectos leves sobre la población para los niveles
de fondo actuales …se debería realizar esfuerzos para reducir la exposición al mínimo
posible”8. Es pues razonable preguntarse, ¿manipuló deliberadamente Monsanto sus
estudios para reducir su responsabilidad legal con los veteranos del Vietnam?
La absurda guerra de Vietnam arruinó la vida de muchísima gente. El que una
compañía como Monsanto, que ahora se erige en salvadora de un mundo hambriento,
se haya beneficiado de esta brutal desgracia es una triste realidad. Es una lamentable
desgracia que Monsanto siga eludiendo su responsabilidad para con las víctimas de
este conflicto, tanto norteamericanos como vietnamitas.

Hugh Warwick es periodista y editor de Splice, revista del Genetics Forum.


Referencias

1. Roberts,L. “Dioxin Risks Revisited”, Science, 8 February, 1991, pp. 624-6.


2. Beder,S. Global Spin: The Corporate Assault on Environmentalism, Green Books,
1997.
3. Rachel’s Environment & Health Weekly, No 212, December 19, 1990.
4. Cury,C.B. “Residual Dioxin in Vietnam”, Vietnam Generation Journal, 92, Vol.4, Nº.3-
5. Op. Cit. 2.
6. Sanjour,W., 1996. “The Monsanto Investigation”, Annals of the EPA: Part 4.
7. Ibid.
8. ENDS Report 281- June 1998.
9. Op. Cit. 6.

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