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4.2.

Marco Teórico

La bioelectrogénesis se define como la generación de energía eléctrica a partir de

energía química proveniente de procesos biológicos generados por microrganismos,

para esta conversión energética, existe una gran diversidad de microorganismos

coadyuvantes en la actividad, los más utilizados en los procesos de generación de

energía eléctrica son las llamadas “bacterias electrogénicas” que suelen encontrarse

en ambientes anaerobios como sedimentos de lagos o ríos (Correa & Gordi, 2015). La

obtención de esta energía se realiza a través de las celdas de combustible microbiano,

los cuales son dispositivos electroquímicos de conversión de energía, en donde el

hidrógeno y el oxígeno se combinan generando agua y electricidad. Una celda de

combustible microbiano típicamente está compuesta por dos cámaras una anaeróbica

y otra

aeróbica, en medio de las cuales se encuentra un separador (Barrera & Lozano,

2013)
Figura 1. Detalles principales de una MFC de cámara doble.

Fuente: Barrera, F & Lozano, A. (2013).

Figura 2. Bacterias eléctricas.

Fuente: http://www.afinidadelectrica.com.ar/articulo.php?IdArticulo=136
El agua residual para el funcionamiento de las celdas y según su procedencia puede

clasificarse en industrial, doméstica o municipal (Beltran & Lora, 1990). En el caso del

presente estudio en particular, es empleada el agua residual doméstica.

Además, los electrolitos son indispensables en el desempeño de una celda de

combustible microbiano, en la cámara anaerobia se encuentra el ánodo, el cual recibe

los electrodos derivados de la degradación de materia orgánica (Rabaey,

2003) y en la cámara aerobia se localiza el cátodo, en donde se da la reacción entre

los protones y el oxígeno contenido en el aire para formar agua, es decir en

esta sección se recolecta el agua que se forma luego del proceso (Ibañes, &

Hernández, 2010).
Figura 3. Esquema de una MFC convencional.

Fuente: https://www.imta.gob.mx/generacion-de-energia-electrica-a-partir-del-

tratamiento-de-aguas-residuales-por-medio-de-bioceldas

Un electrolito es aquel material sólido o acuoso que permite aumentar la velocidad de

la reacción entre cargas, es decir, actúa como un catalizador, por tanto los materiales

en que se encuentren compuestos es indispensable para el


buen funcionamiento de la misma, entre estos elementos se tiene el carbón o grafito,

como por ejemplo los ánodos de tela de carbón impermeabilizado no mojado “tipo A,

E -TEK” y como cátodo la tela de carbón con humedad del 30% “Tipo B, E -TEK”

(Cheng, Liu, & Logan; et al 2006).

En las MFC, se utilizan microorganismos para oxidar el combustible, la materia

orgánica, y transferir los electrones a un electrodo (ánodo), que está conectado a un

cátodo a través de un material conductor que contiene una resistencia. Las cámaras

que albergan estos electrodos, la anódica (anaerobia) y la catódica (aerobia), están

comunicadas por una membrana de intercambio catiónico que permite el paso de

protones. De esta forma, los protones generados en la oxidación de la materia orgánica

se combinan con oxígeno y con los electrones que llegan al cátodo para formar agua.

(Pistonesi, Haure & D´Elmar, 2010).

Para la cámara anódica, se pueden utilizar cultivos de una sola especie microbiana,

pero es preferible utilizar comunidades microbianas mixtas que pueden generar altos

potenciales y al mismo tiempo ser más económicos y menos exigentes (Revelo, 2013).

Por otro lado, en la cámara catódica, se pueden utilizar cultivos de bacterias Gram

negativas en su mayoría, o cultivos de algunas Gram positivas tales como Micrococcus

luteus, Bacillus subtilis y Staphylococcus carnosus, que también hacen una

transferencia directa de electrones, otras como Acinetobacter calcoaceticus que

excretan compuestos activos redox para transferir electrones


al oxígeno catódico y las Dechlorospirillum anomalous WD que aceptan electrones del

cátodo para reducir perclorato (Huang, Regan & Quan, 2011).

Con respecto al flujo, existen diferentes tipos manejados en una MFC, entre los cuales

se encuentran el flujo discontinuo, semicontinuo y batch (Pistonesi, et al,

2010). En todos estos, se evidencia una similitud en su funcionamiento, el cual se basa

en el tiempo de retención empleado, teniendo que este es uno de los parámetros más

importantes en todo sistema de tratamiento de aguas residuales. Cuando la presencia

de sólidos en suspensión es considerable, existe un tiempo de retención óptimo que

permite una máxima remoción de los mismos (Pistonesi, et al, 2010).

El flujo tipo batch es el de mayor implementación en estos sistemas, cuando es

utilizado en las MFC, se da una generación de energía similar al crecimiento de los

microorganismos depositados en el mismo, en el que se lleva cabo un consumo total

de la materia orgánica del agua residual utilizada en el montaje, y posteriormente un

recambio de esta. El proceso es monitoreado a través de las caídas de potencial del

sistema, el cual crece de forma exponencial luego de su alimentación y estabilización,

para luego disminuir con el consumo total de la materia orgánica presente. En este

caso son comunes tiempos de retención oscilantes entre 6 y 9 días con respecto a la

caída de potencial (Venkata et al,

2007).
Para el funcionamiento del sistema con un flujo continuo, se requiere realizar un control

en el caudal para obtener el tiempo de retención hidráulica deseado (HRT), según

autores, el MFC debe funcionar durante más de 3 meses antes de su puesta en

marcha, ello para su estabilización, con la finalidad de que la comunidad microbiana

logre colonizar el ánodo (Gil, Escapa, Carracedo, Morán

& Gómez, 2013). Teniendo que pueden ser empleados tiempos de retención de cuatro,

siete y diez horas (Gil Et al.)

Por su parte el estudio del flujo semicontinuo para las MFC se realiza en tiempos de

retención hidráulico (TRH) que no superen las 24 horas, ya que por ciertas

consideraciones se afirma que mediante este sistema, son menos fluctuantes las

caídas de potencial (Alzate, et al, 2009).

Aguas residuales

Además de los residuos sólidos urbanos, existe un alto potencial de aprovechamiento

de las aguas residuales que resultan de la actividad doméstica y en parte de la actividad

industrial y que son conducidas por el alcantarillado urbano hasta las plantas de

tratamiento de aguas.

La generación de aguas residuales es una consecuencia inevitable de las actividades

humanas. Estas actividades modifican las características de las aguas de partida,

contaminándolas e invalidando su posterior aplicación para otros usos.

A efectos de la Ley de Aguas de 1985, se entiende por contaminación: "la acción y el

efecto de introducir materias o formas de energía, o introducir condiciones en el agua


que, de modo directo o indirecto, impliquen una alteración perjudicial de su calidad en

relación con los usos posteriores o con su función ecológica".

El exceso de materia orgánica procedente de vertidos urbanos, actividades ganaderas,

agrícolas o industriales con manipulación de compuestos orgánicos, es causa de

contaminación de las aguas. Los vertidos de las aguas residuales urbanas, por ejemplo,

están directamente relacionados con la contaminación orgánica en los ríos. La

determinación de la materia orgánica contenida en el agua es una medida primordial

en el establecimiento

de sus condiciones físicas e índices de contaminación, que permiten, posteriormente,

determinar parámetros básicos en la gestión y depuración del agua. [3]

El conocimiento de la naturaleza del agua residual es fundamental de cara al proyecto

que tratamos, para ello, primero estableceremos una clasificación clara del tipo de agua

residual que puede existir [4]

-Aguas residuales domésticas o aguas negras: proceden de las heces y orina humanas,

del aseo personal y de la cocina y de la limpieza de la casa. Suelen contener gran

cantidad de materia orgánica y microorganismos, así como restos de jabones,

detergentes, lejía y grasas.

- Aguas blancas: pueden ser de procedencia atmosférica (lluvia, nieve o hielo) o

del riego y limpieza de calles, parques y lugares públicos. En aquellos lugares en que
las precipitaciones atmosféricas son muy abundantes, éstas pueden de evacuarse por

separado para que no saturen los sistemas de depuración.

- Aguas residuales industriales: proceden de los procesamientos realizados en

fábricas y establecimientos industriales y contienen aceites, detergentes, antibióticos,

ácidos y grasas y otros productos y subproductos de origen mineral, químico, vegetal o

animal. Su composición es muy variable, dependiendo de las diferentes actividades

industriales.

- Aguas residuales agrícolas: procedentes de las labores agrícolas en las zonas

rurales. Estas aguas suelen participar, en cuanto a su origen, de las aguas urbanas que

se utilizan, en numerosos lugares, para riego agrícola con o sin un tratamiento previo.

En este proyecto nos centraremos en el primer y tercer grupo, haciendo más hincapié

en el primero debido a su alto contenido en materia orgánica. En las aguas residuales

están además contenidas una serie de sustancias que pueden ser utilizadas como

propio alimento por los microorganismos presentes en ellas, siendo eliminadas de esta

forma de las aguas residuales. Este carácter biodegradable de los residuos líquidos

urbanos puede ser aprovechado para crear electricidad a la vez que las aguas son

depuradas
En las últimas décadas los sistemas bioelectroquímicos han atraído el interés de

diversos investigadores, no sólo por la tendencia mundial en la producción de energía

sostenible, sino también por su operación simultánea para degradar materia orgánica y

biorremediación.

El agua es uno de los recursos fundamentales de la civilización y su descontaminación

se invierten en todo el mundo trillones de dólares cada año. Con estas tecnologías es

posible proporcionar ciudades la oportunidad de reducir sus gastos de manejo de aguas

residuales, mientras que crean su propia fuente de energía renovable. El lugar de las

MFCs en una planta de tratamiento de aguas está en la etapa de tratamiento secundario

o biológico, en su versión anaerobia; bien sea sustituyendo o bien complementando a

tratamientos anaerobios actuales.

Sin embargo, aunque esta tecnología tiene su principal función en el ahorro económico

en el costoso en tratamiento de agua en paises desarrollados, también puede

explorarse su funcionamiento como fuentes de energía propiamente dicho. Su uso

como baterías domesticas autónomas y sostenibles que podrían llegar a lugares más

recónditos del planeta está siendo muy estudiada. Estas aplicaciones dependen

esencialmente del metabolismo microbiano sobre el cual el conocimiento aún es

limitado, requiriéndose una mejor comprensión de la compleja ecología microbiana. En

países en desarrollo es importante estudiar otras fuentes de microorganismos y

sustratos con variada composición química que puedan ser potenciales combustibles

en celdas de diferente configuración. Investigar más sobre estos aspectos será esencial

para optimizar y potenciar estos procesos.


Actualmente no representan una opción viable para la generación eléctrica a escala

industrial, pero se espera que en los próximos años su desarrollo haga viable la

producción a gran escala. Países como Alemania o Corea del Sur tienen como objetivo

prioritario la utilización de pilas de combustible para generar la energía suficiente para

mantener edificios públicos como hospitales y centros de administración, en un intento

por aumentar el porcentaje de energías renovables en su consumo energético total.

Las MFCs se distinguen de otros sistemas de generación de energía porque: operan

eficientemente a temperatura ambiente e incluso a muy bajas temperaturas; producen

menor cantidad de CO2 que cualquier

otra tecnología actual que utilice combustibles fósiles para generar energía, por lo que

las pocas emisiones de este gas no requieren ningún tipo de tratamiento; no necesitan

aporte de energía siempre que el cátodo abiótico sea aireado pasivamente o sea un

biocátodo; en el futuro podrían ser utilizadas en lugares remotos donde haya demanda

de consumos básicos de energía eléctrica. El potencial de estos dispositivos es enorme,

en diversos trabajos a los que se hará referencia en los siguientes capítulos se ha

demostrado su efectividad

[5] , lo que ha creado grandes expectativas en la comunidad científica ya que es

posible producir energía limpia mediante la explotación de la biomasa que existe en las

aguas residuales domésticas e industriales. Al utilizar la materia orgánica de las aguas

residuales como combustible simultáneamente con la producción de energía, se

consigue una depuración de las aguas contaminadas. Adicionalmente, el estudio de

biocátodos capaces de usar no solamente oxígeno sino también otros contaminantes


como posibles aceptores de electrones, permite la remoción de nutrientes y la

biorremediación conjuntamente con la generación de electricidad.

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