You are on page 1of 9

LA INICIACIÓN CRISTIANA

PBRO. DR. ROBERTO RUSSO

El tema de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe está


haciendo reflexionar a todas las comunidades eclesiales sobre dos aspectos íntimamente
unidos de la identidad del cristiano su ser de «discípulo» y de «misionero». Así, en el
documento Participación 1 se afirma: “El encuentro con Jesucristo es la raíz, la fuente y
la cumbre de la vida de la Iglesia y el fundamento del discipulado y de la misión. La
Iglesia vive por ese encuentro y es la razón más profunda de nuestra fe, de nuestra
esperanza y de nuestra caridad” (n. 39). Y en el documento final de APARECIDA (2007)
se dice: “El acontecimiento de Cristo es, por lo tanto, el inicio de ese sujeto nuevo que
surge en la historia y al que llamamos discípulo: ‘No se comienza a ser cristiano por una
decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una
Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva ’(DCE
1). Esto es justamente lo que, con presentaciones diferentes, nos han conservado todos
los evangelios como el inicio del cristianismo: un encuentro de fe con la persona de
Jesús (cf. Jn. 1, 35-39)” (n. 243).

La V Conferencia nos brinda la oportunidad de reflexionar en esta oportunidad,


sobre un aspecto del discipulado de Jesucristo, en particular, cómo a través de la
«iniciación cristiana» nos hacemos discípulos de Jesús, el Señor. Y lo abordamos desde
la óptica de la teología litúrgica, ya que el hacerse discípulo del Señor es un proceso
integral de iniciación a la fe cristiana.

“La primera experiencia del discípulo -continúa afirmando el documento


Participación- consiste en el llamado personal que le hace Jesús, y en la voluntad de
seguirle que nace en él y que lo mueve a dar su respuesta creyente y amorosa, que lo
lleva a configurarse con Él. Esta respuesta lo vincula inmediatamente a una comunidad
de fieles, en la que discierne luego cuál es su misión en la Iglesia y en la Sociedad” (n.
46).

Como decía TERTULIANO (+ ca. 220): «Fiunt non nascuntur christiani» «Los
cristianos no nacen, sino que se hacen». 2 Es mejor traducir como “es hecho”, de
acuerdo al sentido latino de «fiunt», con el doble significado. En primer lugar se pone
atención a la acción del Espíritu, primer “agente” invisible de la generación a la vida
cristiana y, por consecuencia, a la Iglesia que actúa visible como sujeto y desarrolla así
su mediación salvífica, En una palabra: sobre el don que es hecho a la persona y sobre el
ministerio que es propio de la comunidad eclesial. Con ello quería decir que ser
cristiano supone una decisión personal, progresivamente madurada y paulatinamente
desarrollada durante un período de tiempo que se conoce como “catecumenado”.

En América Latina, como en gran parte de la Iglesia universal, la gente nace


cristiana, sin pasar por ningún proceso de iniciación. El Documento de SANTO DOMINGO
(1992) señala explícita y repetidamente su preocupación por las deficiencias de la

1
CELAM, Hacia la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Discípulos y
misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida. -Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida- (Jn 14,6). Documento de Participación, Bogotá, Colombia 2005.
2
Tertuliano, Apologeticum 18,4: CCL 1,118.
iniciación cristiana en América Latina (cf. nn. 26, 33, 96 ss., 130 ss). Denuncia que la
mayor parte de los bautizados —por lo que puede hablarse de una “situación ge-
neralizada”— no dieron su adhesión personal a Jesucristo en la primera conversión:
viven, pues, su cristianismo sin energía, alejados de Jesucristo y el Evangelio. Tales
bautizados “alejados” o “no convertidos” no tienen conciencia de su pertenencia a la
Iglesia (“se sienten católicos, pero no Iglesia”), no asumen los valores cristianos ni los
criterios evangélicos en su vida real (incoherente, por eso, con su fe), ni sienten la
necesidad de ningún compromiso eclesial ni evangelizador.

El CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (1992), confirmando la tradición, afirma


que desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una
iniciación que consta de varias etapas (CEC 1229).

El CONCILIO VATICANO II (1962-1965) ha decretado y restaurado el


catecumenado, incluso se publicó el Ritual de la Iniciación cristiana de adultos (1972),
pero el proceso de iniciación como opción pastoral todavía no ha comenzado en serio.
Gran parte de los agentes de pastoral no han asimilado ni integrado aún el significado de
la «iniciación» y del «catecumenado». Además, es necesario tener en cuenta que no se
trata simplemente de restaurar el catecumenado dentro de los moldes que lo hacía la
Iglesia en los primeros siglos de su historia, “no se trata de evocar métodos de otros
tiempos o de introducir rígidas estructuras: sino de suscitar un espíritu, una mentalidad
que pueda traducirse en formas diversas de aplicación” 3 ya que la situación cultural es
radicalmente otra. Antes que nada porque la gran mayoría de los candidatos al bautismo
ya no es pagana en sentido estricto del término. Casi todos son hijos de padres
bautizados y viven entre personas bautizadas.

Otro aspecto indispensable en el proceso de iniciación y en la restauración del


catecumenado es la situación de aquellos que CATECHESI TRADENDAE (1979) llama:
“cuasi catecúmenos” o sea, aquellos que “en su infancia recibieron una catequesis
proporcionada a esa edad, pero que luego se alejaron de toda práctica religiosa y se
encuentran en la edad madura con conocimientos religiosos más bien infantiles; a los
que se resienten de una catequesis sin duda precoz, pero mal orientada o mal asimilada;
a los que, aun habiendo nacido en países cristianos, incluso dentro de un cuadro
sociológicamente cristiano, nunca fueron educados en su fe y, en cuanto adultos, son
verdaderos catecúmenos” (n. 44). El Documento de APARECIDA dice: “Tenemos un alto
porcentaje de católicos sin conciencia de su misión de ser sal y fermento en el mundo,
con una identidad cristiana débil y vulnerable” (n. 286).

3
Conferencia Episcopal Italiana, Evangelizacione e sacramenti (1973), n. 86.

2
1. Punto de partida

El concepto y la realidad de lo que llamamos «iniciación» tiene sus raíces en la


antropología y la estructura social del hombre. En un sentido amplio indica un
fenómeno humano general, que hace referencia al proceso de adaptación, de
socialización que cada persona humana está obligado a realizar en relación al ambiente
físico, social, cultural y religioso en el cual se encuentra. En este sentido amplio es una
condición universal de la existencia humana, aunque asume diversas modalidades y
tipologías según los pueblos y épocas.

El término iniciación etimológicamente significa introducción, del latín in-ire (= ir


hacia adentro, o entrar dentro de). Relacionado semánticamente con los términos initium
(= entra en algo nuevo, comienzo o principio de algo), initia (neutro plural: principio,
inicio). El término «iniciación» significa, pues, el comienzo de algo; acción, instrucción,
actividad o etapa.

En este sentido, la iniciación es una categoría antropológica fundamental. Desde


que nacemos todos tenemos que “iniciarnos” en el sentido físico, psicológico, cultural. Y
todos tenemos, ineludiblemente y de forma complementaria, que “ser iniciados”:
crecemos, maduramos en el seno de una familia y una cultura, gracias a un proceso de
integración y aprendizaje que nos inserta en el mundo y la historia.

Íntima y muchas veces inseparablemente unida al concepto anterior de iniciación


natural o cultural, se encuentra la que podríamos llamar iniciación religiosa, la cual se
expresa mediante una serie de ritos (celebraciones culturales, música o danza, banquetes,
sacrificios...) que marcan la admisión de una persona en la sociedad religiosa o su
capacitación para participar en el culto. 4 Tales ritos, presentes de algún modo en todas las
religiones, revisten especial importancia en las denominadas religiones mistéricas del
paganismo clásico. Por su parte, las grandes culturas religiosas amerindias (incas, mayas,
aztecas) sitúan los ritos de iniciación en un doble y característico contexto: la importancia
concedida a los diversos tiempos rituales (calendarios) y la finalidad propiciatoria de la
mayor parte de su rico y complejo ritual. 5 Es interesante la perspectiva del Documento de
Santo Domingo, la valoración de la religiosidad de los pueblos amerindios al afirmar que:
“su religiosidad natural predisponía a los indígenas americanos a una más pronta
recepción del Evangelio, aunque hubo evangelizadores que no siempre estuvieron en
condiciones de reconocer esos valores” (n. 17).

Los estudiosos de las antiguas culturas hablan de diversos sistemas de iniciación,


pero es posible individuar algunos elementos frecuentes en cada tipo de ritual iniciático:
a) se trata siempre de entrar en un grupo ya constituido, que posee un proyecto, una
misión, una tradición y un lenguaje simbólico; b) el individuo, mediante los ritos de
iniciación, es introducido en el grupo y en la posesión del patrimonio del mismo; c) estos
ritos implican un simbolismo de una muerte y un nuevo nacimiento o regeneración. Con
la iniciación todo comienza de nuevo; d) los ritos de iniciación descubre gradualmente al
4
El gran especialista en este campo es Mircea Eliade, que distingue tres clases principales de ritos de
iniciación religiosa: los celebrados con motivo del paso a la edad adulta; los que marcan la entrada en
cualquier tipo de grupo o sociedad religiosa; y los que capacitan para ejercer una especial función
religiosa; cf. M. ELIADE, Iniciaciones místicas, Cristiandad, Madrid 1975.
5
Sobre los ritos de iniciación en las culturas religiosas amerindias cf. M. A. KELLER, La iniciación
cristiana. Bautismo-Confirmación, Colección de Textos básicos para seminarios latinoamericanos, Telal -
Vol. IX –2, CELAM, Bogota 2 2002, 17-18 con bibliografía.

3
candidatos las nuevas y verdaderas dimensiones de la existencia. La iniciación equivale a
una verdadera regeneración y se la puede considerar también una maduración espiritual;
e) participando de los ritos de iniciación el individuo adquiere una singular identidad
respecto a los no iniciados. 6

En síntesis, la «iniciación» designa las mediaciones o ritos por los que “se entra”
en un grupo determinado, asociación, religión.

2. El concepto de iniciación cristiana

Aunque el fenómeno de la iniciación forma parte de las estructuras


antropológicas fundamentales podemos afirmar que en el culto cristiano ella encontrará
su propia realización. Resulta difícil documentar y valorar el peso que los diversos
factores han tenido en el origen y la organización del antiguo catecumenado cristiano,
aunque si es innegable su influjo, directo o indirecto. En todo caso, no hay duda que el
camino catecumenal y la iniciación sacramental, previstos por la Iglesia antigua,
presentan autonomía y originalidad respecto a los itinerarios de las religiones mistéricas.

Los elementos específicos de la iniciación cristiana son 7:

— En primer lugar, el contenido de la iniciación cristiana. La iniciación tiene


como finalidad la inserción en el Misterio pascual de Cristo. Es decir, el cristiano se
inicia al Misterio pascual. La nota característica es el carácter personal de este misterio.
No se trata de un elemento mítico, sino estrictamente histórico, no se trata de una
doctrina, sino de una persona. No es la entrada en una comunidad que se autoabastece de
sentido, sino la comunión con el Dios revelado por Jesucristo en la unidad del Espíritu
Santo.

— En segundo lugar, corresponde a las mediaciones de la iniciación: en el


cristianismo no se realiza la iniciación por cualquier mediación comunitaria, sino por la
mediación de la comunidad de la Iglesia. La comunidad de los “iniciados” tiene un papel
muy activo durante todo el proceso de iniciación. La Iglesia introduce al candidato al
misterio de Cristo, y a la vez hace descubrir las riquezas de su propio misterio. Es decir, a
la vez que incorpora a Cristo, incorpora al cuerpo de Cristo. La iniciación sucede en la
Iglesia, por la Iglesia y para la Iglesia. Dentro de esta comunidad las mediaciones se
individualizan en la palabra, la celebración, la caridad, los ministerios: aquí encontramos
los sacramentos de la iniciación -bautismo, confirmación y eucaristía-: acciones del
Señor resucitado que sale al encuentro de los hombres en la Iglesia ofreciendo su
salvación. Es decir, son realidades simbólicas, elementos visibles a través de los cuales
Cristo comunica con su presencia lo que los símbolos significan: el misterio en la historia.
La Iglesia inicia al misterio, no por cualquier medio mágico, sino por aquellos ritos y
símbolos que manifiestan, contienen y realizan el misterio, de modo que estos ritos son, al
mismo tiempo, medio y objeto de la iniciación.

— En tercer lugar la actitud de fe evangélica y de participación activa que se


exige al propio sujeto iniciado. Debemos tener en cuenta que el “hacerse” un cristiano no
depende solamente de las acciones que el hombre pueda hacer, de sus posibilidades, sino,
6
M. ELIADE, Miti, sogni, misteri = Cultura nuova, Ed. Rusconi, Milano 1986 2, 232.
7
Cf. D. BOROBIO, La iniciación cristiana, Ed. Sígueme, Salamanca 1996, 37-39.

4
sobre todo, de la misteriosa acción de Dios, de la acción de su gracia. Al hombre se le
exige la fe evangélica, tal como es transmitida por la Iglesia y una transformación radical
de conversión interna.

La iniciación cristiana es, por un lado, iniciativa, gracia y don divino, pues es Dios
mismo quien actúa y, por otro lado, constituye una respuesta personal y comunitaria. La
originalidad esencial de la iniciativa cristiana consiste en el hecho de que Dios tiene la
iniciativa y la primacía en la transformación interna de la persona y en su integración a la
Iglesia haciéndola participar en la muerte y resurrección de Cristo. 8

En general, podemos describir la iniciación cristiana como aquel proceso por el


que una persona es introducida al misterio de Cristo y a la vida de la Iglesia, a través de
una mediaciones sacramentales y extrasacramentales, que van acompañando el cambio de
su actitud fundamental, de su ser y existir con los demás y en el mundo, de su nueva
identidad como persona cristiana creyente. 9

3. La iniciación cristiana: unidad celebrativa y teológica

Notamos que «iniciación cristiana» es una expresión nueva respecto a la


tradición lingüística del cristianismo, sobre todo en Occidente. No es una expresión
procedente del lenguaje bíblico, sino religioso, en particular de aquellas antiguas
religiones llamadas “mistéricas”, Por lo tanto, cuando el cristianismo adopta el lenguaje
de la iniciación, no habla su lengua propia, sino la de la sociedad en la cual se
encuentra. Pero, en todo caso, la expresión es conocida en la tradición patrística 10 y ha
sido sustancialmente recuperada en el actual lenguaje cristiano, en particular en el
sacramental, para indicar, el proceso complejo, no solo el ritual, a través del cual el
hombre y la mujer se hacen cristianos.

El vocabulario de la iniciación cristiana fue acuñado por los Padres de la Iglesia en


relación con la disciplina del arcano. Pero luego de un largo eclipse en el Medioevo y un
tímido uso en el Renacimiento fue revalorizado sobre todo con el movimiento litúrgico
del siglo XIX para designar los sacramentos del bautismo, confirmación y eucaristía. En
el siglo XX se lo usa cada vez más entre los liturgistas y los teólogos. La recuperación
oficial sucede sobre todo con el concilio Vaticano II, en sus diversos documentos. El
concilio afirma que el bautismo, la confirmación y la eucaristía son “sacramentos de la
iniciación cristiana” (cf. AG 14, PO 2, SC 65, 71). Esta expresión ha entrado en el título
del ritual del bautismo de adultos, denominado Ritual de la iniciación cristiana.

Es paradigmático el texto de Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia:


Los que han recibido de Dios la fe en Cristo por la Iglesia, deben ser admitidos con
ceremonias litúrgicas al catecumenado... Después, liberados, mediante los sacramentos
de iniciación cristiana, del poder de las tinieblas, muertos, sepultados y resucitados con
Cristo, reciben el Espíritu de hijos de adopción y celebran el memorial de la muerte y
resurrección del Señor con todo el Pueblo de Dios”. 11
8
Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones, 9.
9
Idem., La iniciación cristiana, o.c., 33.
10
Cf. P-M GY, La notion chrétienne d’initiation, en: La Maison-Dieu 132 (1977) 33-54, en particular 18-
28.
11
AG 14.

5
Independientemente de la validez del término, el redescubrimiento de la unidad
que caracteriza los tres primeros sacramentos de la vida cristiana es un valor ya adquirido,
una conquista que necesita conservar y consolidar. Bautismo-confirmación-eucaristía son
un conjunto sacramental, que forman una unidad teológica y no sólo celebrativa. Al decir
de A. Nocent la iniciación cristiana se presenta como un sacramento que comprende tres
etapas sacramentales. 12

El concepto de iniciación aporta dos afirmaciones que cuestionan la pastoral y la


manera espontánea de enfocar el bautismo, la confirmación y la primera comunión. En
primer lugar pone el acento en la unidad de estos tres sacramentos, cuando en nuestra
consideración han llegado a ser ampliamente autónomos. En segundo lugar llama la
atención sobre cómo se llega a ser cristiano, es decir, por iniciativa divina más que por
voluntad propia.

3.1 La iniciación cristiana y la unidad del Misterio pascual

La primera afirmación significa que se es cristiano por la entrada en el Misterio


pascual, es decir, en la muerte y resurrección de Cristo; en el don del Espíritu Santo y en
el nacimiento de la Iglesia. Por lo tanto no se llega a ser enteramente cristiano sólo por
el bautismo, sino que llegar a ser cristiano es ser inmerso en la muerte y resurrección de
Cristo (bautismo) y ser ungidos por su Espíritu (confirmación), con vistas a constituir el
Pueblo de Dios convocado el domingo para escuchar la palabra que el Padre le dirige y
darle a Él las gracias y comulgar todos juntos (eucaristía).

Hay pues una unidad entre estos tres sacramentos por los cuales uno es insertado
en el Misterio pascual. Llegamos a ser cristianos sumergiéndonos por el bautismo en la
muerte y resurrección de Cristo, recibiendo el Espíritu Santo en la confirmación y
reuniéndonos para ser alimentados con la Palabra de Dios y con el pan y el vino
consagrados en la eucaristía. La comunión eucarística sella la inserción en el Cuerpo de
Cristo.

TERTULIANO describió en modo sintético, este proceso sacramental subrayando la


unidad: “La carne es lavada para que el alma sea purificada; la carne es ungida para
que el alma sea consagrada; se hace una señal en la carne para que el alma sea
robustecida; con la imposición de la mano se protege la carne para que el alma sea
iluminada por el Espíritu; la carne es alimentada con el cuerpo y la sangre de Cristo
para que también el alma pueda nutrirse de Dios”. 13

Se descubre fácilmente el vínculo que une los tres sacramentos de la iniciación:


el Bautismo: el sacramento del ser cristiano; la Confirmación: el sacramento del actuar del
cristiano y la Eucaristía: el sacramento de la actuación de la Nueva Alianza realizada de
una vez para siempre, pero que debe ser celebrada para manifestar la plenitud de esta
comunión entre Dios y el hombre.

San Agustín, en uno de sus sermones a los neófitos, expresó con gran fuerza de
imágenes la dinámica que une los tres gestos sacramentales de la iniciación cristiana y el
12
A. NOCENT, Iniciación cristiana, en: NDL 1052.
13
TERTULIANO, De Resurrectione mortuorum, 8,3: CCL 2,931.

6
progresivo perfeccionamiento que ellos operan en el creyente: “Mediante la humillación
del ayuno y el rito del exorcismo habéis sido como molidos. Llegó el bautismo, y habéis
sido amasados con el agua para convertiros en pan. Pero todavía faltaba el fuego, sin el
cual no hay pan. ¿Qué significa el fuego, es decir, la unción con aceite? Puesto que el
aceite alimenta el fuego, es símbolo del Espíritu Santo... Después del agua llega el
Espíritu Santo, que es el fuego, y os convertís en el pan, que es el cuerpo de Cristo... Sed
lo que veis y recibid lo que sois”. 14

La iniciación sacramental implica un antes y un después que forman una sola


realidad con los ritos sacramentales. La iniciación cristiana es, de hecho, un camino, o un
proceso formativo que comprende etapas sacramentales. El CATECISMO DE LA IGLESIA
CATÓLICA da una descripción de la iniciación cristiana en estos términos: “Desde los
tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que
consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Y
comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida
del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del
Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística” (CEC 1229).

Todo esto se encuentra resumido en el RICA n. 34: “Según costumbre muy


antigua, conservada en la liturgia romana, el adulto debe ser confirmado
inmediatamente después del bautismo, a no ser que se opongan a ello razones
verdaderamente graves. Se manifiesta así la unidad del Misterio pascual, la relación
entre la misión del Hijo y la efusión del Espíritu Santo, como también la unión entre los
sacramentos, con los cuales, la Santísima Trinidad llega a los bautizados”.

En este texto se indica una disciplina a seguir: a un adulto se lo bautiza y se lo


confirma inmediatamente después. Luego se dan las razones: la unidad del Misterio
pascual; la íntima relación entre las misiones “ad extra” y la unidad de los tres
sacramentos, es decir de la «iniciación cristiana».

Hay que reconocer que nuestra pastoral no sólo distingue sino que separa, en
celebraciones sacramentales y reflexiones teológicas y pastorales, lo que estaba unido
en otro tiempo y se celebraba al mismo tiempo, volviendo cada vez más autónomos a
los tres sacramentos a lo largo de la historia en occidente.

3.2 Ser cristiano por los tres sacramentos de la iniciación cristiana

El concepto de iniciación cristiana nos ayuda a comprender que nos hacemos


cristianos por la celebración de los tres sacramentos. Esto pone en evidencia la iniciativa
divina. Uno no se bautiza a sí mismo, lo bautiza alguien, señal de que la gracia nos
viene de Dios, a través del gesto que realiza ese alguien. Lo mismo pasa con la
confirmación. El verbo “confirmar” sólo se conjuga en pasiva (soy confirmado y no yo
me confirmo). Los sacramentos se reciben. Esto pone de relieve un rasgo fundamental
del cristianismo: Dios da el primer paso, la única condición es asentir, corresponder, dar
el sí.

14
Cf. AGUSTIN, Discurso 227 y 272: PL 38, 1099-1101; 1246-1248. Traducción castellana en: Obras
completas de San Agustín XXIV, Sermones (4º) 184-272 B, BAC, Madrid 1983, pp. 286; 768.

7
De acuerdo al RICA, para los nuevos bautizados de la Pascua, después de la
celebración de los sacramentos de la iniciación viene el tiempo de la mistagogía: “El
tiempo de la mistagogía tiene por objeto situar los nuevos bautizados en un tiempo de
existencia conforme a lo que ellos han recibido y han llegado a ser por los sacramentos
de la iniciación cristiana” (RICA n. 21).

La misma existencia de un tiempo mistagógico está indicando la necesidad de


prestarle atención al post-sacramento, principalmente por la invitación a la eucaristía
dominical. El RICA funda principalmente en la misa dominical la perseverancia de los
nuevos bautizados y su integración en la Iglesia.

El modelo de la iniciación cristiana es muy pedagógico. Los tres sacramentos son


participación en el Misterio pascual de Cristo, pero de modo diverso. En modo inicial en
el bautismo-confirmación, plenamente en la eucaristía; una sola vez en los dos primeros
sacramentos, repetidamente en la eucaristía. La eucaristía, porque puede repetirse a lo
largo de la vida, hace permanente hasta la muerte la iniciación inaugurada por el
bautismo-confirmación. La eucaristía es sacramento de la iniciación, pero también es
sacramento de los iniciados. 15 Nos hacemos cristianos por dos actos concretos, que son
irrepetibles (bautismo-confirmación) y por un tercero, repetible, que nos introduce en la
permanencia invitándonos todos los domingos a encontrar a nuestros hermanos en la
mesa de la Palabra y de la eucaristía.

El análisis del concepto de iniciación cristiana nos lleva a un redescubrimiento


de la importancia de la eucaristía, como cumbre de la iniciación cristiana, pero a su vez,
sacramento de los iniciados. Así, el gran mérito de la iniciación cristiana es situar a cada
uno de los tres sacramentos en su lugar, dentro de un marco de interpretación global,
poniendo de relieve al más importante de ellos, la eucaristía.

La invitación a la eucaristía dominical nos hace comprender que lo realizado


radicalmente en nosotros, una vez por todas, se debe materializar a lo largo de nuestra
existencia, en las distintas circunstancias que ella nos hace vivir. Según el modelo de la
iniciación cristiana, el sacramento de la «continuidad» es la eucaristía, a la que estamos
invitados todos los domingos, más que la confirmación que se celebra una sola vez en la
vida. Se pregunta, a este respecto, P. de Clerck, si la mayoría de las veces los esfuerzos
de la pastoral juvenil están bien orientados. ¿No sería más eficaz, para la inserción en
una comunidad de la Iglesia, acudir regularmente a la celebración eucarística que ser
impresionado por una fiesta de un día? ¿No es el momento de atrevernos a resaltar no el
“precepto dominical” sino la invitación del Señor a su mesa, todos los domingos? 16

La iniciación cristiana, es decir, la incorporación a Cristo y a la Iglesia implican


un proceso en el cual el momento sacramental es un elemento originario y constitutivo,
aunque tal proceso no puede ser reducido al solo momento ritual de los sacramentos. No
se tiene una verdadera iniciación cristiana que no sea a la vez iniciación o experiencia
consciente y progresiva de fe. La fe precede, acompaña y sigue al sacramento. Por otro
lado, la fe no se debe concebir como un elemento exterior o yuxtapuesto respeto al acto
sacramental, sino constitutivo a la estructura misma de tal acto. Los sacramentos de la

15
Cf. M. AUGÉ, Liturgia. Historia, celebración, teología, espiritualidad, Biblioteca litúrgica 4, Centre de
Pastoral litúrgica, Barcelona 1995, 84.
16
L-M RENIER (ed.), Exultet. Enciclopedia práctica de la Liturgia, Ed. Mensajero, Bilbao 2002, nota 2,
221.

8
iniciación cristiana deben ser considerados en el contexto global de la maduración libre
y comprometida de la fe. 17

Conclusión

¡No habrá nueva evangelización sin renovar profundamente las estructuras de la


iniciación cristiana! 18

Sin perder de vista, además, otra perspectiva ya señalada en Medellín y Puebla: el


principal desafío para la Iglesia y el Evangelio en América Latina es la injusticia es-
tructural que atenaza y empobrece al mayor Continente cristiano del mundo, sin que ni
la fe ni los sacramentos hayan conseguido incidir adecuadamente en el compromiso
social de os cristianos (DP 437 y 902).

Renovar, pues, nuestras de iniciación exige también redescubrir y potenciar la


dimensión social-libertadora de todos los sacramentos cristianos, y especialmente de los
tres sacramentos de iniciación. Los signos del amor de Dios revelado en Jesucristo por
excelencia, celebrados en la Iglesia por la fuerza del Espíritu que le resucitó de entre los
muertos, no puede concebirse en nuestro contexto de pecado y de muerte sin
interpelarnos sobre la presencia del mal y comprometernos con la solidaridad fraterna.
He aquí otra tarea urgente de la iniciación cristiana, que no puede entenderse al margen
de la misión de la Iglesia en el mundo y el compromiso por la construcción del Reino.

Concluyamos afirmando, sin temor de exagerar a la luz de todo lo hasta aquí expuesto,
que la iniciación cristiana constituye hoy, en América Latina, un formidable desafío, del
que depende en gran parte el éxito de la nueva evangelización y el futuro de la misma
Iglesia. Como afirman nuestros Obispos en APARECIDA: “Tenemos un alto porcentaje de
católicos sin conciencia de su misión de ser sal y fermento en el mundo, con una
identidad cristiana débil y vulnerable. Esto constituye un gran desafío que cuestiona a
fondo la manera como estamos educando en la fe y como estamos alimentando la
vivencia cristiana; un desafío que debemos afrontar con decisión, con valentía y
creatividad, ya que en muchas partes la iniciación cristiana ha sido pobre o fragmentada.
O educamos en la fe, poniendo realmente en contacto con Jesucristo e invitando a su
seguimiento, o no cumpliremos nuestra misión evangelizadora. Se impone la tarea
irrenunciable de ofrecer una modalidad operativa de iniciación cristiana que además de
marcar el qué, dé también elementos para el quién, el cómo y el dónde se realiza. Así
asumiremos el desafío de una nueva evangelización, a la que hemos sido reiteradamente
convocados” (nn. 286-287.

17
M AUGE, L’iniziazionesa cristiana. Battesimo e Confermazione = Manuali e Sussidi per lo studio della
Teologia, Libreria Ateneo Salesiano, Roma 2004, 22-23.
18
M. A. KELLER, La iniciación cristiana. Bautismo-Confirmación, o.c. 56-57.

You might also like