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Judaísmo

Se llama judaísmo a la religión y a las formas de organización políticas y


culturales propias del pueblo hebreo, que nacieron a partir del culto a un
único Dios y del destierro de los judíos, que partieron en busca de la Tierra
Prometida guiados por Moisés. El libro elemental del judaísmo, en el que
aparecen todas sus leyes y todos sus principios, es la Torah, que significa
“ley”, en la que se conserva la palabra de Dios y que sirve de base para todos
los ritos, rezos e interpretaciones.

Se calcula que la religión judaica tiene más de 3.500 años de historia, lo que
la convierte en la más antigua de las religiones monoteístas. Además, se
considera que sirvió como fuente de inspiración para las otras dos grandes
religiones monoteístas: el cristianismo y el islam, con las que guarda muchas
similitudes y con las que comparte algunos textos sagrados.

El origen del judaísmo y los libros sagrados

Según la tradición judaica, tanto la Torah como el sacramento de la


interpretación y la plegaria de las leyes de Dios proceden de Moisés, quien
recibió el libro del propio Yahvé. Posteriormente, la exégesis de los textos
sagrados condujo a la elaboración de otros libros elementales para los
judíos, como son el Talmud o la Mishná, que son resultado de la exégesis de
la palabra de Dios. El conjunto de todas estas obras da lugar a lo que se
conoce como la ley judaica, que es observada de diversos modos
dependiendo de la corriente del judaísmo de la que se trate.

Por otra parte, cabe señalar que el contenido de la Torah se corresponde con
el de el Antiguo Testamento, de tal modo que la única diferencia entre la
Biblia de los judíos y la de los cristianos es que los primeros no aceptan el
Nuevo Testamento como libro sagrado ni comprenden la figura de Jesucristo
como hijo de Dios sino como mero profeta.

El hecho fundamental dentro de la historia y la naturaleza del judaísmo se


encuentra en el destierro de los judíos de Babilonia y de Egipto, lugares
donde eran tratados como esclavos y donde eran sometidos al politeísmo
pagano, y en la aparición de Yahvé a Moisés en el monte Sinaí, donde le
entregó las tablas de la ley y estableció un pacto con el pueblo hebreo.
Este hecho determina en gran medida el carácter exclusivista de la religión
judaica. El judío es el pueblo elegido, el que se salvará si es capaz de
acometer el cumplimiento de la ley, y se diferencia de todos los demás
pueblos en que tiene un destino especial, elegido por el propio Dios.

Según los historiadores, la expulsión de los judíos de Babilonia y su


persecución en Egipto se debe sobre todo a su postura religiosa. Al igual que
sucedió después con el cristianismo en Roma, los judíos suponían un peligro
para las otras formas de religión existentes en la región, que con su
politeísmo aceptaban la convivencia pacífica de un gran número de
creencias y deidades.

Sin embargo, el judaísmo creía en un solo Dios excluyente, que significaba la


vanidad de los demás dioses a los que se rendía culto. Por otra parte, la
existencia de una nueva ley también implicaba la negación de las leyes ya
vigentes.

El Dios judío y la diversificación del judaísmo

El Dios judío se caracteriza por su carácter omnipotente y omnisciente; es un


dios que lo ve y lo puede todo, por lo que es el creador y el juez de todo lo
que existe. Sus atributos y la forma de rendirle culto aparecen precisamente
descritos en la Torah en los libros tercero y cuarto, que se corresponden con
el libro del Pentateuco de la Biblia cristiana.

La expansión de los judíos a lo largo y ancho de todo el mundo condujo al


establecimiento de distintas tradiciones dentro del propio judaísmo, que sin
embargo se mantuvieron fieles a los principios elementales de la religión.

Ya en los orígenes de la religión se establecieron diferentes formas de credo,


encarnadas por los saduceos, los fariseos y los esenios.

Los primeros, los fariseos, no sólo creían en la Torah sino también en la ley
oral judaica. Además creían en la inmortalidad del alma, el castigo a los
infieles y la resurrección de los justos. Se enfrentaban a los saduceos porque
éstos creían únicamente en la Torah por lo que negaban la validez de la ley
oral.

Los fariseos constituyeron una de las primeras formas de judaísmo, y se


hicieron con la ortodoxia del movimiento religioso hasta el siglo II de la era
moderna.
La secta de los saduceos, por su parte, nació después que la de los fariseos, y
negaron la validez de la ley oral por motivos políticos antes que religiosos.

Los esenios, por último, constituían una secta minoritaria y fueron


contemporáneos de los fariseos y los saduceos. Compartían muchas ideas y
prácticas con ellos, sin embargo, por motivos políticos, se retiraron al
desierto con el fin de preparar la llegada del Mesías.

Cabe reseñar que el judaísmo parece ser una religión destinada a la


emigración y a la segmentación, debido a que identifican su religión con su
propia raza y con la exclusividad de su cometido, lo que la enfrenta a otras
formas de comprender el mundo y la religión. Así, el judaísmo no es sólo un
credo, sino también una cultura antiquísima y una forma de política y
economía.

El nombre de los judíos

Los judíos son conocidos de diversas formas. Así, se les llama hebreos
porque se considera que el primer judío fue Abraham, quien es también el
fundador de otras religiones monoteístas. Según la tradición, Abraham
habría sido el primer hombre en recibir la llamada y la palabra del único
Dios.

Por otra parte, según la Biblia el nieto de Abraham, que se llamaba Jacob,
recibió el nombre de Israel, por lo que también se conoce a los judíos como
israelitas, haciendo referencia tanto a la persona de Jacob como a la Tierra
Prometida a la que debían dirigirse.

El concepto de judío es el más tardío y común de todos, y hace referencia a la


tierra de Judá, de Judea.

Las doctrinas y los principios elementales del judaísmo

A partir del reconocimiento de la Torah el Talmud y el valor de la ley oral, el


judaísmo se halla constituido por una serie de preceptos, leyes e
instituciones elementales que se practican en las más diversas regiones del
mundo.

Si la Torah contiene la palabra misma de Dios, el Talmud y


la Mishná incluyen las interpretaciones de las que ha sido objeto el libro
sagrado y las distintas leyes que se han creado oralmente. Las mayores
diferencias entre las distintas comunidades judías radican precisamente en
la aceptación de las leyes orales, el Talmud y la Mishná.

A grandes rasgos, estos libros sagrados incluyen siete preceptos


elementales, universales para todo el judaísmo, y que consisten en no
cometer idolatría (no adorar a otras divinidades), no utilizar el nombre de
Dios en vano (no perjurar), no asesinar, no robar, no mantener relaciones
sexuales fuera de la ley judía, no comer carne de animal y pretender siempre
lo justo.

Como se puede observar, estos preceptos o mandamientos, exceptuando el


sexto, son muy similares a los que integran la religión cristiana.

Además de estos siete preceptos fundamentales, la Torah contiene otros 613


preceptos menores, de los cuales la mayor parte incitan a la no acción y a la
pasividad.

Estos preceptos, que son los que aparecen en el libro fundacional del
judaísmo, pueden variar a partir de las diversas interpretaciones que se
hagan de la Torah.

El conjunto de todas estas leyes junto con sus diversas interpretaciones dan
lugar a lo que se conoce en el mundo hebreo como Halajá, que es
el corpus legal de la religión judía, y que puede variar dependiendo de la
aceptación o no del Talmud y la Mishná.

Los ritos y las fiestas del judaísmo

Entre los ritos que se siguen de la ley judía destacan la circuncisión, que es el
rito iniciático de los hebreos, al que le siguen los referidos a la forma de
alimentarse, a la forma de orar a Dios o al número de veces que hay que ir a
la sinagoga, así como a los diferentes ritos de confirmación de la fe.

El templo en el que se rinde culto al dios judío se llama sinagoga, y en ella se


leen los pasajes elementales de la Torah tres veces a la semana,
constituyendo el Shabat, el sábado, el día sagrado de mayor relevancia, en el
que no se suele trabajar.

Al igual que sucede en todas las grandes religiones monoteístas, el


calendario judío está lleno de fiestas sagradas, entre las que destaca la
Pascua, que es completamente distinta a la cristiana.
En la Pascua judía se conmemora el éxodo judío desde Egipto a la Tierra
Prometida de la mano de Moisés, atravesando el mar Rojo, recibiendo las
tablas de la ley y originando así el culto mismo.

Dentro de la celebración de los sábados destaca uno por su crucial


importancia. Se trata del Yom Kipur, el sábado por excelencia, en el que se
suele confirmar la fe de los jóvenes judíos y en el que se establece su
madurez.

Las instituciones religiosas dentro del judaísmo

Como sucede con el cristianismo, el judaísmo en tanto que institución


religiosa está conformado por una serie de figuras y ritos. El personaje más
importante dentro de esta jerarquía religiosa es la del rabino, que es el
encargado de guiar a su pueblo dentro del camino de la religión y la política.
Así, el rabino no sólo decide qué es lo más conveniente desde un punto de
vista religioso, sino también qué es lo más sensato desde un punto de vista
social.

Por ello, el rabino es considerado como una especie de sabio, como una
persona de gran cultura y preparación que es capaz de tomar decisiones
dentro de las más diversas circunstancias. El rabino es además un experto
en la lectura y en la interpretación de la Torah, y suele estar familiarizado
con las distintas exégesis que se recogen en el Talmud y en la Mishná.

La sinagoga, que es lugar en el que se reza y en el que se reúne la comunidad


hebrea, supone una réplica metafórica del templo de Jerusalén, lugar al que
peregrinaban los primeros judíos para orar y rendir culto a Yahvé hasta que
fue destruido en los inicios de la era moderna.

Dentro de las plegarias que se entonan en la sinagoga destaca


particularmente una, en la que se afirma el carácter único y necesario de
Yahvé. Los judíos deben rezar esta u otras oraciones tres veces al día,
pudiendo extenderse a cuatro o incluso cinco veces si se trata del Yom Kipur.
Con estas oraciones se sustituyen los viejos ritos de los primeros judíos, que
eran mucho más profanos y violentos y comprendían el sacrificio de
animales vivos.

La institución de la sinagoga denota además muchas de las costumbres


culturales y sociales del pueblo judío. Así, es absolutamente necesario que
haya diez varones en la sala, de lo contrario no se pueden celebrar los ritos
elementales del culto.
La Tierra Prometida

Para el judaísmo, dentro de todas las regiones que constituyen el mundo en


el que se hallan disgregados existe una tierra especial, que ya aparece en la
Torah y que constituye el centro de su culto. No en vano, los judíos
distinguen entre la tierra santa y el resto del mundo, al que llaman diáspora.

Esta tierra santa es la de Israel, y su importancia y presencia en el mundo


hebreo es trascendental. Por otra parte, algunos de los ritos elementales del
judaísmo sólo se pueden cumplir estando en Israel, que se halla llena de
vestigios de los orígenes de la religión.

Entre los lugares más destacados de la Tierra Prometida destaca el muro de


las lamentaciones, que es uno de los restos que aún se conservan del templo
de Salomón, elemento primordial en la historia del judaísmo. Los judíos van
a este muro asiduamente a lamentarse por los pecados y a pedir perdón a
Yahvé, con la Torah entre las manos e inclinándose hacia él.

Por otro lado, el judaísmo, al constituir una unidad religiosa, cultural y


política, no sólo basa su identidad en el reconocimiento de un lugar sagrado,
sino también en la adopción de una lengua propia, que es el hebreo. La
importancia de esta lengua radica en que es la lengua que empleó Yahvé
para comunicarse con Moisés y es la lengua en la que está escrita la Torah
por lo que es considerada por los judíos como una manifestación sagrada del
propio Dios.

El hebreo se habla actualmente en Israel después de años de decadencia que


casi lo llevaron a su desaparición. Su recuperación se debe en gran parte al
movimiento sionista (“Sión” es uno de los nombres bíblicos que recibe
Jerusalén), responsable a su vez del nacimiento del moderno estado de
Israel y del movimiento de liberación nacional del pueblo judío.

En la actualidad, el judaísmo se halla repartido por todo el mundo,


destacando las comunidades de América Latina, la India, norte de Europa,
los Estados Unidos e Israel.

Desde un punto de vista plástico, los judíos se hacen representar por la


estrella de David y un candelabro que consta de siete brazos, que se conoce
como menorá y se halla presente en la mayor parte de los templos antiguos
judaicos.
Significado de la vida
Por los últimos dos mil años, los judíos de la diáspora han tenido muchas
oportunidades para expresar su coraje y dar todo por sus creencias judías.
Consideren a Natán Sharansky – una persona que estuvo dispuesto a pasar
años de tortura física y psicológica por seguir siendo judío.

Los párrafos de la historia judía están llenos de miles de Sharanskys. Ya sea


durante la inquisición, las cruzadas, los pogroms y otras persecuciones y
expulsiones - los judíos han dado su vida por el judaísmo.

Para la mentalidad occidental “sacrificar la vida por una creencia” suena como
una acción por demás drástica! ¿Tiene lógica alguna lo que nuestros
antepasados hicieron? ¿De dónde sacaron la fuerza para dar su vida en lugar
de aceptar otra religión?

Rabí Akivá y el Shemá

Una de las leyendas que más inspiran en el judaísmo es la de Rabí Akivá. A


pesar de que empezó a estudiar el alef-bet (abecedario) a los cuarenta años
de edad, fue tal su aplicación en el estudio que se convirtió en el sabio más
grande de los tiempos del Talmud.

En el siglo I los romanos trataron de eliminar al judaísmo y decretaron leyes


que prohibían el estudio de la Torá. Para defender a nuestro pueblo y nuestra
cultura Rabí Akivá reunió a todos sus discípulos y les enseñó Torá.

Los romanos arrestaron a Rabí Akivá y lo ejecutaron brutalmente


arrancándole la piel de su cuerpo por medio de peines de acero.

Mientras era torturado, Rabí Akivá alegremente recitaba el Shemá: “Escucha


Israel, El Señor es nuestro D-os, el Señor es Uno”.

Sus estudiantes exclamaron: “Rabino, ¿no sólo debemos dar nuestra vida por
el honor de D-os, sino que debemos hacerlo con alegría?”.

Contestó Rabí Akivá: “Toda mi vida luché para poder santificar el Nombre de
D-os incluso con mi propia vida y ahora que tengo la oportunidad, con
felicidad lo hago”.

¿Fue Rabí Akivá un superhombre? ¿Cómo puede ser que esta "oportunidad"
le dio tal placer que oscureció por completo la agonía de la muerte?!.

El Verdadero Placer

Un fundamento básico en el judaísmo es que no hay nada que un ser humano


pueda hacer por D-os. D-os no tiene necesidades y al mismo tiempo nos da
todo: agua, aire, comida, sol. Nos da la Torá como las instrucciones para
poder sacarle el mejor provecho a la vida.
En el Shemá Israel, estamos ordenados amar a D-os "bejol nafshejá" - con
toda nuestra alma. Tienes que estar dispuesto a sacrificar tu vida antes de
negar a D-os.

Si las mitzvot son para nuestro beneficio… ¿cómo es que esto puede ser
placentero para nosotros?

Porque nos brinda claridad y compromiso. Si puedes percibir algo tan


importante, que estarías dispuesto a sacrificar tu propia vida por ello,
entonces tu vida tiene un peso, un propósito y una dirección. Hasta que no
sepas por lo que estás dispuesto a morir, no has empezado a vivir.

Los placeres materiales son necesarios aunque no se pueden comparar con


placeres mayores como lo son el amor y el significado de la vida. Imagínate
que te ofrecen 10 millones de dólares por uno de tus hijos. Después de
rechazar la oferta, estarías impresionado del precioso valor de ese niño!
Puede ser que siempre hayas sabido su valor en un plano intelectual, pero
ahora se convierte en algo real para ti.

Similarmente, cuando has encontrado una causa tan elevada que estarías
dispuesto a dar tu vida por ella, cuando realmente vives por ella, lo haces con
una fuerza y un placer desmesurado.

Este es el secreto del heroísmo judío. Esta es la razón por la cual tantos
judíos a través de la historia han sacrificado sus vidas por aquello en lo que
creían. Porque morir por D-os es un placer mayor… que vivir sin Él.

Vive Por Aquello Que Estás Dispuesto a Morir

Una vez conocí a una persona que vivía con este principio.

Zeev vivía en Israel cuando los británicos estaban en el poder. Él era


miembro de un movimiento de liberación clandestino judío, cuyo objetivo era
echar a los ingleses.

Durante los cuatro años en los que Zeev estuvo en este movimiento, él
estaba alejado de su familia y sus amigos - forzado a trabajar como un
trabajador interino sin tener la posibilidad de hablar a casa. Cada día
caminaba por las calles, prestando mucha atención, porque los ingleses
estaban constantemente parando gente y revisándola. Cualquier judío que
fuese encontrado cargando un arma sería matado.

Un día, los ingleses hicieron una revisión sorpresa, y Zeev fue arrestado. Se
dieron cuenta que era parte del movimiento clandestino judío y lo torturaron
para sacarle más nombres. Zeev perdió una pierna por el maltrato.

En 1948, cuando los ingleses se retiraron, Zeev fue liberado. Se casó,


construyó un negocio y crió una numerosa familia.

Él cuenta:

“Viendo hacia atrás en mi vida, incuestionablemente el mejor periodo de mi


vida fue haber sido miembro de ese movimiento clandestino. Es verdad, la
mayoría de esa época fue miserable, pero cada momento me sentía
completamente vivo. Estaba viviendo por algo por lo que estaba dispuesto a
morir”.

La Vida No es Comodidad

La comodidad es increíble pero no es significativa.

Un tonto es por demás capaz de llevar una vida cómoda. No sufre mucho.
Disfruta del helado, insulta a las moscas que se paran en su cabeza, siempre
está con una sonrisa… su vida es p-r-e-c-i-o-s-a.

Pero no experimenta nada más allá de su helado. Carece de la capacidad de


apreciar placeres más allá del físico - relaciones sociales, significado y
espiritualidad.

Vivir solo por placeres materiales y comodidad no es realmente vivir. También


necesitamos entender el significado más profundo y existencial de la vida.
Tarde o temprano, cada ser humano se enfrentará con la cruda y fría
pregunta: “¿De qué se trata la vida?”.

El Propósito en la Vida Judía

Infinidad de grupos darían su vida por diferentes causas. Los iraníes, los
iraquíes, los kurdos… la lista no tiene fin. Entonces ¿qué tiene de especial el
pueblo judío?

A través de los años, el destino y la misión de los judíos ha sido enseñar el


monoteísmo. Los judíos no mueren por ellos, sino por la humanidad.
Transmitiendo el mensaje de monoteísmo y amor al prójimo, seguimos siendo
una “luz entre las naciones” y por eso preservamos el mensaje de esperanza
de una paz mundial.

Este concepto tenía una claridad tal, que le daba a los judíos un placer más
grande que cualquier placer material en la tierra. Rabí Akivá entendió esto.
Cuando se le pidió dar su vida por D-os, entendió la idea tan claramente, que
inclusive experimentó alegría al hacerlo. Sabía que se estaba conectando con
algo más precioso que su propia vida.

A pesar de las horribles persecuciones, los judíos siempre hemos apreciado


la vida porque siempre entendimos nuestro poder para cambiar al mundo. Sin
embargo, enfrentados a la conversión o a la muerte, sabíamos que debíamos
luchar o morir para dejar el mensaje judío vivo.

Sin tanta terquedad y adherencia a nuestra fe, el pueblo judío nunca hubiera
podido hacer un impacto tan grande en las ideas y valores de la civilización
mundial.

Nuestros abuelos entendieron esto y por eso es que todavía hoy somos
judíos.
Es por eso que le enseñamos a nuestros hijos a decir el Shemá: “Escucha
Israel, El Señor es Nuestro D-os, El Señor es Uno”.

Si quieres vivir, sé sincero. Analiza por lo que estarías dispuesto a morir y


después de eso estarás genuinamente vivo.

Shakespeare dijo: “Un cobarde muere muchas veces. Un valiente sólo


muere una vez”. Todos vamos a morir. La pregunta es: ¿quieres vivir?
BiografÃa del autor:

Rav Noaj Weinberg fue el fundador y director de Aish HaTorah Internacional.


Por más de 40 años con sus programas educacionales atrajo a cientos de
miles de Judíos de vuelta a su herencia.

Que la lectura de este artículo sea un mérito para elevar su alma.

Muerte

Una de las tantas paradojas de la historia judía es que en tanto que el pueblo judío ha conocido la
muerte antinatural y prematura como una compañera constante probablemente más que cualquier
otra nación, cultural y espiritualmente los judíos están notablemente despreocupados por la muerte
y el más allá.

En el Exodo de Egipto, los judíos abandonaron una colosal civilización obsesionada con la muerte
y que dedicó mucha energía espiritual y recursos materiales a los preparativos para el más allá.
Este culto a la muerte fue uno de los males de los que Moshé extrajo a los Hijos de Israel,
orientándolos hacia la vida. “Vida” es sinónimo de todo lo que es enaltecido en la Creación. Uno de
los Nombres de Di-s es “Di-s de la vida”. La Torá es descripta como “Torá de la vida”. La Torá
misma habla de “vida y bondad” como una y la misma cosa. Las “Aguas Vivientes” son vistas como
una fuente de pureza. La muerte es la negación de la realidad Divina en todas sus
manifestaciones.

La creencia judía de que “este mundo es la antecámara del próximo” bien puede haber inspirado la
especulación gentil masiva acerca del cielo, el infierno y el purgatorio, pero, en contraste, la
tradición y literatura judía se aboca sólo a una escasa exploración del paraíso. El judaísmo no hace
intento alguno por olvidar la muerte o sofocarla con júbilo falso. “Los muertos no alaban al Señor, ni
tampoco lo hacen quienes descienden al silencio de la tumba. Pero nosotros bendeciremos al
Señor desde ahora y por siempre jamás ¡Aleluy-a!”, proclama el Salmista.

La reluctancia natural para aceptar la muerte se expresa en la convicción de que los


verdaderamente justos realmente no mueren sino que “parten” o “suben” a un plano diferente. Así,
Maimónides escribe de Moshé: “Con él ocurrió lo que en otra gente se llama muerte”. Se dice que
“los justos viven incluso en la muerte, mientras que los malvados ya están muertos mientras viven”.
Aquí tenemos nuevamente el paralelismo de que bondad es vida y vida es bondad, en tanto que
maldad es muerte, y muerte es maldad.

El enfoque judío respecto de la muerte es que se trata de un problema que debe ser resuelto por y
para los vivientes. La muerte, la preparación para la muerte, y el luto, están todos hilvanados en la
fibra de la vida cotidiana. La esencia del luto no es pesar por los difuntos, sino más bien compasión
hacia los sobrevivientes parientes en su soledad.
“No solloces por el hombre muerto que ha hallado descanso”, decía una antigua elegía, “sino llora
por nosotros que hemos encontrado lágrimas”. La ley judía prescribe que todas las elegías hechas
en funerales son a la vida y a los miembros sobrevivientes de la familia.

La congoja se define dentro de, como si fuera, murmullos concéntricos de intensidad decreciente.
El murmullo en el primer día de sucedida la muerte es el más fuerte y crítico. También poderoso,
pero algo menos, es en la primera semana de duelo. Los períodos sucesivos son los primeros
treinta días y los primeros doce meses, convirtiéndose, con el paso del tiempo, en cada vez menos
dolorosos.
En todo momento se toman precauciones contra las impropias explosiones de violenta ansiedad.
Hay un expresa advertencia contra la automutilación como símbolo de simpatía por el muerto, y
quién habla ya del suicidio a fin de acompañar al difunto.

La confrontación personal con la muerte, quizás la prueba más dura para un individuo y para una
cultura, es por supuesto frecuentemente encontrada en la erudición judía. Las muchas variantes de
este tema presentan un aspecto en común — el encuentro con la muerte es observado como un
momento trascendental de la vida, con el que hay que encontrarse siendo meritorio. A diferencia
de muchas otras culturas, el judaísmo no acepta que algún tipo particular de muerte sea gloriosa
per se — con una única excepción, a la que hemos de regresar.

Incluso en los tiempos bíblicos, la muerte de un héroe no era observada como un logro glorioso; el
ideal era que el hombre “duerma con sus padres” y que transmita la riqueza de su vida y fortaleza
a aquellos que vienen tras él.
Una obra especial, llamada “el Libro de la Partida”, que describe las muertes de los padres de la
nación, destaca constantemente la necesidad de mantener una postura serena y confiada frente al
enemigo, la muerte. Se nos convoca a estar de pie frente al Angel de la Muerte y dispuestos con
toda tranquilidad a devolver “el nexo de la vida al Señor tu Di-s”.
No obstante, hay un tipo excepcional de muerte que los judíos consideran gloriosa, y que llamamos
“santificación del Nombre de Di-s”. El martirio soportado en aras de la santificación del Nombre de
Di-s es un acto público realizado en medio de la santa comunidad, pues el sacrificio imparte un
sentido adicional de santidad a los vivos. Cuando es martirizado de esta manera, el judío abraza la
muerte en aras de los supervivientes, para que su dedicación al modo de vida judío pueda
fortalecerse.

En este contexto, podemos comprender el carácter extraordinario del Kadish. Inicialmente, esta
antigua plegaria no estaba vinculada a la muerte o al difunto, y era parte ordinaria de la liturgia.
Sólo en un período relativamente posterior, a comienzos de la Edad Media, cuando la progresiva
persecución trajo el martirio frecuente, el Kadish se convirtió en una plegaria de muerte. Sin
embargo, en él está ausente siquiera la más sutil insinuación de reproche a Di-s, quien es loado a
lo largo de toda la plegaria, glorificado y santificado.
La actitud básica del judaísmo hacia la muerte, introducida con la expulsión de Adam del Jardín del
Edén, es que no se trata de un fenómeno natural inevitable. La muerte es la vida enferma,
deformada, pervertida, desviada del flujo de santidad que se identifica con la vida. De modo que
lado a lado con una sumisión estoica a la muerte, hay una terca batalla contra ella en el nivel físico
y cósmico. La muerte, cuyo representante es Satán, es considerada el peor defecto del mundo. El
remedio es la fe en la resurrección.
En última instancia, “muerte y maldad” –y una es equivalente a la otra– son rechazadas como
efímeras. Ellas no son parte de la genuina esencia del mundo y, como el desaparecido Rabí Kook
enfatizó en sus escritos, el hombre no debería aceptar la premisa de que la muerte saldrá siempre
victoriosa.
En la lucha de la vida contra la muerte, de ser contra no ser, el judaísmo manifiesta su no-creencia
en la persistencia de la muerte, y sostiene que es un obstáculo temporario que puede y ha de ser
superado. Nuestros Sabios, profetizando un mundo en el que no habrá más muerte, escriben:
“Nos estamos acercando cada vez más a un mundo en el que hemos de vencer a la muerte, en el
que estaremos por encima y mucho más allá de la muerte”.

Rabino Adín Eben-Israel

http://www.tora.org.ar/seccion/comenzando/

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