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RESUMEN
Para muchos pueblos indígenas, la ciudad se constituyó históricamente como un
espacio de exclusión y dominación que los relegó en los confines de la idea misma
de modernidad. Sin embargo, la construcción y reproducción de espacios colecti-
vos permite hoy a estos pueblos resignificar su presencia y renegociar su posición
en el mosaico urbano. Este artículo apunta a entender las recomposiciones territo-
riales que derivan de esta situación, basándose para ello en un trabajo de campo
(entrevistas, observación participante y revisión de archivos) realizado entre los
años 2013 y 2014 con asociaciones mapuches de la comuna de La Pintana, ubi-
cada al sur del Gran Santiago. Junto con describir el proceso migratorio mapuche
en Chile y las modalidades de constitución de una territorialidad mapuche urbana,
se analiza el surgimiento de rukas en el transcurso de los últimos quince años en
La Pintana. Se concluye de este análisis que la ciudad participa plenamente de las
dinámicas territoriales que animan el mundo mapuche contemporáneo.
Palabras clave: Mapuche, Santiago de Chile, espacio urbano, territorialidad, geo-
grafía indígena.
ABSTRACT
For many indigenous peoples, the city was historically constructed as a space of
exclusion and domination that relegated them to the confines of the very idea of
modernity. However, the current construction of collective spaces enables them to
renegotiate their position within the urban fabric. This article aims at understand-
ing the territorial reconfigurations that have arisen in this context, using data col-
lected through a fieldwork (interviews, participatory observation and archival re-
search) conducted between 2013 and 2014 with indigenous groups in La Pintana,
located within the metropolitan area of Santiago. In addition to describing the
processes of Mapuche migration in Chile and the modalities by which an urban
territoriality is being formed, we also analyze the emergence of rukas over the last
fifteen years in La Pintana. We conclude that urban areas clearly form a portion of
the contemporary Mapuche territorial dynamics.
Key words: Mapuche, Santiago de Chile, urban space, territoriality, indigenous
geography.
La presencia indígena urbana es un he- Por su parte, Peters (2011) señala que,
cho cuya creciente importancia es conocida desde mediados de 1990, las investigaciones
y documentada desde ya varias décadas, realizadas en Canadá en torno a la cuestión
sabiendo que los así llamados “urbanos” pue- indígena urbana han permitido aseverar que
den incluso llegar a representar, en algunos no había incompatibilidad en ser a la vez
países, un sector mayoritario con respecto al indígena y urbano. Esta autora insiste, ade-
total de población indígena. Es en particular más, en que la continuidad existente entre el
el caso de Chile donde, según las cifras del medio urbano donde han migrado muchos
censo del año 2002, 65% de la población indígenas y el universo comunitario de ori-
indígena residiría en el medio urbano (INE, gen invita a repensar tanto el sentido como
2005). En Chile como en otros países de la validez de la categoría “indígena urbano”.
América Latina, la ciudad se está imponiendo Como lo afirma, “los que viven dentro y fuera
de hecho como un lugar central e ineludible de la ciudad son parte de una misma comuni-
en la geografía de los territorios indígenas. dad indígena, y las ciudades y las reservas se
De tal modo que parece cada vez más difícil, conectan en la medida que los individuos cir-
por no decir riesgoso, abordar la cuestión te- culan entre estos espacios” (Peters, 2011: 92).
rritorial indígena sin considerar o contemplar
de alguna manera su dimensión urbana. La Por otro lado, estos trabajos han también
comunidad científica en general, y los geó- evidenciado que la ciudad logra ser apropia-
grafos en particular, no han sido indiferentes da por los migrantes mediante la inscripción
a esta realidad. Lo atestigua, entre otros, y reproducción de sus identidades –tanto
la publicación de varios libros colectivos individuales como colectivas– en determi-
(Howard & Proulx, 2011; Newhouse & Peters, nados espacios. Se puede hablar al respecto
2003; Peters, 2012; Peters & Andersen, 2013; de un proceso de territorialización, a través
Sejersen et al., 2008) y dossiers temáticos en del cual un grupo se apropia simbólica y
revistas como Etudes/Inuit/Studies (Kishigami materialmente de un determinado espacio,
& Lee, 2008), Acta Borealia (Dybbroe et al., inscribe su identidad, lo dota de significado y
2010) o Environment and Planning A (Morgan lo convierte finalmente en territorio, usando
& Gulson, 2010), en que aparecen numerosas para ello de un variado repertorio de accio-
contribuciones firmadas por geógrafos. nes y mecanismos. Son estos mecanismos de
territorialización que nos interesa entender
En estos trabajos, las realidades indíge- en este trabajo y que proponemos examinar a
nas urbanas están analizadas desde entradas través del caso mapuche en Chile. Buscamos
temáticas diversas y en contextos regionales visualizar cómo el territorio mapuche, histó-
que abarcan desde el Ártico hasta Australia, ricamente confi nado al centro-sur del país,
pasando por Canadá, Estados Unidos, Nueva se ha ido extendiendo a la ciudad, y recon-
Zelanda e incluso por Japón. Pero lo que más figurando en ella, mediante procesos migra-
llama la atención es el cambio experimenta- torios que lo transformaron tanto en su forma
do en el enfoque con que se han abordado como en su naturaleza. Se demuestra, de este
dichas realidades desde la geografía. Como modo, que los territorios indígenas no son en-
lo han demostrado Anderson y Jacobs (1997) tidades inmutables y ahistóricas, sino que de-
para el caso australiano, las transformaciones ben ser entendidos como objetos geográficos
operadas en el campo de la geografía cultural dinámicos y en constante redefinición.
en el transcurso de los 1980 y 1990 han faci-
litado una En América Latina, si bien la situación de
los pueblos indígenas en el medio urbano ha
“[...] transición de una geografía cultural sido ampliamente discutida por las ciencias
cuyo propósito es la descripción de una sociales, pocos son los trabajos que proponen
entidad dada (los indígenas urbanos) a un análisis desde una perspectiva geográfica.
una geografía cultural que se interesa en Podemos citar, sin embargo, la obra de Hier-
los procesos complejos de definición, ne- naux-Nicolas (2000; 2005), enfocada en las
gociación y reivindicación de lo indígena migraciones indígenas y las modalidades de
(la indigeneidad y la ciudad)” (Anderson y asentamiento y reproducción identitaria en el
Jacobs, 1997: 14). área metropolitana de México. Más reciente-
mente, y para el caso que nos interesa en el
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rápidamente superados, debido a una presión Pues, el hecho de establecer y otorgar parce-
demográfica cada vez más fuerte en su inte- las individuales en propiedad a cada jefe de
rior. Notemos, por ejemplo, que entre 1929 familia en las antiguas reducciones inhibió,
y 1963, el promedio de tierras disponibles en por una parte, la capacidad de redistribución
las reducciones pasó de 6,1 ha a 1,8 ha por de los lonkos5. Por otra parte, dicho proceso
persona, lo cual llevó un número importante no consideró los derechos de quienes, por
de individuos a migrar en busca de mejores distintos motivos, no se encontraban al mo-
alternativas fuera del ámbito reduccional (Al- mento de las mensuras y posterior entrega de
monacid, 2008). los títulos de dominio, viéndose así privados
de un acceso a la propiedad.
La ciudad se presentó, en este contexto,
como un destino privilegiado para muchos Pese a la evidencia del fenómeno, durante
migrantes que se orientaron tanto hacia los muchos años, los censos de población siguie-
centros urbanos regionales, cercanos a las re- ron encapsulando a la población mapuche en
ducciones, como hacia las principales urbes una exclusiva y atemporal identidad campe-
del país. Es de notar que, bajo el impulso del sina. Al prevalecer la reducción como único
Plan General de Fomento Industrial, y en par- y restringido marco de referencia para censar
ticular con la creación de la Corporación de la población mapuche, no se consideró la
Fomento de la Producción (CORFO) en 1939, condición étnica de los migrantes estableci-
las grandes urbes chilenas se convirtieron en dos en los distintos centros urbanos del país.
polos de atracción para muchos migrantes Se realizó sin embargo un primer recuento
provenientes de distintos sectores rurales del oficial en 1952, aunque ciñéndose al caso de
país, en busca de trabajo y mejores condicio- Santiago, donde se registró un total de 875
nes de vida. El punto es que, al generar nue- mapuches. Según Munizaga (1971), se habría
vas fuentes de empleo, el proceso de indus- subestimado una realidad mucho más sig-
trialización impulsado acarreó un importante nificativa, considerando que tan solo en los
fenómeno de expansión y crecimiento urba- registros electorales de la provincia de San-
no. La instalación e inauguración en 1950 de tiago se contaba ya, en ese entonces, cerca
la planta siderúrgica de Huachipato en la de 10.000 inscritos portando por lo menos un
conurbación Concepción-Talcahuano –el apellido de origen mapuche. Otra estimación,
área metropolitana más grande del país des- arrojada por Saavedra (2002), señala que,
pués de Santiago– es un ejemplo paroxístico para el año 1966, cerca de 40.000 mapuches
de aquello, siendo un factor determinante en ya se habían establecido en las distintas ciu-
los importantes procesos migratorios que se dades del país. Por su parte, Stuchlik (1976)
generaron hacia la zona a partir de la década considera que esta cifra se habría acercado
de 1950 (Aliste, 2010). más probablemente a las 100.000 personas.
En lo que respecta a los mapuches más Las cosas cambiaron recién a partir del
específicamente, se estima que, ya en la año 1992, cuando se incorporó oficialmente,
década de 1960, entre 15% a 25% de esta por primera vez, la pertenencia étnica como
población había migrado fuera de su comu- variable dentro del Censo de Población.
nidad de origen. En el transcurso de los años Los resultados del Censo de 1992 dejaron
1970, el antropólogo Stuchlik (1976) con- entonces en evidencia una realidad que con-
sideraba que casi la mitad de la población trastaba fuertemente con la representación
mapuche masculina en edad adulta ya había que la sociedad chilena se había forjado de
migrado. La posterior sistematización del los pueblos indígenas. Contrarrestando el
proceso de división de la propiedad indígena, imaginario de un mapuche rural, ligado a la
impulsada por el régimen militar a partir de vida en reducción y una cultura tradicional
1979 (Rupailaf, 2002), contribuyó induda- casi inmutable, el Censo de 1992 develó una
blemente a acentuar el fenómeno migratorio. insospechada tasa de urbanización –cerca del
Cuadro N° 1
Datos demográficos de la población mapuche en los censos de 1992 y 2002
Figura N° 1
Distribución de la población mapuche en Chile en 2002
Figura N° 2
Densidad de población mapuche en las comunas del Gran Santiago
lugar, en este sentido, a lo que Gissi (2001) comunitarias como juntas de vecinos, centros
defi ne como un proceso de producción in- de madres o centros culturales y artísticos
cesante de diferenciación y autosegregación, que, hasta el día de hoy, constituyen pla-
haciendo del barrio un nuevo grupo sociote- taformas formales de organización depen-
rritorial de referencia. Así también, la activa- dientes de los municipios10. Si bien muchos
ción de estos lazos constituye una plataforma mapuches se sumaron en las organizaciones
esencial para la inserción laboral del grupo comunitarias como meros pobladores, estas
familiar en el medio urbano, considerando pudieron constituir, en ocasiones, el espacio
que “una cantidad importante de familias de una “etnicidad clandestina” que, hasta
mapuches [ejercen] una actividad económi- comienzo de los 1990, no tuvo ningún canal
co-productiva de carácter asociativo, donde formal de expresión11. Pues, tanto las políti-
habitualmente varios miembros de la familia
[comparten] una misma actividad” (Aravena,
2002: 374). Junto con permitir la cohesión
del grupo familiar, estas lógicas económicas 10 Las organizaciones comunitarias fueron formalmen-
acompañan, consolidan y participan plena- te establecidas en 1968 por la Ley N° 16.880 sobre
mente de un proceso de territorialización Juntas de Vecinos y demás organizaciones comuni-
tarias, la cual fue refundada en 1989 por la Ley N°
que, como ya lo señaló Valdés (1996), se 18.893 sobre organizaciones comunitarias territoria-
materializa en la reestructuración del lof en el les y funcionales.
espacio urbano. 11 En los sectores de alta concentración mapuche,
algunas Juntas de Vecinos en particular pudieron
asemejarse a verdaderas organizaciones étnicas, com-
Al asentarse en determinados barrios de poniéndose sus directivas tal un consejo comunitario
la periferia urbana, muchos mapuches empe- actuando en representación de las distintas familias
zaron también a participar en organizaciones en presencia.
GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 135
DE CHILE
vecindario13. En el caso de las A.I. más re- proyectan sus acciones y buscan el reconoci-
cientes, en cambio, notamos que fueron miento de un espacio propio.
emergiendo en el surco de las primeras, in-
centivadas por las nuevas disposiciones de la Y es, en primer lugar, el reconocimiento
legislación indigenista. de un espacio institucional, de un lugar for-
mal en la administración municipal, lo que
Este proceso fue particularmente fuerte motiva la acción colectiva indígena en el me-
en la Región Metropolitana donde, ya al año dio urbano. Esta búsqueda se ha plasmado,
2004, se registraba la existencia de más de un en muchas comunas de la Región Metropoli-
centenar de A.I. (Millaleo, 2006). Más allá de tana, a través de una petición por establecer
este aparente dinamismo, la gran cantidad de Oficinas de Asuntos Indígenas (OAI) con
A.I. registradas no reunía sin embargo más de el fin de “[ejecutar] las políticas públicas,
4.858 adherentes, considerando además la [orientar] a la población respecto a la insti-
posibilidad de inscripciones simultáneas de tucionalidad en materia indígena, [apoyar] la
ciertos individuos en dos o más entidades. solicitud de certificados de calidad indígena y
Descontando las inscripciones múltiples, la el proceso de postulación a la Beca Indígena
cifra de adherentes participando en las A.I. que entrega la JUNAEB” (Carmona, 2014: 97-
registradas el año 2004 en la Región Metro- 98). Como lo veremos más adelante, el muni-
politana se reducía entonces a 4.373, es decir cipio de La Pintana fue el primero, en 1996,
apenas 2,5% de la población mapuche a ni- en implementar su OAI, pero rápidamente
vel regional (Millaleo, 2006). Hoy, el número lo siguieron otros municipios de la región14,
de asociaciones habría ascendido a cerca de donde se diseñaron:
doscientas (Carmona, 2014).
“[...] programas de promoción y atención
Un movimiento mapuche estructurado a la población mapuche, entre los que se
en torno al municipio encuentran jardines de infantes “étnicos”,
bibliotecas y centros culturales. Dentro de
Trabajos previos realizados en el área estos programas se destaca un creciente
metropolitana de Concepción han permitido interés por la medicina tradicional admi-
demostrar el peso del parentesco en la con- nistrada por los machi o chamanes, quie-
formación y configuración de las A.I. que nes ocupan un lugar central dentro de los
tienden, en consecuencia, a arraigarse en procesos de reapropiación y resignifi ca-
determinados barrios o sectores de determi- ción de la cultura mapuche en contextos
nadas comunas (Sepúlveda, 2011). La fuerza urbanos” (Bello, 2002: 42).
de estos vínculos ha hecho de la comuna
el marco de referencia del tejido asociativo Para impulsar estas políticas y asegurar in-
mapuche urbano que, pese a una tasa rela- cluso su conducción, se ha vuelto común ver
tivamente baja de participación, ha tenido dirigentes mapuches presentar su candidatura
una presencia notable y cada vez más sig- en elecciones locales, y en particular en las
nificativa, particularmente en el ámbito mu- elecciones municipales donde codician tanto
nicipal. El municipio se ha ido convirtiendo los cargos de concejal como de alcalde 15.
efectivamente en un escenario propicio para
que las A.I. cobraran existencia, plasmaran
su protagonismo y se hicieran visibles. Es ahí 14 Al día de hoy, se ha establecido un total de 27 OAI
precisamente donde los dirigentes mapuches en toda la Región Metropolitana (Carmona, 2014).
urbanos plantean sus movilizaciones, donde 15 Esta dinámica participa de un proceso mayor que
ha marcado la evolución histórica del movimiento
mapuche. Los líderes de las primeras organizaciones
del período postpacificación ya habían visualizado
su participación en el sistema político formal, a
13 Para profundizar en esta materia, invitamos a través de los comicios, como una posibilidad de
consultar las entrevistas realizadas por Aravena inferir en la toma de decisiones que podrían afectar
a distintos dirigentes mapuches de Santiago y a su destino como pueblo. De este modo, varios han
publicadas en el libro “Mapuches en Santiago. sido los dirigentes de alguna organización mapu-
Memorias de inmigrantes y residentes. Relatos che que lograron ser elegidos como diputado en el
para una antropología implicada sobre indígenas transcurso del siglo XX. Así también, con la redemo-
urbanos” (Aravena, 2007). cratización del país, la elección de los alcaldes y,
GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 137
DE CHILE
lín22, ferias costumbristas, entre otros eventos “Nuestra organización se llama Inchiñ
claves de la esfera asociativa mapuche de Mapu y es una de las primeras asociacio-
la comuna. Esta modalidad de observación nes que se funda aquí en nuestra comuna
participante, junto con un trabajo de revisión de La Pintana. Nosotros nos conformamos
bibliográfica, permitió complementar los tes- como asociación de hecho en el año
timonios obtenidos a través de las entrevistas 1993 y legal en el año 1995 […]. Esta
formales. asociación se crea por una necesidad de
la familia y opta por reunir a personas que
Proceso asociativo y organización socio- son parientes nuestros, para poder trabajar
política en la mantención cultural y por la necesi-
dad que existe como mapuche de estar re-
Como fuera señalado más arriba, se ad- unidos, de mantener la cultura, mantener
vierte cierta tendencia de la población mapu- nuestras tradiciones”23.
che urbana a concentrarse en determinados
barrios y villas. En La Pintana, específicamen- La creación de la OAI de La Pintana, en
te, es en las poblaciones Villa España, San Ra- noviembre de 1996, fue decisiva en este
fael, Eleuterio Ramírez, Santiago de la Nueva proceso, al poner de manifiesto entre sus
Extremadura, y el sector El Castillo donde lineamientos estratégicos la relevancia de la
se observan las concentraciones más signi- participación de los pueblos originarios en
fi cativas de esta población. Junto con con- las decisiones del municipio, y la necesidad
formar espacios claves de sociabilidad para de rescatar y recrear su cultura en el contexto
los mapuches de la comuna, estos sectores urbano. La OAI, que desde sus inicios depen-
constituyen una base territorial sobre la cual de institucionalmente de la Dirección de De-
se articula, en la actualidad, un importante sarrollo Comunitario (DIDECO), se creó por
movimiento asociativo mapuche cuyos oríge- la acción conjunta de dirigentes indígenas
nes es, como en muchas otras comunas de la y autoridades locales, y es atendida hoy día
región, anterior a la promulgación de la legis- por tres funcionarios. Su presupuesto –27 mi-
lación indigenista postdictatorial. Notamos, llones de pesos, destinados en gran medida a
al respecto, que el primer hito del proceso solventar los honorarios de los funcionarios–
asociativo y de organización sociopolítica proviene de la municipalidad, y es aprobado
mapuche en La Pintana fue la conformación, anualmente por el concejo municipal (Car-
a principio del año 1990, de la organización mona, 2014).
Rayen Mapu en el sector El Castillo. Son
varias las organizaciones que, al igual que Desde la creación de la OAI hasta la
Rayen Mapu, ya se habían conformado –por fecha, su labor se ha materializado en un
ejemplo como organizaciones comunitarias– incremento de la asociatividad indígena en
o simplemente tenían una existencia “de he- La Pintana, donde las 13 A.I. activas al día de
cho”. En la mayoría de los casos, después del hoy reúnen el 3,15% de la población mapu-
año 1993, estas agrupaciones solicitaron su che de la comuna (Cuadro N° 2). En terreno,
personería jurídica, conformándose entonces la OAI trabaja directamente con 10 de estas
en Asociaciones Indígenas (A.I). De acuerdo a asociaciones que apoya a lo largo del año, en
las entrevistas realizadas, muchas de estas or- la realización de actividades como la cele-
ganizaciones surgieron a raíz de una iniciati- bración del año nuevo mapuche, el Día Inter-
va familiar, generalmente con el propósito de nacional de la Mujer Indígena, torneos de pa-
rescatar la identidad mapuche en la ciudad: lín, talleres de cultura y derechos indígenas,
postulación y renovación de la Beca Indígena
de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Be-
cas (JUNAEB), gestión de proyectos externos,
reuniones de coordinación y promoción de
22 El palín es un deporte tradicional del pueblo mapu- la medicina mapuche en consultorios, entre
che muy similar al hockey sobre césped. Consiste
en el enfrentamiento de dos grupos, entendiéndose
dicho enfrentamiento como una especie de “guerra
ritual” en la que se establece una conexión con los
ancestros y se determina una jerarquía entre los par- 23 Entrevista realizada a J.H., el 2 de mayo de 2014, en
ticipantes. La Pintana.
140 REVISTA DE GEOGRAFÍA NORTE GRANDE
Cuadro N° 2
Asociaciones Indígenas mapuches creadas en La Pintana
otras actividades. Por otra parte, es impor- espacios cedidos a comodato por la munici-
tante destacar también el compromiso y la palidad, y en el caso de la A.I. Taiñ Adkimn
participación activa de algunas A.I. en movi- por la Universidad de Chile (Thiers, 2012).
lizaciones de carácter más político, relativas Antes de esta fecha, las asociaciones solo
a la lucha por los derechos indígenas a nivel contaban con sedes vecinales prestadas por
nacional. el municipio o, en algunos casos, se reunían
en casas y terrenos particulares de los mismos
Si bien el movimiento asociativo mapu- socios. No obstante, por sus características,
che se logró posicionar y visibilizar de este estos espacios no se adecuaban a las necesi-
modo como un actor importante de la vida dades de las organizaciones que empezaron a
social y comunitaria en la comuna, careció buscar otras alternativas.
durante muchos años de un espacio propio
que le fuera formalmente reconocido y que La formación de espacios colectivos
por lo mismo empezó a reclamar. El año mapuches en La Pintana
2000 marcó un punto de inflexión importante
en este sentido, pues una serie de iniciativas, Producto de las movilizaciones y negocia-
tales como la postulación a fondos de cultura ciones de las asociaciones con distintas insti-
(FONDART), fondos CONADI, fondos extran- tuciones, públicas y privadas, el año 2000 se
jeros, y algunos proyectos de universidades levantaron en la comuna dos rukas –vivienda
tradicionales 24, permitieron que las organi- mapuche tradicional–, en el consultorio San-
zaciones mapuches pudiesen establecerse en tiago de la Nueva Extremadura y el jardín
infantil Kipai Antu. Gestionadas por las orga-
nizaciones Ruka Ñanco y Relmu Pichikeche,
respectivamente, estas rukas fueron construi-
24 Precisamente, la Pontificia Universidad Católica de das con la finalidad de recuperar, difundir y
Chile y la Universidad de Chile. practicar la cultura mapuche en La Pintana.
GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 141
DE CHILE
Cuadro N° 3
Espacios colectivos mapuches formados en la comuna de La Pintana
Año de Organizaciones
Nombre del espacio Instituciones involucradas
creación encargadas
OAI de La Pintana
Ruka Consultorio Pontificia Universidad Católica de Chile
Santiago de la Nueva 2002 Ruka Ñanco Consultorio Santiago de la Nueva Extre-
Extremadura madura
Embajada de Canadá
OAI de La Pintana
Ruka Kipai Antu 2000 Relmu Pichikeche
Jardín Infantil Intercultural Kipai Antu
Figura N° 3
Rukas Taiñ Adkimn (izquierda) y Santiago de la Nueva Extremadura (derecha)
mismo diseño que aquellas construidas en las ruka, suele haber una abundante vegetación
comunidades del sur27: su estructura, hecha compuesta, entre otros, de foyes o canelos
de coligüe, eucalipto, pino y totora, es de for- (Drimys winteri), el árbol sagrado del pueblo
ma ovalada, con la puerta principal orientada mapuche, huertos con hierbas medicinales
hacia el oriente, y su superfi cie varía entre y otros elementos de importancia cultural,
1.000 y 5.000 m2 (Figura N° 3). En su interior, como son el rewe28 y los Chemamull29. Des-
todas cuentan con un fogón central, orna- de esta perspectiva, las rukas no parecieran
mentaciones como telares, textiles, cuelgas estar insertas en un contexto urbano, inten-
de vegetales, cerámicas, instrumentos musi- tando más bien reproducir el entorno de las
cales, etc. Algunas lucen también elementos comunidades de origen en el sur del país.
no tradicionales como piso de radier, cerá-
mica, luz eléctrica, agua potable, televisores, De hecho, los espacios de las rukas sue-
camillas, equipos musicales y otros materia- len también ser utilizados para la celebración
les de utilidad para las distintas actividades de ceremonias y rituales tradicionales de gran
programadas. En las inmediaciones de la importancia que permiten reconectar los ur-
banos con el mundo comunitario de origen.
El wiñoy xipantu o we tripantu, el año nuevo
mapuche, por ejemplo, se celebra todos los
27 Las rukas, que habían desparecido de los campos
años en cada una de las rukas de la comuna,
del sur tras la implementación de subsidios para
la vivienda rural en el transcurso de los años 70, usualmente entre los días 21 y 24 de junio, al
volvieron a aparecer en las últimas dos décadas, en momento del solsticio de invierno. Es común,
el surco del desarrollo turístico. Desde mediados en este tipo de instancias, la asistencia de
de los años 90, el turismo ha entrado efectivamente autoridades locales y funcionarios municipa-
con mucha fuerza en las comunidades mapuches,
y las rukas se han impuesto, en este contexto,
les, cuya presencia “propicia una discusión
como un elemento diferenciador, sirviendo de base en torno a la situación actual del pueblo
a un tipo de turismo muchas veces califi cado de
“étnico”. Existe así hoy en día un gran número de
rukas que funcionan tanto como museos, centros
de eventos, o para servicios de hostería. En algunos 28 El rewe es un altar sagrado compuesto por peldaños
sectores, incluso, algunas rukas se han convertido tallados en un tronco de madera y ubicado al centro
en el punto de partida de circuitos que ofrecen al del nguillatué, que es el campo donde se realizan
turista una inmersión “total” en el universo cultural las ofrendas y los sacrificios. Encarna lo divino en la
mapuche. La ruka se ha dado a ver de esta forma tierra, permitiendo al / a la machi acceder al mundo
como un espacio idóneo de reproducción de la sobrenatural y conectarse con los espíritus.
cultura mapuche. Ello explica probablemente que, 29 Los Chemamull son estatuas de madera que repre-
en la ciudad, quienes participan del movimiento sentan las dos parejas de ancianos y jóvenes ma-
asociativo mapuche tiendan a percibir e idealizar a puches. El término se descompone de la siguiente
la ruka como un espacio identitario primordial. manera: Che = persona y Mamull = madera.
GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 143
DE CHILE
Figura N° 4
Ejemplos de actividades desarrolladas en las rukas de La Pintana
lo afirmó una entrevistada, “[la ruka] es un campo”32. Estas características, que remiten
lugar sagrado, esto es lo que nosotros tene- a un ambiente más prístino, permiten indi-
mos en ese pequeño espacio. Para eso está vidualizar y a la vez diferenciar el espacio
ese lugar, nosotros los mapuches tenemos mapuche del entorno urbano. El etnónimo
reuniones, contamos nuestras penas, nuestros mapuche, que significa “gente de la tierra”33,
problemas, nuestros proyectos durante el recobra de esta forma todo su sentido.
año, lo que vamos a hacer, lo que no vamos
a hacer” 31 . A diferencia de otros espacios Es también importante señalar el rol fun-
también utilizados en determinadas ocasio- damental que cabe a la cosmovisión mapu-
nes por las organizaciones, como son algunas che en el proceso de construcción de estos
sedes vecinales o consultorios de la comuna, espacios colectivos. Pues, en las entrevistas,
las rukas permiten a la comunidad mapuche se mencionó que antes de construir y co-
urbana inscribir su identidad y resignificar su menzar a asear el espacio, se debía realizar
presencia en el medio urbano, echando así una limpieza espiritual a través de oraciones
las bases de una geografía mapuche urbana. dirigidas a los ngen mapu, o “dueños de la
tierra”, a quienes se debe solicitar permiso
Rukatun o las fundaciones de una para ocupar el lugar:
geografía mapuche urbana
“Primero se limpió el lugar, y se limpió
Nos interesa dar cuenta, en esta última no con la escoba, se limpió con oración,
parte, de cómo los espacios colectivos cons- porque nosotros creemos en los ngen
truidos en torno a las rukas –el hacer ruka o mapu que son los dueños. Todos los es-
rukatun– contribuyen a territorializar la co- pacios tienen su dueño, el bosque tiene
munidad mapuche de La Pintana. El primer un ngen, el río tiene un ngen, el mar tiene
elemento que merece ser destacado, en este un ngen, todos estos tienen ngen, dueños,
sentido, es la ausencia de correlación geográ- porque ngen significa dueño de un lugar
fica entre los recintos que albergan las distin- específico”34.
tas rukas y las poblaciones o villas con mayo-
res concentraciones de población mapuche. Junto con reafirmar una identidad diferen-
Las rukas y sedes comunitarias mapuches se ciada, el requerir permiso a los ngen mapu
ubican de hecho preferentemente en el sector permite apropiarse simbólica y materialmente
central y noroeste de la comuna, donde se del espacio, informarlo, dotarlo de significa-
halla también la mayor cantidad de servicios do y convertirlo finalmente en territorio. La
públicos: Municipalidad, consultorios, etc. implementación de una ruka responde por lo
(Figura N° 5). tanto a una voluntad colectiva cuya materiali-
zación, en consecuencia, también involucra a
Vale recalcar que estos sectores son tam- todos los miembros del grupo, quienes obser-
bién aquellos donde la disponibilidad de van determinados protocolos y códigos socio-
espacio permitió el establecimiento de las culturales al momento de repartirse el trabajo:
rukas en terrenos amplios y planos. Las entre-
vistas realizadas dan cuenta al respecto de la “Pedro es rukafe, él construyó [la ruka]
necesidad de un entorno que se asimile al de con otros hermanos mapuches varones,
las comunidades de origen, es decir abierto, porque son los hombres quienes deben
natural, sin cemento, silencioso y tranquilo. construir la ruka. Nosotras fuimos par-
Como lo aseveró uno de los entrevistados, te de la ceremonia de autorización del
la ruka “es un círculo un poco más grande espacio acá con la machi; mientras los
donde tú estás hablando con tu tierra, pi- hombres construían la ruka, estábamos
sas tierra, no cemento […], y hay foye, hay
maqui, todo lo que el mapuche tiene en su
Figura N° 5
Población y espacios colectivos mapuches en la comuna de La Pintana
agarrando totoras, preparando comida, sangre latía fuerte cuando entré a la ruka,
enseñándoles a los hijos e hijas como se me cayeron unas lágrimas, era lo mío,
hacía la ruka, pero fue todo familiar, todo como que me reconocí”36.
como comunidad mapuche, como tiene
que ser”35. La ruka remite indudablemente a un en-
torno diferenciado que, para los “mapuches
El proceso de construcción de la ruka del cemento”, evoca la vida en el territorio de
viene entonces a dar cuerpo y sentido a la origen y los reconecta de este modo con sus
formación e idea misma de una comunidad raíces. En este sentido, la ruka no se constitu-
indígena urbana, reflejando asimismo las ye solamente a través de su materialidad, sino
complejas dinámicas de territorialización que se conforma también en un espacio sim-
mapuche en el medio urbano. Al imponerse bólico en el que los mapuches de ciudad se
como un elemento de mucha trascendencia (re)encuentran con su etnicidad, (re)definen
en la (re)producción de la identidad mapuche su identidad y (re)negocian su posición en el
en la comuna de La Pintana, la ruka marca mosaico urbano.
un “dentro” y un “fuera”, afirmándose así
como un espacio diferenciado, propiamente Conclusión
mapuche, visible en el mosaico urbano. Una
de las entrevistadas afirma incluso que Las rukas se han afirmado como elemen-
tos claves en el proceso de territorialización
“la ruka es la embajada de la nación ma- de la población mapuche en La Pintana.
puche, salgo de la ruka y piso Chile, entro Junto con marcar el paisaje urbano con su
a la ruka y piso nación mapuche […]. Mi arquitectura singular, las rukas permiten dar
35 Entrevista realizada a M.H., el 11 de enero de 2014, 36 Entrevista realizada a R.M., el 7 de mayo de 2014,
en La Pintana. en La Pintana.
146 REVISTA DE GEOGRAFÍA NORTE GRANDE