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padecen una disfunción o conflicto, que hacen que se pierda la estabilidad y el equilibrio respecto a la
vertical que regula el laberinto del oído.
El somatosensorial: la tensión o relajación de los músculos del cuello indican la posición de la cabeza.
El visual: nota las variaciones de posición con respecto a determinados puntos de referencia.
El vestibular: el líquido contenido en el aparato vestibular del oído interno se mueve por la gravedad y la
aceleración e informa sobre la posición de la cabeza.
Estos tres sistemas envían información a nuestro cerebro y si alguna de estas informaciones es
contradictoria, el cuerpo lo manifiesta con los síntomas típicos del mareo.
Constitucionales: existen personas con más predisposición que otras a padecer mareos.
Enfermedades orgánicas: lo padecen con más frecuencia personas con enfermedades en el oído,
gástricas y del aparato circulatorio.
Sexo y edad: en general se marean más las mujeres que los hombres y su frecuencia decrece con la
edad.
Actitud postural: en general, colocarse en la parte delantera de los transportes con la mirada fija al
frente, reduce la sensación de mareo.
Factores externos:
Olores: en ciertas personas pueden influir los olores para la producción del mareo. (gasolina, tabaco,
gas…)
Visión: la rápida sucesión de imágenes por delante de nuestra vista acelera la producción del mareo.
Tiempo: hay una relación directa entre el tiempo de exposición y la aparición del mareo, pudiéndose
hablar de un efecto de acumulación.
Velocidad: una velocidad alta, así como cambios de dirección y aceleración bruscos, favorecen la
aparición del mareo.
Por esas razones pueden aparecer mareos con movimientos bruscos que desaparecen a la brevedad,
siempre que no haya patologías que lo ocasionen.