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Fernando Peirone

Mundo extenso
Ensayo sobre la mutación
política global
IV. La máquina

LEWIS MuMFORD primero y Gilles Deleuze después sostuvieron que existe


cierta analogía entre modelos sociales y modelos maquinales. Se trata de
"una correspondencia entre tipos de sociedad y tipos de máquina" donde
las máquinas, sin ser determinantes, "expresan las formaciones sociales
que las han originado y las utilizan': 1 Esta correspondencia, dice Deleuze,
tiene la virtud de volver "visibles" los modos trayectivos de las relaciones
sociales. Mumford, a su modo, lo había demostrado en Técnica y civiliza-
ción, cuando describió la invención del reloj mecánico, en el siglo x1y, y el
modo en que el tiempo racionado gravitó en la organización social de la
modernidad, o cuando describió el modo en que algunos siglos después
la máquina de vapor iba a dialogar con la expansión del capital concen-
trado y la subordinación de la existencia a una lógica racional y utilitaris-
ta. Deleuze agrupa esas correspondencias entre tres binomios que trazan
un trayecto consecutivo y concurrente, entre "sociedad de soberanía" y
"máquinas simples"; entre "sociedad disciplinaria'' y "máquinas energéti-
cas"; y entre "sociedad de control" y "máquinas informáticas".
Ahora bien, ¿cuál es la máquina que guarda correspondencia con la
sociedad actual?, ¿cuál es el equivalente contemporáneo de lo que fue la má-
quina de vapor a fines del siglo xvn para la sociedad capitalista?, ¿cuál es
la mecánica que mejor describe las conductas trayectivas en que devinie-
ron las relaciones sociales de nuestro tiempo? ¿La nueva estructuralidad
de la que habla el trío Derrida-Deleuze-Guattari presenta una mecánica
asequible? Y en tal caso, ¿puede ser trasladada a una máquina?, ¿cuál?

1
Gilles Deleuze, Post-scriptum sobre las sociedades de controi Valencia, Pre-Textos, 1999, p. 7.

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MUNDO EXTENSO

¿Es posible que ese modelo mecánico pueda convertirse o reflejarse en un


nuevo modelo organizacional?
El periodista español Diego Beas, en su libro La reinvención de la po-
lítica, relata una anécdota que por su potencia alegórica puede allanarnos _
el camino hacia la respuesta que demandan estas preguntas. La anécdota se
remonta a mediados de 2004, cuando el entonces candidato a senador por
el estado de Jllinois, Barack Obama, visita Googleplex, la sede de Google en
Mountain View, California. Después de recorrer las instalaciones de la em-
presa junto a Larry Page, uno de los creadores del buscador, el invitado es
guiado hasta una habitación en la que una imagen tridimensional de la Tie-
rra giraba sobre una gran pantalla plana. Ante el evidente anonadamiento
del candidato, Page le pidió a un ingeniero hindú que estaba en la sala que le
explicara eso que lo atraía tanto. Lo que estaba viendo era un mapa "vivd' de
la nube. 2 Las miles de luces que se prendian y apagaban representaban todas
las búsquedas que estaban produciéndose en ese momento. Cada color re-
presentaba un idioma diferente y cuando el ingeniero movió el mouse, Oba-
ma pudo ver los patrones de tráfico de la totalidad del sistema de Internet.
Fue una experiencia muy fuerte, que lo iba a dejar cavilando durante largo
tiempo. Dos años después, ya ungido como senador por el pueblo de Illinois,
Obarna iba a explicar su experiencia en el libro La audacia de la esperanza:

era sobrecogedora, más orgánica que mecánica, como si estuviéramos viendo las
primeras etapas de un proceso evolutivo en aceleración en el que todas las fronte-
ras entre los hombres -nacionalidad, raza, religión, riqueza- se volvían invisibles
e irrelevantes, de forma que un físico en Cambridge, un operador de la bolsa en
Tokio, un estudiante en una aldea remota de la India y el director de un comercio
en Ciudad de México se mezclaban en una constante y vibrante conversación,
con el tiempo y el espacio cediendo ante un mundo tejido enteramente de luz.3

La imagen, dice Beas -y demuestra a lo largo del libro-, calaría en el pen-


samiento de Obama y resurgiría años más tarde en sus discursos, _en sus
conversaciones, e influiría decisivamente en el modo en que iba a concebir
su campaña presidencial.

'Denominación metafórica con que se suele referir a Internet.


1
Diego Beas, La reinvención de la política. Internet y la nueva esfera pública, Buenos Ai-
res, Planeta, 2011, p. 30.
LA MÁQUINA

El mecanismo que describe Obama, más cerca de la fantasía que de


la asimilación, es el de la máquina que mejor expresa a la sociedad actual.
La nube reproduce la lógica relacional con que se «organizan'' los víncu-
los en la actualidad y el caráct_er trayectivo, discontinuo e imprevisible
que adquirieron las prácticas sociales. Su descripción bien podría ser un
aggiornamiento de la metáfora del mundo rescatada por Borges. Pero esa
esfera viva, un tanto informe, centelleante y en constante mutación, es más
que una máquina. Su "irregularidad" organizacional no sólo escapa a las
posibilidades de representación que ofrece la estructura arbórea, sino que
guarda una asombrosa fidelidad con la esfera de Pascal (aquella esfera in-
teligible, cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna)
y con las grafías del mapa rizomático (un mapa que debe producirse, cons-
truirse, siempre desmontable, conectable, invertible, modificable, con en-
tradas y salidas múltiples con sus líneas de fuga). [Véase imagen l].

Imagen 1. La nube.

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MUNDO EXTENSO

La correspondencia que guarda el mecanismo rizomático con la nube es


muy similar a la que el mecanismo de la nube guarda respecto de la "socie-
dad red" que, por ejemplo, describe Manuel Castells. Esta doble correspon-
dencia (esfera de Pascal-rizoma-nube), va de suyo, no se acaba en las asom-
brosas coincidencias que las reúne, tampoco en el plano simbólico; como la
cosmovisión que sostenía la metáfora arbórea, tiene connotaciones políti-
cas y consecuencias reales. Su impronta se ha colado en los más recónditos
intersticios de la vida cotidiana y está presente en las prácticas sociales más
diversas: en la reorganización de los modelos de negocio, en la renovación
del sistema productivo, en la interrupción de la posta generacional, en la
desorientación institucional, en las valoraciones, en la deriva educativa, en
el progresivo abandono del logocentrismo, en la refundación política.

SOCIEDADES

Si tal como lo describe Deleuze, las sociedades de soberanía operaban


con máquinas simples, basadas en palancas y poleas, donde prevalecía el
aprovechamiento, la concentración y la demostración de fuerza; si la so-
ciedad disciplinaria utilizó máquinas energéticas, con el riesgo pasivo de
la entropía y el riesgo activo del sabotaje; si la sociedad de control actuaba
mediante máquinas informáticas y ordenadores cuyo riesgo pasivo son
las interferencias y cuyo riesgo activo es la piratería y la inoculación de
virus; nosotros, actualizando, preguntamos: ¿qué tipo de riesgos pasivos
y activos conlleva la nube, en tanto máquina de la sociedad actual?, ¿cuá-
les son los rasgos empíricos de su operatoria?
La máquina informática que Deleuze ve corresponder con la socie-
dad de control es el modelo maquinal más próximo a la nube; es más: es
la máquina que posibilitaría su desarrollo exponencial -o sea, el descon-
trol- debido a la evolución de los dos riesgos que él mismo menciona: el
riesgo pasivo con la aparición de los prosumidores y la cultura colabora-
tiva, y el riesgo activo con la propagación de la cultura hacker, el copyleft
aplicado y la apropiación pública a escala masiva de los bienes cultura-
les. 4 Quien, por remedo moderno, vea este paso como una nueva etapa

4
Lo que ocurrió con la música y la industria cinematográfica, por dar sólo dos ejemplos
de apropiación pública, tiende a convertir el conocimiento y sus beneficios en patrimonios

50
LA MÁQUINA

producida en el interior de un continuum histórico que reafirma una y


otra vez la estructura arbórea, y por lo tanto un dispositivo cultural de
poder que se r,egenera bajo Ja (in)variante presencia de "lo mismo':- sólo
está generando su propio espejismo. Así como podría decirse que el rizo-
ma "traiciona" la estructura arbórea para representar un nuevo principio
de conexión y heterogeneidad, la nube "traicioná' el continuum históri-
co, interrumpiéndolo. La nube no es una máquina más del proceso que
mantuvo vigente y efectiva la hegemonía de la estructura arbórea, sino
que es la expresión maquinal de una sociedad emergente, con una es-
tructura organizacional diferente. La adopción de su i-lógica, como vere-
mos, disloca la noción de tiempo, territorio, soberanía y representación.
Como ocurría con el centro rector, que rigiendo la estructura esca-
paba a su estructuralidad mientras se sucedía la correspondencia entre
tipos de sociedades y tipos de máquinas que garantizaban su "estado de
excepción': del mismo modo la proliferación de centros demanda una
correspondencia del tipo que -cada vez más- mantiene la sociedad ac-
tual con la nube. Dicho de otro modo, cada cosmovisión genera sus pro-
pias representaciones metafóricas, sus propias estructuras organizacio-
nales y, por lo tanto, sus sociedades.

SOCIEDAD CONEXIONISTA

En este punto, para seguir adelante se hace preciso definir un criterio


sobre lo que entendemos por "sociedad actual". Como cada vez que la
humanidad ha vivido una transición, en este momento abundan las de-
nominaciones que tratan de nombrar -y por lo tanto entender- el mo-
mento histórico que atravesamos. Ya no hay una equivalencia entre las
vivencias cotidianas y el modo en que se las denomina, a partir de lo
cual muchos autores han tratado de encontrar nuevas equivalencias.
Así nos encontramos con la "sociedad red", como la denomina el so-
ciólogo español Manuel Castells en el contexto de la "era de la infor-
mación''. O la "sociedad digital'', como prefiere llamarla el filósofo de

de la humanidad, con una resistencia cada vez menor por parte de los autores (que ya no se
ven como elegidos) y una mutación de los modelos de negocios (diversificación de los ser-
vidos) por parte de las en1presas mediadoras.

51
' ¡Q

MUNDO EXTENSO

la era digital, Pierre Lévy. Tan1bién nos encontramos con denomina-


ciones como "sociedad de la información", "infocapitalismo", "era de la
conexión", o "sociedad del conocimiento': Sin embargo, hay una denomi-
nación adoptada por los sociólogos Luc Boltanski y Éve Chiapello con la
intención de designar "con una sola palabra'' algunas características de lo -
que ellos denominan "el nuevo espíritu del capitalismo': Nos referimos al
término "conexionismo': tornado de la aproximación que realizaron las
ciencias cognitivas entre la informática y la biología cerebral. Estos mo-
delos de inteligencia distribuida de forma "conexionista'', que suelen ser
"traspuestos, de forma más o menos metafórica, al estudio de las cien-
cias humanas': 5 resultan más apropiados para lo que queremos aludir en
este ensayo. Boltanski y Chiapello hablan, para ser precisos, de "mundo
conexionista" (monde connexionniste) y lo utilizan para explicar las rela-
ciones humanas en el contexto de un mundo reticular y flexible (con una
fuerte impronta rizomática), donde los seres se transforman permanen-
temente, debido a la renovación de situaciones que van surgiendo sobre
la marcha. Pero las propiedades de este concepto permiten mayores gra-
dos de relación y aplicación.
La palabra "conexionismo" fue acuñada originalmente por la neuro-
logía. Las bases de las ideas conexionistas se pueden remontar a finales
del siglo xrx, al asociacionismo del filósofo y psicólogo escocés Alexan-
der Bain o a principios del siglo xx, cuando el Premio Nobel de Medicina
español Santiago Ramón y Caja! estableció las bases para los estudios de
redes neuronales y describió la estructura de las neuronas y su forma de in-
terconexión. Pero fue en 1986, con james McClelland y David Rumelhart,
cuando, en el marco de la psicología cognitiva, aparece una nueva teoría
de la mente llamada "conexionismo'', aunque algunos, para diferenciarla de
acepciones anteriores, suelen llamarla "neoconexionisrno': La principal
característica de esta teoría es que incorpora enfoques de la inteligencia
artificial, la psicología cognitiva, la ciencia cognitiva, la neurociencia y la
filosofía de la mente a los fenómenos de la mente y del comportamiento
como procesos que emergen de "redes formadas por unidades sencillas
interconectadas': A diferencia de lo que sostiene la psicología cognitiva
clásica, que utiliza como modelo de referencia las estructuras y los modos

5
Luc Boltanski y :Eve Chiapello, El nuevo espíritu del capitalismo, Madrid, Akal, 2002,
p. 215.

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@_

LA MÁQUINA

representativos de la computadora, en el conexionismo la mente proce-


sa 0 computa información de manera dinámica, no lirieal y de múltiples
dimensiones a partir de vectores de activación eventuales. Estos vecto-
res de acti-Vación no sólo provocan la conexión de unidades conectables,
sino también tienen la capacidad de producir la emergencia de propieda-
des globales inesperadas, es decir de patrones de autoorganización que
no estaban previstos. 6 A partir de este punto decimos que el conexionis-
mo excede los fenómenos mentales y sus trasposiciones metafóricas para
extenderse a fenómenos sociales más amplios, de época. 7 De hecho, la
conexión de unidades que en la teoría de la mente corresponde a las neu-
ronas puede ser homologable a la conexión (interacción) interpersonal,
tanto como la emergencia de propiedades globales emergentes puede ser
homologable a ciertos emergentes de época que, dado su alcance, están
ausentes en los patrones de referencia que tenía el Estado-nación. Se po-
drá decir, y con razón, que la emergencia de facultades globales a partir de
la conexión (interacción) entre partes que se convocan ante contingencias
sociales que lo ameriten es un dispositivo de asociación tan viejo como
las operatorias mentales, pero la novedad está dada por su factibilidad
planetaria. Nunca como hoy el mundo tuvo la posibilidad de ser pensado
y asimilado como una res-publica. La extensión de este carácter público es
lo que termina otorgándole rango de referencia de época y lo que nos per-
mite hablar de sociedad conexionista. Como dice Alain Badiou:

aquello que [hoy] se dice en el lugar político no pretende valer sólo para un
sitio en concreto, sino todo lo contrario [... ] La gente se reúne en el lugar para
valer en todas partes. Y esta extensión inicial va a ser reapropiada desde fuera
por gente que dirá: "Como desde cualquier sitio puedo estar ahí, voy a tratar
de hacer lo mismo': Ahí hay un va-y-viene. Como la subjetividad de aquellos

6
En cibernética, la emergencia de propiedades globales inesperadas designa la manera
en que las interacciones (conexiones) entre los componentes de un sistema generan patro-
nes de autoorganización que estaban ausentes en los subsistemas tomados individualmen-
te. Véase Edgar Morin, Introducción al pensamiento complejo, Barcelona, Gedisa, 1994.
7
En este punto, nuestro pensamiento se acerca al conectivismo de George Siemens, la
teoría del aprendizaje que elaborara junto a Stephen Downes, y que reúne aspectos de neu-
rociencia, ciencia cognitiva, teoría de redes y sus análisis, teoría del caos, sistemas adaptati-
vos complejos y disciplinas afines.

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MUNDO EXTENSO

que han lanzado el asunto es ya una subjetividad de extensión universal, en


sentido inverso se produce una identificación con respecto a ellos.8

Esta extensión universal mantiene una nueva correspondencia con la re-


lación máquina-sociedad, esta vez reflejada en la analogía mente-sacie-,
dad, que reafirma los principios "mecánicos" de la nube, de la represen-
tación física elegida por Deleuze y Guattari con el rizoma, y de su versión
metafórica ("La esfera de Pascal"). Es decir, y para retomar lo que venía-
mos diciendo, el carácter extenso de la sociedad conexionista implica:

• La referencia a un nuevo modelo organizacional.


Un procedimiento social descentrado, no jerárquico y, por su
extensión y versatilidad, global.
Una nueva representación de lo espacial (<lis-locada).
Un proceso de socialización divergente.

Dicho esto, y asumiendo que un modelo organizacional desprendido de


una máquina rizomática corno Internet (sin jerarquía, sin centro, discon-
tinua, interconectada, irreductible) no puede ser otra cosa que una "es-
tructura fluida y no-jerárquica, [una] malla de significaciones diversas y
conectadas las unas a las otras", 9 trataremos de desagregar los modos en
que se proyecta esta lógica i-lógica en la sociedad conexionista.

8 Alain Badiou, '¿Qué significa cambiar el mundo?'; seminario 2010-2011. Disponible

en línea en español: <http://blogs.publico.es/fueradelugar/636/alain-badiou-y-el-15-m-una-


modificadon-brutal-de-la-reladon-entre-lo-posible-y-lo-imposible>.
9 Nicolas Bourriaud, Radicante, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2009, p. 61.

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V. La tecnología

LA TECNOLOGÍA siempre fue un intríngulis difícil de resolver. Su apa-


rente neutralidad y maleabilidad es una trampa hecha a nuestra medida:
nos torna vulnerables frente a nuestros propios afanes, entre otras cosas
porque la tecnología está manejada por nosotros. y el ser humano, bien
lo sabemos, no es una masa uniforme, sino una heterogeneidad dinámi-
ca que garantiza de igual manera el júbilo y el desasosiego, la libertad y el
sometimiento, la solidaridad y la avaricia, el odio y el enamoramiento, la
timidez y la conquista, la gallardía y la cobardía, la nobleza y la envidia,
la naturaleza instintual y el cálculo racional.
Históricamente, los seres humanos hemos utilizado la tecnología
para remediar buena parte de nuestras insuficiencias, pero también es
cierto que, cebados por los logros alcanzados, fuimos generando una es-
calada tecnológica que ha condicionado nuestras vidas y determinado
nuestros vínculos con el mundo. Es decir, y en términos de Gilbert Si-
mondon, "lejos de ser el vigilante de una tropa de esclavos, el hombre
es el organizador permanente de una sociedad de objetos técnicos que
tienen necesidad de él como los músicos tienen necesidad del director
de orquesta': 1 De este modo, la tecnología se fue constituyendo progre-
sivamente en un ambiente amniótico del que ya no podemos desemba-
razarnos, ni ella de nosotros. El filósofo italiano Umberto Galimberti lo
abarca y lo dice con inmejorables palabras:

1
Gilbert Simondon, El modo de existencia de los objetos técnicos, Buenos Aires, Prome-
teo, 2007, p. 33.

SS
MUNDO EXTENSO

Debido al hecho de que habitamos un mundo que está técnicamente organi-


zado en cada una de sus partes, la técnica no es más un objeto de nuestra
elección, sino que es nuestro ambiente, donde fines y medios, objetivos e
ideas, conductas, acciones y pasiones, e incluso sueños y deseos están técni- _
camente articulados y tienen necesidad de la técnica para expresarse. Por
todo esto, habitamos la técnica irremediablemente y sin elección. :t'.ste es
nuestro destino de occidentales avanzados, y todos los que, aun habitándolo,
piensan todavía en encontrar una esencia del hombre más allá de los condi-
cionamientos técnicos, como se suele escuchar a veces, son simplemente los
inconscientes que viven creyendo en la mitología del hombre libre para ha-
cer todas las elecciones -hombre que claramente no existe, excepto en los
delirios de omnipotencia de quienes continúan viendo al hombre siempre
más allá de sus condiciones reales y concretas de existencia-.
Con el término "técnica'' entendemos tanto el universo de los medios (las
tecnologías), que en conjunto componen el aparato técnico, como la racio-
nalidad que precede su empleo en términos de funcionalidad y eficiencia.2

Este modo del devenir -que ha dejado de ser una característica de Occi-
dente para extenderse a todo el planeta- trajo aparejado el temor a una.
tecnología independizada de la voluntad humana, pero a riesgo de resul-
tar fastidiosos, es preciso recordar que la tecnología no es autónoma. Que
durante la modernidad la técnica haya facilitado dispositivos sociales de
vigilancia y de administración cada vez más refinados, con exigencias so-
bre individuos -y cuerpos- que carecían de las herramientas psíquicas y
anímicas necesarias para sobrellevar un contrato social tan severo, no es
endilgable a nadie más que a nosotros. Por más que benjaminianamente
volvamos la vista atrás y, como el Angelus Novus de Paul Klee, sólo vea-
mos las ruinas que ha producido el progreso, no podemos sustraer nues-
tra historia individual de la historia humana. No hace falta haber sido
contemporáneos de las purgas estalinistas, de la Shoá y de las muertes en
vida en las minas de Kolyma, de las matanzas de Armenia, del genocidio
de Ruanda, del millón de muertos en Indonesia y Burundi, de los 100 mil
hombres, mujeres y niños enterrados vivos en los campos camboyanos,
de los centros de detención clandestinos donde desaparecieron 30.000

'Umberto Galimberti, "Psiché y Techné. Introducción': en Artefacto. Pensamientos so-


bre la técnica, núm. 4, 2001.
LA TECNOLOGÍA

argentinos durante la última dictadura militar, de las fosas comunes en


Bosnia y Croacia para que esa historia nos pertenezca. Suena por lo me-
nos ingenuo, sino ridículo, hacer responsable a la tecnología de lo que
nosotros inismos hemos producido, incluyendo el desarrollo de la propia
tecnología. Por eso, cuando nos encontramos con personas que condenan
la tecnología desde una "posición ideológica" como si no usar celular o
no adherir a sus avances alcanzara para establecer una distancia descon-
taminante, no podemos menos que sonreírnos; sencillamente porque no
depende de decisiones individuales. Quien define el uso que se le da a
la tecnología es el ser humano, siempre inmerso en un proceso histórico
que condiciona su mirada y su accionar, y sin que tenga posibilidad de
sustraerse. Y si bien, por lo que nos demuestra la historia, no podemos ser
optimistas sin cierta cuota de intrepidez, tampoco podemos sostener el
credo heideggeriano que ve en el devenir un irrefrenable alejamiento del
Ser y un peligro para el pensamiento reflexivo, porque sería caer en sim-
plificaciones -a esta altura- irresponsables.
Pierre Lévy utiliza "las técnicas" en el sentido que aquí utilizamos
la tecnología, y habla de su impacto social a contrapelo de los prejuicios.
"Estas ténicas -dice Lévy- crean condiciones nuevas y proponen opor-
tunidades increíbles para el desarrollo de las personas y de las socieda-
des, pero no determinan automáticamente ni la oscuridad ni la luz para
el futuro humano': 3 Es decir, como siempre ocurrió, el lugar hacia el que
nos encaminemos como sociedad tecnológica depende ineluctablemente
de nosotros. Lo que es y hace la tecnología está directamente relacionado
con nuestras preferencias de vida, preferencias que lejos de desvanecerse
mutan y se reformulan sin solución de continuidad, razón por la cual el
desarrollo tecnológico es un disposición ad mternum. La tecnología no
siempre está en las mismas manos ni produce necesariamente desmanes,
como lo describe en el siguiente párrafo el propio Pierre Lévy:

En efecto, las técnicas son portadoras de proyectos, de esquemas imagina-


rios, de implicaciones sociales y culturales muy variadas. Su presencia y su
uso en tal lugar y en tal época cristalizan en unas relaciones de fuerza cada
vez diferentes entre seres humanos. Las máquinas de vapor esclavizaron a

3
Pierre Lévy, Cibercultura. La cultura de la sociedad di'gitaL Barcelona, A.1thropos,
2007. p. 2.

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MUNDO EXTENSO

los obreros de las fábricas textiles del siglo XIX mientras que los ordenadores
personales aumentaron la capacidad de actuar y de comunicar de los indiVi-
duos durante los años ochenta del siglo pasado. Es decir, no se puede hablar
de los efectos socioculturales o del sentido de la técnica en general, como
tienden a hacerlo los discípulos de Heidegger o los que se alinean en la tr~­
dición de la Escuela de Frankfurt [... J Detrás de las técnicas actúan y reac-
cionan ideas, proyectos sociales, utopías, intereses económicos, estrategias
de poder, el abanico entero de los juegos del hombre en sociedad. Toda afec-
tación de un sentido unívoco a la técnica no puede ser más que dudosa. 4

Lo que resulta perturbador, en todo caso, es el componente paradoja! de


las técnicas, aquel que con su lógica evolutiva al mismo tiempo que nos
posibilita superar muchas limitaciones humanas parece inutilizarnos cada
vez más. Esa paradoja no ha dejado de arrojar gente al cenagal del escep-
ticismo, como si fueran condenados a muerte que ven en el abismo una
solución más rápida y menos dolorosa que la de sobrellevar el fin. Que-
da por ver, sin embargo, si los modos de las técnicas que conocemos, que
bien pueden ser consideradas una res extensa de la razón instrumental,
no son una expresión condicionada por esa razón; es decir: queda por ver
si son posibles otros modos y otros usos de las técnicas, menos tributarios
de los dioses seculares - razón, ciencia y progreso- y más sustentados en
la experiencia colectiva, que reflejen y proyecten una visión diferente del
mundo. Es una discusión que por el momento nos debemos, pero lo que
no podemos dejar de reconocer es el ascendiente que las técnicas tienen
en nuestro tiempo. La manera en que como dice Galimberti las técnicas,
y en particular las nuevas tecnologías, organizan y median el mundo en
que vivimos es un dato de la realidad; si es a costa del pensamiento re-
flexivo y de un ser humano más humanista y autodeterminado, seremos
capaces de discernirlo en la medida que logremos analizar la dimensión
social de las nuevas tecnologías; esto es, en la medida que podamos: a)
verificar las implicancias y el alcance social de su procedimiento, b) deve-
lar el modo en que producen, construyen y distribuyen conocimiento, c)
descifrar si su lógica se adapta al modelo organizacional existente o si, en
concomitancia con la lógica rizomática de la nube, tiende a reemplazarlo.
Pero nunca lo podremos saber por medio de un a priori.

4
Pierre Lévy, op. cit., p. 7.

58
IX. Un mundo bárbaro

A MEDIADOS de 2006, se publica Los bárbaros, un ensayo que en poco


tiempo se volvería crucial para el entendimiento de nuestra época. Su
autor era Alessandro Baricco, un escritor italiano nacido en Turín, en
J958, que había saltado al estrellato con Seda, una novela exquisita que
cuenta la travesía amorosa de Hervé Joncour, un comerciante de gusanos
de seda que viaja a Japón en busca de huevos de gusano y se encuentra
con "unos ojos perfectamente mudos que se cruzan con los suyos" que
le cambiarían la vida. Hasta 2008, Baricco fue considerado un creador
multifacético que tenía en su haber varios premios importantes, fúnda-
mentalmente a partir de ficciones, pero Los bárbaros lo puso a girar en
otra órbita.
Baricco tiene desarrollados con la misma competencia su olfato pe-
riodístico y su sensibilidad estética. Ese cruce singular de diagonales, su-
mado a una gran formación académica en filosofía, hicieron que con el
ingreso al siglo xx1 comenzara a percibir ciertos cambios en la idiosin-
crasia social que le resultaban cada vez más llamativos. Según lo perci-
bía, no se trataba de un cambio acotado a su entorno, ni siquiera a Italia,
era un cambio de época. Y Baricco, que tiene la sana costumbre de poner
en juego sus propias creencias, comenzó a dudar de los pertrechos cultu-
rales con que estaba interpretando lo que sucedía. Ése fue el nacimiento
de Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación. 1 Las ideas que Baricco vuel-
ca en ese libro fueron tomando forma en el transcurso del primer lustro
del tercer milenio, en una columna que escribía periódicamente para el

1
Alessandro Baricco, Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación, Barcelona, Anagrama, 2008.

79
MUNDO EXTENSO

diario La Repubblica. Las pequeñas mutaciones, que por cotidianas para


muchos podían pasar desapercibidas, le llamaban la atención y le per-
mitieron prefigurar los indicios de una nueva época antes de que pudie-
ra desplegar una grafía inteligible. "Me bullían en la cabeza los peque-
ños descubrimientos [... ] me parecía que si sabía leerlos en su conjunto,
como un único movimiento armónico, entonces habría visto al animal
corriendo y habría entendido hacia dónde se dirigía, qué clase de fuerza
empleaba y hacia dónde se dirigía:" Su edad, sin embargo, aunque sólo
en cierto modo, atentó contra esos méritos. Con casi 50 años no pudo
evitar que ese nuevo mundo que comenzaba a desplegarse por doquier le
resultara ajeno, y vio en quienes protagonizaban esos cambios una diver-
sidad difícil de asimilar. Esa dificultad hizo que los viera como bárbaros,
más cerca de la invasión, y por lo tanto de la estigmatización, que de la
asimilación y de la comprensión.
A poco de ser publicado, este ensayo sobre las mutaciones, impeca-
blemente escrito, se iba a convertir en un báculo fundamental para mu-
chos pensadores y cientistas sociales que a partir de ese trabajo se iban
a animar a caminar y avanzar entre las brumas del presente con otra fir-
meza. Ahora bien, ¡cuál es la particularidad de lo que registra Baricco en
su columna semanal de La Repubblica?
Alessandro Baricco entiende que en los últimos veinte años el
mundo ha cambiado de un modo evidente, sospecha que se trata de un
cambio trascendental, y que, a diferencia de los que acaecieron en los
últimos doscientos años, este cambio sacude los cimientos de toda una
civilización. Las reseñas dan cuenta de esta percepción y de las diferen-
tes expresiones culturales en las que Baricco iba constatando las ma-
nifestaciones de ese cambio, pero sobre todo dan cuenta del asombro
que sentía frente al modo en que el devenir estaba embistiendo contra
los sólidos pilares que signaron el carácter de la modernidad. El saber
que en otros tiempos había sido de acceso restringido y estaba conno-
tado de ampulosas ritualidades en muy poco tiempo se estaba volvien-
do irrefrenablemente masivo. Millones de bárbaros accedían a bienes
culturales históricos, como el vino, el libro y la pintura, que eran sa~
queados y bastardeados sin solución de continuidad. En su registro,
sin embargo, hay un rubro que tiene un tratamiento cualitativamente

2
Alessandro Baricco, op. cit., p. 95.

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UN MUNDO BÁRBARO

diferente a los demás, como si Baricco· sospechara que hay un sector


de la cancha donde se está definiendo el resultado del partido. Me re-
fiero a las variaciones que se producen en tOrno a las nuevas tecno-
logías y "que presencia no sin cierto azoramiento. Sabe que siempre
hubo innovaciones tecnológicas, pero la filosofía le enseñó que para
que un cambio de época sea significativo tiene que estar acompaña-
do por un recambio generacional y esto es lo que, a su entender, está
ocurriendo en esta oportunidad. A diferencia de otros momentos his-
tóricamente impetuosos, que los hubo y mucho desde fines del siglo
xix hasta fines del siglo xx, la primera década del siglo xx1 comenzó a
desplegar una conjunción diferente. A saber:

1. Un recambio generacional distintivo.


2. Una renovación tecnológica (dos variables más o menos recurren-
tes que no ocasionan cambios demasiados trascendentales si no son
acompañadas por una tercera variable que marca la diferencia).
3. El agotamiento de la cosmovisión moderna, que ya no resulta fun-
cional en el comercio con el presente.

Como todo aquel que está frente a un descubrimiento, por el hecho de


haber protagonizado las idas y vueltas de un proceso experiencia! plaga-
do de titubeos, Baricco no sabe bien cómo fue que encontró la salida del
laberinto. Su deducción le parece una perogrullada, pero lo que al prin-
cipio formaba parte de las nnbes informes de la intuición poco a poco
comienza a transformarse en una convicción. Y se anima a más. Los na-
tivos digitales, cree y empieza a sostener, son la avanzada generacional
tecnológica que terminará de ejecutar la gran mutación, los primeros en
transitar el camino de una nueva época. Es un anuncio trascendente, y si
bien es algo que muchos otros podían intuir, incluso antes que Baricco,
es él quien mejor lo dimensiona. Desde su escritorio turinés, cual navie-
ro porfiado, avistaba tierra.
Ahora la tarea era reconocer esas referencias en la nueva generación.
Parecía una empresa ímproba, porque significaba buscar aquello que pu-
diera unir lo diverso y lo distante en un territorio nada despreciable: el
planeta. ¡Había algo con semejante alcance y versatilidad? Va de suyo
que Internet podía ser ese "quinto elemento", sin embargo buscaba algo
más preciso. Pero la red de redes era un camino y sobre esa base orienta

81
MUNDO EXTENSO

su pesquisa. Se hace entonces una pregunta simple, intuitiva, como sue-


len producirse todas las preguntas importantes: ¿cuál es la página web
más visitada del mundo? Tal vez allí hubiera una pista. Por defecto, casi
como un reflejo de época, buscó donde todos buscan. Y ahí, precisamen-
te ahí, estaba la clave. La respuesta no estaba en l?s vinos nuevos, ni en la
desacralización del fútbol, ni en el agotamiento de la cultura libresca, ni
en la televisión, ni en el vértigo del cine. Como un Arquímedes extem-
poráneo, Baricco gritó su propio "¡Eureka!": ¡Google! Esa palabra rara y
nueva, que según decían era una variación fonética de "goolgol'', el térmi-
no matemático con el que se designa a un "und' cuando va acompaña-
do de "cien" "ceros", encerraba la respuesta que estaba buscando. ¿Quién,
de los que tenían Internet, no pasaba por Google cada vez que buscaba
algo, o sea al menos una vez al día? "Google", era tal vez la palabra que
más veces se pensaba diariamente en el mundo. La respuesta, además,
llegaba atada a la confirmación de sus sospechas: los nombres de Larry
Page y Sergey Brin. Estos dos jóvenes, inventores de Google, "formaban
parte de la primera generación crecida entre los ordenadores: gente que
ya desde la escuela primaria vivía con una única mano, porque la otra la
tenían en el ratón': 3 Aunque presentaban una ventaja con el resto del pe-
lotón: ambos eran estadounidenses, ambos habían estudiado en Silicon
Valley y ambos procedían de familias de profesores e investigadores in-
formáticos. Esa diferencia que advierte Baricco con el tiempo iba a ser
paulatinamente menos gravitante, pero en ese momento no era una dife-
rencia menor. Y se dedicó a estudiar el caso.
La versatilidad, la agilidad y la eficiencia de este simpático buscador,
que tenía la virtud de ser identificado en el mundo entero con un solo
golpe de vista debido a la contundencia minimalista con que integraba
los colores primarios en su lago, lo habían convertido en el más impor-
tante del mundo. De no existir pasó a integrar el podio en muy poco
tiempo; en escasos cuatro años logró desbancar y volver obsoletos los
cuatro buscadores que se disputaban el mercado de ciber-navegantes, me
refiero a Netscape, Altavista, Lycos y Yahoo.
La incorporación y asimilación global de una misma herramienta
tecnológica en tan poco tiempo no es un acontecimiento desprovisto
de relaciones; su instalación tenía implicancias que si bien no se podían

3
Alessandro Baricco, op. cit., p. 111.

82
UN MUNDO BÁRBARO

mensurar, porque faltaban indicadores, se podían conjeturar. Internet


no sólo era la posibilidad de acceder mundialmente a un recurso tec-
nológico, también había que tener en cuenta· que en esa misma escala
y con esa misma potencia se podían difundir descubrimientos, instalar
herramientas y habilitar voces divergentes. Google era la más acabada
representación de esa potencia. El mundo estaba frente al surgimiento
de "una innovación tecnológica que rompe con los privilegios de una
casta y abre la posibilidad de un gesto a una población nuevá'. ¡A qué
se refiere con ese "gesto"? Baricco, sin ser demasiado explícito, habla
del "éxtasis comercial" que acompañará un "ensanchamiento gigantes-
co de los campos de juego", habla de un "laicismo instintivo que pul·
veriza lo sagrado"4 y de una "miríada de intensidades leves y prosai-
cas". Sin invalidar lo que dice, nos preguntamos: ¿el ensanchamiento
del campo de j_uego no implica la incoporación necesaria de una di-
mensión social que trasciende lo comercial y se extiende, entre otros
ámbitos, a la esfera política? Baricco no se embarca en nuestro acertijo,
pero arriesga. Dice que la invasión de los bárbaros no sólo ha produci-
do un cambio de hábitos, también ha traído aparejada una interacción
diferente con el mundo, "como si los cerebros hubieran comenzado a
pensar de otro modo'~ 5 Entonces, Baricco concluye y hace su apuesta:
Google es el máximo exponente de ese cambio.
Google late como el corazón de un tiempo diferente (nuestro tiem-
po) y su procedimiento de búsqueda, dice Baricco, guarda una relación
directa con el modo en que opera la mente de una nueva civilización: el
conocimiento es válido y es importante, pero ya no por su calidad, sino
por el rango de utilidad que le dan los usuarios, tal y como ocurre con
el sistema de calificación de páginas que emplea Google, es decir, el co·
nacimiento es visible y válido no tanto por su calidad, sino en la medida
que obtiene reconocimiento social. 6 Google será, pues, la posibilidad de

4
lbid.
5
Ibid., p. 110.
6
Recordemos que el criterio PageRank de clasificación de Google está basado en el
modelo Science Citation Index (scI) elaborado por Eugene Garfield para el Instituto
para la Información Científica (ISI) en Estados Unidos durante la década de 1950, y
que consiste en la asignación de méritos científicos a partir del número de publicacio-
nes y/o referencias bibliográficas que un investigador consigue en los trabajos de otros
científicos.

83
MUNDO EXTENSO

acceder a un modelo de la mutación social que estamos atravesando, al


emergente de una nueva manera de pensar.

Lo que nos enseña Google es que en la actualidad existe una parte u"ª'""''
de seres humanos para la que, cada día, el sa~er que importa es el que
capaz de entrar en secuencia con todos los demás saberes. No existe casi nin-
gún otro criterio de calidad, e incluso de verdad, porque todos se los traga
ese único principio: la densidad del Sentido está allí por donde pasa el sa-
ber, donde el saber está en movimiento: todo el saber, sin excluir nada. La
idea de que entender y saber significa penetrar a fondo en algo hasta alcan-
zar su esencia es una idea que está muriendo: la sustituye la instintiva con-
vicción de que la esencia de las cosas no es un punto, sino una trayectoria,
de que no está escondida en el fondo, sino dispersa en la superficie, de que
no reside en las cosas, sino que se disuelve por fuera de ellas, donde real~
mente comienzan, es decir, por todas partes. En un paisaje semejante, el
gesto de conocer debe ser algo parecido a surcar rápidamente por lo inteli~
gible humano, reconstruyendo las trayectorias dispersas a las que llamamos
ideas, o hechos, o personas. En el mundo de la red, a ese gesto le han dado
un nombre preciso: surfing.7

Baricco extrae de Google lo que Pierre Lévy obtiene de "la transforma-


ción continua y rápida de los paisajes científico, técnico, profesional y
mentales" 8 para definir las bases de un nuevo "nomadismo" antropo-
lógico. En el surfing está la clave para descifrar el pensamiento actual.
Pensar es como navegar, la esencia de las cosas no está en un punto,
sino en la trayectoria; no está escondida en el fondo, sino dispersa en
la superficie; no reside en las cosas, sino por fuera de ellas, donde real-
mente comienzan, es decir, por todas partes. El valor de una idea, pues,
ya no está determinado por sus características intrínsecas, sino por una
composición de materiales distintos, muchos de ellos exógenos, que lo
definen. En la era de Google, infiere Baricco, preguntar "¿qué es esto?"
significa preguntarse qué camino ha recorrido fuera de sí mismo, en

7
Alessandro Baricco, op. cit., p. 110. (Las cursivas pertenecen al original.)
ªPierre Lévy, "Inteligencia colectiva. Por una antropología del ciberespacio'; Washington,
Organización Panamericana de la Salud, 2004, p. 9. Disponible en línea: <http://inteligencia-
colectiva.bvsalud.org>.
UN MUNDO BARBARO

relación con los demás (ex-c_endencía). Lo que hoy es de un modo ma-


ñana puede ser de otro, sin que la mutación _sea un valor negativo ni
una cont~adicción.
Lo que resulta curioso del procedimiento que Baricco observa en
Google es la operación que realiza el propio Baricco, ya que contiene
una especulación completamente díscola que lo transforma a él mismo
en un mutante. Es decir, lo que Baricco atribuye a Google es algo que él
mismo hace posible con su interpretación: admitir la prescindencia del
concepto para reconocer una idea. Más aún: la pérdida de una referen-
cia conceptual no la vuelve insondable. Que una idea sea pasible de ser
ajustada a una definición no habla de la idea. Como la acepción de una
palabra depende del contexto en el que fue utilizada para ser aprehen-
dida, del mismo modo el valor de una idea ya no está convalidado por
el lagos que la intermedia, sino por el trayecto donde revela su sentido.
Desde 1967, el año en que Deleuze hace la crítica de la representación,
entendida como la adecuación forzada entre una cosa y un concepto, la
intermediación lógica había perdido progresivamente su fuerza de va-
lor; "el procedimiento Google" venía no sólo a confirmarlo, sino a inau-
gurar el período posterior.
Baricco, atribuyéndoselo a Google, hace añicos uno de los conceptos
más caros a la cultura occidental: la profundidad. Con sentido común,
pero con un cierto hartazgo, Baricco se pregunta ¿qué es la profundidad?
¿Qué queremos referir cuando usamos ese vocablo? ¿De qué hablamos
cuando hablamos de "profundidad"? La "profundidad'; esa palabra con
que la cultura letrada suele poner límites infranqueables, Baricco la re-
vela adjetivante, predicante e idealizadora. Dice que va a llegar el día en
que veamos con sorpresa que en algún tiempo hayamos utilizado esa pa-
labra, ese concepto, como un ícono reverencial. Pensar es como surfear:
extensión en vez de profundidad, viajes en vez de inmersión, juego en
vez de sufrimiento. Pensar, para los bárbaros -como lo fue temprana e
incomprendidamente para Vygotski-, es actividad, es movimiento, es ac-
ción comunicativa: no existe pensamiento sin la verificación del otro que
le da presencia.
De este modo, el pensamiento no sólo abandona la lógica racio-
nal para volverse acción sistémica, relativa a una trayectoria y a una se-
cuencia de relaciones posibles, y por lo tanto indefinida, sino que tam-
bién abandona una manera de ser, un estatuto existencial acendrado en

85
MUNDO EXTENSO

Occidente por más de dos mil quinientos años. La inadvertida mup,ciiin •11
de los bárbaros da de baja las certezas epistemológicas con que la mc•<!eorc
nidad orientaba su proa hacia el progreso y la Aüfklarung [ill1st1caciónl
universal. Esto que explica -y aplica- Baricco suspende las categorías
pasado, presente y futuro con que hasta ahor~ leíamos el tiempo, de
modo que el sentido que durante siglos estuvo ligado al eS<:la1cec.imien-''I
to por medio del concepto y a un ideal de permanencia, sólido y
bada, se disuelve en un movimiento que se resignifica verti¡girtosarr1ertte•\ll
bajo la égida de un presente absoluto, sin solución de continuidad. A
se refería el filósofo Tomás Abraham en su Pensamiento rápido,
do en 2001 decía que la filosofía ha perdido su largo plazo y de repent''''7i!I
se ve compelida a pensar espasmódicamente, con otros tiempos, que
no son los del apacible atardecer en que el búho de Minerva ievama- .,~
ba su vuelo, tampoco el de las entusiasmadas luces que en el siglo MHt ,00
alumbraban un largo porvenir, ahora los tiempos son rápidos y urgen-
tes como los fogonazos de los fuegos artificiales. 9 No faltará quien digá
que eso no es pensar, que pensar es lo que reclamaba Heidegger cuan.:
do nos echaba en cara que huíamos del pensar y nos incitaba a recu-
perar el pensamiento meditativo (la reflexión "elevada"), en detrimen-
to del "pensamiento calculador" que nos había llevado al olvido del Ser.
Pensar, para esa concepción, es sinónimo de densidad, de gravedad, de
profundidad, en oposición al pensar liviano y extenso del presenteísmo.
Uno exige circunspección y seriedad, establecer una distancia apren-
siva frente a lo novedoso y lo diverso; el otro conlleva espontaneidad,
improvisación y desprejuicio frente a lo disruptivo. Uno representa el re-
conocimiento y la autoridad, nadar cerca de la costa; el otro implica asu-
mir la errancia como camino, abrirse a lenguajes y formatos que puede~
prescindir de la palabra y de una verdad unívoca. ¿Pensar de esta manera
es alejarse del pensamiento meditativo? Desde Heráclito y los filósofos
perros para acá, la filosofía reflexiona sobre la incertidumbre, sobre el
misterio y el enigma, sobre el absurdo o, como dirían los existencialistas,
sobre esa angustia imperecedera que nos acompaña en el tránsito hacia

9
Ambos conceptos, tanto el "pensamiento rápido" como el "presente absoluto': fueron
acuñados y desarrollados por Tomás Abraham con clarividencia apenas cruzamos el um-
bral del siglo XXI. Véanse de Tomás Abraham, Pensamiento rápido, Buenos Aires, Sudame-
ricana, 2001, y El presente absoluto, Buenos Aires, Sudamericana, 2007.

86
UN MUNDO BÁRBARO

la: nada. Admitir la errancia y la vulnerabilidad como parte del destino


humano, como una alternancia ineluctable entre lo trágico y lo cómico,
. plica una actitud que está imbuida de reflexión, y que no necesaria-
un .
mente pasa por la razón: es un saber antiguo, es un modo de estar en
el mundo. Para esa filosofía, vivir no es una condena. El hombre puede
reírse de la gravedad y frente a lo inexorable, si no tiene remedio, rela-
.arse y gozar. 10 Parafraseando a Nietzsche y en sintonía con Maffesoli, los
~árbaros no confían en ningún pensamiento que no les permita bailar, o
mejor aún: que no incorpore la alegría.
Los bárbaros adquieren la inestable fisonomía de esa parcialidad que
siempre fue considerada desigual (el otro, el extranjero) y que invariable-
mente resurge desde las ruinas de la historia reclamando su derecho a
ser. Los bárbaros ensanchan el mundo como la enredadera que descono-
ce las fronteras domésticas y se abre a lo que hay más allá de los muros.
Los bárbaros son ese laicismo instintivo con que históricamente ha por-
fiado lo secular frente a la institucionalización de lo sagrado, lo grave y lo
universalizador; pero con una salvedad: sin sujeto cartesiano. El «sujeto"
ya no es razonable. No es el «sujeto" la única forma existencial posible.

10
La filosofía de Clément Rosset es un exponente de esta idea, que sostiene que, aun ad-
mitiendo la tragedia como un sino irrevocable de la vida, se puede estar en las antípodas
del pesimismo. La conciencia de la tragedia de morir no lleva al pesimismo, sino, por el
contrario, a la celebración del gozo de vivir: al hedonismo.
X. Otro modo de pensar

BARICCO SIEMPRE dijo que los escritores italianos anteriores a él, como
Calvino, Pavese o Moravia, no fueron referentes para los de su genera-
ción porque pertenecían a la civilización de la escritura. Sus influencias
fueron extraliterarias, como el cine o -como él mismo suele decirlo- John
McEnroe, en cuyo revés dice haber encontrado buena parte de su estilo
literario. Baricco creció en los márgenes de una tradición literaria consa-
grada, no se hallaba en la morosidad de un Giuseppe Tomasi di Lampe-
dusa, ni siquiera en los rastros existencialistas de Dino Buzzati; siempre
se sintió más cómodo leyendo a Beppe Fenoglio, un escritor reconócido
tardíamente por su estilo diligente, o a los estadounidenses, como He-
mingway, el más celebrado, por el modo en que estos escritores incor-
poraban la lógica cinematográfica a la literatura. Esa naturaleza anfibia
y su propio recorrido literario, osado y multifacético, funcionaron como
piedra de toque para que Baricco pudiera, por un lado, valorar la emer-
gencia de un nuevo registro escritura! y, por el otro, el agotamiento, no
sólo- de cierta concepción literaria, sino de la cultura libresca. Las novelas,
ese género que con su impronta marcó el tono y el ritmo del relato social
moderno, dice Baricco, no sólo fueron escritas para gente que participaba
de una historia y de un gusto cultural (el de la Ilustración), sino que ade-
más demandan un tiempo anómalo (el de la lectura). Para leer a Faulkner
según el canon, ejemplifica, no sólo hace falta saber leer, sino haber leído
mucho, casi tanto como para apropiarse de una nueva lengua. Hace falta
participar de cierto gusto y de cierta idea de belleza que fueron construi-
dos en el seno de una tradición literaria cuya pertenencia tiene tantos re-
quisitos como para ser admitido en la nobleza europea.
MUNDO EXTENSO

Faulkner, Musil, Proust, )oyce, Stendhal o Flaubert no sólo e>enoie-•ii!


ron para otra época y para un mundo que ya no está, produjeron obras JII
con una utilidad espiritual que se ha vuelto insustancial. Frente a esto,
bárbaros, que son fundamentalmente prácticos, se preguntan qué
tiene hacer un esfuerzo sobrehumano para aprender urta lengua m''e••· '•"
cuando existe todo un universo -el suyo- que habla, piensa, crea y se
munica con su lengua. Con su accionar, y con más irreverencia que razón
(porque la razón no es un valor de referencia para ellos), los bárbaros
hacen saber al mundo que renuncian a una cultura reificada, como lo
para ellos la modernidad, y a todos sus requisitos de pertenencia, para re-
conocerse en su propia cultura. Asumen -algo que de hecho sucede-
la lectura de Faulkner no sólo se ha reducido a un interés académico o a un
pasatiempo arqueológico en el mejor de los casos, sino que además pn:su-- •¡~
pone prepararse para ingresar en un mundo que a los bárbaros no les re-
sulta atractivo, sencillamente porque no es una moneda de cambio
chosa en la interacción con su realidad cotidiana. 1
A pesar de su capacidad para anticiparse y ver en las brumas del
presente lo que otros no ven, Baricco no puede sustraerse al mandato de
la cultura libresca en la que él mismo se formó, y -suponemos que no sin
ciertas contradicciones- termina considerando que la transmediación
bárbara es una comunicación insustancial: la lengua del nuevo mundo es
ligera. "Los bárbaros van hacia los libros, y van de buena gana': dice, pero
se da cuenta de que tienen un vínculo diferente con la cultura libresca.
No proyectan en el libro el valor sacrosanto y gravitacional que re''is·tió ,•¿
durante la modernidad, "para ellos únicamente tienen valor los [libros]
que están escritos en su lengua: porque de esta forma no son libros, sino
segmentos de una secuencia" 2 en los que se acumulan y entrelazan ele-
mentos del cine, la televisión, YouTube, los blogs, los cómics, etcétera.
En ese cúmulo transmediático, a pesar de lo que se cree, el soporte
pierde importancia, se desdibuja en la secuencia del mensaje. Sus instruc-

1 No hace falta aclarar que lo que estamos describiendo no desmerece la obra de Faulk-

ner ni la de Musil, por caso; el estilo refinado de estos escritores sigue proporcionando pla-
cer a un importante universo de lectores. Pero, a la vez, es innegable que son nombres em-
blemáticos de la cultura libresca, de un modo de entender el conocimiento, de llll gusto
estético de referencia, frente a otro que corrió su eje al mundo de la transmediación, la des-
territorialización y la inestabilidad.
2
Alessandro Baricco, op. cit., p. 90.

90
OTRO MODO DE PENSAR

dones de uso, por lo tanto y como bien afirma Baricco, no están en los
libros, están en la televisión, en el cine, en la publicidad, en la música
rápida, en. el periodismo, en los mensajes de texto, en el chal, en la blo-
gósfera, en los insondables laberintos de los cómics. El error en el que se
suele caer -no Baricco evidentemente, porque admite que el mundo ha
pasado a mano de los bárbaros- está en considerar que estos nuevos mo-
dos de expresión son consustanciales a los guetos culturales; o que van
en desmedro de la capacidad reflexiva y expresiva del lenguaje (logos),
que hasta ayer nomás era «la morada del ser". Nada más lejos de la reali-
dad. Mal que le pese a quienes permanecen anclados en los valores de la
cultura libresca, esta lengua se ha vuelto la lingua franca de nuestro tiem-
po y, contrariamente a lo que dictaban los prejuicios, no ha engendrado
una generación de descarriados, incultos o indiferentes; como tampoco
ha limitado la expresividad de un sujeto social cada vez más expansivo
y cosmopolita. Ya nadie sostiene sin cierta animosidad que se lee menos
desde la aparición de Internet; desde el punto de vista cuantitativo -si
esto tiene alguna importancia, no la tiene para los bárbaros-, en la inte-
racción digital se maneja y asimila mucha más información que la que
incorpora un lector de soportes físicos.
El saber bárbaro no se acumula ni se atesora como un bien perso-
nal fetichizable en sagrados muebles de roble, no se objetiva en fasttiosos
edificios de museos. El saber bárbaro es un saber vivo, es lábil, mutable,
con valor circunstancial. Lo que hoy me ayuda lo utilizo y lo comparto;
mañana, cuando ya no sirva, se desechará y se compartirán otras cosas.
Bajo esa concepción, los bárbaros ponen a disposición del mundo mate-
rial bibliográfico, cinematográfico, discográfico, artístico, técnico, cientí-
fico y de la más variada índole, incluso aquel que ni la escuela ni la cien-
cia han sistematizado aún. Lo cual está demostrando no sólo un espíritu
cooperativo pocas veces visto, sino también el asombroso desarrollo de
una expertise plebeya sin institucionalidad que crea condiciones de vida
pública. Este tráfico, que satisface diferentes niveles de demanda y que a
diario es visitado, recomendado y reproducido a través de las redes so-
ciales, no es siquiera calculable. Las conferencias de Technology, Enter-
tainment, Design (TED), por dar un ejemplo conocido, son traducidas en
forma cooperativa y desinteresada a numerosos idiomas. 3 Así funciona

'La conferencia que brindó sir Ken Robinson en TED en febrero de 2006 sobre la muer-

91
MUNDO EXTENSO

Dotsub (any videos any language), un sitio de traducción cooperativa en


el que los navegantes entran y traducen fragmentos de videos o confe-
rencias que más tarde son retomados por otros visitantes que los conti-
núan, y así hasta terminar. De ese modo, en pocas horas, una conferencia.
que fue brindada en inglés puede acabar subtitulada en varios idiorrÍas '
y puesta a disposición de millones de persollas que no estuvieron en et<
evento, pero que pueden disfrutarlo como si hubieran estado allí. TED y··:
YouTube son auditorios virtuales que han puesto en crisis el aula escolar, ,
y está bien que así sea; como dice Martín Barbero, la escuela ha dejado...
de ser el único lugar de legitimación del saber: "Vivimos en un entor-
no de información que recubre y entremezcla saberes múltiples y formas
muy diversas de aprender, a la vez que se halla fuertemente descentrado
por relación al sistema educativo que aún nos rige organizado en tornoª·:.:·
la escuela y el libro".4 Hoy hay una multiplicidad de saberes que circulan
por otros canales, difusos y descentralizados. Esta diversificación y difu-
sión del saber por fuera de la escuela, coincidimos con Barbero, "es uno
de los retos más fuertes que el mundo de la comunicación le plantea al
sistema educativo': 5
Los bárbaros han cumplido el sueño del libro deleuziano que se des-.;
componía en la tríada realidad-representación-subjetividad, que equiva- ·:
le a decir mundo-libro-autor, y se organiza otro múltiple, polisémico y
pluriautoral que se puede verificar en las diversas construcciones de con-
tenidos wikis, como Wikipedia, Wikibooks, Wikiproyects, Wikiversity, .,
por nombrar algunos de los más conocidos. Esto, sumado a su defensa
del medio ambiente y la celeridad y predisposición con que acuden o se
pronuncian frente a cada acontecimiento social, ¿no es acaso un modo .
de pararse en el mundo? ¿Cuáles son las connotaciones sociales de esa"·
evidente filosofía de vida? ¿Es posible traducirla en términos políticos?

te de la creatividad en la escuela fue vista por centenares de miles de personas de todo el


mundo que luego la recomendaron y multiplicaron exponencialmente a través de Facebook,
Twitter y Delicious, otros marcadores sociales, además de haber sido traducida a varios
idiomas, incluido el español, a través de Dotsub y otros sitios de traducción cooperativa.
4
Martín Barbero, "Tecnicidades, identidades, alteridades: des-ubicaciones "Y opacida-
des de la comunicación en el nuevo siglo': en Diálogos de la comunicación, núm. 64, Guada-
lajara, Departamento de Estudios Socioculturales, 2007, p. 12. Disponible en línea: <http://
www.infoamerica.org/ documentos_pdf/ martin_ barbero 1.pdf>.
5
Ibid.

92
OTRO MODO DE PENSAR

Hasta ahora, si es que esa concepción política existe, acontece frente a


nuestros ojos pero no podemos reconocerla. Ahora bien, ¿qué dicen los
bárbaros sobre esto?, cuando eligen y adoptan· ese estilo de vida, ¿asumen
con su a'ccionar un contenido político? Y en tal caso, ¿en qué términos?

UN ESTATUTO BÁRBARO

Si~ en línea con el pensamiento de Michel Foucault, consideramos que el


saber "es el proceso mediante el cual el sujeto es modificado por lo que
conoce" 6 en tanto que obra sobre sí mismo y cambia, tanto sus condicio-
nes de vida como su propia vida, tal como en su momento ocurrió con
la biología y el desarrollo de las ciencias de la vida, ¿qué tipo de conoci-
miento social está en proceso de construcción con los fenómenos y los
corrimientos desencadenados a partir de la prorrupción bárbara? Más
aún, si cada vez que se inició un proceso de este tipo las experiencias de
ese saber terminaron constituyendo al hombre como sujeto de un estatu-
to (de la locura se constituye el sujeto racional; de la economía, el sujeto
trabajador; del derecho, el sujeto pasible de delito) y creando una con-
traprestación institucional, ¿cuál es el nuevo estatuto que constituirá este
proceso de conocimiento, y cuál la forma institucional que se ihiciará
con su reconocimiento? Por lo pronto, podríamos decir que el proceso
está en marcha y es verificable.
A medida que nos adentrarnos en el tercer milenio, las relaciones so-
ciales se alejan cada vez más del silencio, la morosidad, las poses estables,
la interpretación, el juicio, la calificación moral, la reserva, la monovalen-
cia, la intimidad, la estabilidad, la intolerancia, la palabra, lo patriarcal,
lo binario. Por lo tanto, no tiene demasiado sentido, y así lo entienden
los bárbaros, seguir pagando costos personales por la pertenencia a una
cultura que tiene cada vez menor valor de uso. Esos valores -que en-
tre otras cosas generaron el psicoanálisis- hoy son disvalores. ¿Se acabó
el malestar en la cultura? ¿No se pagan más costos? ¿Los nuevos valo-
res modificaron los vínculos del hombre con su entorno? No hace falta
aclarar que el carácter permanente de la cultura, casi como una segunda

6
Ducdo Trombadori, Conversaciones con Foucault. Pensamientos, obras, orrdsiones del
último maitre-d-penser, Buenos Aires, Amorrortu, 2010, p. 75.

93
MUNDO EXTENSO

naturaleza humana, nos inflige una constante alternancia entre el


ñamiento y la identificación, lo cual implica un fatigoso y co1otrovertid,,
vínculo con el mundo que no tiene fecha de vencimiento. Pero el an,mzac,
miento de la sociedad conexionista ha generado condiciones favorable$
para el surgimiento de culturas inmanentes, con, las que sé entablan
tipo de vínculos. Los rasgos de época que caracterizan a nuestro pnesente
contrastan fuertemente con la cultura moderna que dominó el siglo xx)
que se distinguió por su rigidez y su intimación permanente. Este proce-_
so, que va más allá de los bárbaros, tiene una fuerte impronta divergente-
que se encuentra muy lejos de completar su desarrollo. Esta puesta
circulación de otro tipo de valores, como se puede ver, está produciendo
una alteración extensa de dimensiones planetarias. Por eso, a pesar de los
muchos intentos que se han hecho para encuadrar esta época en diversas-
definiciones, su conceptualización sigue siendo esquiva. Como ocun·ió
con el posmedievalismo, que no logró encontrar su vocablo hasta 1863,
cuando Baudelaire, pidiendo disculpas por la utilización de un neologis-
mo casi excéntrico, lograba nombrar y abarcar la época con la
"Modernidad":

Sin duda este hombre [el pintor moderno J, viajando siempre a través del
gran desierto de los hombres, tiene un fin más elevado que el de un simple
paseante, un fin más general, otro que el placer fugitivo de la cir,CUI1Sl•mc:ia;
Busca algo que se nos permitirá llamar la modernidad[ ... ]. Se trata para
de separar de la moda lo que puede contener de poético en lo histórico, de
extraer lo eterno de lo transitorio. 7

Del mismo modo, nuestra época transcurre errante y sin nombre. Por
supuesto que, frente a esto, se puede hacer caso omiso e insistir con la
máxima hegeliana que sostiene que "si los hechos no coinciden con las
ideas [que pensamos nuestro presenteJ, tanto peor para los hechos"; pero
se corren serios riesgos de caer en la autorreferencialidad, el esencialis-
mo u otro tipo de porfías que se sobrellevan gracias a la clemencia ge-
neral, como esas familias de la nobleza europea que, aun cuando man-
tienen el ampuloso ceremonial de otros tiempos, son sólo remedos sin

7
Charles Baudelaire, El pintor de la vida moderna [1863], ed. bilingüe, trad. de Julio Ba·
quera Cruz y Silvia Acierno, Madrid, Cuadernos de Langre, 2008.

94
OTRO MODO DE PENSAR

oder real, sombras del pasado que se proyectan en el presente. Es como


:retender habitar un mundo ptolemaico después de Copérnico; se pue-
de, como se pudo seguir creyendo en Dios después de que Nietzsche le
diera la eXtremaunción, pero eso no nos sincroniza con el pensamiento
de nuestro tiempo: en todo caso nos evidencia anacrónicos.

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