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Interpretación y Hermenéutica
A mediados del siglo XIX, en Europa la tradición intelectual fundada por HEGEL -el idealismo-
había entrado en crisis, de tal manera que muchos en vez de adoptar su sistema de
pensamiento abrazaron el positivismo como camino para la ciencia. Nos referimos a que
comenzó a ser dominante la idea de que la ciencia debería ocuparse de fenómenos positivos,
constatables, experimentables, abandonando por completo toda especulación en el ámbito de
la ciencia: el saber debería ajustarse a los hechos, a lo existente como tal.
Sin embargo, para muchos pensadores la adopción del enfoque positivista tampoco salvaba por
completo los problemas científicos, pues a pesar de que se apartaba de la especulación y la
mentira, muchos fenómenos relacionados con el espíritu humano no podían ser reducidos a
simples fenómenos naturales. ¿Qué pasaría con fenómenos propiamente humanos como la
cultura, la historia, los valores, los sentimientos etc.? Si la ciencia se volvía completamente
objetiva, orientada hacia lo comprobable, a lo positivo, ¿qué pasaría con todos esos fenómenos
que no son medibles? La historia se funda en los hechos históricos, en los acontecimientos. Pero
si se caracterizan dichos hechos porque ya no son, han dejado de ser, están en el pasado y por
lo tanto no presentes, ¿cómo tratarlos como fenómenos objetivos? Con la cultura sucedía algo
parecido, pues ella no es aprehensible en términos de mediciones, pues a diferencia de los
fenómenos naturales la cultura no es un fenómeno que esté a nuestro alcance como lo pueden
ser fenómenos observables como los astros, la naturaleza, los seres vivos, etc., Lo mismo
podríamos decir del arte, pues ¿puede el arte estudiarse como se estudia la física o la química?
¿Qué nos impide hacerlo?
En ese contexto algunos pensadores y hombres de ciencia, preocupados por la crisis que estaba
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generando el positivismo craso, volvieron la mirada a KANT en búsqueda de algunos
fundamentos que permitieran reconstruir el pensamiento científico. Sin embargo, dentro de la
teoría kantiana resultaría también imposible la fundamentación de un enfoque epistemológico
distinto al método experimental de los fenómenos naturales, la Epistemología kantiana se
encontraba dirigida a la consideración de fenómenos naturales.
Así, la comunidad científica de final del siglo XIX se encontraba sumergida en una problemática
que planteaba una disyuntiva. O bien, negaban la posibilidad de establecer un conocimiento
científico de fenómenos relativos a la vida humana como la cultura, el derecho, la historia o el
arte, etc., o de otra manera se aplicaban al estudio de estos objetos como se hacía comúnmente
con los distintos fenómenos naturales. El problema estaba en que o se negaba el conocimiento
científico en los ámbitos relativos al ser humano, o se les despojaba a estos últimos de su ser
más característico, tratándolos como quien estudia fenómenos físicos, por ejemplo. En este
contexto este debate se conoció al final del siglo XIX como la confrontación entre las ciencias
naturales y las ciencias del espíritu, siendo estas últimas antecedentes de las ciencias sociales.
En esa dirección, la problemática a la cual se enfrentaban los hombres de ciencia del siglo XIX
era la de construir un marco epistemológico que permitiera el conocimiento de los distintos
fenómenos humanos. Por supuesto, se trataría de un marco Epistemológico que no privara a los
fenómenos humanos de su singularidad al considerarlos desde las teorías del conocimiento
elaboradas para conocer fenómenos naturales. La historia, la cultura, las artes, la psicología
humana, etc., no puede ser reducida a un simple fenómeno natural como cuando se considera
el estudio de una planta o un objeto natural común.
Estanislao, ZULETA en su célebre ensayo: Sobre la naturaleza de las ciencias sociales, señala que
las ciencias sociales se caracterizan porque los objetos de estudio a los cuales se aplican
involucran por completo al sujeto que pretende conocer: las Ciencias Sociales son
comprometidas y comprometedoras, nos involucran por completo como seres humanos. Un
psicólogo no trata a su paciente como un simple objeto de estudio, indiscutiblemente la
Lo que afirmamos entonces es que no existe la misma distancia entre el sujeto y el objeto de
estudio en las ciencias naturales que en las ciencias sociales, en estas últimas al considerar
fenómenos humanos involucran la humanidad del investigador, lo que él es. En esa dirección
resultaría absurdo pretender que las ciencias sociales tengan el mismo grado de objetividad que
las ciencias naturales, teóricamente es imposible.
CIENCIAS NATURALES
Sujeto Objeto
Por otra parte se plantea una situación distinta en las ciencias sociales, pues en ellas los
distintos objetos de estudio comparten la misma naturaleza del investigador o sujeto de
conocimiento. En ese sentido en ellas se puede aspirar a un tipo de objetividad distinta en tanto
el sujeto no se encuentra del todo separado o distanciado del objeto de investigación. Un
psicólogo no puede pretender la misma objetividad del químico en su laboratorio. Al ser
plenamente humanos los fenómenos a los que se enfrenta el psicólogo, este se encuentra
vinculado de una u otra manera; ya sea por que se acerca a la humanidad de su paciente, o
porque el tratamiento de dichos fenómenos lo acerca a su propia humanidad.
CIENCIAS SOCIALES
Sujeto
Objeto
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Sinteticemos: la diferencia fundamental entre las Ciencias Sociales y las Ciencias Naturales
estriba en su objeto y método de estudio. Mientras las Ciencias Naturales se ocupan de objetos
que tienen una distancia insalvable con el investigador, o por lo menos no una vinculación
estrecha en tanto no son fenómenos humanos o que tengan que ver directamente con los seres
humanos, las Ciencias Sociales se ocupan de objetos de estudio estrechamente relacionados
con la naturaleza humana. En esa dirección, en la medida que tienen objetos de estudio
distintos, sus metodologías deben ser distintas. Mientras que las Ciencias Naturales pueden
pretender una objetividad pura pues sus objetos de estudio son medibles, comprobables,
presentes, tangibles, las Ciencias Sociales deben aplicarse a métodos de estudio no positivistas,
es decir, que le permitan aprehender su objeto sin alterar su naturaleza.
Ahora bien, lejos de la disyuntiva que hemos presentado, al final del siglo XIX Wilhelm, DILTHEY
desarrolló unos presupuestos epistemológicos para las ciencias del espíritu, o ciencias sociales,
que mostrarán que si es posible un conocimiento científico de los fenómenos humanos, sin que
necesariamente se viole su naturaleza. No obstante, la fundamentación de las ciencias del
espíritu, como las llamará DILTHEY, o ciencias que se fundan en el pensamiento histórico, en
tanto la historia es el fenómeno más característicamente humano, no precisa de la violación de
los objetos de las ciencias sociales a partir de su estudio por medio de métodos positivistas, ni
una vuelta a la metafísica y a sus supuestos dejando de lado los avances de las ciencias.
DILTHEY en 1867 señaló con urgencia que el pensamiento científico de su época debería seguir
el camino crítico iniciado por KANT y en esa dirección elaborar una fundamentación de las
ciencias que se ocupan de lo humano. Lo que pretendía entonces era evaluar las condiciones de
posibilidad del conocimiento científico de la historia como fenómeno humano. Muy al modo de
KANT, que había indagado por las condiciones de posibilidad en el ámbito de las ciencias
Ahora bien, el enfoque específico de DILTHEY es que tendrá una visión del mundo humano lejos
de todo intelectualismo cientificista. Es decir, DILTHEY concibe que el mundo es mucho más que
un agregado de fenómenos naturales que están ahí dispuestos para que el intelecto científico
del hombre los conozca. Efectivamente el mundo está repleto de objetivaciones del espíritu
humano, es decir, de productos que existen en la medida que el hombre los ha creado y en ese
sentido en ellos podemos rastrear el paso del ser humano por el mundo. Si se observa la historia
y sus acontecimientos, saltan a la vista las culturas humanas distintas, las costumbres, las leyes,
el arte, las religiones, etc., El mundo está repleto de evidencias del espíritu humano que no solo
piensa científicamente, sino que a la vez siente, valora, ama, el mundo no es solo natural, es
humano. En esa dirección los fenómenos humanos revelan su especificidad y característica
primordial a diferencia de los fenómenos naturales: son esencialmente históricos. El ser
humano se diferencia de los demás seres existentes en tanto es un ser histórico, y si de alguna
manera conocemos o planteamos una “HISTORIA” de otros seres es porque el hombre los dota
de historicidad. Afirma DILTHEY:
Vivo mis propios estados, yo me hallo entretejido en las interacciones de la sociedad como
un cruce de sus diversos sistemas. Estos sistemas han surgido de la misma naturaleza
humana que yo vivo en mí y que comprendo en otros. El lenguaje, en el cual pienso, ha
surgido en el tiempo, mis conceptos han crecido dentro de él. Por lo tanto, soy un ser
histórico hasta unas profundidades inasequibles de mí mismo. Así tenemos el primer
elemento importante para la solución del problema del conocimiento de la historia: la
primera condición para la posibilidad de la ciencia histórica reside en el hecho de que yo
mismo soy un ser histórico, y que el mismo que investiga la historia es el mismo que la
hace1.
Ahora bien, habíamos afirmado que hay un interés en Dilthey por ser un continuador de la obra
1
DILTHEY, WILHELM. Obras de Wilhelm, DILTHEY. México: FCE, p.304.
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de KANT, no obstante es uno de sus críticos. Como hemos señalado hasta ahora, a partir de
ejemplos que van desde Platón, ARISTÓTELES, DESCARTES, LOCKE, o el mismo KANT, todos
estos pensadores sostenían en el fondo una noción muy intelectualista del ser humano, la idea
de que el hombre es ante todo un ser eminentemente racional. En ese contexto los
planteamientos de DILTHEY señalan que es necesario establecer una crítica al intelectualismo
que ha dominado en las comprensiones de lo que es el hombre, para elaborar así más bien una
concepción de la razón humana no como razón pura, sino como razón que está profundamente
condicionada por la realidad historia, la cultura, el mundo del valor, los sentimientos humanos.
Efectivamente no somos como seres humanos seres dotados de una razón científica destinada a
la comprensión de los fenómenos naturales, el ser humano también ama, valora, sueña, crea,
etc.
Aunque en la Crítica de la Razón Histórica que DILTHEY, propone se comparte con KANT la
pretensión de fundar el conocimiento sobre la experiencia, lejos de la metafísica, tal y como
ésta se nos da en la conciencia, sin embargo, rechaza la naturaleza intelectualista del apriorismo
kantiano, que produce una teoría del conocimiento rígida y muerta, al separarla de la conexión
viva de la conciencia y de la vida humana.
Así, DILTHEY niega la separación tajante entre experiencia sensible y categorías a priori como lo
habíamos señalado en el pensamiento de KANT. No existen formas de la sensibilidad o
categorías a priori del entendimiento que sean idénticas, previas e inmutables en todos los
seres humanos, sino que más bien éstas se encuentran en la realidad, o sea, en lo que es la vida
humana misma. Hay entonces una negación de las ideas kantianas, pues la experiencia humana
no está sujeta a las condiciones trascendentales del sujeto cognoscente. Por tanto, la
explicación de la experiencia humana se deberá fundar en un análisis integral de la experiencia
misma, es decir, que abarque todos los ámbitos de la conciencia, sin reducir la riqueza de la vida
a los conceptos o representaciones intelectuales. Luego, el interés de DILTHEY estará en fundar
su epistemología en el hombre vivo, en toda su plenitud empírica.