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6. LA HEGEMONÍA CULTURAL. ANTONIO GRAMSCI.

Nota preliminar.
Las ideas por las que Antonio Gramsci se ha hecho célebre, tales
como “hegemonía” o “intelectualidad orgánica”, no se encuentran
ordenadas y perfectamente identificables en un texto único, limpio
y coherente. En su vida fue tanto un político como un intelectual,
como lo fueron muchos marxistas de la época. Como consecuencia
de ello, sufrió grandes privaciones y las dificultades propias de la
represión política proveniente del régimen fascista que gobernó los
destinos de Italia en los años 20 y 30 del siglo XX1. En conexión con
ello, la obra de Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano,
el que con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial devendría
el famoso PCI, está conformada principalmente por un conjunto
muy extenso de notas. Esa es la razón por la que su contribución se
conoce en su mayor parte mediante antologías o compilaciones de
sus escritos, a menudo divididos en períodos. Debido a ello, y para
facilitar la búsqueda de sus ideas clave relativas a la cultura, en la
bibliografía indico los textos y las páginas, en algunos casos preci-
sas, en las que dichos conceptos son desarrollados y/o empleados.

6.1. La popularización de la intelectualidad.


De acuerdo a las palabras de Gramsci, todos los hombres son “fi-
lósofos”2. Este es un elemento fundamental en toda su propuesta
teórica (y política), dado que implica que todas las personas tienen

1 En este sentido, Pereyra afirma que “sus textos no pueden ser leídos,
por supuesto, como la obra de alguien preocupado por la teoría abs-
tracta, sino en su calidad de resultados fragmentarios del pensamien-
to de un dirigente cuya intervención en la política italiana comienza
en un momento de ofensiva proletaria y madura en la fase del reflujo
y derrotas de los años veinte y treinta. Los desplazamientos semánti-
cos de la conceptualización gramsciana tienen que ver con la vorági-
ne de los cambios coyunturales” (1988: p. 53).
2 En otro momento de su obra dice que “todos los hombres son inte-
lectuales, podríamos decir, pero no todos los hombres tienen en la
sociedad la función de intelectuales” (Gramsci, 2006: p.13).

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la potencialidad de distanciarse críticamente de la conciencia que
espontáneamente han interiorizado conforme a sus condiciones de
existencia. Dicho de otro modo, ello significa que todos tenemos la
capacidad de cambiar nuestro nivel de consciencia.
Como es fácil intuir, aquí no hay un reconocimiento del elevado
nivel cultural de las masas, sino, muy por el contrario, una denuncia
de su pobreza educativa. Identificar a las masas con la filosofía, con
el “ser filósofos”, proponía un camino abierto, una alternativa histó-
rica, frente al inmovilismo de las injusticias presentes. La filosofía,
históricamente elitista, planteaba un potencial de desenvolvimien-
to social que integraba a los grandes números en lo que había sido
patrimonio de una minoría3. En definitiva, la filosofía ofrecía un
proyecto tanto intelectual como político, ambos inextricablemente
unidos4.

6.2. ¿Qué es la filosofía?


Si el pensamiento filosófico es tan importante en la reflexión de
Gramsci, ¿de qué se trata?, ¿qué entiende por dicho ejercicio inte-
lectual? Como respuesta, afirma que “la filosofía es un orden inte-
lectual, cosa que no pueden ser ni la religión ni el sentido común”
(Gramsci, 1972: p.15). En realidad, es un nivel del pensamiento que
se distancia de esas otras visiones del mundo y las supera. A la re-
ligión, como un estadio característico de etapas previas de la histo-
ria. Al sentido común, propio de las masas o las clases populares,
como una visión intelectualmente pobre, poco desarrollada. Para
que este cambio sea posible, Gramsci sostiene que se requiere una
“filosofía de la praxis”, que es la que contendrá, o en torno a la cual

3 Según García Canclini (1984), la propuesta gramsciana le otorgó au-


tonomía y capacidad de respuesta a las “clases subalternas”, frente a
la sumisión que mostraban en el modelo de la dominación propio de
la teoría crítica.
4 De acuerdo con Salamini, el proyecto político de Gramsci coincide con
el principal objeto de estudio de las ciencias sociales: “Dentro de la
perspectiva gramsciana, el objeto real de todas las ciencias sociales,
y de la sociología en particular, es el análisis de la formación de la
acción colectiva de las clases subalternas en su intento por conquis-
tar la hegemonía política e ideológica en la sociedad” (1975: p. 75,
traducción propia).

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se desarrollará, en gran medida su proyecto político o de transfor-
mación social.

6.2.a. ¿Qué es la filosofía de la praxis?


Es una filosofía que trata de superar el presente estado del pensa-
miento, y con ello intervenir, para mejorar, la conciencia y realidad
de las masas: “Una filosofía de la praxis no puede dejar de presen-
tarse inicialmente con una actitud polémica y crítica, como supe-
ración del modo de pensar precedente y del pensamiento concreto
existente (o del mundo cultural existente)… debe presentarse ante
todo como crítica del «sentido común»” (1972: p.21). Por lo tanto,
en Gramsci, el trabajo cultural o sobre las conciencias es esencial
en su proyecto de un cambio político revolucionario, estructural,
profundo5. Un proyecto que debería alumbrar un nuevo estadio ci-
vilizatorio, si bien no definitivo, pues las sociedades, al igual que
los niveles de conciencia, serán siempre susceptibles de ser mejo-
rados en la medida en que se den las circunstancias para ello. En
coherencia con ello, Gramsci entiende que “si las verdades cientí-
ficas fueran definitivas, la ciencia dejaría de existir como tal, como
investigación, como experimento nuevo, y la actividad científica se
reduciría a una divulgación de lo ya descubierto. Lo cual, por suer-
te, no es verdad en la ciencia” (2005: p.360). Podríamos decir, con
gran realismo, que cada presente enfrenta su futuro en base a su
pasado inmediato. La filosofía de la praxis trata de ser una guía en
este difícil camino, pues propone al conocimiento como base im-
prescindible de todo desarrollo: “Los análisis muestran cuáles son
los puntos de menor resistencia a los que pueden aplicarse con más
fruto las fuerzas de la voluntad” (Gramsci, 1990: p.350). Apropiarse
de la historia exige disponer de un conocimiento acabado sobre la

5 “Así se llega a la igualdad o ecuación entre «filosofía y política», entre


pensamiento y acción, o sea, a una filosofía de la práctica. Todo es
político, incluso la filosofía o las filosofías, y la única «filosofía» es la
historia en acto, o sea, la vida misma” (Gramsci, 2005: p.281). Insis-
tiendo en esta misma ecuación, “para la filosofía de la práctica el ser
no puede separarse del pensamiento, el hombre de la naturaleza, la
actividad de la materia, el sujeto del objeto; si se practica esa separa-
ción se cae en una de tantas formas de religión en la abstracción sin
sentido” (Gramsci, 2005: p.361).

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sociedad que será guiada y deberá transitar a través de cambios
cuyo fin es mejorar lo existente. El voluntarismo no basta, e incluso
pudiera ser contraproducente.

6.3. La transformación de la conciencia.


6.3.a. El enfrentamiento de conciencias.
En una sociedad y momento particular de la historia, hay diferentes
concepciones del mundo, las cuales están en disputa. Sin embargo,
si bien todas las concepciones del mundo reflejan problemáticas o
realidades históricas concretas, no todas ellas son igual de actuales.
Es por ello que habrá que distinguir entre las actuales o las que es-
tán asociadas a problemas del presente y las “anacrónicas”6.

6.3.b. Los niveles de la conciencia.


En función de la actualidad, lo que incluye la utilidad, de las con-
cepciones del mundo, Gramsci distingue entre dos niveles de con-
ciencia:

1. Sin conciencia crítica: se caracteriza por la inconsciencia con


respecto a los fundamentos de nuestra forma de ver el mun-
do. Sería un reflejo de las condiciones exteriores, y en particu-
lar, un producto o consecuencia de la clase social de pertenen-
cia. A este respecto, el autor italiano sostiene que se trata de
“«pensar» sin tener conciencia crítica de ello, de modo disgre-
gado y ocasional, esto es, «participar» en una concepción del
mundo «impuesta» mecánicamente por el ambiente exterior
y, por tanto, por uno de los grupos sociales en que todos nos
vemos automáticamente inmersos desde nuestra entrada en
el mundo consciente” (1972: pp.11-12). Ésta es la naturaleza
del hombre-masa. Se trata de un hombre heterónomo (y no

6 “El marxismo gramsciano intenta crear la conciencia sobre las con-


diciones pasadas, las cuales viven en el presente, en las mentes hu-
manas y las instituciones como ideología. El carácter historicista del
pensamiento de Gramsci se enraíza en parte en sus orígenes en y la
crítica de la escuela de Croce del idealismo italiano; también se basa
en la famosa declaración de Engels de que los factores económicos
son determinantes únicamente en el análisis final” (Hawley, 1980: p.
585, traducción propia).

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autónomo), es decir, dominado por fuerzas exteriores a él. En
este sentido, Gramsci advierte que “los propios deseos y las
propias pasiones inferiores son la causa del error, porque sus-
tituyen al análisis objetivo e imparcial, y eso ocurre no como
“medio” consciente para estimular la acción, sino como au-
toengaño” (1990: p.344).
2. Con conciencia crítica: significa desarrollar la visión del
mundo desde nuestra propia elaboración intelectual, de ma-
nera autónoma: “elaborar la propia concepción del mundo
consciente y críticamente y, en conexión con esta labor del
propio cerebro, elegir la propia esfera de actividad, partici-
par activamente en la producción de la historia del mundo,
ser guía de uno mismo y no aceptar pasiva y supinamente
que nuestra personalidad sea formada desde fuera” (1972:
p.12).

6.3.c. El lenguaje.
El uso del lenguaje manifiesta o contiene una concepción del mun-
do o componentes de la misma. Por eso mismo, el lenguaje utilizado
será un indicador de la concepción del mundo que tiene cada perso-
na: “El hombre que sólo habla un dialecto o sólo comprende la len-
gua nacional en grados diversos participa necesariamente de una
intuición del mundo más o menos limitada y provincial, fosilizada,
anacrónica en relación con las grandes corrientes del pensamien-
to que dominan la historia mundial. Sus intereses serán limitados,
más o menos corporativos o economicistas, no universales” (1972:
p.14). Ello significa tanto que existe evidencia que muestra que el
nivel educativo de la gran mayoría de la población es bajo, como
que es posible determinar objetivos específicos para el cambio que
se está proponiendo. Cambiar de nivel de conciencia supone hacer
cambios no sólo en la identificación o la conciencia política, sino
igualmente, y sobre todo, hacer transformaciones fundamentales
en la forma de pensar y actuar: “toda revolución ha sido precedida
por un intenso trabajo de crítica, de penetración cultural” (Gramsci,
2005: p.16).

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6.3.d. La elevación del nivel de consciencia.
¿Qué significa cambiar de nivel de conciencia? Implica al menos
tres actividades:

1. Distanciarse de la propia concepción del mundo, esto es, de


la que surge de nuestra posición en la sociedad. Es por ello
que aquí juega un papel central el análisis crítico de nues-
tra forma de ver el mundo, lo que hace posible entender las
nefastas consecuencias de mantener visiones caducas sobre
cómo proceder frente a los retos de las sociedades actuales.
2. Elevar nuestro nivel de conocimiento “hasta el punto al que
ha llegado el pensamiento mundial más avanzado” (1972:
pp.12-13). Como propio de la tradición crítica, el pensa-
miento gramsciano es fuertemente intelectualista y cientifi-
cista. El conocimiento científico, en un sentido amplio, debe
estar en la base de las propuestas de cambio. Entonces, hay
un elemento “tecnocrático” en su contribución que es inelu-
dible.
3. El auto-reconocimiento como un ser histórico, es decir, la
persona como un ser en donde se ha depositado la huella
de la historia: “Hay que perder la costumbre y dejar de con-
cebir la cultura como saber enciclopédico (…) Esa forma de
cultura es verdadera-mente dañina, especialmente para el
proletariado (…) eso no es cultura, sino pedantería; no es
inteligencia, sino intelecto, y es justo reaccionar contra ello.
La cultura es cosa muy distinta. Es organización, disciplina
del yo interior, apoderamiento de la personalidad propia,
conquista de superior consciencia por la cual se llega a com-
prender el valor histórico que uno tiene, su función en la
vida, sus derechos y sus deberes” (Gramsci, 2005: p.15)7. En

7 Abundando en esta misma línea, Gramsci afirma que “el mismo fe-
nómeno se repite hoy para el socialismo. La conciencia unitaria del
proletariado se ha formado o se está formando a través de la crítica
de la civilización capitalista, y crítica quiere decir cultural, y no ya
evolución espontánea y naturalista. Crítica quiere decir precisamente
esa consciencia del yo… Conocerse a sí mismo quiere decir ser lo que
se es, quiere decir ser dueños de sí mismo” (2005: p.17).

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otros términos, las personas deben entender que su historia
es una entre varias posibilidades, entre las cuales siempre
debemos optar. La historia nos hace tanto como la hacemos.
En todo caso, “apropiarnos” de nuestra historia es tanto un
desafío como una responsabilidad, y debemos estar intelec-
tualmente preparados para ello.

6.3.e. Hacia una nueva cultura.


La creación de una nueva cultura implica al menos dos logros:

1. La socialización de verdades: Lo que supone que se trata de


un proyecto para la mayoría de las personas que tiene a la
continua circulación del conocimiento más avanzado como
uno de sus pilares esenciales.
2. La elevación del nivel de pensamiento de las masas: “Llevar a
una masa de hombres a pensar coherentemente y de modo
unitario el presente real y efectivo es un hecho «filosófico»
mucho más importante y «original» que el descubrimiento
por parte de un «genio» filosófico de una nueva verdad que
se convierte en patrimonio exclusivo de pequeños grupos
intelectuales” (1972: p.14).

Esa nueva cultura, producto de la elevación cultural de las ma-


sas, a través del trabajo de los intelectuales, se convertirá en un
nuevo sentido común8: “Se trata (…) de elaborar una filosofía que
teniendo ya una difusión o una difusividad porque está ligada a la
vida práctica y está implícita en ésta, se convierta en un renovado
sentido común, con la coherencia y el nervio de las filosofías indi-
viduales: esto no puede ocurrir si no se siente constantemente la
existencia del contacto cultural con las «gentes sencillas»” (1972,
nota 1: p.21).

8 “Para Gramsci, el sentido común no puede ser eliminado pero es ‘lo


que está en juego en la lucha por la hegemonía’. La transformación
de la condición de subalternidad exige no la eliminación del sentido
común sino la crítica y transformación del mismo” (Green, 2009: p.7,
traducción propia), es decir, “Gramsci propone que el sentido común
debe llegar a ser crítico” (Green, 2009: p. 9, traducción propia).

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6.4. Concepción del mundo y política: la hegemonía.
Nuestra concepción del mundo está íntimamente ligada a lo po-
lítico, pues está vinculada con la forma de entender la realidad y
nuestra manera de organizarnos9. Por eso, Gramsci sostiene que
“la elección y la crítica de una concepción del mundo constituyen
también un hecho político” (1972: p.16).

6.4.a. ¿Qué es la ideología?


En la obra Gramsciana, la ideología puede ser equivalente a con-
cepción del mundo: “si damos al término ideología el significado
más alto de una concepción del mundo que se manifiesta implícita-
mente en el arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas
las manifestaciones de vida individuales y colectivas” (1972: p.18).
Esto quiere decir que Gramsci no tiene una visión tan crítica como
Marx del papel de la ideología. Sin distanciarse completamente, el
pensador italiano considera que la ideología es inevitable y, de ser
la adecuada, sus efectos serán positivos. Que ello sea así es parte de
la lucha por una ideología favorable a los intereses del proletariado
y, en definitiva, de las grandes masas de la población.

9 “Uno de los principales obstáculos para que los grupos subalternos


superen su subordinación – económica y cultural – es la falta de un
liderazgo consciente y una organización que provea a los grupos de
orden y dirección. Gramsci le atribuye esta falta de orden y dirección
a la naturaleza de la cultura y la conciencia de los grupos subalter-
nos” (Green, 2009: p. 9, traducción propia).

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6.4.b. Lucha de hegemonías10.
Avanzar hacia un nuevo nivel de conciencia requiere lo que Gramsci
denomina una “lucha de hegemonías”11, es decir, un enfrenta-
miento entre concepciones del mundo (o ideologías) diferentes12.

10 “Dado que la subjetividad que domina no es la subjetividad de una


sociedad constituida de varias clases. Hay diferentes tipos de subje-
tividad en coherencia con la presencia de diferentes grupos de clase.
En un complejo de luchas de clase, una subjetividad predomina pero
no impide la existencia de otras. La subjetividad original de los tra-
bajadores consistente con su presencia en procesos de hegemonía no
es anulada por el hecho de la subordinación de los trabajadores a las
clases gobernantes. En el proceso de permanentes luchas de clase,
lo que es probablemente clave para la hegemonía de la burguesía es
cómo generar y reproducir los límites del pensamiento original de los
grupos subalternos que constituyen sus oponentes fundamentales”
(Patnaik, 1988: p. 9, traducción propia).
11 “El concepto de ideología de Gramsci se desarrolla creativamente en
relación con la noción de hegemonía, que en general se refiere a la ha-
bilidad de una clase para asegurar la adhesión y el consentimiento li-
bre de las masas” (Larraín, 2007: p. 108). Asimismo, Larraín continúa
diciendo que “para Gramsci, la conciencia de clase obrera no incluye
sólo una visión de los propios intereses sino que incluye la capacidad
para dirigirse a otros grupos sociales no dominantes. Por consiguien-
te la conciencia de clase proletaria no consiste en ganar conciencia al
nivel político de los intereses propios de la clase, sino en darse cuenta
de que los intereses de otros grupos subordinados pueden ser articu-
lados a la ideología de la clase, lo que la hace hegemónica. Entender la
misión hegemónica de la ideología de la clase obrera es para Gramsci
parte integral y la forma más alta de conciencia política de la clase”
(2007: p. 112).
12 “El liberalismo económico es un programa político destinado a cam-
biar, en la medida en que triunfa, el personal dirigente de un Esta-
do y el programa económico del Estado mismo, es decir a cambiar la
distribución de la renta nacional. Distinto es el caso del sindicalismo
teórico en la medida en que se refiere a un grupo subalterno, al cual
se impide con esta teoría que llegue a ser jamás dominante, que se
desarrolle más allá de la fase económico-corporativa para alzarse a
la fase de hegemonía ético-política en la sociedad civil y de dominio
en el Estado” (Gramsci, 1990: p.352). Asimismo, hablando del mismo
tema, el pensador y político italiano sostiene que “hay que combatir

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Para salir victorioso en esta disputa política histórica, se requiere
trabajo político13. En relación a éste, Gramsci describe algunas eta-
pas en el avance hacia una concepción más autónoma o autocons-
ciente (y por ello se entiende que “realista”) de la realidad social:

1ª. La conciencia política: “Conciencia de formar parte de una


determinada fuerza hegemónica” (1972: p.24).
2ª. La unidad de teoría (o conciencia) y práctica: esta etapa re-
quiere un intenso trabajo político. Por sí misma, la práctica
(o la evolución del modo de producción) no generarán una
teoría que sirva a la transformación de la sociedad: “Hay que
demostrar siempre la futilidad del determinismo mecanicis-
ta, porque si es explicable como filosofía ingenua de la masa
y sólo en esta medida es un elemento intrínseco de fuerza,
cuando es elevado a la categoría de filosofía reflexiva y cohe-
rente por parte de los intelectuales se convierte en causa de
pasividad, de autosuficiencia imbécil” (1972: p.29)14. En esta

el economismo no sólo en la teoría de la historiografía, sino también,


y especialmente, en la teoría y la prácticas de la política. En este cam-
po la lucha puede y debe conducirse desarrollando el concepto de
hegemonía” (Gramsci, 1990: p.356).
13 Para hacer este punto más complejo, hago eco de las siguientes pa-
labras de Pereyra: “La dominación de clase no descansa solamente
en los procedimientos coercitivos sino, de manera fundamental, en la
dirección cultural y política de la sociedad, en la contaminación ideo-
lógica de todo el sistema social. La hegemonía de la burguesía no solo
procede de la re funcionalización que impone del aparato estatal; de-
riva también de su control sobre el funcionamiento de la sociedad ci-
vil. La hegemonía se constituye en virtud del comportamiento guber-
namental, del parlamento y el sistema jurídico, etcétera, y también en
el espacio formado por sindicatos, partidos, medios de comunicación,
centros educativos y culturales, etcétera. En este espacio se sustenta
parte considerable de la hegemonía del bloque dominante pero, a la
vez, es el espacio abierto a la confrontación social, el “lugar” de la
actividad política de los dominados” (1988: p.63).
14 “La crítica de Gramsci del marxismo automático y reduccionista fue
pensada explícitamente para superar las filosofías materialista e
idealista, y para reafirmar la interacción dialéctica de sujeto/objeto y
pasado/presente” (Hawley, 1980: p. 586, traducción propia). En esta

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misma línea, Gramsci afirma que “la pretensión (presenta-
da como postulado esencial del materialismo histórico) de
presentar y exponer toda fluctuación de la política y de la
ideología como expresión inmediata de la estructura tiene
que ser combatida teóricamente como un infantilismo pri-
mitivo, y en la práctica hay que combatirla con el testimonio
auténtico de Marx, escritor de obras políticas e históricas
concretas” (1990: p.331).

En coherencia con su filosofía de la praxis, esgrimir la necesidad


de una conciencia política apropiada a un determinado proyecto de
sociedad, o subrayar cuan imprescindible es la unidad de teoría y
acción, tiene su correlato en la íntima relación entre intelectuales y
partido político. En síntesis, la dicotomía filosofía-conciencia-teo-
ría-intelectuales frente a praxis-política-acción-partido, nos hablan
más que de una contradicción, como a menudo encontramos en el
pensamiento liberal, de una unión que hace posible la transforma-
ción social a favor de los intereses de las masas.

6.5. El papel de los intelectuales.


6.5.a. Intelectuales y conciencia.
Los intelectuales tienen una función política clave. No en vano, la
elevación del nivel de conciencia o el desarrollo de una conciencia
crítica implica la creación de una “élite de intelectuales”. La organi-
zación de las masas, su socialización en la nueva conciencia, requie-
re de dirigentes o intelectuales que permitan que aquéllas avancen
hacia este nuevo estadio de elaboración teórica o de conciencia.

misma dirección, Pereyra sostiene que “debe subrayarse la importan-


cia de la contribución gramsciana en la pugna contra ese flanco débil
de la tradición marxista: el economicismo y sus lamentables conse-
cuencias en el plano del análisis teórico y en la práctica política. Con-
tra los partidarios de la tesis del derrumbe del capitalismo, sometido
por sus contradicciones económicas, Gramsci sostuvo —y la historia
confirma su apreciación— que la quiebra de la sociedad capitalista
no se produce por el estallido de las crisis económicas” (1988: p.57).

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6.5.b. Unidad intelectuales-masas.
Si bien la presencia de intelectuales es imprescindible15, avanzar ha-
cia un nuevo estadio en el desarrollo cultural de las masas, y con ello
hacia una nueva sociedad, exige la unidad entre ellos y las masas:
“La posición de la filosofía de la praxis es antitética a la católica: la
filosofía de la praxis no tiende a mantener a las «gentes sencillas» en
su primitiva filosofía del sentido común sino que quiere conducirlas
a una concepción superior de la vida. Si afirma la exigencia del con-
tacto entre los intelectuales y las gentes sencillas16 no es para limitar
la actividad científica y para mantener una unidad por debajo, al ni-
vel de las masas, sino precisamente para construir un bloque intelec-
tual-moral que haga políticamente posible un progreso intelectual de
masa y no sólo de limitados grupos intelectuales” (1972: pp.23-24).
Para ello, no basta con que los intelectuales lideren intelectualmente,
sino que deben hacerse cargo de las preocupaciones de las masas17.

6.5.c. Los intelectuales orgánicos.


Los intelectuales no pueden llegar a las masas por sí solos18. Para
que llegue a haber una conexión entre intelectuales y masas es im-

15 “La escuela es el instrumento para formar los intelectuales de diverso


grado” (Gramsci, 2006: p.14).
16 Esto plantea algunas dificultades si entendemos que históricamente
“se han formado grupos que tradicionalmente “producen” intelectua-
les y son esos mismos grupos los que con frecuencia se especializan
en el “ahorro”, es decir, la pequeña y la media burguesía terrateniente
y algunos estratos de la pequeña y de la media burguesía de las ciu-
dades” (Gramsci, 2006: p.15).
17 “Desde la perspectiva de Gramsci, es necesario que los grupos sub-
alternos generen su propia categoría de intelectuales orgánicos e in-
novaciones lingüísticas de forma tan eficaz como los grupos sociales
dominantes crean sus intelectuales orgánicos, de una manera en que
los intelectuales permanezcan en contacto con, u orgánicos con res-
pecto a, las experiencias de vida de los grupos sociales a los cuales
se provee de organización, dirección y liderazgo en el movimiento
orientado a alcanzar el poder político y la hegemonía” (Green, 2009:
p. 25, traducción propia).
18 “Las revoluciones serán exitosas en la medida en que estén fundadas
en movimientos orgánicos de masas organizadas como una fuerza

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prescindible la presencia de los partidos políticos19. Son éstos los
que transmiten el trabajo de elaboración intelectual y filosófica de-
sarrollado por los intelectuales. En este sentido, los intelectuales
orgánicos o de partido son los que podrán ejercer una influencia
sobre las masas que contribuya a elevar su nivel de conciencia y
con ello a avanzar hacia la conformación de una fuerza política que
pueda provocar el cambio de la sociedad.
Si bien aquí nos referimos a la función que Gramsci asigna a
lo que podríamos entender como el intelectual comunista20, que
es el que él favorece, es importante notar que la “organicidad” del
intelectual tiene que ver con dos elementos relevantes. En primer

política. No obstante, las clases subalternas, antes de alcanzar la hege-


monía política, deben plantearse y resolver el problema de la forma-
ción de un nuevo bloque histórico” (Salamini, 1975: p. 78, traducción
propia). Continuando con ello, el mismo autor afirma que “la consti-
tución de un nuevo bloque histórico no es para Gramsci un proceso
mecánico y automatico, sino más bien un proceso de actividad política
de las clases subalternas. El proceso revolucionario toma la forma de
una lucha por la hegemonía ideológica y el control político, es decir, la
conquista del poder estatal. En este contexto, el papel de los intelec-
tuales y el partido político son de importancia capital” (1975: p. 79,
traducción propia).
19 “El partido no es un mecanismo sobrepuesto sobre las masas, sino la
expresión de los sentimientos populares. La relación entre el Partido
y las masas es difícil de articular. (…) Por lo tanto, el éxito del par-
tido en la creación y consolidación de un ‘bloque popular nacional’
descansa en el establecimiento de una unidad dialéctica con las ma-
sas” (Salamini, 1975: p. 82, traducción propia). Abundando en este
vínculo necesario entre masas y partido, el mismo autor argumenta
que “las masas proveen los sentimientos y la pasión necesarios para
la acción; estos son transformados por los intelectuales en compren-
sión y conocimiento, y se convierten en actividad práctica mediante
la dirección del Partido. Solamente eta relación facilita la función del
Partido para liderar a las masas hacia la hegemonía ideológica y polí-
tica” (Salamini, 1975: p.82, traducción propia).
20 “En las Notas de la Cárcel, la hegemonía se enraizó en el partido revo-
lucionario que es dirigido por los ‘intelectuales orgánicos’. El partido
es una organización de cultura y educación, una etapa de un nuevo
tipo de gestación” (Hawley, 1980: p.586, traducción propia).

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lugar, desde un punto de vista social, el intelectual tiene raíces en
algún grupo social producto de un modo de producción particular.
En segundo lugar, en lo que respecta a su vinculación con una orga-
nización, tiene un papel muy significativo en la administración del
Estado, y aquí agregamos también con énfasis político, y los parti-
dos políticos. No en vano, Gramsci les asigna un gran protagonismo
político: “Los intelectuales son los “empleados” del grupo dominan-
te para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía so-
cial y del gobierno político” (Gramsci, 2006: p.16)21. Por lo tanto, el
intelectual gramsciano tiene un papel importante, estando en una
posición intermedia entre el poder orgánico (Estado, partidos polí-
ticos, empresariado…) y las grandes masas de campesinos, obreros,
u otros.

Bibliografía:
García Canclini, Néstor (1984): “Gramsci con Bourdieu. Hegemonía,
consumo y nuevas formas de organización popular”, Nueva So-
ciedad, número 71, marzo-abril: pp. 69-78.
Gramsci, Antonio (1972): Introducción a la filosofía de la praxis,
Barcelona, Ediciones Península: pp.11-37.
Gramsci, Antonio (1990): Escritos políticos (1917-1933), México, Si-
glo XXI (1ª edición 1977): pp.331-386.
Gramsci, Antonio (2005): Antología, México D.F. y Buenos Aires, Si-
glo XXI (1ª edición 1970): pp.14-44 y 276-367.
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Larraín, Jorge (2007): “Ideología Y Hegemonía: Gramsci”, en libro
del mismo autor El Concepto De Ideología, vol. 2, Santiago De
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21 En esta misma línea, puede verse a Monasta (1993).

114
Monasta, Attilio (1993): “Antonio Gramsci (1891-1937)”, Perspec-
tivas: revista trimestral de educación comparada, vol. XXIII, nú-
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