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Un pastor adventista del séptimo día no bautizaría a una persona que no estuviese en
conformidad con las cuatro creencias fundamentales de la denominación que tratan de las
personas de la Trinidad. Si alguien comienza a creer en doctrinas que estuvieran en contra
de lo que indique la biblia; aunque se reconoce la autoridad de la iglesia para actuar en tal
caso, la expulsión de un miembro nunca se emprende con precipitación, sino solo después
de mucho diálogo, oración y empeño en restaurar al que yerra.
Dios el Hijo eterno se encarnó en Jesucristo. Por medio de él fueron creadas todas las cosas,
se reveló el carácter de Dios, se llevó a cabo la salvación de la humanidad y se juzga al
mundo. Aunque es verdadera y eternamente Dios, llegó a ser también verdaderamente
hombre, Jesús el Cristo. Fue concebido por el Espíritu Santo y nació de la virgen María.
Vivió y experimentó la tentación como ser humano, pero ejemplificó perfectamente la
justicia y el amor de Dios. Mediante sus milagros manifestó el poder de Dios y fue
confirmado como el Mesías prometido de Dios. Sufrió y murió voluntariamente en la cruz
por nuestros pecados y en nuestro lugar, resucitó de entre los muertos y ascendió para
ministrar en el santuario celestial en favor nuestro. Volverá otra vez en gloria para liberar
definitivamente a su pueblo y restaurar todas las cosas.
Creemos que el término «Miguel» no es sino uno de los muchos títulos aplicados al Hijo de
Dios, la segunda persona de la Divinidad. Pero tal punto de vista no entra en conflicto de
ninguna manera con nuestra creencia en su plena deidad y preexistencia eterna, ni en lo más
mínimo menosprecia su persona ni su obra. Los ángeles son seres creados (Col. 1: 16), y,
como tales, no han de ser adorados (Col. 2: 18; Apoc. 19: 10). Son mensajeros de Dios para
quienes serán herederos de salvación (Heb. 1: 13, 14). Sin embargo, Cristo tiene «más
excelente nombre que» los ángeles (Heb. 1: 4). Tiene «un nombre que es sobre todo
nombre» (Fil. 2: 9), por encima del de todo ángel del cielo (Efe. 1: 21). Los ángeles le están
sometidos (1 Pedo 3: 22). Se inclinan ante él (Fil. 2: 10) y lo adoran (Heb. 1: 6). Los
ángeles de Dios rehúsan la adoración de los hombres (Apoc. 22: 8, 9).
La epístola de Judas fue escrita para combatir una herejía que había invadido la iglesia de
aquellos días, pues falsos maestros estaban corrompiendo y desvirtuando la fe. Es evidente
que las enseñanzas corruptas contra las que Judas advertía a la iglesia eran el liberalismo y
el antinomianismo. Se podría decir con propiedad que el diablo, el príncipe del mal,
merecía un juicio de maldición, pero Miguel no quería rebajarse a tal cosa. Decir que
Miguel no podía, en el sentido de que no tenía el poder o la autoridad para hacerlo, no sería
verdad. No es que Miguel no pudiera, en el sentido de estar limitado, sino más bien que no
quería adoptar tal actitud.